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EL SINTOMA
El síntoma representa lo que no se dice, es el lenguaje del cuerpo que hay que saber escuchar.
El yo quita la carga instintiva de la represión que reprime y hace que la idea de este impulso
quede en el incosciente
Existe una disposicon a la angustia proveniente de efectos muy primitivos, esta angustia no es
nueva, sino que es la reproducción de una huella mnémica que existía anteriormente, porque
las emociones se encuentran integrados en la psique provenientes de hechos traumaticos
arcaicos que se actualizan simbólicamente en situacione similares.
La represión puede surgir de dos hechos distintos: frente a una percepción que genera un
impulso intintivo que no se desea y cuando emerge desde el interior sin estimulo externo.
El síntoma aparece cuando al impulso instintivo lo bloquea la represión, sin embargo, a pesar
de la represión, este impulso puede encontrar un sustitutivo que no proporciona ningún placer
y adquiere un carácter compulsivo.
Este proceso sustitutivo, puede ver obstaculizada su descarga por medio de la acción y
entonces es obligada a agotarse produciendo alteraciones en el cuerpo.
La lucha para defenderse del impulso instintivo que no se desea, finaliza con la formación de
síntomas, que ponen en evidencia las transacciones entre la necesidad de satisfacción y la
necesidad de castigo.
De esta manera se produce una adaptación al síntoma que sirve como impedimento de la
función que el sujeto teme enfrentar, volviéndose cada vez más importante al yo que ha
conocido sus ventajas.
Según coderch el término “síntomas” se utiliza para designa, por una parte, aquellas
experiencias de las que el sujeto se lamenta por sentirlas como dolorosas o, a su parecer,
indispensables, y por otra, aquella anomalías del estado de ánimo, el pensamiento o la
conducta detectadas por el observador, sea este clínico o psicoterapeuta.
En el campo de la medicina estas anomalías observadas desde el exterior son llamadas signos.
De acuerdo con la teoría psicoanalítica, todos los síntomas psíquicos deben ser comprendidos
desde cuatro perspectivas metapsicológicas:
Dinámica
Económica
Estructural
Genética
Todas ellas presuponen que los síntomas psíquicos son la consecuencia del esfuerzo, por parte
del aparato psíquico, para adaptarse a los conflictos emocionales inconscientes y a la ansiedad
que es generada por tales conflictos.
El síntoma es una formación del yo. Este es el encargado de mediar entre pulsiones instintivas,
la realidad externa y el superyó. Cuando dicha mediación fracasa, el yo, en lugar de realizar
una adecuada adaptación a estas dos realidades, externa e interna, que son el mundo
circundante y el superyó, crea el síntoma. En él se enfrenta al impulso erótico y al destructivo,
pero, al mismo tiempo, intenta satisfacerlos de alguna manera. Esta creación del yo, que es el
síntoma, es pues, una construcción doble, ya que, por una parte, tiende a gratificar las
pulsiones del ello y por otra parte, a rechazarlas de acuerdo con las exigencias del superyó.
Desde el punto de vista pulsional, el síntoma representa una afirmación y una negación de las
pulsiones reprimidas, y, desde el punto de vista del yo. Es un rechazo y una gratificación de las
mismas.
Avila, manifiesta que aceptar la sexualidad infantil es también aceptar un modo de hacer
síntomas. El concepto de síntoma está vinculado a una situación traumática infantil de origen
sexual, y es entendido como expresión de lo reprimido.
Por ello se contempla la compresión del mismo desde la asunción del inconsciente. El síntoma
expresa un deseo inconsciente que encuentra su vía de salida a través de la disfunción en el
cuerpo, el pensamiento, el aprendizaje, las relaciones sociales. Los hobbis, los ideales el placer
en las cosas, el deseo es registro de lo manifiesto y de lo latente, la queja manifiesta y el deseo
inconsciente que la mantiene.
Lo que se dice y lo que se oculta, porque lo que se disfraza, tapa, niega o transforma en lo
contrario, al final produce el malestar que impele a pedir ayuda, a realizar una demanda, a
solicitar un tratamiento.
Freud postula que cada cultura genera sus propios malestares. Por ello los síntomas cambian,
aparecen con expresiones distintas e incluso desaparecen unos y aparecen otros. Los índices
de prevalencia e incidencia cambian en función de las épocas y en función de las culturas en
una misma época.
Salas (1995), indica que no hay cultura sin malestar, pero no todo malestar es un enfermedad,
el diagnostico está al servicio de conocer los malestares de la cultura que nos toca vivir las
respuestas que en la sociedad se propugnan. Debido a que en nuestro momento cultural
actual el médico de atención primaria recibe las quejas de dicho malestar, la medicación de la
salud mental se ha incrementado, y desde el biologicismo se da respuesta a dicho malestar. La
farmacología es la respuesta al síntoma. Y por eso es crucial no reducir el diagnostico a lo
medico sino considerar los dos planos: biológico y psicológico, ambos expresados socialmente.
Conocer las causas de los hechos clínicos es al diagnostico como promover el cambio es a la
psicoterapia.
Dejar hablar a los síntomas y no enmudecerlos prematuramente posibilita llegar a los núcleos
conflictivos del sujeto y a las fallas por déficit en la integración de la identidad.
Freud toma al síntoma como punto de partida. Para él, el síntoma es el resultado de la pugna
entre dos instancias, lo consciente y lo inconsciente.
El síntoma resalta un saber que hay que descifrar que hace signo de actividad, de un saber en
suspenso, por lo que es necesario crear los medios para poder acceder a aquello que hasta
entonces parecía inaccesible. La imputación de un nuevo tipo de saber a la histérica, marca así
un cambio radical en tanto establece un nuevo lazo social que completa el síntoma,
permitiendo el despliegue de la palabra, al situar a la verdad como causa oculta de la que el
clínico no sabe nada, pero desea llegar a saber.