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Estudios Culturales-401105
Módulo del curso
PROTOCOLO ACADÉMICO
Año: 2013
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ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES, ARTES Y HUMANIDADES
Estudios Culturales-401105
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2. INTRODUCCIÓN
Es preciso expresar desde esta introducción que abordar los estudios culturales es
adentrarse en un campo de estudio que no tiene fronteras ni límites definidos, más
bien, son flexibles, móviles. Así mismo, es adentrarse en un campo
interdisciplinario y a la vez transdisciplinario, en palabras de Nelson y Treichler
(1992:4) citados por Grandi (1995): ―Los estudios culturales son un campo
interdisciplinar, transdisciplinar y a veces contradisciplinar, que actúa en medio de
la tensión de sus mismas tendencias para acoger un concepto de cultura que sea
amplio y antropológico, y a la vez restringido y humanista. Los estudios culturales
están comprometidos con las artes, las creencias e instituciones de la sociedad y
con las actividades culturales en general‖.
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3. JUSTIFICACIÓN
Como se puede observar, todos estos temas son obligados para los comunicadores
sociales y para aquellos estudiosos de las ciencias sociales, interesados en analizar
los fenómenos culturales contemporáneos desde una perspectiva novedosa e inter
y transdisciplinaria.
Se trata de despertar el interés por las teorías y prácticas contemporáneas que ven
con ojo crítico las relaciones multidireccionales y multiformes de la cultura y la
sociedad; pero no únicamente para visualizar procesos culturales dominantes o
estrategias culturales alternativas, sino como lo propone Homi Bhabha (2000), ver
en los intersticios.
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En este sentido, el diálogo cobra relevancia especial, como elemento clave para
desentrañar los significados de las mismas prácticas culturales de los distintos
grupos sociales, la cuales podrán tomar la forma de construcción de hilos
conductores y vasos comunicantes, o de tensiones que no se han diluido en una
comunidad. En suma, los estudios culturales le permiten a quienes los abordan a
identificar que la cultura también es un escenario polémico, conflictivo, dialógico,
en el que no hay solamente un arriba y un abajo; unos opresores y unos
oprimidos; sino que constante hay dinámicas al interior de los distintos grupos
sociales, por ello se preguntan constantemente por los cruces entre lo individual y
lo social-comunitario; los público y lo privado; la ficción y lo real; lo nacional y lo
regional; lo colonial y lo poscolonial.
Es, además, muy propicio el curso de Estudios Culturales, desde nuestro contexto
Latino Americano, pues esta perspectiva de análisis e interpretación de las
culturas, revisa con ojo escrutador fenómenos como la existencia de culturas
altamente híbridas, pero bajos indicadores de integración, que son característicos
de las sociedades de esta parte del continente Americano. Lo dicho anteriormente,
da una orientación singular a este tipo de estudios, en países como Colombia.
4. INTENCIONALIDADES FORMATIVAS
4.1 PROPÓSITOS
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4.2 OBJETIVOS
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4.3 COMPETENCIAS
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Parámetros fundamentales para la construcción de un modelo. Universidad Nacional Abierta y a Distancia,
Facultad de Ciencias Sociales, Humanas y Educativas. Bogotá, s.f.
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4.4 METAS
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5. UNIDADES DIDÁCTICAS
CURSO DE ESTUDIOS CULTURALES
1. Antecedentes I
2. Antecedentes II
1
3. Orígenes e inicios de los
1. Antecedentes y orígenes de estudios culturales
los estudios culturales
4. Los fundadores de las
'cultural studies'
2
5. El verdadero inicio de las
cultural studies
4
4. Padres fundadores de los
estudios culturales
5. Dos paradigmas
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1. Contextualización de los
estudios culturales
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2. La irrupción estructuralista
y mucho más aún
3. La internacionalización y el
3. Trayectoria de los estudios boom: los riesgos
culturales
4. ¿Estudios Culturales? De lo
impreso a lo digital
6
5. La tendencia
transdisciplinaria de los
Estudios Culturales
1. Colonialismo intelectual
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5. Ya habíamos hecho
Estudios Culturales en
América Latina (II)
1. Controversia
2. Algunos textos
fundacionales
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2. Los Estudios Culturales y el 3. El pensamiento y la crítica
Estudio de la Cultura en latinoamericanos
América Latina
4. La transculturación y la
heterogeneidad
10
5. A manera de epílogo
1. Cultura y campos de
resonancia
11
2. La recepción
latinoamericana de los
estudios culturales
5. Saberes tecnoacadémicos y
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pensamiento crítico
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1. Proliferación de pequeños
debates
3. Mejoría en el conocimiento
1. El malestar de los estudios 14
recíproco
culturales
4. Revisiones teóricas
1. Técnicas de investigación
Principales aspectos de la prestadas
investigación en Estudios
Culturales 2. Transdisciplinariedad
3. Politización de la teoría y
teorización de lo político
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2. ¿Imperio o imperialismo?
3. El travestismo discursivo
4. Comunidades imaginadas
5. La fragilidad ambiental de
la cultura
Clases sociales
Nacionalismo
Revolución
Género
SOCIEDAD
Globalización
ESTUDIOS
Trabajo
CULTURAES
Ideologías
Representaciones
Subalternidad
CULTURA Otredad
Intersubjetividades
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Identidad
Territorio
Sexualidad
Raza
Colonialismo
Poscolonialismo
Identidades políticas
Ecología
Cultura popular
Cultura de masas
Discurso
Diálogo
Sentido
CONSTRUCCIÓN
Audiencias
DE SENTIDO
Interculturalidad
Hibridación
Textualidad
6. CONTEXTO TEÓRICO
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¿A qué nos referimos cuando hablamos de Estudios Culturales? Alicia Ríos (2001)
define los Estudios Culturales latinoamericanos como un campo de estudio
configurado dentro de la tradición crítica latinoamericana, la teoría de la
dependencia y la teología de la liberación que mantiene un diálogo constante con
las escuelas de pensamiento europeas y norteamericanas, cuyo objeto de estudio
es la producción simbólica de la realidad social latinoamericana, tanto en su
materialidad, como en sus producciones y procesos. Cualquier cosa que pueda ser
leída como un texto cultural y que contenga en sí misma un significado simbólico
socio - histórico capaz de disparar formaciones discursivas, puede convertirse en
un legítimo objeto de estudio (Ríos, 2001), metodológicamente estos estudios
culturales pueden definirse como interdisciplinares porque utiliza el conocimiento
de varias disciplinas para dar cuenta de sus objetos de estudio.
Dentro de los Estudios Culturales podemos encontrar dos líneas bien marcadas una
la que conforman los estudios europeos y los norteamericanos y la otra la que
conforman los estudios latinoamericanos, para Nelly Richard (1998), los "estudios
latinoamericanos y los estudios culturales, comparten el proyecto de mezclar -
colaborativamente - pluridisciplinariedad y transculturalidad para responder a los
deslizamientos de categorías entre lo dominante y lo subalterno, lo culto y lo
popular, lo central y lo periférico, lo global y lo local; deslizamientos que recorren
las territorialidades geopolíticas, las simbolizaciones identitarias, las
representaciones sexuales y las clasificaciones sociales.
En este sentido los estudios culturales son un campo de estudio que dan cuenta,
de manera transdisciplinaria, de los fenómenos culturales, reconoce múltiples
actores e instituciones generadoras de significaciones sociales, develando las
intencionalidades políticas y de dominación que existen dentro de estos procesos
que son impulsados desde centros hegemónicos de poder, la iglesia, la escuela, el
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estado, la familia, etc. y que en estas sociedades mediáticas se han servido de los
medios masivos de comunicación para llegar a un mayor número de sociedades
convirtiéndolos en los mayores trasmisores simbólicos. Los estudios culturales
permiten, también, contraponer los procesos culturales de lo local, lo regional y lo
global.
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7. METODOLOGÍA
El desarrollo del curso está programado para 16 semanas y esta dividido en tres
unidades. Cada unidad está dividida en 3 capítulos que a su vez cada uno cuenta
con 5 lecciones, para un total de 15 lecciones por capítulo, 45 para el desarrollo de
todo el curso. El contenido del mismo se verá a partir de la lectura comprensiva de
una serie de textos. Tenga presente que un texto puede servir para desarrollar
varias lecciones de un capítulo.
Por cada texto leído el estudiante tendrá que hacer tres productos: en primer
lugar, siempre se hará una autoevaluación acerca de los pre-saberes que pueda
tener sobre el tema y tópicos tratados; en segundo lugar, hará una evidencia de
lectura de estudio (Mapa conceptual, Resumen, Ensayo y solución de problemas)
que permita verificar el desarrollo de su trabajo independiente y, finalmente, hará
una aplicación en un trabajo colaborativo de los conceptos aprendidos durante la
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lección, lo que significa que al final del curso hará realizado un total de 57
actividades: 21 de reconocimiento, 21 de profundización y de 9 de transferencia,
sin contar con las actividades propuestas en la inducción al curso.
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8 SISTEMA DE EVALUACIÓN
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En cuanto a las estrategias para la evaluación final de cada una de las unidades, se
recomienda la heteroevaluación, considerar los resultados de las autoevaluaciones
y las coevaluaciones realizadas previamente, el proceso sistemático adelantado por
el estudiante, el resultado final o producto, la sustentación ante el grupo de
estudio y las competencias cognitiva, comunicativa, valorativa y contextual del
estudiante reflejadas en su trabajo. Se seguirán estrictamente los criterios de
evaluación planteados y comunicados previamente por el tutor.
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Trabajo Sistematización
Prueba
personal personal La sumatoria de
nacional de
los procesos
Pequeños Análisis de carácter
evaluativos de
grupos sistematización individual y
esta interface
colaborativos y nueva obligatoria que
corresponde al
producción se sumará con
10% del total de
Reconocimiento
los resultados
Grupo de Socialización de la calificación del
del 60%
curso producciones y curso académico
obtenido por el
de experiencias
estudiante en
Trabajo Sistematización La sumatoria de el desarrollo de
Profund
ización
2
Salazar Ramos, Roberto J. El Material Didáctico. Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Bogotá, 2004
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Trabajo Sistematización
personal personal La sumatoria de
los procesos
Pequeños Análisis de
evaluativos de
grupos sistematización
esta interface
colaborativos y nueva
corresponde al
producción
20% del total de
Transferencia
9. FUENTES DOCUMENTALES
MATTELART A. y NEVEU E. (2004). Introducción a los estudios culturales.
Barcelona, Paidós, 175 páginas.
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Moraña, Mabel (1982) ―José Enrique Rodó‖. En: Luis Iñigo Madrigal (ed.): Historia
de la literatura hispanoamericana. Madrid: Cátedra. pp: 655-665.
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Sarlo, Beatriz 1995 ―Olvidar a Benjamin‖, en Punto de Vista (Buenos Aires) N° 53,
Octubre.
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MÓDULO
CAPÍTULO No. 1
LECCIÓN No. 1
Antecedentes I
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Su interés se centra, sobre todo en analizar una forma específica del proceso
social, correspondiente a la atribución de sentido a la realidad, al desarrollo de una
cultura, de prácticas sociales compartidas, de un área común de significados.
Mauro Wolf señala que, para los Cultural Studies (en adelante Estudios Culturales)
la cultura no es una práctica, ni es simplemente la descripción de la suma de
hábitos y costumbres de una sociedad. Pasa a través de todas las prácticas
sociales y es la suma de sus interacciones.
Esta corriente tiene su fuente lejana en los estudios de crítica literaria de Raymond
Leavis, cuya obra Mass Civilisation and Minority Culture, publicada en 1930,
constituye un furibundo alegato educativo en favor de la protección de los alumnos
contra la cultura comercial. Para Leavis, el desarrollo del capitalismo industrial y
sus expresiones culturales tenían un efecto pernicioso en las distintas formas de
cultura, tanto en la popular como en la de élite. Desde la revista Scrutiny, Leavis y
sus seguidores ponen en marcha toda una cruzada moral y cultural, opuesta al
capitalismo industrial como forma de organización social en la que los medios de
comunicación de masas juegan un papel nefasto, en tanto que elementos de
difusión de la pseudocultura comercial.
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culturales. Con ello, nos encontramos con una formulación radicalmente opuesta a
los métodos funcionalistas que se estaban desarrollando en los Estados Unidos.
*Richard Hoggart, publica en 1957, La Cultura del Pobre, alabando las formas de
cultura tradicional de la clase obrera que resisten frente a la cultura difundida por
los medios de comunicación de masas.
*Raymond Williams, publica un año después Culture and Society, donde critica la
disociación practicada con demasiada frecuencia entre cultura y sociedad. Para él,
cultura designa toda una forma de vida (los significados comunes) y designa las
artes y el saber (procesos especiales de descubrimiento y esfuerzo creador).
* Stuart Hall y Paddy Whannel publican, en 1964, The Popular Arts, donde se
aborda críticamente el proceso de construcción de la cultura.
Esta primera etapa, caracterizada por tratar de dar respuesta a las demandas de la
Escuela, da paso a la articulación propiamente dicha de los Estudios Culturales,
con la fundación, también en 1964, del Centre of Contemporar y Cultural Studies.
El CCCS, se crea como un centro estudios de doctorado sobre las formas, las
prácticas y las instituciones culturales y sus relaciones con la sociedad y el cambio
social. Sus dos primeros directores serán Richard Hoggart (1964-1968) y StuartHall
(1968-1979). Bajo la dirección de ambos los Estudio Culturales vivirán una etapa
de esplendor que coincide con el desarrollo de La New Left británica. Los Working
Papers in Cultural Studies, revista del Centro, se convierten en punto de referencia
obligada para los estudios sobre la comunicación de masas.
LECCIÓN No. 2
Antecedentes II
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Louis Althusser y Antonio Gramsci, sin embargo, son los dos pensadores marxistas
que más influencia han tenido en los Estudios Culturales, particularmente en la
obra de Stuart Hall. A partir de la obra de ambos (y en algunos casos mezclando
términos contradictorios de ambos) los Estudios Culturales pretendieron refutar la
tesis otras interpretaciones marxistas de la comunicación de masas, especialmente
de la Economía Política. Sin perjuicio de la refutación de esta refutación que
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presentamos al final del capítulo quinto, hay que decir aquí que los culturalistas
pretenden haber roto con éxito los lazos del marxismo clásico. Así para Hall: (...) el
marxismo clásico dependía de una correspondencia asumida entre lo económico y
lo político: se pueden conocer nuestras actitudes, intereses y motivaciones políticas
a partir de nuestros intereses de clase y posición. Esta correspondencia es
precisamente lo que se ha desintegrado, práctica y teóricamente (Hall, 1998).
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Esto significa que se ha quedado sin valor alguno para el análisis social la división
en clases de la sociedad y la consideración central en todo análisis marxista de los
medios del sistema de producción en el que nacen y operan.
LECCIÓN No. 3
Orígenes e inicios de los estudios culturales
A lo largo del siglo XIX, una tradición conocida como Culture and Society emerge
en Gran-Bretaña creada por las figuras intelectuales del humanismo romántico.
Más allá de sus diferencias ideológicas, denuncian los daños provocados por la
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Revolución francesa dividen la literatura entre los que asocian todo a un gran
principio organizador y los que invitan a una representación contradictoria del
mundo. Para Carlyle, el pensamiento demasiado claro anula cualquier forma de
actividad espontánea y limita la expresión de las órdenes ciegas e instintivas de la
vida. El movimiento de nacionalización de la cultura en Inglaterra se opone
abiertamente a la influencia del universalismo galo y a la supremacía de su lengua.
Este rasgo deja adivinar de manera más precisa el reto estratégico que representa
para la sociedad inglesa la self-national definition del espacio literario.
Se interesa sobre todo por el sistema educativo desarrollado en Francia por Guizot.
Inspector del sistema educativo durante 35 años y, accesoriamente, profesor de
poesía en Harvard, emprende en 1859 un viaje de estudios de cinco meses en el
continente que desemboca, dos años más tarde, en un informe. Este informe es
un alegato para que la administración pública británica instaure un sistema
nacional de educación obligatorio, universal y laico. Dando en ejemplo el caso
francés, Arnold intenta demostrar la necesidad de una alianza entre un Estado
racional y activo y las instituciones democráticas. Considera que las escuelas
públicas son las únicas capaces de enseñar "la mejor cultura nacional, la que
enseña la grandeza del alma y la nobleza del espíritu". Sin semejante política,
Inglaterra corre el peligro de "americanizarse", privándose de una "inteligencia
general". Haciendo el impasse sobre el pensamiento y la cultura, deja el camino
libre a la religión sectaria y al puritanismo.
