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198 ~ Las viejas teorías del conflicto
Los psicólogos sociales tienen más dudas' hoy de las que tenían sus prede-
cesores de dos o tres décadas atrás acerca de extrapolar las explicaciones
del comportamiento social complejo, especialmente en el nivel de las rela-
ciones internacionales, a partir de su conocimiento del comportamiento
psíquico individual. En el pasado, algunos psicólogos que se preocupaban
por el problema del conflicto suponían con demasiada rapidez que la expli-
cación de la agresión grupal es un mero corolario de la explicación de la:
agresión individual. Tomaban la noción platónica de que el Estado es el
individuo "ampliado" y convertían esto en una analogía pseudocientífica
bajo la cual la sociedad pasaba a considerarse de forma acrítica como el
organismo psicológico "ampliado". Los psicólogos sociales ahora son mucho
menos confiados a este respecto. Stephen Withey y Daniel Katz han adver-
tldo acerca del intento de "explicar el funcionamiento de los sistemas
sociales por una simple reducción de un proceso macroscópico".lO Herbert
C. .Kelman también ha señalado' que muchos trabajos iniciales sobre ' la
guerra y la paz por parte de psic.ó logos y psiquiatras no eran cercanos a
las interacciones de las naciones-estado. Kelman sostiene que ' los autores
iniciales tendían a subrayar 'en exceso los impulsos agresivos individuales.
Estos escritores daban por sentado que e.Lcompor.~t.Q....º~_lQS....eS1adas
~~~~nt~ll.:M_jiJ!m.lL~o!!]RQJ:t.ai:Dieotos iDdividllaJes, ignorando el
necho de que los individuos difieren ampliamente en sus papeles, intereses
y capacidad de influir en las decisiones finales. El c0l!!P'Qrtamie!!!o de..J.lna
c.olectividad ,.grand.e...c..Qmo_es. UJJa.naci6n...s.egúnJ(elmau, .. nº-J?tl~g~ ..f9jlSi.de-
.r.r'i!se ~..;J;~.n~Jo Jlir~c.t~o. .de,los. .motivos...y.1os ..senti.to.kntq~".p~rSºllaleS., ea
~Lciuda.dano.sr .sea ..de . .suS~.líder.es . .
Sólo analizando las relaciones internacionales, no ya aplicando automá-
ticamente los hallazgos psicológicos acerca del individuo, podemos identi-
ficaraquellos puntos en los cuales tal aplicaCión es importante. ~Jllan
defin...eJaguerr3.-(:omo ·una acción social e intersocial.llevada--adelante-dentFd
dJLlUL¡::pnt.exto político naCional. e internacional. De importancia crucial en
el estudio de las relaciones internacionales es el proceso por el cual las
naciones desarrollan sus políticas nacionales y deciden sobre la guerra. En
parte, una explicación tal incluye las motivaciones y percepciones de indi-
viduos tales como los encargados de trazar políticas y los públicos impor-
tantes que desempeñan diversos papeles como parte de una sociedad más
grande. P~J.S:.elIJ:lan _advi~rte . que el análisis._psicológico es- útil .par.a. el:
~tu4!~Ldel comportamiento agresivo en un.cantextQ. internacionaLsólo_..si
-s~~_<?s dónde y cómo tales individuos entran en.el marco-social-y político
~mplio de la nación y el sistema internacional, tanto como las restrle-
--.-.
