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ANTECEDENTES Y EVOLUCIÓN DE LA PSICOLOGÍA MATERIALISTA: UN ESTUDIO

HISTÓRICO
RESUMEN: El presente artículo recopila una secuencia de datos históricos asociados al surgimiento y
desarrollo de la Psicología Materialista (obras, doctrinas y disciplinas filosóficas, principales autores,
investigaciones y descubrimientos científicos, etc.) que, enmarcados dentro de la perspectiva del análisis
sociohistórico de la humanidad y tras la revisión de los eventos más resaltantes de la historia de la
psicología, revelan un complejo proceso de maduración y transformación ideológica que nos conduce a
hacer una serie de críticas y consideraciones acerca de la situación actual de la filosofía materialista dentro
del campo de la psicología.

INTRODUCCIÓN: Cuando hablamos del surgimiento y desarrollo de la “psicología materialista”, nos


referimos a un largo y complejo proceso histórico de cambios y contradicciones, cuyo ineludible producto es
el establecimiento de una cronología que, debido a su amplitud y diversidad de hechos, plantea problemas
importantes para llevar a cabo un análisis completo y necesario, que considero vejado dentro del marco
actual de la historia de la psicología. Cabe resaltar, sin embargo, que la psicología materialista no ha sido
nunca, ni es, un producto acabado, ni mucho menos perfecto; sino más bien, que está dotada de las ideas y
conocimientos de las sociedades humanas, de sus creencias y sus métodos, de sus hazañas y sus
limitaciones. Así, bajo la luz del enfoque histórico, la psicología, responde a la imagen de la sociedad, que en
el plano de la historia se mueve ad infinitum en un espiral de hechos y acontecimientos interpuestos bajo la
categoría de causas y efectos. Esta construcción gradual de la historia representa la lucha entre lo viejo y lo
nuevo, entre lo pasado y lo presente; y ese es el fundamento del desarrollo de la psicología a través de la
historia, sea cual sea su orientación. La filosofía materialista ha estado siempre presente a lo largo de toda
la historia de la humanidad, y ha tomado rumbos particulares según las características de la época y de la
doctrina del hombre como individuo. Desde la aparición de las primeras escuelas filosóficas de la antigua
Grecia, hasta el advenimiento de las sociedades neoliberales de nuestro tiempo, el “materialismo” ha
derramado su contenido ideológico en todas las áreas del quehacer humano. En psicología, este contacto
entre filosofía materialista y el estudio de los fenómenos psíquicos, ha encontrado innumerables voces de
abierto rechazo, pero a la vez también, con el desarrollo científico de la Rusia socialista ha obtenido grandes
logros, que sería mezquino no reconocer.

LA INTERPRETACIÓN MATERIALISTA DEL MUNDO Y EL ORIGEN DEL PENSAMIENTO: HUMANO ¿Cuándo


surge el materialismo? Esta es una pregunta difícil, que debemos responder a la luz de la historia de la
humanidad. Aunque la palabra “materialista” no aparece sino hasta finales del siglo XVII, según Saint-Sernin
(1986), proveniente del vocabulario teológico que denota la “herejía” de Hermógenes (quien sostenía que la
materia es tan antigua como Dios); podemos encontrar filósofos y corrientes precursoras que datan de
mucho antes que se instaurara el materialismo, y que son la prueba objetiva de los primeros intentos del
hombre por comprender el mundo que le rodea. Por lo tanto, debemos distinguir que el materialismo tiene
un origen histórico y otro intemporal. El primero se avoca al hecho histórico, al momento en que aparece el
materialismo como tal, vale decir, como filosofía independiente que ve en la materia la forma de existencia
del universo y de todo cuanto lo compone. El segundo, en cambio, se refiere –en retrospectiva– a todas
aquellas condiciones que anteceden al materialismo pero que sin las cuales no hubiera sido posible su
desarrollo. Ahora bien, Hermógenes se equivocó al decir que la materia es tan antigua como Dios, ya que
siendo Dios idea en el cerebro del hombre, se entiende que la materia precede a este. Psicológicamente
hablando diríamos que “lo primario es la materia, o sea el cerebro, y que en este caso lo psíquico, la
conciencia es lo derivado, el reflejo de la realidad objetiva en el cerebro” (Rubinstein, 1984a). El desarrollo
del materialismo, entonces, implica el desarrollo del hombre; como organismo biológico, como esencia
social y como realidad psicológica. Decimos esto porque con la transformación del homo Faber en homo
sapiens, el hombre empieza a interpretar la realidad por medio de su pensamiento, no ya de su percepción
inmediata, ni de su instinto natural; y es en este proceso que aparece la conciencia y por medio de ella la
realidad se presenta ante él como materia, es decir, surge el materialismo en la cabeza del hombre. Como
lo expresara Silvio Rodríguez “toda época fue pieza de un rompecabezas para subir la cuesta del gran reino
animal”; el mono se transforma en hombre en medio de una serie de acomodaciones ambientales: una vez
que el mono desciende de las ramas; amplía su horizonte visual, endereza su postura y se modifica su andar,
y lo más importante, descubre en sus manos una herramienta útil con la que empieza a transformar la
naturaleza, y en este proceso se transforma él mismo. El homínido ya no es más un primate, sino un nuevo
ser en el que se extienden sus modos de actuar, sus formas y métodos, surgen nuevas necesidades, se forjan
nuevos intereses y costumbres. La necesidad de acercarse unos con otros, de comunicarse, de colaborar
mutuamente en las acciones colectivas del grupo; termina por despertar en él, la conciencia como reflejo
subjetivo de la realidad objetiva. Se abstraen nuevas nociones y conceptos, y aparece el lenguaje hablado,
luego las palabras se transforman en señales escritas y con esta nueva capacidad se hacen perennes los
conocimientos y se construye la historia. Los hombres cambian sus hábitos, se multiplican los pueblos
expandiendo sus culturas y adaptándose a nuevas exigencias naturales, pero su lucha se realiza dentro de
circunstancias sociales. Se diversifican los modos de producción y los medios que los definen, la agricultura y
ganadería no son suficientes para cubrir las necesidades humanas, surgen el tejido, la artesanía, se trabajan
los metales; y gracias al comercio, el intercambio cultural catapulta el desarrollo de tribus y clanes. Surgen
las sociedades y estas a su vez se transforman en estados y naciones, y bajo la necesidad de gobernar se
crea el derecho y la política, movidas por una fuerza imperceptible: la economía.

Cada progreso logrado, empuja al hombre a enfrentarse con nuevas necesidades, ya no biológicas ni
materiales. El desarrollo psicológico alcanzado por el hombre, a través del perfeccionamiento de sus
procesos perceptuales, la diversificación de su lenguaje y la amplitud de su pensamiento; le permiten
formularse interrogantes ante los hechos que no puede explicar por medio de sus razonamientos aún
insipientes. Entonces como respuesta a sus dudas y limitaciones surge el idealismo, y con él, el pensamiento
mítico que intenta explicar el origen del mundo. Mitología, paganismo y religión son sus formas principales
de entender el mundo en una cosmovisión que antepone el deios a la physis; una pseudosolución anterior a
la filosofía, que carece de logos, de metodología y de comprobación empírica. Es así como Engels (1961),
concibe el proceso de transformación de mono en hombre; explicando que, a las organizaciones primitivas
de convivencia social, les precede la contradicción hombre naturaleza, y que, a través de la creación de
instrumentos y herramientas en manos de los hombres, esta deviene en actividad productiva, que desde
entonces, acompaña su ascenso humano y social con su base en el trabajo. Un trabajo, que en sus orígenes
desconoce la alienación y la explotación del hombre por el hombre. Un trabajo, que encierra el secreto del
desarrollo histórico de la humanidad. La filosofía materialista recoge esta interpretación de la evolución
histórico-social y la incorpora a los principios del materialismo histórico que junto con el materialismo
dialéctico son el fundamento de la psicología científica. El idealismo en cambio niega este proceso de
organización social, que, gracias al trabajo, mediatizado por la actividad manual y la objetivación del
lenguaje; suscita la síntesis psíquica y desarrolla el pensamiento. Así pues, la polaridad entre el
materialismo; fruto de la separación de lo objetivo y lo subjetivo, y el idealismo; fruto de las limitaciones de
lo subjetivo, traza en la historia del hombre el punto de confrontación filosófica más ricamente debatido a
través de los tiempos. Así pues, bajo una sola denominación, ya sea materialismo o idealismo, se oculta la
antinomia de dos concepciones que entienden la realidad de formas radicalmente distintas. Como el blanco
y el negro, como el día y la noche; la una desemboca inevitablemente en la otra.