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la Culture and Anarchy se centra en la clase media, que califica de "filistea", para
la cual la grandeza se confunde con la riqueza. Todo su comportamiento indica
una falta de refinamiento: su modo de vida, sus costumbres, sus maneras, su tono
de voz, la literatura que lee, las cosas que le procuran cierto placer, las palabras
que salen de su boca y los pensamientos que nutren su espíritu. Según él, es
incapaz de definirse como un referente cultural, puesto que busca la dominación
comercial. Fascinada por la maquinaria erigida como un fin en sí, los "filisteos" son
a la vez los enemigos de las ideas y de la intervención del Estado. Como lo filisteo
está asociado al espíritu de parroquia, la educación literaria debería inyectar en
esta clase un espíritu cosmopolita, es decir abrirla a las ideas y a las perspectivas
europeas. Porque si la revolución industrial del final del siglo XVIII ha consagrado
su ascenso social, este se ha preparado desde el siglo XVII. Es precisamente el
momento en el cual se ha iniciado el divorcio entre el Reino Unido y el mainstream
de la vida cultural del continente europeo.
Por los valores culturales y las normas estéticas e intelectuales que generan, las
grandes obras artísticas y literarias son los hijos de la Ilustración. "Los hombres de
cultura son los verdaderos apóstoles de la igualdad. Los grandes hombres de
cultura son aquellos que están apasionados por la difusión, para hacer prevalecer,
para propagar de un extremo a otro de la sociedad, el mejor saber, las mejores
ideas de nuestro tiempo; que han trabajado para quitar a este saber todo lo que le
era áspero, difícil, abstracto, profesional, exclusivo; para humanizarlo, para
convertirlo en eficaz fuera del núcleo de la gente cultivada y sabedora, aún siendo
el mejor saber y el mejor pensamiento del tiempo, y una verdadera fuente, por lo
tanto, de la suavización de la luz" (Arnold 1993: 79). Para Arnold, el sistema
educativo debería servir para disciplinar los obreros e inculcarles el "espíritu
público". Es significativo que sea inicialmente en las escuelas técnicas, en los
colegios profesionales y en las clases de educación permanente, donde se
imparten los programas de enseñanza de esta literatura humanística. Ignorada por
la élite académica de Oxford y Cambridge, que le prefiere la filosofía clásica, el
estudio de la literatura inglesa entra por la pequeña puerta.
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negativa que los autóctonos podían tener del colonizador observando directamente
sus hechos y sus gestos. La política del Englishness se impone a la política del
orientalismo: esta estrategia de la integración fundamentada en la toma en
consideración de unos elementos de la cultura india que la administración colonial
ha inventado hacia el final del siglo XVIII para facilitar la indigenización de sus
élites (Viswanathan 1990). La metáfora colonial expresa perfectamente la
colonización interior de las clases populares de la metrópoli, como lo demuestra el
vocabulario misionero y civilizador utilizado (Steele 1997). Los editores, por su
parte, no han esperado la entrada de las English Studies en las aulas para
aventurarse en el mercado de la nacionalización de la literatura. En la segunda
mitad del siglo XIX, ciertas antologías dirigidas a un amplio público han puesto de
manifiesto el genius of the English lenguage.
De estos debates característicos del siglo XIX inglés, conviene recordar tres
elementos. El primero se refiere a la centralidad de la reflexión relativa al impacto
de la revolución industrial sobre la cultura nacional y a las amenazas que hace
pesar tanto sobre la cohesión social como sobre la preservación de una vida
intelectual y de creación no sometida al cálculo utilitarista. El segundo concierne la
responsabilidad que, más allá de sus contradicciones, estos autores conceden a los
intelectuales, productores y difusores culturales como educadores de una cultura
nacional. El tercero se refiere a las contradicciones de esta referencia a la cultura y
a lo que está en juego desde un punto de vista cultural. Incluso entre los más
conservadores, se observa una forma de sensibilidad moderna hacia lo cultural,
que integra los estilos de vida y la estética de la vida cotidiana. Simultáneamente,
las humanidades y especialmente la literatura nacional aparecen como los
instrumentos privilegiados de la civilización y de la comprensión del mundo,
mientras que la ciencia es mirada con cierta suspicacia (Lepennies 1985). Estos
tropismos intelectuales se perpetúan más allá del siglo XIX.
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sociales? Estos son los términos en los cuales se plantean lo que está en juego de
manera subyacente en los ámbitos intelectuales y políticos a la hora de definir los
programas y los públicos a los que se dirige. La corriente que domina el mundo
académico opta por la primera formula. Esta elección se corresponde con el
informe gubernamental, redactado en 1921, que fija las grandes líneas del
pensamiento de Matthew Arnold sobre "el hombre de cultura". Uno de los
discípulos de Arnold desarrolla las tesis de este último y su libro titulado Culture
and Environment se convierte en la Biblia de la nueva disciplina. La lectura
metódica de los textos ingleses se convierte en el antídoto estético-moral ante el
riesgo que representa la sociedad mercantil.
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LECCIÓN No. 4
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sobre las clases populares. "No conviene olvidar nunca que estas influencias
culturales inciden de manera muy lenta sobre la transformación de las actitudes y
que están neutralizadas a menudo por unas fuerzas más antiguas".
Los ciudadanos de a pie no tienen una vida tan pobre como su lectura de la
literatura dejaría pensar. Es difícil demostrar rigurosamente semejante afirmación,
pero un contacto continuo con la vida de las clases populares es suficiente para
favorecer una toma de conciencia. Incluso si las formas modernas de ocio
fomentan entre la gente de a pie unas actitudes consideradas como nefastas, es
cierto que varias dimensiones de la vida cotidiana siguen estando protegidas ante
estos cambios" (Hoggart 1970: 378). La atención prestada por los análisis de
Hoggart a los receptores no impide que estas hipótesis sigan estando
profundamente marcadas por su desconfianza hacia la industrialización de la
cultura. La idea misma de resistencia de las clases populares que subtiende su
enfoque de las prácticas culturales se refiere a esta creencia.
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Cinco años antes, Raymond Williams publica Culture and Society (1958) que
constituye una genealogía del concepto de cultura en la sociedad industrial, desde
los románticos hasta Orwell. Explorando el inconsciente cultural presente en los
términos de cultura, de masas, de muchedumbre o de arte, fundamenta la historia
de las ideas en una historia del trabajo social de producción ideológica. Las
nociones, las prácticas y las formas culturales cristalizan unas visiones y actitudes
que expresan regímenes así como sistemas de percepción y de sensibilidad. Esta
obra esboza una problemática, desarrollada en The Long Revolution (1961), en la
que subraya el rol de los sistemas de educación y de comunicación así como el
papel de los procesos de alfabetización en la dinámica de cambio social.
Contribuye así a dibujar un programa de reforma democrática de las instituciones
culturales.
Al trío de los fundadores de las cultural studies se añade un cuarto hombre: Stuart
Hall. Este pertenece a una nueva generación que no ha participado directamente
en la Segunda Guerra mundial. Elemento central de las revistas de la nueva
izquierda intelectual, la producción científica de Hall solo llega a su madurez al
inicio de los años 1970.
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Este deshielo relativo de las estructuras sociales, que se produce bajo diversas
formas en numerosos países europeos durante los "treinta gloriosos", estimula una
actitud crítica en los dominios de las artes, de la política y de la vida intelectual. El
mundo literario británico de los años 1950 está marcado en particular por la
irrupción de los autores de teatro John Osborne y Arnold Wesker y los escritores
Alan Sillitoe y Kingsley Amis. Sus obras y personajes expresan una rebelión contra
lo que perciben como el peso de las tradiciones y de las jerarquías sociales, las
rutinas "hipócritas" de su sociedad. También ponen de manifiesto su malestar y su
frustración ante su movilidad social ascendente. Esta corriente, que se
descompone en los años 1960, introduce en la literatura una pintura realista de la
vida cotidiana de las clases populares. En política, la efervescencia de la New Left
refleja estos cambios (Kenny 1995).
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transición entre las clases tradicionales. Había gente con orígenes populares,
escolarizados por primera vez en colegios o en escuelas de arte, que accedían a
altos cargos o se convertían en profesores de universidad. La New Left era un
punto de encuentro entre personas que oscilaban entre las clases. Una serie de
clubes se hallaban en nuevas ciudades en las cuales sus padres habían podido ser
trabajadores manuales. Ellos, sin embargo, habían tenido una mejor educación, al
acceder a la universidad, y se convertían en profesores" (Morley y Kuan-Hsing
1996: 494).
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Los heréticos y marginales del final de los años 1950 han sabido a la vez integrar
el mundo político para procurarse unos medios de coordinación y dotarse de
sólidas redes de aliados jugando sobre su posición intermedia entre el campo
político y académico y creando una revista que contribuye a difundir unos nuevos
autores y objetos de estudio. Sin olvidar el peso de las personalidades del mundo
cultural, como Doris Lessing, que gravitan en entornos próximos a los padres
fundadores. La ocupación de las periferias universitarias se hace rentable cuando,
a lo largo de los años 1970, el desarrollo del sistema universitario británico se
realiza a través de sus suburbios que constituyen la preservación de los santuarios
académicos contra la democratización gracias a la creación de las Open University.
Esta doble red política y universitaria se traduce en los años 1970 por la aparición
de editores de izquierda et incluso de editores feministas.
LECCIÓN No. 5
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La puesta en marcha del CCCS se hace lentamente. Formulado por Hoggart en una
conferencia de 1964, el proyecto del centro es claro. Se reclama explícitamente de
la herencia de Leavis. Quiere utilizar los métodos e instrumentos de la crítica
textual y literaria, desplazando la aplicación de las obras clásicas y legítimas hacia
las producciones de la cultura de masas y el universo de las prácticas populares.
Pero, incluso vinculado a la universidad, el centro está marcado en sus inicios por
la marginalidad institucional vivida por la generación de los padres fundadores. Los
recursos financieros del equipo son tan limitados que Hoggart debe solicitar el
patrocinio de la editorial Penguin para realizar algunas inversiones y contratar a
Stuart Hall que será su sucesor a partir de 1968.
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Si estos trabajos se caracterizan a veces por una relación de fascinación con sus
objetos, dos elementos convierten su lectura en estimulante, aunque parezcan
abordar unos temas que pertenecen al pasado. En primer lugar, su fuerza viene de
la capacidad de estos textos a dar cuenta de unos verdaderos periodos de vida,
nutridos por la observación y la preocupación por el detalle, que no caen nunca en
el exotismo social (Willis 1978). Esta calidad es visible en los estudios de Hebdige
sobre la vida cotidiana de los punks o mods (1979), sobre el valor simbólico que
confieren al scooter italiano (1988) o en la atención minuciosa que Corrigan dedica
a describir y comprender lo que puede ser la ociosidad ordinaria de unos
adolescentes condenados a permanecer en su barrio sin hacer nada (Hall y
Jefferson 1993). El interés de estos análisis estriba en su densidad teórica.
Numerosos textos se fijan en la manera según la cual las autoridades intervienen
en las subculturas para estigmatizar unos componentes y sus autores. El carácter
desviante no releva de sus componentes objetivos (pelo largo, piercing), sino de la
acción de las instituciones (iglesias, medios de comunicación, legislador) que
consideran como indeseables. El pánico moral que, en la mitad de los años 1960,
transforma las luchas entre los mods y los rockers del Kent en síntomas de una
crisis de la juventud y de la autoridad (Cohen 1972). El análisis de las subculturas
pretende, por lo tanto, comprender lo que está en juego políticamente. ¿Se trata
de resistir a través de unos rituales? ¿Conviene darles un valor subversivo? ¿Es
cuestión de sugerir más modestamente que contiene una crítica latente de los
valores instituidos? ¿Solo se trata de recreaciones sin consecuencias autorizadas
por el capitalismo fuera del tiempo escolar y profesional?
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En todos los casos se trata de estudiar lo social desde abajo y de observar la vida
cotidiana de las clases populares. Las cultural studies nacen de un rechazo del
legitimismo y de las jerarquías académicas. Se fijan en la banalidad aparente de la
publicidad, de los programas de distracción y de las modas en el vestir. El estudio
del mundo popular se centra menos en las figuras heroicas de los dirigentes como
en la sociabilidad cotidiana de los grupos, el detalle de los decorados, de las
prácticas y de las costumbres. Esta apuesta implica privilegiar unos métodos de
investigación capaces de dar cuenta, de la manera más precisa, de las vidas
ordinarias: etnografía, historia oral, búsqueda de escritos que dejan vislumbrar lo
popular (archivos judiciales, industriales, parroquiales) y no solamente la gesta de
los poderosos. Por último, estos trabajos relevan de un análisis "ideológico" o
externo de la cultura. No intentan simplemente cartografiar unas culturas,
comprender su coherencia, mostrar la manera según la cual la frecuentación de los
bares, de los partidos de futbol o de las ferias pueden constituir un conjunto de
prácticas coherentes. Las actividades culturales de las clases populares están
analizadas para cuestionar "las funciones que asumen con respecto a la
dominación social" (Grigtnon y Passeron 1989: 29). Si la cultura se encuentra en el
centro de esta perspectiva, constituye el punto de partida de un cuestionamiento
sobre lo que está en juego ideológicamente y políticamente. ¿De qué manera las
clases populares se dotan de sistemas de valores y de universos de sentido?
¿Cómo se articulan en las identidades colectivas de los grupos dominados las
dimensiones de la resistencia y de una aceptación de la subordinación?
La circulación de la teoría
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1. La noción de ideología forma parte del legado marxista del que se inspiran la
mayoría de los investigadores que se reclaman de esta corriente. Pensar los
contenidos ideológicos de una cultura consiste en considerar, en un contexto
determinado: ¿en qué medida los sistemas de valores y las representaciones que
recelan estimulan los procesos de resistencia o de aceptación del status quo?
¿cuáles son los discursos y símbolos que propician la toma de conciencia de los
grupos populares sobre su identidad y su fuerza o aquellos que participan en el
registro alienante de la aceptación de las ideas dominantes?
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Hebdige subraya en Hiding in the Light que: "muchos puntos de referencia críticos
y teóricos que dan su orientación básica a este libro son franceses, mientras que
algunos son italianos o alemanes. Muy pocos son identificables como británicos. He
intentado huir de la tradición inglesa para encontrar mi propio camino" (Hebdige
1988: 11). Esta postura es la regla en aquel momento. Los primeros working
papers son soportes de divulgación de autores continentales no traducidos en
inglés. La atracción por las teorías continentales es una forma de reacción ante las
orientaciones dominantes de las ciencias sociales anglosajonas, criticadas por
Weight Mills en Estados Unidos (1958). A pesar de sus virtudes objetivadoras, la
investigación administrativa o aplicada, basada en financiaciones contractuales o
en el tratamiento cuantitativo de los datos, no es propicia para los enfoques
cualitativos y para la elaboración de unos planteamientos críticos. En cuanto al
funcionalismo, todo poderoso por aquel entonces, las enormes maquinarias
teóricas de Talcott Parsons laminan los campos y disuelven las cuestiones del
poder y de la dominación. La mayoría de los usos de esta teoría defienden un
mundo en el que todo, empezando por la desigualdad, es funcional.
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análisis son fecundos para analizar Dickens, pueden aclarar unos textos menos
canónicos. Su rentabilidad deviene menos dudosa cuando se trata de interesarse
por los mods o los campos scouts. Por lo cual, hacer su mercado teórico en las
investigaciones más criticas, que vengan de Europa continental o de los oponentes
oficiales a la sociología americana, aparece como coherente. El dominio de la
sociología es un buen ejemplo de ello. Si Hall se refiere a lectura critica de Weber,
está claro que, identificado con el funcionalismo, esta disciplina no es el centro de
inspiración principal del equipo. Esta distancia solo puede fortalecer la falta de
interés de la Asociación británica de sociología por la cultura. Pero, el campo de las
subculturas, la atención prestada a la desviación, la voluntad de observar de la
manera más precisa posible las interacciones sociales en la vida cotidiana acaban
despertando el interés del grupo por las contribuciones del interaccionismo
simbólico y la apuesta etnográfica de la Escuela de Chicago. Becker (1963)
constituye rápidamente un referente. La calidad de su observación de la calle
convertirá igualmente al Street Corner Society de White en un punto de apoyo.
Estas incursiones en los enfoques sociológicos que permiten estudiar las
experiencias sociales se confunden con su interés por el método biográfico.
Hipotecas y éxitos
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Por lo tanto, las cultural studies simbolizan una triple superación: 1) el del
estructuralismo limitado a unos herméticos ejercicios de descodificación de los
textos, 2) a través de Gramsci, el de las versiones mecanicistas de la ideología
marxista y 3) el de la sociología funcionalista de los medios de comunicación norte-
americana. En contra del mecanicismo del modelo estímulo-respuesta se dibuja
una atención prestada a las repercusiones ideológicas de los medios de
comunicación y a las respuestas dinámicas de las audiencias.
