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Cortando en pedazos a Agag

Escritura: 2 Corintios 1:2, Romanos 6:14-17

Código: 80-128

John MacArthur

Hace un momento en el servicio, leímos el Salmo de la mañana y fue el Salmo 38. Y ese
Salmo 38 está lleno de los sentimientos de una conciencia culpable. En el versículo 2 dice:
“Porque Tus saetas cayeron sobre mí, Y sobre mí ha descendido Tu mano. Nada hay sano
en mi carne, a causa de Tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado. Porque mis
iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; Como carga pesada se han agravado sobre
mí. Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado
en gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada
hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la
conmoción de mi corazón.” Los sentimientos de una conciencia culpable, un contraste
fuerte con lo que el apóstol Pablo nos ha dicho en 2 Corintios capítulo 1, versículo 12.

Quiero continuar estudiando este asunto de la conciencia y el pecado en la vida del creyente
y en 2 de Corintios capítulo 1, versículo 12, Pablo, realmente al otro lado del espectro del
salmista dice: “Porque nuestra gloria es esta el testimonio de nuestra conciencia que con
sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana sino con la gracia de Dios nos
hemos conducido en el mundo y mucho más con vosotros.” Pablo estaba disfrutando el
tener una conciencia limpia, una buena conciencia. El salmista estaba sintiendo la agonía de
una conciencia acusadora.

Hemos estado estudiando en 2 Corintios capítulo 1 esta pequeña sección desde el versículo
12 hasta el 14; y nos hemos enfocado en el sistema de advertencia del alma, la cual es la
conciencia. Como hemos aprendido, la conciencia produce culpabilidad, vergüenza,
ansiedad, incomodidad, temor, duda, enfermedad física y dolor y otras experiencias de
depresión cuando el estándar o la norma más elevada conocida de conducta moral es
violada. La conciencia nos es dada a nosotros como un regalo por parte de Dios para
advertirnos acerca de lo que devasta al alma. El apóstol Pablo estaba viviendo una vida
santa y por ello, tenía una conciencia limpia que no lo acusaba. Él no era perfecto, pero
tenía victoria sobre el pecado en su vida.

Ningún cristiano puede dar testimonio, un testimonio honesto del hecho de que cuando se
volvió un cristiano el pecado fue borrado. No es así. La tendencia a pecar todavía existe en
nuestras vidas. Aunque somos salvos, todavía pecamos y peor aún, todavía derivamos
placer de nuestro pecado. Todavía luchamos con hábitos pecaminosos, no sólo actos
pecaminosos aislados. Y algunas veces, caemos en pecados vergonzosos, escandalosos.
Nuestros pensamientos y nuestras palabras no siempre son lo que deben ser. Nuestro
tiempo con frecuencia es desperdiciado en búsquedas frívolas y mundanas. Nuestras mentes
y nuestros deseos con frecuencia están enfocados en cosas pasajeras. Nuestros corazones
con frecuencia se enfrían hacia cosas santas y evangélicas.
Y podríamos hacer la pregunta: ¿por qué es esto así? Si regresamos a Romanos capítulo 6
podríamos concluir que todo debería ser diferente. El versículo 14 de Romanos 6 dice:
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la
gracia.” En el versículo 17 dice: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del
pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” Si de hecho el
pecado no tiene dominio sobre nosotros, si realmente ya no somos esclavos del pecado,
¿por qué no podemos vivir una vida pura y disfrutar de una conciencia limpia? ¿Por qué es
que continúa esta batalla?

Bueno, la respuesta es que todavía hay pecado que permanece dentro de nosotros. Hemos
sido salvos del pago del pecado y Cristo tomó la paga Él mismo al morir en la Cruz, hemos
sido salvados del poder dominador del pecado; y esto es: el dominio poderoso del pecado
sobre nosotros ha sido roto y no tenemos que obedecerlo. Inclusive hemos sido salvos hasta
cierto grado en la actualidad de la presencia del pecado porque ya no está con nosotros en
todo momento en toda expresión. Y algún día, seremos salvos en su presencia en totalidad.
Pero aunque os hemos sido salvos, redimidos y perdonados todavía hay pecado que
permanece en nosotros.

Ahí yace el problema. El problema es que si usted quiere tener una vida pura y por lo tanto,
una conciencia limpia, tiene que enfrentar el pecado que permanece en usted. La pregunta
es ¿cómo lo enfrenta? Quiero tomar una ilustración del Antiguo Testamento. Creo que
puede ayudarnos a tener un retrato vivido de cómo enfrentar el pecado que permanece en
nuestras vidas para que podamos tener una conciencia limpia. Y en lugar de tener la
experiencia del salmista, tengamos la experiencia de Pablo.

Pase a 1 Samuel capítulo 15. Primera de Samuel, capítulo 15. Esta gran historia del
Antiguo Testamento tiene la intención de enseñarnos la seriedad del pecado y la justicia de
la ira santa de Dios en contra del mismo. No quiero pasar por alto esas verdades ni el valor
histórico de esto. Pero quiero tomarlo más bien como una ilustración vívida o analogía de
cómo los creyentes deben enfrentar el pecado.

Veamos el versículo 1 en 1 Samuel 15. “Después Samuel dijo a Saúl: ‘Jehová me envió a
que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de
Jehová.’” Ahora, usted recordará que Saúl fue elegido porque era de hombros arriba más
alto que otros, era de la tribu de Benjamín, era aquel que el pueblo quería que fuera su rey y
el Señor estuvo de acuerdo en permitir que tuvieran al hombre que querían. Debía ser
ungido. Pero había una condición: si él iba a entrar en esta función, tenía que hacer algo; y
era escuchar las palabras del Señor. Él se iba a colocar en una posición en donde iba estar
gobernando al pueblo de Dios y por lo tanto, necesitaba escuchar a Dios quien era su
verdadero soberano.

Y después, aquí él se vuelve muy específico. Aquí esta lo que el Señor tiene que decir y
esto es lo que tienes que escuchar y obedecer, versículo 2: “Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: ‘Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando
subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de
él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.’”
A eso se le llama genocidio. Ve y destruye a una raza entera. Esto realmente no era una
raza sino una tribu entera de personas llamados por un hombre llamado Amalec.

El mandato de Dios era muy claro. Saúl tenía que enfrentarlos despiadadamente a estos
amalecitas. Él no sólo debía matar a los hombres sino también a las mujeres y a todos los
niños y a todos los bebés. Y él, después tenía que matar a todos sus animales. La tribu
entera tenía que ser borrada de la existencia de manera despiadada y cruel. No debían tomar
rehenes y la implicación es que tampoco botín alguno. Ahora, la pregunta que surge de
manera inmediata es ¿por qué un Dios de amor infinito y misericordia y gracia determinó
un juicio tan severo en contra de una tribu pagana?

Permítame ver si puedo responder esa pregunta. Los amalecitas eran una tribu antigua.
Ellos eran nómades y viajaban por todas partes. Y ellos ocuparon el sur de Canaán. Ellos
eran los descendientes de Esaú y por lo tanto, estaban fuera de la línea de la promesa así
como Génesis 36:12 lo indica. Eran los enemigos perennes de los judíos y una vez que los
judíos llegaron a la tierra de Canaán, de hecho, ustedes recordarán cuando los judíos
llegaron a la tierra de Canaán inicialmente, tenían miedo de entrar a la tierra. Usted
recordará que ahí en Cades-Barnea titubearon mucho. Ellos no querían entrar a la tierra.
Tenían miedo debido a la ferocidad aterradora de los amalecitas.

