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Contenido

Prólogo ................................................................................................................ 3
Capítulo 1 - Lectura de la mente ......................................................................... 5
Capítulo 2 - El arte de la deducción .................................................................. 15
Capítulo 3 - El suicidio de Agatha Monroe ........................................................ 22
Capítulo 4 - El hikikomori en acción .................................................................. 30
Capítulo 5 - La habitación cerrada .................................................................... 41
Capítulo 6 - El palacio de Alejandría ................................................................. 48
Capítulo 7 - El robo del maneki neko ................................................................ 56
Capítulo 7 - La familia Takahashi....................................................................... 71
Capítulo 9 - El fin del juego ............................................................................... 78
Epílogo............................................................................................................... 85
Palabras del autor ............................................................................................. 91
Prólogo

Vivimos en un mundo donde abundan las personas raras.

Esa es mi forma de pensar al notar las excentricidades de las personas


quienes buscan destacar de una u otra manera en un ambiente monótono,
o incluso para tomarse un descanso de la rutina.

¿Y qué es lo que trae la monotonía?

Pues el aburrimiento.

¿Y qué es lo que trae el aburrimiento?

Pues la rareza.

Al menos eso es lo que pienso, no puede haber uno sin lo otro.

El tema de la rareza y el aburrimiento es algo que no pensaba con


mucho detenimiento hasta haber tenido la mala o buena suerte (no estoy
segura todavía) de conocer a alguien que hizo de mis días en algo
interesante de contar y exponer al público.

En otras palabras, mi vida, no tan digna como para plasmarla en una


colección de relatos web, daría un giro de 180 grados. Y no tuve la
necesidad de viajar a cierto país asiático conocido por sus
excentricidades, solo bastó irme a vivir a un modesto hostal de Harker
Street y cruzar palabras con el curioso inquilino.

Mi nombre es Irene Morrison, trabajo como ilustradora freelance,


especializada en mangas eróticos. Y ahora que estoy frente a una
computadora escribiendo esto, debo expresar que mis manos me
“picaban” desde hace un buen tiempo para relatar mis aventuras (por así
decirlo) junto a Arthur Holmes, un egocéntrico detective aficionado.

Esta es la historia de mi vida junto a un chico que cuando optó por


resolver casos (criminales o no) solo para salir del aburrimiento hizo que
el mundo del cine y la televisión perdiera a un gran actor; que el mundo
de la informática desconociera la existencia de un prodigioso hacker y
que todos en general se salvaran de enfrentar a un frío y metódico
criminal sociópata.

Un método para leer la mente de las personas, un suicidio demasiado


sospechoso, un complejo programa de resolución de crímenes llamado
“el palacio de Alejandría” y el robo de un carísimo objeto proveniente de
la cultura japonesa cuyo ladrón se ha esfumado…

Para él todo era normal y obvio, sin embargo para mí nada tenía
coherencia. Era demasiada información y emociones vividas para una
sola semana.

Siendo yo una simple ilustradora pensaría que los casos en los que me
involucré fueron sorprendentes e imposibles, pero con Arthur Holmes
aprendí que los hechos más increíbles suelen tener las explicaciones más
sencillas.

En la sencillez radicaba la genialidad y rareza de mi compañero.


Capítulo 1 - Lectura de la mente

—¡Bah! ¡Lo que faltaba! ¡Un jodido fantasma! —exclamó el chico


viendo televisión sentado en un sofá cercano al mío—. Los guionistas de
HCSI hacen que los autores clásicos del género policiaco se revuelquen
en sus tumbas, no esperaba nada de ellos y aun así han logrado
decepcionarme.

»¡Eh! ¡Qué vergüenza de investigador! ¡Es solo una alucinación, los


fantasmas no existen! ¿¡Para qué tomar en cuenta las palabras de un
fantasma amnésico que obviamente no es real!? Me decepcionas
inspector Philips, ¡no encontrarías las pistas aunque te golpearan la cara!

Gritándole al televisor, como lo haría cualquier señora con sus


telenovelas, Arthur Holmes no hacía más que quejarse ruidosamente
mientras devoraba una caja de Pockys importados de Japón.

—Oh claro, el señor sabelotodo podría resolver el caso —dije, harta


de que ese tipo interrumpiera mi hora de ver televisión, yo era la que
estaba viendo la serie y Arthur simplemente se apareció en la sala de
estar y tomó asiento.

—Meh, de hecho ya lo he resuelto —Arthur colocó sus pies encima


de la mesa dejando ver sus zapatos tenis sin amarrar y empezó a morder
otro palito de chocolate—. Es más, te ahorraré los minutos para que los
uses en algo más productivo, nuestro homicida resulta ser la madrastra
del niño “fantasma”. No es ningún secuestrador ni ladrón. Era elemental.

—¡Oye! ¡No tenías que haberlo dicho! —semejante spoiler tuve que
tragarme gracias a mi gran bocota.

Solo tenía como poco más de dos semanas de haberlo conocido y


calculé que en sesenta y cinco ocasiones me han dado ganas de golpearle
el rostro o patear su entrepierna cuando hablaba.
—Oh, pobre Irene, siempre haces tanto drama por solo una tontería.
La resolución de este caso está al alcance de cualquier persona de
intelecto sencillo.

“Sesenta y seis ocasiones…” pensé con mucho pesar, el capítulo de


estreno fue arruinado.

—Pues disculpa por tener una mente sencilla, que yo no lo he


entendido —y entonces dejé caer mi cabeza en el respaldo del sofá.

—Ah, tranquila, no necesitas disculparte. Un bajo, quizás promedio,


coeficiente intelectual no es algo contagioso. Mi inteligencia está a salvo.

“Sesenta y siete… ¿Acaso él no comprende lo que es el sarcasmo?”

—¿Y bien? —pregunté—. Supongo que quieres echarme en cara


cómo has resuelto el caso.

—Bueno, bueno, esa es una suposición acertada —al terminar su caja


de Pockys, Arthur empezó su explicación justo al momento en que el
capítulo llegó al espacio publicitario—: Resolví el caso con solo haber
visto la primera mitad del episodio, en donde nos muestra a través de
flashbacks la situación de una familia un tanto peculiar. Tenemos un
padre inestable sentimentalmente, alcohólico en rehabilitación, que a raíz
de la muerte de su esposa se ha dedicado al cuidado de su hijo pequeño.

»Sin embargo cinco años después empezará una relación amorosa con
una mujer caracterizada por la promiscuidad, claramente ella es alguien
sin mucho autoestima, educada a la antigua y muy dependiente de un
hombre. Una dependencia que ha ahuyentado a todas sus parejas
anteriores, pero al fin la mujer encontró a alguien que la haga sentir
amada, o eso es lo que ella creía, ya que al convivir con su nueva pareja
durante más de cuatro meses, comprenderá que aquel hombre no ha
logrado despegarse de su trágico pasado, ya que se le ve una preferencia
a dedicarse por completo a su hijo que pasar tiempo con su nueva pareja.
»Ahora si agregamos a la ecuación el embarazo no planeado de esta
mujer y la melancolía del niño que acrecentaba los celos de la mujer, las
cosas solo se podrían complicar. Terminando así en un accidente en
donde el niño es empujado por las escaleras. Y digo que es un accidente
por la reacción de la mujer al enterarse que el pequeño terminó muriendo
en el hospital, siendo ella quien llamó a la ambulancia primeramente
(fingiendo estar lejos de la casa), la culpa la corroe lentamente. No me
extrañaría que termine por suicidarse al haberse escapado, obviamente no
fue secuestrada…

»¿Tenía algo que ver el vecino de la cara amargada con una enorme
cicatriz recorriendo su sien? ¿O aquel vagabundo que casualmente
pasaba por el lugar era alguien peligroso? ¡No! La primera equivocación
que un policía o investigador puede cometer es la de seguir una pista
falsa. Es de vital importancia filtrar los datos, o en otras palabras, separar
lo crucial de lo incidental.

»Incluso ese supuesto fantasma es otro factor que distrae y hace


menos obvio lo elemental. ¡Oh! ¡Es por eso que sale el fantasma! Sí…
este ser, producto de la imaginación o las drogas, me atrevería a decir
que se les aparecerá a la mujer y al padre… Vaya, al final aquellos
estándares de construcción de historias han hecho la trama muy
predecible…

Sentí que me perdí de un capítulo emotivo y un momento para llorar.


Ese sentimiento de pérdida hizo que maldijera a Arthur Holmes, como
siempre me incitaba a hacerlo.

Arthur es de un habla rápida, pero se expresaba de forma coherente y


todo sin siquiera tomar un respiro.

Cualquiera pensaría que él es solo un charlatán criticando una serie


policial, igual de engreído como aquellos críticos de internet, ¿qué sabrá
un chico que solía recluirse dentro de su habitación de la vida en las
calles y los crímenes? Pues la verdad mucho… A veces yo también
pensaba que Arthur era solo palabrería, pero al recordar los primeros
casos en los que le acompañé, debía reconocer que él tiene su mérito
como detective aficionado. Posee una gran capacidad de observación y
deducción, pero lo de egocéntrico y sociópata nadie se lo quita.

Revisando mi diario (y eso que yo hablaba de rarezas…) me di cuenta


que fue un viernes veinte de julio del 2018 cuando me mudé a un hostal
de Harker Street, específicamente el 221H de la ciudad de Longhorn. Era
una casa enorme, comparable a una mansión “pequeña” en donde la
dueña, la señora Mary Hodgson, me recibió de la manera más amable
que una mujer de más de cincuenta años y de familia distinguida pudiera
hablar.

—Oh querida, disculpa la tardanza, en estos momentos tengo la


computadora atrás —dijo la simpática señora en la recepción del hostal
—, me la están reparando y quizás no esté lista hasta la noche, no la he
tocado ni nada pero de repente dejó de funcionar, ¿qué raro, verdad? —
típico, es lo que dicen todos. Ella parecía de esas señoras que disfrutaban
contar todo lo que les pasaba.

Yo asentí devolviéndole la sonrisa, saqué el dinero suficiente para


pagar tres noches, luego firmé un par de papeles y el asunto quedó
zanjado.

—Señora Hodgson —empecé a decir cuando recibí la llave de mi


nueva habitación—. Creo que usted debe saber lo complicado que está la
economía para que una joven como yo, que quiere independizarse,
adquiera su casa propia o alquile un buen departamento. La verdad es
que me preguntaba si hay un límite de días en los cuales yo pueda vivir
aquí…

—Tranquila, sé perfectamente lo que quiere decir y déjeme decirle


que puede quedarse a vivir aquí todo el tiempo que necesite.

Sentí que la señora Hodgson era rodeada por un aura celestial


mientras me dedicaba otra sincera sonrisa, ¡parecía la abuela que nunca
pude tener!
—Pero hay una cosa de la que debo advertirle —continuó ella—.
Tengo otro inquilino, que es alguien muy especial…

—¿Especial?

—Sí… digamos que es una persona demasiado extraña, pero no es


para nada alguien malo.

—Oh, bueno… personas raras abundan en todos lados —contesté


descuidadamente.

—De eso no tengo duda, aunque si llega a encontrarse con esta


persona, haga todo lo posible por reprimir su enfado y absténgase de
golpearlo.

—¿Espere… qué?

—Bueno, ya verá por qué se lo digo —contestó la señora Hodgson


sonrientemente—. Y lo reconocerá en cuanto lo vea.

Con estas enigmáticas palabras me dirigí hacia mi nueva habitación


arrastrando mi única maleta. Durante el resto del día me dediqué a dejar
todo en orden y prepararme para reanudar mi trabajo en la noche.

Todo iría según lo planeado, pero pronto me encontré en serias


dificultades…

Me había olvidado el cargador de mi laptop en la casa de mis padres


(que por cierto están muy lejos) y la batería estaba a un 20%. Me tocó
entonces dibujar a mano (posteriormente los escanearía) durante toda la
noche y parte del día siguiente (después de un refrescante baño
matutino). Usando lo que quedaba de energía en la laptop me dispuse a
terminar otra ilustración que debía entregar pronto, las fechas límites me
pisaban los talones.
Así de eficiente era yo cuando me ponía mis lentes para usar frente a
la laptop. No por nada los personajes “inteligentes” suelen usan anteojos
en los anime.

Después de que la laptop se apagara irremediablemente a las dos de la


tarde, me dirigí a la sala de estar, claramente cansada del arduo trabajo.
Dirigí mi atención hacia una pintura que estaba colgada en la pared, la
cual era una muy buena réplica de la última cena de Da Vinci. Después
me hundí en el primer sofá que encontré, y poco después mi atención se
centró en un chico pelirrojo que estaba abstraído leyendo una novela en
un sofá al lado opuesto al mío. Lo miré con mucha curiosidad más que
todo por su apariencia.
Tenía una cabellera abundante y despeinada, piel tan clara como si
nunca hubiera conocido el sol, daba la impresión de que era alto; vestía
unos pantalones jeans y una camiseta blanca holgada que dejaba ver la
delgadez de su cuerpo; además debajo de aquellos ojos grises se
mostraban ojeras.

“Al parecer no soy la única que se desvela”.

Definitivamente era la persona de la que me había hablado la señora


Hodgson. Decidí ignorar su presencia y tomé una revista turística que
estaba sobre la mesa, me di cuenta que esta revista tenía varias páginas
publicitarias, así que decidí aprovechar para buscar alguna tienda en
donde comprar un cargador de segunda mano para mi laptop. Me salía
más barato y rápido comprar uno que pagar un viaje de ida y vuelta a la
casa de mis padres.

No tardé mucho en encontrar el anuncio de una tienda de tecnología


que mostraba los datos de contacto y cuando quise buscar mi celular en
el pantalón me di cuenta de que lo había dejado en mi habitación y no era
solo eso, mis llaves también se quedaron adentro. Después del mini
infarto que me dio tuve que resignarme a la vergonzosa opción de ir
donde la señora Hodgson y pedirle que abriera mi habitación con alguna
llave de respaldo, sin embargo una voz me interrumpió:

—Irene, si vas a buscar a la señora Hodgson, tengo que decirte que


ella salió y no tardará más de veinte minutos en regresar, quizás cuarenta
si decide visitar a su amiga cerca de la avenida Rockford. Yo estoy al
cargo por ahora pero lamentablemente no puedo darte una llave de
respaldo, tendrás que esperarla.

Se trataba del mismo chico que he descrito, que sin siquiera haber
despegado su mirada de la novela en sus manos había irrumpido en mis
más profundos pensamientos.

—Uhm… debe ser difícil el dibujo tradicional —continuó él pasando


una página del libro—. Una vez que alguien se acostumbra a dibujar en
digital se puede complicar el dibujo a mano ¿no? Bueno, tampoco soy un
dibujante así que no lo sé con seguridad… ¿De verdad se gana bien
siendo ilustrador? Veo que no es nada agradable estar dibujando cerca de
la fecha límite…

»Aunque es tu culpa por haberte olvidado de la fecha que habías


fijado. No me sorprendería ya que has sido capaz de haber dejado tu
celular adentro de tu habitación junto a tus llaves. Ah, por cierto, si estás
buscando dónde comprar un cargador para tu laptop, no te recomiendo la
tienda que has elegido, sino una que está allá cruzando la calle Norwell,
al lado de la farmacia del señor Stapleton.

—¿Pe- pe- perdón? ¿Te conozco? ¿Cómo sabes mi nombre? —inquirí


completamente atónita.

—Uhm… nope. Es la primera vez que nos vemos y hablamos. ¿Acaso


he acertado en todo? —preguntó viéndome de reojo—. La verdad no
esperaba hacerlo ya que no te presté mucha atención… Esta novela a
ratos me entretenía y otras no.

—¿¡Cómo rayos sabes todo eso sobre mí!? ¿¡Acaso me has estado
espiando!?

—Ya te dije que esta es la primera vez que nos vemos.

—¿Es que… es que acaso eres un adivino? No puede ser… ¿¡Eres


capaz de leer la mente!?

—¿Qué? —el chico cerró su libro y me vio con una ligera expresión
de sorpresa—. La verdad no tengo ningún poder.

—¿Entonces cómo has logrado saber todo eso sobre mí?

—Pues en mayor parte fue gracias al haber visto tus ojos. Era más que
obvio.

—¿¡Obvio!?
Si yo no vestía una camisa con toda mi información impresa al frente
o que mis ojos proyectaran toda mi vida en forma de hologramas sin que
me diera cuenta, entonces no sabía qué era lo obvio, así que le exigí una
explicación.
Capítulo 2 - El arte de la deducción

Hay una frase que dice que “los ojos son la ventana del alma”. Suena
muy bonito y todo, algo poético que de ninguna manera se podía tomar
de forma literal, eso era lo que pensaba hasta que tuve mi primera charla
con aquel chico pelirrojo.

Repasemos. Según él, que nunca había hablado conmigo, supo


mayormente gracias al haber visto mis ojos lo siguiente sobre mí:

—> Que yo había olvidado mis llaves y celular dentro de mi


habitación.
—> Que trabajo como ilustradora y que yo estaba cerca de una fecha
límite.
—> Que tenía problemas con el dibujo tradicional ya que me había
acostumbrado al trabajo digital.
—> Y que estaba buscando el anuncio de alguna tienda de tecnología en
una revista turística para comprar un cargador para mi laptop.

