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Estas Claves del retail nacieron como proyecto de e-book colaborativo que escribir
entre unos cuantos amigos y colegas de profesión que solemos darle a la tecla a
través de diferentes blogs, medios y publicaciones. A cada uno de ellos fui
contactando y proponiendo este proyecto, y todos y cada uno de ellos aceptaron
encantados e ilusionados ante la idea de crear y compartir. Así pues, muchas
gracias, Carolina Ortega, Orlando Cotado, David Martínez Roig, Francisco Arteaga,
Benoit Mahé, Celestino Martínez, Francisco Fernández Reguero, Imanol Torres,
Andrés Contreras, Enrique Benavides, Javier González Esteban, Iván Cotado y José
Ignacio Perier. Sin ellos este e-book, que espero sea de utilidad para ti, lector, no
sería posible.
Un abrazo.
Prólogo
Alfonso Merry del Val
Sólo compartiendo experiencias y conocimiento será posible hacer frente con éxito
a los nuevos desafíos. Éste es el espíritu que ha unido a 14 expertos en las “Claves
del retail”, un apasionante libro que, por la profundidad de sus análisis y la
variedad de sus enfoques, alumbra una certera visión de los cambios que van a
afectar a las empresas de la distribución, uno de los principales motores de la
economía española. Este bonito proyecto divulgativo aborda todos los aspectos de
la gestión empresarial, desde las operaciones, los clientes, el marketing, los
recursos humanos y la logística; hasta el diseño e interiorismo, los centros
comerciales, los nuevos canales de comunicación o el emprendimiento.
Éste es un libro dirigido, por tanto, a todos los profesionales de sector. Y, en
especial, a aquellos que afrontan la compleja situación actual como un tiempo de
grandes cambios y nuevas oportunidades. Una guía para aquellos que buscan
indicios de lo que está por venir, que apuestan decididamente por el cliente como
motor de sostenibilidad y, por supuesto, para aquellos que son conscientes de la
importancia que tiene contar con los mejores equipos humanos para alcanzar
cotas más altas.
Las personas, en efecto, son fundamentales para el desarrollo de cualquier
proyecto empresarial. Por eso me gustaría reflexionar sobre dos elementos que,
de forma recurrente, aparecen en los análisis de este libro: los clientes y los
profesionales del retail.
El cliente ha alcanzado un poder que nunca antes tuvo. La eclosión de Internet y
las redes sociales le han dotado de potentes herramientas de comunicación, con
las que puede influir en un círculo social y profesional cada vez más amplio.
Como consecuencia, la publicidad está inmersa en una profunda transformación.
Hemos pasado un modelo de comunicación unidireccional dirigido a grandes
masas, a un modelo de interrelación con grupos e, incluso, con personas. El cliente
ha adquirido una nueva jerarquía, quiere ser reconocido, opinar y ser escuchado.
Ahora la comunicación es bidireccional entre el consumidor y las empresas.
Todo esto plantea un gran reto para las marcas. Para llegar al consumidor deben
evolucionar y transformar sus departamentos de marketing y comunicación.
Muchas empresas del comercio han empezado ya ese camino, pero una mayoría
debe ponerse en marcha sin mayor demora, para comprender de verdad lo que el
consumidor de hoy día demanda.
Dar una respuesta adecuada a los consumidores exige inevitablemente buenos
equipos humanos. Las innovaciones y las mejoras en los procesos que vive día a
día el comercio sólo son posibles con el trabajo y la experiencia de miles de
profesionales. Por eso, quiero con este prólogo expresar un sincero
reconocimiento a todos las personas que trabajan en el retail, desde aquellos que
sirven a diarios en las tiendas a millones de clientes, hasta aquellos que
contribuyen a ampliar los horizontes de la empresa, mejorar su gestión y plantear
nuevas estrategia. El esfuerzo de todos ellos está siendo duro, pero sin duda
merecerá la pena.
Este empuje innovador de las empresas y sus equipos profesionales debe ser
reconocido también por las Administraciones. La distribución comercial ha
operado durante muchos años en un entorno excesivamente regulado, que ha
limitado la expansión de las empresas y la mejora de la oferta comercial. El retail
trabaja día a día para responder a las tendencias sociales y a las demandas de los
consumidores. Por eso necesita ahora más que nunca un marco normativo más
flexible que apueste decididamente por la libertad de empresa y que, por tanto,
redunde en la capacidad de elección de los consumidores gracias a una oferta
comercial más competitiva.
Agradezco al editor y autores de este libro que hayan querido compartir conmigo
su experiencia y conocimiento en una obra divulgativa, sin ánimo de lucro, que sin
duda ayudará a todos los profesionales del sector a mirar con optimismo el futuro
próximo.
Capítulo 1
Bernardo Trujillo
Cuando de vender se trata, y creedme si os digo que en todos los negocios que
conozco se trata de lo mismo, la cuestión es vender algo a alguien y con la mayor
cantidad, margen y frecuencia posibles. Es entonces –cuando de vender se trata–
cuando el modelo comercial se erige en el ADN que dirige absolutamente todos los
planes, procesos y acciones encaminados a lograr nuestros resultados.
Pretendo abordar este artículo desde el pragmatismo y la experiencia que nos da
la tienda y el contacto habitual con el cliente, huyendo en la medida de lo posible
de las definiciones teóricas que nos ofrecen las distintas escuelas de negocio.
Para comenzar centrando el tiro, me valdré de las definiciones que nos ofrece la
RAE (Real Academia Española) para el concepto que hoy nos ocupa:
Modelo: aquello que se toma como referencia para tratar de producir algo igual
(la forma y manera en la que decidimos hacer las cosas).
Así pues, la elección del modelo comercial y de los procesos de los que nos
sirvamos para lograr nuestras ventas definirán el objeto de nuestro negocio y
determinarán nuestros resultados.
En las páginas que siguen, haremos un breve recorrido por la historia del
comercio, hablaremos de su evolución y adaptación al entorno. También
apuntaremos las claves y diferentes tipologías en lo que a modelos comerciales se
refiere, trataremos del aporte de valor, de los necesarios procesos y del cliente.
Asimismo, reflexionaremos sobre qué es lo que demanda y necesita hoy el cliente
e interpretaremos las señales que nos está enviando sobre la evolución de sus
comportamientos y la afectación al consumo. Por último, intentaremos aportar las
claves que afectarán al retail en un futuro próximo.
Punto de partida
Desde los orígenes de la humanidad, el comercio ha estado siempre presente,
primero posibilitando el sustento de sus gentes y la supervivencia de la sociedad y,
posteriormente, dotándola de mayor grado de desarrollo, comodidad y lujo.
La caza, la recolección y el autoabastecimiento inicial, poco a poco, fueron dando
paso a la agricultura, al pastoreo y a las manufacturas, que hicieron posibles
excedentes de mercancía con los que poder comerciar mejor con otros individuos
y sociedades.
Al trueque, que en esencia es todo un modelo comercial al que en situaciones tan
difíciles como las actuales seguimos recurriendo con éxito, le siguieron otros
modelos más sofisticados. La introducción de la moneda supuso una auténtica
revolución, lo que propició los orígenes del comercio moderno.
Posteriormente y durante la Edad Media, se generalizaron las rutas comerciales de
larga distancia: las cruzadas y el Camino de Santiago conjugaban religión y
comercio casi a partes iguales; las rutas de la Seda y de las Especias se adentraban
cada vez más en el continente asiático y fueron uno de los gérmenes del posterior
descubrimiento de América.
Surge la banca, lo que unido a las nuevas rutas transatlánticas genera la necesidad
de capital para financiar la consecución de mercancías y la apertura de nuevos
mercados. Conceptos como inversión y capitalismo mercantil comienzan a tomar
fuerza y a configurar una economía a escala mundial.
Los artesanos se agruparon en gremios, para poder atender mejor sus negocios,
defender sus intereses y muy especialmente comercializar sus productos, siendo
conscientes de que la concentración les ofrecía una ventaja competitiva, lejos de
sentirla como amenaza frente a la competencia. Hoy en día muchas ciudades
mantienen esa herencia gremial, que es tan comercial como artística. Baste citar
dos ejemplos de ello: las calles Platería y Trapería vertebran el centro histórico y
comercial de Murcia, y la calle Mayor de Alcalá de Henares es heredera del antiguo
barrio judío de la ciudad complutense. Ambos ejemplos, y seguro que muchos
otros, son hoy auténticos centros comerciales al aire libre que han sabido
evolucionar al ritmo que marcaban los tiempos, y siglos después continúan
gozando del favor de los vecinos, que no tienen más remedio que convertirse en
clientes.
Las grandes revoluciones han influido en los patrones y estilo de vida de sus
gentes, así como la Revolución Industrial marca un antes y un después en lo que al
consumo y al comercio se refiere.
Recordemos también la lucha ideológica (entre otras muchas cosas) entre el
modelo comunista y el capitalista. Sin duda, constituyen dos formas antagónicas
de entenderlo todo, especialmente las relaciones comerciales, que llevaron al
mundo durante el siglo XX a una peligrosa confrontación de la que parece que
actualmente nos estamos recuperando.
El comercio ha sido, es y muy probablemente continúe siendo el motor de la
sociedad. Tradicionalmente los comerciantes han sabido adaptarse a las
circunstancias y cambios sociales, sin poner en peligro la continuidad de su
actividad y, en muchas ocasiones, sabiendo aprovechar las particularidades y
sinergias de cada época y lugar. La actividad comercial es de vital importancia para
el sustento y desarrollo de los pueblos.
En muchos casos, más que la adaptación a la evolución de los clientes, lo que se
ha generado es una cierta anticipación, ya que, de tanto leer las señales e
interpretar los indicios disponibles, los comerciantes han ido adquiriendo la
facultad de prever y condicionar los comportamientos sociales en lo que al
consumo se refiere (el Día de la Madre, San Valentín o «Ya es primavera en el…»
son buenos ejemplos del condicionamiento comercial que afecta a la sociedad).
Aunque parezca una perogrullada, los «tenderos» sabemos que, para poder
vender, antes hemos de planificar las campañas y comprar mercancía suficiente
(pero sin pasarnos, como cuando jugamos a las siete y media), por lo que
necesitamos hacer previsiones (compra vs. venta) para poder abastecernos de
forma óptima. Recuerdo que durante mis muchos años de hipermercado era un
referente cultural hablar del famoso «cuarto de hora de adelanto», que sin duda
nos ofrecía una ventaja competitiva con respecto al resto de los operadores.
Modelos y procesos
Si me permitís recurrir a una imagen artística, os propongo pensar en el pintor,
escultor o fotógrafo que elige con sumo cuidado el modelo que pretende
inmortalizar, bien sea una persona, un paisaje o una escena. Para crear su arte ha
de valerse necesariamente de los procesos, técnicas y herramientas adecuados a
su oficio. Los procesos, técnicas y herramientas son imprescindibles para lograr
convertir en realidad cualquier idea. Es una lástima que muchas buenas ideas no
lleguen a materializarse por no disponer de unos procesos y materiales
adecuados.
Por lo tanto, es de vital importancia elegir, pensar y repensar el modelo a crear. Y,
una vez que estemos absolutamente seguros, implementarlo de manera adecuada
para obtener las ventas y beneficios esperados. Pero no es menos importante
diseñar, elegir y optimizar los procesos necesarios (hacer el boceto, perfilarlo,
colorearlo, esculpirlo… o fotografiarlo).
Sobre las herramientas y materiales a utilizar, no tenemos ninguna duda de que
han de ser los apropiados. Es una lástima que muchas obras de arte no hayan
llegado a nuestros días en óptimas condiciones por culpa de la mala calidad de los
materiales o por una descuidada técnica.
De la profesionalidad del artista, no es necesario decir nada en este punto, ya que
entiendo ha de ser como el valor en la mili: se presupone, ¿no?
Pues bien, pasando del arte al retail, podemos apreciar que no hay demasiadas
diferencias en lo que atañe al modelo y la ejecución.
El modelo comercial es a un tiempo el corazón y el cerebro de nuestra tienda, ya
que su diseño tiene como objetivo aportar valor a los productos y/o servicios que
vendemos a nuestros clientes. Es importante hacerlo con la mayor sencillez y
eficacia posibles en lo que a procesos y consecuentemente a costes se refiere.
El mecanismo de una tienda (y en esencia los comercios tiendas son) es bien
sencillo, ya que el beneficio se obtiene de la diferencia entre lo que nos cuesta
poner a la venta el producto y el precio que finalmente paga el cliente. Cierto es
que muchos factores complican esta aparentemente sencilla operación
matemática, variables que hemos de tener muy en cuenta a la hora de definir
tanto nuestro modelo de negocio como los procesos y profesionales que lo harán
viable. Pues bien, factores a tener en cuenta en nuestro modelo comercial son:
· Materias primas, fabricación, elaboración y/o manipulación.
· Almacenaje, transporte, distribución y recepción.
· Implantación, reposición, limpieza y orden.
· Profesionales necesarios para realizar todos los procesos que decidamos
implementar (cuantos más procesos, más personas y más costes, y, cuanto
más complejos sean los procesos, más especializados y costosos serán los
colaboradores que necesitemos).
· Diferencias de mercancía:
o mermas (en productos frescos);
o descuadres administrativos;
o hurtos (tanto internos como externos).
· Gastos corrientes:
o alquileres/hipotecas;
o suministros, climatización, limpieza…;
o marketing, publicidad y decoración;
o seguridad y mantenimiento;
o administración;
y tantos otros como consideremos necesarios, en virtud del modelo comercial que
haga rentable nuestro negocio.
· Gastos/ingresos financieros, que dependen de tantas circunstancias, que
hay que calcular para cada caso concreto; y, salvo que nuestra empresa
tenga una rotación y un volumen muy considerables, normalmente suele ser
gasto.
· El margen comercial es el que compensará todos estos gastos,
pretendiendo un sobrante razonable que será el beneficio que obtendrá el
tendero por el ejercicio de su profesión.