De hecho, fue ahí que ellos desobedecieron a Dios porque estaban tan intimidados por esta
tribu tan feroz, mala y viciosa. Fueron la misma tribu, como se hace referencia aquí, que
atacó a Israel en Refidín. De hecho, fue poco después del éxodo, como lo señala, y esta fue
la famosa batalla registrada en Éxodo 17 cuando Aarón y Ur, usted recuerda, tuvieron que
sostener en alto los brazos de Moisés para que la victoria pudiera venir.

Y se habían involucrado en la guerra en contra de los israelitas de una manera muy


cobarde. Lo que hicieron, como leeremos más adelante, es que atacaron por atrás a esta
masa de humanidad que se estaba moviendo y saliendo de Egipto del éxodo, camino a la
tierra prometida. Los atacaron por la retaguardia, esto es lo que venían por atrás. ¿Y
quiénes eran ellos? Gente de edad, niños pequeños, mujeres embarazadas, personas
enfermas, cualquier persona cansada, débil, desmayándose. Fue una manera cobarde de
atacar por la retaguardia.

Entonces, ellos habían emboscado a Israel masacrando a todos los que se habían quedado
por atrás. Y atacando de esta manera, por atrás, hasta que finalmente se involucraron en la
batalla y esto se nos indica por cierto en Deuteronomio capítulo 25, como lo leeré en tan
sólo un momento. Fue una expresión de su impiedad, su odio hacia Dios, su odio por
aquellas cosas que eran santas, su actitud salvaje hacia otros. Y Dios libró a Israel en ese
día. Y usted recuerda esa historia ahí sosteniendo en alto los brazos de Moisés. Los
amalecitas huyeron y se escondieron. Y en la conclusión de la batalla en Éxodo 17,
versículo 14, Dios le juró a Moisés esto: “Borraré de manera total la memoria de Amalec de
debajo del cielo.” Dios dice que va a borrar de la existencia de manera total a ese pueblo.

Él estaba tan comprometido con esto que Él hizo a este voto parte de la ley mosaica. Está
en el Pentateuco en Deuteronomio 25. Escuche los tres versículos, los últimos tres en el
capítulo 25. “Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de
Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos
los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún
temor de Dios.” Y aquí está la clave. “Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de
todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la
poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides.” Esto debe
suceder. Fue un pueblo aterrador, intimidante, mortal, los amalecitas; y la ira de Dios ardió
en contra de ellos debido a su impiedad.

De acuerdo con Números, capítulo 24, versículo 20, Dios inclusive llamó a un profeta
corrupto Balaam a profetizar su condenación. Jueces capítulo 6, versículos 3 al 5 dice que a
estas personas les gustaba molestar a los judíos. Y los que les encantaba hacer era sobre
todo entrar y destruir sus cultivos. Y claro, esto implicaba destruir su vida y su provisión de
alimentos. Ellos odiaban a Dios. Ellos odiaban a los judíos. Ellos se deleitaban en la
violencia. Ellos eran pecadores viciosos. Y por todo esto y porque Dios había hecho un
voto, Dios iba a destruir a los amalecitas. Y cuando usted llega ahora al texto que yo le
señalé, 1 Samuel 15, es aquí que ha llegado el momento para tomar acción. Y entonces,
Dios ahora dice que Israel tiene un rey y es tiempo de actuar. ‘Ve ahora y ataca a Amalec.’
Saúl y sus ejércitos debían ser el instrumento mediante el cual Dios iba a guardar Su voto y
ellos llevarían a cabo su santa ejecución de una tribu tan feroz, mala y viciosa. Pero la
obediencia de Saúl fue sólo parcial.

Retomemos la narración en 1 Samuel 15, versículo 7. “Y Saúl derrotó a los amalecitas


desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto.” Indica que fue una victoria
devastadora, amplia. Él los mató de extremo a extremo, de adelante hacia atrás, de norte a
sur. Una derrota aplastante. Pero, versículo 8: “Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a
todo el pueblo mató a filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de
las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo
bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.”
Motivados por la avaricia, motivados por el amor al dinero, se quedaron con los mejores
animales, se quedaron con las mejores posesiones, recolectaron el botín de la victoria. Ni
siquiera hicieron un buen trabajo, por cierto, minucioso de ejecutar a los amalecitas.
Muchos de ellos escaparon. Y después, lo peor de todo, perdonaron a Agag. Perdonaron al
rey.

¿Por qué? ¿Por qué es que Saúl había sido tan desobediente? Bueno, no fue sólo
materialismo, en este caso fue orgullo. Aquí había un monarca aterrador de esta tribu quien
era conocido por todos como el peleador y guerrero más grande y victorioso, delante de
quien otros se desmoronaban. Saúl iba a mostrar su gran poder, su gran fuerza al mostrar el
trofeo de Agag diciendo ‘miren lo que tengo, miren a quién derrote’. Fue orgullo y
materialismo. Simplemente fue un corazón malo por parte de Saúl quien de manera abierta
desobedeció a Dios. Pero el pecado fue tan serio que Dios inmediatamente derrocó a Saúl,
lo quitó del trono y a todos sus descendientes para siempre del trono.

Observe en el versículo 23. De hecho, podríamos comenzar en el versículo 22: “Y Samuel


dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a
las palabras de Jehová?” Se acuerda usted que Saúl se había quedado con algunos de los
animales para ofrecerlos como sacrificios y Dios le está hablando a él a través de Samuel
diciéndole: “¿Crees que me interesan los holocaustos? Lo que me interesa es la obediencia.
“Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura
de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e
idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha
desechado para que no seas rey.” El derrocamiento del rey.

Y entonces, él fue depuesto. Un asunto serio. Ahora, vaya al versículo 32. “Después dijo
Samuel: Traedme a Agag, rey de Amalec.” Ahora, usted tiene que saber que de la gente de
Amalec que habían sobrevivido, probablemente de alguna manera estuvieron en contacto
con su rey y mientras su rey estuviera vivo sentían que su pueblo todavía tenía razón de
existir. Su rey estaba todavía vivo, todavía estaban intactos y lo que estaba pasando entre
bambalinas era que los miembros sobrevivientes estaban comenzando a reforzar y revivir la
realidad de su rey. Samuel dijo: “Tráiganme a Agag, rey de Amalec.” Y Agag, pensando
que todo está bien, que ya todo está perdonado, “Y Agag vino a él alegremente. Y dijo
Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte. Y Samuel dijo: Como tu espada dejó
a las mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las mujeres.” Lo cual es otra de
manera de decir que lo va a matar. “Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de
Jehová en Gilgal.”

Es una escena más bien nauseabunda, ¿no es cierto? Fue Dios quien mandó que fuera
hecho. Y Samuel lo hizo delante del Señor y Samuel no era un soldado. Samuel era un
sacerdote. Pero aquí estaba Dios enviando juicio divino a partir de ira Santa en contra del
pecado. A diferencia de Saúl y el resto de los israelitas, Samuel cumplió con los mandatos
del Señor.

Este es un retrato tremendo de la actitud de Dios en contra del pecado. No obstante, y


tristemente, la batalla que supuestamente debía exterminar a los amalecitas, que
supuestamente tenía que borrarlos, terminó antes de que la meta fuera cumplida.
Aparentemente, los soldados estaban preocupados recolectando el botín y asegurándose de
que estuvieran a los escogiendo los animales buenos y separándolos de los malos; y
realmente nunca cumplieron con la misión. Las Escrituras registran que unos años después,
la tribu, con un vigor renovado, atacó el territorio del sur y tomó cautivos a todas las
mujeres y los niños.