Conclusión
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En el lado opuesto, las luchas sociales y políticas inauguradas por los movimientos
antiglobalización han puesto también la cultura y la diversidad cultural en el centro
de sus reivindicaciones. Como la cultura no es un producto como los demás, estos
protagonistas a vocación planetaria pero anclados en un espacio sociohistórico
determinado, exigen que sea considerada como un bien público común, a la
imagen de la educación, del medio ambiente, del agua o de la sanidad. Es
significativo que tanto la cultura como la agricultura se hayan convertido en
sectores altamente sensibles en el ciclo de negociaciones lanzado en 1999 en la
OMC. Más allá de lo que está en juego económicamente, la soberanía o la
seguridad alimenticia y la excepción o la diversidad cultural afectan directamente a
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CAPÍTULO N0. 2
LECCIÓN N0. 1
En esta lección el estudiante abordará una reseña del libro ‗Introducción a los
Estudios Culturales‘, de Martín Barker y Anne Beezer, cuyo autor es Francisco
Sierra Caballero, y el cual puede descargar del siguiente link:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31600111
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Por último, valga la presente reseña para felicitar y dar la bienvenida a la nueva
Casa Editorial Bosch. La colección de Comunicación, dirigida por el profesor Marcial
Murciano, ha apostado decididamente por este tipo de trabajos de manera
meritoria, mediante la divulgación de la última producción anglosajona como, por
ejemplo, "Metodologías cualitativas de investigación en comunicación de masas",
de Jensen y Jankowski (Eds.), 1993 haciéndola accesible al lector en castellano.
LECCIÓN N0. 2
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Como su título lo indica, abordaremos en las siguientes dos lecciones un reseña del
libro Introducción a los estudios culturales, de Armand MATTELART y Érik NEVEU,
la cual fue elaborada por María del Mar Ramírez Alvarado Departamento de
Comunicación Audiovisual y publicidad y Literatura de Universidad de Sevilla.
Aunque dentro del ámbito de las Ciencias Sociales el término de cultura ha dado
pie a prolijas reflexiones no pocas veces contradictorias, es al final de la Segunda
Guerra Mundial cuando en Europa se plantea un debate teórico sobre la manera en
la que la cultura de un grupo (y sobre todo de las clases populares) actúa como
elemento de rechazo al orden imperante o de adherencia a las relaciones de
poder. A partir de esta premisa teórica quizá tan simple, la evolución, crecimiento
y ramificación de los análisis han sido realmente fructíferos, tal como nos
presentan Mattelart y Neveu en una obra, cuyo valor es precisamente el de
ordenar, sistematizar y cronologizar las aportaciones más determinantes en esta
corriente.
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Para ello utilizaron dos herramientas que fueron de gran utilidad. En primer
término, comenzaron a invitar a los tribunales de evaluación a los colegas que se
tenían por más tradicionalistas y rigurosos, a fin de acreditar la formación que se
adquiría en el Centro. En segundo lugar, pusieron en marcha una estrategia de
difusión de la producción científica propia a través de working papers o artículos
multicopiados que, posteriormente, se recopilarían en libros colectivos con
interesantes aportaciones.
Mattelart y Neveu van desgranando las principales orientaciones teóricas del grupo
de Birmingham, comenzando por esa enorme voluntad y capacidad de analizar
trozos de la vida cotidiana con todo detalle: bikers, hippies, mod, rastas, rockers,
ruddies, skinheads, teddy-boys… subculturas estudiadas bajo la lupa de categorías
teóricas como el tiempo o la etnicidad. ¿Cómo la diversidad de productos culturales
son consumidos por las clases populares?, se preguntan. Desde esta perspectiva,
los investigadores ingleses serán los primeros en atraer la atención sobre tópicos
tan profanos no sólo como las conductas excéntricas de muchos de los grupos
citados, sino también sobre temas como la publicidad o la música rock. Sin
embargo, poco a poco los medios de comunicación, y en concreto los programas
de información y entretenimiento, se convertirán en objetos privilegiados de
estudio. Lo mismo ocurrirá con la introducción de dos nuevas variables de análisis:
las nociones de género y de raza.
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LECCIÓN N0. 3
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toman auge los estudios feministas sobre los medios y, así, en los países
anglosajones aparecen los Woman‘s Studies, Gender Studies o Feminist Studies.
En líneas generales, este replanteamiento de los estudios culturales tiene que ver,
según se explica en la obra, con la ―globalización‖ del mundo que poco a poco va
desdibujando a las culturas nacionales como identidades individuales y, en este
sentido, con la modificación de los ―paisajes sociales‖. También, en gran medida,
con la enorme fuerza de las migraciones en el panorama internacional y, asimismo,
con los procesos contradictorios de homogenización y diferenciación que hacen
mella en las representaciones de las culturas nacionales. De igual forma, señalan
Mattelart y Neveu que se produce un relevo generacional con la aparición en
escena de investigadores más jóvenes cuya adolescencia y juventud tuvo lugar
―socializadas por la televisión y por todos los recursos de las industrias culturales‖.
Algunos de ellos manifiestan la necesidad de superar los conceptos polares de la
identidad que subyacen en pares como opresores y oprimidos, dominantes y
marginados, metrópoli y periferia, entre otros.
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Pero una expansión tan espectacular llevó aparejada una serie de contrapartidas:
―pérdida de identidad, de rigor y de fecundidad‖. Se acepta lo transnacional
valiéndose de la inflación de los discursos, a costa de la precisión teórica.
Comienzan a apreciarse ciertas confusiones epistemológicas y, por poner un
ejemplo, términos que en determinados contextos habían demostrado una gran
eficacia conceptual (como el de ―mediaciones‖), se convirtieron en simples
muletillas. Esta explosión demográfica, con cientos de estudiosos expertos en
cultura, trajo consigo una ―hiperfragmentación‖ y
desconexión de temas y conceptos que sirvieran de soporte a investigaciones con
objetivos e interrogantes compartidos. Paulatinamente fue decreciendo el interés
por los retos centrales de la producción de bienes culturales (industrias culturales,
políticas públicas, etc.), sustituyéndose por el valor exagerado atribuido al
―pequeño objeto‖, a las historias triviales no integradas en un discurso de
conjunto. Pero, en especial, Mattelart y Neveu señalan que esta involución de los
estudios culturales tuvo que ver, en gran medida, con procesos crecientes de
despolitización y militancia por parte de los investigadores. Ésta había sido una de
las características del grupo de Birmingham y, con la desaparición de los padres
fundadores, poco a poco sus herederos se convirtieron en ―huérfanos de
compromiso‖.
LECCIÓN N0. 4
Padres fundadores de los estudios culturales
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Richard Hoggart
Su trabajo más conocido The Uses of Literacy (Los usos de la alfabetización) fue
publicado en 1957, en el que defiende el valor de la cultura popular frente a la
nueva cultura de masas, cuya principal expresión aparece en los llamados medios
populares y otras soluciones de las industrias culturales. Hogart establece una
comparación entre la cultura popular y la cultura ‗colonizadora‘ de la clase
trabajadora.
Entre 1981 y 1991 presidió la Broadcasting Reserach Unit y fue director del Royal
Shakespeare Theatre (1962-1991). Subdirector general de la UNESCO (1971-1975)
y director del Goldsmiths College de la Universidad de Londres (1976-1984).
Está considerado como uno de los grandes pensadores británicos del pasado siglo
y sus reflexiones influyeron decisivamente en el movimiento de los estudios
culturales, no sólo en el Reino Unido.
Entre sus obras: The Uses of Literacy: Aspects of Working Class Life (1957);
Contemporary Cultural Studies: An Approach to the Study of Literature and Society
(1969); Only Connect: On Culture and Communication (Reith Lectures) (1972);
After Expansion, a Time for Diversity: The Universities Into the 1990's (1978); The
Future of Broadcasting (con Janet Morgan, 1982); The Tyranny of Relativism:
Culture and Politics in Contemporary English Society (1997); The Way We Live
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Stuart Hall
Esta breve biografía, que busca contextualizar a los estudiantes respecto de otro
de los fundadores de los estudios culturales, fue tomada de un artículo del
profesor Antonio Martín Caballero, publicado en el año 2008, en la Revista
Internacional de Sociología, el cual pueden hallar completo en el siguiente link:
Stuart Hall
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Tras su etapa como director del CCCS prosiguió sus investigaciones en la Open
University de Londres. Allí ejerció como investigador y docente hasta 1997,
publicando con profusión en el campo de la comunicación y el análisis político.
Colaboró activamente durante los años ochenta con la revista Marxism Today.
Estos años suponen un periodo de gran activismo político para Hall, que sin
abandonar las preocupaciones anteriores –los medios de comunicación y la cultura
popular–, se centró en la crítica del thatcherismo y de la Nueva Derecha. El reto
planteado por la New Right fue contestado por uno de los representantes más
destacados de la izquierda británica. Como reconoce Anthony Giddens: ―En los
años ochenta Hall desarrolló un recuento persuasivo de la naturaleza del
thatcherismo y las razones de su éxito‖ (2000: 11). Mantuvo Hall que el
thatcherismo pudo dominar la política británica durante los años ochenta por su
capacidad de concretar el sentir popular, aunando las diferentes identidades
grupales en un discurso ideológico construido sobre el terreno del sentido común.
Según Nick Stevenson, para Hall: ―El thatcherismo tuvo éxito porque fue capaz de
articular los temores, las ansiedades de las clases respetables en un consenso
derechista. (...) El genio del thatcherismo estribó en su capacidad de reconocer
que el terreno ideológico consistía en una batalla por el sentido común (1995
[1998]: 72-73).
LECCIÓN No. 5
Dos paradigmas
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Clasificación Primitiva- más que el Durkheim de La división social del trabajo, que
se convirtió en fundador y padre del estructural-funcionalismo norteamericano).
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Aquí las ideologías no están siendo conceptualizadas como los contenidos y las
formas superficiales de las ideas, sino como las categorías inconscientes a través
de las cuales las condiciones son representadas y vividas. Ya hemos comentado la
activa presencia del paradigma lingüístico en el pensamiento de Althusser, es
decir, del segundo elemento identificado más arriba. Y si bien en el concepto de
―sobredeterminación‖, una de sus contribuciones seminales y más fructíferas,
Althusser volvió a los problemas de las relaciones entre prácticas y la cuestión de
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Fue así como la experiencia fue concebida, no como una fuente de autentificación,
sino como un efecto: no como un reflejo de lo real sino como una ―relación
imaginaria‖. Tomó un breve paso, el que separa Pour Marx de Los aparatos
ideológicos de Estado, para trasladarse al desarrollo de una explicación de cómo
esta ―relación imaginaria‖ servía, no sólo al dominio de una clase dominante sobre
una dominada, sino también, a través de la reproducción de las relaciones de
producción y de la constitución de la fuerza de trabajo en una forma idónea para la
explotación capitalista, a la reproducción ampliada del Modo de Producción mismo.
Muchas de las otras líneas de divergencias entre los dos paradigmas brotan de
este punto: a) la concepción de los hombres como portadores de las estructuras
que los hablan y ubican, antes que como agentes activos en la producción de su
propia historia, es decir, el énfasis en una lógica estructural antes que una
histórica; b) la preocupación por la constitución -en teoría- de un discurso
científico, no ideológico, y de allí que quedara garantizada la preeminencia del
trabajo conceptual y de la Teoría; c) el rediseño de la historia como una marcha de
las estructuras (véase: Thompson, E.P. The
Poverty of Theory, su crítica a la ―máquina‖ estructuralista...).
No hay lugar suficiente aquí para rastrear las variadas ramificaciones que han
seguido de los desarrollos de uno u otro de estos dos ―paradigmas maestros‖ en
los Estudios Culturales. Aunque de ninguna manera dan cuenta de todas, y ni
siquiera de casi todas, las numerosas estrategias adoptadas, es justo decir que
entre ellas han definido las principales líneas de desarrollo en el campo. Estos
debates seminales se han polarizado en torno de sus temáticas; algunos de los
mejores trabajos concretos han surgido de los esfuerzos por poner uno u otro de
estos paradigmas a trabajar sobre problemas y materiales específicos. Resulta
característico del trabajo intelectual crítico en Inglaterra que los argumentos y las
discusiones se hayan polarizado hacia sus extremos. En tales extremos a menudo
aparecen sólo como imágenes especulares o inversiones de la posición rival. Así,
las amplias tipologías con que hemos venido trabajando, en aras de una
explicación fluida, se han vuelto cárceles del pensamiento.
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Sin pretender que pueda darse una sencilla síntesis entre los dos, puede sin
embargo resultar de utilidad decir a estas alturas que ni el ―culturalismo‖ ni el
―estructuralismo‖ son, en su presente forma de existencia, adecuados para la tarea
de construir el estudio de la cultura como un terreno conceptualmente clarificado o
teóricamente definido. Pero algo fundamental emerge de una gruesa comparación
de sus respectivas fuerzas y limitaciones.
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La fuerza del culturalismo casi podría ser derivada a partir de las debilidades de la
posición estructuralista que ya hemos anotado, de sus ausencias y silencios
estratégicos. Ha insistido, correctamente, en el momento afirmativo del desarrollo
de la lucha y la organización consciente como un elemento necesario en el análisis
de la historia, la ideología y la conciencia, en contra de su persistente minimización
en el paradigma estructuralista. Aquí, una vez más, es sobre todo Gramsci quien
nos ha provisto de un juego más refinado de términos para la vinculación de la
categorías principalmente ―inconscientes‖ y dadas del ―sentido común‖ cultural con
la formación de ideologías más activas y orgánicas, que tienen la capacidad de
intervenir en el terreno del sentido común y las tradiciones populares y, mediante
tales intervenciones, organizar masas de hombres y mujeres.
En este sentido el culturalista restaura propiamente la dialéctica entre el carácter
inconsciente de las categorías culturales y el momento de la organización
consciente: aun si, en su característico movimiento, ha tendido a enfrentar el
excesivo énfasis estructuralista en las ―condiciones‖ con otro, demasiado inclusivo,
en la ―conciencia‖.
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Este es, precisamente, uno de los puntos claves sobre los que el culturalismo hace
valer sus críticas al ―proceso sin sujeto‖ del estructuralismo. La diferencia es que,
mientras el culturalismo rectifica el hiper-estructuralismo de anteriores modelos
restaurando el Sujeto unificado de la conciencia(colectivo o individual) en el centro
de la Estructura, la Teoría del Discurso, por medio de los conceptos freudianos de
Inconsciente y los conceptos lacanianos acerca de cómo los sujetos son
constituidos en lenguaje (a través del ingreso a lo Simbólico y a la Ley de la
Cultura), restaura al sujeto descentrado, al sujeto contradictorio, como un juego
de posiciones en el lenguaje y el conocimiento, desde las cuales la cultura puede
aparecer como siendo enunciada.
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CAPÍTULO N0. 3
LECCIÓN N0. 1
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Con el fin de poder contextualizar mejor el uso que se hace de dicho término
dentro de los Estudio culturales, quizás sea útil partir de las tres definiciones que el
mismo Williams propone en su Keywords (1976: 80): «un proceso general de
desarrollo intelectual, espiritual y estético; un modo de vida particular, referido a
un pueblo, un periodo o un grupo; los trabajos y las actividades intelectuales y
artísticas». En esta última definición se hace referencia a las actividades y a los
textos cuya principal función es construir significados. Dicha definición ha sufrido
un proceso de democratización, por así decirlo, dentro de los Estudios culturales,
que ha llevado a incluir junto a los textos de la «cultura alta» también los de la
«cultura baja», otorgando pleno derecho de ciudadanía a los comics, las películas
de serie B, la música pop, la soap opera, los vídeos musicales, en cuanto «textos
culturales» que participan en la construcción de significados compartidos por una
cultura.
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ritualizadas, de nuestra propia vida cotidiana y con modos de vida bien definidos
como, por ejemplo, los de los grupos subculturales.
La cultura, que para los Estudios Culturales hace referencia a las últimas dos
definiciones recordadas anteriormente, se considera, pues, como el conjunto de las
formas de la actividad humana que se manifiestan en el interior de todas las
actividades sociales y en sus recíprocas relaciones. Pero antes de proponer
cualquier tipo de definición de los Estudios culturales, sería conveniente precisar
que se diferencian, desde el punto de vista de su metodología y de su estatuto
disciplinar, de aquéllas disciplinas que tienen sus mismos objetos de investigación,
porque adoptan un bricolaje de metodologías propiamente dicho, que se inserta en
una especie de estatuto antidisciplinar o de crítica permanente a las disciplinas
académicas. Las metodologías adoptadas van desde las estrictamente textuales
hasta las etnometodológicas, gracias a la incorporación, siempre parcial, de teorías
de la crítica literaria, del neomarxismo, del psicoanálisis, del estructuralismo, del
posmodernismo, del feminismo, de la antropología cultural, del poscolonialismo.
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Al responder a esta pregunta, Gramsci privilegia dos de las distintas formas en las
que se han desarrollado históricamente las categorías de los intelectuales, la del
intelectual orgánico y la del intelectual tradicional:
"Al haber nacido en el terreno original de una función social del mundo de la
producción económica, cada grupo social crea, de modo conjunto, orgánicamente,
uno o más agregados de intelectuales que le dan homogeneidad y lo hacen
consciente de su propia función, no sólo en el campo económico sino también en
el campo social y político. [...] Pero cada grupo social «esencial», al haber
emergido en la historia desde su precedente estructura económica y en cuanto
expresión de su desarrollo (de dicha estructura), ha encontrado, al menos por lo
que se refiere a la historia que ha tenido lugar basta este momento, categorías
preexistentes y que además aparecían como representantes de una continuidad
histórica que ni siquiera las más complicadas y radicales mutaciones de las formas
sociales y políticas habían interrumpido" (Gramsci, 1991:34). Para Gramsci, por
tanto, las «categorías especializadas para ejercer la función intelectual» se forman
históricamente y "en conexión con todos los grupos sociales, pero especialmente
en conexión con tos grupos sociales más importantes y que padecen elaboraciones
más extensas y complejas en conexión con el grupo social dominante.