· … y por último, los impuestos de todo tipo (IVA, IGIC –impuesto general
indirecto canario–, impuestos especiales…), de los que os recuerdo tan solo
somos recaudadores, pero que el cliente nos paga a nosotros, con lo que
psicológica y realmente forman parte del precio con el que «cargamos» los
artículos que ponemos a la venta.
Tras repasar esta «breve» lista de variables –como habréis apreciado, todas ellas
al alza–, podemos concluir que son muchos los incrementos que ha de sufrir el
PCSI (precio de coste sin impuestos) de un artículo para convertirse en PVP (precio
de venta al público) y que finalmente pueda comprarlo el cliente. En consecuencia,
para poder vender los productos a los consumidores por un importe superior a su
PCSI, hemos de conseguir aumentar significativamente el valor que para el
comprador tiene el producto o servicio que ponemos a la venta. Para eso es para
lo que nos valemos del modelo comercial y de los procesos adecuados.
O somos capaces de revalorizar el producto mediante el proceso anteriormente
descrito y que así lo aprecie el cliente y esté dispuesto a pagar lo que le pedimos,
o tenemos que simplificar absolutamente todos los procesos necesarios para ser
más baratos que nuestra competencia y poder competir aunque tan solo sea en
precio. Resumiendo: o aportamos valor como Apple, Mercedes y Loewe, o bien
hemos de ser percibidos como los más baratos, como DIA, Lidl o Primark.
Mediante el modelo comercial adecuado, pretendemos hacer más atractivo,
accesible o deseado nuestro producto a los consumidores. Por lo tanto es clave, a
la hora de definir el método, conocer lo mejor que nos sea posible tanto a los
consumidores como la tipología de productos y servicios propios de nuestro
sector.
Así pues, previamente a la elección y construcción de nuestro modelo comercial,
tenemos que estudiar y conocer a nuestro cliente objetivo, sus necesidades, sus
opciones, sus posibilidades económicas…, ¡todo! Y, con esa información, tenemos
que tomar decisiones y elegir tanto lo que queremos como lo que no queremos,
siempre pensando «en modo cliente». Y trabajar duro en optimizar nuestro
modelo de negocio, dotándolo de procesos, herramientas y profesionales que
aporten el mayor valor posible a nuestra mercancía. Eso sí, invirtiendo en ello los
recursos razonables.
Llegados a este punto, me gustaría recordar la célebre frase de Bill Cosby:
“No sé cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar agradar a
todo el mundo”
Puede parecernos una mera frase ocurrente e ingeniosa, que sin duda lo es, pero
encierra una gran verdad, ya que nos alerta sobre el mayor de los peligros que
corremos al decidir el modelo comercial que utilizaremos para vender nuestra
mercancía.
Actualmente conviven con éxito en el mercado numerosos modelos comerciales,
que responden a una serie de características que distintos operadores explotan de
manera pura o combinada. Os propongo el siguiente listado, que evidencia las
múltiples posibilidades al respecto:
· venta asistida
· venta de libre servicio
· venta asesorada
· grandes superficies
· medianas y pequeñas superficies
· tiendas de conveniencia
· generalistas
· especialistas
· hipermercados
· supermercados
· mercados tradicionales
· mercadillos de venta ambulante
· centros comerciales
· grandes almacenes
· «tiendas de chinos»
· category killers
· lujo
· outlet
· low cost
· proximidad
· tienda física, online o mixta
· …
Intentar satisfacer las necesidades de todas las tipologías de clientes, en todos los
momentos y circunstancias, no solo es frustrante, sino que además no es posible
y, si lo fuera…, no nos reportaría beneficio alguno.
Uno de los errores más habituales consiste en ir «engordando» y complicando
nuestro modelo comercial, tanto que se convierte en un traje a medida de un
cuerpo deforme, que funciona sólo en teoría, pero que en la práctica hace aguas
por todos los lados y nos cuesta un dineral. Supongo que conocéis la célebre frase
de Alec Issigonis, el diseñador del Mini:
Un camello es un caballo diseñado por un comité.
Precisamente por eso, hemos de tener especial cuidado y debemos tratarlo con la
madurez y honradez que sin duda merece. Para ello tenemos que preguntarnos:
· ¿Cuáles son sus necesidades y deseos?
· ¿Cuánto dinero está dispuesto a invertir en satisfacer sus necesidades?
· ¿De cuánto tiempo dispone?
· ¿Tiene coche?
· ¿A qué le da importancia y a qué no en cada momento?:
o proximidad
o comodidad
o surtido
o precio
o calidad
o diseño
o servicio
o …
Claves de futuro
Mucho hemos hablado acerca de los modelos de negocio de éxito, y seguro que el
tema dará más de sí, ya que como comerciantes nuestro propósito es vender más
y mejor para obtener los mayores beneficios posibles. Para ello hemos de ofrecer a
los consumidores aquello que estén deseando comprar, aunque no lo sepan, y
hacerlo tan fácil como seamos capaces.
“La simplicidad es la máxima sofisticación”
Leonardo DA VINCI
¿A que parece sencillo vender golosinas a la salida de un colegio, o medicinas en
las proximidades de un consultorio médico, o…? (¡Sigue pensando, porque estoy
convencido de que aún queda alguna idea magnífica que no se nos ha ocurrido a
ningún tendero!)
En la actualidad, marzo del 2013, las circunstancias socioeconómicas por las que
atraviesa nuestra sociedad son complicadas. La crisis económica, los altos niveles
de paro (superiores al 25 %), y todos los indicadores que queramos añadir, han
contribuido a que se produzca un significativo retroceso del consumo, por lo que
vender más se hace cada vez más complicado, sea cual sea el sector en el que
operemos. Pero, aunque las circunstancias son complicadas, también se ofrecen
oportunidades a las propuestas y modelos comerciales que aporten valor y
frescura al cliente. Un cliente que cada vez valora más el poder de su dinero y que
se toma con mucha responsabilidad su facultad de comprar.
Por otro lado, parece que los próximos años supondrán un punto de inflexión: la
recesión y el pesimismo darán paso a la ansiada recuperación y a un moderado
crecimiento. La sociedad y los consumidores estamos aprendiendo que los excesos
pasan una factura a la que no siempre podemos hacer frente. Así pues, se
imponen modelos de negocio auténticos, prácticos y viables que dejen atrás las
exuberancias propias del pasado.
Es el mejor momento, pues, para trabajar con sensatez el modelo y la estrategia
de nuestro negocio, con la absoluta confianza de que, haciendo las cosas bien hoy,
estaremos en la mejor posición para afrontar los retos que nos plantee el cliente
del futuro.
Con el ánimo de satisfacer las expectativas del lector, y llegados al punto de tratar
las claves que un modelo comercial ha de tener para ser exitoso tanto en la
actualidad como en un futuro próximo, me gustaría compartir con vosotros un
listado que bien pudiera responder a la pregunta «¿Hacia dónde vamos?»:
· El modelo comercial ha de satisfacer y solucionar, siempre, necesidades
reales de los consumidores (aunque ellos no sepan que las tienen).
· Tiene que aportar valor al producto o servicio que ofrece, ya que de lo
contrario tan solo podrá competir en precio.
· Cuanto más simple, sencillo y práctico sea, mucho mejor.
· El cliente detesta las sorpresas negativas.
· Al cliente tenemos que facilitárselo todo al máximo.
· La funcionalidad ha de primar sobre la estética.
· Tenemos que hacer mejor las cosas que ya hacemos bien.
· El posicionamiento de precio debe ser adecuado, no necesariamente
barato.
· Son necesarios la coherencia, el respeto y la honestidad: quien «engaña»
a un cliente pone en riesgo su negocio.
· Tenemos que implementar y garantizar los procesos (cuanto más
simples, mejor) que nos aseguren el cumplimiento de lo que
consideremos básico para nuestros clientes.
· Debemos crear, mantener y reforzar el vínculo con el cliente.
· Los costes fijos han de ser los mínimos imprescindibles, siempre y
cuando la calidad y el servicio requeridos no se vean comprometidos.
· La autenticidad, diferenciación y especialización son claves, ya que no
todos podemos hacer bien todas las cosas (un restaurante de carta
amplia difícilmente podrá ofrecer comida exquisita a un precio razonable
y generar beneficios, ¿verdad?).
· Se deben aprovechar las sinergias y colaboraciones profesionales.
· Hay que agilizar los procesos de cobro (cuando el cliente quiere pagar,
tenemos que facilitarle el trámite al máximo, ya que nos está diciendo
que ya se quiere ir).
· Debemos contar con los mejores profesionales, motivarlos e invertir en
su formación.
· Tenemos que escuchar al cliente y ponerlo siempre en el centro de la
toma de decisiones.
Cuando somos tenderos y disponemos del modelo comercial adecuado –que
satisface las necesidades reales de los consumidores–, somos capaces de crear
unos procesos tan sencillos como eficaces y contamos con los mejores
profesionales, las ventas y los beneficios son la consecuencia lógica de un trabajo
bien hecho.
A modo de colofón, terminaré citando la famosa frase del líder chino del siglo XX
Deng Xiaoping:
“Da igual que el gato sea blanco o negro,
lo importante es que cace ratones”
Capítulo 3
Se me antoja imposible hacer una reflexión sobre lo que nos deparará el futuro
del retail y concretamente del diseño o la arquitectura interior comercial sin
detenerme en ciertos aspectos del pasado. Para anticipar el mañana resulta
indispensable conocer el ayer. «La historia es la única rama del conocimiento que
nos puede decir qué fuimos en el pasado, qué somos en el presente y qué
seremos en el futuro» (anónimo).
Remontándonos muchos años atrás, la presencia del diseño en todas sus
variantes, no solo el interior, era prácticamente nula. Si bien existían espacios con
ciertas connotaciones decorativas, sobre todo ambientes residenciales de las
clases más pudientes, su presencia comercial no era habitual. Fueron tiempos
difíciles en los que solo primaba una cosa: el producto. En una situación de escasa
competencia era suficiente y todo giraba en torno a él, siendo este el principal y
único atributo en el que un comerciante invertía. El cometido de estos espacios
físicos era única y exclusivamente dar cobijo o servir de volumen contenedor para
desarrollar una actividad mercantil, y en su diseño, básicamente, solo se tenían en
cuenta aspectos funcionales. El diseño por entonces se entendía como un
elemento superfluo y meramente estético, aparte de un lujo, y por supuesto no se
confiaba en su potencial como arma para mejorar los negocios de la época.
Con el paso de los años la evolución −o selección natural, que diría Darwin− llevó
al incremento de la competitividad hasta concluir en un entramado comercial
mucho más duro en el que hacer negocio apostando única y exclusivamente por
las bondades de un buen producto ya no era suficiente. El producto ya no servía
para diferenciarse de la competencia, que cada vez era mayor en número y
calidad, lo que derivó en una posición privilegiada para el cliente, cuyo nivel de
exigencia iba creciendo. Es aquí cuando entró en juego otro determinante atributo
de venta: la atención. Si bien en el pasado poseer un buen producto era garantía
de éxito, en esos momentos el principal elemento diferenciador eran un cuidado
servicio y atención como complementos al mismo.
Hoy por hoy, la calidad y el servicio se han convertido en elementos básicos que ya
no aportan valor, no te diferencian, todo comerciante tiene acceso a ellos y por
ende todo cliente también. En la actualidad vender un buen producto u ofrecer un
servicio y atención de calidad es algo tan evidente, obvio y elemental que no tiene
sentido ofrecerlo como elemento diferencial. Son atributos que el cliente ya
asume en el precio. En el presente, pensar que vendemos más que nuestra
competencia por ofrecer un producto o servicio de mayor calidad tiene el mismo
trasfondo que justificar la venta de un coche basándonos en que tiene ruedas.
¡Todos los coches tienen ruedas!
Continuando con la evolución histórica, llegamos al siguiente atributo diferencial:
el diseño. Con la Revolución Industrial las virtudes de este, en toda su extensión,
se consolidan y hacen accesibles a todas las clases sociales. Por primera vez en la
historia se apuesta por el diseño unido a la innovación como arma empresarial
imprescindible para una próspera evolución comercial. Es la época de los grandes
ingenieros y arquitectos, de nuevos inventos y patentes y de los primeros
megaedificios y piezas de diseño industrial (sillas, griferías, accesorios de mesa,
etc.), hoy todavía vigentes como clásicos del diseño.
Así llegamos a la antesala de nuestros días, en los que la competencia ha seguido
haciéndose cada vez más feroz, con la consecuente posición ventajosa, de nuevo,
para el cliente, con mayor oferta comercial y en mejores condiciones. Por el
camino algunos entraron en la guerra del precio como solución de
posicionamiento, guerra esta por todos conocida y con un único final: el
hundimiento del negocio. Si apuestas solo por el precio, tarde o temprano alguien
estará dispuesto a ofrecer lo mismo que tú por menos (precio), y entonces
morirás.
Dicho esto, nos centraremos exclusivamente en la figura del diseño como principal
revulsivo comercial a lo largo de estos últimos años, en los que hemos asistido a
una tremenda «orgía» de interiorismo, arquitectura, ingeniería e innovación
comerciales. El diseño en toda su extensión se apoderó de los espacios
comerciales más relevantes y por primera vez el papel de los diseñadores de
interior fue el de uno de los principales protagonistas de la película.
En la creación y nacimiento de los nuevos espacios comerciales trabajábamos en
paralelo diseñadores de interiores, arquitectos, publicistas, diseñadores gráficos,
ingenieros, expertos en marketing, etc., etc. Una cantidad de profesionales tan
extensa como inconexa, entre los que las luchas de egos eran tan habituales como
encarnizadas. Cada cual defendía su proyecto y su trabajo, descuidando la
verdadera esencia del encargo. A pesar de ello, fueron años en los que nacieron
proyectos interesantes, espectaculares en muchos casos y con una carga
intelectual y un derroche creativo realmente considerables en tantos otros.
Tiempos gloriosos sin duda para todos los que nos dedicamos a la profesión, y que
ahora recordamos con una rara mezcla de tristeza y alegría porque formen parte
del pasado. Me explicaré.