Pase al capítulo 30 de 1 Samuel. Versículo 1: “Cuando David y sus hombres vinieron a


Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a
Siclag y le habían prendido fuego. Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los
que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a nadie habían dado muerte, sino se
los habían llevado al seguir su camino. Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he
aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados
cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que
les faltaron las fuerzas para llorar. Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail
la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas.”

Entonces, regresan y este terrible grupo de amalecitas los había vuelto a atacar y en el
versículo 16 de 1 Samuel 30 leemos: “Lo llevó, pues; y he aquí que estaban desparramados
sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel gran botín
que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá.” Estos son los
amalecitas. “Y los hirió David desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no
escapó de ellos ninguno, sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y
huyeron.” Una matanza de 24 horas. Ahora, algunos jóvenes se escaparon, el resto fue
masacrado. “Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó
David a sus dos mujeres. Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de
hijas, del robo, y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David. Tomó
también David todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este
es el botín de David.” David, por la misericordia de Dios, rescató a esas mujeres e hijos
cautivos y todo ese botín de esas personas.

Y como dije, este es un principio tremendo que nos ayuda a entender la actitud de Dios
hacia los pecadores y Su santidad de ira contra el pecado. Pero quiero usar esto
simplemente como una analogía esta mañana. Cuando usted y yo fuimos salvos, en ese
momento, hubo una derrota aplastante del pecado. Una derrota aplastante. De un extremo al
otro, de este a oeste, de norte a sur, nuestro pecado fue aplastado. Pero todavía tenemos
pecados que permanecen. Hay algunos amalecitas que están corriendo en la vida de todos.
Todos tenemos a nuestros Agags. Y el problema en nuestra vida es que nuestro pecado no
ha sido aplastado con una derrota aplastante. Así ha sido. Pero todavía hay pecado que
permanece. Hay algunos amalecitas inicuos que están sueltos en todos nosotros. Y aunque
hubo una derrota grande y gloriosa y triunfal en el momento de nuestra salvación, existe la
necesidad de que los pecados que permanecen sean despedazados. O revivirán. Van a
atacar nuestros corazones y van a quitarnos la fortaleza espiritual. No podemos ser
misericordiosos con los Agags de nuestra vida. No podemos ser misericordiosos con los
pecados que quedan en nuestra vida o de lo contrario se volverán y crearán una
insurrección y una rebelión; e intentarán destruirnos.

De hecho, bien podría ser que como los amalecitas, el pecado que permanece, que queda en
nosotros, con frecuencia se vuelve más feroz, más formidable que nunca antes porque no lo
esperamos. Ciertamente, los hijos de Israel habían pensado que los amalecitas eran un
enemigo derrotado. Su rey había sido hecho pedazos y aquí llegaron. Las Escrituras nos
llaman a enfrentar nuestro pecado como Samuel enfrentó a Agag. A matarlo. Hay pecado
que permanece en nosotros residiendo en nuestra humanidad no redimida, en nuestra carne
y tiene que ser matado. Tiene que ser encontrado y destruido. Y hasta que no hagamos eso,
no vamos a experimentar lo que Pablo experimentó en su confianza valiente acerca de tener
una conciencia santa, sincera y piadosa.

Ahora observe por un momento Colosenses, capítulo 3. Y en Colosenses, capítulo 3,


versículo 5, el texto de hecho dice en el versículo 5: “Por tanto, consideren los miembros de
su cuerpo terrenal como muertos.” Pero la lectura marginal dice: “Hagan morir los
miembros que están sobre la tierra.” Cosas como la inmoralidad, la impureza, la pasión, los
malos deseos y avaricia que es idolatría. Mátenlos. Háganlos morir. No lo pueden hacer
parcialmente. No lo pueden hacer a medias. No simplemente pueden tener una especie de
Agag que queda y dejarlo ahí en algún lugar en su vida. Él va a guiar una rebelión. Tiene
que continuar hasta que la tarea se haya acabado. Pecados, como los amalecitas, tienen una
manera de escapar la matanza reproduciéndose y reviviendo y lanzando ataques
inesperados en nuestras áreas más vulnerables.
Regrese a Romanos capítulo 8, versículos 12 y 13. Versículo 12, Pablo dice: “Así que,
hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis.” Hacer morir las obras del cuerpo es característico de alguien que está viviendo.
En otras palabras, es característico de un creyente el estar matando las obras de la carne, del
cuerpo, estar ejecutando a los amalecitas en su vida y haciéndolo por el poder del Espíritu.
Eso es lo que él está diciendo ahí. Después de declarar victoria sobre el pecado en Romanos
6, él entonces describe la batalla continua con el pecado en Romanos 7. Y ahora, él
describe el triunfo y la experiencia que gana la batalla y silencia o carga la conciencia. Y él
dice: ‘está aquí, es hacer morir a las obras del cuerpo.’ Matar al pecado, despedazándolo
hasta matarlo.

La conducta distintiva de aquellos que son salvos y aquellos que tienen victoria sobre el
pecado es que continuamente están haciendo morir sus obras malas, matándolos.
Mortificando el pecado, como dice una versión. Pablo está diciendo que esa es una
característica de un verdadero creyente. Ellos matan las obras de la carne, matan al pecado.
Un verdadero creyente no va a actuar como Saúl, quien quería consentir y preservar a
Agag. Sino que actuará como Samuel quien lo hizo pedazos sin misericordia. Lo
despedazó. Amados, no pueden domar a la carne. No pueden hacerle una mascota. No
pueden coexistir con ella. No pueden decir ‘bueno, sólo hay unos cuantos que están ahí
afuera, déjenlos sueltos, no van a lastimar a nadie.’ Pablo dice ‘más vale que busquen a
todos y los maten tal como Dios instruyó a su pueblo a hacerlo con estos amalecitas.’
Acción dramática.

Nuestro Señor habló de una acción dramática como esa en varias ocasiones, una de ellas
está en Mateo 5:29 y 30 cuando dijo: “Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y
échalo de ti pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno. Y si tu mano derecha que te es ocasión de caer, córtala y échala fuera de
ti. Porque es mejor que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado
al infierno.” Él no está llamando a una mutilación personal, está llamando a la
mortificación. Es algo semejante. Usted tiene algunas cosas en su vida que usted necesita
matar y Pablo está diciendo esencialmente lo mismo de regreso en Romanos cuando está
hablando acerca de matar al pecado. Pablo nunca le promete a un creyente libertad
inmediata del ataque del pecado. Él no dice que en el gran triunfo todos los amalecitas
murieron. O morirán. Él dice que usted va a tener que seguir matándolos a lo largo de su
vida. Y Pablo no dice que usted puede resolver este problema con un momento de crisis,
una segunda bendición, una segunda obra de gracia, una experiencia de santificación
instantánea. Él no dice eso. Él no dice que usted lo puede resolver con un enfoque pasivo y
dice ‘yo no hago nada y dejo que Dios haga todo. No puedo hacer nada, no voy a hacer
nada. Simplemente me siento. No voy a involucrarme en esto, voy a dejar que Dios lo haga
todo.’ Pablo no dice eso. Y él no sugiere algún punto clave decisivo de re dedicación o de
consagración al final de una invitación después de un sermón.

