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IMPAR
Adviento y
Cuaresma
Para la celebración
en comunidad
ADVIENTO
LUNES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 7, 1-17
La señal del Emmanuel
En tiempo de Ajaz, hijo de Yotam, hijo de Ozías, rey de Judá, subió Rasón,
rey de Aram, con Pécaj, hijo de Remalías, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla,
más no pudieron hacerlo.
La casa de David había recibido este aviso:
«Aram se ha unido con Efraím».
Y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se
estremecen los árboles del bosque por el viento.
Entonces el Señor dijo a Isaías:
«Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por
la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz, y dile:
«¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de
cabos de tizones humeantes, ya que Aram, Efraím y el hijo de Remalías han
maquinado tu ruina diciendo: Subamos contra Judá y desmembrémoslo, abramos
brecha en él y pongamos allí por rey al hijo de Tabel. Así ha dicho el Señor: No
se mantendrá, ni será así; porque la capital de Aram es Damasco, y el cabeza de
Damasco, Rasón; Pues bien: dentro de sesenta y cinco años, Efraím dejará de ser
pueblo. La capital de Efraím es Samaría, y el cabeza de Samaría, el hijo de
Remalías. Si no os afirmáis en mí no seréis firmes.»
Volvió el Señor a hablar a Ajaz diciendo:
«Pide para ti una señal del Señor tu Dios en lo profundo del seol o en lo
más alto.»
Dijo Ajaz:
«No la pediré, no tentaré al Señor.» Dijo Isaías:
«Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que
cansáis también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He
aquí que la joven está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel. Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo
bueno. Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será
abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo. El Señor atraerá sobre ti y
sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales no los hubo desde aquel
en que se apartó Efraím de Judá.
Responsorio Lc 1, 31. 32
R. Concebirás y darás un hijo, * y le llamarás Jesús.
V. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.
R. Y le llamarás Jesús.
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SEGUNDA LECTURA
De los tratados sobre los salmos de San Hilario, obispo (Sal 14, 4-5: CSEL 22, 86-88)
El cimiento de nuestro edificio es Cristo
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proyectar el bien: hay que ejecutarlo; y la buena voluntad no basta con iniciarla:
hay que consumarla.
Responsorio Cf. Hb 7, 4. 2. 3
R. Considerad ahora cuán grande es éste, que viene a salvar a los pueblos: * Él es
el rey de justicia, sin comienzo de días, ni fin de vida.
V. Ha entrado por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote a semejanza
de Melquisedec.
R. Él es el rey de justicia, sin comienzo de días, ni fin de vida.
MARTES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 8, 1-18
El hijo del profeta es propuesto como señal
El Señor me dijo:
«Toma una tabla grande, escribe en ella con buril:
―Pronto al saqueo, presto al botín‖.»
Entonces yo tomé por fieles testigos míos al sacerdote Urías y a Zacarías,
hijo de Baraquías. Me acerqué a la profetisa, que concibió y dio a luz un hijo, el
Señor me dijo:
«Llámale ―Pronto al saqueo, presto al botín‖.
Porque antes que sepa el niño decir ―papá‖ y ―mamá‖, la riqueza de
Damasco y el botín de Samaría serán llevados ante el rey de Asiria.»
Volvió el Señor a hablarme de nuevo:
«Porque ha rehusado ese pueblo las aguas de Siloé que corren
mansamente y se ha desmoralizado ante Rasón y el hijo de Remalías, por lo
mismo, he aquí que el Señor hace subir contra ellos las aguas del Río
embravecidas y copiosas. Desbordará por todos sus cauces, (el rey de Asiria y
todo su esplendor) invadirá todas sus riberas. Seguirá por Judá anegando a su
paso, hasta llegar al cuello. Y la envergadura de sus alas abarcará la anchura de tu
tierra, Emmanuel.
Sabedlo, pueblos: seréis destrozados; escuchad, confines todos de la
tierra; en guardia: seréis destrozados; en guardia: seréis destrozados. Trazad un
plan: fracasará. Decid una palabra: no se cumplirá. Porque con nosotros está
Dios.
Pues así me ha dicho el Señor cuando me tomó de la mano y me apartó de
seguir por el camino de ese pueblo:
No llaméis conspiración a lo que ese pueblo llama conspiración, ni temáis
ni tembléis de lo que él teme. Al Señor de los ejércitos, a ése tened por santo,
sea él vuestro temor y él vuestro temblor.
Será un santuario y piedra de tropiezo y peña de escándalo para entrambas
Casas de Israel; lazo y trampa para los moradores de Jerusalén. Allí tropezarán
muchos, caerán, se estrellarán y serán atrapados y presos.
Guardo el testimonio, sello la enseñanza entre mis discípulos. Y aguardaré
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por el Señor, el que vela su faz de la casa de Jacob, y esperaré por él. Aquí
estamos yo y los hijos que me ha dado el Señor, por señales y pruebas en Israel,
de parte del Señor de los ejércitos, el que reside en el monte Sión.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías de San Cirilo de Alejandría (Lib. 1, 2: PG 70,
67-71)
Visión escatológica de la Iglesia
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de
los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles. Esta
profecía ha tenido cumplimiento en beneficio de los mortales en esta etapa
final, esto es, en las postrimerías de este mundo, en que se manifestó el Verbo
unigénito de Dios hecho carne, nacido de mujer; cuando él se representó y
presentó a sí mismo la mística Judea o Jerusalén, es decir, la Iglesia, como una
virgen casta, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada,
como está escrito.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá
en sus caminos y marcharemos pos sus sendas». No creo que sea necesario
acudir a largas explicaciones para demostrar que todos los pueblos fueron
constreñidos e integrados en la Iglesia por la fe: pues los mismos
acontecimientos están ahí, patentes y verídicos, para atestiguarlo. La multitud de
las naciones no recibió el llamamiento a través de la pedagogía de la ley ni por
medio de los santos profetas; fue más bien congregada por una gracia divina y
misteriosa, que iluminaba las inteligencias y les infundía, por medio de Cristo, el
deseo de la salvación.
Primero suben, después cuidan de que se les anuncie la palabra de Dios y
prometen marchar por los caminos del Señor, es decir, por las sendas del
evangelio, al cual se entra por la purificación que viene de la fe. Pues los que
desean ser instruidos en los caminos del Señor, se sobrentiende que han de
comenzar abjurando de su inveterado error de profanidad. De lo contrario no
tendría sentido la apetencia de cosas mejores, si no ha precedido la abdicación
del pasado. ¿Y cuál es su mistagogo? ¿Quién los condujo al conocimiento de la
verdad y los llevó a la persuasión de que, calificando de ridículas las anteriores
creencias, se lanzaran a abrazar la fe nueva? ¿Es que no fue Dios? Él fue quien
iluminó sus inteligencias y corazones y los movió a decir y a sentir al unísono: De
Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor.
Así, pues, el profeta predijo el tiempo de la vocación y conversión de los
gentiles, al decir: Cuando Dios, Rey y Señor del universo, juzgue a las gentes,
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esto es, cuando ejerza su derecho de juzgar y de hacer justicia sobre todos los
pueblos. Prevaleció la injusticia entre los pueblos que mutuamente se destruían
y se entregaban a todo género de crueldad y disolución. Pero una vez suprimido
este estado de cosas, Dios instauró el reinado de la justicia y la rectitud.
Cuando sobre las naciones reinó Cristo, que es la paz, desaparecieron de
en medio las disensiones, las contiendas, las refriegas y toda clase de
apetencias; desaparecieron asimismo las consecuencias negativas de la guerra, y
el miedo a que las guerras dan origen. Todo esto lo consiguió la voluntad de
aquel que nos dijo: La paz os dejo, mi paz os doy.
MIERCOLES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 9, 1-7
El príncipe de la paz
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Responsorio Lc 1, 32. 33; Is 9, 5
R. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; * y reinará en la casa de
Jacob para siempre.
