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En esta escala, debemos recordar como eje central que las terapias
complementarias buscan el reequilibrio energético de la persona, sin ser
agresivas ni artificiales. Estas terapias sólo exigen que la persona tome la
decisión de mejorar: a partir de allí, lo llevarán a un punto de equilibrio, donde
cualquier tratamiento de la medicina convencional tendrá un mejor y más
duradero efecto, dado que se tomará conciencia de que la enfermedad es
precisamente la experiencia que nos toca vivir para poder aprender y que no es
algo de lo cual debamos desembarazarnos rápidamente y olvidarlo.
Cabe aclarar que todas las terapias realizadas por profesionales idóneos, desde la
acupuntura, el Reiki, la homeopatía, la fitoterapia, los masajes, la medicina
convencional, la memoria celular, las terapias florales y la psicoterapia, entre
otras, constituyen un bagaje de disciplinas, las cuales buscan sintonizarse con el
retorno a la salud y no con la desaparición de los síntomas, profundizando así en
las causas que harán que el efecto varíe.
Estilo de vida
Otro paso importante en el cambio de energía está dado por el ámbito de las
personas que nos rodean. Esto no implica un juicio valorativo sobre ellas, pero sí
respecto de la energía que desprenden. Aquello que comúnmente llamamos
"mala o buena onda", incluye una serie de factores que nos unen en grupos y a
los cuales pertenecemos por libre elección. Esta libre elección significa que en
caso de percibir que estas relaciones perjudican nuestra salud o coartan nuestro
libre albedrío, disponemos de la libertad de cambiar. No estamos hablando de
intentar cambiar al grupo, sino precisamente de cambiar nosotros.
Así, pueden darse tres situaciones. La primera puede ser el caso de una persona
que en un principio llama nuestra atención o la de un grupo entero, inclusive a
través de sus dolencias, problemas y padecimientos. Observamos que éstos son
continuos como incesante es la ayuda que necesita y que por más que nos
brindemos, ésta no logrará salvar ningún obstáculo por sí misma, pues siempre
habrá otra cosa a la que deberemos atender y resolverle. Asistimos a una forma
parasitaria de vivir que consiste en tomar energía de las personas que la asisten y
que se ve alimentada por un sentimiento de culpa y abandono respecto de
quienes le brindan ayuda. Esta situación de "permanente víctima" producirá
cansancio, agotamiento y desgaste y, a la larga, un sentido de inutilidad en el
dador al no poder ayudar "lo suficiente", lo cual le producirá un vacío de energía.
De esta manera, queda claro que ambos cumplen un círculo vicioso por medio del
cual podemos decir que "no hay victimario sin víctima". De esta forma, algunos
debemos proceder no sólo para no perder energía, sino también para que otros no
caigan en errores en su forma de tomarla, en no alimentar esas situaciones y
verlas precisamente como lo que son: una personalidad en desequilibrio. La
armonía debe instalarla siempre aquél que brinda energía y en ningún caso debe
confundir compasión con lástima, solidaridad con asistencialismo ni respeto con
miedo. Debemos intentar no entrar en el juego propuesto por cualquiera de estas
tres personalidades y ver detrás de ellas, una persona como nosotros que se
encuentra momentáneamente extraviada.
La higiene
Así como cuidamos nuestro cuerpo físico -lo lavamos, perfumamos y atendemos-,
también debemos cuidar nuestro cuerpo áurico, el denominado "sistema
inmunológico etérico", ya que éste es el que se ve perjudicado en primera
instancia. Permanentemente, nos encontramos expuestos a elementos extraños y
a frecuencias de vibración -por ejemplo, la exposición a ondas electromagnéticas
o químicas, como el alcohol, el cigarrillo y las drogas alucinógenas-, las cuales
confunden y alteran nuestros estados emocionales, perforando nuestro cuerpo
áurico y creando así, un campo propicio para el ingreso de energías perjudiciales
que, de otra manera, no entrarían en contacto con nosotros.