Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Resumen
El interés del trabajo social y la intervención social por el análisis de redes sociales
aparece en los años 70 con la fundación de la INSNA. El análisis de redes sociales es una
aproximación con ciertas orientaciones teóricas singulares dentro de la sociología y una
metodología específica, cuyas expresiones más comunes son el análisis de redes personales y
el de redes completas. El análisis de redes sociales se ha aplicado específicamente en el campo
del trabajo y la intervención social. Concretamente, esta aproximación ha dado sus frutos
en el área del apoyo social, ya se trate de apoyo social informal, institucionalizado, o mixto,
pero también al adaptarse las herramientas del ARS a la intervención social. Además, esta
perspectiva es prometedora en cuanto a nuevos usos futuros para el trabajo y la intervención
social, tanto más en la medida en que se integren mejor sus herramientas.
Abstract
Social work and social intervention have been interested in social networks since the
70’ along with the foundation of INSNA. Social network analysis (SNA) is a sociological
paradigm with specific theoretical orientations and a genuine methodology, its most frequent
expression being personal network and whole network analysis. SNA has been specifically
applied in the field of social work and social intervention. One of the areas where it has
been more fruitful is in social support, wether informal, institutionalised or a combination
of both. SNA’s tools have also been directly adapted to social intervention. Furthermore,
this perspective is promising as far as new applications in social work and social intervention,
more so to the extent a better integration is achieved between social work and SNA.
Podemos encontrar el concepto de red en casi todas las disciplinas científicas, entre ellas
las ciencias sociales, pero también se trata de un término que ha entrado en el vocabulario
común en el que tiene significados diversos. Cualquiera que sea la moda actual sobre dicha
palabra, hace más de medio siglo que el concepto de red comenzó a adquirir una definición
específica y a ser utilizado de forma precisa en las ciencias sociales.
Recordemos a dos de los pioneros para mostrar cómo ambos lograron realizar una
contribución al conocimiento a partir de marcos teóricos diferentes. A principios de los
años 30 en Estados Unidos, Jacob Moreno, psicólogo social de origen rumano, sugirió
considerar como “átomo social” (« social atom »), no tanto al individuo, sino al individuo y
las relaciones interpersonales de atracción y rechazo que se organizan a su alrededor. Esta
visión reconoce en el campo intelectual de la psicología social un objeto intermediario
entre el grupo, forma elemental del orden social, y el individuo, receptáculo de las pasiones
y de la personalidad. Al estudiar una institución de rehabilitación, Jacob Moreno se pre-
guntó porqué algunas jóvenes se escapaban en serie y descubrió que estaban ligadas entre
ellas y que formaban “una red” (« a network »). En este concepto identificó la existencia
de relaciones que iban más allá de la frontera de los grupos y les dio una posición teórica
precisa. Primero, se trata de un fenómeno “estructurado”: dichas redes de relaciones, tan
informales como puedan parecer, no dejan de estar reguladas, organizadas, estructuradas,
por principios que es preciso esclarecer. Segundo, Jacob Moreno atribuyó a dichas redes
una función: permiten una cierta forma de comunicación de la información y contribuyen
a la circulación de los rumores, y por lo tanto, a la formación de la opinión publica que
asegura una función de regulación social. Son supra-individuales, pero están desligadas
de las organizaciones que son capaces de trascender, son informales pero no informes y
son funcionales. Así pues, en 1934, las redes adquieren sus títulos de nobleza teórica en
el campo de la psicología social.
Veinte años más tarde, en el campo de la antropología social inglesa, disciplina también
habituada a la observación directa de pequeños sistemas de interacción social, se descu-
bre la importancia de ciertos sistemas de relaciones interpersonales. John Barnes estudia
una parroquia Noruega. Le interesan dos cuestiones: el tipo de estratificación social y el
funcionamiento del poder. En ella, distingue un campo de actividad económica ligado a la
pesca, un campo territorial (vecindad y cooperación agrícola) y, por fin, un tercer campo
que une los dos anteriores. Este último no comporta « ni unidades, ni fronteras; ni organización
de coordinación. Está constituido por los lazos de amistad y conocidos que todo nativo de Bremnes hereda
en parte, pero que sobretodo instaura por si mismo […] la mayor parte de dichos lazos existen entre
personas que reconocen tener un estatus aproximadamente igual y, yo pienso, que se podría decir que estos
lazos constituyen el sistema de clases de Bremnes 1. » (Barnes, 1954, p. 237). Así pues Barnes puede
retomar sus interrogantes. Por una parte, los actores evalúan su posición social dentro de
la red en que están, sobretodo, en contacto con personas poco diferentes; por lo tanto,
aunque saben que existen diferencias de riqueza, se pueden concebir como iguales. Por
otra parte, si cada habitante está asociado a muchos otros en la red de formas diferentes,
permitir que aparezcan oposiciones graves y conflictos pondría en peligro dichos lazos.
1
«The third social field has no units or boundaries; it has no coordinating organization. It is made up of the ties of friendship
and acquaintance which everyone growing up in Bremnes societly partly inherits and largely builds up for himalayen. […] Most of
the ties are however, between persons who accord approximately equal status to one annoter, and it is these ties which, I think, may
be said to constitute the class system of Bremnes.»
10
La red tiene aquí como efecto funcional el de evitar conflictos en las diferentes instancias
de poder de la colectividad.
Ambos ejemplos son significativos de la variedad de aproximaciones que, al principio y
a continuación, precisarán el concepto de red. Una de ella parte de las relaciones entre los
individuos, los pequeños grupos, y desemboca en la idea de regulación social por las redes,
crisol de la opinión pública. La otra, parte de agrupaciones institucionales para reconstituir
la matriz de las instituciones de una sociedad. Ambas reconocen por el camino las redes
como una realidad estructurada y estructuradora que cumple funciones específicas. Ambas
orientaciones, fundamentalmente contrastadas, siguen siendo hoy (más allá de los grandes
desarrollos que se han producido en la disciplina2) una característica importante del vasto
campo intelectual que se reconoce bajo la etiqueta de las redes.
El trabajo social y la intervención social ha mostrado interés por el análisis de redes
sociales en los últimos 30 años. Cuando se publicó la primera edición de la revista Connections
en 1977, sólo cuatro trabajadores sociales estadounidenses y canadienses eran miembros
de la INSNA3: Diane Pancoast, Harry Wasserman, Mike Pennock y Harvey Stevens.
Pancoast se interesaba por las “redes de ayuda natural” dentro de la clásica temática de
las redes de apoyo social. Wasserman estudiaba las sinagogas de Los Angeles y la práctica
religiosa. Pennock analizaba los sistemas de servicios sociales y Stevens se interesó por los
sistemas de registros de las agencias de servicios sociales privadas (Connections 1977 1,1).
Así pues, el trabajo social ha estado presente en los primeros momentos de cristalización
del debate académico sobre las redes sociales. Sin embargo, la presencia del trabajo social
en la constitución del paradigma del análisis de redes sociales no ha tenido, hasta ahora,
un peso específico y por ello podríamos decir que tal vez la aproximación más interesante
para éste sea la aportada por la perspectiva sociológica. Volvamos, así pues, de nuevo a la
definición del objeto de interés del análisis de redes sociales tal como se ha cristalizado
dentro del campo de la sociología.
2
Aquellos interesados en el desarrollo histórico general del análisis de redes pueden referirse a las obras de
John Scott (1991) y Linton Freeman (2004).
3
International Social Network of Social Network Analysis. Traducido: Asociación Internacional de Ana-
listas de Redes Sociales.
11
no puede ser observada de forma exhaustiva. Entonces se procede mediante sondeo ato-
místico y se pide a cada encuestado que describa las personas con las que mantiene el tipo
de relación examinada. Se llama estrella relacional al conjunto formado por las relaciones
directas de un actor focal encuestado (que se llama ego) con otras personas (llamadas alter).
Se hablará de red personal o egocéntrica si podemos pedir a ego que describa las relaciones entre
los alteri (en inglés: personal community, ego network, personal network).
Se pueden situar dichas definiciones con referencia a objetos clásicos: los sistemas
de parentesco son redes típicamente constituidas por tres tipos de lazos elementales: la
alizanza, la consanguinidad y la filiación. La psicología social de los pequeños grupos se
interesa también por las estructuras relacionales en los grupos y ciertos de sus efectos
(comunicación, influencia) y se apoya a menudo en observaciones de laboratorio que
permiten constituir pequeñas redes completas, pero que no tienen en cuenta las perte-
nencias simultáneas de los actores a diversos sistemas relacionales. Finalmente un análisis
de redes es mucho más preciso que la mayoría de los estudios sobre la sociabilidad en la
medida en que se recogen las propiedades específicas de cada relación con cada persona
y su organización sociométrica global. Por ejemplo, la encuesta describe cada relación con
los vecinos de ego y no lo que hace en general con los vecinos.
Las redes completas y las redes personales son dos tipos de objetos diferentes cons-
truidos por dos métodos de observación diferente. Pero ambos comparten orientaciones
teóricas comunes relativas a los modelos de racionalidad de los actores y de las limitaciones
y oportunidades que los sistemas de relaciones implican, utilizan ciertas técnicas similares
para identificar a los alteri y utilizan algunos indicadores sociométricos análogos. Los dos
tipos de redes pertenecen a niveles diferentes: las redes personales siempre son subconjuntos
de las redes englobantes, tanto si se trata de redes cerradas o abiertas, del mismo modo
que una familia nuclear es un subconjunto de una red de parentesco. A nivel de una red
completa el análisis a) se centra en un caso, b) muestra una organización de las relaciones
que pueden escapar a la conciencia de los actores, c) permite la observación sistemática
de los subgrupos, de sus interconexiones, de posiciones poco frecuentes ocupadas por
actores centrales o intermediarios. A nivel de las redes personales, el análisis a) identifica
regularidades, b) se limita a lo que perciben los actores, c) permite a menudo un análisis
más sistemático de las pertenencias múltiples de los actores y de la variedad de los roles
que adoptan en distintas relaciones. La elección de una u otra aproximación dependerá
del objeto de la investigación.
12
13
existentes ya están organizadas. Entonces diremos que la red constituye un sistema relacional,
concepto más teórico que el de red, dado que definir un sistema supone que se formulen
hipótesis sobre la interdependencia de las relaciones entre ellas. Así pues podemos llamar
estructura las principales reglas que aseguran la producción de dicho sistema particular (Ferrand,
1997). Entonces empleamos la palabra estructura en su sentido fuerte para designar un mo-
delo generativo: el tabú del incesto es una de las reglas estructurales del parentesco, pero es
necesario definir algunas más para poder definir un sistema de parentesco particular.
La red como forma colectiva toma, según los análisis, bien el estatus de variable in-
dependiente que explica las estrategias de los actores o de los efectos colectivos, bien el
estatus de variable dependiente, explicada por los motivos y principios que conducen a
los actores a crear y suprimir relaciones. Encontramos en el análisis de redes sociales cuatro
tipos principales de análisis.
- El primero trata de comprender las conductas de los actores a partir de las relaciones
en que están implicados y de las posiciones particulares que ocupan en una red. Se considera
que las posiciones en dichas estructuras son principios explicativos tan poderosos o más
que las características personales que los definen fuera de todo contexto: edad, ingresos,
nivel educativo, etc. (Wellman y Berkowitz 1988, p. 30). Se tienen en cuaenta tres efectos.
Un efecto cognitivo y normativo: mostramos que la red puede influir en las orientaciones, las
opiniones, las normas y las creencias de los actores (Ferrand y Mounier, 1996, 1998). Un
efecto instrumental: las relaciones ofrecen posibilidades de movilización de recursos de
todo tipo, por lo tanto medios de acción (Lin, 1995, 2001). Finalmente un efecto de control:
las relaciones imponen límites a las acciones posibles y controlan la acción.
- El segundo trata de explicar los efectos colectivos a partir de las características de la
red en cuestión. El tipo de estructura condiciona la difusión de la información, el control
social y la cohesión, la diferenciación del poder y de los conflictos, etc. (Lazega, 1992,
2001; Stokman y van den Boos, 1992; Galaskiewicz, 1985).
- El tercer tipo de análisis tiene como objetivo explicar la red misma, las razones y
las condiciones de su existencia, con sus propiedades particulares y sus condiciones de
transformación. Actualmente se están logrando progresos importantes tanto para definir
los modelos estadísticos que permiten evaluar las transformaciones de una red completa
en momentos diferentes como de los modelos de simulación de dichas transformaciones
(Snijders, 2002; de Federico de la Rúa, 2005).
- El cuarto tipo de análisis, finalmente, tiene por objetivo explicar las características
de las redes personales (lo que autoriza a una interpretación parcial de una red global) a
partir de la influencia de modelos culturales (Heran, 1988; Fischer, 1982a, 1982b), por una
intención estratégica de los actores o por la influencia de constricciones estructurales. En
este sentido, una relación diádica entre dos actores puede ser entendida en función de su
imbricación (embeddedness) entre otras relaciones del actor.
Así pues aparece un bucle entre la acción y las relaciones existentes, dado que la ac-
ción puede consistir a crear una relación, modificando con ello la red, que a continuación
tendrá una influencia en la acción y así sucesivamente (Burt, 1982). Los actores de la red
son particularizados por sus relaciones recíprocas, pero no determinados: disponen de
márgenes de libertad variados que dependen de la organización de la red y de las posicio-
nes que ocupan en ella. Una cuestión crucial para la acción es la posición del actor en la
estructura, que nunca está afianzada definitivamente.
14
7
Esta sección debe mucho al capítulo de Deirde Kirke (2008).
15
los tamaños de las redes personales o las percepciones de la pertinencia del apoyo social
recibido entre hombres y mujeres, diferían en el tipo de ayuda que recibían de personas
diferentes en sus redes, lo que Walsh (1994) describió como clusters diferentes. Basándose
en estos resultados, Walsh sugiere que los trabajadores sociales deberían revisar las redes
sociales de sus clientes hombres y mujeres según clusters antes de hacer intervenciones
para mejorar sus redes. Otro ejemplo relacionado con la psiquiatría es el de Hardiman
(2004), quien examinó el apoyo social recibido por adultos con deficiencias psiquiátricas
en agencias para la salud mental dirigidas por los consumidores. Estas agencias implica-
ban a los participantes en redes de cuidados entre pares, que de otra manera les hubiesen
faltado. El autor sugiere que los proveedores de servicios, incluidos los trabajadores
sociales, deberían tomar nota de esta manera de favorecer el apoyo natural de los clientes
psiquiátricos en un entorno comunitario.
En un estudio más generalista, Colarossi (2001) examina las diferencias de género en
las estructuras de apoyo (frecuencia y satisfacción del apoyo recibido de parientes, pares
y otros adultos). El autor descubrió que los adolescentes y las adolescentes difieren en la
proporción de amigos y adultos que les apoyan y también en la satisfacción que derivan
de dicho apoyo. Las implicaciones de estos resultados para el trabajo social son que los
trabajadores sociales deberían ser capaces de ayudar a los adolescentes a identificar qué
miembros de sus redes son útiles para tipos particulares de problemas, permitiéndoles así
utilizar las distintos tipos de apoyo de forma más eficaz (Colarossi, 2001).
En otro estudio sobre el apoyo social a las personas sin hogar, Eyrich, Pollio y North
(2003) dan consejos similares a los proveedores de servicios. Aquellos que han estado sin
casa durante poco tiempo (menos de 12 meses) y aquellos que han lo han estado durante
un periodo más largo (más de 12 meses) tienen redes de apoyo diferentes. Ambos sugieren
que los proveedores de servicios deberían, por lo tanto, dirigirse a diferentes fuentes de
apoyo para las personas sin hogar según la duración de dicha situación.
Otros ejemplos interesantes dentro de la literatura del apoyo social incluyen dos artícu-
los sobre madres chinas en China e inmigrantes coreanos en los USA. Yuen-Tsang (1999)
demostró al estudiar las redes de apoyo de las madres chinas que éstas son de naturaleza
comunal y por lo tanto diferentes de las redes habitualmente encontradas en el oeste. Por
ello, aconseja que en las intervenciones sociales en China se adopte una estrategia en tér-
minos de redes sociales completas, en lugar de redes personales. Por su parte, Lee (2005)
confirma la importancia de que los trabajadores sociales tengan en cuenta las diferencias
culturales entre sus clientes inmigrantes coreanos y otras comunidades de clientes. En las
comunidades coreanas, los conflictos de pareja son un grave problema, dadas las diferencias
culturales relativas al papel de la mujer en la sociedad. Por ello son necesarios los programas
para reducir las tensiones de pareja con intervenciones culturalmente sensibilizadas y que
incluyan programas de educación.
16
para asociar diferentes formas de apoyo social e informal necesitado por una familia con
niños, con necesidades especiales (Hesch, 1998, Ochocka y Lord 1998). El apoyo extenso
y apropiado ofrecido por el programa “wraparound” combinaba el apoyo profesional que
permitía el presupuesto a las familias y los niños con un apoyo comunitario continuado
que colmaba las necesidades que el sistema formal no podía cubrir.
Otro ejemplo de los esfuerzos de los trabajadores sociales por crear redes entre los
sistemas de apoyo formales e informales es el descrito por Cantley y Smith (1983) en que
los trabajadores sociales ligados a un hospital de día psico-geriátrico tuvieron un papel
importante para establecer un “Grupo de Apoyo de Parientes”.
17
de las redes. Por ejemplo, algunos adolescentes que utilizan drogas apoyan a sus amigos
para que lo hagan también (Kirke 1995). En esos casos la intervención social puede tener
que centrarse en la ruptura de lazos fuente de influencias negativas en lugar de o además
de crear lazos con influencias positivas. También, en esos casos puede ser benéfico que
el trabajador social intervenga en la red de relaciones y no sólo en el individuo que utiliza
drogas.
Conclusión
Las investigaciones futuras dentro del trabajo social que se interesen por las redes socia-
les deberán fundamentarse en los conceptos y resultados apuntados por sus predecesores
analistas de redes sociales tanto en la investigación como en la práctica. Sería importante
que dichas investigaciones y propuestas estén al tanto de los avances dentro del análisis
de redes sociales y que vayan más allá de una concepción metafórica de las redes a un uso
aplicado de los conceptos y la metodología del análisis de redes sociales para medir dichos
conceptos. Veinte años atrás Seed (1987) propuso los procedimientos para aplicar el análisis
de redes sociales a la investigación y la intervención en los servicios sociales utilizando las
redes de relaciones sociales para representar lazos entre personas, lugares, actividades o
acontecimientos. Más recientemente, Murty y Gillespie (1995) hicieron su propuesta sobre
cómo incorporar el análisis de redes sociales al currículo del trabajo social. En un breve
artículo excelente, definen los conceptos de las redes sociales y debaten su pertinencia
dentro del currículo del trabajo social. El análisis de redes sociales es relevante dentro del
trabajo social al interesarse por las relaciones de diferentes tipos entre individuos o dentro
de grupos y la intervención social puede beneficiarse de su conocimiento. Los trabajadores
sociales pueden también investigar las redes sociales dentro del marco de su trabajo o en
colaboración con analistas de redes sociales, asegurando de esta manera que los desarrollos
del análisis de redes sociales se adapten mejor a las necesidades de la profesión, así como
a los intereses de la comunidad de los analistas de redes en su conjunto.
Referencias
Allan, G. (1983). Informal networks of care: Issues raised by Barclay. British Journal of
Social Work, 13(1), 417-433.
Barnes J. A. (1954). Class and comittees in a Norwegian Island parish, Human Relations,
n° 7, p. 39-58.
Burt R.S. (1980). Models of network structure, Annual Review of Sociology, n° 6, p. 79-141.
-1982. – Toward a structural theory of action. – New York, Academic Press, 381 p.
Cantley C. y Smith, G. (1983). Social work and a relatives support group in a psychogeriatric
day hospital: A research note. British Journal of Social Work, 13(1), 663-670.
Carrington P., Scott J. y Wasserman S. (2005). Models and methods in social network analysis. –
Cambridge, Cambridge University Press.
Colarossi, L.G. (2001). Adolescent gender differences in social support: Structure, func-
tion, and provider type. Social Work Research, 25(4), 233-241.
Degenne A. y Forsé M. (1994). Les réseaux sociaux. – Paris, Armand Colin, 288 p. (Trad.
inglés: Introducing social networks, London, SAGE, 248 p.).
Doreian Patrick, Batagelj Vladimir y Ferligoj Anuska (2005). Generalized Blockmodeling. –
Cambridge, Cambridge University Press.
18
Eyrich, K.M., Pollio, D.E., y North, C.S. (2003). An exploration of alienation and re-
placement theories of social support in homelessness. Social Work Research, 27(4),
222-231.
Federico de la Rúa (de) A. (2005). El análisis dinámico de redes sociales con SIENA.
Método, discusión y aplicación, Empiria. Revista de metodología de ciencias siciales, n° 10,
p. 151-184.
Ferrand A. (1997). La structure des systèmes de relations, L’Année sociologique, vol. 47,
n° 1, p. 31-54.
Ferrand A. y de Federico A. (2005). Methods of social network análisis, in: G. Caselli, J.
Vallin y G. Wunsch (ed.), Demography: Analysis and Synthesis. A treatise in population, p.
745-781 - Elsevier, Academic Press.
Ferrand A. y Mounier L. (1996). Talking about sexuality: An analysis of relations between
confidants, in: Michel Bozon y Henri Leridon (éd.), Sexuality and the social sciences, p. 265-
288.– Aldershot, Dartmouth, 357 p.
Ferrand A. (1998). L’influence des réseaux de confidence sur les relations sexuelles, in:
Nathalie Bajos, M. Bozon, A. Ferrand, A. Giami y Alfred S. (éd.), La sexualité aux temps
du Sida, p. 255-304. Paris, Presses universitaires de France, 494 p.
Fischer C. S. (1982a). To dwell among friends: personal network in town and city. Chicago, Uni-
versity Press, 451 p.
Fischer C. S. (1982b). What do we mean by friends? An inductive study, Social Networks,
vol. 3, n° 4, p. 287-306.
Forsé M. y Langlois S. (1995). Analyse structurelle comparée du changement social. Le cas
de la France et du Québec, in: Michel Forsé y Simon Langlois (dir.), Tendances comparées
des sociétés post-industrielles, p. 215-261. – Paris, PUF, 270 p.
Freeman L. C. (2004). The development of social network analysis. A study in the sociologie of sci-
ence. – Vancouver, Empirical press, 205 p.
Freeman L.C., White D.R. y Romney A. K. (1992). Research methods in social network analysis.
– Brunswick (New Jersey), Transaction Publishers, 530 p.
Galaskiewicz J. (1985). Social organization of the urban grant economy: a study of business philan-
thropy and non profit organizations. New York, Academic Press,
Garrison, J., y Werfel, S. (1977). A network approach to clinical social work. Clinical Social
Work Journal, 5(2), 108-117.
Granovetter, M. (1973). The strength of weak ties. American Journal of Sociology, 78(4),
1360-1380.
Hardiman, E.R. (2004). Networks of caring: a qualitative study of social support in
consumer-run mental health agencies. Qualitative Social Work, 3(4), 431-448.
Héran F. (1988). La sociabilité, une pratique culturelle, Economie et Statistiques, n° 216,
p. 3-22.
Hesch, K. (1998). Wraparound: Linking formal and informal supports. Journal of Leisura-
bility, 25(4), 1-6.
Kirke, D. M.(1995). Teenage peer networks in the community as sources of social prob-
lems: a sociological perspective, in T. S. Brugha, (ed.). Social support and psychiatric disor-
der: Research findings and guidelines for clinical practice (174- 194). Cambridge: Cambridge
University Press.
19
Kirke, D. M. (2008). “Social Network Analysis” Ch. 13 en Gray, M. & Webb, s. (eds).
Thinking about Social Work: Theories and Methods for Practice. London: Sage.
Knoke D. y Kuklinski J.H, (1982). Network analysis. Newbury Park (Californie), Sage, 96 p.
(Quantitative applications in the social sciences, 28).
Lazega, E. (1992). Analyse de réseau d’une organisation collégiale: les avocats d’affaires,
Revue Française de Sociologie, vol. 33, n° 4, p. 559-589.
Lazega, E. (1998). Réseaux sociaux et structures relationnelles. Paris, PUF, 128 p.
Lazega, E. (2001). The collegial phenomenon: the social mechanisms of cooperation among peers.
Oxford, Oxford University Press, 346 p.
Lee, E. (2005). Marital conflict and social support of Korean immigrants in the United
States. International Social Work, 48(3), 313-324.
Lin N. (1995).Les ressources sociales: une théorie du capital social, Revue Francaise de soci-
ologie, vol. 36, n° 4, p. 685-704.
Lin N. (2001). Social capital: a theory of social structure and action. Cambridge, Cambridge
University Press, 278 p.
Lozares C. (1995). La teoría de redes sociales, Papers, Revista de sociología, n° 48, p. 103-
126.
Marsden P. V. y Lin N. (éd.) (1982). Social structure and network analysis. Beverly Hills (Cali-
fornie) , Sage, 319 p.
Marsden P. V. (1990). Network data and measurement, Annual Review of Sociology, n° 16,
p. 435-463.
Mercklé P. (2004). Sociologie des réseaux sociaux. – Paris, La découverte, 128 p. (Repères
n° 398).
Molina J.L. (2001). El análisis de redes sociales. Una introducción. Barcelona, Edicions Bel-
laterra, 123 p.
Moreno J.L. (1934). Who shall survive ? Washington (DC), Nervous and Mental Disease
Publishing Company.
Murty, S.A., y Gillespie, D.F. (1995). Introducing network analysis into the social work
curriculum. The Journal of Applied Social Sciences, 19(2), 107-119.
Nooy (de) W., Mrvar A. y Batagelj V. (2004). Exploratory Network Analysis with Pajek. Cam-
bridge, Cambridge University Press.
Ochocka, J. y Lord, J. (1998). Support clusters: A social network approach for people with
complex needs. Journal of Leisurability, 25(4), page nos.
Pizarro N. (1998). Tratado de metodología de las Ciencias Sociales. Madrid, Siglo XXI, 471 p.
Requena Santos F. (1996). Redes sociales y cuestionarios. Madrid, Cuadernos Metodológios.
Centro de investigaciones sociológicas & Siglo XXI, 57 p.
Rodríguez J. A. (1995). Análisis estrucural y de redes. Madrid, Cuadernos Metodológios. Centro
de investigaciones sociológicas & Siglo XXI, 86 p.
Scott J. (1992). Social network analysis: a handbook. Newbury Park (Californie), Sage, 208 p.
Seed, P. (1987). Applied social network analysis: A set of tools for social services research and practice:
Information pack. Tunbridge Wells: Costello Publishers Ltd.
Seed, P. (1990). Introducing network analysis in social work. London: Jessica Kingsley Publishers.
Snijders T. A. B. (2002). Markov Chain Monte Carlo estimation of exponential random
graph models, Journal of Social Structure, vol. 3, n° 2, p. 2-40. (http://www.cmu.edu/
joss/index. html).
20
Timms, E. (1983). On the relevance of informal social networks to social work interven-
tion. British Journal of Social Work, 13(1), 405-415.
Walsh, J. (1994). Gender differences in social networks of persons with severe mental
illnesses. Affilia, 9(3), 247-268.
Wasserman S.y Faust K., (1996). Social network analysis: methods and applications. Cambridge,
Cambridge University Press, 825 p.
Wellman B. y Berkowitz S. (éd.) (1988). Social structures. A network approach. Cambridge,
Cambridge University Press, 508 p.
Wellman, B. y Wortley, S. (1990). Different strokes from different folks: Community ties
and social support. American Journal of Sociology, 96, 558-588.
Yuen-Tsang, A.W.K. (1999). Chinese communal support networks. International Social
Work, 42(3), 359-371.
21
REDES ORGANIZATIVAS
LOCALES Y CAPITAL SOCIAL:
ENFOQUES COMPLEMENTARIOS
DESDE EL ANÁLISIS DE REDES SOCIALES
Joel Martí
Carlos Lozares
joel.Marti@uab.cat
carlos.Lozares@uab.cat
Universidad Autónoma de Barcelona
Abstract
Links between local organizations are considered as basic resources in practices of social
intervention and community development. This article shows different conceptualizations
of these resources under the theoretical frame of Social Capital and its analysis under Social
Networks methods. This approach allows the study and management of different dimensions
of these networks. Firstly, a conceptual framework is made to different approaches in the
study of social capital, its role as a social resource of and between local organizations, and
its study from Social Networks Analysis. Secondly, two local organizations networks are
analyzed and compared from different approaches to Social Capital, and from different
methodologies and methods, but in both cases based on Social Networks Analysis.
24
25
del mapa de sus relaciones y el entramado cooperativo o participativo mutuos. Sobre di-
chas representaciones se establecen las estrategias de colaboración, alianzas e incidencias
entre las organizaciones. En este caso, tratándose de representaciones, la introducción de
métodos cualitativos de observación es especialmente pertinente.
El ARS ofrece un marco conceptual, analítico y operativo desde el que analizar pre-
cisamente el enfoque reticular del CS. El ARS proviene de diferentes corrientes y teorías
antropológicas, psicológicas, sociológicas y matemáticas: de la Gestalt Theory de Kurt Lewin,
(1936, 1951), de los sociogramas de Moreno (1934) y de los grupos dinámicos de Heider
(1946). En cuanto a su desarrollo, los años 1960 y 1970 marcan un gran momento del
ARS en la sociología, aunque no necesariamente dentro de la sociología dominante, y no
sólo en autores o investigadores sobre dicha temática (Coleman, 1988, 1990; Laumann,
1966; Freeman, 1977; White, 1963; Boyd, 1969; Lorrain y White, 1971; Granovetter, 1973;
Lee, 1969), sino también en la aparición de revistas y otras publicaciones, (Galaskiewicz,
Wasserman y Faust, 1994; Alba, 1982). Lo específico del ARS consiste en disponer de un
marco teórico o conceptual y de una capacidad de operacionalización, análisis y represen-
tación importantes a la hora de tratar las relaciones. El objeto directo del ARS consiste
precisamente en poner en evidencia y analizar la estructura y grupos que se generan en la
red y las características de los individuos que provienen de su posición reticular.
2. Análisis de casos
En este apartado presentamos y comparamos dos análisis de redes organizativas loca-
les correspondientes a dos estudios más amplios llevados a cabo por los autores. Ambos
estudios permiten realizar un análisis del CS relacional. El primero, después de haber
llevado a cabo un proyecto participativo y, el segundo, un diagnóstico CS relacional de las
organizaciones con respecto a determinados proyectos comunitarios; en ambos casos se
utilizan métodos sociocéntricos basados en ARS.
Sin embargo, los objetivos de cada caso de estudio, el tipo de CS analizado y los ins-
trumentos de información y la manera de análisis o interpretación son distintos. El primer
caso está centrado en la medida de los vínculos de tipo fáctico cooperativo existentes
entre organizaciones locales; para ello, se utilizan técnicas de análisis propias del ARS. El
segundo caso aborda, en el marco de un diseño de investigación-acción y desde estrategias
cualitativas/interpretativas, las representaciones existentes sobre el mapa organizativo
local. Las dimensiones que marcan las diferencias entre ambos casos son tanto de índole
teórico como epistemológico, metodológico y tecnológico, así como también la naturaleza
específica de los dos contextos analizados. Estas dimensiones se señalan esquemáticamente
en el cuadro siguiente.
26
27
Diseño metodológico
Las entidades colaboradoras en el PEC son un total de 298. Tienen un mayor peso las
culturales (28%), los centros educativos (25%) y otros servicios de las administraciones
públicas (23%). Hay, por el contrario, una menor presencia de entidades de vecinos y de
familias (7%), de entidades de educación no formal (6%), medios de comunicación (6%)
y otras (5%).
A todas estas entidades se les envió un cuestionario por correo electrónico que, entre
otras, incluía la siguiente pregunta:
“Como sabéis, uno de los aspectos más relevante del PEC es la red de relaciones que se establecen y
las posibilidades de crear nuevas en el futuro. Por esto, nos gustaría saber con qué entidad has colaborado
dentro del PEC del 2004 al 2006”.
Después del refuerzo telefónico al cuestionario enviado por correo electrónico, de las
298 entidades colaboradoras se obtuvieron respuestas válidas de 227, el 76,17%. El peso
de estas entidades por áreas temáticas con resultados válidos es prácticamente el mismo
que el de la población. Los resultados fueron procesados con Ucinet y se sintetizan en el
siguiente subapartado.
28
Los resultados
La endogamia relacional entre entidades del mismo grupo temático es manifiestamente
visible (Figura 1). Con todo, se dan también casos de relaciones mixtas.
29
El Grado Nodal de una entidad es el número de relaciones que tiene con otras enti-
dades. Entre las 10 primeras entidades con más relaciones dentro la red predominan,
claramente, el grupo de entidades de escuelas e institutos de enseñanza y otras entidades
de enseñanza no formal (6 entidades), seguido de las entidades empresariales de otros
sectores productivos (2 entidades) y de las entidades de empresas culturales (1 entidad) y
de la Administración pública (1 entidad). El análisis a partir del grado nodal nos da una
centralidad del conjunto de la red es de 24,89%. Es una centralidad relativamente baja,
es decir hay una relativa ausencia de jerarquía global y de una presencia de colaboración
general bien distribuida, (Figura 2).
El Grado de Proximidad de una entidad mide su capacidad de alcanzar vía directa o in-
termedia al resto de las entidades. Es un indicador que nos permite analizar su influencia
de colaboración más allá de sus vínculos directos. En este análisis también se ha tenido
sólo en cuenta los 10 primeros nodos o entidades con mayor proximidad dentro la red del
PEC. Según la clasificación de las entidades por áreas temáticas observamos que entre las
10 primeras entidades con mayor proximidad predominan claramente, como preceden-
temente, las escuelas e institutos de enseñanza (7 entidades). En un muy lejano segundo
término siguen las entidades empresariales de otros sectores productivos, las entidades de
educación no formal y de la administración pública (Figura 2).
El Grado de Intermediación de una entidad de la red mide el número relativo de los pares
de entidades de la red que necesitan pasar por la entidad en cuestión para conectarse
entre sí. En este análisis hemos cogido también las 10 primeras entidades con más grado
de intermediación dentro la red del PEC y los hemos comparado según la clasificación
por grupos de áreas temáticas. Podemos observar que entre las 10 primeras entidades
predominan de nuevo las escuelas e institutos de enseñanza, (5 entidades). En segundo
término encontramos las entidades de empresas culturales y las Administraciones Públicas
(2 entidades cada tipo) y las entidades empresariales otros sectores productivos (1 entidad).
La centralidad global de la red es de 34%. La red no está excesivamente concentrada en
torno a nodos con un peso significativo de intermediación (Figura 2).
Con el análisis por puntos de corte (Figura 3) se adivina la importancia que tienen en
toda la red las entidades que cumplen esta característica ya que su ausencia la deja sin
comunicación completa. Se da una mayor presencia en dichos punto de corte en le grupo
de entidades de institutos y escuelas de enseñanza (el 4% superior a su presencia en la
población) y de entidades, empresas y asociaciones de educación no formal (en un 3%).
Hay una presencia menor a su representación poblacional (en un 7%) de entidades de la
Administración pública.
30
31
Pero a su vez, la matriz de la Figura 4 que corresponde a las relaciones entre grupos
de entidades puede tratarse como una matriz de un nuevo análisis de redes. Algunos de
sus resultados (Figura 5) son los siguientes.
Los grupos de entidades con mayor grado nodal de entrada (Figuras 5) son, y por este
orden, las entidades, asociaciones o empresas culturales y las escuelas e institutos de
enseñanza y las administraciones de carácter público, y, de salida, las escuelas e institutos
de enseñanza. En cualquiera caso las entidades de escuelas e institutos de enseñanza juegan un rol
importante en el Grado nodal, tanto en las relaciones de colaboración interna, como en sus relaciones de
estrada o de salida con respecto a otros grupos.
El indicador de Lejanía (Figura 5) mide el la ‘distancia’ de un nodo para alcanzar al
conjunto de los otros si es de salida, y de ser alcanzado por los otros, si es lejanía de
entrada. Desde este punto de vista tendrán más capital relacional los que tengan menor
valor en dicho indicador (cercanía o proximidad) ya que entonces con menos pasos alcan-
za al resto. En consecuencia, si observamos lejanía de salida las escuelas e institutos de
enseñanza y las entidades, asociaciones y empresas culturales junto a las entidades de la
Administración pública son las que con mayor ‘facilidad’ alcanzan al resto. Por la lejanía
de entrada, las entidades educativas de enseñanza no reglada y las de asociaciones y em-
presas culturales, seguidas por las escuelas o institutos de enseñanza son las más ‘fáciles’
de ser alcanzadas por el resto. Significa globalmente que el grupo de entidades, escuelas e institutos
de enseñanza se encuentran también entre las entidades que con más proximidad llegan a todos los otros
grupos y son alcanzados por ellos.
Si se considera la centralidad de Intermediación (Figura 5), las Administraciones públicas, las
entidades de empresas de tipo cultural y medios de comunicación y las escuelas, institutos y otros centros
de educación formal son los que mayor poder de intermediación poseen.
32
Resumen
El análisis permite mostrar, considerando la red en su totalidad y el conjunto de me-
didas de centralidad nodal, proximidad e intermediación que el grupo de entidades de las
escuelas e institutos de enseñanza y otras instituciones de educación y de la administración
juegan una función clave como centros de concentración de relaciones. Algo similar sucede
cuando examinamos las red no de las entidades individualmente sino de los grupos de
entidades temáticas como nodo de la red.
Las escuelas e institutos de enseñanza conectan bien sus centro propios y, en todo caso,
mucho mejor que lo que suceden en cualquier otro grupo de entidades; segundo, que las
centralidades de grado, proximidad e intermediación de este grupo, considerado como un
solo nodo son los más elevados con respecto a los de otros grupos de entidades; y, tercero,
estas entidades manifiestan un buen grado de equilibrio entre las relaciones internas o intra
al grupo y las inter o relaciones con otros grupos de entidades.
2.2. Propuesta de desarrollo comunitario en un barrio del área metropo-
litana de Barcelona
Contexto y planteamiento del caso
El caso que presentamos en este apartado corresponde a un barrio del área metro-
politana de Barcelona, creado a finales de los años sesenta para erradicar núcleos de
barraquismo, y que históricamente ha sufrido un déficit importante de servicios y equi-
pamientos. La población actual se estima entorno a los 12.000 habitantes y entre ella se
encuentran colectivos especialmente débiles en cuanto a su acceso al mercado laboral y
a recursos culturales y sociales, reflejándose en una incidencia importante de situaciones
de exclusión social.
En el año 2001 se realizó un trabajo de forma conjunta entre una plataforma vecinal
existente en el barrio y un consorcio público formado por distintas administraciones
implicadas (dos ayuntamientos, Diputación de Barcelona y Generalitat de Catalunya).1 El
objetivo de este trabajo era el de elaborar una propuesta de dinamización comunitaria que
integrara las entidades de la zona, servicios públicos y administraciones. Para el diseño
organizativo de esta propuesta se partió de un diagnóstico previo que, entre otros aspec-
tos, ‘mapeaba’ los distintos recursos del territorio y las proximidades existentes entre los
mismos, con vistas a explorar posibles alianzas y coordinaciones.
El mapa de actores refleja, en este sentido, el capital social tal como es percibido por
los propios agentes, y constituye el punto de partida desde el que estos pueden definir
estrategias de relaciones con los otros.
Diseño metodológico
Tratándose, en este caso, de una aplicación menos ortodoxa y habitual de los métodos
de análisis de redes, vamos a fundamentar previamente el diseño metodológico seguido.
En las metodologías participativas aplicadas al desarrollo local y comunitario, el
“mapeo” de actores se muestra fecundo para estudiar las redes existentes y definir, con
los grupos interesados en diseñar políticas locales, estrategias colectivas que faciliten la
gestión de los conflictos existentes y la consecución de objetivos compartidos (Garrido,
1
Trabajo realizado por Ó. Rebollo, A. Céspedes y J. Martí. Departamento de Sociología, UAB. 2001.
33
2001; Rodríguez Villasante y Martín, 2006). Se trata de diseños metodológicos en los que
esta dimensión analítica es inseparable de la procesual: al abrir espacios de encuentro y
reflexión sobre los objetivos de trabajo y sobre las propias redes de actores con los mismos
sujetos, las representaciones y las prácticas se reconstruyen constantemente, modificando
sus posiciones en la red y la estructura en su conjunto.
El análisis de redes persigue, desde esta aproximación, tres objetivos. En primer lugar,
identificar los diferentes actores, entornos y sectores sociales presentes en la comunidad local y las dinámicas
relacionales existentes (redes de cooperación e influencia, conflictos y puntos de bloqueo,
posiciones más centrales y más intermediadoras, situaciones de exclusión, posiciones de
equivalencia, etc.). En segundo lugar, y más allá del objetivo puramente descriptivo, abrir
un proceso de reflexión sobre las redes locales con los mismos actores. Desde este planteamiento, no
se trata sólo de obtener una “fotografía” de la comunidad, sino un “espejo” en el que
cada cual se visualice en relación con los otros; la red social se construye discursivamente,
puesto que es a partir de esta construcción que los actores desarrollan sus interacciones
cotidianas. En tercer lugar, se persigue definir estrategias relacionales (a partir de la reflexión
sobre “cómo nos podríamos relacionar” para abordar los objetivos deseados).
En el caso presentado, el primer nivel de análisis de abordó mediante entrevistas semi-
dirigidas a las principales asociaciones y servicios públicos, así como a cargos responsables
de las administraciones públicas, realizándose un total de 18 entrevistas. Estas entrevistas
incluían, entre otras, preguntas sobre relaciones existentes y proximidades con otras orga-
nizaciones y recursos del barrio. Con los resultados de estas entrevistas se realizó un grafo
en el que se proyectaba el mapa de organizaciones percibido por los entrevistados, y que
fue devuelto para su discusión en sesiones de trabajo con la plataforma vecinal, por un
lado, y el consorcio público, por otro. Ello permitió abordar el segundo y tercer nivel.
Los resultados
El sociograma presentado en la Figura 6 muestra los siguientes niveles de actores:
• Las cuatro administraciones públicas directamente implicadas en el barrio e impulsoras
del consorcio público como ente de gestión.
• Los servicios públicos que intervienen en el barrio: los centros educativos, centros de
salud, servicios sociales, etc., dependientes de las administraciones.
• Las entidades prestadoras de servicios: empresas, asociaciones profesionalizadas,
etc.
• Las asociaciones ciudadanas: vecinales, culturales, deportivas, etc.
• Finalmente, se incluyó también como parte del sociograma una tipología de la población
del barrio, construida a partir de los discursos de las entrevistas, y que se consideró
de utilidad para reflexionar sobre aquellos sectores con los que se relacionaban las
organizaciones del barrio. En las entrevistas se distinguían tres grandes segmentos,
entendiendo que las personas pueden pasar, en distintos momentos y etapas vitales,
de uno a otro:
• Sectores integrados en los distintos niveles de actividades delictivas.
• Sectores “normalizados” (sic), refiriéndose a aquellos perfiles más integrados en el
mercado laboral y menos próximos a dinámicas de exclusión social.
• Entre los dos sectores anteriores, se definían situaciones muy diversas de exclusión
y/o de riesgo social.
34
CONSORCIO
Interlocución
. PLATAFORMA
COORDI-
NADORA ENTIDADES
ENTIDADES
DEPORTIVAS
AV COMERCIANTES
JUNTAS
ESCALERAS
•No identificiación
LEYENDA
Grupos
Entidades prestadoras Sectores de
Administraciones cohesivos
de servicios población *
Servicios públicos
Asoc. ciudadanas * Tipos construidos a partir de
los discursos de las entrevistas
Del diagnóstico realizado destacamos los siguientes puntos con relación a la interpre-
tación del sociograma.
Se observa la fuerte centralidad que juega en la red la Plataforma. No solo por su volumen y
por el peso de algunas de las organizaciones que la forman (agrupa asociaciones ciudadanas,
entidades prestadoras de servicios y también profesionales de los servicios públicos del
barrio), sino también porque es el principal interlocutor de las administraciones por parte
vecinal (con relaciones no exentas de conflicto) y su papel de puente con otros conjuntos
cohesivos como la Coordinadora (una federación de entidades, algunas de las cuales forman
parte también de la Plataforma). Sin embargo, se plantea que la copresencia de servicios y
asociaciones en un mismo espacio provoca indefinición sobre sus objetivos, y dificulta la
diferenciación de debates vecinales de los propiamente técnicos.
También forma parte de esta plataforma la Asociación de Vecinos (AV en la Figura 6) cuyo
liderazgo histórico y base asociativa se ha debilitado en los últimos años. Sin embargo, la
AV desarrolla un proyecto para la dinamización de juntas de escaleras de vecinos, lo que
sitúa a esta entidad con una alta capacidad de intermediación en tanto que ejerce de puente
entre vecinos del barrio y el tejido asociativo local.
Más allá de la plataforma vecinal y de la coordinadora de entidades se identifican otros
entornos asociativos, algunos de ellos aglutinando un volumen importante de población
(como las entidades deportivas). Sin embargo, estas entidades parecen estar aisladas con
respecto al conjunto de la red (son otros componentes, en lenguaje de ARS).
35
La propuesta de trabajo
La devolución de estos resultados y su debate con los actores permite articular la re-
flexión sustantiva (sobre el diagnóstico de la problemática tratada y sobre la definición de
líneas de acción para dar respuestas a la misma) con la reflexión procesual (sobre cómo
las organizaciones locales se organizan para ello) y, por lo tanto, definir el “sociograma
proyectado”, es decir, la propuesta organizativa de desarrollo comunitario. Algunos aspec-
tos de esta propuesta son intraorganizativos (cambios proyectados en el interior de cada
organización para facilitar la cooperación con otras) y no se detallarán aquí; otros apuntan
a la modificación de determinadas dinámicas relacionales y se sintetizan seguidamente:
En el nivel técnico, creación de un espacio de trabajo conjunto (Comité Técnico) para la
coordinación de los servicios públicos estables (centros educativos, servicios sociales, etc.), con
la potencial implicación de recursos técnicos no estables (entidades prestadoras de servicios,
etc.). En este sentido, se fomentan vínculos entre actores estructuralmente semejantes.
Consolidación de la plataforma vecinal como espacio de trabajo conjunto del tejido
ciudadano, fomentando su apertura a otros entornos asociativos con peso en el barrio y en
contacto con otros sectores (asociaciones deportivas, de comerciantes, etc.), que permitan
coordinar proyectos y actividades dirigidas a sectores más diversos de población.
Atribución de un papel estratégico al programa de dinamización de escaleras desa-
rrollado por la Asociación de Vecinos, como puente entre la ciudadanía organizada y no
organizada mediante el proyecto de dinamización de juntas de escaleras.
Constitución de una Comisión de Seguimiento, entendida como un espacio extensivo de
información, participación y evaluación de las intervenciones en el barrio, punto de en-
cuentro entre el tejido asociativo y los servicios y administraciones de la zona.
CONSORCIO
COMISIÓN DE SEGUIMIENTO
INFORMACIÓN, PARTICIPACIÓN Y EVALUACIÓN
COMITÉ TÉCNICO.
COORDINACIÓN SERVICIOS ESTABLES INTERLOCUCIÓN
ENTIDADES
COMERCIANTES
PLATAFORMA ENTIDADES
DEPORTIVAS
COORDI-
NADORA AS
AV OTR OS
ON P
N C GRU
ACIÓ S Y
REL IDADE
ENT
PUENTE AV/JUNTAS/VECINOS-AS
JUNTAS
ESCALERAS
* Por simplicidad expositiva, esta figura incluye únicamente aspectos parciales de la propuesta organizativa.
36
3. Conclusiones
En este texto hemos realizado una aproximación teórica al CS en las organizaciones
locales y, en particular, hemos argumentado como su dimensión reticular puede tratarse
mediante el Análisis de Redes Sociales, sea prestando atención a su componente fáctico
o representacional (cierto es que el segundo caso presentado permite igualmente identi-
ficar dinámicas fácticas de relación, pero poniendo el énfasis en la percepción del mapa
de actores que éstos tienen). Constatamos pues la posibilidad de considerar el análisis del
CS desde enfoques diferentes y la aproximación reticular desde dos perspectivas meto-
dológicas distintas, vinculadas a los objetivos de la investigación y/o a su utilidad social.
Con ello se muestra también como, frente a un uso más “ortodoxo” del ARS, en el que
se emplean cuestionarios sociométricos u otras formas de medición orientadas a la cuan-
tificación de las relaciones y a la construcción de sociomatrices para su posterior análisis,
otras formas de observación de los vínculos, más interpretativas, centran su atención en
la red como construcción discursiva en la que se proyectan las representaciones de los
distintos actores.
Nuestro objetivo no ha consistido en extraer consecuencias sustantivas, aunque las
hemos expuesto para dar cuenta de lo fructífero del método seguido en los dos casos,
sino en mostrar cómo, a partir de una exposición equilibrada, en ambos casos de estudio,
de objetivos, métodos empleados y conclusiones, es posible la aplicación eficaz del ARS
en diferentes situaciones y con distintos propósitos.
Por otro lado, y situándose en epistemologías distintas, cada uno de los diseños re-
querirá sus propias formas de validación. En análisis formal de redes sociales, la validez,
la fiabilidad y el error de medida, así como la exactitud de los informantes (“accuracy of
self-report”) han sido señalados como criterios a considerar (Marsden 1990; Wasserman
y Faust 1994: 56). Un análisis realizado mediante técnicas cualitativas y participativas en el
marco de un diseño de investigación-acción, como el segundo caso presentado, requerirá la
consideración de criterios adecuados a esta aproximación, como los definidos por Anderson
y otros (1994): validez dialógica, democrática, catalítica, de resultado y de proceso.
Referencias
Alba, R. D. (1982). Taking stock of network analysis, en Research in the Sociology of Organi-
zations, 1; 39-74.
Anderson, G. L.; Herr, K.; Nihlen, A. (1994).“The new paradigm wars: Is there room for
rigorous practitioner knowledge in schools and universities?, en Educational Reseacher,
28(5); 12-21.
Börzel, T. (1997). “Qué tienen de especial los policy networks? Explorando el concepto
y su utilidad para el estudio de la gobernación europea.” (trad. María Angela Petrizzo
del original publicado en: European Integration Online Papers, vol. 1.), en Redes, Revista
Hispana para el Análisis de Redes Sociales, s/n (http://revista-redes.rediris.es/webredes/textos/
policynet.pdf; consulta: diciembre 2007).
Bourdieu, P. (1980). Le capital social: notes provisoires, en Actes de la recherche en sciences
sociales, 31; 2-3.
-(1983). The Field of Cultural Production or the Economic World Reserved, en Poetics,
12(4-5); 311-356.
-(1989). Distinction: A social critique of the judgement of taste. London, Routledge.
37
Boyd, J.P. (1969). The Algebra of Group Kinship, en Journal of Mathematical Sociology, 6;
139-167.
Burt, R.S. (1976). Position in networks, en Social Forces, 55; 93-122.
-(1982). Toward a Structural Theory of Action: Network Models of Social Structure, Perception and
Action. New York, Academic Press.
-(1992). Structural holes. Cambridge, Harvard University Press.
Cheong P. H. y otros (2007). Immigration, social cohesion and social capital: A critical
review, en Critical Social Policy, 27 (1); 24-49.
Cohen, D. y Prusak, L. (2001). In good company: How social capital makes organizations work.
Boston, Harvard Business School Press.
Coleman, J. S. (1990). Foundations of Social Theory. Cambridge, Harvard University Press.
-(1988). Social Capital in the Creation of Human Capital, en American Journal of Sociology,
94; 95-120.
Ferrand, A. (2002). Las comunidades locales como estructuras meso, en Redes, Revista
Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 3(4) (http://revista-redes.rediris.es/html-vol3/vol3_4.
htm; consulta: diciembre 2007).
Forni, P.; Nardone, M. (2005). Grupos solidarios de microcrédito y redes sociales: sus
implicancias en la generación de capital social en barrios del Gran Buenos Aires, en
Redes, Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 9(5) (http://revista-redes.rediris.es/
html-vol9/vol9_5.htm; consulta: diciembre 2007).
Freeman, L.C. (1977). A Set of Measures of Centrality Based on Betweeness, en Sociometry,
40; 35–41.
Garrido, F. J. (2001): El análisis de redes en el desarrollo local. En: Rodríguez Villasante,
T. R.; Montañés, M. Y Martín, P. (2001): Prácticas locales de creatividad social. Vol. 2. Cons-
truyendo ciudadanía, Barcelona, El Viejo Topo; 67-89.
Granovetter, M. (1973). The Strengh of Weak Ties, en American Journal of Sociology, 78(6);
1360-1380.
Gualda, E. (2004). Actitudes hacia las migraciones y capital social: la participación de los
europeos en redes sociales y sus lazos con la mayor o menor aceptación de la población
extranjera, en Redes, Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 7(3) (http://revista-
redes.rediris.es/html-vol7/vol7_3.htm; consulta: diciembre 2007).
Heider, F. (1946). Attitudes and Cognitive Orientation, en Journal of Psychology, 21; 107-112.
Kawachi, I. y otros (1997). Social capital, income inequality, and mortality, en American
Journal of Public Health 87(9); 1491-1498.
Klesner, J. L. (2007). Social capital and political participation in Latin America: Evidence from
Argentina, Chile, Mexico, and Peru, en Latin American Research Review 42 (2); 1-32.
Laumann, E. O. (1966). Prestige and Association in an Urban Community: An Examination of
an Urban Stratification System. Indianapolis, Bodds-Merrill.
Leana, C. R.; Buren, H. J. Van (1999). Organizational social capital and employment prac-
tices, en Academy Of Management Review 24(3); 538-555.
Lee, N.H. (1969). The Search for an Abortionist. Chicago, University of Chicago Press.
Lewin, K. (1936). Principles of Topological Psychology. New York, McGraw-Hill.
-(1951). Pield Theory in the Social Science. New York, Larper.
Lomas, J. (1998). Social capital and health: Implications for public health and epidemiology,
en Social Science & Medicine 47(9); 1181-1188.
38
39
Resumen
La mayor parte de las investigaciones que se interesan en el estudio de los adolescentes
de la calle, están orientadas a dos tipos de preocupaciones : la identificación de circunstancias
que condujeron a los jóvenes ‘a la calle’ y la observación de condiciones de vida de dicha
situación. Si bien el examen de factores de tipo familiar y personal ha contribuido mucho
a la comprensión del fenómeno de la fuga, el papel de las redes sociales, ha sido explorado
menos. Este artículo tiene como objetivo determinar si algunas características estructura-
les de las redes sociales, en las que participan los jóvenes en dificultad, pueden tener una
influencia significativa sobre el comportamiento de fuga. Los análisis demuestran que los
factores que contribuyen a la fuga no proceden exclusivamente de situaciones adversas,
sobre las cuales los jóvenes no tienen mayor control, sino que también son producto de
dinámicas sociales en las que ellos participan. Nuestros resultados identifican varias carac-
terísticas de las redes sociales que son asociadas con la fuga, particularmente el nivel de
diversidad y la presencia de adultos significativos en las redes. Dichos resultados pueden ser
interpretados de dos modos : un enfoque psicosocial pone énfasis en la influencia de la red
sobre el comportamiento de los jóvenes y un enfoque estructural concibe las redes sociales
como un depósito de recursos, accesibles y útiles para aquellos que se fugan, pudiendo así
modificar la experiencia de la fuga.
Abstract
Most research on homeless adolescents focuses on two areas: the circumstances that
lead the adolescent to life on the street and the living conditions on the street that confront
the adolescent. While the study of personal and family issues has greatly clarified the phe-
nomenon of the adolescent runaway, the influence of the social network has been given
much less attention. This study will try to determine whether the structural characteristics
41
of the troubled adolescent’s social networks significantly influence the decision to runaway.
Our analysis reveals that certain characteristics of the network do indeed influence flight
behavior. The article shows that the factors contributing to flight derive not just from adver-
sarial situations over which adolescents have little control, but are, rather, also the result of
social dynamics in which they freely participate. Our analysis also shows that some factors
related to the composition of social networks, specifically the degree of internal diversity
and the presence within them of adults significant to the adolescent, are factors associated
with flight. This result can be interpreted using two different approaches to the social net-
work: a psycho-social approach that emphasizes the network’s influence on the adolescent’s
behavior and a sociological approach that sees the network as a resource whose availability
and utility to the runaway can modify the nature of the flight experience.
Palabras clave: Redes sociales, Capital social, Fuga, Jóvenes de la calle, Adolescente
Keywords: Social Networks, Social Capital, Runaway, Homeless, Teenager
Introduction
Most research related to adolescent runaways focuses on two concerns. The first aims
at identifying what in the adolescent’s past might have contributed to becoming homeless-
specifically, the situations, events, or contexts that qualify as potential “risk factors” of
homelessness (Wolfe et al., 1999; Whitbeck et al., 1997; Powers and Jaklitsch, 1993). The
second concern is with the observation of the actual conditions of life on the street, with
emphasis on the difficulties and risks that confront the homeless adolescent (McCarthy
and Hagan, 1992; Whitbeck et al., 2000). These difficulties and dangers often include
health risks or threats to physical well-being: infectious diseases, suicide, violence; or the
adoption of undesirable behaviors such as criminality and drug abuse. In contrast, the
research presented here tries to understand how the social network of adolescents troubled
by family and personal issues may influence the adolescent’s propensity to flee. While the
examination of personal and family problems has shed much light on the phenomenon
of the runaway, the role of the social network has been explored to a much lesser degree.
Our study aims to examine adolescent flight in relation to social networks by focusing on
the experiences of a group of adolescent runaways troubled by personal and family issues
over a period of two years. In order to better understand the role of the social network and
with a view towards prevention of the behavior, we will consider factors already known to
contribute to the phenomenon. The literature suggests that in order to better understand
why some adolescents flee, we should consider not just factors operative before the flight
decision but also factors associated with life in the street.
This article aims to identify whether some structural characteristics of the social
networks that troubled adolescents may be involved with can significantly influence the
propensity to flee. The analysis takes into account other aspects seen as influencing the
behavior of adolescent runaways (risk factors). The study focuses on three groups of
adolescents under the care of the Youth Centres of Quebec: the first group never ran
away; the second ran away for a certain time but then stopped and the third group can be
42
considered as recidivist since the members of the group persisted in runaway behavior
throughout the period of observation1.