\tiones'oajo las cuales operan.u . ... . ..._. ....- -
202 ~ Las viejas teorías del conflicto
.V ariedades de conflicto
La guerra. y la cristiandad
era justa (just ad bellum), es decir, que sus derechos jurídicos habían sido
violados por un gobernante vecino. Aun en ese caso, se los exhortaba a
agotar todos los medios pacíficos de arreglar la disputa antes de recurrir
al uso de la: fuetza y esto generalmente significaba un arbitraje. Más aún,
teÍúa que haber una razonable· perspectiva de que recurrir a la fuerza sería
más productor de bienes que de males y que restauraría el orden de la
justicia. La guerra debía lograrse en su totalidad con una intención moral
justa podía volverse injusta en su desarrollo. Éstas eran las enseñanzas
camente inmorales (jus in bello), pues lo que empieza como una guerra
justa podía volverse injusta en su desarrollo. Estas eran las enseñanzas
comunes de autores medievales tales como Antonino de Florencia y Santo
Tomás de Aquino. Se ponía el énfasis en lo que luego se llamarían los
pr~ncipios de proporcionalidad y . discriminación. Por el primero, el sufri-
miento y la destrucción causados por la guerra no debían ser despropor-
cionados ala causaqtie justificaba recurrir a la guerra; por el segundo,
las poblaciones "inocentes" se consideraban "inmunes" como blancos de
acción milítar.l9
A 10 largo de toda la Edad Media, la Iglesia intentó imponer controles
éticos ·a la conducción de la guerra, especificando tiempos en que no se
podía luchar, lugares donde la batalla estaba prohibida, tipos de armas
que no podían emplearse legítimamente y clases de personas que ya esta-
ban exentas de la obligación del servicio militar y protegidas contra la
acción militar. Este esfuerzo por "suavizar" la crueldad de la guerra de
ninguna manera era nuevo en la cultura occidental. Los antiguos griegos
y romanos habían estado familiarizados con tales reglas de guerra acorda-
das, como las que prohibían la arbitraria destrucción de poblaciones, el
incendio de ciudades y la interrupción del suministro de agua. Muchas cir-
cunstancias de la cultura europea medieval, incluidos los valores comunes
de la cristiandad, la naturaleza del feudalismo, las condiciones económicas
prevalecientes, la tradición teutónica del caballero guerrero y el estado
retrasado de las ciencias militares, de hecho reforzaron los esfuerzos mo-
rales . de la Iglesia por mitigar la rudeza de la guerra durante el período
inedieval.20
En el período de transición entre la Europa medieval y la moderna,
.Que~en.--Ji_~ñªlarse tres excepciones sobresalientes a la teoría y la práctica
dommantes de una guerra moralmente limitada. Éstas eran invariablemente
expresiones de conflicto ideológico que iban contra las tendencias distin-
tivas de la cultura medieval: 1) las Cruzadas de los siglos XII Y XIII, libra-
das contra una Civilización ajena e infiel; 2) las guerras de los siglos XIV
Y XV, especialmente entre los franceses y los ingleses, en las cuales las
fuerzas del sentimiento nacional se hicieron sentir por primera vez en gran
escala y 3) las guerras religiosas que siguieron a la Reforma. En todos
estos casos, la... . guerra dejó de ser un instrumento racional. de la polítka
monárquica... de defensa de los derechos jurídicos. El concepto de guerra
como un asunto en pequeña escala de escaramuza y maniobra perdió, su
primacía cuando grandes cantidades de guerreros no profesionales (es
decir, no caballerescos), tanto voluntarios como mercenarios, se vieron
m ezclados con las antipatías culturales, nacionales o religiosas. Cuando ~e
pensaba que un deseado conjunto de valores o una forma de vida depen-
Las viejas teorías del conflicto ~ 207
'Teorías belicistas
Las teorías occidentales modernas del conflicto y la guerra, incluidas aque-
llas del pacifismo utópico, no pueden entenderse sin alguna referencia a la
aparición, a continuación de la Revolución Francesa, de una escuela de
pensamiento militarista dentro de Occidente. El :beliCismo'; y , esta escuela
puede llamarse así, se desarrolló al menos en parte co.mo Una reacción
,cQIlSdente. alpacifismo.-id8alista. Quizás sería más' preciso decir que las dos
.tendencias del pensamiento.. occiden tal'Ae ,ªJil1!~.!!tª-l?-ª~L~n t:r~, si como-opues-
tq§.....QQlare§. LaS ul!!lTIL Oc.cidentaLnunca ha carecido de pensadores , que
~ubLªyaran el conflicto y la tensión en lugar de la cooperación y la armonía
·en .la,realid.,ad, social.
