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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.
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ESTUDIOS DE TELEVISIÓN Milly Buonanno


Colección dirigida por Lorenzo Vilches

El drama televisivo
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

Después de medio siglo de debate, polémica y controversia en torno a


las consecuencias sociales, políticas, económicas y culturales de la tele-
visión, los lectores van a disponer por fin de una biblioteca plural de
televisión en lengua castellana. La televisión se transforma y se prepara Identidad y contenidos sociales
para compartir un siglo de promesas en el campo de la comunicación y
la cultura a través de nuevas y sofisticadas tecnologías. La colección
Estudios de televisión ofrece un espacio de debate y reflexión sobre
este mundo a los investigadores sociales, profesionales del medio y a
todos aquellos que de una forma u otra participamos en la inmensa red
que es la comunicación actual.

Otros títulos de la colección

ENRIQUE BUSTAMANTE
LA TELEVISIÓN ECONÓMICA
Financiación, estrategias y mercados

J. MARTÍN-BARBERO Y GERMÁN REY


LOS EJERCICIOS DEL VER
Hegemonía audiovisual y ficción televisiva

MILLY BUONANNO
EL DRAMA TELEVISIVO
Identidad y contenidos sociales

ROSA ÁLVAREZ BERCIANO


LA COMEDIA ENLATADA
De Lucille Ball Los Simpson

PEDRO L. CANO
DE ARISTÓTELES A WOODY ALLEN
Poética para cine y televisión
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Traducción
TsEdi, Teleservicios Editoriales, S.L

Índice
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Red Nacional
de Investigadores
en Comunicación

I. Introducción................................................................................. 9

II. El paradigma de la indigenización............................................. 15


Paradigmas al descubierto............................................................. 15
Un indígena se hace ....................................................................... 19
Primera edición: octubre de 1999 La oferta. Los medios de comunicación son americanos. ............ 27
El consumo. El árbol no deja ver el bosque ................................... 33
© by Milly Buonanno
Las influencias. La audiencia adopta y adapta............................... 41
© 1999 by Editorial Gedisa
Muntaner, 460, entr., 1ª - 08006 Barcelona. España III. La ficción y las realidades múltiples
Tel. 93 201 60 00 Fax 93 414 23 63 del mundo en que vivimos ........................................................... 49
correo-e: gedisa@gedisa.com
Don Quijote y la pantalla ............................................................... 49
http://www.gedisa.com
La televisión explica ..................................................................... 55
Diseño de colección
Sebastián Puiggrós IV. La lectura de los textos televisivos .............................................. 71
Metáforas de los medios de comunicación .................................... 71
ISBN: 84-7432-754-7
Depósito legal: B.40.302-1999 El texto escurridizo ....................................................................... 80
¿Quién posee los significados? .................................................... 87
Preimpresión TsEdi, Teleservicios Editoriales, S.L.
Urgell, 216, pral. 1ª - 08036 Barcelona. España
V. Donde hay familia, hay casa ........................................................ 95
Impreso Romanyá/Valls Televisión y familia ....................................................................... 95
Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona) Un término de discusión ............................................................... 100
Derechos reservados para todas las ediciones en lengua castellana Una nueva normalidad familiar ..................................................... 103
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, Padres e hijos ................................................................................. 108
en forma idéntica, extractada o modificada de la versión castellana de esta obra.
La Familiastra ............................................................................... 113
Casas de serie ................................................................................. 117
Impreso en España
Printed in Spain Familia, familias ............................................................................ 123
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8 El drama televisivo

VI. Un serial a la italiana. La Piovra ..................................................... 128


El nombre de la «cosa» ...................................................................... 128
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Melodrama social ............................................................................... 131


Héroes-mártires.. ................................................................................ 139
Serial sui generis ................................................................................ 146

VII. La fórmula combinatoria de la serie policíaca italiana.


Il Maresciallo Rocca ....................................................................... 163
Un éxito moderado ............................................................................. 163
Del global al local .............................................................................. 16S
La fórmula del nuevo género policíaco italiano ................................. 175
Las historias de heroísmo común del sargento Rocca ....................... 181
¿Un héroe mimético? ......................................................................... 186
El sentido del lugar...................................... ……………………….. 188
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III
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La ficción y las realidades múltiples