V. Será llamado: «Dios poderoso», «Padre sempiterno» y «Príncipe de la paz».
R. Y reinará en la casa de Jacob para siempre.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de Pedro de Blois, presbítero (Sermón 3 sobre la venida del Señor: PL
207, 569-572)
Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno su propio
trabajo
Siguiendo el consejo del Apóstol, llevemos ya desde ahora una vida sobria,
honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del
gran Dios. Hay una religión del hombre para con el Señor, una honradez para con
el prójimo y una sobriedad para consigo mismo. La venida del Señor puede
sernos perniciosa, si no la esperamos religiosa, sobria y honradamente.
Tres son las venidas del Señor: la primera en la carne, la segunda en el
alma, la tercera en el juicio. La primera tuvo lugar a medianoche, la segunda por
la mañana, la tercera al mediodía.
Respecto a la primera venida citemos las palabras de verdad del evangelio:
A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo!». Pienso que era
medianoche cuando, en medio de un profundo silencio, la noche llegó a la mitad
de su carrera. Era noche para los judíos, cuyos ojos había oscurecido la malicia
para que no pudieran ver. Y lo mismo el pueblo de los paganos, que caminaba en
tinieblas. Llega el esposo y se oye una voz.
Rompióse el silencio en la noche. Llegó el que ilumina lo escondido en las
tinieblas; ahuyentó la noche e hizo el día. ¿Y por qué a medianoche se oyó una
voz, sino porque cuando un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la
noche en su carrera, la Palabra todopoderosa decidió descender desde el trono
real de los cielos, conociendo los profetas la venida de Cristo, prorrumpieron en
gritos de triunfo y alegría, rompiendo de la noche el profundo silencio? Grande
era ciertamente el griterío, al que singular y colectivamente se sumó el coro de
los profetas.
Si queremos que la venida de Cristo nos sea causa de redención,
preparémonos para su llegada, como nos amonesta el profeta en la persona de
Israel: Prepárate, Israel, y sal al encuentro del Señor que se acerca. También
vosotros, hermanos, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene
el Hijo del hombre. La primera venida pertenece ya al pasado.
Cristo apareció en el mundo y vivió entre los hombres. Cristo vino para dar
personalmente cumplimiento a la ley por nosotros; y como, según el Apóstol, un
testamento sólo adquiere validez a la muerte del testador, Cristo convalidó el
testamento de nuestra redención en la cruz, de palabra, por el Espíritu y con las
obras.
Nos encontramos en el tiempo de la segunda venida, a condición sin embargo
de que seamos tales que Cristo se digne venir a nosotros. Pero podemos estar
seguros de que, si le amamos, él vendrá a nosotros y hará morada en nosotros. Esta
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venida a nosotros es incierta.
Por lo que se refiere a la tercera venida, hay una cosa ciertísima: que vendrá; y
una cosa inciertísima: cuándo vendrá. ¿Hay algo más cierto que la muerte? Y sin
embargo nada más incierto que la hora de la muerte. En esta vida sólo podemos estar
seguros de una cosa: de que no estamos seguros. Tan pronto estamos sanos como
caemos enfermos; tan pronto nos sonríen todos los éxitos como se dan cita todas las
desgracias; hoy existimos, mañana dejamos de existir: la muerte no perdona ni edad
ni sexo.
¡Dichoso el que puede decir confiado: Mi corazón está firme, Dios mío, mi
corazón está firme! Este tal percibe el fruto de gracia de la primera venida, y recogerá
de la segunda venida el fruto de salvación y de gloria. La primera da acceso a la
segunda, y ésta prepara para la tercera. La primera venida fue oculta y humilde, la
segunda es secreta y admirable; la tercera será manifiesta y terrible. En la primera
vino a nosotros, para entrar en la segunda dentro de nosotros; en la segunda entró
dentro de nosotros, para no tener que venir en la tercera contra nosotros. En la
primera venida nos otorgó su misericordia, en la segunda nos confiere su gracia, y en
la tercera nos dará la gloria, porque el Señor da la gracia y la gloria.
El Señor dará a los santos la recompensa de sus trabajos. De esta venida él
mismo dice: Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno
su propio trabajo. Que Cristo Jesús, a quien hemos recibido como salvador y
esperamos como juez, nos salve, no según las malas obras que hayamos hecho
nosotros, sino según su gran misericordia.
JUEVES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 10, 5-21
El Día del Señor
¡Ay de Asiria, vara de mi ira! ¡Mi furor es bastón entre sus manos!
Lo envío contra una nación impía, lo mando contra el pueblo que provoca mi
cólera, para saquearlo y despojarlo, para hollarlo como barro de las calles.
Pero él no lo entiende así, no es eso lo que piensa en su corazón, sino
exterminar, aniquilar naciones numerosas.
Se decía:
«¿No son reyes mis ministros? ¿No le pasó a Calnó como a Carquemis? ¿No es
Jamat como Arpad y Samaría como Damasco? Así como mi mano alcanzó a aquellos
reinos con más ídolos e imágenes que Jerusalén y Samaría, lo mismo que hice con
Samaría y sus ídolos, ¿no lo haré con Jerusalén y sus imágenes?».
Cuando el Señor haya concluido su tarea en la montaña de Sión y en Jerusalén,
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pedirá cuentas de la soberbia de corazón del rey de Asiria y de la arrogancia de su
mirada altanera.
Porque se decía:
«Con la fuerza de mi mano lo he hecho, con mi saber, porque soy inteligente.
He borrado las fronteras de las naciones, he saqueado sus tesoros y, como un héroe,
he destronado a sus señores. Mi mano ha alcanzado a las riquezas de los pueblos,
como si fueran un nido; como quien recoge huevos abandonados, recogí toda su
tierra. Ninguno batió el ala, ninguno abrió el pico para piar».
¿Se enorgullece el hacha contra quien corta con ella? ¿Se gloría la sierra contra
quien la mueve? ¡Como si el bastón moviera a quien lo sostiene, o la vara sostuviera a
quien no es de madera!
Por eso, el Señor, Dios del universo, debilitará a los hombres vigorosos y bajo
su esplendor encenderá un fuego abrasador. La luz de Israel se convertirá en fuego, el
Dios santo en llamas, arderá y devorará en un día sus espinos y zarzas.
Consumirá el esplendor de su bosque y de su huerto, de la médula a la corteza.
Será como un enfermo que se extingue. Árboles contados quedarán de su bosque, un
niño podría contarlos.
Aquel día, el resto de Israel y los supervivientes de la casa de Jacob no
volverán a apoyarse en su agresor, sino que se apoyarán con lealtad en el Señor, en el
Santo de Israel. Un resto volverá, un resto de Jacob al Dios fuerte.
Responsorio Jl 2, 1. 2; 2 Pe 3, 10
R. Tiemblen los habitantes del país: que viene, ya está cerca el día del Señor. *
Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.
V. Vendrá el día del Señor como un ladrón: entonces desaparecerán los cielos con
estruendo, los elementos abrasados se disolverán y la tierra con todas sus obras
dejará de existir.
R. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de San Odilón, Abad (Sermón 10, sobre San Juan Bautista: PL 142,
1019-1020)
Mira, yo envío mi mensajero delante de ti
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fulgurante Juan, el Precursor del Señor, quien con meridiana claridad, expuso
públicamente las predicciones de todos los patriarcas y los vaticinios de los profetas.
Este hombre santo no sólo fue justo, sino que nació de padres justos. Justo en
la predicación, justo en toda su conducta, justo en el martirio. El arcángel Gabriel
anunció su nacimiento, su justicia, su santidad y toda su intachable conducta; y la
narración evangélica trazó ampliamente su retrato. No hay palabras de humana
sabiduría capaces de expresar los dones de santidad y de gracia celestial de que el
Precursor del Señor fue enriquecido; pero no debemos silenciar lo que de él y a él se
le dijo.
