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El conocimiento del verano

El conocimiento del verano no es la veracidad del invierno,

ni la del otoño, ni su fruición, visión o reconocimiento:

no es la gracia de mayo, joven y echando hojas verdes,

radiante con sus hojas blancas,

no es la astucia ni el conocimiento del dorado otoño

ni la oscura madurez del viñedo,

tampoco es la atormentada, empapada y lluviosa ciencia del nacimiento,

abril, o sus dolores de parto,

ni la ciencia en las convulsiones del útero, o en las enmarañadas arterias

rotas y abiertas, raíces que se abren paso desde la oscura marga:

la agonía de la primera muestra de dolor es peor que la muerte,


o peor que pensar en ella:

sin amapolas, sin preparativos, sin iniciación o ilusión,

solo el comienzo, tan lejos de todo conocimiento o cualquier conclusión,

de toda indecisión o cualquier apariencia.

El conocimiento del verano es verde, campestre,

es la sabiduría de crecer y el reconocimiento flexible

de la plenitud, corpulencia y redondez de la madurez,

es la inteligencia del ave y la erudición que los árboles adquieren

cuando la savia asciende hasta la hoja, hasta la flor, hasta el fruto,

esos que la raíz nunca ve y que se imagina en la oscuridad

y en la ignorancia de la sabiduría invernal.

-La sabiduría de la fruta no es la misma que posee la raíz


en sus indómitas tinieblas de ambición, ese estado de fe más allá de concebir

una experiencia o la satisfacción que ofrece la fruición.

El conocimiento del verano no es una imagen del saber

tampoco es el conocimiento de la tradición o el aprendizaje.

No es la sabiduría adquirida en las altas serranías,

no es la imagen del jardín, de manantiales ocultos

en las lejanas montañas.

No es la mirada fija en un marco de oro,

no son las deliberadas y atesoradas frases de los sentimientos;

es la inteligencia del gato, del ciervo, del consumado follaje,

la flor de nieve y la fruta redonda.

Es lo que sabe el fénix de la vid y la uva al final del verano,

cuando la uva se hincha y la manzana enrojece:


es la ciencia de la manzana madura, avanzando hacia la plenitud

de ese momento en que cae en la podredumbre y muerte.

Pues el conocimiento del verano es tanto el de la muerte como el del nacimiento,

es tanto el de la muerte como el del suelo

de toda esa abundante, floreciente llama del renacimiento.

Es el conocimiento de la veracidad del amor y la del crecimiento:

el conocimiento antes y después del conocimiento:

pues, en cierta forma, el conocimiento del verano no es absoluto:

es instintivo, la naturaleza consumada, un nuevo nacimiento

una nueva muerte para renacer, inmensamente surgir de las llamas

del cambiante octubre, del ardiente noviembre,

las imponentes y decadentes llamas


creciendo cada vez más vívidas y altas

en el consumo y aniquilación del fuego otoñal.

Cuando observas tras la ventana acuarela

Cuando observas vanamente desde la ventana acuarela

todo y nada están allí, y es muy claro, sin exagerar.

También es clara la pulcra impresión de un verdadero libro

marchando tal si fuera a una auténtica conclusión,

a cosechar del ilimitado, inmenso azul del cielo

la noche de los vivos y el día de los muertos.

Conduzco toda una noche


hacia la manzana que ha cosido la luz del sol.

Mi simple yo no es más que un discurso

suplicando el desbordamiento de esa enorme taza,

mi oscurecido cuerpo, la mente quieta como un friso.

El resto son solo conceptos tan complejos como una enfermedad.

El fantasma de Sócrates me ronda

El fantasma de Sócrates hoy me ronda,

notoria muerte lo ha dejado salir,

se me acerca con una torpe reverencia

diciendo con su gastada voz

que desconozco, ignoro


que los maquinales caprichos del anhelo

son todas esas elecciones conscientes.

La mariposa enjaulada en su enérgica luz

es mi único día en la enorme noche del mundo.

El amor no es amor

es un niño chupándose el dedo

mordiéndose el labio.

¡Pero tómalo todo, quizá haya más que eso!

Desde el infinito cielo hasta el desfondado piso

con la pesada cabeza y la punta del dedo

no todo es falso, obsceno y escaso.

Sócrates está junto a mí, inmóvil,


demuestra confianza a mi titubeante placer

y mientras señala el severo azul del cielo

-¡Viejo Noúmeno, hazte realidad, realízate!

Oh Amor, dulce animal

Oh Amor, oscuro animal

con tu rareza vas

como cualquier demente o patán:

tranquilizas a la niña

que habita, desde hace muchos años,

su soledad,
niña aterrorizada por una mirada

que nunca fue para ella.

Para ella

cepillas tu pesado pelaje.

Despacio y por horas

la observas como a un libro.

Sus atributos son tales

que nadie se atreve a observarla demasiado.

Dile cómo sabes

que nada puede ser tomado

cuando nada ha sido ofrecido:

para ti el tiempo ha sido perdonado:


y ya advertido por el infierno, por el cielo

no puedes estar equivocado.

La mente percibe el Corazón en un leve oleaje

En un leve oleaje,

los peces se lanzan tal dedos centrífugos,

deseos lascivos,

y los placeres se alzan

al cerrarse los ojos.

A través del agua lúcida:

el pequeño guijarro, el lecho de arcilla clara,

la argentada concha. Todo es aparente, superficial.


¿Quién pedirá más atardeceres agostizos?

