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0. NOTAS INTRODUCTORIAS
Como preludio a una obra de iniciación a los problemas generales de la semiótica, este
texto desea ilustrar uno de esos problemas más candentes mostrando, por una parte, lo
más claro posible, aquello que puede ser considerado una experiencia de los proyectos
de la semiótica y de las hipótesis que desean abrir la visión a nuevas investigaciones.
EN = F (A1, A2,...)
Sin traicionar de ninguna manera la intuición proppiana, tal observación homogénea
constituye así un preámbulo para una reflexión formal: permite por ejemplo, visualizar
la función “la partida” como una invariante y examinar los actantes que están
implicados en diversos espacios del texto como variables; ello facilita asumir tal actante
como invariante, la reunión de todas sus funciones como constituyentes de su “esfera
de acción”, etc.
2. El reconocimiento de regularidades
/partida/ vs /retorno/
/creación de la falta/ vs /liquidación de la falta/
/establecimiento de la prohibición/ vs /ruptura de la prohibición/, etc.
1. El esquema narrativo.
Digamos que la lectura atenta de Propp no deja de ser elaborada para la recurrencia de
tres pruebas articuladas y para el conjunto del relato, ellas son:
- La prueba calificante,
- La prueba decisiva y
- La prueba glorificante.
Al seguir paso a paso el héroe del cuento maravilloso se encuentra que éste, después
de haber aceptado su misión, debe asumir una especie de prueba de admisión que le
permita adquirir – o le confirme como sujeto competente – la cualificación requerida
para emprender la búsqueda que se complementará con el compromiso decisivo y la
obtención del objeto de valor pretendido; esos hechos significativos lo conducirán a ser
reconocido y glorificado como héroe. Si se piensa un poco, se puede identificar que se
trata de una “historia” completa que no es relatada, es la historia de una vida ejemplar
en la cual las pruebas articulan los tres episodios fundamentales que siempre repiten
todos los narradores en el mundo: la cualificación del sujeto, manifestada en formas
diversas (ritos de iniciación, ritos de paso, concursos y patentes); en fin, la vida del
sujeto considerada como un espacio virtual que el ser humano está llamado a llenar
con sus actos haciendo algo y al mismo tiempo, manifestándose; el reconocimiento, esa
mirada de los otros que juzgan los actos de su autor y le constituyen en su ser.
Obviamente esa es sólo una versión, entre otras, que nos ofrece el imaginario humano
sobre el “sentido de la vida” presentado como un esquema de acción: las variaciones del
tema son numerosas, han abierto un amplio número de ideologías. Por ahora, lo
importante es el reconocimiento de un principio de organización invariante que
permite considerar ese esquema como un concepto operatorio. El punto de vista
proppiano nos sugiere la posibilidad de leer todo discurso narrativo como una
búsqueda de sentido, del sentido atribuido a la acción humana: el esquema narrativo
aparece entonces como la articulación organizadora de la actividad humana que lo
erige en significación.
1.2. La confrontación
El tema de las confrontaciones, sin importar que sean violentas o pacíficas, está
constituido por los objetos de valor codiciados por las dos partes enfrentadas y sus
consecuencias se reducen a las transferencias de objetos de un sujeto al otro. Así, la
confrontación puede ser resumida en sus resultados en una fórmula canónica simple:
S1 U O ∩ S2
que expresa que después de un enfrentamiento o de una transacción, uno de los sujetos
estará necesariamente disjunto del objeto de valor mientras que su antagonista estará
en conjunción con él. En el cuento maravilloso tales transferencias se producen muchas
veces (el traidor toma a la hija del rey, el héroe la recupera y la devuelve a su padre que
la entrega en matrimonio), y la etnoliteratura conoce una clase de relatos caracterizada
por el encadenamiento infinito de transferencias de objetos. El relato puede, desde ese
punto de vista, definirse por la circulación de objetos, cada transferencia constituye un
pivote narrativo a partir del cual todo puede reiniciar.