Básicamente era eso. Y como cuando te emocionas con un truco de


magia que al descubrir cómo se hace te llevas una gran decepción, así me
pasó cuando él me explicó cómo pudo leer mis pensamientos:

—Primeramente debo aclarar que aunque dije que esta era la primera
vez que intercambiamos palabras, yo supe de tu existencia ayer en la
tarde cuando viniste a pedir una habitación a la señora Hodgson, yo me
encontraba detrás de la recepción reparando su computadora y como
tengo cierta curiosidad cuando llegan nuevos inquilinos, no pude evitar
escuchar tu conversación.

»Así supe que te llamas Irene Morrison, que estás comenzando tu vida
adulta y que por un ajustado capital has elegido este económico hostal
para pasar tus días. Una vez que has conseguido la llave de tu habitación,
escuché cómo te fuiste arrastrando una maleta, y digo que solo llevabas
una solo por el ruido de las ruedas. De esta conversación no he sacado
más información.
»Ahora en el día actual, hace diez minutos aproximadamente, llegaste
aquí y viste el cuadro de La última cena durante casi un minuto, como si
lo estuvieras analizando, dándome a entender que había una alta
posibilidad de fueras alguien relacionada con el arte. Después presentí
que me ibas a ver así que volví a mi lectura ya que se me hace incómodo
cruzar las miradas con nuevas personas sin tener un tema de
conversación en mente.

»Después noté que te tiraste al sofá en clara señal de cansancio, ya


que cuando te vi de nuevo pude notar que te restregabas los ojos, como si
tuvieras la vista cansada y me pareció curioso los lentes que llevas sobre
la frente, por la posición de éstos deduje que los has estado usando no
hace mucho tiempo, no obstante… estos lentes tienen un cristal más
oscuro, llegando a un color amarillento, claramente no eran lentes para el
sol.

»Centraste tu atención en la revista turística que estaba sobre la mesa


y la tomaste. Ahora es cuando confirmé que no tienes problemas graves
de visión, ya que estuviste leyéndola sin necesidad de habértelos puesto;
específicamente has leído las primeras y últimas páginas de la revista,
donde suelen ir colocado los anuncios de los distintos negocios y
servicios en la ciudad, y como el espacio para publicitarse es reducido,
los diseñadores suelen usar fuentes de letras pequeñas, entre más
información quepa en un cuadro de no menos de 300 pixeles mejor,
hecho que me hizo inclinar a pensar que usas lentes para el uso frente al
ordenador o algo similar, también estaba la opción de que fueran para el
exterior, pero con los siguientes hechos entendí que la primera “ruta”
tenía más lógica.

»Siguiendo con la hipótesis de que esos son lentes para ordenador, me


puse a pensar en las pantallas más comunes que tenemos alrededor, así se
me vino a la mente los televisores, las tablets, celulares, laptops y
computadoras de escritorio obviamente, así que tomando en cuenta que
llevabas un equipaje ligero, tenemos, usando un método de eliminación,
que la computadora de escritorio no tiene cabida en esta deducción.
Tocaba entonces descubrir en cuál de los dispositivos restantes había
necesidad de usar los lentes.
»Eliminando más opciones, dejamos fuera del asunto el celular, si
bien estos dispositivos ya son como pequeñas computadoras, no son
precisamente cómodas para trabajar durante un prolongado período,
entonces nos queda la tablet y la laptop. Ahora toca determinar qué tipo
de uso se le daría a cualquiera de estos dos dispositivos, entonces pude
notar una mancha de grafito en el dorso de tu mano derecha al momento
de sujetar la revista. Una mancha que tú también has notado y que
después de haber suspirado pesadamente te limpiaste la mano y
regresaste a leer la revista. Lo más seguro era que tú estabas dibujando.

»Por lo que sé, los dibujantes suelen usar un guante (o bien un pedazo
de tela) que evita manchones al pasar la mano dominante sobre el papel,
si de verdad eres alguien que suele dibujar de la manera tradicional, no
hubieras suspirado tan profundamente al ver la mancha de grafito ya que
tendrías uno de esos guantes de antemano, y tampoco vería necesario que
tuvieras unos lentes para ordenador.

»Con estos hechos pude concluir que eres una ilustradora y


específicamente especializada en el dibujo digital. Ahora necesitaba
aclarar específicamente qué dispositivo usas para dibujar. Y para eso
tuve como punto de partida un “obstáculo” reflejado en tu pesado suspiro
al ver la mancha de grafito. Con lo que dije anteriormente uno puede
deducir que ha surgido algún problema que te ha impedido dibujar
digitalmente y que para no perder tiempo te has puesto a trabajar de
manera tradicional, quizás para adelantar bocetos o algo por el estilo, una
impaciencia que es solo común para las personas que trabajan.

»Los problemas que surgen con el uso de dispositivos móviles van


desde poca memoria disponible, hasta baterías que no retienen carga o
que también estén infladas, e incluso que un cargador se haya dañado o
perdido, por experiencia digo que estos son problemas comunes. A partir
de este punto me adentré a una zona de suposiciones basadas en las
personalidades de las personas. Al final la hipótesis más sólida para
determinar el “problema” que te ha afectado resultó ser el haber perdido
el cargador de una laptop. Por el siguiente hecho:
»Resulta que después de haber leído la revista por fin encontraste una
tienda en donde podrías resolver tu problema y era obvio que guardarías
o llamarías al número de teléfono con tu celular, tal como lo había
predicho te tanteaste los bolsillos del pantalón buscando el dispositivo,
pero tus ojos se abrieron en señal de susto, una expresión típica al no
tener cerca un celular, pero después tu expresión se serenó con una ligera
sonrisa, dándome a entender que sabías perfectamente en donde lo habías
dejado.

»Echaste un vistazo al lugar de donde habías venido, el corredor


donde están las habitaciones, un gesto determinaba tu próximo destino,
entonces te disponías a levantarte cuando tanteado nuevamente tu
pantalón te diste cuenta que tampoco tenías algo igual de importante que
un celular, las llaves. Una amarga sonrisa apareció ahora en tu rostro.

»Qué descuidada eres, estaba más que demostrado que olvidaste tus
llaves, tu celular, presumiblemente también tus fechas límites y lo más
seguro que también el cargador de tu laptop, ya que si era una tablet le
hubieras preguntado por algún cargador a nuestra afable señora Hodgson,
que por lo general estos cargadores tienen un puerto muy estandarizado o
simplemente hubieras usado el cargador de un celular.

»A menos que tengas un iPad, pero como el dinero no es algo que te


sobre, dejé esta opción como último recurso. Digo, está más que
demostrado que comprar dispositivos de esa empresa es solo para
quienes gustan desperdiciar el dinero.

»Finalmente tu mirada fue a posarse en la recepción, buscando a la


señora Hodgson para pedirle una llave de respaldo y así terminar con esta
cadena de hechos desafortunados y es ahí donde yo intervine, dando
lugar a que tú me preguntaras cómo leí tus pensamientos y yo empecé a
explicarte que…

—¡Ya, ya, ya! —interrumpí—. Ni se te ocurra meterte en un bucle,


que ya lo he entendido. Solo cierra el pico.

—¿Perdón?
—Ah, no… nada, perdón. Olvídalo, la verdad es que me has dejado
mareada con todo ese palabrerío, pero al final resultó sencillo eso de leer
la mente o eso parece… —expresé cansada de haberlo escuchado y
decepcionada de que no fuera una habilidad sobrenatural lo que él tenía.

—Te lo dije —contestó él encogido de hombros—. No es como si me


pusiera unos lentes y de repente gritara “¡Poder: Ultra deducción!” Los
hechos increíbles suelen tener explicaciones sencillas. Esa es la parte
más triste cuando tengo que explicar cómo resolví el caso a los “lentos”
de la policía. Los magos tienen como regla de oro no revelar sus
secretos, pero es todo lo contrario para los detectives, necesitas explicar,
si es posible hasta con manzanas, para que las autoridades hagan justicia.

»Hace poco dijiste que yo era como un adivino. Y es curiosa tu


comparación ya que los charlatanes de los adivinos o espiritistas utilizan
métodos más básicos de observación o incluso mandan a investigar a las
personas de antemano y posteriormente mostrar sus supuestas
habilidades sobrenaturales con una ingeniosa combinación de palabras y
frases ambiguas ante el ingenuo y así exprimirle su billetera. De hecho
hubo una ocasión en la que tuve que fingir ser un adivino y terminé con
la carrera de muchos quienes no dominaban por completo este arte de la
deducción, y estas personas no tardaron en amenazarme de muerte.
Menos mal que iba disfrazado…

—Espera, espera. ¿Resolver casos? ¿Policía? ¿Quién rayos eres? —


pregunté—. ¿Eres como un detective o algo así?

—Eh, demasiadas preguntas… Específicamente soy un detective


aficionado. Y digo que “aficionado” porque no me dedico
profesionalmente por la sencilla razón de que lo hago solo para
divertirme. De vez en cuando necesito estímulos para mi valioso cerebro,
ya que es como un músculo, si no lo usas lo pierdes. Y es por eso que no
parezco tan atlético, desde pequeño ya tenía claro que mis células grises
eran prioridad.

—Oh, bueno —empecé a dudar si ese chico estaba bien de la cabeza,


sin embargo me presenté ya que tenía la sensación de que lo iba a ver
muy de seguido—. Este… tú ya conoces mi nombre y sabes más de lo
que deberías saber. Así que tú eres…

—Me conocen como Arthur Holmes y mi pasatiempo es saber lo que


otras personas no saben.

—¿Holmes? Se me hace familiar ese apellido… espera, ¿me conocen


como…? ¿Estás usando un pseudónimo?

—Una deducción más que obvia.

—¿Y para qué presentarte con un alias? Eres raro…

—Para qué dices… quizás es porque no tengo ganas de que un


estudiante de secundaria con complejo de dios escriba mi nombre en su
cuaderno de la muerte. Cielos Irene, qué pregunta tan tonta. Obvio que
quiero proteger mi identidad.

—¡Pero qué mal educado eres! —exclamé molesta—. Sabes qué…

—De hecho sí lo sé, faltaba más. Estás enfadada y te dispones a salir


un rato mientras regresa la señora Hodgson ya que mi presencia te está
incomodando —declaró él con una sonrisa.

—Pero qué rayos pasa contigo…

Y terminé haciendo lo que el chico había dicho, como un golpe bajo a


mi orgullo como persona.

Ese fue mi primer encuentro con tan raro personaje. Él solo necesitó
unos pocos minutos para deducir todo lo expuesto sobre mí y además
hacerme enfadar. Sin embargo por una razón incomprensible terminé
entablando una relación de compañeros junto a él. Siempre me lo
encontraba en la sala de estar; a veces leía algún libro y en otras
ocasiones estaba acostado en el sofá o de vez en cuando me interrumpía
cuando yo veía casualmente la televisión.
Como el hostal tenía un precio económico, era de suponer que no iba
a tener los lujos de un hotel, por ejemplo no tenía televisión o una señal
decente de internet para ver videos en las habitaciones. Así que la sala de
estar era como un punto de encuentro para pasar el rato dentro del hostal.

Los demás inquilinos eran principalmente turistas y asalariados, que


solo pasaban una semana o un par de noches en el lugar, según me dijo la
señora Hodgson, y eso no era tiempo suficiente como para charlar
abiertamente con ellos ya que su tiempo lo dedicaban fuera del hostal.
Entonces solo quedaba Arthur, para que alguien que no conoce a nadie
en la ciudad y no suele salir como yo, consiguiera un amigo… o algo
parecido.

Me dejé llevar por sus excentricidades y las charlas que tuvimos


fueron de las más curiosas. Él tenía un don para hacerme enojar, pero
entonces recordaba las palabras de la señora Hodgson y entendí que a
parte de ese egocentrismo presente en el chico, en general se trataba de
una persona curiosa y en cierta manera me entretenía su compañía.

No fue sino hasta en aquella ocasión, un domingo doce de agosto,


cuando Arthur Holmes me arruinó el capítulo que yo estaba viendo de
HCSI con un grandísimo spoiler para que fuera testigo de sus
capacidades deductivas en un caso criminal.

—Por lo que escucho, el inspector Estrada viene en busca de mi


orientación para un enmarañado caso —declaró desinteresadamente
Arthur al ver con pesar su caja de Pockys vacía—. Bien, ya me estaba
aburriendo, es hora de jugar un poco, ¿te interesa participar?

—¿Qué? No estés bromeando Arthur —dije incrédula de sus palabras,


pero unos segundos después se apareció en la sala un oficial de la policía.
Capítulo 3 - El suicidio de Agatha Monroe

El inspector Mariano Estrada era un hombre adulto alto, de tez


morena y barba cerrada, de cabello corto y bien cuidado del mismo color
azabache que sus ojos. En general su apariencia y tono de voz mostraba
orgullosamente los rasgos de su ascendencia latinoamericana. Tenía el
porte de alguien quien se hacía respetar. No obstante ese aspecto
autoritario se desvanecía en la presencia de Arthur Holmes.

—Buenas tardes, inspector Estrada —dijo Arthur—. Irene, te presento al


inspector Mariano Estrada, que trabaja en la policía de Longhorn.
Inspector Estrada, le presento a Irene Morrison, trabaja como ilustradora
y estará encantada de acompañarme en mi colaboración con la policía, si
es que el caso llega a interesarme. Bien, díganse “encantado de
conocerte” y estréchense las manos si lo desean. Y ahora por favor
inspector, tenga la amabilidad de sentarse y exponernos el caso en el que
está metido ahora.

—¿Qué- qué? ¿Yo encantada de qué? —objeté alterada—. ¿¡Qué clase


de presentación fue esa!?

—¿Es tu nueva compañera, eh? —preguntó el inspector calmadamente—


. ¿Qué pasó con la rata?

—¿Rata? —contestó Arthur extrañado—. Oh, ya lo recuerdo, sí, el


tímido Mickey. Pues en mi último caso, cuando viajé al gran cañón
estuve charlando con él tranquilamente, viendo el paisaje y exponiendo
mis conclusiones, pero de repente un águila pasó llevándose al pobre
Mickey para nunca más regresarlo.

“¿¡Estoy reemplazando una rata!?”

—Bueno, al menos es un humano… —declaró el inspector Estrada


dedicándome una sonrisa y me dijo—: No sabes lo incómodo que era
para todos nosotros en la policía ver a este lunático hablando como si
nada con una rata que sostenía en su mano mientras examinaba un
cuerpo desmembrado…
—¿Disculpe? —dije—. ¿Cómo puede hablarme descuidadamente sobre
un cuerpo desmembrado? No me ponga al mismo nivel que este
desquiciado.

—Estoy de acuerdo con ella —dijo el chico—. Eso realmente me ha


ofendido. A ella le falta mucho para alcanzar mi nivel intelectual. Por
favor inspector, tenga cuidado con sus palabras.

—¿¡Pero qué carajos!? —exclamé, y las palabras ya se me dificultaban


salir.

—¿Qué? Pensé que tenía tiempo de conocerlo —expresó el inspector,


apenado.

—Pues no lo suficiente como para haberme acostumbrado a su irritable


personalidad y mucho menos para considerarme su “compañera”.

—Oh, ya veo. Discúlpeme, señorita… ¿Morrison? Supongo entonces que


tendrá la amabilidad de dejarnos a solas mientras hablo con Arthur sobre
trabajo.

—¡Qué no es trabajo! —exclamó Arthur tirando, como un jugador de


baloncesto, su caja de Pockys vacía a un pequeño cesto de basura—. Ya
se lo he dicho hartas veces, solo le ayudo cuando el caso sea interesante
y que yo esté demasiado aburrido y sin nada mejor que hacer. Sea lo que
sea que tenga entre manos no moveré ni un solo dedo y tampoco usaré
ninguna célula gris para ayudarlo si no tengo un compañero a mi lado.

—¡Oh, vamos! ¿No puedes simplemente hacer tus deducciones en


silencio? —dijo el inspector—. Ya me tienes a mí si necesitas a alguien
con quien hablar.

—No, no. Debo tener a alguien que escuche mis palabras y esté cerca de
mí la mayor de tiempo posible. Y también para actuar al filo de la ley en
su compañía.
—¿Al filo de la ley? Omitiré eso por ahora… Si tanto te empeñas en
buscar un compañero con quien hablar entonces agarra un espejo y habla
con él.

—Una muy buena idea la verdad, pero es necesario que mi compañero


no me iguale en capacidad de razonamiento. Debe ser alguien con quien
refutar hipótesis, sospechas o cualquier cosa que no parezca encajar en el
caso. Es elemental contar con alguien que haga las preguntas y
conclusiones incorrectas, para que yo pueda alcanzar la verdad. Como yo
me quiero demasiado no puedo contradecirme.

“Me pregunto qué tipo de charlas tenía Arthur con la rata Mickey…”

—Ah… en serio necesitas tratamiento psicológico —expresó el inspector


abatido acompañando sus palabras con un largo suspiro—. ¿Y bien? —
me preguntó—. Tampoco debes sentirte obligada. Estoy consciente de
los caprichos de este hombre y el caso en el que estoy no representa
ningún peligro para un civil, no hay un escenario del crimen grotesco ni
nada por el estilo, de hecho ni siquiera una sola gota de sangre
encontramos en el lugar.