Él dice que usted tiene que hacer esto continuamente, de manera interminable a lo largo de
toda su vida como lo es notado por el tiempo verbal, hacer morir las obras de la carne.
Tiene que estar moviéndose, matando pecados todo el tiempo. Es una lucha continua, de
manera persistente matando las obras de la carne. Él no está llamando a algún tipo de vida
de dolor físico. Esa no es la idea. Me acuerdo cuando conocí a un hombre que usaba un
cinturón pegado a su carne que estaba lleno de clavos porque quería estarse lastimando e
hiriendo su carne todo el tiempo para que pudiera de alguna manera estar lidiando con sus
pecados. Él no está hablando de eso. Sé de personas en la historia de la Iglesia Católica que
colocaron tachuelas y clavos y rocas en sus zapatos para estar experimentando dolor,
pensando que de alguna manera podían así hacer morir al pecado. Pablo no está llamando a
una vida en la cual usted está aplicándose dolor. Él no está llamando a una privación
monástica. Él no está llamando a una mutilación personal. Él no quiere tener nada que ver
con lo que el castigo externo personal. Más bien, él está describiendo un estilo de vida que
busca matar al pecado, aplastarlo, quitarle su fortaleza, privarlo de su influencia y de esta
manera, dar lugar a una conciencia limpia y buena que da lugar a la paz, al gozo, al
descanso, la seguridad, la certeza y a la esperanza.

Básicamente, la mortificación del pecado, el matar al pecado, involucra el cultivar nuevos


hábitos de piedad combinados con la eliminación de hábitos viejos de pecado. Del lado
positivo, usted comienza a hacer cosas piadosas. Del lado negativo, usted deja de hacer
cosas pecaminosas. Y esa es una lucha constante en la cual debemos permanecer
comprometidos de manera perpetua.

Ahora, las Escrituras nos ofrecen, voy a llevar el mensaje a la conclusión con algunas de
estas cosas, algunas medidas prácticas mediante las cuales podemos destrozar a Agag.
Medios prácticos mediante los cuales podemos matar a los amalecitas que permanecen en
nuestra vida. Y ninguno de ellos es carnal, ninguno de ellos es externo, ninguno de ellos es
mecánico, ninguno de ellos es ceremonial, ninguno de ellos es ritual. No tiene nada que ver
con candelas y ceremonias. No tienen nada que ver con algún tipo de cosas de esas. John
Owen, el gran pensador y escritor de los tiempos puritanos observó que la mayor parte del
sistema religioso católico romano consistía, y cito: “de maneras erróneas y medios
equivocados de mortificación.” Fin de la cita. Él dijo ‘estos católicos, siempre están
tratando de mortificar al pecado en su vida con medios cerrados: con votos, órdenes,
ayunos, penitencia.’ Todo eso es inútil. El pecado no puede hacer aniquilado a través del
legalismo o el monacato o la piedad o el ascetismo o el fariseísmo o el celibato o la
autoflagelación o a través de los confesionarios, o los rosarios, las aves Marías o ningún
otro medio externo. El instrumento de mortificación está en el corazón. Es el poder del
Espíritu, Romanos 8:13. Por el Espíritu haga morir. Esto es algo espiritual, no es algo
físico. El Espíritu va a estar ahí pero nosotros tenemos que estar activos en el proceso, no
pasivos. Todos los medios de mortificación son extraídos de mandatos simples de las
Escrituras a creyentes que debemos obedecer.

Permítame enfatizar algunos. Vamos a ver un pequeño flujo y secuencia. Si usted quiere
matar al pecado en su vida; y ese es el único modo de tener una conciencia limpia, si usted
quiere enfrentar el pecado en su vida, así es como lo debe hacer. Paso uno: absténgase de
deseos carnales. Absténgase de deseos carnales. Santiago dice ‘cada uno es tentado cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido.’ Entonces, la concupiscencia, habiendo
concebido, da a luz el pecado. Si usted va a matar al pecado, usted tiene que detener el
deseo pecaminoso. Tiene que enfrentarlo inicialmente. Primera de Pedro 2:11; y Pedro dice
-y creo que es tan simple y directo como usted puede decirlo: “Los animo como extranjeros
y peregrinos a abstenerse de los deseos carnales que batallan contra el alma.” Ahora, ¿qué
está diciendo? Le voy a decir lo que está diciendo. ‘Dejen de tener deseos pecaminosos.’
No es demasiado místico. Dejen de tener deseos pecaminosos.

Es como 1 Corintios 6:18 “huid de la fornicación.” ¿Quiere matar los deseos pecaminosos
en su corazón? Entonces, deje de entretenerlos. Pedro no describe algún programa complejo
de terapia. Simplemente él dice que dejen de tener deseos carnales. Déjelos. Sáquelos de su
vida. No hay punto alguno en esperar que algún tipo de poder celestial quite el deseo
pecaminoso. No hay punto alguno en pasar horas y horas y años y años buscando la
fórmula correcta para perseguir al demonio del deseo pecaminoso. Aquí está el medio más
simple y directo de matar al pecado. Deje de tener el deseo pecaminoso. Deténgalo. Es
como Santiago 4, el cual dice ‘resiste al diablo y huirá de usted.’ Deje de tener el deseo
pecaminoso y usted dejará de pecar.

Usted pregunta cómo detiene el deseo pecaminoso. Bueno, vayamos a Romanos 13:14 y
aquí hay un mandato muy simple al final del versículo: “Y no proveáis para la carne ni sus
deseos.” Si usted quiere dejar de tener deseos pecaminosos, entonces no provea nada para
que se alimente el deseo pecaminoso. ¿Entiende eso? No acomode su deseo pecaminoso. El
deseo pecaminoso tiene que ser detenido antes de que comience. Digo, si usted lucha con la
glotonería, no vaya al mercado con mucho dinero, hambriento y solo. Vaya con poco
dinero, lleno y con un amigo espiritual. ¿Sabía que estoy diciendo? No se coloque en esa
posición. Si usted lucha con la glotonería, no se llene de comida chatarra. Si usted se ve
tentado por el deseo sexual, no llene su mente con las imágenes que alimentan la tentación.
No vayan a una película que demuestra ese tipo de cosas o lea una novela que trata de eso o
vea programas en televisión que alimentan eso y después se pregunta por qué siempre está
luchando con el deseo pecaminoso y por qué siempre tiene una conciencia que lo acusa. No
provea para los deseos de la carne. Es como matarla de hambre.

A mí antes me gustaban las papitas. No es un pecado, pero un punto de ilustración. Las


papitas no son buenas para mí me - dijo el doctor. La única manera en la que puedo dejar de
comer papitas es no estar cerca de ellas. Si están cercas, me las voy a comer. Me las como,
con moderación. Pero si no están cerca de mí, no tengo problema alguno. Es maravilloso
algunas veces cuando me acerco a la alacena y no están ahí y puedo felicitarme a mí mismo
por mi gran dominio propio. Y para empeorar las cosas, vivo a 3 km del supermercado más
cercano. Es algo fácil quitar lo que alimenta la mente con el medio para entretener
pensamientos malos. No haga preparativos para la posibilidad de pecar; y entonces, mátelo
antes de que se reproduzca. Entonces, si se va a abstener de deseos pecaminosos, no haga
provisión para los mismos.

