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De la sociedad disciplinada a la sociedad de control

El distinguir un cambio en el modelo social nos va a permitir, por un lado, situar la


práctica de acuerdo a una nueva distribución y ejercicio en las relaciones de fuerzas;
y por otro, reconocer sus efectos en las diferentes áreas de las ciencias sociales. Para
ello, seguiremos, un recorrido que va desde la concepción moderna del poder en la
sociedad disciplinaria a la administración de los deseos de la población y el
posterior surgimiento de la llamada sociedades de control.

¿?-ACTIVIDAD: Realizar una reflexión acompañado de imágenes,


noticias, artículos periodísticos, videos, canciones, etc que dé cuenta del
pasaje de la sociedad disciplinada a la de control.

Aquí dejo algunos interrogantes que pueden guiar el escrito ¿Qué mundo
queda atrás y cuál surge? ¿De qué manera afecta esta transformación a los vínculos
sociales? Si la sociedad moderna hizo del encierro su forma más eficaz de mantener
el poder, ¿de qué manera se ejercen las relaciones de dominio en la sociedad actual?

El pasaje de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control interpela de un modo


directo a la escuela actual. A partir de las lecturas realizadas, les propongo pensar
ahora, cuáles son los cambios más visibles y elocuentes que podemos
reconocer en nuestras escuelas a través de estos relatos. ¿De qué modo los
cambios en las relaciones de poder se hacen presentes en el aula, en la
escuela?

La sociedad disciplinaria

“La palabra “poder” amenaza introducir varios malentendidos. Malentendidos acerca


de su identidad, su forma, su unidad. Por poder no quiero decir “el Poder”, como
conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos a
un Estado determinado. Tampoco indico un modo de sujeción que, por oposición a la
violencia, tendría la forma de la regla. Finalmente, no entiendo por poder un sistema
general de dominación ejercida por un elemento o un grupo sobre otro, y cuyos
efectos, merced a sucesivas derivaciones, atravesarían el cuerpo social entero. El
análisis en términos de poder no debe postular, como datos iniciales, la soberanía
del Estado, la forma de la ley o la unidad global de una dominación; éstas son más
bien formas terminales.” Michel Foucault Historia de la sexualidad I: La voluntad del
saber

La emergencia del dispositivo técnico moderno produjo, en Occidente, una


reformulación de la práctica política. Nuevas instituciones, otros modos de
administración del poder o diferentes procedimientos de intervención sobre las
poblaciones surgieron a lo largo de la modernidad como parte de las transformaciones
vinculadas al control social. Se trata de otra forma de ejercicio de poder y de nuevos
mecanismos específicos, vinculados al sistema capitalista emergente y a su necesidad
de productividad y eficiencia. Si la forma de administración del poder previa a la
modernidad tenía en la capacidad extractiva del soberano su modo de ser (extracción
de dinero a través de los tributos, confiscación de las viviendas, obligación de
entregar la vida por el soberano), con la emergencia del Estado moderno esa
capacidad será la de gestionar el incremento de la producción a través del
disciplinamiento y cuidado de la población. El filósofo Michel Foucault llamó a este
nuevo estado de cosas sociedad disciplinaria.

“La sociedad disciplinaria es la sociedad en la cual el dominio social se construye a


través de una red ramificada de dispositivos o de aparatos que producen y registran
costumbres, hábitos y prácticas productivas. Poner a esta sociedad a trabajar y
asegurar la obediencia a su poder y a sus mecanismos de integración y/o de exclusión
se hace por medio de instituciones disciplinarias – la prisión, la fábrica, el asilo, el
hospital, la universidad, el colegio, etc.- que estructuran el terreno social y ofrecen
una lógica propia a la "razón" de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en
efecto, estructurando los parámetros y los límites del pensamiento y de la práctica,
sancionando y/o prescribiendo los componentes desviados y/o normales”. (En M.
Hardt y A. Negri (2002). Imperio. Buenos Aires: Paidós. Pág. 37)

Su obra rastrea la génesis y el despliegue de este dispositivo, dominante a partir del


siglo XVIII, como un sistema de poder cuyo efecto es la docilización de los cuerpos.
¿Qué quiere decir esto? Que el sistema tiene como objetivo principal la regulación e
intervención minuciosa sobre el cuerpo individual y colectivo con fines disciplinarios;
esto es, una microfísica del poder, que se extiende no sólo con el fin ordenar esos
cuerpos en el espacio común sino que también va a operar de manera específica
sobre los cuerpos individuales con el fin de incrementar su fuerza económica.
“La microfísica del poder es el carácter reticular y extensivo a todas las prácticas de
las relaciones de dominio. Así lo define Foucault en uno de sus libros al afirmar “que
el poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o
se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos, y en el juego de
relaciones móviles y no igualitarias” (M. Foucualt (2002). Historia de la sexualidad.
La voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo XXI. Pág. 114).

