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La posición de escucha

Por Israel Cruz Olalde

El músico es como un viajero prudente, preparado en el vacío


de los albergues que se hospedará: lleva lo real consigo. Lo hace resonar
por primera vez —incluso, naturalmente, cuando se trata de una
segunda o tercera audición—: afecto nuevo sobre el mercado de las
emociones, más nuevo que una pintura o un texto, éstos siempre sujetos a
recordar algo, incluso si se trata de pintura abstracta o de escritura
automática. CLEMÉNT ROSSET1

Escuchar es una posición que compromete a un sujeto a guardar una estancia


frente a un hablante. Este lugar intimida con la lectura, ya que comparten su origen en la
palabra. El sujeto que porta la escucha aparentemente ofrece su cuerpo como aquel a
quien se puede amar: que sabe, que mira, que da su voz; ofrece espacios y tiempos. Sin
embargo, ese cuerpo no está habitado por un sujeto, sino por un vacío donde estos
supuestos galardones sólo funcionan como puentes para sostener el discurso del
hablante. Habitación de nadie, desde donde se convoca al sujeto del parlante. Así, el
hablante produce enunciaciones por la fuerza de atracción del vórtice expresado en el
silencio de aquel supuesto ser del saber.
Jean-Luc Nancy menciona que ubicarse en la posición de escucha es:

… siempre estar al linde del sentido, o en un sentido de borde, esa


franja o ese margen al menos el sonido musicalmente escuchado, es decir,
recogido y escrutado por sí mismo, y no sin embargo como fenómeno acústico
(o no solamente como tal) sino como sentido que resuena, sentido el cual se
supone que lo sensato ha de encontrarse en la resonancia, y no encontrarse
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más que en ella.

También es posible agregar que el escucha oye sin fascinación el juego sonoro de los
significantes del hablante, el sinsentido musical que descarga el pathos del ahora cantor.
Esta falta de fascinación es porque no hay prójimo en la estancia analítica. El escucha no
puede ser encantado o hechizado. Es interesante cómo en el mundo antiguo en un ritual
contra la posesión se advertida al curandero del efecto enfermizo y sufriente de distintos


1
Roseet, Clément. El objeto singular, España, Sexto Piso, 2007, p. 74.
2
Nancy, Jean-Luc. A la escucha, …p. 7.
tipos de sonoridades provocada por una persona poseída por los démones: el silencio,
chasquido de los labios, gemido, silbido, lamento, quejido, aullido, mugido, relincho,
sonido armonioso, espiración articulada, rumor como el aire, sonido “que obliga”,
corriente coactiva de perfeccionamiento. La manera de no ser fascinado por dichas
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sonoridades era a través de formulas prosódicas dedicadas a Mene. El escucha, quizá
como Ulises, se hace amarrar previamente al mástil (símbolo fálico) de su propio
desencadenamiento discursivo, para oír el canto del hablante y no ser atraído por él. En
ese sentido, la posición que guarda el escucha deviene por el efecto de su propio decir, y
eso lo incorpora en el ámbito de analista.
El nacimiento de la posición de escucha es ajeno al aprendizaje obtenido en una
institución educativa, su origen histórico podría encontrarse en Sócrates —el primer sujeto
que declaró su falta de saber y habilitó la técnica de la mayéutica—, aunque el
nombramiento de dicha posición lo patentó Bertha Pappenheim, una hablante que logró
percibir el efecto de ser escuchada desde ese lugar. Talking cure, fue la frase que
inauguró una manera única de escuchar, a decir, el psicoanálisis. En ese sentido, el
psicoanálisis, más que alguna rama del conocimiento, se trata más bien de un oficio que
puede ser ocupado por la practica de un sujeto. Por tal motivo, como lo menciona Juan
David Nasio, “el psicoanalista confrontado es en definitiva una posición, el lugar de la
practica. No se trata del que ocupa el puesto de analista, sino del sitio mismo. No hay
analistas, sólo hay posición de analista”.4
Este efecto curativo tuvo lugar a partir de dos elementos que fueron infiltrándose
casualmente en el tratamiento, el primero fue la transferencia (a)morosa de la paciente
hacia su médico y un segundo elemento fue la posibilidad de hablar de ello a través de la
creación de síntomas en su cuerpo. Bajo esas dos premisas, no una después de otra sino
en conjunción, podemos considerar que en primer lugar, la transferencia dio cuenta de
un cambio de lugar de una imagen que pasa de una antigua persona a la del analista. Así
pues, de cierta manera bajo la transferencia, el escucha está posibilitado a sensibilizarse al
discurso del hablante en relación con lo acontecido en su travesía ante el espejo. Como
menciona Jacques Lacan “… el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se
precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la


3
Andrés, Ramón. Diccionario de música, mitología, magia y religión, Barcelona, Acantilado, 2012., p.
1007.
4
Nasio, Juan David (coord.). El acto psicoanalítico, teoría y clínica, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión,
1984, p. 7.
identificación espacial, maquina las fantasías que se suceden desde una imagen
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fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica…”
En el cuento El doble asesinato de la calle de la Morgue, Edgar Allan Poe
prefiguró la posición de analista:

La facultad del analista no debe de confundirse con la simple


ingeniosidad; pues, mientras el análisis es necesariamente ingenioso, sucede
con frecuencia que el hombre ingenioso es completamente incapaz de
analizar. […] Entre la ingeniosidad y la aptitud analítica existe una diferencia
mayor que entre la imaginativa y la imaginación, pero de un carácter
rigurosamente análogo. En suma, el hombre ingenioso está siempre lleno de
imaginativa, y el hombre verdaderamente imaginativo nunca pasa de ser un
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analista.

