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La puerta

La puerta está cerrada pero puedo escuchar el sonido de la indiferencia, no me atrevo


abrir ese pedazo de madera que separa dos mundos distintos, en el cual los hombres
elegantes y sofisticados prevalecen ante todo, y donde soy tratada como un ser inferior
que merece ser mirada de manera despectiva solo por la “desdicha de ser mujer”.
Mi madre siempre ha creído que ser mujer es mi mayor desgracia y que de ser un varón
mi suerte pudo ser más grande y mi desdicha menor, pero yo no lo creo así, pues he
sido dotada de diversas habilidades que la mayoría de mis compañeros varones no
poseen, lo cual no me hace inferior o superior a ellos, pues en un mundo de diversidad
cultural todos tenemos la capacidad de desarrollar nuestras habilidades y destrezas.
Alex, mi amigo de toda la vida, también ha dicho algo que ha fortalecido mi
pensamiento, y es por eso que estoy aquí presente tratando de decirle a mi yo interno
que esas personas no me van a intimidar, también estoy escuchando los murmullos y
“ansias fingidas” de los espectadores de la alta alcurnia a través de esta puerta, la cual
aún no me atrevo abrir. Él ha dicho que en este mundo donde reinan las desigualdades,
no debo amilanarme por ser una “muchachita del campo”, pues provenir de una zona
rural no me hace inferior a los gerentes que hoy me esperan en ese gran salón, que mis
ideas e innovaciones son propias de una mujer inteligente y que no soy ninguna
ignorante campesina como muchas veces a tratado de hacerme creer la sociedad.
Y yo lo sé, soy consciente, es por eso que coloco una mano en la perilla y estoy lista
para demostrarle al mundo entero que una “muchachita del campo” puede ser tan capaz
como “los intelectuales hombres” que esperan mi propuesta de la revista que se
estrenará el próximo mes, voy a demostrarles que mis capacidades son mayores que
los prejuicios de la sociedad ante los orígenes de las personas humildes que viven
aisladas de la ciudad.
Es así como me presento ante todos, no con mi nombre y apellido, sino con mis
intenciones de ciudadana perteneciente a un grupo discriminado por el simple hecho de
ser una mujer de la zona rural. Pero no me avergüenzo de mi procedencia y es más, lo
digo con voz flamante, estoy orgullosa de haber nacido en una cuna humilde, la cual no
estuvo bañada en oro y mucho menos diamantes, pero con mi esfuerzo he podido llegar
lejos y cumplir mi sueño de ser una periodista, de ser informante de la realidad veraz y
exponer al mundo las desigualdades de la sociedad.
No sé si mi propuesta para la revista será aceptada, pero lo que sí sé, es que en este
mundo de desigualdades, la equidad es lo que cada uno de nosotros debería aprender
a cosechar, y para eso no necesita ser “una campesina”, pues solo está en ser consiente
que no debe existir comparaciones entre las distintas profesiones que ejerce cada
individuo, independientemente si es varón o mujer.
Y tú, ¿Estás listo para abrir la puerta que separa mundos y vencer la desigualdad social?
¿Estás listo para aprender a cosechar la equidad? Si lo estas, inténtalo, porque tu
esfuerzo ayuda a la creación de un mundo mejor, más humano y más pacífico.
Autor(a): Amy Nicole Saavedra Saavedra

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