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APÉNDICE II

RITO DE ADMISIÓN DE CANDIDATOS


AL ORDEN SAGRADO

OBSERVACIONES PREVIAS

1. El rito de admisión se realiza cuando consta que el propósito de los aspirantes, apoyado en las
cualidades necesarias, ha alcanzado suficiente madurez.
2. Los aspirantes han de manifestar públicamente su propósito de recibir las sagradas Órdenes. El
Obispo o el Superior Mayor en los Institutos clericales, o su delegado acepte públicamente ese
propósito.
3. La admisión puede celebrarse en cualquier día excepto en el Triduo pascual, la Se mana Santa,
el Miércoles de Ceniza, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, preferentemente en la iglesia
u oratorio del Seminario o Instituto religioso, con ocasión, v.gr., de una reunión de presbíteros o de
diáconos, bien sea dentro de la Misa o en una celebración de la Liturgia de las Horas o de la Palabra
de Dios. Por su índole, nunca debe unirse a las sagradas Órdenes ni a la Institución de lectores y
acólitos.
4. Si la admisión se celebra dentro de la Eucaristía, puede decirse la Misa por las Vocaciones a las
sagradas Órdenes, con las lecturas propias del rito de admisión, empleando color blanco.

Pero si coincide alguna de las celebraciones que se contempla en los nn. 2-9 de la tabla de los
días litúrgicos, se dice la Misa del día.

Cuando no se dice la Misa por las Vocaciones a las sagradas Órdenes, una de las lecturas puede
tomarse de las que se proponen en el Leccionario para el rito de admisión, a no ser que coincida con
uno de los días que se citan en los nn. 2-4 de la tabla de los días litúrgicos.

5. Si la admisión se hace en una celebración de la Palabra de Dios, ésta puede iniciarse con una
antífona apropiada y, después del saludo del celebrante, se dice la colecta de la Misa mencionada en
el n.4. Las lecturas se toman de las indicadas en el Leccionario para esta celebración.
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6. Cuando el rito se celebra en la Liturgia de las Horas, comienza después de la lectura breve O
larga. En Laudes y Vísperas, en lugar de las intercesiones o Preces, pueden decirse las invocaciones
de la oración común como más adelante se proponen en el número 12.
7. Si la admisión se celebra en la Misa, el Obispo celebrante se reviste con las vestiduras sagradas
que se requieren para la celebración eucarística y usa mitra y báculo.

Si se celebra fuera de la Misa, puede llevar la cruz pectoral, estola y capa pluvial del color
conveniente sobre el alba, o tomar solamente la cruz y la estola sobre el roquete y la muceta, pero
no usa mirra ni báculo.

RITO DE ADMISIÓN
8. Después de las lecturas bíblicas, el celebrante, si es Obispo toma mitra y báculo, y se sienta en la
catedra. Luego pronuncia la homilía, la cual tomando como punto de partida el texto de las lecturas,
habla de la índole de la admisión con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:
Es tos hermanos nuestro que hoy se presentan ante la Iglesia para ser admitidos como
candidatos al orden sagrado, han de ser encomendados por todos nosotros al Señor.
Cristo mandó: «Rueguen al dueño de los sembrados que envié trabajadores para la cosecha».
Ellos, conociendo la preocupación del Señor por su pueblo, y teniendo en cuenta la necesidad de la
Iglesia, se sienten preparado para responder con generosidad al llamado del Señor y decirle con d
profeta: «Aquí estoy, envíame», y confiando en él esperan realizar con fidelidad su vocación.
Ahora bien, la voz del Señor, cuando llama, ha de ser escuchada e interpretada a partir de
aquellos signos por los cuales cada día la voluntad de Dios se da a conocer a los hombres prudentes.
Pero a quienes en sus divinos designios elige para que participen en el sacerdocio jerárquico de Cristo,
el Señor los mueve y ayuda con su gracia y nos encomienda a nosotros, cuando consta la idoneidad
de los candidatos y después de la preparación adecuada, el oficio de llamarlos y consagrarlos con el
sello especial del Espíritu Santo para el servicio de Dios y de la Iglesia. Por medio del Orden sagrado
serán destinados para continuar el oficio que Cristo realizó en el mundo. Asociados entonces a
nuestro ministerio, cuando llegue el momento, servirán a la Iglesia y edificarán las comunidades
cristianas a las que sean enviados, por medio de la predicación de la Palabra y la celebración de los
sacramentos.
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Para que estos hermanos nuestros, que ya han comenzado su formación, puedan ser llamados
un día por su Obispo para ser ordenados, será necesario que aprendan a vivir de acuerdo con las
exigencias del Evangelio, que se afiancen en la práctica de la fe, la esperanza y la caridad, y por medio
de la práctica de ellas adquieran el espíritu de oración y se fortalezcan en ansias de ganar a todos los
hombres para Cristo.
Queridos hijos, que serán admitidos candidatos a las sagradas Órdenes:
Ahora, impulsados por el amor a Cristo y fortalecidos por el Espíritu Santo, ha llegado el
momento de expresar públicamente su deseo de entregarse al servicio de Dios y de los hombres.
Cuando sean llamados por su nombre, se acercarán hasta aquí y expresarán este propósito en
presencia de la Iglesia.

