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No tengo empleo, estoy “en paro”

 Escrito por Carlos Nava Condarco


 4 septiembre 2015
Parece, lamentablemente, que la falta de Empleo ya no se considera una circunstancia a la que eventualmente está
sujeta toda persona que brinda sus servicios a otra, tampoco un fenómeno económico que tiene efecto sobre el
bienestar de las naciones, la falta de Empleo es hoy un drama de carácter personal que marca la vida de la gente
y deja huellas, muchas veces irreversibles, en el Ser.

Estamos presenciando un cambio sobrecogedor en la Valoración de las cosas: cada vez más gente considera que
tiene Valor en cuanto tiene un Empleo.
El Empleo se ha convertido en una forma de medir el sentido de la Vida. Ella toma uno u otro matiz en función
de las particularidades del Empleo de turno, y en su caso incluso deja de tener sentido en cuanto aquél no existe.
La “biografía” de la gente se evalúa de acuerdo a los empleos que ha desempeñado y se valora por la importancia
que cada uno de ellos hipotéticamente tuvo. La “hoja de vida” de una persona está compuesta en un 80% por su
historia laboral.

Y no es que alguien hubiese impuesto esta forma de ver las cosas, o que el Sistema lo haya establecido como
efecto de su desenvolvimiento. Esta visión de la Vida emerge de las propias personas, son ellas las que finalmente
deciden que todo sea así. Luego, ellas mismas responsabilizan al Sistema, a otras personas o a la Vida, por los
infortunios que pasan.

Esto no quiere decir, por supuesto, que los Sistemas de Gobierno estén exentos de culpa y responsabilidad, o que
la Vida sea en esencia un “lecho de rosas”. Transitar por todas las coyunturas y eventualidades que presenta la
existencia no es sencillo, y efectivamente los Sistemas de Gobierno no sólo son imperfectos, son también
manifiestamente malos en muchos aspectos. Sin embargo, partir de estas conclusiones para justificar una vida
llena de penas y frustraciones por “no tener empleo” es un despropósito descomunal.
¡El Empleo no determina de ninguna manera el Valor de una persona!, el desempeño laboral no lo califica
para la Vida. El Empleo (si existiese) es una consecuencia del Valor del ser humano, un efecto de la capacidad
que tiene de aportar algo valioso para otros. El Empleo no es un punto de partida, es uno al que eventualmente se
llega como consecuencia de que “alguien” hace uso justo de lo que vale una persona, bien en términos de sus
conocimientos, sus aptitudes, sus habilidades o lo que fuese. Las personas tienen Valor específico antes de
(eventualmente) tener un Empleo, mientras lo están ejerciendo y después que ya no lo poseen. Entender que la
Vida no llama a sus criaturas solamente para que constituyan una enorme fuerza de trabajo y luego descansen en
paz, no es sólo un imperativo moral, es una demanda existencial.
Ya tiene buen tamaño ésa costumbre nefasta de educar a los niños desde la cuna con el objetivo de que puedan
conseguir un buen empleo y a partir de él planifiquen un retiro “garantizado” en la vejez. Ya duró suficiente la
grosería de planificar cada gramo del esfuerzo familiar por generaciones para que los jóvenes puedan acceder a
un “título” que aumente sus posibilidades de emplearse. Ya ofende la sana vergüenza que el mundo mire con un
lente generoso a quién tiene un Empleo y con otro menos piadoso al que no lo tiene, al que lo perdió o al que
nunca lo quiso.

¿Qué tipo de “ocurrencia” (por no decir otra cosa) justifica el presentarse ante los demás como una persona “En
Paro”? ¿Qué quiere decir eso? Si pudiese entenderse como una consigna que tiene el propósito de llevar un
mensaje político al Poder, probablemente ofendería menos, aunque igualmente resultaría poco útil. Pero si ello
quiere expresar una cualidad del “estar” y del “Ser” de la persona, es simplemente un desacierto penoso. Nadie
puede calificarse “En Paro” solamente porque en un determinado momento esté desempleado. “En Paro”
están las personas que carecen de Vida, porque ellas simplemente ya no pueden hacer nada.
Por otra parte, ¿cómo puede evaluarse la historia de quién consigue un empleo después de haber estado mucho
tiempo “en paro” y lo festeja con el sentimiento de quien hubiese salvado la vida o salido de las llamas de un
castigo? ¿Qué valor puede asignarse a quién convierte en un objetivo de Vida el conseguir un Empleo?