Hay un tercer paso en el flujo aquí. Estamos retrocediendo. Enfoque su corazón en Cristo.
Este es el mismo versículo, versículo 14: “Sino vestíos del Señor Jesucristo.” Vestíos del
Señor Jesucristo, busque la semejanza Cristo. No esté satisfecho, no esté contento hasta que
despierte a su semejanza. Como dijo el salmista o tomando las palabras de Pablo que dijo
‘estoy en dolores de parto hasta que Cristo sea formado plenamente en vosotros.’ Busque el
ser semejante a Cristo. Primera de Juan 3:3: “El que tiene esperanza en sí mismo se purifica
a sí mismo así como Él es puro.” Enfoque su corazón en Cristo y la semejante a Cristo y
pregúntese qué es lo que Cristo quiere usted haga. Sabe una cosa, es una ley espiritual
absoluta que usted se va a volver como el objeto de su adoración. Así es.
Y veo esto en los deportes. Usted sabe, puede ir a cualquier centro comercial en cualquier
lugar del país y tienen 1, 2, 3, 4, 5 o media docena de tiendas en donde usted puede ir y
comprar fotos de los héroes deportivos de nuestra cultura o sus playeras o gorras. Digo, es
interminable. Hace algún tiempo atrás, fui a un juego de los Kings con un amigo que juega
para los Canucks de Vancouver y él estaba jugando esa noche. Y tuvimos algo de
comunión. Él conoce y ama al Señor. Y cuando entré, no había pasado mucho tiempo, me
sorprendió ver a todos estos hombres pasados de peso, que usaban este jersey de Wayne
Gretzky, de Kelly Rudy Luc Robitaille o de alguien más. Estaban todos ahí y que tenían
este número y el nombre del jugador en la parte de atrás de su playera y estaban tratando de
convertirse en su héroe, en su dios. Y claro, sabemos que probablemente ellos apenas
podrían haber atinado de un final de la cancha el otro. Pero había cierta adoración de héroes
que resultaba en que ellos adoptaran las características que identificaban a su dios, su héroe
deportivo.

Y así es. El Salmo 135 inclusive identifica eso. Dice que los ídolos de las naciones no son
más que oro y plata, la obra de mano de hombres. Tienen bocas, no hablan; tienen ojos, no
ven; tienen oídos, no oyen; ni hay aliento en ellos en sus bocas y los que los hacen son
semejantes a ellos. Digo, es una ley espiritual absoluta que usted se convierte en lo que
usted adora. Los paganos se vuelven como sus dioses, sean ídolos o sean atletas, cuánto
más los cristianos se van a convertir como Cristo cuando lo hacemos a Él el enfoque de
nuestra vida, porque no sólo nos estamos convirtiendo como Él por nosotros mismos sino
por la obra del Espíritu Santo que nos está transformando de un nivel de gloria al siguiente
nivel de gloria a la imagen de Jesucristo. Conforme usted enfoca su corazón en Cristo se va
a volver como Cristo. Conforme usted se vuelve como Cristo, no va a escoger las cosas que
proveen para su deseo pecaminoso y por lo tanto, usted se va a abstener del deseo carnal.

Retrocediendo un paso más, a un cuarto mandato, Salmo 119, versículo 11. Uno muy
conocido, usted lo conoce bien. Salmo 119:11: “En mi corazón he guardado Tus dichos
para no pecar contra Ti.” Medite en la Palabra de Dios. Josué 1:8 dice lo mismo, que
debemos tomar el libro de la ley y no dejar que se aparte de nuestra boca, meditar en el día
y noche, hacer todas las cosas que están escritas en él y entonces haremos que nuestro
camino sea próspero. Jesús le oró al Padre: “Santifícalos en Tu verdad, Tu Palabra es
verdad.” Pablo dijo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros.” Y cuando la
Palabra lo llena a usted y la Palabra lo domina y la Palabra vence su manera de pensar y su
vida y está saturado por la Palabra, eso es lo que lo lleva a un enfoque centrado en Cristo.
Conforme usted ve la gloria del Señor revelada en la Palabra, usted es transformado en
conformidad a la imagen de Cristo. Y cuando usted es transformado a la imagen de Cristo,
usted no hará provisión a los deseos de la carne. Usted se abstendrá del deseo carnal, usted
matará al pecado. De hecho, usted descubrirá la espada del Espíritu, la cual es la Palabra de
Dios y ésa es la espada con la cual usted hace pedazos al pecado. Es el arma más eficaz que
tenemos.

Hay un quinto medio espiritual que debe ser señalado: meditar en la Palabra de Dios lleva
al enfoque en Cristo, lo cual lleva a que no hagamos provisión para la carne, lo cual lleva a
abstenernos de deseos pecaminosos. Pero hay algo más que es absolutamente esencial y eso
es orar. Estar constantemente en oración. Se acuerda usted cuando los discípulos de Jesús
dijeron ¿cómo oraremos? Jesús, entre las cosas que les enseñó dijo esto: “Cuando oren,
oren así: “no nos metas en tentación sino líbranos del mal.” Es cuestión de oración. Es
cuestión de pedirle al Señor. Usted recordará en Mateo 26:41 y creo que es Lucas 22:40,
tenemos una nota ahí. Jesús dijo: “Velad y orad para que no entréis en tentación.” La
oración es un componente absolutamente crucial conforme le pedimos al Señor fortaleza.

El salmista en el Salmo 19 dijo esto: “Señor, guarda a tu siervo de pecados presuntuosos.”


Detenme de pecar, una oración muy directa. Es realmente eso lo que creo que está en el
corazón del escritor de Hebreos cuando él escribe en Hebreos capítulo 4, versículo 16 y
dice: “Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y
hallar gracia para el oportuno socorro.” Creo que el tiempo de necesidad ahí es el tiempo de
tentación, la batalla del creyente contra el pecado. Ahí es cuando necesitamos gracia, ahí es
cuando necesitamos misericordia y es cuando Él la provee. Todo esto, amados, la oración,
el tiempo en la Palabra, el enfoque en Cristo, no alimentar deseos pecaminosos y abstenerse
de sus impulsos. Todo esto es parte de desarrollar dominio propio en su vida.

En 1 Corintios capítulo 9, quiero llevarlo a este texto. En 1 Corintios capítulo 9, y usted


conoce bien el texto, Pablo dice: “Todo el que compite en los juegos ejerce dominio propio
en todas las cosas.” Usted tiene que dominar su vida de oración, controlarla, su tiempo en la
Palabra, su enfoque en Cristo, decir no a las cosas que alimentan su deseo pecaminoso si es
que usted va a ser un ganador. Y Pablo dice que la gente compite en los juegos ejerce
dominio propio en todas las cosas. Controlan su dieta. Controlan su plan de ejercicio, su
programa de entrenamiento, su sueño. Digo, usted sabe que un gran atleta es alguien que
tiene su vida bajo control. Y lo hacen, dice él, para recibir una corona corruptible, pero
nosotros, una incorruptible.

Entonces, Pablo en el versículo 16 27 dice: “golpeo mi cuerpo,” hupopiazō, literalmente


pegar debajo del ojo. Yo golpeó mi cuerpo. Yo lo disciplino para traerlo bajo control, para
hacerlo que se someta. Esa es la razón por la que Pablo tenía una conciencia limpia. Él
tenía una conciencia limpia porque él enfrentó el pecado. Él controló su cuerpo, una
disciplina personal vigilante. Una disciplina personal que es un hijo de la oración constante
y la meditación constante en la Palabra. Es aquello de lo que Lucas 21:34 habla cuando
dice ‘velad, estad en guardia para que sus corazones no estén cargados de disipación y
embriaguez y las preocupaciones de la vida’. Pablo se disciplinó a sí mismo para elevarse
por encima de eso. Simplemente es disciplina personal. Realmente es Filipenses 2:
‘ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros
produce tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad.’ Usted tiene que estar
comprometido con ello, trabajar duro en esto; disciplina personal.