FILOSOFÍA HELÉNICA Y MATERIALISMO: Grecia siempre fue considerada como la cuna de la filosofía y el
centro cultural más grande del mundo antiguo, tal vez porque a diferencia de egipcios, persas y fenicios; los
griegos supieron exponer con sorprendente lucidez el bagaje cultural contenido en su arte, ciencia y
filosofía. Una de las razones que determinó el despegue intelectual de la nación helénica, fue según Boeree
(2000, www), su habilidad para leer y escribir. Aunque Grecia no fue la única cultura que utilizara la escritura
en su cotidianidad, fueron los griegos, los primeros en reconocer en el alfabeto escrito una forma ilimitada
de expresar sus ideas. Otra razón, la encontramos en su forma de gobierno. Para una civilización como la
griega, con una geografía diseccionada en pequeños grupos de islas, la alternativa más viable para gobernar
fue instaurar una política “descentralizadora” con una economía basada en el comercio marítimo. Así, no
sólo se ampliaron las posibilidades de contacto intercultural entre sus ciudades estado, sino que además se
fue forjando una conciencia social de democracia y libertad. Una estructura económica de esta naturaleza
introdujo en el pueblo heleno una psicología sumamente particular, que lo diferenció marcadamente de sus
vecinos mediterráneos. Por un lado, fueron fieros guerreros y entusiastas conquistadores; y por el otro, se
dedicaron a cultivar los más nobles ideales del espíritu humano. No resulta pues extraño, que Jonia, una de
las joyas de la Grecia antigua, se convirtiera durante el reinado de Ptsamik I, en el escenario de aparición de
la filosofía. Esta filosofía que se gesta en Grecia surge como respuesta a las doctrinas místicas, que
pretendían explicar el origen del mundo por medio de especulaciones y de pensamientos de carácter
idealista. El pensamiento filosófico en cambio se caracteriza por ser reflexivo y racional, y representa el salto
cualitativo del saber irracional al saber lógico. Fueron los filósofos anteriores a la vida de Sócrates, quienes
afrontaron la difícil tarea de averiguar cuál era la sustancia primera o argé, de la que se forman todas las
cosas de la naturaleza. Este pensamiento naturalista no es otra cosa, más que una forma de materialismo
filosófico, pero en una etapa embrionaria. Los presocráticos se encuentran repartidos en varias escuelas
situadas en todo el territorio helénico. Así, en la Escuela Jónica encontramos a quien es considerado por
muchos, como el primer filósofo en la historia: Tales de Mileto (624-548 a.c). Tales propuso que la sustancia
formadora de la naturaleza era el agua, por tanto, podríamos considerarle además como el primer
materialista. Sin embargo, los supuestos de Tales eran animistas, ya que creía que todo lo que se mueve
tiene alma. Más tarde, un discípulo suyo, Anaximandro (611-546 a.c), refutaría su tesis y fundaría lo que se
conoce como monismo, al postular que todas las cosas provenían de una sustancia eterna que denominó
ápeiron. Anaximandro también se adelantó a su época con el pensamiento de que el hombre procede por
evolución de formas inferiores de vida. En Éfeso, Heráclito (536-470 a.c), se acercó cada vez más al
materialismo y en particular a la dialéctica, pues consideraba que la realidad fluye constantemente, es decir,
reconoció que el modo de existencia de la materia es el movimiento: “No podemos bañarnos dos veces en el
mismo río porque sus aguas fluyen constantemente y el río deja de ser el que era antes.” (Heráclito, citado
por Boeree, 2000, www)

Según Heráclito, todo se mueve, pero no caóticamente, sino más bien, conforme a leyes naturales que
provocan cambios cuantitativos y cualitativos, este principio lo bautizó con el nombre de teoría de los flujos
(Robinson, 1982). Para Heráclito, la lucha era un aspecto necesario en el desarrollo, tal como lo expone el
materialismo dialéctico. Finalmente, Heráclito, veía en el fuego el origen de la realidad, en oposición a Tales
y Anaximandro. En el año 430 a.c una terrible peste se asomó a Atenas (Tucídides, 1998); Hipócrates (460-
370 a.c.), “padre de la medicina”, llevó a cabo una estrategia sui generis para contrarrestarla. Por órdenes
de Hipócrates, se encendieron innumerables hogueras que ardían día y noche y que rodearon toda la
ciudad. De esta manera, Hipócrates consiguió detener la peste. Probablemente, este hecho, haya influido en
las ideas de Heráclito para ver en el fuego, el elemento eterno que inspira el movimiento del universo.
Alcmeón de Crotona (520 a.c.), fue un médico y filósofo griego, que perteneció a la escuela pitagórica. Fue el
primero en practicar disecciones de animales y por ello es el padre de la anatomía comparada (Merani,
1979). Además, afirmó que el cerebro es el órgano del alma y con esto subyugó las funciones psíquicas
superiores a la actividad cerebral. Los atomistas, conformaban otra escuela presocrática representativa, y
se basaban en los supuestos de su fundador: Leucipo (460-370 a.c.). Los atomistas tenían una concepción
eminentemente materialista del mundo. Todo es materia, incluso el alma. Las ideas de Leucipo fueron
continuadas por Demócrito (460-370 a.c.) y no se sabe hasta qué punto el uno influyó en el otro, de manera
tal que, resulta difícil deducir cuales son las ideas personales de cada uno. El atomismo sostiene que el
principio ulterior de todas las cosas son los átomos, infinitos en número, indestructibles, impenetrables y
eternos. El pensamiento atomista es el antecesor directo de la teoría cuántica formulada por Max Planck
(1868-1947) en 1900 y que le permitiera ganar el premio Nobel de física dieciocho años después. Durante
el periodo de la filosofía clásica, cronológicamente después de los filósofos presocráticos encontramos a
Sócrates (470-399 a.c.), Platón (437-347 a.c.) y Aristóteles (384-322 a.c.). El primero, influenció
notoriamente en los pensamientos de su época, pues cambió la dirección de la filosofía griega. Hasta antes
de Sócrates la filosofía era cosmogónica, se interesaba por los problemas relativos a la naturaleza y al
universo, pero la filosofía de Sócrates se volcó sobre los problemas relativos al hombre y a su naturaleza
interna.

Sócrates es un hito en la historia de la psicología, ya que es el primer filósofo en interesarse por la


subjetividad humana. El “Conócete a ti mismo” de Sócrates, refleja fielmente el ideal de su pensamiento
antropogónico. Platón y Aristóteles, filósofos universales, trabajaron sobre la base del método deductivo y
enriquecieron el saber humano en los campos de la lógica, el derecho, la política, la teología y la psicología.
Aunque sus ideas contradicen el pensamiento materialista –que es el objeto del presente análisis histórico–,
sus propuestas y modelos filosóficos impactaron casi inmediatamente en el pensamiento de la época. Platón
fue el padre del idealismo filosófico y Aristóteles ubicó en el corazón el principio de la vida psíquica, instauró
la lógica como ciencia formal y además influyó profundamente en la doctrina judaico-cristiana por medio de
las ideas de Santo Tomás. El desarrollo de la filosofía post-aristotélica parte con la muerte de Aristóteles y
coincide históricamente con el periodo de la filosofía helenística, momento en el que Alejandro Magno (356-
323 a.c.) conquista Grecia, tras vencer a Tebas y Atenas con sólo 21 años de edad. Durante su reinado, las
ideas de los filósofos griegos se hicieron conocer hasta el lejano este de la India y el sur de Egipto; pero su
muerte marcaría el final de Grecia y el rugir del imperio Romano. La filosofía post-aristotélica no tenía
mucho de materialista, y por el contrario, daría pase a muchas de las tendencias idealistas que sobreviven
en la psicología contemporánea, como el hedonismo freudiano y el positivismo de los conductistas. Aquí,
como en el periodo de los presocráticos, podemos encontrar escuelas filosóficas dominantes pero su
preocupación primordial se centró en las cuestiones morales. Para el año 212 a.c, cuando Arquímedes (287-
212 a.c.) defendió la ciudad de Siracusa, quemando los buques de la flota del general romano Marcelo –con
espejos que hábilmente colocados reflejaban los rayos solares reduciendo los barcos a cenizas– (Congrains,
1980); ya impartían sus doctrinas en occidente, los filósofos que sucedieron a Aristóteles, y que fueron
mejor conocidos como los epicúreos, los escépticos y los estoicos.

EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO: Es bien sabido que la edad media significó para el hombre, el retroceso de
todas sus formas superestructurales. Artes, ciencia, derecho, filosofía y demás representaciones culturales,
se vieron amenazadas por las prácticas inquisitorias de la época. Una de las variables que coadyuvó con el
subdesarrollo y la miseria medieval fue el sistema socioeconómico imperante. La explotación del hombre
por el hombre fue un rasgo que se acentuaba cada vez más en el desarrollo de las sociedades, y el estado
feudal estuvo siempre amparado por la Iglesia. Teocráticamente,

dominaron toda acción humana y condenaron, cualquier intento de estudio de la realidad que antepusiera
la razón a la fe. Además, como dice Merani (1976) “...al fraccionar el feudalismo la vida social en pequeños
centros disociados e independientes, impidiendo la circulación de hombres y de ideas, constituyó el
principal obstáculo para una educación intelectual” (pág. 219). Para el materialismo, este fue, sin lugar a
dudas su peor momento. Revisemos pues, el momento histórico que delinea el desarrollo de la psicología
de ese entonces, y que deviene directamente del dominio del cristianismo que primó durante 12 siglos:
ochocientos años después de la fundación de Roma (500 a.c.), Constantino (270-337), extendió su imperio a
casi todo occidente y declaró como religión oficial al cristianismo en el año 312, quedando al margen de la
ley la práctica de antiguas religiones que el pueblo romano profesaba casi subrepticiamente. En el año 325
se realizó el primer concilio ecuménico (concilio de Nicea); en el que quedó estipulado que los
planteamientos de la Iglesia se aceptarían como dogmas incuestionables. La tarea de los filósofos fue la de
darle un sólido cuerpo teórico a la doctrina cristiana, momento que recibe el nombre de patrística. Aunque
existen precedentes, al respecto, en los trabajos de Filón; quien intentó conciliar el pensamiento helénico
con la filosofía judaico-cristiana, fue a través del desarrollo de la filosofía patrística, que el cristianismo
asume su forma actual. Alimentada por las filosofías de múltiples corrientes y de pensadores de la talla de
Platón y Aristóteles, el cristianismo contiene posiciones irreconciliables; como el estoicismo de Zenón, la
lógica aristotélica y el neoplatonismo de Plotino (204-269). Con todo ello, ¿podemos hablar de una
psicología patrística? San Agustín (354-430) fue uno de los hombres de la época que defendió el movimiento
patrístico, y su filosofía no es otra cosa más que la formulación cristiana del pensamiento platónico. Hasta
antes de San Agustín el cristianismo se hubiera confundido fácilmente con el gnosticismo naciente de la
filosofía de los babilonios, pero al introducir la noción del libre albedrío, los patrísticos se hacen acreedores
del mérito de la invención de la psicología de la motivación (Robinson, 1982) atribuyéndole a la conducta
humana un valor más allá del intelecto. Los representantes de la iglesia primitiva también adoptaron una
forma de paralelismo psicofísico, que, de acuerdo a su doctrina, las características psicológicas de los seres
humanos estaban sujetas a la purificación del alma y al desprecio por la materia. Esto condujo al anti-
intelectualismo propio de la edad medieval. La pintura, la escultura, los estudios anatómicos, etc. fueron
drásticamente sancionados con la muerte. Aunque el antimaterialismo de occidente se haría más radical
con la puesta en marcha de la

Inquisición en 1215, la filosofía del medio oriente, se organizaba bajo los conceptos propuestos por Averroes
(1126-1198), y el pensamiento escolástico sirvió de puente entre el oscurantismo y el renacimiento. La
escolástica abarca la época del imperio de Carlomagno (742-814) desde el siglo VIII hasta el renacimiento
(siglo XV). Durante este tiempo las instituciones eclesiales, se encargaban de la instrucción en las artes
medievales, el trívium y el cuatrivium; y como corolario de estas actividades aparecieron las primeras
universidades: la de Bologna y la de París. Los eruditos ingleses que viajaban a París para escuchar
conferencias tuvieron que reunirse en Oxford, ya que, a finales del séptimo siglo de nuestra era, el rey
Enrique II prohibió tales viajes. Así, se fundó en 1264 la universidad de Oxford y cortos veinte años después
la universidad de Cambridge fue fundada también. Para entonces, Santo Tomas de Aquino (12241274),
culminaría la monumental obra de sistematizar los conocimientos doctrinales de la Iglesia, que hasta
entonces se hallaban dispersos (el tomismo asimila las ideas de Aristóteles y las reelabora orientado por los
aportes de los antiguos padres del cristianismo). Pero el espíritu renacentista, ya se sentía venir, las
corrientes reformistas lideradas por Martín Lutero (1483-1546), cobraban mayor fuerza, y entre 1545 y 1563
tuvieron lugar las sesiones del concilio de Trento, cuya secuela sería la contrarreforma y la correspondiente
división de la Iglesia en tres grupos: los protestantes, los ortodoxos y los católicos apostólicos romanos. Dos
eventos fueron de gran importancia para que se abriera paso el humanismo renacentista: uno fue la
invención de la imprenta de Gutenberg (14001467), con la que los conocimientos se hicieron disponibles
para un mayor número de personas; y el otro fue el descubrimiento de América en 1492. Las figuras
clericales que hasta entonces dirigían el adormecido movimiento intelectual serían remplazadas por laicos y
seglares. La labor de los mecenas impulsó el despegue de las artes plásticas y salieron a la luz las obras de
Leonardo Da Vinci (1452-1519) y Miguel Ángel (1475-1564). La doctrina galénica es desplazada por las ideas
de Andrés Vesalio (1514-1564), considerado como el padre de la anatomía moderna. Los adelantos
científicos no se hicieron esperar. Nicolás Copérnico (1473-1543) postuló su teoría heliocéntrica del
universo, Galileo (1564-1642) estableció los fundamentos del método científico, fabricó telescopios que le
permitieron observar los astros, formuló las leyes físicas del péndulo y la caída libre de los cuerpos. William
Harvey (1578-1657) dio por primera vez, una explicación de la circulación de la sangre; y Descartes (1596-
1650) introduciría las primeras nociones del mecanicismo que influiría en el pensamiento materialista de los
años siguientes.

El renacimiento pretendía olvidar aquellas persecuciones de la edad media, y defendió el libre


pensamiento, el humanismo, y la autonomía intelectual. Con estos ideales como escolta, el desarrollo
científico redefinió las posturas materialistas que se propagarían con el modernismo. Sin embargo, en el
terreno filosófico, el esfuerzo inicial por dejar atrás la vieja filosofía y desarrollar la nueva ciencia, se
bifurcaría en dos direcciones: el empirismo y el racionalismo.

