En estas últimas semanas se ha vivido un clima de tensión en las relaciones bilaterales
entre México y Estados Unidos, debido a la caravana de migrantes hondureños que atraviesan por nuestro país. Pero ni el fenómeno de la migración ni la reacción del mandatario estadounidense son nuevas: desde su campaña política, uno de los puntos centrales en su discurso ha sido el endurecimiento de las políticas migratorias. Por ejemplo, desde hace un año Trump ha intentado cancelar el programa DACA que protege a los dreamers, jóvenes migrantes con estudios. Por eso no deberían sorprendernos las fuertes medidas anunciadas por nuestro vecino del norte, como la militarización de la frontera sur. Es evidente que estas políticas migratorias no sólo afectan a los centroamericanos, sino también a nuestros compatriotas. Para darnos una idea del posible impacto, se calcula que en Estados Unidos habitan 3.5 millones de migrantes centroamericanos, mientras que el número de mexicanos supera los 12 millones, casi cuatro veces mayor. Con estas cifras en mente es fácil comprender que la resolución de esta crisis le conviene tanto a los migrantes hondureños como a nuestro país. Ya en 2014 México lanzó el Plan Frontera Sur, un marco para regular la migración que proviene de Centroamérica, con especial atención en la seguridad de los migrantes. Y en 2018, México ha sido uno de los principales impulsores del Pacto Mundial sobre Migración, un tratado político que garantice los derechos humanos de migrantes y refugiados. Es claro que un fenómeno internacional como la migración requiere soluciones conjuntas entre los países implicados, comenzando por la creación de oportunidades de crecimiento y empleo a nivel local que permitan a las personas desarrollarse en su propio país, porque la migración debería ser una elección, no una necesidad. En este sentido, el control de la migración ilegal hacia Estados Unidos podría alcanzar mejores resultados no mediante las armas, sino con programas bilaterales que fomenten el desarrollo social. Y también nos parece acertado apostar, más que por el cierre de fronteras, por la consolidación de un marco jurídico que favorezca una migración ordenada. De igual manera, es necesaria una mayor sensibilidad social y combatir los estigmas de que todos los migrantes son criminales y la migración es dañina. En realidad, el 10% del PIB total de Estados Unidos es generado por migrantes mexicanos y centroamericanos, que contribuyen no sólo en agricultura o construcción, sino también en áreas especializadas de ciencia, innovación y tecnología. Como cualquier persona, los migrantes buscan mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. La situación es compleja, pero queda claro que cualquier solución debe realizarse en el marco del respeto a los derechos fundamentales de cualquier ser humano.
rcastm@hotmail.com facebook.com/RodCastMir twitter.com/rodcastm *Vicepresidente Nacional de Innovación y Desarrollo Tecnológico – CANACINTRA