Pero por otro lado, es Dios quien lo está haciendo. Y esto lo lleva de regreso a Romanos
8:13, ¿no es cierto? Por el Espíritu. Es el poder del Espíritu operando en nosotros que mata
al pecado pero no sin nuestra participación. Usted no puede nada más sentarse, como dije
antes, y esperar que los amalecitas y los Agags de su vida simplemente se vayan. Usted no
puede coexistir con ellos. Usted tiene que ser agresivo y tiene que estar activo en oración,
meditando en la Palabra, fijando su corazón en Jesucristo y vistiéndose del Señor Jesucristo
evitando todos lo que alimenta su deseo pecaminoso y absteniéndose del deseo pecaminoso
de esa manera.
Y sabe una cosa, el Nuevo Testamento tiene algunos otros deberes, algunos otros deberes
que matarán al pecado, como vestirse de humildad, 1 Pedro 5:5, como tener la mente de
Cristo, Filipenses 2:5; como despojarse de sentimientos vengativos hacia otros, Efesios
4:31 y 32; como vestirse de la armadura de Dios, Efesios 6; como dejar de lado las
actitudes pecaminosas, Colosenses 3:8 y 9, añadir las gracias de crecimiento espiritual, 2
Pedro 1:5 al 7. Pero básicamente, el resumen de esto es la Palabra, la oración, la semejanza
a Cristo, evitar el tipo de cosas que alimentan el deseo pecaminoso y por lo tanto dejamos
de tener deseo pecaminoso, dejamos de pecar. Resumiéndolo todo, en la misma carta que
estamos estudiando, 2 Corintios 7:1, Pablo dice: “Así que amados, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” Esto
quiere decir que es nuestra responsabilidad el hacer esto. Es por el poder del Espíritu Santo,
esa es la parte misteriosa. Pero mi parte, limpiémonos de toda contaminación, deshágase de
eso, mátelo. Deshágase de eso. No sea que regrese de una manera devastadora como lo
hicieron los amalecitas.

La carne es sutil, la carne es engañosa, puede dejarlo solo por un tiempo, hacerlo pensar
que se deshizo de ella y después, regresará con una furia infernal. El pecado, como usted
puede ver, es alguien que está siempre listo para atacar y usted nunca puede descansar,
siempre está buscando cómo atacar. Cuando Agag venga a usted y con gusto diga
“ciertamente la amargura de la muerte ha pasado,” lo cual es otra manera de decir que se
acabó la guerra, que usted es salvo, que usted está bien, yo estoy derrotado. No se preocupe
por mí. Cuando Agag y sus amigos amalecitas quieran hacer la paz con usted y declarar un
fin de las hostilidades, ahí es cuando usted toma su espada y los hace pedazos. No somos
ignorantes de las estrategias de Satanás. Más vale que no seamos ignorantes de nuestras
armas. Inclinémonos en oración.

Padre, Te damos gracias en esta mañana por este maravilloso tiempo de adoración. Gracias
por lo práctico que es este texto. Gracias por la gran historia de los amalecitas y Agag. Te
damos gracias por la manera en la que nos revela Tu justicia, Tu juicio, Tu ira Santa, Tu
odio hacia el pecado. Y Señor, hemos descubierto que en ese acontecimiento histórico
tremendo de Samuel despedazando a Agag nos presenta una analogía apta para cómo
debemos enfrentar el pecado en nuestras vidas.

Que seamos personas que oran, que mediten en la palabra, que enfocan sus corazones en
Cristo, que no proveen oportunidad alguna para la carne y por lo tanto, que dejan de tener
deseos pecaminosos, que detenemos nuestros pensamientos malos, que detenemos nuestras
palabras malas, nuestras formas malas, nuestros deseos malos. Y que estemos matando al
pecado en nuestras vidas y por lo tanto, disfrutando de una conciencia valiente, llena de
confianza; una que es santa y piadosa en su sinceridad como la de Pablo.

Te doy gracias por los que en esta mañana aquí con nosotros dicen que su conciencia está
limpia. Quizás inclusive en esta mañana sus pecados fueron confesados de manera total y
en estos días de adorarte a Ti, en esta temporada del año, quizás sus corazones se han fijado
en Ti de una manera especial y la conciencia está limpia. Pero Señor hay otros aquí que se
sienten más como el salmista y la herida es profunda y el dolor es real. Y sienten cierta
enfermedad física de vez en cuando y vergüenza, culpabilidad, ansiedad, temor, duda,
pérdida de gozo; y es porque Tu mano está en ellos de manera pesada través de su
conciencia porque no están enfrentando a los amalecitas en su vida. Que nosotros, Señor,
siempre estemos haciendo morir las obras de la carne para que podamos disfrutar de una
vida pura, limpios de toda contaminación de carne y de Espíritu, perfeccionando la santidad
en el temor de Dios y de esta manera, disfrutando la bendición y el beneficio de una
conciencia limpia. Buscamos eso y Te damos gracias por hacerla disponible a nosotros por
Tu Espíritu, el único que puede lograrlo en nosotros conforme nos hace estar dispuestos. En
el nombre de Cristo oramos. Amén.

Estaba pensando después de que terminé el mensaje esta mañana lo importante que es lidiar
con este asunto de hacer morir al pecado, lo esencial que es en nuestras vidas. Y recordé de
nuevo el hecho de que haré mi mejor esfuerzo un domingo por la mañana de enseñarles esa
verdad, sabiendo que usted lo puede comprender, lo puede entender, lo puede afirmar,
puede estar de acuerdo con el mismo, puede creerlo, puede aplicarlo, pero eso no termina la
batalla. Y esa es la razón por la que tenemos que regresar y repasarlo uno y otra vez y otra
y otra vez semana tras semana porque debemos sostener ese nivel de rendición de cuentas
con la verdad, tenemos que confrontar, constantemente, semana tras semana tras semana
los pecados de la gente para que puedan ser traídos a rendir cuentas delante de un Dios
santo una y otra y otra vez. Es sorprendente que las cosas que conocemos pueden ser
hechas a un lado en nuestras mentes y el pecado puede volverse a levantar y salir a la
superficie y ser nuevamente entretenido.

Casi pienso que al vivir en el mundo en el que vivimos en la actualidad en el cual el pecado
nos es vendido a través de un proceso avanzado de medios de comunicación es difícil el
poder llegar domingo a domingo y más vale que usted se esté exponiendo más que tan sólo
domingo a domingo a la Palabra o de lo contrario va a encontrar que su vida se va a
resbalando hacia una tolerancia del pecado. Al mismo tiempo que la cultura ha empeorado,
hay buenos Cds y libros cristianos que han incrementado y han proliferado y la radio
cristiana está ahí y hay recursos. El punto no es sólo para darle información. Podemos dar
la información y usted puede conocer la información, creerla, inclusive podría ser lo
suficientemente bueno como para enseñarla. El punto es estimularlo al amor y a las buenas
obras. Es la razón por la que nos congregamos como nos dice Hebreos 10, colocarnos al
nivel de la rendición de cuentas habiendo adorado al Señor y venir ante Él en oración y
venir también a Su mesa, esto es también un punto de rendición de cuentas. No sólo es
información, es repetición que es necesaria porque llegamos a no hacer lo que conocemos y
esto de manera tan fácil. Entonces estoy aquí no sólo para darle nueva información o
información antigua en un nuevo paquete, sino para recordarle a usted una y otra y otra y
otra vez porque la batalla continúa.