La arquitectura y el diseño se habían convertido en tendencia y en unos de los
principales atributos de venta; por tanto, en sinónimo de éxito. Invertir en diseño
pasó de ser un elemento estético totalmente prescindible a posicionarse como
uno de los verdaderos estandartes que marcaban el camino del triunfo. En
realidad era un diseño que solo diferenciaba mientras la competencia no se
sumase a la moda; un diseño inocuo, desenfocado y con fecha de caducidad.
La situación desencadena el nacimiento del arquitecto o diseñador «estrella». Este
tocaba con su varita mágica ciertos proyectos, que de la noche a la mañana se
convertían en el restaurante de moda o la tienda de ropa del momento. Pagar
unos honorarios desproporcionados dejó de entenderse como un gasto y se
convirtió en la mejor inversión para muchos comerciantes. Se perdió la verdadera
perspectiva y se olvidaron las funciones básicas inherentes a la profesión. El
resultado: una especie de «burbuja arquitectónica» paralela y ciertamente
relacionada con la burbuja inmobiliaria que todos conocemos.
Comenzaron a tambalearse los pilares esenciales de la arquitectura, que dejó de
entenderse como un elemento social creado y concebido para facilitarnos el día a
día. La verdadera esencia de la profesión se había tergiversado. Erramos.
Traicionamos los principios más básicos convirtiendo la arquitectura en un fin en sí
misma y olvidando que «tan solo» era un medio para alcanzar ese beneficio social.
La arquitectura nace para facilitarnos la vida, no para rendir pleitesía a una
estética o a un profesional narcisista.
Entre los objetivos de muchos diseñadores y arquitectos se encontraba el que
consideraban −y me imagino que seguirán considerando− el verdadero fin: crear el
proyecto de sus vidas. Realizaban, y realizan, su proyecto, desatendiendo la propia
finalidad del mismo. Así, nos encontramos, por ejemplo, tiendas de ropa que se
asemejan a naves espaciales en las que resulta difícil exponer ropa, espacios
comerciales tremendamente complejos de mantener en unas condiciones lógicas
de conservación o higiene, etc. Todo ello por descuidar la parte funcional o
constructiva de los proyectos y otorgar el papel de único protagonista a la estética.
En las escuelas de arquitectura todavía hoy se sigue haciendo referencia a un
tratado escrito por Vitruvio en el año 15 a. C. En él se definía la buena
arquitectura como el equilibrio entre la venustas (belleza), la firmitas (firmeza) y la
utilitas (utilidad). Pienso que este concepto debe evolucionar, pero nunca ser
olvidado. Es decir, la nueva arquitectura debe incluir a Vitruvio. En los últimos
años, sin embargo, hemos asistido a una exposición constante de todo lo
contrario, donde el equilibrio brilla por su ausencia, puesto que se han
desatendido los aspectos funcionales y estructurales en favor únicamente de la
estética. Evidentemente, por suerte, siguen existiendo profesionales fieles al
sentido original de la arquitectura.
Hablando de Vitruvio, será él quien me sirva de introductor para ofrecer un
pronóstico sobre el diseño y la arquitectura interior que nos depararán los
siguientes años. Pasamos de venerar única y exclusivamente el producto para
luego apoyarlo en un buen servicio, lo que ha dejado paso a la querencia por
envolverlo todo en un espacio con un diseño cuidado. Ahora, ¿hacia dónde nos
dirigimos?
Una vez que hemos abordado todo lo tangible, aquello que se puede ver y tocar,
pienso que la nueva conquista debe ser la mente humana, alcanzar la psique y
calar en lo más profundo de las almas de nuestros clientes. Hoy por hoy y en un
futuro, los espacios comerciales y las marcas que triunfen serán aquellas con
conciencia social, aquellas con opinión y personalidad propias que transmitan
sensaciones de forma general, no individualizada e inconexa como en el pasado.
Espacios comerciales con una historia, un carácter y una personalidad que los haga
únicos.
En este momento creo importante recordar la fábula de la gacela y el león de Herb
Caen:
Todas las mañanas en África una gacela se despierta. Sabe que tiene que correr
más rápido que el león más rápido para no morir ese día.
Todas las mañanas en África un león se despierta. Sabe que tiene que alcanzar a la
gacela más lenta para no morir de hambre.
No importa si eres león o gacela. Cada día, cuando salga el sol, ¡corre!
En los negocios sucede algo similar. Aquí correr significa permanecer activo, vivo,
en constante evolución. Y esa evolución, ese elemento diferencial por el que
tenemos que luchar en el futuro más inmediato es la mente de nuestro cliente.
Producto, calidad, una tienda preciosa o un buen servicio ya no venden, no te
diferencian, son argumentos del pasado, y, a pesar de que debes asumirlos y
mantenerlos en el presente, son sencillos de alcanzar por el mercado en general. Si
queremos destacar, debemos «ascender un peldaño» para acceder a la parte
irracional del consumidor, a las emociones. Debemos buscar fans más que clientes.
Y eso se consigue a través de las emociones.
La reconversión pasa por marcarse unos objetivos sólidos y definir una estrategia
consensuada y definida por todos los profesionales que deben intervenir en el
devenir de un negocio. Debemos tener muy claro quiénes somos, hacer un gran
ejercicio de introspección escarbando en lo más profundo hasta alcanzar nuestras
raíces. Adquiriremos un compromiso fuerte con todo ello y lo gritaremos al
mundo, sin tapujos. Aquí comenzaría la labor de investigación del interiorista, que
deberá analizar y entender la marca para traducir al espacio físico su filosofía de la
forma más fiel posible. Veamos algún ejemplo.
Si los principales atributos de una marca (servicio o producto) se sustentan en una
historia natural, tradicional o ecológica, una buena decisión de diseño es apostar
por materiales constructivos o acabados que evoquen en el visitante esas mismas
sensaciones. Maderas, piedras, revestimientos artesanales o textiles, incluso
pigmentos naturales combinados con una iluminación focalizada que resalte
precisamente esos atributos, son una buena idea. Hoy en día incluso podemos
encontrar en el mercado materiales recuperados o reciclados, con los que
contribuiremos de forma responsable en el devenir del medio ambiente. Los tonos
cálidos, verdes y marrones, los de la naturaleza más básica, son los colores que
mejor representan esta filosofía. No proceden en estos espacios demasiados
alardes tecnológicos o que conlleven elevados costes de diseño con una finalidad
meramente estética, pues ello iría en contra de los pilares básicos de la ecológica y
de la marca en cuestión. Me gustaría dejar muy claro que, sea cual sea la imagen
de un negocio físico, la responsabilidad ecológica siempre debe estar presente;
otra cosa bien diferente es que exista, o no, la necesidad de evidenciarla todavía
más en beneficio del posicionamiento estratégico de la marca.
Las tiendas de productos de cuidado personal Aesop son un buen ejemplo de lo
descrito. Sus productos naturales se envuelven en espacios tremendamente
originales, rebosantes de creatividad e innovación pero muy comprometidos
desde el punto de vista ecológico. Si no tenías esa predisposición hacia lo «verde»,
la sentirás nada más cruzar el umbral de la puerta. Y, si la sientes, eres su target.
Una meditada estrategia comercial te ha encontrado y a través del interiorismo te
ha abrazado cariñosamente conectando directamente con tus emociones. De
repente, te sentirás enamorado de Aesop.
Veamos otra posible línea de actuación en cuanto al diseño comercial. Si tienes la
suerte de poseer un producto sumamente exclusivo por el que tus clientes estén
dispuestos a pagar un plus, debes obrar en consecuencia a la hora de diseñar el
espacio comercial. Podrías emplear materiales que denoten esa calidad o incluso
los mismos (si fuera posible) utilizados en el propio producto, pero fuera de
contexto. En cuanto a colorido, lo más adecuado sería optar por aquellos colores
que nos recuerden también al producto: todo el protagonismo debe ser para él.
En estos casos funciona muy bien el diseño de una iluminación direccional que
otorgue (de nuevo) protagonismo a este, como si de un crooner en el escenario se
tratase. Asimismo, es de vital importancia en estos contextos la atención o servicio
al cliente. Esta también se puede evidenciar creando espacios pensados para el
reposo del cliente, la degustación relajada o la prueba del producto en cuestión; el
visitante debe percibir en todo momento este trato reverencial latente en guiños
como los citados.
Todos estos aspectos los encontrarás en las boutiques Nespresso. La exclusividad y
calidad de su producto se transmiten desde la exquisita formación del personal de
tienda –uno de los básicos–, pasando por una adecuada selección de materiales y
acabados acordes con la exclusividad o la ubicación del propio producto y su
presencia, tan cuidada que incluso lo hace resaltar en la inmensidad de los
espacios pese a su reducido tamaño. Si eres cliente de Nespresso, difícilmente
dejarás de serlo, más aún si visitas una de sus boutiques, pues te irás con la
sensación de tener en casa joyas de colores de las que brota el mejor café del
mundo.
Y hablando de café… no podemos olvidarnos de Starbucks. Cuando pensamos en
Starbucks, no es solo para tomar un buen café con una exquisita atención –otra
vez los básicos–: pagamos por la «experiencia Starbucks», y el diseño interior es lo
que da sentido a ello. No en vano, la mujer de Howard Schultz, CEO (chief
executive officer) y fundador de dicha empresa, es diseñadora de interiores. En sus
cafeterías se hace un uso excelente del marketing sensorial: vista, oído, gusto,
tacto y especialmente olfato. Conviene recordar que existen estudios que
aseveran que el ser humano recuerda el 1 % de lo que toca, el 2 % de lo que oye,
el 5 % de lo que ve, el 15 % de lo que degusta y el 35 % de lo que huele. De ahí la
importancia de este último sentido. ¿Verdad que ahora mismo recuerdas el olor
de alguna de tus tiendas preferidas? Ahora sabes que no es casualidad, nos pasa a
todos, lo mismo que con la música que suena y otros muchos pequeños detalles
en los que, en principio, da la sensación de que no reparamos. El marketing
sensorial, convenientemente aplicado en el diseño comercial, adquirirá un
protagonismo inevitable en las próximas fechas.
Starbucks persigue una experiencia de cliente integral en torno al café. Miman
cada detalle, desde la producción y recolección de los granos hasta el olor que
desprenden en tienda, y te lo hacen saber. Te convierten en protagonista activo y
te sientes bien mientras participas en un exquisito ritual que se desarrolla en unos
cómodos sofás de colores cálidos o verdes, que te relajan mientras disfrutas la
lectura de un libro o charlas amistosamente. Porque la marca conoce a su cliente,
sabe de sus aficiones y construye un interiorismo que las mima. Sabe por ejemplo
que el cliente de Starbucks apuesta por la sostenibilidad, por lo que utiliza
maderas que evocan un producto natural y se compromete con todo el proceso de
producción. El interiorismo de Starbucks te hace sentir cómodo, importante. Te
transmite el amor que siente la marca por tu bienestar y tú sientes que le debes
idéntico sentimiento.
Veamos una aplicación más. En el extremo opuesto con respecto a los productos
naturales y de tradición se encuentran los tecnológicos, caso en que los atributos
a posicionar mediante el diseño interior y el resto de las acciones de marketing
son bien diferentes a los anteriores. Es importante en estos casos emplear
acabados o texturas de carácter industrial o incluso materiales creados
artificialmente: plásticos, polímeros, resinas… Asimismo, la sofisticación y el
cuidado por los mínimos detalles deben quedar patentes. Como de costumbre la
iluminación es importante. Cuando hablamos de productos tecnológicos, lo más
adecuado suele ser buscar atmósferas futuristas, innovadoras o de vanguardia.
Esto se consigue generalmente con iluminación indirecta apoyada por una
iluminación secundaria que se focalice en el producto.
La tienda tecnóloga por antonomasia, sin duda, es Apple. Personalmente me
parece el mejor ejemplo de la filosofía que aquí planteamos y defendemos como
garante de éxito comercial, pues el diseño interior de sus espacios es todo un
alarde de inteligencia y responsabilidad para con los verdaderos valores de la
marca. Yo mismo, como usuario que a la vez posee conocimientos de interiorismo,
no dejo de sorprenderme en cada visita. Sin duda, ¡eso es lo que esperamos de la
tecnología! Fruto de mi deformación profesional, me paso minutos y minutos
buscando por las esquinas algún tornillo o detalle constructivo mal resuelto,
lógicamente sin lograrlo, y salgo cada vez más enganchado a su marca y pensando:
«¡Qué buenos son! ¡Lo han vuelto a hacer!». Cuando entras en una tienda de
Apple, su interiorismo transmite exactamente las mismas sensaciones que las que
transmite tener un MacBook o un iPhone entre las manos: elegancia, sencillez,
diseño, innovación, minimalismo, robustez, fiabilidad, cuidado de los detalles por
ínfimos que parezcan… Las tiendas de Apple no son sino una prolongación de sus
productos, gracias a lo cual Apple no tiene clientes: tiene legiones de fans por
todo el mundo dispuestos a dormir a la intemperie y dejarse el sueldo del mes
ante la inminente salida al mercado de su último «juguete».
Para terminar y a modo de resumen, quiero recordar que los espacios comerciales
que triunfen en un futuro estarán asesorados por profesionales interconectados y
de todo tipo, que vigilarán, trabajando en conjunto, aquellos aspectos que sirvan
para transmitir la esencia de la marca al consumidor. Destacarán los trabajos
multidisciplinares que tengan en cuenta, respeten y trasladen una marca con
valores humanos fuertemente enraizados: imagen corporativa, diseño interior de
los espacios, comunicación, marketing, selección de personal, comercio justo, etc.
Todo, perfectamente coordinado para transmitir un mensaje homogéneo,
auténtico, preestablecido y con capacidad de empatizar con el cliente. Este libro es
una buena muestra de los procesos de colaboración entre profesionales a los que
nos encaminamos.
