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ORATORIO NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Domus Dei

Nuestra Señora,
Virgen de los Dolores
15 de septiembre
Los siete dolores de la
Santísima Virgen que han
suscitado mayor devoción
son: la profecía de Simeón,
la huida a Egipto, los tres
días que Jesús estuvo
perdido, el encuentro con
Jesús llevando la Cruz, su
Muerte en el Calvario, el
Descendimiento, la
colocación en el sepulcro.

Simeón había anunciado


previamente a la Madre la
oposición que iba a suscitar
su Hijo, el Redentor. Cuando
ella, a los cuarenta días de
nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo
Simeón: "Este niño debe ser causa tanto de caída
como de resurrección para la gente de Israel.
Será puesto como una señal que muchos
rechazarán y a ti misma una espada te atravesará
el alma" (Lc 2,34).

El dolor de María en el Calvario fue más agudo


que ningún otro en el mundo, pues no ha habido
madre que haya tenido un corazón tan tierno
como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido
amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros

Guarne, Calle 51 # 51-09; Cel. 311 601 8668;


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ORATORIO NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Domus Dei

para que disfrutemos de la gracia de la


Redención. Sufrió voluntariamente para
demostrarnos su amor, pues el amor se prueba
con el sacrificio.

No por ser la Madre de Dios pudo María


sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas
desde el plan de Dios y no del de sí misma, o
mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros
debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos
echará una mano para ayudarnos.

La devoción a los Dolores de María es fuente de


gracias sin número porque llega a lo profundo del
Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia
en los falsos placeres de este mundo
abrazaríamos con paciencia los dolores y
sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor
de los pecados.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas


al amor de María y llevar con paciencia nuestra
cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella
quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras
cruces diarias, porque fue en el calvario que el
Hijo moribundo nos confió el cuidado de su
Madre. Fue su última voluntad que amemos a su
Madre como la amó Él.

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Domus Dei

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos,


líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

CONTRICIÓN

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo


corazón de haberte ofendido. Pésame por el
infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero
mucho más me pesa porque pecando ofendí un
Dios tan bueno y tan grande como vos; antes
querría haber muerto que haberle ofendido, y
propongo firmemente ayudado por tu divina
gracia, no pecar más y evitar las ocasiones
próximas de pecado. Amén

OFRECIMIENTO

María, Virgen Santísima y Reina de los Mártires,


acepta el sincero homenaje de mi amor. Recibe
mi pobre alma dentro de tu corazón, traspasado
por tantas espadas. Tómala por compañera de
tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió
para redimir al mundo. Contigo, Virgen de los
Dolores, quiero sufrir gustosamente todas las
pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se
complazca en mandarme. Los ofrezco en
memoria de tus dolores. Haz que todos mis
pensamientos y latidos del corazón sean un acto
de compasión y amor por ti. Madre amadísima ten
compasión de mí, reconcíliame con Jesús, tu
divino Hijo, mantenme en su gracia y asísteme en
mi última agonía, para que pueda yo encontrarte
en el Cielo juntamente con el Hijo.

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Domus Dei

OREMOS
Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después
de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste
perpetuamente asociada: te ruego que me
alcances fortaleza para sufrir por mis pecados,
como tú sufriste por los nuestros, a fin de que,
crucificando mis pasiones y concupiscencias en
la Cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por
el camino de mi vida, caminando en pos de mi
Señor y perseverando constantemente a tu lado,
oh Madre mía, al pie de la Cruz de tu Hijo, viva
siempre y muera contigo, redimido y santificado
por la sangre preciosísima de nuestro Redentor.
También te pido, por tus dolores, que oigas mi
petición en esta novena y, si conviene para el bien
de mi alma, me la concedas, Por Jesucristo
Nuestro Señor.

CONSIDERACIÓN

Se lee la consideración de día correspondiente

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Domus Dei

GOZOS Contemplando la
agonía
Ave de penas María, De María ante la
Consuelo de Pasión?
pecadores, por tus ¿Habrá un corazón
siete dolores, humano
amparadnos Madre Que no compartiese
mía hermano
Tan profunda
transfixión?
Ante el hórrido Madero
Del Calvario lastimero,
Golpeado,
Junto al Hijo de tu
escarnecido,
amor,
Vio a su Cristo tan
¡Pobre Madre
querido
entristecida!
Sufrir tortura tan cruel,
Traspasó tu alma
Por el peso del pecado
abatida
De su pueblo
Una espada de dolor.
desalmado
Rindió su espíritu El.
¡Cuan penoso, cuán
doliente
Dulce Madre, amante
Ver en tosca Cruz
fuente,
pendiente
Haz mi espíritu
Al Amado de tu ser!
ferviente
Viendo a Cristo en el
Y haz mi corazón igual
tormento,
Al tuyo tan fervoroso
Tú sentías el
Que al buen Jesús
sufrimiento
piadoso
De su amargo
Rinda su amor
padecer.
fraternal.
¿Quien hay que no
lloraría