del mundo en que vivimos

Nosotros calentamos nuestra vida oscura y fría ante la


llama de las representaciones de la imaginación
Walter Benjamin

Don Quijote y la pantalla

Del Don Quijote de Orson Welles, un film empezado pero


nunca acabado, como otros proyectos del gran director de Citizen
Kane, ha quedado un fragmento, que quizá podamos tener la
suerte de ver en alguna cadena de televisión. El fragmento es to-
talmente perfecto en todos sus significados, tanto que adquiere
una autonomía propia de texto integral: de hecho, es una perfecta
epítome de la visionaria figura del caballero de la Mancha, con
relación a lo que Alfred Schutz define como «el problema de la
realidad».1
La escena –evidentemente Welles intentaba traspasar la histo-
ria al siglo veinte, aunque el vestuario de época de los protagonis-
tas haga pensar en una doble temporalidad– transcurre en la se-
mioscuridad de un local cinematográfico; la galería está llena de
niños, mientras en platea, alejado de los otros espectadores que
llevan ropa moderna, está sentado Don Quijote encerrado en su
armadura caballeresca. Sancho está a algunas filas de distancia, al
lado de una chiquilla que le sugiere con gestos la actitud de un
«buen comportamiento del espectador» –quitarse el sombrero, no
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moverse, no hablar...– y divide su atención entre la pantalla, don- De todas maneras, quiero aclarar que no se trata de considerar
de sucede algo conmovedor (Sancho se seca las lágrimas con a Don Quijote como «caso emblemático» de la peligrosa influen-
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las mangas de la camisa), y el rostro anonadado de Don Quijo- cia y del dominio que, con mucho sentido común, la ficción ejerci-
te por el cual se reflejan sobresaltos que mantienen ansioso al ta sobre la percepción de la realidad (como le sucede al personaje
escudero. de Cervantes y de Welles el cual, profundamente inmerso en la
Ahora también se ve la escena de la pantalla: un enfrentamien- literatura caballeresca o en la visión de la película, pierde la cons-
to de la época romana entre caballerías enemigas, en un lugar ciencia de los límites entre lo real y lo imaginario). Con Don
donde se erigen altas cruces en una de las cuales está atada una Quijote estamos, más bien, frente a un ejemplo de sublime ex-
joven mujer. Don Quijote no puede reprimirse más: se pone en trañeza y, en cierta medida, de desviación, susceptible como tal,
pie, desenvaina la espada y corre a echar una mano a los salvado- como enseña la sociología goffmaniana, de favorecer una mejor
res. Sus cortes de espada desgarran el telón e interrumpen la pe- transparencia de las relaciones y de las transiciones «normales»
lícula, mientras el público de la platea abandona la sala protestan- entre la ficción y la realidad.
do. Pero los niños de la galería aplauden entusiasmados, igual que El recurso a la fenomenología social de Alfred Schutz –no cita-
unos momentos antes habían aplaudido la gesta de los héroes de do por casualidad desde el principio– puede ser valioso en este
la pantalla. contexto. Retomando las consideraciones de William James en
Si Orson Welles hubiera rodado ahora su incompleto Don torno a los diferentes órdenes, o subuniversos de la realidad, en su
Quijote, ¿habría sustituido quizá el cine por la televisión, la ficción ensayo sobre las estratificaciones de los mundos de la vida, 2 Schutz
de la gran pantalla por la de la pequeña pantalla, para contar habla de las «realidades múltiples» en que se distribuye nuestra
–recontextualizada en la sociedad contemporánea– la aventura experiencia vivida: del mundo de la vida cotidiana, al cual –a dife-
existencial del gran hidalgo que, igual que los niños de la escena rencia de otros autores que también se rehacen según el modelo
que acabo de describir, no distingue la realidad de la ficción narra- schutziano3– le reconoce el papel preeminente de paramount rea-
tiva? La respuesta es imposible y, en definitiva, no importa; pero lity, al mundo de la ciencia del arte, de la religión, de los juegos,
los términos de la pregunta sirven para evocar –como se retomará de los sueños, de la fantasía o de la ficción... Cada uno de estos
mejor más adelante– el papel preeminente que, respecto a la lite- mundos, entendiéndose sobre todo como mundos simbólicos,
ratura y al cine, han asumido la televisión y las series televisivas en tiene una coherencia interna propia y un estilo cognitivo específi-
la construcción de la imaginación colectiva. co que lo hace diferente y discrepante respecto a los otros; por
La citación del fragmento del film de Welles tiene aquí una este motivo, el cambio de una a otra de las que Schutz prefiere lla-
función sobre todo evocativa: sirve para introducir, a través de la mar «provincias sin significado», la transición, por ejemplo, de un
figura de Don Quijote, que en este caso ya se ha hecho revivir en mundo fantástico al mundo de la vida cotidiana nunca es indolo-
un contexto mediatizado, la cuestión central, en orden al tema ra, sino que es una travesía de límites que normalmente estamos
que nos ocupa, del estatuto de los mundos de ficción respecto al en grado de realizar y de reconocer. Sólo un incurable soñador
mundo de la vida cotidiana. como Don Quijote –al cual se le podría aplicar lo que dice Paul
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Veyne de las culturas: «Hay algunas en que, una vez cerrado el rentes mundos de la vida e incluso los de la fantasía y de la fic-
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libro, continuamos creyendo (en la ficción) y otras en que ya no ción. Las páginas siguientes encuentran en esta fundamental con-
se cree más»4 –es capaz de emigrar entre los diversos mundos de la tribución de la reflexión de Schutz las presuposiciones teóricas bási-
vida, ya que sus experiencias sólo quitan sentido al sistema de sig- cas. Con una diferencia, quizá. En el modelo schutziano, cada
nificados inherente al mundo de la ficción. mundo es real hasta que le prestamos atención, hasta que nos
Volvamos al fragmento de Welles: por si no os viene directa- sumergimos en él (en el teatro, por ejemplo, Hamlet es para noso-
mente la inspiración, la escena presenta grandes analogías con el tros el príncipe de Dinamarca, no el actor que interpreta al perso-
episodio de las marionetas, narrado en lo que Schutz define como naje), pero se desvanece apenas pasamos a otra, y a menudo in-
uno de los capítulos más profundos de la novela de Cervantes. compatible «provincia de significados»: las realidades múltiples
Don Quijote asiste a un espectáculo de marionetas: se representa son en gran medida recíprocamente inconmensurables e incomu-
la liberación de Melisandra –dama cristiana convertida en esclava nicables. Cuando cerramos el libro, citando de nuevo a Paul Vey-