1
Centres jeunesse are public establishments in each region of Québec (Canada) in charge of providing
specialized help to young people and their families experiencing major difficulties, and to young mothers who
have severe problems adapting. More specifically, these public organizations are responsible for enforcing three
laws that aim to protect youth against abuse (physical and sexual) and negligence. They also intervene with
minors who have carried out criminal acts, or who have difficulties or behaviour troubles such as delinquency,
running away, suicide threats, etc. The young people targeted by this research project are in the last category.
Centres jeunesse may offer this help following young peoples’ or their parents’ request. This help is made up of
several different types of interventions, including rehabilitation or psychosocial intervention. The young people
the Centres jeunesse take on may continue to live in their environment or may be housed in a more protected
setting, according to the evaluation of their situation and their needs.
43
Social networks
The existing literature on homeless adolescents has not carefully examined the support
provided by the adolescent’s social network. In a study by Ennet, Bailey and Ferderman
(1999), one quarter of the participants were unable to identify a single person with whom
they shared some activities or spent time with. These adolescents displayed more high-
risk behaviors than others-including drug use and multiple sexual partners. The study also
showed that some of the homeless adolescents maintained contact with their families.
Surprisingly, it seems that maintaining family contacts while living on the street does not
reduce the most common types of its associated high-risk behaviors (particularly the
consumption of drugs and alcohol). These results are partly confirmed by the work of
Unger (1998) and his colleagues, which emphasizes that the presence of social support for
the homeless adolescent has no effect on high risk behavior (particularly the consumption
of drugs). These two studies suggest that the social networks of the homeless adolescent
have an ambiguous role in relation to the survival strategies they develop. For example,
the support given by the social network of homeless youths contributes to their emotional
well-being (Unger et al., 1998), but does not appear to actually solve any of the problems
that he or she is confronted with (Hagen and McCarthy, 1998).
The precise effects of the social networks on the behaviors of these adolescents are
difficult to grasp because the networks are usually heterogenous-consisting of people from
different social groups (Snijders and Baerveldt, 2003; Haynie, 2002; Engels and ter Bogt,
2001; Barone et al., 1998). This fact leads to the conclusion that the heterogeneity of the
adolescent’s social network can produce multiple, contradictory influences with regard to
behaviors (resulting in encouragement or discouragement of high-risk behavior). However,
in the case of delinquent behaviors, a significant number of criminological studies have
shown that adolescents who adopt this type of behavior are more likely to have delinquent
peers within their network (Haynie, 2001).
The authors who postulate heterogeneity in the social networks of adolescents thus
suggest two inherent limitations in the criminological studies that emphasize the influence
of the social network: one concerns the methological approach and the other focuses
on the very idea of a social network. In terms of the methodology, because the studies
often examine the effects of the social network only at discrete points in time, we cannot
be certain of the role the network has over the long term, nor of its role in facilitating
or inhibiting flight behavior. On the conceptual level, in these studies the idea of social
network pertains exclusively to the psycho-social influence that the members of the net-
work can exert on behavior patterns. In general, we conceive of the social network as a
medium for the transmission of models or norms that adolescents voluntarily adopt (a
selection mechanism by the members of the network) or under a comparative pressure
placed upon them in the expression of these models by the members of their network
(the socialization mechanism created by the members of the network).
However, there is a sociological approach in which the social network refers to some-
thing altogether different. Rather than accentuating social networks as norms and values
likely to influence behavior, we might think of social networks as pools of resources that
are available to those who participate (Montgomery, 1992; Lin, 1999). In particular, this
approach is based on empirical and conceptual work developed by Granovetter (1973),
who demonstrated the advantages for individuals participating in social networks with
44
certain characteristics, such as the presence of weak ties2. Using Granovetter’s hypothesis,
many works have picked up on, systematized and widened this concept to show that the
value of the resources that can be tapped through social networks depends on the array
of social status, these networks make accessible (Lin, 2001; Erikson, 2004). Since social
networks serve as a means to convey resources, the access they can give to high social status
potentially provides resources of higher value than the access to social status which have
resources of lesser value. (For instance, when looking for a job, contact with an employer
can be more beneficial than with the unemployed.) The ability to access these resources
(an ability that constitutes individuals’ social capital) is what allows individuals to imple-
ment actions that will help them achieve their various objectives.
In terms of runaways, we can presume that in addition to exercising a normative influ-
ence through the values and norms they convey, social networks also exercise an influence
through the resources they provide either to facilitate or discourage running away. These
resources can be physical (shelter, for example), informational (where to find shelter), or
any other type of support for a runaway (for example, offering solutions to problems or
difficult situations). We can, therefore, hypothesize that it will be easier for an adolescent
to decide to runaway or to persist in living as a runaway if he knows people who are able
to provide him with the means to do so.
Similarly, access to resources that keep youth from running away or from not running away
again can play an important role in whether young people fall into a life in the street or whether
they curtail the time they spend there. We might think of useful ressources for social integration
according to a predominant model, such as a job, references to helping organizations, etc.
2
One can define weak ties as social bonds which have little emotional commitment, such as relationships
with work colleagues, acquaintances, etc. On the other hand, strong ties imply a significant emotional commitment
such as family, marital, or friendship bonds. This latter category generally connect individuals who are in the
same social groups whereas weak ties can connect individuals who have different social status, an employer and
employee, for example, (Lin. 1999).
3
The data derive from a longitudinal study directed by Professor Robert Pauzé of the University of
Sherbrooke. The sampling method is described in the research report conducted by him and his collaborators
(Pauzé et al., 2000).
45
In terms of the types of runaway behaviors, it is possible to identify three distinct groups
of adolescents. The first group consists of those that had never been runaways (63%). The
second group (16%) claimed to have already runaway at least once by the time of the first
meeting (T1), but to have not repeated the experience between the first meeting (T1), and
the second one (T2). For this group, the observations made at T2 therefore correspond to a
time when they had not adopted runaway behaviors. Finally, the members of the last group
had runaway at least once by the time of the first meeting and had done so again during the
second period of observation. This last group of recidivist runaways represented 21% of
the sample. The first instance of measurement (T1) relates to the adolescent’s situation of
the 12 months preceding the intervention of the youth centres, whereas the second instance
of measurement relates to the 12 months following the intervention.
The data
During the two meetings, two sets of information had been gathered in relation to these
adolescents. The first set relates to the behaviors and situations that have been identified
by much of the research as being related to the flight tendency (Wolfe et al., 1999; Whit-
beck et al., 1999; Janus et al., 1995; Whitbeck and Simons, 1990; Powers et al., 1990; Craig
and Hodson, 1998; Kufeldt and Nimmo, 1987). The second set tries to identify structural
characteristics of the social networks in which the adolescents find themselves.
On the behavioral level, three factors have been considered: academic performance, as
measured by the number of school years that had to be repeated, regular alcohol consump-
tion, and the use of hard drugs. The degrees of habitual drug use by adolescents were
identified using the Substance Abuse Severity Indicator (Pauzé et al. 2000), which is used
to derive descriptive information about the types of substances consumed, the frequency
of their consumption, the age of first consumption, etc. The family situation is evaluated
by means of three indicators. The first indicator relates to the family dynamic as defined
by the Family Assessement Device (Epstein et al., 1983). This instrument measures several
dimensions of the family dynamic (the resolution of problems, the ability to communicate,
the definition of roles, the expression of emotion, the investment of emotion, and the
control of behaviors). These dimensions suggest either a well-functioning family (where
there is mutual acceptance), or a dysfunctional family (where the relationships are marked
by much negative emotion). A rating equal to or greater than 2.17 indicates a dysfunctional
family dynamic. The second indicator identifies the presence of parental violence within
the family environment. The measurement is facilitated by the use of scales for both verbal
aggression: shouting, swearing, threatening, insulting, ridiculing, and physical aggression:
shaking, striking, throwing to the ground (see Conflict Tactics Scales, Straus, 1979). The higher
the rating, the more significant the level of violence. Generally, a rating equal to or greater
than 3 indicates the presence of physical or verbal violence directed at the adolescent.
Finally, we have considered the effects of any placement in a substitute environment that
may have occurred in the course of the adolescent’s life. With the exception of academic
performance and the substitute environment, all of the data related to these indicators was
collected during these two sets of interviews. In addition to observing the characteristics
of the family dynamic, information was also collected regarding the family structure (intact,
46
The results
Bivariate Analyses
Table 1 shows the descriptive data of all the indicators used in the analysis model as well
as the results derived from the bivariate analysis. On the level of behavioral characteristics,
the recidivist adolescent runaways are proportionately more numerous in having adopted
high-risk behaviors such as regular consumption of alcohol and hard drugs). Also, the regu-
lar consumption of alcohol remained stable during the two observations of the two other
groups of adolescents while it was clearly more widespread during the second observation
of the recidivist runaways. Pertaining to the use of hard drugs, it remains consistently high
(greater than 60%) during the observations of the recidivists, while it tends to diminish for
the other two groups during the second observation. In terms of the consumption of these
substances, the comparison between the two observations reveals a definite deterioration in
the situation for the recidivist runaways while for the other groups the situation seems to
improve. In terms of academic performance, within the three groups, a similar proportion
(43%) did not have to repeat a grade. But 17% of the recidivists had to repeat more than
two grades compared to only 10% of those who were runaways only at T1 and to only 2%
of those who had never been runaways. The trend is consistent: the number of school years
repeated is positively and significantly related to the profile of the runaway.
4
Hereafter, the term “parent” refers to the person considered by the adolescent to be the most significant
parental figure.
47
The results regarding the characteristics of family experiences are also as expected. More
than two-thirds of the recidivists have, in the past, been the object of an officially supervised
placement compared to 30% of those who had never fled. Similarly, compared with the
other adolescents, a greater proportion of recidivist runaways experience a dysfunctional
family dynamic as well as parental violence. These tendencies were apparent during the two
observations. However, the family dynamic appears to improve by the second observation
for almost all the groups, with the exception of non-runaways. This improvement in the
family situation by T2 is possibly attributable to the intervention of the youth centres.
The correlation between the family context and the flight behavior does not, however,
appear to be associated with the structural characteristics of the family. Hence, it appears
that the adolescents from single-parent, reconstituted, and intact families do not display
different patterns of flight behavior. In the same way, the level of education as well as
the professional status of the parent do not allow the identification of any significant
tendencies that can be associated with any of the groups. In fact, for this sample, the
negative family behaviors that were taken into account are not significantly related to
the socio-economic status of the parents. The only relationship that might be identified
pertains to the family dynamic, which is even more dysfunctional when the parent is not
working-but it is quite a weak relationship.
48
49
Among the seven indicators of the network structural characteristics that were
measured during the two observations, only four presented significant differences, de-
pending on the groups of adolescents. Hence, the size of the network, its diversity, and
the number of adults within it do not differ significantly from one group to another.
On the contrary, in the first observation the proportion of adolescents whose social
network includes people displaying high-risk behaviors (regular consumption of alcohol,
hard drugs), committing crimes or quitting school is clearly higher for the recidivist
runaways than for the other groups. This means that from the inception, the recidivist
runaways’ social networks are characterized by attributes of deviency. The presence of
delinquent behaviors by members of the revidivist runaways’ social networks persists
at the second observation. The results also show that in the period of time between the
two observations, the composition of the adolescents’ social networks evolved appreci-
ably. A larger proportion of non-runaways socialize with people who regularly consume
drugs and alcohol at the second observation, whereas there is no marked change for
the other groups. At the second observation, in all three groups, the proportion of
adolescents socializing with persons that had committed offenses had collapsed. In
this area, the difference between the recidivists and the other groups has increased at
the second observation. Effectively, at this point, the proportion of recidivists con-
nected to people who have committed offenses is three times greater than observed in
other groups. The number of friends who had quit school was greater in the second
observation, which is explainable, at least in part, by the fact that one year “leaked out”
between the two points of observation and that some of the people could have quit or
completed school. This information does not necessarily indicate a change regarding
the composition of the network.
Finally, the proportion of adolescents who have friends older than 18 years in-
creases in all groups between the two observations. This evolution is probably linked
in part to the increase in age that occurred between the two observations. Never-
theless, this evolution is strongly associated with the flight behavior of one group
of adolescents. In effect, it is apparent that the presence of friends over the age of
18 years is a characteristic of the non-recidivist runaways’ network in the second
observation while it is not the case at the time of the first observation. Put another
way, the presence of friends who are older than 18 years appears to be significant
for the group of runaways at T1 only during a period in which these adolescents did
not run away. This fact supports the hypothesis of a possible positive effect of the
presence of older friends upon flight behavior. In effect, this presence seems to be
significant for those adolescents who have not been recidivist and it appears only
during a non-runaway period. This hypothesis is examined more thoroughly in the
multivariate analysis which follows
To summarize, the bivariate analysis highlights tendencies already mentioned, espe-
cially, on the one hand, the correlation between the propensity to flee and the adoption
of certain high-risk behaviors and on the other, the propensity to flee and the presence
of adverse family characteristics. They show that the behaviors of the adolescents in
our sample are not significantly different from those observed in many other studies
of adolescent runaways. These analyses tend to show that certain characteristics of the
social network are associated with flight behavior. Some questions, however, remain
50
unanswered. For example, can the presence of drug-takers within the network be said
to have a specific influence if we take into account the fact that the adolescents already
take drugs? Also, does the presence of friends who have quit school have an influence
that is significant beyond its effect on the academic performance of the adolescent?
These investigations focus on the interactions that may exist between the behavior of
individuals and the characteristics of the networks in which they participate. For ex-
ample, the consumption of hard drugs could probably help to establish contacts with
other drugtakers (the selection effect) which might or might not exercise an influence
on the adolescent (the socialization effect). Thus, we are speaking here of the psycho-
social influence of the network upon behaviors. The interactions between members
of the network can be more complex and the influence of the latter ones can be felt
on several aspects of behavior. The multivariate analysis will allow us to appreciate the
many areas of influence that are exerted by the members of the social networks of the
adolescents that are part of our study.
51
52
N 142
Degree of liberty 70
Chi-square 6 136,8780 ***
runaways. So it seems that, as suggested earlier, the presence of adults as well as adult friends
in the social network contributes to the reduction of the propensity to flee. However, other
analyses show that between the two points of observation there has been no increase in
the number of adolescent runaways of this type that socialize with adult friends. We may
suggest hypothetically, that the significant influence of this factor at T2 is possibly due
53
to the transformation of the relationship between the adolescent and his adult friends
or to the fact that the adult friends are not the same ones or a combination of those two
scenarios. The available data however, does not allow us to test these hypotheses. Also,
it must be specified that the regression model does not allow us to perfectly explain the
behaviors of the runaways at T1 only. In effect, the model allows us to properly classify
36% of them-compared to nearly 85% of the adolescents from the two other groups. This
situation shows a greater complexity in the situation and behaviors of those adolescents, a
situation that remains difficult to comprehend using the factors considered in the analyti-
cal model, while the last one accounts very well for the behaviors of recidivist runaway.
These results once again emphasize the profound heterogeneity of adolescent runaways
(Robert, Pauzé and Fournier, 2005 ; Schaffner, 1998; Farrow et al., 1992).
The analytical model allows us to predict the behavior of recidivist runaways much
more precisely. The results allow us to isolate the influence of a larger number of factors
(8) over their trajectories and define their tendencies more clearly. In the sphere of be-
haviors, as could be expected, the consumption of hard drugs at T1 strongly exacerbates
the propensity to recidivate (or = 12.47). Also, the repeated academic failures, indicated
by the fact of having failed more than two academic years, are associated with having
runaway repeatedly (or = 206). On the other hand, the regular consumption of alcohol
does not constitute a significant factor for this group or the other. In the area of fam-
ily characteristics, the presence of a dysfunctional family dynamic as perceived by the
adolescents at T1 as well as situations of parental violence again at T1, are two elements
that increase the probability that the runaway behavior will persist (or = 7.58 and 23.46).
Curiously, being subjected to placement does not significantly influence the situation of
this group of runaways. And yet it is among the members of this group that we find the
highest proportion of adolescents who have have been placed in substitute environments
(67%). The fact that this experience does not appear to have a significant influence on their
flight behavior may indicate that its relevance fluctuates according to the basic situation
the adolescents find themselves in. For the recidivist runaways,this experience is not a
determining factor in the progression of their experiences, especially in light of the other
aspects of their situation.
These results support the hypotheses relating to the heterogeneity of adolescent runa-
ways and their flight behavior histories. They focus attention on the likelihood that the
experiences of the runaway are not mechanistically determined by any situation or event
in particular. They incline our analysis towards the conception that the experiences of the
runaways are strongly colored by conjunctions of events, situations, and personal actions
put into play by the adolescents themselves and the people in their social networks.
Only one family characteristic significantly influences the behaviors of recidivist
runaways: the lower the level of education of the parent, the higher the probability the
adolescent will join the ranks of recidivist runaways. It is necessary to clarify that the level
of education of the parent has a specific effect in conjunction with his or her professional
status but also on the nature of the family, which leads to the belief that the powerful
influence of this factor goes beyond that of the structure of the family and the social
status of the parents.
Finally, certain characteristics of content and structure of the social network exert an
influence on the propensity of adolescents to be part of the group of recidivist runaways.
54
At first, the presence within the network at T2 of people who consume drugs and alcohol
increases the probability of being a recidivist runaway (or = 9.71). The same tendency is
apparent when the network at T2 includes persons who have committed offenses. The fact
of being involved with persons who have adopted these behaviors therefore constitutes
a situation that tends to accentuate the propensity to persist in flight behavior. It must
be noted that more advanced analyses show that the presence of a single person who
adopts the behaviors in question is sufficient to exert an influence, influence which does
not seem to increase with numbers. This illustrates the fact that the social network may
exert an influence even if that influence is not reinforced by multiple relationships. In
fact, the multiplicity of similar relations very often amounts to a form of redundancy of
exchange (for example, of information conveyed) and does not necessarily increase the
quantity of resources exchanged (Burt, 1992; Degenne and Forsé, 1999).
In terms of the structure of the network, there is a negative relationship between the
diversity of the networks at T2 and the probability of being in the group of recidivists
(or = .37). The diversity of the network, measured here by the fact of access to persons
whose social status is diverse, seems therefore to constitute a resource that allows for the
reduction of flight behavior. These results are consistent with both the theories and em-
pirical analyses of networks which have shown that, particularly in relation to persons of
a lower social status, the diversified network can, at least potentially, constitute a resource
more significant than the network that is more homogenous (Campbell et al., 1986; Lin,
1999; Lévesque and White, 2001).
Discussion
Several of the results of this study isolate tendencies that are already known, in par-
ticular those that relate to factors traditionally taken into account to analyse the behaviors
associated with flight (for example, the consumption of intoxicants, academic and family
difficulties, etc.). Among these elements, the influence of the adolescents’ social networks
is certainly the most important. As we have seen, our analyses enable us to identify the
specific contribution of the social networks upon the flight behavior while taking into
account other factors also known to influence these behaviors. The analyses thus em-
phasize the dynamic effects between the behaviors adopted by the adolescents and the
characteristics of their social networks.
In relation to the recidivist runaways, we observe simultaneously a significant relation
between the consumption of hard drugs, the presence within the network of people who
take drugs, and the propensity to run away. These two factors that help to explain the flight
response may well reinforce each other: drug consumption probably facilitates the integra-
tion into networks consisting of drug takers (the selection effect), while participation in
such networks may influence the consumption of drugs (the socialization effect). What is
remarkable, however, is that this influence is felt not just in the consumption of drugs but
also beyond it, in the persistence of flight behavior. While the influence of the network
(comprised of, among others, drug takers) on the adolescents’ consumption of drugs can
be explained in psychosocial terms, such an explanation is less persuasive when we need
to understand the direct influence of the network on the persistence of adolescent flight
behavior. By which mechanism can the network keep the adolescent in this situation? The
same problem presents itself in relation to results that suggest the importance of people
55
within the adolescent recidivists’ network who commit offences. As others have indicated
(Brannigan and Caputo, 1993) the fact that recidivist runaways are very much in contact
with people who have committed offences can be interpreted in terms of a greater degree
of integration within a marginalizing network. The influence of the network is here, as
well, of a psycho-social nature and asserts itself through the influence of norms that are
conveyed and also help to modify the behaviors.
One of the results of our analyses allows us to form an hypothesis more sociological
than psychosocial on the influence of the network on the persistence of flight behavior.
In effect, we see that less diversity in the networks increases the chances of persisting in
a flight behavior: the recidivist adolescents’ networks display less diversity. If we consider
that if, in a general sense, network diversity contributes to a diversity of resources (De-
genne and Forsé, 1999), it is probable that the persistence of flight behavior depends on
this diversity of resources to which the recidivist runaways have no access because their
network is formed mainly of runaways who share similar experiences. What is therefore
central to the understanding of the influences of the network upon flight behavior are
the availability or non-availability of resources within the network (Montgomery, 1992).
This sociological approach also allows us to interpret another research result. In effect, the
reduction in the propensity to run away is associated with the presence of adults within
the networks. These people can be thought of as posessing resources that can facilitate
some types of social integration.
Two important methodological limitations of this study can affect the potential for
generalizing to the larger population of adolescent runaways. To begin with, our sample
is comprised of adolescents who were placed in the care of youth centres. Our sample
therefore suffers bias from criteria deriving from the decision-making processes associated
with the choice of clientsat the youth centres. However, the importance of this limitation
must be considered in the light of certain studies which demonstrate that the clients of
the youth centres form a group (already?) at risk of homelessness. In effect, 50% to 75%
of homeless adolescents had already had contacts with the child protection system during
their lifetimes (Powers, Eckenrode et Jaklisch, 1990). Secondly, it must be clarified that the
period of observation from which the data of our study derive is relatively short and that
these data describe a limited reality at two discrete points in the lives of the adolescents.
Taking into account the great variability and instability of situations experienced by the
adolescents, it is possible that a slightly different picture could emerge from the analysis of
richer data regarding their experiences, especially if the data derived from longer periods
of observation and if it took into account the mechanisms of transition that are at work
during the adolescents’ experiences.
Conclusion
This article has intended to show the influence of social networks on the behaviors of
runaway adolescents. The study compares three groups of adolescents who have either
closely skirted the runaway’s trajectory or actually experienced the life of the runaway to a
greater or lesser degree. The study allows us to identify the specific influences of the social
networks while also integrating into the analysis well known factors related to flight, such
as negative family and personal experiences. The analyses suggest a specific influence of
social networks on the flight behavior of adolescents. The analyses lead to the conclusion
56
that the simple observation of the factors or antecedents that lead to flight are not sufficient
to understand the essence of the flight dynamic. The adolescent runaways do not only
flee as a reaction to adverse situations, our analysis reveals that flight is also the result
of dynamic social relations in which the adolescents actively participate. Extending well
beyond the family, these social relations provide resources that can influence the adoles-
cent’s experience of flight. However, the influence of the social network is not a simple
one. The results suggest that the social networks can as easily increase the propensity to
flee as decrease it. The results therefore highlight the fact that the studies which ascribe
a great importance to the simple presence of connections as a tool for the integration
of the adolescents appear to be insufficient. If these connections can contribute to an
emancipation, they can also lead to the deepening of marginality.
This situation invites the development of more precise research protocols in order to
reveal the network’s mechanisms and resources at work in these two dynamics. More spe-
cifically, the results of this study lead to two lines of inquiry: the first refers to the necessity
of more precisely identifying network resources that contribute to the development of
patterns of marginalization and (re?) integration. These resources must be identified within
the framework of the experiences of adolescents taking into account the totality of their
situation, including the nature of contexts (familial, academic, etc,) in which they live, the
behaviors they have adopted, and the strategies they use to manage their life trajectories.
The other line of inquiry relates to the access to network’s resources that influence life
trajectories. Therefore, the question that can be asked is how these resources are created
and how the adolescents develop and use their social networks.
Even in this context of uncertainty with regard to modalities for creating and using em-
bedded resources in social networks, in terms of prevention, these conclusions emphasize
the importance of maintaining or creating social diversity in the networks youth participate
in. Often, interventions that target youth in difficulty have the effect of shutting these
young people into social networks that are made up of other youth in the same situation
or of professionals who specialize in helping this population. This situation can result in
restricting contact with individuals who are outside the social arena these young people
occupy, thus restricting the possibilities for accessing resources that could be useful, even
essential, to young people’s social re-insertion, and which can be found, at least in part,
outside this social space. The issue then is in the capacity to intervene in an individualized
and adapted way with targeted groups without excluding them from other social spaces.
Though this challenge for interventions is not specific to the situation of youth in difficulty
(we also see it in other sectors, such as the fight against poverty (Lévesque, 2005), it may
have a particular importance in the youth context because of their greater vulnerablity
and the heavier, even definitive, consequences of insertion into fringes that break with
dominant social connections.
References
Bao, W. N., Whitbeck, L. B. y Hoyt, L. B. (2000). Abuse, Support, and Depression among
Homeless and Runaway Adolescents. Journal of Health and Social Behavior, 41; 408-420.
Barone, C., Iscoe, E., Trickett, E. J. y Schmid, K. D. (1998). An Ecologically Differentiated,
Multifactor Model of Adolescent Network Orientation. American Journal of Community
Psychology, 26; 403-423.
57
Brannigan, A. y Caputo, T. (1993). Études sur les fugueurs et les jeunes de la rue au Canada :
Problèmes conceptuels et méthodologiques. Ottawa : Ministère du Solliciteur général.
Burt, R.S. (1992). Structural Holes, The Social Structure of Competition.Cambridge: Harvard
University Press.
Campbell K. E., Marsden, P. V. y Hurlbert, J. S. (1986). Social Resources and Socioeconomic
Status. Social Networks, 8; 97-117.
Caputo, T., Weiler, R. y Kelly, D. (1994). Phase II of Runaway and Street Youth Project: The
Ottawa Case Study, Final Report. Ottawa: Ministère du Solliciteur général.
Craig, T. K. J. y Hodson, S. (1998). Homeless Youth in London: I. Childhood Antecedents
and Psychiatric Disorder. Psychological Medecine, 28; 1379-1388.
Degenne, A. y Forsé, M. (1999). Introducing Social Networks. London: Sage.
Engels, R. C. M. E., y Ter Bogt. T. (2001). Influences of Risk Behaviors on the Quality of
Peer Relations in Adolescence. Journal of Youth and Adolescence, 30; 675-695.
Ennett, S. T., Bailey, S. L., y Federman, E. B. (1999). Social Network Characteristics As-
sociated with Risky Behaviors among Runaway and Homeless Youth. Journal of Health
and Social Behavior, 40; 63-78.
Epstein, N. B., Baldwin L. M., y Bishop D. S. (1983). The McMaster Family Assessment
Device. Journal of Marital and Family Therapy, 9; 171-180.
Erikson, B. N. (2004). The Distribution of Gendered Social Capital in Canada. En Flap, H. y
Völker, B. (coords.): Creation and Returns of Social Capital. London: Routledge; 27-50.
Farrow, J. A., Deisher, R. W., y Brown, R. (1992). Health and Health Needs of Homeless
and Runaway Youth. Journal of Adolescent Health. 13; 717-726.
Granovetter, M. S. (1973). The Strength of Weak Ties. American Journal of Sociology, 78;
1360-1380.
Hagan, J. y McCarthy, B. (1998). La théorie du capital social et le renouveau du paradigme des
tensions et des opportunités en criminologie sociologique. Sociologie et sociétés, 30; 145-158.
Haynie, D. L. (2002): Friendship Networks and Delinquency: the Relative Nature of Peer
Delinquency. Journal of Quantitative Criminology, 18; 99-134.
Haynie, D.L. (2001). Delinquent Peers Revisited: Does Network Structure Matter? American
Journal of Sociology, 106; 1013-1057.
Kufeldt, K., y Nimmo, M. (1987). Youth on the Street: Abuse and Neglect in the Eighties.
Child Abuse and Neglect, 11; 531-543.
Janus, M. D., Archambault, F. X., y Brown, S. W. (1995). Physical Abuse in Canadian
Runaway Adolescents. Child Abuse & Neglect, 19; 433-447.
Lévesque M. (2005). Social Capital, Reducing Poverty and Public Policy. PRI (coords.): Social Capital
in Action: Thematic Policy Studies. Ottawa : Policy Research Initiative; 5-22.
Lévesque, M. y White, D. (2001). Capital social, capital humain et sortie de l’aide sociale pour
des prestataires de longue durée. Canadian Journal of Sociolog y, 26; 167-192.
Lin, N. (2001). Social Capital A Theory of Social Structure and Action. Cambridge: Cambridge
University Press.
-(1999). Social Networks and Status Attaintment. Annual Reviews of Sociology, 25; 467-
487.
McCarthy, B., y Hagan, J. (1992). Getting into Street Crime. The Structure and Process of
Criminal Embeddedness. Social Science Research, 24; 63-95.
58
59
60
Resumen
En este trabajo se pretende mostrar cómo el estudio de las redes personales permite
aproximarse al apoyo social de una forma integral, incorporando las aportaciones realizadas
hasta ahora en este campo en una visión holista de la persona. Gracias a un estudio de caso
y a una encuesta a 360 personas en España y Estados Unidos mostramos cómo las redes
personales permiten entender mejor el cambio en la estructura, composición y función de
las relaciones sociales que se produce ante una situación vital de estrés.
Abstract
This paper shows how social support can be better understood through personal net-
works, as far as all types of relationships are taking into account. This holistic perspective
allows the better understanding of changes that occur in the social environment of people
affected by a dramatic situation like the illness of a child. We illustrate this change with a
case study and data taken from a survey in Spain and the USA (N=360).
1
Una versión preliminar de este artículo ha sido publicada con el título “El apoyo social desde la perspectiva
de la redes personales” por María Zúñiga en el libro Redes sociales y Salud Pública. Monterrey, México. Universidad
Autónoma de Nuevo León (pp. 73-98).
61
1. El apoyo social
La literatura sobre apoyo social dispone ya de varias décadas de desarrollo, impulsada
originalmente por la Epidemiología, la Medicina Preventiva, la Psicología Comunitaria y
otras disciplinas en un intento de aprovechar recursos alternativos a la institucionalización
para la superación de situaciones de vulnerabilidad social o de enfermedad física o men-
tal (Cf. Gottlieb, 1983; Gracia, 1997; Barrón, 1990). En este periodo se han acumulado
evidencias, instrumentos y modelos explicativos que nos ayudan a entender el efecto de
las redes sociales en el bienestar.
Desde el punto de vista de la evidencia empírica la existencia de un apoyo social escaso
se ha relacionado con la mortalidad general (Berkman y Syme, 1979, citado en Lazarus,
1986:264), con la mortalidad de pacientes con afecciones coronarias (Woloshin et. al., 1997)
y con alteraciones de la salud como la neurosis (Henderson et al., 1978, citado en Lazarus
1986:264) entre otras. Por otra parte, el apoyo social ha sido considerado un factor protector
frente a la mortalidad en población anciana (Nebot et al., 2002), ha sido relacionado con la
calidad de vida en pacientes con infección por VIH (Remor, 2002) y con la mejora en el
seguimiento de pacientes con HTA esencial (Menéndez et al., 2003). Además, el hecho de
contar con una red social extensa parece tener un protector frente a la demencia (Fratiglioni
et al., 2000; Cf. Kadushin, 1982 para los excombatientes del Vietnam), del mismo modo
que contar con redes sociales diversas está relacionado con una menor susceptibilidad a
padecer el resfriado común (Cohen,S. et. al., 1999). Los ejemplos pueden multiplicarse.
En general puede afirmarse que existe una relación positiva entre apoyo social y bienestar
individual, aunque no están claros los mecanismos mediante los cuales las relaciones so-
ciales afectan a la cognición, las emociones y la salud y no siempre la presencia de apoyo
social conlleva los efectos positivos mencionados (Cohen et.al., 2000:4).
En este punto cabe mencionar la aparición de los grupos de afectados, de autoayuda y
de ayuda mutua, grupos formales o de desconocidos que proporcionan diferentes utilidades
ante situaciones de estrés. Tendremos oportunidad de ver un ejemplo más adelante.
Por lo que se refiere a los instrumentos para medir el apoyo social, disponemos en la
actualidad de un amplio conjunto de cuestionarios y escalas (Cf. Wills y Shinar, 2000; Shel-
don et.al., 2000). Normalmente se trata de cuestionarios con un número variable de ítems
que exploran aspectos funcionales del apoyo social en una o más de sus dimensiones (Weiss,
1974; Dean y Lin, 1977; Schaefer et.al., 1981). Las dimensiones exploradas, expresivas e
instrumentales, suelen ser el apoyo emocional (que contribuye a la sensación de que uno es
amado y cuidado), el apoyo tangible (incluida ayuda directa como los préstamos o regalos
y los servicios como cuidar de alguien que está enfermo o facilitar un empleo o trabajo)
y el apoyo informacional (referencias y orientaciones de utilidad práctica).
A esta exploración funcional se añade la medición en algunos casos de aspectos estruc-
turales de las redes sociales de apoyo (número de grupos, personas conectoras, densidad de
relaciones, Cf. Barrera 1980 y Villalba, 1993) como información fundamental para poder
diseñar estrategias de intervención destinadas a facilitar los recursos sociales necesarios.
Otro criterio que distingue los instrumentos de medición del apoyo social es su énfasis
en la percepción del apoyo social disponible o en el apoyo social recibido en sus diversas di-
mensiones en un periodo dado. En el primer caso se enfatiza la percepción de la existencia
de disponibilidad de un apoyo que tiene efectos de control del estrés. En el segundo se
busca registrar el conjunto de utilidades obtenidas por esta vía. Es interesante destacar el
62
hecho que estas medidas proceden de marcos teóricos diferentes y que no pueden utili-
zarse indistintamente, entre otras cosas porque ambos tipos de apoyo no están fuertemente
correlacionados (Cohen et.al., 2000). En general la valoración del apoyo tiende a permanecer
estable a través del tiempo mientras que el apoyo recibido varía en función de los periodos
concretos de medición.
En el apartado de la medición hay que considerar al menos dos aspectos adicionales:
el coste y la variación. Las familias y los proveedores de apoyo suelen soportar situaciones
de estrés continuadas (Cf. Maya Jariego, 2000, para cuidadores de enfermos de Alzheimer)
y, por otra parte, el hecho de verse obligado a aceptar ayuda puede afectar la autoestima
de un individuo, con sus consiguientes consecuencias. En relación a la variación, no se
puede considerar el apoyo social sin tener en cuenta tanto las características individuales
como las diferentes circunstancias en las que éste puede producirse a lo largo de las fases
de una enfermedad o en una situación de vulnerabilidad.
Por último, por lo que se refiere a los modelos explicativos, podemos distinguir en general
entre dos modelos. El primero de ellos considera a las relaciones sociales como un factor
principal (main effect model) en la consecución de bienestar en los individuos. Este efecto
beneficioso se explicaría tanto por la adopción de conductas saludables por el hecho de
pertenecer y participar en una red social como por el efecto positivo del sentido de perte-
nencia a un grupo o red, lo cual proporciona a su vez seguridad y estabilidad.
El segundo modelo propone un efecto amortiguador (stress-buffering model) del apoyo
social, que actuaría modificando las respuestas negativas frente a un evento estresante, fa-
cilitando recursos y permitiendo una revaloración del evento y una positiva adaptación.
Pensamos que el balance de estas décadas de investigación e intervención en el campo
del apoyo social es enormemente positivo. Aunque quedan abiertos importantes interro-
gantes acerca de los mecanismos de influencia entre red social y salud, disponemos en la
actualidad de teorías, instrumentos y hallazgos empíricos que permiten orientar tanto la
investigación futura como la definición de políticas públicas de intervención.
En este trabajo nos proponemos aportar una visión complementaria del apoyo social
a través del estudio de las redes personales incluyendo las perspectivas estructurales, fun-
cionales y contextuales del mismo. Pensamos que este enfoque puede ayudar a un amplio
rango de profesionales relacionados con la salud y el bienestar social y comunitario, a
identificar situaciones de riesgo y a definir con más efectividad estrategias de apoyo. Desde
un punto de vista conceptual, esta propuesta representa una ampliación de las medidas
estructurales de apoyo social pero que tiene la particularidad de incluir lazos débiles en
el análisis, pone de manifiesto la red funcionalmente operativa a la hora de proporcionar
apoyo y en general, ofrece una visión de conjunto del ambiente social que rodea a un
individuo y del cual emerge el apoyo. Hall y Wellman propusieron hace 20 años una pers-
pectiva de análisis en relación a las redes personales y el apoyo social que compartimos
plenamente y que solamente ahora estamos en condiciones de llevar a cabo, básicamente
por la disponibilidad en la actualidad de herramientas informáticas como Egonet2 para
poder recoger la información necesaria. Sus argumentos se presentan a continuación (Hall
y Wellman, 1985:36).
2
http://www.mdlogix.com/egonet.htm
63
Proporción de lazos fuertes y lazos débiles. La mayor parte de las personas disponen de rela-
ciones que no proporcionan apoyo por lo que centrarse solamente en las que lo proporcionan
constituye una imagen distorsionada de la realidad social a la que conceptualmente se
alude. Esta afirmación la podemos ilustrar con la Tabla 1 en la que puede apreciarse cómo
en las redes personales de personas inmigrantes en España y Estados Unidos3 (N=369)
entre un 34,49% y un 57,91% pueden considerarse como no pertenecientes al núcleo
íntimo o fuerte.
Tabla 1. Respuesta a la pregunta ¿Cómo de próximo/a se siente de cada una de las personas
de su red personal (45 alteri)?
N=369 Media % % acumulado
1. No me siento nada próximo/a 4,76 10,58 10,58
2. No muy próximo/a 10,76 23,91 34,49
3. Bastante próximo/a 10,54 23,42 57,91
4. Próximo/a 8,20 18,22 76,13
5. Muy próximo/a 10,73 23,84 100
N alteri 45 100
Cambios en la función de la red social. El apoyo social no solamente se proporciona de forma
continua por el núcleo íntimo alrededor del individuo sino que puede proporcionarse por otras
partes de la red personal en diferentes circunstancias. Éste es precisamente uno de los problemas
de investigación que hay que resolver: cuándo y en qué circunstancias se proporciona y
obtiene nuevo apoyo social.
Contexto. El apoyo social tiene que estudiarse en su contexto, en el conjunto de la red per-
sonal pues proveedores de apoyo y otros tipos de personas están conectados de diversas
formas.
Lazos débiles. Por último, los lazos débiles pueden ser valiosas fuentes de información
y ayuda ya sea directa o indirectamente, por lo que hay que tenerlos en cuenta en el análisis.
A estas sólidas razones nos permitimos añadir otras: estructura, formalidad-informa-
lidad y cambio.
Estructura. Las medidas estructurales de la red personal permiten explorar si deter-
minadas estructuras son más adecuadas que otras para la provisión de apoyo social como
sugieren Cohen y Syme (1985:13). Esto solamente puede realizarse recogiendo una muestra
lo suficientemente amplia de la red personal como para poder realizar este tipo de análisis
(30 o más alteri o personas nominadas por el informante o ego). La relación ya comentada
entre diversidad de la red y resistencia al constipado común (Cohen et.al. 1999) o mejora
del bienestar psicológico (Hirsh, 1980; Kadushin, 1982) son aplicaciones de comparación
entre medidas estructurales y bienestar.
Formalidad-informalidad. Una segunda posibilidad es el estudio simultáneo de las fuentes
formales y las informales de apoyo al ser posible identificar profesionales en la red personal
y su importancia percibida. Nada más necesario para el profesional que se encuentra ante
la disyuntiva de cómo intervenir con los recursos disponibles, frecuentemente escasos.
3
Proyecto financiado por la NSF Award No. BCS-041742. La descripción del proyecto puede encontrarse
en http://www.egoredes.net
64
Cambio. Por último, y reconociendo que no se trata de una característica propia de esta
aproximación, el estudio de las redes personales permite una aproximación longitudinal,
recogiendo los cambios que se producen antes y después de la aparición de una enfermedad
o de una situación de necesidad.
En el siguiente apartado realizaremos una revisión del concepto de red personal, así
como una explicación de la técnica utilizada para representarlas. En el siguiente apartado
presentaremos algunos ejemplos de aplicación basados en investigaciones en marcha.
4
Parte de este apartado está basado en la publicación homónima en Empiria (2005).
65
Ilustración 1. Red personal típica de una persona de East York. Adaptado de Wellman
(1999)
Extendida
Persona
de East
York
Lazos íntimos
activos
Lazos no íntimos
activos
Mientras que los estudios de redes personales suelen centrarse en los lazos fuertes y
en un número reducido de personas, nuestra propuesta consiste en extender el número
de personas de la red personal a más de 30 (McCarty, 2002) con el objetivo de captar em-
píricamente la estructura de las redes personales y poder disponer de una aproximación
de su composición en términos de proporción de hombres y mujeres, tipos de relación o
cualesquiera variables en las que estemos interesados en investigar.
66
67
Esta red sociocéntrica puede ser analizada a partir de sus egonetworks (por ejemplo con
Ucinet 6- Netdraw5; Borgatti et.al. 2002). Cuando hablamos en este caso de egonetwork o
egored nos referimos al subconjunto de relaciones de un ego dado. Así, si la red completa
está compuesta por 10 vecinos, de cada uno de ellos se puede extraer o identificar su egored
(Ilustración 4). En este caso ego aparece en la red, así como el resto de personas a las que
está directamente conectado.
Alter
Ego
Alter
Alter
Alter
Por favor, escriba una lista de 45 personas que Usted conozca por su nombre
y viceversa. Puede ser cualquier persona. Intente incluir gente que sea próxima e
importante para Usted. También puede incluir personas que pueden no ser tan
cercanas pero que acostumbra a ver mucho. Puede ayudarle pensar en diferentes
grupos de personas en diferentes lugares. Escriba el nombre y el apellido de forma
abreviada para que solamente Usted pueda reconocer a las personas. Es importante
que no abrevie demasiado para poder reconocerlas más tarde. Por ejemplo: Mig
Cervan por “Miguel de Cervantes”
68
Junto con este generador de nombres proponemos utilizar también una definición de
relación flexible que permita relacionar a los alteri entre sí.
Por último le vamos a pedir que nos diga si cada una de las personas que ha
nombrado tiene o no relación con el resto. Aquí nos interesa saber si estas personas
tienen una relación propia, independiente de Usted.
El resultado es una red personal que podemos representar de diferentes formas6, como
tendremos ocasión de ver más adelante.
69
Así, las mujeres tenderán a tener más mujeres en su red personal, los compañeros
de estudios tienden a permanecer más tiempo entre los contactos activos y seguramente
se desarrollan pautas de consumo y gusto asociados a cada grupo que permiten el reco-
nocimiento mutuo (Bourdieu, 1979). En el caso de los jóvenes, la probabilidad que se
relacionen con otros de extracción social diferente y la probabilidad que cambie su estatus,
son más altas.
Tipos de relación. Aunque los tipos de relaciones se pueden multiplicar, normalmente
se distingue en la literatura entre “familiares cercanos”, “familiares”, “mejores amigos”,
“buenos amigos”, “compañeros de trabajo”, “vecinos” y “conocidos”. Naturalmente, los
compañeros de trabajo, los amigos y los compañeros de ocio pueden ser los mismos. Los
estudios orientados a la estimación de las redes personales globales (Cf. McCarty et. al.
1997) sugieren que la proporción de familiares se sitúa, en promedio, en torno al 25%,
la proporción de compañeros de trabajo alrededor 20% y la de vecinos en torno al 6%.
Igualmente, estos estudios sitúan en más del 50% de las redes personales fuera de los
lugares de residencia.
En el caso de minorías étnicas (como los hispanos en California) el porcentaje de
familiares puede llegar al 70%. Este dato (Schweizer et. al, 1998) es interesante pues nos
permite hipotetizar un rasgo de las redes personales de comunidades inmigradas (Cf. Maya
Jariego 2002 para una tipología de las redes personales en España).
Contenido. Como hemos comentado en el primer apartado en la literatura sobre apoyo
social suele distinguirse entre contenidos instrumentales, informativos y expresivos o
emocionales. Otra vez el género es importante, pues las redes con más mujeres tienden
a contener más apoyo social, de cualquiera de sus tipos. Además, es interesante ver que
el apoyo cotidiano tiende a ser provisto por vecinos y compañeros de trabajo más que
por familiares, si bien sabemos que al final de la vida, con el aumento de la dependencia,
los roles de apoyo se fortalecen, especialmente por parte de los hijos/as adultos. Éstos
(políticos o no) tienden a proveer de más apoyo social a los padres cuanto más densidad
de relaciones haya entre los miembros de la red (Wellman & Frank, 2001).
Por último, el contenido de la relación con los amigos tiende a ser de socialización y
confidencia.
Estructura. Ya sabemos que las redes personales disponen de una fuerte estructura de
centro-periferia, normalmente con un centro denso y una periferia más dispersa. Además,
la diversidad en la red personal es un indicador de capital social, pues puede suponerse
que diferentes grupos sociales (a los que ego tiene acceso) controlan diferentes recursos.
Seguramente las redes de las mujeres tienden a ser más densas por una variedad de razones
(más frecuencia de contacto, más apoyo social, redes más pequeñas). Podemos medir la
estructura con el número de grupos que forman la red personal, la densidad y el grado
de intermediación, entre otras7.
Dinámica. Las redes personales, incluso los amigos considerados “de toda la vida”
cambian con el tiempo. Los cambios más drásticos se dan en la juventud y con el mundo
del trabajo en la forma que ya sabemos: una punta de contactos en la madurez que decae
con el tiempo. Los cambios del estatus matrimonial (matrimonio, viudez, separación) y los
cambios de residencia afectan notablemente a los contactos (reduciéndolos). Sin embargo,
7
El grado de intermediación puede conceptualizarse como una medida de hasta qué punto ego es necesario
para conectar diferentes partes de la red.
70
estos cambios siguen en general la regla siguiente (Suitor et. al, 1997; Morgan et. al., 1997):
el centro de la red es muy estable a lo largo del tiempo y alrededor de 1/3 de la periferia
cambia con el tiempo. De la misma forma, los lazos fuertes (más intensidad, frecuencia y
más antigüedad de la relación) son más estables que los débiles y, por supuesto, los lazos
familiares persisten más que el resto de lazos.
8
http://www.aacic.org/
71
72
Conclusión
En los últimos años se han acumulado estudios empíricos, se han desarrollado métodos
de investigación y programas informáticos que hacen posible abordar de forma realista el
estudio de las redes personales y evaluar su impacto en diferentes dimensiones de la vida
social, el apoyo social en este caso. Estudiar las redes personales y sus cambios delante de
situaciones críticas, como por ejemplo la aparición de una enfermedad crónica en un hijo,
nos ayuda a entender los cambios que se producen para adaptarse a las nuevas circuns-
tancias. La apreciación de estos cambios exige un estudio longitudinal, o bien interesarse
de forma retrospectiva sobre los detalles de las relaciones cotidianas antes de producirse
la crisis. Esta visión global de la persona permite conocer la composición, la estructura y
73
Referencias
Barrera, M. (1980). A method for the assessment of social support networks in community
survey research. Connections 3 (8-13).
Barrón, A. (1990). Apoyo social: definición. JANO Vol. XXXVlll Nº 898, 62-73.
Berkman, L., & Syme, S.L. (1979). Social networks, host resistance and mortality: A nine-
year follow-up study of Alameda Country residents. American Journal of Epidemiology,
109 (186-204).
Blau, Peter M (1964). Exchange and Power in Social Life. New York: John Wiley.
Borgatti, S.P., Everett, M.G., Freeman, L.C. (2002). Ucinet for Windows: Software for Social
Network Analysis. Harvard, MA: Analytic Technologies.
Bourdieu, P. (1988 [1979]). La distinción: criterio y bases sociales del gusto [La Distinction]. Ma-
drid: Taurus.
Cohen, Sheldon., Brissette, I., Skoner, D.P., Doyle, W.J., (1999). Social Integration and
Health: The Case of the Common Cold. JoSS, Volume 1(3). <http://www.heinz.cmu.
edu/project/INSNA/joss/sih.html> [Consulta : 16-09-00].
Cohen, Sheldon. & Syme ,S.L. (eds.) (1985). Social Support and Health. London: Academic
Press, INC.
Cohen, Sheldon; Underwood, Lynn G. & Benjamin H. Gottlieb (eds.) (2000). Social Sup-
port Measurement and Intervention. A Guide for Health and Social Scientists. Oxford: Oxford
University Press.
Dean, A., & Lin, N. (1977). The stress-buffering role of social support. Journal of Nervous
and Mental Disease, 169 (403-417).
Ferran, A; Mounier, L & Alain Degenne (1999). The Diversity of Personal Networks in
France: Social Stratification and Relational Structures. En Wellman, Barry (ed.), Networks
in the Global Village. Life in Contemporary Communities. Oxford: Westview Press.
Fisher, C (1982). To Dwell Among Friends.Personal Networks in Town and City. Chicago: Uni-
versity of Chicago Press.
Fratiglioni,L.; Hui-Xin, Wang; Ericsson, K.; Maytan, M.; Winblad, B. (2000). Influence
of social nework on ocurrence of dementia: a community-based longitudinal study.
The Lancet, 355 (1315-19).
Gottlieb, B.H. (1983). Social support strategies: Guidelines for mental health practice. Londres,
Sage.
Gracia, E. (1997). El Apoyo Social en la intervención comunitaria. Barcelona, Paidós.
Granovetter, M. (1973). The Strength of Weak Ties. American Journal of Sociology, 78 (6)
(1360-1380).
Grossetti, M. (2004). Are Frenchs Networks Different? Ponencia presentada en la XXIV
International Sunbelt Social Network Conference, Portorz, Slovenia. 12-16 Mayo.
74
Hall, A. & Barry Wellman (1985). Social Networks and Social Support. En Cohen, S. &
Leonard Syme (eds.), Social Support and Health. London: Academic Press.
Henderson, S.K.;Byrne, D.G.; Duncan-Jones, P.; Adcock, S.; Scout, R. & G.P. Steele, (1978).
Social bounds in the epidemiology of neurosis: A preliminary communication. British
Journal of Psychiatry, 132, 463-466.
Hirsh, B.J. (1980). Natural support systems and doping with major life changes. American
Journal of Community Psychology, 8, 159-172.
Kadushin, CH.. (1982). Social Density and Mental Health. En Marsden, P. V. y Nan,L. ,
Social Structure and Network Analysis. Beverly Hills: Sage Publications. pp. 147-158.
Laumann, E.O. (1973). Bonds of Pluralism: The Form and Substance of Urban Social Networks.
New York: John Wiley.
Lazarus, R.S.; Folkman, S. (1986). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona: Martínez Roca.
Lazarus, R.S. (2000). Estrés y emoción. Bilbao: Desclée de Brouwer, S.A.
Lin, N. (2001). Social Capital: A Theory of Social Structure and Action. Cambridge: Cambridge
University Press.
Llopis, J. (2006): Gluten y corazón. Una aproximación antropológica a los cambios sociales y culturales
experimentados por las familias con hijos con enfermedades crónicas. Tesis de Maestría. Departa-
ment d’Antropologia social i cultural, UAB.
Maya, I. (2000): “Aspectos psicosociales de un grupo de autoayuda on-line de cuidadores y
pacientes de Alzheimer”, Comunicación presentada en la III Conference of the International
Society for Quality of Life Studies.
Mccarty, c., h.r. bernard, p.d. kilworth, g.a. shelley & e. C. Johnsen (1997). Eliciting repre-
sentative samples of personal networks. Social Networks, 19 (303-323).
Mccarty, C. (2002). Structure in Personal Networks. JoSS. <http://www.library.cmu.
edu:7850/JoSS/McCarty/McCarty.htm> [Consulta: 25-03-02].
Mccarty, C. & Amber Wutichn (2005). Empirical Arguments for Including or Excluding
Ego from Structural Analyses of Personal Networks. Connections 26(2): 82-88.
Menéndez, C.; Montes, A.; Gamarra,T.; Núñez, C.; Alonso, A.; Bujuan, S. (2003). Influencia
del apoyo social en pacientes con hipertensión arterial esencial. Atención Primaria, 31
(8):506-13.
Molina, J.L. (2005). El estudio de las redes personales: contribuciones, métodos y perspec-
tivas. Empiria, Julio-Diciembre, 10, 71-106.
Morgan, D.L., M.B. Neal & P. Carder (1997). The stability of core and peripheral networks
over time. Social Networks, 19, 9-25.
Nebot, M.; Lafuente, J.M.; Tomás, Z.; Borell, C.; Ferrando, J. (2002). Efecto protector del
apoyo social en población anciana: un estudio longitudinal. Revista Española de Salud
Pública, 76, 673-682.
Remor, E. (2002). Apoyo social y calidad de vida en la infección por el VIH. Atención
Primaria, 30 (3), 143-149.
Schaefer, C., Coyne, J.C. & R.S. Lazarus (1981). The health-related functions of social
support. Journal of Behavior Medicine, 4, 381-406.
Schweizer, T., Schnegg, M. & Berzborn, S. (1998). Personal Networks and social support
in a multiethnic community of southern California. Social Networks, 20 (1):1-21.
Suitor, J. Jill., Barry Wellman & Morgan, D. L. (1997). It’s about time: how, why, and when
networks change. Social Networks 19, 1-7.
75
Weiss, R.S. (1974). The provision of social relationships. En Z. Rubin (ED.) Doing unto
others. Englewood Cliffs, Nueva Jersey: Prentice-Hall.
Wellman, B. (1979). The Community Question: The Intimate Networks of East Yorkers.
The American Journal of Sociology, 84(5), 1201-1231.
Wellman, B.,Carrington, P.J. & Hall, A. (1988). Networks as personal communities. Well-
man & Berkowitz (eds.), Social Structures; A Network Approach. Cambridge University
Press, Cambridge, 1988, 130-184.
Wellman, B, Renita Yuk-Lin Wong, Tindall, D. & Nazar, N. (1997). A decade of network
change: turnover, persistence and stability in personal communities. Social Networks
19, 27-50.
Wellman, B. (1999). The Network Community: An Introduction. En Wellman, Barry (ed.),
Networks in the Global Village. Boulder, Colorado: Westview Press.
Wellman, B. & Kenneth a. F. (2001).Getting Support from Personal Communities. En Lin,
Nan, Cook, Karen & Burt, Ronald S. (eds.), Social Capital. Theory and Research. New
York: Aldine de Gruyter.
Villalba, C. (1993). Redes Sociales: un concepto con importantes implicaciones en la
intervención comunitaria. Intervención Psicosocial, 1, (4), 69 – 85.
Wills, T.A. & Shinar, O. (2000). Measuring perceived and Received social support, en
Cohen, S., Underwood, L. G. & Gottlieb, B.H. (eds.) (2000): Social Support Measure-
ment and Intervention. A Guide for Health and Social Scientists. Oxford: Oxford University
Press, 86-135.
Woloshin, S., Schwartz, L.M., Tosteson, A.N., Chang, C.H., Wright, B., Plohman, J. &
Fisher, E.S. (1997). Perceived adequacy of tangible support and health outcomes in
patients with coronary artery disease. Journal of General Internal Medicine 12 (10), 613-
618.
76
Abstract
This article, based on a quantitative research carried out recently in several schools in the
province of Huelva, analyses the integration of a group of young immigrants into Spanish
society and thus focuses on aspects like friendships, partnerships and group participation.
The over 400 cases allow us to reconstruct the relationship between the length of stay of
the young immigrants in Spain and their degree of social integration. In addition, we study
other factors, such as racism and the ethnic origin that tend to impact social integration,
especially within the peer group. In order to complete the analysis of the factors that tend
to be related to the development of social integration, we present some individual cases,
basing us on qualitative interviews that were also carried out within our investigation.
77
1. Introducción
En reiteradas ocasiones se habla del impacto positivo que tiene la incorporación de
los inmigrantes en el ámbito privado de la sociedad receptora para el desarrollo de su
integración en otros ámbitos como el aprendizaje del idioma, el grado de satisfacción o la
identificación con el destino migratorio (Gualda y Schramkowski, 2007; Schramkowski,
2007; Steinbach, 2004). Sin embargo, diferentes estudios señalan que su integración a
través de las amistades, parejas y la participación en asociaciones o grupos suele ser es-
casa. También se pone de relieve que el tiempo que los inmigrantes lleven en el destino
migratorio suele ser un factor importante para el desarrollo de la integración a este nivel
(Aparicio y Tornos, 2005; Maya, 2002).
A lo largo de este trabajo se abordará la incorporación social de los jóvenes inmigrantes
en la provincia andaluza de Huelva, analizando tanto el impacto del tiempo de estancia
como las posibles razones por las cuales algunos jóvenes manifiestan, por la falta de rela-
ciones cercanas con personas autóctonas, no tener buenos amigos. Por último, conocere-
mos algunos casos concretos que nos mostrarán la trascendencia de la consideración de
variables subjetivas para la evaluación de las redes cercanas. Para explorar estos aspectos
nos basamos en un estudio que investiga la situación y los procesos de integración de
más de 400 jóvenes de diferentes países de origen. También se hará referencia a algunas
entrevistas cualitativas que igualmente se realizaron (Gualda, 2008).
2. Marco teórico
La integración social 1 se define como la incorporación de los inmigrantes en el ámbito
privado de la sociedad autóctona, cuyo éxito se mide por indicadores como las amistades
interétnicas, las relaciones de noviazgo, las bodas interétnicas, la pertenencia a asociaciones o
grupos y la participación en actividades de tiempo libre (Schramkowski, 2007; Strassburger,
2001). Así se van formando redes sociales - definidas como el conjunto de relaciones de
amistad, de intercambio de ayuda instrumental, de tipo afectivo, etc. que tiene una persona,
que no se limitan a las relaciones con personas del mismo origen (familiares, compatriotas),
sino que están igualmente compuestas por personas autóctonas.2 Estas últimas pueden
facilitar el acceso a ciertos ámbitos, recursos, informaciones y oportunidades del país a
las que los inmigrantes no tendrían acceso sin estas conexiones con los autóctonos. Estos
contactos les permiten hallar las vías necesarias cuando se trata, por ejemplo, de encon-
trar un trabajo o una vivienda (de Miguel, 2006; Weyer, 2000).3 Además, se supone que
el contacto con los autóctonos facilita su incorporación en todos los ámbitos y clases de
1
Aparte de esa dimensión, se mencionan las siguientes dimensiones de la integración en la literatura
(Schramkowski, 2007; Strassburger, 2001): Integración cultural: aprendizaje del idioma del país receptor & proceso
en el curso del cual los inmigrantes se familiarizan con su cultura; integración estructural: participación en las insti-
tuciones y estructuras (p. ej. mercado laboral, sistema educativo) y acceso a la ciudadanía; integración identificativa:
sentimientos de pertenencia hacia la sociedad receptora.