El interiorismo creará espacios en los que sentir emociones. Aparte de cumplir con
los principios básicos de Vitruvio y con los valores fundamentales de la
arquitectura en su sentido más amplio, nuestros diseños se centrarán en alcanzar
y dialogar con la parte espiritual y lúdica. El espacio físico será la prolongación de
los valores de la marca en el mundo «real». Si un buen posicionamiento de marca
consiste en unos fuertes lazos de unión que se dan entre esta y unos atributos
determinados en la mente del consumidor, el interiorismo comercial será la parte
encargada de fortalecer y ejemplificar esos lazos, la más creíble y eficiente, por ser
la más cercana a la gente, la que podremos sentir, tocar, ver, oler, oír…
Definir una distribución, elegir los materiales constructivos adecuados, colores,
acabados, diseñar la iluminación, mejorar la forma de exponer el producto serán
partes de nuestro proyecto a tener en cuenta, junto a muchas otras, claro está.
Pero no descuidaremos el trasfondo emocional de todas y cada una de estas
decisiones, porque ahora, a diferencia del pasado, nos juzgarán por mucho más
que la estética, la función y la construcción. Cada material transmite unos valores,
cada textura otros, existen tonos de luz o intensidades que potencian una u otra
emoción. Locales angostos y ruidosos o remansos de paz y tranquilidad. Colores
neutros o intensos buscarán una emoción o la contraria.
Será necesario transmitir (y tener) una personalidad marcada, definida y, por
supuesto, auténtica. Lo neutral no tendrá sitio. Las medias tintas y la ambigüedad
ya no servirán en un contexto de abundancia y competencia global. Las tiendas
híbridas en las que se podía cambiar la actividad de un día para otro ya no tienen
cabida, y menos la tendrán en el futuro. En nuestro caso nunca hemos apostado
por tendencias o modas estéticas, y su inconveniencia se acentuará en los
próximos años. Las modas en locales comerciales serán cada vez más pasajeras y
menos rentables por el carácter cortoplacista de la elevada inversión que implican.
Ya lo estamos viendo/sufriendo: en cuanto funciona una franquicia de yogur
helado, por poner uno de los ejemplos más recientes, aparecen otras cinco
similares que «queman» el mercado en periodos de tiempo cada vez más cortos. Si
el producto es bueno y se cumple con los básicos, se salvará el que opte por
diferenciarse a largo plazo; el resto caerán.
Aesop, Nespresso, Apple… Todos ellos son buenos ejemplos del interiorismo del
futuro. Espacios preconcebidos de tal modo que transmiten la verdadera esencia
de la marca. Atrás quedaron los proyectos del arquitecto estrella; ahora, aquí y en
el futuro, la arquitectura comercial deberá ser un medio para conseguir un fin
empresarial y, por ende, el diseño y la innovación estarán fuertemente
comprometidos con unos valores. Este es el elemento diferencial que ha hecho
triunfar a estas marcas y otras como Room Mate Hotels, Camper, Abercrombie,
McDonald´s, Imaginarium… ¿Por qué no va a ser así en la tienda de la esquina, y
en el bar en el que tomo café todos los días, y en la panadería en la que compro el
pan? El futuro del pequeño negocio pasa por las emociones y su supervivencia
depende de ello. No dejes pasar el tiempo o será demasiado tarde. Recuerda la
fábula de Herb Caen y… ¡corre!
Capítulo 4
Innovación adaptada
Una tienda española que visité hace poco fue capaz de duplicar su ticket medio y
hacer crecer su facturación un 50 % en el 2012. Al consultar al dueño sobre su
«secreto», me contestó sencillamente: «¡Me lo propuse!».
En gestión de tiendas, lo que no se mide no puede crecer. Muchas veces, cuando
los area managers o supervisores contactamos con nuestras tiendas y
preguntamos: «¿Qué tal el negocio?», las respuestas son evasivas: «Está lento…»,
«La lluvia no ayuda…». Mejorar las ventas de la tienda empieza con saber
identificar la situación actual. «¿Cuánto vendiste el mes pasado?» No todos los
responsables de tiendas capaces de responder esta pregunta sencilla…, sin hablar
de los vendedores. Y menos aún si pregunto: «¿Y cuál ha sido el ticket medio?».
Quienes hemos gestionado tiendas sabemos que la gestión de un comercio es un
flujo incesante de detalles; «Retail is detail», dicen en inglés. De ahí la necesidad
para las cadenas de franquicia de proveer a cada una de sus tiendas de un modelo
de cuadro de mando simple que les permita diagnosticar, interpretar y dirigir su
negocio. Es decir, seleccionar entre la infinidad de indicadores claves disponibles
cuáles son los tres más significativos para lograr su éxito particular: precio medio
por artículo, UPT (unidades por ticket), número de transacciones… Y, si estos
indicadores se precisan para cada vendedor, ello proporciona una base efectiva
para gestionar la tienda hacia la mejora: ¡con o sin lluvia, crisis… y políticos! Aún
hoy quedan cadenas de tiendas sin sistemas TPV (terminal de punto de venta)
integrados, sin oportunidad de producir informes de gestión eficientes, ¡como
coches que no pueden acelerar por la noche porque van sin luces!
Treinta años de expansión del consumo en España, propia de una economía de
demanda, invitaban al optimismo. En la actualidad, sin embargo, nos encontramos
en una economía de oferta, lo que frena el consumo. Los crecimientos hoy
provendrán de la excelencia operacional, el posicionamiento y una proposición de
valor clara y consistente en su entrega. Debe reforzarse la parte alta de la cuenta
de resultados optimizando la composición de la venta mediante la extracción de
más valor con cada visitante en la tienda, y optimizar la parte baja eliminando los
costes menos necesarios en la tienda.
En este contexto, aparece el retail coaching. El retail es lo que se conoce como
«sector del comercio minorista». El coaching es «una relación profesional
continuada que ayuda a conseguir resultados extraordinarios».(1) El retail
coaching acompaña a la tienda hacia su mejor nivel. Ofrece un estilo de gestión
basado en la confianza y la consideración, para permitir la mejora. Lo puede
aplicar cada directivo, cada comerciante con su equipo. La «conversación» del
coaching radica en seis preguntas y en el uso del silencio, que derivan en
compromisos concretos. Algunos han llamado al retail coaching el «safety car de la
tienda», ya que invita durante un tiempo a ordenar las bases de la gestión para
luego acelerar sobre bases sólidas y despejadas…, con focos bien puestos.
El método del retail coaching incluye la necesidad para cada profesional, hasta la
cajera, de diagnosticar con precisión la situación actual de la tienda y hacerse
responsable de su propio desempeño. De ahí se pasa a definir y comunicar
objetivos claros. Este crecimiento se nutre de la comparación, el benchmark, con el
desempeño de otras tiendas de la misma cadena o el mismo sector.
Gestionar una tienda implica emprender todos los días acciones concretas sobre
las siete P del retail marketing mix: el producto (mix, variedad, reposición…), el
precio (posicionamiento frente a competencia, nivel de margen por categoría…), el
punto de venta (ubicación, merchandising, flujo…), las promociones (dentro y
fuera de la tienda), la proximidad (la relación humana generada con cada cliente
más allá del CRM –customer relationship management–), la resolución de
problemas (la gestión de incidencias es uno de los más decisivos «momentos de la
verdad» en la franquicia; puede reafirmar el prestigio o destruirlo en el acto según
cómo se lleve) y, lo más importante, las personas. Las cadenas paralizadas
requieren la aprobación de la cabeza para todo; las organizaciones eficaces son la
bottom-up, ya no las top-down, incentivando a la primera línea a tomar iniciativas
y decisiones, mirando al cliente a los ojos. Un cliente ya no tolera que 10 jefes
tengan que aprobar la resolución de una incidencia.
¡Las personas! Los miles de tiendas en España e Hispanoamérica representan
lugares de vida, de encuentros. ¡El comercio es vivo! ¡El comercio es vida!
¿Recuerdas alguna experiencia de compra ingrata con vendedores fríos, o incluso
antipáticos? Tal vez toca preguntarse hoy, en una España con un 30 % de
contratos temporales (el doble de la media europea), sobre la importancia que le
hemos dado al personal de las tiendas, empezando por el mismo dueño.
¿Cuán diferente se percibe la experiencia de compra que ofrezco? ¿Cuán positiva
es la emoción con que el cliente se va de mi tienda, base de su fidelidad?
Claro, con un 25 % de paro, resulta tentador descuidar la formación y pensar que
mi vendedor no encontrará mejores condiciones de formación en otro trabajo. Y
ahí está España…, ocupando un triste lugar 36 en el ranking de competitividad
mundial, por detrás de Indonesia, India o Chile. O sea, que una hora trabajada por
un trabajador en España, por ejemplo un vendedor de tienda, vale un 40 % menos
que la hora del norteamericano o del suizo.[2]
Y es que sorprende la extraordinaria capacidad de crecimiento del comercio…
cuando se lo propone. Cuentan que se realizó un proceso de mystery shopper en
una prestigiosa cadena de equipos de música de lujo. Cada uno de un grupo de
cinco compradores incógnitos recibió una tarjeta de crédito American Express
Premium sin tope y con la instrucción de que compraran todos los productos de la
tienda, todos, bajo la condición de que el vendedor se los ofreciera. O sea, si el
vendedor te ofrece todos y cada uno de los artículos a la venta, ¡los compras! De
los cinco compradores, uno sólo alcanzó a comprar… ¡dos artículos! Dos
compraron un solo artículo, y los otros dos compradores… no pudieron comprar ni
un solo producto: cero venta. Lo cierto es que ninguno se llevó la tienda completa.
La capacidad de compra del cliente superó a las ganas de vender del dependiente.
No es de extrañar, pues, que algunas cadenas de tiendas hayan establecido la
venta adicional como un estándar no negociable. Y es que es más grave no ofrecer
las patatas fritas más grandes por 1 euro más que llegar tarde por la mañana. La
productividad se juega en cada transacción mediante el precio medio y el UPT. Los
estándares no negociables representan un buen inicio, pero son insuficientes, ya
que quienes los aplican son personas de carne y hueso… y corazón y cerebro.
Hace tiempo que en el mundo del retail se podría parafrasear la conocida cita de
Jorge Manrique diciendo que «cualquier tiempo pasado fue más fácil». Además de
la complicada situación económica, existen otros factores que están provocando
grandes cambios en la manera de entender el retail.
Sin embargo, el retail se encuentra en una situación que va más allá de afrontar
una serie de cambios. Para sugerir esta situación podríamos utilizar otra cita, de
Leonardo da Vinci: «No es lo mismo una época de cambios que un cambio de
época». En efecto, todo apunta a que nos encontramos ante un cambio de época,
en el que habrá que cuestionar muchos de los paradigmas en los que creíamos y
reinventar el viejo arte del comercio.
Cuando, dentro de unos años, estudiemos en los libros cómo se originó este
cambio de época, muy probablemente, veremos la gran importancia que ha tenido
en él la acción combinada de tres factores: Internet, el comercio electrónico y las
redes sociales.
El prosumer
La combinación de estos elementos y la rápida adopción de la tecnología por la
población en general han hecho posible la transición masiva del consumidor
tradicional hacia un nuevo perfil: el prosumer, o prosumidor. El término prosumer
surge de la combinación de las palabras producer («productor») y consumer
(«consumidor»). Con este nombre se denomina a un consumidor que es capaz de
producir información.
En un principio, esta denominación se aplicó a blogueros y líderes de opinión,
pero, con la popularización de las redes sociales y los dispositivos móviles,
cualquiera puede producir información. Por ello, cualquier consumidor con
posibilidad de lanzar un mensaje positivo o negativo de una marca, producto o
servicio es ya un prosumer.
Este hecho cambia las reglas del juego, corrigiendo una parte del desequilibrio de
poder que marcas y consumidores tenían en el mercado. Es por ello por lo que
cada vez más instituciones, empresas, marcas o establecimientos de retail han
decidido gestionar su presencia en las redes sociales: para poder formar parte de
una conversación con su público objetivo, que, en ocasiones, ya hablaba de ellos,
bien o mal, sin que estos pudiesen intervenir.
Tener una comunidad con un alto grado de implicación emocional será
fundamental para ganarse la confianza de los clientes y que estos recomienden la
marca a otros clientes potenciales. Este objetivo no es fácil de cumplir, porque las
redes sociales son terreno de las personas, que las utilizan para relacionarse y que
admiten la presencia de empresas o marcas siempre que aporten valor, que se
adapten a un medio donde están en calidad de invitados, en el que su
transparencia será puesta a prueba y donde se exponen a ser criticados.
Este miedo a ser criticados es uno de los grandes obstáculos que encuentran
muchas marcas para entrar en las redes sociales. Sin embargo, la relación entre
prosumidores y marcas no siempre tiene un carácter negativo o receloso. Las
marcas que consiguen conectar con sus clientes pueden obtener de ellos
información para la mejora de sus productos o servicios, recomendaciones a otros
clientes e, incluso, colaboración en el desarrollo de nuevos productos.
Pero lo cierto es que conseguir tal grado de implicación con la comunidad creada
en las redes sociales no es fácil.
La importancia de la orientación al cliente
Para empezar, la estrategia de muchas compañías sigue estando orientada al
producto. Es decir, el producto es el eje de todas las acciones. Por lo tanto, la
comunicación se basa en detallar las especificaciones o ventajas del producto.
Debido a la facilidad y rapidez con las que se pueden copiar productos y
características, esta estrategia tiene unos riesgos evidentes: propicia caer en la
indiferenciación y deja al producto y la marca expuestos al precio, ya que
cualquier producto de la competencia que los iguale en características y los mejore
en precio se llevará la venta.
Esta situación obliga a las empresas y marcas orientadas al producto a recurrir
constantemente a promociones y descuentos para incentivar las compras, con el
riesgo evidente que ello supone para la viabilidad de la compañía.
Por el contrario, la orientación al cliente coloca al comprador como protagonista
de todas las acciones de la marca. El objetivo es plantear una relación a largo
plazo. Vender es cada vez más complicado y costoso, por lo que parece razonable
apostar por la fidelidad del cliente, que generará ventas repetidas en el tiempo
que dure la relación.
