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Buenos Aires, Agosto de 2006.

Aportes de la FUA al debate sobre la nueva Ley de Educación

Introducción:

Sin lugar a dudas, los sistemas densos de las políticas sociales cómo la educación y la
salud, fueron el teatro de operaciones de las transformaciones impulsadas por el
neoconservadurismo en los noventa. En el caso de la educación, la sanción de las Leyes
Federal de Educación y de Educación Superior estuvo orientada a otorgarle carnadura
legal a dichos cambios en un claro intento por desarticular al Estado y ponderar al
mercado. Por ello al momento de brindar algunos aportes para la deliberación pública
acerca de una nueva normativa para el sistema público de educación en la Argentina,
nos parece oportuno realizar una pequeña reseña de la matriz ideológica que guió estos
cambios; enunciar cual debería ser la modalidad de estructuración de este debate
sustantivo que queremos protagonizar; delinear algunos de los atributos que
consideramos prioritarios en la conceptualización de una legislación y una política
pública de educación y finalmente, aportar algunas propuestas que deberían integrar el
marco legal y la gestión estatal de la educación.

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Los 90: La arquitectura del neoliberalismo:

Con la llegada al poder de Carlos Menem, se estableció un nuevo marco de alianza


gobernante. Del tradicional soporte de los sindicatos y la estructura partidaria tradicional,
comienza a gestarse una coalición de intereses entre el partido justicialista y el
establishment (grandes grupos económicos de origen nacional y transnacional, la banca
financiera, etc.), a los que se agregaron expresiones vernáculas de los sectores
conservadores. Este periodo histórico conocido como la debacle del Estado benefactor
se cristalizó en la privatización de las empresas de bienes y servicios públicos y la
expulsión de las funciones tradicionalmente centralizadas por el Estado durante el
periodo corporativista.

Se inició entonces un proceso de reformas estructurales del Estado y la economía que


en palabras de Oszlak1 se expresaron como “una redefinición de las reglas de juego
entre Estado y Sociedad Civil”.

En el concierto de las políticas sociales, no sólo perdieron sustancia sino también


densidad institucional. Parafraseando a Lo Vuolo2 , “más que políticas contra la pobreza
hubo un paulatino desplazamiento hasta conversión de políticas de la pobreza, cuyo
objetivo central es administrar y gestionar a los pobres de forma tal de mantenerlos en
una posición socialmente estática para que no alteren el funcionamiento del resto de la
sociedad.”

De esta manera se explica la anulación de las políticas sociales de carácter universal


como el Programa Nacional de Alfabetización, el Plan ABC, el Programa Alimentario
Nacional, entre otras, y la redefinición del Sistema Educativo a partir de la Ley Federal
de Educación de 1993 y la Ley de Educación Superior en 1995.

1
Op. cit 269
2
Lo Vuolo, Barbeito y otros “La pobreza…de la política contra la pobreza”, CIEPP, Miño y Dávila, Bs As, 1999, pag.
191
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Una consecuencia habitualmente dejada de lado de las reformas educativas recientes
que Sirvent insiste en recordar es el abandono educativo de la población que no está en
la escuela. Según Sirvent, más de 15 millones de ciudadanos argentinos jóvenes y
adultos se encuentran en situación de riesgo educativo y no son tenidos en cuenta por
las políticas educativas3 /4.

Se trata pues de personas que, en su mayoría, poseen sólo primaria completa o


incompleta y que abandonaron su educación formal sin haber alcanzado los niveles de
formación y desarrollo mínimos para ser capaces de subsistir con dignidad en el mundo
actual5.

