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Una mirada general al Flujo de la Cocaína en Costa Rica1

Walter Farah Calderón

Por su ubicación geográfica estratégica, sus filtrables fronteras así como hasta debilidad en
sus propias políticas, Costa Rica se transformó en un importante centro de tránsito
particularmente de cocaína, proveniente de Colombia, directamente o a través de Ecuador
o Panamá, hacia Nicaragua, el Triángulo Norte, México, Estados Unidos y Europa.
Esta droga no es la de mayor demanda en nuestro país pero es de la que más se incauta.
Mientras en 2011 se decomisaron casi 9 toneladas, un año después aumentó a 15.5, a casi
27 en 2014, a 23 en 2016 y casi 28 en 2017. Para fines de setiembre de 2018, el Ministerio
de Seguridad Pública reportaba, acumulada a esa fecha, el decomiso de 15 toneladas.
Recientemente, las exportaciones de piña han estado asociadas a ese tránsito. A finales de
agosto, 67 kilos enviados desde aqui fueron descubiertos en España, utilizando un sistema
relativamente complejo, donde fue vaciada cada una de las piñas, rellenadas con un cilindro
de cocaína recubierto con cera para aislar los posibles olores y vuelta a “unir”. En un caso
independiente, fueron detenidos un colombiano y cinco costarricenses por la elaboración
de tarimas de madera utilizadas en esas exportaciones, para su envío a Alemania y Holanda.
En términos de decomisos personales, en el último trimestre un estadounidense pretendía
enviar, vía courier, a Denver, medio kilo y, en Peñas Blancas, un hondureño fue detenido
con 8 kilos adheridos a su cuerpo. En el Aeropuerto, la policía detectó con óvulos dentro de
su cuerpo a un italiano con destino a su país de origen con lo equivalente a un tercio de kilo
y a un venezolano con un poco más de un kilo. Un costarricense fue detenido por llevar 7
kilos envueltos en bolsas de plástico dentro de paquetes de café, con destino a Madrid.
Los decomisos terrestres son relativamente usuales. En ese mismo período un camionero
guatemalteco fue detenido con un cargamento de 256 kilos. Poco después un hondureño
lo fue con 70 kilos. En setiembre, el OIJ interceptó un contenedor en Moín, conducido por
un costarricense, con 330 kilos camuflados en losas de cerámica, que había ingresado
procedente del puerto de Turbo, en Antioquía, lo que nos lleva a los decomisos marítimos.
En agosto, un grupo de 4 costarricenses y un ecuatoriano fueron detenidos en una lancha,
con 1618 kilos, cerca de Playa Carate en la Península de Osa. Otra lancha fue detenida a 90
millas de Flamingo, en el Pacífico Norte, con 3 tripulantes de nacionalidad cubana,
hondureña y ecuatoriana, con 407 kilos. En lo que llevamos de octubre, ya fueron
decomisados 428 kilos, al sureste de Cabo Blanco, de una lancha rápida con un ecuatoriano
y dos colombianos.

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El contenido del artículo forma parte del proyecto de tesis del autor, en la Maestría Centroamericana en
Sociología de la UCR.

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En octubre, además, fueron decomisados, a 106 kilómetros de la costa de Osa, 46 sacos
equivalentes a 1375 kilos, adheridos a una boya con localización satelital, mismo sistema
en el que también se decomisó poco después, 1 tonelada, pero a 55 millas de Golfito. En
todo este proceso, en general, la cocaína sube y el dinero baja, en efectivo.
El influjo económico y financiero de este proceso se hace notar de varias maneras.
Inicialmente el pago en especie de la droga trasegada internacionalmente creó condiciones
para el desarrollo del mercado local. Las primeras referencias de su consumo en Costa Rica
remiten a la década de los ochenta y hoy se estima que, aproximadamente 24.000 personas
lo harían activamente, cerca de un 0.6% de la población entre los 12 y 70 años, aunque no
exista certeza sobre ello ni sobre la frecuencia de su consumo.
El mercado interno de las drogas afectó la dinámica de muchas comunidades al surgir un
nuevo tipo de organización, local, responsable de la distribución en territorios específicos,
mediante ventas a pequeña escala o narcomenudeo. Con fuerte presencia en barrios
fronterizos, porteños y urbanos marginales, conocidas como bandas o mini carteles, son
organizaciones dirigidas por un líder que ejerce el control verticalmente, que posee los
vínculos con los proveedores y del que dependen los pequeños vendedores. En muchas de
esas organizaciones prevalecen los vínculos de origen familiar, participan menores de edad
y, en algunas de ellas, prevalecen extranjeros.
Una de las consecuencias de ello fue la aparición de las luchas por territorio, droga o dinero,
que han incrementado la violencia en esos círculos y facilitó incluso la aparición de un nuevo
actor: el sicariato local. Sin embargo, es posible que, dado el costo de la cocaína para el
consumidor final, este mercado tienda estar hoy, al menos en sus etapas finales, exento de
aquella peligrosidad siendo más un mercado de ingresos medios altos y altos, más bien de
carácter exclusivo, de mayor confianza.
Al mismo tiempo, otro fenómeno pudiera estar ocurriendo. Dados el incremento de los
riesgos para el intermediario en nuestro país, el intercambio de servicios por mercancía
pudiera estar dando origen al cobro del servicio pero en efectivo directamente.
En cualquier caso, de toda la mercancía que transita por el país solo una pequeña parte se
queda y el resto sigue su marcha. Se estima que el precio de un kilo aquí en Costa Rica puede
oscilar entre los $6 y $8 mil, llegar a costar $10 mil en Nicaragua para terminar de alcanzar
un poco más de $30 mil en Estados Unidos. Dado que el dinero debe retornar por la vía
contraria, también son frecuentes los decomisos de efectivo.
Al final del proceso de la comercialización, tanto los flujos financieros que genera en su
venta directa aquí, los que se introducen en su paso por nuestro país como aquellos otros
provenientes del exterior originados en la misma actividad, son reintroducidos a la
economía formal y legal, con propósitos productivos, financieros o meramente en bienes
de consumo. Un estudio de 2011 estimaría que entre los años 2001 y 2010 en Costa Rica,

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ese flujo llegó aproximadamente a los $6.370 millones, un poco más de $600 millones
anuales.
Finalmente, en ese flujo también interrelacionan otros actores, incluyendo autoridades
policiales, que terminan participando activamente como apoyo y protección al traslado o
resguardo de la mercancía, de la misma forma que se ha citado a jueces, funcionarios
judiciales y hasta políticos, algunos de ellos condenados.
En la suma de todo lo anterior, una parte anónima de la sociedad costarricense ha
terminado entretejida con el resto, casi casi transformándolo en cómplice, uno no sabe si
pensar inocentemente o no, pero ciertamente coadyuvando a lo que hoy, sin duda alguna,
forma parte de las características de nuestro tiempo.

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