La mayoría de los teóricos occidentales de la estrategia militar desde
·el período de la Revolución Francesa hasta fines de la década de 1950
(cuando el énfasis pasó de las estrategias convencional y nuclear al estudio
de la guerrilla y la contrainsurgencia) mostraban una clara preferencia por
las estrategias directas respecto de las indirectas, por el ataque intimida-
torio del ejército en masa más que por el grácil avance del estoque, por el
ataque frontal y la decisión rápida más que por una estrategia más paciente
de maniobra, rodeo, desgaste y negociación. El concepto de la guerra total
a menudo se ha remontado a los escritos de Karl van Clausewitz, quien a
veces expresó con bastante vivacidad la idea de la guerra como un acto de
fuerza llevado a sus límites extremos, como lo hizo en el siguiente pasaje:
. Por ahora, no conocemos otros medios por los cuales la dura disciplina
del campamento, el profundo odio impersonal, la sangre fría 'del asesi~
nato con buena conciencia, el orden general del sistema en la destruc~
ción del enemigo, la orgullosa indiferencia a las grandes pérdidas, a la
propia existencia' ya la de los propios amigos, la sorda convulsión del
terremoto del alma puedan ' ser comunicados con tanto Vigor y certeza
a las naciones enervadas coma lo haCe toda gran guerra .. : La cultura
'de ' ninguna forma puede pennitir pasiones, vicios y malignidades .
. Cuando los romanos, tras haberse vuelto imperiales, se habían cansado
bastante de la guerra, tratarOn de adquirir nueva fuerza por medio de
combates de gladiadores y persecuciones de ' cristianos. Los ingleses
de hoy, que en general parecen también haber renunciado a la guerra;
adoptan otros medios a fin de generar de nuevo esas fuerzas en desapa-
rición, ' es decir, las peligrosas éxpedicionesde exploración, los viajes
por .mar y el escalamiento de montañas, ' nominalmente ' emprendidos
con fines científfcos pero, en realidad, para traer 'a su país un superávit
de energía traído de las aventuras y peligros de todo tipo. Muchos otros
sustitutos parecidos de la guerra se descubrirán, pero, quizás precisa-
ménte por €lio se volverá cada vez más obvio que una humanidad tan
altamente cultivada y por lo tanto necesariamente debilitada como la
de la Europa moderna, no sólo necesita la guerra, sino las mayores y
más' terribles guerras -en consecuencia, ocasionales recaídas en la bar-
barie- ya que si no, a través de la cultura, perderá su cultura y su
existencia misma.42 -
plena y si esto no se logra "la guerra debe ser la consecuencia, por pequ,eña
que pueda parecer la ocasión".43 No hay nada reprensible en esto, pues a
ojos de Treitschke la guerra en sí misma era majestuosa y sublime.44
Las ideas expresadas por Clausewitz, Hegel, Nietzsche y Treitschke fue-
ron adoptadas por varios filósofos de la historia militar en Europa y Esta-
dos Unidos. El general Friedrich von Bernhardi, fuertemente influenciado
por el concepto darwiniano de la "supervivencia de los mejores" (que sólo
entendía superficialmente) correlacionaba la guerra con el progreso huma-
no, sosteniendo que "aquellos factores intelectuales y morales que aseguran
la superioridad en la guerra son también los que hacen posible un desarrollo
general progresivo [entre las naciones]".45 Los escritos geopolíticos de
Kjellen y Ratzel, tanto como los de los estudiosos alemanes del siglo xx
representados por Haushofer, tenían una deuda intelectual con los con-
ceptos de narwin. (Ver Capítulo 2, en el cual se tratan las teorías geo-
políticas.)