¿Pero qué puede añadir a un hombre tan grande la palabra de un pobre
hombre? ¿Qué podrá decir en su elogio la pequeñez humana, cuando habla de él
nada menos que la suma e inefable Trinidad? Habla de él Dios Padre en un salmo,
habla también en el evangelio. En el salmo: Enciendo una lámpara para mi ungido. De
él escribe el santo evangelista: Él era la lámpara que ardía y brillaba. En el evangelio
se le dice: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha
de bautizar.
Algunos testimonios que el Espíritu Santo enuncia a través de Isaías y Jeremías
aludiendo primariamente a la persona del Salvador, pueden ser convenientemente
atribuidos, según el magisterio celeste y el sentido católico, a la persona de su
Precursor.
De él dio testimonio mucho más claramente el Espíritu Santo del que estuvo
repleto desde el vientre materno: a la llegada de la Madre del Señor —como nos
cuenta el evangelio—, saltó milagrosamente de alegría, no por instinto natural, sino al
impulso de la gracia.
El mismo Señor Jesús, de quien Juan dio testimonio diciendo: Este es el
cordero de Dios, éste es el que quita el pecado del mundo, durante su vida pública
afirmó de él: No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; al decir
que es el más grande de los nacidos de mujer, insinuó que estaba exento del vicio de
ligereza y de amor a los placeres; afirmó que era un profeta y un súper-profeta; y
aquel a quien él, con el poder de su divinidad, adornó con tal cúmulo de privilegios
en virtud y gracia, que superó los méritos de todos los mortales, es llamado por Dios
mensajero y fue enviado delante de él a preparar los caminos de la salvación, tal
como el Señor nos lo enseñó aduciendo un oráculo del profeta Malaquías.
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VIERNES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 11, 10-16
Retorno del resto del pueblo de Dios
Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se
volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.
Aquel día, el Señor tenderá otra vez su mano para rescatar el resto de su
pueblo: los que queden en Asiria y en Egipto, en Patros, Cus y Elán, en Sinar,
Jamat y en las islas del mar.
Izará una enseña hacia las naciones, para reunir a los desterrados de Israel,
y congregar a los dispersos de Judá, desde los cuatro extremos de la tierra.
Cesará la envidia de Efraín, se acabará la hostilidad de Judá: Efraín no
envidiará a Judá, ni Judá será hostil a Efraín.
Caerán contra el flanco de los filisteos a Occidente, juntos despojarán a los
hijos del Oriente: Edón y Moab son su propiedad, los amonitas son sometidos.
El Señor secará la lengua del mar de Egipto, agitará su mano contra el Nilo,
con su soplo ardiente lo dividirá en siete brazos, lo cruzarán en sandalias, y
habrá una calzada para el resto de su pueblo que quede en Asiria, como la
calzada de Israel cuando subió de Egipto.
SEGUNDA LECTURA
Del comentario sobre el profeta Isaías de San Cirilo de Alejandría, obispo
(Lib. 3, t. 5: PG 70, 850-851)
Nos llamamos cristianos y en Cristo está puesta toda nuestra esperanza
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Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Lo que se dice de él que fue ungido según el modo humano y hecho
partícipe del Espíritu Santo, cuando es él el que comunica el Espíritu y el que
santifica la criatura, lo aclaró al decir: Sobre él he puesto mi Espíritu. Se nos dice
en efecto que, una vez bautizado el Señor, se abrió el cielo y bajó el Espíritu
Santo sobre él en forma de paloma y se posó sobre él. Ahora bien: si en su
condición de hombre recibió el Espíritu Santo en el momento del bautismo, esto
pudo ocurrir en muchas otras ocasiones. Porque no fue santificado en cuanto
Dios al recibir el Espíritu, ya que es él el que santifica, sino en cuanto hombre en
atención a la economía divina.
Así pues, fue ungido para juzgar a las naciones. El juicio a que aluden estas
palabras es llamado juicio justo: condenando a Satanás que las tiranizaba,
justificó a las naciones. Es lo que él mismo nos enseñó, diciendo: Ahora va a ser
juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y
cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Condenó, pues, a muerte al que se había apoderado de toda la tierra,
reservando para su juicio santo a los que se habían dejado engañar por él. Pero
—dice— no gritará, no clamará, no voceará por las calles. El Salvador y Señor del
universo se comportó en el tiempo de su peregrinación, con mucha discreción y
humildad, y como sin estrépito, sino silenciosa y calladamente a fin de no
quebrar la caña cascada ni apagar el pabilo vacilante.
Y ¿qué es lo que hará y cómo gobernará a las naciones? Promoverá
fielmente el derecho. Aquí «derecho» parece sinónimo de «ley». Pues está
escrito de Dios, Señor de Israel y del mundo entero: Tú administras la justicia y el
derecho, tú actúas en Jacob. Proclamó en toda su verdad el derecho o la ley
medio oculta en las figuras; mostró, con el oráculo evangélico, el estilo de vida
acepto a sus ojos, y transformó el culto de la ley basado en la letra, en un culto
radicado en la verdad.
El evangelio fue predicado por toda la tierra y sus vaticinios quedaron
como esculpidos. Pues está escrito: Tu justicia es justicia eterna, tu voluntad es
verdadera. En su nombre —dice— esperarán las naciones. Una vez que le hayan
reconocido como verdadero Dios, aunque sea un Dios encarnado, depositarán
en él su confianza, como dice el salmista: Tu nombre es su gozo cada día. Nos
llamamos cristianos y en Cristo está puesta toda nuestra esperanza.
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LUNES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 34, 1-17
Juicio del Señor sobre Edom
Responsorio 1 Pe 4, 17-18; Jb 4, 18
R. Ha llegado el tiempo en que comienza el juicio por la casa de Dios; y, si
empieza así por nosotros, ¿qué fin tendrán los que rechazan el mensaje de Dios?
* Y, si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?
V. Dios no encuentra fieles ni a sus criados.
R. Y, si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?
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SEGUNDA LECTURA
Del Tratado sobre la Trinidad de San Hilario, obispo (Lib. 11, 36-40: PL 10, 423-425)
El Hijo entregará al reinado de Dios, a los que él llamó al reino
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el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido
la resurrección.
Todo lo que acabamos de decir se refiere al sacramento del cuerpo, pues
Cristo es las primicias de los resucitados de entre los muertos. ¿Y por qué
secreta razón resucitó Cristo de entre los muertos? Nos lo aclara el Apóstol al
decir: Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del
linaje de David. Así que la muerte y la resurrección en Cristo son correlativas a su
condición de hombre. Reina en este su cuerpo ya glorioso hasta que, eliminadas
las potencias adversas y vencida la muerte, someta a todos los enemigos.
MARTES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 35, 1-10
Retorno de los redimidos a través del desierto
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romper el yugo de vuestra esclavitud.
V. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, a resarcir y a
salvarnos.
R. A romper el yugo de vuestra esclavitud.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados sobre los salmos de San Hilario, obispo (Sal 2, 31.34 35.37: CSEL 22,
60.63.64.65)
Cristo regirá como pastor las naciones que se le han confiado
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Señor los pueblos que le han sido entregados: un cetro incorruptible, no caduco
ni frágil, sino de hierro, es decir, inflexible y, debido a la solidez de su naturaleza,
firmísimo.
MIERCOLES II
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro de Rut 1, 1-22
Fidelidades de Rut
16
«Ya ves —dijo Noemí— que tu cuñada vuelve a su pueblo y a sus dioses.
Ve tú también con ella».
Pero Rut respondió:
«No insistas en que vuelva y te abandone. Iré adonde tú vayas, viviré donde
tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; moriré donde tú
mueras, y allí me enterrarán. Juro ante el Señor que solo la muerte podrá
separarnos».
Viendo que Rut estaba decidida a seguirla, Noemí no insistió. Y las dos
continuaron el camino hasta llegar a Belén.
Su llegada produjo cierta conmoción en la ciudad. Las mujeres se
preguntaban:
«¿No es ésta Noemí?». Pero ella respondía:
«No me llaméis Noemí; llamadme Mará, porque el Todopoderoso me ha
colmado de amargura. Salí llena y el Señor me devuelve vacía.
