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LITERATURA DE VIAJES (SIGLOS XVIII Y XIX)

Milagros González Álvarez, licenciada en Filología Hispánica


Una aproximación al concepto de literatura de viajes

Muchos autores han intentado definir la literatura de viajes, pero no parece

haberse dado con la fórmula que comprenda la variedad de aspectos que este género

encierra y que comprende no sólo los libros de viaje, sino también otros tipos de

escritura en verso y en prosa: crónicas, diarios, epistolarios, memorias o autobiografías.

Partiendo de la evidencia de que lo más importante en esta literatura es que nos

proporciona la experiencia de lugares nuevos, Dieter Wanner1 hace una reflexión

importante: "Desde la perspectiva del observador consciente los viajes normalmente

implican un mundo exterior que cambia, mientras que la identidad del observador se

mantiene básicamente". A nuestro parecer, es aquí precisamente donde se produce la

literatura de viaje, en la proyección del escritor sobre el espacio que recorre,

distanciando su escritura de la simple guía.

Villar Dégano2 establece una distinción entre literatura de viajes y libros de

viajes, afirmando que estos últimos son un género peculiar y fronterizo que encaja

perfectamente en el subsistema "que se ha dado en llamar paraliteratura"; para él ambos

grupos tienen constantes interferencias, por lo que el criterio de literariedad no sería

pertinente para establecer su naturaleza, siendo en cambio la intencionalidad y la

función los rasgos que establecen contrastes clarificadores entre lo experimentado-

utilitario, que encontraríamos en los libros de viajes, y lo estrictamente inventado-

placentero, que sería propio de la literatura de viajes. Este criterio "utilitario" serviría,

en una primera aproximación, para deslindar los viajes reales de la ficción literaria; pero

conviene que nos detengamos más en ese carácter fronterizo o híbrido que casi todos

los autores señalan al tratar el género.

1
Wanner, D. "Excursión en tomo al viaje" en Literatura de Viajes. El Viejo Mundo y el Nuevo, S. García
Castañeda (coord.). Madrid.Castalia-Ohio State University, 1999, pág. 18
2 Villar Dégano J. F. "Paraliteratura y libros de viajes".Compás de letras n° 7,1995,15-32.
Relaciones e interferencias

Autobiografía: La relación del libro de viajes con la autobiografía es muy próxima: su

escritura se hace en primera persona, dándose la identidad de autor-narrador-personaje

(viajero) que, como sabemos, son condiciones básicas en la delimitación del género

autobiográfico. Al igual que ocurre en éste, el libro de viajes está sometido a la prueba

de la verdad, quizá en mayor grado, porque su discurso no sólo intenta transmitir una

información objetiva y veraz, sino que se apoya muy frecuentemente en otros de

índole científica (así las digresiones históricas o las descripciones botánicas,

industriales, etc.); es decir, son textos referenciales que pretenden aportar información

sobre una realidad exterior al texto, con lo que pueden ser sometidos a contraste por

parte del lector. Además de estas concomitancias, el autor de un libro de viajes,

conscientemente o no, va marcando en él su personalidad, carácter e ideología a través

de opiniones, juicios y elecciones3. En este sentido, Isabel Freire4 señala cómo los libros

de viajes de Emilia Pardo Bazán constituyen una fuente muy rica para el conocimiento de

la escritora, puesto que puede observarse su ideología desde una perspectiva diacrónica.

Literatura epistolar: Otro punto de acercamiento entre ambos géneros es la forma que

empiezan a adoptar las crónicas de viaje a partir del último cuarto del siglo XVII: la

carta5, de prestigioso abolengo en nuestra literatura. No obstante, es en el siglo XVIII,

tras la aparición y afianzamiento en España de la prensa periódica, cuando el maridaje

3 Este aspecto es destacado por Rubio Cremades en su trabajo "Recuerdos de viaje (...) de Mesonero
Romanos". En Literatura de Viajes...,(1999),págs. 159-168.
4 Freire López, I. "Los libros de viajes de Emilia Pardo Bazán: el hallazgo del género en la crónica
periodística". En Literatura de Viajes..., (1999) págs. 203-212.
5 Belén Tejerina, da como punto de partida el Nouveau voyage d'ltalie, de M. Misson , redactado en
1688. En su introducción a Viaje a Italia, de L. Fernández de Moratín. Madrid: Espasa Calpe (1991), pág.
10
entre literatura viajera y género epistolar queda sellado con firmeza en la literatura

española, según afirma Darío Villanueva6. La causa sería de índole práctica pues la

forma epistolar, como el ensayo reducido, se adaptan perfectamente a este tipo de

publicación por sus reducidas dimensiones y la variedad temática que admiten; en el

caso de la carta se adapta además con verosimilitud a la situación del caminante.