—Oh… eso me interesa —expresó Arthur dirigiéndome una maliciosa


sonrisa—. ¿Qué dices, Irene? Esto será como un paseo por el campo.

No estaba segura si su definición de “paseo por el campo” fuera la


misma que yo tenía en mente. Pero algo me decía que no iba a perder el
tiempo si lo acompañaba, aparte de que yo ya había cumplido con mis
obligaciones y tendría unos cuantos días de descanso.

—Bueno, ya qué. Acepto —dije, dejando que la curiosidad guiara mis


acciones.

El inspector Estrada asintió y tomó asiento. Mientras tanto le pregunté a


Arthur:

—¿Cómo has hecho ahora para deducir que venía el inspector para acá?
—Uhm… Solamente escuché a su auto estacionarse cerca. La última vez
que lo vi le dije que mandara a revisar su auto ya que hace un chillido
horrible al frenar. Además de que el ruido del motor es inconfundible. De
hecho estoy escribiendo un libro sobre las diferencias en los ruidos de los
motores a gasolina.

—¿En serio? Wow, qué agudo oído tienes.

—Nah, estoy bromeando. Hace cuarenta minutos más o menos él me


envió un mensaje diciéndome que venía a esta hora ja, ja, ja. Aunque de
verdad su auto hace un ruido horrible al frenar, pero no había forma de
escucharlo o diferenciar el motor desde aquí. Solo había escuchado unos
pasos y tomando en cuenta que el inspector Estrada es una persona muy
puntual era obvio de quien se trataba.

—Qué maldito eres…

—Bien —comenzó a hablar el inspector luego de haber tosido un par de


veces y sacó una pequeña libreta de su chaqueta—, el día jueves nueve
de este mes (agosto) a las nueve y media de la noche, se ha encontrado el
cuerpo sin vida de la señorita Agatha Monroe en su casa de habitación,
quien no había sido vista por ninguno de sus conocidos desde la noche
del martes de la misma semana.

»Karen Walker era amiga y socia de Agatha con un negocio ubicado al


este del parque central, un restaurante de comida china llamado “Fu-
chou”, el cual es el restaurante más concurrido de la zona. El caso es que
la señorita Walker pidió ayuda de la policía ya que sospechaba que algo
malo debió ocurrirle a su amiga ya que no contestaba sus llamadas.

»Entonces fue el jueves, a eso de las siete, cuando la señorita Walker nos
llamó, estuve escuchando por parte de ella algunos hechos muy
sugerentes, así que tomé su caso, fui con un equipo de tres hombres a la
casa. La señorita Walker sugirió que tal vez ella se encontraba en la casa
ya que dijo haber escuchado su celular en la habitación donde ella
dormía. Un hecho que fue confirmado cuando llegamos.
»Finalmente después de haber estado un buen rato llamando a la puerta
nos vimos en la situación de forzar la cerradura y entrar. La señorita
Walker estuvo resguardada afuera mientras nosotros realizábamos la
inspección, encontrándonos con Agatha Monroe en su dormitorio
muerta. Sin signos de violencia en su cuerpo o algún forcejeo en la casa.
Ni tampoco señales que alguien haya irrumpido en el inmueble.

»Las pruebas forenses han determinado que la señorita Monroe murió


aproximadamente a las tres de la madrugada del miércoles. La pruebas
de laboratorio dieron positivo a una posible intoxicación por
componentes del "R…" También se ha encontrado en la basura de la
cocina una botella plástica sin etiqueta con el líquido y en la
refrigeradora un taper (recipiente hermético de plástico) que contenía una
ensalada con aderezo envenenado con el herbicida.

En este punto necesito aclarar que el R… es un herbicida que no hace


mucho después de este caso fue prohibida su comercialización debido a
su extrema toxicidad. Durante varios meses se ha hablado que este
herbicida en su forma líquida suelta un gas nocivo al estar en contacto
con el sol o ambientes muy cálidos, además de que obviamente es mortal
al ser ingerido. Sea cual sea la forma en la que los componentes de este
herbicida ingresen en nuestro organismo, significa una muerte segura si
no se trata a tiempo.

Por recomendación del inspector Estrada tengo que omitir el nombre de


este herbicida, así como cambiar las fechas, los nombres y apellidos de
las personas involucradas, además de no ser tan detallista con los lugares
donde fui. Solo soy una ilustradora, no tengo ganas de meterme en
problemas con la ley. Sí, me ha tocado realizar lolis profanadas por
fetiches de mis clientes, pero eso es caso aparte.

Continuemos…

—Entonces básicamente —comenzó a hablar Arthur—, ¿me está


diciendo que usted piensa que hay "gato encerrado" detrás de este
suicidio?
—Exactamente. Tenemos las pruebas de que Agatha murió por los
compuestos del herbicida y la única cámara de seguridad se encuentra
muy lejos de la casa, tampoco hay rastros de que alguien haya estado ahí.
Presiento que hay algo oculto en todo esto… Aunque ella no tenía
enemigos, más bien todos a quienes entrevistamos aseguraron que era
una persona muy amable y servicial —murmuró dubitativo el
inspector—. Pero tampoco veo motivos para que quiera suicidarse.

—Bien, este podría ser un caso interesante, es común ver que alguien de
sangre fría quiera hacer parecer su asesinato como un suicidio.

—¿Entonces vendrás a ayudarme?

—Claro, claro. Como solo me está pidiendo una orientación en el caso,


no veo que yo vaya a decepcionarme si éste resulta ser aburrido. Por
favor espere que me aliste para salir. Irene, te recomiendo ir bien cubierta
que el clima lo amerita. ¡Ah! Por cierto inspector, llame a la amiga de
Agatha para que vaya al lugar. Sí, Karen. Necesitaré charlar un poco con
ella.

Yo fui entonces a mi habitación para cambiarme. Me vestí de pantalones,


zapatos deportivos, una camiseta blanca y encima otra con las mangas
largas, cuando regresé a la sala de estar, me encontré con el inspector
Estrada sentado, sosteniendo su rostro con las manos, como si estuviera
triste; a su lado estaba Arthur Holmes, pero no en persona…
El rostro sonriente de Arthur aparecía reflejado en un pequeño
monitor que estaba sujeto a un par de postes de hierro con una base
circular formada de cuatro ruedas. Era como un robot, pero con su
estructura cubierta con una camiseta.

—¿Es… esto una broma? —pregunté boquiabierta.

—¿Broma? No, yo no estoy bromeando —contestó Arthur con voz


metálica—. Como el inspector Estrada pidió mi ayuda solo para darle
unas cuantas orientaciones en el caso, no vi necesario que yo tenga que
viajar. Además hoy me toca ver los nuevos capítulos de anime que se
estrenan esta noche.

—Ah… es lo que yo me temía… —musitó el inspector con expresión


resignada.

—Tampoco crea que iré a hacerle todo el trabajo, eh —comentó


Arthur—. ¡Bien, andando!

—Si no fueras tan efectivo en los casos… desde hace tiempo te


hubiéramos metido al manicomio.

—Para luego es tarde —comenté sin un tono de burla. De verdad él


necesitaba estar dentro de un manicomio.

Tanto el armatoste con la cara de Arthur como yo fuimos llevados en el


auto del inspector Estrada hacia la “escena del crimen”, si es que de
verdad Agatha Monroe no se suicidó.
Capítulo 4 - El hikikomori en acción

Aquella situación era tan irreal.

En el asiento trasero del automóvil del inspector Mariano Estrada nos


encontrábamos Arthur y yo… bueno, mejor dicho el “avatar” de Arthur y
mi persona.

A través de los parlantes integrados en el monitor se lograba escuchar lo


que al parecer eran los diálogos de alguna serie de anime.

Tuve que escuchar durante todo el trayecto las voces chillonas que
resonaban mezcladas con el ruido del motor haciéndome sentir que el
viaje no tenía fin, pero a eso de las cuatro de la tarde llegamos a la casa
de la fallecida.

El vecindario que se mostró ante mí al salir del auto era de aspecto


solitario y gris, una escena tan melancólica acrecentada por el cielo
nublado, en toda la cuadra apenas resaltaba una tienda 24/7. Lo demás
que pude ver eran filas de casas corrientes y personas serias que
transitaban por las aceras, algunos autos circulaban ocasionalmente.

—¡Hey, no te olvides de mí! —la voz de Arthur resonó dentro del auto.

—Qué… ¿en serio tengo que hacerlo? —pregunté.

—Pues claro que sí. Apúrate, no puedo seguir perdiendo el tiempo.


Llévame hasta dentro de la casa y terminemos de una buena vez ahora
que terminó el capítulo que estaba viendo —la música tranquila que
sonaba acompañando su voz lo confirmaba, un bonito ending por cierto.

Miré al inspector Estrada en busca de consuelo, pero él simplemente se


encogió de hombros y me ayudó a sacar el avatar de Arthur y guiarlo
hasta la entrada de la casa que estaba custodiada por un par de policías.

—Bueno, bueno. Es hora de jugar. Veamos… —Arthur comenzó a


manejar su avatar y recorrer cada rincón posible de la casa a placer.
—Todo está obviamente a como lo encontramos —habló el inspector—.
De hecho no sacamos gran cosa aparte de la botella con R… y el taper
con la ensalada.

—Sí… entre menos pistas mejor. Irene, por favor quédate cerca para que
inspecciones algunas cosas por mí.

“Pues mejor hubieras venido tú” pensé, pero al escuchar ahora un


opening proviniendo del monitor, entendí que lo mejor era no seguir
discutiendo.

—Tenga, úselos —me dijo el inspector entregándome un par de guantes


descartables—. Ya hemos revisado la casa sin encontrar nada inusual,
pero por si acaso.

Siguiendo cuidadosamente a Arthur después de haberme puesto los


guantes vi que la casa era de lo más común posible, intente hacer un
papel de detective también, pero simplemente no había nada raro con el
lugar. Todo parecía estar en orden, no había nada parecido a alguna
huella, un mensaje encriptado pintado con sangre en la pared, ni ventanas
rotas, ni siquiera alguna señal de violencia. Tal como dijo el inspector,
todo apuntaba que Agatha Monroe de verdad se había suicidado, pero
Arthur Holmes no lo vería de esa manera.

—Interesante —comentó él acercándose a una mesa junto a la pared en


la sala principal—. Irene, coge esas llaves y muéstrame cada una.

Noté que las llaves de la fallecida tenían un curioso llavero con el


símbolo del yin y yang, en total eran cuatro llaves comunes y corrientes.
Obedientemente le mostré cada una frente al monitor (que hasta venía
equipado con unas pequeñas bujías de led) mientras él solo decía
“siguiente” hasta parar en una llave en específico.

—Esta llave ha sido expuesta al fuego —dijo Arthur, casi pegando su


rostro al monitor.
—¿En serio?

—Sí, fíjate en los huecos, veo rastros de lo que parece ser hollín y
también unas pequeñas manchas negras cerca del borde… Pero hay que
confirmarlo. Inspector, traiga una servilleta de papel, desde aquí veo una
caja en la cocina.

El oficial, confuso por semejante petición, de inmediato trajo la servilleta


y Arthur le ordenó que limpiara la llave que él mencionó.

—Tal como lo suponía —dijo el inspector aficionado—. El rastro


uniforme de color negro es clara evidencia de hollín de carbón.

—Qué raro —comentó el inspector—. ¿Y eso qué significa?

—Le aseguro que si mete esta llave en la puerta de la entrada encajará


completamente, entonces, teniendo por seguro este hecho, la correcta
pregunta es: “¿Para qué quemar la llave de la puerta principal?” Solo se
necesita ser ingenioso para saber la respuesta. Ahora Irene, veo que en
esa mesa también hay una libreta. Examínala.

—No tiene nada de especial —comenté, aparte de las llaves estaba la


libreta que más bien era una libreta de post-its al lado derecho de un
lapicero.

—No la mires de forma tan superficial, quiero saber qué es lo que se ha


escrito en ella. Si te fijas bien, deberías ver unos pequeños surcos, que
son producto de la presión ejercida del lapicero sobre el papel,
posiblemente podremos leer algo de lo escrito en la hoja anterior.

—Ah, cierto… Es un número de celular —dije viendo el post-it


atentamente mientras me ayudaba de una bujía fluorescente recién
prendida por el inspector—. Es el 654… no se lee bien. También se ha
escrito “Necesito verte - A. M” debajo del número.

—¡Oh! Eso es muy sugerente, vamos avanzando. Inspector, supongo que


esos son los dígitos con que comienza el número de Agatha, ¿cierto?
Echando una ojeada a su libreta el inspector Estrada nuevamente dio una
respuesta afirmativa.

—Veamos… qué más podemos sacar de aquí —continuó Arthur


revisando la mesa—. Irene, por favor abre esos cajones.

La mesa que estábamos examinando tenía dos cajones debajo, pero solo
uno tenía algo de importancia. Había un par de lapiceros, clips, también
facturas, principalmente las usuales de luz, agua e internet. Una por una
le fui mostrando las facturas a Arthur, pero curiosamente habían dos más
fechadas en el sábado cuatro, una era de un supermercado (no la tienda
que quedaba cerca) a eso de las diez de la mañana y la otra era de una
tienda de mercadería asiática dos horas después.

—Dos libras de carne de res, una libra y media de cebolla, otra de


tomate, salsa de soja… —Arthur leyó la primera factura y luego siguió
con la otra—: Un libro de gastronomía china, un llavero, diez cajas de
incienso, una estatua de buda… Bien, aquí no hay nada más de utilidad.

El avatar de Arthur siguió recorriendo la casa, llegó al baño e hizo


mención de que había un champú masculino y dos toallas colgando, con
una tercera que estaba doblada.

En la cocina, nos encontramos con que la mujer tenía una estufa eléctrica
en vez de una a gas, cerca se encontraba el libro de gastronomía china,
también en la refrigeradora vimos los productos descritos en la factura de
la tienda.

—Me imagino que ha mandado al laboratorio muestras de los productos


de consumo.

—Así es —dijo el inspector contestando a la suposición de Arthur—.


Todo está limpio, excepto el aderezo en la ensalada, como dije.

—Uhm… y este taper estaba justo delante de los demás productos…


Luego Arthur anunció que solo faltaba revisar la habitación donde
dormía la fallecida.

Cuando entramos al dormitorio, de inmediato el chico preguntó:

—Inspector Estrada, veo que esta puerta tiende a cerrarse por sí sola…
¿Estaba bajo llave cuando ustedes entraron el jueves?

—No tenía ningún seguro.

—Interesante —otra peculiaridad del “avatar” de Arthur es que el


monitor tenía la capacidad de girarse a cualquier lado a no más de
cuarenta grados—. Allá arriba hay una pequeña ventana ancha…

—Esa estaba cerrada —declaró el inspector Estrada—, igual que la


ventana cerca de la cama, pero la primera vimos que está dañada, por lo
tanto no puede abrirse. Además está claro que ni un niño puede meterse
por ahí.

—No, no. El hecho de que esté dañada es muy sugerente, nada más.
Estoy claro que por ninguna ventana ha entrado nadie. Pero en cuanto a
la ventana inferior, cerca de la cama, ha dicho que también estaba
cerrada y por fuera veo unas rejas en perfecto estado. Así que el temor de
que alguien haya entrado por ahí no es posible debido a las rejas,
¿entonces qué otro motivo habría para cerrar, o dejar cerrada, una
ventana al dormir?

—¿Por el frío? —comenté.

—Es una opción válida, ¿otra más?

—Uhm… bueno, estamos en época lluviosa y yo cerraría la ventana para


que no se moje el piso o las cosas que se tenga cerca…

—Exacto. Hace poco le di una ojeada a los registros meteorológicos en


internet y efectivamente estuvo lloviendo durante la noche del martes,
desde las diez hasta la madrugada del miércoles.
—¿Estás sugiriendo que nos estamos perdiendo de alguna señal de lodo
en el lugar? —preguntó el inspector—. Te aseguro que no encontramos
ninguna huella.

—Nope. Esto solo sugiere que Agatha no tuvo ninguna intención de abrir
la ventana antes de dormir, ¿pero qué hay de la ventana superior?

—¿Qué quieres decir con eso?

—Calma, solo tenga esa ventana en cuenta. Además hay otra cosa
interesante, en el techo veo telarañas, sin embargo el resto de la casa está
impecable.

—Ah, casi lo olvido —comentó el inspector—, la cama fue…

—Sí, sí, la cama fue movida de su sitio, por lo menos medio metro —
interrumpió Arthur—, y luego regresada a la posición inicial. Ya me he
fijado en el rayón del piso cerca de dos de las patas de la cama.

—Ah, bueno… también encontramos rastros de tierra en una de las


esquinas de la cama.

—Sí, ya me lo suponía inspector. Era una observación muy elemental.


Irene, por favor sitúate cerca de la cama… sí, ahí está bien… —él me
observó durante algunos segundos—. Ya, listo.

—¿Eh? ¿Para qué…?

—Ahora por favor abre ese ropero —interrumpió Arthur


inmediatamente.

Extrañada por sus peticiones, procedí a abrir el ropero, vimos entonces


una colección de vestidos llamativos, de esos que pueden considerarse
“seductores”.