LA ÉPOCA MODERNA: EL RACIONALISMO, EL EMPIRISMO Y EL MATERIALISMO MECANICISTA: Así como el


materialismo y el idealismo representan dos tendencias enfrentadas en sus maneras de concebir el origen
del mundo; los racionalistas y los empiristas confrontan sus teorías sobre el origen del conocimiento. Los
primeros consideran que el conocimiento proviene de la razón, por ello sus métodos fueron deductivos, y no
por coincidencia sus defensores fueron notables matemáticos como Descartes, Spinoza (1632-1677) y
Leibniz (1646-1716). Los segundos consideran que la validez del conocimiento radica en la experiencia, en la
subordinación de la realidad a la primacía de los sentidos, y su pensamiento era inductivo. El pensamiento
racionalista deviene de las ideas de Pitágoras, quien concebía el mundo como un complejo sistema
gobernado por leyes matemáticamente establecidas. Los filósofos empiristas en cambio adoptaron el
método experimentalista de Hipócrates. Los racionalistas y los empiristas no desarrollaron un pensamiento
que pudiéramos considerar materialista, sin embargo, algunos de sus representantes influyeron en los
filósofos venideros que dieron pie al materialismo mecanicista. El más conocido de los racionalistas fue Rene
Descartes, versátil pensador que defendió el nativismo, postuló el primer esquema del arco reflejo, y a
través de su cogito ergo sum concedió a la razón el protagonismo propio de la línea de los racionalistas.
Descartes propuso un sistema dualista, según el cual existen dos sustancias, una espiritual (la res cogitans) y
otro material (la res extensa). Esta concepción de la materia como sustancia fundamentalmente extensa, le
condujo a considerar a los cuerpos físicos como máquinas autómatas:

“... cuantos diversos autómatas o máquinas vivientes pueden construir la industria de los hombres, sin
emplear sino pocas piezas, en comparación de la gran multitud de huesos, músculos, nervios, arterias, venas
y otras partes que hay en el cuerpo de un animal, consideren ese cuerpo como una máquina, la cual, por
estar hecha por las manos de Dios, esta incomparablemente mejor ordenada y posee movimientos más
admirables que ninguna de las que pueden ser inventadas por los hombres.” (Descartes, en el Discurso del
método, 1989, pág. 115)

Sin embargo, cabe resaltar que la filosofía cartesiana todavía estaba unida a los principios teológicos de la
vieja escolástica; quizás por la educación que recibiera de los jesuitas o por el conservadurismo que aun
primaba hasta entonces. Este pensamiento mecanicista determinaría el curso de la psicología materialista
hasta el siglo XIX, y bajo la figura que, así como el hígado produce la bilis, el cerebro produce el pensamiento
(Smirnov, 1960), la psicología de entonces tomó una vía peligrosamente radical; que de haber remplazado el
espiritualismo de la edad media hubiera sumido al mundo en una forma de materialismo que podía haber
sido letal en aquella época (Robinson, 1982). Las ideas de Descartes fueron refutadas por John Locke (1632-
1704), un empirista británico, cuyos postulados asociacionistas asemejan a las ideas del conductismo
watsoniano; Locke también se adelantó a las ideas liberales que Rousseau propone en su Contrato Social. En
1689, Locke publicó el Ensayo sobre el entendimiento humano, donde explica sus principales ideas. Para
Locke la mente es como una tabula rasa, no hay nada en la mente que no haya estado primero en los
sentidos. La mente se compone, según Locke, de ideas simples que cuando se combinan originan ideas
complejas. El objetivo de Locke era refractar la conciencia en sus elementos básicos para estudiar sus
combinaciones, así como Newton (1642-1727) había refractado la luz. Este sistema que podemos calificar de
reduccionista y atomista estuvo presente en los métodos introspeccioncitas de los primeros psicólogos
alemanes como Wundt y Tiechener. El sucesor inmediato de Locke fue George Berkeley (1685-1753).
Berkeley a diferencia de Locke sólo consideraba las cualidades secundarias de las cosas (Locke había hecho
la distinción entre cualidades primarias y secundarias, las primeras dependen del mundo exterior, mientras
que las últimas dependen de la mente) y con ello formuló el idealismo subjetivo, raíz ideológica de la
fenomenología y el existencialismo. Después de Inmanuel Kant (1724-1804) la confrontación entre
racionalismo y empirismo pasaría a ser un anacronismo innecesario, ya que sería con Kant que quedarían
resueltas sus diferencias, a través de un sistema filosófico dialéctico que considera igualmente importantes
a la razón y a la experiencia. Así tenemos, que la teoría del conocimiento de Kant representa dos partes, una
objetiva independiente del sujeto y otra subjetiva que nace del sujeto, por lo tanto, existen dos tipos de
juicios: los que son independientes del sujeto, que Kant denominó a priori, y que no son otra cosa más que
juicios lógicos que no dependen de la experiencia; y los que dependen del sujeto que son a posteriori ya que
si dependen de la experiencia. Vemos pues, que las relaciones sujeto-objeto que propone la psicología
dialéctico-materialista surgen de la filosofía kantiana. Además, los esfuerzos por ordenar la naturaleza y sus
fenómenos subyacentes –que comenzaron con Aristóteles– encontrarían en Kant una estructura sistémica
similar a las

categorías propuestas por la dialéctica materialista (ver Rosental y Stracks, 1965). Es quizás Kant, el filósofo
que, con un enfoque crítico y racional, ha perfilado mejor las nociones filosóficas, para que la dialéctica
soviética de Lenin y el materialismo histórico de Marx dieran paso a la psicología marxista. Pero es en el
terreno de la ciencia, que se abrió el camino definitivo para la aparición del materialismo. En 1687 se
publicó la Principia de Sir Isaac Newton, en la que expondría sus teorías sobre la gravitación:

“Todo cuerpo ejerce una fuerza de atracción sobre todo objeto. La magnitud de esta fuerza es directamente
proporcional a la masa de los cuerpos e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos”.
(citado por Robinson, 1982, pág. 11)

Con las leyes gravitatorias de Newton, los cuerpos celestes dejaron de ser cuerpos divinos cuyo movimiento
dependía de la omnipotencia de Dios; entonces se daría un gran paso al quedar demostrado bajo el rigor de
leyes científicas, que el movimiento es una propiedad inherente a la materia y que además existe
independientemente del hombre. Así, durante los siglos XVII y XVIII el materialismo florece como
movimiento filosófico, ignorando las controversias de las tendencias racionalistas y empiristas, pero como
hiciéramos mención, este materialismo estaría profundamente determinado por la metáfora de la máquina
que empieza con Descartes y que continúa con Hobbes, Condillac y La Mettrie; sin embargo el dualismo
cartesiano fue remplazado por el monismo materialista de Pierre Gassendi (1592-1655), quien resucitara las
ideas de Demócrito. Pero aun con sus diferencias, el monismo de Gassendi estaba impregnado del
mecanicismo de Descartes. Thomas Hobbes (1588-1679) es considerado como representante del
empirismo, aunque metodológicamente, quizá convendría más tipificarlo como racionalista. En 1651
aparece su obra: Leviathan, después de la guerra civil que colapsaría el sistema socioeconómico de
Inglaterra, bajo el gobierno recién asumido de Carlos II. Así como Descartes trasfirió las leyes de la física a la
dinámica del organismo humano, Hobbes aplicó las mismas leyes a la sociedad. La metáfora de la máquina
lleva a Hobbes a considerar a la sociedad como una gran máquina que se mueve conforme a leyes físicas.
Más de cien años después Lambert Adolphe Quetelet (1796-1874) avanzaría en la misma dirección que
Hobbes. Trabajando con estadísticas sociales, su meta era crear una ciencia social basada en los números,
“una física social que diera orden al caos social” (Hothersall, 1997). En 1748 Julien De La Mettrie (1709-
1751) publicó L’Homme machine. De acuerdo con La Mettrie la única diferencia entre el hombre y los
animales era la complejidad de su maquinaria, y no la capacidad de razonar, como decía Descartes. Vemos
pues en La Mettrie, el pico máximo del materialismo mecanicista que perduró hasta la aparición del
materialismo dialéctico. Por otro lado, el esquema cartesiano del reflejo anticipa el modelo de la estatua
sensible de Condillac (1715-1780), que serviría de plantilla para gran parte de la filosofía materialista hasta
finales del siglo XVIII (Robinson, 1982). Pero Condillac no tenía interés por las bases materiales de la mente,
simplemente se sentía atraído por la alternativa anti metafísica de Voltaire. Serían pues, los gassendistas
quienes fundaran las bases del materialismo psicológico, a manera de unir la filosofía con la anatomía. Si
bien es cierto, que por un lado el materialismo mecanicista desvió la psicología del materialismo dialéctico;
por otro lado, también coadyuvó con el desarrollo de la psicología científica, puesto que se propiciaron una
serie de investigaciones del sistema nervioso y de las funciones cerebrales. Además, los esfuerzos de Hobbes
y Quetelet representan quizás, los primeros indicios del materialismo histórico que se cristalizaría con el
marxismo.