El gran objetivo de la orientación al cliente es conseguir una conexión emocional
con el comprador. Para ello, la marca necesita un gran conocimiento de su público
objetivo, hablar el mismo idioma, y esto no es algo a lo que estén acostumbradas
muchas compañías.
Por ejemplo, no pocas marcas confunden la relación con sus clientes en las redes
sociales con otro nuevo espacio en el que seguir lanzando mensajes publicitarios
o, en el mejor de los casos, presentar una colección de promociones, descuentos y
concursos. Otra muestra de esta «diferencia idiomática» es el carácter intrusivo de
una gran parte de la publicidad: anuncios en televisión, telemarketing, e-mail
marketing…, todos ellos interrumpiendo y traspasando cualquier barrera a la
intimidad.
La orientación al cliente debe estar presente en todos los puntos de contacto con
el comprador, tanto online como offline, y hacer que su experiencia de compra sea
la mejor posible. Cuando tratamos de definir la experiencia del cliente, hablamos
de una combinación de estímulos sensoriales, que impactan al cliente objetivo y
generan unas emociones determinadas, en cuyo diseño se han utilizado
estrategias de múltiples disciplinas: branding, marketing, psicología,
comunicación…
Esto implica que la experiencia tiene que ser coherente, y los «mundos» offline y
online, o físico y virtual, no deben desentonar. Por tanto las estrategias deben
integrarse, ya que el comprador pasa de un entorno a otro sin pensarlo.
El comprador conectado
Una de las muestras más claras de esta inexistencia de fronteras para el
consumidor es que, independientemente de que el impulso de compra se haya
generado online u offline, cada vez son más los compradores que utilizan el medio
online como fuente de argumentos para tomar una decisión de compra: ampliar
información, encontrar críticas, recomendaciones o el mejor precio.
Este es un hecho que la empresa o marca debe tener en cuenta: para aparecer en
las búsquedas de Google, proporcionar información de calidad orientada al
cliente, defender su valor diferencial, gestionar correctamente las críticas y
conseguir recomendaciones positivas, veraces y creíbles.
Esto supone que la información de una empresa o marca debe ser accesible desde
el máximo número de dispositivos posible y que la información situada en los
primeros puestos de las búsquedas de Google debe ser positiva y contribuir a
generar confianza o a aportar valor añadido al cliente. Dándole la vuelta al
argumento, también se debe conocer cuál es la información que un comprador va
a encontrar de los competidores y aprovecharla, en la medida de lo posible.
Tampoco hay que olvidar que muchos de los compradores accederán a la
información deseada desde un smartphone o una tableta y que la información que
se quiera mostrar deberá estar adaptada a los tamaños de pantalla y resoluciones
correspondientes.
El comprador social
Como se ha dicho anteriormente, una de las características de los nuevos
compradores es la desconfianza hacia la publicidad y la información proveniente
de las marcas. De hecho, han reducido la confianza a su círculo más íntimo. Una
muestra de ello son estas cifras: solo el 14 % de los consumidores confía en la
publicidad, mientras que llega hasta el 90 % el porcentaje de consumidores que
confía en las recomendaciones de amigos, familiares y otras personas a quienes
consideren dignas de confianza.
Según otro estudio efectuado entre consumidores europeos, se cifraba en un 88 %
el porcentaje de marcas que resultaban irrelevantes y que no serían echadas en
falta por sus clientes si estas desapareciesen. Por su parte, los productos no
resultaron mejor parados: a pesar del interés mostrado por los participantes en el
estudio en probar nuevos productos, la realidad es que la vida de cerca del 80 %
de los nuevos productos que se lanzan al mercado no alcanza los tres años, cifra
que demuestra el poco acierto al intentar conectar con las necesidades del cliente.
Una de las maneras de conectar con el comprador y conocer sus necesidades es
mediante la interacción o la atención en redes sociales. Si esta interacción con la
marca, producto o servicio consigue una implicación emocional, será más factible
conseguir que los compradores recomienden los productos o servicios a otros
compradores potenciales.
Solo las marcas que se ganan la confianza de sus clientes consiguen que estos se
conviertan en prescriptores de un producto o servicio.
Esto es así porque, como consumidores, compramos productos que nos generan
confianza, somos fieles a marcas con las que tenemos una conexión emocional, en
cuyos valores nos vemos reflejados y que consiguen satisfacer uno de los anhelos
más antiguos del ser humano: sentirse especial. La marca o empresa que lo
consiga no tendrá que preocuparse por las ventas.
El futuro es ahora
No es fácil aventurar en qué dirección continuarán evolucionando las pautas de
consumo, ya que algunos de los elementos que están llamados a participar de esta
evolución avanzan a gran velocidad y cabe esperar que, en los próximos meses o
años, sigan apareciendo nuevos factores de cambio.
Sin embargo, hay unas cuantas líneas que parecen lo suficientemente avanzadas
como para tenerlas en cuenta:
· Realidad aumentada. El aumento de la velocidad de transmisión de datos,
tanto en conexiones fijas como móviles, facilitará la mejora de las
aplicaciones de esta tecnología, gracias a la cual podremos ver como se
popularizan los probadores virtuales, los escaparates interactivos y otras
aplicaciones menos predecibles.
· Socialización de la compra. Aunque ya conocemos algunas aplicaciones que
facilitan la implicación de las «amistades virtuales» en la compra a través de
las redes sociales, veremos ampliar el número y las posibilidades de estas.
Después de todo, hacer compras siempre ha sido una actividad social.
· Personalización de los precios y ofertas. Gracias al análisis en tiempo real
de la información que la empresa tenga del comprador, combinada con los
datos compartidos en las redes sociales, también conocidos como big data,
se podrán personalizar las ofertas en función de sus gustos o los de sus
amistades, historial de compras, relación con la marca, eventos personales,
etc. Este grado de personalización se podrá incrementar al combinar estas
técnicas con aplicaciones de geolocalización.
· Otros. El pago por teléfono móvil, las etiquetas inteligentes, las pantallas
flexibles y otras tecnologías aún incipientes cambiarán la manera de
entender el retail, tanto en su concepto como en lo que afecta al propio
punto de venta, mucho antes de lo que imaginamos.
Capítulo 7
Introducción
El objetivo primordial de todo negocio es la rentabilidad. No es que la
rentabilidad, o el beneficio, sea algo exclusivo de un sistema capitalista, es que sin
beneficio no hay futuro, no hay flujos de caja con los que financiar la inversión,
tanto la destinada al mantenimiento como la destinada al crecimiento de la
enseña. Sin beneficios, sin expectativas de flujos de caja positivos, las empresas no
invierten en seguir acumulando riqueza y en crear puestos de trabajo. Por tanto,
cuando nos adentramos en el mundo de los negocios, el beneficio y su
maximización son consustanciales a su propio desarrollo, y cuando no hay
beneficio o este escasea las posibilidades de supervivencia en el mercado
disminuyen.
Pensad en la falacia de «gana mucho porque explota a sus trabajadores». Siempre
pienso que las leyes están para cumplirlas, que todos trabajamos dentro de un
marco legal que encorseta las relaciones y es igual para todos, solo que hay
empresas más competitivas que otras porque juegan mejor sus bazas dentro de
este campo de juego. Ganar dinero y mucho es bueno si se respetan las reglas del
juego, si se opera en mercados competitivos, tan bueno que propicia ingresos
fiscales para las arcas públicas por los beneficios obtenidos y que de otra manera
deberían ser sufragados por los ciudadanos de a pie. Así que los beneficios, un
marco legal adecuado y un mercado abierto a la competencia efectiva son las
mejores armas para el crecimiento económico.
Como no se crece, desde luego, es aumentando la exacción de dinero a los
ciudadanos y a las empresas para destinarlo al despilfarro de la administración
pública de turno, a sufragar estructuras de gestión inviables, a proyectos sin
sentido empresarial, a proyectos que cercenan la libre competencia, etc. Exigir
dinero a la ciudadanía y destinarlo a gasto no productivo no genera crecimiento a
largo plazo; genera una ilusión momentánea y luego una grave recaída.
Así pues, cuando nos adentramos en el mundo de los negocios debemos tener
muy claras sus variables de juego y evaluar nuestro mercado objetivo sin poner
límites a su desarrollo y con gran amplitud de miras. Debemos velar por no caer en
la trampa de la ilusión momentánea, del cortoplacismo, poniendo en marcha
proyectos sobre cuya rentabilidad a largo plazo tengamos dudas o sin sentido
empresarial, pero que se encuentran en un plan estratégico fuera de lugar.
En los párrafos siguientes, iremos desgranando las variables más relevantes a
tener en cuenta a la hora de desarrollar nuestro negocio y que marcarán su
devenir en el futuro.
El imperativo institucional
De esta forma llama Warren Buffett a los efectos nocivos que producen los
grandes planes estratégicos en las compañías. Los planes estratégicos son
instrumentos de liderazgo, son un mecanismo para atenazar el temor a la
incertidumbre, son instrumentos de control, pero hacen perder a los directivos de
las compañías su perspectiva como profesionales responsables de asignar capital,
de actuar como propietarios.
Muchas compañías siguen los dictados de los planes estratégicos aprobados en
sus consejos de administración para periodos de cuatro o cinco años. En estos se
expresan el posicionamiento que debería tener la compañía a largo plazo, las
primas o bonos por objetivos que alcanzar, el plan de aperturas o de cifra de
negocio, etc. Pero se olvidan de que el mercado evoluciona a mayor rapidez que
los cambios reflejados en su plan estratégico. Así que nos encontramos con
compañías que no evolucionan, que lo hacen a destiempo, que siguen abriendo
tiendas para el prototipo de cliente consumista anterior al 2007 y se olvidan de lo
más importante: de los factores de decisión de estos clientes a la hora de elegir
establecimiento, de sus cambios de hábitos, de sus necesidades actuales… Cuando
esto ocurre, el imperativo institucional se ha apoderado de la compañía y esta, si
no cambia de actitud, tenderá a desaparecer. Cuando no hay una clara
oportunidad de inversión, una verdadera joya, el dinero donde mejor está es en la
caja de la compañía, y no gastándose porque esté asignado en el presupuesto
anual de inversión.
Hay muchos ejemplos en el mercado de la distribución alimentaria de inadecuadas
asignaciones de capital realizadas por las empresas. ¿Qué decir del
posicionamiento y expansión de El Corte Inglés desde el 2007[6] con los Opencor y
Supercor? ¿Y de Carrefour, con los vaivenes de enseña y cambios de modelo de
negocio de Carrefour Express, Carrefour Market y Carrefour Planet? ¿Y la apuesta
inversora de Eroski por Caprabo en el 2007? ¿Tenía percepción Eroski de la
situación económica que se nos venía encima?[7]
Mal irá la rentabilidad de nuestro negocio si no tomamos las decisiones de
inversión adecuadas, si perdemos la visión de nuestro principal aliado en
conseguirla, si perdemos la visión de las necesidades de nuestro cliente. Si el
objetivo de nuestro negocio es el de facilitar las necesidades de suministro de los
clientes y ganar dinero en ello, tendremos más posibilidades de éxito que si con
nuestra aventura empresarial solo pretendemos vender «productos de calidad de
grandes marcas» en tiendas urbanas de proximidad (por poner un ejemplo de
objetivo restrictivo).
El mercado potencial
El gasto familiar en la cesta de la compra[8] alcanzó su importe máximo en el 2008
con 93 011 millones de euros. En los siguientes tres años descendió, y repuntó de
nuevo en el 2011 hasta los 88 299 millones de euros. Ahora, hemos retornado a
los niveles de gasto anteriores a la crisis del 2007, cuando se alcanzaron los 88 493
millones. Hasta octubre del 2013 no conoceremos el dato de cierre del año 2012,
aunque se estima un crecimiento en su importe del 0,5 %, a tenor de los datos de
TAM de noviembre del consumo alimentario en el hogar.[9]
Estas cifras enmarcan la
mayor parte del mercado
potencial de gasto en el
sector minorista de la
distribución alimentaria,
y a partir de ahí se
produce el reparto de
cuotas entre los distintos
sistemas de venta y
enseñas que compiten en
el mercado.
Las cifras anteriormente
expresadas se refieren a gasto, no son ventas netas (grupo 7 del Plan General de
Contabilidad), por lo que habría que deducirles el impuesto sobre el valor añadido
(IVA) para conocer su valor. Como bien sabéis, en septiembre del 2012 se produjo
una subida de este impuesto,[10] lo que produjo una contracción en el gasto de
las familias al subir los precios de venta finales. Esto afectó al sector de varias
formas: por un lado, el menor gasto implicó menores ventas; por otro, el aumento
de tasas impositivas redujo el importe de la venta neta. También hubo otras
implicaciones colaterales importantes, como fueron: una, la reducción de
financiación cedida por proveedores, al ser una gran parte del sector de gran
consumo un receptor neto de la misma; otra, el aumento del nivel competitivo de
precios entre enseñas con el fin de recuperar parte de la venta perdida, lo que
propició disminuciones de rentabilidad en algunos operadores.
Como se puede observar, la situación del gasto de las familias no podía
permanecer al margen de la situación económica general y su declive se produce al
año siguiente de la crisis de Lehman Brothers (septiembre del 2008). En España la
crisis tardó algo más en aparecer, pero lo hizo con mayor virulencia al
encontrarnos con el estallido de nuestra burbuja inmobiliaria y la desconfianza en
nuestro sistema financiero, lo cual se unió a la crisis financiera mundial. Esto,
junto a la rigidez de nuestro mercado laboral para los ajustes de salarios, ha
llevado a nuestro país a alcanzar los casi seis millones de desempleados, la mayor
tasa de desempleo de nuestra historia reciente (tasa de paro según la EPA –
Encuesta de Población Activa– en el cuarto trimestre del 2012: 26,02 %). ¿Alguien
piensa que de esta situación se va a salir en el corto plazo? Dar empleo a los
desempleados provenientes del sector del «ladrillo», además de los acumulados
de otros sectores productivos, no es cuestión de 2-3 años. Hay que hablar de
periodos de 10 años o más aún, ya que ello implica un cambio estructural
importante en nuestro modelo productivo.