por los moros– gracias a un valiente caballero. Pero los dos fugiti- ne, ya no creemos. Cuando cae el telón, ya estamos en otro lugar.
vos son perseguidos y, cuando el curso de los acontecimientos ¿De verdad es así? ¿Sucede de verdad –en particular– que el
parece hacerse más incierto, Don Quijote decide intervenir: desen- mundo de la fantasía y de la ficción retroceda del todo, que pierda
vaina la espada y ataca a los perseguidores, destruyendo los muñe- cualquier acento de realidad, frente al mundo de la vida cotidiana?
cos de cartón piedra. La pregunta es puramente teórica. No es necesario adherirse a la
La pluralidad, la copresencia y el enfrentamiento de diferentes visión radical de un «efecto Don Quijote» para afirmar que exis-
mundos de la vida están, según Schutz, en el centro de esta aven- ten espacios de superposición y también de interacción entre las
tura, donde encuentran plenitud y profundidad de trato; se ven dos realidades: el imaginario es real, no sólo porque cuando esta-
implicados contemporáneamente tres reinos de realidad: el sub- mos inmersos en él se deja creer, sino porque es susceptible de
universo fantástico de la caballería, que da sentido al comporta- atravesar y, en cierta medida, de modificar nuestra propia vi-
miento de Don Quijote (un caballero debe acudir en defensa de da cotidiana; o si no, más allá de la percepción que tenemos de
una dama en peligro); el subuniverso del teatro, en el cual pode- algunas de sus dimensiones y de nuestro modo de relacionarnos
mos sumergirnos en la representación dramática hasta tal punto con ellas.
que, por un momento, nos la creemos, pero donde no se admite, Todo esto es aún más verdadero en el caso del imaginario tele-
ni es admisible, ninguna interferencia con lo que tiene lugar en visivo, gracias a una modalidad de presencia de la televisión en
escena; y, finalmente, el mundo de la vida cotidiana, a la cual per- nuestra vida y gracias a modalidades sociales de disfrute, que son
tenecen las marionetas de cartón piedra rotas (o el telón desgarra- muy diferentes a las del libro, del teatro o del cine. Leer, ver una
do en la versión cinematográfica) y la solicitud de una indemniza- película, asistir a un espectáculo teatral, son experiencias muy satu-
ción por daños y perjuicios por parte del propietario desesperado. rantes y exclusivas; participar de una de estas experiencias no es
Schutz afirma con fuerza, por lo tanto, y este es el punto que compatible, normalmente, con otras actividades y otras implica-
más nos interesa, la pluralidad y el estatuto de realidad de los dife- ciones y, por eso, es posible que en los mundos fantásticos de la
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literatura, del cine y del teatro estemos y nos quedemos inmersos sistema de representaciones y de significados de este mundo de
con una vertiginosa intensidad, con una total «suspensión de la ficción se insinúe a nuestro estilo físico y de acción en la vida coti-
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incredulidad», y que su acento de realidad resuene particularmen- diana o, al menos, extienda su «horizonte de lo posible»: quizá
te alto y fuerte para nosotros, mientras los habitamos y comparti- nunca resolveremos un conflicto sentimental del mismo modo
mos con ellos las estructuras de sentido, de plausibilidad, de veri- con que lo ha resuelto un personaje de Beautiful, pero de todas
ficación específicas. maneras nuestra decisión se llevará a cabo y dará sentido a una
Pero, por otro lado, los mundos de ficción de la literatura, del gama de posibles alternativas que también tienen en cuenta el pro-
cine y del teatro mantienen respecto a la vida cotidiana una sepa- ceso y el modelo de decisión ofrecido, en circunstancias análogas,
ración tangible, marcada por una precisa señalización de entrada por aquel personaje.
y de salida –levantarse y caerse el telón, apagarse y volverse a
encender las luces en la sala, abrir y, después, cerrar un libro– y, en
el caso del disfrute cinematográfico y teatral, también por una
ubicación específica. La televisión explica
Por el contrario, la televisión está colocada en nuestra casa y
los mundos imaginarios que nos desvela fluyen directamente den- Con la referencia de una telenovela nos hemos introducido en
tro y se mezclan con el flujo de la vida cotidiana, tanto que atenúan el específico mundo imaginario al que está dedicada esta obra: las
la separación entre las dos órdenes de realidad. Menos saturante y series de televisión. Aunque la expresión ya sea de uso corriente y
exclusivo, el disfrute televisivo no exige necesariamente que aban- todos sepan a qué se refiere –serie, miniserie, telenovela, culebrón,
donemos otras actividades u ocupaciones de la vida cotidiana y, película de televisión...–, la ficción es un territorio aún poco explo-
en todo caso, crea las condiciones de un efecto péndulo y de tran- rado y relativamente subestimado en Italia: evidentemente, no en
siciones más fluidas y continuas, menos marcadas y dolorosas, su imagen visible y ociosa de producto sino bajo el perfil de sus
entre real e imaginario. funciones y de sus importantes significados culturales.
Por lo tanto, es plausible afirmar que el acento de realidad del La ficción televisiva ha constituido hasta hace muy pocos años
subuniverso fantástico de la televisión, aun pudiendo ser atenua- un objeto bastante marginal de debate público, por no decir de
do por transiciones que puede que nunca hayan sido sustraídas de interés científico: tanto marginal, en el campo de la atención,
la vida cotidiana totalmente, conserva una resonancia más dura- como menospreciado, en el plano del juicio. En la jerarquía de
dera en esta misma vida con la que incesantemente se mezcla. los productos, programas y géneros televisivos, las series han sido
Incluso cuando salimos del estado de «suspensión de la increduli- consideradas durante mucho tiempo en Italia, más que en otro
dad» con el cual hemos asistido eventualmente a un capítulo o a sitio, como la última y la más irrelevante y trivial de las formas
una escena de Beautiful y, por lo tanto, sabemos muy bien que expresivas, un mero dispositivo de evasión y de enajenación de la
somos restituidos a una dimensión de experiencia que no tiene realidad, inferior por norma no sólo a la información más presti-
nada que ver con una telenovela, nos puede suceder que algo del giosa sino también al mismo entretenimiento.
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Por otra parte, no tenemos de qué sorprendernos, y menos cual la lengua inglesa designa todas las obras de imaginación y
aún en una cultura con una fuerte orientación intelectual y elitista de fantasía y que es sinónimo de narrativa o story telling. Aunque