La transformación educativa se concentró casi exclusivamente en la educación de niños


y adolescentes e ignoró esta situación. Esta desatención a la educación de adultos, que
la transforma en un apéndice del sistema escolar, no da cuenta de la situación, no sólo
de los adultos expulsados del sistema educativo años atrás, sino también de las
crecientes masas de jóvenes y niños que hoy abandonan tempranamente la educación
formal “temerosa de no terminar el aumento de años de escolaridad obligatoria y que se
arrima a las escuelas de adultos que de a poco se están convirtiendo en escuelas de
adolescentes y de niños”.6

3
“Estar en situación de riesgo educativo implica no haberse apropiado de los conocimientos, actitudes, habilidades y
destrezas necesarias para participar en una forma plena, crítica, creativa y autónoma en la vida social, política y
económica” Sirvent, Diario Clarin, mayo, 1998
4
Sirvent Ma. Teresa, DiarioClarin , mayo 1998
5
Según Sirvent, todas las provincias argentinas se encuentran en un nivel de riesgo educativo mayor al 70%, con
casos extremos como Misiones donde el riesgo educativo es del 88%, lo que implica que de cada 100 jóvenes de 15 a
24 años, en 1991, 88 estaban situados en el área roja de riesgo educativo y posiblemente hoy lo sigan estando. Estos
jóvenes del 91 son los adultos de 23 a 32 años de hoy, adultos que (considerando que en promedio sólo el 3% ha
ingresado en algún programa de educación de adultos que le permitiera compensar su falta de preparación) se
encuentran destinados a la marginación social.

6
Sirvent, op.cit

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Frente a ello, el desafió que dio origen al Programa de Alfabetización “Nunca es Tarde”
que impulsa la FUA desde 1996, se expresó en el colapso del sistema educativo formal
de educación de jóvenes y de adultos; y en respuesta a la demanda desde la Sociedad
Civil para generar propuestas frente a esta situación; entendiendo a la educación como
un proceso permanente y continuo - sin vincularlo exclusivamente con lo que se hace en
la escuela a cierta edad-. Considerando que la educación de adultos no posee una
función sólo compensatoria o reparadora sino también actualizadora, integradora y
motivadora, y que a través de la misma es posible generar las condiciones para una
participación ciudadana crítica, autónoma y conciente, ante los avatares de las
transformaciones acaecidas durante los 90.

La Leyes de Transferencia de las Escuelas y la Ley Federal de Educación, fueron el


instrumento jurídico y normativo que permitieron la desafiliación del Estado Nacional en
la garantía y el sostenimiento de la educación pública; la vertebración de un mapa de las
desigualdades en el sistema educativo al instalar el esquema de distritos provinciales; la
fragmentación dentro de los niveles educativos, la mercantilización de la formación
docente, el deterioro sostenido de la calidad de la enseñanza y la cristalización de la
exclusión educativa con ciudadanías devaluadas, amputadas y morigeradas. Cientos de
miles de jóvenes que logran culminar el poli modal presentan hoy en la Argentina,
dificultades para dominar la lecto- escritura.

Concertación: el camino hacia la nueva Ley de Educación:

Frente a este cuadro dramático, los estudiantes universitarios entendemos que el primer
paso hacia la transformación del sistema educativo, pasa inevitablemente por la
derogación de la Ley Federal de Educación y la sanción de una nueva normativa que
recupere y valore a la educación cómo un derecho social inalienable de todas las
personas que habitan nuestro país.

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Ahora bien, estas acciones deberían recuperar uno de los aspectos procedimentales
claves desde la recuperación de la democracia: la concertación de todos los actores que
interactúan en el sistema educativo. Así lo enunciamos el año pasado en la Cumbre de
los Pueblos realizada en la ciudad de Mar del Plata, desde el ámbito de la Multisectorial
Educativa Por ello, consideramos positivo pero insuficiente el posicionamiento
gubernamental a favor de las consultas. Todavía faltan instancias decisorias para
elaborar los diferentes posicionamientos y/o proyectos de Ley que se escrutarán en el
Parlamento.

Creemos que todavía no se han propiciado y generado todas las instancias necesarias
para garantizar la participación efectiva de los actores reseñados. Imprimir
institucionalidad y fijar tiempos racionales debería ser el camino a tomar por los
decisores gubernamentales si es que se quiere superar la “cosmética” de la
participación.

No obstante, desde la FUA, pretendemos aportar algunos de los lineamientos centrales


al momento de reconstruir el sistema educativo argentino. Coincidimos con algunos
documentos ya circulados acerca de la necesariedad de defender el concepto de
derecho social de la educación frente al avance inexpugnable de las concepciones
mercantilistas propagandizadas por las tesis neoliberales.