2
Hay que tener en cuenta que suele haber más personas autóctonas dentro de los vínculos más débiles que
a menudo son vitales a la hora de acceder a un puesto de trabajo o a una información sobre el contexto receptor
(Granovetter, 1973), pero a lo largo de este trabajo nos centramos en los lazos fuertes.
3
Las relaciones intensas con las personas del mismo grupo étnico se discuten de manera controvertida. Por
un lado, se les da una gran importancia para fortalecer y servir de apoyo durante la primera fase del asentamiento
o en épocas de crisis. Por otro lado, se pone de manifiesto que las redes sociales, compuestas únicamente por las
personas del mismo origen étnico, pueden favorecer procesos de segregación (Hadeed, 2005).
78
una sociedad, no solamente en las clases bajas, y el desarrollo de una identificación con la
sociedad del destino (Gualda, 2004).
No obstante, diferentes estudios que abordan las redes sociales de ciertos grupos de
inmigrantes, apuntan más hacia una escasez de relaciones íntimas y de amistad con las
personas autóctonas. Por ejemplo, una exploración de las redes personales en relación a
la adaptación psicológica, llevada a cabo por Isidro Maya, pone de relieve el predominio
de las relaciones sociales dentro del mismo grupo étnico: “Prácticamente el 90% de los
inmigrantes entrevistados tiene menos de un 13% de españoles en su red personal” (2002:
4). Esta tendencia se ve confirmada por un estudio que igualmente resalta que la mayoría de
los entrevistados, aunque tampoco sean jóvenes, no mantiene amistades con españoles, y
que son principalmente las relaciones familiares las que les conceden el apoyo emocional y
social. Asimismo, se manifiesta una relación entre la composición de estas redes y el tiempo
que llevan residiendo en España, es decir que una estancia mayor conlleva generalmente
el incremento de las amistades con los autóctonos (Aparicio y Tornos, 2005).
Esta relación entre el tiempo de estancia y el desarrollo de la integración social, se
ve confirmada por una investigación, realizada con inmigrantes de Turquía y de la Ex-
Yugoslavia en Alemania (Esser, 1990a/b), que expone las siguientes conclusiones:
- El número de amistades con personas autóctonas aumenta claramente entre los de
segunda generación4 debido a su más alto nivel de integración (por ejemplo en cuanto al
conocimiento del idioma, a la familiarización con la cultura del país de destino).
- Son sobre todo los de primera generación (y media) 5 los que, debido a no haber estado
escolarizados durante mucho tiempo en Alemania, tienen pocos amigos autóctonos.
Sin embargo, no podemos asumir que la incorporación social es algo que aumenta
automáticamente con estancias más dilatadas. Suponemos que hay igualmente que tener en
cuenta otros factores que influyen, como los intereses y la personalidad del inmigrante o las
condiciones del contexto de recepción. Asimismo, tenemos que señalar que las amistades
contribuyen solamente hasta un cierto punto al desarrollo de una sociedad integrada. Otros
factores como las políticas migratorias, el marco legal y las imágenes predominantes frente
a la inmigración determinan las condiciones básicas e influyen hasta qué grado una persona
puede sentirse como en casa en la sociedad que le ha recibido (Schramkowski, 2007).
3. Metodología
Para acercarnos a la incorporación y a las redes sociales de los inmigrantes en España,
nos basamos en una investigación que se llevó a cabo en la provincia de Huelva a finales
del curso escolar en 2007 (Gualda, 2008)6. Por medio de un cuestionario semi-estructurado
4
Los inmigrantes de segunda generación son los que nacieron en el destino migratorio de, como mínimo, uno
de sus padres (Gualda, 2007: 9). En el estudio, que presentaremos, hay aún pocos casos de segunda generación
(3,0%), pero podemos destacar la tendencia al alza de una segunda generación en toda España, así que en el 2007
el 4,8% de los extranjeros ya había nacido allí (Ministerio de Trabajo y de Asuntos Sociales, 2007).
5
Los inmigrantes que pertenecen a una primera generación son los que emigraron a un país diferente al
suyo en edades más mayores, y los de generación y media son los que también nacieron en el país de origen,
pero que llegaron con menos de 14 años al país de destino (Gualda, 2007: 9).
6
Esta investigación está subvencionada por la Junta de Andalucía, Consejería de Gobernación, Dirección
General de Coordinación de Políticas Migratorias. Se ha beneficiado igualmente de la financiación obtenida del
‘German Academic Exchange Service (DAAD)’ a través de una beca postdoctoral que obtuvo para la partici-
pación en esta investigación la autora de este artículo.
79
que abordaba las diferentes parcelas de la integración, se entrevistó a 413 jóvenes extran-
jeros, escolarizados mayoritariamente en los cursos correspondientes a 12-17 años, con
una edad media de 14 años. El objetivo de esta investigación era conocer la situación de
este grupo y el desarrollo de su inserción en la sociedad española. El trabajo de campo se
realizó en 35 Institutos de Educación Secundaria, que cuentan con al menos cinco alumnos
inmigrantes censados oficialmente en las edades de referencia, e implicó varias visitas a
los centros escolares7. En total, pudimos entrevistar a más de la mitad de los escolares de
origen extranjero a partir de los censos del curso anterior proporcionados por los Institutos.
Para profundizar en el tema y en ciertos aspectos que consideramos de mayor importancia,
realizamos también varias entrevistas en profundidad y dos grupos de discusión8.
Al acercarnos al muestreo, destacamos que tiene una distribución parecida entre ambos
sexos, que los jóvenes provienen de 33 países diferentes y que residen todos en Huelva.
Representan a los grupos más numerosos de inmigrantes en España, encabezados por los
rumanos (27,8%) y los marroquíes (19,5%). También hay muchos jóvenes de Latinoamé-
rica (23,7%), que son en su mayoría de Colombia (9,3%) y de Ecuador (7,6%). A parte
de los rumanos, hay otros grupos importantes cuyo origen proviene de Europa del este,
concretamente de Polonia y de Ucrania9.
7
El trabajo de campo se realizó en los siguientes fases: 1. Contacto telefónico para concertar cita personal
(primera vista), 2. Segunda visita concertada para pasar las entrevistas, 3. Comprobación de cuestionarios, llamadas
de depuración, 4. Tercera visita: sorteo de un premio, revisión personal de cuestionarios con dudas, o aspectos
no cumplimentados. 5. Última tanda de llamadas telefónicas para completar aspectos pendientes. Este proceso
ha permitido la mejora de la calidad final de los datos auto-cumplimentados.
8
Utilizaremos las siglas “HIJAI, 2007 (abreviatura de las palabras ‘Hijos Inmigrantes Jóvenes Adolescentes
Integración’)” en el análisis cuando nos referimos a los datos que provienen de nuestro estudio, y las entrevistas
cualitativas se clasificarán de la siguiente forma: grupo de discusión (GD1, 2007) o entrevista (E1, 2007, etc.).
9
Lo que salta a la vista en la provincia de Huelva, es el fuerte crecimiento del colectivo rumano cuya presencia
ha aumentado en un 135% solamente entre el 31 de diciembre de 2006 y el 30 de junio de 2007. Ahora es el
grupo más numeroso con 6.235 personas, seguido por los marroquíes (5.102), los portugueses (2.883), los polacos
(1.903), los colombianos (1.149) y los ecuatorianos (1.128) (Instituto de Estadística de Andalucía, 2007).
10
Para mejorar la legibilidad, utilizamos únicamente la forma masculina cuando nos referimos a algo que
incluye a ambos sexos, pero que, por supuesto, incluye tanto a las mujeres/chicas como a los hombres/chicos.
80
a un inmigrante entre los mejores amigos y que más de la mitad reconoce que su imagen
de los extranjeros había mejorado debido a esas amistades (Hierro, 2006).
Pero, por otra parte, nuestro estudio revela que un tercio de los jóvenes reconoce
participar “mucho menos” o “menos” en actividades sociales en comparación con otras
personas de su edad y no tener a nadie con quien hablar de temas íntimos y personales.
Asimismo, más de la mitad de los jóvenes entrevistados desearía contar con más amigos
españoles, y un 1,7% declara no tener buenos amigos. La situación de este grupo la abor-
daremos detalladamente más adelante.
Entonces, hay que acentuar que no contamos con el mismo número de casos en las
distintas categorías para abordar las posibles asociaciones de la integración social y el
tiempo de estancia en España. Sin embargo, los siguientes indicadores, que nos concede la
literatura en cuanto a la integración social (Schramkowski, 2007), confirman que el tiempo
suele jugar a favor del aumento de la creación de nexos con la sociedad autóctona.
Comenzamos con las amistades interétnicas. Ya sabemos que la mayoría de los jóvenes
reconoce tener muchos amigos españoles, pero podemos observar que esa tasa varía según
el tiempo que llevan residiendo en el destino migratorio. En los casos extremos, se observa
que un 90% del grupo que lleva diez años o más tiene muchos amigos españoles, una cifra
11
Para tener una impresión del fuerte crecimiento que se produce a nivel nacional, citamos el último informe
del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales: “A 30 de septiembre de 2007 había en España 3.740.956 extran-
jeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor, lo que implica un aumento del 5,8% respecto
al segundo trimestre del año. (...) El incremento acumulado en los 12 últimos meses es del 33,9%”. Los datos
del Censo y del Padrón nos ilustran la no menos intensa evolución de la inmigración en la provincia de Huelva.
Mientras en el 1991 había 2.089 extranjeros, esta cifra aumentó en los siguientes diez años a 6.196 (2001). Cinco
años más tarde, en el 2006, la tasa se había cuadruplicado y alcanzó 24.368 personas, y se estima que llegue a
28.035 personas a finales del año 2007 (Instituto de Estadística de Andalucía, 2007).
12
A lo largo de este artículo trabajamos con 402 casos, porque el resto no indicó el año en el que llegaron.
13
Respuestas agrupadas de la pregunta literal del cuestionario: “¿Cuándo llegaste a España?”.
81
que baja al 41,7% entre los que llegaron en los dos últimos años (Tabla 2). En ese último
grupo observamos también el índice mayor de casos de los que no tienen ningún amigo
o tienen pocos amigos autóctonos. Y cuando tomamos como referencia a los jóvenes que
llevan hasta cuatro años en España, notamos que casi todos desearían contar con más
amigos españoles y que un 6,4% niega tener buenos amigos.
También observamos que los jóvenes con estancias más dilatadas suelen mencionar
a más españoles, cuando se les pregunta por sus tres mejores amigos. Por ejemplo, entre
los que nacieron en España, un promedio del 72% nombra a españoles como mejores
amigos, una tasa que baja al 28% entre los ‘recién llegados’ (Tabla 3).
Abordando otros indicadores, vemos que éstos igualmente apuntan hacia una creciente
incorporación social en estancias más largas:
- Relaciones de noviazgo
La mitad de los jóvenes que viven en España hace más de nueve años reconoce haber
iniciado una relación de noviazgo con un español. Entre los que llegaron en los dos últimos
años hay ‘solamente’ un cuarto que afirma haber iniciado tal relación.
- Pertenencia a asociaciones
Cerca dos tercios de los jóvenes de la segunda generación y de los que llevan diez años
y más, son miembros de alguna asociación o grupo, en cambio esta tasa baja a un cuarto
entre los que llegaron recientemente.
14
En esta tabla, que ha sido elaborada a partir de la siguiente pregunta: “Menciona el lugar de nacimiento
(país) de tus tres mejores amigos/as”, se muestran sólo los datos referentes a los amigos españoles.
82
15
En la tabla se seleccionaron algunas de las fiestas sugeridas por la pregunta: “¿Participas en las siguientes
fiestas españolas?”.
16
Diferenciamos solamente entre los grupos mencionados porque existe una asociación estadísticamente
significativa. El grado de identificación se deriva de la siguiente pregunta a la cual había que contestar en una
escala que van de 0 a 10 “¿Te sientes como parte de la sociedad española?”
17
Las respuestas siguientes se han extraído de la escala de DUKE-UNC-11 que se utilizó en el cuestionario
para medir el apoyo social (Martínez et. al., 2004).
83
En este sentido, observamos en nuestros datos que los procesos de integración son más
claros a partir de una estancia de alrededor diez años. También confirmar que: “(e)l grueso
de los inmigrantes ven afectadas sus redes de apoyo tras el desplazamiento, de forma que
tienen una menor disponibilidad de ayuda en caso de necesidad” (Mayo, 2002: 20). Suelen
ser los familiares y, a veces, algunos compatriotas a los que suelen recurrir en busca del apoyo
necesario en esta fase inicial de su asentamiento (de Miguel, 2006).
84
consejos o para divertirse, salta a la vista que sus redes cercanas son muy limitadas. Nin-
guno menciona a amigos españoles, y con la excepción de una chica, que indica a dos
amigas de su país de origen que ahora igualmente están en España, tampoco enumeran
amigos del mismo origen. Entonces, sus redes están compuestas de algunos familiares
cercanos, precisamente de los padres y/o de los hermanos que han inmigrado con ellos.
Así se confirma que una gran parte de los inmigrantes durante el primer período después
del acto migratorio concentra su demanda de ayuda en una pequeña red de familiares y
compatriotas (Mayo, 2002), disponiendo así de menos apoyo social.
- Estructura familiar
En cuanto a las estructuras familiares, que Alejandro Portes y Patricia Fernández
nombran como uno de los factores claves que influyen en el desarrollo de la integración
(2006), hay que acentuar que los jóvenes casi no cuentan con familias extensas (pe. tíos,
primos, abuelos) en España y que muchos no disponen ni del núcleo familiar, es decir, de
ambos padres y de hermanos (si tienen), en España. Varios viven solamente con uno de
sus progenitores o con los hermanos, mientras los padres parecen seguir residiendo en
los países de origen, situaciones que se repiten en un 16,2% del total de los encuestados.
Es precisamente la convivencia en familias incompletas y derrotadas que, a menudo, no
pueden prestar tanto apoyo emocional y social a los hijos, lo que implica un riesgo más
alto del fomento de una ‘downward assimilation’ (Portes y Fernández, 2006), es decir de
una integración negativa.21 Sin embargo, hay que señalar que la gran mayoría de los padres
tienen, según los jóvenes, estudios secundarios y algunos incluso carreras universitarias.
Pero parece que (aún) no han podido transformar este capital social y cultural en un valor
en el destino migratorio, porque los trabajos que efectúan allí (pe. en fábricas, la agricultura,
como empleados del hogar) son de clase obrera, suponiendo igualmente un cierto riesgo
hacia una integración más bien negativa (Portes y Fernández, 2006).
- Expectativas educativas
No obstante, tenemos que subrayar que todos los jóvenes expresan expectativas edu-
cativas altas lo que apuntaría hacia una integración positiva: casi todos desearían estudiar
carreras universitarias o grados superiores, y creen que, siendo realistas, conseguirán sus
metas. Pero hay que añadir que el promedio de edad de este grupo es de 15,6 años, y
que suele ser bastante común que a esta edad aún no sepan estimar de manera realista
las condiciones que se requieren para el alcance de una educación superior y de buenas
posiciones en el mercado laboral.
- Países de origen
También es probable que los países de origen o, más bien, las imágenes predominantes
que se asocian a los inmigrantes de estos países influyan en su escasa incorporación social.
Los siete provienen de Marruecos, Rumania y China, países a los que ligamos estereotipos
y prejuicios más bien negativos, una tendencia que se refleja claramente en las ideas del
total de los encuestados. Preguntándoles por el o los grupos peores tratados por los es-
pañoles, llama la atención que mencionan con mayor frecuencia a los marroquíes (24,0%), y
en segundo lugar hallamos a los rumanos (7,8%). También nombran a otros grupos como
por ejemplo “los pobres”, “los del sur”, o “los africanos”. Cuando analizamos la literatura,
21
Una integración negativa se mide por indicadores como la formación y el fracaso escolar, el haber estado
ya en la cárcel, los puestos que se obtengan en el mercado laboral, el nivel de ingresos, etc.
85
Tabla 5. Frecuencias de haber vivido experiencias racistas según los países de origen22
HACIA LAS PERSONAS
A TI MISMO HACIA TU FAMILIA
DE TU PAÍS
China (60,0%) China (60,0%) China (80,0%)
Ucrania (43,5%) Argentina (37,5%) Argentina (62,5%)
Argentina (37,5%) Lituania (25%) Sahara (55,6%)
Marruecos (28,8%) Ucrania (17,4%) Colombia (52,6%)
Inglaterra (28,6%) Marruecos (15,0%) Lituania & Polonia (50,0%)
Rumania (28,1%) Portugal & Inglaterra (14,3%) Marruecos (42,5%)
Fuente: A partir de Gualda, E. (Dir.) (2008): Estudio HIJAI, 2007.
En la literatura encontramos varias pistas que nos confirman la relación entre los
prejuicios negativos y los problemas del establecimiento de relaciones estrechas con los
autóctonos y la integración en general. Por ejemplo, Hartmut Esser (1990a) describe que
los prejuicios negativos, acompañados con un cierto nivel de rechazo y una mayor proba-
bilidad de sufrir discriminaciones, suelen predominar hacia ciertos grupos de inmigran-
tes, representando para éstos un obstáculo que dificulta el establecimiento de amistades
con los autóctonos. Alejandro Portes y Patricia Fernández (2006) igualmente nombran
al contexto hostil de recepción (a nivel político y social) como un factor que dificulta la
incorporación de los inmigrantes, refiriéndose sobre todo a la obtención de un buen nivel
de formación y trabajo.
- Intenciones de retorno a sus países de origen
En cuanto a sus ideas de futuro, llama la atención que solamente dos de estos siete
jóvenes se quedarían en España si pudieran elegir, y, según ellos, ninguna de sus familias
tiene intenciones de quedarse en España. Esas incertidumbres sobre un posible retorno
al país de origen provocan una cierta inseguridad con respecto a la incorporación defini-
tiva en la sociedad del país de destino. Siguiendo los resultados de un estudio que pone
22
Elaboramos esta tabla, basándonos en las siguientes preguntas del cuestionario: “¿Has percibido en tu
pueblo o ciudad algún sentimiento negativo o algún tipo de rechazo o discriminación hacia... a) las personas de
otros países, b) hacia tu familia, c) hacia ti mismo?”. Hay que añadir que, elaborando esa tabla, hemos conside-
rado solamente los grupos de inmigrantes con cinco participantes o más en la encuesta, y que los chinos son
aquellos con la menor frecuencia de casos, precisamente cinco, mientras hay 80 jóvenes de origen marroquí y
114 rumanos. Por lo tanto hay que tener una cierta cautela en cuanto a la comparación de las experiencias de
rechazo indicadas.
86
de relieve que los inmigrantes que quieren quedarse en España con absoluta certeza son
los que tienen las redes más amplias y por eso también frecuencias elevadas de apoyo
(Maya, 2002) podemos suponer una vinculación entre los deseos de retorno y la escasa
integración social.
- Inestabilidad de la vida
La escasez de las relaciones de amistad de los jóvenes también tiene que ver con una
cierta inestabilidad que se refleja en sus biografías. Muchos se han mudado de barrio o
de ciudad y han cambiado de centro escolar en los pocos años que llevan residiendo en
España, circunstancias que dificultan el establecimiento de una red de amistades estable.
- Percepción del trato de los españoles hacia las personas de otros países
El trato de los españoles hacia los inmigrantes, es percibido de forma general, como
negativo. Estas impresiones se justifican con expresiones del tipo: “porque dicen que les
quitan el trabajo y que no se comportan bien.”23 y “porque nadie quiere relacionarse con
un extranjero.” Sin embargo, hay que señalar que un joven opina que se trata a los extran-
jeros igual que si fueran españoles, y que otro entrevistado no sabe qué indicar “porque
depende del extranjero y también de la gente con la que te encuentras”.
- Pautas de auto-identificación
Se nota que este grupo se identifica en mayor medida con los países de origen que
con España, y más con el pueblo o la ciudad donde los jóvenes vivían antes del acto mi-
gratorio que con su lugar de residencia español. Preguntándoles si se sentían parte de la
sociedad española, algunos manifiestan un grado medio de identificación con el destino
migratorio, y los demás responden no sentirse parte para nada parte, explicando, en el
caso más extremo, que percibe un “rechazo continuo que me hace odiar cada vez más a
la sociedad española”.
Podemos suponer que las tendencias de auto-identificación están ligadas a las amista-
des que mantienen con los autóctonos porque observamos una mayor identificación con
el España entre los que cuentan con más autóctonas entre su grupo de amigos. Por otra
parte, la identificación se produce con el lugar de procedencia en aquellos que no poseen
este tipo de amistades, una tendencia que se ve confirmada por varios estudios (Gualda y
Schramkowski, 2007; Schramkowski, 2007; De Federico, 2002).
- Grado de felicidad y satisfacción relativamente bajo
Como último factor queremos destacar que el nivel de felicidad presentado por estos
jóvenes, es inferior al promedio del total de los encuestados, y que varios manifiestan estar
menos satisfechos en comparación con la que sería su situación en el país de origen.24
Esto se puede deber a no tener suficientemente cubiertas sus necesidades de naturaleza
psicológica debido a la fragilidad de sus redes sociales de apoyo (Maya, 2002).
Como esos siete jóvenes llevan pocos años residiendo en España, podemos suponer
que sus redes de apoyo social y de amistades se irán ampliando con el paso de tiempo y
que, a esta red de apoyo se insertarán cada vez más personas autóctonas y familiares cer-
23
Citas sin referencia bibliográfica provienen de las entrevistas realizadas a los jóvenes que se adaptaron al
lenguaje literario por razones de la legibilidad.
24
El grado de felicidad y de satisfacción se deriva de las siguientes preguntas del cuestionario a las cuales
había que contestar en escalas que van de 0 a 10: “¿En qué medida te consideras una persona feliz?” y “Global-
mente, ¿en qué medida estás satisfecho/a con tu vida últimamente?”.
87
canas debido a procesos de reagrupación familiar. Además, como muestran los siguientes
ejemplos, hay algunas tendencias que apuntan hacia una creciente integración.
- Tres indican querer educar a sus hijos en castellano y en el idioma del país de origen.
- Cuatro dicen que han establecido nuevas amistades con españoles en el último año,
y seis dicen que les gustaría contar con más amigos españoles.
- Expresan metas educativas altas.
No obstante, hay que subrayar que encontramos varios indicadores como la falta de
familias extensas, a menudo incluso sin el núcleo familiar, o las imágenes generalmente
negativas que se asocian a los países de origen (Portes, 2006) que nos alertan sobre el riesgo
de futuros problemas de integración. También hemos observado una escasa incorporación
social, es decir, estas personas cuentan con pocas amistades y relaciones cercanas con
personas españolas, un factor que, como comenta Maya, supone un riesgo más elevado
de sufrir depresiones: “... entre los elementos que (…) previenen la depresión en ese
colectivo se cuentan tener una red amplia, estar casado, disponer de apoyo confidente y
estar satisfecho con las relaciones interpersonales” (Maya, 2002: 1).
88
hermana, que igual que Julián se reúne a menudo con amigos españoles y que participa
en casi todas las fiestas españolas, acentúa: “Depende de la personalidad de cada uno,
porque mi hermana, por ejemplo, no ha tenido dificultad ninguna. (…) Porque es más
social, es más abierta, habla más.”
- “…amigos de verdad, pues la mayoría de la gente tiene pocos. Se confunde compa-
ñerismo con amistad” (G1, 2007).
Asimismo, tenemos que señalar que Ana distingue entre ‘amigos’ y ‘compañeros’,
manifestando que la mayoría de las personas que conoce “son conocidos, no son ami-
gos” porque, según ella, el establecimiento de una amistad requiere mucho tiempo. Por
el contrario, Julián no hace esta distinción y le atribuye otro sentido a la palabra ‘amigo’:
“Siempre he hecho amistades, tengo muchísimos amigos en Portugal también (donde vivía
4 años), tengo amigos italianos también, me quedé dos semanitas”.
- Percepciones sobre la propia red social
Ana, que prefiere tener “… pocos pero buenos (amigos)…”, está contenta con su red
de apoyo debido a la buena relación que tiene con sus seis hermanos. También se lleva
bien con sus padres y las parejas de sus hermanos, dispone de su único amigo español,
con quién puede contar para cualquier cosa, y se comunica frecuentemente con su mejor
amiga que sigue en Bolivia. Con la familia extensa, sus primos, tíos y abuelos, no contacta
muy a menudo, algo que siempre ha sido así porque no hay buenas relaciones. En cambio,
Julián tiene solamente a su madre en España, mientras que su padre y su hermana siguen
en Rumania. De este modo, suponemos que – para no quedarse solo – siente más la ne-
cesidad de establecer relaciones de amistad con otras personas. Y como antes de venir a
España, había vivido cuatro años en Portugal, declara que siempre le echarán de menos
los amigos de alguna parte y dedica mucho tiempo a mantener los contactos.
- Contexto cultural y religioso
También observamos que a veces es el contexto cultural y religioso el que dificulta
la integración social. Tomamos el ejemplo de Samia de 16 años y origen marroquí (G1,
2007) que debido a las costumbres de su familia se queda en casa por las tardes y por
las noches, mientras en Marruecos sí salía, y lamenta no poder juntarse con las amigas
que tiene en España: “Ellos no vienen a mi casa ni yo a las suyas. Pero en Marruecos no,
siempre yo dando vueltas. Aquí sólo de casa al Instituto”. También plantea que debido
a su orientación religiosa al Islam no podría tener un novio español: “Es que no pienso
(estar) con uno que no sea de mi religión. Él tiene que tener la mía y luego casarme con
él”. Pero igualmente admite conocer a mujeres marroquíes que le dan menos importancia
a sus creencias religiosas y que se casaron con españoles.
Así constatamos que es necesario tener cuidado a la hora de dar una valoración de
la integración de forma unilateral siguiendo algún indicador como la cantidad de amigos
españoles, la participación en las típicas fiestas o las relaciones de noviazgo. Son indicadores
que indiscutiblemente influyen, pero igualmente tenemos que considerar otras variables
como la personalidad del inmigrante, su manera de entender el concepto ‘amigo’, ciertas
pautas culturales, etc.
8. Conclusiones
Para resumir, destacamos que unas estrechas relaciones entre la población inmigrante
y los autóctonos en una sociedad como la española, en la que una de cada diez personas
89
es extranjera27, constituyen la base esencial para que pueda aparecer otra vez un ‘nosotros’
global, entre los ‘nuevos vecinos’ y ‘los de siempre’. De esta forma, se conseguiría evitar
el desarrollo de una sociedad segregada. También es cierto que el desarrollo de tales re-
laciones no depende solamente de los esfuerzos y la disposición de los inmigrantes sino
igualmente de la población autóctona y de las opciones que ésta les conceda.
En cuanto a nuestro estudio, hay que subrayar que una parte de los jóvenes manifiesta
haber logrado una buena integración a nivel social y dispone de personas españolas en su
red cercana de apoyo. Asimismo, observamos que el tiempo de residencia de los encuestados
en España, suele ser proclive al desarrollo de su incorporación social. Sin embargo, otra
parte de los jóvenes mantiene (aún) pocas o casi ninguna relación cercana con las personas
autóctonas y tiene redes de apoyo bastante limitadas, compuestas de forma predominante
por la familia cercana (padres y hermanos) y, en algunos casos, también por algún amigo
del mismo grupo étnico.
Queremos volver a mencionar uno de los aspectos que tiene que ver con esta situación,
y que tenemos que considerar para favorecer la integración. Se nota que las imágenes y
los discursos predominantes en relación a ciertos grupos de inmigrantes son más bien
negativos. Así pues, suelen sufrir, con más frecuencia, incidentes de rechazo y de discri-
minación, y queda claro, que – para fomentar una integración positiva – tenemos que
trabajar igualmente con los autóctonos, teniendo en cuenta las imágenes predominantes
hacia (ciertos) inmigrantes.
Para terminar, queremos plantear ciertas dudas que nos han surgido con respeto a la for-
ma de evaluación de la integración social y de la integración en general siguiendo solamente
los indicadores expuestos. Es cierto que los indicadores asociados con la integración social,
como las relaciones de amistad, de noviazgo, la participación en las fiestas, la composición
familiar, etc. nos han servido para evaluar tal dimensión. Sin embargo, las experiencias
de algunos jóvenes, extraídas de las entrevistas cualitativas, nos señalan que igualmente
tenemos que prestar atención a otros factores como las personalidades, las necesidades,
las pautas culturales y las perspectivas subjetivas. Hemos visto que una persona que ya
lleva muchos años en el destino migratorio y que tiene pocos amigos autóctonos por ser
una persona tímida, puede estar perfectamente satisfecha. Del mismo modo, una persona
que disponga de varios amigos españoles puede negar sentirse integrada debido a otros
factores. Por eso consideramos necesario complementar las investigaciones cuantitativas,
que abordan los procesos de integración, con entrevistas en profundidad.
Referencias
Aparicio, R. y Tornos, A. (2005). Las redes sociales de los inmigrantes extranjeros en España.
Un estudio sobre el terreno. Madrid: Documentos del Observatorio Permanente De La
Inmigración. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Esser, H. (1990a). Nur eine Frage der Zeit. Zur Frage der Eingliederung im Generationen-Zyklus
und zu einer Möglichkeit, Unterschiede theoretisch zu erklären, en Esser, H. y Friedrichs, J.
(coords.). Generation und Identität: Theoretische und empirische Beiträge zur Migra-
tionssoziologie, Opladen, Westdeutscher Verlag, 73-100.
27
A principios del año 2007, la población empadronada en España superó los 45 millones y el número de
extranjeros empadronados se situó en 4,48 millones, suponiendo casi un 10% (Instituto Nacional de Estadística,
2007).
90
91
Schramkowski, B. (2007): Integration unter Vorbehalt. Perspektiven junger Erwachsener mit Migra-
tionshintergrund, Frankfurt a.M., London, IKO-Verlag.
Strassburger, G. (2001). Evaluation von Integrationsprozessen in Frankfurt am Main. Studie zur
Erforschung des Standes der Integration von Zuwanderern und Deutschen in Frankfurt am Main
in drei ausgewählten Stadtteilen, Frankfurt a.M., Amt für Multikulturelle Angelegenheiten,
efms an der Universität Bamberg.
Steinbach, A. (2004). Soziale Distanz. Ethnische Grenzziehungen und die Eingliederung von Zuwan-
derern in Deutschland. Wiesbaden, Verlag für Sozialwissenschaften.
Portes, A. y Fernández, P. (2006): No Margin for Error. Educational and Occupational Achieve-
ment among Disadvantaged Children of Immigrants, Princeton University, Working Paper
07-03, November 2006.
Weyer, J. (coords.) (2000). Soziale Netzwerke. Konzepte und Methoden der sozialwissenschaftlichen
Netzwerkforschung, München, Oldenbourg, 1-34.
92
Abstract
This paper presents the results from a research carried out in 2006 in Bulgaria by using
the analysis of friendship network. The studied relationships were between 223 couples of
friends. There was reciprocity in the respondents’ notions about the fact how they perceived
their friends and how their friends perceived them – as men/women, as young people, as
inhabitants of a city, as neighbours, as relatives, through dominant personal qualities, as
foreigners, as Europeans. Usually the friends had the same occupation and the same social
status. The ethnic, territorial, European and gender identity influenced the choice of friends
and the development of the friendship. The members of the ethnic majority in Bulgaria
maintained friendships mainly with the members of the ethnic in-group and with people
93
confessing the same religion, while the people from the ethnic minorities maintained most
frequently friendships with members of the ethnic out-groups and with people confessing
different religions. The European identity unified the friends to find more common things
between them when they had different ethnic identities. The territorial identity and the
gender identity dominated more in the young people’s friendships than they did in the
elderly people’s friendships.
Palabras clave: Análisis de redes sociales, Amistad, Identidad étnica, Identidad terri-
torial, Identidad sexual
Keywords: Network analysis, Friendship, Ethnic identity, Territorial identity, Gender
identity
Friendship
Friendship can be defined as an interpersonal relationship between two people that
is characterized by mutual positive regard. Friendship is an intimate, caring relationship
with attributes such as reciprocal tenderness and warmth of feeling; reciprocal desire to
keep the friendship; honesty and sincerity; trust; intimacy and openness of self; loyalty;
and durability of the relationship over time (Testo, 2008). For two individuals to form a
friendship, they must be acquainted ahead of time, perhaps as a result of working at the
same firm. Each individual must then exert effort, which could involve inviting the other
person to dinner, buying gifts on special occasions, etc. Friendships form most easily when
effort is reciprocated (Brueckner, 2006). When the racial and ethnic minorities become
more integrated into friendship networks and these networks become more integrated into
the overall culture, problematic behaviors might decline (Haynie & Payne, 2006).
Social network
A “network” signifies the existence of relationships that go beyond the group bounda-
ries – the relationships between individuals, small groups, institutionalized groups and the
realization of social regulation. The friendship network is an open network, that means
it does not have any limits and it cannot be studied thoroughly (Ferrand & Federico de
la Rùa, 2006). The friendship network is characterized by some kind of uncertainty of
the relationship, the last one is not regulated like for example the relationships between
superiors and subordinates. There is a social variability concerning the mean of the term
“friend”. There are close friends (we meet them frequently, we discuss the most intimate
topics with them, we rely on them), simply friends and well-known people (they are con-
sidered as friends in so far as they have not done anything wrong to us and we could pass
nicely together). Social network describes the complex interpersonal linkages in a social
system and it is generally divided into structural and interactional dimensions. Size or
range, density, proximity, type of relationship, homogeneity, and reachability are compo-
nents of the structural dimension. Characteristics of individual ties such as frequency of
contact, intimacy, duration, reciprocity, and durability, are considered as the interactional
dimension. Several factors influence the formation of social networks: physical proximity
or propinquity, reciprocity of liking and self-disclosure, individual judgment of the other
person’s characteristics (e.g., physical features, social skills, academic achievement, similar-
ity), developmental stages, etc. (Tsai, 2006).
94
The hypothesis of the research was that the most friends share a lot of common features
– they have the same status, they belong to the same social group (ethnic, professional,
religious, etc.), they share their opinions. Another hypothesis supposed that the analysis
of the friendship network would reveal that the ethnic, territorial, European and gender
identity influence the choice of friends and the development of the friendship.
Identity
The identity means standardization, comparing, equalization (Todorova, 2004). The
identity is created by means of the achievement of the sense of belonging to a group. The
individual compares oneself to the other people and establishes the similarities with the
in-group and the differences with the out-groups. The identity is related to the internal
co-ordination and stability, to the image of oneself as possessing some durable and stable
traits in spite of the social roles that the individual executes in the different situations
(Cuéllar, Nyberg, Maldonado & Roberts, 1997).
The component of the ethnic identity were the pride of the belonging to an ethnic
group (related to the attachment to the ethnic in-group, the positive attitudes towards the
ethnic in-group, the interest in the culture, history and the traditions of the ethnic in-
group) and ethnic differentiation (the wish for having friends and conjugal partner from
the ethnic in-group), the inclusion in the social life and cultural practices of the ethnic
in-group (speaking the language of the ethnic in-group, confessing the religion of the
ethnic in-group, celebrating the ethnic holidays, etc.). (Valk & Karu, 2001; Phinney, 1992;
Verkuyten, 2002; Verkuyten, 2003).
Method
The method of this study included the unification of a name generator (every respondent
indicates the initials of four of his/her friends) and a name interpreter (every respondent
indicates his/her socio-demographical characteristic, his/her friends socio-demographical
characteristic, as well as he/she answers the questions about the maintained relationships
concerning the frequency of the meetings, the themes of the conversations, the duration of
the relationship, the mutual perceptions of the two parts in the relationship). The research
was carried out in 2006. The personal open friendship networks were studied – every
respondent described the relationships between his/her friends. The analysis concerned
these facts that were observed and marked by the actors in the network. The respondent
is called «Ego», and the people he/she maintains some relationships with –«Alters» (Fer-
rand & Federico de la Rùa, 2006).
95
Table 1. Name generator and name interpreter for studying the friendship networks
How do How many Ordinarily, what
you think How do times did are your relations
How much your friend you perceive you meet with this person?
time do perceives you? your friend? your friend (you could enclose
Your His/her you know (choose no ( choose no during the all the letters that
friend’s first His/her His/her ethnic His/her His/her him/her more than 3 more than 3 past month? correspond to
name gender age group religion occupation from? answers) answers) your answers)
a) you counsel
a) as a student a) meetings with him/her
every day
b) you share your
b) as an b) meetings personal problems
a) as a
European once per
student week
a) he/she c) you speak about
b) as an the politics
studies c) as an c) meetings
European 2-3 times
(please, inhabitant of d) you speak about
per week your plans about
indicate a city c) as an the future
what) ......... inhabitant d) meetings
d) as a young of a city 2-3 times e) you speak about
..................... per month other countries,
a) Christian ......... person
a) man d) as a other people and
young e) meetings their manner
e) as a person once per of life
b)woman b) Muslim b) he/ month
foreigner
she works e) as a f) you speak about
f) only travels
c) atheist (please, foreigner
f) as a friend phone calls
a) indicate or messages, g) you frequently
f) as a friend no meetings
Bulgarian d) other what) ......... a) from ...... feed together
g) as a man/
(please, ..................... years g) as a man/
woman h) you go out
b) other indicate ......... woman together to the
(please, which one ) b) from .... cinema, parties...
h) other h) other
indicate ........... c) months (please, (please, j) you work/study
which unemployed indicate together
indicate what) .
what) ............
one) e) I do not c) less than ............................. ........................ k) you live
................ know d) pensioner a month .................. ............ together
Who of your What are the relations between
Your friends mentioned your friends who know each
first Your Your Your ethnic Your above know each other?
name gender age group Your religion occupation other?
.................. knows a) they avoid each other
a) you study ...................... b) they know each other slightly
a) man (please, c ) they get on together
indicate
. .................. a) they avoid each other
b) a) Christian what) .......
knows...................... b) they know each other slightly
woman
b) you work c ) they get on together
b) Muslim
(please, .................. a) they avoid each other
c) atheist indicate knows...................... b) they know each other slightly
what) ......... c ) they get on together
a) Bulgarian d) other ....................
.................. a) they avoid each other
(please, .........
knows...................... b) they know each other slightly
b) other indicate c ) they get on together
c)
(please, which one)
unemployed .................. a) they avoid each other
indicate ....................
knows...................... b) they know each other slightly
which one) d) pensioner c ) they get on together
...................
96
Sample
The studied social network embraced 40 friendships of 10 students in psychology by
correspondence in the second course, 88 friendships of 22 regularly students in psychology
in the third course, 28 friendships of 7 regularly students in pedagogy in the forth course
in the South-West University in Bulgaria, and 40 friendships of 10 residents of village
Kostenetz in Bulgaria. The data were elaborated by means of UCINET and PAJEK.
The studied relationships were between 223 couples of friends. 13 couples of friends,
the respondents maintained friendships with, avoided each other. 34 couples of friends,
the respondents maintained friendships with, knew each other slightly. 176 couples of
friends, the respondents maintained friendships with, got on with each other.
Results
Fig. 1 Scheme of the relationships between friends, three-dimensional image
1 indicated the respondents’ friends who avoided each other; 2 indicated the respondents’ friends
who knew each other slightly; 3 indicated the respondents’ friends who got on with each other.
The symmetry of the friendships could be established because the students frequently
indicated as their friends other respondents who were studied, too. In the friendship net-
works, we found some structures where the respondents maintained close relationships
only with other respondents.
The clique is a structure composed by no accidental connections between the actors
where all the actors are related between them. 15 cliques were found - unifications between
at least five of the actors. The kernel of the actors in the network who were the most
strongly related between them was the students in psychology in the third course and their
friends. The density of this kernel was 2.19; the density of the periphery was 0.055. The
density was computed as the number of the directed connections was divided into the
number of the ordered couples.
97
The measurement of the centrality was based on the number and the length of the direct
ways (connections) between the actors. The students in psychology in the third course had the
most connections with the other actors in the social network. For all of the respondents, the
average index of centrality degree=11.075; SD=5.399. The coefficient of variation = 48.8%,
namely the studied social network was moderately homogeneous in its structure positions.
The minimum number of connections between the actors was 3, the maximum was 43. The
network centralization expresses the degree of inequality. In this case, Network Centralization
= 16.12%, that is to say that the advantages to what the positions of the actors in the network
were related were almost uniformly distributed in the network. There was no a leading actor
who centralized big power and resources compared to the other actors. The homogeneity of
the network= 0.62%, that is to say the network consisted of heterogeneous actors.
One actor could be related to a big number of other actors, but they could be uncon-
nected with the rest part of the network as a whole. In this case, the actor is central only
for a section of the network – Closeness centrality. The studied social network was broken;
there were interminable distances, a few actors who were not connected between them.
The students in psychology in the third course had the biggest closeness to the other ac-
tors in the network. For all of the respondents, the average index of Closeness centrality
was nCloseness=35156.518; SD=5235.667. The coefficient of variation = 16.6%, that is
to say the studied social network consisted of some relatively unconnected between them
elements. There were a few components of the network that were connected between
them, but unrelated to the other parts of the network. Two of the parts of the network
(loops, closed chains) were isolated by the other parts of the network. The density of the
network= 0.0194 (with the loops). The number of couples who were not connected to
the other elements of the network was 35050. The average distance between the couples
who were connected between them was 4.10602 (the couples needed four mediators to be
joined). The outermost members of the network had a distance of 11 mediators far from
the other members of the network. The group cohesion was very little (Distance-based
cohesion = 0.049; this index varies from 0 to 1, the big values indicate the big cohesion). The
fragmentation of this network was big (Distance-weighted Fragmentation = 0.951).
75802
309
1256649
540
98
(The type of triad was indicated according to Borgatti, Everett, and Freeman’s scheme
(1999) defining the existence of 16 possible triads in each network).
The reciprocal friendships existed only between 5.75% out of the actors in the triads.
99
not discussed (145 out of 179 relations with friends Bulgarians, 7 out of 8 relations with
friends Macedonians, 2 relations with friends Turks) (χ|3|2=9.061; p=0.028).
All respondents (131 relationships) who shared some personal problems did not
perceive their friends as foreigners. 3.1% out of the respondents (2 out of 65 relation-
ships) who did not share any personal problems perceived their friends as foreigners.
The respondents kept themselves in control not to reveal themselves towards their friends - foreigners
(χ|1|2=4.072; p=0.044).
100
occupation was important in the friendship because every respondent was informed about
his/her friend’s occupation.
33.3% (N=12) out of the students and two workers maintained friendships with people
having the same occupation like theirs. 22.2% (N=8) out of the students and one unemployed
man, and one pensioner maintained friendships with people having the same occupation
like theirs and with people having a different occupation. 30.6% (N=11) out of the students
and two workers maintained friendships with people having the same occupation like theirs
and with people having two different occupations. 11.1% (N=4) out of the students, one
unemployed man and three respondents who studied and worked maintained friendships
with people having the same occupation like theirs and with people having three different
occupations. One student and one respondent who studied and worked maintained friend-
ships with people having different occupations. The respondents who studied and worked maintained
friendships with members of the most various social groups (χ|16|2=34.687; p=0.004).
61.7% out of the respondents (29 out of 47 relations) who perceived their friends as
students were perceived by their friends as young people. 70.5% out of the respondents
(105 out of 149 relations) who did not perceive their friends as students were not per-
ceived by their friends as young people. The students frequently maintained friendships with young
people (χ|1|2=15.822; p=0.000). All respondents (2 relations) who perceived their friends as
foreigners were perceived by their friends as students. 69.1% out of the respondents (134
out of 194 relations) who did not perceive their friends as foreigners were not perceived
by their friends as students. The investigated students had a few friends foreigners who studied in the
South-West University (χ|1|2=4.367; p=0.037).
In 62.5% out of the relations with friends who were pensioners (5 out of 8 rela-
tions), the respondents were perceived as neighbours, relatives or through their dominant
personal qualities. In the majority of the relations with friends who studied, worked, or
were unemployed people (100 out of 106 relations with friends who studied; 51 out
of 60 relations with friends who worked; 11 out of 14 relations with friends who were
unemployed; 7 out of 8 relations with friends who studied and worked) the respondents
were not perceived as neighbours, relatives or through their dominant personal qualities
(χ|4|2=24.603; p=0.000). In 62.5% out of the relations with friends who were pensioners
(5 out of 8 relations), the respondents perceived their friends as neighbours, relatives or
through their dominant personal qualities. In the majority of the relations with friends
who studied, worked, or were unemployed people (101 out of 106 relations with friends
who studied; 50 out of 60 relations with friends who worked; 11 out of 14 relations with
friends who were unemployed; 7 out of 8 relations with friends who studied and worked)
the respondents did not perceive their friends as neighbours, relatives or through their
dominant personal qualities (χ|4|2=26.584; p=0.000). The biggest part of the friendships between
pensioners was between neighbours or relatives.
In 50% of the relations with unemployed friends (7 out of 14 relations) and in 87.5% of
the friendships with pensioners (7 out of 8 relations), the politics was discussed. In the majority
of relations with friends who studied and worked (94 out of 106 relations with friends who
studied; 48 out of 60 relations with friends who worked; 7 out of 8 relations with friends who
studied and worked at the same time), the politics was not discussed (χ|4|2=36.065; p=0.000).
The politic themes were related to the unemployed people and pensioners’ economical problems.
101
102
The homophily was a relation between two actors who belong to the same group/category (Ferrand, & Federico
de la Rùa, 2006). The strongest was the homophily according to the ethnic belonging, then according the religious
confession, the gender, the age and the most heterogeneous were the friendships according to the occupation.
According to almost all of respondents, their friends perceived them simply as friends.
1/3 out of the respondents considered that their friends perceived them as young people
(the respondents’ average age was 25.81 years old, SD=10.4 years old) and as students
(39 out of the respondents were students). A big deal among the friendships was between
fellow-students. 1/5 out of the respondents considered that the gender belonging domi-
nated their friends’ perception. Very few friends (one out of 25) were perceived as relatives,
very few were the neighbours (one out of 25) and the colleagues among the friends, that is
8.67% out of the investigated friendships according to the perceptions of the alters about
the ego were polyvalent – several roles were presented in the same relationship between
the two actors. The respondents indicated mainly objective characteristics, not personal qualities, when
they defined how their friends perceived them.
Almost all of the respondents perceived their friends simply as friends. More than
1/3 out of the respondents perceived their friends as young people and as students. A
big deal among the friendships was between fellow-students. 1/5 of the respondents
perceived their friends through the gender belonging. Very few respondents (one out of
20) perceived their friends as relatives, very few were the neighbours (one out of 25) and
colleagues among the friends, that is 10.71% out of the investigated friendships accord-
ing to the perceptions of the ego about the alters were polyvalent – several roles were
presented in the same relationship between the two actors. The respondents indicated mainly
objective characteristics, not personal qualities, when they defined how they perceived their friends. The
territorial and the European identity did not dominate in the perception of the friends.
6
The summarized percentages were most than 100, because the respondents provided more than one
answer, one respondent provided maximum 4 answers.
104
105
8.3% out of the respondents (1 out of 12 relations) who perceived their friends as
inhabitants of a city were perceived by their friends as foreigners. 99.5% out of the re-
spondents (183 out of 184 relations) who did not perceive their friends as inhabitants of
a city were not perceived by their friends as foreigners. The territorial identity was related to
the ethnic identity, but the connection between them was weak (χ|1|2=6.768; p=0.009). According
to Moser and Lidvan (1992), a person feels comfortable if the quarter he/she is living in
is a bigger one, if he/she likes the population of this quarter, if he/she frequently meets
the other people living in this quarter, if he/she has some friends living in this quarter
and if he/she has a strongly expressed territorial identity.
88.6% out of the respondents (31 out of 35 relations) who perceived their friends as
a man/a woman were perceived by their friends as a man/a woman. 95.7% out of the
respondents (154 out of 161 relations), who did not perceive their friends as a man/a
woman were not perceived by their friends as a man/a woman. There was reciprocity in
the respondents’ notions about the fact how they perceived their friends and how their
friends perceived them (χ|1|2=130.49; p=0.000). 65.7% out of the respondents (23 out
of 35 relations) who perceived their friends as a man/a woman were perceived by their
friends as young people. 68.9% out of the respondents (111 out of 161 relations) who did
not perceive their friends as a man/a woman were not perceived by their friends as young
people. The perception of the gender identity more dominated in the young people’s friendships than it
did in the elderly people’s friendships (χ|1|2=14.775; p=0.000). 83.9% out of the respondents
who perceived their friends simply as friends (151 out of 180 relations) were not perceived
by their friends as a man/a woman. 56.3% out of the respondents who did not perceive
their friends simply as friends (9 out of 16 relations) were perceived by their friends as
a man/a woman. In the friendships where the gender identity dominated, the relations developed in
something more than the friendship was (χ|1|2=15.147; p=0.000).
More than a half of the respondents met their friends every day or 2-3 times per week,
that means frequent interactions. The other indicators for the intensity of the relation-
ships were the long standing 96.4% out of the friendships, as well as the big number of
the discussed themes with one and the same friend.
106
107
The most frequently the friendships were characterized by four categories: sharing
of the personal problems, counseling, going out together, and speaking about the plans
for the future.
Discussion
The hypothesis of the research that the most friends share a lot of common features
– they have the same status, they belong to the same social group (ethnic, professional,
religious, etc.), they share their opinions – was proved. The friends were people having
the same characteristics. There was reciprocity in the respondents’ notions about the fact
how they perceived their friends and how their friends perceived them – as men/women,
as young people, as inhabitants of a city, as neighbours, as relatives, through dominant
personal qualities, as foreigners, as Europeans. Usually the friends had the same occupation
and the same social status. The respondents who studied and worked maintained friend-
ships with members of the most various social groups. The students frequently maintained
friendships with young people. The elderly people like the pensioners more frequently had
friends among their neighbours and relatives that the young people did. The biggest part
of the friendships between pensioners was between neighbours or relatives. The elderly
people more frequently talked about the politics with their friends than the young people
did. The politic themes were related to the unemployed people and pensioners’ economical
problems. The most respondents maintained friendships from childhood days and they
indicated namely these friends as close, they though of them firstly.
The hypothesis that the ethnic, territorial, European and gender identity influence the
choice of friends and the development of the friendship was proved, too. The respondents
indicated mainly objective characteristics, not personal qualities, when they defined how
their friends perceived them and when they defined how they perceived their friends.
The ethnic characteristics were important in the friendship because every respondent
was informed about his/her friend’s ethnic belonging. The members of the ethnic majority
in Bulgaria maintained friendships mainly with the members of the ethnic in-group, while
the people from the ethnic minorities maintained most frequently friendships with mem-
bers of the ethnic out-groups. The respondents kept themselves in control not to reveal
themselves towards their friends – foreigners. The European identity was not yet a part of
the respondents’ identity at the end of 2006, the European identity did not dominate in
the perception of the friends, but the European identity unified the friends to find more
common things between them when they had different ethnic identities. The territorial
identity was related to the ethnic identity, but the connection between them was weak.
The people of the ethnic majority in Bulgaria maintained friendships mainly with people
confessing the same religion, while the people from the ethnic minorities more frequently
maintained friendships with people confessing different religions. The religion was impor-
tant in the friendship because almost all respondents were informed about his/her friend’s
religion. The friend’s different religion impels the members of the ethnic majority to speak
about other countries, other people and their way of life, or about travels.
The territorial identity did not dominate in the respondents’ identity. The territorial
identity dominated more in the young people’s notions about their friends than it did in
the elderly peoples’ notions about their friends.
108
In the friendships where the gender identity dominated, the relations developed in
something more than the friendship was. The perception of the gender identity more
dominated in the young people’s friendships than it did in the elderly people’s friendships.
The women went out more frequently with their friends to the cinema and parties than
the men did.
The analysis of the friendship network is a method that could be successfully used to
clarify the factors that influence the choice of friends.
References
Borgatti, S.P., Everett, M.G. & Freeman, L.C. (1999). UCINET 6.0 Version 1.00. Natick,
Analytic Technologies.
Brueckner, J. K. (2006). Friendship Networks. Journal of Regional Science, 46; No. 5;
847–865.
Cuéllar, I., Nyberg, B., Maldonado, R. E. & Roberts, R. E. (1997). Ethnic Identity and Ac-
culturation in a Young Adult Mexicanorigin Population. Journal of Community Psychology,
Vol. 25; No. 6; 535–549.
Ferrand, A. & De Federico de la Rua, A. (2006). Mèthodes d’analyse des réseaux sociaux.
En Caselli, G., Vallin, J. y Zunsch, G. (coords.): Encyclopédie de démografie: analyse et syn-
thèse. Volume VIII. Obsevation, méthodes auxiliaires, enseignement et recherche. Paris : INED;
459-495.
Haynie, D. L. & D. C. Payne. (2006). Race, Friendship Networks, and Violent Delinquency.
Criminology, vol. 44, No. 4; 775-805.
Phinney, J. (1992). The Multigroup Ethnic Identity Measure: A new scale for use with
adolescents and youth adults from diverse groups. Journal of Adolescent Research, 7;
156-176.
Moser, G. & Lidvan, P. (1992). Environnement et sentiment d’insécurité. En Bernard, Y.
y Segaud, M. (coords.): La ville inquiète. Paris, :Editions de l’Espace Européen; 53-66.
Testo, R. Friendship and Friends: The Study of Friendship and the Rules to Maintain It,
http://people.wcsu.edu/mccarneyh/acad/testo.html, Retrieved on 24 March 2008].
Todorova, L. (2004): Bulgarian Identity in the European Cultural and Educational Sphere,
en Tsvetanova-Churukova, L., Dimitrov, D. Kr., Hristova, S., Dimitrov, D. G., Geor-
gieva, V., Stancheva-Popkostadinova, V., Stoyanova, T., Levunlieva, M. Y Bouresh, M.
(coords.): The Educational Heritage and Dialogue in the European Pedagogical Space. Blagoev-
grad, University Press “Neofit Rilski”; 311-316.
Tsai, J. H.-C. (2006). Xenophobia, Ethnic Community, and Immigrant Youths’ Friendship
Network Formation. Adolescence, vol. 41, No. 162, Summer 2006; 285-298.
Valk, A. & Karu, K. (2001). Ethnic Attitudes in Relation to Ethnic Pride and Ethnic Dif-
ferentiation. Journal of Social Psychology, Vol. 141, No .5; 583–601.
Verkuyten, M. (2002). Ethnic Attitudes among Minority and Majority Children: The Role
of Ethnic Identification, Peer Group Victimization and Parents. Social Development,
Vol. 11, No. 4; 558-270.
-(2003). Ethnic In-group Bias among Minority and Majority Early Adolescents: The Percep-
tion of Negative Peer Behaviour. British Journal of Developmental Psychology, 21; 543–564.
109
IDENTIDADES, AUTOIDENTIFICACIONES
TERRITORIALES Y REDES SOCIALES DE
ADOLESCENTES Y JÓVENES INMIGRANTES
Resumen
Este trabajo analiza las redes sociales y las pautas de identificación territorial de una
muestra de 413 adolescentes y jóvenes inmigrantes en Huelva y provincia (España), de
primera generación y media y segunda generación. Se describen las redes sociales de los
inmigrantes y sus identificaciones territoriales, para después analizar sus vínculos a través
de un análisis bivariable, y de la aplicación de una regresión logística multinomial, que toma
como variable dependiente la autoidentificación territorial. Entre los principales resultados
cabe destacar la división de la muestra básicamente en tres grupos de alrededor de un tercio
del total: identificados con el origen, con el destino y con una identificación múltiple o trans-
nacional. Contar, entre otras cosas, con amigos españoles en la red es uno de los factores
que se asocian a la mayor identificación con España, mientras que mantener contactos con
familiares en el origen es importante para entender la identificación con el país de origen.
En cambio, los resultados sugieren que los identificados transnacionalmente se nutren de
amigos tanto españoles como no españoles (algunos de estos últimos que están fuera de
España y con los que contactan por múltiples vías). Concluimos también que aunque las
redes sociales contribuyen a explicar las autoidentificaciones de los inmigrantes, hay otros
factores en el escenario explicativo de este objeto de estudio polifacético.
Abstract
This work studies the social networks and territorial identities, considering a sample of
413 adolescents and youngters interviewed in Huelva (Spain) belonging to a first and a half
and second generation immigrants. The immigrant’s social networks and territorial identities
are first described in a univariable analysis, and, in order to analyse their links, in a second
and third step, it was made a bi-variable analysis and a multinomial logistic regression. In
this last case the territorial identity was the dependent variable. Among the results, we found
three main groups: those identified with Spain (the destination country), those with the
country of origin, and those with a transnational identification or a multiple identity, each
group representing around one-third of the sample. One of the factors more associated
111
with the identification with Spain was having Spanish friends. One factor linked with the
identification with the country of origin was having differents ways of keeping in touch
with relatives there. Nevertheless, the results suggest that those identified transnationally
have Spanish and non Spanish friends, and that they keep in touch with the last ones by
different ways (chats, messenger, e-mails…). It was also concluded that although the social
networks contribute to explain the autoidentifications of immigrants, there are other factors
in the arena for the explanation of this multifaceted object of study.
1. Identidades y autoidentificaciones
Parece claro que las identidades, entre las que se incluyen las identidades étnicas, se
construyen a partir del diálogo que se produce entre la auto-evaluación que cada individuo
hace sobre sí mismo y la evaluación externa que recibe de los otros (Newby y Dowling,
2007), en un proceso complejo. La construcción de la identidad personal y la forma en que
se da lugar a las autoidentificaciones en los inmigrantes son complejas, pues participan en
ellas las relaciones sociales que se establecen tanto dentro como fuera de la familia (Ricuc-
ci, 2005), pudiendo entonces afirmarse que la identidad y las identificaciones se arraigan
en múliples elementos (familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.) que están
presentes en la vida cotidiana. Algunos autores, no obstante, documentan la importancia
que tiene la socialización en la familia étnica como componente central para la formación
de la identidad étnica entre los niños inmigrantes (Umana, Bhanot y Shin, 2006).
Uno de los procesos cognitivos que se activan especialmente con la experiencia
migratoria es la búsqueda, construcción, afirmación, negación o reconstrucción de las
identidades e identificaciones personales. La llegada a un nuevo contexto sociocultural,
que aporta nuevas pautas y valores de referencia, hace que cualquier extranjero cuente con
la experiencia de comparar y contrastar su bagaje con el que el nuevo contexto le aporta.