—Eh… le queda bien el nombre de “Agatha” —comentó Arthur antes de


que entrara a la habitación una mujer vestida formalmente, cabello corto
café, rostro redondo, que se presentó como Karen Walker—. Hola, soy
Arthur Holmes y necesitaré realizarle unas preguntas.

—¿¡Qué!? ¿Pero qué clase de broma es esta? —espetó Karen Walker


frunciendo el ceño—. Inspector, yo no vine a perder el tiempo.
Explíqueme qué está pasando.

La reacción de Karen Walker estaba más que justificada y el inspector


Estrada calmadamente le explicó que ese pedazo de chatarra pegado con
un monitor era un detective que ayudaría a esclarecer la muerte de su
amiga. Al principio Karen no dio crédito a sus palabras, pero finalmente
aceptó el improvisado interrogatorio, aunque su expresión facial
demostraba que no se sentía cómoda hablando con Arthur a través de un
monitor.

—Dígame —comenzó a hablar Arthur—. ¿Qué relación tenía con la


difunta?

—Fuimos amigas desde hace cuatro años. Y yo era su socia en el


restaurante “Fu-chou”. Teníamos la mitad del negocio cada una. Yo me
encargaba más que todo de los asuntos contables y ella era la que se
encargaba de la cocina y las recetas, ya que estuvo estudiando en varios
países de Asia, aprendiendo de su gastronomía.

—Bien, ahora descríbame la personalidad de su amiga.

—Agatha era alguien a quien le gustaba salir de viajes, explorar cosas


nuevas. Era muy alegre y tampoco dejaba que nadie supiera mucho de su
pasado. Resulta que ella era huérfana, vivió en Canadá hasta su
adolescencia. No sé mucho de esa etapa de su vida, solamente cuando
ella vino a este país. La conocí en la universidad y…

—¡No, no, no! Tampoco me cuente su vida. Solo le pedí que me


describiera su personalidad.

—¿¡Pero qué!? ¿¡Cómo te atreves a hablarme de esa manera!?


—Ah, por favor solo contésteme lo que yo le pregunto, nada más. Si se
niega a contestar podría tomarse como que quiere ocultar algo o no desea
colaborar con la policía.

—Pero tú no eres de la policía.

—Eh, en eso está en lo cierto, pero ellos necesitan de mi ayuda y el


inspector Estrada está de acuerdo en que debe contestar mis preguntas de
manera contundente. Yo también no quiero estar perdiendo el tiempo,
que tengo una maratón de anime por ver antes de que el día acabe.

Parecía que Karen Walker le daría una patada al avatar de Arthur o


incluso estrellaría en el monitor el bolso que tenía, pero al ver la
expresión del inspector indicándole que debía hacer lo que él pedía, no
tuvo más opción que soportarlo.

—Agatha era alguien muy reservada —reanudó sus palabras Karen—.


Como dije, era muy alegre y le gustaba viajar, y también ir a las fiestas.
Podría decirse que tenía una actitud muy libertina, ya que hasta donde yo
sepa, nunca se ha casado y no ha tenido una relación seria.

—¿Y qué tal estaba respecto a su situación económica?

—Pues demasiado bien diría yo. Ella abrió un restaurante especializado


en comida japonesa, me ofreció trabajo como contadora nada más, pero
ella no tardó en ver que las estrategias y recetas aprendidas no daban
frutos, los clientes escaseaban. Según Agatha, vio que este era un país
que gustaba más de las comidas grasosas que las comidas cocidas y
crudas usuales de Japón, ella era muy apasionada en cuanto a comida se
hablara... Tuvo que cerrar temporalmente el local, resignada, pero sin
perder las esperanzas; me ofreció la mitad de su negocio y así solventar
los gastos de remodelación. Así fue como empezó sus operaciones el
restaurante “Fu-chou”.

—Señorita Walker —habló el inspector—, cuéntele también acerca de la


llamada.
—Ah, cierto.

—¿Llamada? —inquirió el curioso Arthur.

—A las once con cincuenta y ocho del martes siete Agatha me llamó
preocupada. Le temblaba su voz y casi no entendí lo que decía, lo único
que pude comprender es que ella quería preguntarme el número de la
policía o algo así, pero después dijo que mejor lo hablaríamos mañana y
colgó. La traté de llamar pero ya solo ignoró mis llamadas. Y así estuve
tratando de llamarla al día siguiente que no se presentó al restaurante.

—El celular estaba sin protección —dijo el inspector—. No hay fotos ni


mensajes, el historial de llamadas solo mostraba números de
distribuidores y el de la señorita Walker. El celular no estaba conectado a
ninguna cuenta de red social o email. Nada más.

—Muy interesante… —dijo Arthur—. Por cierto, ¿su amiga era


bisexual?

—¿¡Qué!?

—Solo respóndame.

—Pero qué pregunta es esa… pues era heterosexual que yo sepa.

—Perfecto. La lista de sospechosos se ha reducido considerablemente.


Muchas gracias, ya puede retirarse.

—¿Eh? ¿No me va a decir lo que realmente pasó con Agatha?

—De eso se encargará el inspector Estrada más tarde.

Dicho esto, el inspector mandó a llamar a uno de sus compañeros al ver


que Karen no estaba de acuerdo con irse, pero finalmente salió escoltada
y Arthur Holmes reanudó su inspección del dormitorio. Siguiendo sus
instrucciones le fui mostrando a detalle el ropero, con sus ropas y
zapatos, también un pequeño estante cercano a un espejo con productos
cosméticos. Encima de la mesa de noche había un vaso con agua, junto a
una caja de pastillas para dormir.

—¿Ella no tenía alguna complicación médica?

—Ninguna —dijo el inspector—. También hemos analizado el agua y las


pastillas, todo estaba limpio.

Arthur murmuró en respuesta y se acercó a otra mesa cerca de la puerta


del dormitorio, en donde se hallaba una figura dorada de un buda, una
caja abierta de inciensos y el celular de la mujer (aunque Arthur ni se
molestó en revisarlo). El chico nuevamente me pidió buscar en los
cajones de la mesa y esta vez no encontramos nada.

—Bueno, tengo ya información suficiente para comenzar.

— ¿Ya has resuelto el caso? —comenté.

—No, ya habíamos acordado que solo estoy para dar una orientación, no
tenemos suficientes datos para señalar a alguien. Pero sí he visto que esto
no fue ningún suicidio y tengo ya un perfil general de nuestra persona
sospechosa.

»Agatha Monroe era una mujer que solía invitar a hombres a su casa
obviamente para tener relaciones sexuales, por lo que encontré en el
baño, al menos una toalla no era para ella; pero sin llegar a una relación
seria tal como dijo su amiga, pero nuestro asesino no es uno de esos
hombres de una sola noche, es alguien con quien haya vivido durante un
considerable tiempo, obviamente se descarta a un familiar. Esta persona
para Agatha fue algo más importante que un simple noviazgo.
Posiblemente se han separado hace ya un tiempo, no vivieron en esta
ciudad o la relación se dio sin que su amiga lo notara, o que haya sido
tiempo antes de que fueran amigas.

»En este reencuentro no debieron perder el tiempo para meterse a la


cama, pero no en esta cama. Sino en otro lugar, siendo este hombre
alguien de sangre fría, ya que dejó como señuelo la botella con R… Esta
persona entró tranquilamente por la puerta principal como si fuera su
propia casa, entre el día sábado cuatro de agosto hasta el martes en la
tarde o momentos antes que la víctima entrara a la casa; por eso no
encontramos ninguna señal de irrupción violenta. El asesino, que medía
aproximadamente 1.88 metros, quería estar lejos al momento de la
muerte de Agatha.

—¿¡Qué!? —tanto el inspector Estrada como yo exclamamos al unísono.

—Ah, claro. Ahora tengo que explicarlo con manzanas —dijo Arthur
sonrientemente mientras las voces chillonas y gemidos de colegialas
resonaban en la habitación.
Capítulo 5 - La habitación cerrada

—He aquí un clásico caso de "habitación cerrada" —comenzó a


hablar Arthur Holmes a través de su avatar robótico—. El primer detalle
que me llamó la atención, fue que la llave de la entrada ha sido expuesta
al fuego, ¿qué motivo habría para quemarla? Pues uno de esos motivos
es para hacer un duplicado de la llave.

»Un método tan simple que consiste en usar un encendedor o una vela
obviamente, un pedazo de cinta adhesiva transparente, unas tijeras bien
afiladas y un pedazo de hojalata. No es para nada complicado hacerlo o
saber hacerlo, solo se busca en internet "como hacer un duplicado de
llave" y este método saldrá entre los primeros resultados.

»Ya tenemos un objetivo, ahora la pregunta es ¿quién quemó la llave?


Podemos descartar a la misma dueña, si quería un repuesto simplemente
hubiera ido a un cerrajero. Entonces debió ser alguien quien estuvo al
alcance de las llaves, pero no tenía el tiempo suficiente para mandar a
hacer el duplicado y tampoco quería que Agatha se diera cuenta,
necesitaba un método rápido y fácil de hacer.

»Después de haber quemado la llave nuestro sospechoso no tuvo la


oportunidad de eliminar la evidencia, o sea limpiar bien la llave, quizás
se apareció Agatha antes de tiempo, así que solo pudo limpiarla
superficialmente.

»Ahora bien, después de ver esta pista me paré a pensar en los


momentos en donde uno puede dejar descuidada las llaves de su casa
durante más de un par de minutos. Tenemos entonces: cuando nos
bañamos, al momento de dormir, en nuestra casa pero cuando hacemos
una actividad que requiera casi toda nuestra atención, como cocinar.
También se me ocurren otras situaciones, pero con lo que se pudo leer de
aquella libreta de post-its, me dio a entender que había algo sentimental
de por medio, algo como que ella le dejó su número a nuestro sospechoso
y que concertaran una cita.
—Entonces con lo encontrado en el baño, la ropa llamativa en el
ropero y la personalidad descrita por la señora Karen, concluí que había
un hombre, un compañero sexual, como principal sospechoso. Todo este
asunto se planeó de antemano, así que no me parecía lógico que nuestro
asesino estuviera mucho tiempo en esta casa, debía llevar a Agatha a otro
lado. Un lugar no tan llamativo en donde aprovecharía algún descuido
para realizar la plantilla de la llave. En un momento que me inclinaría a
pensar fue cuando ella se estuviera dando un baño, ya que es el momento
más idóneo para quemar la llave de alguien sin que éste se diera cuenta.
Este era un hecho muy sugerente que demuestra que hubo o habría
relaciones sexuales en el encuentro. Y aprovechando que posiblemente
tuviera el celular de Agatha también al alcance (sin ninguna seguridad),
se encargaría de eliminar cualquier rastro de que se hayan contactado, al
menos es lo que yo haría.

»Teniendo en cuenta las palabras de su amiga, la lista de sospechosos


seguiría siendo larga o difícil de rastrear, ya que alguien libertino no
necesariamente debe estar diciéndole a todos con quien, cuando y en
donde se acuesta con alguien. Era necesario reducir la lista, entonces
retomé en mi mente las facturas encontradas, especialmente la de la
tienda de artículos asiáticos, entre los productos comprados hay que
señalar las diez cajas de incienso.

»Tanto los ingredientes para comida, así como los artículos de la


tienda de objetos asiáticos, todos los hemos encontrado, excepto que en
la habitación donde dormía la mujer solo hayamos una caja de incienso,
y no había rastro de las nueve restantes. Me era inconcebible pensar que
nueve cajas de incienso se gastaran en tan solo cuatro días, alguien debió
llevárselas. ¿Con qué objetivo?

»Tomemos en cuenta ahora el herbicida R... El cual, como varios


sabemos, resulta ser mortal si sus componentes entran en nuestro
organismo de cualquier manera. Había entonces que determinar cómo
Agatha murió debido a esta sustancia.

»¿Se ha echado el herbicida líquido en algún envase de refresco o


agua en la casa? Esta opción queda descartada por los resultados de
laboratorio, los cuales demuestran que aquí no había algo envenenado
con R... a excepción del taper que contenía la ensalada.

»Una intoxicación voluntaria por herbicida no es nada agradable de


experimentar, entre los principales síntomas pueden estar la dificultad
respiratoria, diarrea, vómitos (hasta con sangre), mareos, dolores de
cabeza... en fin, ¿en serio a alguien le agradaría suicidarse
experimentando estos síntomas?

»Esta opción obviamente no tiene fundamento, hay mejores maneras


de suicidarse. Está claro que alguien más ha entrado a esta casa, de
ninguna manera Agatha planeaba un suicidio ya que hasta compró un
libro de gastronomía china y muchos ingredientes con los cuales
practicar, ella era una apasionada a la gastronomía, tal como dijo su
amiga. Así que había que seguir buscando.

»Continuando con el método de eliminación, tenemos ahora el vapor


del herbicida, debo admitir que me parecía la opción correcta pero al
revisar la casa no encontré nada que hiciera posible emanar vapor de R...
Quizás la estufa eléctrica, pero no encontramos ningún recipiente con
R... cerca de la cocina.

»Sin embargo la única caja de inciensos resultaba muy sospechosa.

»La pregunta que ahora me formulé fue: ¿qué motivo tendría alguien
que haya entrado en esta casa antes que Agatha para llevarse todas las
cajas de incienso y dejar solo una? Necesitaba ponerme en los zapatos
del asesino, así que con un poco de concentración se me vino la idea de
impregnar los palos de incienso en la botella del líquido (o bien otro
recipiente), durante un buen rato, luego dejar que se sequen al sol y listo.

»Tenemos inciensos envenenados, usados para reemplazar los que


había, y para asegurarse de que fueran encendidos lo más antes posible,
nuestro asesino se llevó las otras cajas y también se encargó de dañar la
ventana superior para que no pudiera abrirse y el humo venenoso pasara
más tiempo dentro de la habitación. Ya que Agatha estaría confiada en
que la ventana superior estaría abierta o no le daría importancia (los
rastros de telaraña en el techo confirman el descuido de esta ventana).

»El olor de algo impregnado en herbicida debió ser suprimido por el


agradable aroma del incienso. Como durante la noche del martes estuvo
lloviendo la ventana inferior estaba cerrada, también la superior; y la
puerta de la habitación se cierra sola, dando lugar a un dormitorio sin
buena ventilación, un lugar propicio para tener una especie de "muerte
dulce". Inspector Estrada, le recomiendo que se lleve esa caja para ser
examinada en un laboratorio, a menos que desee encender uno de los
inciensos y comprobar si estoy en lo cierto ahora mismo.

—Qué momento para bromas... —expresó el inspector—. Pero de


verdad eso puede tener sentido, gracias por la ayuda.

—Debo reconocer que eso fue increíble —dije anonadada por aquella
explicación—. Pero has dicho que el asesino era alguien demasiado
cercano a Agatha, y también sobre su altura...

—Ah, sí. Pues para que alguien sepa la rutina íntima de Agatha de
encender inciensos en la noche y además escogiera la misma marca de
incienso para reemplazarla por la preparada de antemano, la nota escrita
y la llamada que le ha hecho a su amiga, me sugirieron que hubo alguna
discusión violenta, quizás a ella le hizo algo malo el hombre cuando se
encontraron ese día, y estuviera a punto de denunciarlo, pero los
sentimientos intervinieron y le hicieron colgar la llamada.

»En cuanto a la forma en la que determiné su altura aproximada, solo


pensé que para llegar a la ventana superior y dañarla, había que subirse a
algo para alcanzarla, y como la cama estaba cerca, solo se necesitó
girarla un poco; los rastros de tierra era del zapato, tierra seca por cierto
así que el asesino no vino bajo la lluvia. Por eso te pedí que te
posicionaras cerca de la cama, utilicé tu altura (1.76 m) como una regla
de medición.

»Bueno, con toda esta información el inspector Estrada ya tiene una


base sólida en donde empezar las investigaciones. Como bien le he dicho
en repetidas ocasiones, lo importante de una investigación es elegir el
camino correcto y el resto consiste en no desviarse con pistas falsas. Y
mi trabajo aquí ha terminado por ahora, si me disculpan, me
desconectaré y continuaré con mi maratón de anime. ¡Buenas tardes y
noches!

Y esta fue la cooperación de Arthur Holmes en el caso del "suicidio"


de Agatha Monroe.

Días después, en nuestras casuales charlas en la tarde mientras


mirábamos televisión en la sala de estar del hostal, le pregunté a Arthur
si estaba satisfecho con el caso, le expresé que con la poca información
que él tenía había dado un gran paso para esclarecer los hechos (la teoría
del incienso envenenado resultó ser correcta), pero él me contestó lo
siguiente:

—¡Sería aburrido!

—¿Eh? Pero si has dicho que disfrutas resolver casos para salir del
aburrimiento.

—Pues sí, pero en ese caso en particular, solo faltaba seguir el rastro
de Agatha antes de su muerte, así como investigar las relaciones
personales y su escaso círculo de amigos y compañeros, investigar a los
hombres que hayan ido a comprar incienso, revisar las cámaras de
seguridad entre el período de tiempo que he mencionado. Hacer muchos
interrogatorios y... ¡bah! Todo eso me resulta una actividad demasiado
tediosa, me aburriría fácilmente. Con mis deducciones, el inspector
Estrada no tendrá problemas para encontrar al asesino. El hecho de haber
vivido un tiempo con alguien no es algo que sea fácil de ocultar, solo hay
que saber dónde buscar.