EL ILUSTRACIONISMO Y LA INFLUENCIA DE MARX: Mientras el materialismo filosófico francés se expandía


rápidamente a las naciones vecinas de Inglaterra y Alemania, el mecanicismo también se expandía a nuevos
terrenos supraestructurales, y paso de ser un abstracto filosófico a ser una realidad “física”, ya que los
nuevos inventos y avances técnicos de la época llevaban el sello del modelo mecanicista; la máquina a vapor
y las grandes maquinarias que se utilizaron en la industria son sólo un ejemplo. Pero al modificarse los
medios de producción, se robustece también el sistema capitalista imperante. La alineación y la enajenación
se agudizan llegando a su máxima expresión (Marx y Engels), y como lógica consecuencia las revoluciones
sociales no se hicieron esperar. Los ideales libertarios de libres pensadores como JeanJacques Rousseau
(1712-1778), Montesquieu (1689-1755), Quesnay (1694-1774) y Holbach (1723-1789), este último
representante del materialismo; preludiaron dos grandes revoluciones: la revolución de los Estados Unidos
en 1776 y la revolución francesa de 1789, ambas, sello histórico de la lucha social por la libertad, la igualdad
y la fraternidad. Paralelamente, en el siglo XVIII comienza en Europa un inusitado interés intelectual, del
cual derivan dos movimientos culturales: el ilustracionismo y el enciclopedismo, y es por ello que el siglo
XVIII sería conocido como el siglo de las luces. El enciclopedismo tenía por finalidad, la compilación de todo
el saber humano conocido hasta entonces, y estaba dirigido por Denis Diderot (1713-1784) y Jean le Rond
d’Alembert (1717-1783). Como era de esperarse, la elaboración de la enciclopedia convocó a los más
grandes filósofos y

científicos de la época, así como a literatos y otros especialistas de renombre. Pero gran parte de la obra
hubo de ser trabajada clandestinamente, pues al utilizar un lenguaje popular en su redacción, se inició una
persecución; la misma que motivó que d’Alembert abandonara el proyecto. Aun así, la enciclopedia tuvo
frutos y de esa idea surgió la Encyclopédie ou Dictionnarie raisonné. El enciclopedismo es sólo una muestra
del interés por difundir la llama del conocimiento hacia sectores populares; por ello podríamos decir que el
enciclopedismo no es más que una consecuencia de la ilustración del siglo XVIII. Lamentablemente la labor
de los enciclopedistas quedó deshecha para finales del siglo XVIII, ya que Napoleón Bonaparte (1769-1821),
le petit caporal, destrozaría el ideario revolucionario de la Francia iluminada con el golpe de estado del 9 de
noviembre de 1799 (Merani, 1976). Pero el siglo XVIII no terminó sin resultados para la psicología; el 1786
Luigi Galvani (1737-1798) presentó un informe de un trabajo a cerca de la estimulación de los músculos de
ranas por medio de impulsos eléctricos, que se elaboró sobre la base de las ideas de Benjamín Franklin; sin
embargo, la idea de que el cuerpo de una rana pudiera generar electricidad fue rápidamente refutada por
Volta (1745-1827). Ya en 1850 Emile Du Bois Reymond (1818-1896) construyó un aparato que llamó
galvanómetro, con el cual dejó sentado que la conducción eléctrica de los cuerpos es posible a través de los
nervios. Pero sería con Hermann Ludwing von Helmholtz (1821-1894), que el impulso nervioso adquiriría su
valor numérico (43 metros por segundo), y así se iniciarían los primeros estudios de la fisiología occidental
que terminarían por parir a la psicología con el primer laboratorio de psicología experimental en la
Universidad de Leipzig, en 1879. El siglo XIX sería pues, el escenario de las investigaciones del sistema
nervioso que darían fundamento a la psicología, no ya anclada a la filosofía, sino más bien como ciencia
independiente. Las contradicciones de las perspectivas para el estudio y el entendimiento de las funciones
cerebrales se concentraron en dos bandos. Por un lado las posturas localizacionistas, alcanzaron su punto
máximo con el idealismo de la frenología de Franz Joseph Gall (1758-1828), quien encontraría su más fiero
adversario en Pierre Flourens (17941867). Mientras los antilocalizacionistas mantenían la idea que en el
cerebro no existen zonas funcionales especializadas, siendo su fundador John Hughlings-Jackson (1835-
1911). Los aportes de Paul Broca (1863) y Carl Wernicke (1874) también serían esenciales, pues mostrarían
la ubicación de las zonas del lenguaje articulado y comprensivo respectivamente. Todo este afán por
investigar las funciones cerebrales determinaría la psicofisiología de los procesos complejos, y años más
tarde, el enfoque estructural sistémico sería el más indicado para explicar cómo es que de acuerdo a la
concertación de funciones el cerebro trabaja como un todo (Ardila, 1982). Los métodos de la época más
difundidos para el estudio de las funciones cerebrales serían dos: la ablación de tejidos nerviosos (realizada
por Flourens) y la estimulación directa de diversas zonas del cerebro por medio de la electricidad (como
Simonoff, Fritsch, Hitzig y Ferrier) o de la utilización de sustancias psicoactivas (como lo hicieron Bernard,
Erlich y Lashley). El uso de técnicas tan nocivas para el estudio del S.N. sería desplazado gracias al
perfeccionamiento del registro electroencefalográfico (EEG) ideado por Hans Berger en 1923 (Luria, 1996), y
con la aparición de nuevas tecnologías como la resonancia magnética (RM) y la tomografía axial (TAC)
computarizada, exclusivas del siglo XX. El siglo XIX también sería testigo de la aparición de dos hombres,
cuyos aportes desbordarían del campo de las ciencias naturales y sociales para cimentar las bases del
materialismo y de su consecuente influencia en la psicología, nos referimos a Charles Darwin (1809-1882) y a
Karl Marx (1818-1883). En 1859 se publicó la primera edición del Origen de las Especies y su impacto sería
tan grande como el de la Principia de Newton. Con esta obra de Darwin, no sólo se desacreditan las
interpretaciones idealistas del origen del hombre, sino que además su influencia nutre la nueva visión
funcionalista de la psicología americana (ver Hothersall, 1997). Por otra parte, una interpretación
materialista de la teoría de Darwin unifica el principio de la evolución del hombre con las leyes del desarrollo
social y de la actividad productiva, tal como mencionáramos en un principio para explicar la evolución
histórica del hombre, según Frederick Engels (1820-1895). Con Marx, las ideas de la maquina social de
Hobbes, son expresadas de forma real y concreta a través de las relaciones entre los medios de producción y
las fuerzas de producción que determinan los modos de producción; no ya mecánicamente, sino según la
dialéctica que Marx toma de Hegel (1770-1831) y que este tomara de la filosofía matemática de Pitágoras
(Congrains, 1971). La interpretación materialista que Marx hace de la sociedad funda varios principios
trascendentales para la psicología: entre ellos está el principio del determinismo social, según el cual las
condiciones materiales de existencia determinan el psiquismo, el ser social determina la conciencia social. El
ideario marxista, explica como la estructura económica de un determinado sistema, determina la
superestructura del mismo, que se manifiesta a través de las diversas formas de conciencia social. La ética,
la estética, la ciencia, la educación, la religión, la filosofía y el derecho son determinados por los modos de
producción. Cabe resaltar, que, hasta antes de Marx, los filósofos idealistas concebían la sociedad y los
cambios históricos como la manifestación de la idea absoluta, como la autorrealización del espíritu universal
o como el resultado de la actividad de

hombres con determinadas características sociales (Burlatski, 1982). Con Marx, en cambio se establecen las
leyes del desarrollo social que determinan la historia de la humanidad. Tenemos pues, que Marx y Darwin –
sobre todo el primero– influyen más que nadie con el desarrollo de la psicología materialista en particular, y
de las ciencias en general, y así también lo reconoce el mismo Engels cuando dice:

“Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del
desarrollo de la historia humana...” (Engels, en los funerales de Marx, ver Marx y su concepto del hombre de
Erich Fromm).