La intención no es desmerecer a nadie, más todo lo contrario. Cada persona vale mucho, pero mucho más, en su
infinito universo de potencialidades, que un Empleo. Y la Vida es inconmensurablemente mayor a la labor que
uno desempeña. La idea no es quitar el valor específico que un Empleo tiene, la intención es recordarle a todo el
mundo el enorme Valor que cada quién representa, o en el peor de los casos el fabuloso Valor que puede tener si
entiende las cosas en la dimensión que poseen.

Todo ser humano es irrepetible e incomparable, cada quién está dotado de dones, aptitudes y habilidades que no
poseen sus semejantes. Y en el acto de reconocerlas, cultivarlas y desarrollarlas, se encuentra el Valor del aporte
que puede darse a sí mismo y desde allí a los demás. Aquí el orden es de vital importancia, porque el Valor que
cada persona tiene debe primero beneficiarla a ella misma, y luego, como un efecto de la abundancia, ser de
beneficio de otros. Quién no se sienta una persona de Valor y no experimente eso en su propia vida, nada valioso
tiene por ofrecer a su entorno.

Esto no tiene que ver con “oficios” particulares o “conocimientos especiales”. La idea del Valor de una persona
trasciende actividades específicas. Un heladero que “aprecia y precia” su oficio en términos de perfección y
excelencia es más valioso que un doctor en Economía que hizo las cosas “correctas” o “como se tenían que hacer”.
El Valor parte primero de “apreciar” lo que se Es, lo que se tiene y lo que se hace, y en función de ello otorgarle
un “precio”. La persona que “aprecia y precia” lo que tiene luego podrá ser juzgada en esos mismos términos por
los demás. Quienes esperan que el aprecio y el “precio” sean asignados por otros, se someten directamente al
parámetro ajeno, y si éste resulta inferior, pues ése concluye por ser su propio Valor. Esta es la historia de muchos
empleados, quienes esencialmente poseen el Valor que les asignan los empleadores, porque o bien carecieron
siempre de Valor Propio o lo resignaron.

Para la persona que identifica y cultiva su Valor Propio, el Empleo es una opción, no es el fin de la historia; es
además, una opción entre un conjunto vasto de posibilidades, es finalmente, una opción que compite con mucho
esfuerzo. Esta paradoja posee una explicación sencilla: quien desarrolla su Valor Propio lo tiene en alta estima y
pocas veces consigue que un tercero lo “precie” en la misma dimensión. El Empleo representa también un
importante sacrificio de libertad y habitualmente esto es algo caro para quien se valora a sí mismo y a su capacidad
de aporte. Finalmente el Empleo persigue agregar mayor Valor a objetivos ajenos y la persona que “aprecia” su
valía no siempre coincide con ello.
Por otra parte la persona con Valor Propio que decide tomar el Empleo como una vía de desarrollo personal y
profesional es casi siempre un excelente empleado, porque aporta de lo que ES más allá de aquello que se le
exige, porque además trabaja con la tranquilidad de quién está prestando un servicio que se “aprecia” y no algo
en lo que se juega la vida. Con el Valor Propio sucede algo parecido a lo del Amor Propio, pues nada sabe de
Amor quién primero no se ama a sí mismo y nada de valor aporta quién primero no está consciente de su propio
Valor.

Tampoco tiene ningún sentido asociar íntimamente el Empleo con el Trabajo, como dando a entender que trabaja
sólo quién tiene un Empleo. Esto no tiene nada de cierto y no es algo correcto, porque en realidad trabaja quién
aporta algo, y esto no sólo sucede en el universo del Empleo. Quien no tiene en Empleo no por ello puede decir
“que no está trabajando” en cuanto de todas maneras esté haciendo algún aporte o esté realizando el Valor que
intrínsecamente tiene. Por centenas de años la Mujer estuvo clasificada como una persona de “segunda categoría”
solamente porque su trabajo se desarrollaba en el hogar, y el hombre de la casa (un “brillante empleado”) era
quién merecía el reconocimiento principal pues “mantenía” a la familia. Este tipo de culto al Empleo y su
asociación al Trabajo es una falacia.