Destinados o no a su publicación en la prensa, muchos son los relatos de viaje que

adoptan la técnica epistolar: desde el Viaje de España o Cartas en que se da noticia...

de don Antonio Ponz, dieciocho volúmenes que empiezan a publicarse en 1771, de

gran repercusión y cuyo tono huye de la referencia personal; hasta las muy distintas, de

carácter íntimo, de Juan Valera que se publican a partir de 1857.

Ficción literaria: Cuando en el relato de viajes se acentúa la subjetividad a costa de

la objetividad pasamos a un género distinto: la ficción literaria. Racault7 señala cómo

el último cuarto del siglo XVII vio aparecer una forma nueva de relato imaginario,

caracterizado por la búsqueda de un realismo formal, que tiene como punto de partida dos

circunstancias simultáneas: la crisis de la novela y la aceptación del libro de viajes. El

resultado será el viaje imaginario, cuya naturaleza y variedad en el siglo XVIII analiza

García Gual8, señalando hitos como Los viajes de Gulliver, de Swift; Robinson Crusoe,

de Defoe o el Viaje sentimental de Sterne, donde ya no se necesitan los escenarios

exóticos y lejanos de los anteriores porque el humor y las impresiones del viajero lo son

todo. Un paso más en este sentido será la obra de Xavier de Maistre, cuyo título Voyage

autour de ma chambre, es suficientemente explícito. Sobre la estructura del relato de

6 Villanueva, D. "Ponz, Jovellanos, Bécquer". En El polen de ideas. Barcelona: PPU (1991), págs. 205-
226
7 Racault, J. M. "Les jeux de la vérité et du mensonge dans le profaces des recite de voyages imaginaires
á la fin de l'Age classique (1676-1726)". EnMétamorphoses du récit de voyage. Geneve.Slatkine (1986),
págs. 82-109
8 García Gual, C. "Viajes novelescos y novelas de viajes a fines del siglo XVIII". En Literatura de
Viajes..., (1999) págs. 95-104.
viajes la literatura ha ido desarrollando diferentes modelos: el relato utópico, los

viajes imaginarios en el tiempo, pasado o futuro, o bien el viaje soñado.

Pero no es solamente por la adopción de determinados procedimientos

narrativos por lo que se aproximan la realidad y la ficción: continuamente hay

deslizamientos y estados intermedios. Además, Racault advierte sobre aquellos viajes

ficticios recibidos como verdaderos, uno de cuyos ejemplos sería el famoso Relación

del viaje de España de Mme. d'Alnoy, responsable de muchos de los clichés que los

viajeros del XIX buscarán en su visita a España..

Sería conveniente señalar también el acercamiento del libro de viajes a la

historia pues, como señala Soledad Porras9, en la actualidad es una abundante y precisa

fuente histórica que contribuye a revalorizar esta literatura.

9 Porras, S. "Concepto y actualización de la literatura de viajes. Viajeros en España en el siglo


XIX".Castilla 20, (1995) págs. 181-188.
Elementos que caracterizan la literatura de viajes

Como criterio para su recopilación bio-bibliográfica, García-Romeral10 señala los

rasgos que definen el libro de viajes "como documento distinto de otros documentos":

- Experiencia directa del autor

- Predomina el verbo en primera persona y hay coincidencia entre narrador y

viajero.

- Linealidad cronológica en la narración: siempre se establece un inicio que

coincide con el principio del viaje y un final que suele coincidir con su término.

-
Predominio de la descripción sobre cualquier otro recurso retórico, siendo la

tendencia a destacar lo diferente desde el punto de vista del viajero11

-
Intersección de discursos: objetivo (descripción) y subjetivo (interpolaciones,

digresiones, datos, citas, etc.), lo que da lugar a una mezcla de lenguajes.12

- Inexistencia de personajes, caracterizándose solamente tipos socioculturales, a

excepción de grandes personalidades.

- Género multiforme que adopta diversas formas: memorias, diarios, cartas,

artículos, guías, etc.