Una de las características más relevantes de cada grupo cuyo desarrollo tienda
hacia el dominio y su lucha por la asimilación es la conquista «ideológica» de los
intelectuales tradicionales; asimilación y conquista que serán tanto más rápidas y
eficaces cuanto mejor elabore el grupo dado simultáneamente sus propios
intelectuales orgánicos" (Gramsci, 1991:7)
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Como recuerda Hall, en aquellos años se puso en marcha, dentro de los Estudios
culturales, el intento de determinar una «actividad institucional capaz de producir
un intelectual orgánico», aunque se desarrollara de forma paradójica, ya que se
carecía de cualquier tipo de movimiento histórico respecto al que convertir a dicho
intelectual en orgánico: «Éramos intelectuales orgánicos sin ningún punto de
referencia orgánico; intelectuales orgánicos dotados de nostalgia, voluntad o
esperanza y que, en un momento dado, habríamos estado preparados para
mantener aquel tipo de relación, con tal de que semejante coyuntura se hubiera
concretado» (Hall, 1992:281). Pero lo que caracteriza la apropiación de la
categoría de Gramsci por parte de los Estudios culturales es el hecho de que pone
de relieve los dos frentes con los que el intelectual orgánico se ha de comprometer
simultáneamente: «Por un lado, teníamos que estar en las primeras filas del
trabajo intelectual porque, como dice Gramsci, la tarea del intelectual orgánico es
adquirir mayores conocimientos que los intelectuales tradicionales [...] pero el
aspecto que resulta crucial es el segundo: el intelectual orgánico no puede quedar
absuelto de la responsabilidad de comunicar esas ideas, ese conocimiento, a través
de la función intelectual, a quien profesionalmente no pertenece a la clase
intelectual» (Hall, 1992;281). La competencia intelectual tiene que convertirse en
la función de las luchas, de las clases subordinadas y de los movimientos históricos
qué las representan.
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Las relaciones entre las actividades sociales y las estructuras de poder, entre los
textos, los grupos sociales y los contextos son inestables y su articulación implica
que se asuma dicha inestabilidad como algo constituyente; hay que describir e
interpretar sin cesar dicha relación porque cada término constituye una articulación
del otro término. Las identidades se forman, pues, en virtud de procesos
discursivos, entendidos como lugares de producción y representación de
experiencias, es decir, aquellos lugares en los que los textos y los contextos se
vuelven a articular en relación al conjunto de las actividades sociales. En la sección
3.2.1.3 veremos que el hecho de haber inscrito el punto de vista semiótico en los
análisis de los Estudios culturales, es precisamente lo que caracteriza este terreno
como un lugar de enfrentamiento entre interpretaciones influenciadas de manera
no determinista por las posiciones que ocupan los interpretantes individuales.
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Pero para tener una idea más articulada de lo que son los Estudios culturales
quizás sea más útil, en esta introducción, referir una lista tanto de las mayores
categorías que se utilizan actualmente dentro de la investigación como de sus
características más sobresalientes, con el fin de poder delimitar este campo de
análisis. "Las categorías más utilizadas en la actividad actual de los Estudios
culturales son la historia de los Estudio culturales, el gender, la sexualidad, la
nacionalidad y la identidad nacional, el colonialismo y el poscolonialismo, la raza y
la etnicidad, la cultura popular y su audiencia, la ciencia y la ecología, las
identidades políticas, la pedagogía, las políticas de la estética, las instituciones
culturales, las políticas de la disciplina, el discurso y la textualidad, la historia y la
cultura global en la edad posmodema" (Grossberg, Nelson y Treichler 1992:1).
Si se adopta una perspectiva diacrónica que se extienda por todo el arco del
desarrollo de los Estudios culturales: "las historias de los movimientos populares,
sobre todo de los que se afirmaron en Gran Bretaña en el siglo XIX, que se centran
en las subculturas y en los «vacíos» de las historias oficiales; los estudios de Lacan
sobre la subjetividad, principalmente sobre la construcción de la subjetividad
femenina, en contextos particulares y a través de medios de comunicación de
masas concretos; los estudios «etnográficos» de las subculturas en el seno de las
sociedades urbanas contemporáneas, intentando analizar las interpretaciones que
las mismas ponen en marcha a partir de sus experiencias culturales; los análisis de
medios de comunicación específicos, como la televisión, con la intención de
comprender la estructura de sus «lenguajes» y su relación con las ideologías; el
análisis de formas textuales particulares -de la ficción popular a la videomúsica-
con el fin de determinar sus características formales e ideológicas; los estudios de
economía de los medios, inspirándose en las mayores tradiciones de la
investigación inglesa de los años sesenta y setenta, con referencia a la producción
de cultura de los medios y a la política cultural- gubernativa; una combinación de
análisis textual y estudios etnográficos sobre la audiencia, con el objetivo de definir
de qué modo usa el medio la audiencia, principalmente televisiva; finalmente, la
continua actividad de clarificación teórica del campo de estudios global" (Turner,
1990:30).
Según Jenks (1993:157), quien recupera una propuesta de Agger (1992), las
características pertinentes de los Estudios culturales son:
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9. Los Estudios culturales rechazan los valores absolutos -hacen lo que quieren
( y a veces se nota!). Hoy día, por tanto, gracias a esta actividad de
investigación, evidente aunque no carente de ambigüedad, que los Estudios
culturales llevan a cabo en su mismo seno, utilizando los múltiples enfoques
teóricos y metodológicos que se han señalado repetidamente, se comienza
a aceptar la idea de que la cultura se define precisamente en las redes
«periféricas» de la construcción de significados y de «placeres»: "una de las
paradojas fundamentales de la vida social es que cuando nos sentimos más
naturales, más «cotidianos», somos más «culturales»; cuando
desempeñarnos roles que parecen obvios y dados por descontado nos
encontramos realizando roles construidos, aprendidos y que están lejos de
constituir algo inevitable" (Willis, 1979: 184).
LECCIÓN N0. 2
Stuart Hall, que ya había publicado The Popular Arts (1964), se convirtió en
director del CCCS en 1969, manteniendo dicho puesto durante una década. Su
dirección favoreció la irrupción estructuralista en la actividad del Centro: los libros
de Lévi-Strauss, Barthes, Althusser, Foucault, Lacan y Gramsci se convirtieron en
una parte integrante del patrimonio teórico de los CCCS, como veremos más
adelante. La irrupción del «estructuralismo» en el panorama intelectual británico y
la incómoda presencia de la ideología que implicaba, puso en cuestión el
paradigma «culturalista» de los Estudios culturales.
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La irrupción estructuralista llevó hasta el seno de los Estudios culturales no sólo las
aportaciones más específicamente estructuralistas, sino también las
posestructuralistas o semióticas (véase el apartado 3.2.1), que dieron lugar a
aquel «giro lingüístico» que introdujo en el Centro problemas de textualidad y
significación, representación y resistencia. Sobre todo:
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LECCIÓN N0. 3
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En efecto, los Estudios culturales británicos han sido acogidos con simpatía por los
investigadores críticos estadounidenses, ya proponían un punto de unión entre la
práctica política y la elaboración teórica en el seno de la esfera pública [...] su
aparición en la escena académica estadounidense ha agudizado el tema de las
fronteras interdisciplinares y de la compartimentación del conocimiento [...] su
proceso de contextualización y la localización de los problemas en los procesos
culturales, sobre todo entre fenómenos culturales, políticos y económicos, volvía a
dotar de complejidad teórica y poder descriptivo a los análisis de la comunicación y
de la actividad de los mass media (Hardt 1989: 588-589).
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Quiero que sepáis que pienso que la explosión de los Cultural Studies y de las
otras formas de teoría crítica en el ámbito académico representan un momento de
peligro extraordinariamente profundo. ¿Por qué? Sería excesivamente vulgar
hablar de cosas como la gran cantidad de trabajos que hay, la cantidad de dinero
que circula y de cuánta presión se ejerce sobre la gente para conseguir que realice
lo que se considera como una actividad de crítica política y una actividad
intelectual de tipo critico [...] me maravillo en relación a lo que he denominado la
desenvoltura y la fluidez teórica de los Estudios culturales en los Estados Unidos
(Hall 1982: 285-86).
Para esclarecer mejor el tipo de peligro que implica hoy día el diluvio propiamente
dicho de cursos, congresos, publicaciones que se autodefinen como internas a los
Estudios culturales y que han invadido los campus de las universidades
estadounidenses quizás sea útil dejar hablar, una vez más, a Stuart Hall, sobre
todo a través de las palabras que pronunció en su intervención autobiográfica
realizada en la Universidad de Illinois donde, y no es por casualidad, se sancionaba
el boom estadounidense de los Estudios culturales. Ni tampoco es causal que
Stuart Hall se haya referido en su propia intervención a otro «diluvio» que también
se había producido en Estados Unidos algunos años antes: el deconstruccionismo,
en relación a los estudios literarios. Hall distingue entre el «giro» deconstructivista
y el «diluvio» deconstructivista: en el primer caso se originaron consecuencias
importantes para la actividad teórica e intelectual de los Estudios culturales; en el
segundo caso se trató sólo de "mera repetición, de una especie de imitación o de
ventrilocuismo deconstructivista, que a veces se hacía pasar por un serio ejercicio
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Así pues, la teoría se presenta en su nexo con la política como «un conjunto de
conocimientos coyunturales, contextualizados y localizados, que se han de discutir
de modo dialógico, como si se tratara de una actividad que siempre piensa en su
intervención en un mundo en el que dicha intervención crea una cierta diferencia,
en el que determina un cierto efecto. En definitiva, una actividad que comprenda
la necesidad de modestia intelectual».
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LECCIÓN N0. 4
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telectual, por medio de lo cual los Estudios Culturales han legado un corpus de
discursos y han conformado un sistema de discursos. Roberto Grandi (1995), por
citar a un autor que aborda a los Estudios Culturales, señala que los elementos
que tienden a caracter
izarlos son: la investigación sobre los textos, la investigación sobre los contextos
del consumo, su tendencia al dialogo
interdisciplinar y la investigación entendida como actividad política.
Es memorable para muchos la crítica que realizó Stuart Hall a los Estudios
Culturales que se desarrollaron en los ochenta principalmente en Estados Unidos
ante la tendencia de concentrarse en la dimensión textual y en la tendencia hacia
la deconstrucción teórica, lo cual ha sido parte de una gran cantidad de críticas a
los Estudios Culturales por parte de diferentes intelectuales.
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En un segundo nivel, está la inmovilidad de muchos enfoques que trabajan con los
Estudios Culturales para teorizar y dar cuenta de las transformaciones en las
dimensiones sociales, políticas, económicas y culturales, por la entrada de nuevas
vías de la textualización de la vida social, la entrada del mundo digital e
interactivo.
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Mientras la tendencia de gran parte del ámbito académico siguen con las pautas
de la grafósfera, donde la pauta es la de la relación unidireccional del productos
con el consumidor y, a partir de ello, de los claustros discursivos que se generan y
movilizan, en los ámbitos impactados por la ciberespera y la blogósfera, la relación
se mueve por una dinámica interactiva que modifica la relación unidireccional, y
modifica la geografía y geometría discursiva, algo que se pretende representar a
través de la propuesta de Pierre Levy (2004) sobre la ―inteligencia colectiva‖.
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Por otro lado, es lo que señalan autores como David Buckingham (2008) sobre la
manera cómo la vida cotidiana está permeada por la presencia de los textos y
productos que proviene de los medios de información y las tecnologías de
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LECCIÓN N0. 5
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Por su parte, la música ofrece un modelo metafórico muy útil para describir los
procesos señalados hasta aquí. Podemos observar la transición de la reproducción
anónima (en la música clásica) a las formas de la interpretación individual (en la
música experimental). Sin estos antecedentes no se explicaría el surgimiento, a lo
largo del siglo XX, de la improvisación colectiva. En un concierto de jazz tradicional
se integran estas tradiciones, pues la interpretación de una balada se inicia con la
línea melódica interpretada por el conjunto, se extiende con la improvisación
individual de cada virtuoso del grupo y finalmente se nutre de la improvisación
colectiva. El jazz es la quintaesencia de la estética posmoderna.
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Tal vez la disciplina más próxima a los estudios culturales es, precisamente, la
etnografía. Y para reconocer su evolución epistemológica es conveniente recordar
la utilísima distinción propuesta por Pike entre lo etic (exterior, cuantitativo,
intercultural, materialista) y lo emic (interior, cualitativo, intracultural, idealista),
como otras tantas estrategias de construcción epistemológica del objeto de estudio
en las ciencias del comportamiento. Sin embargo, la distinción entre estos dos
ámbitos puede ser relativizada al repensar los problemas de la identidad y su
estudio a partir del reconocimiento de la naturaleza liminal de toda identidad.
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Bibliografía de la Unidad 1
Arnold, M. (1993) Culture and Anarchy and Other Writings. Cambridge, Cambridge
University Press.
Casanova, P. (1999). La République mondiale des lettres. Paris, Seuil. CCCS 1982
The Empire Strikes Back: Race and Racism in 70‘s Britain. London, Hutchinson.
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Cohen, S. (1972). Folk Devils and Moral Panics. The Invention of the Mods and
Rockers. London, Blackwell.
Frith, H. (1983). Sound Effects. Youth, Leisure and the Politics od Rock‘n roll.
London, Constable.
Geertz, .(1973) The Interpretation of Cultures: Selected Essays. Nueva York: Basic
Books. Edición española: (1996).La Interpretación de las culturas. Barcelona:
Gedisa.
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Hall, S. (y M. Jacques). (1989). New Times: The Changing Face of Politics in the
1990‘s. London, Lawrence and Wishart.
Kenny, M. (1995). The First New Left. British Intellectuals after Stalin. London,
Lawrence and Wishart.
Lepennies, W. (1985). Les Trois Cultures. Paris, Editions de la Maison des sciences
de l‘Homme.
Robins, K. (1979) "Althusserian Marxism and Media Studies: The Case of Screen",
Media, Culture and Society.
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CAPÍTULO No. 1
LECCIÓN No. 1
Colonialismo intelectual
Las tres primeras lecciones de este capítulo, son fragmentos del texto intitulado:
Apuntes sobre estudios culturales, escrito por Eduardo Restrepo, Profesor
asociado. Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar. Universidad Javeriana
de Colombia. El documento completo se puede consultar en la siguiente dirección:
http://www.google.com.co/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=
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0CCsQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.ram-
wan.net%2Frestrepo%2Fdocumentos%2Fapuntes%2520sobre%2520eeccs.doc&ei
=8Kt5UZW-JqLk4AOk4oDoDw&usg=AFQjCNGFCJS_l3GlngeCQhdFnMIUZJ-
z3Q&bvm=bv.45645796,d.dmg
Una disputa cercana a esta de si existe una o múltiples genealogías de los estudios
culturales, se ha establecido en torno a cómo interpretar el creciente interés en los
estudios culturales en algunos países de América Latina y sobre la pertinencia o no
de apuntalar la creación de programas de formación en las universidades bajo esta
rúbrica, así como de la articulación de redes, eventos o publicaciones en estudios
culturales.3 Al respecto, Daniel Mato (2002) ha argumentado cómo en muchos
países de América Latina la importación de la etiqueta de estudios culturales en la
creación de programas universitarios, en la realización de eventos académicos y
publicaciones o como matriz de interpretación de lo que se produce en la región,
implica no sólo la obliteración de la comprensión de las específicas relaciones de
las prácticas intelectuales sobre cultura y poder con los procesos sociales desde los
que han operado gran parte de los intelectuales en la región, sino que también es
una expresión de un nuevo colonialismo intelectual de expansión del
establecimiento estadounidense (en particular sus area studies) y sus principios de
inteligibilidad y ―políticas de la ignorancia‖.4
3
Para un interesante debate al respecto, ver la introducción y los capítulos de Daniel Mato y Walter
Mignolo en el libro colectivo editado por Walsh (2003).
4
El concepto de “políticas de la ignorancia” lo retomo de la discusión adelantada por antropólogos
en la Red de Antropologías del Mundo (Ribeiro y Escobar 2007).
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de las geopolíticas del conocimiento, por lo que no sorprende que en esta época
de creciente injerencia del modelo corporativo del establecimiento académico
estadounidense, en las universidades de América Latina se busque crear
programas de estudios culturales. No obstante, los proyectos intelectuales que
pueden operar bajo una rúbrica de estudios culturales no necesariamente tienen
que responder a la importación de las agendas, autores y problemas de los cultural
studies estadounidenses o británicos. Mignolo está pensando en ejemplos como el
doctorado de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón
Bolívar en Quito, cuyo proyecto intelectual ha sido el de la decolonialidad:
―[…] cuando desde América Latina se dice que los ‗estudios culturales‘
son proyectos del Primer Mundo o de Estados Unidos, o imperialistas o
como se quiera, se asume que junto con el nombre llegan también los
proyectos intelectuales. Esto es, que aceptar el nombre es necesario
también aceptar los proyectos intelectuales. Las cosas pueden sin duda
ser así, pero no tienen que serlo‖ (Mignolo 2003b: 412).