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como la italiana: el desprecio, la anulación simbólica, es una eta- se preste en su acepción más amplia a aplicarse a toda forma de
pa obligatoria y, quizá permanente, del destino de los produc- relato imaginario que haya conocido la historia humana –des-
tos populares, entre los cuales se cuentan plenamente las series de de las pinturas rupestres a la poesía épica, las obras teatrales, los
televisión. diversos géneros de prosa literaria, la narración cinematográ-
A decir verdad, desde principios de los años ochenta, ha habi- fica, los cómics y los dibujos animados–, el término ficción tiende
do un largo y exasperado debate sobre el tema del llamado (gené- a utilizarse en dos principales y específicas acepciones: la primera
ricamente) telefilm;5 alimentado por el imprevisto e incomprendi- circunscribe, en el ámbito literario, la producción prosaica de
do éxito de los grandes seriales americanos, sobre los cuales novelas y cuentos; la segunda se refiere, en el ámbito mediático, a
las cadenas privadas habían hecho presión para conseguir una po- la producción narrativa de la televisión o ficción televisiva.
sición competidora frente a la televisión pública, aun así, este de- De hecho, el uso corriente de la palabra ficción, sin necesidad
bate reflejaba mucho más los temores y las condenas hacia una de posteriores especificaciones, nos envía directamente a la tele-
presunta amenaza de colonización cultural que la conciencia de visión y constituye de este modo un indicador elocuente de la evi-
centralismo de la ficción en la economía y, sobre todo, en la cultu- dencia de que la invención y el relato de historias pertenecen ahora
ra de la televisión. en una medida preeminente al medio televisivo.
En efecto, las series de televisión dan una validez y una poten- La noción de ficción, en su significado de creación fantástica,
cialidad especiales porque, mucho más que otros géneros de pro- está construida y ubicada en una clara oposición a la noción de
ducción audiovisual, incorporan una doble dimensión y una doble fact: la realidad factible auténtica y no imaginaria que se define
función: cultural y, al mismo tiempo, económica. En mayor grado como fuente y materia de los géneros de la información, de la pro-
que otras tipologías de productos televisivos, las series son capa- ducción documentalista, y –lejos de las teorías y de las prácticas
ces de desarrollar y de alimentar una auténtica industria y un mer- de la comunicación– sobre todo de la ciencia.
cado; se pueden comprar y se pueden vender, pueden circular por dife- Si, a su vez, está lejos de constituir un fact –especialmente en
rentes países. Pero si las series son importantes para la economía y una fase en que la evolución acelerada y entrelazada de los gé-
para la política, en el sentido más amplio de la televisión –y su neros mediáticos hace más difícil que nunca distinguir entre fic-
importancia en estos campos ya empieza a ser reconocida y circu- ción y realidad–, la oposición polar entre fact y ficción todavía
la, por así decirlo, en el air du temps–, aún lo es más para la impor- continúa funcionando como un principio básico de individuali-
tancia de sus funciones y de sus significados culturales: y de esto zación y de reconocimiento, erradicado ya en el sentido común;
en Italia todavía no se es suficientemente consciente. pero, sobre todo, sirvió para alimentar un pasado cuyas deriva-
Así pues, debemos empezar por el «nombre de la cosa», por la ciones encontramos en el presente en forma de comportamientos
palabra ficción. Del latín fingere, que puede tener el triple signifi- de fuerte sospecha intelectual y juicios o prejuicios devaluativos
cado de modelar, imaginar y simular, ficción es el término con el hacia la ficción.
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La novela y el relato literario, siempre considerados como crea- trata simplemente de reconocer que la ficción televisiva es narrati-
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ciones engañosas y mentirosas, y por eso moralmente discutibles, va, sino que constituye además el corpus narrativo más imponen-
han intentado desde hace tiempo encontrar una legitimación en la te de nuestros días y quizá de todos los tiempos. Ningún otro
cultura de las sociedades europeas. En cuanto a la ficción televisi- sistema narrativo del presente o del pasado ha implicado a audien-
va, al lado de la crítica negativa que no dejan de suscitar produc- cias de decenas de millones de personas como las que cada día en
tos de ficción y de evasión, ha tenido que pagar también el pro- todo el mundo se sintonizan a series y seriales televisivos.
blemático y quizá aún incompleto reconocimiento colectivo de su Si miramos atentamente, nunca como ahora las regiones de la
estatus. La asociación convencional de la noción de narrativa con imaginación, de la fantasía y del sueño –que la ficción televisi-
la producción literaria –o también cinematográfica, desde que el va despierta– han estado tan abiertas y han sido tan accesibles a
cine se ha situado entre las expresiones artísticas– ofrece y suscita, una masa de público tan grande.
evidentemente, resistencias a la idea de que la ficción televisiva El punto crucial ha sido dilatar como nunca los espacios de
constituye a su vez una forma de narrativa, una declinación audio- la imaginación, lo que, junto a su pertenencia a lo «popular», ha
visual de la novela y del relato, oral o escrito. contribuido a hacer inclinarse hacia la crítica negativa la balanza
Aquí es precisamente donde reside y donde se encierra la fasci- del juicio sobre la ficción. Por su misma definición, la ficción no
nación y el poder que la ficción sigue ejerciendo entre las grandes es realidad, aunque voluntariamente la evada –pensemos en las
masas de público, ante el estupor sarcástico y un poco escandali- connotaciones negativas que siempre conlleva el término «eva-
zado de los observadores intelectuales, siendo como es un relato sión» y que pesan tanto–, porque introduce un mundo de repre-
exhaustivo de historias; y debemos añadir que es un relato emi- sentaciones y de imágenes a menudo muy débilmente referencia-
nentemente popular, en la tradición, por ejemplo, del feuilleton y les, esferas donde la emoción vence por mucho a la razón.
del melodrama del siglo XIX o, para retroceder más en el tiem- La crítica de las series de televisión en base a argumentaciones
po, de los bardos y de los juglares, o para reconducirlo hasta ascen- similares –que derriban con imputaciones las razones de su gran
dencias más legítimas, como el mito. éxito popular– responde, por un lado, a un error o a un equívoco
La misma información es, a su manera –aunque no la única–, epistemológico y, por otro, a un prejuicio específico en torno a la