Sin embargo, - y esto puede ser lo más importante – aparece aquí una nueva distinción
entre dos niveles diferentes de profundidad: si el conjunto del relato parece sostenido
por una clase de sintaxis elemental de transferencias, el desplazamiento de objetos es al
mismo tiempo recubierto por un nivel más superficial, por las configuraciones discursivas
de todas clases (pruebas, secuestros, engaños, contratos, dones y contra dones) que las
desarrollan de manera figurativa. De lo anterior, resulta que los dos niveles
reconocidos pueden ser descritos y estudiados separadamente y, para dar cuenta del
funcionamiento interno del texto narrativo es necesario establecer, de una parte, las
reglas de circulación de los objetos de valor y, de otro, instaurar una tipología de las
configuraciones discursivas gramaticales a través de las cuales esas transferencias se
manifiestan: la nuevas reglas de restricción precisan las condiciones de enlace de las
transferencias, establecerán el puente entre las representaciones lógicas y figurativas de
la narratividad.
2. El programa narrativo
Por tanto, la representación canónica del sujeto toma la forma de enunciado de estado en
el cual la función está constituida por la relación entre el sujeto y el objeto:
S∩OóSUO
Tal formulación ofrece ventajas pues permite definir cada actante del esquema
narrativo, en un momento dado de la narración, por el conjunto de enunciados de
estado que lo constituyen.
El sujeto de hacer opera las transformaciones que se ubican entre los estados. Así la
fórmula:
SUO S∩O
Los programas narrativos (que representamos PN) son unidades simples pero son
susceptibles de expansiones y complicaciones formales que no cambian en nada su
estatus de fórmulas sintácticas aplicables a las más diversas disposiciones narrativas.
Es posible regresar ahora al esquema narrativo para ver cómo se manifiestan los
diferentes elementos de la sintaxis actancial, cómo, más exactamente, los PN, en los
cuales creemos haber reconocido los mecanismos apropiados que dan cuenta de la
narratividad, funcionan al interior de grandes unidades que constituyen ese esquema.
Procediendo paso a paso, no consideraremos el esquema en su conjunto, sino un
recorrido narrativo que lo compone (v. supra, 1.2) y no el recorrido completo, sino uno de
sus sintagmas, aquel que incluye y corresponde en el modelo proppiano a la prueba
decisiva. Consideramos que ese es el lugar privilegiado del relato donde el héroe,
después de su triunfo, puede finalmente realizar la misión de la cual está encargado: es
el momento del recorrido narrativo que parece estructuralmente más cercano a la
definición de PN en tanto que acto performativo.
Sin embargo, no hay que olvidar que el PN es la forma canónica que da cuenta, en
principio, de todo acto, cualquiera que sea: su proyección, con fines de identificación,
sobre el sintagma del recorrido narrativo propuesto debe estar acompañada de la
puesta en escena de un cierto número de restricciones que, protegiendo las
características del acto, tendrán la tarea de especificarlo y distinguirlo de otras
manifestaciones posibles del PN. Las principales restricciones son las siguientes:
Parece evidente que el sujeto no puede lograr una perfomance si no posee previamente
la competencia necesaria: la presuposición lógica constituye así, antes que otra
consideración, la base de la composición del recorrido narrativo que precede la
perfomance. Asimismo, si la perfomance corresponde, no obstante las restricciones
introducidas, a la definición del acto como un “hacer-ser”, la competencia puede ser
formulada en el mismo registro intuitivo, como la condición necesaria del acto, como
“aquello que hace ser”.
Pero, de forma contraria a lo que ocurre cuando se quiere definir el concepto de
perfomance, la definición de la competencia no se puede obtener partiendo del modelo
del PN y del enunciado de hacer que constituye el núcleo: la competencia es “aquello
que hace ser”, es del orden del “ser” y no del “hacer”. En consecuencia, es la estructura
del enunciado de estado que debe tomarse como punto de partida de su estudio, y el
sujeto competente, en principio, debe estar definido con la ayuda de propiedades que
están en conjunción con él y se constituyen como las restricciones que lo caracterizan
como un sujeto de estado.