Se dice, y es en parte cierto, que el sector de la distribución alimentaria es uno de
los menos afectados por la crisis, porque comer hay que comer y el sector es un
suministrador de calorías y nutrientes para la población (los consumidores). Lo
que ocurre es que al disminuir la renta disponible en manos de las familias[11] se
ha producido un cambio en el mix de productos que intervienen en la cesta de la
compra, habiendo sido sustituidos muchos productos de grandes marcas por otros
de marca de distribuidor que producen en su consumidor un nivel similar de
satisfacción y que se ofertan entre un 35 y un 45 % más bajos de precio.
La disminución de la renta disponible no solo influye en el gasto en la cesta de la
compra, sino que también lo hace en los hábitos de gasto. Por un lado,
disminuyen las comidas fuera del hogar. Por otro, si se trata de ahorrar, hay que
ahorrar en desplazamientos y en el gasto del ticket medio, y de ahí el fuerte
impulso que están recibiendo los formatos urbanos de gran supermercado y
tiendas descuento. Y en este nuevo «juego» el más perjudicado es el
hipermercado, que con sus grandes surtidos de no alimentación se encuentra
desubicado en un panorama dominado por estos parámetros de comportamiento.
El hipermercado debe reinventarse.
Estos cambios ya quedaron reflejados en las entrevistas sobre los factores de
elección de un establecimiento que publica cada año el Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente, donde las mejores puntuaciones en el 2012 las
obtenían los «Buenos precios», con 62,7 % (RH +3,4 pb %); la «Calidad de los
productos», con 51,9 % (RH –14,8 pb %); la «Proximidad», con 50,9 % (RH +10,5 pb
%); la «Atención al cliente», con 34,9 % (RH +9,6 pb %), y la «Variedad» (RH –6,1 pb
%). Cabe destacar del 2012, con relación al 2011, las pérdidas de puntuación de los
factores relativos a la calidad y la variedad de los productos, que entroncan con
las grandes marcas y con la percepción de valor de los clientes. Igualmente, al
analizar la evolución temporal de los índices, apreciaremos el giro brusco del
factor «Buenos precios» que se produce entre el 2007 y el 2008 (del 34,1 % al
55,5 %) y que ahora se aúpa a la primera posición, lo que en parte explicaría la
decisión estratégica de Mercadona y su posicionamiento actual. Es destacable,
además, la escasa relevancia histórica que los entrevistados dieron al factor
«Marca propia» (2,5 %), cuando España es uno de los países donde esta
participación alcanza mayores niveles, si bien debe tenerse en cuenta que para el
cliente queda englobada en otra de rango superior, los «Buenos precios». [12]
¿Cuáles eran los canales preferidos por los clientes para realizar sus compras? La
tienda tradicional (tienda tradicional, panadería, carnicería/charcutería,
pescadería, tienda de congelados y mercados y plazas de abastos) era el canal
preferido para la compra de frescos (aunque perdía con relación al año anterior un
1,3 pb % de penetración en el mercado frente al resto de los canales), y los
supermercados y tiendas descuento, para la de productos envasados (+0,6 pb %
sobre el año anterior). Por su parte los hipermercados, respecto al total de la
alimentación, seguían perdiendo cuota de mercado, pues alcanzaban el 14,5 %
frente al 14,6 % del año anterior (+0,3 pb % en alimentación fresca y –0,4 pb % en
el resto de la alimentación).
Ante estos cambios de consumo y de comportamiento de los clientes, ¿cómo
respondió el sector? Desde el 2008, la superficie total de la distribución organizada
minorista aumentó un 9,4 %, y esto teniendo en cuenta la pérdida de superficie
del comercio tradicional alimentario (casi un 30 %) en favor de los supermercados.
Parte de este crecimiento de superficie tendría su explicación en la pérdida que se
venía produciendo en el comercio tradicional y el resto de los canales no
organizados, del orden de 3,5 pp desde el 2008 hasta el 2012. Mientras tanto, la
población pasaba de los 46,15 millones de habitantes a los 47,19 millones
(+2,24 %). Las expectativas de la población residente en España mostradas por el
INE (Instituto Nacional de Estadística) nos avanzan un descenso de 1,1 millones de
habitantes para el año 2022 si se mantienen las tendencias demográficas actuales,
motivadas por el envejecimiento progresivo y la baja tasa de natalidad. Se estima
que en el 2052 el 37 % de la población será mayor de 64 años.[13] ¿Está pensando
ya el sector en este tipo de cliente? ¿No estará llegando la oferta del mercado a
niveles de ineficiencia?
No es el distribuidor quien indica al shopper cómo puede interactuar con él, sino
que es este el que indica al distribuidor cómo, cuándo y por qué motivos quiere
establecer esta relación. El distribuidor, si quiere atender a este shopper en todas
sus manifestaciones de compra, en todas sus motivaciones de compra, tendrá que
convertirse en un operador omnicanal, de lo contrario dejará de estar por tiempos
en la mente del mismo, será un suministrador a tiempo parcial.
En un periodo de tiempo tan corto como son cuatro años es difícil imaginar
cambios profundos en cualquier sector económico. El panorama del 2015 en
cuanto a la distribución alimentaria en España tiene que ser forzosamente
heredero del actual. Sin embargo, se hace imprescindible pensar que durante el
tiempo al que alude el título de este libro han de ponerse las bases para el futuro
del sector, que estará marcado por los cambios impuestos por las nuevas
condiciones económicas, demográficas, sociológicas y tecnológicas. Condiciones
todas que influirán enormemente en el comprador y en sus demandas,
preferencias y comportamiento.
Como no podía ser de otra forma, la realidad de la distribución alimentaria está
fuertemente condicionada por la mala situación económica. Por señalar algunos
de los indicadores macroeconómicos que más le afectan:
· El producto interior bruto tuvo un descenso interanual del 1,4 % en el 2012
(fuente: Instituto Nacional de Estadística [INE]).
· Durante el 2012 se destruyeron en España más de 800 000 empleos (fuente:
Encuesta de Población Activa).
· La renta media anual por persona y unidad de consumo lleva tres años
consecutivos bajando (fuente: INE).
· El índice de precios al consumo creció en el 2012 un 2,4 %, en el 2011 un
3,2 % y en el 2010 un 1,8 % (fuente: INE).
· El índice de confianza del consumidor ha caído en 50 puntos desde el 2005
(fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas).
Lo tenía muy claro, solo cuatro preguntas, pero claves para el cliente y que, en
muchos casos, implicaban respuestas críticas para Walmart. Pues bien, a todos los
gerentes de tiendas les hago la misma pregunta: ¿con cuántos clientes has
hablado hoy? ¡Cuánto les cuesta!
La cadena de hipermercados Continente desarrolló un ambicioso plan de escucha
al cliente: gestión de reclamaciones, paneles de clientes en todos los híper
presididos por su director, call centre, barómetro, etc., además de las
herramientas de marketing de estudios de mercado. Los resultados fueron muy
satisfactorios y tuvieron el reconocimiento de los clientes.
En el proceso de selección de los miembros de los barómetros de tienda (un panel
de 60 clientes por tienda), a los candidatos se les hacían tres preguntas en relación
con las reclamaciones que hubieran hecho en cualquier establecimiento de
compra, con los siguientes resultados acumulados durante ocho años:
· El 2 % de los clientes había presentado una reclamación por escrito alguna
vez en su vida.
· El 22 % lo había hecho de forma oral.
· Pero el 44 %, en algún momento, había cambiado de tienda por un mal
servicio.
En pocas ocasiones he comprendido de forma más clara que ¡una queja es un
regalo! O dejamos hablar a los clientes o ni siquiera nos enteraremos de cuando
nos abandonan: votarán con los pies.
Según la XII edición del Estudio KAR (key audience research) de Ipsos (febrero del
2013), Mercadona es la empresa española que presta mayor atención a sus
clientes. El 58 % de los encuestados creen que la atención prestada por la cadena
de supermercados es buena o muy buena, con un incremento del 6 % con relación
a la oleada anterior. ¿Podemos suponer alguna relación entre este dato y la
evolución de las ventas de Mercadona? Dejo la reflexión al lector.
Como conclusión, cuatro ideas:
· Posicionamiento efectivo de nuestra propuesta comercial. Tybout y
Sternthal lo explican muy claramente: «Cualquiera que sea la base para la
diferenciación, se debe hacer un esfuerzo para dar una razón a los
consumidores para que crean que nuestro producto o servicio posee el
beneficio esperado. Un posicionamiento basado en la conexión con las
metas y valores importantes para los clientes ofrece la posibilidad de
mantener la ventaja competitiva de forma prolongada».
· Construir relaciones que duren. A medida que maduran los mercados, se
pierden muchas ventajas competitivas o disminuyen de una forma
considerable: los clientes tienen mayores oportunidades de elección, se
hacen más sensibles a los precios y menos leales. ¿Cómo combatir esta
situación y recuperar una ventaja competitiva que valoren los clientes?
Identificando e implantando estrategias de interés para los clientes,
alineadas con sus valores y basadas en aumentar la oferta básica con el
incremento de servicios, generando más interacciones con los clientes y
ofreciendo incentivos a lo largo de la vida de cada cliente.
· Estas estrategias son de muy difícil implantación, pero cuando funcionan
generan una poderosa ventaja competitiva muy difícil de imitar por los
competidores. Una estrategia de interés para los clientes podrá ser ganadora
si:
o ofrece un valor superior al cliente, y
o genera confianza en él.
· Medir. Hay que disponer de un adecuado sistema de control con métricas
eficaces y alertas tempranas. Tenemos que disponer, asimismo, de un cuadro
de mando de clientes y de la venta. ¿Cómo ha evolucionado el número de
tus clientes? ¿Y su compra media en unidades e importe? ¿Con qué
frecuencia lo revisamos?
¡Lo que no se mide no se gestiona!
· El precio sí importa. Hasta hace muy poco se decía que los consumidores
percibían claramente la calidad en los servicios y estaban dispuestos a pagar
un plus en el precio. Actualmente este pensamiento no tiene vigencia, salvo
en el sector del lujo.
· En el ámbito del gran consumo es necesario conocer las nuevas reglas de la
fijación de precios, condicionadas por el bajo coste. En los últimos años los
grandes distribuidores han aplicado políticas de precios muy agresivas cuyas
consecuencias estamos viendo y seguiremos viendo en los próximos años.
¡Es el cliente el que compra, no somos nosotros los que vendemos! ¡No te
adjudiques la victoria!
Capítulo 10
Diferenciación experiencial
Orlando Cotado
Si la vida te da limones, haz limonada. Un gran mensaje cuyo valor real, al igual
que ocurre con otros muchos, estamos prostituyendo con el positivismo inocuo de
«pegafrases» que pulula por las redes sociales. Aunque si se ve la otra vertiente, la
de corrupción y pesimismo, uno no sabe con cuál quedarse. Pero hay alternativa,
claro que la hay, muchos ya la han encontrado. La solución a «los limones y otras
hierbas» tiene mucho que ver con la frase que inicia el párrafo y que podríamos
resumir de la siguiente manera: convertir debilidades en fortalezas a partir de
aptitud, actitud y acción. Alguien dijo alguna vez que la gran diferencia entre los
que triunfan y los que no reside en que el tiempo que media entre que los
triunfadores toman una decisión y la ejecutan tiende a cero.
«No vivimos una época de cambios, sino un cambio de época.» Esta impactante
frase que ya hemos oído muchas veces nos indica que la mayoría de los
parámetros que utilizamos para medir nuestra actividad son actualmente
erróneos, desfasados, irrelevantes, desajustados o cuando menos incompletos.
Algunos elementos de cambio fundamentales son:
· El tiempo: la velocidad a la que se producen los cambios, ese dinamismo
que lo envuelve todo… y que exige a cualquier negocio estar dispuesto a
aportar a sus clientes una respuesta ágil y eficaz al mismo tiempo que
demostrar una flexibilidad y adaptabilidad permanentes.
· La información: cada vez hay más datos sobre productos, clientes, etc., a los
que acceden cada vez más personas y desde cualquier dispositivo. Es lo que
se ha denominado la era del big data. Y hay que entender que todo exceso
de información dificulta el proceso de decisión, tanto para nuestros clientes
como para los gestores de un negocio.
· Las personas: la mayoría de las principales tendencias sobre marketing,
gestión, recursos humanos, etc., empiezan a centrar toda su atención en las
personas y su capacidad para innovar y relacionarse. En marketing se habla
de neuromarketing, en gestión se comenta que la productividad ya no
consiste en trabajar más deprisa, sino en pensar, y en recursos humanos
algunas organizaciones ya se están dando cuenta de que si quieren ser
realmente competitivas deben ir alejándose del tradicional funcionamiento
jerárquico (el del jefe) y adoptar uno más redárquico (el del equipo).
En un entorno tan profundamente competitivo y de tantos cambios y tan rápidos
ya no se trata de vender mucho (perspectiva cortoplacista), sino de trabajar para
vender mejor (perspectiva a largo plazo), es decir, de vender más durante mucho
tiempo. De conseguir que tu negocio sea sostenible.
No es ya qué vendes y cuánto vendes solamente, sino sobre todo cómo lo vendes.
Para saber si como retailer lo estoy haciendo bien, el principal cambio que debe
producirse en nuestra manera de afrontar los KPI (key performance indicators o
«indicadores clave del desempeño») es medir más el cómo que el cuánto.
Muchos comerciantes siguen todavía evaluando su actividad según su cifra de
ventas, sus márgenes y sus beneficios, etc., y en muchas ocasiones dejándose
influir por su gestor o asesor fiscal, que emitirá una opinión alejado de la tienda y
basándose en una información eminentemente contable. Pues bien, la primera
clave para el retail es comenzar a tomar decisiones evaluando primero la actividad
desde una perspectiva más comercial (cliente), antes que económica y financiera
(contabilidad).