un relato de historias. La función narrativa de la televisión encuen- televisión. El equívoco epistemológico reside en una concepción
tra en la televisión su expresión más relevante y significativa. A del todo objetiva y positivista de la realidad, de la cual expugna
través de la ficción, la televisión explica y, cuando lo hace, recoge todo componente subjetivo, simbólico e imaginario y la constitu-
y amplia desmesuradamente una tradición antigua de narración ye, orgullosamente clara, respecto a sus representaciones (válidas
oral, quizá más aún que la escrita. No por casualidad, la imagen solamente en términos de veracidad o de falsedad y, con relativas
de la televisión como «el bardo de nuestra cultura»6 se ha ganado gradaciones). Desde este punto de vista, la ficción televisiva sólo
un sitio en el campo internacional de los television studies. La «fun- puede ser desequilibrada hacia el polo de la falsedad o bien de la
ción barda» de la televisión y su estatuto de «central story teller sys- evasión y, por lo tanto, es condenable por ser un dispositivo mani-
tem» del presente no pueden ser fácilmente subestimados: no se pulador y ofuscante por excelencia.
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Pero, ¿verdaderamente las cosas son y han sido siempre así? Sin Ahora estamos acostumbrados a la idea de que el film del Oes-
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adherirse al relativismo extremo de quien proclama la absoluta te, e incluso el folletín, además de ser objetos dignos de estudio
«indecidibilidad» de la realidad, bastaría con recordar las platóni- sobre los géneros cinematográficos y literarios, pueden ayudarnos
cas sombras en la caverna para poder nutrir cualquier duda: «los a descifrar valores, esperanzas, mitos, visiones del mundo que, en
hombres siempre han creído habitar el mundo y, en realidad, no un momento dado, pueblan y componen el universo simbólico de
han salido nunca de la descripción que han hecho del mundo las una sociedad. Si se es reacio a reconocer una validez análoga a la
diferentes épocas».8 Y, como el psicoanálisis nos advierte de la ficción televisiva –el Corpus narrativo más grande de la sociedad
fuerte presencia del elemento irracional en nuestra existencia –el contemporánea–, es porque «el muro de Berlín»11 que separa los
sueño, la emoción, el subconsciente–, las modernas epistemo- territorios de la alta y la baja cultura, aunque haya sido atacado,
logías sociológicas desvelan cómo se crea y se experimenta la rea- todavía resiste; lo que lo sostiene no es el prejuicio en sí, sino la
lidad en y a través de sus representaciones. función que realiza cuando reconvierte una jerarquía de artefactos
En una medida más amplia de lo que se quiera creer, la reali- culturales en una jerarquía social e intelectual.
dad es imaginaria; y, por lo tanto, podemos afirmar con Schutz, Evitar la frecuentación de los lugares y los objetos ínfimos de
que la imaginación es una de las múltiples realidades del mundo la cultura, a los cuales se dice que pertenecen las series de televi-
en que vivimos. En mayor medida de lo que se reconoce, la fic- sión, es una marca de distinción; sólo excepcionalmente los adep-
ción es real, en términos de aquel realismo emocional9 y simbóli- tos de la cultura culta pueden admitir que siguen, por ejemplo,
co que no restituye una imagen especuladora y fiel de la realidad una telenovela (como se ha comprobado durante la fase de mayor
factible, sino que abre el horizonte de las experiencias a esferas de éxito de Beautiful),12 e incluso entre los espectadores y espectado-
elaboración, identificación y proyección fantástica que ya forman ras más fieles no son muchos los que están dispuestos a declararlo
parte de la vida cotidiana y que, por eso mismo, son trozos signi- sin pudor.13 No es una casualidad que las encuestas sobre las pre-
ficativos y activadores de efectos de la realidad. En presencia de la ferencias del público televisivo registren, en cuanto a las series, re-
ficción televisiva, tenemos menos que hacer con una fuga que con sultados más bajos de lo que sería previsible y fiable. 14
una dilatación simbólica del mundo social.10 Entre los expertos y los estudios internacionales, realmente la
El prejuicio específico deriva a su vez del innegable predomi- situación es muy diferente. Como han reconocido recientemente
nio, primero en cuanto a la televisión en general y luego respecto C. Mukerji y M. Schudson, la legitimidad de la cultura popu-
a las series en particular, de una opinión intelectual y aristocrática lar contemporánea como objeto de seria consideración crítica ha
que ha decretado los límites entre las prácticas más bajas e irrele- aumentado enormemente a lo largo de una generación, aunque
vantes de la producción y del disfrute cultural. A su vez, ha suce- todavía no pueda considerarse completa.15 En este mismo cami-
dido lo mismo con el feuilleton, por ejemplo, y con el cine, y hemos no, las narrativas de la televisión también han empezado a ser con-
tenido que esperar mucho tiempo hasta que la narrativa popular y sideradas como importantes fenómenos institucionales sociales y
el relato cinematográfico se aceptaran y reconocieran como for- culturales. De hecho, por mucho que parezcan poco originales,
mas estéticas (y en el caso del cine también artísticas) y culturales. repetitivas y «formulares» (y à suivre...), y realmente lo sean, las
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historias narradas por televisión son importantes sobre todo por – Hablan de nosotros: cogen, articulan y reelaboran los temas y
sus significados culturales. Como si se tratase de una corriente de los intereses fuertes –elementales, básicos– de la vida cotidia-
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estudios internacionales, hoy muy consistente y ya con una tradi- na, de la vida en el mundo: el bien y el mal, el amor y el odio,
ción de más de una década, está demostrando16 que las series de la familia, la amistad, la violencia, la justicia, la enfermedad
televisión configuran y ofrecen material preciado para entender la y la salud, la felicidad y las desgracias, los sueños y el miedo…
cultura y la sociedad que expresan. Sin representar ni deformar Nada menos que las experiencias centrales de la vida, que todo
propiamente la realidad, las historias narradas por televisión más lo que es objeto de nuestras inversiones afectivas y valiosas
bien la reescriben y la comentan, entrando y ocupando un lu- más intensas y fuente de nuestros comportamientos emoti-
gar preeminente en las esferas de las «prácticas interpretativas» vos más profundos.
mediante las cuales en cada época los hombres han creado sus
propias visiones y versiones del mundo y han dado sentido a la En la mayoría de los casos, la ficción trata y desarrolla estos