—¿Pero, y si el inspector se lleva todo el crédito?

—Meh —musitó Arthur encogido de hombros—, la verdad es que


poco me importa, solo estoy interesado en casos complicados por puro
entretenimiento, aunque de vez en cuando cobro por mis servicios no soy
realmente un detective por profesión.

»Además de que... no sé... este asesinato parece el trabajo de un


novato, me esperaba algo más elaborado... En fin, al menos tengo otras
maneras de ganarme la vida.

—¿Ah, sí? ¿Y en que trabajas?

—Soy Youtuber.

—¿Perdón? ¿¡Youtuber!?

—Sí. ¿Has escuchado de F...?

—Eh, sí... la que hace reseñas de anime... ¡Pero ella es una mujer!

—No exactamente. Es un personaje virtual modelado en 3D y la voz


es solo de una chica a quien tengo contratada para que le de vida al
personaje, pero detrás de todo soy yo quien hace las reseñas y edita los
videos.

—Wow... me cuesta creerte.

—Me lo imagino, no es fácil aceptar esta revelación tan impactante.


Con el moe atraigo a los suscriptores varones y con mi profundidad
mental atraigo a las mujeres. Maravillosa estrategia, ¿verdad? Por cierto,
agradecería que mantuvieras en secreto este hecho.

Los días siguientes pasaron con relativa normalidad, hasta que me


encontré con otra de las excentricidades de Arthur Holmes.

Se trataba de su teléfono celular, el cual tenía el aspecto de uno


antiguo, de esos que tienen teclado numérico. Según él, ese celular era un
arma muy poderosa para la resolución de crímenes.
Arthur, quien parecía estar a un paso del síndrome de octavo grado
(chuunibyou), llamaba a su celular como "El palacio de Alejandría".
Capítulo 6 - El palacio de Alejandría

Fue un viernes 17 de agosto, cuando después de haber pasado todo el


día dibujando en mi habitación quise darme un descanso en la sala de
estar. Solo tenía poco más de tres semanas desde que me mudé al hostal
de Harker Street y desde entonces no había salido a pasearme por la
ciudad o hacer nuevas amistades.

Las únicas personas con las que había hablado fue durante el caso de
Agatha Monroe y esa también fue la única ocasión que salí del hostal, a
excepción de aquella vez que compré el cargador para mi laptop.

Ese día tomé nota mental de que yo necesitaba urgentemente irme a


algún bar, tienda o buscar un centro de convenciones en donde pasar mis
tardes libres.

Al llegar a la sala, para mí no fue ninguna sorpresa encontrarme con


el curioso chico que se hace llamar Arthur Holmes, aunque lo que sí me
sorprendió fue ver lo que estaba haciendo.

El televisor de pantalla plana estaba siendo usado como monitor para


computadora, con una mirada hacia la mesa entendí que Arthur estaba
usando una de esas mini-pc's ya que estaba conectada al televisor a
través de un cable HDMI y el chico se encontraba tecleando velozmente.

No sé mucho sobre la programación o cosas así, pero vi que debía ser


una actividad muy exigente ya que a pesar de que me le acerqué, él no
notó mi presencia ni tampoco la de la señora Hodgson quien vino a la
sala con una bandeja de galletas y una taza de té.

—¿No cree que le molestará a otros inquilinos que él use esta sala
como si fuera su casa? —le pregunté a la casera.

—De hecho podría decirse que esta ya es como su casa —dijo ella con
una de sus usuales y afables sonrisas—. Ya tiene varios años viviendo
aquí y su generosa renta realmente me ha ayudado en tiempos difíciles.
Además Arthur no causa realmente molestias a los inquilinos, ya que
ellos vienen y se van, solo usan las habitaciones para dormir, y son
escasas las ocasiones cuando él ha intercambiado palabras con otros. No
hace mucho le convencí de que dejara de estar recluido en su habitación
y su respuesta fue estar en la sala.

—Oh, ya... —musité—. ¿Esas galletas y el té son para Arthur?

—Sí. Ya tiene varias horas que no se ha movido del sofá y me


preocupó un poco, así que le dejo esto para que no se vaya a desmayar
por la fatiga.

Me dio la impresión de que la señora Hodgson parecía más como una


madre para Arthur.

—¡Listo! ¡He arreglado el bug! —interrumpió el chico con ojeras al


exclamar levantando los brazos para estirarse—. Aunque ahora me han
aparecido dos bugs más y cuarenta advertencias... ¡Oh! Señora Hodgson,
gracias por traerme té y galletas, ya ni recuerdo hace cuanto que no comí.

La señora Hodgson dejó la bandeja encima de la mesa, no sin antes


advertirle al chico que dejara descansar su mente por al menos un par de
horas.

—Lo intentare —dijo Arthur.

—¿Qué rayos estabas haciendo? —pregunté.

—Ah, Irene. Hola. Pues aquí casual, siguiendo con el desarrollo de mi


"Palacio de Alejandría" —me dijo mostrándome su celular de aspecto
retro—. Digamos que es como una enorme biblioteca cuya información
me ayuda en la resolución de crímenes.

»Una base de datos con fotografías y detalles de todos los criminales


conocidos en el país, una colección de hechos insólitos, sucesos de
menor o mayor criminalidad, enciclopedias con los nombres e
información básica de los habitantes, mapas de todo tipo, lista de
venenos, descripción de distintos tipos de barro, monografías sobre
grafología, diferencias entre varios modelos de impresoras y
fotocopiadoras, características de tipos de fuente utilizadas en periódicos,
rutas no tan conocidas de acceso subterráneo, en fin, una gran cantidad
de información la cual la mayoría no es fácilmente accesible, todo esto
trabajando sobre una inteligencia artificial.

»Básicamente estoy desarrollando un "Google" para resolver


crímenes. Solo es cuestión para que sea completamente efectiva, ya
sabes, entre más información se le provea a la IA, más precisa será con
los resultados.

—¿Eh... de verdad tengo que creerte?

—Puedes probarlo —dijo Arthur pasándome su teléfono celular—. He


hecho una interfaz minimalista y fácil de usar. Aunque se necesita
conocer un poco la sintaxis de búsqueda para sacarle todo el provecho.

—Bueno, aquí solo veo una barra de búsqueda. ¿Qué hago?

—Escribe las palabras clave de lo que sea que quieres esclarecer.

Medité por un rato sobre qué buscar. La verdad no tenía ni idea qué
escribir. Por suerte había un periódico en la mesa, así que le di una
ojeada, leí entonces un artículo que mencionaba que otro niño había sido
reportado como desaparecido en la ciudad de Ye... Al final lo que escribí
fue:

"Desaparición Niños Ye... Reportes". Al presionar el botón de


búsqueda, los resultados se mostraron como cuadros de texto, con el
título como un enlace y una pequeña descripción debajo con palabras
resaltadas en negrita. Lo que leí era en su mayoría extractos de
periódicos digitales.

—Una de las funciones de la IA —dijo el chico comiendo una de las


galletas—. Es resaltar más palabras clave que permitan especificar la
búsqueda, por ejemplo, ¿podrías tomar en cuenta cuales son estas
palabras?
Haciendo caso de su sugerencia vi interesante que se resaltaran
palabras como "escuela, calle, salida y cámaras".

—Ahora si tocas esas palabras resaltadas se irán agregando a una


segunda barra de búsqueda debajo de la principal, después si inicias la
búsqueda nuevamente, los resultados deberían variar con esta nueva
información.

—Eh, ahora aparecen artículos sobre reparación de calles, nombres de


escuelas, los horarios de salida y también... direcciones de
estacionamientos, la palabra "padres", lugares donde alquilan
automóviles, dulcerías, restaurantes de comida rápida, y fechas con sus
respectivas horas de la última vez que se vieron a los niños...

—Siéntete libre de escoger las palabras que creas más convenientes.

—Veamos... —simplemente escogí palabras al azar—. Ahora me


aparecen varios mapas con rutas señaladas...

—Seguramente esas son las rutas tomadas por los secuestradores. Que
se reportaran varios niños como desaparecidos no era ninguna
casualidad.

—¿¡Qué!? ¿Y cómo llegó a esa conclusión este buscador?

—No lo puedo decir con total seguridad, después de todo es solo una
IA. Pero puedo darme la idea de que tomando en cuenta las rutas que
pasen por las dulcerías y restaurantes, cuyos productos que compres
serán del agrado de un niño y así "amansarlo", así como caminos con
posibles desvíos (en horas cercanas a la última vez que se han visto a los
niños), serán las rutas utilizadas para transitar en un vehículo alquilado
(con identificación falsa), ese tipo de transporte es mejor que usar un
vehículo propio.

»Ahora, alguien tranquilamente puede esperar a la hora de salida de


una escuela convencer a alguna maestra de que ha sucedido algo grave a
sus padres o algún familiar y llevarse al niño, obviamente con haber
cambiado un poco su apariencia para no ser identificado por las cámaras
de seguridad, si el niño opone resistencia los convences con una
hamburguesa o una bolsa de golosinas.

»Después habría que ver la forma de entregar los niños a otras


personas y los estacionamientos, especialmente los de techo cerrado, son
un buen lugar para hacer intercambios discretos. Claro está que podría
resultar muy obvio todo esto, seguramente la policía siga una línea de
investigación similar, aunque hay que dar mérito al tiempo invertido,
¿Cuánto fue? ¿Un par de minutos nada más?, de todas formas estaré al
tanto de ese caso si las cosas llegan a complicarse.

»Como dije antes, el palacio de Alejandría es como un bebé detective.


Es solo cuestión de tiempo para seguir nutriéndola de más información,
incluso, en todos los casos que he participado, he usado este celular
como mi cuaderno de notas y toda la información que he escrito se ha
guardado en el palacio.

—Wow... sorprendente que ahora resultaras un programador... y esta


información tan detallada, ¿cómo es que la has conseguido?

—Tan simple como poner a unos cuantos bots visitando todas las
páginas disponibles en internet, primero comencé con los sitios de este
país, luego me expandí por todo el continente y luego por todo el mundo.
Aunque también tuve que sacar una información más sensible de algunas
instituciones, pero mejor no digo nada más.

—¿Y que esto es algún trabajo que le estás haciendo a la policía o al


gobierno?

—No, que va, ellos no tienen acceso a mi palacio. Solo lo hago como
un proyecto personal. La mente humana se deteriora, mi querida Irene,
nada es eterno. Y yo tarde o temprano tendré que retirarme, pero es
mejor dejar una herencia como esta, ¿no lo crees?
Siendo tan joven y ya hablar sobre un retiro, de verdad si había algo
realmente bueno en su personalidad, es su capacidad de trazar un plan a
futuro.

—¿Y qué clase de celular es este? —pregunté—. ¿Cómo es que puede


caber tanta información en este aparato? Ni los teléfonos de espía que
salen en las películas son tan potentes.

—Creo que es obvio, que para alguien de un intelecto superior utilice


un Android modificado. Esto es simplemente un teléfono común y
corriente, elegí ese modelo en específico porque resulta más fácil escribir
en él mientras estás atento a otras cosas, con las pantallas táctiles es
imposible y los de teclado qwerty no son tan confiables con el uso a una
sola mano. Lo de la potencia creo que estás en un error, el palacio de
Alejandría no está dentro de ese celular, es solo un cliente de un conjunto
de servidores potentes. ¿Es que nunca has escuchado de la computación
en la nube?

—Ah... Qué complicado eso del palacio de Alejandría —comenté. No


me culpen, mis conocimientos en informática no llegan a tanto.

—No tan complicado para un programador experimentado —


concluyó el chico bebiendo té.

—Hey... ahora que lo pienso... ¿De casualidad no tienes algo que ver
con que la velocidad de internet sea tan lenta en las habitaciones?

—...

—¡Oye!

Y así terminó esa pequeña charla sobre el gran programa que estaba
desarrollando Arthur Holmes, quien no quiso contestar más preguntas.

Al día siguiente (sábado 18 de agosto) me disponía a salir sin un


rumbo fijo por la ciudad, en busca de lugares amenos donde disfrutar mis
tiempos libres, sin embargo me encontré con Arthur en la entrada del
hostal.

—¿¡Tu... vas a salir!? —exclamé—. ¿Es parte de tu rehabilitación


como hikikomori?

—Eh... mira quién habla. Aunque la verdad es que preferiría estar en


mi habitación —dijo él rascándose la cabeza—. Pero esta vez se me ha
presentado un caso interesante y como ahora no voy en calidad de "dar
una orientación" no tuve más que otra que ir a hacer unas cuantas
indagaciones en persona... ¡Ah! ¿Te interesaría colaborar conmigo? La
persona que me pidió ayuda, me ofreció una considerable cantidad de
dinero, te puedo dar alguna comisión por las molestias, ¿qué te parece?

—¿Y de cuánto dinero estamos hablando? —la palabra "comisión"


despertó mi curiosidad.

Arthur me mostró su celular con un mensaje en específico.

—¿¡8,000 dólares!? —exclamé y Arthur de inmediato me calló con un


dedo sobre sus labios.

—Y eso que es solo el mínimo —dijo él—. Entonces, ¿te animas?


Podemos ir con la mitad para cada uno.

—Uhm... —fingí indiferencia, aunque esa cifra no era algo para dejar
pasar por alto—. ¿Qué caso es?

—Sobre un ladrón fantasma.

—¿Qué? Pero si tú has dicho que no crees en fantasmas...

—Es exactamente la razón por la que me interesó el caso. A pesar de


que las cámaras de seguridad estuvieran encendidas al momento del
robo, no han captado a ningún sospechoso. Además se ha dado una
descripción del ladrón y aun así, la policía solo ha estado caminando en
círculos desde hace una semana.
—Oh... ciertamente eso es intrigante —declaré, con una mano en mi
barbilla considerando las opciones de salida, al final acepté su invitación
ya que esa sería la primera vez que vería a este detective aficionado
resolviendo un enigmático caso en tan solo dos días (aunque la respuesta
la tenía desde antes). Ah, claro, también para recibir unos cuantos
dólares. No parecía un mal negocio.
Capítulo 7 - El robo del maneki neko

Arthur y yo todavía nos encontrábamos fuera del hostal, esperando un


taxi que él había llamado especialmente, ya que Arthur no soportaba la
idea de viajar en el auto de un desconocido, manías suyas... Mientras
esperábamos, me fue poniendo al tanto de la situación:

—Mi "cliente", por así decirlo, es Melissa Takahashi. Una mujer de


36 años, ella nació y se crió en este país. Su padre, ex presidente de una
compañía fabricante de Smartphones, es de nacionalidad japonesa y
emigró hace como diez años; casándose con Miranda Takahashi (Riley
es su apellido de soltera) que trabajaba en bienes raíces.

»El padre le regaló un "Maneki Neko" de jade a nuestra cliente como


un regalo adelantado de bodas, ya sabes cómo son los japoneses, que
para traer la buena suerte. Ah, por cierto, Melissa Takahashi tiene
planeado casarse con su novio James Cosgrowe dentro de cuatro meses.
Y mientras llegue ese día, los padres de Melissa sugirieron que ellos
vivieran juntos, para comprobar si será un buen matrimonio (la madre
sugirió la casa que Melissa compraría), de ahí que el regalo se diera por
adelantado.

Para el que no sepa, un maneki neko es una estatua muy popular de la


cultura japonesa y china, que representa a un gato con una o ambas patas
levantadas, como dando la bienvenida o saludando; es considerado como
un amuleto de la suerte.

—Ahora bien —continuó hablando Arthur—, fue el martes siete de


este mes cuando una persona desconocida irrumpió en la casa de la
pareja a eso de las ocho de la noche cuando James se encontraba solo en
la casa, el novio se enfrentó al ladrón y recibió un golpe en la cabeza con
un jarrón que estaba en la sala, perdió el conocimiento y cuando despertó
este ladrón se había llevado la estatua de jade y varias joyas de
considerable valor que estaban en el dormitorio. Melissa llegó una
decena de minutos más tarde y dio aviso a la policía.
»Lo intrigante de este caso, es que James ha dado una descripción más
o menos detallada del ladrón, pero las cámaras no han grabado a ninguna
persona que concuerde con la descripción, y para complicar más las
cosas, se ha dado la "casualidad" de que en los momentos del robo, se
realizó un festival literario, el cual fue el causante de que muchas
personas caminaran por el vecindario, dificultando el reconocimiento de
la persona. Me pareció una jugada muy astuta, para esconder un árbol lo
mejor será llevarlo a un bosque.

»Así que durante casi una semana, la policía ha estado yendo sin
rumbo buscando un ladrón que parece haberse esfumado. No hay huellas
dactilares, no hay sangre del ladrón (solo de James), las cámaras no
fueron útiles, hay demasiadas personas en la lista de implicados (por el
mar de gente que pasó por el lugar) y es hora de que yo intervenga y
atrape al "fantasma".

—¿Eh... y esa estatua debe ser muy valiosa, no? Por el jade supongo.

—Pues sí, es un objeto muy caro, pero mi cliente está más interesada
en recuperarlo por el valor sentimental, a ella poco le importa las joyas o
de qué esté hecha la estatua.