S ∩ PN (a)
S ∩ Ov (deseo/deber + poder/saber)
El objeto modal referido está constituido por un conjunto de sobre determinaciones del
hacer, es decir de propiedades que debe poseer la acción antes de hacerse efectiva,
anterior a su realización: para conjuntarse con el objeto, el sujeto competente aparecerá
como dotado de un hacer actualizado, como un sujeto semiótico en potencia.
Rem. Para evitar eventuales confusiones, es necesario resaltar que dada nuestra
propuesta estructural, aquí se entiende por competencia del sujeto una
combinatoria de modalidades compatibles (cf. “Pour une théorie des modalités” en
Langages, sep.1976): la competencia no es siempre positiva, puede ser insuficiente
o incluso negativa, de tal manera que la perfomance puede ser exitosa o conducir
al fracaso.
Esas son las condiciones generales que determinan el estado del sujeto que está listo
para pasar al acto, en la posición inmediatamente precedente a la perfomance. Sin
embargo, considerar la competencia como un estado ayuda a esbozar la descripción
pero no resuelve por completo la problemática. Los enunciados que formulan ese
estado son interpretados como regidos por los enunciados de hacer dando cuenta de
transformaciones que conducen a la constitución de los “estados de las cosas”. En otras
palabras, la existencia del sujeto competente introduce el problema y presupone el
mecanismo de la formación de la competencia. El relato proppiano es así muy
revelador: las pruebas calificantes, numerosas y diversas, que se hallan desarrolladas,
manifiestan la importancia que el relato otorga a la adquisición de la competencia.
Una concepción renovada del actante semiótico emerge progresivamente del estudio del
recorrido narrativo en el cual acabamos de identificar dos instancias lógicamente
relacionadas – la competencia y la perfomance -. Inicialmente reconocidas como una
virtualidad generadora del ser y del hacer, susceptible de articulaciones taxonómicas,
el actante aparece ahora portador de definiciones sintagmáticas complementarias.
Surge una primera dificultad cuando se quiere identificar esta concepción dinámica del
actante semiótico: percibimos que el sujeto no es una simple sucesión de roles
actanciales que asume, por el contrario es, en cada estado del recorrido, el conjunto
organizado de roles actanciales adquiridos a lo largo del recorrido precedente, que el
“héroe”, por ejemplo, no es solamente el sujeto ligado al instante en el cual sale
victorioso de su combate decisivo, sino también, tiene tras él todo un “pasado” que,
desde sus “inicios” y a través de pruebas lo ha llevado a ser lo que es. Esa es una de las
grandes dificultades pero también interés principal de la semiótica discursiva: el
discurso, contrario a la frase aislada, poseedor de una “memoria”; si, desde cierta
perspectiva, se puede decir que está hecho de una sucesión de enunciados,
inmediatamente se debe agregar que a la manera de un “sí” francés que presupone un
“no” anterior, un enunciado inscrito en la continuidad del discurso “recuerda” que un
estado definido presupone un estado latente anterior. ¿Éste resulta de una especie de
incompatibilidad del estado anímico – o de naturaleza? – el análisis del discurso
narrativo y la gramática transformacional sólo tratan las transformaciones entre
enunciados susceptibles de ubicarse paralelamente y no los conjuntos ordenados de
enunciados. Es ahí también donde reside la dificultad de aprovechar, para ese tipo de
análisis, las reglas demostradas del cálculo lógico que se basan en el principio de
sustitución de enunciados o de segmentos tautológicos.
Ahora es más sencillo distinguir el rol actancial del estatuto actancial: a continuación del
rol actancial sólo la superposición que se agrega, en un momento dado del recorrido
narrativo, constituye al actante que sigue la progresión sintagmática del discurso, el
estatuto actancial es aquel que se define teniendo en cuenta la totalidad de su recorrido
anterior, manifestado o simplemente presupuesto. Así, por ejemplo, el adyuvante es un
actor que asume un rol actancial de sujeto del cual está disjunto en tanto que actor; el
estatuto actancial del sujeto, en el momento de la adquisición del adyuvante, está
constituido por su propio recorrido anterior más el adyuvante.
que corresponden al recorrido general del sujeto y lo definen como ser, sino también
los nuevos desarrollos posibles a partir de la perfomance o renuncias a los objetos de
valor generan las prolongaciones del esquema narrativo, además, las nuevas
privaciones de los objetos sirven de pivotes narrativos, pretextos para el inicio de
nuevos recorridos.