¿Por qué me llamáis Noemí, si el Señor me ha afligido tanto y el
Todopoderoso me ha hecho tan desgraciada?».
Así fue como Noemí volvió de la región de Moab junto con Rut, su nuera
moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la siega de la cebada.
Responsorio Jl 3, 5; Am 9, 11-12
R. En el monte de Sión y en Jerusalén quedará un resto; como lo ha prometido el
Señor a los supervivientes * que él llamó.
V. Levantaré la tienda caída de David, levantaré
sus ruinas, para que posean las primicias de Edom y de todas las naciones.
R. Que él llamó.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías de San Cirilo, obispo (Lib. 4, or. 1: PG 70, 859-
861)
Su gloria llenará la tierra
17
Hemos atravesado, como un mar, el oleaje de la presente vida con su
cortejo de innumerables y vanas agitaciones. Hemos comido el maná espiritual e
intelectual, y el pan del cielo que da vida a mundo; hemos bebido el agua que
brotaba de la roca, es decir, de las aguas cristalinas de Cristo, abundantes,
deliciosas. Hemos atravesado el Jordán a través del inapreciable don del
bautismo. Hemos entrado en la tierra prometida y digna de los santos, de la que
el mismo Salvador hace mención cuando dice: Dichosos los sufridos, porque
ellos heredarán la tierra.
Era por tanto conveniente que por estos acontecimientos nuevos el reino
de Cristo, esto es, todos los que sumisos le obedecen, cantaran un cántico
nuevo. Y este himno o, lo que es lo mismo, esta digna glorificación, debe ser
cantado no sólo por los judíos, sino desde el uno al otro confín de la tierra, es
decir, por todos cuantos viven en la tierra entera. En otro tiempo Dios se
manifestaba en Judá y en solo Israel era grande su fama. Pero una vez que
hemos sido llamados por Cristo al conocimiento de la verdad, el cielo y la tierra
están llenos de su gloria. Así lo afirma el salmista: Su gloria llenará la tierra.
JUEVES II
PRIMERA LECTURA
Del libro de Rut 2, 1-13
Encuentro de Booz con Rut
18
en pie hasta ahora, sin descansar un momento».
Booz dijo entonces a Rut:
«Escucha, hija mía. No vayas a espigar a otro campo, no te alejes de aquí.
Quédate junto a mis criados. Fíjate dónde siegan los hombres y ve detrás de
ellos. He mandado que no te molesten. Cuando tengas sed, bebe de los cántaros
que ellos han llenado».
Ella se postró ante él y le dijo:
«¿Por qué te interesas con tanta amabilidad por mí, que soy una simple
extranjera?».
Booz respondió:
«Me han contado cómo te has portado con tu suegra después de morir tu
marido; cómo has dejado a tus padres y tu tierra natal para venir a un pueblo que
no conocías. El Señor te pague lo que has hecho; el Señor, Dios de Israel, bajo
cuyas alas has venido a refugiarte, te conceda lo que mereces».
Rut dijo:
«Gracias, señor. Tus palabras me consuelan y alivian mi corazón. Si lo
tienes a bien, trátame como a una de tus criadas».
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías San Cirilo de Alejandría (Lib 3, t l: PG 70, 563-
566)
Por la fe en Cristo hemos sacudido el enojoso y pesado yugo del pecado
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con los muertos, no nos dejaremos arrastrar por una excesiva tristeza como los
hombres sin esperanza.
La culpabilidad del pueblo parece dar razón de la presencia de la muerte:
por ella fuimos inducidos a la desobediencia y al pecado, éste abrió las puertas a
la muerte, y la muerte dominó a todos los habitantes de la tierra.
Pero como a muchos les costaba aceptar el misterio de la resurrección por
parecerles increíble dada su misma magnificencia, el santo profeta se vio
obligado a añadir: Ha hablado la boca del Señor.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios de quien esperamos que nos
salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará
sobre este monte».
Conoceréis —dice— al que propina la alegría, además del vino; conoceréis
también al que unge con ungüento a los que en Sión tienen menos capacidad
para entender: conoceréis que es realmente Dios e Hijo de Dios por naturaleza,
aun cuando se haya manifestado en forma de siervo, hecho hombre para
salvación y vida de todos, y en todo semejante al hombre terreno menos en el
pecado. Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara;
celebremos su salvación.
Pienso que estas palabras se refieren sobre todo a los israelitas, quienes
bien nutridos con las palabras de Moisés y no ignorando las predicciones de los
santos profetas, esperaron en su tiempo, la venida de nuestro Señor Jesucristo,
salvador y redentor. De hecho, Zacarías el padre de Juan, lleno del Espíritu Santo,
profetizó que Dios había suscitado una fuerza de salvación para el pueblo.
También Simeón, tomando en brazos al Niño dijo: Mis ojos han visto a tu
Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.
Y cuando hayan reconocido a su salvador y redentor, al que es la esperanza
de todos los hombres, al anunciarlo por los profetas, entonces dirán: Aquí está
nuestro Dios. Y reconocerán al mismo tiempo que la mano del Señor se posará
sobre este monte. Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que por «monte»
debe entenderse la Iglesia, pues en ella se nos da el descanso. Hemos
efectivamente oído decir a Cristo: Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados y yo os aliviaré. Y es que por la fe en él hemos sacudido el enojoso y
molesto peso del pecado. Este descanso tiene además otra motivación: nos
vemos libres del terror al suplicio que hubiéramos debido padecer y de las
penas que por nuestros pecados hubiéramos tenido que pagar. Y no para ahí la
benevolencia de Cristo, nuestro salvador para con nosotros: hay que añadir los
bienes que todavía esperamos: la posesión del reino de los cielos, la vida
interminable y eterna, y la ausencia de los males que suelen ser el obligado
cortejo de la tristeza.
20
VIERNES II
PRIMERA LECTURA
Del libro de Rut 2, 14-23
Regreso de Rut junto a Noemí
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado contra las herejías de San Ireneo, obispo (Lib. 5,19, 1; 20, 2; 21, 1: SC 153,
248-250. 260-264)
Eva y María
21
siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por él, y, mediante la obediencia
en el árbol de la cruz, llevó a cabo la expiación de la desobediencia cometida en
otro árbol, al mismo tiempo que liquidaba las consecuencias de aquella
seducción con la que había sido vilmente engañada la virgen Eva, ya destinada a
un hombre, gracias a la verdad que el ángel evangelizó a la Virgen María,
prometida también a un hombre.
Pues de la misma manera que Eva, seducida por las palabras del diablo, se
apartó de Dios, desobedeciendo su mandato, así María fue evangelizada por las
palabras del ángel, para llevar a Dios en su seno, gracias a la obediencia a su
palabra. Y si aquélla se dejó seducir para desobedecer a Dios, ésta se dejó
persuadir a obedecerle, con lo que la Virgen María se convirtió en abogada de la
virgen Eva.
Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza, pues
declaró la guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un principio, por medio de
Adán, nos había hecho prisioneros, y quebrantó su cabeza, como encontramos
dicho por Dios a la serpiente en el Génesis: Establezco hostilidades entre ti y la
mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en
el talón.
Con estas palabras se proclama de antemano que aquel que había de nacer
de una doncella y ser semejante a Adán habría de quebrantar la cabeza de la
serpiente. Y esta descendencia es aquella misma de la que habla el Apóstol en su
carta a los Gálatas: La ley se añadió hasta que llegara el descendiente beneficiario
de la promesa.
Y lo expresa aún con más claridad en otro lugar de la misma carta, cuando
dice: Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una
mujer. Pues el enemigo no hubiese sido derrotado con justicia si su vencedor no
hubiese sido un hombre nacido de mujer. Ya que por una mujer el enemigo
había dominado desde el principio al hombre, poniéndose en contra de él.
