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29/10/2018 Eduardo Elsztain: el dueño de la tierra - LA NACION

LA NACION | ENFOQUES

Eduardo Elsztain: el dueño de la tierra


Recientemente nombrado tesorero del Consejo Judío Mundial, el presidente de IRSA
es el ejecutivo más influyente en el exterior

3 de julio de 2005

E n los primeros días del año, uno de los mejores regalos que recibió Eduardo
Elsztain para su cumpleaños número 45 se lo dio su amigo y socio Edgar Bronfman. El
dueño de una de las mayores fortunas del mundo le ofreció al empresario argentino el
cargo de tesorero del Consejo Judío Mundial, el poderoso organismo internacional que
preside el propio Bronfman.

Esta designación es sólo una muestra más del grado del reconocimiento e influencia que
tiene Elsztain a nivel internacional y que contrasta con el bajo perfil con el que se
maneja localmente. A pesar de que es el dueño de casi todos los shopping centers
porteños y el principal accionista del Banco Hipotecario, en la Argentina su nivel de
exposición pública es casi nulo, aunque la situación cambia radicalmente cada vez que
cruza las fronteras.

Elsztain es posiblemente el empresario argentino con mayores contactos en el mundo de


los negocios. Desde hace varios años tiene una asistencia perfecta al Foro Económico de
Davos -donde en la última edición tuvo la difícil tarea de defender en una mesa redonda
al país de los ataques de la dura número dos del Fondo Monetario Internacional, Anne
Krueger- y como ningún otro argentino tiene llegada directa a varios de los hombres
más ricos del mundo, que en muchos casos se suman como socios a sus proyectos
locales.

La leyenda que se creó en torno a IRSA, la mayor empresa argentina de inversiones en


bienes raíces, cuenta que Elsztain viajó a Nueva York en 1989 con el objetivo de
convencer a George Soros -un financista de origen húngaro pero nacionalizado
norteamericano que hizo gran parte de su fortuna especulando contra la libra esterlina-
de que invirtiera en la Argentina, sin mayor carta de presentación que un par de
propuestas para comprar tierras y edificios en el mercado local. Sin embargo, la historia
real es un poco menos espectacular. Elsztain llegó a encontrarse cara a cara con Soros
gracias a los contactos que fue desarrollando dentro la colectividad judía en Buenos
Aires, que fueron los que le abrieron las puertas del poderoso empresario.

Con Soros, Elsztain trabajó durante más de diez años, hasta que el millonario del norte
decidió canalizar sus inversiones hacia otros mercados más seguros. Según los hombres
de IRSA, para Soros la Argentina resultó un excelente negocio y con sus inversiones

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29/10/2018 Eduardo Elsztain: el dueño de la tierra - LA NACION

durante los noventa ganó más de US$ 500 millones. Pese a esto, la relación entre ambos
empresarios no terminó del todo bien y el detonante de la separación fue la decisión del
norteamericano de especular con la compra y venta de bonos de la deuda argentina en el
año 2000, cuando el país estaba a punto de caer en la peor crisis económica de su
historia.

Más allá del espaldarazo que significó contar con el apoyo (y los millones de dólares) de
Soros, la decisión de invertir en el negocio de bienes raíces era casi una imposición
familiar para Elsztain. El abuelo de Eduardo, Isaac, había dado los primeros pasos en
este mercado con la fundación, en 1943, de IRSA, que durante sus primeros años se
consolidó como una de las principales inmobiliarias de Buenos Aires, aunque en los
noventa, cuando Eduardo tomó el control de la empresa, apenas contaba con un capital
de 100.000 pesos.

En el momento en que decidió hacerse cargo de los negocios de la familia, Elsztain


recién había terminado el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y estaba
cursando los primeros años de la carrera de economía en la UBA. La carrera
universitaria nunca la pudo terminar, pero con ayuda de Soros y su habilidad para
desarrollar nuevos negocios fue construyendo un verdadero imperio inmobiliario, que
hoy incluye a los principales shoppings de Buenos Aires (Alto Palermo, Patio Bullrich,
Paseo Alcorta, Design Center y Abasto), campos ganaderos y agrícolas en todo el país
(agrupados bajo la empresa Cresud), hoteles de lujo (Llao-Llao, Intercontinental y
Sheraton Libertador) y varios edificios emblemáticos, como el Rulero de Retiro, el
Laminar Plaza, de Catalinas, y su última adquisición, la torre de Microsoft, por la que
hace unas semanas pagó 27 millones de dólares.

Para los próximos meses, además, tiene en proyecto inversiones por $ 300 millones que
se destinarán básicamente al inicio de obras para levantar un par de centros comerciales
en el barrio de Caballito y en la ciudad de Neuquén, y la construcción de un complejo de
viviendas y oficinas en la ex Ciudad Deportiva de Boca.

Como tantos otros empresarios argentinos que intentan ganar en escala, Elsztain ahora
también puso la mira en Brasil. Para IRSA, en realidad, se trata de un regreso, ya que a
mediados de los noventa la empresa había incursionado allí, asociada con un grupo local
en los negocios de los shoppings y la administración de edificios de oficina. La vuelta al
mercado brasileño, esta vez, se concretaría con Cresud, la compañía de inversiones
agro-ganaderas del grupo, que ya está en busca de campos en el socio mayor del
Mercosur.