Es por ello, que el analista no está en la posición del saber, terreno de lo científico,
religioso o universitario. Donde no es oficial sino oficiante del no todo. Es causa de deseo
y se dirige al sujeto barrado. El resultado es la producción de significantes y un saber
sobre la verdad. Para que haya discurso es necesario una pérdida y renuncia del goce. A
partir de ese vacío se tratará de leer la realidad situando algo que suture la falta, una
escritura desde el habla.
El analista, siguiendo con Poe, “… haya placer hasta en las más triviales ocasiones
que ponen sus talentos en juego. Estudia los enigmas, charadas y jeroglíficos, y despliega
en sus soluciones tan singular perspicacia, que, a los ojos del vulgo, se convierte en un ser
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sobrenatural.” En ese sentido, el decir es un misterio que sólo se entiende pero que es
inaprensible, porque no es algo. Es el logos que encuentra cuerpo en la escritura y el arte.
Sin embargo, qué sucede si en la creación no hay registro del sufrimiento. Es decir,
cuando en el signo hay opacidad y no puede haber sentido, el que escribe ¿Lo hace
desde el vacío? ¿Es sólo letra? Ese habla donde se detecta “un halo de bruma, una
cortina de vapor [que] suspenden entonces una cosa en el vacío. Se trata de un vacío
espeso, un vacío en tensión, que no es exterior al objeto sino que lo penetra y hace


5
Lacan, Jacques. “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en
la experiencia psicoanalítica” en Escritos I, México, Siglo XXI, pp. 102-103.
6
Poe, Edgar Allan. “El doble asesinato de la calle de la calle Morgue” en Narraciones extraordinarias,
México, Porrua, 2014, pp. 5 - 6.
7
Op., cit., p. 3.
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estallar sus dimensiones”. Como si fuese una obsesión verbal, donde el lenguaje fuera un
puño y el mundo estuviera encerrado en él.
En la posición de escucha se contempla cualquier efecto del timbre, la velocidad, la
intensidad, cualquier particularidad melódica y al silencio. En este lugar, el que guarda la
escucha es parecido a un esteta, pero con la particularidad de interferir de pronto en la
creación discursiva del hablante. La interferencia dista de la obturación producida por
algún saber, se trata en realidad del desbloqueo de un significante desde la pregunta. Este
tipo de intervención opera de distintas maneras: subraya versos debajo del discurso,
separa unidades por medio de la puntuación y corta el discurso (escansión). La función
de la intervención propone apuntalar y desarticular el canon conceptual que el hablante
concibe de sí mismo y posibilite nuevas modulaciones significativas de sus propios
significantes.
La intervención del escucha ofrece la posibilidad de desenmascarar a cualquier yo
que ocupa un lugar dominante en el sujeto que habla.
Cuando la Modernidad se estableció en occidente el acto poético quedó
enmarcado en un mero ornamento social. El decoro y el recato estuvieron subordinadas
al espectro de la razón y su método. La ciencia poseyó a la verdad a través del delirante
discurso del método. El psicoanálisis, no como ciencia ni filosofía, reubica a la poesía al
plano de donde se genera y tiene función: mostrar el decir de la singularidad. Es quizá
por ello que el psicoanálisis revive en su técnica una fuente primordial y singular, que a su
vez es común en todos los sujetos: la µουσική (Mousiké). Personificado en el mundo
antiguo como las musas, hijas de Zeus y Mnemosine, protectoras del pensamiento y las
artes, muy especialmente de los músicos, rapsodas y poetas, pero también de los
oradores y de todo aquel que desempeñara una actividad intelectual que debía ser
gobernada y distinguida por el equilibrio. Según Ramón Andrés las musas representaron
la personificación de “una mousiké que ordena y sustenta, como elemento armónico, el
Universo. Ellas nacen al mundo con su propio sonido, con su voz primordial y
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reveladora.”
Así pues la posición que guarda el psicoanalista ofrezca la posibilidad de escuchar
incluso algo en el silencio, incrustado en el plano de lo real, ya que “en una habitación
acústicamente aislada no escuchamos el silencio (que es, en todo caso, una categoría


8
Le Poulichet, Sylvie. El arte de vivir en peligro, del desamparo a la creación, Argentina, Nueva Visión,
1996, p. 46.
9
Op. Cit. Andrés., p. 1107.
10
metafísica) sino el casi imperceptible sonido de la circulación de nuestra sangre”. El
contacto con ciertas poiesis, como las de Margarit Duras, John Cage, Giacometti o
Schereber, hacen que sólo un escucha pueda hilarse de esos significantes y “no niegue lo
que es y deje de explicar lo que no es”.11 El psicoanálisis permite la posibilidad de seguir
leyendo-escuchando distintos tipos de discursos, algunos que son bordes y otros desde el
vacío, y que desde que en todo caso el relato pueda convertirse en algo que amarre o
habilite las dimensiones de lo Real, Simbólico e Imaginario del sujeto.


10
Calasso, Roberto. La locura que viene de las ninfas, España, Sexto piso, 2005, p. 56.
11
Dupin, al resolver el caso del asesinato de la señora Espanaye y su hija, se refirió del prefecto con estas
palabras: “es demasiado astuto para poder ser profundo. Su ciencia carece de base. Es todo cabeza, sin
cuerpo, como los retratos de la diosa Laverna, o, si lo preferís, todo cabeza y hombros, como un bacalao.
Pero, a pesar de todo, es una excelente persona. Me agrada sobre todo por la especie maravillosa de su
canto al cual debe su reputación de genio. Me refiero a su manía de negar lo que es, y de explicar lo que no
es.” En: Op., cit., Poe, pp. 33 y 34.

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