«Retail is detail», hemos oído muchas veces. Significa que nuestra capacidad para
analizar los detalles de nuestro negocio debe ser máxima, y ahora más que nunca.
El registro de albaranes de entrada, el rigor en los inventarios, una gestión por
categorías bien estructurada y proporcionada, el aprovechamiento del espacio de
la tienda… y principalmente todo aquello que tenga que ver con los clientes deben
ser gestionados con suficiente frecuencia y precisión.
Las grandes multinacionales del retail utilizan estos indicadores desde hace
tiempo y se observa una tendencia cada vez más significativa de su
implementación por parte de cadenas y comercios de menor tamaño.
Trabajando con KPI, una de las reglas fundamentales que debe respetarse es la de
que un número por sí solo no significa nada. Es necesario contrastar más de un
indicador para poder extraer algún tipo de conclusión mínimamente fiable. Por
otro lado, como ya mencionábamos al comienzo del capítulo, cada vez se dispone
de más información y es muy fácil dispersarse y no focalizarse en lo esencial.
Según el sector de actividad en el que nos movamos y la estrategia que deseemos
seguir para desarrollar nuestro negocio, algunos indicadores tendrán prioridad
sobre otros. Y dentro de esa prioridad el factor principal de análisis tendrá que ver
con el cliente antes que con el producto. Es por ello por lo que tendrán cada vez
más peso indicadores como los siguientes:
· El porcentaje de fidelización, es decir, la métrica que establezca la relación
entre tus clientes fichados en tu base de datos (y que suelen ser los que
vienen más frecuentemente y compran más) y el total de tus tickets.
Hoy más que nunca es clave poder asignar nombres y apellidos a cada ticket
emitido en tienda. Disponer de un buen CRM (customer relationship
manager) que establezca las bases de una buena relación con nuestros
clientes, facilite la personalización de productos y servicios (tendencia cada
vez más patente), su comunicación y, cómo no, la información sobre los
hábitos de compra de aquellos pasa a ser indispensable.
Evidentemente se hace igualmente necesario medir la evolución de ese
número de clientes fidelizados calculando el saldo de clientes activos y
relacionando la creación y abandono de clientes en la base de datos.
· La frecuencia de visita de los clientes (fidelizados) se convierte,
probablemente, en el indicador principal de los comercios de proximidad.
Hay negocios cuyas ventas dependen más del número de veces que les
compran sus clientes habituales que de la oportunidad de captación de
nuevos clientes.
· El porcentaje de ventas que representa cada segmentación clientelar: la
categorización de los clientes según los nuevos parámetros fijados, por
ejemplo, por la microsegmentación (séniors, singles, inmigrantes…) nos debe
conducir a contrastar de forma más precisa nuestra oferta de productos y
servicios con los resultados de las ventas por segmento. Esto requiere un
nivel de conocimiento de nuestros clientes mucho más profundo.
Por supuesto, no se completará del todo el análisis de la actividad relacionada con
nuestros clientes si no se extraen los habituales KPI vinculados con el producto:
porcentaje de sell-out, rotación de stocks, productividad por metro lineal o metro
cuadrado, índice de sensibilidad…
En estos dos próximos años vamos a seguir observando otra de las grandes
tendencias del retail: el ajuste de la oferta comercial, ya que:
· Vender un producto que se puede conseguir en cualquier sitio casi a
cualquier precio ya no es diferenciador.
· Ahora mismo pesa más el producto que la marca en al menos 2/3 de los
artículos que compramos.
· Con la contracción del crédito se dispone de menos financiación para
comprar y, por tanto, hay que analizar bien las ventas para conseguir vender
igual o más comprando menos.
· Después de las «hipotecas basura» las entidades de crédito se lanzarán en
busca de los «stocks basura», es decir, de aquellos negocios que tienen muy
sobrevalorados sus activos por tener un stock inflado, y que existirá un
mayor riesgo de que les «corten el grifo».
· No existe el mismo margen de negociación en el aplazamiento de pago a
proveedores después de la aprobación de la ley de morosidad 15/2010, de
julio de 2010.
Con todo esto, hay indicadores que se vuelven fundamentales por razones
principalmente financieras:
· La rotación de stocks, hoy en día, es una palanca fundamental para mejorar
la tesorería del negocio y, además, para ofrecer a los clientes una imagen
menos estática de este. En la actualidad debemos comenzar a tratar todos
nuestros productos como si fueran (porque en realidad la mayoría lo son)
perecederos. Cuando un producto no se vende y hace tiempo que se ha
pagado y que ocupa un espacio en la tienda, llega un momento en que es
más importante convertirlo en cash perdiendo margen que mantenerlo
eternamente en su sitio. La renovación de producto es esencial, entre otras
cosas para mejorar el indicador siguiente.
· La productividad (por metro lineal, por metro cuadrado, por hora), es decir,
la capacidad de generar ventas en función de la inversión en espacio (tienda)
o en tiempo (personas) que tiene nuestro negocio. Es importante considerar
este indicador más como un indicador comercial (pensando en el numerador
= ventas) que como un indicador de gestión (pensando en el denominador =
coste). ¿Cómo conseguir que cada hora de trabajo, cada metro de la tienda
generen mayor cifra? Reducir gastos (horas, metros) se puede hacer una vez,
tal vez dos…; mejorar las ventas se puede trabajar todos los días.
Concretamente, la productividad por metro está adquiriendo cada vez más
protagonismo desde que los centros comerciales empezaron a cobrar
alquileres variables en función de las ventas. Sus posibilidades de
crecimiento de negocio pasan por la productividad por metro cuadrado de
sus arrendatarios, por lo que ejercen una presión importante sobre ellos
para que mejoren la ratio permanentemente, con el riesgo de expulsarlos
del centro o, en el mejor de los casos, reducirles la superficie. Esto ha
obligado a los operadores a trabajar la productividad dentro de sus tiendas,
teniendo en cuenta además que no a todas las zonas de la tienda debe
exigírseles la misma rentabilidad (distinción de zonas frías y calientes).
· El porcentaje de sell-out no es más que una perspectiva diferente en la
lectura de la rotación del stock en negocios con una temporalidad de la
venta muy elevada, caso de las tiendas de productos vinculados con la
moda. Si compro para mi tienda 100 artículos de tendencia para esta
temporada, el día antes a las rebajas tengo que haber vendido un mínimo de
70 unidades de esas 100 (70 % de sell-out). Después, durante las rebajas,
puedo llegar a vender un 25 % de la colección esperando un aterrizaje o
stock residual que se aproxime a un ideal 5 %.
LA APARICIÓN DEL E-COMMERCE
Aparte de estos KPI, empiezan a cobrar protagonismo métricas relacionadas con la
venta online que asimismo es preciso tener en cuenta dentro de esa estrategia
multicanal:
· Porcentaje de venta online / total de la facturación. Es fundamental medir
su evolución. Hoy la mayoría de los operadores con tienda física que se han
lanzado al e-commerce en los dos últimos años presentan porcentajes de
entre el 3 y el 5 %.
La tienda online dispondrá de una lectura de KPI similares a los de la tienda
offline:
o tasa de conversión (conversiones en compra / total de visitas),
o cantidad media de pedidos (ingresos / conversiones –equivalente al
ticket medio, pero en compra online–),
o visitas de valor (ingresos / total de visitas) ,
o fidelidad del cliente (visitantes recurrentes / nuevos visitantes),
o permanencia (páginas vistas en el site / total de visitas),
o tráfico SEO (search engine optimization) (visitas desde buscadores /
visitas totales),
o tasa de rebote (visitas que duran menos de 30 segundos).
Como conclusión:
Los KPI deben elegirse dentro de cada sector de actividad según su mayor
impacto en el proyecto del negocio y su planteamiento estratégico.
Se recomienda centrarse en 3-5 indicadores como máximo.
Debe darse prioridad a los indicadores clientelares sobre los relacionados
con el producto.
La rotación de stock adquiere igualmente protagonismo para garantizar el
justo equilibrio entre oferta suficiente y mínimos requisitos financieros.
Los KPI se deben confiar al colaborador para que mediante una
comunicación bottom-up actúe de forma proactiva.
Hay que centrarse más en el progreso que en el valor del KPI en un momento
dado.
Se han de aprovechar los indicadores clave del desempeño como elementos
clave en la gamificación (la «ludificación» de la experiencia de nuestros
clientes y colaboradores).
Capítulo 12
Introducción
El retail de moda ha cambiado. El consumidor ya no compra en puntos de venta
donde simplemente hay un mostrador y ropa colocada sin sentido en percheros,
baldas y mesas. Exige experiencias, sensaciones y diversión basándose en un
fuerte concepto de tienda. Quiere comprar sus marcas favoritas viajando en el
metro y tener la posibilidad al mismo tiempo de compartir gustos y comentarios
con la comunidad virtual. Por otro lado, todo tipo de páginas web dedicadas al
sector, las redes sociales y los blogs de moda hacen que el consumidor esté más
informado que nunca sobre tendencias y sobre las marcas.
Asimismo, España no solo se ha convertido en uno de los países de mayor nivel en
retail, sino también en uno de los más competitivos, y por esta razón estamos
acostumbrados a comprar moda a muy buenos precios. Actualmente, pues, el reto
de rentabilizar un negocio es mayor, aunque mucho más interesante que hace
unos años. Por todo ello, y dadas las circunstancias de mercado, en el futuro solo
sobrevivirán las tiendas que ofrezcan valor al consumidor y que mejor se adapten
a los cambios que constantemente se viven en el sector.
España sufría en el año 1993 una crisis económica y financiera causada, entre
otros motivos, por un gasto público desorbitado fruto de las inversiones que se
llevaron a cabo para financiar la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos
Olímpicos de Barcelona. El desempleo, que afectaba al 24 % de la población en el
año 1994, provocó una disminución en el consumo de los españoles y, como no
podía ser de otra manera, perjudicó al pequeño comercio. Pero, como ahora
analizaremos, este motivo no fue el que verdaderamente propició que muchos
comercios tradicionales tuvieran que cerrar, sino una pérdida de competitividad
frente a otros grandes operadores.
El comercio hasta entonces se había desarrollado principalmente en el centro de
las ciudades; también en los principales barrios, pero con una propuesta que se
orientaba mucho más en función del tipo de cliente. Todavía había pocos centros
comerciales y cada inauguración de uno nuevo causaba una gran expectación. Es
en el periodo 1990-1999 cuando se produce el verdadero boom de aperturas,
inaugurándose en esos 10 años hasta 210 centros comerciales en nuestro país.
Como sigue ocurriendo ahora, los centros preferían incorporar entre su oferta
marcas reconocidas en lugar de comerciantes independientes. Siempre se ha
pensado que las marcas proporcionan prestigio al centro, mayor solidez financiera
y que atraen a más clientes. El resultado es que hoy por hoy todos los centros
parecen iguales y que hemos cerrado las puertas al pequeño comercio en muchas
ocasiones. Pero, incluso cuando a estos retailers se les ofrecía un local en alguno
de esos centros comerciales (casi nunca en un buen emplazamiento), no era fácil
para ellos seguir el ritmo de expansión que exigían dichos centros y escalar su
tamaño abriendo nuevos puntos de venta. Esta inversión requería una
financiación que, si ahora es muy difícil de conseguir para un comerciante, en
aquellos momentos tampoco era fácilmente asumible, pues se concedía a unos
tipos de interés que superaban el 15 %.
A principios de la década de los noventa existían todavía pocas cadenas, aunque
Benetton había entrado ya con fuerza en nuestro país, y Adolfo Domínguez o
Cortefiel eran tiendas que llevaban años vendiendo. Mango tenía apenas 30
tiendas en España, y Zara, con 100 puntos de venta, empezaba a ser una cadena
reconocida, aunque ni mucho menos con la relevancia que tiene hoy.
Precisamente en ese momento, el mercado estaba a punto de sufrir un punto de
inflexión. Se originó un cambio radical en la distribución con una expansión de
todo tipo de cadenas de moda, incluidos los principales retailers de Europa, que
elegían España en sus planes de internacionalización. Pero, sin lugar a dudas, el
principal protagonista en estos años fue Inditex. Su fundador, Amancio Ortega,
revolucionó el sector y la manera de entender la moda a escala global.
Inditex
Lujo
El sector del lujo seguirá creciendo como lo ha estado haciendo en los últimos
años. En países que siguen en crecimiento como Rusia, China o Brasil, cada vez hay
más consumidores que demandan este tipo de productos y, aunque ya viajan a
nuestras ciudades, iremos teniendo un porcentaje cada vez mayor de turistas
procedentes de estos y otros países emergentes.
Cadenas independientes
El Corte Inglés
Son tiempos de cambio para el principal gran almacén de nuestro país. Algunos
profesionales del sector piensan que estas tiendas tienen un futuro incierto y que
el lema que un día fue pionero en España –«Si no queda satisfecho, le devolvemos
su dinero»– está pasado de moda. Pero creo que El Corte Inglés, con una cuota de
mercado muy importante –pues supera el 10 %–, nos va a seguir sorprendiendo en
los próximos años. Aunque no es fácil reinventarse tan rápidamente como
querrían en esta empresa, fundada en el año 1940 y con más de cien mil
empleados, la realidad es que están tomando decisiones muy acertadas. Hoy, en la
Planta Joven podemos comprar marcas de rotación con mejores implantaciones y
corners más amplios que crean una mejor experiencia. El reto de atraer al público
joven lo están solventando mediante la incorporación de todas las firmas
influyentes del momento con espectaculares tiendas y patrocinando los eventos a
los que este target de edad suele asistir. Por otra parte, El Corte Inglés, que está
incorporando a nuevos directivos de otras grandes empresas, no duda en apostar
por firmas muy modernas o pioneras por el mero hecho de dar un mensaje al
consumidor de que va por delante en tendencias.
Por último, proyectos como el que está llevando a cabo de abrir en calle tiendas
importantes multimarca, adquirir presencia en redes sociales y crear blogs de
moda son motivos por los que pensar que estas tiendas de toda la vida se están
adaptando a los tiempos y seguirán siendo uno de los grandes líderes de la
distribución.