Para financiar todos estos proyectos, el lugar que tenía Soros dentro del esquema de
negocios del grupo IRSA fue ocupado por otros tres de los empresarios más ricos del
mundo: Sam Zell -uno de los cinco mayores propietarios de inmuebles de los Estados
Unidos-, Michael Steinhardt -dueño de uno de los principales fondos de inversión- y el
propio Bronfman, que hizo su fortuna con la venta de la fabricante de bebidas Seagram
y los estudios Universal.

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Como en el caso de Soros, las relaciones personales jugaron un papel clave en la elección
de los nuevos socios de IRSA. De hecho, a Bronfman, Elsztain lo conoció hace unos años
en un bar-mitzva en Israel donde le comentó de las perspectivas de inversión que ofrecía
el mercado argentino. Ese día Bronfman le dio su tarjeta y le pidió que lo llamara en tres
días. Pocas semanas después el millonario norteamericano ya se había sumado como
accionista de IRSA.

Círculo íntimo
Sin embargo, Eduardo también tiene un lugar reservado para sus amigos de la infancia,
que a pesar de los años juegan papeles claves dentro de sus negocios. Clarisa Lifsic de
Estol preside el Banco Hipotecario, mientras que Saúl Zang es el abogado de todas las
empresas del grupo. El trío de amigos/colaboradores de Elsztain se completaba con
Marcelo Mindlin, a quien conoce desde hace más de 20 años y que fue vicepresidente de
IRSA desde 1991 hasta que, a fines de 2003, decidió apartarse del grupo para
concentrarse en el desarrollo del fondo de inversiones Dolphin.

En la última semana Midlin saltó a las tapas de los diarios con la compra de Edenor,
dentro de una estrategia de inversión que incluye el crecimiento de Dolphin en el sector
de los servicios públicos. Elsztain, en cambio, siempre prefirió mantener el foco de sus
negocios en los rubros que más conoce -inmuebles, finanzas y shoppings-, y esta
diferencia de criterios fue la que desencadenó la separación de los dos amigos de la
adolescencia.

Los que están cerca de Elsztain reconocen que, como en todo divorcio, la salida de
Mindlin no estuvo exenta de algunos reproches, pero aseguran que los empresarios
mantienen hoy una buena relación personal y profesional y que, de hecho, en los
últimos meses, Mindlin invitó al número uno de IRSA para participar junto a Dolphin
en varios negocios como las compras de Transener y Edenor.

El bajo perfil que cultiva Elsztain en los negocios se acentúa a la hora de hablar de su
vida privada. Desde 1991 está casado con la psicóloga Mariana Carmona, que no sólo se
dedica a la crianza de sus cuatro hijos sino también al manejo del Museo de los Niños
que funciona dentro del shopping del Abasto.

A pesar de que es dueño de gran parte de Puerto Madero y de barrios privados de lujo
como la estancia Abril, Elsztain le sigue siendo fiel al barrio de Belgrano, donde nació y
vivió toda su vida, y a la hora de irse de vacaciones elige la Patagonia. Por esta razón,
hace unos meses concretó la compra de una estancia de 100 hectáreas en la península
Quetrihué -sobre el Lago Nahuel Huapi- que comienza en Villa La Angostura y en cuyo
extremo se encuentra el Bosque de Arrayanes. Según los rumores del mercado, por el
campo habría pagado cerca de US$ 10 millones.

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A la par de los negocios que cierra con IRSA y Cresud, Elsztain también lleva adelante
una mucha más silenciosa tarea filantrópica. De su bolsillo financia a varias
instituciones judías, como colegios, sinagogas y comedores, incluyendo el templo al que
concurre habitualmente en el barrio de Belgrano. Además, preside la filial argentina de
la prestigiosa fundación internacional Hiller. Esta entidad fue creada en 1917 en los
Estados Unidos y se dedica a ayudar económicamente a jóvenes de la colectividad judía
para que puedan completar sus estudios universitarios.

Como está claro, la religión ocupa un papel fundamental en la vida de Elsztain. Sus
colaboradores aseguran que siempre fue una persona muy interesada por los temas
espirituales, pero que en los últimos años fue profundizando su acercamiento a la
religión e involucrándose más en las actividades del movimiento ortodoxo judío Jabad
Lubavitch. De hecho, siempre cumplió con la tradición de respetar el sabat y dejar de
trabajar los viernes en el momento en que aparece la primera estrella. Pero más allá de
este hecho que le ganó las simpatías de sus secretarias y colaboradores que pueden
calcular sin margen de error la hora y los minutos exactos en los que termina la semana
laboral de su jefe, ahora hay otro detalle que da cuenta de la religiosidad de Elsztain.
Desde hace un par de meses, el empresario decidió observar otro de los preceptos del
rito judío y comenzó a usar a toda hora y en todo lugar la tradicional kipá.

Quién es
Belgrano ante todo
Hombre de negocios

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