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Domus Dei

Oh Madre Santa, en De Jesús la muerte


mi vida austera
Haz renacer cada Quiero en mi pecho
herida llevar.
De mi amado
Salvador, Sus llagas en mi
Contigo sentir su pena, imprimidas,
Sufrir su mortal Con Sangre de sus
condena heridas
Y su morir redentor. Satura mi corazón
Y líbrame del suplicio,
A tu llanto unir el mío, Oh Madre en el día del
Llorar por mi Rey tan juicio
pío No halle yo
Cada día de mi existir: condenación.
Contigo honrar su
Calvario, Jesús, que al llegar mi
Hacer mi alma su hora,
santuario, Sea María mi
Madre, te quiero pedir. defensora,
Tu Cruz mi palma
Virgen triunfal,
Bienaventurada, Y mientras mi cuerpo
De todas acabe
predestinada, Mi alma tu bondad
Partícipe en tu pesar alabe
Quiero ser mi vida En tu reino celestial.
entera,

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Domus Dei

ORACIÓN FINAL

Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo


estuviera a su lado junto a la cruz, participando en
sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada
con María a la pasión de Cristo, merezca también
participar en su gloriosa resurrección.

Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando


nuestra cruz de cada día. Compadécete de nuestros
dolores, como nosotros nos compadecemos de los
tuyos, y acompáñanos como acompañaste a tu Hijo
Jesucristo, nuestro Señor, en el camino doloroso del
Calvario.

Eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a


sufrir con amor y esperanza, con paciencia y
aceptación, para que nuestro dolor, asociado al tuyo
y al de tu Hijo, tenga valor redentor y en las manos
de Dios, nuestro Padre, se transforme en gracia para
la salvación del mundo.

Padre, Tu quisiste que la madre de tu Hijo, llena de


compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue
glorificado. Concede a tu Iglesia, que comparte la
Pasión de Cristo, participar de su Resurrección. Te
lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

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Domus Dei

PRIMER DÍA
MARÍA DA A LUZ A JESÚS EN UN PESEBRE

"José, que pertenecía a la familia de David, salió


de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a
Belén de Judea, la ciudad de David, para
inscribirse con María, su esposa, que estaba
embarazada. Mientras se encontraban en
Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María
dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el albergue". (Lc. 2,4-7)

Oh Virgen Dolorosa, siendo tú árbol florido y


fructuoso, fuiste tan afligida, y yo árbol seco e
inútil, quiero vivir regalado y soy impaciente de
toda molestia y adversidad. Te ruego me
concedas espíritu de penitencia, humildad y
mortificación cristiana para imitarte a ti y a tu
amado Hijo, crucificado por mí.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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SEGUNDO DÍA:
MARÍA ESCUCHA AL ANCIANO SIMEÓN

"Su padre y su madre estaban admirados por lo


que oían decir de él. Simeón, después de
bendecirlos, dijo a María, la madre: 'Este niño
será causa de caída y de elevación para muchos
en Israel; será signo de contradicción, y a ti
misma una espada te atravesará el corazón'..."
(Lc. 2,34-35).

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste


cuando el anciano Simeón te profetizó las
contradicciones con que el mundo había de
perseguir a tu Hijo, te suplico no permitas que
yo me encuentre entre los mundanos enemigos
de tu Hijo, sino entre los que profesan
dócilmente su doctrina y la reflejan en sus
costumbres verdaderamente cristianas, para
que sea también de aquellos a quienes Él será
resurrección y vida.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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TERCER DÍA:
MARÍA HUYE A EGIPTO

"Después de la partida de los magos, el Ángel


del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
“Levántate, toma al niño y a su madre, huye a
Egipto y permanece allí hasta que yo te avise,
porque Herodes va a buscar al niño para
matarlo'. José se levantó, tomó de noche al niño
y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció
hasta la muerte de Herodes". (Mt, 2, 13-15)

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste


cuando el soberbio y ambicioso Herodes quiso
dar muerte a tu Hijo, que venía a darnos vida,
líbrame de toda ambición y soberbia y haz que,
en vez de arrojar de mi lado a tu Hijo, le llame a
mí, y, pospuestos todos mis intereses, le haga
reinar sobre mí, siendo yo su vasallo fiel y
obediente, para reinar con él en la gloria.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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CUARTO DÍA:
MARÍA BUSCA A JESÚS PERDIDO EN EL
TEMPLO

"Sus padres iban todos los años a Jerusalén en


la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió
doce años, subieron como de costumbre, y
acabada la fiesta, María y José regresaron, pero
Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se
dieran cuenta. Creyendo que estaba en la
caravana, caminaron todo un día y después
comenzaron a buscarlos entre los parientes y
conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a
Jerusalén en busca de Él. Al tercer día, lo
hallaron en el Templo en medio de los doctores
de la Ley, escuchándolos y haciéndoles
preguntas. Y todos los que lo oían estaban
asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su
madre le dijo: 'Hijo mío, ¿por qué nos has hecho
esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos
angustiados'. Jesús les respondió: '¿Por qué me
buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme
de los asuntos de mi Padre?'. Ellos no
entendieron lo que les decía. Él regresó con sus
padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba estas cosas en su corazón. Jesús
iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
gracia delante de Dios y de los hombres". (Lc.
2,41-52)