En ese momento un taxi llegó a estacionarse en frente de nosotros.

—Bien, nuestro transporte ha llegado —dijo Arthur al abrir la puerta


invitándome a entrar.

—Qué caballeroso.

Durante el viaje, Arthur me pasó su celular y siguió hablándome del


caso:

—De antemano había hablado con la policía para que se me diera


acceso remoto a las grabaciones de las cámaras de seguridad en la zona.
Estuve revisando los videos anoche y encontré dos momentos cruciales.
Mira, reproduce ese archivo... Corresponde al día sábado cuatro, a las
diez con quince. En ese momento estaba lloviendo. Solo aparecen unas
cuantas personas, algunos intercambian palabras y nadie está corriendo.
Todo parece estar "normal" pero aquí hay un sospechoso. ¿Sabes cómo
identificarlo?

—Uhm... pues debe parecer alguien extraño, no sé... alguien que mire
con cuidado por todos lados, como asegurándose que no lo vean, o que
lleve lentes oscuros y un cubre boca, o algo que le oculte el rostro...

—No, no, completamente no es así como se debe identificar un


sospechoso. ¿Acaso en este video hay alguien que esté continuamente
mirando a sus espaldas? ¿Que tenga un comportamiento errático?
También queda descartado lo de ocultar el rostro, ya que,
desafortunadamente varias personas usaban sombrillas y capuchas, y no
es nada raro por el clima, esto favorece a que muchas personas no se le
puedan identificar.

—Entonces aquí no hay nadie sospechoso —concluí.

—Oh, sí que lo hay. Un sospecho no debe parecer "sospechoso" como


hacen creer las historias que sueles ver en televisión. Un sospechoso
debe destacar de entre los demás, por cualquier elemento diferenciador,
por más minúscula que sea. Mira, en cuanto a la apariencia, quedan
descartados las capuchas, sombrillas, abrigos o botas, ya que es lo
normal para llevar en climas lluviosos. Y justamente todas las personas
que aparecen en el video portan algunos de estos elementos, así que no
hay forma de diferenciarlos en base a eso. Solo queda ver el
comportamiento, pero una vez más, todos parecen caminar
tranquilamente, con la vista al frente, sin variar el paso.

»Pero fíjate aquí... —dijo en un momento específico de la


grabación—. Aquí una persona destaca, se encuentra hablando con
alguien, cosa que no es rara, incluso su vestimenta no es algo destacable,
un gran abrigo y una sombrilla, puede ser mujer, pero no se descarta que
también sea un hombre... lo que si la diferencia de las demás es el gesto
que realiza al finalizar la conversación.

—Oh, ha hecho una inclinación... ¡Como hacen los japoneses!


—Exactamente, es una pista muy valiosa. Ahora este otro video
corresponde al martes siete, momento en el que James regresa a su casa
antes que Melissa, entre el mar de gente se puede identificarlo ya que se
muestra claramente el rostro. Ahora, ¿podrías deducir quien de todas
estas personas que transitan en el lugar es nuestro "ladrón"?

—Pues no veo a ningún japonés... ¿Se escondió en algún lugar?

—El que no aparezca es un hecho demasiado sugerente, pero no hay


nada más que hacer, todavía tengo que crear un perfil general cuando
hablemos con la pareja. Es importante escuchar los hechos de primera
mano.

Le regresé el celular a Arthur y nos mantuvimos en silencio hasta


llegar a nuestro destino quince minutos después. Nos bajamos en un
bonito vecindario caracterizado por sus casas de buen diseño,
definitivamente era un lugar donde yo no podría vivir.

—Uhm... ¿y dónde está la casa?

—Al final de esta calle.

—Eh, ¿entonces para que nos bajamos acá? ¿Acaso eres tacaño con el
pasaje?

—No, no. Irene, necesitas saber que hay cosas ocultas y lógicas detrás
de mi comportamiento. Yo pienso que es crucial ver con mucho cuidado
el entorno donde se desarrolló el crimen, mi mente empieza a formar
ramificaciones de cómo realizar un robo o asesinato; por ejemplo, estoy
viendo que las casas no tienen una cámara de seguridad para cada una,
sino que estas cámaras apuntan a la calle y parte de las aceras. Entonces
me imagino la forma de inhabilitarlas sin ser visto, o incluso ocultar mi
rostro ingeniosamente por los limitados ángulos de visión.

—Tienes pensamientos muy turbios... suenas como un criminal...


—Para atrapar a los criminales, hay que pensar como uno —dijo él,
luego apuntó con su barbilla a una mujer a metros de distancia que estaba
terminando de regar las plantas del jardín frontal de una de las casas—.
Podríamos obtener información interesante si jugamos bien nuestras
cartas.

Y entonces repentinamente Arthur cambió de actitud al acercarse a la


mujer.

—¡Hola! ¡Buenas tardes! —exclamó él en tono alegre y dando su


mejor sonrisa—. ¿Cómo está? Me gustaría saber su opinión sobre este
vecindario.

—¿Eh? —ella levantó una ceja—. Perdón, ¿con quién estoy


hablando?

—Cierto, cierto. Qué olvidadizo soy, mi nombre es Richard Sawyer y


esta dama de aquí es mi pareja Francis Wilson —de inmediato él me
tomó desprevenida sujetándome de la cintura.

—¿¡Q- qué, qué!? —musité exaltada.

—Oh, querida Francis, no te pongas nerviosa. Hay que entablar


buenas relaciones con nuestros posibles futuros vecinos. ¿Y con quien
tenemos el gusto de hablar?

—Uh... Lucy Joplin —dijo ella viéndome con una expresión que
denotaba curiosidad y que tal vez pensaba que yo era rara. O quizás solo
fueron ideas mías.

—Eh, Lucy, qué lindo nombre. Bien, como decía, me gustaría saber la
opinión de los residentes sobre este lugar. Ya que pensamos mudarnos a
un agradable lugar y varios me han recomendado comprar una casa aquí.

—Oh ya veo, creo que hay un par de casas todavía disponibles... Pues
aquí el precio tal vez sea algo caro, pero lo vale con las comodidades
ofrecidas. Es un lugar tranquilo, pero de clima agradable, las casas son
espaciosas, de buen diseño y construcción.

—Me gusta cómo suena —comentó el alegre Arthur, o mejor dicho


"Richard"—. Ya puedo vernos a nosotros, Francis, caminando por este
vecindario, después del trabajo, regresando a nuestro hogar con un bello
atardecer pintado sobre el horizonte.

—¿Ustedes son casados, eh? —preguntó Lucy, ahora con una sonrisa
relajada.

—Pues todavía no, pero estamos en planes de hacerlo, mientras tanto


pensamos que sería bueno vivir juntos y saber si nuestro amor es del
bueno, ¿verdad, Francis? —sus ojos grises se posaron en los míos,
haciendo que mi corazón se acelerara por el nerviosismo, nada que ver
con el romance...

—Ah... s- sí... —fue lo único que pude decir.

—Qué casualidad —declaró Lucy—. Justamente hay otra pareja que


vive aquí y que también tuvo la misma idea que ustedes.

—¿¡En serio!? —exclamó Arthur fingiendo sorpresa—. ¿Y cómo le


ha ido? ¿Viven bien en este lugar?

—Yo diría que más o menos, son una pareja con mala suerte. Hace
como una semana se metieron a robar en su casa.

—¡Oh! Pero qué terrible —dijo mi compañero, con las habilidades de


un buen actor—. ¿¡Entonces no es seguro vivir aquí!?

—No, no, tampoco así. De hecho este lugar sí es seguro, según he


oído esta es la primera vez que ocurre un robo desde que se construyeron
estas casas.

—En serio, qué terrible, que les pase algo así...


—Así son las cosas —asintió ella—. En serio es una lástima, no estoy
enterada si atraparon al ladrón o no, pero después de ese incidente la
pareja ya no hace caminatas nocturnas con su perro, la verdad es que
ellos se miran como una pareja de enamorados, muy enamorados de lo
que he acostumbrado ver. Ella es algo sencilla de aspecto pero su novio
que es tan apuesto y atento... es como una pareja de película, cómo me
gustaría tener un novio así...

Eso sonó como si Lucy Joplin fuera una solterona esperando a su


príncipe azul.

—Oh, con que un hombre apuesto... —musitó Arthur—. Vaya, tengo


miedo, mi querida Francis. ¡Ja, ja, ja! Voy a tener cuidado de ahora en
adelante.

—Eh, claro que debes tenerla —comentó Lucy con una pequeña risa
—. No te miras nada bien, ¿acaso no comes mucho? Fácil te la pueden
quitar.

—¡Oh! ¡Eso dolió! Ja, ja, ja.

—Por lo menos eres gracioso —Lucy claramente fue contagiada por


la risa de Arthur.

—Bueno, muchas gracias por esta agradable charla, y si decidimos


vivir aquí seguramente la veremos de nuevo... señorita...

—Lucy.

—¡Oh, sí! Lucy, bello nombre. ¡Buenas tardes!

Y mi compañero, esta vez tomándome del brazo reanudamos nuestra


caminata y la actitud de Arthur volvió a la "normalidad", o algo parecido
a lo normal cuando vio de reojo que Lucy se había metido a su casa.
Entonces él me soltó y dijo:
—Disculpa por ese acto repentino. Necesitaba que nosotros
pareciéramos una pareja enamorada en busca de una casa y el papel de
novia tímida te quedó bien. Ya demasiado ha hecho la policía con venir
en uniformes, patrullas y hacer interrogatorios a los vecinos. Muy mal,
muy mal, Irene. Dejaríamos mucho de qué hablar entre los vecinos si me
presento como un detective, sé que mi apariencia no me favorece...

»Las personas solemos ser precavidas con las cosas que decimos si
tenemos en frente a alguien de autoridad, es como una especie de tensión
la que se genera entre un oficial y un civil a la hora del interrogatorio,
incluso si se está seguro de que son inocentes o que no tienen nada que
ver con los hechos...

»Lo mejor es ser espontáneo, ganarse la amistad de las personas y


ellas solitas soltarán toda la información que uno necesita. La empatía, la
alegría, la fingida ignorancia y la cordialidad son como el suero de la
verdad en mis investigaciones.

En verdad yo estaba disgustada por la forma tan brusca de agarrarme,


no lo niego, pero me pareció que su justificación era acertada. Algo así
me había pasado un tiempo con un policía que me interrogó por el robo
de unos vecinos. Y pude sentir que él, a pesar de ser un rarito, tampoco
es alguien quien pueda pasarse de la raya, así que simplemente asentí con
la cabeza y el continuó:

—Y ahora veamos... qué nos tiene que ofrecer este lugar —entonces
Arthur se desvió del camino y fue directamente, con paso cauteloso, a la
parte trasera de una casa, vimos una alta reja que cubría un amplio patio,
en donde estaba un perro (un pastor alemán) que dormía plácidamente.
Los ojos grises de Arthur recorrieron el patio y el resto de la casa en una
minuciosa observación, con las paredes, el suelo de hierba y los arboles
cercanos. Y luego regresamos a la parte frontal, no sin antes que él
exteriorizara un pensamiento—: No le veo sentido a que un perro vaya
enterrar algún hueso.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté.


—Que de ninguna manera, un perro tiene la necesidad de enterrar
cosas. Al menos no los domésticos. Según he leído son pocos los perros
que lo hacen, pero era por un asunto de supervivencia, ahora eso no es
algo necesario, a lo máximo que llegarían es a esconderlos pero no
enterrarlos, ese es un perro doméstico, en fin...

Me dio la impresión que Arthur no se había dado cuenta que fui yo


quien le había hablado, era como si solo conversara consigo mismo.
Finalmente él llegó a tocar el timbre de la puerta y esta no tardó en
abrirse.

—¿Sí? —la mujer que nos abrió la puerta era claramente la cliente de
Arthur. Tenía los típicos ojos rasgados, pelo negro largo y liso, con una
envidiable piel tersa y clara, sin embargo su porte y acento perfecto de
inglés delataba que ella de japonesa solo tenía la apariencia.

—Soy Arthur Holmes. Y ella es Irene Morrison, será mi compañera


en la investigación.

—¿Espera... tu eres Arthur? Pensé que eras alguien adulto.

—Todos me dicen eso al verme en persona —declaró él encogido de


hombros.

—Ah... —ella, claramente asombrada, tardó en reaccionar y


finalmente nos invitó a pasar—: Por favor, entren.

—Gracias.

—Con su permiso —dije.

Al llegar a la sala de estar, vimos a un hombre sentado en el sofá


viendo televisión, que al notar nuestra presencia se levantó
inmediatamente y nos saludó.

—Melissa me ha contado que llegaría un detective —dijo él, de


aspecto... sí, debía admitir que era muy apuesto. Él nos vio con unos ojos
azules claros que emitían cordialidad y algo de preocupación por el
asunto, vestía ropa casual, cabello corto y bien peinado, con una barba
impecablemente rasurada—. Yo soy James Cosgrowe —dijo,
estrechando cordialmente la mano de Arthur y luego me saludó con un
suave y gentil apretón de manos. También noté que en la parte superior
izquierda de su frente tenía visible algunos puntos de sutura.

—Y yo soy Melissa Takahashi —me dijo ella también estrechándonos


las manos—. Uno de los policías me ha recomendado ponerme en
contacto con usted —dijo dirigiéndose a un Arthur distraído—. Estaré
muy agradecida si logran ayudarme —luego me dijo—: Supongo que él
ya le ha contado sobre mí y la situación que atravesamos...

—Sí, ya me dicho algo.

—¡Oh, magnífica colección! —exclamó Arthur, cerca de una


estantería ignorando las formales presentaciones. De hecho me esperaba
que todos nos hubiéramos sentado y que la pareja expusiera los hechos,
pero el detective simplemente habló incoherencias.

—¿Te gustan también los libros? —preguntó confundida Melissa


acercándose a él.

—Oh, claro que sí. En serio tiene muy buenos ejemplares; "Moby
Dick", "Crime and punishment"... ¡Ah! "1984", qué buen libro...
También tenemos el primer volumen de "The Works of the Late Edgar
Allan Poe", "To kill a Mockingbird", eh... aparte de los clásicos, también
veo novelas contemporáneas. Muy interesante... ¿Es su colección? —le
preguntó a James, quien estaba a mi lado.

—No, son míos —intervino Melissa sin saber qué expresión poner—.
Me gusta leer en los viajes y en mis tiempos libres, aunque James
también le echa una ojeada a los libros de vez en cuando.

—Ahora que lo recuerdo, me había mencionado que trabaja en un


editorial...
—Sí. Aunque soy una administradora. Pero decidí trabajar ahí por mi
afición a los libros.

—Déjeme decirle qué buen gusto tiene.

—Arthur —intervine—. ¿No crees que sea mejor que te enfoques en


el caso? —dije, sabiendo que estaba sacando a relucir sus gustos
literarios.

—Ah, cierto. Bueno, James... cuénteme sobre el ladrón, descríbamelo


—dijo Arthur mientras se la pasaba inspeccionando los alrededores de la
casa.

—Eh, este... Pues que el ladrón llevaba un pasamontañas, así que no


pude verle el rostro, tenía los ojos cafés, tal vez se trataba de un
adolescente, un hombre específicamente, su voz no correspondía a la de
un adulto, llevaba una camiseta negra, guantes de cuero y unos
pantalones oscuros, iguala mi estatura y esto es lo más desconcertante...

James buscó en el cajón de una mesa una hoja de papel y un


marcador, luego se puso a dibujar algo y nos la mostró.

—Este símbolo lo tenía tatuado en su mano derecha —dijo James—,


debajo de la muñeca.

Arthur Holmes detuvo su andar, se quedó viendo el símbolo dibujado.


Arrugó el rostro, como queriendo descifrar qué significaba.

—Uhm...

El detective aficionado solo murmuró en respuesta.


—¿Qué rayos significa ese símbolo? —pregunté.

—La verdad es que no tengo ni idea —comentó Arthur acercándose al


dibujo para tomarle una foto con su "palacio de Alejandría"—. Es un
tatuaje en la muñeca... eso no nos ayuda a identificarlo en las
grabaciones... ¡AH!

—¿Qué pasa?

—No estoy seguro... se me ha ocurrido algo, no me presten atención.


Como sea, escuchemos lo que James y Melissa tienen que decir.

—Bueno —comenzó Melissa cuando todos tomamos asiento—. El


martes siete se realizó un festival literario. Desde el día anterior el comité
organizador dejó todo listo para que desde las diez de la mañana diera
inicio el festival. Como he dicho, trabajo en una editorial, y ese fue un
día ajetreado para mí, encargándome de varios asuntos y de vez en
cuando aprovechaba para darme una vuelta por el festival que se realizó
en el Hallyday Center. James salió temprano del trabajo, como a las
cuatro llegó y me estuvo acompañando hasta las...

—Como a eso de las siete y cincuenta —dijo James—. Melissa se


tuvo que quedar más tiempo por su trabajo y yo me encontraba algo
exhausto, llegué a la casa poco después de las ocho, no estoy seguro.

—Si no mal recuerdo, su trabajo es la de ser un traductor de japonés.