La filosofía marxista empero, fue criticada duramente por diversos sectores filosóficos y políticos de
occidente. Para algunos, que interpretan erróneamente el marxismo, el materialismo de Marx y Engels
descuida las necesidades espirituales humanas y degrada la esencia del hombre al amparo y búsqueda de las
riquezas materiales, de ahí que el término materialismo sería confundido y trastocado del ámbito de la
filosofía al léxico popular. Según Erich Fromm la filosofía de Marx fue totalmente malentendida, pues no se
toma en cuenta el sustrato eminentemente humanista de sus ideas, ya que “el fin de Marx era la
emancipación espiritual del hombre, su liberación de las cadenas del determinismo económico, su
restitución a su totalidad humana, el encuentro de una unidad y armonía con sus semejantes y con la
naturaleza” (Fromm, 1962, pág. 15). El humanismo de Marx lo apreciamos en su lucha contra la alineación y
la enajenación que propaga el capitalismo, así como en la autorrealización humana por medio del trabajo y
el respeto a la individualidad de la personalidad, tres aspectos que vertebran la concepción socialista del
hombre y que serían tomados por la psicología marxista. Ahora bien, en el campo de la psicología, las ideas
de Marx fueron obviadas por los primeros sistemas epistemológicos de las nacientes escuelas psicológicas
de finales del siglo XIX. Robinson (1988) nos ofrece algunas razones del porqué: ya que el planteamiento de
Marx era historiográfico, el análisis lógico de las fuerzas sociales era equiparable a un racionalismo, en una
época donde cundía el experimentalismo; además, Marx era un sociólogo en medio de una línea de
investigación netamente biológica para la época. Sin embargo, serían los soviéticos, quienes se encargarían
de injertar los postulados marxistas al campo de estudio de los fenómenos psíquicos para desarrollar una
ciencia psicológica acorde con las leyes del materialismo científico.

LA REFLEXOLOGÍA RUSA Y LA CONSOLIDACIÓN DEL MATERIALISMO CIENTÍFICO: Aunque la psicología se


funda como ciencia en 1879, gracias a que Whilhem Wundt crea el primer laboratorio de psicología en la
Universidad de Leipzig, primero se debían resolver algunos cabos sueltos, como la naturaleza de lo psíquico
y la crisis –aún vigente–, proveniente de la aparición de diversas corrientes psicológicas que tras la
pretensión de interpretar el psiquismo humano idealistamente, sucumben ante la encarnación de
perspectivas anticientíficas. Así tenemos que el estructuralismo de Tiechener y Wundt, el funcionalismo de
Dewey, Angell, Woodworth y Thorndike; el psicoanálisis de Freud, el conductismo de Watson y Skinner, así
como la psicología de la gestalt de Wertheimer, Köhler y Koffka; ignoran el plano histórico del hombre y la
esencia social de su desarrollo. En la psicología soviética, en cambio, el modelo del hombre como
condensación histórica imperante en la concepción marxista se viene a yuxtaponer al modelo del hombre
como psique reflectora, procedente de la filosofía dialéctico-materialista de Lenin. Revisaremos a
continuación, el curso histórico que toma la psicología materialista cuando es interpretada según la
concepción marxista-leninista que desarrollan los psicólogos rusos en la Unión Soviética. El materialismo
ingresa a Rusia por medio de la influencia de la ilustración francesa y de los materialistas de la época. Ya en
el siglo XVIII, los aportes de Lomonósov, Koselski y Radíschev encuentran su contraparte en las filosofías de
Wellanski y Odojevski, quienes, influenciados por el idealismo alemán, se unen a las filas de la parte más
radical de la nobleza (Rubinstein, 1984b). Para inicios del siglo XIX, serían vitales las ideas psicológicas de
Herzen, Belinski, Dobroliúbov, y Chernishevski; sobre todo las de este último, puesto que su filosofía tendría
eco en Ivan Mikailovich Sechenov (1829-1905). Cuando la revolución de octubre estalla en Rusia en 1917,
se produce la transformación de los sistemas político-ideológicos, que, ante la difícil tarea de reeducar al
pueblo soviético bajo la nueva concepción socialista, motiva un movimiento pedagógico que influye en el
desarrollo de la psicología. En ese sentido, “el intento de desarrollar la psicología bajo el aspecto pedagógico
y de utilizar los conocimientos psicológicos en interés de la enseñanza y la educación fue realizado, después
de Ushinski, por Kaptarev hacia finales de los años setenta” (del siglo XIX) (Rubinstein, 1984b, pág. 99). Es
necesario destacar la labor de Antón Semionovich Makarenko (1888-1939), quien se dedicó a la reeducación
de jóvenes adolescentes inadaptados, bajo la idea de que podían adquirir el sentido de “disciplina
consciente”. La creación de laboratorios de psicología experimental se inició en Rusia para finales del siglo
XIX. Uno de los primeros fue el de Vladimir Mijáilovich Béjterev (1857-1927), quien desarrolló la reflexología
como ciencia independiente de la fisiología y la psicología, al contrario de Pavlov.

Otros laboratorios de psicología fueron creados en Petersburgo y Kiev. En 1911 se fundó en la Universidad
de Moscú el único Instituto de Psicología Experimental de Rusia y en 1915 se publica el primer tratado de
psicología experimental. Tradicionalmente, la línea temporal que demarca la evolución de los estudios de
la reflexología coloca a Descartes, como el creador del arco reflejo, a I.M. Sechenov como fundador de la
fisiología rusa con la publicación del libro Los reflejos del cerebro en 1863, y a I.P. Pavlov como creador de la
doctrina de la Teoría de la Actividad Nerviosa Superior con su base en los reflejos condicionados (Petrovsky,
1968, Smirnov, Leontiev, Rubinstein y Teplov, 1960). Sin embargo, es importante mencionar a otros
investigadores rusos que coadyuvaron en menor escala con el surgimiento y desarrollo de la psicología rusa.
Tenemos a N.I. Grot y su teoría del “giro psíquico”, G.I. Chelpanov que sustituyó a Grot en la cátedra de
psicología de la Universidad de Moscú, y a N.N. Lange quien realizara una serie de trabajos de psicología
experimental afines a las investigaciones de Sechenov (Rubinstein, 1974). En 1909, V. I. Lenin (1870-1924)
publica la obra Materialismo y Empiriocriticismo, en la cual expondría su teoría del reflejo, que “constituye
la base para la comprensión del condicionamiento material de la psiquis del hombre, que es su rasgo
filosófico más importante. En esta teoría se afirma la existencia objetiva del mundo y el reflejo, también
objetivo, de este mundo en la actividad psíquica del hombre; dicho reflejo es el factor determinante de toda
su actividad mental” (Anojín, 1987, pág. 26). Para ese entonces, Ivan Petrovich Pavlov (18491936) –quien
ganara el Premio Nobel de medicina en 1904 por sus investigaciones de la fisiología de los procesos
digestivos en canes–, ya estaba interesado en el estudio de la formación de los reflejos condicionados, y
plantearía las leyes de la Teoría de la Actividad Nerviosa Superior. La obra de I.P. Pavlov tiene un alcance –
aún insospechado– para explicar la actividad psíquica, cubriendo centralmente aspectos del aprendizaje y la
personalidad. En sus últimos años Pavlov también estudió los desórdenes clínicos humanos; pero sería A.G.
Ivanov-Smolenski, quien continuaría los trabajos de Pavlov referentes a psiquiatría (Sluchevski, 1960). La
obra de Pavlov, al igual que la de Marx, fue mal interpretada por muchos; quienes le tildaban de
reduccionista, por convertir la psicología en mera fisiología (Pavlov, 1982). Sin embargo, al margen de las
opiniones de los psicólogos idealistas de América y Occidente, el mérito de Pavlov está en haber sentado las
bases científicas para el estudio y la interpretación del psiquismo humano con su base material en la
actividad refleja del cerebro. En 1922 se forma la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y dos años
después se celebraría en Leningrado, el Segundo Congreso Psico neurológico; en el que un osado joven
asombraría a más de uno con sus opiniones acerca de la conciencia. En ese congreso Lev Semionovich
Vigotsky (1896-1934), pronunció una charla sobre “La Metodología de los Estudios Reflexológicos y
Psicológicos”, causando gran incomodidad a los reflexólogos asistentes tales como Béjterev y Blonski. Su
tesis era simple: la psicología científica no podía ignorar los hechos de la conciencia, por lo tanto,
consideraba que el estudio de los reflejos, aunque proporcionaban el fundamento de la conducta, no nos
dicen mucho acerca de la conciencia (Kozulin, 1995, en Pensamiento y Lenguaje). Alexander Romanovich
Luria (19021977), estaba también presente, y se unió a la línea del pensamiento de Vigotsky, y junto con
Alexei Nicolaievich Leontiev formaron la gran tríada de la psicología rusa.