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Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste


cuando perdiste a tu Hijo en Jerusalén y
estuviste tres días buscándole, te suplico que
nunca yo le pierda por el pecado y que, si le
pierdo, le busque con arrepentimiento, y
buscándole, le halle con la sincera confesión en
el templo y le conserve con verdadera religión.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

QUINTO DÍA:
MARÍA SE ENCUENTRA CON JESÚS EN LA
CALLE DE LA AMARGURA

Había también unas mujeres mirando desde


lejos, entre ellas, María Magdalena, María la
madre de Santiago el menor y de Joset, y
Salomé, que le seguían y le servían cuando
estaba en Galilea, y otras muchas que habían
subido con él a Jerusalén. (Mc 15,40-41)

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste


cuando por la calle de la Amargura
acompañaste a tu Hijo hasta el Calvario, haz
que yo también le acompañe, llevando la cruz
que su providencia me ha dado, con humilde
paciencia y digna constancia, sufriendo bien
todas las molestias que vengan de mis prójimos.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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SEXTO DÍA:
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ

"Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la


hermana de su madre, María, mujer de Cleofás,
y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de
ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo:
'Mujer, aquí tienes a tu hijo'. Luego dijo al
discípulo: 'Aquí tienes a tu madre'. Y desde
aquel momento, el discípulo la recibió en su
casa". (Jn. 19,25-27).

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste


cuando viste a Jesús clavado en la cruz,
concédeme que yo me aproveche de los frutos
de su pasión, que sea un cristiano verdadero,
crucificado con Cristo, y que considere como
una honra el padecer y sufrir algo por ser
cristiano y practicar las virtudes cristianas.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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SÉPTIMO DÍA:
MARÍA VE A JESÚS MORIR EN LA CRUZ

"Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró. El


velo del Templo se rasgó en dos, de arriba
abajo. Al verlo expirar así, el centurión que
estaba frente a él, exclamó: '¡Verdaderamente,
este hombre era Hijo de Dios!. Había también
allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre
ellas estaban María Magdalena, María, la madre
de Santiago el menor y de José, y Salomé, que
seguían a Jesús y lo habían servido cuando
estaba en Galilea; y muchas otras que habían
subido con Él a Jerusalén". (Mc. 15,37-41).

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste al


recibir a tu Hijo muerto y bajado de la cruz, te
suplico me alcances el perdón de mis culpas,
que fueron la causa de su muerte, y que sus
heridas se graben profundamente en mi
memoria y mi corazón, como testimonio de su
amor, para que le ame hasta la muerte.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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OCTAVO DÍA:
SEPULTURA DE JESÚS Y SOLEDAD DE
MARÍA

"Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea,


llamado José, que también se había hecho
discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para
pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se
lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia y lo depositó en
un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en
la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la
entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena
y la otra María estaban sentadas frente al
sepulcro". (Mt. 27,57-61).

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor con que


acompañaste a tu Hijo a la sepultura y allí le
dejaste sepultado, concédeme que yo muera
con los auxilios de la religión y sea sepultado
entre los fieles cristianos con Cristo, para que,
en el día del juicio, merezca resucitar con los
verdaderos cristianos y ser llevado a la derecha
de Cristo.

(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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NOVENO DÍA:
EL DOLOR DE MARÍA SE CONVIERTE EN
ALEGRÍA
"Las mujeres que habían venido de Galilea con
Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y
vieron como había sido sepultado. Después
regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes,
pero el sábado observaron el descanso que
prescribía la Ley. El primer día de la semana, al
amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los
perfumes que habían preparado. Ellas encontraron
removida la piedra del Señor Jesús. Mientras
estaban desconcertadas a causa de esto, se les
aparecieron dos hombres con vestiduras
deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor,
no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les
preguntaron: '¿Por qué buscan entre los muertos al
que está vivo? No está aquí, ha resucitado.
Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en
Galilea Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores, que sea
crucificado y que resucite al tercer día'. Y las mujeres
recordaron sus palabras". (Lc. 23,55; 24,1-8).

Oh Virgen Dolorosa, concédeme que así como tú,


por tus dolores, recibes gran gloria en el cielo y
triunfas allí como reina gloriosa de los mártires, así
yo también, después de una vida mortificada con
Cristo, merezca vivir eternamente en la gloria,
dichoso con Cristo. Concédeme, oh Reina de los
mártires, vivir en la cruz con paciencia, morir en la
cruz con esperanza y reinar por la cruz con gloria.
(Padre nuestro, Dios te salve, Gloria.)

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