Es decir, el poder moderno es reticular, minucioso, puntual y a la vez distribuido en


las diferentes capas sociales y en cada una de las prácticas. Y lejos de ser una forma,
como el Estado, el soberano, el empresario o el director de una institución, Foucault
sostiene que el poder es relacional; es decir, que no se trata de una unidad de
dominio, de alguien que posee el poder de un modo autónomo y discrecional, sino
de una multiplicidad que pone en relación un juego de fuerzas.
Por ello sostiene que el poder no se posee, sino que se ejerce y ese ejercicio, que
consiste en la capacidad de conducir las acciones de los otros, es siempre vinculante,
de acción de unos sobre la acción de los otros. Por ello, los conceptos que utiliza
Foucault para describir el ejercicio del poder van a ser verbos que constituyen
acciones: incitar, desviar, ordenar, limitar, etc. Se trata de oponer acción sobre
acción: por esta razón no hay poder a secas, sino más bien relaciones de poder.
Ahora bien, si el poder es relacional, si no es una posesión sino un ejercicio, esto
significa que las relaciones de fuerzas son móviles, que se desplazan, que los vínculos
de poder están atravesados por una multiplicidad de otras fuerzas que pueden
cambiar, clausurar o invertir las relaciones de dominio. El desplazamiento de las
fuerzas, la modificación de las relaciones de poder, no responden exclusivamente a
causas necesarias sino que también operan factores azarosos o imprevistos. Así, por
ejemplo, la inesperada muerte del líder de un partido político ocasiona, en la mayoría
de las veces, un movimiento en las relaciones de fuerzas internas a ese partido; se
reacomodan, se tejen nuevas alianzas, se abren otras posibilidades y surgen, quizás,
otras figuras políticas. Sin embargo, y a pesar de esta movilidad, las relaciones de
dominación buscan generar estrategias que permitan mantener un estado de cosas
más o menos estables, para así conservar un modo invariable de distribución de las
fuerzas. El sistema disciplinario, surgido en la modernidad, si bien son visibles sus
variaciones, ha mantenido un diagrama de fuerzas persistente. ¿De qué modo es
posible? ¿Cómo se sostiene un equilibrio estable cuando lo propio de las relaciones
de poder es su movilidad?

Opuesto a una concepción jurídica, el análisis del poder elaborado Foucault remite a
una imagen física o anatómica; esto es, que el sostenimiento de un sistema de
relaciones es posible en tanto una serie de tecnologías, esto es de tácticas y
estrategias, intervienen como mecanismos creados con el fin de mantener un estado
de equilibrio de las fuerzas. Sin garantías absolutas, el sistema de dominio parece
mantenerse a partir de estas tecnologías que actualizan, con pretensiones de
permanencia, las relaciones de poder.

“Son las tácticas y estrategias elaboradas con el fin de mantener las relaciones de
dominio. Según Foucault “estos mecanismos del poder, estos procedimientos de
poder, hay que considerarlos como técnicas, es decir, como procedimientos que han
sido inventados, perfeccionados, que se desarrollan sin cesar. Existe una verdadera
tecnología del poder o de los poderes, que tiene su propia historia”. (En E. Castro
(2004). El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Universidad de Quilmes.
Pág. 336)

La importancia de este tema, la necesidad de definir al sistema disciplinario y recorrer


todas sus explicaciones, está dada por la inquietud en torno a la actualidad de este
dispositivo en nuestra época contemporánea. Si realmente, y tal como lo define Gilles
Deleuze en su texto Posdata a las sociedades de control, hay una transformación
en el diagrama actual respecto de las relaciones de fuerzas, esto significa el
vencimiento de las instituciones disciplinarias y la emergencia de un nuevo estado de
cosas. Si así fuera, si la eficacia del dispositivo disciplinario estuviera caída, muchas
de las formas de intervención hasta hoy conocidas exigen su abandono; o, al menos,
el reconocimiento de la caducidad de esta eficacia en aquellas instituciones creadas
para una forma de dominio que ha perdido su intensidad. La escuela moderna es una
de las instituciones cuyo funcionamiento responde a este dispositivo. No sólo
respecto de la forma que adquiere en relación al ordenamiento de las conductas tanto
de los agentes escolares como de los
alumnos, sino que también se ve interpelada en el tipo de saber que produce y en
los modos de transmisión. En este sentido, las ciencias sociales no quedan al margen
de esta mutación. ¿Habitamos aún la escuela moderna? ¿Podemos seguir pensando
nuestras prácticas del mismo modo que hace cien años? ¿Es la misma la escuela la
familia o la fábrica?