1. Algunas conclusiones
3. De otro lado, el estudio del esquema narrativo lo mostró como dotado de una
estructura transaccional y/o polémica, poniendo en escena y confrontando sujetos
con competencias variables, con intencionalidades a menudo conflictivas. A partir
de una tipología de los sujetos, que es de orden taxonómica, puede ser construida
una sintaxis dinámica, concebida como una estrategia de la comunicación - entre
sujetos competentes que cambian cualquier objeto de valor -.
2. El marco axiológico
Así, el solo hecho del desdoblamiento del relato, característica del cuento maravilloso,
nos obliga a admitir la existencia de cierta organización económica que subsume los dos
relatos: sus recorridos narrativos - los del sujeto y del anti-sujeto- se desarrollan en
direcciones opuestas y se reducen a una fórmula de compensación, según la cual la
destrucción del orden social es seguida del retorno al orden, y la alienación es reparada
por los reencuentros con los valores perdidos. Todo acontence como si la organización
narrativa obedeciera a un principio de equilibrio que trasciende y rige las acciones
humanas cumplidas por los sujetos.
Lo que es igual para la intersección de los recorridos de los sujetos lo es también para el
componente acción tomado por separado. Esta se encuentra enunciada y encuadrada en
la estructura contractual que domina el desarrollo del relato: el contrato establecido
desde el principio entre Destinador y el sujeto - Destinatario rige el conjunto narrativo,
el resto del relato aparece entonces como su ejecución por las dos partes contratantes, el
recorrido del sujeto, que constituye la contribución del Destinatario, proseguido por la
sanción a la vez pragmática (la retribución) y cognitiva (el reconocimiento) del
Destinador.
Por consiguiente, la acción del sujeto se encuentra encuadrada por dos segmentos
contractuales: su establecimiento y su sanción que surgen de una instancia actancial
superior, que no es el sujeto. Se dirá que existe, adelante, una instancia ideológica para
informar la acción y, en retrospectiva, una nueva instancia para interpretarla y
homologarla con el universo axiológico que detenta. A manera de la lengua que, como
sistema, funda e instruye la palabra como práctica del lenguaje, la acción del hombre
parece, en esta perspectiva, tener sentido sólo si es inscrita en el universo de los valores
que lo rodea.
Se conocen las limitaciones que impone a esta forma de imaginario la sintaxis narrativa
de superficie exigiendo la ubicación de actantes antropomorfos. Dos figuras de
Destinadores - reunidos a menudo en un archí-actante- aparecen entonces, el primero
como el depositante de los valores que procurará inscribir en los programas de acción,
el segundo como el juez de la conformidad de las acciones con relación a la axiología
de referencia.
El estudio de los discursos narrativos se enriquece así de una nueva problemática poco
explorada todavía, y el esquema narrativo aparece compuesto por nuevos
componentes que se pueden identificar e interpretar como los nuevos recorridos
narrativos efectuados no por los sujetos, sino por los nuevos actantes denominados
como Destinadores semióticos.
Hemos señalado algunas diferencias que existen entre estos dos tipos de recorrido.
Resumámoslas brevemente.
2) La relación existente entre los dos sujetos de hacer nos parecía ser de carácter
contractual, el esquema estaba construido por un doble intercambio, en primer
lugar por un cambio de compromisos, luego la reciprocidad de programas de
ejecución. Sin embargo, el contrato que los une no es igual, y una relación
jerárquica queda implícita allí, sería sólo por el hecho de que la estructura de
intercambio es para el Destinador el marco donde se ejerce su comunicación
participativa: mientras que el sujeto compromete en la transacción la totalidad de
su hacer y su ser, el Destinador, soberano generoso, ofrece todo, sin perder su
esencia.
Esas son sólo evidencias superficiales reconocidas a través del estudio del
esquema proppiano. Las determinaciones más precisas sólo aparecerán si se
consideran, por separado, ambos segmentos - inicial y final – del recorrido del
Destinador.