. ~i9:=-íMyef"Maharj también veía la historia como una lucha darwi-
niana en la cual la adecuación se mide en términos de fuerza militar. .LQ..s
hábitos de la discipBna .miliíaL pensaba, son los soportes necesarios de
una estructur a ~jvjJ ordenada. Consideraba a las naciones del mundo como
'e mpresas económicas : trabadas en una fiera competencia por la supervi-
vencia respecto de los recursos y los mercados. !J.. diferé:qciª_de.1QS manÜs-
!i!S" sin embargo, atti.!>~ est0...E-9...Jl}..era:rn~n.te. ;! Jo~ .Í!llPul§.C?ll de ~Jl ~o¡;p.P.I'<.~
tenG~a, sino más bien a la natu!:.~ezfLh_t.gp.ana y ~l he~ho de. q~~ .lli_p.f...Ql'isión.
de bieneL~~o~?!!ñc9.~~s !mí~. Lª s contradic~jones del interés naciQRaI
Rrop!Q, jt.t~P-Eo.n amP!~~ ..!d!:r~~Y.cJ:ibles_djscr.cp.anci¡;ls .d e .P'ºc;J.ID:.~ ºJlQI.tu-
I).Jd~g y determinaciQli, P!2ducep las condiciones. d~~c;.oI).m9.tº_ R~:rm~!l~!lt~
y haceñ--frreaI esp~ra:r...que....se_e]jmjñel a yiOle:Dcla..de..los..asuntos iDteri,ªcin-
x.ml~~. Manan co..ns~aba f1!tiles tQg,Qs..IQs Jis.fuerzo:s p.9r &\S.tituÍJ:J.a...fl.!eua
EQr ..!,: ley, c:Iado que toaa l.e'y.-ªe1?eJ.!~ ..4e J,a.iJ.leIZ3.4>ar.a...su.efka.cia. Final-
mente; MalÜiri' aé~ndra la institución de la guerra contra la acusacic?n eje
que era inmoral y rui'f~rtstJm:t~,. AdUCÍa' que la guétra :es .eU p.e.dio. po!: e!
Ó,:¡ allas naciéiñe s-esraao Ilévan adelªnte los. mandatQS:..de.las c Duciencias...de
~us duda!lano~~-Un" Estad() ' debería ir a la guerra sólo cuando está conven-
cido de que es justa, pero una vez que ha comprometido su conciencia, no
hay otra elección sino la guerra (ni siquiera el arbitraje), pues los "males
materiales de la guerra son menores que el mal moral de transar con el
error".46 (Las opiniones de Mahan sobre la geopolítica del poder marítimo
se trataron en el Capítulo 2.)
Se puede hacer una defensa de peso afirmando que cuanto más terrible
es la amenaza, más eficaz debería ser como disuasión, siempre que sea
creíble. Por eso !.i!~g~tr.:ª.t.egia . de - una . destrucción..se.guF~consideraba tan
~tos:ñPolí~_~~~, ªl mismo. tie.IJlPo que, por lo mismo, l.a~!;QDd~n
e rnaDeOLtan--tajantcmucho~ líder_el'_..I~ligi<?sos yq.trC?~..~~x:alistas que
cE;pJ;r i!!lan..su-atención .en Jaintencián impIíci~a y condicional ni~¿aariZm
~n ella y. tendi~Ate adestruir las poblaciones urbanas y los. complejosjndus..
triales., Algunos aducían que era justificable poseer armas nucleares con
fines disuasivos, pero que tales armas nunca debían usarse en la guerra:
Este argumento contravenía la exigencia de credibilidad en la disuasión,
porque la privaba de una doctrina operativa. (Es discutible que sea posible
para -un gobierno democrático tener una doctrina de disuasión y otra más
limitada en caso de fracasar la disuasión.)
Supuestamente, cualquier esfuerzo por hacer menos inmoral la ame-
naza y más limitada, puede también parecer, siquiera lógicamente, menos
eficaz como disuasión (aun cuando algunos aducirán que esto podría re-
forzar su credibilidad, es decir, su certidumbre de ser aplicada). Cuando
los funcionarios de defensa norteamericanos han parecido estar conside-
rando resp:uestas a la agresión más mesuradas que una represalia masiva.
general con misiles estratégicos nucleares -por ejemplo, "opciones nuclea-
res limitadas", "determinación selectiva de blancos", "contrafuerza" más
que "estrategias contra~ciudad", "armas nucleares de campo de batalla O'
tácticas", "escalada horizontal" o "disuasión convencional"- a menudo han'
sido criticados por los moralistas por hacer la guerra nuclear "menos im-
pensable" o más probable de producirse como resultado de la · escalada.
