Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Ambracia
Se precipitó desde lo alto de un muro al Hades
Ningún mal había visto merecedor de la
muerte
Más había leído un tratado. Uno solo. De
Platón.
Sobre el alma.”
Epigrama XXIII de Calímaco.
Mητέρα (Suegra)
o sobre la muerte.
Introducción:
Aris- Cuéntame pues, que siento gran curiosidad por lo sucedido aquella
velada. Tengo entendido que Sócrates fue reprendido severamente por tu
abuela, mujer de un carácter tan firme que podría servir como columna del
Partenón.
Sóc-Mi querida Jantipa, no seas tan χαλεπος con tus palabras, pues bien sabes
que te para mí no hay ser sobre este mundo que sea más digno de admiración
que mi esposa, dulce y suave como la miel y la crema que sacas del queso de
buey.
Jan- Ante mí no hace efecto tu ironía Sócrates, te conozco desde hace tiempo.
Déjame preguntarte algo ¿A qué te referías cuando dijiste, 3 años ha, que te
considerabas fanático de Zenón de E….
Sóc-Heme aquí, Ô Mητέρα, con un ramo de flores para la mejor suegra del
mundo.
Mít- Agh, eres peor que cualquier sofista. Pero no importa, pues vengo a que
me des λογοι, razones, de por qué se murmura en Atenas que has aceptado
sin reparos la condena a beberte la cicuta. Al escuchar esto me he enervado
de inmediato, no porque me preocupe tu muerte, sino porque tienes una
esposa y tres hijos, no puedes ir por ahí suicidándote y haciéndote el héroe
del pueblo. Dicen que has aceptado con orgullo dicha condena, y que tus
amigos no han visto en ti ni un solo ápice de nostalgia. Es evidente, Sócrates,
que no tienes ni idea de lo que la muerte significa.
Mít- Mira Sócrates, te quiero dejar algo muy claro. No es necesario que tu
modestia reluzca hablando conmigo, sé que eres muy diestro en hablar acerca
de esos temas extraños. Pero si instruyéndote acerca de lo que la muerte
significa logro convencerte de no aceptar la condena, y escaparte de Atenas,
lo intentaré. Lo primero que te diría es que la muerte le concierne a todos
menos al individuo que la sufre y, además, lo único terrible de la muerte es la
conciencia de esta.
Sóc-No sabría responderte con certeza. Diría que su alma abandona este
mundo, eso mismo estoy preparando para el discurso de mañana. Verás,
tengo pensado manifestar mi certeza de que la muerte es un mero trámite, y
quiero que mañana sean defendida por mí la esperanza de que la muerte es
en realidad un bien…
Mít- ¡No más! Odio los dualismos innecesarios, pero no quiero hacer de sol y
fundir tus alas, pues eres el Ícaro de la sabiduría. Al contrario, haré un
esfuerzo por aceptar eso, pues la existencia del alma es algo que he aprendido
a aceptar conforme pasan los años. Te suplico Sócrates, sin embargo, que
entendamos la muerte de un individuo solamente en lo que a un campo
material, tangible, temporal y, a pesar tuyo, familiar, se refiere. Por favor dime
que no eres tan obcecado como Platón y tienes siquiera un poco de aprecio
por las cosas de este valle de dolores. Si es así, respóndeme de nuevo la
pregunta
Mít- ¿Crees, pues, que el hombre que no busca la virtud durante su vida
encuentra en la muerte un castigo?
Sóc-Así lo creo.
Sóc-Ciertamente, lo es.
Mít- ¿Y una vida feliz es sinónimo de una existencia agradable?
Sóc-Ciertamente.
Mít- Está bien. Como te decía, Según lo que has dicho ¿Crees que el hombre
virtuoso disfruta su vida cierta?
Sóc-Así es.
Mít- Ahora piensa en un panadero cuyo oficio es, al mismo tiempo, su pasión.
Imagina que dicho panadero se despierta con entusiasmo cada mañana, para
ofrecer su trabajo a la diosa, y sus cantos de serena alegría acompañan al
compás su trabajo con la masa. ¿Te parece que disfruta su oficio el panadero?
¿Te sentirías capaz de decir que es feliz de un modo similar al que lo es el
hombre que vive con pasión su vida enfocada hacia la virtud?
Mít- ¿Del mismo modo que es feliz el hombre que pasa su vida apaciblemente,
debido a su constante búsqueda de la virtud?
Sóc-Del mismo modo, aunque en menor grado.
Mít- Claro, claro, pero entiendes lo que digo. Sin embargo, no has respondido
correctamente. ¿Qué más tienen en común?
Mít- ¡Qué bien has respondido Sócrates! Eres un diestro pensador, eso sin
duda. Ahora, según tú mismo, pues yo solo me he limitado a aclarar la idea
que tengo de tu pensamiento, el hombre de virtud, al tener una vida feliz, es
el único que alcanza la verdadera felicidad durante su estancia en este mundo.
Sóc-Así es.
Mít- Ahora dime ¿Estarías de acuerdo con quien dijera que el vicioso,
dejándose arrastrar por el dinero y demás bienes pasajeros, tan solo anhela
una felicidad aparente?
Mít- Si no llevará una vida feliz, ¿será también esclavo de su propio disgusto
ante su existencia? ¿O acaso tendrá una estancia agradable en este mundo?
Mít- Ahora piensa en un hombre que tiene ganas de ir al baño, y suda y gime
en silencio mientras se dirige hacia su hogar. O imagínate al que queda
atorado entre el piso y un buey desfallecido que le oprime el tórax. O peor,
imagínate a alguien que va a buscar consejo ante Heráclito y es recibido con
aseveraciones confusas y agresivas, pero no puede irse porque afuera está
lloviendo. ¿Qué tienen en común estos personajes?
Sóc-Ciertamente.
Mít- ¿No crees que el que pasa una vida agradable, desea que no se acabe,
mientras que el que pasa una vida constreñido por su propia conducta
desearía librarse rápidamente de la existencia?
Mít- Eso es, Sócrates, porque no te has dado cuenta de que esta visión tan
extrapolada de que la muerte es un bien, actitud que parece que defenderás
mañana, es extremadamente egoísta, pues tu muerte puede ser para ti un
bálsamo, pero significaría dejar a una familia con tres niños y una esposa sin
su querido (a pesar de todo) esposo y padre. Además, nos dejarás sin el tan
importante sustento que recibíamos con el dinero que te ganas en tus clases
secretas de retórica que les das a los sofistas.
Sóc-¡No hables tan fuerte, alguien podría escucharte! Más bien termina tu
idea, tan interesante, de que el único mal verdadero de la muerte es la
conciencia de esta.
Mít- Para otro momento, pues voy a volver a asistir a la función de “Las
nubes”, es la tercera vez que la veo, y en cada ocasión me río más. Sólo te ruego
una última cosa.