vida cotidiana. temas elementales –aunque sería mejor decir primarios– según los
Las series de televisión cumplen por lo menos tres funciones módulos simples y esquemáticos propios de la narrativa popular:
principales. caracteres estereotipados, plot recurrentes, oposiciones claras, pre-
La primera es la función fabuladora o la oferta repetida y la dominio en cualquier contexto de las tonalidades fuertes sobre las
narración incesante de historias que nos hablan con una doble tonalidades apagadas... Hecha para favorecer la comprensión más
acepción: amplia, la accesibilidad de los textos de ficción –que obviamente
es el origen de posteriores prejuicios en su contra– todavía no se
– Nos hablan a nosotros: responden a una exigencia extensa, pro- ha confundido ni con una tosquedad de estructuras narrativas ni
funda y universal; satisfacen el placer también extenso, profun- con una pobreza de significados. Las series de televisión trabajan
do y universal de escuchar, de abandonarse a la «suspensión de sobre fórmulas y géneros –tanto existentes ya en la tradición lite-
la incredulidad», al flujo del relato. Es difícil, con este propósi- raria y cinematográfica, al igual que el género policíaco, el melo-
to, creer en la idea postmodernista de que la narrativa ha per- drama, el feuilleton o la saga familiar, como creados y reformula-
dido fuerza con la desaparición de las grandes y unificadoras dos a propósito, como la situation comedy, de la cual desde hace
narrativas, como la religión y las ideologías. Más bien sería lo tiempo un gran corpus de estudios ya ha sacado a la luz y anali-
contrario: «debemos preguntarnos si la ausencia de las presun- zado las estrategias formales, mucho más complejas y quizá so-
tas “master narrativas” no ha contribuido a una mayor con- fisticadas de lo que se pueda imaginar (los detractores de la te-
fianza»17 en un storytelling quizá más fragmentado pero con lenovela, por ejemplo, no sospecharían nunca el alto nivel de
toda evidencia intensificado en la sociedad. Hay siempre una «paradigmática complejidad» que caracteriza este tipo de series).19
gran sed de historias y las historias de la ficción televisiva con- De igual forma podemos afirmar que la ficción televisiva es
tinúan suscitando curiosidad e interés, continúan haciendo rica en potencialidad y en recursos «formativos»: activa compe-
vibrar lazos emotivos, alimentando la conversación cotidiana. 18 tencias de identificación y de lectura de géneros diversos; dilata,
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como no había pasado nunca antes, la experiencia del «trabajo de ras sentimentales, Emma Bovary siente que se ahoga en su pe-
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interpretación» de textos narrativos, que es una experiencia inte- queño mundo de campo; empapado de literatura caballeresca,
lectual tanto como emocional; pone en contacto y habitúa a tratar Don Quijote parte hacia sus aventuras visionarias. En los dos
con realidades simbólicas, donde suceden cosas y habitan seres de casos, la ficción literaria es el origen de una ruptura radical con la
los cuales no sólo se alimenta el debate cotidiano (en una reedi- realidad cotidiana, insufrible e irreconocible. Esto no es así pa-
ción del cotilleo colectivo y de sus funciones de control y de inte- ra la ficción televisiva, que, por el contrario, tiende a favorecer
gración a la vez), sino que también constituyen y despliegan un sentidos de conexión y de pertenencia, derribando en familiaridad
rico repertorio de objetos, estímulos, sugestiones –quizá aún más la confusión del mundo del «efecto Don Quijote».
que modelos de comportamiento–, para aquella actividad de ela- Por cuanto precede, es evidente –y un factor aditivo de devalua-
boración fantástica sobre ella misma y sobre el mundo, reconoci- ción, para los críticos– que la libertad interpretativa no es in-
da ya como parte esencial de los modernos procesos de construc- herente y no se adecúa a la ficción, a la visión idiosincrásica, a la
ción de la identidad. transgresión de las convenciones formales y sociales, comúnmen-
La segunda función de la ficción televisiva es la familiarización te asociadas a la creación literaria y cinematográfica, en general
con el mundo social. Las series de televisión, y sobre esto se basa artística. La ficción se presta a ser definida como narrativa de
su fuerte interés sociológico, trabajan para preservar, construir y «naturaleza córica»22 o «narrativa del consenso»23, ya que igual que
reconstruir un «sentido común» de la vida cotidiana, un substrato el coro en la tragedia griega, su papel es el de expresar el punto
de creencias y aceptaciones compartidas, incluso de respuestas a de vista de la comunidad, de poner voz a lo que es más comparti-
los dilemas de la existencia, que a su vez sirven para familiarizar- do, aprobado y, precisamente, consensual.
nos con el mundo social. Una función similar –en la cual algunos Debe decirse que las series de televisión son, por naturaleza
expertos observan una continuidad con el mito20– tiene particular propia, peculiarmente «conservadoras», aunque la expresión tiene
importancia en la sociedad contemporánea, donde la fragmenta- que usarse –si es posible– sin prejuicios o connotaciones negati-
ción dispersa de las experiencias, los impulsos subjetivistas, la rapi- vas: aquí conservar significa contribuir a «mantener unida» la cul-
dez de los cambios, la ausencia de sistemas unitarios de referencia tura, a garantizar su reconocimiento en un «nosotros» más amplio,
valorativa, crean condiciones de «homless mind».21 De aquí (como a contrastar, de algún modo, con la construcción de un sentido
en la abatida invocación de E.T.) surge una necesidad de regreso a común, las dinámicas de dispersión y de pérdida.
«casa», de recuperación de los contactos y sintonías con un senti- La tercera función de la ficción es el mantenimiento de la comu-
do extenso y compartido de las experiencias centrales de la vi- nidad, del cual evidentemente no se puede subestimar la validez
da; esta especie de lugar del regreso para muchos actualmente positiva. Aunque esta función de preservación y reconstitución de
está asegurado por los flujos narrativos de las series de televisión. ámbitos de significados compartidos pertenezca a la televisión
Bajo este perfil, probablemente, la influencia de la ficción es como tal –o al menos a la televisión generalista que hemos cono-
diferente a la descrita por novelistas como Flaubert o Cervantes cido hasta ahora–, las historias de ficción contribuyen a ello de la
–según ellos, confusa, desarraigada–. Nutrida de exaltantes lectu- manera más consistente y decisiva, gracias, sobre todo, a su capa-
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66 El drama televisivo La ficción y las realidades múltiples... 67