A su vez, acompañamos el pensamiento de Miguel Ángel Escotet cuando nos plantea el


imperativo de asumir que estamos viviendo una etapa de explosión de conocimientos,
frente a la cual, los Estados nacionales, no pueden mirar para el costado: o orientamos
el accionar estatal a asegurar el derecho a la educación o nos dejamos desbordar por la
globalización que discrimina, expulsa y separa.

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El sentido de la Ley, los atributos de la educación

Quienes formamos parte de la comunidad educativa y respondemos a la tradición de la


educación pública, sabemos muy bien que en nuestro país, la educación estatal supo
alcanzar niveles de calidad y de cobertura reconocidos internacionalmente. Sabemos
que dichos niveles solo fueron posibles cuando el Estado se comprometió en su
sostenimiento. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos de una educación pública
gratuita y de calidad.

Otro aspecto inherente a la educación tiene que ver con su sentido político, es decir con
el por qué y para qué se educa. Los 90 fueron testigos de la predominancia de la
educación orientada al mercado y a la inserción económica que se estaba pergeñando.
Cómo lo explicitaron los compañeros de CTERA en sus Congresos Nacionales, se
buscaba una mano de obra barata, poco calificada y flexible para una economía que se
presumía “exitosa” por la predominancia de los servicios arrebatados al control estatal.

Por estas razones un rediseño de las políticas públicas educativas y de las normativas
no puede prescindir de enunciar el sentido de la educación que se busca. Desde la FUA,
entendemos que dicha educación debe estar orientada a la promoción del pensamiento
crítico, cómo baluarte inexpugnable frente a los avatares políticos, económicos, sociales
y culturales. Esta orientación debe impregnar las currículas y la formación de los
docentes.

Como bien lo señalan los compañeros maestros, la educación es un proceso en el cual


se libra la batalla por la forma de comprender el mundo: la visión de los sectores
dominantes naturaliza el orden social injusto, la visión del campo popular debe buscar
desocultarlo para transformarlo.

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No podemos obviar que la educación tal como la entendía Freire, es un hecho político;
que asume carácter de educación popular cuando contribuye a que las mayorías
populares tengan herramientas materiales y simbólicas para organizarse y pelear por
sus reivindicaciones, es decir por una sociedad más justa que no niegue ni recorte sus
derechos.

Otro aspecto a considerar es el tema el concepto de sistema. Para nosotros, es


necesario recuperar la principalidad y la obligatoriedad del Estado en el sostenimiento de
la educación. Esto quiere decir que es el Estado nacional, junto a los Estados
provinciales, quienes deben garantizar el derecho al ingreso, permanencia y egreso de
los tramos que se consideran obligatorios. Visto de esta manera, el papel coercitivo del
Estado debe ser acompañado de las política sociales pertinentes para instrumentar
dicha garantía.

A su vez, un aspecto descuidado ex profeso de las reformas descritas es del gobierno


de la educación desde sus unidades basamentales (escuela) hasta los espacios de
coordinación (Consejos provinciales, Consejo nacional). Entendemos que la educación
no es patrimonio de especialistas y que todos los sujetos del proceso educativo
(alumnos, padres, gremios, etc.) deben contar con instancias institucionalizadas de
participación en el plano inmediato – escuela - pero también en los espacios de
coordinación regionales o supraregionales (Consejos).

En cuanto a los contenidos curriculares, bregamos por su unificación sin que ello atente
contra la incorporación de las particularidades regionales y/o locales. Al mismo tiempo,
consideramos imprescindible que la escolarización en el tramo primario y secundario –
independientemente de las orientaciones – incorpore la enseñanza de una segunda
lengua y la enseñanza y la utilización de la informática.

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Si hablamos de tramos, coincidimos con los compañeros de CTERA en la necesidad de
universalizar el derecho a la educación en los primeros cuatro tramos – inicial, primario,
secundario, terciario y/o universitario – así cómo también explicitamos la pretensión de
gratuidad del tramo de postgrado, contenido en nuestro anteproyecto de Ley
Universitaria.