Mientras que Lev S. Vigotsky realizaba investigaciones acerca del desarrollo de las funciones psíquicas
superiores en infantes (Vigotsky, 1995), se iban perfilando sus ideas de la evolución del psiquismo humano,
sugiriendo una aproximación evolutiva para el estudio de la psicología; que debe construirse sobre tres
aspectos: las funciones psíquicas superiores, el desarrollo cultural y el control de los procesos personales del
comportamiento. Siguiendo las ideas de Vigotsky, Luria trabajó con lesionados de guerra para dilucidar por
medio del método sindrómico, el carácter de las alteraciones de las funciones psíquicas en relación con
determinadas áreas de la corteza. Sus trabajos condujeron al desarrollo de una nueva rama del
conocimiento científico: La neuropsicología (Luria, 1988). En la teoría del Desarrollo Sociocultural de
Vigotsky, el autor se vale de la interpretación dialéctica de las “crisis”, para explicar que el curso del
desarrollo se mueve de lo social a lo individual; y reafirmar las ideas de Pierre Janet (1859-1947), de que los
procesos intrapersonales son simplemente relaciones interpersonales transformadas. Desde nuestro punto
de vista, las opiniones de Vigotsky, colocan los procesos consientes como el objeto de estudio de la
psicología, enmarcados por supuesto, dentro de una perspectiva ontogenética; aunque para los clásicos
marxistas de la psicología soviética, sería la personalidad su objeto de estudio. Primero porque, la
personalidad es una categoría psicológica que estructura dialécticamente los procesos cognitivos, afectivos y
volitivos del ser histórico y social del hombre. Segundo porque, bajo el perfil de la teoría marxista, –y siendo
causal de la primera– la personalidad es el sustrato espiritual humano que debe ser rescatado de la
explotación capitalista. Empero, así como Leontiev formula la categoría de la actividad, Vigotsky crea la
categoría de la conciencia, que junto con la categoría reflejo de Lenin, la categoría motivo y la categoría

personalidad; estructuran los fundamentos propiamente psicológicos de la psicología soviética, y surcan un


nuevo camino para el estudio y la comprensión del psiquismo humano. Como vemos, la transformación de
la metodología marxista en la teoría psicológica no pudo realizarse de un sólo golpe, para ello fue necesaria
la intervención de pensadores de diversos campos de la ciencia. Así, un rasgo distintivo de la psicología
científico-materialista es que surge filosóficamente a partir del materialismo dialéctico e histórico; y
científicamente, está sustentada en las ciencias sociales y naturales. Desde el campo de las ciencias
naturales, la Teoría de la Actividad Nerviosa Superior constituye el fundamento biológico de la psicología
científico-materialista, mientras que, en la rama de las ciencias sociales, la teoría marxista y las leyes del
desarrollo histórico nutren el tronco científico-filosófico de la psicología soviética.

PSICOLOGÍA MATERIALISTA EN LA ACTUALIDAD: CUBA, MARX Y MARTÍ: La psicología materialista que se


desarrolla en la Unión Soviética, si bien interpreta el psiquismo humano bajo el rigor del pensamiento
científico que deviene de la teoría materialista de Marx, Engels y Lenin, mantiene aún pequeñas
contradicciones que son superadas –a nuestro parecer– por el enfoque dialéctico contemporáneo sobre el
que trabajan los psicólogos materialistas en la actualidad. Así tenemos, que después del primer paso dado
por los psicólogos rusos, son los psicólogos cubanos quienes toman el relevo de la producción científica
psicológica, teniendo como difícil escenario un mundo globalizado generador de desigualdades y falsas
expectativas ante la presunción de una hermosa síntesis mundial resultante de la unidad alienación-
sometimiento económico entre las naciones dominantes y los países tercermundistas. En palabras de la Dra.
María de los Angeles Tovar (2000), “las tensiones generadas por el empuje de las nuevas tecnologías y el
poder de la globalización hacen que para muchos pueblos emerja una creciente tensión entre la necesidad
de asimilar y adaptarse a esta realidad global y a su vez conservar su identidad y su cultura” (pág. 158).
Siguiendo el curso de la historia, después de la caída del muro de Berlín en 1989, las tensiones de la “guerra
fría” se aplacaron, dejando como residuo un cúmulo de avances tecnológicos que devinieron rápidamente
en cambios trascendentales no sólo para la humanidad en general sino para la psicología en particular. Al
modificarse los medios de producción, al ocupar un lugar central en la vida del hombre el uso de los
ordenadores, la cultura de la imagen orienta la economía mundial hacia el consumismo. Los sistemas de
comunicación sirven de paradigma para las nuevas teorías psicológicas del procesamiento de la información,
y casi paralelamente, la psicología cognoscitiva derivada en cierta medida de la escuela fenomenológica de
Wüzgurgo, e impulsada por las innovaciones científico-tecnológicas de la informática, desarrolla un
idealismo racionalista cuasi-kantiano, que se centra en el estudio de los procesos cognitivos, como finalidad
y objeto de estudio de la psicología. La posición psicológica que asume Cuba surge de la interpretación
marxista de las características socioeconómicas, históricas y culturales del pueblo cubano. El Dr. Diego
González nos dice, por ejemplo, que “la psicología [cubana] debe inspirarse en la integración del
pensamiento marxista con el ideario martiano, entendiendo que esta posición en psicología expresa el
carácter específico del pensamiento marxista cubano y del propio desarrollo de nuestra psicología”
(González, 2000b, pág. 184). Así pues, como José Carlos Mariátegui (1988) interpreta la realidad peruana a
la luz de las leyes histórico-sociales que se desprenden de la teoría marxista. Los psicólogos cubanos hacen
una interpretación del psiquismo humano conforme a las leyes socioculturales que determinan el curso de
su desarrollo, no quedándose en la interrelación unívoca de sus componentes polares; sino más bien,
aplicando el razonamiento dialéctico de la unidad y lucha de contrarios: “Bajo el prisma dialéctico, los
contrarios sólo tienen sentido en sus relaciones mutuas, por lo que no es posible el antes ni el después”
(Bermúdez y Rodríguez, 2001. pág. 71).