Encierro
La creación de instituciones surge como un ámbito de reproducción de las relaciones
de poder en tanto a través de ellas transitan las formas de dominio relativas al
dispositivo instituido. Aquellas relativas al sistema disciplinario son llamadas por
Foucault “Instituciones de encierro”.

“Las instituciones no son fuentes o esencias […]. Son prácticas, mecanismos


operatorios que no explican el poder, puesto que presuponen las relaciones y se
contentan con`fijarlas´; su función es reproductora, no productora”. G. Deleuze
(2008). Foucault. Buenos Aires: Paidós. Pág.15.
La familia, la escuela, el cuartel, la fábrica, el hospital y la prisión son aquellas que
Foucault define como las instituciones principales del dispositivo disciplinario. La
llama instituciones de encierro o de secuestro. La finalidad, además de reproducir
una forma de dominio, es la de enlazar a los sujetos al sistema de producción, a
través de una vigilancia personalizada de las conductas, de mecanismos de control,
castigo y recompensa y de la docilización de los cuerpos de acuerdo a las normas
establecidas por estas instituciones. No hay una instancia progresiva de una
institución a otra, sino que todas ellas cumplen con un sentido correctivo que apunta
a producir cuerpos políticamente dóciles y económicamente productivos. Es decir,
tiene una función normalizadora, de construcción de subjetividades definidas.
Esta es la función principal del poder en la sociedad disciplinaria, la de producir una
sociedad de normalización que mida las capacidades de los sujetos, que produzca un
conjunto homogéneo y a la vez, que trace una frontera entre individuos normales y
anormales.

En este sentido las instituciones de encierro no son instituciones represivas; no


buscan coartar las libertades sino direccionar las conductas como una condición de
posibilidad para la inscripción de los sujetos en el sistema productivo. Por esta razón
la disciplina no se ejerce de afuera hacia adentro, sino que se internaliza; son los
mismos individuos son los que componen estas prácticas normalizadoras generando
una auto coacción que les garantice su incorporación fluida al sistema de producción.
Por ello los reclamos hacia las instituciones disciplinarias están localizados en
demandar más salud, más educación, más trabajo, más seguridad. La posibilidad del
ascenso social a través del trabajo o de la escuela, por ejemplo, operaba como el
efecto directo de la adscripción a las normas institucionales; era esta la razón por la
que un obrero o un alumno se amoldaban a las prescripciones fijadas por la fábrica
o por el sistema educativo. A estos procedimientos de disciplinamiento de las
conductas individuales, Michel Foucault los llama “anátomopolítica del cuerpo
humano”: un sistema de vigilancia tendiente a integrar a los sujetos, a volverlos
dóciles y, con ello, a aumentar las aptitudes de cada uno.

Podemos preguntarnos: ¿Siguen siendo estos los procedimientos de vigilancia


contemporáneos? ¿De qué modo las nuevas tecnologías generan nuevas formas de
control?

Los invitamos a ver el siguiente video que, en este sentido, seguramente nos
provocará muchos interrogantes más: Disponible en:
www.youtube.com/watch?v=Az7dRUvOIb0 (Estado de Vigilancia – HD)

Las sociedades de control


Las trasformaciones de la técnica contemporánea, su extensión a todos los ámbitos
de la vida y sus efectos sobre las relaciones sociales, conducen a pensar en un nuevo
marco conceptual para el análisis de la realidad actual. En torno a esto, varios autores
han elaborado distintas teorías tendientes a explicar los cambios en la sociedad
contemporánea, no como una sucesión de la época anterior, sino como una nueva
configuración; un nuevo diagrama en el que surgen nuevos problemas y, con ello, la
necesidad de pensar en nuevas respuestas. Sobre este cuadro de situación, el filósofo
Gilles Deleuze plantea el pasaje de la sociedad disciplinaria a una nueva forma a la
que denomina “sociedad de control”. Su hipótesis es que las instituciones de la
sociedad disciplinaria han perdido su vigencia: ya no es necesario el encierro para la
vigilancia de los individuos.

“Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión,


hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los
interiores, escolares, profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de
anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la
industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones
están terminadas, a más o menos corto plazo. Sólo se trata de administrar su agonía
y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando
la puerta. Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades
disciplinarias.”

Los recursos ofrecidos por las nuevas tecnologías permiten una proliferación de
procedimientos de control y una mayor extensión de la intervención del poder que
vuelve ineficaces los muros de las cárceles o de las escuelas como espacio de
docilización de las conductas. Si la arquitectura de la sociedad disciplinaria estaba
fundada en el panóptico, la sociedad de control disemina sin límites la observación
de los sujetos, desplegado ahora a través de la información brindada por las
tecnologías digitales.

Panóptico

Etimológicamente quiere decir “el que todo lo ve”. La idea tomada de un tipo de
arquitectura ideada por Jeremías Bentham en el siglo XVIII, con el fin de controlar a
los presos. Se trata de una torre situada en el centro de la prisión que sirve como
punto de mira para la vigilancia de todo lo que ocurre allí. Desde allí el centinela
puede observar sin ser visto. Esto genera, en los detenidos, la percepción de una
vigilancia continua que tiene por finalidad que los condenados se auto vigilen.

Cada tarjeta de crédito es un registro de los deseos personales; cada teléfono celular
una forma de localización específica; hay cámaras que custodian casas, edificios,
plazas y calles: en cierta medida es posible reconstruir el trayecto realizado por
alguien en desplazamientos cortos o largos. Desde el monitoreo prenatal en adelante,
las existencias dejan registros digitales en diferentes soportes técnicos. Si las
instituciones de encierro eran un molde común para las conductas de los sujetos, la
sociedad de control, afirma Deleuze, opera a través de modulaciones que cambian
de manera continua. ¿Qué significa esto? Que los espacios son abiertos y que los
sujetos que actúan en ellos se desplazan de forma permanente a la manera de una
tabla de surf. Si la firma personal era la marca de identidad de la sociedad
disciplinaria, en este nuevo entramado es la clave de acceso, el pasword o contraseña
lo que permite el acceso a la información. Es una sociedad de abstracción numérica
y digital frente a aquella otra que era de rúbrica personal y analógica. Insistimos:
esto no quiere decir que no haya vigilancia, sino que esta se vuelve aún más excesiva,
a la vez que más sutil.
En esta mutación de sentido, Deleuze hace hincapié en el pasaje de la vieja fábrica
a la empresa contemporánea. Si en la primera, correspondiente a la producción
fordista del capitalismo, el principio era el de mayor producción con menos gasto en
salarios; si el control era ejercido por el patrón y los trabajadores componían una
totalidad dispuesta al reclamo, la sindicalización y la movilización, la empresa se
ordena en torno a la competencia entre sus miembros como una forma de motivación
laboral: hay rivalidad porque hay modulación en los salarios de acuerdo al mayor o
menor rendimiento. Es el pasaje de la producción industrial a la venta de servicios,
“de la producción a la superproducción”; de allí que los trabajadores principales de
la empresa, el “alma” de la empresa, van a ser los agentes de marketing y ventas.
No importa ya la ficha sindical sino la necesidad de capacitación permanente para
mejorar los rendimientos.
Estos cambios suponen a la vez una transformación de las subjetividades
contemporáneas: ya no hay modelos sino modulaciones, no hay estabilidad sino
desplazamientos. Como con las instituciones, en la sociedad de control las
subjetividades se edifican en torno al corto plazo. Los perfiles de identidad ofrecidos
en las redes sociales son variables; los vínculos amorosos están expuestos a tiempos
más breves; las relaciones laborales, en muchos casos son lábiles, no sólo por la
precariedad de los contratos laborales sino por decisiones personales; los contenidos
de la web carecen de autor, aunque lo tengan, y es a la vez de todos y de ninguno.

En su análisis Gilles Deleuze reconoce una mutación del capitalismo y, con ello, la
emergencia de una nueva realidad social. Los sujetos, lejos de ser personas
encerradas y expuestas a un modelo disciplinario, son deudores eventuales: la
significación del documento de identidad se traslada a la tarjeta de crédito. Es el
pasaje de la identidad política a la identidad comercial, del poder de vigilancia a la
intervención económica sobre los deseos, del ciudadano al consumidor. La institución
de referencia ya no será ni la escuela, ni la fábrica, ni la familia. Van a ser las
instituciones crediticias o bancarias aquellas que garanticen la acreditación de los
sujetos en el mundo.

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