—Así es... Estuve un tiempo estudiando en el extranjero. La pequeña


empresa en donde trabajo está aliada con la editorial de Melissa. Ya que
de vez en cuando necesitan traducción de algunas obras, principalmente
del japonés, francés y español. En uno de esos trabajos fue cuando
conocí a Melissa...

—Tengo curiosidad de saber su opinión —interrumpió Arthur


mientras escribía en su celular—, ¿no se le hace conocido ese símbolo
que dibujó? ¿No será alguna especie de idioma antiguo?
—Definitivamente es algo que nunca he visto —contestó de
inmediato James—. Aunque tampoco sé sobre ideogramas en desuso.

—Interesante... continuando con el momento en el que llegó a la casa.


Desde que se alejó de Melissa, ¿no sintió que le estuvieran persiguiendo?

—La verdad no. Solamente me di cuenta cuando estaba abriendo la


puerta, alguien vino a mis espaldas y rápidamente me puso un cuchillo
en el cuello.

—¿Eh? Pero había mucha gente pasando por la calle en ese momento
—dije.

—Sí, lo sé, pero todo fue tan rápido, esta persona me empujó y cerró
la puerta. Aun con el cuchillo en el cuello me mostró una pistola que
tenía en su otra mano y me ordenó que no volteara hasta que él me lo
ordenara.

—Uhm... dijiste que llevaba un pasamontañas, entonces esta persona


aprovechaba para ponérsela —comenté y James asintió.

—Yo también pienso eso. Luego me dijo que le mostrara donde están
las joyas o las cosas de valor, yo señalé a aquella mesa, cerca de esa
esquina, en donde estaba la estatua... el ladrón fue hacia la mesa y en un
descuido le arrebaté el arma, esta cayó lejos, y estuvimos forcejeando.

—Eh! ¡Pero eso es peligroso!

—Yo estaba consciente de eso, pero yo sabía que aquella estatua era
algo preciado para Melissa y yo solo la señalé por los nervios. Me las
arreglé para tenerlo a raya, ya que sé algo sobre defensa personal. En
medio del forcejeo es cuando pude ver su tatuaje debajo de la muñeca,
estuvimos quizás más de dos minutos y no sé cómo, pero el ladrón
alcanzó a darme una patada en la entrepierna, ya contra eso ni como
mantenerme de pie, mi amarre se zafó, intenté detenerlo y de repente el
ladrón agarró un jarrón que estaba cerca y me lo asestó en la cabeza, ya
después de eso no recuerdo nada más, perdí el conocimiento.
—Yo llegué a las ocho y media —continuó Melissa—. La puerta
estaba cerrada con llave, al entrar me encontré a James tirado en el suelo.

—Ahora díganme —interrumpió Arthur—, ¿no ha pasado nada


extraño el día sábado cuatro, aproximadamente a las diez con quince de
la noche?

—¿Ah? —Melissa no pudo esconder su desconcierto—. ¿Por qué ese


momento en específico?

—Encontré algo interesante en las grabaciones.

—¿¡En serio!? ¿Qué ha encontrado?

—Lo lamento, debo guardarme esa información. Ustedes solo


necesitan responder mis preguntas. Y luego yo expondré mis
conclusiones en el momento preciso.

—Ahora que lo menciona... Pasó algo que pensé que no era de gran
importancia... ¿verdad, James?

—Sí —contestó el novio—, como a esa hora vinieron a tocar la


puerta, yo fui a la entrada pero al abrir la puerta y echar un vistazo
alrededor no vi a nadie.

—¡Jum! ¡Las piezas van encajando completamente! —exclamó


Arthur guardando su celular.

—¿¡Ya ha resuelto el caso!? —preguntó Melissa alarmada.

Esa es la pregunta que yo también me hice.


Capítulo 7 - La familia Takahashi

—Tengo un esbozo de lo que realmente ha sucedido —comentó


Arthur Holmes—, pero no puedo decirles nada hasta haber ordenado mis
ideas y atar algunos cabos sueltos. Ahora cuéntenme... ¿Ustedes salen
después del trabajo hacia algún lugar en específico?

—No seguimos una rutina —contestó Melissa—, pero ocasionalmente


después del trabajo venimos primero a la casa, nos cambiamos, y
llevamos a mi perro al parque central, a pasear, o comer en los puestos
que hay, siempre variando los lugares.

—Bien, mire, Melissa, ya tiene mi email y necesitaré antes de que


termine este día me proporcione la dirección donde viven sus padres, ¿no
habrá ningún problema en que vaya a verlos mañana en la mañana?
Puede decirles tranquilamente que es sobre el asunto del robo y que voy
en calidad de detective.

—Claro, ellos están igual de preocupados por la estatua y estarán


dispuestos a hablar contigo.

—Perfecto... Aparte de las salidas nocturnas o ir al trabajo, qué otras


ocasiones ustedes han salido, no sé... ir donde un familiar o algo por el
estilo.

—Pues... ¿solo James, verdad?

—Ah, sí. Solamente fui el domingo de la semana pasada a ver a un


amigo. No me encontré con nadie en el camino.

—Muy bien, también me gustaría recibir el nombre, número y la


dirección de este amigo, no le diga nada sobre que le llamaré.

—Está bien —dijo James—. Esté seguro que le daré el contacto.


—Bueno, bueno. Eso será todo por ahora, ya tenemos que irnos. Este
caso estará concluido mañana en la tarde, luego les daré la hora exacta
para que ustedes dos nos reciban de nuevo aquí.

Minutos después de haber salido de la casa, mientras caminábamos


tranquilamente por la acera, tuve la oportunidad de expresarle mis
inquietudes a Arthur:

—¿En serio ya tienes claro quién es el ladrón?

—Efectivamente.

—¿Y quién es?

—Todo a su tiempo, la verdad es que este caso resultó ser demasiado


sencillo... Te seré sincero, estoy decepcionado, pero ya es muy tarde para
lamentarse y esta decepción será amortiguada un poco con la
recompensa.

Mientras me hablaba, él estaba manipulando su celular.

—¿Has encontrado algo en tu "palacio de Alejandría" —pregunté—.


¿Ya sabes qué significa aquel símbolo?

—No encontré nada.

—¿Entonces cómo es que estás tan confiado?

—Lo elemental suele estar oculto a simple vista... Ahora solo falta
tener una breve charla con la familia de Melissa mañana y en la tarde
daremos conclusión a este caso.

Al día siguiente a las diez de la mañana, Arthur y yo viajamos en el


taxi que él llamó, hacia la casa de los padres de Melissa Takahashi. El
detective había recibido por parte de la pareja los datos de contacto que
pidió y después de una corta llamada avisando que estaba en camino de
entrevistarse con los señores Takahashi, Arthur hizo otra llamada, esta
vez al número del amigo de James a quien fue visitar el domingo y esto
fue lo que escuché:

—¿Aló? ¿Sí, hablo con E... Portland? Bien, ¿es amigo de James
Cosgrowe? Ajá, ¿mejores amigos? Oh ya. Muchas gracias —y Arthur
simplemente colgó sin más. Después murmuró para sí mismo—: Todo
resulta tan obvio...

—¿Qué es obvio? —pregunté.

—Todo Irene, todo...

Y luego su expresión abstraída me hizo ver que él no hablaría más del


caso hasta llegar a nuestro destino.

Finalmente, a las once en punto de la mañana, nosotros estábamos


frente a una enorme mansión. Quien nos recibió en la entrada fue un
joven mayordomo, de aspecto sosegado y afable.

—Tenemos una cita con los señores Takahashi —dijo Arthur—.


Acordamos una pequeña charla a esta hora.

—Oh, me han informado que vendría un detective.

Después de un minuto que tardó el mayordomo en avisar a sus


patrones, se nos permitió ingresar al lujoso lugar. Nos vimos rodeados de
hermosos cuadros dignos de ser presentados en un museo y encima de
nosotros se mostraba un majestuoso candelabro. En general la mansión
ciertamente demostraba ese aire de prosperidad económica, yo me
encontraba fascinada admirando el lugar mientras el mayordomo nos
guiaba hacia una habitación, pero Arthur con expresión neutra caminaba
sin prisa detrás de mí.

—Por aquí —dijo el mayordomo inclinándose levemente y con un


brazo flexionado señalando la puerta y con el otro brazo en la espalda.
Al entrar nos recibió una señora, de cabello rubio que le llegaba hasta
los hombros, presentándose como Miranda Takahashi, luego nos
presentó al señor Inoru Takahashi, un hombre ya entrado en edad, de
rostro flácido, llegando a la completa calvicie, quien estaba sentado en el
sofá y con una reverencia nos invitó a tomar asiento.

—Bien, seré breve —comenzó Arthur—. Ya estoy casi al final de este


caso, he hecho los preparativos necesarios para que nuestro culpable no
escape de mis manos, sin embargo solo necesito confirmar algunos
detalles para tener una base sólida de acusación. Díganme, ¿la señorita
Melissa Takahashi es hija única?

—Así es —contestó la señora.

—¿No tienen más hijos con otras parejas pasadas?

—Absolutamente no —contestó el señor Takahashi, con voz ronca y


cansada.

—Perfecto. Ahora, hablemos del Maneki Neko, ¿cuantas personas


sabían que usted se lo regaló a su hija como regalo adelantado de bodas?

—Pues mi esposa y yo, también nuestro mayordomo y obviamente


que el novio de Melissa y mi hermana.

—¿Hermana? —preguntó Arthur, sin mostrar asombro.

—Sí, es Yukiko Takahashi. Vino a este país hace seis meses, más que
todo ella se mudó aquí porque le preocupa mi estado de salud que, como
pueden ver, no es el mejor.

—¿Y ustedes qué opinan de la relación de su hija con su novio?

—Nosotros estamos conscientes que Melissa siempre ha sido una


chica muy responsable —habló la señora Takahashi—. No la hemos
visto involucrarse con ningún hombre tan a la ligera, como suelen hacer
los jóvenes de hoy en día; ella ha recibido la mejor educación y ha sido
alguien de actitud reservada y precavida. Si ella lo ha elegido para pasar
el resto de sus días, nosotros respetaremos su decisión. Además que él
nos da la sensación de ser un hombre que ama de verdad a nuestra hija.

—¿Antes de James ella tenía otro novio?

—No, James ha sido el único que ella nos presentó como su pareja, en
diciembre del año pasado.

—Perfecto. Es lo que necesitaba oír —declaró Arthur—. En la noche


de hoy o mañana ustedes recibirán noticias por parte de su hija con la
conclusión de este caso.

—¿¡Usted sabe dónde está la estatua!? —exclamó el señor


Takahashi—. ¿Sabe quién es el ladrón?

—Por favor señor, no se agite, tenga por seguro que nuestro culpable
comparecerá ante la policía y revelará donde está el maneki neko. Es
hora de irnos, muchas gracias por su cooperación.

Antes de que nosotros saliéramos de la mansión, nos interceptó una


mujer presentándose también con una reverencia, se trataba de la
hermana del señor Takahashi, con rostro sumamente preocupado dijo:

—Mi hermano me había contado que un detective vendría, por el caso


del maneki neko, supongo que es usted...

—No le culparé si no me cree —dijo mi compañero—. Sé que no


parezco uno.

—No, descuide, sí le creo, de todas formas no vienen muchas visitas


últimamente. ¿Y cómo va la investigación?

—Hoy en la tarde le expondré mis conclusiones a su sobrina.

—Oh, gracias a Dios. No sabe cuánto le ha preocupado a mi hermano


el robo de la estatua, ha estado en nuestra familia por generaciones.
—Entiendo perfectamente el valor sentimental detrás de este curioso
maneki neko. Tenga por seguro que regresará a manos de Melissa. Por
cierto... ¿Usted qué opina de la relación de Melissa con James?

El rostro preocupado de Yukiko Takahashi se agravó, como si el tema


le desagradara.

—Seré sincera, no me genera confianza la persona que eligió Melissa.


Es como un donjuán oportunista. Hay mejores hombres para elegir, pero
Melissa es tan terca que se dejó llevar por lo físico.

Los ojos de Yukiko desprendían enojo puro al hablar.

—Interesantes palabras, idealistas quizás —mencionó Arthur con una


leve sonrisa—. Y luego procedió a despedirse.

Las horas siguientes pasaron sin nada destacable que mencionar.


Regresamos al hostal, almorzamos, y quedamos en volver a reunirnos a
las cuatro de la tarde para ir a la casa de la joven pareja.

Luego del viaje en taxi, y el recibimiento de Melissa Takahashi.


Llegamos nuevamente a sentarnos en los sofás de la sala principal.
Melissa, claramente impaciente, preguntó:

—¿Y bien? ¿Nos puede decir quien se robó mi estatua?

—Más que decir quien fue, aquí mismo se capturará al principal


sospechoso.

—¿¡Eh!? —exclamó James alterado—. ¿¡Como que aquí!? ¡No


estamos para bromas!

—No es ninguna broma —dijo Arthur con expresión severa—. Antes


de exponer mis conclusiones, debemos esperar... menos de dos minutos
para que llegue nuestro invitado especial. Mientras tanto, Melissa, le
pido que por favor firme un cheque por la cantidad que habíamos
acordado en el chat.
Ella arrugó el rostro en una mueca de desapruebo. James le insistió en
que no firmara el cheque, argumentando que Arthur se estaba
aprovechando de su situación. No le culpo por pensar eso. Yo también
desconfiaría de Arthur, pero él siguió viendo a la pareja de una manera
tan seria que hacía pensar que de ninguna manera quería aprovecharse
del caso.

Melissa al final aceptó. Luego de que Arthur tomara el cheque


esperamos hasta que el timbre resonara.

—El juego ha acabado —musitó el detective aficionado, reprimiendo


una maliciosa sonrisa.
Capítulo 9 - El fin del juego

—¿El juego ha acabado? —preguntó Melissa—. No creo que te estés


tomando mi caso en serio.

—Claro que lo hago. ¿Acaso ve que me estoy riendo? Por favor vaya
a abrir la puerta y haga pasar a nuestro invitado a esta sala.

Melissa mostró una expresión de leve enojo, pero finalmente hizo lo


que Arthur le pidió.

Cada segundo que pasaba parecía empeorar la tensión que se sentía en


el ambiente. Arthur estaba tranquilo, con la mirada al frente. James
parecía inquieto, como preguntándose quien pudo haber entrado a la
casa.

La verdad es que pensé que yo también estaría nerviosa al saber que la


persona que me había golpeado y robado se aparecería tranquilamente en
la casa, nada bueno auguraba ese hecho, pero inesperadamente James no
reconoció a la persona que llegó a la sala en compañía de Melissa, sin
embargo Arthur y yo sí que le conocíamos.

Se trataba del inspector Mariano Estrada.

Entonces Arthur se levantó y exclamó:

—Inspector Estrada, arréstelo de inmediato. James Cosgrowe, se te


acusa de ser el presunto asesino de la señora Agatha Monroe.

—¿¡Eh!? ¡Esto debe ser una broma! —gritó James levantándose


inmediatamente.

El inspector no perdió el tiempo y antes de que James pudiera siquiera


reaccionar, detuvo al hombre, con un breve forcejeo le puso las esposas.

—Pero qué rayos está pasando aquí —exclamó ahora Melissa—.


¿¡Cómo qué asesinato!?
—Tengan la amabilidad de sentarse —habló Arthur—, expondré
ahora la línea de investigación que he seguido.

—¡No le creas, Melissa! —dijo James—. Míralo, no es para nada un


detective, solo está aprovechándose de ti, por eso te pidió el cheque
antes.

—Ah... —suspiró Arthur—. Sí, no puedo parecer un detective, pero


aquí tenemos al inspector Estrada, quien no hubiera venido sin pruebas
en su contra. De hecho le pedí que trajera un informe impreso con una
explicación más extendida sobre el asunto. Melissa, ahora explicaré todo
lo que he descubierto y no me iré de aquí no sin antes haber dejado todo
claro.

Melissa parecía desorientada, ya que ni las palabras de James o Arthur


le convencían del todo. Pero al ver a un oficial de la policía, aliado de
Arthur, en su casa, decidió escuchar lo que el detective aficionado tenía
por decir.

—Muy bien, sus padres me ha dicho que eres una persona responsable
y sensata —dijo Arthur suavizando su expresión facial y adquiriendo un
tono de voz más amigable—. Comencemos, el domingo 5 de agosto el
inspector Estrada solicitó mi ayuda en el caso de un supuesto suicidio por
parte de quien en vida fuera Agatha Monroe. Una mujer que pasó varios
años en Asia (principalmente en Japón y China) para aprender de su
gastronomía, dueña de un concurrido restaurante de comida china
ubicado cerca del parque central.

»Con las pistas obtenidas, deduje que un hombre, alguien cercano a la


mujer, quizás un ex novio con quien haya vivido algún tiempo irrumpió
en su casa y se las ingenió para que Agatha muriera por estar en una
habitación cerrada con un humo venenoso generado por inciensos que
anteriormente fueron sumergidos en un herbicida llamado R...