Esta interpretación dialéctica, brinda un amplio panorama psicológico, una visión que integra los diversos
conceptos y teorías disgregados por las múltiples corrientes o escuelas psicológicas que, si bien han
enriquecido el pensamiento y los métodos empleados en la psicología, la han abstraído en una crisis,
arrastrada ya por muchos años. Por ejemplo, el Dr. Diego González, cuyo trabajo tiene una amplia
trayectoria en el campo de la educación, nos presenta una concepción integradora del aprendizaje humano
que se caracteriza por la unidad de factores cognoscitivos y afectivos o bien motivacionales: “... todo
aprendizaje, –nos dice– aunque es un producto inmediato o directo de los procesos psíquicos, es el
resultado de la unidad de la actividad externa e interna del sujeto y que sólo puede darse en la unidad de
ambas” (Gonzáles, 2000, pág. 127). El enfoque dialéctico está presente en toda la psicología cubana, como
herencia del pensamiento marxista de la psicología soviética, ya que el estudio de los fenómenos de la
naturaleza no es un trabajo puramente académico, sino que tiene un carácter ideológico (Chudinov, 1982).
En ese sentido, el trabajo realizado por los psicólogos cubanos cubre áreas de la psicología clínica, educativa,
social y laboral principalmente. Un gran número de investigaciones se centran en estos aspectos, así como
en el tratamiento y rehabilitación de personas cuyas funciones psíquicas se encuentran alteradas.

También, se investigan aspectos de la sexualidad humana, el estrés y sus repercusiones, así como diversos
cuadros clínicos; se realizan trabajos de estandarización de pruebas psicológicas y diversos trabajos acerca
de la epistemología de la psicología, etc. La dialéctica, que bien se puede resumir en la tesis, la antítesis y la
síntesis de los hechos, fenómenos y sus mecanismos adyacentes que tienen lugar en contextos naturales y
sociales, concretos o abstractos; establece la cuidadosa lectura de las categorías en que se nos presentan
dichos fenómenos. Así, por ejemplo, bajo la categoría contenido-forma, el positivismo conductista y su
consecuente separación de “lo no observable” y de “lo observable”, de lo interno y lo externo, es resuelta
bajo la interpretación dialéctica del fenómeno psíquico: “Lo interno y lo externo es sólo la forma que
adquiere el objeto psíquico al manifestarse, pues el contenido es siempre el mismo –psíquico– que se
expresa tanto en un plano como en el otro en el mismo instante. (...) Por su forma, lo psíquico será tan
interno como externo. Más por su contenido, será siempre psíquico” (Bermúdez y Rodríguez, 2001, pág. 70).
La interpretación dialéctico-materialista de la psicología cubana, hasta aquí, quizá no difiera mucho de la
interpretación –en igual medida dialéctico-materialista– que hacen los soviéticos de la psicología de a
mediados del siglo XX. Pero hay dos puntos sobre los que se debe poner atención y que merecen ser
tomados en cuenta, para expresar de un modo más concreto las diferencias entre la psicología cubana y la
psicología soviética. Uno de estos puntos, se refiere al uso cada vez más común de pruebas para la
evaluación psicológica en diversas áreas. Los trabajos de revisión y estandarización de test en la población
cubana se han incrementado en los últimos años, bajo ciertos criterios, que dependen del sustento teórico
sobre el que hayan sido construidas (ver Cairo y cols., 2000; Piñeiro y cols., 2001). Este aspecto llama un
poco la atención, ya que los psicólogos rusos se mantuvieron renuentes a emplear métodos cuantitativos
para la evaluación psicológica, considerando que el psiquismo humano en tanto que es social por su origen
no puede ser medido, ya que la calidad de su esencia se pierde en las inconmensurabilidades sociales. Esto
es pues, una muestra del salto cualitativo de la psicología soviética a la psicología cubana; que ha
desarrollado y sostiene, una interpretación más completa de la esencia dialéctica de la unidad de lo
cuantitativo y lo cualitativo, como aspectos inseparables e igualmente importantes para el estudio del
psiquismo. Un segundo aspecto, que está relacionado con el primero, es la introducción de pruebas
psicoanalíticas para la evaluación y el diagnóstico de la personalidad. La prueba del Psicodiagnóstico de
Rorschach, por ejemplo, es utilizada constantemente

bien para la evaluación de pacientes clínicos o como instrumento de investigación cualitativa. La historia de
esta prueba en el contexto sociocultural cubano podemos resumirla en las palabras de Dueñas y Pardillo
(2001): “En nuestro contexto sociocultural, la evolución histórica del Rorschach sigue un desarrollo algo
irregular: comienza en los años 40; alcanza gran esplendor en los años 50 y 60; enlentece su marcha en los
70; casi desaparece en los 80; y renace con nuevos bríos en los 90” (Pág. 85). Resulta pues, algo singular que
psicólogos de tendencia marxista utilicen métodos psicoanalíticos para el estudio del psiquismo humano,
teniendo en cuenta que la psicología marxista y el psicoanálisis han tenido posiciones radicalmente
opuestas. Pero, si bien los clásicos marxistas de la psicología soviética criticaban duramente esta corriente
fundada por S. Freud (1856-1939) por la aproximación netamente idealista en que están basadas sus
suposiciones; los psicólogos cubanos hacen una interpretación más coherente de la técnica psicoanalítica
aplicada al estudio de la personalidad. Al respecto, Pardillo y Dueñas manifiestan lo siguiente: “... la teoría
del Dr. Fernando González Rey (1997) sobre la formación de la personalidad, su estructura y la relación
dialéctica entre sus diferentes aspectos, nos permite aplicar sus postulados fundamentales al estudio de tipo
vivencial, piedra angular del Rorschach, ...” (pág. 178). Más adelante agregan “La relación entre lo
interactivo y lo intrapsíquico es perfectamente adaptable al análisis del tipo vivencial” (Pardillo y Dueñas,
2001). Podemos pues, apreciar claras y rotundas discrepancias que se entretejen bajo diferencias
espaciotemporales entre la psicología soviética y la psicología cubana. En ese sentido, los estudios que se
realizan en cuba resaltan diversas profundidades epistemológicas que reflejan el interés por desarrollar una
ciencia psicológica que más allá del compromiso con el ideario marxista y martiano, se

esfuerza por resolver la crisis que ha ocasionado la pluralidad de corrientes o escuelas psicológicas. Los
psicólogos revolucionarios vemos en Cuba un bastión de la psicología materialista, y la esperanza más
próxima para desarrollar una psicología que dialécticamente, integre los conocimientos y los avances hasta
hoy acumulados por tantos psicólogos, que desde una perspectiva u otra han aportado con el desarrollo y
evolución de la psicología científica.

COMENTARIO FINAL El arduo y complejo camino que ha recorrido la psicología para ocupar un lugar en el
campo de las ciencias modernas, pone en nuestras manos la práctica de una ciencia renovada en su
contenido y su forma. La incorporación del legado marxista al estudio y comprensión del psiquismo humano,
cuya esencia social transporta al plano histórico del hombre la virtud de su evolución y su trascendencia
como fenómeno dinámico y multidimensional; conduce a la maduración de las bases estructurales del
sistema psicológico científico y materialista. En ese sentido, el materialismo, no como doctrina sino como
método científico, se ha establecido sólidamente; en cambio, la primacía de los principios que lo sustentan
se ha perdido del panorama mundial con los avatares del surgimiento de las sociedades neoliberales.
Aunque la historia del desarrollo de la psicología marxista, así como el bagaje de su doctrina, es obviada en
la mayoría de los textos actuales, consideramos sumamente importante atender a la necesidad de trabajar
por una psicología que dialéctica y también holísticamente, cohesione sus esfuerzos para la construcción de
un único cuerpo teórico-psicológico, dejando atrás las barreras del dogmatismo, que sea de donde
provengan, retardan y laceran la esencia dialéctica de su desarrollo.

“Las convicciones son más enemigas de la verdad que la propia mentira” F. Nietzsche.

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