Por esta razón el mismo Señor se confiesa Hijo del hombre, y recapitula en
sí mismo a aquel hombre primordial del que se hizo aquella forma de mujer:
para que así como nuestra raza descendió a la muerte a causa de un hombre
vencido, ascendamos del mismo modo a la vida gracias a un hombre vencedor.
22
LUNES III
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de las Crónicas 17, 1-15
Oráculo del profeta Natán
En aquellos días, una vez instalado en su casa, David dijo al profeta Natán:
«Mira yo vivo en una casa de cedro, mientras que el Arca de la alianza del
Señor está en una tienda».
Natán le respondió:
«Haz lo que te dicte el corazón, porque Dios está contigo».
Pero aquella noche Natán recibió esta palabra de Dios:
«Ve a decir a mi siervo David: ―Así dice el Señor: No serás tú quien me
construya la Casa para habitar. Desde el día en que liberé a Israel hasta el día de
hoy no he habitado en casa alguna, sino que he estado de tienda en tienda y de
santuario en santuario. Mientras iba de un lugar a otro con todo Israel, ¿acaso
dirigí la palabra a algún juez de Israel, a los que mandé gobernar a mi pueblo,
para decirle:
¿Por qué no me construís una casa de cedro?‖.
Pues bien, di a mi siervo David: ―Así dice el Señor del universo: Yo te tomé
del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He
estado contigo dondequiera que hayas ido, he eliminado a todos tus enemigos
ante ti y voy a hacerte tan famoso como a los más famosos de la tierra.
Dispondré un lugar para mi pueblo Israel, lo plantaré para que viva en él; ya no
será perturbado, ni los malvados continuarán humillándolo, como antaño, como
en los días en que instituí jueces sobre mi pueblo, Israel, sino que humillaré a
todos tus enemigos.
Te anuncio además que el Señor te edificará una casa. Y cuando llegue el
momento de irte con tus antepasados, suscitaré a un descendiente, a uno de tus
hijos, y afianzaré su reino. Él me edificará un templo y yo consolidaré su trono
para siempre. Yo seré para él padre y él será para mí hijo; no le retiraré mi favor,
como se lo retiré a tu predecesor. Lo confirmaré para siempre en mi casa y en mi
reino, y su trono estará firme eternamente‖».
Natán comunicó a David toda esta visión y todas estas palabras.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Miqueas de San Cirilo de Alejandría, obispo
(Num. 7, 72: PG 71, 774-775)
Los hombres de fe son los que reciben la bendición con Abrahán el fiel
23
Realmente el misterio de Cristo nos colma de estupor, y la excelencia de
su bondad para con nosotros supera toda capacidad de admiración. Por eso, el
profeta Habacuc, estupefacto ante la economía de la encarnación, se expresa
con toda claridad: Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra. Pues el
Unigénito, igual por naturaleza a Dios Padre, de rico que era en cuanto Dios se
hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza, para salvar lo que estaba
perdido, consolidar lo débil, vendar las heridas, dar vida a lo muerto, purificar la
impureza y honrar con la adopción filial a los que eran siervos por naturaleza.
Que todos lo aclamen: ¿Quién como tú, oh Dios? Sí, es bueno hasta el punto de
no recordar las injurias y perdonar los pecados del resto de su heredad, bajo
cuyo nombre hay que incluir a los creyentes de Israel, ya que la gran mayoría fue
a la ruina más completa por negarse a creer.
Y no contuvo su ira como memorial. Fuimos arrojados en Adán, pero
recibidos en Cristo. Si por la transgresión de uno —dice— murieron todos, así
por la justicia de uno solo vivirán muchos. Cesó de airarse: Porque Dios es
misericordioso. En el momento de la conversión, esto es, de la encarnación o, lo
que es lo mismo, de la asunción de la naturaleza humana, arrojó simbólicamente
al mar los pecados de todos. Y como —dice— prometió a los santos padres
Abrahán y Jacob multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, les
dará — dice— lo que les prometió. Serán llamados padres de muchas naciones,
esto es, no sólo de los descendientes de Israel según la carne, sino también de
aquellos que son llamados hijos según la promesa.
Estos son los que, procedentes de la incircuncisión o de la circuncisión
forman por la fe una sola unidad espiritual. Pues está escrito: No todos los
descendientes de Israel son pueblo de Israel; es lo engendrado en virtud de la
promesa lo que cuenta como descendencia. Los hombres de fe son los que
reciben la bendición con Abrahán el fiel. Y por bendición puede entenderse la
gracia de Cristo, por el cual y en el cual sea dada gloria a Dios Padre en unión del
Espíritu Santo por los siglos. Amén.
MARTES III
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Miqueas 4, 1-7
Las naciones suben al monte del Señor
24
de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las
naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos
instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; pues de Sión saldrá la
ley, la palabra del Señor, de Jerusalén».
Juzgará entre muchas naciones, será árbitro de pueblos poderosos y
lejanos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la
espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Cada cual habitará bajo su parra y su higuera, sin sentirse molestado por nadie.
¡Lo ha dicho el Señor del universo!
Si todas las naciones van tras sus dioses, nosotros caminamos en el
nombre del Señor, nuestro Dios, por siempre jamás.
Aquel día —oráculo del Señor— juntaré a las ovejas cojas, reuniré a las
dispersas y a las que había afligido.
Haré de las cojas un resto, de las cansadas, un pueblo numeroso. El Señor
reinará sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y para siempre.
Responsorio Mi 4, 2; Jn 4, 25
R. Irán pueblos numerosos diciendo: «Vamos a subir al monte del Señor, al
templo del Dios de Jacob. * Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus
sendas.»
V. Viene el Mesías, el Cristo; cuando venga, nos hará saber todas las cosas.
R. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Malaquías de San Cirilo de Alejandría, obispo
(Núm. 3, 32: PG 72, 330-331)
Vendrá el Señor y su doctrina superará a la ley
Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. Estas
palabras proféticas han sido muy oportunamente acomodadas al misterio de
Cristo. Dios Padre le hizo para nosotros Emmanuel: justicia, santificación y
redención, purificación de toda inmundicia, liberación del pecado, rechazo de la
deshonestidad, camino hacia un modo de vivir más santo y digno, puerta de
acceso a la vida eterna; por él fueron enderezadas todas las cosas, derrocado el
poder del diablo, reencontrada la justicia.
Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. Estas
palabras parecen anunciar al Bautista. Pues el mismo Cristo dijo en otro lugar: Él
es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de mí para que prepare
el camino ante ti». Esto mismo lo confirma san Juan cuando interpelaba a los que
acudían a él para recibir el bautismo de conversión de esta manera: Yo os
bautizo con agua, pero detrás de mí viene uno, y yo no merezco agacharme para
desatarle las sandalias: él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el
mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Fíjate cómo Cristo vino de
improviso después de su Precursor: se mantuvo oculto a todos los judíos,
apareciendo entre ellos de un modo repentino e inesperado. Decimos que al
25
santo Bautista se le llama «ángel»: no por naturaleza, ya que Juan nació de una
mujer, hombre como nosotros, sino porque se le confió la misión de predicarnos
y anunciarnos a Cristo, misión típicamente angélica. Juan es «ángel» por su
oficio, no por su condición de ángel.
Se dice que entrará en el santuario, bien porque la Palabra se hizo carne y
en ella habitó como en un santuario, santuario que asumió del castísimo cuerpo
de la santísima Virgen; bien en cuanto hombre perfecto, alma y cuerpo, que
según la fe fue formado sin intermediario, por la divina providencia; o
sencillamente por santuario se entiende Jerusalén, como ciudad santa y
consagrada a Dios; o también la Iglesia de la que Jerusalén era tipo.
Por lo demás, su venida o presencia Cristo la promulgó mediante muchas y
estupendas obras: Proclamando el Evangelio del reino, curando las
enfermedades y dolencias del pueblo, como está escrito. Entrará, pues, el Señor
–dice– a quien vosotros buscáis, los que decís en vuestro apocamiento: ¿Dónde
está el Dios de la justicia?