10 García-Romeral, C. Bio-bibliografia de viajeros españoles (sigloXIX). Madrid.Ollero & Ramos


(1995), págs. 14-15.
11 En este sentido seria un ejemplo perfecto el "color local" de Gautier en su Viaje a España.
12
Hay que señalar que muchos de estos relatos están escritos por naturalistas, ingenieros, marinos y
diplomáticos como puede comprobarse en la recopilación de García-Romeral, ob. cit.
Por su parte, Villar Dégano, tras subrayar la necesidad de la experiencia

directa y la presencia de una serie de clichés retóricos que proceden de la tradición

libresca y la imitación de otros libros de viajes, destacando la información utilitaria,

porque "en un libro de viajes se cruzan muchos saberes"13 y, sobre todo, su funcionalidad

múltiple: ética (los libros de peregrinación), ideologizadora (los ultramarinos), ilustradora

(los turísticos, próximos a las guías, con grado cero respecto a la literariedad), didáctica

(cronistas) o evasiva (de aventuras).

Sin embargo, a nuestro entender, la mayoría de los rasgos que hemos señalado

hasta aquí podrían aplicarse a otros géneros literarios, porque la presencia del yo y la

experiencia vivida, considerados fundamentales, como ya hemos visto, son comunes a

la autobiografía; entonces podríamos concluir que la literatura de viajes añade al yo una

cualidad que transforma su naturaleza: el espacio cambiante. El tratamiento del espacio

será de importancia capital para que el relato rebase la frontera que separa la escritura

informativa, impasible (fundamentada en la descripción) de la literaria, donde la

proyección de la subjetividad se manifiesta oblicuamente a través de la metáfora y la

metonimia14; el espacio se transforma en receptor y transmisor del yo, manifestación

psicológica de gran alcance para la comprensión del "itinerario interior" del viajero.

13
Villar Dégano, ob. cit. Este aspecto queda señalado igualmente en el trabajo de López Alonso: "Hay en
estos textos una cuidada focalización de los objetos, lo que permite informar, a su vez, al lector del saber
acumulado". En "Viaje y representación espacial".Compás de letras, n" 7, 33-45.

14 Así lo pone de manifiesto López Alonso: "La dimensión perceptiva del espacio enlaza la noción de
cambio de lugar con la transformación mental que ello supone". Ob. cit, pág. 45.
Evolución histórica

El viaje es una pulsión. Razones de diversa índole, desde la simple

subsistencia, hasta motivaciones políticas, religiosas o comerciales empujan al hombre

desde siempre fuera de sus horizontes originarios. Desde la Antigüedad, pasando por las

Crónicas medievales, la fama del libro de Marco Polo o los diarios y narraciones

resultantes del descubrimiento de América, la literatura de viajes ha sido abundante. Pero

es dentro del periodo que estudiamos cuando el viaje empieza a dibujarse como actividad

intelectual digna de ser escrita, expansión del espíritu que necesita comunicarse, con una

intención didáctica al principio, que va derivando hacia lo artístico en la mitad del siglo

XVIII, para acabar resueltamente en un artificio literario con el romanticismo. El

siglo XIX verá grandes cambios en el modo de viajar y en sus relatos podemos pasar de la

diligencia al asombro del globo aerostático y, fundamentalmente, a la aparición de la

máquina de vapor que contribuirá a una difusión de la práctica del viaje entre amplias

capas de la sociedad lo que provocará el auge de guías y relatos.

El siglo XVIII tiene una gran producción de literatura de viajes en Europa: muchos

intelectuales ilustrados viajaron por ella; entre los motivos que les impulsaban a ello,

estaba la costumbre del grand tour, itinerario obligado para completar la educación de la

aristocracia y que comprendía Alemania, Austria, Francia, Países Bajos y, sobre todo,

Italia, donde se descubren en 1748 las ruinas de Pompeya y Herculano, constituyendo la

verdadera meta del viajero. Pero muchas otras veces el viaje está promovido desde el

poder o alguna institución: el afán de conocimiento enciclopédico que caracteriza el siglo

propicia numerosos viajes en busca de nuevas aportaciones en los distintos campos del

saber. Las guías abundaron, formando parte del equipaje del viajero y algunas tuvieron un

éxito enorme, como la de La Lande, citada por Moratín y a la que remite en alguna
ocasión para ahorrarse descripciones15.

