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“Francisco López Capillas”

Uno de los más grandes músicos mexicanos, contemporáneo de la excelsa


poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, fue Francisco López Capillas. Vivió
en el siglo XVII y es considerado el primer Maestro de Capilla de la Catedral de
México nacido en tierras mexicanas.

Francisco López Capillas nació en 1614, en la capital del Virreinato. Poco se sabe
de su infancia pero muy seguramente fue ‘seise’ del coro de la Catedral de
México. Recordemos que en aquella época las voces femeninas estaban
prohibidas en el culto público de la Iglesia, por lo que las voces agudas eran
cantadas por niños que se agrupaban de seis en seis. López Capillas recibió la
instrucción musical de la época: canto llano (gregoriano) y el ‘canto de órgano’ que
no era otra cosa que composición polifónica. Se cree que pudo haber sido
discípulo de Antonio Rodríguez de Mata, músico español, maestro de capilla de la
Catedral de México de 1614 a 1643.

Hacia 1641 encontramos a Francisco López en la Catedral de Puebla donde, bajo


la autoridad de Juan Gutiérrez de Padilla ocupó el cargo de segundo organista,
‘baxonero’ y cantor. Era la época, aunque muy breve, del gran obispo Juan de
Palafox y Mendoza quien estimuló la cultura, defendió a los indios, fundó
seminarios y colegios, inauguró la biblioteca que lleva su nombre, contribuyó a la
construcción de la Catedral de Puebla y además fue escritor y poeta.

Más tarde, López Capillas sucedió en el cargo de primer organista al Pbro. Pedro
Simón aunque conservando el cargo de ‘baxonero’. El baxonero era el encargado
de tocar el ‘baxón’ que es un instrumento parecido al fagot y que apoyaba al coro
en las partes graves. Este cargo en la Catedral de Puebla duró poco tiempo:
alrededor de un año, pero aprovechó en gran manera la continua convivencia con
Juan Gutiérrez de Padilla, además de tener contacto directo con las obras de otros
músicos, guardados en el archivo.

En 1648 lo encontramos en la Catedral de México como organista y en 1654 es


nombrado Maestro de Capilla y Organista por su “suficiencia y habilidad para
dichos ministerios”. Es de esta época la mayoría de sus obras hasta hoy
conocidas y rescatadas por los musicólogos. Sus obras son principalmente
vocales, polifónicas, destinadas al servicio litúrgico como son Misas, Pasiones,
Motetes, Salmos, Lamentaciones, Secuencias, etc. Pero se sabe que también
compuso villancicos, ensaladas, tocotines, chanzonetas, cantadas, etc., en
español, náhuatl, mestizo y negro, como era la usanza de la época.
Desafortunadamente mucha de su música está perdida.
Una anécdota curiosa que podría ayudarnos a calcular su ingenio y su
musicalidad: A petición del virrey, Francisco Fernández de la Cueva, Francisco
López compuso una misa a cuatro coros para la dedicación de la Catedral
Metropolitana en 1656. Eran cuatro coros locales, cada uno con su órgano y
demás músicos y cada uno con su propio director que cantarían todos, una misa
completa en sí misma y diferente a las otras tres, y que, sin embargo, se
amalgamarían en un todo armonioso y perfecto. La crónica de la época lo refiere
así: “Acudió todo el reino y las religiones por la novedad de cantarse cuatro misas
a un tiempo, juzgado por acto de mofa; pero quedaron confusos y admirados de
ver el acto más grave y más grande que la Iglesia de Dios ha usado, y lo que más
admiró fue el ver obrar a cada uno lo que le competía como si fuera solo… sin
confundirse ellos ni sus ministros, acólitos y músicos… Acabáronse las misas…
con tanta alegría… que fue admiración, y los que pretendían censurar quedaron
confusos y avergonzados”.
Como muchos músicos a lo largo de la historia, Francisco López tuvo problemas
de diversa índole, desde la mala remuneración por su trabajo hasta digresiones
por su forma de componer. Aun así, el trabajo que realizó denota una gran
personalidad, de exquisita y profesional preparación. Sabemos que fue un gran
estudioso, conocedor de la ciencia musical de su época, buen intelectual que, al
igual que Sor Juana Inés de la Cruz estuvo influenciado por el pensamiento
pitagórico y neoplatónico acerca de la “armonía del cosmos” y la “música de las
esferas”.

Después de una vida musicalmente fecunda, Francisco López Capillas murió el 18


de enero de 1674, aproximadamente a los 60 años de edad, tras una breve
enfermedad. Afortunadamente nos legó obras polifónicas admirables en las que
podemos reconocer tanto sus conocimientos teóricos como su buen gusto de
cantor, de verdadero artista.
Francisco López Capillas (1614-1674) autor de obras polifónicas que marcaron
nuevas tendencias en la música sacra, como la alteración de la línea melódica,
convertida en una expresividad dramática, “algo muy diferente a lo que hacían sus
contemporáneos
López Capillas fue autor de piezas sacras para la Catedral Metropolitana y de
Puebla, con una producción polifónica compuesta por lamentaciones, motetes,
magníficats, salmos, una pasión según San Mateo y ocho misas.
Maestro de capilla de la Catedral de la ciudad de México durante 20 años, debido
a que la Iglesia, institución mediadora durante el virreinato, lo consideró como uno
de los músicos más respetados, sin que hubiera pasado por el escrutinio del
cabildo y la sociedad antes de ocupar dicho puesto.
“Es considerado un erudito porque conocía tratados, corrientes y estilos, con los
cuales hacía sus propias composiciones, ejecutadas en el bajo, órgano y coro
durante los actos litúrgicos de las catedrales en la que fue maestro de capilla o en
la Semana Santa”,
Algunos investigadores de este compositor, nacido en la entonces ciudad capital
de la Nueva España, “le dan el crédito del primer villancico compuesto a la Virgen
de Guadalupe, lo cierto es que no son más que especulaciones, pues no hay
textos, música o mayores pruebas”.
hasta el momento se han rescatado 50 obras del compositor del virreinato
la catedral Metropolitana tiene el mayor número, ahí está lo que llamo el Códice
López Capillas, por tener todo un libro de coros que está maltratado por el tiempo,
pero se pudo rescatar la música”, detalla.
Hay otras composiciones en la Catedral de Puebla, un par en el Museo del Ex
Convento del Carmen, en San Ángel; ocho magníficats en el Museo Nacional del
Virreinato, en Tepotzotlán, así como una obra en el Archivo de la Catedral de
Oaxaca, que originalmente estaba en la ciudad de México en la Biblioteca
Nacional de Madrid hay otro juego de ocho magníficats, que no se sabe cómo,
pero están allá”.

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