cidad de suscitar la atención y la implicación de las audiencias vas- todo, pluralidad de las fórmulas y de los géneros; todo ello son
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tas y heterogéneas, nacionales e internacionales. factores que militan, por así decirlo, a favor de la diferenciación.
Por otra parte, la naturaleza conservadora, orientada hacia la Los géneros, en particular, son un dispositivo muy eficaz bajo este
continuidad de las series de televisión, no se opone a la aceptación perfil y efectivamente se prestarían a ser definidos como «recursos
y a la elaboración de lo nuevo, pero dado el caso se opondrá a las para variar la representación de la realidad»; un melodrama como
visiones radicales y estremecedoras de la mutación cultural. Como «La storia spezzata» y una situation comedy como «Casa dolce casa»,
todo género de literatura popular, la ficción llega hasta la tradi- por ejemplo, responden a dos «sentimientos de familia» muy dife-
ción pero también registra (y quizá también anticipa) las tenden- rentes, opuestos. A su vez, la audiencia televisiva tiende a frag-
cias y las corrientes del cambio, introduciéndolas y articulándolas mentarse y a ser más móvil e inconstante en sus prácticas de visión
en los cuadros de referencia y en los modelos de experiencia conso- y disfrute.
lidados; un procedimiento o estrategia de familiarización suave En este cuadro, que destaca sobre el escenario de una sociedad
para las transformaciones que hace de las series de televisión un cada vez más diferenciada en el plano institucional y, sobre todo,
soporte convincente y eficaz de la mutación, y, a la vez, un amor- simbólico-cultural, expresiones como comunidad, sentido común,
tiguador del shock cultural que es siempre susceptible de provocar. significados compartidos, piden necesariamente ser relativizadas
La ficción aparece como intérprete de la comunidad, lugar del o, mejor dicho, pluralizadas. Lo que las series de televisión contri-
regreso, expresión y reafirmación de los significados compartidos. buyen a «mantener unido» no es un Zeitgeist compacto y unifica-
Sería un error concluir, desde aquí, que la ficción televisiva es por- dor, sino más bien una (contenida, no infinita) multiplicidad de
tadora de alguna visión «dominante» del mundo o artífice de algu- sintonías y consonancias parciales, en las cuales se expresan y se
na función de «homogeneización» cultural –como por otra parte reconocen los heterogéneos «nosotros» de una fragmentada cul-
siempre se ha tendido pensar de la televisión y de los medios de tura colectiva. La llama de las representaciones de la imaginación
comunicación en general. Debemos conocer muy poco la ficción (televisiva),24 citando a Benjamin, ya no corresponde a la «hogue-
y aún menos la sociedad contemporánea, así como la configura- ra en torno a la cual una audiencia extremadamente homogénea
ción de los consumos televisivos, para creerlo. se reunía para escuchar al juglar»,25 sino que arde como nunca
La ficción es mucho más que un corpus internamente cohe- en una pluralidad de lo que hemos definido como «lugares de
rente y homogéneo; incluso dejando a un lado las profundas di- regreso».
ferencias culturales inherentes a los diversos contextos de pro- Naturalmente, se dan casos en que una historia concreta o un
ducción (a causa de los cuales, por ejemplo, una telenovela esta- conjunto de historias de ficción consiguen dar un poder más uni-
dounidense no puede de ningún modo asimilarse a un culebrón ficador e integrador, trabajando en un horizonte de significados y
argentino o brasileño) y mirando exclusivamente hacia la produc- de valores donde se reconocen y a los cuales se adhieren grupos
ción nacional, nos encontramos frente a un panorama hetero- más grandes que toda la colectividad: en Italia éste es, sin duda, el
géneo. Naturalezas institucionales de las cadenas, políticas pro- caso de La piovra o de Il maresciallo Rocca. Pero no siempre las
ductivas, estrategias de posicionamiento de las cadenas y, sobre narraciones de la televisión constituyen un «fórum cultural»26
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donde es la presencia y la ciudadanía de diferentes voces, y no su 8. U. Galimbcrti, «Verso un uomo più autentico», en J. Jacobelli (a cargo de),
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Quali poteri la tv?, Laterza, Bari, 1990.