Y entonces, es tan importante que la gente sea fiel en adorar al Señor domingo, tras
domingo, tras domingo sin perderse un domingo porque usted cae en patrones de tolerancia
en su vida cuando usted no es llevado a la rendición de cuentas, cuando usted no se está
sentando bajo la predicación directa de la Palabra de Dios. Por eso me preocupo tanto por
personas que se sientan en iglesias en donde la meta del mensaje es hacer que los
incrédulos estén cómodos. Porque lo que va a pasar en últimas, es que el creyente va a
sentirse muy cómodo por su pecado porque nunca es confrontado, realmente nunca es
enfrentado. Entonces, usted va a tener a una multitud de incrédulos felices que están bien
entretenidos y un grupo miserable de creyentes que está perdiendo la batalla con el pecado.
Es crucial, entonces que cuando la Iglesia se congrega, se confronte a sí misma con esta
necesidad de santidad. Esa es la razón por la que hacemos lo que hacemos el día del Señor.
Y sólo quería añadir esto como un comentario al margen esta mañana porque creo que es
tan importante que usted entienda que mi función aquí no es darle nueva información sino
hacerlo que sea responsable con la información antigua, la verdad antigua, la verdad que
cambia la vida que algunas veces caemos con tanta frecuencia de manera tan regular que
necesitamos ser traídos de regreso a esa rendición de cuentas una y otra vez. Y para
ayudarle y traer un aguijón a su conciencia es parte de la función del predicador. Y
ciertamente, la función de la mesa del Señor, el confrontar nuestros fracasos y nuestros
pecados y nuestras transgresiones y nuestra conciencia que nos acusa.

Entonces, en esta noche, antes de que lleguemos a la mesa del Señor - lo cual haremos en
un momento - me gustaría recordar algunas cosas que no dije en esta mañana y a manera de
recordatorio, a manera de comentario al margen, quiero añadir al mensaje de esta mañana
algunas ayudas finales en este proceso de matar al pecado. Ahora recuerde, Romanos 8:13
dice que ‘si por el Espíritu hacéis morir a las cosas de la carne, viviréis’. Es por el poder del
Espíritu Santo por el que matamos el pecado que queda en nosotros. Y debemos estar
ocupados en tomar la espada del Espíritu, por así decirlo, en el poder del Espíritu Santo y
matar a los pecados que quedan en nuestra vida.

Y en el proceso de hacer eso, usted recordará que señalamos que debe abstenerse de deseos
carnales, no debe hacer provisión para la carne, debe vestirse del Señor Jesucristo, debe
meditar en la Palabra, esconderla en su corazón para no pecar, debe valorarla para no entrar
en tentación. Vimos todos esos mandatos. También señalamos que debe estar lleno del
Espíritu Santo porque Él es el poder que lo hace suceder. Y debe disciplinarse para tener
dominio propio, golpear su cuerpo para que usted no quede descalificado. Y añadimos otros
deberes que van de la mano como buscar la humildad y cosas por el estilo.

Pero permítame darle algunos recordatorios finales conforme usted se involucra en aplicar
todos esos principios en su vida. Hay algunas cosas que necesita saber. Y le voy a dar unas
cuantas antes de que lleguemos a la mesa del Señor.

Número uno: el pecado no está matado cuando es meramente cubierto. El pecado no es


matado cuando es meramente cubierto. Usted puede ser muy exitoso en cubrir su pecado.
Hasta donde otros pueden ver, usted puede tener mucho éxito en esconderlo de toda
persona que lo rodea. Pero eso no es matarlo. Si un pecado simplemente ha sido cubierto
con algún tipo de protección, si ha sido cubierto con algún tipo de pintura, como pintura en
una pared, eso es hipocresía; y la hipocresía es simplemente otro pecado. Si la conciencia
de alguna manera ha sido cubierta de azúcar, usted está en un estado mucho más peligroso
de lo que estaba antes. Cubrir de manera exitosa su pecado no mata su pecado, lo hace
inclusive estar más vivo porque no ha sido expuesto; se está escondiendo. Y en Proverbios
28:13 leemos esto: “El que encubre sus pecados no prosperará. Pero el que los confiesa y se
aparta, alcanzará misericordia.” Usted no ha cumplido con su deber en matar al pecado
hasta que lo ha confesado y lo ha dejado. Cubrirlo sólo lo empeora.

En segundo lugar, en ayudarle al aplicar este deber necesario de matar al pecado, necesita
recordar que el pecado no ha sido matado cuando únicamente ha sido internalizado. El
pecado no ha sido matado cuando únicamente es internalizado. Alguien podría pensar que
hubo cierto pecado que practicaron de alguna manera, pecados de su boca, de su lengua,
pecados cometidos con su cuerpo, con sus manos, con sus ojos, sus oídos, lo que sea. Y
después, cuando dejaron de hacerlo, cuando dejaron la práctica externa de esa maldad,
imaginan que por lo tanto lo han matado; cuando la realidad es que están disfrutando de los
placeres de ese pecado en su propia mente. Podría encontrarse a usted mismo llegando al
punto de su experiencia cristiana en donde usted dice no voy a entretenerme a mí mismo al
ir a películas que desfilan inmoralidad. Y entonces, usted deja de hacerlo. Pero las
imágenes vívidas de esas experiencias de ver esas películas, usted permite que regresen a su
mente y usted las entretiene una y otra y otra vez. Usted no ha matado al pecado en
absoluto. El pecado no es matado cuando sólo es internalizado. No está muerto si usted
todavía puede meditar en los placeres del pecado. Quizás pudo haberlo movido de afuera
hacia adentro y quizás pudo haberlo movido de la privacidad de su imaginación en donde
sólo es conocido para usted y para Dios. Pero ese pecado no está muerto. Al contrario, se ha
vuelto más mortal porque ahora, está casado con la justicia pretenciosa. Ahora es peor a los
ojos de Dios. Es aquello por lo que Jesús reprendió a los fariseos. Ellos evitaban el
homicidio, pero toleraban el odio. Ellos evitaban la fornicación y el adulterio, pero
toleraban el ver a una mujer para desearla de manera pecaminosa. Y Jesús inclusive los
declaró dignos del infierno eterno. El pecado no está matado cuando meramente está
cubierto con hipocresía. No está matado cuando es internalizado. En ambos casos, puede
llegar a ser aún más peligroso.

En tercer lugar, y esto también es algo muy práctico que debe considerar, el pecado no es
matado cuando es intercambiado por un pecado diferente. Algunas personas imaginan que
debido a que han dejado un pecado y lo han reemplazado con otro, realmente han hecho
cierta obra, han tomado ciertas acciones para hacer morir el pecado en su vida. ¿De qué
sirve intercambiar los deseos de la carne por los deseos de los ojos? ¿O los deseos de los
ojos por la vanagloria de la vida? Y los deseos pecaminosos simplemente han cambiado de
forma. Reemplazar la fornicación con la avaricia no lo lleva usted a ningún lugar. Ese tipo
de táctica lo coloca en una situación de peligro porque lo colocan una posición en la que
usted se endurece por el engaño del pecado. Usted deja algún pecado y escoge algún otro y
usted se imagina que eso es progreso espiritual y se está engañando. No es así.