»En ese caso había cuatro elementos clave que llamaban la atención:
Señales de que la llave de la casa de Agatha fue clonada de forma casera,
una nota que sugería que Agatha le había entregado su número a cierta
persona con quien quería reencontrarse, el humo envenenado de la
habitación y una llamada a las 10:58 pm el martes 7 de agosto, el mismo
día del "robo" a esta casa. En donde esta llamada denotaba que Agatha
estaba nerviosa y casi a punto de pedir ayuda de la policía, como si algo
grave ha ocurrido. ¿Tal vez un asalto? ¿Un accidente? ¿O una discusión
que ha terminado mal? Todo podía ser posible menos una casualidad.

»Ahora bien, aparte de que coincidían las fechas del robo y la


llamada. En aquella estantería, entre los libros de Melissa había uno en
particular cuya temática me llamó la atención. Me refiero a "The Works
of the Late Edgar Allan Poe", justamente el volumen uno, que es una
colección de relatos que incluye "El demonio de la perversidad", una
historia relatada por un asesino que confesó haber envenado las velas que
usaba cierta persona en sus lecturas nocturnas, cuyo humo producido
poco a poco lo iba matando.

»¿Curioso, verdad? El humo envenenado es el punto en común entre


el crimen realizado en el relato de Poe y la muerte de Agatha Monroe.
Este hecho fue el que me indujo a relacionar el caso de Agatha con el de
Melissa y el robo del maneki neko. Cuando Melissa mencionó que James
le echaba una ojeada a los libros de vez en cuando, fue entonces cuando
todas las piezas de este caso fueron cayendo y encajando a la perfección.

»Otra coincidencia es que tanto Agatha como James viajaron al


extranjero por motivos de estudios, y James al haber vivido en Japón
para aprender de su idioma pudo haber conocido a Agatha y así es como
él cuadraría con el perfil general que yo había establecido.

»Les pregunté qué había pasado el sábado cuatro de agosto alrededor


de las diez y quince de la noche, y ustedes me dijeron que alguien había
tocado la puerta. James fue quien la abrió y no se encontró a nadie. Pero
durante ese lapso de tiempo, las grabaciones me mostraron a una persona
que se diferenciaba del resto, esta persona después de haber hablado con
otra hizo una reverencia típica de los japoneses.

»Cualquiera pensaría que este es un gesto que todos los japoneses


hacen, pero no solo ellos, también las personas que hayan vivido un
considerable tiempo en ese país pueden adquirir aquella costumbre. Y
resulta que Agatha Monroe vivió en Japón durante un mayor tiempo que
en China, ya que en su casa se encontró un libro de gastronomía china
recién comprado, lo que me inclinó a pensar que tal vez sus
conocimientos no eran tan profundos y que se iba a dedicar a practicar el
arte culinario chino en su casa por todos los ingredientes que compró en
la misma fecha que adquirió el libro y varias cajas de incienso.

»El hecho entonces de que la persona captada por la cámaras fuera


más un extranjero que vivió en Japón a alguien asiático quedó
demostrado con las grabaciones del día del robo, cerca de esta casa no se
apareció ninguna persona asiática.

»Regresando al tiempo cuando James aseguró que no había nadie en


la puerta cuando la tocaron, les pregunto, ¿qué razón habría detrás de
este comportamiento? Pues la evidencia de la nota escrita por Agatha
encontrada en su casa puede dar una explicación, ¿qué tal si Agatha sabía
de antemano que James tenía una pareja?

»Había un sentimiento afectivo en ella con James que le hizo pensar


que presentarse en la casa como su ex tal vez no era la mejor idea, pero
ella necesitaba advertirle que necesitaba verlo, y lo que se me ocurrió es
que a lo mejor ella tocó la puerta y dejó una nota debajo de la puerta la
cual solo James entendería. Claro que al ser él quien fue a abrir la puerta
solo encontrándose con la nota, comprendió su significado y
simplemente se guardó este dato ocultándolo de Melissa.

»Cuando Melissa me mencionó que ustedes hacen paseos nocturnos


hacia el parque central, no era descabellado pensar que casualmente
Agatha los vio (ya que su restaurante queda cerca del parque) y pudo
reconocer a James. Después ella se dedicó a averiguar dónde ustedes
vivían.

»Otra cosa sugerente fue que durante nuestra conversación ayer, solo
Melissa era la que estaba dispuesta a darme información, en cambio con
James... si no le preguntaba nada, él no hablaba, un comportamiento
sospechoso.
»Ahora es cuando otro comportamiento sospechoso sale a la luz,
gracias a Melissa fue que pudimos enterarnos que James salió el
domingo cinco (el día siguiente, suponiendo, cuando James recibió la
nota de Agatha con su número). Está claro que preparaste de antemano
una coartada con tu amigo, de quien me diste su número. La amistad
entre hombres, puede tener sus mañas.

»¿James, qué tal si le pediste ayuda a tu mejor amigo para que te


"cubriera" mientras arreglabas asuntos con alguna ex? Me parece
plausible esa posibilidad, ya que ciertamente das esa apariencia de
hombre seductor, que hace suspirar a muchas mujeres, como lo pude
comprobar con una vecina con quien hablé.

»Incluso la tía de Melissa, Yukiko Takahashi, te describió como un


"donjuán oportunista" y ciertamente eso era lo que yo también pensé al
ver los lujos de la familia Takahashi, siendo Melissa hija única, le tocaría
una generosa parte de la herencia, hay que estar claros que el señor
Takahashi no está muy bien de salud.

»El amor verdadero suele ser más bien traicionero, Melissa.


Continuando con la extraña salida de James el domingo, me puse algo
imaginativo y, tomando en cuenta que la visita a su amigo era una
mentira, me resultaba convincente que James haya acordado reunirse con
Agatha en algún lugar alejado de la ciudad. ¿Y para qué los ex se tienen
que reencontrar? He visto las fotos en vida de Agatha y me resulta
demasiado atractiva —y Arthur agregó en voz baja—: Quizás más
atractiva que tú...

»Habían altas probabilidades que tanto James y Agatha hayan tenido


relaciones sexuales, al cabo que ellos se muestran atractivos uno para el
otro. Y ahí él aprovecharía para hacer un duplicado de las llaves de
Agatha con la clara intención de hacer un duplicado (James pudo
habérsela llevado desde su casa y ahí se enteró cual era la llave de
entrada).

»Melissa, me había dicho que en el día del festival literario, James


salió temprano de su trabajo; pero no necesariamente tuvo que haber
salido directamente para ir a verte, ¿qué tal si aprovechó ese momento
para poner en marcha un macabro plan? Ese día había una gran
conglomeración de las personas en las calles, siendo el restaurante de
Agatha uno muy frecuentado, me imaginé que estaría tan ocupada con su
trabajo que de ninguna manera regresaría a su casa antes de la noche.

»Entonces James aprovechó para ocultarse entre la multitud y llegar a


casa de Agatha con la llave duplicada y dejar una caja de inciensos
envenenados. James, te aseguraste de dejar inutilizada la ventana
superior en el dormitorio de la víctima y saliste como si nada. ¿Nadie
sospecharía de alguien que entra y sale de una casa con una llave no?
Esto es algo que ya he visto en otros casos, actuar con naturalidad es lo
mejor para pasar desapercibido. Lo oculto está a simple vista.

»Ahora es cuando las cosas llegan a ser más turbulentas. Con lo que
he dicho, podemos suponer que es Agatha quien llega donde James al
momento del "robo". A mí me parece que la descripción que él dio del
ladrón era demasiado ambigua y el supuesto tatuaje que mostró era solo
para despistar a la policía. Entonces, ¿qué rayos pasó en ese momento?
¿Una discusión quizás? La verdad es no puedo decirlo con seguridad, el
caso es que sí hubo una discusión, que terminó en algún forcejeo... y
Agatha para defenderse tomó lo primero que vio, el jarrón, y le asestó un
golpe, tomando en cuenta que Agatha era zurda (lo deduje por un
lapicero que se encontraba al lado izquierdo de la libreta de post-its en su
casa), eso explicaría que el golpe haya sido de ese lado.

»Después de haber golpeado a James, Agatha tuvo que salir por el


frente, ya que el perro estaba en el patio, y pues, tuvo que disimular
"normalidad" al salir y así no destacar ni parecer sospechosa. Aunque
Agatha se derrumbó esa misma noche cuando llamó a su amiga Karen,
todo esto explicaría su nerviosismo y la intención de llamar a la policía.
James debió haberle hecho algo horrible... ¿quizás matarla ahí mismo?
Todo puede ser posible.

»Ahora faltaba ver, ¿a dónde fueron a parar las joyas y el maneki


neko si todo no fue un robo? Considerando que James ocultó la
existencia de Agatha (y su íntimo encuentro con ella) a Melissa.
Entonces si ella llegaba a la casa y viera a James con semejante herida en
la cabeza, él necesitaba desviar la atención de que haya sido una mujer,
una de sus ex pues. Había poco tiempo para actuar, entonces lo primero
que debió habérsele ocurrido fue haber fingido un robo, se llevó la
estatua y algunas joyas y las escondió antes de que Melissa llegara. En
esta casa seguramente por el poco tiempo disponible.

»Y más o menos así debieron suceder las cosas desde mi perspectiva.


Claro está, que James está en todo su derecho de defenderse, pero queda
advertido que se han empezado las investigaciones sobre la vida de
Agatha cuando vivió en Japón y no se tardará en descubrir quien fue su
querida pareja con quien vivió tanto tiempo juntos. Además ahí en el
informe están imágenes de las grabaciones señalando el rostro captado de
Agatha, como siguiendo a James, momentos antes de ese supuesto robo,
una prueba más que reveladora.

—¿Es... esto cierto? —preguntó Melissa, al borde de las lágrimas


viendo a un cabizbajo James—. ¿Ibas detrás de mi dinero nada más?
¿Todo ha sido un engaño?

Sin embargo el hombre apuesto no levantó la mirada.

—El que calla otorga —comentó Arthur dejando ir un profundo


suspiro luego de semejante explicación—. Bien, creo que ya se tiene una
idea de lo sucedido y solo le tocará a James aclararlo por completo. Mi
trabajo aquí ha terminado.

—Espera —dijo Melissa con voz temblorosa al ver a Arthur


levantándose—. Solo... solo quiero saber dónde está la estatua...

El detective aficionado dirigió una última mirada a James, viendo que


este no mostraba intenciones de hablar, simplemente le dijo a Melissa lo
siguiente:

—Puede ir a revisar al patio, a menos que el perro tenga la rara


costumbre de enterrar huesos.
Epílogo

Tiempo después, el inspector Estrada nos comunicó que las


deducciones de Arthur estaban en lo cierto. James confesó su crimen, y
la estatua de jade junto a las joyas fueron encontradas enterradas en el
patio. Lo único nuevo de lo que me enteré respecto al caso, fue que
Agatha había llegado a la casa de James para presentarse como su
legitima novia, ya que James se había separado de ella sin motivo
aparente y de la noche a la mañana la abandonó.

Se dio lugar a una discusión entre la antigua pareja y James en un


arranque de ira atentó contra la vida de la mujer queriendo ahorcarla con
sus propias manos. Agatha logró salir de aquella situación arrojándole el
primer jarrón que encontró.

Lo demás sucedió tal como dijo Arthur. Además él me reveló que


había hecho la visita a la familia Takahashi (que en este punto resulta
innecesaria) como una medida para que James bajara la guardia,
sabiendo de antemano que la estatua y las joyas estarían escondidas en el
patio, James saldría al patio y ahí acabaría el caso antes de lo planeado
ya que Arthur había mandado a vigilar la casa.

Sin embargo... James mencionó que tanto la forma de cometer el


crimen como su repentina ira contra Agatha se debía a las influencias de
cierta persona, de la cual no pudo dar una descripción, lo único que dijo
es que era un hombre.

Esta misteriosa persona incluso le dijo cuál era la llave que tenía que
quemar para hacer el duplicado.

Arthur no se mostró sorprendido ante este hecho, él ya había pensado


acerca de la posibilidad de que alguien haya estado detrás del crimen,
usando a James como marioneta.
Según él, le parecía demasiado rebuscada la forma de cometer el
crimen, era un método que no calzaba con el perfil psicológico que él
había establecido con James, que era más una persona descuidada,
egocéntrica y cautelosa, pero de ninguna manera le veía capaz de realizar
un asesinato.

—Si alguien dice "hoy vengo inspirado" después de haber leído a


Allan Poe —concluyó Arthur—, pues hay que tenerle cuidado, pero
tampoco pienses que se ha convertido en un asesino potencial.

»Estoy seguro que esto, es solo el inicio de algo más grande, Irene.
Tengo ese presentimiento de que así será.

Y como es la costumbre, las palabras de Arthur se vuelven realidad...

Un mes después del caso, yo estaba realizando algunas compras en un


supermercado de la ciudad, ya estaba acostumbrada al lugar y conocía
varios establecimientos de ocio en donde pasar mis tardes. Arthur se
había recluido en su habitación y casi no hemos hablado desde la
conclusión del caso de Agatha Monroe. Sin embargo al terminar de
facturar en el supermercado recibí un mensaje de texto al celular de un
número desconocido:

"Ven inmediatamente si no hay ningún inconveniente, igual ven si hay


alguno. —A. H."

Seguido del mensaje estaban escritas unas coordenadas, que al


ingresarlas en la app de mapas señaló un lugar cercano de donde me
encontraba.

"¿Cómo rayos consiguió mi número? Bueno, veamos con qué locura


me sale ahora" me dije a mi misma, aceptando su invitación obligada.

Terminé llegando a las cercanías de un pequeño parque, miré hacia


todos lados pero no había ningún rastro de Arthur. Aunque una voz
resonó a mis espaldas:
—Qué obediente eres, Irene. ¿Has disfrutado jugar a los detectives
junto a Arthur? Pues los niños ya se han divertido, ahora es el momento
para los adultos.

Para mi sorpresa, aquella persona no era Arthur.

—Eh... ¿qué pasa con esa carita? —continuó él—. Tranquila, no te


haré nada, soy una persona de confianza.

Él decía eso, pero yo me mantuve a la defensiva.


Vestía una chamarra negra de cuero, era de piel pálida y cabello
abundante y despeinado. Sonreía despreocupadamente, como si me
conociera de toda la vida.

—¿Quién eres? —finalmente hablé—. ¿Cómo es que sabes mi...?

—¿Que cómo sé tu número? —interrumpió él—. Oh, querida. Sé


mucho más que eso. Sé que te llamas Irene Morrison, que tienes 23 años,
que naciste en un 18 de noviembre. Te gustan más los gatos que los
perros por ser tan independientes y limpios. Tu color favorito es el verde.
Tu familia es de T... y se dedican a los servicios funerarios. Tuviste
malas calificaciones en la secundaria y abandonaste tu carrera de diseño
gráfico en la universidad por sentirte "limitada".

»Le tienes miedo a las alturas, tu comida favorita es la hamburguesa,


pero te avergüenza admitirlo. Has tenido tres parejas sentimentales y
todos terminaron contigo por tu falta de tiempo y cariño. Eres alguien
reservada, cautelosa, pero no insensible.

»Te apasiona la obra de Da Vinci y Miguel Ángel, quienes fueron tu


inspiración en conseguir un trabajo en el rubro artístico, sin embargo
hace cinco años y dos meses conociste a una amiga que es fan de esos
monitos chinos que tanto le gusta a Arthur. De ahí que tus dones
artísticos fueran a parar a este tipo de dibujo.

»Y eso no es todo, sé exactamente cuáles son tus medidas, por


ejemplo tu busto es de...

—¡Dije que quién eres! —exclamé avergonzada, antes de que ese tipo
mencionara detalles inapropiados.

—Ah, qué miedo ja, ja, ja. Solo soy un humilde londinense que vino
por cuestiones de trabajo. Mi identidad no es algo de importancia por
ahora. Solo he venido a saludar a la compañera de mi querido hermanito
Arthur. Él tiene sus métodos para obtener información y yo los míos,
pero en cambio a mí no me gusta revelar mis trucos. No soy tan engreído
como él, bueno, tal vez un poquito ja, ja, ja.
»Bien, no tengo mucho tiempo. Conozco muy bien a mi hermanito y
sé lo entrometido que es. Me he contactado contigo para lo pienses
detenidamente antes de aceptar ser su compañera de nuevo. Las cosas se
pondrán turbias de ahora en adelante.

»Aléjate de cualquier caso que se relacione con el nombre de


"Moriarty". He ahí mi advertencia. Bien, nos vemos.

Sin decir más el tipo se fue, caminando tranquilamente por el parque.

—Pero qué rayos...

Eso fue lo único que alcancé a decir.

Fin del 1er volumen.


Palabras del autor

Hola, soy Danny, el escritor de esta novela, espero que hayas


disfrutado la historia tanto como yo al escribirla. "Hikikomori Holmes"
la escribí a modo de homenaje al famoso detective llamado "Sherlock
Holmes" (¿eso era obvio no?).

Me sentí satisfecho con el resultado no es una historia perfecta, pero


me entretuvo y eso ha sido suficiente, todavía quedaron varias ideas sin
utilizar y personajes para enriquecer la trama. Quizás... quizás continúe
la historia en un futuro algo lejano :'v

Mientras tanto, podemos dar un punto y final a este caso. No tengo


nada más que decir, si estás agradecido con la obra, te invito a realizarme
una donación al paypal (dannygaray60@gmail.com) o mi Patreon
(https://www.patreon.com/dannygaray60) ;)

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