Conclusión
Son muchos los factores que ayudan al éxito de un centro comercial. Por un lado
están los tangibles –oferta comercial, estructura arquitectónica, facilidad de
accesos, capacidad del parking…– , y por otro, los intangibles –belleza, comodidad,
pertenencia…
Mientras que los tangibles son replicables, los intangibles, si son trabajados de
manera correcta, serán exclusivos de nuestros centros, convirtiéndose en nuestra
seña de identidad única y diferenciadora de la competencia.
Los tangibles consiguen afluencias impulsivas, a corto plazo, mientras que los
segundos, al vincular emocionalmente al cliente con nuestro centro, consiguen
fidelizarlo e incrementan la visita media, las afluencias y el consumo en el largo
plazo.
Uno de los marcadores que mejor expresan esta relación emocional con nuestros
clientes es el concepto de top of mind, porque proporciona una referencia sobre
cuál es el posicionamiento emocional de nuestra marca con relación a la
competencia en la mente del consumidor. Y es ahí donde hay que ganar la batalla,
en la mente del consumidor.
Y, para ganar esa batalla, desde los departamentos de marketing solemos trabajar
conjuntamente en acciones tangibles, que intentan motivar la visita en el corto
plazo, y acciones intangibles, aquellas que hacen que cualquier visita sea
memorable. El problema es que la línea de trabajo de las intangibles –la más
importante, porque es la que consigue realmente fidelizar– suele caracterizarse
por la inercia y no suele estar planificada ni incluida en nuestros planes de
marketing.
Esto no es algo único y exclusivo de los centros comerciales. Para muestra, quiero
compartir la sorprendente definición que nos da la Wikipedia sobre el marketing:
Este es el proceso que se sigue hoy en día en la mayoría de los centros (y las
empresas) para hacer los planes de marketing. Realizamos un estudio de mercado,
de clientela o de visitantes y con sus resultados encontramos claves que nos
ayudan a perfilar nuestro producto para atraer a nuestro público.
Eso no quiere decir que dejemos de hacer eventos. Todo lo contrario. El problema
es que, al realizar eventos, tenemos que saber estar en el lado correcto de la línea
que separa el premio del soborno a nuestros clientes.
Soborno es todo aquello que doy a mis clientes por venir a comprar pero que ni los
vincula emocionalmente ni es original o único. Por ejemplo, regalar bolígrafos o
tazas con el logo del centro comercial no es original ni único. Regalar una
experiencia vinculada al posicionamiento del centro es crear un recuerdo que se
graba a fuego en la memoria del cliente, y eso sí es original y único.
Todo en la vida tiene procesos de evolución similares. Y por ese motivo me gusta
mucho utilizar metáforas que ilustren muy gráficamente lo que quiero transmitir.
Por eso, en este caso, quiero comparar el marketing con el proceso general de la
evolución del pensamiento humano. Ahora mismo muchas empresas se
encuentran ancladas en su particular Edad Media del marketing, donde lo
importante sigue siendo el producto, entendiendo como tal –principal pero no
exclusivamente– los rótulos del centro. Muchos ya han dado el salto al
Renacimiento para situarse en una especie de antropocentrismo donde el foco es
siempre el cliente.
Esta segunda opción, mucho más compleja de desarrollar y quizás mucho menos
vistosa, nos da mejores resultados a medio y largo plazo y nos asegura la
supervivencia en épocas de crisis como esta en la que estamos inmersos ahora
mismo.
Más tarde surgieron nuevas inquietudes y se incorporaron tres nuevas pes del
marketing mix para hacernos pensar más y hacer planes de marketing más largos,
más sesudos y que nos obligaban a realizar más análisis, con la esperanza de hacer
estos más certeros y poder vender más. Estas tres nuevas pes son: people, process
y physical evidence (personas, procesos y presencia física).
Quiero dar una pequeña explicación sobre cada una de las pes, porque, aunque
hay algunas que son claramente explicativas en su enunciado, otras pueden
resultar confusas:
· Producto. Aquello por lo que un cliente paga un precio, ya sea una idea, un
servicio, un bien…
Hasta aquí, las pes más clásicas, que están más centradas en el producto (ergo
centradas en la empresa y en los beneficios de esta) y a las que luego
incorporamos otras tres pes que giran un poco más en torno al consumidor:
· Personas. Alguien se dio cuenta de que, a pesar de tener un buen
producto, a un precio adecuado, en unos magníficos puntos de venta y con
un packaging excepcional, si el dependiente no quiere vender ese producto,
el producto no se vende. Pues bien, este personas se refiere no solamente al
personal que atiende al cliente, sino a todas las personas de la organización.
Todo el que trabaja para la empresa ha de ser prescriptor de la misma y de
sus productos desde el convencimiento de que nuestros productos o
servicios son los mejores. Si no es así, nuestro producto (ergo nuestra
empresa) acabará siendo ignorado por un consumidor con miles de
opciones.
· Procesos. También es vital que estructuremos correctamente los procesos
de nuestro producto y nuestra empresa. Si todos los procesos de nuestra
empresa son como una máquina bien engrasada que funciona sin errores ni
roces, entonces podremos adquirir compromisos de precio, entrega y servicio
que hagan que la experiencia de compra del cliente sea lo más satisfactoria
posible.
· Presencia física. Desvinculamos los elementos sensoriales que analizamos
en «Plaza» y los consideramos tan importantes como para crearles un
espacio propio. No hay que olvidar que la información que llega a nuestro
cerebro no lo hace solamente a través de los ojos y el oído. Estamos muy
poco acostumbrados a percibir información del mundo que nos rodea a
través del gusto, el tacto o el olfato y, sin embargo, la impronta que dejan –
por poner un ejemplo, los sabores vinculados a recuerdos– es mucho más
fuerte que la de las imágenes. El neuromarketing tiene mucho que decir a
este respecto.
Y ahora quiero repetir la frase con la que comenzaba:
Quizás ahora me sea más sencillo explicar la sorpresa a la que hacía referencia
anteriormente al presentar la definición de marketing. Esta frase describe el
marketing como lo que tengo que hacer para averiguar a qué tipo de público le
gusta mi producto, pero, si cuando saco un producto no sé cuál es mi público,
tengo un problema. Y, sobre todo, lo describe como algo que solo busca el
beneficio para la empresa, no para el cliente.
Está claro que, de las cuatro primeras pes, nosotros solo controlamos la plaza, ya
que el resto de las variables quedan lejos de nuestro alcance. Por lo tanto, el éxito
de un centro comercial y de sus acciones de marketing radica en dos pilares
fundamentales: la comercialización y el entorno. Ambos conceptos están, además,
vinculados entre sí y son codependientes. Si tengo un centro comercial con todas
las grandes firmas, pero es un espacio sucio, poco luminoso, mal conservado e
inseguro, no atraeré a nadie. Asimismo, si el espacio está en perfecto estado de
conservación, pero las firmas no acompañan, tampoco lograré atraer ni fidelizar.
Por eso es muy importante que se involucre desde el principio a los equipos de
marketing tanto en la comercialización como en el diseño de los centros
comerciales, para que los productos finales sean espacios agradables en los que
estar y que posean un mix de comercialización adecuado para el público de las
zonas primarias. Si trabajamos bien la comercialización y convertimos nuestro
centro en un espacio multisensorial, adaptado a las necesidades reales de los
clientes y con una cuidada atención al cliente (trabajando las tres últimas pes),
tendremos mucho camino recorrido.
Todos los centros que hayan trabajado los elementos más emocionales y de
confort y que hayan conseguido realmente conectar emocionalmente con sus
clientes estarán ahora mucho mejor posicionados para afrontar esta fase de
bajada de consumo que estamos atravesando.
A todo esto hay que sumarle tres tendencias que han tenido lugar en el mercado
en los últimos años. Por un lado, los clientes son cada vez menos fieles a las
marcas. Por lo menos a aquellas que no les aportan nada más que el producto y
que están siendo sustituidas por otras parecidas, pero de menos coste.
Y este ejemplo nos lleva a la segunda tendencia, a la que me gusta llamar «efecto
cascada». Los segmentos más altos de la población siguen comprando las marcas
prime, pero dentro del resto se produce un descenso en la categoría de la tienda
donde el cliente realiza sus compras.
Por eso es tan importante trabajar los intangibles, porque llegan a la mente del
consumidor de maneras no habituales y, en una compra concienzuda, en un
mercado repleto de productos similares, son determinantes a la hora de
decidirnos por un producto o por otro.
Como reflexión final, me gustaría expresar el deseo de que en los centros se hagan
menos planes de marketing y más planificaciones estratégicas de posicionamiento
que integren a los departamentos de marketing, comercial, patrimonial y de
servicios generales. Que todas las partes que están involucradas en hacer de
nuestro centro un centro de éxito y de referencia vayan de la mano.
Autores
Alfonso Merry del Val
Alfonso Merry del Val cuenta con una dilata experiencia en el mundo de la
distribución y el retail, habiendo participado, durante las cuatro últimas décadas,
en la gran transformación del comercio minorista en España. Actualmente es
Presidente de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged)
y forma parte de varios Consejos de Administración y Consejos Asesores, entre
otros, en Grupo Uriach, J. García Carrión, Mercapital o Aegon Seguros.
Alfonso Merry del Val cursó estudios de Economía y Comercio en la Universidad
Bocconi de Milán y se doctoró en la Universidad de Pavía. Entre otros
reconocimientos, ostenta el grado de Chevalier de la Legión de Honor de Francia,
Chevalier de l'Ordre National du Merite de Francia y Comendador de la Ordem
Nacional do Cruzeiro do Sul de Brasil.
Inició su carrera en el mundo financiero, donde trabajó para Citibank en Nueva
York, Merrill Lynch en Italia e I.C. Planning España. Posteriormente, a mediados de
los setenta, dio el salto al mundo de la distribución comercial, primero como
Consejero Delegado y Promotor de Pao de Azucar-Jumbo y, posteriormente, en
1976, como directivo del grupo internacional de distribución Promodes
(Continente). Con la fusión en 1999 de Continente y Pryca, fue nombrado Director
General Ejecutivo para España de la nueva Carrefour.
La modernización del sector de la distribución en España no puede explicarse sin
la aportación de Alfonso Merry del Val para adecuarlo a las demandas del
mercado, en definitiva, de los clientes. Sus ideas visionarias en los años 70 y 80
ayudaron a transformar la cadena de valor del retail en España poniendo el foco
en el cliente y en la mejora de la eficiencia del negocio.
Jacinto Llorca
Jacinto Llorca es consultor especializado en gestión comercial y marketing,
conferenciante internacional en eventos públicos y privados, profesor en escuelas
de negocio y universidades corporativas, así como escritor de no ficción y
empresa.Su último libro es Cómo vender más en tu tienda en una semana
(Gestión 2000).
Iván Cotado
Iván Cotado es arquitecto de interiores por la Universidad de A Coruña y está
especializado en diseño de interiores comerciales, actividad en la que posee más
de 10 años de experiencia a nivel nacional.
Carolina Ortega
Carolina Ortega Salinas, visual merchandiser y escaparatista especializada en retail
de moda, ha trabajado en empresas como Springfield, Zara o Mango, entre otras.
Conoce a la perfección el funcionamiento y el día a día de una tienda de estas
características.
Benoit Mahé
Benoit Mahé es el fundador y director general de CapKelenn Retail Coaching
(www.capkelenn.com), primera empresa de retail coaching en Europa.
Es autor del libro Retail coaching (Profit) y coautor de los librosAquí quién manda
(Pearson) y Crecer en franquicia (Gestión 2000). Asimismo, Benoit es Executive
MBA por el Instituto de Empresa y licenciado en Empresariales (ICADE –Instituto
Católico de Administración y Dirección de Empresas– y CESEM de Reims –Francia–),
coach certificado por la ICF (International Coach Federation) y master practioner
en PNL (Programación Neurolingüística).
Residente español, Benoit ha acompañado a cadenas de 25 sectores de actividad
hacia su mejor nivel (moda, panadería, joyería, farmacia, óptica, gran distribución).
Celestino Martínez
Celestino Martínez es asesor en integración de estrategias de marketing online y
offline, formador y conferenciante.
Imanol Torres
Imanol Torres ha desarrollado toda su carrera profesional en el sector de la
distribución alimentaria. Durante la misma ha ocupado puestos de
responsabilidad en las áreas de ventas, recursos humanos y en la última etapa en
marketing.
Orlando Cotado
Orlando Cotado es ingeniero técnico en topografía por la Universidad de Ávila –y
por error del sistema, e intenta enmendarlo por medio del emprendimiento–.
Cofundador de Cartodesia Topografía e Iván Cotado Diseño de Interiores –
empresa esta última en la que actualmente ejerce como responsable de estrategia,
marketing y comunicación–, es asimismo autor del blog El emprendedor primerizo y
colaborador en diversos blogs sobre marketing y gestión empresarial.
Francisco Arteaga
Francisco Arteaga tiene una dilatada experiencia en retail, tras diez años en
Decathlon España con responsabilidades en logística, dirección de tienda y
posteriormente en control de gestión para el negocio en España. Posteriormente
fue director general en Tribune (cadena con 70 tiendas de textil moda mujer) y
director regional en la multinacional francesa Okaidi.
Andrés Contreras
Andrés Contreras es experto en distribución y retail de moda. Desde el año 2001
trabaja en la multinacional de moda BESTSELLER, que diseña, fabrica y
comercializa marcas como Jack & Jones, Vero Moda, Only, Vila, Selected, Name It,
Outfitters Nation y Pieces en más de 46 países. Desde el año 2005 desempeña el
cargo de Director Comercial General para España, Portugal y Latinoamérica.
Enrique Benavides
Enrique Benavides es titulado en Dirección y Gestión de Empresas Turísticas,
especializado en Marketing y Economía. Asimismo es Master en Comunicación
Digital Corporativa e Institucional web 2.0.