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Capítulo primero

A LA LUZ  DE LA PALABRA

La Biblia es el punto de referencia para hablar de la familia, desde el Génesis con


Adán y Eva hasta las bodas de la esposa y el cordero, en el Apocalipsis.

Tú y tu esposa
(Los Esposos)

El centro de toda familia son los esposos. Es el amor de la pareja lo que lleva a la
fecundidad, los hijos son el fruto de su amor.

Jesús citando el Génesis: «Se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne» (Mt
19,5; cf. Gn 2,24). Se evoca así la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y
corpórea sino también en su donación voluntaria de amor.

Tus hijos como brotes de olivo


(Los Hijos)

Los hijos son un signo de plenitud de la familia. La familia es la iglesia doméstica, sede
de la Eucaristía. También es el lugar donde los padres se convierten en los primeros
maestros de la fe para sus hijos: «Cuando el día de mañana tu hijo te pregunte […] le
responderás… » (Ex 13,14).

Los hijos están llamados a observar el cuarto mandamiento: «Honra a tu padre y a tu


madre» (Ex 20,12).

Los padres debemos entender que los hijos no son de nuestra propiedad, que llegara el
momento que ellos elegirán su propio camino. Jesús mismo a los doce años responde a María
y a José que tiene una misión más alta que cumplir más allá de su familia histórica (cf. Lc
2,48-50). .

Un sendero de sufrimiento y de sangre


(En todas las familias hay problemas)

La presencia del dolor, del mal, de la violencia es parte de la realidad que rompe la
vida de la familia. Esto lo podemos ver en la Biblia a partir de la violencia fratricida de Caín
sobre Abel y de los distintos litigios entre los hijos y entre las esposas de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob, llegando luego a las tragedias que llenan de sangre a la familia de
David, hasta las múltiples dificultades familiares que surcan la narración de Tobías o la
amarga confesión de Job abandonado: «Ha alejado de mí a mis parientes, mis conocidos me
tienen por extraño […] Hasta mi vida repugna a mi esposa, doy asco a mis propios
hermanos» (Jb 19,13.17).
La fatiga de tus manos.
(El Trabajo)

El trabajo no es un castigo es una parte fundamental de la dignidad de la vida humana,


hace posible el desarrollo de la sociedad y el sostenimiento de la familia.

San Pablo se mostraba orgulloso de haber vivido sin ser un peso para los demás,
porque trabajó con sus manos y así se aseguró el sustento (cf. Hch 18,3; 1 Co 4,12; 9,12), y
decía: «Si alguno no quiere trabajar, que no coma» (2 Ts 3,10; cf. 1 Ts 4,11).

Hoy la ausencia de fuentes de trabajo en los países afecta de diferentes maneras a la


serenidad de las familias.

Las fuentes de trabajo deben de tener conciencia moral sobre el cuidado de la


naturaleza y no dañarla.

La ternura del abrazo


(Demostremos nuestro amor en la Familia)

Cristo nos deja un nuevo mandamiento “que nos amemos los unos a los otros como él
nos ha amado”.

A demás del amor otra virtud que debe estar presente entre los esposos y la familia
es la ternura que da un abrazo, una caricia.

La Sagrada Familia debe ser emblema para todas las familias.

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