¿Quién cavará las minas y perseguirá las sombras?

“Yo lo hare” respondió un Corazón perforado

“levántate, haragán” (tembloroso labio inferior,

pálido rostro con su pedregosa ira),

“viejo error es la idea de sentarse quieto,

en el pasto, tendido, a la orilla del río,

bajo el transito, las consumibles sensaciones

una pausa en el tiempo

donde la tarde se quedaría.

No, la noche llega pronto

con sus montañas grises, con desolación,


a menos que el Amor erija su ciudad.”

El reino de la poesía

Es como la luz.

Es la luz,

útil como la luz,

tan amable y encantadora…

… La poesía es sin duda

más interesante, más valiosa


y ciertamente mas encantadora

que las cataratas del Niágara, que el Gran Cañón, que el océano atlántico

y muchos otros fenómenos naturales.

Es tan útil y bella como la luz.

Es absurdamente precisa,

Capaz de decir lo que no podemos llevar a las montañas

porque sí, un poema puede llevarse a todas partes.

Es enormemente complaciente,

pues, en poesía, se puede expresar, en broma o en serio:

“La poesía es superior a la esperanza,

pues la poesía es la paciencia y las vívidas imágenes de la ilusión.

La poesía es superior a la emoción, es mucho más exquisita;


es superior al éxito y a la victoria.

La poesía perdura en una beatitud tranquila.

Por mucho tiempo, tan fabulosa hazaña,

ha subido y bajado como fuegos artificiales.

La poesía es el animal más poderoso, más encantador

que cualquier bosque, jungla, arca, circo o zoológico pueda poseer.”

La poesía magnifica y enaltece la realidad:

la poesía explica que la realidad es tan magnífica como tonta:

la poesía es, de alguna forma, omnipotente;

la realidad es diversa y rica, es poderosa y vívida,

pero esto no es suficiente


porque a veces es también tonta

y erráticamente inteligente:

sin poesía, la realidad seria muda e incoherente,

seria rudimentaria como un rugido o la grandilocuencia del trueno:

sus peroratas se aproximan a las oraciones del incesante océano:

pues la gloria y el brillo de la realidad, sin la poesía

se destiñen como los ruborosos dramas del ocaso

los tristes ríos y tristes ventanas de la mañana.

En poesía se puede decir: Pandemonio.

La poesía es jovial y justa. Recita:

“El ocaso alude a una corrida de toros.


Un brazo entumido finge ser una soda, efervescente.”

La poesía, como Lázaro, resucita del sepulcro.

Transforma al león en una esfinge o en una niña.

Le da a esa niña el esplendor del latín.

Transforma el agua en vino en cada boda de Canaán en Galilea.

Es verdad que la poesía creó al unicornio, al centauro y al fénix.

Por tanto es verdad que la poesía es un Arca eterna, un autobús

que contiene, acarrea y engendra todos los animales de la mente.

De allí que le dio y le sigue dando una voz al perdón.

Por eso es que la historia de la poesía es una historia de júbilo,

es la historia del misterioso amor


pues la poesía provee espontánea, abundante

y libremente los cariñosos nombres

y diminutivos que el amor requiere

y sin ellos el misterio del amor no puede ser dominado.

La poesía es como luz, es la luz.

Brilla sobre todo, como el cielo azul, con la misma justicia azul.

La poesía es el sol de nuestra consciencia.

Es también el suelo para los frutos del conocimiento

en la huerta de la existencia:

Nos muestra los placeres de la ciudad.

Ilumina los esquemas de la realidad.

Es la razón de la sabiduría y la risa.


Agudiza los silbidos del ingenio.

Es como la mañana y sus flautas, cantando y encantando.

Es el nacimiento y renacimiento

del primogénito y eterno amanecer.

La poesía es ágil como los tigres, lista como los gatos,

vívida como naranjas,

sin embargo, es inmortal: eternamente verde y floreciente;

mucho tiempo después que los faraones y césares cayeran

la poesía perdura y brilla más que los diamantes

pues es la práctica de la posibilidad.

Es:
La realidad de la imaginación,

la garganta de la exaltación,

el cortejo de la posesión,

el movimiento de la intención

y el sentido de la mañana.

El elogio de la poesía es la claridad en las altas montañas.

Las alturas de la poesía son la exaltación de las montañas.

¡Es el consumo de la consciencia en el campo matinal!


Datos vitales

Delmore Schwartz nació el 8 de diciembre de 1913, en Brooklyn, New York. Escribió poesía y
cuentos cortos. Aunque muy poco se escucha de su trabajo, para muchos, es uno de los grandes
poetas norteamericanos. Allen Tate opina después de la publicación de In Dreams Begin
Responsabilities (En los sueños comienzan las responsabilidades), en 1938, cuando Schwartz
tenía 24 años: “El estilo poético de Schwartz es la única innovación genuina que hemos tenido
desde que Pound y Elliot salieron a escena hace veinticinco años. En sus versos existe un
sentimiento totalmente nuevo del lenguaje y en la versificación regular un nuevo sistema
métrico de gran sutileza y originalidad.” John Crowe Ransom expresa: “Él (Schwartz) posee un
dominio natural del lenguaje poético y es eso lo que pocos poetas poseen actualmente, incluso
los más célebres. No se puede desmontar sus versos para ver cómo es que están hechos. Pues
tiene el don de un estilo poético fusionado e indivisible.” Delmore Schwartz fallece, en New York,
el 11 de julio de 1966.

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