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LECCIÓN N0. 2
Otra disputa se refiere a cómo situar a los estudios culturales con respecto a otras
corrientes intelectuales que circulan en los establecimientos académicos como las
teorías postmodernas, la teoría postcolonial o los estudios de la subalternidad.5
Para algunos autores (que se imaginan dentro y fuera de los estudios culturales),
existe una equivalencia de estudios culturales con las teorías postmodernas, la
teoría postcolonial o estudios de la subalternidad (entre otras, como la teoría del
sistema mundo, los estudios étnicos y las teorías críticas de lo racial). Para ellos,
citar a Foucault, Deleuze, Derrida, Laclau o Negri y Hardt es, de entrada, indicador
de que se está frente a una elaboración de estudios culturales (sobre todo si se
usan palabras como ‗eurocentrismo‘, ‗transdiciplinario‘, ‗políticas de la
representación‘, ‗globalización‘, ‗biopoder‘, entre otras). Todas estas corrientes
intelectuales y autores se confunden en los estudios culturales, los cuales serían
una especie de gran sombrilla que los implicaría y reuniría en su seno. En esta
posición uno se puede encontrar libros introductorios como el de Sardar y Van
Loon (2005) donde prácticamente se hace la equivalencia entre estudios culturales
y teoría cultural y social contemporánea. Edward Said con su trabajo sobre
Orientalismo, Gayatri Chakravorty Spivak con su crítica a la autoridad intelectual y
las políticas de representación del subalterno, los estudios de la subalternidad, la
teoría queer, Donna Haraway y la globalización… todo cabe dentro de estudios
culturales.6
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7
Para más ejemplos de estas equivalencias, ver Trigo, Ríos y del Sarto (2004) o la introducción de
Szurmuk, Mónica y Robert Mckee Irgwin (2009). El ejemplo más extremo de equivalencia entre
estudios culturales y teoría cultural (incluso no necesariamente crítica), se encuentra en el libro
compilado por Valenzuela (2003) para México. En oposición a este colapsamiento de los estudios
culturales latinoamericanos en la teoría crítica contemporánea latinoamericana, John Beverley
(2003: 336) distingue los proyectos intelectuales de (1) los estudios culturales donde encuadra el
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Para otros autores (ya sea dentro o fuera de los estudios culturales) no se pude
establecer una equivalencia entre estudios culturales con teoría cultural y social
contemporánea. En primer lugar, y de manera general, porque diferencian entre
estudios culturales y estudios sobre la cultura (como se expuso en anteriormente).
En segundo lugar, porque es necesario comprender las específicas inscripciones
históricas, epistémicas y políticas de las diferentes corrientes intelectuales. Así,
afirman que confundir la teoría postmoderna con los estudios culturales (en
Birmingham, por ejemplo) es evidenciar que no se han comprendido las
trayectorias, supuestos e inscripciones de estos dos proyectos contradictorios.
Quienes consideran que los estudios culturales como ‗postmodernos‘ tienden a
confundir, incluso, la teoría postmoderna con el postestructuralismo.
trabajo de Néstor García Canclini y Jesús Martín Barbero, (2) las diferentes vertientes de crítica
cultural donde ubica los aportes de Nelly Richard, Alberto Moreiras y Beatriz Sarlo, (3) los de los
estudios poscoloniales donde estaría Walter Mignolo, y (4) los de los estudios de la subalternidad
donde por aquel entonces situaba su trabajo y el de otros como Ileana Rodríguez.
8
También debe tenerse presente que una cosa es teoría postmoderna, otra postmodernidad y otra
postmodernismo. Sobre estas diferencias, ver Morley (1998).
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LECCIÓN N0. 3
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11
En este sentido, Agger concluye: “[…] one wonders whether the cultural studies movement has
not become simply another discipline or proto-discipline secure in its existence apart from other
disciplines with which it shares space, resources and students in the contemporary university”
(1992: 77).
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LECCIÓN N0. 4
Dissens: En sus trabajos sobre procesos urbanos usted plantea una hipótesis: la
integración de las masas en la modernidad no funciona en América Latina a través
de la cultura escrita - no es la sintaxis del libro la imperante -, sino que funciona a
través de la sintaxis audio-visual. De modo que la experiencia cultural de la
modernidad en América Latina no seguiría el proyecto ilustrado pensado por Max
Weber en las huellas de Karl Marx.
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En América Latina es muy difícil contar el cuento del progreso. Porque con la idea
del progreso que nos vendieron, en realidad nos vendieron nuevas formas de
esclavitud. Partiendo de esto, lo que yo diría que se plantea hoy, es que realmente
América Latina vive la modernidad como un hecho colectivo, social, a partir de los
años 40. En los 20 y antes hay un proyecto moderno que tiene ciertos elementos
políticos y es sobre todo artístico, literario: Ruben Darío, el grupo brasileño de los
antropófagos... Pero es a partir de la expansión y el desarrollo de los medios
masivos de los años 50 y60 cuando se empieza a establecer una secularización,
una separación Iglésia/Estado, cuando comienza a existir un cierto mercado para
la cultura, una expansión que posibilita la separación entre sociedad civil y estado.
Esta modernidad es otra cosa, porque ya el eje de la modernización son los
Estados Unidos. Pero esa modernización no es únicamente tecnológica, los
imaginarios de Hollywood forman parte de otra modernidad que desplaza al
centro. Yo no estoy tratando de comparar de ninguna manera, pero tampoco todo
se puede subsumir. Hollywood no es únicamente lo peor de Hollywood. Es una
gramática de imaginarios que va a influir negativa y positivamente en América
Latina. Es el momento en el cual ya el Estado ha partido - el Estado que fué
protagonista de la primera modernidad, porque el Estado gestionó la
industrialización. El Estado pasó al segundo plano. Y ya son otros actores, es
mucho más el mercado el que orienta la modernización.
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planteando ese hecho: el lugar cultural desde donde la gente miró la TV o escuchó
la radio pertenece a una época muy distinta a la época de la producción de los
programas. Hay un decalaje - no son contemporáneas. Hace poco descubrí un
texto bellísimo que demuestra que migración es en el tiempo y no sólo en el
espacio, para hablar justamente de lo que está pasando en los últimos años. Yo
creo, por eso, que es muy importante plantear, no idealizar la diferencia
latinoamericana. En esto incluso hay notas críticas que se han hecho a
interpretaciones del realismo mágico, porque parece como que lo que diferencia a
América Latina estaría sólo en el mundo simbólico. La diferencia está en la historia,
está en las cosas que se van mezclando. En la manera como América Latina misma
fue apropiándose de tantos elementos materiales y conceptuales, de modo que ha
conducido a que hoy ciertos ingredientes de la crisis de la modernidad sean
liberadores para América Latina. Hay elementos en el discurso posmoderno que
son claramente legitimación del neoliberalismo, pero hay otros que son expresivos
de una nueva relación con el pasado, de una nueva relación con su propia
heterogeneidad que no afectó ni la colonia ni la afectaron después los otros
colonialismos que hubo, ni la afectó el proyecto desarrollista que trató de hacernos
iguales a los países desarrollados. Por ahí se cocinan a la vez unos procesos y una
concepción nueva.
LECCIÓN N0. 5
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Yo creo que hay ahí dos hechos fundamentales. Son hechos dolorosos. Uno es en
buena parte, vamos a decirlo - la palabra rápida es delicada - el fracaso, la
imposibilidad de los proyectos de la izquierda de los 60/70. Aquí hay una
interrupción de ciertas seguridades, de certezas que se tenían sobre la explicación
de los procesos socio-históricos. Y hay otro hecho que también es doloroso pero
fue muy importante en términos positivos: el exilio de muchos investigadores de
Chile, Argentina y Brasil hacia Colombia, Venezuela, México.
Porque estos países del Sur tenían mucho más interlocución a veces con Europa
que con la propia América Latina. Hay un reconocerse como latinoamericanos por
parte de la gente del Sur, incluidos los brasileños, que tenían el problema obvio de
la lengua, problema que los había separado muy fuerte de América Latina y que
ahora cuestionan con mucha razón. Hay una situación de crisis que empezó a
tematizarse: ¿por qué Chile, Argentina, por qué Uruguay, por qué Brasil mismo
más atrás, no han podido salir adelante? ¿Realmente se debe solamente a las
"fuerzas del mal", a muy poderosas "fuerzas del mal" como las transnacionales y la
CIA? ¿O hay algo en el proyecto mismo que no dio cuenta de las dimensiones de la
realidad latinoamericana, algo que también hizo fracasar estruendosamente el
proyecto? Por ese mismo tiempo, yo diría, aparece un cierto distanciamiento
teórico con relación al estructuralismo (que en su alianza con el marxismo había
dado una batalla teórica muy fuerte), y comenzamos a darnos cuenta, por
ejemplo, que en el campo de comunicación el marxismo cuestionó radicalmente al
estructuralismo, pero se dejó colar la teoría de la información que venía del
funcionalismo. De esta manera, en los propios textos de Armand Mattelart y otros
se vio esa contradicción. Realmente no daban cuenta del proceso de la
comunicación - cuando se ocupaban del proceso de inculcación. Entonces
empiezan a hacer crisis ciertas categorías que habían sido centrales, y en buena
medida tanto la represión que viene con el fracaso del proyecto político como los
límites de acercamiento teórico estructuralismo/marxismo ponen en primer plano
varias cosas. En primer lugar, la ausencia que había en la reflexión acerca de las
peculiaridades nacionales de los procesos. En las teorías de la dependencia y del
imperialismo cultural, la diferencia entre la gente no podía existir ... porque había
la clase hegemónica, la clase dominante, la ideología dominante, las
transnacionales, etc. Eso era todo. Todo el proceso de modernización, de
industrialización que había hecho aparecer un mercado cultural en Argentina que
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no tenía nada que ver con el proceso boliviano, aquellos grandes conceptos que
apartaron la posibilidad de insertar el proceso de comunicación en la estructura
social y en cierta medida impidieron estudiar - el marxismo tenía una
categorización pero no se desarrolló - las formaciones sociales que dan las
naciones. Eso es una primera cosa que apareció muy fuerte a finales de los 70,
comienzos de los 80. Empiezan a aparecer dinámicas culturales de los países que
son muy diversas. Porque las composiciones migratorias han sido muy distintas,
porque las maneras como se han ido expresando las diversas culturas han sido
muy distintas. Y ahí surge una pregunta: ¿Estudiamos sólo lo que el dominador ha
hecho con nosotros, o estudiamos lo que nosotros hacemos también con toda esa
cantidad de quebrantamientos? ¿Estudiamos las prácticas y discursos que estan
aquí, y que no podemos decir que no son de acá porque vienen de afuera,porque
aquí empieza a haber apropriaciones? Yo comienzo a plantear el problema: ¿qué
hacen los países con los medios? ¿Qué ha hecho Argentina con la radio, qué ha
hecho Colombia con la radio, si allá hubo y aquí no hubo populismo? No es lo
mismo. Comenzamos estudiar qué ha hecho cada país con la radio. A pesar de ser
realmente una mirada que en buena parte era una relectura de Gramsci, pensar
realmente el proceso de dominación en términos de hegemonia y no de
emplazamiento. Se estudiaba la dominación como la relación entre una bota y una
cucaracha. Gramsci no enseña una cosa así. La dominación es por la hegemonia;
claro, no es que no haya represión, pero no hay sólo imposición. Porque ni siquiera
Pinochet se pudo limitar a reprimir, a los dos meses del golpe tuvo que empezar a
construir una cierta hegemonía, a construir una imagen simbólica de Chile en la
cual se reconocieron los chilenos. Porque sólo matando gente, no podía quedarse.
Y empezamos a trabajar con el concepto de hegemonía, empezamos a ver todo lo
que había ahí. En un discurso en México que causó mucho escándalo, sostuvimos
que hasta ahora el proceso de comunicación fue estudiado como proceso de
dominación, y que ahora sí podíamos comenzar a estudiar el proceso de
dominación como proceso de dominación y por tanto de seducción, de
complicidad. Esa fue la segunda cosa. Empezamos a trabajar esa idea: el proceso
de comunicación implica actividad del lado del receptor, no pura reacción a un
estímulo, en la visión behaviorista. Empezaron a valorarse en la historia nacional
ciertas especificidades nacionales y con esta actividad del receptor empezó una
nueva relación con las culturas populares. Empezamos a ver que las culturas
populares no son simplemente para conservar, sino algo que tiene que ver con el
futuro. Empezamos a estudiar la historia y encontramos relaciones con lo masivo
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Dissens: Existe la llamada „banda de los cuatro": Usted, Néstor García Canclini,
José Joaquín Brunner y Renato Ortiz. El grupo se encuentra hoy sometido a críticas
que van hasta acusaciones de contemporizar con el "mundo capitalista". ¿Cómo
encuentra esa situación? ¿A qué obedecen esas preocupaciones? ¿Son críticas de
apocalípticos?
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esta etiqueta apareciera. Estoy muy extrañado porque tanto Néstor García Canclini
como Renato Ortiz estudiamos en Francia. Néstor y yo trabajamos las tesis de
Merleau-Ponty. Yo fui alumno de Paul Ricoeur. Los sociólogos y filósofos
latinoamericanos han empezado a leer Paul Ricoeur porque les llegó a través de
una antología norteamericana. En el 73 volví a Colombia con la obra completa de
Paul Ricoeur, la que ha inspirado en buena parte mi trabajo. Marcamos: hay una
diferencia muy clara entre los estudios culturales norteamericanos, los que vienen
del ámbito de la literatura en América Latina, y los que vienen del ámbito de las
ciencias sociales. Ahora, en este momento, hay una interrelación muy linda del
mundo académico anglo-sajón con América Latina, que no hay con el mundo
francés o italiano. Esto es muy extraño porque fuimos mucho más formados por
los franceses e italianos pero ni nos traducen ni tenemos relación alguna con ellos,
mientras que en Inglaterra y en los Estados Unidos hay mucho interés por lo que
se produce en América Latina. Stuart Hall, uno de los grandes junto a Raymond
Williams, nos ha anotado una cosa que falta en en los estudios culturales
latinoamericanos: la mirada hacia las cuestiones de género que es muy importante
en los Estados Unidos y en Inglaterra. En América Latina el feminismo no ha
logrado todavía una lectura del género. En los estudios literarios hay excepciones,
pero en estudios de comunicación no existen. Hay cosas sobre mujeres y
comunicación pero en la mayoría son todavía temas como la imagen de la mujer.
Hay aportes por el lado del estudio sobre nuevas subjetividades. Creo que es muy
necesaria toda esta mirada de género, incluso las márgenes de la homosexualidad
que son muy importantes, porque la teoría del marxismo no sólo oprimía a la
mujer también a los homosexuales. Yo diría que la relación con los Estados Unidos
ahora puede ser muy productiva porque ellos nos aportan ciertos elementos.
América Latina no se incorpora a los estudios culturales cuando se pusieron de
moda como etiqueta, sino que tienen una historia muy distinta.
CAPÍTULO No. 2
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LECCIÓN No. 1
Controversia
Ha habido mucha controversia —y una muy extensa bibliografíaii— a propósito
de los llamados Estudios Culturales Latinoamericanos. La polémica los acompaña
en casi todas sus instancias: desde el nombre que los identifica, sus características
y objetivos, hasta sus orígenes, estado actual y posibilidades futuras. Dos de los
reclamos más fuertes que se le hacen es la dificultad para poder definirlos y, por
otro lado, el ser muchas cosas al mismo tiempo. Sin duda alguna esta
―indefinición‖ forma parte de su propia condición, pues una de sus fuentes más
inmediatas —aunque no la única— son los ―Cultural Studies‖, los cuales se
caracterizan precisamente por estoiii.
Los Estudios Culturales Latinoamericanos podrían definirse, muy a grosso modo,
como un campo de estudio configurado dentro de la tradición crítica
latinoamericana (el ensayo de ideas —lo que Julio Ramos ha llamado el ―ensayo
humanista o secular‖—, la teoría de la dependencia y la teología de la liberación),
que se mantiene en un diálogo constante, muchas veces conflictivo, con las
escuelas de pensamiento europeas y norteamericanas (los ―Cultural Studies‖ en
sus dos vertientes —inglesa y norteamericana—, el estructuralismo francés, las
filosofías posestructuralistas y posmodernas, la sociología de la cultura, la Escuela
de Frankfurt, la semiótica, el feminismo y el marxismo).
