Sei sulla pagina 1di 8

“Diciendo “Sol, adiós” Cleómbroto de

Ambracia
Se precipitó desde lo alto de un muro al Hades
Ningún mal había visto merecedor de la
muerte
Más había leído un tratado. Uno solo. De
Platón.
Sobre el alma.”
Epigrama XXIII de Calímaco.
Mητέρα (Suegra)
o sobre la muerte.

Introducción:

Toma lugar la noche anterior de la ejecución de Sócrates, en la casa de este,


después de llegar de una larga jornada ejerciendo la dialéctica sobre sofistas
cual látigo de cuero sobre ganado reticente. En este diálogo, Platón nos
presenta un Sócrates desarticulado por el personaje que, junto a Parménides,
más le ha causado problemas en lo que a argumentación se refiere, su suegra:
Mítera. Se cuenta entre los círculos más reservados de la investigación
filosófica que este fragmento se encontraba perdido en la historia,
presuntamente ocultado por los primeros Platónicos que, al igual que muchos
de los modernos, les escuece toda herida que se abra sobre el fino tejido de la
reputación del Dialogador Callejero de Atenas.

Sofronisco Jr - Te contaré esa última estancia de mi padre en casa de mi


madre, Aristóteles, pero ha de ser breve y concisa, pues me espera un fuerte
trabajo esta tarde.

Aristóteles- ¿Has de tirar de los bueyes en el arado?

Sofr - No, he de mover a mis tías de la fuente, ya que se quedan dormidas a


veces, y taponan el desagüe, causando estragos como aquella vez que Atenas
quedó inundada. Dos metros de agua, decían algunos.

Aris- Cuéntame pues, que siento gran curiosidad por lo sucedido aquella
velada. Tengo entendido que Sócrates fue reprendido severamente por tu
abuela, mujer de un carácter tan firme que podría servir como columna del
Partenón.

Sofr- Te narraré lo sucedido, tal y como lo escuché de la boca de mi madre


que, a propósito, en paz descanse.
Se cuenta, pues, que esa noche, dirigiéndose Sócrates a Jantipa, expresó:

Sóc-“Esta mañana bajé al Pireo junto a Aristocles (a quienes algunos llaman


Platón, por la sorprendente extensión de su espalda), hijo de Aristón, para
honrar a la diosa y hacer la última petición de mi vida, pues te digo, Jantipa,
veo una oscura nube que se cierne sobre mi destino, y estaría bastante
sorprendido de que a mi estancia en este mundo le quedase aún más de 24
horas.
Mientras hablaba con este querido discípulo, muy venido a menos ante la
noticia de mi partida de este mundo, nos interrumpió un esclavo que,
tomándome fuertemente de mi quitón, me arrastró hacia mi casa sin
proclamar palabra alguna. Después reclamarle por su actuación, mientras me
dirigía por el camino, me dejó en la puerta de mi aposento con una breve
indicación “Lo siento señor, pero su suegra quiere verlo”.
Ay de mí, querida Jantipa, pues si he pasado mi vida entera proclamando mi
ignorancia, debo admitir que en ese momento supe algo con la mayor certeza
que puedo reunir: no va a ser una noche agradable.

Jan- Entonces por eso es que te has dignado de visitar a tu esposa,


simplemente para discutir con Mítera. Y yo que creí que venías por fin a
ayudarme con las labores del hogar o, por lo menos, mostrar destellos de
aquel padre responsable que nunca has sido.

Sóc-Mi querida Jantipa, no seas tan χαλεπος con tus palabras, pues bien sabes
que te para mí no hay ser sobre este mundo que sea más digno de admiración
que mi esposa, dulce y suave como la miel y la crema que sacas del queso de
buey.

Jan- Ante mí no hace efecto tu ironía Sócrates, te conozco desde hace tiempo.
Déjame preguntarte algo ¿A qué te referías cuando dijiste, 3 años ha, que te
considerabas fanático de Zenón de E….

Mítera- (Interrumpiendo). - ¡Dónde está el vagabundo más embaucador de


Atenas!

Sóc-Heme aquí, Ô Mητέρα, con un ramo de flores para la mejor suegra del
mundo.

Mít- ¿Dónde está el ramo de rosas?

Sóc-¿Dónde está la mejor suegra del mundo?