9. Un diácono o un presbítero designado al efecto llama por su nombre a los aspirantes. Cada uno
responde:

Aquí estoy.

Y se acercan al celebrante, a quien - si es Obispo- hacen una reverencia.


10. Seguidamente el celebrante los interroga con estas palabras:
Queridos hijos:
Los pastores y maestros responsables de su formación
y que afirman conocerlos,
han dado buenas referencias de ustedes
y en ese testimonio confiamos plenamente.
¿Quieren completar su preparación,
respondiendo al llamado del Señor,
para que llegado el momento
sean encontrados aptos para recibir
el ministerio de la Iglesia mediante el Orden sagrado?

Los aspirantes, todos juntos, responden:


Sí, quiero.

El celebrante:
¿Quieren formarse para servir fielmente al Señor Jesús
y a su Cuerpo que es la Iglesia?
Los aspirantes:

Sí, quiero.
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El celebran le continúa:

La Iglesia recibe con alegría su propósito.


Que el Señor complete y perfeccione
la obra que él mismo ha comenzado en ustedes.

Todos responden:

Amén.

11. Seguidamente todos se ponen de pie. El celebrante, si es Obispo, deja la mitra y el báculo. En la
Misa se dice el Símbolo según corresponda.
Luego, el celebrante invita a los fieles a orar diciendo:

Queridos hermanos:
Oremos a nuestro Dios y Señor
y pidámosle por estos hijos suyos,
que desean consagrarse al servicio de la Iglesia,
para que se digne derramar sobre ellos
la gracia de su bendición.

12. El diácono u otro ministro idóneo propone estas u otras intenciones más adaptadas a las
circunstancias. Todos responden con una aclamación adecuada:

- Para que estos hermanos nuestros se unan a Cristo más estrechamente, en lo más profundo de su
ser, y sean sus testigos, en medio de los hombres, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.

- Para que compartan las preocupaciones de los hombres y sean dóciles en todo momento a la voz
del Espíritu Santo, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.

- Para que lleguen a ser ministros de la Iglesia y confirmen en la fe a sus hermanos, por medio de la
palabra y el ejemplo, y los reúnan para participar en la Eucaristía, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.

- Para que envíe operarios a su mies y los llene de los dones de su Espíritu, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
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- Para que rodos los pueblos llegan a la plenitud de la paz y la justicia, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.

- Para que todos nuestros hermanos sufrientes, partícipes de la pasión de Cristo, consigan la libertad
y la salud, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.

13. Si la admisión se hace en Laudes y Vísperas, omitidas las intercesiones, la Oración dominical
inmediatamente se dice la oración del n. 14. En la celebración de la palabra, inmediatamente sigue
la Oración dominical.
14. Luego de la Oración dominical o, si la admisión se celebra dentro de la Misa, después de las
intenciones el celebrante prosigue:

E
scucha, Señor, nuestras súplicas
y bendice + con tu misericordia a estos hijos tuyos,
que desean entregarse a tu servicio y al del pueblo,
mediante el sagrado ministerio.
Concédeles que perseveren en la vocación y que,
unidos por un sincero amor a Cristo sacerdote,
puedan un día recibir dignamente el oficio apostólico.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos responden:

Amén.

O bien:

T
e pedimos, Señor, que concedas a estos hijos tuyos
la gracia de conocer cada día más plenamente el misterio
de tu amor y vivir de acuerdo con él.
Ayúdalos para que al ejercer el sagrado ministerio en la Iglesia,
se preparen con generosidad para que imbuidos y
compenetrados por el Espíritu de tu amor, sirvan gustosamente
a sus hermanos para su salvación y gloria de tu nombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.
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15. Si la admisión se celebra durante la Misa, ésta continúa como de costumbre. Los admitidos y sus
familiares y amigos pueden recibir la Comunión bajo las dos especies.

Dentro de la Liturgia de las Horas todo continúa como de costumbre

Si se rea liza en el transcurso de una celebración de la Palabra, el Obispo bendice al pueblo y luego el
diácono lo despide de la manera acostumbrada.

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