Vendrá, pues, y su doctrina superará a la ley, a los símbolos y a las figuras.
Y será el mensajero de la alianza, otrora anunciado por boca de Dios Padre. En
cierto pasaje de los libros santos se le dice al doctor Moisés: Suscitaré un profeta
de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que
yo le mande.
Que Cristo es el mensajero del nuevo Testamento, lo atestigua Isaías de
esta manera hablando de él: Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica
empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego. Porque un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre:
maravilla de Consejero. Consejero indudablemente de Dios Padre.
MIÉRCOLES III
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Miqueas 5, 1-8
El Mesías será la paz
26
nuestros palacios, alzaremos contra él siete pastores, alzaremos ocho guerreros.
Pastorearán Asiria con la espada, la tierra de Nimrod con el puñal; nos salvará de
Asiria, que invadió nuestro país, que atravesó nuestras fronteras.
El resto de Jacob estará en medio de naciones numerosas, como rocío que
viene del Señor, como chubasco sobre el césped, que nada espera de los
hombres, ni cuenta con ellos para nada.
El resto de Jacob estará en medio de naciones numerosas, como león
entre fieras salvajes, como cachorro de león entre ovejas, que pasa, pisa y
desgarra sin que puedan quitarle la presa.»
Responsorio Cf. Mi 5, 2. 4. 5; Za 9, 10
R. Belén, ciudad del Dios altísimo, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyo origen es
antiguo, de tiempo inmemorial; se mostrará grande hasta los confines de la
tierra. * Y él será nuestra paz.
V. Dictará la paz a las naciones y su dominio llegará de un mar a otro mar.
R. Y él será nuestra paz.
SEGUNDA LECTURA
De los tratados sobre los salmos de San Hilario, obispo (Salmo 60, 5-6: CSEL 22, 205-207)
Cuando entregare el reino a Dios Padre, Cristo reinará con los que son reyes
Me darás la heredad de los que veneran tu nombre. Añade días a los días
del rey, que sus años alcancen varias generaciones; que reine siempre en
presencia de Dios.
La heredad del santo es esta: la vida, la incorrupción, el reino y la coeterna
comunión con Dios. Esta heredad no sólo se promete a Israel, sino a los que
veneran el nombre de Dios.
Son eternos los días del rey: bien porque los santos, al no ser siervos del
pecado, poseen la dignidad real según aquello del Apóstol: Ya habéis conseguido
el reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos; bien porque,
en el presente texto, el mismo profeta es rey o bien porque el que se sienta a la
derecha del Padre en el reino eterno debe reinar hasta hacer de sus enemigos
estrado de sus pies. Y no es que hasta entonces él no fuese rey, sino que cuando
entregare el reino a Dios Padre, Cristo reinará con los que son reyes.
Todo esto me parece que explique cómo a los días del rey puedan
añadirse más días, por varias generaciones, mientras él reina para siempre en
presencia de Dios. De hecho, el tiempo que él debe reinar hasta hacer de sus
enemigos estrado de sus pies, abarca de una a otra generación, porque la
generación de entre los muertos sigue a esta generación del nacimiento
espiritual; pero el salmo predice además la eternidad del rey, que reina para
siempre en presencia de Dios. Pues Cristo es el primogénito de entre los
muertos.
De esta nueva generación habla el Señor a los apóstoles con estas
palabras: Creedme, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en
el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis
en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Así pues, Cristo nos
muestra el tiempo de esta generación, y hasta que ésta no llegue, siempre cabe
27
la posibilidad de añadir a los días del rey días y años. Él, por lo demás,
permanecerá en presencia de Dios como rey eterno, una vez que haya elevado a
los redimidos a la categoría de reyes del cielo y coherederos de la eternidad, y
los haya entregado como reino a Dios Padre.
En este nuevo estado, hechos copartícipes, concorpóreos y conformes con
él, libres ya del dominio de la corrupción y de la muerte, y enriquecidos con la
plenitud de Dios, añade el espíritu del profeta: ¿Quién de entre ellos irá en busca
de tu gracia y tu lealtad? Estas generaciones no carecerán ya de su gracia y de su
lealtad, pues en él han sido regeneradas de entre los muertos para la vida y
permanecieron en la esperanza de la gloria de Dios; entonces, entregadas por él
como reino a Dios Padre, serán recibidas como reyes, totalmente perfectos en la
gracia y la lealtad de Cristo, dichosos por haber sido por él redimidos para la vida
y admitidos al encuentro con el Padre. Después de lo cual, no se pedirá más a
Dios la gracia y la lealtad, enriquecidos como están de la plenitud de Dios.
JUEVES III
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Miqueas 7, 7-13
La ciudad de Dios espera la salvación
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SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el salmo 118 de San Ambrosio, obispo (Sermón 11, 4-6: CSEL
62, 234-236)
Cristo es el camino para los que buscan a Dios
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VIERNES III
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Miqueas 7, 14-20
La salvación consiste en el perdón de las culpas
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón sobre la encarnación del Verbo de San Atanasio de Alejandría,
obispo (Núm. 8-9: PG 25, 110-111)
El Verbo de Dios vino por su benignidad hacia nosotros
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que no parecía conveniente destruir su propia creación; viendo finalmente que
todos los hombres eran reos de muerte, tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra
debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la muerte nos
dominase, para que no pereciese lo que había sido creado, con lo que hubiese
resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un
cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni
tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese
pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más
excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo, y no de cualquier manera, sino
que asumió un cuerpo puro, no mancillado por concurso de varón, formado en
las entrañas de una Virgen inviolada, intacta y desconocedora de varón.
Poderoso como es y creador de todas las cosas, se construyó en el seno de
la Virgen un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el
que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un
cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la
corrupción y a la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre
con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres,
quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda
la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza
alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello,
también hizo de nuevo incorruptibles a los hombres que habían caído en la
corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la
muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del
mismo modo que la paja es consumida por el fuego.
Y sabiendo el Verbo que la corrupción de los hombres no podía ser sanada
sino con su muerte, y no pudiendo morir como Verbo por ser inmortal e Hijo del
Padre, por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al
Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con
la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la
corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección,
se vieran ya todos libres de la corrupción.
De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como
una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de
todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar
de ellos. De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe,
ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó
con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a
la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma
incorrupción a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa
por su cuerpo semejante al de ellos.
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ADVIENTO: DEL 17 AL 24 DE DICIEMBRE
17 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 40, 1-11
Consuelo para el corazón de Jerusalén
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liberados de la angustia de la cautividad.
Inmediatamente después, todo el interés de la narración se centra en el
Emmanuel, enviado por Dios Padre para anunciar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos la vista; para liberar del mal a los que se hallaban inevitablemente
encadenados por sus pecados; para atraer nuevamente a sí a todos los
moradores de la tierra, rescatados ya de la tiranía del diablo, y conducirlos de
esta forma, por su mediación, a Dios Padre.
De este modo, se convirtió en el mediador entre Dios y los hombres, y por él
somos reconciliados con el Padre en un solo espíritu, porque —como dice la
Escritura— él es nuestra paz. Él restauró el lugar sagrado, esto es, su templo, que
es la Iglesia. Pues él se la colocó ante sí como una virgen pura, sin mancha ni
arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Por lo cual, nos es dado ver en
Ciro y en sus gestas una maravillosa figura de los divinos y admirables beneficios
concedidos por Dios a todos los habitantes de la tierra. Y este es el fin por el que
estas gestas fueron recordadas.
Alégrese, pues, el cielo superior, esto es, los que viven en la ciudad del
más-allá, afincados en una morada ilustre y admirable: los ángeles y los
arcángeles. Decimos que fue motivo de alegría para los espíritus celestiales la
conversión a Dios, por medio de Cristo, Salvador de todos nosotros, de los
extraviados habitantes de la tierra, la recuperación de la vista por los ciegos, en
una palabra, la salvación de lo que estaba perdido. Si se alegran ya por un solo
pecador que hace penitencia, ¿cómo dudar de que exulten de gozo al
contemplar salvado a todo el mundo? Por eso dice: Cielos, destilad el rocío;
nubes, derramad la victoria.