Mít- Agh, eres peor que cualquier sofista. Pero no importa, pues vengo a que
me des λογοι, razones, de por qué se murmura en Atenas que has aceptado
sin reparos la condena a beberte la cicuta. Al escuchar esto me he enervado
de inmediato, no porque me preocupe tu muerte, sino porque tienes una
esposa y tres hijos, no puedes ir por ahí suicidándote y haciéndote el héroe
del pueblo. Dicen que has aceptado con orgullo dicha condena, y que tus
amigos no han visto en ti ni un solo ápice de nostalgia. Es evidente, Sócrates,
que no tienes ni idea de lo que la muerte significa.

Sóc-No me sorprendería que tu estuvieras más instruida en estos temas pues


acumulas más juventud que yo, y la edad es proporcional a la sabiduría. Así
pues, Mítera, explícame qué entiendes tu por la muerte, pues estoy ansioso de
conocer sobre el tema.

Mít- Mira Sócrates, te quiero dejar algo muy claro. No es necesario que tu
modestia reluzca hablando conmigo, sé que eres muy diestro en hablar acerca
de esos temas extraños. Pero si instruyéndote acerca de lo que la muerte
significa logro convencerte de no aceptar la condena, y escaparte de Atenas,
lo intentaré. Lo primero que te diría es que la muerte le concierne a todos
menos al individuo que la sufre y, además, lo único terrible de la muerte es la
conciencia de esta.

Sóc-¡Por Zeus! ¿Qué tipo de razonamiento es ese?

Mít- Cállate y déjame interrogarte, no me digas que ahora Parménides es el


único que puede hacerlo. ¿Qué sucede en la muerte de un individuo?

Sóc-No sabría responderte con certeza. Diría que su alma abandona este
mundo, eso mismo estoy preparando para el discurso de mañana. Verás,
tengo pensado manifestar mi certeza de que la muerte es un mero trámite, y
quiero que mañana sean defendida por mí la esperanza de que la muerte es
en realidad un bien…

Mít- ¡No más! Odio los dualismos innecesarios, pero no quiero hacer de sol y
fundir tus alas, pues eres el Ícaro de la sabiduría. Al contrario, haré un
esfuerzo por aceptar eso, pues la existencia del alma es algo que he aprendido
a aceptar conforme pasan los años. Te suplico Sócrates, sin embargo, que
entendamos la muerte de un individuo solamente en lo que a un campo
material, tangible, temporal y, a pesar tuyo, familiar, se refiere. Por favor dime
que no eres tan obcecado como Platón y tienes siquiera un poco de aprecio
por las cosas de este valle de dolores. Si es así, respóndeme de nuevo la
pregunta

Sóc-Haré un esfuerzo, querida suegra. La muerte es, en lo que a este mundo


respecta, un castigo para el hombre que buscó cosa distinta a la virtud. Es el
desgarro del hombre con el mundo, es la traumática separación que nos
espera.

Mít- ¿Crees, pues, que el hombre que no busca la virtud durante su vida
encuentra en la muerte un castigo?

Sóc-Así lo creo.

Mít-Pero dime, Sócrates: ¿Es la vida virtuosa una vida feliz?

Sóc-Ciertamente, lo es.
Mít- ¿Y una vida feliz es sinónimo de una existencia agradable?

Sóc-Concuerdo con eso.

Mít- ¿Entonces el hombre virtuoso, o que busca la virtud, es en realidad el que


más disfruta su vida?

Sóc-Ciertamente.

Mít- ¿Por qué pones esa cara Sócrates?

Sóc-No sé a dónde irá a parar este interrogatorio, pero me parece que me


quieres llevar, usando mis propios argumentos, a contradicciones absurdas.
Algo no me gusta de la manera en que lo está llevando.

Mít- ¡Sócrates! Tan solo estoy emulando tu amada mayéutica. Después de


todo, ¿Qué otra manera más bella de hacer argumentación?

Sóc-Ahora imitas mi ironía, que bien. Prosigue y déjate de reproches


implícitos.

Mít- Está bien. Como te decía, Según lo que has dicho ¿Crees que el hombre
virtuoso disfruta su vida cierta?

Sóc-Así es.

Mít- Ahora piensa en un panadero cuyo oficio es, al mismo tiempo, su pasión.
Imagina que dicho panadero se despierta con entusiasmo cada mañana, para
ofrecer su trabajo a la diosa, y sus cantos de serena alegría acompañan al
compás su trabajo con la masa. ¿Te parece que disfruta su oficio el panadero?
¿Te sentirías capaz de decir que es feliz de un modo similar al que lo es el
hombre que vive con pasión su vida enfocada hacia la virtud?

Sóc-Sí, así lo creo Mítera.