Otro error significativo es vincular el “trabajo duro”, intenso y sin pausa, a la responsabilidad y a la virtud. No
existe ninguna relación entre productividad o valor del trabajo y el “sudor de la frente”. No es mejor trabajador
quién más se sacrifica o más tiempo le dedica a la labor. ¡Mejor trabaja quién mayores resultados obtiene con
el menor esfuerzo!, y esto también tiene una relación estrecha con el Valor de la persona y el aporte que otorga
con su trabajo. Este otro culto a la “jornada de trabajo” limitada por un determinado número de horas laborables,
en determinados lugares, y bajo la directriz de ciertas normas, es otro argumento falso y juicio equívoco. El aporte
de calidad es multiforme y esencialmente atemporal, porque está estrictamente sujeto al carácter de su Valor. Una
hora de trabajo de un cirujano cardiaco vale tanto como 1000 horas de trabajo de 10 estibadores en un muelle y
probablemente valga menos que la decisión que en 3 minutos toma el general de un ejército en batalla. No existen
parámetros homogéneos para calificar el Trabajo sin la consideración estricta del valor que tiene cada uno de ellos
en cierto contexto. Y exactamente lo mismo sucede con el Empleo en relación a todas las otras formas en las que
puede realizarse el Valor de aporte que tenga una persona.
El Empleo en sí no es un “sustento de vida”, el Valor del conocimiento, las aptitudes, las destrezas y la experiencia
de las personas lo son. La Capacidad de Producción es mucho más importante que la “tierra, el capital o el trabajo”
del modelo económico lineal. Los empleos son transitorios, las experiencias empresariales o los contratos de
trabajo lo pueden ser también, pero la Capacidad de Producción acompaña a la persona todo el viaje y por cada
estación que éste toca. Y la Capacidad de Producción es obviamente un producto del proceso de valoración que
cada quién debe hacer con su vida productiva. La Capacidad de Producción no puede conducir únicamente a que
se obtenga un Empleo de calidad, puede llevar incluso a que se genere Empleo, en cuyo caso se está trabajando
en un estadio superior.

Triste es el caso de ésas sociedades que han hecho del culto al Empleo un parámetro de evaluación de la
prosperidad y del bienestar de la gente, porque en los ciclos habituales (y normales) de contracción económica,
provocan frustración y desasosiego, y se echan encima, además, a las propias criaturas que han ayudado a formar.
Porque la persona que pierde el Empleo o que finalmente se considera “En Paro”, responsabiliza de todos sus
pesares a ésa Sociedad que la introdujo en la dinámica. Estas son sociedades frágiles, naciones débiles, poco
productivas y de bajo nivel competitivo.
Cuando las sociedades cambien la tradicional pregunta del “¿dónde trabajas?” por el más acertado “¿a qué te
dedicas?”, cuando a las personas no se les ocurra por ningún motivo decir “estoy en Paro” porque eventualmente
no estén empleados al servicio de alguien y cuando ellas mismas finalmente comprendan que lo único seguro de
un Empleo es que un día terminará, vislumbraremos finalmente una sociedad sustentada en el Valor de su gente
y en la Capacidad de Producción que éste engendra.
En todo esto no corresponde esperar que sea el Sistema el que cambie, es la persona la que debe transformar su
concepción de las cosas, nada lo priva de ello. Finalmente es también una muestra de comodidad transitar por la
vida con una mochila de “cuentas por cobrar”. La historia demuestra una y otra vez la magnífica capacidad que
tiene el ser humano de modelar su destino aún en las condiciones más desfavorables. Si existieron personas que
sobrevivieron íntegros a campos de concentración, a guerras destructivas, al hambre y a la enfermedad, poco de
sensato tiene que alguno condicione negativamente la calidad de su vida por efecto de lo que significa un Empleo.
¡El hombre no es lo que le pasa!, y el tributo final que cada quién tendrá cuando deje este mundo no podrá
resumirse nunca en un “aquí yace alguien a quien jamás le faltó un Empleo”.

Si somos parte de la especie que conquistó los fenómenos naturales, que dominó la tierra y los mares, que explora
el espacio y discierne progresivamente los misterios que lo acechan, entonces somos capaces de extraer de la Vida
las cosas que valen la pena y no someternos a los caprichos del destino. Por las venas de ésos seres humanos
circuló la misma sangre que circula en las nuestras, todos ellos estuvieron sujetos a iguales o peores condiciones
que las que nos tocan. Seguramente una sola cosa aún nos distingue de ellos: LA ACTITUD. Éste es el activo
más precioso, esto es lo que efectivamente diferencia a unos hombres de otros. Su ausencia es la que determina
que alguien se clasifique “en Paro” y su presencia la que permite que otro construya un imperio con los limones
que le arroja la Vida.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la
Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como
Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor
y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia


Emprendedora”
WEB: www.elstrategos.com
Mail: carlosnava@elstrategos.com
Facebook: Carlos Nava Condarco – El Strategos
Twitter: @NavaCondarc

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