Así, los moralistas indirectamente, con sagacidad o no, han estado indi-
cando su preocupación respecto no sólo de la moral de la disuasión, sino'
también de su eficacia. Aun cuando uno pueda no condenar todo uso conce-
bible de las armas nucleares y pueda aprobar de forma renuente la posibi-
lidad de que el uso con sentido de represalia de una forma limitada y
discriminativa contra blancos militares esté teóricamente justificado, sin
embargo los moralistas han exhibido un gran escepticismo respecto de que
una guerra nuclear pudiera mantenerse limitada, al margen de los esfuerzos-
por controlarla. Temiendo el proceso de escalada, generalmente se han
opuesto a cualquier uso en primera instancia de las armas nucleares.69
El prolongado debate acerca de la moralidad de la guerra nuclear, que'
ha pasado por muchas fases, ha servido para demostrar ampliamente que el
concepto de disuasión, que bien puede constituir el desarrollo técnico más
significativo de las relaciones internacionales del siglo xx, representa algo
bastante nuevo en la historia. Parece desafiar una evaluación adecuada en
términos de las dos categorías occidentales tradicionales de pensamiento
sobre el tema de la guerra y la paz -la "guerra justa" y el pacifismo- y
exige una modalidad única, bastante paradojal, de análisis ético.
224 ~ Las viejas teorías del conflicto
NOTAS AL CAPíTULO S
1 Desde que se editó la segunda edición de este texto han aparecido muchas
.obras sobre la guerra y sus causas. Aquellas que merece la pena destacar son
las de J. David Singer, comp.: Correlates of War JI: Testing Some Balance-of-
Power Models (Nueva York, The Free Press, 1980); Francis A. Beer: Peace
.Agamst War: The Ecology of International Violence (San Francisco, California,
Freeman, 1981); Broce Bueno de Mesquita: The War Trap (New Haven, Conn.,
Yale University Press, 1981); Richard Ned Liebow: Between Peace and War:
The Nature of International Crisis (Baltimore, Md., The Johns Hopkins Univer-
'sity Press, 1981); Robert G. Gilpin: War and Change in World Politics (Cam-
'bridge, Cambridge University Press, 1981); James A. Schellenberg: The Science
.of Conflict (Nueva York, Oxford University Press, 1982); Michael Howard: The
·Causes of Wars and Other Essays (Cambridge, Mass., Harvard University Press,
1983); Robert J. Art Y Kenneth N. Waltz, comps.: The Use of Force: International
Politics and Foreign Policy (Lanham, Md., University Press of America, 1983);
.Melvin Small y J. David Singer, comps.: International War (Homewood, Illinois,
Dorsey Press, 1985); John G. Stoessinger: Why Nations Go to War, ed. rev.
Nueva York, Sto Martin's, 1985); Seyom Brown: The Causes and Prevention of
War (Nueva York, Sto Martin's, 1987).
Los artículos merecedores de atención incluyen Miles Kahler: "Rumors of
War: The 1914 Analogy", Foreign Affairs, 58 (invierno de 1979-1980); Charles F.
Doran y Wes Parsons: "War and the Cycle of Relative Power", American Poli-
tical Science Review, 74 (diciembre de 1980); Broce Bueno de Mesquita: "Risk,
Power Distributions, and the Likelihood of War", International Studies Quar-
7lerly, 25 (diciembre de 1981), "The Costs of War: A Rational Expectations
Approach", American Political Science Review, 77 (junio de 1983) y "The War
Trap Revisited: A Revised Expected Utility Model", American Political Science
Review, 79 (marzo de 1985); Charles W. Kegley, Jr., y Gregory A. Raymond:
'''Alliance Norma and War", International Studies Quarterly, 26 (diciembre de
1982); Jack S. Leby: "Historical Trends in Great Power War, 1145-1975", ibídem
26 (junio de 1982), "Misperception and the Causes of War", World Politics, 36
(octubre de 1983), y 'Theories of General War", ibídem, 37 (abril de 1985).