De manera fundamental contribuyeron al interés por el arte y el paisaje

Rousseau, a través de su novela Émile (1762) y Goethe, cuyo Viaje a Italia (1786) quedó

como ejemplo de lo que un auténtico viaje representa. Guillermo Carnero16 afirma que no

hay muchas otras épocas históricas que hayan concedido tanta importancia a los viajes, y

que hay numerosas muestras de que los españoles no se mantuvieron al margen,

editándose en nuestro país varios manuales o guías para el perfecto viajero. También

en la prensa periódica podían encontrarse métodos y recomendaciones, que critican

los viajes frivolos e inútiles17. Entre las razones que moverán a los españoles estará la de

imitar a los europeos y también la de desmentirlos. El talante del viajero es observar y

comparar, descubrir las nuevas realidades con la aspiración de poder incorporarlas a su

propio país, integrarse en Europa. Fabbri18 concede el título de viajero ejemplar, según

el modelo rousseauniano, a Juan Andrés que sabe expresar en sus Cartas familiares las

intenciones comunes a tantos viajeros: hacer justicia a España, admitir la distancia que

la separaba de los demás países europeos y hacer votos para que se incorporara a ellos.

Asegura el mismo autor que "el binomio España-Europa, expresado en los términos

dialécticos de individualidad, confrontación e integración" aparece continuamente en las

obras de los viajeros ilustrados.19

15
Fernández de Moratín, L. Viaje a Italia (edición crítica de Belén Tejerina).Madrid.Espasa Calpe, (1991),
pág. 242. Diremos también, por hacer justicia al autor, que tiene una escritura distanciada, irónica y directa
que puede resultar muy agradable al lector actual.
16
Carnero, G. "Los libros de viajes y las utopías en el siglo XVIII español".Historia de la Literatura
Española, Siglo XVIII (II), V. García de la Concha, dir. y G. Carnero, coord. Madrid.Espasa-Calpe, (1995),
págs. 682-706.
17
Como la de Clavijo y Fajardo [ibid. pág. 685]
18
Fabbri M. "Literatura de viajes".Historia literaria de España en el siglo XVIII, Francisco Aguilar Piñal
(ed.). Madrid.Trotta-CSIC. (1996), págs. 407-423
19
Ibid. pág. 416
En cuanto a los viajes interiores tendrán, en este siglo, un propósito

apologético que es muy de la época. Desde el poder también se subvencionaron viajes

por España; además, para ir a Europa, el viajero se veía obligado a recorrer un trayecto

peninsular más o menos extenso, pero sobre todo los viajes realizados por el interior del

país revelan, según Fabbri, la profunda atención con que el viajero observa su patria:

"signo inequívoco de la voluntad advertida con urgencia de recuperar una identidad

regional y nacional desde demasiado tiempo atrás negada, oscurecida y confundida"20.

Así Ponz, cuyo objetivo es inventariar los monumentos artísticos españoles, pretendiendo

desterrar los "errores comunes" en las valoraciones artísticas, aunque su inquietud de

ilustrado reformista también le lleva a prestar atención a la agricultura; o Jovellanos,

considerado por Darío Villanueva21 eslabón entre Ponz y Bécquer, en cuyos escritos de

ilustrado empieza a aflorar la sensibilidad y el subjetivismo.

El siglo XIX se caracteriza por la atracción que ejerce España, convertida en tema

preferido de la literatura para el viajero europeo; los autores -sobre todo franceses- que

nos visitan, difunden y consolidan una serie de tópicos que deforman la realidad

española.

En otro orden de cosas, afirma Winter que los frecuentes desplazamientos de

los románticos vienen de un tipo de inquietud similar a la que Chateaubriand plasma en

su René (1802): "un sentimiento de vacío interior que se expresará por una multitud de

actos precipitados y febriles en la vida exterior"22. Larra, en su artículo Las

antigüedades de Mérida, bromea explicando su impulso a salir de Madrid: "...de idea

pasajera pasó a idea fija, y no cortado el mal en su principio, debía llegar a ser una

pasión devoradora de mudar de sitio, pasión que indudablemente me hubiera llevado al

20
Ibid. pág. 412
21
Villanueva, ob. cit
22
Winter, J. F. "Les voyages de Lahontan et de Chateaubriand en Amérique. Du fractionnement du monde
á la recherche du moi perdu"..Ies récits de voyage. París.Nizet, (1986), págs. 84-92.
sepulcro como todas las pasiones vehementes, a no verse satisfecha"23. El viajero

romántico no busca solamente conocer el mundo exterior, sino conocerse a sí mismo,

interesado tanto en el presente como en la reconstrucción del pasado que lo explica; con

el paso del tiempo, un costumbrismo cada vez más antropológico irá ganando terreno en

estas publicaciones. Mesonero Romanos en Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en

