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MÁXIMAS DE EXPERIENCIA

El derecho, como conjunto de normas que rigen la vida del hombre en sociedad, y
debido a la adecuación a los requerimientos de esta, posee dinamismo en el tiempo. El
derecho penal es una de las ramas del Derecho que más variaciones ha tenido a lo
largo del tiempo por su vinculación con los grupos sociales, de manera que se puede
decir, de manera general, que primero se dan las realidades y después, como
consecuencia lógica, aparecen los cambios en el derecho.
En este orden de ideas, con respecto a la solución de problemas y controversias de
hechos en los que está inmersos la sociedad, el sentido común aunque no tenga un
fuerte respaldo, determina muchas veces el razonamiento judicial dejando de lado
criterios o factores jurídicos, así que de alguna manera será imprescindible para las
decisiones judiciales y constituye parte importante para su argumento y razonamiento.
Es difícil poder definir el sentido común ya que este varía por muchos factores, ya sean,
sociológicos, filosóficos, etc.; sin embargo, en el derecho, específicamente en el derecho
procesal penal, se encuadra en las máximas de experiencia que es una figura pocas
veces utilizada como argumento de defensa por los abogados en ejercicio o como
sustento de resoluciones judiciales por parte del juzgador, pero que como ya lo he
mencionado antes, es indispensable y no se puede desligar.
El profesor argentino Víctor de Santo, señala por ejemplo, que las máximas de la
experiencia son aquellos principios generales, extraídos de la observación del corriente
comportamiento de los hombres, y en tal carácter sirven de apoyo para establecer una
presunción, o para efectuar la valoración de la prueba, funcionando por ende como
reglas destinadas a esclarecer el sentido jurídico de la conducta.1
De lo antes mencionado, se colige que las máximas de la experiencia son reglas
generales por cuanto están extraídas de la observación al comportamiento humano,
juicios de valores aproximados de la realidad y sobre lo que ocurre en la realidad de los
hechos, que coadyuvan a establecer presunciones, a la valoración de los medios
probatorios, a determinar evidencia de los hechos, la veracidad de la prueba y así evitar
que se llegue a conclusiones absurdas , como por ejemplo, que un tribunal condene a
un anciano de 74 años por la comisión del ilícito contra la vida, el cuerpo y la salud ,
por haber matado a golpes a un luchador de box . Esa decisión no se fundamentaría en
una valoración justificada de manera lógica pues resulta casi imposible que un anciano
logre matar a golpes a un luchador de box, cuando este es mucho más fuerte
físicamente, y ante ello, al no justificar la variación de lo normal; esto es, de lo común,
dicha valoración será defectuosa y absurda.
EL sentido común trasladado al ámbito de la prueba ha obtenido el nombre de ‘’máximas
de la experiencia’’ por el profesor alemán Fredrich Stein, quién en 1893 publicó un
estudio titulado “El Conocimiento Privado del Juez”, donde además de bautizar con este
nombre al sentido común cuando es trasladado al ámbito de la prueba, sostiene que las
máximas de la experiencia o reglas de la vida son definiciones o juicios hipotéticos o de
contenido general, desligados de los hechos concretos que se juzgan en el proceso,
procedentes de la experiencia, pero independientes de los casos particulares de cuya
observación se han inducido, y que por encima de esos casos, pretenden tener validez

1 DE SANTO Víctor, Diccionario de Derecho Procesal, Editorial Universidad, Buenos Aires, p. 246.
para otros nuevos.2 Como se observa para la doctrina alemana, las máximas de
experiencia solo forman parte del conocimiento privado del juez; a diferencia de los
sistemas latinos en donde las máximas de la experiencia integran el sistema de la sana
crítica y no son exclusivas del conocimiento privado del juez, pues así como la alega un
fiscal o un juez, también, pude ser alegada por otros sujetos procesales.
Para la doctrina alemana de donde surge el nombre de las máximas de la experiencia,
adoptan la postura de que las máximas experiencias solo puede ser alegadas desde
una perspectiva privada por el juez, lo cual conlleva a muchos problemas ya que no se
permite la verificación de manera general del contenido inmerso en la máxima de la
experiencia ni la aceptación general sino la imposición de un conocimiento particular del
juez , perdiendo así toda legitimidad como tal y convicción que no conlleva a un
razonamiento lógico.
Para la mayoría de doctrinarios latinos, que han adoptado la teoría de la sana crítica,
las máximas de la experiencia no poseen algún vínculo jurídico y, por lo tanto, no son
aptas para la valoración de la prueba, ya que entienden que la experiencia es un
conjunto de aciertos y de fracasos, considerados de forma empírica por el resultado de
la observación reiterada de todo lo que acontece en el mundo. De manera que conciben
a las máximas de la experiencia no como reglas en sí mismas sino valores aproximados,
de manera que no pueden suplir ni sustituir la prueba sino que se manifiestan como un
elemento esclarecedor en la tarea interpretativa del juzgador.
Desde mi punto de vista, las máximas de la experiencia, deben formar parte de un
conocimiento general y que sea evidente, no solo según la perspectiva del juez, para
poder alcanzar la posibilidad de ser un juicio de valor relativo y junto con las demás
pruebas explicar un hecho en cuestión, sin embargo nunca podrá reemplazar a una
prueba, más ahora que estamos envueltos en gran cantidad de disciplinas que apoyan
la búsqueda de la justicia penal.

2 STEIN Friedrich, El conocimiento privado del juez, 2da. Ed., Temis, Colombia, 1999, p. 27.

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