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EL PODER DE LA BRUJA: LA QUINTRALA Y EL TERROR

La historia de La Quintrala, de la autora Magdalena Petit, se desarrolla durante


el siglo XVII, época en donde la gente era muy supersticiosa y crédula, tomando así
lugar en el relato, temas relacionados con la brujería, como maldiciones y el mal de ojo.
Por todo lo mencionado con anterioridad, influye en éste la poca atención y falta de
protección hacia la protagonista, el desamparo de la madre la que murió al dar a luz y el
hecho de que su padre, siendo de buena posición social no se hiciese cargo de ella, por
motivos de trabajos, y por maldiciones que inspiraba la criaba, quién había inculcado
un sentimiento de rencor, ira y maldad en la joven muchacha.

Podemos ubicar esta obra en un mundo narrativo realista, ya que relata la vida de
Catalina, hija de criollos santiaguinos y con una vida relativamente normal, además hay
que tomar en cuenta que la vida de esta mujer fue real. Aunque, siendo el narrador
omnisciente, se puede ver las diferentes actitudes, sentimientos además de sus
emociones, de las que constaba Catalina de los Ríos Lisperguer, manteniendo un orden
cronológico en el desarrollo de los hechos.

Al lo largo de la historia se van desenvolviendo diversos temas, de los cuales


cabe destacar, la ambición del poder, la antagonía ante la fe cristiana y como los
diferentes prejuicios sociales tienen efecto en la vida de la Quintrala.

Uno de los temas que se manifiesta mayormente en la obra es el exceso de poder


y la gran diferencia que había entre las clases sociales en el siglo XVII, representado por
la familia Lisperguer, un ejemplo de hibridación étnica debido a que esta familia estaba
compuesta por una mapuche y un alemán por lo que se conformo en una de las dos
familias más influyentes en Santiago de nueva Extremadura, ya que la indígena era una
princesa y poseía gran cantidad de los territorios ubicados en el centro de Chile. En la
obra se presenta una relación poco cercana entre los hacendados y los patrones, ya que
estos últimos no solo se creían dueños de las tierras poseídas, sino que también de los
hacendados tratándolos como objetos y no como personas. La Quintrala por el simple
hecho de proceder de una de las familias influyentes de la época se sentía con toda la
libertad de realizar actos macabros, como por ejemplo: castigar a sus criados
azotándolos cruelmente y en algunos casos llegaba al extremo de quitarles la vida, este
acto lo realizaba con el solo fin de satisfacer sus gustos y a veces deseos. Todo esto en
completa impunidad ante la justicia, ya que les ofrecía a los oidores parte del oro que
ella tenía a cambio de salir absuelta.

Catalina de los Ríos Lisperguer, en la obra llamada por su familia y sus amigas
“La Quintrala”, y luego popularmente denominada así por los habitantes, es un
personaje que puede compararse con la protagonista de la obra de Rómulo Gallegos,
Doña Bárbara, por ser ambas una figura indomable, violenta y dañina. Sin embargo,
Doña Bárbara, desde pequeña sufrió un trauma horrible, por lo que ella sí tenía razones
importantes por las cuales vengarse del mundo, en este caso de los hombres, en cambio,
la Quintrala vivió casi como toda niña normal, solo estaba desamparada, sin madre, y un
padre despreocupado, pero a su vez, sentía un gran placer por el maltrato físico. Por
esto, no se justifica las barbaridades que ésta realizó a sus hacendados. En ambos textos
existe una antítesis de los personajes principales, Fray Pedro Figueroa que es símbolo de
la razón, la cordura, la fe y la cristiandad frente a lo que fue la Quintrala, como Santos
Luzardo, que es símbolo de luz, de la razón y a justicia frente a Doña Bárbara. También
de personas que eran destacadas por lo mal que lo pasaban como Ñatucon Jetón que era
el sirviente y el cartero de la Quintrala quien le daba de azotes si no le entregaba la carta
que ella le enviaba a buscar y Juan primito en doña Bárbara que cumplía las mismas
labores.