Con respecto a su objeto de estudio se ocupan, fundamentalmente, de la
producción simbólica de la realidad social latinoamericana, tanto en su
materialidad, como en sus producciones y procesos. Cualquier cosa que pueda ser
leída como un texto cultural, y que contenga en sí misma un significado simbólico
socio-histórico capaz de disparar formaciones discursivas, puede convertirse en un
legítimo objeto de estudio: desde el arte y la literatura, las leyes y los manuales de
conducta, los deportes, la música y la televisión, hasta las actuaciones sociales y
las estructuras del sentir (o del sentimiento, como los traduce Beatriz Sarlo). Esto
quiere decir —como ya han señalado muchos— que es un campo que no puede
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ser definido per se por ciertos temas, sino por el acercamiento metodológico y
epistemológico a dichos temas. Los Estudios Culturales Latinoamericanos —como
los ―Cultural Studies‖ — producen así su propio objeto de estudio en el proceso
mismo de su investigación. En consecuencia, metodológicamente, son un campo
transdisciplinario que se vale del conocimiento preestablecido para hacer
tambalear los lazos académicos tradicionales: apuestan al resquebrajamiento de
sus límites o fronteras, proponen un nuevo archivo —donde lo cultural y lo político
resultan determinantes— y reclaman una reflexión y autocrítica continuas, por
parte de sus ―practicantes‖, frente a sus propios procesos de investigación y de
escrituraiv.
Quiero concentrarme en el hecho de que este ―nuevo‖/emergente campo no
representa únicamente una ruptura epistemológica con respecto a lo que se hacía
antes —como lo es en general en el caso de los ―Cultural Studies‖— sino, sobre
todo, una continuidad de nuestro propio desarrollo crítico latinoamericano. Me
interesa mostrar cómo la larga e importante tradición del ensayo de ideas en
América Latina está atravesada, a todo lo largo de su historia, por ciertos ejes
temáticos y posiciones enunciativas que marcan todavía hoy muchas de las
preocupaciones de su pensamiento crítico: la cuestión nacional y continental, lo
rural y la ciudad, la tradición versus la modernidad (o esta última versus la
posmodernidad), la memoria y la identidad, los sujetos y sus ciudadanías y,
principalmente, el papel de los intelectuales y las instituciones en sus formaciones
discursivas y en las prácticas sociales, culturales y políticas.
LECCIÓN No. 2
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los habitantes. Una realidad que, siguiendo a Michel de Certeau, consiste siempre
en lo que el sujeto, material, escoge estratégicamente que sea —lo que él
construye —; en oposición a lo ―real‖: ese espacio que no puede ser mediado por
el lenguaje o por los signos (Conley,1988:16-17).
Una vez lograda la paz (una paz muy relativa, pues a lo largo de ese primer
siglo lo que más abundó fueron las rencillas entre caudillos) era necesario
(re)construirlo todo, no sólo los caminos y sembrados, sino sobre todo la manera
en que los nuevos ciudadanos debían pensarse y expresarse. La fijación de una
lengua ―propia‖ era fundamental, no sólo posibilitaba esa nueva ciudadanía sino
que permitía el control de los sujetos otros, aquellos que había que seguir
domeñando y educando. El maestro —eso fueron tanto Rodríguez como Bello, y
nada menos que del Libertador Simón Bolívar— era una de las entidades en quien
podía confiarse para la elaboración de las premisas sobre las cuales se construiría
la consolidación exitosa de los nuevos Estados. Uno se ocupó con frenesí de la
enseñanza primaria, el otro de la universitaria; ambos estamparon sus ideas con
respecto al uso de la lengua americana (en las leyes, las gramáticas y la sociedad
en general). Comienza con ellos esa tradición del ensayo de ideas que, como
señalaba antes, ha marcado una de las particularidades de la expresión
latinoamericanavi.
Bello, en su famoso ―Discurso en el establecimiento de la Universidad de Chile‖
(1842), no propone ―la idea de la universidad como recinto de la ‗cultura
desinteresada‘ o del ‗saber por el saber‘ que propondrían J. E. Rodó, P. Henríquez
[sic] Ureña, A. Reyes y R. Rojas en las primeras décadas del siglo siguiente, en
oposición al positivismo‖ (Ramos,1989:39) ; por el contrario, para él, muy de
acuerdo con las creencias de la época, ―el saber, en sus diversas disciplinas, debía
ser un órgano supervisor de la vida pública‖ (Ramos,1989:40). En ese discurso
Bello comienza también una tímida reflexión sobre los límites entre las disciplinas
académicas (disciplinas que poco tienen que ver con cómo las entendemos hoy en
día: su famosa polémica con Lastarria fue catalogada como literaria, aunque nada
tenga que ver con lo que ahora entendemos por el término). Por su parte
Rodríguez, en especial en sus Sociedades americanas en 1828, estampó la
importante frase: ―o Inventamos o Erramos‖ (Rodríguez,1975:343), con la cual
proponía la búsqueda de una nueva definición de lo americano; advirtió asimismo
frente a los peligros de la ―colomanía‖, es decir, al mal uso de la colonización.
Ambos promovieron una Segunda Revolución, que sería la encargada de darle feliz
término a la primera, iniciada a nivel político por Bolívar. Esta nueva —y más
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periodismo, lugar de reflexión de lo que iba ocurriendo en los movidos tiempos del
final de un siglo y la apertura del siguienteviii. Uno de sus aportes fundamentales,
en ese segundo clásico del latinoamericanismo que es ―Nuestra América‖ (1891)
consistió en una nueva ―definición‖ de uno de los términos más recurridos -y
temidos-: la raza. Martí nos dice allí que ―No hay odio de razas porque no hay
razas‖. No quiso decir, por supuesto, que no hubiera negros, blancos, indios o
mestizos, sino que las razas no existían desde el punto de vista biológico, existían
más bien desde otra única perspectiva: la del oprimido, la del esclavo. Es su
respuesta a Sarmiento, con quien indudablemente dialoga en este texto; Martí se
opone a la concepción positivista, biológica, de la raza, y seguramente se habría
opuesto también a la visión de Rodó, ciertamente más ―cultural‖ que la de
Sarmiento, pero basada en el orgullo de la raza latina.
Martí propuso un concepto diferente de lo propio: el orgullo de ser lo que
somos; la originalidad/autenticidad como valor, según lo cual no teníamos por qué
seguir los modelos extranjeros —ni siquiera en la forma de gobernar—, sino crear
modelos nuevos, más ―reales‖ e, incluso, crear un vino de plátanos si fuera el caso
(en muchos sentidos, el mismo ―o Inventamos o Erramos‖ de Simón Rodríguez). Es
desde la literatura, ―opuesta a los saberes ‗técnicos‘ y a los lenguajes importados
de la política oficial‖, que Martí propondrá ―la única herramienta hermenéutica
capaz de resolver los enigmas de la identidad latinoamericana‖ (Ramos,1989:16).
Un tercer clásico del latinoamericanismo es sin duda alguna el Ariel (1900) de
Rodó. Enmarcado en el contexto de la guerra frente a los Estados Unidos —en el
contexto del 98—, y combinando una vez más varias formas de expresión —el
ensayo, el discurso y la parábola—, Rodó plantea la necesidad de defender los
valores de la ―latinidad‖ ante el avance del nuevo poder del Norte. Como el resto
de nuestros textos fundacionales, el porvenir es el ámbito desde el cual se piensa,
y su destinatario más preciado son los jóvenes de todas las naciones
latinoamericanas.
Rodó, siempre devoto de la ciencia y de la técnica —como buen ―moderno‖ —,
no enfiló, sin embargo, dentro de las filas positivistas; respondió más bien a un
renovado idealismo que intentó armonizar el utilitarismo de esos tiempos con los
valores individuales, en peligro de ser aniquilados o anulados por el maquinismo y
el pragmatismo. A pesar de seguir muy de cerca a Renan, propuso la defensa de la
democracia, pues cuando hablaba de aristocracia no lo hacía sobre la base de
privilegios económicos o sociales: intentó ―conciliar los principios más
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LECCIÓN No. 3
Una vez entrado de lleno el siglo XX, y gracias a esa profesionalización del
trabajo escritural que hemos señalado, comienzan a formarse bloques más
articulados de reflexión en torno a ciertos temas y problemas. No puede decirse,
de ninguna manera, que la figura individual del autor —o pensador— deje de tener
relevancia, más bien que, al asumirse una nueva conciencia profesional, el trabajo
intelectual se plantea ahora dentro de marcos más precisos (generalmente
alejados de las funciones de gobierno).
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LECCIÓN No. 4
La transculturación y la heterogeneidad
Quiero pasar ahora a hacer referencia a dos líneas de trabajo que nos acercan,
ya más directamente, a las reflexiones teóricas de los llamados Estudios Culturales
Latinoamericanos: el problema de la transculturación y el de la heterogeneidad.
Como tantas veces ha sido repetido, aunque sin en verdad reconocérsele su
destacado lugar, fue Fernando Ortiz quien creó el término transculturación; lo hizo
en otro de los clásicos del pensamiento latinoamericano: Contrapunteo cubano del
tabaco y del azúcar (1940,1963). Texto, de nuevo, que dialoga con varias formas
de expresión (cabalga entre el tratado sociológico y el poema en prosa). Ortiz se
plantea la necesidad de encontrar una nueva palabra que de mejor cuenta del
proceso propiamente americano de mezcla e intercambio de hábitos y culturas.
Propone el neologismo de ―transculturación‖ pues ―aculturación‖, la palabra que se
usaba en su defecto, no cumple con los requisitos que él necesita: la
―aculturación‖ supone una única dirección —es el ―bárbaro‖ el que siempre se
―civiliza‖ —, pues todas las culturas en conflicto/convivencia ganan y pierden, las
dos cosas al mismo tiempo, en dicho contacto. Tomando como base el hermoso
contrapunteo del Arcipreste de Hita, Peleo que uvo Don Carnal con Doña
Quaresma (el carnaval y la cuaresma), pasa a imaginarse una pelea/contrapunteo
semejante entre el tabaco y el azúcar. Ambos cultivos representan momentos
particulares de la conquista y representan, respectivamente, a la cultura negra o a
la blanca: ―[...]. En la producción de tabaco predomina la inteligencia; ya hemos
dicho que el tabaco es liberal cuando no revolucionario. En la producción del
azúcar prevalece la fuerza; ya se sabe que es conservadora cuando no absolutista‖
(Ortiz,1978:56)xii. La verdadera historia de Cuba, según Ortiz, es la historia de sus
intricadísimas transculturaciones (muy en particular, el desgarramiento de los
negros y su cultura, desgarramiento que no por ello dejó de marcar su fuerza y
aún persiste).
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LECCIÓN No. 5
A manera de epílogo
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En los dos apartados anteriores, he trazado un mapa —tal vez apresurado y sin
duda bastante personal— de las figuras y los problemas que considero más
importantes en el desarrollo del pensamiento crítico latinoamericano. Es un mapa
que puede ser rellenado con muchos más nombres y problemas. Una América
Latina y su constructo, desde afuera y desde dentro, donde las ―zonas de
contacto‖xv resultan cada vez más problemáticas, menos previsibles y más
multiformes. Estoy consciente que he dejado muchos huecos y, espero, también
muchas preguntasxvi.
Con todo, es necesario destacar una diferencia profunda entre el pensamiento y
la crítica (tradicional) latinoamericana y lo que se hace hoy en día: el primero
apostaba a la capacidad integradora de la literatura y del arte nacionales
(recordemos de nuevo a Mariátegui, quien termina sus Siete ensayos[…]
precisamente con uno dedicado a la literatura), así como a una fuerte presencia de
la dimensión estética y propiamente valorativa con respecto a sus artefactos
culturales. Uno de los cuestionamientos más fuertes que se le han hecho a los
Estudios Culturales Latinoamericanos es el abandono de dicha dimensión y la
mezcla, muchas veces arbitraria, de metodologías y perspectivas. Estos últimos,
por su parte, pretenden cuestionarlos —a la literatura y al arte— por ser
precisamente aparatos del poder. Esto es fundamental, pues es precisamente por
allí por donde se da el giro hacia una manera diferente de pensar sobre y desde
América Latina. Si bien nunca fueron del todo claras las fronteras entre los saberes
y las disciplinas, ahora es abierta la disputa en contra de cualquier tipo de límite
preciso; no sólo las subjetividades se manejan en varios planos y profundidades al
mismo tiempo, también lo hacen todas las instancias del saber, la experiencia e,
incluso, la lengua. En estos tiempos posmodernos, no son únicamente los grandes
relatos los que han dejado de tener validez, ocupan una posición similar todas
aquella verdades ―naturales‖, ―históricas‖ y/o ―sociales‖ que le permitían a los
discursos —y a sus sujetos— ubicarse en un contexto preciso con unos límites y
características abarcables y definibles.
Otra diferencia importante, esta vez entre los ―Cultural Studies‖ y los Estudios
Culturales Latinoamericanos, es que los primeros suelen plantearse a partir del
estudio de la ―cultura contemporánea‖xvii, este no es el caso para América Latina.
Si bien existen líneas de trabajo importantes que se ocupan, como los ―Cultural
Studies‖, de los procesos más recientes: los medios de comunicación, la cultura
de masas, los problemas de la globalización, el consumo, la sociedad civil y la
posmodernidad (muchas de las primeras figuras a las que se les colocó la etiqueta
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CAPÍTULO No. 3
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LECCIÓN No. 2
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Los estudios culturales (cultural studies) son hoy la novedad exportada por la red
metropolitana centrada en Estados Unidos, y existen muchas discusiones en
América Latina sobre los riesgos de transferencia y reproducción periféricas de su
modelo. Los estudios culturales no sólo remiten en su designación al antecedente
de un proyecto cuya circunstancia internacional es ajena a la tradición
latinoamericana, sino que además revisten la imagen de un paquete hegemónico
debido al exitoso grado de institucionalización académica que hoy exhiben desde
Estados Unidos. Son muchas las sospechas y reticencias que rodean la mención a
los estudios culturales en América Latina, donde se los tiende a percibir como
demasiado cautivos del horizonte de referencias metropolitanas que globaliza el
uso y la vigencia de los términos puestos en circulación por un mercado lingüístico
de seminarios y de congresos internacionales.
Para muchos, basta con que los estudios culturales hayan sido institucionalizados
por la fábrica de novedades de la academia norteamericana para hacerlos cargar
automáticamente con el estigma colonizador de la dominación metropolitana y
para declararlos culpables de sólo favorecer las tecnologías de la reproducción que
expanden el mercado académico internacional. La moda de los estudios culturales
habría ido borrando la densidad histórica de lo local y de sus ―regionalismos
críticos‖. Una posición bastante común es, por ejemplo, la que argumenta que el
referente hegemónico de los estudios culturales está silenciando la tradición del
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siempre posible prestar atención a las formas alternativas mediante las cuales –
para retomar una fórmula de Jameson– ― ‗el deseo‘llamado ‗estudios culturales‘‖
batalla contra su propia ortodoxia institucional (1993: 93). La libertad que
ganemos para desplazarnos en medio de las codificaciones institucionales del
saber academizado, nos permitirá recombinar estratégicamente determinadas
articulaciones de debate según las prioridades de cada uno de nuestros contextos
y los juegos de fuerza que los atraviesan. Me parece, en todo caso, que la
discusión en torno a los estudios culturales ha renovado los términos de la
reflexión latinoamericana sobre teoría y crítica de la cultura, y quisiera resumir aquí
algunos puntos de discusión que tienen para mí el mérito de abrirse a preguntas
más amplias sobre las relaciones entre saberes académicos, tramas ciudadanas,
mercado cultural, razón crítica y práctica intelectual en tiempos de saturación
capitalista y de globalización massmediática.
LECCIÓN No. 3
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Una de las formas que los estudios culturales tienen, en Estados Unidos, de
manifestar su compromiso con las luchas de la sociedad civil, consiste en defender
a diversos grupos de identidad mediante activas ―políticas de representación‖ que
buscan corregir la injusticia de sus marginaciones y exclusiones sociales
reinterpretando, universitariamente, los derechos de estos grupos a intervenir en
los sistemas académicos de conocimiento para transformar sus reglas. No cabe
duda de que las luchas antidiscriminatorias que promueven la inserción de los
grupos minoritarios en diferentes estructuras públicas tales como la universitaria,
ha obligado a una redefinición más amplia y flexible de los criterios de selección y
valoración de las identidades culturales tradicionalmente fijadas por el aparato
académico. Pero el activismo de las políticas de representación de los grupos de
identidad minoritarios (latinos, chicanos, negros, feministas, homosexuales, etc.)
también ha simplificado la cuestión de la identidad y de la representación, al
someter generalmente a ambas a una tiranía de la ilustratividad que obliga a sus
producciones de textos a la formulación monocorde de una condición de sujeto
predeterminada.