2 Michael Howard: op. cit., pp. 7-22, citado en p. 14. J. Davis Singer ha
señalado que, con la posible excepción de Future of War (1899) de Jean de
Bloch, que predecía con sorprendente precisión lo que sería la siguiente guerra
europea, y Pitrim Sorokin, cuyo trabajo de 1937 Social and Cultural Dynamics
·correlacionaba la guerra con los ciclos en los modelos culturales, el Study of
War (1942) de Quincy Wright y los estudios de Lewis Richardson de las esta-
dísticas de la carrera armamentista, publicados en 1960 sobre la base de una
anterior investigación (y discutidos en el Capítulo 8) "marcan los primeros
esfuerzos rastreables por aplicar el método científico al conflicto internacional".
Agrega: "Mientras los fenómenos físicos han sido estudiados en forma esencial-
mente científica durante varios siglos, y los fenómenos biológicos durante casi
un siglo, los fenómenos sociales han permanecido en gran medida como el
ámbito de la especulación teológica, el imperativo moral y el folklore conven-
cional". "Accounting for Internacional War, The State of the Discipline", Journal
of Peace Research, N? 1, Vol. XVIII (1981), p. 1. El juicio de Singer puede ser
un poco injusto con los filósofos y los teóricos sociales, políticos y legales que
reflexionaron antes del siglo xx sobre el problema de la guerra sin emplear
metodologías cuantitativas y cuyos enfoques difícilmente pueden desestimarse
como "folklore convencional". Es correcto, sin embargo, decir que el esfuerzo
sostenido por estudiar las guerras de forma sistemática y científica, empleando
los métodos de las disciplinas de la conducta, no se encaminó hasta después
de la Primera Guerra Mundial.
3 Lewis A. Coser: The Functions of Social Conflict (Nueva York, The Free
Press,1956),p.3. 11 ' :::!! l,;
Las viejas teorías del conflicto ~ 225
Simmel ver Nkholas J. Spykman: The Social Theory of Georg Simmel (Nueva
York Atherton, 1966), especialmente pp. 3-127; Lewis Coser, comp.: Georg Simmel
(Engíewood Cliffs, N.J., Prentice-HalI, 1965), especialmente pp. 1-77. Ver también
"Conflict" trad. Kurt H. WoIff, en Conflict and the Web of Group Affiliations
(Nueva Y~rk, .The Free Pre~s: 1955) , .p. 13. Simmel escri!:>!ó: "Tanto. ~omo ~l
universo necesita 'amor y OdIO, es deCir, fuerzas de atracCIOn y repulsIOn, a fin
de tener alguna forma, de igual forma la sociedad, también, a fin de lograr
una forma determinada, necesita cierta proporción cuantitativa de armonía y
desarmonía, de asociación y competición, de tendencias favorables y desfavo-
rables". Ibídem, p . 15. "Una cierta cantidad de díscordia, divergencia interna y
controversia exterior está orgánicamente vinculada con los elementos mismos
que, en última instancia, sostienen unido al grupo" (pp. 17-18). Aun en situa-
ciones relativamente desesperadas, la oportunidad de ofrecer oposición puede
ayudar a volver soportable lo insoportable: "La oposición nos da satisfacción
interna, distracción y alivio, tanto como la humildad y la paciencia en diferentes
condíciones psicológicas" (p. 19). Ver también R. C. North y otros: "The Integra-
tive Functions of Conflict", Journal of Conflict Resolution, IX (septiembre de
1960), pp. 355-374; Lewis A. Coser: "Sorne Social Functions of Violence", Annals
of the American Academy of Political and Social Science, CCCLXIV (marzo de
1966), pp. 8-18 Y Charles Lockhart: "Problems in the Management and Resolution
of International Conflicts", World Politics, XXIX (abril de 1977), p. 370.