reducción a una unidad, lo que mejor parece poder contribuir 9. I. Ang, Watching Dallas, Methuen, Londres 1986.
(evidentemente, junto a muchos otros factores) a «mantener uni- 10. Ante todo género de ficción, naturalmente; pero en el caso de la ficción
dos» la uncommon culture de una sociedad compleja. Para no com- televisiva hay más oportunidades y disponibilidades en este sentido, desde el momen-
to en que la televisión está instalada establemente en las routines de nuestra vida coti-
plicar después el cuadro, se debe afirmar que el fórum no está ili- diana (mientras que no podemos decir lo mismo, o de una manera generalizada, del
mitadamente abierto y que no todo encuentra igual derecho de cine o de los libros).
11. Así lo define J. Palmer en el epígrafe de su obra Potboilers. Methods, concepts
ciudadanía y de representación; retomando un ejemplo anterior, and case studies in popular fiction, Routdlege, Londres, 1991.
la ficción puede alcanzar diferentes inflexiones del sentimiento 12. Surgieron entonces anécdotas en torno a conocidos periodistas, políticos...,
de la familia, pero algunas resultaran en cada caso marginales o que «descolgaban el teléfono» para no ser molestados cuando se emitía la serie.
13. No debemos creer que se trata de un fenómeno sólo italiano, como lo de-
ausentes. Probablemente es sobre todo en la definición y en la cir- muestra, entre otras cosas, una investigación llevada a cabo en Finlandia: P. Alasuuta-
cunscripción del perímetro en el cual puede desplegarse «acepta- ri, «I’m ashamed to admit but I have watched Dallas: the moral hierarchy of televi-
sion programmes», Media cultura and society, vol. 14, 1992, pp. 561-582.
blemente» el pluralismo cultural, donde la ficción televisiva cons-
14. Cfr. Oltre i maneri, trabajo de investigación Censis, Roma, 1993.
truye, alimenta y reproduce formas y ámbitos de sentido común. 15. C. Mukerji y M. Schudson (comps.), Rethinking popular culture, University
La naturaleza córica, la orientación consensual, la tendencia de of California Press, Berkeley, 1991.
16. Además de los textos citados en éste y en otros capítulos, véase la biblio-
la narrativa de la televisión a trabajar sobre lo compartido y sobre grafía al final de la obra.
lo compartible, no son falsos, pero requieren ser con textualizados 17. J. Collins, Uncommon culture, Routledge, Londres, 1989, p. 121.
18. Se debe aclarar que tanto aquí como en el punto sucesivo no se trata de ca-
en una situación donde los coros, las visiones consensuales, las
da una de las historia de ficción sino –y no son pocas– de las que consiguen cautivar
esferas de significados compartidos a su vez, se pluralicen dentro a la audiencia y encontrar una resonancia en sensaciones y orientaciones compartidas.
y a través de las realidades múltiples del mundo en que vivimos. 19. R.C. Allen, Speaking of soap opera, University of North Carolina Press,
Chapel Hill, 1985; y también, más adelante en la obra, I misteri di Corinto.
20. R. Silverstone, The message of television, Heinemann, Londres, 1981.
21. P. Berger, B. Berger y H. Kellner, The homeless mind, cit.
Notas 22. H. Newcomb y R.S. Alley, The producer’s medium, Oxford University Press.
1. A. Schutz, «Don Quixote and the problem of realitv», en Collected Papers, 1983.
vol. 3, Nijhoff, La Haya, 1964. 23. D. Thorburn, «Television as an aesthetic medium», en Carey (comp.).
2. A. Schutz, «The stratification of life-world», en A.Schutz y T. Luckmann, The Media, myths and narrative, cit.
structures of the life-world, Heinemann, Londres, 1974. pp. 21-98. 24. La metáfora de la llama debe aplicarse más bien a la televisión; por ejem-
3. Cfr. P. Berger, B. Berger y H. Kellner, The Homelcss mind, Vintage Books, plo, C. Tichi, en Electronic hearth, Oxford University Press, Oxford, 1991, describe
Nueva York, 1974, y en particular el cap. Pluralization of life-world, pp. 62-82. el modo en que, en su primera aparición, la televisión se instaló en el centro de la
4. P. Veync, I Greci hanno cerduto ai loro miti?; Il Mulino, Bolonia, 1984, p. 33. casa americana, como una versión electrónica de la «llama del hogar».
5. Cfr. AA.VV. Perchè i telefilm amcricani hanno successo in Europa?, Actos del 25. J. Collins, Uncommon culture, cit., p. 121.
Convegno Intcrnazionale di Studi, Tele-confronto, Chianciano, 1983. 26. H. Newcomb y P. Hirsh, «Television as a culture forum», en W.D. Rowland
6. J. Fiske,J. Hartley, Readinp televisión, Methuen, Londres, 1978. y B. Watkins (comps.), Interpreting television, Sage, Londres, 1984, pp. 58-73.
7. J. W. Carey (ed.), Media myths and narrative, Sage, Londres, 1988.

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