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LECCIÓN No. 4
Uno de los primeros movimientos críticos que diseñaron los estudios culturales
consistió en desbordar y rebasar el límite esteticista de los estudios literarios,
cruzando lo simbólico-cultural con las expresiones masivas y cotidianas de los
medios de comunicación. Los estudios culturales partieron del rechazo a la división
jerárquica entre la cultura superior o letrada (su tradición de privilegios connotada
por la distinción de clase de las bellas artes) y los subgéneros de la cultura
popular. Además de esta contaminación de fronteras entre lo culto y lo popular, lo
simbólico y lo cotidiano, los estudios culturales sacaron la noción de ―texto‖ del
ámbito reservado y exclusivo de la literatura para extenderla a cualquier práctica
social cuya articulación de mensajes (verbales o no verbales) resultara susceptible
de ser analizada en términos de una teoría del discurso. Esta semiotización de lo
cotidiano-social que borra la diferencia entre ―texto‖ y ―discurso‖ terminó
desespecificando la categoría de lo literario en un contexto donde el protagonismo
de la literatura –y el centralismo de su función, en América Latina, en los procesos
de constitución imaginaria y simbólica de lo nacional y de lo continental (Ramos,
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ofrecen muy poca resistencia. En contra de la nivelación valorativa que facilitan los
estudios culturales al suspender o relativizar la cuestión del ―juicio estético‖ a favor
de consideraciones sociologistas, haría falta hacer la diferencia entre, por ejemplo,
Silvina Ocampo y Laura Esquivel, y subrayar por qué los textos de la primera
contienen ―una densidad formal y semántica (cuyo) plus estético‖ los hace
inigualables a los textos de la segunda (Sarlo, 1997: 38).
Pero ¿cómo hacerlo para que esta defensa no recaiga en la nostalgia conservadora
de una fundamentación universal, de una trascendencia del juicio que aún cree en
la pureza e integridad de un sistema de la literatura que, de ser así, no podría sino
resentir como amenaza los efectos políticamente emancipatorios del
descentramiento del canon operado por los estudios culturales? ¿Cómo hacerlo
para que la crítica a lo promiscuo e indiscriminado de las mezclas en los estudios
culturales no se confunda con la defensa purista de una universalidad del canon
basada en el dudoso criterio de una ―autonomía‖ del juicio literario?
Este es otro de los interesantes desafíos que plantea la discusión en torno a los
estudios culturales en sus cruces polémicos con el trabajo de la crítica literaria.
Creo, en todo caso, que hace falta replantear ese desafío desplazando la cuestión
del ―valor literario‖ (demasiado susceptible de interpretarse en clave de formalismo
estético) a otra formulación que abra los textos al análisis de las luchas entre los
diferentes sistemas de valoración sociales a través de los cuales las hegemonías
culturales van modelando los significados y las representaciones de la literatura y
de lo literario. La teoría y la crítica feministas nos han enseñado mucho sobre las
batallas interpretativas que rodean esta hegemonización del valor, y hace falta
tomarlas en cuenta para polemizar con la institucionalidad dominante o la
mercantilización de lo cultural.
LECCIÓN No. 5
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Migraciones de objetos e hibridez del conocimiento se dan cita en los cruces que
oponen los estudios culturales a las formaciones sedentarias del saber
autocentrado de las tradiciones canónicas. Muy luego, sin embargo, la
transdisciplinariedad que los estudios culturales parecían exaltar críticamente como
un feliz ―malestar de la clasificación‖ fue redisciplinando su gesto de la
antidisciplina (Barthes, 1987)7. La transfronterización del conocimiento que
inicialmente proyectaban los estudios culturales, se fue acomodando en una
reposada suma de saberes pacíficamente integrados: una zona de conciliaciones
prácticas entre saberes diferentes y complementarios (la literatura, la sociología, la
antropología, etc.) que buscan extender y diversificar su comprensión de lo social y
de lo cultural, pero sin que ninguna ruptura de tono ponga en cuestión la lengua
técnica y operativa del intercambio de mensajes capitalista. Más bien, los estudios
culturales estarían reproduciendo el mapa de la globalización con saberes
adaptados a sus zonas de libre comercio entre disciplinas, a través de los
lenguajes desapasionados de la industria del paper. La funcionalización casi
burocrática de un discurso que sólo describe y explica lo ya sancionado por los
diagnósticos de fin de siglo (massmediatización, globalización económica,
multiculturalidad, hibridez, etc.) en el idioma –bien remunerado– de las políticas de
investigación universitaria, llevó a los estudios culturales a reprimir y suprimir de
su campo investigativo, en nombre de la practicidad del dato, todo lo que estaba
antes ligado al trabajo de la teoría crítica que indagaba en los pliegues de la
subjetividad y del pensamiento (González, 1993; Galende, 1996). Este problema
de la burocratización del saber se hace quizás aún más notorio en el contexto
latinoamericano, debido a que, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos,
donde varios de los especialistas en estudios culturales provienen de las
humanidades, los analistas de la cultura en América Latina se vinculan
prioritariamente a la sociología, la antropología o las comunicaciones sociales. Las
ciencias ―fuertes‖ que estudian la cultura en América Latina para organismos y
centros de investigación internacionales, acostumbradas a los lenguajes de lo
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Hay espacio para ensayar esta voz y diseminar sus significados de resistencia y
oposición a la globalización neoliberal en las múltiples intersecciones dejadas libres
entre el proyecto académico de los estudios culturales y la crítica política de la
cultura.
Notas
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realizando, desde hace varios años, Abril Trigo, Ana del Sarto y mi persona. Las
tres estamos trabajando en un Latin American Cultural Studies: A Reader que
será publicado a comienzos del 2003 por Duke University Press.
v
Si seguimos al pensador panameño Ricaute Soler, lo apropiado sería hablar de
América Latina a partir de finales del siglo XIX, cuando la resistencia se organiza
alrededor de un nuevo poder: los Estados Unidos. Si nos ocupamos de las
luchas independentistas —a excepción de Cuba y Puerto Rico, quienes marcan
precisamente el cambio— es mejor referirse a Hispanoamérica, es decir, a las
colonias españolas en lucha frente a la Corona (Soler,1975). Es importante esta
distinción porque, con el primer término —América Latina—, podemos englobar
a Brasil y al resto del Caribe inglés y francés, no sólo el hispano parlante. Las
condiciones bajo la hegemonía norteamericana son obviamente diferentes a las
de los tiempos propiamente coloniales.
vi
A propósito del ―buen decir‖ y la formación de sus sujetos, no se puede omitir
la referencia al importante estudio de Julio Ramos. Desencuentros de la
modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX (1989), el
cual —junto a La ciudad letrada (1983) de Angel Rama— constituyó un
momento crucial en el preámbulo de lo que hemos llamado los Estudios
Culturales Latinoamericanos.
vii
Resulta muy importante el cuestionamiento que le hace Ramos a la noción de
letrado en Rama, pues para este último ―incluso el escritor finisecular seguía
siendo un letrado y en ese sentido seguía siendo un intelectual orgánico del
poder‖ (Ramos,1989:69). Sobre el intelectual, ver Said, 1996.
viii
Cfr. Rotker, 1991.
ix
Para una lectura muy interesante, que cuestiona la visión del arielismo
tradicional, ver Ardao, 1977.
x
Este es precisamente el caso, como también señala Cornejo, en Aves sin nido
(1899) de Clorinda Matto de Turner.
xi
Al respecto revisar Ludmer 1988, texto clásico con respecto al tema.
xii
Para una lectura muy interesante de Ortiz, ver la introducción de Fernando
Coronil a la edición en inglés del Contrapunteo[..]. (Coronil,1995).
xiii
El diálogo o, al menos, la influencia de Raymond Williams es aquí evidente.
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xiv
No deben dejar de mencionarse las enormes reservas expresadas
públicamente por Cornejo a propósito de los Estudios Culturales
Latinoamericanos y los nuevos paradigmas disciplinarios. Constituye ya un
clásico en dichos debates su famosa ponencia, en ausencia, en el LASA de
Guadalajara de 1997, ―Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas‖, que
fue publicada luego en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 47
(1998:7-11). Sobre dicha presentación pueden revisarse los artículos de Julio
Ramos y Mabel Moraña en el ya citado libro compilado por Moraña, 2000:185-
207 y 221-229 respectivamente.
xv
El término lo tomo, por supuesto, de Mary Louise Pratt: ―social spaces where
disparate cultures meet, clash, and grapple which each other, often in highly
asymmetrical relations of domination and subordination -like colonialism,
slavery, or their aftermachs as they are lived out across the globe today‖
(Pratt,1992:4).
xvi
Uno de los vacíos más evidentes es el caso de la cultura y literatura
brasileñas (Antonio Cândido, Gilberto Freyle y Caio Prado, en particular). Para
un panorama muy interesante, pensado en la misma frecuencia de lo que he
venido desarrollando pero en el caso brasileño, puede consultarse el ―Prólogo‖
de Agustín Martínez a la edición de Biblioteca Ayacucho de Cândido
(Martínez,1991).
xvii
En el primer párrafo de la introducción de During, se establece a contrapelo
esta definición: ―Cultural Studies is, of course, the study of culture, or, more,
particulary the study of contemporary Culture‖ (During,1999:1).
Bibliografía de la Unidad 2
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Conley, Tom (1988) ―Preface‖. The Writing of History. Michel de Certeau. New
York: Columbia University Press. pp: 16-17.
Cornejo Polar, Antonio 1997 ―Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas‖,
en Revista Iberoamericana (Pittsburgh) N° 180, Julio-Septiembre.
González Prada, Manuel (1982) Textos. Una antología general. México: UNAM.
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Moraña, Mabel (1982) ―José Enrique Rodó‖. En: Luis Iñigo Madrigal (ed.): Historia
de la literatura hispanoamericana. Madrid: Cátedra. pp: 655-665.
Moreiras, Alberto 1998 ―Fragmentos globales: latinoamericanismo de segundo
orden‖, en Teorías sin disciplina: Latinoamericanismo, poscolonialidad y
globalización en debate, editores: Santiago Castro-Gómez, Eduardo Mendieta
(Mexico, University of San Francisco/Miguel Angel Porrúa).
Morley, David y Kuan-Hsing Chen (editores) 1996 Stuart Hall: critical dia -
logues in cultural studies (London: Routledge).
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CAPÍTULO No. 1
LECCIÓN No. 1
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Hay, sin embargo, algunos productos que escapan a ese mercado, a estos desfiles
vertiginosos. Después de veinte o treinta años de estudios culturales, es posible
reconocer que esta corriente generó algunos resultados mejores que la época de
fastthinkers en que le tocó desenvolverse.
Unas cuantas investigaciones han contribuido a pensar de otro modo los vínculos
con la cultura y la sociedad de los textos literarios, el folclor, las imágenes
artísticas y los procesos comunicacionales. En algunos casos, sobre todo en
América Latina, al estudiarse conjuntamente la interacción de estos campos
disciplinarios con su contexto se viene produciendo una renovación de las
humanidades y las ciencias sociales. En Estados Unidos, los cultural studies han
modificado significativamente el análisis de los discursos, dentro del territorio
humanístico, pero son escasas las investigaciones empíricas: en esa especie de
enciclopedia de esta corriente que es el libro coordinado por Lawrence Grossberg,
Any Nelson y Pamela Treichler, no se encuentra a lo largo de sus 800 páginas casi
ningún dato duro, gráficas, muy pocos materiales empíricos, pese a que varios
textos hablan de la comunicación, el consumo y la mercantilización de la cultura.
De sus cuarenta artículos ni uno está dedicado a la economía de la cultura. Ante
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El otro aspecto crítico que deseo destacar es que la enorme contribución realizada
por los estudios culturales para trabajar transdisciplinariamente y con procesos
interculturales –dos rasgos de esta tendencia– no va acompañada por una
reflexión teórica y epistemológica. Sin esto último, puede ocurrir lo que tantas
veces se ha dicho de los estudios literarios, del folclor y de otros campos
disciplinarios: que se estancan en la aplicación rutinaria de una metodología poco
dispuesta a cuestionar teóricamente su práctica.
Creo que los estudios culturales pueden librarse del riesgo de convertirse en una
nueva ortodoxia fascinada con su poder innovador y sus avances en muchas
instituciones académicas, en la medida en que encaremos los puntos teóricos
ciegos, trabajemos las inconsistencias epistemológicas a las que nos llevó
movernos en las fronteras entre disciplinas y entre culturas, y evitemos "resolver"
estas incertidumbres con los eclecticismos apurados o el ensayismo de ocasión a
que nos impulsan las condiciones actuales de la producción "empresarial" de
conocimiento y su difusión mercadotécnica. Lo digo así para insinuar que el énfasis
teórico epistemológico, al que me limitaré por restricciones de tiempo, no puede
hacernos olvidar que nuestras incertidumbres están relacionadas con la
descomposición del orden social, económico y universitario liberal, con la irrupción
y las derrotas de movimientos sociales cuestionadores en las últimas décadas y
con el desmoronamiento de paradigmas pretendidamente científicos que guiaron la
acción social y política. Se verá al final que esta revisión teórica tiene
consecuencias en uno de los territorios al que los estudios culturales ha prestado
más
atención: la construcción del poder a partir de la cultura.
LECCIÓN No. 2
Quiero situar estas preocupaciones en relación con procesos de fin de siglo que
por el
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Los mismos autores sostienen que quizá tales divergencias históricas no sean tan
importantes si pensamos que el proceso de integración, iniciado a mediados de
este siglo, favorece la apertura de las sociedades y lleva a aceptar nuevos marcos
conceptuales para transformarlas. En los países de Norteamérica la convergencia
se lograría al tener intereses compartidos por desarrollar economías de libre
mercado y formas políticas democráticas, y dar menor peso a las instituciones
nacionales en beneficio de la globalización. Pero sabemos que estos tres puntos
supuestamente comunes motivan controversias en las tres naciones: su
cuestionamiento se acentuó durante los debates sobre si se firmaba o no el TLC, y
en los tres primeros años de su aplicación. Los autores citados, pese a su visión
optimista de la liberación comercial, reconocen que ésta "produce oposición
política porque atrae claramente la atención hacia dilemas antiguos o de reciente
aparición". La agudización de conflictos fronterizos y migratorios en los años
recientes pone en evidencia los dilemas culturales irresueltos; por ejemplo, la
integración multiétnica, la coexistencia de nuevos migrantes con residentes
antiguos, y el reconocimiento pleno de los derechos de las minorías y de las
regiones dentro de cada país. El aumento de las relaciones favorecido por la
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LECCIÓN No. 3
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al. op. cit.; F. Jameson, op. cit.). En cierto modo, ofrecen también una narrativa, o
varias en conflicto, con divergencias acerca del modo de estudiar la cultura y su
relación con los contextos sociales. De acuerdo con la afirmación de Frederic
Jameson de que los estudios culturales son menos "una disciplina novedosa" que
el intento de "construir un bloque histórico", pueden interpretarse las
contribuciones de esta corriente al intercambio América Latina-EstadosUnidos
como la narrativa más avanzada, con mejor elaboración crítica, pero aún
dependiente de los proyectos socioculturales y políticos con que se tratan de
encarar las contradicciones. Me refiero a las contradicciones entre lo local, lo
nacional y lo global, entre el multiculturalismo hegemónico y el de las minorías en
Estados Unidos, entre las concepciones oficiales de la pluriculturalidad en América
Latina y las posiciones de los sectores que no se sienten representados por ellas.
Como parte de este proceso, los estudios culturales configuran hoy un ámbito
clave de interlocución entre los especialistas de la cultura estadounidense y
latinoamericana y, por tanto, pueden examinarse como un espacio de elaboración
intelectual de los intercambios entre ambas culturas. Pero para que esta
elaboración avance con rigor es necesario trabajar sobre las divergencias teóricas y
las inconsistencias epistemológicas responsables de que no pueda hablarse en los
estudios culturales de paradigmas o modelos científicos sino de narrativas. Cuando
menciono paradigmas o modelos no estoy regresando al cientificismo que
postulaba un saber de validez universal, cuya formalización abstracta lo volvería
aplicable a cualquier sociedad y cultura. Pero tampoco me parece satisfactoria la
complacencia posmoderna que acepta la reducción del saber a narrativas
múltiples. No veo por qué abandonar la aspiración de universalidad del
conocimiento, la búsqueda de una racionalidad interculturalmente compartida que
dé coherencia a los enunciados básicos y los contraste empíricamente. Ha sido
este tipo de trabajo el que ha puesto de manifiesto que diferentes culturas poseen
lógicas y estrategias diferentes para acceder a lo real y validar sus conocimientos,
más intelectuales en algunos casos, más ligadas a la "sensibilidad" y a la
"imaginación" en otros. Pero creo que el relativismo antropológico que se queda en
un simple reconocimiento desjerarquizado de estas diferencias ha mostrado
suficientes limitaciones como para que no nos instalemos en él. La necesidad de
construir un saber válido interculturalmente se vuelve más imperiosa en una época
en que las culturas y las sociedades se confrontan todo el tiempo en los
intercambios económicos y comunicacionales, las migraciones y el turismo.