Mít- Ahora imagínate a un niño que disfruta cada mordisco que le da a su


dulce como si fuera el último que comerá en su vida, o piensa en el espectador
de una comedia brillante, como “Las nubes”, que te recomiendo muchísimo.
¿Qué tienen en común estos tres personajes?

Sóc-Que son felices en ese momento.

Mít- ¿Del mismo modo que es feliz el hombre que pasa su vida apaciblemente,
debido a su constante búsqueda de la virtud?
Sóc-Del mismo modo, aunque en menor grado.

Mít- Claro, claro, pero entiendes lo que digo. Sin embargo, no has respondido
correctamente. ¿Qué más tienen en común?

Sóc-No lo sé, quizá que no quisieran que ese momento se acabara.

Mít- ¡Qué bien has respondido Sócrates! Eres un diestro pensador, eso sin
duda. Ahora, según tú mismo, pues yo solo me he limitado a aclarar la idea
que tengo de tu pensamiento, el hombre de virtud, al tener una vida feliz, es
el único que alcanza la verdadera felicidad durante su estancia en este mundo.

Sóc-Así es.

Mít- Ahora dime ¿Estarías de acuerdo con quien dijera que el vicioso,
dejándose arrastrar por el dinero y demás bienes pasajeros, tan solo anhela
una felicidad aparente?

Sóc-Nada más cierto.

Mít- ¿Entonces, pasará una vida verdaderamente feliz?

Sóc-No, por Zeus.

Mít- Si no llevará una vida feliz, ¿será también esclavo de su propio disgusto
ante su existencia? ¿O acaso tendrá una estancia agradable en este mundo?

Sóc-Lo primero, me libren los dioses de pensar algo distinto.

Mít- Ahora piensa en un hombre que tiene ganas de ir al baño, y suda y gime
en silencio mientras se dirige hacia su hogar. O imagínate al que queda
atorado entre el piso y un buey desfallecido que le oprime el tórax. O peor,
imagínate a alguien que va a buscar consejo ante Heráclito y es recibido con
aseveraciones confusas y agresivas, pero no puede irse porque afuera está
lloviendo. ¿Qué tienen en común estos personajes?

Sóc-Que desean que se acabe ya ese momento, especialmente al que le ha


tocado entrevistarse con “el oscuro”.

Mít- ¿Compartirán sensaciones parecidas los personajes antes mencionado


con el hombre esclavizado por sus actitudes poco virtuosas?

Sóc-Ciertamente.
Mít- ¿No crees que el que pasa una vida agradable, desea que no se acabe,
mientras que el que pasa una vida constreñido por su propia conducta
desearía librarse rápidamente de la existencia?

Sóc-No podría contradecirte, Mítera.

Mít- Es a la verdad a la que no puedes contradecir, a Mítera no te queda muy


difícil.

Sóc-¡Deja de usar mis frases en mi contra!

Mít- Cálmate. Y respóndeme: ¿Qué pensarías de alguien que, viviendo una


vida feliz, desea que se acabe porque considera que la muerte es “un bien”?

Sóc-¡Qué visión tan materialista! Sin embargo, acepto que yo mismo he


llegado hasta este punto, y no se me ocurre qué pensar al respecto. Por lo
menos no en este momento.

Mít- Eso es, Sócrates, porque no te has dado cuenta de que esta visión tan
extrapolada de que la muerte es un bien, actitud que parece que defenderás
mañana, es extremadamente egoísta, pues tu muerte puede ser para ti un
bálsamo, pero significaría dejar a una familia con tres niños y una esposa sin
su querido (a pesar de todo) esposo y padre. Además, nos dejarás sin el tan
importante sustento que recibíamos con el dinero que te ganas en tus clases
secretas de retórica que les das a los sofistas.

Sóc-¡No hables tan fuerte, alguien podría escucharte! Más bien termina tu
idea, tan interesante, de que el único mal verdadero de la muerte es la
conciencia de esta.

Mít- Para otro momento, pues voy a volver a asistir a la función de “Las
nubes”, es la tercera vez que la veo, y en cada ocasión me río más. Sólo te ruego
una última cosa.

Sóc- ¿Qué es?

Mít- Que no te olvides de saldar tu deuda con Esculapio, pues le debemos un


gallo desde hace tres años y, por cuenta de lo pactado, si no se lo pagamos
mañana nos demandará ante la corte.

Sóc-No moriré sin acordarme de esta deuda, puedes estar tranquila.

Potrebbero piacerti anche