13 Ver el excelente capítulo sobre "Ancient China" en Frank M. RusselI:
Theories of International Relations (Nueva York, Appleton, 1936); Mousheng Lin:
Men and Ideas: An Informal History of Chinese Political Thought (Nueva York,
John Day, 1942); Arthur Waley: Three Ways of Thought in Ancient China (Lon-
dres, Allen and Unwin, 1939 [Anchor edition, 1956]); H. G. Creel: Chinese
Thought from Confucius to Mao Tse-tung (Nueva York, New American Library,
1960) , especialmente pp. 51-53, 113-121 Y 12Q..130, y Ch'u Chai y Winberg Chai,
comps.: The Humanist Way in Ancient China: Essential Works of Confucianism
(Nueva York, Bantam, 965). Jacques Gernet señaló que los seguidores de Mo-Ti
buscaban eludir la guerra pero estaban díspuestos a defender por la fuerza de
las armas las ciudades sometidas a un ataque injusto. A History of Chines Civili-
zatían, trad. J. R. Foster (Cambridge, Cambridge University Press, 1983), p. 88.
14 En otras palabras, ahimsa promovía el vegetarianismo mucho antes de
promover el pacifismo en la India. Para una discusión ulterior de actitudes
históricas indias hacia la guerra, ver D. Mackenzie Brown: The White Umbrella:
Indian Political Thought form Manu to Gandhi (Berkeley, University of Cali-
fornia Press, 1953), especialmente Parte 1; U. N. Goshal: A History of Hindu
Political Theories (Londres, Oxford University Press, 1923); A. L. Basham: "Sorne
Fundamentals of Hindu Statecraft" en Joel Laurus, comp.: Comparative World
Politics: Readings in Western and Pre-Modern Non-Western International Rela-
tions (Belmont, California, Wadsworth, 1964), especialmente pp. 47-52 Y el capí-
tulo sobre "Ancient India" en Frank M. RusselI: op. cit. Norman D. Palmer:
"Indian and Westem Political Thought: Coalescense or Clash?", American Poli-
tical Science Review, XLXX (septiembre de 1955), pp. 747-761; George Modelsky:
"Kautilya: Foreign Policy and International System in the Ancient Hindu World"
ibídem, LVIII (septiembre de 1964), pp. 549-560. '
15 Hamilton A. G. Gibb: Mohammedanism: An Historical Survey (Nueva
Yo~k, New Am~I1can Library, 1955), pp. 57-58. Majid Khadduri ha escrito dos
refinadas exposIcIOnes del tema: War and Peace in the Law of Islam (Baltimore
l\1d., Johns. Hopkins Press, 1955) y "The Islamic Theory of International Rela:
tIOns and ItS Contemporary Relevance", en J. Harris Procto, comp.: Islam and
International Relations (Nueva York, Praeger, 1965), pp. 24-39 Y Bernard Lewis:
"The Return of Islam" en Michael Curtis, comp.: The Middle East Reader (New
Brunswich, N.J., Transaction Books, 1986) , esp. pp. 79-82.
16 D. Mackenzie Brown: op. cit., p. 143.
17 Para 10 relativo a las creencias y las prácticas de los israelitas en la
edad de los profetas y los jueces, antes del surgimiento de los reyes políticos,
ver Exod. 15: 1-21; Deut, 20: 1-9, 10-20 y 23-15; Josue, 1: 1-9, 2:24, 3: 5-10 y 6: 1-19;
Jueces, 7:2-22 y 2 Sam. 5:24. Ver también Everett F. Gendler: "War and the
Las viejas teorías del conflicto ~ 227
Terrorists and Terroris.m (Nue~a. Yo~k, Wil~y, 1974) y J. Bowyer Bell: "Trends
on Terror: The AnalysIs of Poht¡c VlOlence , World Politics, XXXIX (abril de
1977), pp. 476488. .
57 Para w;t muestreo representativ~ de la vol~~inosa ?ibliografía que re-
fleja estas actItudes, ver Roland H. Bamton: Chnsttan Attttudes Toward War
and Peace (Nashville, Abingdon Press, 1960); John C. Bennett, comp.: Nuclear
Weapons and the Conflict of Conscience (Nueva York, Scribner's, 1962); Gordon
Zahn: An Alternative to War (Nueva York, Council on Religion and International
Affairs, 1963); James Finn, comp.: Peace, the Churches and the Bomb (Nueva
York, Council on Religion and International Affairs, 1965); Donald A. Wells:
The War Myth (Nueva York, Pegasus, 1967); James W. Douglass: The Non-
Violent Actio!:. (Boston, Sargent, 1973); Joseph Fahey: Justice and Peace (Mary-
knoll, N.Y., Orbis Books, 1979); Thomas Merton: The Non-Violent Alternative
(Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 1980); The Church and the Bomb:
Nuclear Weapons and the Christian Conscience, informe de una reunión de
trabajo bajo la presidencia del obispo de Salisbury (Londres, Hodder and
Stoughton, 1982).
