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Teoría de la literatura III

Pérez Flores, Edwin Guillermo


Semestre 2019-1
Reporte de lectura sobre “el arte como artificio”
El formalismo ruso fue un movimiento intelectual que desarrollaron distintos pensadores,
lingüistas, críticos literarios a principios del siglo XIX, a fin de elaborar una metodología, con base
en la objetividad de los paradigmas científicos, capaz de analizar perspicazmente un hecho estético-
lingüístico fascinante, inaprensible. Para ello, los formalistas definieron ciertos principios
específicos, los cuales exaltaron la esencia de su ideología: por ejemplo, la negación rotunda de
toda muestra de impresionismo, de la carencia de esa técnica que guía al artista, del desprecio por
la construcción de una teoría literaria. Víktor Shklovski, en su artículo el arte como artificio,
explicó, entre otras cuestiones que aclara este resumen, el funcionamiento de las aquellas normas
que controlaron el juego arriesgado de Jakobson, Eichenbaum, Tomashevski, Propp, Tyniánov.
El texto del crítico ruso inicia destacando las desventajas de emplear el término ‘imagen’ con
el objetivo de afirmar que “el arte es el pensamiento por medio de imágenes”1 porque, en la
comprobación empírica, no sólo las demás artes huyen de aquella conceptualización tan cerrada
que ignora sus particularidades, sino también la misma literatura. Otro inconveniente de utilizar
ese vocablo, es que las imágenes sólo se recuerdan, más no se crean, es decir, el poeta calca
instintivamente en el papel lo que otros ya escribieron.
No obstante, Shklovski crea una oposición a partir de la noción de imagen y del modo en que
el espectador percibe un objeto; por ello, existe un objeto estético o imagen poética (es decir, una
entidad que está construida hábilmente mediante un procedimiento particular, el cual cautiva la
percepción del espectador durante un lapso de tiempo mayor, al provocar una impresión enajenante
causada por la explotación de los artilugios otorgados por la función poética de la lengua) y uno a-
estético o imagen prosaica (en otras palabras, aquella que expresa una símbolo transparente, el cual
tiene el objetivo de ayudar a su público a descifrar el significado univoco que guarda en su
estructura).
Tal distinción le posibilitó al panfletista soviético hallar las leyes universales que gobernaron,
según los formalistas rusos, el proceso de elaboración de los miembros de la dicotomía antes
expuesta. Primeramente, la imagen a-poética se subordina a “ley de la economía de las fuerzas

1
Víktor Shklovski, “El arte como artificio”, en Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI,
1970, págs. 55-70.

1
creadoras”2, la cual obliga al demiurgo a cumplir el objetivo, que plantea en su obra artística, con
el menor esfuerzo físico, espiritual, intelectual posible: “el mérito del estilo consiste en ubicar el
máximo pensamiento en un mínimo de palabras”3; por lo anterior, se deduce que aquel ente posee
cualidades muy significativas para el desarrollo correcto de otra función específica de la lengua: la
cotidiana. Además, Shklovski muestra la consecuencia mortal que atormentó a los usuarios de un
sistema lingüístico determinado: la automatización de la realidad; es decir, aquella en donde “todos
nuestros hábitos se refugian en un medio inconsciente y automático”4; lo cual, implica la
desaparición violenta de la existencia de mujeres y hombres puesto que abandonan su humanidad
para convertirse en los fríos engranajes que, con sus actividades automatizadas, hacen un funcionar
un sistema voraz, deletéreo, monstruoso. No obstante, ante aquel escenario catastrófico, aparece
milagrosamente un personaje muy cándido, muy artificioso que convierte al tornillo en clavadista,
a la tuerca en bailarina, al motor en baterista, al engranaje en poeta: es decir, el arte, el cual “es un
medio de experimentar el devenir del objeto: lo que ya está “realizado” no interesa al arte [porque
necesita mostrar, mediante el desarrollo de un procedimiento particular, lo que los ojos tanto desean
mirar]”5.
Aquél “devenir” señala claramente a ese ineludible procedimiento, el cual es expuesto
ampliamente por el pertersburgués mediante algunos ejemplos tomados de León Tolstoi (“Historia
de un caballo”). Con base en lo anterior, el autor llega a la conclusión de que el proceso de
singularización que explota Tolstoi, con el fin de oscurecer la forma “automatizada” de un objeto
cualquiera para cautivar violentamente la atención de quién lo observe pues este ahora percibe un
objeto “nuevo”, se particulariza por dos características muy ingeniosas: la primera, aquel escritor
no nombra los objetos, los describe; la otra, utiliza palabras que no concuerdan con la forma
aparente de la entidad descrita (por ello, la elegante sustitución de un látigo por un falo, de un
hombre racional por un caballo inocente, curioso).
El escritor de Sobre la prosa literaria muestra, además, las limitaciones que posee el
procedimiento antes expuesto: primeramente, “su finalidad no es la de acercar a nuestra
comprensión la significación que ella contiene, sino la de crear una percepción particular del

2
Ibídem., pág. 58.
3
Loc. cit.
4
Ibídem., pág. 59.
5
Ibídem., pág. 60.

2
objeto”6; la singularización (es decir, la sustitución de palabras) no es exclusiva del arte puesto que
es la base de todas las adivinanzas; en literatura, este procedimiento fabrica un objeto de manera
artificial, en otras palabras, el poeta configura los niveles de la lengua que estructuran su poema
con el fin exclusivo de atrapar la percepción del espectador.
También, Shklovski deduce algunas de las posibles cualidades esenciales de la lengua poética:
la primera, la obliga a ser, según Aristóteles, extraña casi como la situación incómoda que sufre
una lengua extrajera al invadir un territorio de costumbres lingüísticas ignotas; la asimilación y
adaptación del dolce stil novo, de arcaísmos, de barbarismos, de las particularidades léxicas y
fonéticas de los dialectos, de la intromisión enriquecedora de la lengua cotidiana en la poética, en
suma, “la lengua de la poesía es una lengua (…) llena de obstáculos”7.
Por último, el autor menciona la fatalidad de la sistematización de las particularidades de la
poesía puesto que al identificar las normas que rigen aparentemente al procedimiento creativo de
la literatura, estas tienden a cristalizarse en una normativa, protegida y difundida por una institución
intelectual, que le roba el carácter artificioso a la obra literaria, la cual se automatiza y, por tanto,
pierde su capacidad de provocar una contemplación estética en el observador: “si esta violación [la
del ritmo poético] llega a ser un canon, perderá la fuerza que tenía como artificio-obstáculo [en
consecuencia, no habrá nada que se encargue de desautomatizar la realidad, de mostrarnos la vida
que se oculta ante nuestros ojos azorados]”8.

6
Ibídem., pág. 65.
7
Loc. cit.
8
Ibídem., pág. 70.

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