El duelo migratorio que se produce al confrontar nuevas realidades va unido, entre otras
cosas, a la posibilidad de que las identidades se modifiquen1. De esta forma, en su trayec-
toria vital, los inmigrantes a menudo internalizan una nueva identidad nacional cuando
se trasladan a otro país, a través de un proceso de aculturación psicológica, que produce
la identificación con valores diferentes a los del lugar de origen (Grant, 2007). Si bien los
procesos de conformación de identidad son susceptibles de cambio a lo largo de toda
la vida, algunas situaciones son más propicias a ello, produciendo incluso rupturas con
identidades previas. Es el caso del tránsito a otras etapas de la vida (adolescencia, juventud),
o la ruptura que produce la misma experiencia migratoria (Rodríguez, 2006). Así, con la
llegada a otro país, que aporta nuevas visiones y confronta estilos de vida, se intensifican
de manera especial los procesos de construcción y reconstrucción identitaria.
Las identidades e identificaciones, aunque puedan permanecer bastante estables a
lo largo de una vida, no necesariamente tienen porqué ser fijas. Factores a los que se ha
1
Aunque la posibilidad del cambio de identidad no tiene que ver sólo con el hecho migratorio, éste suele
precipitar a veces esta circunstancia al encontrarse de forma nítida el individuo en un nuevo escenario que
contribuye a remover sus concepciones más íntimas.
112
atribuido diferente peso en la conformación de las identidades son algunos como la clase
social, el origen cultural, la acción individual… (Rodríguez, 2006). La identidad étnica ha
sido incluso asociada a factores como el estrés, los problemas de salud, la autoestima o la
depresión, en un plano más psicológico, donde la existencia de crisis de identidad se asocia
en mayor medida con estos fenómenos (Juang, Nguyen, Lin; 2006; Romero, Martínez y
Carvajal, 2007). Experiencias vitales, a veces negativas o incluso traumáticas ligadas a la
discriminación o el racismo acompañan a veces estos procesos de construcción identitaria,
ligados en no pocas ocasiones al contacto cotidiano con otras personas.
2. Redes sociales
No hace falta recordar, pues la bibliografía al respecto en los últimos años es abun-
dante, que el capital social, entendido en términos de redes de apoyo personal y social, es
importante en la vida de las inmigrantes y un acicate para su integración social, mediando
en los procesos y trayectorias migratorias (Gualda, 2005), y habiendo dado lugar a hipótesis
diversas relativas a la importancia que las redes tienen para los inmigrantes en diversos
momentos de su proceso migratorio: desde antes de salir, al asentamiento en la sociedad
de destino migratorio. Las redes son especialmente importantes porque generan vínculos
de confianza entre personas de grupos minoritarios que tienden a confiar en sus comuni-
dades y, de esta forma, compensan otras deficiencias (Kazemipur, 2006).
Algunas investigaciones han detectado diferencias según se trate de redes familiares
o de redes personales. Así, por ejemplo, hay quien subraya que las redes de amigos
(frente a las familiares) tienen la ventaja de conectar a los inmigrantes con miembros
de la sociedad más amplia, se trate de amigos que residan o no en la misma ciudad. De
esta forma, la existencia de redes de amistad, o contar con una red de conocidos (en
el sentido ya descrito relativo a la fuerza de los “lazos débiles” por Granovetter -1973,
aunque en otro contexto), pueden permitir salir del encapsulamiento familiar y ofrecer
nuevas oportunidades que serían inviables en el ámbito familiar. Los efectos negativos
del encapsulamiento familiar para los inmigrantes o de comunidades herméticas fueron
ya descritos (Miguel, Pascual y Solana, 2004; Pascual, Miguel y Solana, 2007; Maya, Mar-
tínez y García, 1999).
Es habitual que los jóvenes inmigrantes reconstruyan sus redes de amistad después
de llegar a un nuevo país. Esto entraña dificultades que pueden amenazar su crecimiento
psicológico. La formación de las redes sociales debe ser comprendida igualmente en un
contexto macro, sociocultural, que da forma a la experiencia individual. En este sentido,
algunos elementos del contexto pueden influir en la manera en la que los jóvenes re-
construyan sus redes de amistad (como sería el caso de la densidad de población según
nacionalidad de origen en un territorios), etc. (Tsai, 2006). Otro de los elementos que se
abordan en la bibliografía es la importancia que a veces tiene vivir cerca de la comunidad
étnica, que se convierte entonces en un factor protector cuando la proximidad de jóvenes
coétnicos incrementa la creación de nuevas redes de amistad. Esto puede ser especialmente
importante si la sociedad receptora proporciona un contexto hostil.
113
2
Véase en Diccionario de la Real Academia Española, en http://www.rae.es.
114
4. Objetivos y metodología
Este trabajo busca conocer cómo son las redes sociales de un grupo de inmigrantes
adolescentes y jóvenes entrevistados en Huelva para, a partir de aquí, conectar la descrip-
ción hecha de éstas con los procesos de autoidentificación de los mismos hacia diferentes
territorios correspondientes con el origen familiar, el destino migratorio o un escenario
territorial más amplio (el mundo).
Los aspectos metodológicos básicos que guían el trabajo han sido descritos en el tra-
bajo de Barbara Schramkowski en este mismo número de Portularia, por lo que eludimos
repetir de nuevo dicha descripción. Sólo recordar que los datos que siguen se basan en
la aplicación de una encuesta a 413 adolescentes y jóvenes inmigrantes escolarizados en
Huelva, de alrededor de 12-17 años (edad media de 14 años). En lo que sí nos parece
oportuno detenernos ahora es en explicar brevemente qué variables son las que mane-
jamos más específicamente en este trabajo y cómo se operativizaron, a fin de una mejor
comprensión del texto que sigue:
Identificación territorial
Respecto a la cuestión de la identificaciones territorial, se formuló una pregunta sencilla
en el cuestionario: De los siguientes lugares, ¿con cuál o cuáles te identificarías?, a la que el entre-
vistado podía responder: “Sí”, “No”, o “No sabe, no contesta”. La lista sugerida sobre la
que se contestaba incluía lugares del origen (país, pueblo o ciudad en que he vivido antes
de venir a España), del destino migratorio (pueblo o ciudad en que vivo actualmente,
Andalucía, España), el mundo, o ningún lugar. También se posibilitaba al entrevistado
de manera abierta que indicara con qué otros lugares o cosas se identificaba, ante lo que
algunas personas declararon identificarse con espacios tales a “Miami”, “el mar”, etc. pero
se trató de respuestas anecdóticas. En un segundo nivel de análisis se construyó una nueva
variable (identificación territorial agregada) a partir de las anteriores en que se resumía
la identificación en cuatro grupos (origen, destino, mundo, ninguna identificación). Para
llegar aquí se recodificó caso a caso la variable de forma tal que si un chico o chica había
contestado, por ejemplo, que sí se identificaba tanto con España como con Andalucía se
le asignaba a la nueva categoría de “identificación con el destino migratorio”. La misma
pauta de codificación se aplicó para el resto de identificaciones considerando siempre
todas las respuestas emitidas sobre la identificación.
115
Otra de las estrategias empleadas para conocer el apoyo social que podía tener el en-
trevistado fue incorporar la escala de DUKE-UNC-11 de apoyo social funcional, validada
en España por Bellón y otros (1996) y basada en una escala Likert de cinco puntos. Se
incorporaron once ítems relacionados con el apoyo cognitivo, instrumental y emocional a
partir de una pregunta genérica que era “De las siguientes cosas, indica en qué medida te ocurren
esas cosas normalmente”. El entrevistado contestaba a partir de una escala Likert de uno a
cinco puntos (mucho menos de lo que deseo, menos de lo que deseo, ni mucho ni poco,
casi como deseo, tanto como deseo). A partir de los once ítems se construye un índice
sintético que subdividimos en cuatro categorías: sin déficit, con déficit moderado, déficit
medio y déficit extremo. Sin deficit, corresponde a los que contestaron que no tenían “ni
mucho ni poco” apoyo social o “casi como deseo” o “tanto como deseo” en los once
ítems formulados. Con déficit moderado serían los que en entre uno a tres ítems declararon
que tenían menos y mucho menos apoyo social del que deseaba. Con déficit medio serían
los que en entre cuatro a seis ítems declararon que tenían menos y mucho menos apoyo
social del que deseaban. Y, con déficit extremo, están los que en entre siete a once ítems tenían
menos y mucho menos apoyo social del que deseaban.
Aunque no se consultó sobre la frecuencia de los contactos sociales con personas en
el lugar de origen, el cuestionario incluyó dos baterías de preguntas relativas a los medios
por los cuales se mantenía el contacto con familiares y amigos en este país (messenger,
chats, teléfonos, e-mails, cartas y visitas personales). A partir de aquí se elaboran dos ín-
dices, uno relativo a la frecuencia de aparición del uso de medios de contacto con amigos
y otro para familiares, con cuatro categorías cada uno (“no contacta”, si el entrevistado
no contacta por ningún medio, “contacta por un medio”, “por dos o tres medios” o “por
cuatro o cinco medios”, que sería la máxima frecuencia de medios usados posibles para
el contacto con familiares o amigos).
Comentar, por último, antes de iniciar la descripción, que alrededor del 48% de nuestra
muestra había llegado sólo dos años antes a España en el momento de ser entrevistados,
un 43% llevaba en torno a 3 a 8 años, un 6% llevaba nueve y más años en España y un
3% nació aquí, integrando una “segunda generación” de inmigrantes.
5. Identidad territorial
Llama la atención que, encontrándonos con una población adolescente y joven que en
su mayoría lleva en España menos de 9 años (y de estos un 47% un máximo de dos años),
un 35% de los mismos se declare identificado con este país (Tabla 1), lo que probablemente
pueda ser explicado por la escolarización de estos chicos y chicas (donde comparten todos
los días espacios con españoles, lo que les hace recibir de forma natural elementos propios
de la cultura que les rodea), así como por su edad. Destaca la complejidad existente en el
hecho de identificarse, haciéndose esto de forma múltiple. Así, al sugerir diferentes ámbi-
tos territoriales de identificación encontramos que el adolescente y joven puede declarar
que se identifica con diversos elementos a la vez (por ejemplo: con España, Andalucía
y el pueblo en que reside). La pauta básica fue la fragmentación de los entrevistados en
tres segmentos: los orientados al origen, al destino y al mundo en general, además de un
pequeño grupo que dijo no encontrarse identificado con ningún territorio. El tiempo de
estancia en España fue una de las variables que parecían modular más claramente las ten-
dencias encontradas hacia una identificación territorial u otra. De esta forma, se trata de la
116
Por otra parte, como ya señalamos, los datos nos remiten no sólo a identificaciones
mono-territoriales sino, normalmente, multiterritoriales, en un doble sentido: orientadas
hacia origen o destino migratorio de la familia, u orientadas hacia el mundo (donde nor-
malmente se incluyen las anteriores). Un mayor tiempo de estancia en España, parece
afectar, a una debilitación de las señas de identidad hacia el origen migratorio, mientras
que se fortalecen las identificaciones territoriales múltiples. ratándose de jóvenes y ado-
lescentes que han sido socializados en su mayor medida en España (y entrevistados a una
edad media de 14 años), no resulta tan extraño que se decanten sobre todo por el destino
migratorio y el mundo al ser preguntados sobre sus identificaciones.
117
118
amigo. Son datos, a nuestro modo de ver, optimistas, por cuanto el entrevistado citó
libremente a sus amigos, indicando sus lugares de origen. De todas formas, otra lectura
que puede hacerse es negativa, pues en la medida en que la presencia en las aulas de
los inmigrantes puede favorecer la formación de amistades autóctonas, debería resultar
extraño que sólo un 50% de ellos citara entre sus mejores amigos a españoles, toda vez
que la mayor parte de alumnos en el aula lo son. Las tendencias a la homofilia, basada
en la proximidad que proporciona pertenecer al mismo origen pueden hacer entender
este particular, entre otros factores que rodean los procesos de integración. En ulteriores
explotaciones consideraremos este aspecto con más atención para perfilar qué influencia
tiene o no el contexto escolar y poblacional en que se encuadran estas relaciones.
Huelva, igual que otros ámbitos en España, se ha convertido en pocos años en un
contexto donde la diversidad cultural está presente y se concreta en la presencia de personas
de múltiples países de origen, como las estadísticas dan buena cuenta de ello (Observa-
torio Permanente de la Inmigración, 2007). Las relaciones de amistad intra e interétnicas
en este contexto, entendiendo por ellas las que se producen entre personas de diferente
origen étnico, pueden ser de diferente tipo. La pauta que encontramos con los datos
empíricos disponibles apunta hacia la endogamia y exogamia en las redes sociales de los
entrevistados. Endogamia en un sentido más estricto cuando las relaciones de amistad se
mantienen con personas del mismo país, y endogamia entendida de forma menos estricta
cuando se establecen con personas del mismo continente. La exogamia reflejada en las
relaciones con personas de otro continente y en las relaciones con españoles. Los datos
de nuestra investigación, creando una nueva variable donde se evalúa caso a caso esta si-
tuación de endogamia y exogamia en la red de los tres mejores amigos, apuntan hacia que
el grueso de los amigos de adolescentes y jóvenes inmigrantes en Huelva pivota en torno
a personas de España (por una obvia influencia del contexto escolar y municipal) –mayor
en el segundo y tercer amigo que en el primero- o del propio país de origen (mayor para
el primer amigo y algo menor para el segundo y el tercero). Encontramos también que
para un menor número de personas los mejores amigos son del mismo u otro continen-
te, siendo evidentes por tanto las tendencias hacia la homofilia en el establecimiento de
relaciones de amistad, siguiendo a De Federico (2005), tanto en términos de estructura de
oportunidades como de similitud nacional3.
3
La homofilia, entendida como la preferencia en este caso de amigos de las mismas características se con-
cretaría como “estructura de oportunidades para conocer a alguien ligada a la proximidad geográfica del lugar de
residencia (es más probable devenir amigo de alguien que vive cerca), la similitud de sexo… [variable a la que en
este trabajo no nos referimos] y la similitud nacional (es más probable ser amigo de alguien de igual nacionalidad
que de alguien de nacinalidad distinta)” (De Federico, 2005:171-172).
119
Tabla 3. Endogamia o exogamia en el país del primer, segundo y tercer mejores amigos (%)
Origen de los amigos Primer mejor amigo Segundo mejor amigo Tercer mejor amigo
España 38,1 46,7 51,1
Mismo país de origen
47,2 42,0 37,6
que el entrevistado
Mismo continente (no
computan los casos de 8,5 5,8 7,4
la categoría anterior)
De otro continente 6,2 5,5 3,9
Fuente: Gualda, E. (Dir.) (2008): Estudio HIJAI, 2007. Se trata de tres variables construidas a par-
tir de las respuestas respecto al país de nacimiento del amigo y el país de nacimiento del entrevis-
tado. En el caso de nuestra muestra hay un 3% de segunda generación, nacidos en España, donde
se considera a los efectos de esta codificación el “país de origen familiar”
(padre, madre) del entrevistado.
Entrando ahora en algo más de detalle respecto a las redes de los tres mejores amigos
(Tabla 4), se podrían hacer algunas sugerencias de interés. En el análisis país por país se
observa la tendencia a la homofilia por similitud nacional, cuando se trata de nacionalidades
que en el contexto onubense tienen una presencia importante. Pero al mismo tiempo, las
pautas menos frecuentes, pero existentes, de homofilia por similitud continental, apare-
cen especialmente en aquellos chicos y chicas inmigrantes cuya procedencia de origen
no es tan común en la provincia (sería el caso de Bolivia en nuestros datos). Así, frente
a una lógica endogámica de las relaciones sociales (la tendencia endogámica a mantener
relaciones con personas del mismo origen que se ve matizada cuando en el contexto de
origen son pocas o nulas las personas que hay de la misma nacionalidad), encontramos
una lógica exogámica de mantener relaciones con los autóctonos, grupo mayoritario en
los municipios de residencia y en el ámbito educativo, respecto al que son más probables
los contactos cotidianos. Estas lógicas operan, con el matiz continental, de forma clara
en todas las nacionalidades observadas.
Por otra parte, lo de tener a los mejores amigos entre personas de otro continente se
manifiesta como una tendencia anecdótica en este tipo de relaciones interétnicas. Algo
más de incidencia tenían las relaciones establecidas con personas del mismo continente sin
incluir el propio país (tipo: Colombia-Ecuador, Ecuador-Bolivia; Rumania-Polonia, Croacia-
Polonia, etc.). La proximidad cultural y geográfica a otros países, así como la proximidad
en términos lingüísticos, fenotípicos, etc. contribuyen a estas relaciones. Si bien suele ser
menor del 10% por término medio el porcentaje de adolescentes y jóvenes inmigrantes en
Huelva que cuentan entre sus mejores amigos con personas del mismo continente, estas
cifras son muy elevadas sobre todo para personas de Bolivia (primer, segundo y tercer
amigo), que tienden a relacionarse con otras personas de América Latina en una gran pro-
porción, lo que probablemente se debe a la menor presencia de efectivos del mismo país
en los ámbitos de residencia. Esto ocurre de forma similar (aunque no respecto a los tres
amigos como en el caso boliviano) con personas de otros países cuyos efectivos en la edad
de nuestros entrevistados tampoco son muy importantes (Polonia, Sáhara, Bolivia, Ucrania
e Inglaterra). Los rasgos particulares que muestra el contexto, en este caso, en relación al
120
peso que tiene la población del propio país de origen en el municipio y las probabilidades
de relación social que ello comporta, permite a adolescentes y jóvenes, como sugiere Tsai
(2006) reconstruir las redes de amistad. Adicionalmente, algunas peculiaridades históricas
en la zona, como es el caso de las relaciones que hubo desde hace mucho tiempo entre
españoles y portugueses, o de algunos grupos sociales, como ocurriría para los ingleses,
permitiría observar algunas pautas de relación específicas, que podrían hacerse extensivas
a personas de otros países. Análisis posteriores examinarán esta cuestión con más detalle
con apoyo de datos censales y técnicas específicas para testar la influencia del contexto
macro en la configuración de las relaciones sociales de amistad.
Tabla 4. Primer, segundo y tercer mejor amigo de adolescentes y jóvenes inmigrantes en Huelva
% del mismo
continente % de otro
% mismo país % España % Ns/ Nc
sin incluir el continente
propio
1º 2º 3º 1º 2º 3º 1º 2º 3º 1º 2º 3º 1º 2º 3º
Rumania 59,1 51,3 44,3 27,0 33,9 40,0 3,5 0,9 3,6 0,0 6,1 0,8 7,8 7,8 11,3
Marruecos 43,2 42,0 37,0 35,8 46,9 44,4 3,7 1,2 0,0 0,0 3,7 3,8 4,9 6,2 14,8
Colombia 34,2 28,9 23,7 55,3 60,5 55,3 5,3 2,6 5,1 0,0 2,7 0,1 2,6 5,3 15,8
Ecuador 48,4 41,9 35,5 32,3 35,5 35,5 6,4 9,7 12,9 0,0 9,7 6,4 3,2 3,2 9,7
Ucrania 26,1 34,8 21,7 39,1 34,8 39,5 4,3 21,6 12,9 0,0 0,2 4,2 8,6 8,6 21,7
Polonia 50,0 35,7 64,3 21,4 50,0 35,7 49,9 7,1 0,0 0,0 7,2 0,0 0,0 0,0 0,0
España 58,3 0,0 50,0 58,3 75,0 0,0 16,6 0,0 8,3 16,7 16,7 25,0 8,3 8,3 16,7
Sáhara 33,2 33,3 11,1 33,3 44,4 66,7 22,2 11,1 11,1 0,0 0,1 0,0 11,1 11,1 11,1
Argentina 37,5 37,5 25,0 37,5 37,5 62,5 12,5 0,0 0,0 0,0 12,5 0,0 12,5 12,5 12,5
Bolivia 25,0 0,0 12,5 25,0 50,0 37,5 50,0 25,0 37,5 0,0 25 12,5 0,0 0,0 0,0
Brasil 62,5 37,5 37,5 12,5 37,5 25,0 12,5 12,5 12,5 0,0 0,0 12,5 12,5 12,5 12,5
Lituania 25,0 37,5 0,0 62,5 50,0 75,0 12,5 12,5 12,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 12,5
Inglaterra 71,4 28,6 14,3 28,6 71,4 42,9 0,0 0,0 28,6 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 14,2
Portugal 28,6 0,0 0,0 57,1 71,4 42,9 0,0 0,0 14,3 0,0 14,3 0,0 14,3 14,3 42,8
Bulgaria 42,9 42,9 14,3 28,6 42,9 71,4 14,3 0,0 0,0 0,0 14,2 14,3 0,0 0,0 0,0
Base: Para simplificar la tabla hemos tomado de referencia los 15 países de origen de los entrevis-
tados en los que contábamos con mayor volumen de personas entrevistadas, representando estos
quince al 91% de casos. Los primeros seis países de las tablas contaron con la mayor parte de las
entrevistas (especialmente importantes Rumania y Marruecos, con 27,8% y 19,6%), mientras que
el resto tuvieron menos del 3% de las entrevistas.
Fuente: A partir de Gualda, E. (Dir.) (2008): Estudio HIJAI, 2007.
Por último, resaltar la complejidad y diversidad de las relaciones sociales que se esta-
blecen en ocasiones, donde no pocas veces se combinan como primer, segundo y tercer
mejor amigo personas que son originarias de países diferentes.
121
122
Tabla 6. Amigos españoles en la red de los tres mejores amigos, por Autoidentificación territorial
Identificación con el Identificación con Identificación con
pueblo o ciudad en España Andalucía (% de fila)
que vivo actualmente (% de fila)
(% de fila)
Sí Resto Sí Resto Sí Resto
Con amigos 66,3 33,7 46,0 54,0 46,8 52,8
españoles (252)
Sin amigos 42,7 57,3 27,5 72,5 30,5 69,5
españoles (131)
Total (383) 58,2 41,8 39,7 60,3 41,3 58,5
Fuente: A partir de Gualda, E. (Dir.) (2008): Estudio HIJAI, 2007. Cruces estadísticamente signifi-
cativos. Resto: Se refiere a la agrupación de los que contestan
“No”, “No sabe” y “No contesta”.
123
mayor. Esta pauta se mantiene idéntica referida a los contactos con la familia (aunque no
mostremos la tabla). En cambio, cuando se testa esta asociación con otros lugares hacia
los cuales se puede producir la identificación (España, Andalucía…) hayamos que esta
relación no es estadísticamente significativa, lo cual parece sugerir la importancia de los
contactos con el lugar de origen, al menos a fin de mantener la identidad orientada hacia
el mismo. También se puede pensar en que precisamente por estar identificado más con
lugares diferentes a España, se mantienen en mayor medida los contactos.
124
una categórica se van introduciendo o sacando del modelo en un solo paso y esto permite
someterlas a revisión para detectar y eliminar redundancias (Norušis, 2004). Este control
se hizo también con el método Backward (hacia atrás).
Las variables introducidas en el modelo respecto a las redes sociales, habiendo realizado
antes un análisis bivariable para su selección, fueron las siguientes: endogamia o exogamia
de la red de los mejores amigos, existencia en la red de mejores amigos de españoles o no,
contactos con familiares, contactos con amigos, número de amigos españoles, confianza
interpersonal en los españoles. El modelo considerando estas variables logra pronosticar
correctamente un 43,7% de casos observados, especialmente en las identificaciones hacia
el destino migratorio y las múltiples (mundo). Al usar el procedimiento Forward, útil para
evitar la multicolinealidad, el modelo resultante final eliminó variables como la confianza
interpersonal o la endogamia y exogamia en el primer, segundo y tercer amigo, variables
éstas que redundan con otras que se mantuvieron como más explicativas y que fueron:
tener entre los mejores amigos a españoles y no españoles, cantidad de amigos españoles
(más allá de los tres mejores) y uso de diversos medios de contacto con familiares y amigos
que se encuentran fuera de España.
El análisis de los coeficientes de regresión significativos estadísticamente y sus signos
permite observar que la identificación con España (o destino migratorio) guarda una aso-
ciación con los amigos españoles que se tengan, en el sentido de que a mayor incidencia
de no tener amigos españoles, es menor la identificación con este país. Si se contacta por
menos medios con el país de origen, esto se asocia también a una mayor identificación
con España. Respecto a la identificación con el país de origen, ésta es mayor si se usan
más medios de contacto con éste. También ocurre que a mayor incidencia de no tener
amigos españoles, la identificación con el país de origen es mayor. Por último, en cuanto
a la identificación al mundo, se asocia ésta a efectuar contactos con amigos por más vías
diferentes (chats, messenger…). También encontramos que a mayor contacto con familiares
en el origen, es menor la identificación con el mundo. Igualmente se asocia la identificación
múltiple de forma negativa con tener ningún amigo español.
Por último, aunque no es el tema central del artículo, se siguió la misma pauta para
elaborar un segundo modelo intentando entender las pautas de identificación territorial de
los adolescentes y jóvenes inmigrantes en Huelva, incorporándose en el análisis algunas
variables adicionales que en el análisis bivariable guardaban relación con la identificación
territorial: conocimiento del castellano, percepción de las oportunidades en España (en
vivienda, trabajo, etc.), sentirse parte de la sociedad española, estar a gusto o no con el lugar
en que se reside, importancia asignada a las tradiciones propias, confianza interpersonal
en españoles y orientación a quedarse o retornar. De las anteriores, y a través de nuevo
de un forward analysis, las variables seleccionadas fueron, respecto a las redes sociales: la
relativa a los contactos establecidos con familiares. También otras como el sentirse parte
de la sociedad española o no, las oportunidades percibidas en España, la orientación hacia
mantener tradiciones o no y la orientación a quedarse en España o el retorno. El juego
de estas variables pronostica la identidad territorial en un 61,2% de los casos, siendo el
pronóstico más claro respecto a las identificaciones con el mundo y con España, que con
respecto a la identificación al origen.
125
Es interesante destacar aquí que se clasifica mejor a los inmigrantes identificados con
el mundo o sin autoidentificación territorial, así como a los que lo están con el país de
destino migratorio, mientras que la predicción de los que se encuentran identificados con
el origen es más débil. Posteriores trabajos, deben indagar aún más profundamente esta
cuestión. Por otra parte, estos datos ponen de relieve la complejidad de entender la con-
formación de identidades territoriales, y también la existencia de otras variables en juego,
no incluidas en estos análisis, que pueden formar parte de las experiencias biográficas de
adolescentes y jóvenes. Otra evidencia a la que se llega es que es diferente la explicación
de las identificaciones territoriales orientadas al origen migratorio, que hacia el destino o
el mundo, en el sentido de que las variables en juego se conjugan de manera diferente, a
veces con y otras sin importancia explicativa.
10. Conclusiones
Una sociología de lo cotidiano, de énfasis interaccionista, arraigada en obras como las
de Mead (1972), Cooley (1993) o Goffman (1971), vendría a plantear que las relaciones
sociales, se encuentran en buena medida basadas en la imagen que sobre sí mismos y sobre
los otros tienen los grupos sociales y las personas. Uno es en relación a cómo sea valorado
por los demás, aunque también, diríamos, a las relaciones que mantengamos con nuestros
entornos micro y macrosociológicos. Frente a la identidad personal del individuo, su identidad
social se iría formando permanentemente a partir de la influencia de circunstancias sociales,
modificándose la imagen del yo a través de la interacción o de imágenes y etiquetamientos
colectivos que le son influyentes (Aparicio, Tornos y Labrador, 1999). La misma interacción
se basa en la percepción que tengamos del otro y de cómo ese otro generalizado nos vea a
nosotros mismos. Estas imágenes sobre nosotros, nuestros grupos de referencia, los otros
y cómo pensamos que somos vistos por los demás influyen sobre los comportamientos
que esperamos en los demás, y en lo que pensamos que se espera de nosotros, siendo
de influencia en la interacción social. Todo ello contribuye al desarrollo de nuestro self.
Estos procesos afectan a la creación de identidades étnicas y se encuentran presentes en las
relaciones sociales interétnicas. En el ámbito de las migraciones las identidades territoria-
les parecen conformarse de manera similar, basadas, entre otros factores, en la existencia
de relaciones sociales directas con personas de un territorio al que han llegado, y pueden
servir para la trasmisión de saberes socioculturales en ambos sentidos de la relación social.
4
El modelo obtenido se ajusta según los indicadores de bondad de ajuste y nivel de significatividad de la intersec-
ción final. Respecto a la Pseudo R-cuadrado el valor de Nagelkerke (,540), Cox y Snell (,490) y McFadden (,285).
126
Pero hemos visto en este trabajo que entre las variables que afectan a las identificaciones
están los contactos que se mantienen con amigos y familiares en el origen, siendo hoy
algunos de estos contactos de carácter virtual (chats, messenger o correos electrónicos)5.
Se hace patente en este nuevo contexto tecnológico que no es absolutamente preciso
que siempre exista un contacto cara a cara para recibir influencias que puedan moldear la
construcción de las identificaciones territoriales. Este factor, a modo de ejemplo, permite
observar cómo la construcción identitaria debe ser entendida igualmente en su contexto
estructural, pues algunas limitaciones y facilidades al establecimiento y mantenimiento de
relaciones sociales se producen en éste.
Por otra parte, del mismo modo que opera en el caso de la construcción de identidades
sociales y étnicas, la aparición de identidades territoriales pone de relieve la definición y
distinción colectiva entre nosotros y ellos, unida en cierta medida a las habituales prácticas
de categorización social (Tajfel y Turner, 1986; Turner, 1982) y a la necesidad humana de
adscribirse a un grupo o una pertenencia concreta. En este caso, el grupo se basa en un
territorio de pertenencia hacia el cual opera la identificación. Uno de los hallazgos más
interesantes de la investigación, ya anticipado en otras investigaciones, es precisamente la
importancia que cobran en el colectivo inmigrante las pautas de identificación múltiple o
transnacional, más allá de un único territorio: el mundo como escenario de construcción
de identidades lo encontramos en uno de cada tres casos aproximadamente en nuestros
datos. Pero normalmente se trata del mundo, como sugiere Moraes (2007), en un sentido
limitado por la experiencia concreta de cada individuo, en muchos casos con familias
repartidas entre varios países. Entre los factores que parecían contribuir más a estas
identidades múltiples estaba precisamente los contactos establecidos con los amigos, más
que con los familiares, propiciados por la aparición de internet, elemento tecnológico
estructural sin el que hoy no se podrían probablemente entender bien algunas relaciones
sociales transnacionales que operan en el escenario de las migraciones.
Pensando en un futuro a medio plazo, similar argumentación a la de Federico (2003)
respecto a las dificultades para predecir cómo serán las relaciones sociales, por el complejo
juego que suponen elementos estructurales y no estructurales en su desarrollo, se podría
hacer respecto a las dificultades de previsión de las identificaciones que hoy se pueden
fácilmente nutrir de lo que ocurre tanto en espacios presenciales como virtuales de relación
social, donde el contacto, aunque lo sigue siendo, lo es de otra manera, y donde también
participan aspectos macro y microsociales en su conformación.
5
En nuestra muestra el teléfono sigue siendo el medio de contacto predominante pero la incidencia de
medios que requieren una conexión a internet es muy elevada. Así, dijeron que para contactar con la familia sí
usan chats/messenger un 45%, correo electrónico un 30%, teléfono un 86%, cartas un 28% y visitas personales
un 27%. Para contactar con los amigos el teléfono se emplea menos y el uso de internet es mayor: chats y mes-
senger (54%), correo electrónico (38%), teléfono (63%), cartas (22%) y visitas personales (24%).
127
Referencias
Aparicio, R.; Tornos, A. y Labrador, J. (1999). Inmigrantes, integración, religiones. Madrid:
Universidad Pontificia Comillas de Madrid.
Bellón, J.A.; Delgado, A.; Luna, J. y Lardelli, P. (1996). Validez y fiabilidad del cuestionario
social funcional Duke-UNC-11. En Atención Primaria, vol. 18, nº. 4, 153-163.
Capilla, A.; González, M. y Vázquez, M.J. (2008). Infancia y adolescencia e inmigración:
déficit de apoyo social y riesgos vitales y sociales. En Gualda, E. (Dir.) (2008): Integración
social de adolescentes y jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes en Huelva. Grupo de Investigación
“Estudios Sociales E Intervención Social”, Universidad de Huelva. En prensa.
Cooley C.H. (1993). Social Organization. A study of the larger mind. Transaction New Jersey:
Publishers.
Federico de la Rúa, A. (2003). La dinámica de las redes de amistad: La elección de amigos
en el programa Erasmus. Redes:, nº4, 1-44.
Federico de la Rúa, A. (2005). El análisis dinámico de redes sociales con SIENA: método,
discusión y aplicación. Empiria, nº 10, 151-184.
Gaudet, S. y Clément, R. (2005). Identity Maintenance and Loss: Concurrent Processes
among the Fransaskois. Canadian Journal of Behavioural Science, vol. 37, nº. 2, 110-122.
Granovetter, M. (1973). The strength of weak ties. American Journal of Sociology, 78, 1360-1380.
Grant, P. R. (2007). Sustaining a Strong Cultural and National Identity: The Acculturation
of Immigrants and Second-generation Canadians of Asian and African Descent.
Journal of International Migration and Integration, vol. 8, nº. 1, 89-116.
Goffman, E. (1971). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amo-
rrortu.
Gualda Caballero, E. (2005). Capital social, ciudadanía e integración social desde la pers-
pectiva de las actitudes hacia la población extranjera”. En Andreu, J. (comp.): Desde
la Esquina de Europa. Análisis comparado del capital social en Andalucía, España y Europa.
Biblioteca Nueva – Centro de Estudios Andaluces, 197- 238.
Gualda, E. (Dir.) (2008). Integración social de adolescentes y jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes
en Huelva. Memoria técnica entregada a la entidad financiadora (Consejería de Goberna-
ción, Junta de Andalucía). Grupo de Investigación “Estudios Sociales E Intervención
Social”, Universidad de Huelva. Se cita de forma abreviada como Estudio HIJAI, 2007
al pie de cada tabla estadística.
Juang, L.P.; Nguyen, H.H.; Lin, Y. (2006). The Ethnic Identity, Other-Group Attitudes, and
Psychosocial Functioning of Asian American Emerging Adults from Two Contexts.
Journal of Adolescent Research, vol. 21, nº. 5, 542-568.
Kazemipur, A. (2006).The Market Value of Friendship: Social Networks of Immigrants.
Canadian Ethnic Studies, vol. 38, nº. 2, 47-71.
Lubbers, M.J.; Molina, J.L.; McCarty, C. (2007). Personal Networks and Ethnic Identifica-
tions. The Case of Migrants in Spain”. International Sociology, vol.22, nº 6, 721-741.
Maya, I.; Martínez, M. y García, M. (1999). Cadenas migratorias y redes de apoyo social
de las mujeres peruanas en Sevilla. Demófilo. 29, 87-105.
Mead, G.H. (1972): Espíritu, persona y sociedad. Buenos Aires: Paidós.
Miguel, V.; Pascual, A. y Solana, M. (2004). Aplicación de una encuesta de datos de carác-
ter relacional al estudio de las redes migratorias. 4º Congreso de la inmigración en España,
Gerona, 10-13 de noviembre.
128
Morén Alegret, R. (2005). Lugar, identidad territorial e inmigración extranjera en áreas rurales
y pequeñas ciudades de España. Un estudio cualitativo exploratorio. Madrid: Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales (MTAS). http://extranjeros.mtas.es/es/general/ inmi-
gracion_lugares.pdf.
Moraes Mena, N. (2007). Identidad transnacional, diáspora/s y nación: Una reflexión a
partir del estudio de la migración uruguaya en España. En Mato, D. y Maldonado, F.
(Comps.): Cultura y Transformaciones sociales en tiempos de globalización. Perspectivas latinoa-
mericanas. Buenos Aires: CLACSO, 181-197.
Newby, C. Alison; Dowling, Julie A. (2007). Black and Hispanic: The Racial Identifica-
tion of Afro-Cuban Immigrants in The Southwest. Sociological Perspectives, vol. 50, nº.
3, 343-366.
Norušis, M. (2004). Spss 13.0. Command Syntax Reference.
Observatorio Permanente de la Inmigración (2007). Boletín Estadístico de Extranjería e In-
migración, nº 14, octubre. Secretaría Estado de Inmigración y Emigración. En http://
extranjeros.mtas.es
Pascual, A., Miguel, V. y Solana, M. (2007). Redes sociales de apoyo. La inserción de la población
extranjera. Bilbao: Fundación BBVA.
Pérez, K. (2001). Identificación, desidentificación, identidad. En http://personales. mun-
divia.es/trans/Identificaci%C3%B3n.htm [Acceso: 12-1- 2008].
Ricucci, R. (2005). Immigrant Minor Generation “1.5”: Identity Strategies and Paths of
Integration in the Areas of Family and Leisure Time. Polis, vol. 19, nº. 2, 233-261.
Rodríguez García, D. (2006). Mixed Marriages and Transnational Families in the Intercul-
tural Context: A Case Study of African-Spanish Couples in Catalonia. Journal of Ethnic
and Migration Studies, vol. 32, nº. 3, 403-433.
Romero, A.J.; Martinez, D.; Carvajal, S.C. (2007). Bicultural Stress and Adolescent Risk
Behaviors in a Community Sample of Latinos and Non-Latino European Americans.
Ethnicity & Health, vol. 2, nº 5, 443-463.
Tajfel, H. y Turner, J. C. (1986): “The social identity theory of inter-group behavior”. En
Worchel, S. y L. W. Austin (Eds.): Psychology of Intergroup Relations. Chigago: Nelson-
Hall.
Thoits, P.A. (1982). Conceptual, methodological and theoretical problems in studying social
support as a buffer againts life stress. Journal of Health Social Behavior, 2, 145-159.
Tsai, J.H. (2006). Xenophobia, Ethnic Community, and Immigrant Youths’ Friendship
Network Formation. Adolescence, vol. 41, nº. 162, 285-298.
Turner, J. C. (1982). Towards a cognitive redefinition of the social group. En Tajfel, H.
(Ed.), Social Identity and Intergroup Relations. Cambridge: Cambridge University Press.
Umana-Taylor, A.J.; Bhanot, R.; Shin, N. (2006). Ethnic Identity Formation during Ado-
lescence: The Critical Role of Families. Journal of Family Issues, vol. 27, nº. 3, 390-414.
129
Abstract
The actuality society are characterised by instability, fear and some of the illness or indi-
cations, as is the hyper-specialization, the dependence, the corporate spirit and the localism,
in a context of globalization markets and the increase of the social inequality. Opposite to
these illnesses it is the autonomy and the direct participation of persons and collectives. From
the social sciences there have developed, for years, theories and methodologies that facility
these values of democratic deepening. One of methodologies that has prove its utility is the
Participative Action-Research. This method has used quantitative and qualitative techniques
with a different approach from the traditional one, and developing its owns technologies, as
the construction of social maps, useful for know the structure of social networks.
131
Introducción
Si una de las características de nuestra sociedad es la inestabilidad y el miedo la otra
es la hiper-especialización. Nos hemos ido acostumbrando a la inestabilidad en el empleo
y al incremento de las diferencias entre clases y en las clases trabajadoras (los fijos y los
funcionarios, por un lado, el resto de los trabajadores por otro). Con la cultura norteameri-
cana vino también la comida rápida y otros aspectos de la sociedad basura: el contrato precario,
provisional, parcial, eventual…, las privatizaciones y, desde los años 80, la disminución
del Estado. Así, llevamos hablando tres décadas de las crisis económicas y de la “crisis
del Estado de Bienestar”. Por no decir claramente que esa crisis viene principalmente del
deseo imparable de los que más tienen por querer tener más y que el Estado protector
y redistributivo quede reducido al mínimo en un mundo privatizado y globalizado. Para
los neocon no se trata de que el Estado tenga una función redistributiva sino, más bien al
contrario, que favorezca el aumento de las diferencias socioeconómicas. Es decir, redis-
tributivo sí pero al revés, quitar a los trabajadores y a los precarios para dar más beneficio
a los pudientes. Así nos instalamos en la sociedad de la provisionalidad, la inestabilidad y
la inseguridad, en que lo único fijo y como proyecto para toda la vida es la hipoteca. Una
sociedad en la que todo fluye, todo se disipa, todo cambia, y en la que los derechos, los
valores y los principios se diluyen, se nos escapan entre las manos. Es el tiempo líquido,
la modernidad líquida tan gráficamente bien expresada por Zigmunt Bauman (Vidas desper-
diciadas, Amor Líquido,…). Hablando de la generación X, los nacidos en la década de los
años 70, y respecto del tema del empleo, nos indica: “Mientras que el prefijo ´des`, en ´desempleo`,
solía sugerir una salida de la norma –como en ´desorientado` o ´desmotivado`- nada semejante sugiere el
concepto de ´superfluidad`. (…) Ser ´superfluo` significa ser supernumerario, innecesario, carente de uso
–sean cuales fueren las necesidades y usos que establece el patrón de utilidad e indispensabilidad-. Los otros
no te necesitan; pueden arreglárselas igual de bien, si no mejor, sin ti.” (Bauman, 2005:24). Estamos
en la sociedad de los tres tercios en un mundo globalizado: tenemos las clases poderosas
132
(élites socioeconómicas), las amplias clases medias, cada vez más fragmentadas, y el resto,
los insolventes, los innecesarios o superfluos. Nadie los necesita.
Por otro lado (y en correspondencia con más fragmentación social) vivimos en una
sociedad individualista pero caracterizada por la dependencia, por la delegación y el corpo-
rativismo. “Las causas que provocan la falta de participación son: la dependencia,…, la delegación,… y
la compartimentación o el fraccionamiento del análisis de la realidad y de sus soluciones, que se manifiesta
en tres aspectos: compartimentación temporal [vivir el presente]… disociada del futuro (sin perspectiva) y del
pasado (sin memoria histórica), compartimentación en el espacio [y] sectorial” (Martín Recio, 1998).
1. La dependencia de los demás, principalmente de los especialistas pero también del
cabeza de familia, de los subsidios y “ayudas” sociales, del Estado, de las sustancias que nos
crean adicciones y nos hacen más dependientes… Si nos duele algo o tenemos un problema
dependemos de lo que nos diga el médico, el psicólogo,…
Las noticias están trufadas de referencias a los “expertos”. Si hay violencia entre los
jóvenes o en la escuela, los expertos nos dirán por qué. Si hay violencia en la sociedad, los
sociólogos y otros expertos (médicos-sociales) nos dirán porqué la sociedad está enferma y
cómo actuar. Ante cualquier problema lo primero es hacer un estudio y lo primero de lo
primero una encuesta y aportar unos datos. Todo medio de comunicación que se precie
entrevistará a un experto o a un gran especialista que nos aportará unas cifras, unos porcen-
tajes, aparentemente objetivos, pulcros, incuestionables. Pero, ¿se pregunta alguna vez, en
profundidad y rigurosamente, a los jóvenes, a los estudiantes, a los afectados por la noticia?
¿Se les da la palabra para que hablen con libertad y, sobre todo, para que participen en la
solución, o sólo se les considera parte del problema? ¿Dónde queda la experiencia directa,
tanto personal como grupal? ¿Dónde queda la participación de los afectados?
Se nos olvida que para “curar” hay que tener en cuenta no sólo los diagnósticos que hacen
los médicos y expertos sobre los síntomas sino también lo que el propio “paciente” (los
ciudadanos) están dispuestos a cambiar y dispuestos a hacer para conseguir ese cambio.
Se retransmite diariamente la imagen de que gran parte de la sociedad es dependien-
te y vive de las subvenciones, de los subsidios y de las ayudas sociales: los agricultores,
la población inmigrante, las personas con discapacidad, los mayores, los excluidos, las
asociaciones y ONG… todos parecen vivir del “Estado”, no de su trabajo, del esfuerzo
realizado o de los derechos reconocidos. Así no es de extrañar que parte de los trabajadores
y de las clases medias quieran menos Estado, menos burocracia, menos impuestos, menos
subvencionar a esos grupos que se ven como una carga. Esa imagen ha calado tan hondo
que incluso algunos de los grupos citados se consideran a sí mismos como una carga social:
son dependientes de lo que el Gobierno quiera darles de pensión, de subvención o ayuda
social, y eso con la arbitrariedad de lo que se otorga graciosamente. En sentido contrario
sólo se dan tímidos avances, como por ejemplo el RMI, renta mínima de carácter universal
en algunas Comunidades Autónomas, o la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía
Personal… precisamente conocida como Ley de Dependencia.
2. La delegación permanente educa y socializa a las personas en la responsabilidad
mínima, personas de responsabilidad limitada: yo voto, yo elijo, tú actúas. Elegimos concejales,
diputados, presidentes de asociación,… y a partir de ese momento los problemas que los
solucionen ellos “que para eso les hemos votado”. Que participen ellos. Los problemas
de mi comunidad, de mi barrio, de mi urbanización, de mi ciudad,… que lo solucionen
ellos que para eso están, que lo solucionen los “políticos”.
133
3. Unidos a los dos anteriores están la enfermedad del corporativismo y del localismo.
La compartimentación permanente. Lo importante es lo cercano y lo que me afecta directa-
mente; lo de fuera, lo de los demás, no importa. Cada carrera profesional desarrolla valores
hiper-especializados. La mayoría de las asociaciones y organizaciones del tercer sector se
mueven en una lógica también localista y/o corporativista. Buena parte de la sociedad vive
en mundos separados, las denominadas sociedad militar, la eclesiástica, la de los “católicos”,
“musulmanes”,… se considera que tienen sus propias normas y sus propias lógicas (y, lo que
es peor, algunos defienden que sus propias éticas). Son eso: “sociedades” se autodenominan
así para desarrollarse como mundos paralelos. La multiculturalidad puede también recrear
ese problema: grupos-guetos de la misma procedencia sin apenas relación con el exterior.
Y por otro lado el lenguaje de los expertos: los profesionales escriben y hablan para
que les entiendan sólo sus colegas, los de su profesión. Incluso obligados para poder
desarrollar su currículo a utilizar siempre un lenguaje propio, super técnico y codificado,
excluyente y no comprensible para los de los demás, para que así su corporación profesional
les considere como miembros propios de la comunidad científica y puedan publicar en
sus revistas. “Hablamos de un modelo de concepción del mundo que desmotiva a pensar globalmente
y refuerza únicamente la actuación en un campo tan específico que, a la manera que denunciaba Morín
(1995), ciega a la inteligencia” (Manzano, V. 2007).
Frente a estas enfermedades ¿qué se puede hacer, qué se está haciendo? Frente a la
dependencia permanente hay que desarrollar la autonomía de las personas, el autoapren-
dizaje, el proceso de desarrollo del ser, de la persona, si es que queremos individuos libres,
superando la separación permanente entre la teoría -enseñada por el sistema educativo- y
la práctica. Frente a la delegación permanente hay que desarrollar experiencias de partici-
pación ciudadana, corresponsabilidad, solidaridad y democracia directa. No podemos ni
debemos delegar todo. Y frente al corporativismo está la acción integral, multidisciplinar,
tanto a nivel local como global.
No se trata de pensar que podemos vivir en una sociedad sin representantes, o de
enfrentar la democracia directa y participativa a la democracia representativa. De lo que se
trata es de profundizar y ampliar la democracia actual, mediante procesos participativos.
134
Desde las ciencias sociales se han desarrollado, desde hace bastantes años, teorías
y metodologías que favorecen los valores de profundización democrática. Uno de los
métodos que ha demostrado su utilidad es el conocido como Investigación-Acción Par-
ticipativa (IAP).
Expondremos, en un primer apartado, como se encuadra este método dentro de las
diferentes perspectivas teóricas de la investigación y, posteriormente, una explicación de
la utilidad de este método y de la técnica de los mapas sociales para el conocimiento de
las redes sociales.
135
Las tres perspectivas se centran de modo diferente en cada nivel: “la perspectiva distri-
butiva puntúa sobre todo el nivel tecnológico (es empirista), la perspectiva estructural puntúa sobre todo el
nivel metodológico (articula empirismo y formalismo), la perspectiva dialéctica puntúa sobre todo el nivel
epistemológico (articula empirismo, formalismo e intuicionismo)” (Ibañez, J. 1993: 49).
Las diferencias entre lo que llamamos “perspectivas” y los niveles metodológico y
epistemológico no siempre están claramente definidas y pueden dar lugar a una cierta
confusión. La Epistemología hace referencia a la teoría de la ciencia (para qué, para quién
se investiga). La Epistemología es el marco teórico del que partimos, compuesto por una
base ideológica y teórica común y general, conjunto de paradigmas de una escuela científica.
Define las finalidades de la investigación y las teorías que utilizamos para interpretar los
hechos (los datos producidos), orientando el análisis de los datos. Interviene, sobre todo,
al principio de la investigación y al final.
El Método se refiere al conjunto de los procedimientos utilizados para llegar a la
formación de un enunciado o de un conocimiento determinado, por qué se hace así, qué
camino utilizamos en el proceso investigador. Podemos decir que la Metodología incluye y
estructura el conjunto de técnicas que vamos a utilizar y cómo y porqué se van a utilizar en
cada momento. Mientras que en el nivel epistemológico definiremos el objetivo y la finalidad
que queremos darle a la utilización de esa metodología y a la propia investigación.
Es habitual hablar (aunque no sea exacto) de “métodos cuantitativos” para referirse
a la utilización de técnicas cuantitativas, o de “métodos cualitativos” para referirnos al
conjunto de las técnicas cualitativas.
La IAP es una metodología porque ordena y organiza un conjunto de técnicas y las
orienta en un cierto sentido (participativo).
Las Perspectivas hacen referencia a los diferentes tipos de investigación y conocimien-
tos que producen:
1. Distributiva -que es sobre todo conocimiento descriptivo.
2. Estructural -más explicativo y opinativo.
3. Dialéctica, es más propositivo-transformador.
Las perspectivas nos indican por tanto las líneas y ejes fundamentales de cada tipo de
investigación. Desde cada una de las perspectivas citadas se han ido produciendo nuevos
paradigmas de conocimiento y nuevas escuelas epistemológicas.
12
La Perspectiva Dialéctica
“Una primera acepción del término dialéctica es la de ´diálogo`. Al igual que en un diálogo hay dos
argumentaciones, dos razones, que se contraponen, en la dialéctica hay dos ´lógicas`, dos razones que se
confrontan” Rubio, M J. (1997).
1
“Desarrollo: Proceso de crecimiento de una economía, a lo largo de la cual se aplican nuevas tecnologías
y se producen transformaciones sociales, con la consecuencia de una mejor distribución de la riqueza y de la
renta” (R. Tamames).
2
Desde propugnar la “actuación local, pensamiento global”, de los movimientos ecologistas y alternativos
de los años 90 y el trabajo en lo micro (mi barrio, mi comunidad,...) se ha ido pasando al actuar en lo global sin
dejar de pensar en lo local. Se generaliza en nuestra década el buscar la combinación adecuada entre acción global
y local, tarea no siempre fácil. En palabras de Boaventura de Sousa Santos: “Lo global transcurre localmente. Es
preciso hacer que lo local contra-hegemónico también transcurra globalmente”.
137
138
todologías las podríamos agrupar en dos grandes tipos: nuevas tendencias del mercado
desde la globalización o desde los movimientos sociales e investigadores alternativos. Así
tendríamos:
a) Desde la globalización: los procesos de Calidad Total (Toyota, grandes empresas,…),
Investigación participante (Banco Mundial) y Planes Estratégicos (grandes ciuda-
des).
b) Desde los movimientos sociales [y desde el análisis crítico]: filosofía de la praxis
(neomarxismos), socioanálisis (Francia), IAP (Latinoamérica en origen), y socio–
praxis. En esta línea podemos hablar de nuevas corrientes de la sociología práctica
y de las corrientes críticas en economía, trabajo social, etc. (y del movimiento “Otra
Investigación es Posible”).
A veces estas diferentes corrientes metodológicas aparecen enfrentadas pero otras son
complementarias y no excluyentes unas de otras. Los planes estratégicos o la implantación
de sistemas de calidad total no tienen por qué obedecer sólo a exigencias del mercado. Hay
planes estratégicos locales que entre sus objetivos están claramente los procesos de participa-
ción ciudadana y el avance de la democracia local. El clasificar todas las nuevas metodologías
en dos grandes tendencias puede ser en algunos casos clarificador pero en otros forzado o
artificial. Por ejemplo, entre los que propugnan la creación de nuevas redes de cooperación
informativa y de interacción entre las personas en una nueva Sociedad del Conocimiento nos
podemos encontrar aportes teóricos de ambos tipos de tendencias.
3. La Investigación-Acción-Participativa (IAP)
La IAP tiene sus orígenes en la confluencia de un conjunto de escuelas críticas de inves-
tigación social y de las escuelas de la pedagogía social: educación popular latinoamericana,
teorías de Paulo Freire -pedagogía de la liberación, Educación de Adultos,... que han confluido
con bases epistemológicas comunes europeas (búsqueda de una sociología práctica, socio-
praxis, sociología dialéctica,...). En 1977 se celebró el primer encuentro internacional sobre
IAP en Cartagena de Indias. En 1997, veinte años después, se celebró un Congreso Mundial
sobre IAP en la misma ciudad.
¿Qué es la IAP? Existen muchas definiciones y diferentes “escuelas” y denominaciones
en la actualidad. Se puede definir como un método de estudio y acción que busca obtener
resultados fiables y útiles para mejorar situaciones colectivas, basando la investigación en la
participación de los propios colectivos a investigar, que así pasan de ser “objeto” de estudio
a sujeto protagonista de la investigación, controlando e interactuando a lo largo del proceso
investigador (diseño, fases, devolución, acciones, propuestas...) y necesitando una implicación
y convivencia del investigador externo en la comunidad a estudiar.
Tradicionalmente se ha defendido que la investigación sociológica produce un conoci-
miento objetivo y que la investigación debe de ser externa, objetiva y desideologizada, para
lo cual se pretende que el investigador se mantenga al margen de lo investigado, fuera de
la comunidad para no influir ni verse influido por ella, tratando los hechos sociales como
“cosas” (cosificación). Pero desde las ciencias exactas –experimentales- se ha demostrado la
imposibilidad práctica de que el científico no influya en el hecho investigado. Dado que esto
es así, desde las escuelas críticas de ciencias sociales se plantea la necesidad de ser consciente
de ello y explicitarlo, buscando el aprendizaje mutuo mediante técnicas de investigación nuevas
(como la observación participante, debates, dinámicas de grupo,...), sin rechazar la necesidad
139
140
barrio,...). Estas fases y técnicas siempre varían al adaptarlas a cada caso, se deben de tomar
sólo como un ejemplo3.
Partimos para realizar estos esquemas de ejemplos prácticos de IAP realizadas en mu-
nicipios y dirigidas desde el Master en “Investigación, Gestión y Desarrollo Local” de la
Universidad Complutense de Madrid (UCM), desde 1996 a 2006 (actualmente denominado
Investigación Participativa para el Desarrollo Local). Investigaciones que fueron dirigidas
o coordinadas por los citados R. Villasante, Garrido, Alberich, Martín y otros. Finalmente
se adjuntan algunos esquemas sobre las fases realizadas en la IAP y de los mapas sociales
elaborados.
3
Una reflexión sobre los procesos del aprendizaje y sobre la propia enseñanza universitaria y de la IAP la po-
demos encontrar en el artículo de Javier Garrido “Perspectiva y prácticas de Educación-Investigación Participativa”
(Revista Política y Sociedad, UCM, 2007).
141
4
Esta técnica también se realiza por correo a partir de una selección de “expertos” o conocedores de un
tema, a los que se les mandan sucesivos envíos de un cuestionario abierto. Con el siguiente cuestionario se les
comunica un resumen de conclusiones a partir del anterior. En este caso la participación es anónima. Puede ser
interesante como comienzo de una investigación en la que es muy difícil reunir a las personas informadas.
142
Por Mapa Social entendemos una representación gráfica de los grupos, organizaciones y
colectivos de un territorio concreto y de las relaciones que se dan entre ellos. “El sociograma
tiene por misión representar gráficamente las relaciones de distinto tipo, que están presentes en un momento
determinado, entre un conjunto de actores. Aquí el sociograma (lo instituyente) se enfrenta al organigrama (lo
instituido, lo cristalizado) de manera que aporta a la investigación una perspectiva de lo que está pasando en
el momento presente y por dónde deciden los implicados que han de desarrollarse las propuestas de actuación.
Por el contrario, una de las limitaciones del sociograma … es su estatismo (en la acepción de estático) y su
cualidad descriptiva, no explicativa” (Martín, 1999). Mientras que el organigrama nos representa
sólo relaciones de poder jerarquizadas, el sociograma o mapa social nos permitirá ver las
relaciones en la red social, en una malla más completa, compleja y próxima a la realidad,
incluyendo, como veremos, algunas de las relaciones jerarquizadas o en diferentes niveles y
también, en algunos casos, las relaciones entre diferentes redes. Finalmente tendremos en
5
Un Programa para ser Integral tiene que dar respuesta a tres tipos de preguntas:
• Preguntas referidas a la socialización: de redes, relaciones, cultura local, de la vida cotidiana, preguntas
de género.
• Preguntas de la economía política... y en referencia a las clases sociales. ¿El Programa es solidario?
• Preguntas de la ecología política... y la sustentabilidad. ¿Tiene futuro?
6
Sinergia: “fuerzas, factores o medios de distintas clases, que concurriendo a un mismo fin generan una
acción que resulta ser superior a la de la mera suma de sus componentes” (R. Tamames, Diccionario de Eco-
nomía. Madrid, 1988).
143
7
Ver: Tesis Doctoral del autor (1994): “Política Local, Participación y Asociacionismo” UCM.
144
145
que estemos trabajando. Entre el nivel político y las asociaciones/entidades sociales los
comunicadores son principalmente los técnicos (traducen de forma cotidiana el discurso
de arriba hacia abajo y trasladan necesidades y propuestas de abajo hacia arriba). Entre
las asociaciones y organizaciones sociales/políticas y los grupos de población (activos,
voluntarios, usuarios, vecinos…): los comunicadores son los dirigentes de las asociaciones
y sus sectores activos, líderes naturales y comunitarios. Y los medios de comunicación local
(cada vez más numerosos y diversos) son también comunicadores entre todos ellos, entre
todas las partes de la red social.
El esquema de elaboración del trabajo de campo en la IAP lo vemos a continuación,
elaborado a partir de la propuesta de Martín, P. (1999):
Entrevistas/grupos
Entrevistas a
Entrevist Entrevistas a de discusión con la
instituciones asociaciones base social
MAPAS SOCIALES
IMAGINANDO EL
FUTURO
(PROPUESTAS
DE ACCIÓN)
146
colectivos y grupos
de población
(jóvenes, varones
adultos, mujeres,
minorías,…)
Relación fuerte
RELACIÓN CONFLICTIVA: x x
(débil, normal o antagónica fuerte)
147
148
149
EXCLUIDOS
PRECARIOS Y
SOLVENTES
ASALARIADOS
ALTA
EJE DE CLASE
AFINES
DIFERENTES
AJENOS
OPUESTOS
EJE DE AFINIDAD
150
Referencias
Basagoiti Rguez., Bru Martín, Lorenzana Alvarez (2003:12). IAP de bolsillo. Web CIMAS:
www.cimas.eurosur.org ww.redcimas.org
Bauman, Zigmunt (2005). Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona, Paidós
Estado y Sociedad.