En este sentido, creemos que más allá de la normativa, hace falta articular una política
reparadora de las deformaciones y carencias actuales del sistema público de educación
en el tránsito entre el tramo secundario y el tramo terciario. Propiciamos que dicha
política genere espacios organizados comunes de actuación para el tema del ingreso a
las Universidades o los Institutos de Formación Terciaria. No debemos ocultar que la
deficiencia en la formación es una de las causas que explican que casi el 60% de los
ingresantes a la Universidad – por citar sólo un ejemplo - no culminan el primer año.7

Si hablamos de abandono y de desertores – fenómeno que se cristalizó desde la década


del 90 – estamos hablando de las limitaciones de la cobertura y por ende, de la
responsabilidad del Estado. En este sentido, nos inclinamos por que se estructure un
sistema nacional de educación de adultos con aplicaciones provinciales. No se trata de
una política compensatoria o de una política correctiva. Se trata de reparar el abandono
o el descuido de muchos años. Las escuelas de adultos, sostenidas por el Estado y con
contenidos curriculares comunes en todo el país, deben reconocer y acreditar la
alfabetización impartida por el Estado y/o por las organizaciones sociales que gestionan
la alfabetización de jóvenes y adultos con reconocimiento estatal, así cómo también,
reconocer y acreditar habilidades, capacidades o formaciones adquiridas en la
educación no formal.

7
Fuente: www.me.gov.ar.
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En otro orden de cosas, coincidimos con el CIPECC en la visualización de las
debilidades de preparación, formación y orientación de los equipos gubernamentales
que gestionan la educación. Dicha carencia, se puede resolver con la estructuración de
una Escuela de Gobierno de la Educación8 que cualifique al funcionariado de la
educación, al mismo tiempo que allana el camino para estructurar otro tipo de burocracia
estatal.

Para la cuestión de la evaluación de la educación, nos inclinamos por el concepto de


auto evaluación institucional, que despeje el concepto mercantil de la competencia y el
ranking. Los prerrequisitos para dicho proceso no son los resultados – insumo- sino la
participación de los sujetos – docentes, estudiantes, directivos, comunidad – y la
estructuración del proceso – tiempo y espacio – de la evaluación. Adscribimos aquí al
concepto de evaluación participativa que le otorga una relevancia cultural compartida a
los procesos de evaluación en detrimento de la perspectiva de la selección. A su vez, los
Consejos provinciales y el Consejo Nacional pueden concertar pautas globales de
evaluación que permitan alimentar políticas públicas de educación.

Por último, la formación docente – espacio mercantilizado a partir de la LFE – debe


recuperar el carácter unívoco, la calidad y la garantía de accesibilidad. Por eso,
concordamos con la propuesta de creación de un Instituto Nacional de Formación
Docente, con el aseguramiento de los cuatro años de duración y con la prestación
gratuita permanente de formación para los docentes por parte del Estado.

8
Rivas Axel “Políticas Públicas, Recomendación N° 28, Cippec, Buenos Aires, Junio de 2006.
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Estas propuestas normativas y políticas, no sólo deben formar parte de una Ley. Son, a
nuestro juicio, los núcleos sobre los que se debe sustentar la concertación educativa
para los años venideros. Nunca cómo ahora, las sociedades enfrentan este desafío para
la inclusión: o apuntalan y fortalecen el acceso a la educación a partir de sus aparatos
estatales o sucumben frente a la ingobernabilidad y la exclusión estructural de la
globalización.

Síntesis de las propuestas para la nueva Ley de Educación:

1- Gratuidad en todos los niveles.


2- Unificación de estructuras de niveles y contenidos: educación inicial ( 5 años),
educación primaria ( 6 años), educación secundaria ( 6 años)
3- Universalización de la Educación Inicial
4- Secundario Obligatorio.
5- Segunda Lengua e Informática.
6- Participación institucionalizada de docentes, estudiantes, directivos y la
comunidad en las escuelas y en los Consejos de coordinación de políticas
educativas.
7- Instituto Nacional de Formación Docente democrático y gratuito.
8- Escuela de Gobierno de la Educación ( Cippec.)
9- Sistema Nacional de Educación de Adultos
10- Carrera Docente.

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