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LECCIÓN No. 4
Revisiones teóricas
b) En segundo lugar, pensar los vínculos entre cultura, sociedad y saber, no sólo
en relación con las diferencias sino con la desigualdad, requiere ocuparse de la
totalidad social. No estoy hablando de las nociones compactas de totalidad
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Esta historia diferente y desigual de Estados Unidos y de América Latina hace que
no predomine en los países latinoamericanos la tendencia a resolver los conflictos
multiculturales mediante políticas de acción afirmativa. Las desigualdades en los
procesos de integración nacional engendraron en América Latina
fundamentalismos nacionalistas y etnicistas, que también promueven
autoafirmaciones excluyentes – absolutizan un solo patrimonio cultural, que
ilusamente se cree puro– para resistir la hibridación. Hay analogías entre el énfasis
separatista, basado en la autoestima como clave para la reivindicación de los
derechos de las minorías en Estados Unidos, y algunos movimientos indígenas y
nacionalistas latinoamericanos que interpretan maniqueamente la historia
colocando todas las virtudes del lado propio y atribuyendo la falta de desarrollo a
los demás. Sin embargo, no fue la tendencia prevaleciente en nuestra historia
política. Menos aún en este tiempo de globalización que vuelve más evidente la
constitución híbrida de las identidades étnicas y nacionales, y la interdependencia
asimétrica, desigual, pero insoslayable en medio de la cual deben defenderse los
derechos de cada grupo. Por eso, movimientos que surgen de demandas étnicas y
regionales, como el zapatismo de Chiapas, sitúan su problemática particular en un
debate sobre la nación y sobre cómo reubicarla en los conflictos internacionales. O
sea, en una crítica general sobre la modernidad (S. Zermeño, La sociedad
derrotada El desorden mexicano de fin de siglo, 1996). Difunden sus
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LECCIÓN No. 5
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análogos. En otros aspectos, como los aportes del pensamiento feminista a los
estudios culturales, su desarrollo es débil en casi todos los principales especialistas
latinoamericanos, aunque el diálogo más fluido con la academia anglosajona está
reequilibrando un poco esta carencia (H. Buarque, "O estranho horizonte da crítica
feminista no Brasil", en C. Rincón, et al. Nuevo texto crítico, N. 14-15, 1995).
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entran en conflicto con los otros. Las categorías de contradicción y conflicto están,
por lo tanto, en el centro de esta manera de concebir los estudios culturales. Pero
no para ver el mundo desde un solo lugar de la contradicción sino para
comprender su estructura actual y su dinámica posible. Las utopías de cambio y
justicia, en este sentido, pueden articularse con el proyecto de los estudios
culturales, no como prescripción del modo en que deben seleccionarse y
organizarse los datos sino como estímulo para indagar bajo qué condiciones
(reales) lo real pueda dejar de ser la repetición de la desigualdad y la
discriminación, para convertirse en escena del reconocimiento de los otros.
Retomo aquí una propuesta de Paul Ricoeur cuando, en su crítica al
multiculturalismo norteamericano, sugiere pasar del énfasis sobre la identidad a
una política de reconocimiento. "En la noción de identidad hay solamente la idea
de lo mismo, en tanto reconocimiento es un concepto que integra directamente la
alteridad, que permite una dialéctica de lo mismo y de lo otro. La reivindicación de
la identidad tiene siempre algo de violento respecto del otro. Al contrario, la
búsqueda del reconocimiento implica la reciprocidad" (P. Ricoeur, La critique et la
conviction: entretien avec F. Azouvi et M. Launay, 1995).
CAPÍTULO No.2
Debilidades y Fortalezas
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LECCIÓN No. 1
Tanto quienes lo critican como quienes comulgan con ellos coinciden en señalar
que los estudios culturales no poseen técnicas de investigación propias, para
algunos esta situación es una debilidad y otros la consideran como una fortaleza.
Teniendo en cuenta lo anterior, es preciso aclarar en este punto que no es lo mismo habar
de estudios sobre la cultura y Estudios Culturales, para ello traemos a colación algunos
apartes de texto: Apuntes sobre estudios culturales, escrito por Eduardo Restrepo,
Profesor asociado. Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar. Universidad
Javeriana de Colombia. El documento completo se puede consultar en la siguiente
dirección:
http://www.google.com.co/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CCsQFj
AA&url=http%3A%2F%2Fwww.ram-
wan.net%2Frestrepo%2Fdocumentos%2Fapuntes%2520sobre%2520eeccs.doc&ei=8Kt5U
ZW-JqLk4AOk4oDoDw&usg=AFQjCNGFCJS_l3GlngeCQhdFnMIUZJ-
z3Q&bvm=bv.45645796,d.dmg
Aunque no es difícil encontrar gente que dice hacer estudios culturales por el mero
hecho de que están interesados en estudiar fenómenos culturales
contemporáneos, una de las distinciones más importantes para entender la
especificidad de los estudios culturales radica en la diferencia tajante entre
estudios sobre la cultura y estudios culturales. Para plantearlo de forma simple,
digamos que los estudios sobre la cultura constituyen un amplio y contradictorio
campo donde se encuentran disímiles encuadres disciplinarios, interdisciplinarios y
transdisciplinarios que se refieren a la ‗cultura‘ como su objeto de análisis. Desde
esta perspectiva, entonces, lo que se ha dado en llamar antropología cultural,
sociología de la cultura, crítica cultural y estudios culturales pertenecerían a este
heterogéneo y amplio campo de los estudios sobre la cultura. Por tanto, no se
podría confundir estudios culturales con estudios sobre la cultura ya que los
primeros serían, a lo sumo, una parte o componente de los segundos.
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LECCIÓN No. 2
Transdisciplinariedad
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Ahora bien, pueden ser identificadas dos posiciones contrarias extremas con
respecto a la relación entre esta transdiciplinariedad constitutiva de los estudios
culturales y las disciplinas. De un lado, aquella posición que argumenta que la
transdisciplinariedad de los estudios culturales significaría en la práctica una
‗declaración de muerte‘ para las disciplinas o, cuando menos, a sus ‗versiones
positivistas‘ y fragmentantes de la ‗realidad‘ (cf. Flórez 2000). Por tanto, desde
esta posición, se consideraría a los estudios culturales como una privilegiada
síntesis supradisciplinaria. De otro lado, estaría una posición que asumiría la
transdisciplinariedad como una problematización para las disciplinas sin que ello
implique su negación o supresión. En esta línea podrían interpretarse
planteamientos como los de Santiago Castro-Gómez cuando argumenta que los
estudios culturales deben ser pensados como un campo de articulación
disciplinaria: ―Los estudios culturales no son una ‗antidisciplina libre‘ sino un área
común de conocimiento que ha contribuido a una retroalimentación de las
disciplinas, esto es, a una reestructuración de los paradigmas tradicionales‖
(Castro-Gómez 2003: 71).
Algunos antropólogos han afirmado erradamente (cf. Reynoso 2000) que los
estudios culturales pretenden arrebatarle su ‗objeto de estudio‘, esto es, la cultura.
Los estudios culturales son interdisciplinarios (o, mejor aun, transdisciplinarios)
porque su pregunta por las relaciones entre cultura y poder lo llevan más allá de
una disciplina ya constituida sobre lo cultural como la antropología: ―[…] la forma
de su carácter interdisciplinario es configurado sobre el reconocimiento que mucho
de lo que uno requiere para comprender las prácticas y relaciones culturales no es,
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Si uno confunde el término o la palabra con los conceptos o categorías a las cuales
refiere, entonces no comprenderá que el concepto de cultura de los estudios
culturales no es una apropiación (ilegitima, seguramente desde la perspectiva de
antropólogos como Reynoso) de los conceptos de cultura adelantados por la
antropología.xvii Desde la antropología se han articulado categorizaciones de
‗cultura‘ desde diferentes perspectivas teóricas en sus más de cien años de
existencia institucional: difusionismo, evolucionismo, materialismo, ecología
cultural, funcionalismo, estructuralismo, intrepretativismo, posestructuralismo y
perfomativismo, son algunos de las tantas etiquetas que han circulado para dar
cuenta de estas diferencias a su interior. A pesar de estas diferencias, dos son los
tipos de categorizaciones que se han impuesto: (1) la de cultura como modo de
vida y (2) la de cultura como sistema de significados o el orden de lo simbólico.
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LECCIÓN No. 3
Un rasgo sobre el cual existe cierto acuerdo entre quienes realizan estudios
culturales consiste en que no se imaginan como una labor exclusiva, ni
sustancialmente, académica sino como una que se supone como práctica
intelectual en una estrecha relación con intervenciones políticas concretas. El
propósito no es el de la acumulación ampliada del conocimiento por el
conocimiento mismo. No es el conocimiento ostentoso, el conocimiento-florero, el
de la nota a pie de página o el enciclopédico, el que se considera relevante desde
los estudios culturales. Al contrario, los estudios culturales constituyen una práctica
intelectual que se articula políticamente en tanto ―[…] buscan producir
conocimiento que ayude a la gente a entender que el mundo es cambiable y que
ofrezca algunas indicaciones en cómo cambiarlo‖ (Grossberg 1997b: 267). Esto es
lo que Stuart Hall ha denominado la ‗vocación política‘ o la ‗voluntad política‘ de los
estudios culturales.
Al igual que toda teoría crítica, los estudios culturales problematiza el imaginario
positivista de un conocimiento por fuera de lo político (la tajante distinción entre
hecho y valor, entre sujeto y objeto, así como la posibilidad de la neutralidad
valorativa) para considerar que el conocimiento tiene sentido en tanto se articula
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con la transformación social, con un proyecto político. Pero los estudios culturales
constituyen una particular modalidad de teoría crítica dado su específico estilo de
práctica intelectual. No pretende ser una filosofía ni opera en los niveles de
abstracción conceptual como lo hace la teoría crítica a la Frankfurt.
De ahí que para los estudios culturales la teoría es contextualmente especifica: ―Si
la teoría de uno le ofrece de antemano las respuestas porque dicha teoría viaja
con uno a través de y en cada contexto, pienso que uno no está haciendo estudios
culturales‖ (Grossberg 1997b: 262). La teorización relevante no es la de las
alambicadas elucubraciones que en su abstracción angelical ya tienen todas las
respuestas sobre el mundo. Desde esas abstracciones angelicales no hay que
esforzarse intelectualmente, ni enlodarse desplegando las investigaciones y
pesquisas concretas que sacan a flote el conjunto de articulaciones constrictivas de
un suceso o de una práctica social, ni en tratar de vislumbrar sus amarres
históricos estructurales. Y cuando se toman la molestia de ‗echarle una ojeada‘ a
los archivos o al terreno, lo hacen desde una violencia epistémica que les lleva
simplemente a ―encontrar‖ lo que ya se sabía de antemano. Nada más contrario al
lugar y concepción de la teoría en estudios culturales. Con base en el trabajo sobre
lo concreto, existe la posibilidad de articular formas de autoridad intelectual que,
sin pretensión de totalidad o universalidad, sean consideradas como mejores
formas de entendimiento sobre el mundo. De ahí que no pueden considerarse
como una apología al relativismo epistémico (y menos uno de corte culturalista).
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LECCIÓN No. 4
Otro rasgo sobre el que puede identificarse consenso entre no pocos practicantes
de los estudios culturales consiste en que se considera que estos deben ser
pensados como una reacción a las diferentes modalidades de reduccionismo: ―[…]
como proyecto los estudios culturales buscan prácticas capaces de acoger la
complejidad y la contingencia, y de evitar cualquier especie de reduccionismo‖
(Grossberg 2006: 47). Reacción a los reduccionismos de aquellas expresiones del
economisismo, del culturalismo, del textualismo. Es decir, a todas aquellas
reducciones de la comprensión o explicación de una problemática (ya sea cultural,
de representación o de poder) a un aspecto o ámbito privilegiado, arrojando al
mundo de la epifenomenalidad, de la irrelevancia explicativa, el resto de aspectos
o ámbitos de la vida social. Desde los estudios culturales se busca superar los
análisis reduccionistas que han convertido a la cultura como una variable sometida
y dependiente de lo económico (como lo hacen las diferentes vertientes del
economisismo), sin caer en el extremo de pensar la cultura como una entidad
autónoma y autocontenida que se puede explicar exclusivamente en sus propios
términos (como a menudo lo ha hecho la antropología). En general, desde estos
encuadres reduccionistas la especificidad y densidad de lo concreto es dejado de
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lado pues sólo adquiere relevancia en tanto constatación (o no) de unos modelos
teóricos que existen de antemano.
Esta diferencia entre el contextualismo radical de los estudios culturales y otro tipo
de aproximaciones como los estudios raciales, es identificada por Hall en su
contribución al libro colectivo Policing the Crisis sobre la articulación entre
racialización y pánico moral asociado al ascenso del neoconservatismo y el
thatcherismo en la Inglaterra de finales de los años setenta. Unos estudios raciales
(o unos antropológicos y sociológicos) no piensan a menudo en términos de
formaciones racializadas sino que estudian el racismo en sí mismo, no hacen
énfasis como sí se realiza en los estudios culturales en las articulaciones de lo
racial con otros aspectos de la vida social y política donde se configuran la
hegemonía y las disputas de poder a travesadas por las prácticas significación.
Cómo desde la racializacion de la criminalidad se puede comprender las
transformaciones en la reconfiguración de la hegemonía en una formación social
determinada: eso es lo que permite el contextualismo radical de los estudios
culturales.
Finalmente, es importante indicar que no hay que confundir el contexto con escala.
El contexto no se refiere a lo micro o lo local, por oposición a una escala más
macro o global (McCarthy 2006). El contexto lo constituyen el entramado de las
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LECCIÓN No. 5
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CAPÍTULO No. 3
LECCIÓN No. 1
Desfetichizar la globalización
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Además, Daniel Mato nos hace ver, con ejemplos específicos, la importancia
de analizar los procesos sociales de tal forma que nos permita comprender las
relaciones existentes entre lo político, lo cultural, y lo económico. Mato no olvida
que el mercado es una creación humana, y habla de "procesos de globalización"
en lugar de "globalización" en sí. Este autor nos dice que "eso que llaman
globalización no es un fenómeno unidireccional, sino que juega en múltiples
direcciones, y resulta que en ciertos sentidos los EEUU están cada vez más
penetrados por América Latina, y así América Latina no termina en la frontera
Mexicano-estadounidense, sino que se extiende también más allá.
LECCIÓN No. 2
¿Imperio o imperialismo?
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LECCIÓN No. 3
El travestismo discursivo
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Narcocultura
LECCIÓN No. 4
Comunidades Imaginadas
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En esta lección leeremos una reseña del libro intitulado Comunidades imaginadas,
del autor Benedict Richard O'Gorman Anderson, este politólogo y ensayista Chino,
nació en el 26 de agosto de 1936; obtuvo su título académico en Estudios Clásicos
en la Universidad de Cambridge, en donde empezó a demostrar interés por
estudiar la política asiática; posteriormente se vinculó con la Universidad de
Cornell, en donde trabajó como docente del Departamento de Política; allí mismo
realizó un doctorado, en su tesis de graduación se ocupó de de la situación política
de Indonesia, su estudio crítico lo llevó a tener complicaciones con las autoridades
de ese país.
Sus principales obras son ―He Spectre of Comparisons‖ (1998), ―Language and
Power‖ (1990) y, la más destacada, ―Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre
el origen y la difusión del nacionalismo‖ (1993), en la que da cuenta de los
elementos que durante los últimos tres siglos han posibilitado el surgimiento del
nacionalismo.
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vez señala que la nación tiene unas características propias como ser limitada, pues
por más grande que se considere alguna, se piensa con fronteras; y soberana, por
que ―…el concepto de nación apareció en una época en la que la Ilustración y la
Revolución Francesa habían destruido ―la gracia de Dios‖ como fuente de
legitimidad del reino dinástico, teniendo que recurrir a la nación como nuevo
fundamento de legitimidad‖.
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3. Conclusiones propositivas
Así mismo y dándole continuidad al tema anterior, para Anderson, lo que produce
que las imágenes falseadas de la historia reciente generen sacrificios tan colosales,
empieza a tener respuesta en las raíces culturales del nacionalismo y que éste es
un elemento que hoy por hoy posee una profunda fuerza y legitimidad emocional.
En este sentido, el documento de Bendict Anderson, más que dar por terminado el
tema de la constitución de identidades de grupos sociales que ocupan un tiempo,
un espacio en el planeta (así sea de forma imaginada) y que se hacen llamar
Naciones, deja algunos interrogantes y abre nuevas posibilidades de realizar
estudios interdisciplinarios entre la historia, la antropología, y la ciencia política.
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LECCIÓN No. 5
Es considerado como uno de los más destacados pensadores ambientalistas de Colombia y América
Latina, pues fue pieza fundamental en la consolidación del pensamiento ambiental de esta parte del
continente americano.
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Para Ángel Maya, una cultura escindida de la naturaleza, es una cultura frágil,
porque no le interesa comprender la vida en la cual está sumergida y de la cual
emerge.
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La herencia ambiental más grave del imperio romano fue el agotamiento del suelo
y de los demás recursos naturales.
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Uno de los aspectos novedosos de este documento es que ―tiene por objeto
intentar un método ambiental de interpretación de la historia, no por la fruición de
sumergirse en un pasado idílico que oculte las contradicciones del presente, sino
para comprender mejor la crisis actual‖, como lo señala textualmente su autor en
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la introducción del libro. Para él la historia no es posible por fuera de los espacios,
las geografías, las geologías, las tramas de la vida, por lo tanto, la historia es
ambiental.
3. Conclusiones propositivas
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