Bezos Daleske, Carlos (2003). “La formación basada en Investigación Acción Participativa
como herramienta de cambio organizativo”. En: Herramientas, Revista de Formación y Empleo,
nº 71. Bilbao, Fundación CIREM.
Denzin, N.K. (1970). “The research act”, Chicago, Aldine.
Fals Borda, Anisur Rahman (1992). En: Varios Autores: La investigación-acción participativa. Ed.
Popular. O.E.I Quinto Centenario.
Garrido García, Fco. Javier (2007). “Perspectiva y prácticas de Educación - Investigación
Participativa”. Revista Política y Sociedad, Facultad de CC. Políticas y Sociología.
Universidad Complutense de Madrid.
Ibáñez, Jesús (1993). “Perspectivas de la investigación social: el diseño en las tres pers-
pectivas”. “Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión”, ambos
artículos en: García Ferrando, Ibáñez, J. y Elvira, F. (compilación): El análisis de la realidad
social. Métodos y técnicas de investigación. Madrid (5ª ed.), Alianza Universidad Textos.
Manzano, V. (2007). Economía y comportamiento. La huella ecológica como herramienta
de intervención. Informe de investigación. Sevilla: Departamento de Economía Apli-
cada II. Universidad de Sevilla (no publicado).
Martín, Pedro (1999). “El sociograma como instrumento que desvela la complejidad”, en EMPIRIA,
nº 2. Madrid, Facultad de CC. Políticas y Sociología UNED. (pp. 129-151)
Martín Recio, Sebastián (1998). “Reflexiones y acciones para propiciar la participación co-
munitaria”. En: Primera Conferencia de Política Municipal. Documento de Ponencias. Madrid,
IU Secretaría Federal de Entes Locales.
Moreno Pestaña, Espadas Alcázar (2002). Diccionario crítico de ciencias sociales, Terminología
Científico Social, obra dirigida por D. Román Reyes. 3ª Edición (digital), Madrid, UCM,
ucm.es.
Rubio, Mª J., Varas, J. (1997). El análisis de la realidad en la intervención social. Madrid, Ed.
CCS, Colec. Campus.
Sampedro, José Luis (2006). entrevista en La Vanguardia (06.04.06, pag. 32).
Valero, Alfonso (1996). “Curso Sobre Metodologías De Participación”, organizado por CIMS,
EDE y Colectivo IOÉ. Madrid, Artículos de Colectivo IOÉ y de Equipo De Estudios
(EDE): artículos de Fernández de Castro, Alfonso Valero y Leopoldo Gumpert
Valles, Miguel S. (1996). “El concepto de triangulación como propuesta de articulación de
las técnicas cualitativas y cuantitativas en la práctica investigadora”. Documento (no
publicado) para el Curso “Investigación Participativa y Gestión Local”, Universidad
Complutense de Madrid (UCM).
Villasante, Tomás R. (1994). “De los movimientos sociales a las metodologías participativas”
en J.M. Delgado y J. Gutiérrez (coords.): Métodos y Técnicas cualitativas de investigación en
ciencias sociales. Madrid, Síntesis.
_ (2006). Desbordes creativos. Estilos y estrategias para la transformación social. Madrid, Libros
de la Catarata.
151
Resumen
Desde hace varias décadas se está estudiando el efecto que poseen las redes sociales
sobre las personas en los proyectos migratorios. En este artículo destacamos una serie de
aspectos que se ven inmersos en los procesos de elaboración de estas redes sociales. La ca-
lidad que posean estas redes, van a repercutir en la formación de una series de competencias
interculturales concretas, consideradas éstas como habilidades que sirven para ser eficaces
y que, desde el punto de vista de la ciudadanía intercultural, incluye dos concepciones im-
prescindibles como son la de estatus y la de proceso.
Para cumplir con estos dos aspectos clave, la sociedad multicultural necesita de una
formación en ciudadanía intercultural que incluya la competencia ciudadana y ésta, a su vez,
la habilidad de comunicación y es aquí donde diferentes agentes, como los componentes de
los centros educativos, de los servicios sociales y, sobre todo, de las asociaciones y ONGs
toman especial relevancia, tal y como demostramos en este artículo, en el que damos a co-
nocer una investigación realizada, tanto con familias de origen autóctono, como con familias
de origen inmigrante con el objetivo de conocer cuáles son las redes sociales con las que
se desenvuelven y cómo estas redes pueden ayudar a que las familias puedan desarrollar
competencias que les permita convivir en una sociedad multicultural
153
Abstract
For several decades the effect that have the social networks in the migratory projects
of the people has been studying. In this article we emphasized a series of aspects that are
immersed in the processes of elaboration of these social networks. The quality that has
these networks, is going to repel in the formation of a series of intercultural competences,
considered these like abilities that serve to be effective and that, from the point of view of
the intercultural citizenship, include two essential conceptions: the one is the estatus and
the other one is process.
In order to fulfill these two aspects, the multicultural society needs a formation in
intercultural citizenship that includes the citizen competence and this one, as well, the
communication ability. Is here where different agents: the components of the educative
centers, the social services and, mainly, the components of the associations and ONGs take
special relevance, so and as we demonstrated as much in this article, in which we present
an investigation made with families of native origin, like with families of immigrant origin
with the objective to know which are the social networks with which they develop and how
these networks can help to that these families can develop competences that allow them to
coexist in a multicultural society.
154
155
156
de los 70 y, desde entonces, son numerosos los estudios (Lynam, 1985; Die y Seelbach,
1991; Leslie, 1992; Aroian, 1992; Berry, 1997; Clarke y Jensen, 1997; Martínez, García y
Maya, 1999) que han demostrado la efectividad del apoyo social a la hora de afrontar los
problemas y conflictos de la vida cotidiana en los adultos y muchos los trabajos escritos
(Furnham y Li, 1993; Holding y Baezconde-Garbanati, 1990; Griffith y Villavicencio, 1985;
Janes, 1990; Kuo y Tsai, 1986; Miller-Loncar et al., 1998; Sluzki, 1992; Vega et al., 1991) que
han demostrado gran interés en el tema del apoyo social. Sus efectos positivos son bien
conocidos, aunque se continúan investigando los mecanismos por los cuales disponer de
alguien que acompañe a la persona inmigrante incide en la sensación de bienestar.
En este mismo sentido, pero enfocado a un objetivo diferente, podríamos decir que
la finalidad este trabajo es ofrecer una visión global de la influencia de las redes sociales
en el desarrollo de las competencias de ciudadanía intercultural y, para ello, realizaremos
una revisión de algunos de los elementos que consideramos que afectan a dicho proceso,
compuesto éste por diferentes niveles, tal y como proponen Massey, Arango, Hugo et al.
(1993) y resumimos en el siguiente párrafo.
En primer lugar, partimos de un nivel micro, en el que interaccionan las características
personales de quien plantea la movilidad, tales como las que se refieren al capital humano
(formación académica, nivel educativo de la familia, etc), a rasgos psicológicos (por ejemplo,
la capacidad de resolución de problemas) y al capital económico. En el otro extremo, situa-
ríamos un nivel macro que engloba los modelos económicos neoliberales, los cuales quedan
más lejos de un posible control por parte del individuo. En este nivel, nos encontramos
con fenómenos tan complejos como los que explican los factores de atracción (pull) de
los estados industrializados receptores, y los factores de expulsión (push) consecuentes de
la presión de una economía globalizada sobre mercados menos competitivos y con menos
capacidad de autodefensa y, finalmente, entre ambos niveles nos encontramos con un nivel
intermedio formado por el contexto del que se parte. En la mayoría de los casos estamos
hablando de la familia, punto central en la toma de decisiones. En este contexto, también
se incluyen las redes sociales de quien realiza el desplazamiento, teniendo en cuenta la
posesión o no de contactos previos, red de apoyo , tiempo de estancia, etc.
Además, cuando hablamos del impacto de las redes sociales, no podemos obviar la
relevancia que posee la participación social de los integrantes, en la que pueden darse di-
ferentes niveles, en función de la responsabilidad que asumen los participantes, tal y como
establecen Díaz Bordenave, 1998; Fundación Kaleidos, 2003, en Alboan , 2006:
- Formar parte: Alude a la permanencia de un individuo en un grupo.
- Sentirse parte: El sentimiento es imprescindible para la autonomía.
- Tomar parte: Implica tener una función responsable dentro de un grupo.
- Tener parte: Supone un desempeño directo de acciones que conllevan una respon-
sabilidad en el grupo.
Por consiguiente, debemos partir del concepto de participación social desde un dis-
curso proactivo, donde el marco de referencia sea toda la población, ampliando, así, toda
una gama de redes mucho más eficaces y beneficiosas para todos. En este punto, es donde
entran en juego las competencias interculturales, ya que éstas se irán construyendo a la
vez que se van extendiendo dichas redes. La calidad de las redes sociales va a repercutir de
manera directa en la formación y puesta en práctica de las competencias interculturales.
Por lo cual, no utilizaremos las mismas competencias para relacionarnos con redes for-
157
madas por integrantes de la propia familia, con redes formadas por miembros de ONGs,
asociaciones, AMPAS, etc.
Teniendo en cuenta todo lo mencionado hasta ahora, vemos el papel que asumen las
Asociaciones y las ONGs como generadoras de redes sociales y, a su vez, de competen-
cias interculturales. Los niveles de participación citados pueden ser trabajados en estas
instituciones, para, poco a poco, ir implantándolas en nuestra sociedad en todos los
sectores. Como vemos, se va formando una triangulación de “apoyo/ayuda” entre estos
tres conceptos: redes sociales, participación y competencias interculturales.
Algunos autores (Alexander y Campbell, 1964, Coleman, 1974, Epstein y Karweit, 1983;
Hartup, 1996, Chickering, 1969; Hartup, 1992) han establecido que el tipo de interacción
con los iguales es especialmente significativa en el nivel de aspiración y el logro registrados
y en el aprendizaje de actitudes, valores e informaciones respecto al mundo que nos rodea,
configurándose esto último como uno de los elementos más relevantes en el estudio de
esas redes de interacción en el desarrollo de las competencias interculturales.
En este punto es donde se sitúa nuestra investigación y es desde donde partimos para
realizar la investigación que presentamos en el apartado siguiente.
2. Investigación realizada
Los datos que presentamos en este artículo forman parte de una investigación más
amplia, en la que se recogió información durante cinco años consecutivos, que dio lugar
a una tesis doctoral1, pero debido a que, los datos que presentamos en este informe nece-
sitaron de un año más de trabajo, no formaron parte del documento final, aunque, dada
la riqueza de los mismos, hemos decidido darlos a conocer al conjunto de investigadores
y a otras personas interesadas desde este artículo.
2.1. Objetivos
Los objetivos de la investigación se concretaron en los siguientes:
a) Analizar las redes sociales utilizadas por las familias de origen inmigrante y de
origen autóctono.
b) Examinar las concepciones sobre las propias competencias interculturales que
poseían estas familias.
c) Razonar sobre cómo la utilización de las diferentes redes sociales puede ser un
componente esencial a la hora del desarrollo de las competencias interculturales en las
familias investigadas.
2.2. Metodología
La investigación que aquí presentamos se enmarca en el paradigma interpretativo de
investigación educativa, ya que lo que hemos hecho es una aproximación subjetiva y el uso
de métodos cualitativos. Este tipo de paradigmas lo que pretende es indagar en el interior
de la persona y entenderla desde su subjetividad, como consecuencia, la teoría que creamos
desde las situaciones particulares se basa en datos generados durante la investigación y,
por tanto, no está establecida previamente.
1
AGUADED, E., (2005). Diagnóstico Basado en el Currículum Intercultural de Aulas Multiculturales en Educación
Obligatoria. (Tesis Doctoral publicada). Granada: Universidad de Granada..
158
Trabajar con la metodología cualitativa nos pareció lo más adecuado para analizar
las competencias de ciudadanía intercultural de las familias, porque el diseño de esta
metodología es muy flexible y utiliza una gran variedad de instrumentos de recogida de
datos: la entrevista, los cuestionarios, la observación participante o no participante, para
aproximarse al pensamiento y a la actuación de los sujetos.
2.3. Procedimiento
La entrevista fue realizada por un entrevistador, que realizó todas las encuestas.
La duración de la entrevista osciló entre una hora y una hora y media aproximada-
mente, dependiendo, sobre todo, de los niveles de lengua española y de la necesidad de
un traductor para realizar la entrevista. Siempre comenzamos en español y se continuó
con el idioma de elección del entrevistado.
Participaron diez inmigrantes de distintas nacionalidades, que desempeñaron labores de
intérprete y actuaron, también, como mediadores, que facilitaron la entrada y los contactos
en cada comunidad. En la mayoría de los casos fueron del mismo sexo y cultura que los
entrevistados, y algunos tenían experiencia en actividades de recogida de información.
Además, pudimos contar con los mediadores interculturales de los ayuntamientos de las
localidades donde se realizó la investigación, que se prestaron a ayudarnos con el proceso
de mediación, incluyendo la actividad de traducción, dado que, a posteriori, aportamos la
información obtenida para que pudiera ser utilizada desde estos Servicios de Mediación
Intercultural.
Las entrevistas se realizaron, tanto en los centros educativos en los que están escolari-
zados sus hijos/as, como en las casas, las asociaciones, los ayuntamientos y en los lugares
de trabajo y de ocio, dándose situaciones tan llamativas, como el hecho de tener que ir a
un campo de recogida de frutas y realizar las entrevistas en el descanso.
No todas las entrevistas se realizaron en una sola visita, sino que, en 142 de los casos
se necesitaron entre 2 y 5 sesiones, puesto que o no tenían más tiempo para dedicarnos o
hablaban un dialecto que los traductores no dominaban y tuvimos que utilizar estrategias
fuera de las preestablecidas, como necesitar un compatriota de traductor entre el sujeto
que entrevistábamos y la persona que tenía el papel de traductor oficial de la investigación
y que, posteriormente, nos realizaba la traducción a nosotros. Así que, como pueden com-
prender y habrán vivido todas las personas que hayan realizado este tipo de investigaciones,
la complicación a la hora de obtener la información dio lugar a que necesitáramos tiempo,
casi tres años de trabajo, y esfuerzo.
159
Las localidades en las que tenían fijadas sus residencias estas familias son: Ayamonte,
Isla Cristina, Lepe, Cartaya, Punta Umbría, Palos de la Frontera y Moguer.
Dada la imposibilidad de utilizar un método aleatorio, se efectuó un muestreo por
cuotas, estratificado por localidades con afijación proporcional. Las cuotas se establecie-
ron en función de las variables de nacionalidad y sexo, y se basaron en la distribución de
inmigrantes regularizados y también no regularizados.
Para la selección de los sujetos que compusieron la muestra se utilizaron dos estra-
tegias complementarias: la técnica de «bola de nieve» y el contacto con instituciones que
proporcionan servicios a los inmigrantes.
También hay que mencionar que, de las familias contactadas, sólo rechazaron participar
5 de cada 100 de las personas con las que se contaba, en inicio, para que formaran parte de
la investigación, aunque debemos decir que contábamos con que esta situación se podía
dar. Respecto a las cuotas preestablecidas, hubo modificaciones en las cuotas masculinas
de cuatro de las nacionalidades más minoritarias y que compensamos con datos relativos
a mujeres del mismo país de procedencia.
160
2.6. Resultados
a) Respecto a los resultados obtenidos en las preguntas relacionadas con el proceso
migratorio, necesidades, recursos y problemas.
Algunos datos de relevancia obtenidos son que en el estado civil de la población par-
ticipante en nuestra investigación, se dan claras diferencias en la distribución de hombres
161
y mujeres, ya que, mientras entre los hombres predominan los solteros, entre las mujeres
el grupo más numeroso es el de las que viven en pareja, ya sea en matrimonio o en rela-
ciones no formalizadas por ritos religiosos o civiles. Además, hemos de destacar la elevada
proporción de mujeres divorciadas, separadas o viudas, que son el 24,4%, en comparación
con los hombres, que forman el 4,2%.
Otro de los datos que se obtuvo de la población con la que se trabajó fue el de la
situación administrativa que presentaban en España y se obtuvo que 27,7% de las perso-
nas participantes seguían en situación irregular, concretándose en que la proporción de
irregulares es menor entre mujeres, ya que de ellas el 17,8 estaban en esta situación. Un
gran número de los participantes, el 73,2%, decían que habían entrado en nuestro país con
visado de turista, o sólo con el pasaporte cuando no era necesario el primero, el 11,7% decía
haber entrado con visado de estudiante, el 9,8% decía haberlo hecho clandestinamente y
el 2,4% con contrato de trabajo.
La media de edad de los participantes se sitúa en 32,4 años y no se dieron diferencias
significativas entre sexos.
El 65,3% de los entrevistados han cursado estudios secundarios o superiores, aunque
el nivel de estudios es menor entre las mujeres, situándose en el 54,3%.
Podríamos decir que el hecho de que el colectivo con el que se trabajó fuera tan joven,
se relaciona con el carácter reciente del fenómeno migratorio en España y, concretamente
en Andalucía, ya que más el 68,3% de la población inmigrante lleva en España menos de
cinco años.
Los resultados obtenidos en las preguntas realizadas sobre los apoyos recibidos están
expuestos en la tabla 2.
Tabla 2. Proporciones del flujo con respecto a la ayuda concedida por familiares y/o
amigos según el tipo de desplazamiento y la forma de ayuda
Documentados Indocumentados
Cuenta con familiares o amigos en España 89,4 73,3
Recibió algún tipo de ayuda de esos familiares o 54,7 92,5
amigos:
Recibió ayuda o préstamo monetario: 43,5 76,5
Recibió ayuda en alojamiento y/o alimentación: 56,4 89,5
Recibió ayuda para conseguir o buscar trabajo: 76,4 78,5
Recibió ayuda en un contrato de trabajo: 46,7 32,2
162
163
Estas variables son: Tipo 1, redes de tamaño medio centradas en la familia; Tipo 2,
redes mixtas de tamaño medio centradas en los amigos; Tipo 3, redes mínimas con pre-
dominio de amigos compatriotas; y Tipo 4, redes pequeñas con predominio de amigos
compatriotas. Los resultados se exponen en el Gráfico 1.
150
100
50
0
Tipo I Tipo II Tipo III Tipo IV
164
120
100
80
60
40
20
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Sí No En parte NS/NC
350
300
250
200
150
100
50
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Sí No En parte NS/NC
Estos datos ponen de manifiesto que las familias de origen autóctono muestran menos
competencias interculturales y, sobre todo, menos interés por adquirirlas que las familias
de origen inmigrante.
2.7. Conclusiones
Una vez analizados los datos, podemos plantear diferentes conclusiones:
Las familias de origen inmigrante tienen redes sociales más pequeñas que las familias
de origen autóctono.
El porcentaje de las familias que incluyen entre sus redes sociales a las asociaciones
y/u ONGs son más entre las inmigrantes que entre las autóctonas.
165
Las familias que expresan que cuentan con las ONGs y/o asociaciones entre sus redes
sociales manifiestan, a su vez, poseer más competencias interculturales, tanto en las familias
de origen autóctono como familias inmigrantes.
Los participantes dicen que estas asociaciones les han hecho sentirse más valorados
en su llegada a la sociedad de destino y también valorados por las personas que provienen
de otras sociedades, en el caso de las familias de origen autóctono.
Además, plantean que estas asociaciones les ayudan a conocer a los otros y los cauces
de participación que, de otra manera, les hubiera resultado muy difícil adquirir.
Así que, después de expresar estas conclusiones, podríamos expresar como conclusión
general que las ONGs y/o asociaciones son uno de los elementos principales de las redes
sociales para la adquisición de competencias interculturales, que nos permita a vivir de forma
más adecuada en una sociedad multicultural, como ésta de la que formamos parte.
Por tanto, creemos que es muy importante que, en estos momentos, estas ONGs y/o
asociaciones recojan el testigo e incluyan, entre sus acciones principales, actividades diri-
gidas al desarrollo de competencias interculturales en sus usuarios y, sobre todo, acciones
de apertura a las personas que no se acercan de motus propius a sus instalaciones, ya que
hemos podido comprobar que las bondades para los individuos particulares y para la
sociedad en general son demasiadas como para desaprovechar este recurso, que hace que
los ciudadanos se sientan más valorados y, por tanto, más motivados a la participación y la
aplicación de sus derechos y deberes en la sociedad de destino, lo que podría llevar a prestar
mejores ayudas a las personas que, por otra parte, a ellos/as les sirvan de redes sociales.
Referencias
Aguaded, E. (2005). Diagnóstico Basado En el Currículum Intercultural De Aulas Multiculturales en
Educación Obligatoria. (Tesis Doctoral publicada). Granada: Universidad de Granada.
(2007). Formación en Competencias de Ciudadanía Europea. Granada: Método Ediciones.
Alboan (2006). De la ciudadanía local a la global y de la ciudadanía global a la local. El camino
andado. GipuzKoa, Alboan.
Bravo, A., y Fernández, J. (2003). Las redes de apoyo social de los adolescentes acogidos
en residencias de protección. Un análisis comparativo con población normativa. Psi-
cothema, 15,nº1, 140.
De Miguel Luken, V., M. Solana Solana, Et AL. (2004). Aplicación de una encuesta de
datos de carácter relacional al estudio de las redes migratorias. En IV Congreso sobre
la inmigración en España: Ciudadanía y Participación, Girona.
De Miguel Luken, V. (2006). Las redes sociales de los inmigrantes extranjeros en Espa-
ña. Redes-Revista hispana para el análisis de redes sociales, 11. http://revista-redes.
rediristt.es/
Dietz, G Y Rosón, F.J. (2002). ¿Las ONG como intermediarios interculturales? Encuentros
entre autóctonos e inmigrantes. en SERRA, L. (coord.): II Seminario sobre la investi-
gación de la inmigración extranjera en Andalucía Dirección General de coordinación
de Políticas Migratorias. Conserjería de Gobernación. Junta de Andalucía. 254.
Gualda, E. (2005). Pluralidad teórica, metodológica y técnica en el abordaje de las redes
sociales: hacia la “hibridación” disciplinaria. REDES- Revista hispana para el análisis
de redes sociales, Vol.9#1, Dic.2005 (http://revista-redes.rediris.es)
166
167
INTRODUCTION TO SOCIOTECHNICAL
NETWORKS OF “TOUTS” AND “PRODUCERS”
THAT INHABIT URBAN SOCIAL SPACES
IN SANTIAGO DE CHILE
Resumen
El artículo revisa la organización económica ubicada en la pobreza desde la
tecnología social que es creada y reproducida por la confianza que está entre los in-
dividuos que la integran; además, platea que la tecnología social se inscribe en redes
sociotécnicas.
La reflexión se sostiene en los antecedentes aportados por las mujeres que han partici-
pado en programas de micro crédito en las comunas de la región Metropolitana de Chile,
entre 2001 a 2003.
Abstract
The article reviews the economical organization among poverty from the social tech-
nology point of view, which is created and reproduced for the confidence of the individu-
als who form part of it; furthermore, it states that social technology is inscribed within
sociotechnical networks.
This thought is sustained on the information given by women who have participated
in microcredit programs in different communities in the Metropolitan region in Chile,
between 2001 and 2003.
169
Introducción
En el presente artículo se plantea que la noción de red permite observar que “hacer
negocio” desde la pobreza y en medios sociales diferenciados, desiguales y segmentados,
supone distinguir modos de participación eficiente según las cualidades normativas de los
mercados, lo cual es factible si los individuos saben hacerse parte de varios registros de
códigos socioculturales para crear y gestionar las reglas de las interacciones que delimitan
los vínculos de las redes sociotécnicas.
Esta manera de abordar las actividades de la economía informal reviste importancia prác-
tica y analítica si, por un lado, constatamos que los programas implementados tanto por los
Estados como por las organizaciones no gubernamentales han avanzado incorporando a los
beneficiarios, o población objetivo, como sujetos de derechos económicos, sociales y culturales,
lo que ha permitido dejar de apreciarlos como carentes de capacidades y asumir que ellos son
los principales gestores de las maneras que les ayudan a dar respuesta a su situación.
En esta perspectiva, el uso de la categoría de red no sólo facilita explicar el desarrollo
local desde sus bases económicas (González, 1993:226-227), sino que, además, genera una
ruptura epistemológica en la concepción de la protección social en tanto se torna relevante
la sociabilidad como recurso que da acceso a las redes (Márquez, 2002:79) donde se repro-
ducen las representaciones sociales y los sistemas de comunicación (Castells, 1999:111); y
permite implementar una “gestión territorial de lo social” (González, 1993:225).
De esta manera, si el foco es la reproducción de la sociabilidad, la forma de estar en ella
implica. Primero, la creciente probabilidad de resignificar el rol de los equipos técnicos que
ahí intervienen. En este sentido, los trabajadores sociales se vuelven vulnerables al verse
obligados a dejar el modelo de capacitación técnica y profesional que los convencía de ser
los que “lideran” (Castells, 2002:157) el proceso de empoderamiento de los receptores de
sus servicios, por tanto, serían desplazados hacia la “calificación social” (Perret y Roustang,
2000:91) que los sitúa en una posición similar a la que tienen los que se asocian para poner
en marcha iniciativas que colectivamente se han sancionado como pertinentes.
Segundo, se aprecia la consecuente modificación en los supuestos de uso de las técnicas
y herramientas para la intervención, por ejemplo: es cada vez más difícil el desempeño de los
diseños de investigación que sostienen que las estrategias de sobrevivencia surgen sin estar
inscritas en “acuerdos básicos, socialmente definidos y concretamente aplicados” (Forni,
Benenci y Neiman, 1991:77). Pero, la crudeza de esta modificación es más evidente si revi-
samos los quehaceres que requieren una teoría práctica, debido a que su saber sobre cómo se
desenvuelve lo que hacen, es inmediatamente demandado por los asuntos del contexto donde
se encuentran (Durkheim, 1997:10), por lo que no es posible que los equipos técnicos hagan
un paréntesis en el acontecer y se detengan a preparar respuestas que orienten conductas, o
descansen en la misión de expresar lo real como sí lo hace la ciencia.
Tercero, el aprehender a desempeñarse en las “reglas” (Winch, apud., García, 1994:94) o
en las “tradiciones” (Gadamer, apud., García, 1994:94) que son necesarias para adecuar los
tiempos sociales (Bourdieu, 2006:62-65), al menos: el de la implementación del programa y
el de la vida cotidiana de los beneficiaros, supone abandonar las categorías que permitían
representar a los beneficiarios en la planificación, especialmente cuando se idea desde la
noción de “suburban way of life” (Fava, apud., Castells, 1999:121) como si existiese una
cultura urbana homogénea creada por la relación entre el habitat y los que son parte de
las poblaciones objetivo.
170
Por otro lado, a nivel del análisis que permite construir conocimiento sobre lo que
es “hacer negocio” cuando se lo revisa desde la noción de red, es necesario suponer que
los vínculos no son sólo nodos que pueden ser investigados de manera aislada, mas bien
ellos deben ser considerados como arreglos normados de interacciones con tradición que
se expresan como una “tecnología social” (Forni, 1988:59; Sen, 2000:68-74) que, siendo
creada por la actividad de la organización económica, se inscribe en “redes sociotécnicas”
(Latour, 2007:170-177). Este tipo de redes estaría conformado, además, por la moviliza-
ción que los trabajadores de esas organizaciones hacen de símbolo, objetos, artefactos,
maquinarias, contratos y entidades divinas que dan coherencia a la realidad en la cual
desempeñan sus labores.
Al revisar de esta forma la organización económica, ella refuta el supuesto que indica que
sólo es necesario “levantarse una mañana diciendo: hoy comienzo a trabajar” (Samuelson,
1968:88), y abre la entrada a otras variables que habitualmente no se ajustan a las de tipo
y monto de capital, cantidad y calidad de los recursos humanos y envergadura de ventas.
Entre estas variables se encuentra la cultura de la organización económica que da sustento
a la gestión de los arreglos sociales y, en particular, al tipo de vínculos que adquieren los
valores que facilitan interpretar los contenidos de la sociabilidad donde se desempeñan
las actividades eventuales y normales del “negocio”.
En este artículo trataremos este asunto ligándolo a las configuraciones de la red que se
especifican en los encuentros de mayor proximidad social, o confianza, entre los individuos
que están en la trayectoria de la organización económica, debido a que la tecnología social
de la organización económicas se presenta siempre que suceden, previamente, experiencias
donde se transfiere el “saber hacer negocio”, y estas situaciones están basadas en dos di-
mensiones de la confianza: “expectativas sobre los encuentros” (Vélez-Ibañez, 1993:29) y
“procesos de negociación” (Márquez, 2002:81) mediante los cuales se clausuran o reducen
las incertidumbres dentro de los contextos pragmáticos.
Por tanto, el tratamiento de la confianza no sólo nos permite explicar el surgimiento de
las relaciones de reciprocidad (Durston, 2001) e interdependencia de redes sociotécnicas,
sino que, especialmente, hace posible suponer que las reducciones de los costos de las
transacciones que están en el “hacer negocio” son resultados posibles porque la presencia
de la confianza amplia los intercambios dinámicos entre los integrantes de la organización
económica y de ellos con los demás grupos, lo cual potencia sus recursos (Dabas, 1993;
González, 1993). De esta forma, la red (Kliksberg, 2000; Durston, 2000; Dirven, 2001 y
Espinoza, 2002) y específicamente la sociotécnica, se manifiesta como la infraestructura
del capital social pero, debido a las peculiaridades que adquiere la confianza, es factible
sostener que el capital social no está distribuido de manera similar en cada organización
económica ubicada en medios sociales urbanos, sino que, por el contrario, su distribución
es diferenciada y desigual (Espinoza, 2002:96; Lechner, 2004).
Antes de continuar es importante señalar que en esta reflexión no se abordarán las
variaciones en las estructuras temporales que definen la inversión y el ahorro en el “hacer
negocio”, los conflictos que se generan entre los individuos que cooperan en la reproduc-
ción de los arreglos sociales que constituyen la tecnología social, y también se dejará de
lado la desigual distribución de los beneficios materiales y simbólicos (1).
1
En una primera indagación esta desigual distribución la hemos visto condicionadas por los roles de género
presentes en el grupo que está en la red de la organización, y por la ubicación que cada individuo tienen en los
171
ordenes jerárquicos establecidos desde la posesión de información técnica. Es importante indicar que Sen, en el
artículo indicado en la bibliografía de este documento, presenta varias investigaciones que llegan a conclusiones
similares, por lo que es posible señalar que la forma en la cual los roles están construidos en la cultura de las
organizaciones económicas, conforma una variable para estimar que es factible que existan roles de género que
son habitados independientemente del sexo y edad de los individuos.
2
Los argumentos del presente artículo se basa en los datos del estudio: “La relevancia social y económica de
los programas de micro crédito”, realizado entre enero de 2002 y mayo de 2003, desde el Programa de Magíster
en Desarrollo Humano de la Universidad de la Frontera, Temuco, Chile. Este estudio utilizó tres muestras: a) una
conformada por 43 de las 60 personas que han participado en el PMC PATIS-TPH de la comuna de Huechuraba;
las que corresponden al 70% del total de casos que hasta 2002 tenía el programa; b) una muestra de 130 casos
del PMC AyE, los que representan al 24% de los 532 usuarios del PMC que tenían información confiable para
ser ubicados, y c) una muestra intencional de 11 casos seleccionados según sexo y actividades económicas con
mayor presencia entre las personas que han hecho uso de los servicios de los PMC.
3
La convertibilidad se calcula asumiendo que $ 1 dólar americano es equivalente a $523 pesos chilenos.
172
indican variaciones al alza en sus ingresos monetarios reconocen que dichas utilidades
sólo les permiten “darse vuelta” (Ver tabla: I-1 en anexo).
En cuanto al uso de los recursos económicos y considerando sólo las opiniones de las
usuarias del PMC AyE, el 76% señaló que los destina a cubrir el pago de los servicios y pro-
ductos que satisfacen las necesidades básicas de la familia: el 75% gasta más de $35.000 pesos
chilenos (66 dólares americanos) en alimentación, 56% indicó que ocupa entre $10.000 (19
dólares americanos) a $25.000 pesos chilenos (47 dólares americanos) en el pago de energía
eléctrica y agua potable, y 8% mencionó haberlos invertido en la actividad económica.
De ahí que podamos anticipar dos conclusiones. Primera, el total de recursos mone-
tarios que logran las familias les ayuda a reproducir las rutinas que hacen posible que sus
miembros participen en las plazas laborales del mercado formal, asistan al cumplimiento
de las labores domésticas en la casa, mantengan las actividades del “negocio”, resistan
la situación de cesantía y participen en los sistemas educacionales. Segunda, este tipo de
economía familiar es precariamente eficiente para afrontar las necesidades del presente y
es impertinente para hacer inversiones que sustenten una mejor calidad de vida, debido a
que las entrevistadas señalaron que destinan menos de $1.000 pesos chilenos (2 dólares
americanos) para vivienda (68%) y salud (88%); y no contribuye a que los miembros de
la familias salgan desde la satisfacción de las necesidades básicas y pasen a satisfacer otras
necesidades como las de esparcimiento por ejemplo, la cual representó un gasto menor a
$1.000 pesos chilenos (2 dólares americanos) en el 93% de los casos.
Otro aspecto significativo dentro de los criterios que orientan el destino de los recursos
monetarios lo conforma el ahorro. El 68% de las entrevistas que hacen uso de los ser-
vicios del PMC AyE indicaron que ahorran para adquirir una vivienda, lo cual se explica
por la situación habitacional de las personas (64%), donde 27% vive de “allegada”, 17%
está pagando la vivienda, 15% arrienda y 5% está ocupando un sitio de manera irregular;
mientras que los demás casos (35%) se encuentran en una de las siguientes situaciones:
habita en una casa pagada (23%) o en una cedida gratuitamente (12%). Además, el 23%
mantiene ahorros para los imprevistos, 5% los destina a la compra de bienes para la casa,
3% los utilizará en la educación de los hijos y 3% lo prevé para la vejez.
173
al “negocio”, y que organizan las rutinas de los encuentros según jerarquías articuladas en
base a contraprestaciones de reciprocidad (Mauss, 1979:254-255; Bourdieu, 2006:56) que
son construidas tanto por los vínculos de los miembros de las familias de los que trabajan
en la organización como por los que surgen a medida que ellos descubren, participan,
desechan y vuelven a retomar las redes de donación que se les presentan como disponibles
en un momento de su propia trayectoria como habitantes de distintas organizaciones.
En esas extensiones sociales de la organización económica es destacable ver como los
trabajadores no son seres sociales que exclusivamente se constituyen como tales para y
desde su desempeño en las rutinas del “negocio”, mas bien ellos cumplen cargos en otras
instancias asociativas. Indudablemente, estas participaciones presentan regularidades debido
a que son solidarias con sus desempeños laborales y, por lo mismo, sus formas de saber
hacer “negocio” incorporan disposiciones culturales que siendo manejadas pertinentemente
en esos contextos distintos, son puestos en uso dentro de la organización económica.
Al establecer la descripción de la organización económica desde esta ubicación es difícil
mantener el supuesto que: “hacer negocio” sólo se define por la historia de las relaciones de
un grupo de trabajo que revisa su proceder de manera hermética y que, por esa condición,
se vuelve invulnerable a lo que acontece más allá de sus desempeños. Por el contrario, es
factible sostener que la participación de cada uno de los trabajadores en otros ámbitos de
la vida cotidiana permite introducir conocimiento que contribuyen a dotar de cualidades
específicas a la cultura de la organización y, al mismo tiempo, el ingreso de individuos
que facilita iniciar y proyectar la trayectoria, o “cooperadores”, amplía los vínculos de la
organización con otras formas organizadas como, por ejemplo, los distintos mercados en
los cuales ellos se encuentran.
Sin embargo, cabe esperar que las posibilidades de participación de esos individuos
sean más estrechas de las que habitualmente se supone, y mas bien ellos tendrían mayores
probabilidades de acceder a espacios de sociabilidad conformados por organizaciones
que hacen economía social (Donovan, Bravo y González, 2004:150-157) y cuya red so-
ciotécnica se caracteriza por la pobreza de sus relaciones informales (Bennett M. Berger,
apud., Castells, 2002:122) y por sostenerse en “redes de familia, amigos y vecinos que se
interpenetran profundamente” (Gutkind, apud., Castells, 2002:123).
Esto hace difícil establecer en qué momento los miembros de las familias dejan de
estar ausentes en la construcción y reproducción de los arreglos sociales que sostienen a
la tecnología del “negocio”, especialmente porque hemos identificado que ellos participan:
acercando información que se constituye en parámetros de comparación para ampliar las
opciones de compra de insumos, estimar inversiones y captar nuevos clientes; se convierten
en inversionistas al entregar un espacio físico, su fuerza de trabajo, su saber hacer y/o sus
ingresos monetarios para que la organización supere los problemas que no logra resolver
mediante la venta de productos y servicios; y “cooperan” reemplazando en las tareas
domésticas: preparación de alimentos, aseo de casa, educación de los niños, cuidado de
enfermos, a los que se asumen como responsables de la organización y tienen a su cargo
los miembros dependientes de sus familias.
Además, hemos identificado casos en los cuales la participación de un miembro de la familia en
la toma de decisiones sobre los recursos disponibles deja de ser pertinente con la trayectoria de la
gestión económica, por lo cual, los que están “haciendo negocio” lo ubican en una categoría que se
articula desde la mayor lejanía social con respecto al obrar de los trabajadores de la organización.
174
175
4
Los estudios realizados en Chile como los de Hardy (1985) y Razeto, Klenner, Ramirez y Urmeneta
(1990), permiten suponer que las organizaciones económicas presentan relaciones importantes con otras formas
asociativas que buscan soluciones a los problemas inmediatos derivados de la falta de recursos económicos y
sociales, y que generan instancias de aprendizaje distintas y distantes a la de los sistemas educacionales formales,
especialmente porque en ellas se valoran las capacidades de las personas en su lucha contra las condiciones de
marginación política y escasez de oportunidades para generar ingresos económicos.
176
aspectos centrales de su gestión y las interacciones en las cuales entran, los medios que
aseguran su trayectoria. En estos casos, la forma de construir la tecnología social no se ve
absolutamente determinada por la cultura del “barrio” y, por esta razón, el saber hacer en
la organización económica está constantemente incorporando las particularidades de los
universos simbólicos que sustentan las demandas de los distintos mercados (5).
Es importante indicar que la participación en los mercados tanto para los “productores”
como para los “revendedores” implica asumir las condiciones que imperan en la economía
informal, por ende, ellos habitan una categoría que articula el espacio local y que es solidaria
con otros desempeños y necesidades que sólo se satisfacen mediante su existencia.
“Yo pertenezco a la agrupación de microempresarios. De esa institución, el noventa
por ciento son informales y no van a ser nunca formales por la forma de pensar que tie-
nen. Bueno, yo soy informal en todo, somos los que no tenemos patentes, vamos y nos
instalamos a vender sin permiso, así trabajo yo y así he trabajado todo este tiempo. En
este minuto yo estoy tramitando la patente y ni si quiera tengo plata para pagar la patente,
incluso ya llegó la resolución y no tengo para pagar.
El drama es que como somos microempresarios y la mayoría somos informales, no
pagamos impuestos, no tenemos como demostrarles a ellos cuanta plata recibimos mensual-
mente, entonces para que me ayuden en algún proyecto todos tenemos que estar formales
y la gente le tiene terror a Impuestos Internos por varias razones. Primero, porque tienes
que estar pagando todos los meses el IVA (referencia al impuesto por venta presunta),
tienes que pagar a una persona que te lleve las cuentas y nosotros no somos vendedores
en grandes.” (Reconstrucción de discurso II-3: Productores Informales)
Esta ubicación indica que dentro de las organizaciones económicas hay un sector de
su cultura que se organiza desde el contenido de un rol cuyo indicador más visible es el
nombre del rótulo que le asignan los clientes y/o los miembros de las organizaciones del
sector formal de la economía, por tanto, ser parte del sector informal supone conocer las
maneras apropiadas para que dicha condición de integración subordinada no de resultados
adversos que detenga la trayectoria de la propia organización, para lo cual se hace necesario
que la cultura contenga y reporte una imagen del espacio comercial en donde se ubican
los tipos de organizaciones según si ellas son del sector formal o informal; y se precisen
las formas regulares de sus encuentros.
Es en este nivel donde apreciamos una segunda diferencia entre “revendedores” y
“productores” en la medida que los primeros ubican a sus pares poniendo énfasis en su
calidad de competencia, mientras que los “productores” tienen una “necesidad” que los
conduce a relacionarse con otras organizaciones económicas para satisfacer la demanda
que van obteniendo y para “postular” a la adjudicación de recursos: información, merca-
deo, monetarios y políticos.
5
En la descripción que hace Rebecco (1993) sobre un apicultor que mantiene su organización econó-
mica en la comuna de Huechuraba, no sólo se constata que la familia es la que conforma su principal red de
“cooperadores”, además, cada miembro de la familia permite el acceso a redes y registros socioculturales que
dotan de contenido al “negocio”: “ella vende joyas y artesanía en alambre y cuero que él fabrica en su taller.
También compra fardos de ropa usada que lava, plancha y pone en una linda bolsa de plástico. Los días de
feria en Huechuraba, Roberto la lleva en un furgón japonés. Ella participa además en la feria de artesanía en la
calle Santo Domingo, como además de hacer artesanía, Roberto sabe de carpintería, el va confeccionando los
cajones, alzas, centrífugas y otros implementos necesarios a la ampliación de sus familias de abejas y confección
de miel.” (Rebecco, 1993:241)
177
178
Referencias
Bourdieu, P. (1995). Por una Antropología Reflexiva. Santa Fe de Bogotá: Grijalbo.
-(2006). Argelia 60. Estructuras económicas y estructuras temporales. Buenos Aires: Siglo XXI.
Castells, R. (1999). La Cuestión Urbana. Madrid: Siglo XXI.
-(2002). ¿Qué significa estar protegidos?, en Dabas, E. et. al., Redes. El leguaje de los vínculos. Ha-
cia la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil. Buenos Aires: Paidós; 151-158.
Dabas, E. (1999). Redes Sociales. Buenos Aires: Grijalbo.
Dirven, M. (2001). Entre el Ideario y la Realidad: Capital Social y Desarrollo Agrícola. Santiago
de Chile, mimeografiado.
Donovan, P; Bravo, G., Y González, R. (2004). Économie Populaire, Sociale y Solidaire
au Chili (1980-2003). En Le Sud et le Nord dans la mondialisation, quelles alternatives, le
renouvellement des modeles de développement, P.U.Q et KARTHALA; 138-159.
Durkheim, E. (1997). La educación moral. Buenos Aires: Losada.
Durston, J. (2000). ¿Qué es el capital social comunitario? Serie Políticas Sociales CEPAL, División
de Desarrollo Social, N° 38, 47-60.
179
Espinoza, V. (2002). La movilidad ocupacional en el Cono Sur. Acerca de las raíces es-
tructurales de la desigualdad social. Proposiciones Nº 34: Pobreza y desigualdades en
América Latina, 89-100.
Forni, F. (1988). Formulación y evaluación de proyectos de acción social. Buenos Aires:
Humanitas.
Forni, F; Benencia, R. y Neiman, G. (1991). Empleo, Estrategias de vida y Reproducción. Hogares
rurales en Santiago del Estero. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
García, J. (1994). La racionalidad en política y Ciencias Sociales. Buenos Aires: Centro Editor
de América Latina.
González, R. (1993). Desarrollos productivos locales y pequeña producción. Proposiciones
Nº 23: Microempresa y desarrollo; 218-232.
Hardy, C. (1985). Hambre + Dignidad = Olla Común. Santiago: PET.
Kliksberg, B. (2000). Diez falencias sobre los problemas sociales en América Latina. So-
cialismo y Participación, 89; 65-76.
Márquez, F. (2002). Cultura y movilidad en los noventa: Buenos Aires, Santiago y Monte-
video. Proposiciones, 34: Pobreza y desigualdades en América Latina; 77-88.
Mauss, M. (1979) Sociología y Antropología. Madrid: Tecnos.
Latour, B. (2007). Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Buenos Aires: Siglo
XXI.
Lechner, N. (2004). Desafíos de un Desarrollo Humano: individualización y capital social.
Instituciones y Desarrollo, 7, (www. iigov.org).
Perret, B. y Roustang, G. (2000). La economía contra la sociedad. Crisis de integración social y
cultural. Santiago: Fondo de Cultura Económica.
Razeto, L; Klenner, A; Ramírez, A., y Urmeneta, R. (1990). Las organizaciones económicas
populares. Santiago: Programa de Economía del Trabajo.
Rebecco, F. (1993). Microempresa y desarrollo regional: algunas experiencias. Proposiciones,
23: Microempresa y desarrollo; 233-252.
Samuelson, P. (1968). Curso de Economía Moderna. Una descripción analítica de la realidad econó-
mica. Madrid: Aguilar.
Sen, A. (2000). Género y conflictos cooperativos. En Navarro, M. Cambios sociales, económicos
y culturales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica; 59-110.
Vélez-Ibáñez, C. (1993). Lazos de confianza. Los sistemas culturales y económicos de crédito en las
poblaciones de los Estados Unidos y México. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
180
Anexo
Tabla I-1-: La evaluación de los aportes de las organizaciones económicas a la eco-
nomía familiar.
Dimensión Productores Revendedores
Evalua- “Vendíamos a un precio adecua- “Mucho, porque claro, él me da
ción de la in- do porque estamos en una población la palta de la comida y yo lo que voy
cidencia del que económicamente no está bien. juntando de mi negocito, primero
negocio en Gracias a dios hemos salido adelan- mi negocio. Voy comprando lo que
la economía te. Es poco lo que se gana, porque me falta en mi negocio y platita
familiar hay que ser sincera, es poco lo que que voy juntando yo, que tasas,
se gana uno y al menos nos alcanza que mesita, todo eso ha salido del
para comer; nos damos vueltas para negocito, digo yo: si no tuviera mi
la comida. almacén ¿Qué haría? A veces a mi
Algunas veces decimos mejor marido le va mal en el trabajo, ahora
cerremos el negocio que para qué está enfermo y parece que lo van
si sabemos que es para puro comer a hospitalizar, entonces yo tengo
y para pagar las deudas y, a la vez, para darme vuelta si eso pasara.”
digo que con eso nos ayudamos y (2:29 (511:521) [Economía familiar]) + (2:10
sin ese negocio como me ayudaría”. (503:509) (Economía familiar])
(3:3 (31:38) Economía familiar) + (3:9 (193:196)
[Economía familiar)
Tabla II-1: Relaciones de reciprocidad de la red de apoyo de las usuarias de PMC AyE
para solucionar problemas del Plan de Negocios (6)
A esa persona a la que le puede pedir, le ha hecho algún Sí No Vacías
favor en el último año (%) (%) (%)
Herramientas 16 7 78
Materias primas 13 5 82
Dinero 20 10 70
Transporte 15 5 81
Ayuda administrativa 14 13 73
Clientes 13 4 83
Contratar a alguien 11 2 87
6
Esta tabla ha sido construida a través de las respuestas afirmativas a una pregunta que presenta alternativas
dicotómicas.
181
Tabla II-2: Participación en organizaciones sociales locales según rubro de las usuarias
del PMC AyE.
Participa en alguna organización Producción No responde Reventa No responde
(%) (%) (%) (%)
Sí No Sí No
Club Deportivo 0 83 17 5 94 1
Cuerpo de Bomberos 0 83 17 1 98 1
Junta de Vecinos 33 50 17 33 66 1
Sindicato 17 67 16 5 94 1
Iglesia 17 67 16 22 77 1
182
Abstract
The family has undergone a series of changes since the onset of industrialization; these
changes continue today. Such modifications lead, inevitably, to a review of certain sociolo-
gical studies which define the very reality of the family and analyze the important changes
experienced, such as the functions traditionally performed by families, family relationships
and the relationships between the family and society. The effects of technological change
have influenced families, the way they interact and the way in which the family is organized,
producing a wide-ranging re-adaptation.
183
184
cambios en su estructura, de manera que la típica familia anterior dejó de ser funcional,
y ello por tres cuestiones: a) las funciones de la familia extensa han sido asumidas por
agencias especializadas, b) la fuerza de trabajo en las sociedades industriales requiere de
trabajadores móviles, c) los individuos logran su estatus a través de méritos individuales
en las sociedades industriales.
Algunos aspectos de la nuclearización de la familia han sido criticados por numero-
sos autores, entre otros cabe señalar la denominación que hacen de esta teoría como de
“ficción” por parte de Sussman (1959) en un primer momento en 1959, y de Sussman y
Burchinal (1980) en una segunda ocasión en 1962. El apoyo empírico de estas afirmaciones
procede, en el primero de ellos, de un estudio sobre parentesco y relaciones familiares
en Cleveland, lo que incluía cuidado de niños, ayudas ante las enfermedades, ayudas
financieras, cuidado de la casa, consejos, regalos, y ceremonias tales como cumpleaños,
nacimientos, aniversarios. Los resultados fueron que el 92,5% de las familias de clases
trabajadoras cumplían activamente con estos requisitos, además de que el 70% de la clase
trabajadora y el 45% de la clase media tenía parientes viviendo relativamente cerca, es decir,
las familias modernas americanas no se encuentran aisladas sino todo lo contrario. En la
segunda publicación se constata cómo el crecimiento de grandes zonas metropolitanas y la
especialización concomitante el individuo tiene menos necesidad de abandonar la aldea, el
pueblo, la ciudad o el suburbio del complejo urbano para encontrar un empleo de acuerdo
a su especialización, es por ello que acaban concluyendo que “la familia nuclear aislada nace
de las teorías y la investigación relacionadas con grupos de inmigrantes que vienen a la ciudad a trabajar
durante el periodo de urbanización en la sociedad occidental” (Sussman y Burchinal, 1980: 95).
No obstante, Parsons (1956) replicará clarificando algunas cuestiones conceptuales que
habían servido de equívoco, dado que las estrechas relaciones que las familias mantienen con
sus parientes no van en detrimento con el concepto de familia nuclear aislada, toda vez que
este tipo de familias se encuentran estructuralmente aisladas de otras partes de la estructura
social tales como el sistema económico, y por ello forman parte de la estructura social en
tanto que unidades estructurales, por lo que el concepto de familias extensas o redes fami-
liares no son obligatorias, sino de libre elección. El hecho del aislamiento no significa que
tengan que romperse las relaciones con los parientes dada la importancia psicológica que para
el individuo tiene la familia nuclear donde nació y creció, pero cuándo las familias se alejan
del marco campesino dejan de ser unidades del sistema social firmemente estructuradas,
como tampoco son unidades residenciales o económicas, ni tampoco grupos corporativos,
lo que supone que la frecuencia de las visitas, de la actividad común y de la comunicación
telefónica y escrita se convierte en una relación muy variable por ser un recurso que puede
aprovecharse selectivamente dentro de límites considerables. Por ello, concluirá que, no
obstante, ante el caso de una necesidad especial, la obligación primordial de ayudar, si no
hay una provisión organizada de la comunidad y en ocasiones aunque la haya, recaerá sobre
los parientes más cercanos con capacidad financiera para afrontar la situación.
Esta última versión parsoniana ha sido corroborada en los estudios empíricos de
Young y Willmott (1957), en el barrio londinense de Bethnal Green, en donde se pudo
comprobar el papel que jugaban las redes familiares al ayudar a encontrar una casa, un
trabajo, contactar con la comunidad o como una respuesta a una situación de pobreza
intensa y extensa en un momento en que no existía el estado de bienestar. Y por el estu-
dio empírico de Rosser y Harris (1965) en la pequeña localidad escocesa de Swansea en
185
el sentido de afirmar que las familias nucleares suponen una unidad estructural básica de
la sociedad, y aunque las relaciones de parentesco son importantes para los individuos,
en términos de la estructura social como un todo no son de mayor y crítica importancia.
Los resultados obtenidos coincidieron en gran parte con los obtenidos por Young y Wi-
llmott en Bethnal Green: “Deberíamos enfatizar que la alta incidencia de variación individual en el
comportamiento de parentesco en áreas urbanas es en sí mismo una conclusión importante y significativa
de nuestro estudio, y de otros previos. El parentesco es esencialmente una cuestión menor en la estructura
urbana de Swansea, aunque importante en la vida de los individuos. El sistema de parentesco en sí
mismo no supone un gran peso estructural desde el punto de vista de la sociedad como un todo” (Rosser
y Harris , 1965: 287-288).
La evidencia empírica de las hipótesis teóricas ha promovido numerosos estudios
buscando rastros de tal evolución en el pasado, por ejemplo y entre otros, cabe citar los del
historiador Laslett (1977) y el Grupo de Cambridge “Historia de la Estructura Social y de la
Población”, contradiciendo la teoría parsoniana, ya que sobre la base de sus investigaciones,
los grandes hogares de familia extensa eran relativamente poco comunes antes de la revo-
lución industrial en Inglaterra, para sostener esta afirmación se basó en una serie de datos
procedentes del estudio de 100 comunidades inglesas entre 1574 y 1821, que mostraron
que sólo el 10% de los hogares estaba formado por parentesco extranuclear, además de
que el tamaño medio de la unidad familiar se mantuvo constante, en torno a 4,75 desde
el siglo XVI, hasta finales del siglo XIX, cuándo un constante descenso lo estabilizó en la
cifra de 3 en los censos contemporáneos. Por lo tanto, la familia nuclear pudo haber sido
una de las características fundamentales y duraderas del sistema de la familia occidental,
precisamente el hecho de la preeminencia de los hogares aislados del norte de Inglaterra
podría haber sido una de las causas que facilitaron la revolución industrial en esa zona
del planeta, ya que ésta necesitaba de familias móviles, aunque en estudios posteriores
encontró parecidas tasas de familias aisladas en el norte de Francia, en Holanda, Bélgica,
Escandinavia, parte de Italia y Alemania.
Este supuesto ha sido criticado por Anderson (1971) al sostener que Laslett pudo
cometer un error al no tener en cuenta el significado que le dieron al término familiar
los que confeccionaron la lista en su momento, sobre todo en el contexto de la compo-
sición de la unidad familia, lo que supone en una determinada época, en algunos grupos
sociales, una abuela corresidente pudiera ser una matriarca poderosa y reverenciada, en
otra solamente se le diera alojamiento de mala gana mientras todos esperaban su pronta
muerte, y en otra fuera considerada como una vieja amiga (Anderson, 1988). Precisamen-
te, en su estudio sobre Preston en el condado de Lancashire, Anderson (1980) llegó a la
conclusión, en base a una muestra rural no representativa del 10% de 1851, que el 23%
de los hogares estaba formado por una familia extensa provocado precisamente porque
la industrialización hacia necesario acudir a los lazos familiares para cambiar de casa, para
obtener información sobre trabajos, para socorrer a los hijos huérfanos, o en ausencia
de un Estado de Bienestar, para cuidar de las personas mayores, y que éstas hicieran lo
mismo con los hijos. Sobre este mismo condado –Lancashire-, Roberts (1984) encontró
parecidas evidencias, aunque al menos dos matizaron los descubrimientos anteriores, ya
que encontró una gran red de apoyos sobre todo procedente de mujeres de clases traba-
jadoras, además de que gran parte de las relaciones no estaban basadas en el autointerés
mutuo, sino en los lazos emocionales que se desarrollaban entre las familias. Sin embargo,
186
autoras como Nicholson (1997) sostiene que la familia nuclear es un fenómeno reciente,
ya que se desarrolló en primer lugar entre las clases altas del siglo XVIII, entre las clases
medias del siglo XIX, y entre las clases trabajadoras por su falta de medios económicos
de la década de los cincuenta del siglo XX.
187
188
189
La coincidencia entre las familias nucleares y el hecho de que muchas de estas fa-
milias se reconviertan en algún momento de su existencia en familias extensas, es lo que
provocó un tipo de análisis muy fructífero, cuarta característica estructural significativa
en torno a la familia denominado como interacción familiar o negociación del rol, lo que implica
que los individuos se comportan en la familia negociando continuamente para obtener
los mejores resultados, de manera que las relaciones familiares seguirían las prácticas del
cálculo racional de obtención de beneficios a través de inversiones en tiempo, energía y
emoción. Esto vendría a significar que no es que la familia extensa sea incompatible con
la industrialización, sino que los valores del mercado implican “modelos alternativos de
pago” que suponen una mayor ganancia en relaciones familiares próximas y frecuentes.
Es por ello que, las clases sociales más altas están más interesadas en las familias extensas
ya que pueden ganar más que las familias bajas en las que no hay nada que repartir. Ade-
más “los modelos estructurales afectan en parte los procesos de tensión y de ajuste entre emparentados.
Algunas relaciones tienen que ser definidas en detalle, si la casa incluye ciertos parientes. Por ejemplo, si
cohabitan en el hogar un hombre y su suegra, pueden existir reglas que exigen mucha reserva y evitan la
interacción entre los dos. Los modelos de socialización están igualmente afectados por la presencia de tal
o cual pariente. Una abuela puede continuar supervisando la socialización de una joven nuera, o bien un
chico joven puede ir a la casa del hermano de su madre para ser educado. Los que viven en un mismo hogar
compartirán probablemente el mismo presupuesto: los intercambios económicos en parte están determinados
por los tipos de hogares” (Segalen, 1977: 44-45).
190
del ciclo: formación del hogar y crianza de los hijos, y en la última cuándo la persona es
totalmente dependiente.
En este sentido las clases sociales se caracterizan por un determinado tipo de contacto,
según Willmot (1988) y Allan (1985), los contactos de las clases medias aún siendo menores
que los que mantienen las clases trabajadoras, son importantes, sobre todo las que man-
tenían las esposas de las clases trabajadoras con sus respectivas madres. McGlone (1998)
en un estudio comparativo del British Social Attitudes Surveys de 1986 y 1995 llegaron a
las siguientes conclusiones: el 47 % de la población sin niños dependientes, y el 50% con
niños dependientes vieron una vez a la semana a la madre, porcentaje que aumentó en
aquellos que vivían a menos de una hora conduciendo. Las llamadas telefónicas también
fueron intensas, de aquellos que tenían la dependencia de unos niños, el 78% habló una
vez a la semana con la madre, un 54% con el padre, un 45% con algún hermano adulto, y
39% con otro pariente. Otras conclusiones fueron que los contactos eran mayores entre
los trabajadores manuales frente a los no manuales, particularmente entre aquellos con
niños dependientes, una diferencia que podría ser explicada por la tendencia de los pri-
meros en vivir cerca de sus familiares; un menor contacto en las familias de clase media
en las que la mujer se encontraba trabajando a tiempo completo; y entre las familias que
trabajaban los dos.