En cuarto lugar, el pecado no es matado cuando es reprimido. Usted preguntará cómo es


que la gente reprime el pecado. Le voy a decir cómo: algunas personas lo hacen con el
alcohol. Simplemente se emborrachan hasta perder la conciencia. Ellos prefieren
experimentar elefantes rosas que la culpabilidad. Algunas personas ahogan su culpabilidad
con el entretenimiento y otras distracciones. Algunas personas van a otros consejeros y
otras personas que van a elevar su autoestima y de esta manera imaginan que su
culpabilidad ya se acabó cuando realmente únicamente está siendo reprimida bajo el
engaño del consejo no sabio.

Martyn Lloyd-Jone escribió en una ocasión, y cito: “Si usted simplemente reprime una
tentación o su primer movimiento del pecado dentro de usted, probablemente va a regresar
con mayor fuerza. A este punto, yo estoy de acuerdo con el psicólogo moderno que la
represión siempre es mala. Bueno, ¿qué hace usted?, pregunta alguien. Yo respondo
‘cuando usted siente ese primer movimiento del pecado, simplemente levántese y diga
claro, no voy a enfrentar en nada esto’. Exponga la cosa y diga ‘esto es malo, esto es vil,
esto es lo que sacó al primer hombre del paraíso.’ Sáquelo, véalo, denúncielo, ódielo por lo
que es. Y entonces, usted lo ha enfrentado. Usted no debe meramente empujarlo en un
espíritu de temor o en una manera temerosa. Sáquelo, expóngalo, analícelo y después
denúncielo por lo que es hasta que lo odie.” Fin de la cita. Ese es buen consejo.
Enfrentamos nuestro pecado de manera valiente cuando le pegamos en la cabeza.
Someterlo un poco no es suficiente. Necesitamos exterminarlo como aprendimos en el caso
de Agag, al hacerlo pedazos. Esa tarea de toda la vida.

Entonces, en cierta manera lo estamos cubriendo desde todo ángulo posible: el pecado no
es matado cuando simplemente es cubierto y no es matado cuando es internalizado. El
pecado nos matado cuando simplemente es intercambiado por un pecado diferente. Y, el
pecado no es matado cuando es meramente reprimido.

Y un pensamiento final, lo cual nos lleva de regreso a donde comenzamos en esta discusión
en esta mañana. El pecado no es matado hasta que la conciencia está callada. El pecado no
es matado hasta que la conciencia ha sido apaciguada. La meta en toda nuestra batalla en
contra del pecado se identifica en 1 Timoteo 1:5: la meta es amor de un corazón limpio y
una buena conciencia y una fe sincera. Mientras la conciencia nos esté todavía atacando,
mientras que la conciencia permanezca contaminada, el pecado no ha sido matado. En 1
Pedro tres, escuche los versículos 15 al 16: “Más bien, honren en su corazón a Cristo como
Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza
que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia
limpia.” Tenga una respuesta para lo que cree, esa es la primera polémica.

La segunda, es una vida pura que da lugar a una buena conciencia. ¿Quiere tener un
impacto en el mundo? ¿Quiere callar a los críticos, la gente que calumnia a la fe? ¿Quiere
hacer una diferencia? ¿Quiere que la gente venga Cristo? Dos cosas: tengo una respuesta y
tenga una buena conciencia. La primera polémica es tener la capacidad de defender la fe.
La segunda polémica es ser capaz de defender su devoción a la fe. Una cosa es ponerse de
pie y decir “creo en el cristianismo, creo en la fe cristiana, estoy comprometido con la fe
cristiana, estoy comprometido con el Señor Jesucristo, este comprometido con el hecho de
que Él es Dios en la carne humana, murió en la Cruz, resucitó por mi estoy completamente
comprometido con la Biblia.” Y después, alguien le pregunta “¿por qué estás entonces
viviendo en pecado?” ¿Con qué nivel de compromiso está usted comprometido? Entonces,
hay una doble polémica en ese texto. La primera es conocer la respuesta por la razón de la
esperanza que hay en usted y la segunda es mantener una vida pura la cual da lugar a una
conciencia buena de tal manera que no puedan calumniar lo que usted cree sino que no
puedan calumniar la manera tan profunda y entregada con la que lo cree.

Parte del proceso de la verdadera mortificación o hacer el morir el pecado es enfrentar el


asunto de la culpabilidad. Si usted quiere saber en dónde en su vida el pecado no ha sido
enfrentado, simplemente escuche su conciencia. Esto es un contraste total, por cierto, con la
sabiduría popular de nuestro día. La sabiduría popular de nuestros días es muy diferente.
Escuche lo que escribió John Owen: “Si usted quiere matar el pecado, cargue su conciencia
de la culpabilidad del mismo.” Fin de la cita. Guau.
La mayoría de la gente en la actualidad elevada decir que huya de la culpabilidad. John
Owen dijo ‘cargue su conciencia de culpabilidad’. Él creía que los dolores de la
culpabilidad eran una consecuencia natural y saludable de hacer algo malo. Avergüéncese,
escribió él. Avergüéncese mucho porque él vio la vergüenza como una ventaja. Escuche a
su conciencia avergonzada y culpable. Como puede ver, él de manera correcta - John Owen
- entendió que debemos entender lo que Pablo entendió cuando escribió 2 Corintios 7:10:
‘la tristeza que es según la voluntad de Dios produce un arrepentimiento sin
remordimiento’. La verdadera tristeza piadosa producirá arrepentimiento. ¿Y que produce
la tristeza piadosa? Una conciencia culpable. ¿No fue eso lo que leímos en el Salmo 38?
¿No fue en el Salmo 38 que leímos esta mañana una ilustración clásica de tristeza piadosa
producida por la culpabilidad? Y fue esa vergüenza que llevó al salmista a su gran
confesión. Esas personas que tan sólo afirman con su cabeza su culpabilidad reclaman de
manera trivial la promesa del perdón y se confortan rápidamente a sí mismos y después ya
no piensan en su pecado y se están sometiendo a sí mismos al engaño del pecado que
endurece el corazón. Deje que la tristeza haga su obra plena en producir un arrepentimiento
profundo y honesto; y esos pecados serán debilitados de manera severa.

De esta manera, podemos matar a los amalecitas en nuestra vida. De esta manera, podemos
hacer pedazos al Agag y podemos enfrentar con el pecado que queda en nosotros. Es una
tarea de por vida. No tenemos que hacerlo solos como vimos en esta mañana. ‘Ocupaos de
vuestra salvación con temor y temblor,’ Pablo dijo en Filipenses 2:12 – y en el siguiente
versículo dijo ‘porque Dios es el que en vosotros produce así el hacer como el querer por
Su buena voluntad.”

El pecado, es algo serio. Es algo serio que roba nuestro gozo. No sé usted, pero me gustaría
llegar al lugar en mi experiencia cristiana en donde sería rutinario para mí el poder decir,
repetir las palabras de Pablo ahí atrás en ese primer capítulo de 2 Corintios: “Nuestra
confianza es esta: el testimonio de nuestra conciencia que en santidad y en sinceridad
piadosa no en sabiduría carnal, sino en la gracia de Dios nos hemos conducido en el mundo
y especialmente hacia vosotros.” El poder decir todo el tiempo ‘mi conciencia está limpia’
como le dijo a los corintios. Sin que nada lo acuse. Aquí estaba un hombre que realmente
estaba enfrentando su pecado. Él no sólo lo estaba cubriendo. Él no sólo lo estaba
internalizando. Él no lo estaba reprimiendo. Él no lo estaba cambiando por otro pecado. Él
realmente lo estaba enfrentando y su conciencia estaba en paz. Escuche a su conciencia. Es
el sistema de advertencia del alma. Le envía mensajes que Dios quiere que usted oiga.

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