Doña Bárbara es símbolo del poder sustentado en la violencia, la ignorancia y la


corrupción del gobierno, sin embargo, su historia hace que el personaje sea complejo
moralmente, por cuanto es simplemente el producto de una realidad primitiva y cruel, es
una sobreviviente que utiliza su poder para hacer frente ante su desamparo esencial. La
Quintrala, en cambio, es una hija de su clase social quien acostumbraba a ejercer un
poder basado en la enorme desigualdad social, aceptada como el orden natural de las
cosas. Ambas representan también el poder femenino asociado a lo instintivo y
sobrenatural, ambas son brujas aliadas del demonio, con la diferencia que Doña Bárbara
pierde su dominio en la incredulidad de Santos Luzardo, mientras que Catalina sustenta
este dominio, paradójicamente, en una sociedad donde la iglesia Católica era muy
poderosa.

La Quintrala, en sí, da muchas actitudes negativas, por la imagen que representa


en calidad de persona, mala sin razón alguna, “sanguinaria” llamada por sus pares, da a
entender que era una mujer muy ambiciosa, que sin más, pasó por sobre la autoridad de
su padre, no por un simple capricho o por rebeldía, sino porque se dio cuenta que por el
apellido con el cual había nacido, la había hecho así, persona que puede pasar por sobre
otra, sólo con el fin de conseguir algo en especial, quizás respeto o atención. Siendo ella
quien practicaba la brujería, en ese tiempo, era muy mal vista tal actividad por lo que la
pena para ello era la muerte, sin embargo como pertenecía a una de las familias más
influyentes de Santiago en el Chile Colonial, no se le aplicaba pena alguna por estos
actos. Por ello, se puede demostrar que por mucho que fuese la influencia religiosa en
ese período de la historia, el dinero, al apellido y el prestigio eran igual o más
importantes que la religión, como era en ese entonces. Con esto, Catalina de los Ríos
Lisperguer, era una mujer de temer, que desde su infancia fue una aristócrata cómoda,
con todo lo que podía querer, viviendo sin reglas, sin obligaciones, ya que en ese
periodo no había educación para las mujeres, por lo que ella no sabia leer ni escribir.

En relación a lo anterior, cabe destacar las diferencias existentes entre la


actualidad y el período colonial en Chile, como la condición social de una persona, es
decir, la influencia que existía sobre el gobierno por parte de las familias más
privilegiadas de la época, para salir beneficiados en algún acto en particular, como en el
caso de la protagonista, Catalina, que utilizaba las influencias de su padre al igual los
prestigios de su apellido, para salir impune ante una autoridad judicial por los
acometidos de los cuales se le acusaba. En cambio, hoy en día, no existen esa clase de
privilegios ni influencias de parte de la familia, por cuan muchos sean los prestigios de
ésta, sino, toda la gente es igual ante la ley. Otro aspecto que es de comparar en el
relato, es el tema educacional, que en ése período la gente era más crédula e
influenciable, debido a la poca o falta de educación que poseían, cosa que hoy en la
actualidad, no existe gracias a que todas las personas tienen el derecho y deber de
educarse como es debido. La educación como tema fundamental en la vida de una
persona, es ésta quien forma, además de la familia, valores que ayudan a tener una vida
llena de buenas costumbres y cultura. Por lo mismo, se podría decir que la forma de
actuar de la Quintrala se debía a la falta de valores morales que no fueron entregados
correctamente por la persona adecuada durante su niñez, como por ejemplo, los valores
de humildad, respeto hacia la gente y hacia uno mismo en calidad de persona pensante,
sinceridad, en el caso de mentir y no reconocer sus errores en parte por orgullosa,
sensible, en parte por actuar de la forma negativa que ella poseía frente al mundo que la
rodeaba.
La actualidad es muy diferente a la realidad representada en la novela, por el
asunto del bandolerismo, la falta de recursos, la religión y la educación, la Quintrala fue
una mujer cruel, malvada, rencorosa, vengativa y homicida, criada desde pequeña por su
nana antagónica a las leyes cristianas, siendo así desde pequeña, por lo que se afirma
que en las personas no nacen como tal, sino que se educan así, es decir, “Un homicida
no nace, se hace”. Si comparamos a Catalina con entidades presentes en nuestro país,
muchas de las personas en general poseen ciertas cualidades similares a la protagonista
del relato, que por algún motivo yacen en lo profundo de ellas, por asuntos de moral en
particular o más bien políticos, como el estar en contra del estado. Es por esto que hoy
en día no hay gente que se asimile tal y como era la Quintrala de una forma espontánea,
por los mismos valores morales que entregan los padres en casa, la religión y la
educación que nos van formando como personas.

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