Entendemos por misericordia la caridad — que es el cumplimiento de la
ley—, acompañada de la justicia evangélica, cuyo dispensador y doctor es, para
nosotros, Cristo. Puede afirmarse también que la misericordia y la justicia, que
nace y brota de la tierra, son nuestro Señor Jesucristo en persona, pues Dios
Padre lo ha hecho para nosotros misericordia y justicia, si es que realmente
hemos obtenido en él misericordia y, justificados con el perdón de las culpas
pasadas, hemos recibido de él la justicia, que puede hacernos herederos de
todos los bienes, y es el camino de nuestra salvación.
Y si a la tierra se le manda germinar la justicia, que nadie se ofenda,
teniendo en cuenta que el salmista dice también de Dios Padre y del mismo
Emmanuel: Obró la justicia en medio de la tierra. Cristo, en efecto, no se trajo
nuestra carne de lo alto de los cielos, sino que, según la carne, nació de una
mujer, una de las que están en la tierra. Así pues, cuando se dice que Cristo es
fruto y germen de la tierra, debes entender —como acabo de decir— que nació
según la carne de una mujer especialmente elegida para este ministerio, aun
cuando era una más de las criaturas de la tierra.
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18 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 40, 12-18. 21-31
Grandeza del Señor
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SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías San Cirilo de Alejandría, obispo (Lib 3, t. 4:
PG 70, 806-807)
Mirad: viene con su salario, y su recompensa lo precede
Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. Con estas palabras
muestra a quienes se les ha confiado el ministerio de la divina y salutífera
predicación, es decir, a los santos apóstoles y evangelistas e incluso —para
decirlo de una vez por todas— a quienes en el correr de los tiempos iban a ser
puestos al frente de la grey racional y se confiaría la celebración de los divinos
misterios, cómo podrían llegar los amigos de Dios a adquirir celebridad y a
cubrirse de gloria.
No conviene —viene a decir el texto- que los predicadores del evangelio, al
anunciar a todos y en todas partes la gloria y la salvación de Dios, lo hagan
tímidamente y como en voz baja, como si buscaran pasar desapercibidos, sino
como situados en un lugar eminente, y más visibles que los demás, convencidos
de su sin igual libertad y libres de todo miedo. Alza, pues, la voz, no temas, dice
el profeta. Di a las ciudades de Judá: Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su
brazo manda.
Al decir mira, no permite que la esperanza de su venida se proyecte sobre
un futuro lejano; demuestra más bien que el Redentor vendrá pronto, en breve:
mejor, que está ya ahí, a las puertas. Pues parece como invitarles a extender el
brazo y señalar con el dedo al que anuncian. Y que no ha de venir como uno de
los santos profetas ni como un orante cualquiera sino con la autoridad del Señor
y con el poder y dominio propios de un Dios, lo indica claramente al decir: Llega
con poder, y su brazo manda.
Y que este misterio de la divina economía no iba a ser infructuoso para el
que por nosotros se hizo nuestro, soportó la cruz y murió en ella, lo demuestra
diciendo: Mirad, viene con su salario, y su recompensa lo precede. Y señala cuál
va a ser el premio, fruto de su muerte según la carne. Dice en efecto: Os aseguro,
que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere,
da mucho fruto. Así que no carece de premio ni es infructuosa esta economía.
Además, sus rebaños le siguieron y se apacentaron ante sus ojos; y ante sus
ojos y con el poder de su brazo, reunió a los corderos. Los creyentes en él, cual
ovejas acabadas de engendrar y recientemente nacidas, han sido introducidos en la
nueva vida, es decir, han conseguido de lo alto la regeneración por mediación del
Espíritu. Por consiguiente, lo primero que apetecen es la leche auténtica y son
alimentados como los niños; pero después van creciendo hasta conseguir la
medida de Cristo en su plenitud. Los corderos son alimentados y algunas madres o
preñadas reciben los cuidados oportunos. Bajo la imagen de los corderos recién
nacidos podemos ver, y con razón, representados a los paganos convertidos.
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19 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 41, 8-20
Promesa de un nuevo éxodo
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de San Máximo de Turín, obispo (Sermón 61a, 1-3: CCL 23, 249. 250-
251)
La Navidad del Señor está cerca
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predicación. El mundo con sus mismas angustias nos está indicando la
inminencia de algo que lo mejorará, y desea, con impaciente espera, que el
resplandor de un sol más espléndido ilumine sus tinieblas.
Pues mientras este sol, y teniendo en cuenta la brevedad de las horas,
teme que su curso se esté acabando, indica que abriga cierta esperanza de que
su ciclo anual sufra una transformación. Esta expectación de la criatura nos
persuade también a nosotros a esperar que el nacimiento de Cristo, nuevo sol,
ilumine las tinieblas de nuestros pecados; a desear que el sol de justicia disipe,
con la fuerza de su nacimiento, la densa niebla de nuestras culpas; a pedir que
no consienta que el curso de nuestra vida se cierre con una trágica brevedad,
sino más bien se prolongue gracias a su poder.
Así pues, ya que hemos llegado a conocer la Navidad del Señor incluso por
las indicaciones que el mundo nos ofrece, hagamos también nosotros lo que
acostumbra a hacer el mundo: como en ese día el mundo empieza a incrementar
la duración de su luz, también nosotros ensanchemos las lindes de nuestra
justicia; y al igual que la claridad de ese día es común a ricos y pobres, sea
también una nuestra liberalidad para con los indigentes y peregrinos; y del
mismo modo que el mundo comienza en esa fecha a disminuir la oscuridad de
sus noches, amputemos nosotros las tinieblas de nuestra avaricia.
Estando, hermanos, a punto de celebrar la Navidad del Señor, vistámonos
con puras y nítidas vestiduras. Hablo de las vestiduras del alma, no del cuerpo.
Adornémonos no con vestidos de seda, sino con obras preciosas. Los vestidos
suntuosos pueden cubrir los miembros, pero son incapaces de adornar la
conciencia, si bien es cierto que ir impecablemente vestido mientras se procede
con sentimientos corrompidos es vergüenza mucho más odiosa.
Por tanto, adornemos antes el afecto del hombre interior, para que el
vestido del hombre exterior esté igualmente adornado; limpiemos las manchas
espirituales, para que nuestros vestidos sean resplandecientes. De nada sirve ir
espléndidamente vestidos si la infamia mancilla el alma. Cuando la conciencia
está en tinieblas, el cuerpo entero estará a oscuras. Tenemos un poderoso
detergente para limpiar las manchas de la conciencia. Está escrito en efecto: Dad
limosna y lo tendréis todo limpio. Buen mandato éste de la limosna: trabajan las
manos y queda limpio el corazón.
Responsorio Cf. Lc 19, 10; Sal 79, 20
R. Ahora vendrá nuestra salvación, el Redentor anunciado por Gabriel y
concebido por María; * el Señor viene a liberar el hombre perdido, que él
mismo había plasmado.
V. Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos, haz brillar tu rostro y seremos salvos.
R. El Señor viene a liberar el hombre perdido, que él mismo había plasmado.
20 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 41, 21-29
El Señor, único Dios, es quien anuncia al libertador Ciro
37
rey de Jacob. Que se acerquen y nos anuncien lo que va a suceder.
Decidnos cuáles fueron las cosas primeras y prestaremos atención. O bien,
anunciadnos lo que va a suceder y sabremos el desenlace.
Manifestad lo que vendrá después, y sabremos que sois dioses. Haced al
menos algo, bueno o malo, para que nos sorprendamos y lo veamos juntos. En
fin, vosotros sois nada, y nada son vuestras obras. Elegiros es abominable.