1840-1841 nos ofrece el aspecto más superficial de esta inquietud: "Entre las diversas

necesidades o manías que aquejan a los hombres del siglo actual, y que ocupan un

lugar preferente en su espíritu, es sin duda alguna la más digna de atención este deseo de

agitación y perpetuo movimiento"24 y parodiando literaturas exaltadas se burla de cierto

tipo de viajero, que busca la vanagloria de contar su experiencia más que disfrutarla: es el

turista convencional que nace en esta época y para el que se editan guías y organizan

viajes; la mayoría de revistas o periódicos incluirán una sección que suele llevar un

título significativo Impresiones de viaje y a la que alude un Valera asombrado al conocer

la publicación de sus cartas: "Usted me dirá que yo no voy a escribir una obra seria sobre

Rusia, sino cartas a un amigo, refiriéndole lo que ahora se llama impresiones de viaje;

mas yo contestaré que estas cartas, que sin escrúpulo de conciencia escribía yo antes,

creyendo que eran para usted solo, me dan hoy notable recelo"25; el mismo recelo que le

producían a Emilia Pardo Bazán las "híbridas obrillas viatorias, las Impresiones....''; sin

embargo, doña Emilia encuentra su medio de escribir el viaje en la crónica periodística

y defiende la necesidad de escribir deleitando: "únicamente lo culminante...lo que puede

herir la imaginación o recrear el sentido con rápida vislumbre, a modo de centella o

chispazo eléctrico...."26, lo que nos lleva a la idea que ya se ha subrayado anteriormente:

la literatura de viajes se produce cuando la subjetividad se proyecta en el espacio

23
Larra, M. J. Artículos de costumbres. Madrid.Espasa Calpe, (1973), pág. 72
24
Mesonero Romanos, R. Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840-1841.
http://cervantesvirtual.com
25
Valera, J. Correspondencia (Obras Completas. T. III)..http://cervantes.virtual.com., carta de 1 de enero
de 1857 a don Leopoldo Augusto de Cueto
26
En Freire López, ob. cit. pág. 203 y 207
recorrido; saber transmitir la tensión entre el interior estable y el apremiante estímulo

exterior requiere destreza en el lenguaje poético lo que, indudablemente, no es inherente a

la condición de viajero sino a la cualidad de la sensibilidad artística.

El tono que fue adoptando esta literatura y el interés que el público le prestó

en el siglo XIX es rastreable a través de su aspecto editorial; no sólo los periódicos

incluyen sección fija, Rubio Jiménez27 estudia las publicaciones "artístico-literarias"

que combinaban texto literario y cuidadas ilustraciones: la pionera Recuerdos y

bellezas de España fue modelo para otras muchas que tuvieron su origen sobre todo

en Cataluña; el éxito de los relatos de viaje impulsa a muchos escritores a ensayarlo28.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con la producción del XVIII porque "la conciencia del

género y la intencionalidad literaria eran indudablemente menores entre los autores

españoles que en otros países europeos"29. A pesar de que las relaciones de viaje

españolas van siendo conocidas por la labor de los investigadores30, es muy probable que

queden cuantitativamente por debajo de las contribuciones europeas; afirma Fabbri31

que la causa no se debe a que los españoles viajasen menos, sino a que durante mucho

tiempo fueron reacios a escribir sus experiencias de viaje por razones de carácter

político, histórico o psicológico; pero al mismo tiempo reconoce que los críticos y

lectores no han prestado atención a estas obras hasta fechas recientes; es posible,

entonces, que nuevos estudios alteren esta valoración.

27
Rubio Jiménez, J. "El viaje artístico-literario: una modalidad literaria romántica".Romance Quarterly 39,
1992, págs. 23-31.
28
Ayala, Á. "Viaje a China, de Enrique Gaspar". En Literatura de Viajes..., (1999), págs. 231-239.
29
Camero, ob. cit. pág. 687
30
Ilustra bien este aspecto el estudio de Ana Freire del que da cuenta en "Fray Juan Fernández de Rojas y
el Viaje pintoresco e histórico de España".Cflíf/7/fl 9-10, (1985), págs. 15-22.
31
Fabbri, ob. cit.
12

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