58 Ver Erich Fromm: "The Case for Unilateral Disarmament", en Donald
G. Brennan, comp.: Arms Control, Disarmament and National Security (Nueva
York, Braziller, 1961), pp. 187-197; Mulford Q. Sibley: "Unilateral Disarmament",
en Robert A. Goldwin, comp.: American Armed (Chicago, Rand McNallyk, (1961),
pp. 112-140; Gordon Zahn: op. cit.
59 Ver John Courtney Murray: Morality and Modern War (Nueva York,
Church Peace Union, 1959) y reimpreso como "Theology and Modern War" en
Theological Estudies, XX (marzo de 1959), pp. 40-61; Paul Ramsey: War and
the Christian Conscience (Durham, N.C., Duke University Press, 1961) y The
Limits of Nuclear War (Nueva York, Council on Religion and Internacional
Affairs, 1963); A. Goldwin, comp.: op. cit., pp. 1-21; Richard A. Falk: Law;
Morality and War in the Contemporary World, Princeton Studies in World
Politics N~ 5 (Nueva York, Praeger, 1963); Robert W. Tucker: The Just War
(Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1960) y Just War and Vatican II:
A Critique (Nueva York, Council on Religion and International Affairs, 1966);
William V. O'Brien: Nuclear War, Deterrence and Morality (Westminster, Mr.,
Newman Press, 1967) y The Conduct of Just and Limited Wars (Nueva York,
Basic Books, 1977); James T. Johnson: Just War Tradition and the Restraint of
War (Princeton, Princeton University Press, 1981).
60 Murray: op. cit., p. 61.
61 O'Brien: Nuclear War, Deterrence and Morality, pp. 3441.
62 Ibídem, pp. 23-26 Y cap. 5, "Morality and Nuclear Weapons Systems".
63 Ramsey: The Limits of Nuclear War, p. 10.
64 Esto fue planteado por el Papa Pío XII en 1954 y fue reiterado por el
Concilio Vaticano Segundo en 1965.
65 Ver Ralph B. Potter: War and Moral Discourse (Richmond, Va., John
Knox Press, 1969); Robert Ginsberg, comp.: The Critique of War (Chicago,
Begnery, 1969); Richard A. Wasserstrom: War and Morality (Belmont, California,
Wadsworth, 1970); Morton A. Kaplan, comp.: Strategic Thinking and Its Moral
Implications (Chicago, University of Chicago Center for Policy Study, 1973);
James T. Johnson: "The Cruise Missile and the Neutron Bomb: Some Moral
Reflections", Worldview, 20 (diciembre de 1977); Robert L. Phillips: War and
Justice (Oklahoma City, University of Oklahoma Press, 1984); John D. Jones
y Marc F. Griesbach, comps.: Just War Theory in the Nuclear Age (Lanham,
Md., University Press of America, 1985); William V. O'Brien y John Langan,
comps.: The Nuclear Dilemma and the Just War Tradition (Lexington, Mass.,
D. C. Heath, 1986).
66 Para un debate en torno de la "teología de la liberación" y la moral
de la violencia revolucionaria, ver el número de octubre de 1968 de Worldview,
consagrado a "Revolution and Violence"; Gustavo Gutiérrez: "Liberation and
Development", Cross Currents 21 (1971); Philip E. Berryman: "Latin American
Liberation Theology", Theological Studies, 34 (diciembre de 1973); Guenten Lewy:
Religion and Revolution (Nueva York, Oxford University Press, 1974), esp. cap. 20;
232 ~ Las viejas teorías del conflicto