Los sentimientos de deudas y obligaciones familiares basados en, por ejemplo, compar-
tir casa, o dar apoyo económico, emocional o moral ha sido una cuestión relevante en el
ámbito familiar después del cuestionamiento histórico de las redes familiares. Según Finch
(1989) se debería proceder a eliminar el tópico según el cual existió una época dorada en
las obligaciones y ayudas familiares que se prestaban antes de la Revolución Industrial,
ya que no existe evidencia de un apoyo especial sobre aquellos hijos que no fueran los
primogénitos, incluso gran parte de la ayuda que se prestaba se encauzaba más sobre el
autointerés que sobre la obligación, de manera que mucha gente que admitían a hijos de
parientes en sus casas los empleaban más tarde en el servicio doméstico, tampoco existe
suficientes evidencias de la ayuda a los padres, excepto cuándo se ocupa el hogar de aque-
llos, por lo que el cuidado de los mayores procedería de una época posterior –en torno a
los últimos cincuenta años- cuándo la esperanza de vida aumentó de tal manera que, se
originó una importante presión para que la familia acogiera a aquellos padres o madres
que se habían quedado solos o que no podían mantenerse por sí mismos. La excepción de
todo esto sería la relación entre padres e hijos en la que los primeros ayudan sin esperar
un equivalente en el futuro. Pero, de cualquier forma no existe suficiente evidencia de
que en la actualidad existan menos sentimientos de deber con respecto a los parientes. Es
por ello que las obligaciones familiares no siguen una pauta común sino que dependen
de cada caso familiar, de la región, del género, de la etnicidad, generación y situación
económica. En un estudio posterior realizado por Finch y Mason (1993) denominado
“Obligaciones familiares” desarrollado en Manchester, encontraron que la gente acepta
las responsabilidades familiares en casos especiales en los que la ayuda se presenta como
legítima y cuándo no se tiene otro medio de ayuda; existe una mayor probabilidad para
que se acepten responsabilidades familiares cuándo es limitada en términos de tiempo,
esfuerzo o habilidades; las responsabilidades entre padres e hijos tienen un estatus especial
teniendo en cuenta que en general las relaciones son permisivas y no obligatorias.
191
192
(2007) se han registrado un importante aumento en lo que se refiere a las TICs en los
hogares, a excepción del teléfono fijo, que continúa su descenso progresivo, situándose
en el 82,7%. El porcentaje de hogares con ordenador se sitúa en el 57,8% y el de hogares
conectados a la Red alcanza ya el 40%.
El proyecto anual Digital Future organizado y coordinado por el USC Annenberg
School Center, analiza el impacto de las TICs y de cómo influye en el comportamiento
social, tanto de usuarios como de no usuarios en Estados Unidos. Las entrevistas han sido
realizadas a las familias con el fin de comprobar la influencia que las nuevas tecnologías
han desempeñado sobre la vida diaria de los que ya usan Internet, los nuevos usuarios y
los que aún no utilizan la Red. Más del 87% de los internautas aseguraron que Internet
no ha cambiado el tiempo que pasan con su familia o amigos. El 13% restante se divide
equitativamente entre quienes piensan que Internet ha contribuido favorablemente a su
vida social y los que aseguran que les ha reducido el número de horas de estar con los
amigos o familiares. Parecidos datos refleja la X Encuesta AIMC a usuarios de Internet
(2008) donde un 10% de los encuestados declara que ha disminuido el tiempo que dedica
a estar con amigos o pareja por el uso de Internet.
Conclusión
En todo caso los efectos del cambio tecnológico pudo tener unas consecuencias de-
vastadoras en la organización familiar, porque produjo una readaptación general, que en
opinión de Ogburn y Nimkoff (1976), supuso nada menos que sesenta y tres cambios,
entre los que cabría destacar: el incremento en el porcentaje de divorcios, la amplia difusión
del control de nacimientos y disminución del tamaño de la familia, la pérdida de autoridad
de los padres, el incremento de parejas sin casarse, el incremento del número de esposas
trabajando fuera de casa, el incremento del individualismo y la libertad de los miembros
de la familia, la transferencia de funciones de la familia al Estado y finalmente el declive
del comportamiento religioso. Desde la perspectiva de que son muchos los factores que
pueden incidir en todos estos cambios, sin embargo un factor que permanece constante no
puede ser responsable de nada, por lo que se podría deducir que aquellos factores de fácil y
rápida transformación, como fueron las invenciones y los descubrimientos: en la influencia
del tamaño de las familias (los anticonceptivos), en la educación y sentimientos religiosos
(los avances de la ciencia), y en las relaciones entre las partes (la ideología democrática). El
resto de las transformaciones podían ser achacables a los avances tecnológicos concretos
porque posibilitaron que la producción saliera del hogar para ir a parar a organizaciones
económicas exteriores, porque mejoraron los medios de transportes y permitieron la
separación de trabajo y residencia por lo que un número elevado de comidas se hicieron
fuera del hogar y se creó toda una industria de alimentos preparados y de restaurantes,
porque resolvieron varias facetas del trabajo dentro del hogar como el lavado de la ropa
y el secado, y porque posibilitaron comprar los fines de semana grandes cantidades de ali-
mentos que grandes frigoríficos podían conservar. Todos estos cambios relegarían a la familia
a desempeñar dos funciones todavía importantes (aparte de la procreación): la cobertura de
afecto y la educación de los hijos antes de ir a la escuela.
Una publicación que vendría a reforzar los argumentos anteriores es la titulada Cambios
de modelos de la vida familiar europea (Boh, 1989) en donde se analizan cuáles han sido los
principales cambios en la estructura familiar desde 1945 hasta el presente, para lo que se
193
Referencias
Allan G. (1985). Family Life: domestic roles and social organziation. London. Blackwell.
Anderson M. (1988). Aproximaciones a la historia de la familia occidental (1500-1914). Madrid.
Siglo XXI.
Anderson M. (1971). Family structure in nineteenth century Lancashire. Cambridge. Cambridge
University Press.
Anderson M. (1980). “La familia, el hogar y la revolución industrial”. En Anderson M.
(Ed.). Sociología de la familia. México. Fondo de Cultura Económica.
Bell C. (1968). Middle class families. London. Routledge and Kegan Paul.
Boh K. Et Alt. (1989). Changing patterns of european family life. New York. Roultledge.
Cabero, J. (1999). “La red ¿panacea educativa?”. En Educar, 25
Cowan R. (1985). More work for mother : the ironies of household technology from the open hearth to
the microwave United States of America. Basic Books.
Cuisenier, J. y Segalen, M. (1977). The family life cicle in European societies. Mouton. Paris.
De Pablo A. (1976). “La familia española en cambio”. En FOESSA (Ed.). Estudios sociológicos
sobre la situación social de España, 1975. Madrid. Euramérica.
Del Campo S. (1982). La evolución de la familia española en el siglo XX. Madrid. Alianza.
Del Campo S. y Navarro M. (1985). Análisis sociológico de la familia española. Barcelona.
Ariel.
Finch J. (1989). Family obligations and social change. Cambridge. Polity Press.
Finch J. And Mason J. (1993). Negotiating family responsabilities. London. Routledge.
Gualda, E. y Rodríguez, I. (2007). Huelva, dependencia y solidaridad en las redes familiares.
Instituto de Estadística de Andalucía. Sevilla.
Iglesias De Ussel J. (2000). “Familia y estructuras de solidaridad”. En Muñoz S. (Ed.). Las
estructuras del bienestar en Europa. Madrid. Escuela Libre Editorial.
Iglesias J. y Meil G. (2001). La política familiar en España. Barcelona. Ariel.
Laslett P. (1971). The world we have lost. London. Methuen.
Laslett P. (1977). Family life and illicit love in earlier generations. London. Methuen.
Litwark E. (1965). “Extended kin relations in an industrial democratic society”. In Shanas
E. and Streib G. (Ed.). Social structure and the family: generational relations. Englewood.
Prentice-Hall.
Litwark E. And Szelenyi I. (1980). “El parentesco y otros grupos primarios”. En Anderson
M. (Ed.). Sociología de la familia. México. Fondo de Cultura Económica.
194
Mcglone F. Et Alt. (1998). Families and kinship. London. Family Policy Studies Centre.
Nicholson L. (1997). “The myth of traditional family”. En Marsh H.L. (Ed.). Feminism
and families. London. Routledge.
Ogburn W. And Nimkoff M. (1976). Technology and the changing family. New York. Green-
wood Press.
Parsons T. (1980). “La familia en la sociedad urbana-industrial de los Estados Unidos”. En
Anderson M. (Ed.). Sociología de la familia. México. Fondo de Cultura Económica.
Parsons T. And Bale R. F. (1956). Family, socialization and interaction process. New York. The
Free Press.
Radl R.M. (2003) Transformaciones en el comportamiento en función del género de la
vejez: el caso de las relaciones familiares actuales entre abuelas, abuelos y nietas y nietos.
Papers Revista de Sociología. Nº 70.
Rapoport Et Alt. (Ed.) (1982). Families in Britain. London. Routledge and Kegan Paul.
RobErts E. (1984). A woman´s place: an oral history of working class women 1890-1940. Oxford.
Basil Blackwell.
Rosser R. And Harris C. (1965). The family and social change. London. Routledge & Kegan
Paul.
Sánchez, A. (2001) Internet y la sociedad europea de la información. Sevilla. Universidad de
Sevilla.
Sánchez M. R. (2001). “Las familias del futuro en España”. Temas Nº 74.
Silverstone, R. (1996). Los efectos de la nueva comunicación. El consumo de la moderna tecnología en
el hogar y la familia. Barcelona. Bosch Casa Editorial.
Sussman M. B. (1959). “The isolated nuclear family: fact or fiction”. Social Problems. Nº 6.
Sussman M.B. And Burchinal L.G. (1980). “La red familiar del parentesco en la sociedad
urbana-industrial de los Estados Unidos”. En Anderson M. (Ed.). Sociología de la familia.
México. Fondo de Cultura Económica.
Tezanos J.F. (2001). “La sociedad débil: la crisis de los lazos sociales”. En Durán M.A. et
alt (Ed.). Estructura y cambio social. Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas.
Willmott P. (1988). “Urban kinship past and present”. Social Studies Review. Noviembre.
Young M. And Willmott P. (1957). Family and kinship in east London. London. Routledge
& Kegan Paul.
195
Abstract
The consistency and involvement with the family networks is often linked to the
limitations presented by the Welfare State. In the Spanish society the social changes
have been significant and rapid, but the family remains being, and constantly, the
most valued institution by the Spaniards. However, there are still many areas of chan-
ge affecting the family solidarity and presenting new challenges and uncertainties.
Palabras Clave: Familismo, Cambio social, Estado del Bienestar, Igualdad de género,
Solidaridad familiar, Valoración del matrimonio, Ciclos familiares.
Keywords: Familism, Social change, The Welfare State, Gender equality, Family solidarity,
Valuation of marriage, Family cycles.
Introducción
Cada vez es mayor la preocupación dentro de la sociología por ver las implicaciones entre
la familia, los estados de bienestar y las políticas sociales, en la medida que las políticas sociales
interactúan con el funcionamiento actual de la familia. Sobre este asunto se han producido
algunos libros importantes en los últimos años (v.gr: Carling y Duncan 2002). En un muy inte-
resante trabajo (Naldini, 2003) se analiza el modelo de de microsolidaridad familiar en España
e Italia, lo cual es muy interesante para conocer las relaciones entre familia-mercado-Estado.
197
198
milias con algún hijo menor de 18 años. En países como España e Italia, sin embargo, la
proporción no llega a una de cada 10. Las implicaciones teóricas del modelo mediterráneo
del régimen de bienestar, debería considerar no sólo las relaciones entre familia, mercado
laboral y estado, sino que también debe considerar los modos de funcionamiento familiar
y las relaciones familiares. Otra consideración importante es que en los análisis del Estado
del Bienestar, desde la perspectiva del género, deben prestar atención a los recursos de
los miembros de la familia y de la parentela en las “estrategias familiares” y en las reper-
cusiones intergeneracionales.
Por estas latitudes del sur de Europa, la última generación de amas de casa ha duplicado
su papel de madres, primero cuidando a sus propios hijos y después a sus nietos (Iglesias de
Ussel, 1998). Sin embargo, la gran transformación social acaecida en los roles de la mujer
–sobre todo en países como España, donde estos han sido tan rápidos como intensos-, hace
presagiar que la actual generación de madres trabajadoras, no parece que vaya a reproducir
los mismos roles que sus predecesoras. Así, en países como España e Italia, el fenómeno
del doble sueldo (trabajan ambos cónyuges) está cada vez más extendido. Volviendo a las
redes familiares, nos encontramos con una incidencia creciente de estos nuevos roles de
la mujer en el funcionamiento familiar, de tal suerte que, lo que antes era un “asunto de
mujeres” en el ámbito privado familiar, se convierte progresivamente, en un problema
social, que concierne al conjunto de la sociedad, y que debe de ser solventado desde una
óptica de conjunto y no meramente individualizadora al modo “anglosajón”.
Referido a la evolución reciente de la población europea, distintos especialistas, han
puesto de relieve como se ha reducido notablemente el tamaño objetivo de la red familiar
(v.gr: Pérez Díaz, 2003; Pérez Ortiz, 1996; Rodríguez, 1994; Vizcaino, 2000; Walace, 2000).
Esta reducción de la red de parentesco afecta de manera desigual a las generaciones, pues
a modo de ejemplo, mientras que la generación actual de adultos mayores, tiene una red
de familiares directos relativamente alta, no puede decirse lo mismo de las nuevas gene-
raciones (Pérez Díaz, 2003:62). Esta circunstancia puede afectar favorablemente a las
generaciones de jóvenes que pueden tener el apoyo continuado de sus padres y abuelos,
pero que genera manifiestas incertidumbres sobre la continuidad de la misma, tal como
hemos puesto de relieve en distintos lugares (v.gr: Sánchez Vera, 2003 y 2007). Este debi-
litamiento creciente del “vinculo social” desde la perspectiva familiar -lo hemos señalado
en otros lugares (Sánchez Vera, 2003)- es uno de los grandes retos para el análisis de redes
sociales en las sociedades actuales.
Desde la perspectiva familiar son frecuentes las reflexiones sobre el debilitamiento de
la red familiar como ámbito de ejercicio de la solidaridad entre las generaciones, entre estos
analistas se encuentra Francis Fukuyama, el cual aborda la familia moderna desestructu-
rada como uno de los ámbitos de “la gran ruptura” (Fukuyama, 2000) y su incidencia
en distintos ámbitos de la vida social. El fenómeno de la longevidad y de las trayectorias
familiares diversas crearán un cierto desamparo. Sobre este particular –y aunque muy
centrado en la sociedad americana- señala lo siguiente (o.c: 160): “La persona anciana de
principios del siglo XXI, pongamos por caso una mujer perteneciente al baby boom ya
envejecida, divorciada dos o tres veces, vivirá sola sus últimos años en una casa o un piso
y recibirá de vez en cuando la visita de un hijo (o hija) ya jubilado y que intenta sobrellevar
el deterioro de su propia salud. Su conexión con estos parientes será débil debido a que
la larga y azarosa vida personal que llevó de joven (los distintos matrimonios y parejas
199
sexuales, los hogares separados y los conflictos respecto a la división de los bienes comu-
nes y la custodia de los hijos) habrá dejado a sus descendientes una relación sentimental
pero algo desapegada, que tendrá que competir con las exigencias de la distancia física y
de actividades más agradables que los deberes familiares”.
Es verdad que las reflexiones sobre la pérdida de influencia de la familia extensa y la
crisis de la familia como institución en las sociedades post-industriales, es un asunto rela-
tivamente recurrente en los análisis sociológicos actuales. En cualquier caso, la caída de la
natalidad y la consiguiente reducción del tamaño de la familia, no tiene porqué traducirse
en el debilitamiento de la solidaridad relacional de las redes de parentesco. Un fenómeno
ligado a esto ha sido la tendencia a la separación convivencial entre las generaciones. Sin
embargo, no hay que perder de vista la elevada valoración que la familia sigue teniendo
en determinados países, y que tal como señalan algunos de los grandes especialistas en
Sociología de la Vejez (v.gr: Bengtson, 1986; Streib y Beck, 1980), no hay que perder de
vista el hecho de que el aumento en la esperanza de vida incrementa las posibilidades
de coexistencia y tanto de interacción de tres generaciones en el ámbito familiar. A este
hecho de naturaleza demográfica, vienen a decir alguno de los referidos autores, que se
ha exagerado con frecuencia sobre la desaparición de la familia extensa en las sociedades
industrializadas, pues aunque sea cierto el hecho de la mayor distancia física que caracte-
riza a los medios urbanos –incluso esto ha sido cuestionado también por algunos autores
(Troll, L. (1971)-, sin embargo las relaciones entre los miembros de la familia extensa
sigue siendo muy importante en la mediada que se intercambian afecto, ayuda y servicios,
y sobre todo, -tal como señala un especialista en la materia (Ward, 1984)-, los sujetos si-
guen otorgando una gran importancia a sus relaciones familiares. Otros especialitas se han
referido a la emergencia de la denominada “intimidad a distancia” –esto es, la propiciada
por las tecnologías: teléfono celular, internet, etc- como una nueva forma de revitalización
de las relaciones familiares (Rosenmayr, 1963), en opinión de alguno de estos especialistas
este nuevo modelo creciente de solidaridad familiar, implica una elevada frecuencia de
interacción y solidaridad. Referido al caso de España, Meil (2000: 67) ha puesto de relieve
como el principio de separación residencial entre las generaciones, no ha implicado un
debilitamiento de los intercambios monetarios y/o de los servicios de apoyo mutuo entre
las generaciones.
200
jóvenes. Así desde la transición política hasta la actualidad, la familia ha venido aparecido
como una de las instituciones más amables de la sociedad española, lo que se observa de
manera constante a lo largo de los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas
de España (CIS). La familia se muestra como el aspecto vital mejor valorado, por encima
de amigos, política, religión, bienestar económico o trabajo (CIS, 1987, 2008). El grado de
satisfacción con la vida familiar también es elevado: en los últimos 15 años, el 90% de los
españoles han declarado mostrarse muy o bastante satisfecho con su vida familiar (CIS,
1994, 2000), o consideran a la familia como la institución que tiene mayor importancia
en su vida (CIS, 2008).
Durante generaciones, y aún hoy, es la familia la que ha venido actuando de verdadero
Ministerio de Asuntos Sociales (la mujer más exactamente) y resolviendo problemas de
todo orden, que van desde el cuidado a los enfermos, la atención a los adultos mayores,
la solidaridad con los miembros que quedan en paro, con los drogodependientes, los
discapacitados, y así, un largo etc., que afecta a las ayudas de todo orden y tipo a los
hijos, y muy particularmente a las hijas y nueras, en sus procesos de incorporación -de
la mujer en general- al mercado de trabajo y que ha permitido, modernizar la sociedad
española.
El sistema jurídico que regula las relaciones familiares ha sufrido en España desde
la transición política a la actualidad una turbulencia inusitada que le ha dado un nuevo
marco legal en los derechos que la regulan (Sánchez Vera, 1994). Véanse a modo de
ejemplo –pues han sido enormes los cambios legislativos a partir de la Constitución
de 1.978 en esta materia (algunos en el ámbito autonómico) -, algunos de los cambios
más relevantes:
1
Ver.: Ruíz Salguero, M.T (2002). La regulación de la fecundidad: Un estudio demográfico de la anticoncep-
ción. La esterilización, el aborto y el tratamiento de la esterilidad en España. Centro de Estudios Demográficos.
Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona.
2
El adulterio será castigado con la pena de prisión menor. Cometen adulterio la mujer casada que yace
con varón que no sea su marido, y el que yace con ella, sabiendo que es casada, aunque después se declare nulo
el matrimonio». Hace 30 años, el adulterio estaba penado en España. El artículo 449 del Código Penal vigente
entonces, tenía continuación: «No se impondrá pena por delito de adulterio sino en virtud de querella del ma-
rido agraviado». Y todavía se completaba con un artículo más: «El marido podrá en cualquier tiempo remitir la
pena impuesta a su consorte». Los Pactos de la Moncloa de 1977 no sólo sirvieron para reformar la estructura
económica de España, sino que también incluyeron un acuerdo de contenido jurídico y político que abriría la
puerta a una auténtica revolución en la sociedad, ante la «nueva realidad democrática» de España.
3
Ver: Benito de los Mozos, A.I (2004). La victima en los “delitos de género” y el principio de presunción de inocencia.
En: Estudios Multidisciplinares de Género (Centro de Estudios de la Mujer, Universidad de Salamanca, 2004).
201
202
Sin duda, aunque este escrito es de la década de los 70 y analiza una sociedad diferente
a la actual, buena parte de los códigos señalados siguen vigentes.
Si la familia goza de una amplia valoración social, no cuenta con menos respaldo, en
cuanto a percepción, el matrimonio. En una de las importantes encuestas sobre la materia
(CIS 1992), las tres cuartas partes de los españoles preferían vivir casados sobre el resto
de opciones: vivir solos, mantener una relación de pareja en domicilios separados, vivir
con su pareja antes del matrimonio o sin proyecto matrimonial, o compartir la vivienda
con amigos. No resulta por tanto contradictorio que en la misma proporción se considere
que el matrimonio no está pasado de moda (CIS, 1987, 1992, 1994). En estudios más
recientes (CIS 1997), tan sólo un 16% de los españoles afirma que el matrimonio es una
institución pasada de moda. Sobre este extremo –Tabla Nº 1-, la evolución en los estudios
del CIS es la siguiente:
Tal como se puede apreciar en la Tabla Nº 1, en los estudios del CIS la valoración del
matrimonio como institución ha ido ganando adeptos: se ha pasado de una situación en
la que casi uno de cada cuatro españoles afirmaba que el matrimonio era una institución
pasada de moda a unos valores actuales en los que tan sólo un 16% afirma esta sentencia,
si bien cabe señalar que en años anteriores (1992, 1994, 1995) los porcentajes de acuerdo
han sido aún más bajos que en 1999, como ocurrió sobre todo a principios y mediados
de la década pasada. En cuanto a los valores de 1999, señalemos que apenas existen dife-
rencias por género, aunque existen diferencias importantes por edad –conforme aumenta
la edad, más personas señalan su desacuerdo con la obsolescencia del matrimonio–. El
estado civil también introduce importantes variaciones, hasta el punto de que el porcentaje
de personas que indican su acuerdo con la afirmación del matrimonio como institución
del pasado es el triple entre los separados /divorciados que entre los casados. Los viudos
también presentan porcentajes de acuerdo con la afirmación bajos, siendo, sin embargo,
elevado el de los solteros (CIS, 1997).
203
Son las variables ideológicas las que introducen las diferencias más significativas. De
este modo, los ateos o no religiosos presentan porcentajes más elevados de duda sobre
la actualidad del matrimonio que los religiosos, los de izquierda frente a los de derecha,
los potenciales votantes de Izquierda Unida o de nacionalistas de izquierda frente a los
del Partido Popular o el PSOE y, por último, los definidos como postmaterialistas frente
a los materialistas (CIS, 1997).
Tal como han puesto de relieve distintos estudios y la propia Encuesta Europea de
Valores (EVS), España se encuentra entre los países que más importancia asignan al
matrimonio, por lo que podríamos concluir que la institución del matrimonio cuenta con
un sólido apoyo social desde prácticamente todas las capas de la sociedad, no siendo una
condición anclada en la tradición “y que no entra en conflicto con el postmaterialismo ni
la modernidad” (Valdivia, 2000: 113). Sin embargo, algunos creen que la sociedad tenderá
en el futuro a darle menor consideración, como sucederá también con la familia (Cruz
Cantero, 1994: 19).
Para la opinión pública española, todavía existe una estrecha relación entre procreación
y matrimonio. En los estudios realizados, la mayoría de los españoles piensa que los hijos
son la razón principal para tomar la decisión de casarse, y que quienes quieran tenerlos
deberían casarse. No obstante, una proporción superior de encuestados opina que tener
hijos no es la razón principal del matrimonio en la actualidad (CIS, 1994).
Las condiciones que se valoran como más importantes para el éxito del matrimonio
(Tabla Nº 2) son las orientadas a la comunicación y el respeto en la pareja: la fidelidad,
el mutuo aprecio y respeto, la comprensión y la tolerancia, el discutir los problemas, las
relaciones sexuales, hablar sobre intereses comunes y pasar todo el tiempo que sea posible
juntos. El tener hijos se presenta como un aspecto también de gran importancia para lograr
el éxito en el matrimonio, aunque las estadísticas demuestren que los matrimonios sin hijos
no se divorcian más que aquéllos que tienen sólo un hijo (Ruiz Becerril, 1999).
204
205
mos que las heterosexuales; sin embargo, cuando se desciende a lo concreto, la mayoría
no se muestra de acuerdo con otorgarles la posibilidad de adoptar hijos, y la muestra se
divide en proporciones muy similares a la hora de expresar su acuerdo o desacuerdo con
el matrimonio entre personas del mismo sexo (CIS, 1997). De hecho, en 1999, el 84% de
los españoles afirmaba que “un niño necesita de un hogar con un padre y una madre para
crecer felizmente (Elzo y Orizo, 2000: 122).
La distancia entre la opinión pública española y los comportamientos respecto a las
nuevas formas de convivencia es importante. Entre los entrevistados casados, tan sólo el
7% convivió con su cónyuge antes de contraer matrimonio; sin embargo, esta proporción
se multiplica entre los más jóvenes y entre quienes tienen estudios superiores (CIS, 1995) y
algo más de la mitad de los consultados tiene algún familiar o amigo que está conviviendo
con otra persona sin estar casado (CIS, 1994).
La cohabitación se muestra, pues, como una realidad establecida en el paisaje social. No
obstante, es sabida la dificultad existente en España para conocer con exactitud la cifra de
parejas cohabitantes. Los padrones municipales de habitantes no tienen todavía resuelta la
dificultad de identificar a los cohabitantes, por lo que la mayor parte de los estudios que se
han realizado sobre la cohabitación han recurrido a técnicas de investigación cualitativas
(CIS, 1987; Cea y Valles, 1994).
Por otra parte, se observa un conflicto de valores al analizar las opiniones sobre al-
gunos cambios familiares. A pesar de la elevada aceptación del divorcio o la separación
matrimonial como solución a determinados conflictos conyugales (CIS, 1997), la mayor
parte de los entrevistados califica como perjudicial el aumento del número de divorcios
que se ha observado en los últimos años (CIS, 1992a). Del mismo modo, a pesar de que la
mayoría se muestra contraria a la idea de que un solo progenitor pueda criar a un hijo tan
bien como el padre y la madre juntos, opinan que la existencia de hijos no debe limitar
la libertad de los padres para tomar la decisión de separarse. Tan sólo se muestran algo
reacias a la separación matrimonial las personas adultas (45 y más años de edad) con escaso
nivel de instrucción (CIS, 1997).
206
a) Ha habido un cambio en la duración absoluta del ciclo vital familiar –desde que se
constituye hasta que se extingue– como consecuencia del generalizado alargamiento
de la vida, así como una transformación en la duración de cada una de sus etapas.
Especialmente destaca la transformación que ha experimentado la fase de nido
vacío, que ha aumentado notablemente su duración.
b) Ha cambiado significativamente el calendario de la nupcialidad.
c) Las pautas de reproducción y fecundidad han experimentado, asimismo, variaciones
sustanciales: menor número de hijos, acumulación de los mismos al principio del
matrimonio, conocimiento y uso creciente de anticonceptivos.
d) Las relaciones internas de la familia (marido/mujer, padres/hijos, familia nuclear/
familia extensa) han ido progresivamente equiparándose a las predominantes en
los países industrializados del área occidental.
e) La progresiva integración laboral de la mujer ha tenido toda una serie de conse-
cuencias en la remodelación de la dinámica familiar.
f) Las pautas de conflicto y desintegración familiar han experimentado variaciones
sustanciales, tanto en sentido cuantitativo como, sobre todo, cualitativo. De he-
cho, en una sociedad industrial, secularizada, el conflicto familiar no es que sea
forzosamente más frecuente, sino que su explicitación y reconocimiento están
menos inhibidos, dando paso a su institucionalización (en vez de a su ocultación
y represión). Esto se manifiesta, por un lado, en el creciente número de divorcios,
aunque también, de forma más dramática, en la visibilidad social de la violencia
de género.
El cambio más significativo (y el que más atañe a nuestro objeto de estudio) registrado
por la familia española durante el siglo pasado es sin duda el de las profundas variaciones
aparecidas en la estructura y dinámica del ciclo vital familiar (Tabla Nº 3). Sencillamente,
desde que se crea hasta que desaparece, la unidad familiar atraviesa una serie de etapas de
significado y trascendencia muy distintos.
207
Un primer período del ciclo vital (que en la literatura sociológica suele ser designado
como nido sin usar) abarca desde el matrimonio hasta el nacimiento del primer hijo. El
segundo periodo coincide con el intervalo fecundo. La tercera etapa comprende desde el
momento en que se va el primer hijo hasta que lo hace el último; se trata de un periodo
en el que la familia puede ser percibida como “plataforma de colocación”. Viene después
el periodo de nido vacío (cuando el núcleo familiar vuelve a quedar reducido a los dos
cónyuges). Por último, se alcanza la etapa final con la defunción de uno de los cónyuges
y, posteriormente, la del supérstite (Del Campo, 1995).
Pues bien, como consecuencia de los profundos cambios demográficos, culturales
y socioeconómicos acaecidos en España desde comienzos de siglo, se han producido
importantes variaciones en la extensión y dinámica de cada una de estas etapas básicas de
ciclo vital de la familia española. Una de las transformaciones más reseñables estriba en
208
la duración media del ciclo vital familiar, que en el 2001 era de 53,77 años frente a 27,8
en el año 1900. Esta radical ampliación de la duración de la familia es resultado no tanto
de cambios en las edades en que se contrae matrimonio sino de los profundos cambios
en la incidencia de la mortalidad y su correlativo impacto en la esperanza de vida de los
individuos. Sencillamente, mientras que dicha esperanza media de vida era en 1900 de
tan sólo 33,8 años para el hombre y de 37,7 para la mujer, en 1975 alcanza los 69,6 y los
75,1 respectivamente. Apenas en unas generaciones se ha duplicado ampliamente (Del
Campo, 1980; INE, 2004).
Como consecuencia de este alargamiento sustancial de la vida, la parte que corresponde
en ella al ciclo familiar decrece y ello pese al importante alargamiento de éste. En el año
1900, la duración del ciclo vital familiar representaba el 82,2 por 100 del total de la vida
del hombre y el 77,9% del total de la vida de la mujer. En el año 2003, supone el 71% y
el 65,4% respectivamente. De aumentar la esperanza de vida, estos porcentajes podrían
igualarse pese al retraso en el inicio del ciclo familiar.
Por otro lado, la etapa de nido sin usar se ha acercado a la del resto de países de nuestro
entorno. Este período se ha ido alargando, entre otras cosas, debido a la voluntad de la
mujer de retrasar la maternidad, supeditándola a la estabilidad laboral. Si en 1900 este
período era de 1,9 años, en 2001 el valor es de 2,4 años.
Otros indicadores que conformaban el ciclo vital, al menos durante tres cuartas partes
del pasado siglo, han perdido relevancia. Un claro ejemplo es lo que se llama el período
fecundo, es decir, el número de años de la etapa fecunda que las mujeres invertían en tener
el número medio de hijos. En la actualidad, con un número medio de hijos por mujer de
1,3 y un 46% de las mujeres entre 15 y 59 años que no tienen ningún hijo (Encuesta de
Fecundidad 1999), este indicador no tiene mucho sentido, si bien puede señalarse que el
período entre el nacimiento del primer y el segundo hijo (en el caso de las mujeres que
han tenido al menos dos hijos, un 26,31% según la encuesta de fecundidad) es de 3,9
años, muy por debajo de los 12,7 años que invertían las mujeres de 1900 para tener sus
4,71 hijos. Es decir, la duración del intervalo fecundo se ha reducido sensiblemente y se
tiene muchos menos hijos, aumentando considerablemente el esparcimiento entre naci-
mientos. Tenemos así que, mientras a principios de siglo la etapa fecunda dentro del ciclo
vital familiar comprendía prácticamente la mitad de la duración de éste (exactamente el
45,7%), en 1999 (año de la encuesta de fecundidad) este periodo es tan sólo del 7,25%. Sin
duda, estamos asistiendo al divorcio definitivo entre el matrimonio (familia) y la función
de procreación.
La llamada etapa de nido vacío resulta difícil de integrar en el ciclo vital. En el caso de
que se tenga sólo un hijo, esta etapa comenzaría a los 59,8 años en el caso de la mujer y
los 62 en el caso del varón. En cambio, si se tienen dos hijos, esta etapa comienza a los
63,7 años en el caso de la mujer y a los 65,9 en el del varón. Este periodo (inexistente a
principios de siglo, cuando la etapa de “nido vacío” coincidía con la desaparición de la
familia) alcanza una duración más que apreciable y que ha ido en aumento. En caso de
que se tenga tan sólo un hijo, desde que éste se marcha hasta el fallecimiento de uno de
los esposos transcurren 13,2 años, lo que supone una novedad total en la mesura de la
familia. Si se tienen dos hijos, cuando éste último se va de casa, a los cónyuges les quedan
10,7 años de nido vacío. Es decir, las nuevas posibilidades que ofrece el envejecimiento son
múltiples. Si en ocasiones esta etapa es vivida bajo la predominancia de un sentimiento de
209
soledad (IMSERSO, 2002; Iglesias de Ussel, 2001 a), no cabe duda de que debe apostarse
por una actitud positiva y una vejez activa a la hora de enfrentarse al abandono del hogar
de los hijos, aprovechando esta etapa de la vida para llevar a cabo proyectos que habían
sido demorados en el tiempo. En el caso de que sea tan sólo uno de los progenitores el
que alcance esta etapa, la opción de establecer una relación afectiva puede ser una perfecta
iniciativa para emprender la última etapa del ciclo vital, con las ventajas que esto puede
comportar para el estado anímico del sujeto mayor.
4. Epilogo
La familia en España ha tenido una serie de transformaciones relativamente rápidas
y de amplio calado, que sin embargo no han alterado en profundidad el familismo de la
sociedad española.
Las limitaciones y carencias que ancestralmente ha presentado el Estado de Bienestar
de España, han dado un protagonismo importante a la institución familiar que ha llevado
a que los lazos de solidaridad familiar hayan tenido que cubrir importantes lagunas no
cubiertas por las administraciones públicas. El envejecimiento de la población y las ne-
cesidades derivadas del cuidado a los adultos mayores, la precariedad del empleo juvenil
y la tardanza en la emancipación de los jóvenes o la escasez de políticas que hasta fechas
recientes –sobre todo hasta la reciente entrada en juego de la Ley de Discapacidad-, son
algunos ejemplos de las referidas carencias. Sin embargo, también deben ser tomados en
consideración una serie de rasgos de carácter cultural que favorecen una cierta fidelidad
familiar, y de otro una serie de cambios y transformaciones de la familia. En cualquier caso
y re3ferido a la atención a los adultos mayores, los estudios sociológicos siguen poniendo
de relieve como el cuidado de los mayores es responsabilidad de la familia. Los últimos
barómetros del CIS (v.gr: 2004), el 86,8 % de los encuestados consideraba que es un deber
“principalmente de los hijos” asistir a sus padres mayores. El mismo porcentaje cree, sin
embargo, que esto no exime al Estado y las administraciones públicas de su obligación de
velar por el bienestar de los mayores.
Unas cierta imagen de crisis en la institución familiar es un hecho relativamente ex-
tendido, en la medida que en la sociedad tradicional, las actividades familiares quedaban
en la privacidad y las imágenes negativas de esta no trascendían el ámbito doméstico, sin
embargo, hoy es cada vez más frecuente la presentación de estadísticas de separaciones
y divorcios, de malos tratos a mujeres, o cómo a través de los medios de comunicación
son frecuentes estas imágenes perversas: abandonos, adulterios, incestos, y por supuesto
violencia de género. A pesar de todo, la familia sigue apareciendo como un referente central
en la vida social de los españoles.
Un fenómeno en el que hay que incidir aún más es el de las diferencias de género en
el ejercicio real de la solidaridad familiar son decisivas. Referido en concreto al cuidado
de los mayores adultos, según los estudios realizados sobre vejez y familia en España, son
las familias las que en un 90 % cuidan al anciano cuando está enfermo (Moreno, 2000:
124-130). A este respecto y de manera muy gráfica, Iglesias de Ussel se refiere a la familia
y en concreto la mujer, como “el verdadero Ministerio de Asuntos Sociales en España”
(Iglesias de Ussel 1998: 260). De manera igualmente gráfica y de forma más contundente,
Luis Moreno se refiere al “rol cambiante de la supermujer” meridional” (Moreno, 2000:
124-130) para poner de relieve el esfuerzo que supone para la mujer la coexistencia del
210
Bibliografía
Alberdi, I. (1996). “Un amor para toda la vida”, en Castaño, C. y Palacios, S. (eds.): Salud,
dinero y amor. Cómo viven las mujeres españolas de hoy. Madrid: Alianza.
Alberdi, I. (1999). La nueva familia española. Madrid: Santillana.
Beck, U.; Beck, E. (2001). El normal caos del amor. Barcelona: Paidós.
Bengtson V. L. (1.986). “Sociological Perspectives in Aging, Families and the Future.” In
M. Bergener (Eds). Perspective on Aging: The 1986 Sandoz Lectures in Gerontology. New
York: Academic Press.
Carling, A; Duncan (2002). Analysing Families: Morality and Racionality in Policy and Practice.
Londres: Routledge.
Cea, M. A. y Valles, M. S. (1994). “Nuevos estilos de vida en relación con la vivienda: hogares
unipersonales y parejas cohabitantes”. Familia y Sociedad, 1/2, 91-110. Madrid.
CIS (1987). Evolución del Sistema de valores y proceso de secularización de da Sociedad
Española. Estudio 1.698. Madrid: CIS.
(1992a). Opiniones y actitudes 9. Población y Familia. Estudio 1990. Madrid: CIS.
(1992b). Evolución del sistema de valores (IV). Estudio 2001 de abril de 1992. Madrid: CIS.
(1994). Opiniones y actitudes 20. Población y Familia. Estudio 2.113. Madrid: CIS.
(1997). Datos de opinión 3. Perfiles Actitudinales. Estudio 2.203. Madrid: CIS.
(2008) Estudio Nº 2.749. Barómetro de Enero. Madrid: CIS.
Conde, R. (1.982). Familia y cambio social en España. Madrid: CIS.
211
212
Streib, G.; Beck, R. (1980). “Older families: a decade review”, en Journal of Mariage and the
Family, 42: 937-956. Carolina-Greensboro: Tracey H. Bridges and Sharon R. Ghaza-
rian, University of North.
Troll, L. (1971). “The familly of later life: a decade review”, en Journal of Mariage and the
Family, 33: 263-390. Carolina-Greensboro: Tracey H. Bridges and Sharon R. Ghazarian,
University of North.
Valdivia, C. (2000). “La Familia”, en Elzo, J. y Orizo, F. A. (dirs.): España 2000, entre el
localismo y la globalidad. Fundación Santa María. Madrid: Ed. SM.
Vizcaíno Martí, J. (2000). Envejecimiento y atención social. Barcelona: Herder.
Walace, P. (2000). El seísmo demográfico. Madrid: Alianza.
Ward, R. A. (1.984). The aging Experience, págs. 218-219. London: Harper & Row.
213
Abstract
In Social Work studies a proposal to the students is made: to tackle, by means of some of
the instruments of qualitative investigation, situations of exclusion and, in particular, those
which the homeless undergo. By means of this pedagogical proposal we try to stimulate a
kind of learning that allows the contextualisation of knowledge and abilities. We also aim
to conduct a thorough analysis of the people without a home in our nearest surroundings.
The results of this investigation allow us to approach a situation, the one of the homeless,
that is related to processes of exclusion and that is undergoing considerable changes in
some of its aspects. The emergency of new profiles leads us to raising the possible need
of the review of some of the resources and services nowadays existing, besides the change
of orientation in the joint of new resources and forms of intervention.
215
Palabras clave: Exclusión social, Personas sin hogar, Propuesta pedagógica, Investi-
gación cualitativa.
Keywords: Social exclusion, Homeless people, Pedagogical proposal, Qualitative
research.
1. Introducción
En el ámbito de la docencia de la Diplomatura de Trabajo Social y a partir de las
actividades prácticas de la materia de Psicología Social de la Inadaptación, impartida por
el Profesor José Ramón Bueno Abad, se plantea a los alumnos la realización, de forma
voluntaria, de una práctica basada en los procesos de observación y elaboración de una
entrevista cualitativa con una persona que se encuentre en la situación de vivir en la calle.
Los objetivos didácticos de este tipo de actividades tratan de estimular entre los alumnos
de Trabajo Social su sensibilidad y percepción, ya que muchas de estas situaciones pasan
desapercibidas e invisibles. Es preciso que abramos los ojos a esas otras realidades.
Describimos las situaciones de cuarto mundo como las situaciones vividas por perso-
nas en situaciones de marginalidad o exclusión que se dan en las ciudades, y que se hacen
visibles en su espacio público, de nuestro entorno de país desarrollado. La realización de
esta práctica supone el poner en valor la realización de un instrumento de investigación
propio de la actividad de los trabajadores sociales y favorecer una forma de conocimiento
más próxima a las realidades sociales de nuestro contexto. Consideramos que esta propuesta
incide positivamente en la confrontación de una estrategia implicativa, por la cual el estu-
diante se moviliza y reconoce en un proceso de apoyo a la construcción de una identidad
profesional propia: configura así el reto de realizar una actividad académica que le implica
en su evolución hacia un reconocimiento como profesional del Trabajo Social.
La propuesta del trabajo planteado supone el desarrollo de un proceso de observación,
exploración y descripción de un caso real de una persona que viva en la calle. Mediante
el mismo trataremos de conocer a una persona en dicha situación, observaremos el es-
pacio en el que vive y las actividades en que pasa el tiempo, se trata de reconocer cómo
vive la calle y cómo utiliza el espacio (dormir, comer, pedir, etc.) mediante un proceso
de observación durante diferentes momentos y horas del día y en diferentes jornadas.
Posteriormente se propone realizar un acercamiento a la persona sin hogar y tratar de
mantener una entrevista abierta de carácter cualitativo con dicha persona. Promoviendo la
empatía y tratando de recoger y describir sus circunstancias, inquietudes, perspectivas de
futuro… En este sentido, en los trabajos desarrollados sobre este sector de población, se
han mencionado la descripción de estas personas a través de las relaciones estructurales
básicas que mediante la entrevista tratamos de conocer y profundizar.
Finalmente, desde la perspectiva didáctica se ha trabajado en la elaboración de unos
paneles con las principales opiniones manifestadas por la persona sobre la que ha trabajado
cada alumno o alumna, respetando la privacidad de la identidad y los datos personales
de la persona sin hogar, y presentando una selección de las principales opiniones de la
persona entrevistada . Dicha actividad se muestra como exposición para el conjunto de
alumnos de la Diplomatura de Trabajo Social, como forma de vincular los elementos
teóricos con los prácticos y como forma de sensibilización para el conocimiento de esta
problemática social.
216
2. Método
2.1. Aproximación conceptual al fenómeno de las personas “sin hogar”.
Extensión de la situación y perfiles
Aproximarse a la situación de las personas “sin hogar” (PSH) y tratar de definir este
concepto implica introducir otro concepto, el de exclusión El concepto de exclusión
social, como uno de los componentes que dota de contenido la definición de PSH tiene
implicaciones de cierta importancia. Bauman relaciona la expansión de la exclusión (cor-
poreizada en la “subclase” o underclass) con una renuncia de la sociedad a “incluir a todos
sus integrantes” (Bauman, 2005: 103). El concepto de exclusión nos remite a una dualidad
expresada como una oposición (dentro-fuera); la diferencia de posiciones en estos dos
opuestos está vinculada a los procesos de dualización y segregación social. La tensión entre
las posiciones excluido-integrado fuerza a interrogarse asimismo por ambos polos y, con
mayor atención, por la relación social de la que son expresión y mediante la cual se nos
muestra una perspectiva de construcción de la realidad (Bueno Abad, 2000).
Coincidimos con lo expuesto por algunos autores en el sentido de que, al definir la
exclusión social, hay que superar la ambigüedad (Pérez et al., 2002). Reconocer la com-
plejidad del fenómeno no debiera ir parejo a un relativismo que, a la postre, confunde
más que explica y favorece un uso excesivo y poco exacto del concepto de exclusión. Una
postura intelectual, el relativismo, que en su justa medida resulta saludable, puede llevar
a una incapacidad para describir los procesos que se enmarcan dentro de aquello que se
217
pretende explicar, en este caso la exclusión, y además corre el riesgo de instalar el análisis
en una cierta parálisis. Robert Castel, a renglón seguido de la reclamación de la “especi-
ficidad de la exclusión en el conjunto de la cuestión social”, plantea que “si ponemos la
mira en la ‘lucha contra la exclusión’, nos privamos de los medios para intervenir sobre
sus causas” (Castel, 2004: 70).
Por consiguiente, a partir del reconocimiento de la exclusión no como una posición
fija, sino como un conjunto de procesos que configuran las diferentes ubicaciones sociales,
siguiendo a Castel (1995), la concepción de la exclusión la realizamos considerando toda
una serie de situaciones con estatus diferenciados, que comparten la marginalidad respecto
de la imagen ideal que la sociedad (en cada periodo histórico) ofrece de sí misma. Esta
perspectiva nos lleva a reconocer la exclusión social como un proceso social, no como un
estado, en el que se ven implicadas múltiples dimensiones y causas (Bueno Abad, 2005).
Entre los elementos presentes en este proceso señalamos especialmente el papel del Estado.
Las carencias en materia de política social y el movimiento histórico de repliegue de los
estados del bienestar inciden negativamente en los procesos de exclusión social. Aunque
no es el único agente, el Estado puede jugar una papel de primer orden para garantizar
protección social y una adecuada redistribución del producto y los recursos sociales. Así,
por ejemplo, en la relación del individuo con el mercado, se produce una falta de articula-
ción del sistema social a través del Estado, produciendo una ruptura entre el Estado y la
Sociedad de Derecho (Bueno Abad, 2000). La consolidación de una división social entre
individuos, según el diferente acceso a la condición de ciudadanía, reaparece, devuelta por
la lengua del tiempo, en el horizonte próximo. Esta división, además de las consecuencias
inmediatas sobre los propios sujetos, trae consigo la amenaza de devolver al asistencialismo
a los servicios sociales. En el ámbito de la atención a las PSH este riesgo, cuanto menos,
se hace visible en la persistencia de una mayoría de recursos institucionales destinados a
la subsistencia, en detrimento de otro tipo de recursos orientados a la integración y a la
inserción social (Eroski/Consumer, 2005).
218
de Eurostat, plantea que persona sin hogar “es alguien que no tiene acceso durante el
período de referencia a un alojamiento que cumpla los criterios de habitabilidad humana
comúnmente aceptados, tanto si el alojamiento es legalmente de su propiedad como si es
alquilado, u ocupado de forma gratuita con permiso del propietario, o bajo contrato u otro
acuerdo de naturaleza no temporal (incluyendo los proporcionados por el sector público u
organizaciones no gubernamentales y los proporcionados por empleadores)” (INE, 2004:
8). Esta definición, aunque amplía perspectivas anteriores, incluyendo dentro de las PSH las
situaciones de infravivienda, sigue teniendo el centro de atención en la cuestión residencial,
dejando fuera aspectos importantes que concurren en la situación de las PSH.
Los autores del proyecto “Madrid: Cuartos Mundos”, relacionan éstos (los “Cuartos
Mundos”) con la situación de las PSH. Recogiendo la propuesta de Busaniche, plantean
acotar el Cuarto Mundo como aquel formado por personas o familias con ingresos in-
feriores al 25% de la renta media de referencia (Busaniche, 2002). Entienden que cuatro
ejes atraviesan los “cuartos mundos”: relaciones estructurales básicas (sociales, familiares
y laborales); actividades que son consideradas ilegales o alegales; presencia de otro tipo
de problemas asociados; relación de contraste entre los sujetos del “cuarto mundo” y el
resto de la ciudadanía (Chulilla et al., 2005). La relación de estos ejes con las PSH permite
compensar la importancia de la vivienda en las situaciones incluidas dentro de la catego-
ría de “sin hogar”. Así también, Cabrera incluye en la definición de PSH además de las
personas que carecen de un sitio para vivir, a aquellas que también sufren una pérdida
de lazos familiares y sociales y están en una situación de desarraigo y exclusión social
(Cabrera, 2000).
Los itinerarios que conducen a la situación de “sin hogar” están vinculados, para
la mayoría de los autores, a sucesos estresantes ocurridos en las trayectorias vitales de las
PSH. Factores como el acceso al empleo, disponibilidad de rentas, vivienda, enfermedad
(física, mental, dependencia de sustancias), rupturas familiares, nivel educativo, etc., rela-
cionados con diferentes dimensiones (social, cultural, etc.) y niveles, aparecen recogidos en
los distintos estudios como factores presentes en las historias de las PSH. La importancia
atribuida a cada uno de estos factores varía según los autores.
Pensamos por tanto que la definición de las PSH debería pasar por el reconocimiento
de los diferentes factores que configuran dicha situación, tratando de incorporar más ele-
mentos que el hecho residencial, siendo además necesaria la vinculación de estos factores
con los procesos generales que componen las situaciones de exclusión social.
219
el conjunto del Estado Español, la cifra de PSH oscilaría entre 50.000 y 200.000 (Muñoz
et al., 2003). Éstas parecen ser las magnitudes más aceptadas en la bibliografía que hemos
consultado (véase, por ejemplo, Sánchez Morales, 1999). Por nuestra parte, teniendo en
cuenta el limitado alcance del presente trabajo, aportamos la duda sobre el impacto de
la inmigración (especialmente aquella considerada “irregular”) en la magnitud actual de
las cifras de PSH. Asimismo, el encarecimiento de la vivienda en los últimos años, junto
con la persistente temporalidad en el empleo, son factores que podrían repercutir en la
evolución de la cifra de PSH.
Cuando hablamos de perfiles de las PSH estamos intentando dejar patente que, por
un lado, no se puede hablar de “perfil”, en singular, al abordar un fenómeno que afecta
a tantas personas; por otra parte, si hace unos años se tenía una especie de retrato medio
de las PSH, hoy en día está en proceso de cambio y, probablemente, uno de los rasgos de
este cambio sea la diversificación, aún mayor, de situaciones entre las PSH.
La encuesta realizada por el INE ofrecía, entre otros datos, una imagen que en nues-
tra sociedad es relativamente reciente: casi la mitad de las PSH son extranjeros (INE,
2005). La mayor vulnerabilidad de las personas extranjeras en nuestro país genera una
sobrerrepresentación de este colectivo entre las PSH. Según datos del INE, las personas
extranjeras empadronadas suponen el 9,3% de la población española; sobre la población
inmigrante sin empadronar no hay datos exactos. Esta creciente presencia de las personas
inmigrantes entre las PSH supone un rasgo relativamente novedoso en el perfil de éstas
últimas. Algunos autores anuncian un aumento progresivo del número de inmigrantes
entre las PSH (Muñoz et al., 2003).
El 17,3 de las PSH son mujeres, siendo mayor este porcentaje entre las personas
más jóvenes (entre 18 y 44 años) (INE, 2005). Sánchez Morales (1999) apuntaba ya un
incremento del número de mujeres, especialmente en los segmentos jóvenes y de mediana
edad. El imaginario común atribuye a las PSH una edad elevada y una presencia elevada
de problemas derivados del consumo del alcohol. La edad media de las PSH que ofrece
la encuesta de 2005 del INE es de algo menos de 40 años. En nuestro contexto cultural
suele considerarse que una persona de alrededor de 40 años es relativamente joven. Entre
los resultados de la encuesta del INE también encontramos que un 30% de las PSH son
abstemias. Es considerable también el porcentaje de PSH que tienen hijos, alcanzando a
ser el 46% del total (INE, 2005).
220
3. Resultados
3.1. Resultados de las entrevistas según sexo, nacionalidad y edad
Se realizaron un total de 65 entrevistas, la mayoría en la ciudad de València, además
de en algunas poblaciones de la provincia (Torrent, Alberic, Algemesí, Xàtiva…). Entre
los aspectos recogidos que podemos encontrar en la práctica totalidad de las entrevistas
221
222
La edad media en las entrevistas realizadas es de unos cuarenta y seis años. Por sexos,
la edad media de las mujeres está en unos cuarenta y dos años, registrando los hombres
una edad media de cuarenta y seis años. Las personas extranjeras entrevistadas tienen una
edad media más baja, situándose ésta en unos treinta y un años. Por grupos de edades, el
tramo comprendido entre los cuarenta y cinco y los sesenta y cuatro años agrupa algo más
de la mitad de las personas entrevistadas; los tramos inferiores recogen alrededor del 40%
y, finalmente, las personas mayores de sesenta y cuatro años son apenas un 6% [Cuadro
2]. En la encuesta del INE la mayor proporción de personas se agrupan en el tramo de
treinta a cuarenta y cuatro años, siendo, por otro lado, menos del 3% las personas con
más de sesenta y cuatro años (INE, 2005).
223
En este sentido expresa una persona así la secuencia de hechos que “le llevan” a la calle:
“la empresa cerró y me quedé en el paro. Estuve cobrando el paro durante dos años y
cuando se me terminó no encontré trabajo y no pude pagar la hipoteca y después el banco
me embargó el piso y me quedé en la calle”.
Las redes de apoyo suelen aparecer conformadas por contactos esporádicos, la ma-
yoría entre PSH y entidades de apoyo o personas que a título individual ofrecen algún
tipo de ayuda (ropa, comida, dinero…); también emergen relaciones de mayor intensidad
entre personas en situaciones similares y, con menor frecuencia, con algún familiar. Las
situaciones en las que se sigue manteniendo algún contacto familiar únicamente se dan en
personas que no se encuentran alejadas de su lugar de origen o de la localidad de referencia
familiar; por ejemplo, una persona que suele estar en una ciudad mediana, según el informe
de la entrevista, “va algunos días a su pueblo donde todavía vive una prima hermana” y
ésta le proporciona algún recurso (ropa, alimento, alojamiento temporal). Encontramos
ejemplos de creación de redes de apoyo basadas en contactos puntuales con asociaciones
o parroquias; en el caso de las PSH que se mueven frecuentemente por las mismas zonas,
se da algún contacto con propietarios de comercios (bares, tiendas…) y personas (en las
puertas de los supermercados, por ejemplo).
El apoyo entre las propias PSH aparece reflejado en algunos grupos pequeños (general-
mente dos personas) que definen conjuntamente estrategias de búsqueda de recursos; por
ejemplo, nos cuenta el informe de una entrevista, que tres personas se reparten así las tareas:
“cada día uno se quedaba pidiendo por algún parque con los cartones de los tres, mientras
los otros dos intentaban buscar dinero”. En los espacios que permiten la confluencia de
grupos más numerosos de PSH encontramos relaciones de apoyo entre grupos formados
por varias personas. Así por ejemplo, contaba una persona que duerme debajo de uno de
los puentes del antiguo cauce del río Turia como había asumido la relación con el resto de
personas con las que comparte el espacio como una “familia”: “aquí tengo otra familia (…)
todos los que viven aquí, yo los cuido”. Hay también formas de apoyo, en las cuales está
presente una especie de afinidad generacional: una persona extranjera y joven (veintitrés
años) tiene relaciones con varias personas jóvenes que estudian y comparten el alquiler
de un piso, las cuales puntualmente le guardan la bisutería que vende para obtener dinero.
Una situación parecida se recoge en la entrevista a otra persona, esta vez no extranjera y
también joven (diecinueve años), que mantiene relación con varias personas de su misma
edad, que le ofrecen alojamiento en determinadas ocasiones y le posibilitan el acceso a
Internet. Por otro lado, esta es la única persona que nombra esta red telemática como una
de las herramientas que utiliza para conseguir contactos que le permitan acceder a algún
tipo de recurso. Como hemos indicado, es significativa la coincidencia generacional en
estos dos casos que acabamos de citar.
La situación de las PSH entrevistadas en lo referente a la salud aparece sobre todo en
dos dimensiones: por una parte aquellos aspectos referentes al propio estado de salud,
física y mental, percibido por las personas entrevistadas y, por otro lado, a la relación o
uso de los servicios sanitarios (hospitales, ambulatorios, etc.).
La percepción de la propia salud, en muchos casos, se realiza de forma negativa, en
función de la existencia en los recorridos de las PSH de episodios de consumo de sustancias
(alcohol, heroína y cocaína fundamentalmente). El deterioro excesivo del estado de salud de
las personas con problemas por el consumo de estas sustancia (bien porque sigan tomando
224
en el momento de la entrevista, bien porque las hayan tomado de forma excesiva en algún
periodo), se interpreta como consecuencia de dicho consumo y no como el resultado de
estar en la calle; hay una percepción de estas sustancias como elemento causal, que deriva
en una situación de “sin-hogar”, por tanto no es la “calle” la que inicia el deterioro de la
salud, si bien puede ser percibida como un factor que agrava las consecuencias del abuso
de sustancias. Así en uno de los informes leemos que la persona entrevistada dice que
“tiene diversos problemas de salud derivados de su consumo de alcohol, de tabaco y por su vida en
la calle (problemas de hígado, muchas toses...)”.
También existen, por otro lado, personas que identifican directamente el hecho de estar en la
calle como el elemento causal de sus problemas de salud. Este tipo de percepción es más frecuente
en personas que no tienen problemas de consumo de sustancias: leemos en uno de los informes,
por ejemplo, que una persona que padece infección de orina “dice que podría ser debido a que
no tiene medios para mantener una higiene adecuada”. Este tipo de interpretación suele
ir ligado a personas con una percepción más crítica de su propia situación, con elementos
de culpabilización menores que en otras personas que relacionan la mala salud con su
situación (presente o pretérita) de consumo de sustancias.
Las referencias a los servicios relacionados con la salud narran situaciones de contactos
puntuales, a menudo relacionados con situaciones de urgente necesidad. Además, hay ele-
mentos que dificultan tanto la relación con los servicios sanitarios, como la posibilidad de
mantener tratamientos médicos. Una de las personas entrevistadas comenta que “cuando
le han recetado algún tratamiento no lo ha seguido. Sólo ha acudido al médico a través del servicio
de urgencias”. En otra de las entrevistas, se plantea la necesidad de encontrar un lugar
donde poder guardar las pertenencias antes de poder ser intervenido quirúrgicamente:
“[dice que tiene un problema en los pies] se lo tienen que operar, pero a él ahora no le
viene bien porque no tiene donde dejar sus cosas”. El no poder acceder de forma regular
a recursos donde poder guardar las cosas o poder conservar en buenas condiciones los
medicamentos (en una nevera para mantenerlos a un temperatura adecuada), se convier-
te para las PSH en un factor limitante en el ejercicio del derecho a la sanidad. Aparecen
asimismo relatos en los cuales no es excesivamente forzado interpretar posibles tratos
discriminatorios; por ejemplo una persona cuenta que “sólo una vez que se mareó en la
calle le llevó la policía al médico, pero que éste le dijo que él estaba bien, que no necesitaba
medicación”; otro ejemplo, éste más elocuente, es el de una chica que, según cuenta el
informe de la entrevista, “cuatro horas después de haber parido, le dieron el parte médico
[alta médica] para que se fuera”.
Las estrategias de búsqueda de recursos de las personas entrevistadas son diversas.
Hay personas que viven de pensiones y ayudas monetarias y no intentan conseguir más
dinero, aunque en estos casos sí que es frecuente, debido a la insuficiencia de los ingre-
sos, el recurso a algún tipo de ayuda externa para obtener alimentos, ropa o alojamiento.
En una de las entrevistas una persona nos explica que su “modo de conseguir dinero es
pidiendo en la calle y aparcando coches. Otras ayudas son las que recibe en el centro de
día”: en esta persona vemos la utilización de diferentes estrategias, algo así como una red
de posibilidades en la cual se activa alguno de los nodos cuando fallan los otros. El hecho
de padecer algún tipo de adicción supone una limitación en el acceso a determinados
recursos, tal como vemos en el caso de una persona cuando explica que “suele dormir
en la calle y puntualmente afirma que lo acogen en un centro, pero no por más de una
225
noche (él no cumple las condiciones que se exigen en estas instituciones) y el hecho de ser
toxicómano le cierra muchas puertas”. En el caso de las personas extranjeras entrevistadas
en el ejercicio que comentamos, utilizan estrategias diferentes, como la venta de bisutería,
aparcar coches, buscar entre los contenedores, etc. La utilización de redes de compatriotas
con algún tipo de afinidad familiar se presenta, en el caso de una persona extranjera, como
la estrategia fundamental para la búsqueda de empleos o trabajos esporádicos.
Por lo que respecta a la utilización del espacio hay relativa concentración en el uso
de espacios como jardines, solares y espacios similares, construyendo pequeñas cabañas,
techados o simplemente lechos de cartones y mantas para pernoctar; también hay perso-
nas que utilizan cajeros automáticos, portales y otro tipo de espacios resguardados. Uno
de los puentes del antiguo cauce del río Turia aparece en varias de las entrevistas como
lugar donde pasan la noche y parte del día diferentes personas, algunas con estrategias
de búsqueda de recursos basadas en el trabajo en el campo, como jornaleros, y otras que
durante el día realizan otro tipo de actividades (pedir dinero, aparcar coches, etc.); conflu-
yen en este puente además personas españolas y extranjeras. En la búsqueda de espacios
para cuestiones como la higiene personal hay referencias al uso de fuentes (ubicadas en
la calles, jardines o polideportivos), a lavabos de supermercados o bares y, en algunas
ocasiones, a parroquias o albergues. Algunas de las personas entrevistadas, en el momento
de la entrevista se encontraban en albergues.
4. Discusión
Es preciso recordar la formulación abierta de la propuesta que se hace a los alumnos y
alumnas de la asignatura para la realización del trabajo. Éste está planteado como la suma
de pequeñas investigaciones, las cuales tienen en común un objetivo genérico, objetivo al
que después cada uno de los alumnos da forma y traza sus propias estrategias de aproxi-
mación. Por consiguiente hay que valorar los resultados del presente trabajo en relación a
esta particularidad. No obstante, aunque no se trate de un estudio de carácter compacto
y sistemático, aporta un conjunto de miradas de gran valor para conocer la interpretación
y los relatos que sobre su propia situación realizan las sesenta y cinco PSH entrevistadas.
Por otra parte, los resultados de los informes también nos permiten asomarnos a la re-
presentación que sobre esta situación realizan otros tantos alumnos y alumnas, futuros
profesionales del campo de la intervención social.
En esta aproximación a los resultados de las entrevistas realizadas por los alumnos y
las alumnas encontramos un perfil que, en general, está más cercano a una fotografía de
las PSH que cada vez es menos frecuente. Algunos autores consultados mencionan como
“nuevos perfiles” aquellos que apuntan a un cambio en la figura de las PSH; dicho cambio
tiene, entre otros, rasgos un descenso de la edad de las PSH y una mayor incidencia en
mujeres y personas extranjeras (véase por ejemplo: Sánchez Morales, 1999; Chulilla et al.,
2005). En los datos de las entrevistas que comentamos aquí, sigue apareciendo un perfil
relacionado con personas de mayor edad, hombres y españoles. Pensamos que estos resul-
tados podrían deberse precisamente a la representación social que se tiene de las PSH. Los
perfiles más o menos emergentes entre las PSH, con situaciones más diversas (inmigrantes
con trabajo temporal, personas que no consumen drogas, etc.), dificultan la visibilidad de
buena parte de este colectivo. En una parte considerable de los informes de las entrevistas,
en el trabajo de localización y selección de los casos aparecen reflejadas percepciones que
226
227
portancia que atribuyen los estudiantes al contacto con situaciones reales: este contacto
permite actualizar parte de los contenidos teóricos recibidos en el periodo formativo,
a la vez que es vivido como una forma de adquisición de experiencia en la relación
con personas en situación de exclusión. Esta experiencia implica, como decíamos en el
primer apartado del presente texto, a los aspectos cognitivos y emocionales, por lo que
previsiblemente la incorporación de los contenidos al bagaje de cada alumno o alumna
tiene una mayor repercusión, generando además en cada uno de ellos un afianzamiento
de la autopercepción positiva de sus capacidades para abordar futuros acercamientos a
situaciones de precariedad y exclusión social.
Asimismo, las experiencias de observación y la posterior entrevista han sido útiles
para el desarrollo de las capacidades de exploración y evaluación de la realidad social, las
cuales son necesarias para la emisión de diagnósticos sociales y la realización de los análisis
previos a cualquier intervención. La redacción del informe posterior, con la exigencia de
sistematización de la experiencia, resulta favorable para la adquisición de habilidades en la
recuperación de los aprendizajes adquiridos en la práctica profesional, así como para poder
documentar y comunicar ésta. La sistematización de experiencias es de suma importancia
en la construcción colectiva del saber, así como en la mejora de la disciplina desde la que
se articula la intervención o la aproximación a la realidad social.
La realización de este tipo de ejercicios puede ser un instrumento interesante en la
trasgresión de los límites que impone el aula en los procesos formativos y en la supera-
ción de la dicotomía dentro/fuera referida al ámbito en el que se desarrolla la formación.
Complementando las enseñanzas teóricas con una ampliación de los escenarios formativos
podemos, como ya hemos comentado anteriormente, ayudar a la contextualización de los
conocimientos. El tipo de conocimientos adquiridos mediante esta actividad permite el
contraste y favorece la reflexión crítica sobre los entornos y los dispositivos, ayudando a
consolidar en los estudiantes hábitos de pensamiento autónomo y estrategias propias de
acercamiento y relación con la realidad social.
Referencias
Bauman, Z. (2005). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa Editorial.
Bueno Abad, J. R. (Dir.), (2000). Programas de Inserción y Exclusión Social. Análisis comparado:
España-Francia-Portugal. València: Editorial Reproexpres / Programa Sócrates-Erasmus
de la Universitat de València.
Bueno Abad, J. R. (2005). “La intervención psicosocial ante los escenarios de exclusión”,
en Tezanos, J. F. (Ed.) (2005). Tendencias en exclusión social y políticas de solidaridad. Octavo
foro sobre tendencias sociales. Madrid: Editorial Sistema.
Busaniche, G. (2002). Cuarto mundo: no somos tan ricos. Barcelona: Editorial Plaza y Janés
[citado por
Chulilla, J. L. et al. (2005). Madrid: Cuartos Mundos. Madrid: Obra Social Caja Madrid].
Cabrera, P. J. (2000). La acción social con personas sin hogar en España. Madrid: Cáritas Espa-
ñola.
Castel, R. (1995). Les métamorphoses de la question sociale. París: Editions Fayard.
Castel, R. (2004). “Encuadre de la exclusión”, en Karsz, S. (Coord.), (2004). La exclusión:
bordeando sus fronteras. Barcelona: Editorial Gedisa.
Chulilla, J. L. et al. (2005). Madrid: Cuartos Mundos. Madrid: Obra Social Caja Madrid.
228
Eroski/Consumer (2005). “Faltan recursos para las personas sin hogar”, en Revista Eroski/
Consumer, diciembre de 2005 (pp. 5-9).
FEANTSA España (2007). Comunicado de FEANTSA España sobre la exclusión residencial en
España. Documento web: http://www.feantsa.es/spip.php?article162
Instituto Nacional de Estadística, (2004). Proyecto de encuesta sobre las personas sin hogar (EPSH-
2005). Madrid: INE.
Instituto Nacional de Estadística, (2005). Encuesta sobre las personas sin hogar (EPSH-2005).
Principales resultados. Documento web: http://www.ine.es/prensa/np398.pdf
Instituto Nacional de Estadística, (2007). España en cifras 2007. Documento web: http://
www.ine.es/prodyser/pubweb/espcif
Pérez, M., Sáez, H. y Trujillo, M. (2002). Pobreza y exclusión social en Andalucía. Córdoba:
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Muñoz, M., Vázquez, C. y Vázquez, J.J. (2003). Los límites de la exclusión. Estudio sobre los
factores económicos, psicosociales y de salud que afectan a las personas sin hogar en Madrid. Madrid:
Ediciones Témpora/Obra Social Caja Madrid.
Rogers, C. R. (1975). Libertad y creatividad en educación. Buenos Aires: Editorial Paidós.
Sánchez Morales, Mª R. (1999). La población ‘sin techo’ en España: un caso extremo de exclusión
social. Madrid: Editorial Sistema.
Zabalza, M. A. (2003). Competencias docentes del profesorado Universitario. Calidad y desarrollo
profesional. Madrid: Narcea Ediciones.
229
231
Resumen
La base de este ensayo reside en le hecho de que existe una vaguedad y confusion con-
siderables en el ámbito social en relación con la ética, la deontología y el derecho, aunque
aun falten datos científicamente objetivos. He intentado mostrar que la causa del problema
podría ser la desconexión existente entre deontología y ética. El resultado es que primero he
desarrollado una deontología general—de la que es parte la deontología profesional—que
permite únicamente una ética absoluta. A continuación conecté una serie de reglas legales a
dicha deontología que apoyan la educación de los individuos a lo que éstos necesitan ser.
En mi búsqueda de soluciones a la vaguedad y confusión conceptuales, he intentado
redefinir los conceptos de ética, deontología y derecho desde un punto de vista histórico.
Este primer intento de desarrollar un perfil conceptual renovado arrojó alguna luz sobre
complejos dominios conflictivos. La visión histórica, así como la naturaleza y estructura de
los problemas son en sí mismas un paso valioso hacia una solución.
Sin embargo, pienso que una solución estructural puede encontrarse solo si no tomamos la
deontología—para lo cual he usado la definición de Bentham—como el pilar central del desa-
rrollo de nuestros actos profesionales puesto que la deontología nos reduce demasiado a seres
humanos abstractos y universales. Un punto de partida apropiado parece ser las características
típicamente humanas, es decir, el potencial de los seres humanos para dar sentido a una buena
vida. El resultado es que una humanidad universal y abstracta (el Humanismo Ilustrado) será re-
emplazada por el florecimiento de una rica diversidad de individuos particulares. Como resultado,
las reglas legales no se centran en la similitud universal, sino que tendrán que proporcionar marcos
dentro de los que la gente pueda actuar éticamente. Esto significa que las reglas legales necesitan
constituir las bases posibles de una buena vida en vez de sus condiciones suficientes.
Si es esto un sueño o un propósito alcanzable será sin embargo, otro tema de discusión.
1. A few facts
1.1. Quantitative findings
At the workshop ‘The social worker between hammer and anvil’1, the following ques-
tions were asked: What do I need to do? What am I allowed to do? What can I do? What
do I want to do? To receive an answer to those questions, each participant was requested
to describe a typical case and to classify it into one of the following categories: ethics (E),
law (L), deontology (D), ethics and law (E-L), ethics and deontology (E–D), law and de-
ontology (L-D) and ethics, law and deontology (E-L-D). In total, 26 cases were collected.
The result can be seen in the histogram below
E
D
R
E-L
answers/cases in %
E-D
L-D
E-L-D
0% 10% 20% 30% 40%
This workshop was organised by the Faculty of Social Work and Welfare Studies at University College
1
232
How can we read these findings? Given the high percentage of the category E-L-D, we
can say that the social work field faces problems that are regarded as particularly complex.
Conversely, the purely deontological problems are almost non-existent (only 2%). Cases
combining deontology and ethics again constitute an especially large group (23%).
We can look at the findings from a different perspective. If we count all percentages
together of categories related to ethics (E, E-L, E-D, E-L-D), the total is 78%. The sum
total for all cases related to deontology (D, E-D, L-D, E-L-D) is 76%, while it is 67% for
all cases in which law plays a role (L, E-L, L-D, E-L-D). We can conclude from this that
the problems are not only complex, but that there is a certain vagueness in the delinea-
tion of the field categories (E, L, D and their mutual relations). This vagueness could be
related to the vague definitions of the concepts of ethics, deontology and law used by
the workshop participants.
1.2. Definitions
The workshop organisers had agreed not to start from clear definitions for the concepts
of ethics, deontology and law. Each participant was asked to make their own definition.
Let me restrict myself to a couple of striking examples.
1.2.1. Ethics
a. Examples
“Related to the values and norms which we use at work.”
“Related to what is generally known in the community as right and wrong, as what
can be done and what cannot.”
“What the community thinks is right or wrong. Responsible actions along the com-
munity values norms and values.”
“That which norms and values allow us or do not allow us to do.”
“Have an eye for the values that you yourself and the client find important.”
“Act for the general benefit of the community.”
233
1.2.2. Deontology
a. Examples
“that which was taught during professional training.”
“knowledge of duties related to the profession.”
“rules one needs to take into account while at work.”
“agreements about what is permissible or not in relation to the task one has.”
1.2.3. Law
a. Examples
“objective rules that aim at order in society.”
“the community rules, values and norms that protect people and society.”
“everything included in rule of law.”
“the collection of legal rules that were created to let society run smoothly.”
“legal stipulations to invoke one’s rights (based on ethics).”
1.3. Problem
Perhaps with the exception of the concept of deontology, we see that the definitions
of law and ethics are almost dialectically woven into one another. This could be an expla-
nation for the findings that the delineation between the fields is not very sharp. It seems,
therefore, necessary to look for new and sharply delineated definitions for the concepts
of ethics, deontology and law within the field of social work. The new definitions will
contribute to clearer problem definitions and inventorization, which in its turn may lead
to structural solutions.
Problems never appear out of the blue. This means that we also need to inquire into
the causes of the large degree of vagueness in the definitions. The fact that the concepts
of ethics, deontology and law within the social work field are not clear may be rooted in
history and/or ideology/philosophy? This article wants to suggest an answer.
234
a. human being
b. human being <-> human being
c. human being → nature
a. Ethics: the development of a self-relation that focuses on the question: how can
I lead a good life;
b. Law: rules that structure my social relations to other individuals and that
envisage a way of living together well;
c. Deontology: rules that aim at a way of working together well with someone else
(e.g. a client).
The concept of deontology originated with the philosopher Bentham.
He used it to introduce an important nuance, i.e. the distinction be-
tween people as they are (ontology) and people as they need to be
(deontology). A deontological framework will shape individuals into
what they need to be.
It is self-evident that we will now pay attention neither to the immoral deeds, nor the
amoral ones, but that we will concentrate on the moral or ethical ones.
235
a. Freedom
We can take our lives into our own hands, at least partially. This may vary between the
most banal decision, like what shall I eat tonight?, and really fundamental questions, like
do I want children or not?
Of course, we, people, are not free in the absolute sense of the word (the notion of
absoluteness does, indeed, not belong to earth), but we always have the freedom to make a
choice. We are never forced into one single reaction. Note that this does not mean that we
are free to choose what is happening to us or what will be happening to us. We have not
been able to decide to be born, for instance. This is not what freedom means. In addition,
we are not free to determine what will happen to us. But we are free to react to what is
happening to us on our own discretion. For instance, we are completely free to carry out
a task. This freedom implies, however, that we are fully responsible for our decision. And
this is the difficulty. This is the reason why people so much want to say that they are not
given a free choice. Because those who do not have a free choice, are not responsible for
the consequences of any choices made.
This does not mean that what we prefer to do will also actually take place. In this re-
spect, too, there is a gap between dream and reality. I am free, for instance, while relaxing
in my armchair, to decide to learn how to deep-sea diving. But does this also mean that
I will do some deep-sea diving? Everything depends on my sense of reality: do I really
want it or is this just an impulse?
Thus, we, people are free to (partially) give sense to our lives in the way that we choose.
This implies the possibility of making mistakes. We need to be careful at all times. So we
need to make sure that we do not ruin our lives. Paying attention to this carefulness is also
part of the starting-point of ethics.
b. Sensitivity
An essential element of ethics is the presence of a certain degree of sensitivity. A hu-
man being must have the sensitivity to distinguish right from wrong. Without this sensitivity,
ethics is not possible. Given this sensitivity, each individual can judge one’s own or other
people’s actions and behaviour in terms of good or bad. A minimal but overriding proof
is the potential of a human being, wherever they may live in the world, for indignation.
c. Reflection
Ethics presupposes the skill of reflection, of thinking about what can be good or bad.
Ethics is, in the first place, a theoretical matter.
But do not let yourself be fooled. The fact that ethics is a theoretical matter, does not
imply that all ethicists will give the same response to the question of what is right and
what is wrong. This may be explained by the fact that, though a theoretical matter, ethics
still is particularly subjective.
Yet, the ethical question cannot remain stuck in subjectivity. Ethics needs to be free
from each type of prejudice in order to arrive at a general rational consensus. Conversely,
rationality is not a sufficient condition of ethical behaviour. The origin of ethics is rational
236
and emotional openness for everything that stimulates a human being to lead a good life
every single day. It is one of the most important tasks of a social worker or remedial
educationalist to enable this openness.
2.4.2. Motivations
These few basic conditions of ethics, however, do not yield an answer to the question
why we should behave ethically. This is the issue of motivation. What is a motivation?
A motivation or motive is the reason one has - or one thinks one has – to do something
or not to do something. The motivation is, in other words, the most acceptable explana-
tion for your behaviour after having thought about it. A motivation is, therefore, the best
answer that you can give to the simple question: why do I do this? Why don’t I do that?
If we leave the purely functional motivation aside, we can distinguish between the
following types of motivation.
a. External motivations
An external motivation lies beyond ourselves. We decide to do (or not to do) some-
thing under pressure of the outside world (the boss, family, society, God, etc.). Let me
give two clarifying examples:
• Orders:
I do something because I am asked to. A negative definition of an order stresses the
power and effect of an order due to the fear for punishment when I disobey. More
positively, orders are powerful because I trust or feel affection for the person who
gives me the order. The affection is related to the fact that the order will protect me
or help me to progress. A kind of order for my own benefit.
• Customs:
This type of external motivation follows from the fact that you got used to doing
something. You do it without really thinking about it, simply because everyone in
your environment behaves in the same way.
Customs are, therefore, the consequences of the comfort that is obtained from a
certain routine and also from the concern not to thwart other people.
b. Internal motivations
The reason for our actions are within us. They just arise without anyone enforcing
them and without the idea that you are copying someone else. Whims are perfect examples
of this type of motivation.
At first sight, each whim seems to lack any motivation. We just do something, perhaps
because we like to do it, purely for fun. In this respect, a whim provides the greatest feeling
of freedom, because it is purely personal and does not depend on anyone else except you.
A whim can, however, also be the result of unconscious imitation of someone. A whim
can also be the consequence of a negative reaction or refusal of an order: you wanted to
thwart and the order is a good occasion.
237
238
is of the autonomous kind. We ourselves decide how to act in a certain situation. This
responsibility is not to be found in an absolute ethics, because someone has decided for
me how I need to act (rightly or wrongly). This absolute ethics is an easy ethics, because
I bear no responsibility for my ethical deeds - indeed, I do not have the full freedom to
direct my actions; instead, it is someone else who directs me.
1. general grammar
2. analysis of riches
3. natural history.
2
These modern prisons à la Bentham have had the aim to re-educate, which is to shape the prisoner into
what needs to be a model citizen. It is clear that here, too, deontology plays a role. The prison aims at turning
who you are (ontology) into what you need to be (deontology).
3
Not for nothing is the complete title “Alcibiades I or about human nature”.
4
The published translation is ‘The Order of Things’.
5
What follows is derived from Michel Foucault’s work.
239
1. philology
2. political economics
3. biology.
In each of these domains, there is an individual that has been objectified and is com-
pletely describable, which is a human being who is given rules about:
1. how to talk
2. how to work
3. how to behave.
The result is a transition from ontology into deontology: from what a human being is
into how a human being needs to talk, work and behave. The clearest example of the turn
is the moment when we face new language rules. From one day to the next, we become
people who can no longer write correctly. If we do not want to be excluded from society,
we need to accept these rules as absolute truths without protest. A similar problem or
alienation is what left-handed people experience – formerly more than now. Their left-
handedness was classified as deviating behaviour and all attempts were made at procuring
the one and only just and normal behaviour. We all know the statement that adults use
with children: “Offer your right hand”. This form of socialisation is nothing more than
deontological behavioural standardization.
This behavioural encoding can be defined in a different way. The deontology kneads
the subject into an object, into something that no longer has its own will. Deontology, as
defined by Bentham as shaping the individual into something it needs to be, is no more
than objectification. Foucault distinguishes three uses:
1. the first has already been mentioned before: scientific use, for instance, the objec-
tification of the speaking subject in general grammar, philology and linguistics; or: the
objectification of the productive subject, the working subject in economic analyses; or
still: the objectification of the simple fact that we are living beings in biology;
2. the second use studies the objectification of the subject and the classification prac-
tices: foolish and rational people, sick and healthy people, criminal and honest people;
3. the third use investigates the manner in which individuals objectify themselves into
subjects: in sexuality, for instance – how one has learned to recognize oneself as a sexual
object.
240
It seems to me that we can rightly ask ourselves the question whether our supervision
approaches, too, are not examples of this transition from ontology into deontology. In
other words, is supervision practice-oriented deontology?
Is it not the case that objectification of the concept of social worker or remedial edu-
cationalist shapes each future worker or educationalist from what they are at the moment
that they start their training via person-oriented and task-oriented supervision into what
they need to be as social workers or remedial educationalists.
241
Within western monotheism, self-care is completely changed into care of the other.
We look at ourselves from the perspective of the other, which means that we will wonder
which view the other has about us more and more. ‘Knowledge of oneself ’ supplants
‘care of oneself ’. Self-practice is replaced by knowledge practice. The technique of the
self is changed into the technique of self-revelation (is what I do that the other requires
me to do good enough?). Ethics is changed into a deontology definitively. A change that
was founded by modern science in modern times.
1. ethic substance
2. manner of subjectification
3. self-practice or asceticism
4. teleology.
Ethics is present when I start from the ethical substance that I have determined myself.
This means that I myself fill in what my ethical behaviour is. I myself can determine what
is good or bad for me, and how I need to behave accordingly. If, conversely, one starts
from the manner of subjectification for self-practice, we no longer talk about ethics but
about deontology. In this framework, we placed the definition of deontology given by
Bentham. Within deontology people are shaped into what they need to be. This approach
needs to be developed further.
Shaping people into what they need to be, is what we call education. You could refine
this definition and say that education is the guidance of young people on their way to
adulthood. This does not solve the problem, because what is being an adult? Since young
people do not determine themselves what adulthood is, they are subjected to it via the
manner of subjectification. So they learn what it is to be an adult and how to behave
like one, by trial and error sometimes. In other words, one has learnt to behave within a
straitjacket of sets of rules. In society, the set of rules is mainly the domain of law. This
242
almost automatically clarifies the link between deontology and law. In this respect, law is
no more than a set of rules that needs to allow us to behave as we have been taught in
the way that the deontology teaches us to behave.
Of course, this education is not purely an abstract matter. We have always been brought
up to adults in actual situations. In those situations we learn how to behave. Let me take
a couple of examples. The first example is about family relations, in which we learn how
to behave as a child, a sister, a brother, a mother and a father. We could speak here of a
family deontology. The rules can be defined as family legal rules. In social relations, the
second example, we learn how to act as social beings. The rules used here are political
legal rules, which need to prevent or solve social inter-subjective conflicts. The (coming
into) existence of conflicts does imply that the manner of subjectification, or socializa-
tion, if you want, has failed or that the legal rules have failed to settle matters. Our social
prestige is determined by our professional activity to a large extent, which leads us to the
third example. During our training, we are shaped into professional people, for instance,
social workers or remedial educationalists. As professional people, we have learnt to use
a number of rules that enable us to follow our professions as we are taught that we need
to follow. These rules could be called the professional legal rules.
Summarizing, we may claim that we have given a preliminary delineation of the concepts
of ethics, deontology and law. Ethics determines my self-relation, i.e. it determines how I
want to give meaning and direction to my life with the aim to be able to lead a good life. De-
ontology determines how someone else enforces what I need to be, how I need to interpret
my identity, inclusive of my professional identity. This enforcement arises by education, for
instance, training or socialization. Finally, law regulates social inter-subjective traffic. The legal
rules can be found at diverse levels but they are related to deontology in the first place, this
means, what I need to be, what is expected of me as a father, citizen or educationalist.
243
6. Is there a solution?
The basis for this article lay in the fact that there is a fairly sizeable conceptual vagueness
and confusion in the social field about ethics, deontology and law, although scientifically
objective data are still missing. I have tried to show that the core of the problem could be
the disconnection between ethics and deontology. The result is that one has first devel-
oped a general deontology – of which the professional deontology is part – which allows
for an absolute ethics only. A series of legal rules, which supported the education of the
individual to what they need to be, were then linked to this deontology.
In my search for solutions to the conceptual vagueness and confusion , I have tried
to redefine the concepts of ethics, deontology and law. This first attempt at renewed
244
conceptual delineation already brought some clarification into the complex conflict
domains. Insight into the nature and structure of problems is in itself a valuable step
towards solutions.
Nevertheless, I think that a structural solution can only be found if we no longer take
deontology – for which se used Bentham’s definition – as the central pillar for the devel-
opment of our professional acts. Why? Because deontology reduces us too much into
abstract, universal human beings. An appropriate starting-point seems to be the individual’s
characteristic traits, in other words, in a human being’s potential for giving meaning to the
good life. The result is that a universal and abstract humanity will be replaced by a bloom-
ing, rich diversity of particular individuals. The legal rules sill, as a result, no longer focus
on universal similarity, but will have to provide frameworks within which people can act
ethically. This means that the legal rules need to constitute the possibility grounds for a
good life rather than its sufficient conditions.
Is this a dream or a feasible aim? Well, that is another subject of discussion.
Bibliography
Foucault, M. (1961). Folie et déraison. Histoire de la folie à l’âge classique. Paris: Gallimard.
Trans. Richard Howard (1965) Madness and Civilization: A History of Insanity in the Age
of Reason. New York: Pantheon.
- (1963). Naissance de la clinique. Une archéologie du régard medical. Paris: Gallimard. Trans. A.
M. Sheridan Smith (1973). The Birth of the Clinic: An Archaeology of Medical Perception.
New York: Pantheon.
- (1966). Les Mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines. Paris: Gallimard. Trans.
Alan Sheridan (1970). The Order of Things: An Archaeology of the Human Sciences, New
York: Vintage.
- (1969). L’Archéologie du savoir. Paris : Gallimard. Trans. Alan Sheridan (1972). The Archaeol-
ogy of Knowledge. New York: Pantheon.
- (1971). L’Ordre du Discours. Paris: Gallimard.
- (1975). Surveiller et punir. Naissance de la prison. Paris: Gallimard. Trans. Alan Sheridan
(1977). Discipline and Punish: The Birth of the Prison. New York: Pantheon.
(1984). What is Enlightenment: Was ist Aüfklarung?.Trans. Catherine Porter. In Paul Rabinow
(ed) (1984). The Foucault Reader. New York: Pantheon.
- (1982). Afterword: On the Genealogy of Ethics: An Overview of Work in Progress. In Hubert
L. Dreyfus and Paul Rabinow (eds.) (1982). Michel Foucault: Beyond Structuralism and
Hermeneutics. Chicago: U. Chicago.
- (1984). L’Usage des plaisirs. Vol. 2 of Histoire de la sexualité. Paris : Gallimard, Trans. Robert
Hurley (1985). The Use of Pleasure. New York: Pantheon.
- (1984). Le Souci de soi. Vol. III of Histoire de la sexualité. Paris, Gallimard. Trans. Robert
Hurley (1986). The Care of the Self. New York Pantheon.
Freud, S. (1946). Zur Einführung des Narzissmus. Gesammelte Werke, X. Frankfurt an Main:
S. Fischer Verlag.
Plato (1927). Alcibiades 1. Trans. W.R.M. Lamb, in : Plato, Charmides – Alcibiades – Hip-
parchus – Lovers – Theages – Minos – Epinomis. Loeb Classical Library. Harvard:
University Press.
Sartre, J.P. (1965). L’existentialisme est un humanisme. Paris: Les Editions Nagel.
245
Abstract
This article presents part of the results obtained from a research conducted for the
doctoral thesis of the author (June 2006, University of Alicante) under the title Support
Groups for the Disabled in the Valencian Community: Proposals from Social Work. In that work,
group intervention practices for the disabledand their families are analyzed. The start point
of the analysis was the information obtained through interviews to the professionals who
direct such groups, to the groups as such in someone of their meetings, and to members
of those groups as individuals. The article also analyses the benefits of this experience for
the participants in the groups.
Introducción
Este artículo presenta una parte de los resultados obtenidos en la tesis doctoral titula-
da; Grupos de apoyo para personas con discapacidad en la Comunidad Valenciana; Propuestas desde el
Trabajo Social defendida en Junio de 2006 en la Universidad de Alicante. En ella, se analizan
las prácticas de intervención grupal para personas con discapacidad y se plantean 3 obje-
tivos generales: 1) Estudiar y analizar los grupos de apoyo existentes en las asociaciones
de discapacidad de la Comunidad Valenciana, como medio y contexto de ayuda para sus
247
248
A continuación, se ofrece parte del análisis realizado en torno a los beneficios de los
grupos de apoyo para los usuarios directos. En aras de ilustrarlos, se muestran algunos
de los fragmentos analizados en la investigación. Para mantener el anonimato hemos
quitado algunas las claves de los códigos utilizados. Sí aparece la letra de referencia (P,G
o I ) según se trate de la información, acerca de dicho grupo, obtenida en la entrevista
realizada al profesional (P), en la sesión grupal con los miembros del grupo (G) o en las
entrevistas individuales (I).
En el siguiente cuadro se señala una relación de los grupos estudiados.
249
algunas pautas concretas de cómo hacer, así como todo aquello que interese a algún
miembro del grupo y que se plantee en las reuniones.
La información sobre qué hacer y cómo hacer se da en aquellos grupos más cohesio-
nados llegando a producirse un salto entre la mera información de algo y la materialización
de ese algo.
(...)en el grupo(...) ya ha pasado de ser sólo apoyo emocional a ser incluso apoyo material en
una serie de cosas ¿no? tú me ayudas a tal, o yo te ayuda a tal o te busco información de no se
qué...para que tú puedas pedir tal (...) (P)
(...)yo, de verdad a mí me ha hecho muchísimo para mejorar con la relación con mi madre de
la enfermedad esa tan, tan, tan cruel que he tenido yo,... y yo antes actuaba de una forma y yo
ahora actúo de otra, y esto me ha ayudado...la información, sobre todo es la información, saber...
es que el que no sabe (...) (G)
(...) entre ellos mismos se pasan páginas de Internet, libros, oyen rumores...oyen cosas que me
a veces me han comentado.... y son unos auténticos expertos...es algo que debido al carácter de la
enfermedad les suele ocurrir y que es beneficioso a nivel general aunque (...)hay veces que el tema
de la investigación les ayuda a comprometerse con su enfermedad, también, a tener siempre una
lucecita, una esperanza, a no hundirse.... la progresión temporal es muy importante, ya es poco
tiempo... el tiempo de la enfermedad (...) (P)
Muchas experiencias señalan al grupo como el único espacio donde obtener información
sobre aspectos prácticos de las distintas enfermedades y/o discapacidades. En este sentido, el
grupo se considera el espacio más adecuado para conseguir información sobre qué hacer en
situaciones concretas. Esta información de carácter práctico es valorada muy positivamente
por aquellas personas que han tenido experiencias negativas con otros profesionales, general-
mente de la medicina. Tal y como se recoge en los siguientes relatos, el grupo se “especializa”
en temas de orden práctico siendo esto, de mucha utilidad para sus miembros.
(...)por ejemplo, mi hijo es asmático y por ejemplo en el parque te encuentras a una mamá que
su hijo también, lo están vacunando, que tiene asma y ¿sabes? Y que es una cosa normal, que hoy
en día afecta a todo el mundo y que vas al ambulatorio y hay cuarenta niños para vacunar y tal,
osea que es un tema que puedes hablar con cualquiera, todo el mundo sabe... ¡ay, pues el mío es
alérgico a esto, el mío a lo otro¡ pero de la hemofilia, gracias a dios hay pocos, entonces aquí es donde
encuentras todo, las noticias que puedan llegar y te informan, también trámites administrativos,
cualquier cosa que pueda, que nadie te informa porque nadie te informa y una dice “oye que yo
he hecho esto, podéis solicitar esto” como lo de familia numerosa, muchas cosas (...) (G)
250
(...) Hay mucha información, (...)porque la información del día a día ya te ocupa un tiempo
¿no? entonces si llega el verano y hay un montón de actividades que la gente sale a la piscina
y hay algo importante.... (...) todo el trimestre hay una cantidad de actividades interesantes y
ellas saben esa información pero se comenta, se dice, si ha habido algún cambio sustancial... (..)
algún proyecto que surge nuevo....(...) todo lo que va generando el centro ya hay ahí un paquete
de información que es interesante compartirlo con ellos (...) (P)
2. Red social
Las experiencias grupales estudiadas forman parte de las redes sociales de los partici-
pantes. Los miembros de los grupos manifiestan que este constituye en sí mismo una red
de relaciones muy positiva. Sin embargo, son pocas las experiencias que extienden dicho
beneficio fuera de las reuniones creando nuevos vínculos de relación fuera del alcance del
grupo y/o de la asociación. De manera general, el contacto entre unos miembros y otros
se produce en el seno de las reuniones extendiéndose puntualmente fuera de él solamente
en aquellas actividades relacionadas o bien con la problemática o bien con la asociación.
Algunos grupos mantienen contactos con otros grupos a través de Congresos, jornadas o
encuentros que se realizan periódicamente afianzando, de este modo, las relaciones inter e
intra grupales. Las actividades de ocio se encuentran relacionadas con el grupo y siempre
son a propuesta del mismo.
Algunos, forman parte, también, de otros grupos o comparten espacios espontáneos
de encuentro reforzando, de este modo, algo más su relación. No obstante, incluso es-
tos espacios de carácter informal están relacionados con algún servicio de la asociación.
Relacionado con esto último, en el siguiente relato nos cuentan cómo un porcentaje de
personas que participan en la experiencia, han creado en torno a una parada de autobús,
encuentros informales que, tal y como nos contaban los propios afectados, en ocasiones
tiene más poder informativo y de difusión que la propia experiencia.
(...) hay un grupo aquí de la gente (...) que son las que se ven , hay una serie de paradas por
las que pasa el autobús y el 70% de la gente que viene es de una parada de autobús, y quedan
en esa parada ... toman café, meriendan juntas (...) (P)
Entre todas las experiencias estudiadas se observan dos tendencias opuestas que
coinciden con dos tipos de grupos: grupos de cuidadores y grupos de personas con dis-
capacidad intelectual. De manera generalizada, para el caso de los cuidadores, el grupo
ocupa prácticamente el total de la red de relaciones, ya que el tiempo que deben dedicar
al cuidado de la persona dependiente es tan grande que han perdido el resto de relaciones.
Además, en estos casos los contactos con miembros del grupo fuera de este, se reducen
a temas relacionados con la persona que tienen a su cargo.
251
(... )luego pues, quizá ellos tampoco tienen mucha vida social ¿no? entonces los que vienen
(...) vienen yo creo que el rato ese de una charraíca , un cafetito... ellas vienen, van a la peluquería
para venir, el día que vienen van a peinarse si no vienen .... esto es un acto social para ellas de
relación, yo creo que vienen a sentirse un poco arropados, (...) ellas vienen con su collar de perlas,
su pelito de peluquería, ¿no? que se nota que es algo especial... ¡no es que no voy a ir porque no
me ha dado tiempo a ir a la peluquería¡ y te llama una ¿no? .... ¡chica pues ven¡ no, no tal... que
se me ha complicado...entonces es un lugar de encuentro ¿no?(...) (G)
(...) y los jóvenes pues un poco primero pues que aprenden, de alguna manera, a comportarse
en grupo, el hecho, también, de establecer relaciones entre ellos, a pesar de que ya se ven aquí tres
o cuatro días a la semana pero, bueno, el establecer vínculos de alguna manera ¿no? de hecho
ellos se tratan entre sí como amigos, porque a parte de ser afectados y estar en el grupo pues son
amigos ¿no?(...) (P)
3. Apoyo emocional
El apoyo emocional que se da y recibe en el grupo, puede considerarse como el
aspecto que da sentido a la experiencia grupal. Aunque el objetivo inicial de muchas
experiencias no contemplara de forma directa el apoyo, la experiencia grupal conlleva de
manera intrínseca el dar y recibir apoyo. En muchas de los relatos, los miembros del grupo
manifiestan su satisfacción por sentir apoyo, aunque no se pueda concretar con facilidad
cómo es dicho apoyo.
(...)el grupo puede acabar siendo lo que a lo mejor mucha gente no acaba viendo ¿no? el grupo
por mucho que queramos no es la formación ni la información sino es el aspecto emocional y el
aspecto de trabajar el estrés, de trabajar el malestar, el que tengan a alguien que les pueda en un
momento dado, escuchar... yo creo que va más por ahí (...) (P)
Por apoyo emocional se entiende el hecho de saber acompañar y entender a otro miem-
bro del grupo (Gracia,1997). En las experiencias grupales estudiadas, este acompañamiento
se produce de diversas formas y es entendido de forma muy personal por cada miembro
del grupo. En el siguiente relato un miembro del grupo explica cómo recibe este apoyo
desde el momento que puede expresar lo que siente y mostrar cómo es realmente.
(...) para mí es que llegas aquí y te desnudas, si tienes ganas de llorar, lloras, si tienes ganas
de reír... tenemos muchos momentos, también, de cosas agradables, pero es que aquí te apetece
hacer ... yo aquí actúo natural del todo... cuando me ha apetecido llorar he llorado, y me siento
arropada... por eso te digo que aquí llegas y te desnudas, interiormente te desnudas... te expresas
como eres....por lo menos yo (...) (G)
252
El hecho de que sea un sitio donde puedan desahogarse libremente, nadie les coarta el hecho de que
lloren o... saben que es un espacio de una hora o una hora y pico en el que pueden hacer lo que quieran...
a lo mejor emociones reprimidas en casa “para que los hijos no me vean” o para que mi marido no tal...
pues saben que aquí libremente lo pueden expresar (...) (P)
Saber acompañar a los miembros del grupo, estar ahí ante momentos de angustia,
de rabia o de llanto satisface a los participantes en la experiencia. Tal y como se refleja
en los siguientes relatos son muchos los sentimientos que afloran en las reuniones y es
mucho, también, el apoyo que se recibe reforzando positivamente los sentimientos más
negativos.
(...)Pues yo venía con mucha angustia, mucha rabia... y ella me decía ¡eso ya lo madurarás¡
y yo vengo hace un año y me estoy dando cuenta de que es verdad, ...lo maduras (...) (G)
4. Aprendizaje / formación
Más allá de la información recibida en el grupo, la formación y/o aprendizaje sobre un
aspecto concreto de la enfermedad y/o discapacidad forma parte de los objetivos explícitos
de todas las experiencias estudiadas. En todas ellas, se destaca como elemento central,
el aprendizaje de cuestiones prácticas respecto al quehacer diario, recibiendo orientación
y asesoramiento de todos los miembros del grupo. Además de este aprendizaje práctico
más concreto, en los grupos, también se aprenden modos alternativos de enfrentar y/o
entender la situación poniendo en marcha, de este modo, estrategias de resolución de
problemas diferentes a las utilizadas hasta ahora.
En aquellas experiencias con objetivos de formación ,el aprendizaje de los miembros
del grupo va todavía más allá. La elección de temas previamente definidos por el grupo,
la participación de expertos en el grupo así como el debate y/o la comunicación genera-
da en las sesiones a raíz de los temas seleccionados, convierte al grupo en un recurso de
formación y aprendizaje importantísimo para los miembros de la experiencia.
Tal y como se recoge en el siguiente relato, el aprendizaje es un beneficio continuo
que se produce desde el momento que se inicia la experiencia pudiéndose extrapolar a
otras esferas o ámbitos de la vida diaria que no tengan, necesariamente, que ver con la
discapacidad y/o enfermedad.
(...) estás aprendiendo, es que todas las cosas de las que estamos hablando, todas las cosas
de las escuchas, determinadas preparaciones que se quieren tener para ayudarnos, vamos es que
es el manual de instrucciones de cualquier persona para con sus hijos sean deficientes o no, para
el trato de cualquier persona, el escuchar no sólo es algo para un padre con un hijo deficiente es
253
para cualquier persona, y son asignaturas pendientes que tenemos yo creo que bastantes...eh? con
lo cual, pues ¡oye¡ (...) (.G)
(...) a mí me ayuda mucho con mi hijo...(...) es que era todos los días y a a todas horas de
malhumor diciéndole al chiquillo cosas (...) yo me controlo, intento comprenderlo (...) (I)
Tanto los miembros de las experiencias grupales como los profesionales que las dirigen
, coinciden en señalar de manera positiva el aprendizaje a través de los temas tratados en
las sesiones, tanto si son temas específicos acerca de la enfermedad / discapacidad como
si son temas relacionados con el aprendizaje de habilidades sociales, pautas de comuni-
cación etc...
(...)Y luego, también, un sitio donde puedes encontrar pues consejos, información, asesoramien-
to, que en esos momentos pues lo desconoces ¿no? Pues también, los temas que se tratan , porque
no nacen enseñados, entonces a veces entre lo que digamos nosotras y luego lo que va surgiendo, lo
que dicen los demás respecto a ese tema ¿no? No sólo la teoría sino la práctica (...) (P)
(...)pues yo creo, que , mira, es un momento donde ellos cuentan sus cosas, que , yo creo, que,
no solamente el hecho de expresarlo sino que ellos saben que el grupo les va a transmitir una
idea o les va a dar una orientación , porque se respetan ¿sabes? ... a veces... a veces... notas, ves,
por la frase que le das consejos directamente, pero en otros casos les están contando lo que ellos
han vivido, lo que ellos han pasado con sus hijos, entonces al otro le puede venir bien, ¿no? La
distintas modos de afrontar esa misma situación ¿no? (P)
(...)yo tenía necesidad de conocer cada uno como habíais reaccionado y cual era el problema
de vuestros hijos.... porque claro, el mío es de una forma y es un problema... y cada uno tiene un
problema distinto y como familia también lo está reaccionando, osea lo está llevando de una forma
diferente...entonces yo quería aprender, aprender de mis errores que ha dicho nacho hace un ratito,
para mejorar si podía y si no podía pues quedarme como estoy y además os lo diré más de una vez
que me contéis algo porque a mí me gusta y yo creo que es muy importante (...) (G)
En los siguientes relatos los usuarios de los grupos muestran algunos cambios, rela-
cionados con el aprendizaje de formas de actuación alternativas, proporcionados por la
experiencia grupal. Se trata de cambios en el ámbito familiar y/o social.
(...)Yo, desde que vengo es que me he enseñado a hablarle mejor, mejor... ¡ a él me dice una
burrada¡ y no sé... me siento ofendida ¿no? pero me la trago y no le devuelvo la pelota... o cosas
así(...) (G)
(...)esto ayuda mucho porque antes yo era de las personas que hablaba poco con mi familia y
esto me ha ayudado a que por ejemplo pues aprenda a expresar lo que siento (...) (G)
254
(...)¿ventajas? Pues por ejemplo si tienes que hacer un papel tú y no sabes(...) (G)
(...)sí, Sí, Sí, de hecho desde el comienzo con la simple pregunta “¿tenéis estos síntomas?” ya
están formándose, porque hay efectos secundarios que no aparecen en los libros y crean mucha,
mucha vergüenza, y no saben a quién preguntarlo, se confunde mucho, entonces ellos mismos aquí
pues por ejemplo el tema de la hiperactividad sexual, el tema de la ludopatía... son efectos de la
medicación o el tema de las alucinaciones, que en un momento dado, ellos se dan cuenta de que
son parte de la enfermedad, entonces sí que, desde ... además hasta de formación sobre sí mismos,
porque en esta sociedad que vivimos ni nos conocemos actuamos y punto. Entonces, sí, sí, desde
el comienzo (...) (P)
(...)luego hay cosas de orden práctico que el médico no les va a contar, como ponerse una
compresa y eso a lo mejor un chico de 15 años no lo manifiesta, ni un chico de 15 años ni muchas
otras personas, ¿entiendes? (...), luego tienen muchos problemas con la alimentación porque nunca
saben qué dieta hacer y además no existe ninguna dieta a cada uno le sienta una cosa mejor
que otra y entonces le puede decir, oye mira que yo me tomo eh... judías verdes machacadas y eso
me sienta muy bien y me calma cuando tomo patata y yo que sé... sus experiencias personales, y
bueno, porque claro, los técnicos podemos abordar muchas cosas pero no podemos sentir lo que
sienten ellos (...) (P)
(...)por ejemplo ayer salió el tema, porque hay personas que tienen ya la motricidad bastante
tocada y no pueden coger una hoja y tal para leer, y se comento “ pues yo cojo una pinza y mi
familiar me lo pone en cada hoja y yo voy pasando la pinza” ya es una cosa grande y se puede,
comentan trucos para, para, no sé, para intentar normalizarse (...) (P)
5. Respiro
Uno de los beneficios señalados en todas las experiencias, pasa por considerar los mo-
mentos de reunión como situaciones de respiro para los participantes.En las experiencias
formadas por cuidadores, el grupo supone un parón en la cotidianidad, tan absorbente,
que rodea a los familiares. Con este mismo sentido, el grupo es considerado como un
alivio, también, para aquellos miembros afectados por una enfermedad donde el compartir
experiencias supone “la recarga de pilas” para el resto de los días.
255
El respiro al que hacen referencia las diferentes experiencias puede entenderse como
un paréntesis del día a día, donde tal y como se manifiesta en los siguientes relatos, supone
un alivio, un desahogo para los participantes en la experiencia.
(...)Para mí, supone un escape,(...)tener un ratito para eso, para nosotras, (...) para mí,
supone un escape..,sí salir del “cotarro”(...) de la codinianidad (...) (G)
(...)Es que nos descarga mucho por lo menos yo siento que al hablar participas y si tienes ahí
algo... lo impulsas y te hace un descanso..a mí me hace mucho(...) (G)
(...)el rato pues nos viene muy bien porque desconectas, te vienes y lo que aportamos cada
una te vas otra vez nueva ....¡ya me voy yo a luchar otra vez con lo mío¡ y parece que te levantan
el ánimo y otra cosa(...) (G)
Cambiar el ritmo diario supone un alivio para algunos miembros del grupo que,
manifiestan, no tener otras posibilidades para hacerlo. Tal y como se manifiesta en los
siguientes relatos, el grupo obliga a modificar algunas pautas cotidianas que, de otro modo,
no se modificarían.
(...)yo ya con venir me arreglo porque como no me suelo arreglar nada pues me visto diferente
porque para mí ya está(...) (G)
6. Reestructuración cognitiva
Este término hace referencia al proceso de cambio y de la percepción y comprensión
de los problemas y en la medida en que esta influye en la conducta (Katz, 1993). Como
beneficio de la experiencia grupal supone ubicar de modo distinto las ideas preconcebidas
y/o los pensamientos respecto a una situación determinada relacionada, generalmente, con
un pensamiento negativo acerca de la discapacidad y/o la enfermedad. El grupo ayuda
a matizar ciertas ideas, a resituar ciertos aspectos y a positivizar algunos elementos de la
situación por la que atraviesan los participantes.
La posición mental que ocupa el problema para cada uno de los miembros del grupo
es diferente y la experiencia grupal puede ayudar a situar en la escala correspondiente la
gravedad de la misma. Compartir experiencias con otras personas nos ayuda a relativizar
y a matizar nuestro problema.
(...) Porque he oído muchas historias y entonces veo que mi problema no era tan grande
como yo me lo había construido, ni grande, ni no tan grande, porque he visto que hay problemas
más grandes que el mío y entonces eso me ha hecho pensar un poquito y recapacitar en algunas
cosas (...) (G)
256
Las diferentes experiencias demuestran como el grupo ayuda a sus miembros a en-
contrar satisfacciones y a connotar de manera positiva algunas de sus experiencias antes
consideradas, solamente, en negativo.
(...)yo después lo pensaba y decía ¡fíjate, no¡ en un primer momento se te cae el mundo pero
luego dices ¡jolín¡ pues si también me da muchas satisfacciones y también hay momentos que me
lo paso con él muy bien y yo que sé.... y que ya es tu vida, (...)(G)
7. Refuerzo
Tanto los miembros de las diversas experiencias como los profesionales que las dirigen,
afirman que el refuerzo que se recibe en el grupo ayuda a mantener la experiencia grupal y
beneficia a nivel individual a los participantes en ella. Las diferentes experiencias grupales
nos indican que el refuerzo como beneficio grupal puede ser entendido de dos formas:
Cuando la dinámica grupal en sí misma ejerce una función de refuerzo para con los
miembros del grupo. Esto es la fuerza que el propio grupo posee para sus miembros así
como el refuerzo que se moviliza en el mantenimiento de la experiencia.
A nivel más particular, cuando en el grupo se refuerzan ideas, formas de actuación
con y para los demás, e incluso la toma de decisiones sobre algunos hechos relacionados
o no con la situación de discapacidad.
El refuerzo en el grupo se manifiesta cuando la experiencia hace sentir que se es miem-
bro de algo construido por todos. En este sentido destacar la importancia de no sentirse
aislado. En las experiencias grupales estudiadas este sentimiento de pertenencia junto al
de la seguridad de no estar solo, se manifiesta en todos los relatos ofrecidos tanto por los
profesionales como por los propios protagonistas de los grupos.
(...)creo que es muy importante y muy positivo cuando todos nos reunimos y charlamos y nos
comunicamos, pues ves que otros tienen más dificultades, incluso que tú misma, y eso te hace sentir
privilegiada o ves que si tú estás mejor puedes ayudar a otro que está peor, y siempre es positivo,
la comunicación el poner todo en común te hace sentirte partícipe de algo, de eso, de un colectivo ,
que no te sientes aislado, como bien ha dicho alguien, te sientes comprendido, te sientes apoyado
y de alguna manera eso repercute en tu estado positivo en general(...) (G)
En las experiencias formadas por personas con discapacidad intelectual este refuerzo
todavía va más allá puesto que, para la mayoría de estas personas, el grupo supone una
oportunidad nueva de construcción de algo por y para ellos.
(...)Los beneficios del grupo (...)yo creo que es el dar la opción de ser protagonista del grupo,
llevar las riendas, ellos son los que llevan las riendas del grupo, el grupo es de ellos y para ellos,
y para las personas con discapacidad intelectual esto es algo que ocurre muy poquitas veces, es
decir, eh... pues los temas los deciden ellos, el día lo decidieron ellos, su nombre, sus normas, es
un beneficio directo, que te hace sentirte bien(...) (P)
El grupo sirve de refuerzo positivo cuando tiene una función movilizadora para sus
miembros. Los usuarios de las diferentes experiencias han sufrido situaciones que, en
el mejor de los casos, han paralizado las formas de actuación, ritmos de vida cotidianos
257
etc.... en este sentido el grupo promueve nuevas fórmulas que ayuden a superar dichas
situaciones. La promoción de recursos individuales y de nuevas estrategias de actuación
se refuerzan en y para el grupo.
(...) también el promover, el promover esos recursos que ellos tienen ¿no? yo pienso que es
una de los beneficios fundamentales de los grupos de (...) el ser conscientes de que estas personas
necesitan mucho refuerzo aunque sea por una cosa mínima, da igual, el reforzarles y el hecho de
promover todas las habilidades y estrategias que ellos tienen ponerlas en común en el grupo y que
los demás puedan beneficiarse de esa forma de actuar(...) (P)
El refuerzo es facilitado por todos los miembros del grupo. Los profesionales tienen
mayor protagonismo en aquellas experiencias donde se ha de reforzar, además, pautas de
comportamiento y/o cambio de hábitos de funcionamiento. Fundamentalmente esto se
da en grupos formados por personas con alguna discapacidad intelectual.
(...)Esto es como una gran familia(...)Como pandilla, amigos, compañeros.... cuando uno tiene
problemas pues intentamos ayudarle...y si nos vemos muy agobiados que no podemos ayudarnos
a nosotros mismos o al compañero pues tenemos a dos personas de apoyo ....que en un momento
dado pues nos pueden echar una mano (...) (G)
(...)Bueno, también tuvimos una mamá que se le murió la madre fue por la que se trabajó
el tema de la muerte, y ahora tiene a su padre también muy grave y también lo trajo al grupo.
Problemas personales sí que han venido(...)(P)
En las experiencias formadas por personas con discapacidad intelectual el refuerzo del
grupo en el entrenamiento hacia la toma de decisiones es uno de los objetivos prioritarios
de trabajo.
(...) y luego eso, es que les ha costado mucho el empezar a tomar decisiones , jamás habían
podido elegir ¿no? y entonces .... ahora que tienen la opción no saben (...) (P)
258
(...)más bien, es donde nosotros nos cargamos pilas a nuestro favor para aprender del
grupo (...) (G)
8. Reciprocidad de la ayuda
Las experiencias grupales estudiadas revelan el beneficio que supone para los miembros
del grupo dar y recibir ayuda. Más allá de la compensación que significa recibir cuando uno
siente que está dando, la reciprocidad como premisa fundamental del trabajo en grupo, es
considerada como un aliciente para los miembros de este. Los miembros de los grupos
explicitan la satisfacción que uno siente en el grupo cuando ve que o bien ayuda o bien
puede hacerlo. Esta reciprocidad tanto efectiva como en potencia se manifiesta en todos
los grupos haciéndose más fuerte en aquellas experiencias más consolidadas.
En todos los grupos hay miembros que manifiestan recibir más de la experiencia
que, piensan, que dan. Rápidamente esta sensación se desmonta cuando los compañeros
concretan qué han recibido de este miembro, afianzándose, de esto modo la teoría de
reciprocidad en todas las experiencias grupales. En el grupo se da y se recibe ayuda por
igual. No obstante sí es importante matizar que dependiendo de la etapa en la que se
encuentren los miembros del grupo, y el grupo como tal, se es más receptor que dador.
De ahí que aquellas experiencias que cuentan con personas con más veteranía pueden
diferenciar quién da más y quién siente que recibe solamente.
La reciprocidad de la ayuda se extiende, también, al profesional que dirige la experiencia.
La información que se obtiene de cada una de las personas que forman el grupo y/o de
sus situaciones particulares refuerza otro tipo de actuaciones que, al margen del grupo, el
profesional tiene que realizar para con este colectivo dentro del centro o de la asociación.
Sentir al grupo en sí mismo como algo construido por todos, donde no se satisfacen
necesidades individuales únicamente sino que se comparten situaciones y, de este modo,
las necesidades pasan a ser grupales, convierte la reciprocidad de la ayuda en algo básico
y necesario para que la experiencia, entendida así, funcione.
(...) para mí, no es sólo satisfacer lo mío sino que es , por ejemplo, porque yo lo que yo puedo
aportar va a venir muy bien para mis compañeros, y para otras personas como te decía antes
¿no? porque mi voz, o lo que yo diga aquí, no sólo es para decir ¡ah, que bien me he quedado, ya
lo he soltado y ya está¡ no, porque igual les beneficia a ellos, y también puede beneficiar a otras
personas que no es porque yo, yo tenga mis dudas, me las aclare y ya está porque a lo mejor mis
compañeros tienen las mismas dudas y entonces le estoy ayudando a él (...) (G)
259
(...)Es probable que alguien al entrar, es probable que al entrar piense que viene para que
le ayuden, pero en cuanto ve el ambiente y ve la unión y todo esto, poco a poco es como la balsa
de aceite que va...deja de ser receptor y es dador (...) (G)
(...) las dos cosas porque igual que tu puedes ayudar, él te puede dar una respuesta que tú
estabas buscando, entonces (...) damos y recibimos porque es que va todo junto.... (...) (G)
(...) Sí, una escucha activa, activa, activa de recibir activamente, (...) pues que hay familias por
ahí y gente por ahí lo que quieren es que le ayuden pero de una manera pasiva y yo creo que aquí
estamos personas dispuestas a dar, y a recibir y a aprender pero de una manera activa, (...) (G)
Los miembros del grupo, también, justifican el por qué del dar y recibir en el grupo.
En los siguientes relatos se pone de manifiesto la satisfacción que se encuentra en dicho
intercambio.
(...)Yo es que a la vez que necesito que me ayuden, yo también necesito ayudar... a personas,
no sé, ya sea aportando mi consejo (...) no sé, de cualquier otra manera... entonces no es sólo para
mis necesidades individuales (...) no es sólo un espacio donde vienes y vuelcas lo tuyo(...) no, porque,
igual que pides ayuda, lo hablas, aportas(...) de individual nada, yo pienso que es compartir,
espontáneamente, cada uno, pues no sé, el momento presente , en relación a lo que nos ha pasado
esta semana (...) Yo por mí el simple hecho de venir y o poder ayudar o... no sé, el simple hecho
de estar aquí... ya ayuda, por lo menos a mí (...) (G)
(...) no sé si he aportado algo al grupo porque la verdad es que no lo sé, creo que más cuenta
mis problemas, creo que soy la única y no, veo que los demás también tienen problemas, claro, y
no sé si habré aportado algo, desde luego ellas a mí me han aportado mucho, me han ayudado
mucho y nada... y siempre que puedo vengo, muy pocas veces falto(...)(G)
260
(...)yo creo que recibo, también, más que puedo dar...no sé, dices lo que sientes en el momento
en que venimos y cada una dice una cosa y te vas animada...y yo me creo que me dan más que
pueda dar yo, no sé....ahora mismo(...) (G)
En referencia a esto último, otros miembros del grupo refuerzan a aquellos miembros
que piensan “no han aportado” nada al grupo. Generalmente, esto ocurre durante las
reuniones y coincide con aquellos miembros del grupo más tímidos y/o con una autoes-
tima deteriorada. En algunos casos, se reformula el significado de dar, puesto que, tal y
como se recoge en los relatos, algunos miembros del grupo ofrecen a sus compañeros
bromas, risas, dan ánimo etc...aspectos todos valorados de forma muy positiva por el
resto de compañeros.
Si el grupo es considerado por los miembros del grupo como fuente de intercambio,
donde se da y se recibe indistintamente, podemos analizar qué se da y se recibe en el grupo.
Las experiencias reflejan todo tipo de cuestiones tal y como se recoge en los relatos. A
nivel general, se valoran las opiniones, las experiencias personales y la empatía que ayuda
a entender otras situaciones. No obstante, la reunión es considerada como intercambio
en sí misma.
(...) no hay palabras, te sirve... unos a otros nos vamos sirviendo de ayuda, a los que les cuesta
hablar se van soltando y siempre hay cosas que se dicen que de un modo u otro te das cuenta de
que te está pasando a ti...el poder... que yo no hablo mucho y sin embargo aquí pues creo que me
suelto y me gusta escuchar ... para que sepan también que me pasa (...) (G)
(...) damos nuestra opinión... nos ponemos en su lugar y les decimos cosas diferentes pero que
pueden ayudar (...) (G)
En algunas experiencias, los miembros del grupo han experimentado un cambio respec-
to al dar y al recibir. Debido a la evolución del grupo y a la experiencia con la enfermedad
y/o discapacidad de algunos miembros, la balanza se ha decantado más por la función de
ayuda que marca la veteranía.
9. Espacio de identificación
Un aspecto decisivo para que los grupos funcionen es el nivel de identificación entre los
miembros del grupo. Cuando analizamos la homogeneidad de las diferentes experiencias
grupales confirmamos la importancia de la identificación de unos miembros con otros.
Compartir una misma situación, convierte la experiencia en un espacio de iguales donde,
tal y como manifiestan ellos mismos, “se habla el mismo lenguaje”.
El grupo es beneficioso en el momento que se convierte en un espacio único donde
sus miembros sienten que pueden hablar libremente y expresar aquello que, en algunas
ocasiones, no han dicho jamás. Las experiencias analizadas comparten la necesidad de
tener ese espacio donde la censura sobre qué y cómo decir desaparece.
Son muchos los términos que utilizados por los entrevistados que hacen referencia al
grupo como espacio de identificación. En ocasiones los miembros del grupo manifiestan
encontrarse como en familia aún, en algunos casos, mejoradas. En otras, hacen referencia a
la satisfacción de haber encontrado personas en su misma situación lo que les hace sentirse
261
menos solos, o como ellos denominan menos “bichos raros”. Hablan de sus semejantes o
sus iguales para referirse a sus compañeros de grupo y explicitan el beneficio que supone
la experiencia comparándola con otras de ayuda profesional.
(...)hay veces que ellos, los profesionales tienen su punto de vista y nosotros como padres lo
vemos de otra manera, comentamos las ideas y en fin lo que vemos lo decimos.... y hay veces que
ellos nos dan las cosas, en lo que nos dicen nos hacen razonar y otras veces no.... porque la realidad
de los profesionales no es la misma que la de los padres....y es muy difícil, tu puedes mandar hacer
esto, esto y esto... pero luego la realidad (...) (G)
Sentirse solo ante la situación que se atraviesa se considera uno de los mayores obstá-
culos en la búsqueda de alternativas de solución. Tal y como se manifiesta en los relatos,
cuando no conocen a nadie en su misma situación la magnitud del problema puede ser tal
que se dan situaciones de bloqueo, donde se paralizan todos los recursos que se poseen
para poder hacer enfrentarse a la situación. Este sentimiento de soledad es todavía mayor
en aquellas enfermedades minoritarias, raras y/o desconocidas.
(...) Es que solos, nos creemos que el problema es malo, y es un problema pero solos nos creemos
que es el peor del mundo y que no se puede...pero cuando vienes y hablas con personas que están en
la misma situación te das cuenta... que sí es malo pero que hay otros que están peor (...) (G)
(...) para mí a parte de todo es donde tú te sientes como en tu casa, con gente que estás a gusto
y que haces los comentarios que quieres y te sientes a gusto y es como si tuviésemos un mono. Yo
he estado dos días que no he podido venir porque he estado operada y... te sientes fatal... como
un mono (...) (G)
El grupo se define como el único espacio donde tratar aspectos que preocupan a los
miembros del grupo. En algunos casos estos contactos se producían con anterioridad de
manera informal retomándose y dotándose de un carácter más formal cuando se conso-
lida la experiencia. No obstante que hayan surgido informalmente en algunos momentos
constata, todavía más, la necesidad de su existencia.
La identificación de unos miembros con otros, dota de exclusividad al grupo en cuanto
la expresión de determinados sentimientos que no son tratados en otros espacios.Esta se
refuerza cuando se constata que otras personas han pasado lo mismo que tú.
(...) Integrada, me siento muy bien, me siento como si las conociera de toda la vida porque a
veces crees.... digo cosas que a lo mejor en otro sitio o con otra personas no diría jamás... y aquí pues
sale, todo, parece que las tenga o que las conozca toda la vida....cuentas cosas que ni a tus mejores
amigas les cuentas... sí porque estás aquí y te van saliendo parece que está una más(..) (G)
262
Poder expresarse libremente y sin censura es uno de los aspectos más valorados
en los grupos. En muchas ocasiones, los miembros del grupo expresan sentimientos
que no serían “aprobados” en otros espacios. Algunos de estos tienen que ver con la
ira, rabia, el asco o la vergüenza que provocan algunas de las situaciones que están
atravesando.
(...)lo mismo, el tema de poder expresar pues “me he cabreao con mi padre, me he cabreao
con mi madre, ahora mi hermano me ha hecho esto” entonces el poder expresarse a ese nivel sin
que haya nadie que les censure ¿no?(...) (P)
Los miembros del grupo, comparan la experiencia grupal con otras experiencias fa-
miliares y/o sociales. En estas, manifiestan la cantidad de explicaciones que han de dar y
expresan no sentirse ni escuchados ni comprendidos. La identificación de los miembros
del grupo se revela como una de las claves para este entendimiento.
(...)Es que las intimidades estas, vamos, no es que se tengan que ocultar, ni mucho menos,
pero que no todas las personas están... al no tener un problema similar no están preparados..
y no lo entienden(...) Es que si hablas con cualquier otra persona que no sabe... o te sigue la
corriente...y a lo mejor no quieres causar pena, o lo que sea y te lo guardas, te lo guardas...y es
lo que pasa (...) (G)
(...) o que puedes contar tus cosas que te afectan a ti y que a lo mejor no las puedes contar en
otro sitio por respeto a que te digan ¡pues tú eres tonto o no se qué¡ y aquí como todos somos del
mismo calibre...pues aquí no nos discriminamos unos a otros....porque todos somos de lo mismo,
porque a lo mejor cuentas tus cosas y yo aquí puedo decir que soy discapacitado y lo puedo decir
bien grande, (...) (G)
(...)Yo creo que la gente que no tiene un problema de estos, no entiende mucho lo que los padres
o las familias podemos hacer , por qué estamos aquí o el esfuerzo que hacemos....no entienden
nada, pero nada... porque yo voy todas las semanas a la peluquería y a veces en la peluquería
comentamos alguna cosa y se quedan así como de qué hablas....(....) es otro mundo....(...) porque
no lo tienen cerca, no saben ¿y eso qué es? ¿y allí qué hacen? Es que no saben(...) (14.G;14)
263
10. Conclusión
Tal y como hemos visto, la experiencia grupal beneficia a los miembros que participan
en ella al convertirse en un espacio único de identificación de unos miembros con otros.
La identificación en torno a una misma situación, convierte la experiencia en un lugar,
en ocasiones exclusivo, donde poder compartir situaciones entendidas y/o vividas por
todos los participantes. Sin embargo, los beneficios grupales sobrepasan la experiencia y
ayudan, también, de forma indirecta a personas ajenas a la misma. En el ámbito familiar,
el refuerzo y apoyo emocional que se adquiere en el grupo se traslada al espacio del hogar
manifestándose este de forma visible y trasmitiéndose a los que le rodean, animando,
también, a familiares a poner en práctica algunas de las claves aprendidas. Por otro lado,
el beneficio del grupo se manifiesta en pro del colectivo representado. Si bien, no todas las
experiencias presentan objetivos reivindicativos, sí es indiscutible que el trabajo en grupos
y la visibilización, cada día mayor, de dichos grupos, ayuda a sacar del anonimato ciertas
situaciones. Por último, señalar como beneficiario de las experiencias a los contextos que las
enmarcan. Al margen de la explicitación de objetivos relacionados con la entidad, que no
todas las experiencias poseen, estas consiguen que las asociaciones :por un lado revitalicen
la participación en órganos de gestión y/o en las actividades realizadas por las distintas
asociaciones; por otro, establezcan un cauce mediador entre el grupo, el profesional y el
centro, consiguiendo mejorar la calidad de los servicios y de la intervención profesional.
Referencias
Abril Chambo, V. ( 1997). Apoyo social y salud. Una perspectiva comunitaria. Valencia: Promo-
libro.
Alonso, L.E. (1998). La mirada cualitativa en sociología. Madrid: Fundamentos.
Barrón, A. (1996); Apoyo social. Aspectos teóricos y Aplicaciones. Madrid: Siglo XXI.
Caplan, G. y killilea, M. (1976). Support systems and mutual help: multidisciplinary explorations.
New York: Grune y Stratton.
Charles, D.; Gutiérrez, L; galinsky, M. ( 2004). Handbook of social work with groups. New
York: Guilford Publications.
Domenech, Y. (1998). Los grupos de autoayuda como estrategia de intervención en el
apoyo social en Alternativas, 6,179-196.
Gracia Fuster, E. (1997). El apoyo social en la intervención comunitaria. Barcelona: Paidós.
Katz, A. y bender, E. (1976). The strength in us: self-help groups in the modern world. New York:
Franklin-Watts.
Katz, A.H. (1993). Self-help in America: A social movement perspective. New York: Twayne.
Konopka, G. (1968. Trabajo social de grupo. Madrid: Euroamérica.
Konopka, G. (1973). Trabajo de grupo en la institución. Madrid: Euroamérica.
Martín Díez, G. (2002). Grupos de a poyo para familiares cuidadores de personas mayores dependientes.
San Sebastián: Diputación Foral de Guipuzcoa
Robertis, C. y Pascal, H. (1994). La intervención colectiva en trabajo social. La acción con grupos y
comunidades. Buenos Aires: Ateneo.
Toseland, R. W. y rivas, R. F. (1995). An Introduction to Group Work Practice. Massachusetts:
Allyn and Bacon.
Tschorne, P.(1995). Dinámica de grupo en trabajo social, atención primaria y salud comunitaria.
Barcelona: Amarú.
264
Abstract
This article constitutes a theoretical discussion on the limits of an indistinct approach to
single parenthood, one that does not take into account the diverse realities that the concept
might conceal. As an axis for discussion we approach one type of single parenthood, single
mothers by choice (SMC), stressing the particular strategies (economic, social, educational, re-
lated to children’s leisure time, to the balancing work and family, etc.) deployed by SMC.
265
de un libro de Schlesinger (1969). La buena acogida del mismo por parte de los estudiosos
sobre la familia se debió a varias razones: en primer lugar, venía a sustituir el uso de otros
como “familias incompletas”, “padre solo”, “madre sola cabeza de familia”, “familias
rotas”, “familias descompuestas”, “familias desunidas”… (Iglesias de Ussel, 1998) cuyo
denominador común eran sus connotaciones estigmatizantes y peyorativas derivadas
de interpretar estas situaciones familiares como resultado de la carencia y del fracaso;
en segundo lugar, recogía las críticas feministas que reclamaban distinguir la estructura
familiar de la persona sustentadora de la familia, lo que permitía a los hogares a cargo de
una mujer acceder a la categoría de “verdaderas familias” (Lefaucher, 1988); por último,
la implantación del concepto fue paralela a la constatación de cambios en las relaciones
de pareja y al fenómeno de la desinstitucionalización del matrimonio, que auguraban un
aumento de las separaciones y divorcios y, consecuentemente, una mayor frecuencia de la
monoparentalidad (Roussel,1989, 1993).
Sin embargo, pese al éxito inicial y a medida que se ha incrementado el número de
investigaciones, se han hecho evidentes las limitaciones y debilidades del concepto mono-
parentalidad como herramienta analítica para identificar, describir y explicar una realidad
tan compleja y poliédrica como la que presentan estas familias. En los últimos años han
abundado las aportaciones críticas que cuestionan la validez y pertinencia científicas de
esta categorización, introducida por las ciencias sociales e incorporada por las administra-
ciones públicas como categoría estadística demográfica y burocrática de distribución de
las prestaciones sociales, lo que ha contribuido a su vez a transformarla en una categoría
socio-ideológica de representación que ha acabado identificando monoparentalidad con
“problemas sociales” (Lefaucher, 1988).
Las principales limitaciones señaladas por los autores y autoras que han reflexionado
sobre la operatividad analítica del concepto monoparentalidad son las siguientes:
a) El error al que puede inducir el concepto al presentar el fenómeno de la mono-
parentalidad como una novedad histórica relacionada con las sociedades occidentales
modernas (Iglesias de Ussel, 1998; Madruga, 2006). Siempre han existido situaciones que
actualmente se identifican como familias monoparentales, sólo que no se conocían por
esta denominación: separaciones matrimoniales, viudedades o madres solteras han existido
en el pasado y en las sociedades tradicionales (Reher, 1996). Así, la innovación sería más
nominal que substantiva. El propio fenómeno de la feminización de la monoparentalidad,
que suele destacarse, es un hecho que se constata en otros períodos históricos, justificado
por factores demográficos como la mayor esperanza de vida de las mujeres y su menor
edad que los hombres al contraer matrimonio, lo que explica a su vez el mayor número de
viudas que viudos y, por razones de índole biológica como es la capacidad reproductiva de
la mujer, también la existencia de las madres solteras. En este sentido, la novedad de las
familias monoparentales actuales está, por un lado, en la mayor frecuencia de separadas/
divorciadas que encabezan familias monoparentales y, por otro en, la presencia que están
adquiriendo las madres solteras por vía de la adopción, la reproducción asistida y la decisión
de mantener relaciones sexuales ex profeso para ello; vías de acceso a la monoparentalidad
a las que recurren sobre todo mujeres de clase media y media-alta.
b) Son muchos los autores/as que destacan los problemas de definición, lo que implica
que no se haya identificado de una manera clara y precisa lo que es la familia monopa-
rental (Iglesias de Ussel, 1998; Rodríguez y Luengo, 2003; Moreno, 2000; Barrón, 2002;
266
Fernández y Tobío, 1999), y provoca que las propuestas a este respecto varíen bastante
en lo que se refiere a la atribución a estas familias de rasgos y características distintos y al
modo en que éstos se combinan (presencia de un solo progenitor, edad y sexo del pro-
genitor, presencia, edad, estado civil de los hijos/as, dependencia de los hijos/as, tipo de
dependencia, convivencia con otras personas, vías de acceso…).
c) El hecho de que no exista una idea precisa de monoparentalidad pone de relieve
las dificultades de reflejar la complejidad y diversidad del fenómeno. Si bien es cierto
que los conceptos son herramientas necesarias para el análisis de la realidad social, y que
deben ser refinados constantemente para su mejor adecuación a los hechos que intentan
identificar, hay ocasiones en las que el refinamiento debe dejar paso a la reconsideración
y cuestionamiento de la utilidad analítica y teórica de un único concepto, como ocurre en
este caso con el de monoparentalidad.
Los criterios más subrayados por la mayoría de autores/as para diferenciar la diver-
sidad de situaciones monoparentales son: a) los hechos generadores o rutas de entrada a
la monoparentalidad, así como b) la dimensión temporal de la frecuencia y duración de
esta situación. Las vías de acceso a la monoparentalidad son muy variadas, y aunque dan
lugar a situaciones objetivamente similares (padre/madre con hijos/as dependientes a su
cargo), suponen experiencias y vivencias subjetivas muy distintas. Así, por un lado, nos
podemos encontrar con:
- Situaciones de monoparentalidad ocasionadas por la interrupción involuntaria
(fallecimiento, ausencia del hogar por motivos laborales y socioeconómicos, hospitaliza-
ciones prolongadas…) o voluntaria (separación/divorcio, abandono…) de un proyecto
de pareja y familia. En este caso, las relaciones filiales son consecuencia de optar por un
modelo de pareja basado en una unión de derecho o de hecho. La causa desencadenante
de la monoparentalidad puede ser percibida y vivida como una fase crítica dentro del
ciclo vital tradicional (emparejamiento- unión- corresidencia- hijos) o transitoria hasta la
recomposición familiar.
- Situaciones de monoparentalidad derivadas de un proyecto personal de vida en el
que no se contempla en principio una relación de pareja pero sí una relación filial, a la que
a su vez se puede acceder por: adopción, reproducción asistida y práctica de relaciones
sexuales esporádicas con fines reproductivos. La relación filial se origina aquí al margen
de la relación de pareja; los hijos son anteriores a una posible relación conyugal. Lo que
caracteriza estas situaciones es ser fruto de una opción voluntaria y libremente elegida,
y ello las diferenciaría de las madres solteras en el sentido tradicional, mujeres que han
tenido hijos como resultado de relaciones prematrimoniales de los que luego el padre se
ha desentendido. En estos casos, la monoparentalidad (o monomarentalidad, cuando se
atiende al género más frecuente de quien está al frente de la familia) no es percibida ni
experimentada como una fase crítica o transitoria dentro del ciclo vital, sino como parte
de un proyecto de maternidad/ paternidad que tiene sentido y significado en sí mismo.
No es un punto de llegada, sino de partida. Las sucesivas leyes aprobadas o en proceso
de aprobación relacionadas con las adopciones internacionales (Anteproyecto de Ley de
9 de febrero de 2007) y con la reproducción asistida (Ley 35/1988, 45/2003; 14/2006)
ponen de relieve la importancia de estas opciones, cada vez más frecuentes.
La consciencia de la diversidad de circunstancias que enmascara el término familias
monoparentales y las limitaciones que esto supone a la hora de llevar a cabo acciones rei-
267
268
ticas de los hijos/as. Los estudios tienen que dirigirse al desarrollo de un análisis detallado
de las características concretas de la monoparentalidad, y de las distintas variedades que
ésta manifiesta en nuestra sociedad.
269
remunera por sus servicios (Tobío, 2005). 3) A veces, son los hijos e hijas mayores quienes
se ocupan de sus hermanos de menor edad. 4) Otras estrategias están relacionadas con
la residencia, y consisten o bien en desplazarse al hogar de la familia de origen o bien en
permanecer en él, como es frecuente en el caso de las madres adolescentes, con el doble
resultado de recibir más apoyo y de reducir los gastos (González, Jiménez y Morgado,
2004; Hao y Brinton, 1997). Tobío y Fernández (1999) señalan asimismo como estrategia
la de acercar espacialmente ya sea la residencia propia y la de la familia de origen, ya sea
el centro escolar y el de trabajo. También nos encontramos con mujeres que ante las
condiciones laborales dominantes, optan por: 5) horarios de trabajo (jornada flexible o
continua) y modalidades de contratación (tiempo parcial) que les permitan la conciliación
de las jornadas escolares y laborales, así como por 6) estrategias extremas como faltar al
trabajo cuando es absolutamente imposible compaginar las tareas de cuidadora y trabaja-
dora (Tobío y Fernández, 1999).
El estrés laboral, la sobrecarga de responsabilidades tanto en la esfera productiva
como reproductiva y el consiguiente aislamiento social que potencialmente conlleva, son
elementos que pueden causar inestabilidad emocional y que se vinculan con una mayor
urgencia percibida de la necesidad de desarrollar estrategias de autorrealización; las cuales
pueden pasar, pero no necesariamente, por las redes familiares y el trabajo asalariado. Entre
estas estrategias cabe destacar las encaminadas a encontrar lo que González, Jiménez y
Morgado (2004) llaman tiempo para sí, estrechamente relacionadas con las antes señaladas.
Barajamos la hipótesis de que mientras, para el caso de mujeres con escasos recursos, el
tiempo para sí es un tiempo vivido y gestionado como un tiempo residual (lo que sobra
después de…), para buena parte de las MSPE, se trata -por el contrario- de un tiempo
autónomo al que se le concede el mismo valor que al familiar y al laboral a la hora tanto
de gestionarlos como de conciliarlos. Esto puede explicar la búsqueda de nuevas formas
de conciliación específicas de este colectivo, como las comunidades virtuales, a través de
las cuales circula información, recursos, servicios… y que pueden acabar configurando
redes de apoyo para el ocio y tiempo libre, p.e., independientes de las familiares.
Finalmente, es preciso apuntar que la mayor tasa de actividad entre las mujeres en
familias monoparentales no debe ser siempre y exclusivamente vista desde una perspectiva
de necesidad (Alberdi, Escario y Matas, 2000; Flaquer, Almeda y Navarro, 2006; Solé y
Parella, 2004). Y ello es particularmente así entre las MSPE activas, al menos entre quienes
disponen de mayores niveles de formación e ingresos, para las cuales el acceso al mercado
laboral es la precondición, no el resultado impuesto, de la conformación de una familia
monoparental. En este sentido, Solé y Parella hablan de gineparentalidad de las madres
solteras voluntarias, cuya maternidad se insertaría en un conjunto de estrategias vitales que
pasarían por la realización personal sin el recurso a la pareja estable y, por tanto, formando
parte de un paradigma de parentesco postradicional o posmoderno (Beck-Gernsheim,
2003; Meil, 2002).
270
que cualesquiera otras mujeres (o mujeres trabajadoras) con hijos, salvando -eso sí- alguna
que otra excepción, tales como programas aislados implementados por los Ayuntamientos,
las Comunidades Autónomas o ciertas asociaciones de monoparentales.
Esto es apreciable en las diversas formas que suele adoptar la protección social en
nuestro país. Así, en lo que se refiere a las medidas de conciliación de la vida laboral y
familiar (Ley 39/1999, de 5 de noviembre), la Seguridad Social prevé sobre todo permisos
laborales, como las bajas por maternidad, los permisos por motivos familiares urgentes,
que se pagan -en ambos casos- al 100%, o las excedencias de uno, dos o tres años para el
cuidado de hijos menores de ocho años, que son poco utilizadas por las madres/padres
porque, tal como indican Fernández Cordón y Tobío (2006), no son remuneradas. Aunque
algunas empresas privadas contemplan medidas de este tipo, es en el sector público (Plan
Concilia, Orden APU/3902/2005) donde se han desarrollado más, por lo que las monopa-
rentales (y en general, las mujeres trabajadoras) continúan enfrentándose con dificultades
para esa reconciliación, algo especialmente grave en su caso puesto que, como se ha puesto
de manifiesto (Flaquer 2004, v.g.), las mujeres que encabezan un hogar monoparental,
salvo cuando se trata de una viuda (supuesto poco frecuente en las MSPE), tienen tasas
de empleo superiores a las madres que viven en hogares biparentales.
Las medidas que contribuyen a conciliar la vida laboral y familiar no se limitan a las que
afectan a los permisos u horarios laborales. Otra de ellas, por lo general bajo la competen-
cia de otros organismos públicos, es la creación de nuevas plazas escolares en educación
infantil, en especial, para niños de 0 a 3 años (Fernández Cordón y Tobío 2006). Aunque su
número ha mejorado con relación a lo que, según Celia Valiente (Valiente, 1997), acontecía
hace una década, para conseguir una plaza en los centros públicos de la Comunidad de
Madrid, por ejemplo, la monoparentalidad tampoco es un criterio preferencial. Sí lo son,
en cambio, la adopción y el parto múltiple, que apuntan a situaciones en las que, como se
ha dicho, suelen encontrarse las MSPE. Sin embargo, la situación ventajosa que algunas
podrían tener en lo que se refiere a este supuesto, se anula por su consideración conjunta
con el criterio económico (preferencia de quienes tienen bajos ingresos), porque si bien
no disfrutan de la bonanza económica que ciertas imágenes al uso les atribuyen, suelen
sobrepasar los mínimos establecidos a este respecto. En consecuencia, se ven obligadas
a recurrir comúnmente a centros escolares privados y, por consiguiente, a sufragar la
educación de sus hijos.
En cuanto a otras prestaciones sociales que pudieran ser de relevancia para las familias
monoparentales, junto a aquellas que suponen, por ejemplo, la ampliación de los horarios
de apertura y cierre de los centros escolares, están las que conllevan ayudas monetarias.
La Seguridad Social prevé medidas de protección social como la asignación económica
por menor a cargo, o por el nacimiento o adopción del tercer o sucesivo hijo. Pero en
ambos casos, para poder acceder a ella, se establece también un límite máximo de ingresos
que, habida cuenta que es bajo, suele ser sobrepasado por la mayor parte de las familias
monoparentales por elección. Entre las transferencias económicas que pueden afectar a
estas familias, se encuentran algunas reducciones fiscales, como la de 1.200 € por hijo a
cargo con menos de 3 años, que se agrega al resto de deducciones.
En definitiva, como algunos autores/as han puesto de manifiesto en lo que se refiere,
en general, a las políticas familiares en España, nos encontramos con que éstas pierden
su carácter contributivo pero, con todo, no se universalizan, sino que se dirigen casi con
271
exclusividad a las familias con menores ingresos o incorpora una protección cualificada
para supuestos como el de tener hijos con minusvalía (Madruga 2006), de manera que ello
convierte a España en uno de los pocos países donde, principalmente a partir de 1990
(Ley 26/90 de 29 de diciembre), las prestaciones familiares son accesibles tan sólo a las
familias monoparentales que se hallan en situación de necesidad, como consecuencia del
carácter asistencialista y residual de nuestras políticas familiares. Ello hace que, como se
ha repetido, muy pocas MSPE puedan beneficiarse de ellas. Esto no quiere decir, sin em-
bargo, que las familias que encabezan no sean social y económicamente vulnerables y, por
consiguiente, que no precisen de prestaciones públicas, como ya habíamos indicado. Lo
que sucede es, por un lado, que no se conoce suficientemente ni se reconocer la situación
y, así, tampoco las necesidades y/o demandas específicas de las MSPE y, por otro lado,
que se ha generado una cierta imagen estereotipada acerca de las familias monoparentales
que también explica en parte el que queden fuera de la inmensa mayoría de medidas de
protección social.
Conclusión
Como ya hemos señalado, casi la totalidad de los estudios empíricos acerca de las fa-
milias monoparentales se han centrado en las que disponen de bajos recursos económicos
o, en todas ellas en general (González, Jiménez y Morgado, 2004; Cáritas, 2005…). En
uno y otro caso, dada la mayor proporción de monoparentales en situación de exclusión
social o rayana en ella, las problemáticas específicas de las MSPE han quedado fuera de
los análisis sociológicos y socio-antropológicos o se han invisibilizado bajo las proble-
máticas más frecuentes de aquellas otras. Por otra parte, predomina una representación
social acerca de las familias monoparentales que las piensa ubicadas o bien en el polo de
la exclusión social o bien en la cúspide de la escala socio-económica (mujeres que ocupan
cargos importantes, con gran seguridad en sí mismas, que optan voluntariamente por la
maternidad y por prescindir de la figura paterna). En el medio de estos dos polos, hay un
vacío: es como si no hubiese MSPE que, sin llegar a la indigencia, pudieran experimentar
dificultades para hacer frente a sus necesidades sociales, económicas, culturales o psicoló-
gicas. Hay que tener en cuenta, además, que aunque estas familias no suelen encontrarse en
situación de exclusión, eso no quita para que, al menos una parte importante, pueda estar
en riesgo de acabar en ella, precisamente porque la escasez de prestaciones públicas que
le son accesibles se combina con una cierta deslegitimidad a la hora de solicitar ayuda en
su entorno familiar (“si tienes un hijo es porque quieres”, “si no tenías medios, no haber
adoptado”, etc.) y con un cierto desencaje de su proyecto familiar con los de las personas
de ese mismo entorno.
Referencias
Alberdi, I., Escario, P. y Matas, N. (2000). Las mujeres jóvenes en España. Barcelona: Obra
Social Fundación La Caixa.
Ángel, R. J. y Ángel, J. L. (1993) Health and the new generation of fatherless Families. University
of Wisconsin Press.
Arriaga, I. y Torres, C. (eds.) (1998). Género y pobreza. Nuevas dimensiones. Isis Internacional.
Chile: Ediciones de las mujeres nº 26.
272
Arroyo, A. (2002). Las familias monoparentales en España. ¿una desviación u otra forma de organi-
zación social. Tesis doctoral dirigida por Salustiano del Campo.
Barrón, S. (2002). Familias monoparentales: un ejercicio de clarificación conceptual y
sociológica. Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 40, 13-30.
Beck-gernsheim, E. (2003). La reinvención de la familia. En busca de nuevas formas de convivencia.
Barcelona: Paidós.
Cáritas Diocesana de Zaragoza (2005). Vivencia de la maternidad y actitudes educativas en madres
solas en situaciones de exclusión. Zaragoza
Chant, S. (2003). New contributions to the analysis of Poverty. Methodological and Conceptual Cha-
llenges to Understanding Poverty from Gender Perspective. CEPAL-OIT: Chile.
Chinchilla, N. (2004). Empresa, Familia y Sociedad, un triángulo en constante evolución.
En Sagardoy Bengoechea y De la Torre García (dirs.), La conciliación entre el trabajo y la
familia. Un análisis del empleo en la Comunidad de Madrid (123-39). Madrid: Cinca.
Dietl, Kl. (1983). Single parent families: choice or change. New York: Teachers College Press.
Ekblad, E. (1986). “Social determinants of aggressionina sample of Chinese primary
school children”. Acta Psychiatrica Scandinavica, 53(5), 515-553.
Eurostat (2000). Living Conditions in Europe. Statistical Pocketbook.Luxembourg: European
Communities.
Evans, J. M. (2002). Work-Family reconciliation, Gender Wage Equity and Occu-
pational Segregation: the Role of Firms and Public Policy. Canadian Public Policy
XXVIII(Suplemento 1), 187-216.
Fernández, J.A. y Tobío, C. (1998). Las familias monoparentales en España. Revista Española
de Investigaciones Sociológicas 83, 51-85
(1999). Las familias monoparentales en España. Madrid: MTAS, Colección Estudios, nº 34.
(2006): Conciliar las responsabilidades familiares y laborales: políticas y prácticas sociales. Fundación
Alternativas.
Flaquer, Ll. (2000). Las políticas familiares en perspectiva comparada. Barcelona: Fundación la
Caixa.
(2004) Monoparentalidad. En: S. del Campo (ed.) La familia en el XXV aniversario de la
Constitución española (345-376). Madrid: CSIC.
Flaquer, Ll.; Almeda, E. y Navarro-Varas, L. (2006). Monoparentalidad e infancia. Barcelona:
Obra Social La Caixa.
González, M. M. (2000). Monoparentalidad y exclusión social en España. Área de Economía y
Empleo del Ayuntamiento de Sevilla.
González, M.M.; Jiménez, I. y Morgado, B. (2004). Familias monoparentales y redes fami-
liares de apoyo. Comunicación presentada en el VIII Congreso Español de Sociología,
organizado por la FES. Alicante, 23-25 de septiembre.
Hao, L. y Brinton, M. (1997). “Productive activities and support systems of single mothers.
American Journal of Sociology 102(5), 1305-1344.
Iglesias de Ussel, J. (1998). La familia y el cambio político en España. Madrid: Ed. Tecnos.
Jiménez, I.; González, M.M. y Morgado B. (2005). Maternidad en solitario y Conciliación
de la Vida Familiar y Laboral. Meridiam 36, 36-39.
Lefaucher, N. (1988).¿Existen las familias monoparentales. En: J. Iglesias de Ussel (ed.)
Las familias monoparentales (155-162). Ministerio de Asuntos Sociales. Instituto de la
Mujer. Serie Debate, nº 5.
273
274
Abstract
This article has the objective to analyse and contextualise the appearance of the urban
social movement since the 80´s until today. We focus on people who work with the home-
less; especially the experience of a homeless group who had created a recycling material
cooperative in São Paulo, Brazil. This cooperative had the important functions of making its
integrants be recognized as people with “social rights”, and participate in the “Homeless Fo-
rum” and other meetings that had some influence on the public policies aimed at them.
1. Introducción
Este artículo tiene como finalidad analizar y contextualizar el surgimiento de los mo-
vimientos sociales urbanos, específicamente aquellos que trabajan con la población que
vive en la calle en la ciudad de San Pablo, Brasil.
En un primer momento nos detendremos sobre finales de la década de 70 ya que es a
partir de aquí, donde los movimientos sociales comienzan a articularse; período marcado
por el debilitamiento de la dictadura militar y la articulación de la sociedad civil.
275
En un segundo momento trabajaremos sobre los años 80, ya que fueron momentos
claves en la historia política brasilera período de una gran revitalización de la sociedad
civil y política, que posibilitó la realización de la nueva Constitución Federal de 1988, que,
como veremos, trajo grandes avances en las leyes sociales y en la forma de gestión de las
diferentes instancias de gobierno. Destacamos los Consejos de Derecho, como una nue-
va experiencia de gestión social, a la vez que instrumento de fiscalización de la sociedad
hacia el Estado.
Para finalizar nos detendremos los años 90, que implicaron el recrudecimiento de la
pobreza, como consecuencia de las medidas neoliberales adoptadas en Brasil, así como
en gran parte del mundo. Esta nueva coyuntura, exigió una nueva rearticulación de la
sociedad civil, como una de las estrategias para enfrentar la agudización de la cuestión
social. El gobierno brasileño atendió algunas de las demandas sociales mediante diferen-
tes programas sociales, entre ellos podemos citar los programas de Renta Mínima, los
Programas de Transferencia de Renta, los programas de Generación de Empleo y Renta,
todos ellos dentro de una concepción de economía solidaria, muchas veces basada en el
cooperativismo, como es el caso de los sin techo que analizamos.
1
Considerando que no es el objeto de este artículo analizar la dictadura militar brasileña, recomendamos
conferir algunos autores, que se adicionan en las Referencias bibliografías.
2
Fue conocido como los huelguistas del ABC, el movimiento obrero-sindical metalúrgico ubicado geo-
gráficamente en el gran San Pablo. Fue de este movimiento sindical, de donde surgió uno de los líderes más
importantes del país, que en 2002 se convertiría en presidente de Brasil: Luiz Ignacio Lula da Silva.
276
3
El Trabajo Social, comenzó a mirar a estos movimientos sociales, o a estas expresiones colectivas de las
demandas sociales, llegando a publicar un número entero de la Revista Acción Crítica editada por el CELATS
(Centro Latinoamericano de Trabajo Social).
4
El MST fue oficialmente creado en 1984, cuando se realizó el 1er Encuentro Nacional del Movimiento
de los Trabajadores Rurales sin tierra.
5
Como es sabido, Brasil nunca realizo una reforma agraria que permitiese superar los siglos de latifundios,
de concentración de tierras, de riqueza, y de poder. Las ligas agrarias fueron desvastadas por la política de la
dictadura militar en 1964. Al ser derrocado el gobierno de João Gulart, también fue derrotada la joven democracia
brasilera, y con ella la posibilidad de construir un país más democrático que tuviese como meta la ampliación
de las reformas de base y de la participación popular.
6
Como es sabido, la categoría de exclusión social es polémica; criticada por la vertiente marxista, al afirmar
que la misma no posee carácter explicativo, ya que en el capitalismo existe una inmensa masa de personas que,
aunque realicen trabajos precarios, de alguna forma están incluidas en el mercado y auxilian a la reproducción
del capital y por lo tanto a la circulación de bienes y servicios.
277
278
acaba por dejar a merced de los gobiernos locales tal tarea. Es evidente que sin este co-
nocimiento, es difícil diseñar e implementar políticas públicas. En algunos casos, fueron
los gobiernos municipales los encargados de realizar los censos.
Algunas investigaciones nos han llevado a conocer de hecho quienes son estas personas
que viven en la calle. Los estudios realizados por Vieira (1994), muestran que en 1991,
existían en la ciudad de San Pablo 3.339 personas que vivían en esta situación en la capital,
en 1994, este número aumentó para 4.549. Ya en el año 1996 esta población subió para
5.334 y en 2005, se calcula que existan más de 10.000 personas que viven en las calles.
Si en las décadas anteriores, gran parte de los que vivían en la calle, provenían de los
Estados del norte del país, en muchos casos sin instrucción y sin trabajo, teniendo como
esperanza la migración para mejorar la calidad de vida; lo que se ha comprobado en la
actualidad es que más de la mitad de esta población, ya ha nacido en el sudeste del país8, y
que por lo tanto no migra de norte del país; que en su mayoría son hombres, que ya han
tenido algún tipo de trabajo y que actualmente se encuentran desempleados y que han
estudiado en la escuela primaria, aunque sin completarla (Vieira, 1994).
Pudimos observar que no existe una única razón para que estos hombres, mujeres
y niños vivan en la calle. En realidad se trata de una trama compleja que combina tanto
elementos estructurales de la sociedad capitalista, como elementos que dicen respecto a
la propia individualidad de los sujetos, que es claro, están perneadas por las relaciones
estructurales. Comúnmente aparecen como las principales razones para vivir en la calle la
pérdida de lazos familiares y de vecindad, sumada a la pérdida de empleo.
El estudio realizado por Domíngues Junior, P,L. Demostró que la pérdida de em-
pleo:
“dificulta al sujeto sostener una “relación de reciprocidad” familiar, impidiéndole man-
tener el papel de jefe proveedor, lo que acaba por ocasionar diversos conflictos familiares
y propiciando el abandono de la familia (Zaluar, A. 1995). Entretanto, puede realizarse el
camino inverso, es decir, después de que el individuo social ha tenido problemas familiares,
es éste quien abandona su familia y luego el trabajo” (Domingues Junior, P,L. 2006:56).
En algunos casos recorren a los albergues, pensando que será una situación transitoria
hasta conseguir un nuevo empleo que les permitirá poseer una nueva residencia. Entre-
tanto, conseguir un trabajo cuando se coloca como “domicilio” la calle o un albergue, es
casi imposible, lo que acaba por generar un círculo vicioso difícil de ser superado, a no
ser por políticas específicas para esta población, que cubra las necesidades9 y expectativas
de las mismas.
Silva, A, A. (1996) y Domíngues Junior, P,L. (2003) consideran que el vivir alternada-
mente entre las calles y los albergues, el no tener un trabajo ni una contención familiar o
social, dificulta construir un sentimiento de “pertenecimiento”, sea a la familia, al barrio
o a la ciudad, es decir dificulta la posibilidad de considerar que “existe un lugar en el
8
Y por lo tanto en una de las zonas más ricas del país.
9
Fue sumamente interesante el proyecto social denominado “Proyecto Oficina BORACEIA”, implementado
por la secretaria de asistencia social de San Pablo en julio de 2003, cuando era secretaria de Asistencia Social
Aldaiza Sposati. Este buscaba mejorar la metodología de trabajo con al población de la calle, además de ofrecer
un lugar donde los sin techo pudiesen dormir, comer, higienizarse, un lugar que tuviese un espacio para estacionar
las carrozas, para dejar los perros, un espacio para trabajar.
279
mundo” para ellos. Esto acaba por facilitar la construcción de una identidad “fracturada
y perturbada”, siguiendo el ciclo de la pobreza.
Estas personas sufren de innumeras violencias, desde aquellas que provienen de las
personas que ven con desagrado su presencia en la calle, hasta la concreta del poder
policial10.
“Así, aquellos que viven en la calle, se encuentran propensos a un círculo vicioso de
exclusión del mercado de trabajo, estigmas diversos y dilaceración de la subjetividad. El
hecho de vivir en la calle, acaba por transformarse en un elemento que impide el acceso
al mercado de trabajo, sea por el preconcepto del cual son víctimas, sea por el desgaste
físico que el vivir en las calles impone” (Domíngues Junior, P, L. 2006: 57).
El crecimiento cuantitativo de esta población (actualmente se considera que más
de 10.000 personas utilizan las calles públicas como lugares de residencia) llevó a algunos
estudiosos a denominar este fenómeno como “nueva pobreza nacional” que tiene como
una de las principales características la imposibilidad de una inserción en el mercado
formal de trabajo (Telles, V. 1994). Entretanto, experiencias como las cooperativas de
sin techo u otras experiencias basadas en la economía solidaria, pueden ser consideradas
como satisfactorias. Todas estas experiencias muestran la importancia de la articulación
con otros movimientos sociales como veremos a seguir.
5. La importancia de la articulación
Desde la década de 50, existe una preocupación, de una parte de la Iglesia Católica con
aquellos que viven en la calle, entretanto, será solamente en la década de 70, y sobre todo
bajo la influencia de la Teología de la Liberación, que ésta, específicamente a través de una
ONG (organización no gubernamental) la OAF (organización de auxilio fraterno), relegan
las acciones meramente asistenciales para privilegiar el trabajo con grupos de personas que
viven en la calle procurando concientizar tanto a éstos como a la población en general.
Pero sobre todo, comienzan a organizarse para exigir ante el Estado respuestas concretas
a los reclamos y demandas. Esta ONG realizó diversos programas y proyectos sociales
con los sin techo y a partir de 1983 comenzaron a pensar en estrategias que posibilitasen
una reinserción laboral a los desabrigados. Lentamente este pequeño grupo fue creciendo,
en 1989 fundaron una asociación y finalmente una cooperativa de materiales reciclables
denominada COOPAMARE. Este trabajo, no es un trabajo simple, ni de corta duración,
en una primera instancia porque el poder público prohibía la circulación de los cirujas11
(sus carrozas que acumulaban papeles, cartones y otros materiales reciclables), por el centro
de la ciudad, local donde se encuentra la mayor cantidad de basura que se transforma en
material reciclable; además de la represión y la degradación constante. Otro obstáculo se
encontraba en los propios trabajadores que vivían en la calle, que como ya señalamos,
tenían serios problemas, en muchos de los casos problemas con el alcoholismo/ drogas/
derivados de vivir en las calles.
10
Como colocaremos en las consideraciones finales, la violencia por parte de la policía, es una moneda
corriente en el centro de San Pablo, en 2003 fueron asesinados brutamente 6 personas que vivían en la calle,
asesinatos que hasta ahora no tienen ningún responsable.
11
Denominamos cirujas a aquellas personas que recogen material reciclable en la calle (normalmente con-
siderada basura); también son denominados de cartoneros. Muchas de estas personas no tienen lugar para vivir,
por lo que mayoritariamente ocupan las calles de las grandes ciudades como veremos en el texto.
280
Entretanto, cuando asumió la intendencia de San Pablo, la asistente social Luiza Erun-
dina, una de las primeras medidas adoptadas fue la de ceder un espacio para el funciona-
miento de la cooperativa, además de dar apoyo financiero. Fue en este momento que se
creó el Foro Coordenador Trabajos de la población que vive en la calle, como un espacio
de articulación y de reivindicación por políticas públicas y de garantía de derechos.
Rosa, C, M, M. (2005), considera que este foro se constituyó en una instancia de
democratización de las decisiones relativas a los proyectos con la población que vive en
la calle, a pesar de solamente poseer carácter consultivo. Participaron de este Foro tanto
la municipalidad, (a través de la Secretaria de Bienestar Social), organizaciones no guber-
namentales, la Pontificia Universidad Católica de San Pablo y el Centro latinoamericano
de Salud Mental. De aquí surgió la primera investigación destinada a conocer el perfil de
aquellos que vivían en la calle.
De hecho este Foro se caracterizó por ser un espacio de trabajo conjunto entre la
sociedad civil y el Estado. Participaron del mismo, los sin techo, las organizaciones rela-
cionadas con la población de la calle, entre ellas la Coopamare, que auxiliaba para pensar
las políticas públicas para esta población.
Podemos observar que se ha avanzado durante el transcurso de esa gestión en materia
de políticas públicas, sea desde la atención concreta a las necesidades de sobrevivencia de
esta población (como la construcción de restaurantes, albergues, de centros de conviven-
cias y alternativas de trabajo); como en el campo de la lucha política. Durante esta gestión
fue instituido “el día de la lucha por la población de la calle”, un día de resistencia y de
articulación donde diversos movimientos sociales se dirigen en masa hacia los poderes
legislativo y ejecutivo teniendo como objetivo publicitar los problemas que sufre esta
población, el desamparo y la falta de políticas públicas.
“Así, en el gobierno de Erundina, se crearon foros públicos en donde los diferentes
intereses y conflictos fueron reconocidos y negociados, definiendo la utilización de los
recursos públicos. Estos foros, fueron de fundamental importancia para la formación de
un nuevo espacio público, que favoreció la actuación de los hombres y mujeres que viven
en la calle, como sujetos políticos, dotados de derechos, personas que poseen el “derecho
a tener derecho” (Domíngues Junior, P, L. 2006:60).
Como ya señalamos, el poder público, tiene la capacidad de “apoyar” las iniciativas
populares o intentar “desmantelaras”, que fue lo que aconteció durante las dos gestiones
posteriores a la de Erundina en San Pablo. Los gobiernos conservadores de Maluf y luego
de Pita. Además de la cruel represión y persecución hacia los que vivían en las calles, se
encargaron de desmantelar las frágiles políticas públicas que estaban siendo construidas
y buscaron desarticular el Foro de la población de la calle.
Se trataba de “limpiar los viaductos” de dejar a la ciudad más grande de América
Latina “bonita” y sin gente sucia en sus calles. Entretanto, y gracias al trabajo previo de
las instituciones y de las ONG, de la articulación con otros movimientos sociales, esto no
aconteció de forma absoluta.
Durante este período también fue creada la Asociación “Rede de Rua” 1991, en
la ciudad de San Pablo. Esta es una organización sin fines lucrativos y que se encuentra
inscripta en el Consejo de Asistencia Social, tiene como objetivo trabajar con al población
adulta que vive en la calle desenvolviendo proyectos sociales y educativos, procurando
281
construir una red de relaciones de trabajo que permitan garantir los derechos sociales de
esta población12.
En 1994 fue creado el movimiento “De la Calle para la Tierra”, que envolvía a la
población de la calle y al MST (Rosa, C, M, M, 2005). En 1999, este grupo constituyó el
Centro de Formación del MST, que además de discutir temas como ciudadanía, Reforma
Agraria, historia de Brasil, procuraba sacar a las personas que viven en la calle e integrarlas
al MST en la búsqueda de mejores condiciones de vida y sobre todo de una vida digna
(Rosa, C, M, M 2005:177).
Referencias Bibliográficas
Alves, M, M. (1994). Os Vínculos Afetivos e Familiares dos Homens de Rua. São Paulo, Brasil:
dissertação de mestrado em Serviço Social, PUC-SP, Brasil.
Arendt, H (1981). A condição humana. Rio de Janeiro: Forense.
Barros, J. (2004). Moradores de rua- pobreza e trabalho: interrogações sobre a exceção e a experiência
política brasileira. São Paulo, Brasil: dissertação de Mestrado, Programa de Pós-graduação
em Sociologia, do Departamento de Sociologia da Faculdade de Filosofia, Letras e
Ciências Humanas, USP.
Bourdieu, P. (1997). A Miséria no Mundo, Rio de Janeiro: Vozes.
Draibe, S. (1998). “As políticas sociais e o neoliberalismo. Reflexões suscitadas pelas ex-
periências latino-americanas”. Revista da USP, São Paulo, Brasil: EDUSP
Domingues junior, P, L (2003). Cooperativa e a construção da cidadania da população de rua. São
Paulo: Loyola.
________. (2006) “La Población que vive en la calle y las políticas públicas en la ciudad
de San Pablo”. Revista Escenarios, 55-63.
Duriguetto, M, L. y mattoso, F, A (2005): “Um convite a você para conhecer o MST”.
Revistas Libertas 2-3(1-2) 231-240.
Gaspari, H (2002). A Ditadura escancarada. Brasil: Ed. Companhia das Letras.
12
www.rederua.org.br
282
283
No hace mucho tiempo que este libro se ha hecho con un hueco en nuestras librerías y
bibliotecas y podemos decir, sin miedo a exagerar, que ya se ha convertido en un recurso im-
prescindible para todos/as aquellos/as que nos dedicamos al Trabajo Social en cualquiera de
sus facetas (intervención, docencia, investigación, reflexión, etc.). Quizás se echaba de menos
un texto sobre el Trabajo Social de Grupos de las características del que ahora presentamos
que aunara fundamento teórico y visión práctica, que apoyándose en un cimiento científico
aportara recomendaciones prácticas de aplicación en la intervención profesional.
Hablamos del libro “Trabajo Social con grupos”, publicado en 2006 por los profesores
Tomás Fernández García y Antonio López Peláez, dando continuidad a un proyecto edi-
torial que está teniendo un importante eco especialmente entre alumnos/as y profesores/
as y que es de agradecer tanto desde el punto de vista estructural (en orden al refuerzo
bibliográfico de la disciplina) como desde el punto de vista coyuntural (para hacer frente a
los retos que la inminente implantación de la metodología ECTS supone en la formación
de nuestros/as futuros/as titulados/as).
Como plantean los propios autores (p. 13), “el libro busca contribuir al debate sobre la
disciplina, cubre un hueco en las publicaciones en lengua castellana sobre esta temática y tiene cuatro ob-
jetivos: en primer lugar, establece las características básicas del Trabajo Social con grupos como disciplina
científica; en segundo lugar, analiza sus fundamentos éticos; en tercer lugar, presenta de forma ordenada
los principales debates sobre las teorías y técnicas que se utilizan, y los ámbitos en los que se aplican; y
en cuarto lugar, desarrolla un modelo de dinámica grupal orientado al Trabajo Social con grupos (...),
aportando información para el ejercicio profesional”.
Vaya por adelantado que entendemos que los autores demuestran solvencia, eficacia,
dominio y buen hacer en la consecución de los objetivos planteados que, por ambiciosos,
suponían de entrada un gran desafío. No en vano acercarse, como lo hacen los autores,
a elementos tan diversos (y complejos) como las perspectivas teóricas de la interacción
social, la naturaleza científica del Trabajo Social con Grupos, la ética y los valores del
Trabajo Social con Grupos, y la dinámica de grupos en sus aspectos teóricos y prácticos,
entrañaba un gran riesgo de dispersión y aproximación tangencial que hubiera dejado
insatisfecho al lector, cualquiera que fuera su intención al acercarse al texto. Veamos cómo
han conseguido afrontar esta empresa.
285
El libro se abre con una reflexión sobre el fundamento mismo del Trabajo Social con
Grupos. “Cada uno de nosotros”, dicen los autores, “se encuentra inmerso en una tupida red de
interrelaciones, una estructura estable y dinámica que nos ofrece tanto posibilidades como limitaciones para
nuestros proyectos personales (...). El Trabajo Social con Grupos parte de la experiencia grupal como
urdimbre básica de la vida, poniendo de relieve el papel que desempeña como fuente primaria de cambio”
(p. 15). Partiendo de este “a priori”, el discurso de los autores se encamina a desgranar,
en sus líneas básicas, aquellas teorías sobre la interacción social y la inclusión social que
aportan al Trabajo Social con Grupos el andamio científico que ha de fundamentar su
acción y su reflexión: desde las aportaciones más clásicas, como el estructuralismo y el
funcionalismo, hasta las más contemporáneas, como la sociedad del riesgo y la sociedad-
red. Y es aquí donde se reflexiona sobre las diversas perspectivas de estudio de la diná-
mica de grupos, asumiendo una posición equidistante entre el determinismo social y el
individualismo sociológico, y donde se van analizando las distintas dimensiones analíticas
de la materia: relacional, estructural, funcional, de la interacción, de la motivación y la
cognitivo-perceptiva.
Este capítulo, de carácter introductorio, da paso a una reflexión sobre la naturaleza
científica del Trabajo Social con Grupos que, inevitablemente, entronca con el análisis que
durante los últimos años se ha producido en el ámbito del Trabajo Social y en muchas otras
disciplinas sociales (en cuanto a sus fundamentos, origen, fundamentos epistemológicos...),
y que, por esta razón, se nos antoja quizás un poco forzada en su aplicabilidad exclusiva
al Trabajo Social de Grupos, pero que en absoluto pierde el interés de observar cómo los
autores resuelven con solvencia esta ineludible cuestión.
Como ineludible es, también, la reflexión sobre la dimensión ética del Trabajo Social
con Grupos y que el texto aborda de forma breve, pero consistente, echando mano de
autores y líneas de pensamiento que vinculan esta disciplina con el Estado de Bienestar
como horizonte ético. “Los principios éticos que los trabajadores sociales con grupos deben utilizar
como guía de su acción nos remiten (...) a la cooperación altruista, la dignidad humana y el Estado de
Bienestar como sistema desarrollado para hacer posible el acceso a una vida digna, en función de las pautas
que definen el bienestar en un momento histórico determinado” (p. 87). Aquí, como en el caso de la
reflexión sobre la naturaleza científica, no resulta fácil deslindar lo que el Trabajo Social de
Grupos tiene de específico respecto al Trabajo Social (cualquiera que sea su orientación),
aunque se agradece el esfuerzo de contribuir, innovando, a la reflexión deontológica de
la disciplina, más aún cuando el texto está llamado a ser objeto de estudio o consulta
para muchos (casi a modo de obra de referencia) y, para algunos, única aproximación al
Trabajo Social.
Los tres capítulos siguientes se dedican a abordar la dinámica de grupos desde dos
grandes perspectivas: sus fundamentos (los procesos de comunicación y patrones de inte-
racción en el seno de los grupos, la cohesión grupal, la integración y la influencia social, el
poder y el control, y la cultura) y los estadios o fases en la vida de un grupo (diseño, fase
inicial –de inclusión y orientación-, fase de transición, fase de trabajo y correspondencia
y fase final).
Son capítulos extensos, muy detallados y exhaustivos, que no escatiman esfuerzos
en la exposición de los temas claves del proceso de construcción y desarrollo de los
grupos y que aportan dos valores añadidos: la consideración de elementos novedosos y
sumamente interesantes para la intervención social (los grupos virtuales, por ejemplo);
286
287
Se trata, pues, de un libro muy recomendable para todos/as aquellos/as que se intere-
san por el Trabajo Social con Grupos, en las diferentes dimensiones a las que aludíamos
al comienzo: profesional, docente, investigadora, etc. A buen seguro la propuesta no les
defraudará por su exhaustividad, rigor y por el tono justo que el texto consigue entre la
reflexión teórica y la aplicación práctica.
288
289
Así pues, confiamos en que esta publicación, ahora ampliada y actualizada, continúe
siendo lectura de interés profesional y de utilidad didáctica para todos aquellos que se
aproximen al estudio y aplicación de las técnicas en Trabajo Social.
290
291
Los dos siguientes capítulos “La discapacidad” y “Personas con discapacidad” con-
forman el antes y el después o pasado y presente, tanto de la visión que se ha tenido a lo
largo de los años de este colectivo, como del perfil y entrada en vigor del marco normativo
que ampara los derechos de las personas con discapacidad.
A lo largo de la historia de la discapacidad, podemos hacer una división en tres pe-
ríodos o etapas conforme al comportamiento social frente a la sociedad, pasando de una
concepción demonológica en la que los remedios para su resolución variaban según que
país o ciudad, pero que en general seguían los pasos del infanticidio, mutilación, malos
tratos, abandono, trepanación, etc. Una segunda etapa que comenzaría con la irrupción
del humanismo y, por tanto, un cambios y avances en la concepción de la enfermedad y
la deficiencia mental, pero, a la vez, que sus continuos retrocesos.
La medicina progresa junto a la educación especial, pero comienza el debate por el tipo
de atención en los centros residenciales, que oscila entre la custodia y la calidad de vida.
Como última etapa, encontramos en Siglo de Oro, en el que debemos subrayar la crea-
ción de las primeras instituciones manicomiales y la legislación, polemización y escritos
que se realizan sobre la pobreza que afecta a las personas con discapacidad. Es de señalar,
a su vez, que es en el siglo XXI cuando comienza a clasificarse la discapacidad, según el
CIDDM y la CIF, y los objetivos para la intervención en este sector.
A controversia de lo expuesto, en el posterior capítulo se detalla con exactitud cómo es
la población con discapacidad en España (perfil sociodemográfico, tipos de discapacidad
y deficiencia, situación de dependencia, educativa, laboral, y valoración y certificación de
las discapacidades), con retraso mental, discapacidad física, deficiencia auditiva, visual y
un apartado, que merece referencia especial, y sería el de las familias con personas con
discapacidad. También, debemos reseñar que la autora hace un repaso sobre los Planes
Integrales y Programas de Apoyo a las familias y a la discapacidad.
La política social y las personas con discapacidad es otro punto importante, donde
se analizan necesidades, el concepto y los riesgos, de exclusión y marginación social, los
derechos de este colectivo y, por último, se hace un repaso sobre las actuaciones, programas
y servicios que se llevan a cabo para la inclusión de personas con discapacidad; las enti-
dades que las llevan a cabo a nivel estatal y, sobre todo, el papel que está jugando en él la
prestación de servicios de discapacidad, la acción social y el Tercer Sector, al que otorga el
papel de defensor de las personas con discapacidad, a la vez que significa como promotor
de centros y servicios para el colectivo e impulsor de proyectos para la búsqueda de nuevas
soluciones ante los nuevos retos que presenta la atención a la Discapacidad.
292