Yo lo he suscitado desde el Norte, y él viene, desde Oriente, y él me invoca
por mi nombre, pisotea a los gobernantes como barro, como apisona la arcilla el
alfarero. ¿Quién lo anunció desde el comienzo para que lo supiéramos, y de
antemano, para que dijéramos: «Es así»? Pero no: ninguno anuncia, ninguno
proclama y ninguno escucha vuestras palabras.
Yo fui el primero en anunciarlo en Sión:
«Mirad, helo aquí», y envié un heraldo a Jerusalén. Miré en torno, pero no
había nadie, nadie a quien pedir consejo y que pudiera responder. Todos ellos
no son nada, vacías son sus obras, viento y caos sus estatuas.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías de San Cirilo de Alejandría, obispo
(Lib. 4, or. 4: PG 70, 1035-1038)
El profeta inspirado vaticinó al Dios-con-nosotros
Está escrito: Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá
por nombre Emmanuel. El ángel Gabriel, al revelar a la santa Virgen Madre de
Dios el misterio, le dice: No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre
Jesús. Él salvará a su pueblo de los pecados.
¿Se contradijeron aquí, acaso, el santo ángel y el profeta? En absoluto.
Pues el profeta de Dios, hablando en espíritu del misterio, vaticinó al Dios- con-
nosotros, dándole un nombre en sintonía con la naturaleza y la economía de la
encarnación, mientras que el santo ángel le impuso un nombre de acuerdo con la
misión y su eficacia propia: salvará a su pueblo. Por eso le llamó salvador.
Efectivamente: cuando por nosotros se sometió a esta generación según la carne,
una multitud de ángeles anunció este fausto y feliz parto a los pastores,
diciendo: No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo:
hoy en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor. Es
llamado Emmanuel porque se hizo por naturaleza Dios-con- nosotros, es decir,
hombre; y Jesús, porque debía salvar al mundo, él, Dios mismo hecho hombre.
Así que cuando salió del vientre de su madre —pues de ella nació según la
carne—, entonces se pronunció su nombre. Sería inexacto llamar a Cristo el Dios
38
Verbo antes de su nacimiento que tuvo lugar — repito— según la carne. ¿Cómo
llamarle Cristo si todavía no había sido ungido?
Cuando nació hombre del vientre de su madre, entonces recibió una
denominación adecuada a su nacimiento en la carne. Dice que Dios hizo de su
boca una espada afilada. También esto es verdad. Pues de él está escrito, o
mejor, dice el mismo profeta Isaías: La justicia será cinturón de sus lomos, y la
lealtad, cinturón de sus caderas.
Herirá al violento con la vara de su boca. La predicación divina y celestial,
es decir, evangélica, anunciada por Cristo, era una espada aguda y sobremanera
penetrante, blandida contra la tiranía del diablo, que eliminaba a los poderes que
dominan este mundo de tinieblas y a las fuerzas del mal.
De hecho, disipó las tinieblas del error, irradió sobre los corazones de
todos el verdadero conocimiento de Dios, indujo al orbe entero a una santa
transformación de vida, convirtió a todos los hombres en entusiastas de las
instituciones santas, destruyó y erradicó del mundo el pecado: justificando al
impío por la fe, colmando del Espíritu Santo a quienes se acercan a él y
haciéndoles hijos de Dios, comunicándoles un ánimo esforzado y valiente para la
lucha, poniendo en sus manos la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios,
para que, resistiendo a los que antes eran superiores a ellos, corran sin tropiezo a
la consecución del premio al que Dios llama desde arriba.
Que esta disciplina e iniciación a los divinos misterios aportada por Cristo
haya derrocado en los habitantes de la tierra el poder tiránico del demonio, lo
afirma claramente el profeta Isaías cuando dice: Aquel día, castigará el Señor con
su espada, grande, templada, robusta, al Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al
Dragón.
21 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 42, 10-25
Himno al Dios salvador, ceguera de Israel
39
jadeo y resuello. Agostaré montes y collados, secaré toda su hierba, convertiré
los ríos en yermo, desecaré los estanques; conduciré a los ciegos por el camino
que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran; ante ellos convertiré la
tiniebla en luz, lo escabroso en llano. Esto es lo que haré y no los abandonaré.
Retrocederán cubiertos de vergüenza los que confían en un ídolo, los que dicen
a sus obras: ―Vosotros sois nuestros dioses‖».
«¡Sordos, escuchad; ciegos, mirad y ved!
¿Quién está ciego, sino mi siervo, quién es sordo como el mensajero que
envío?». ¿Quién es tan ciego como aquel que ha sido castigado, tan ciego como
el siervo del Señor? Has visto mucho y no has observado nada, has abierto los
oídos, pero no has escuchado.
El Señor se ha complacido en aquel que era humillado: ha hecho grande su
salvación, magnífico su designio. Él era un pueblo saqueado y despojado,
atrapado en cuevas, encerrado en mazmorras.
Condenados al saqueo, nadie los liberaba, al despojo, y nadie protestaba.
¿Quién de vosotros prestará oído a todo esto, y escuchará con atención en
el futuro? ¿Quién ha entregado al despojo y al saqueo a Israel? ¿Acaso no los
entregó el mismo Señor contra quien hemos pecado, cuando no quisimos
caminar en sus caminos y no obedecimos sus preceptos?
Por eso derramó sobre él el ardor de su ira y el furor de la guerra, que lo
envolvía con sus llamas, pero él no comprendía; lo consumía, aunque él no
comprendía.
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de San Odilón de Cluny (Sermón 1 en la Navidad del Señor: PL 142,
993-994)
Mirad, llegan días en que suscitaré a David un vástago legítimo
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Si el Señor prometió a sus fieles estar con ellos todos los días, ¡cuánto más se
nos ha de hacer presente el día de su nacimiento, si acentuamos el fervor de
nuestro servicio!
El que dice por Salomón: Yo —la sabiduría— salí de la boca del Altísimo, la
primogénita de la creación; y de nuevo: El Señor me estableció al principio de sus
tareas al comienzo de sus obras antiquísimas En un tiempo remoto fui formada; y
por Jeremías dice: Yo lleno el cielo y la tierra, es el mismo que, nacido por un
admirable designio de la economía divina, es colocado en un pesebre. Aquel a
quien Salomón nos muestra existiendo eternamente antes de los siglos, Jeremías
afirma no estar ausente de ningún lugar.
No puede faltarnos el que existe desde siempre, y en todas partes está
presente. La veracidad y autenticidad de los testimonios de los antiguos profetas
40
sobre la eternidad de Cristo y sobre la inmensidad de su divina presencia, la
pregona aquella sonora trompeta del mensajero celestial: Jesucristo es el mismo
ayer y hoy y siempre. Y el mismo Salvador a los judíos en el evangelio: Antes que
naciera Abrahán existo yo. Pero comoquiera que poseía el ser antes de que
existiera Abrahán o, mejor, antes de la creación, desde siempre y en unión con
Dios Padre, quiso sin embargo nacer en el tiempo de la descendencia de
Abrahán. De hecho, Dios Padre le dijo a Abrahán: Todos los pueblos del mundo
se bendecirán con tu descendencia.
También el santo patriarca David mereció el insigne privilegio de una
promesa semejante, cuando Dios Padre, instruyéndole en el secreto de su
sabiduría, dijo: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. Y el profeta Isaías al
considerar, bajo la acción del Espíritu Santo, la magnificencia de este nobilísimo
vástago y la sublimidad y excelencia de su dulcísimo fruto, vaticinó así: Aquel
día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país.
Estos dos padres que, con preferencia a otros, recibieron de modo muy
explícito la promesa de la venida del Salvador, en la genealogía del Señor según
san Mateó, merecieron justamente un primero y destacado lugar. El exordio del
evangelio según san Mateo suena así: Genealogía de Jesucristo, hijo de David,
hijo de Abrahán. Con estas palabras del evangelio están de acuerdo tanto los
oráculos de los profetas como la predicación apostólica. Que el Mediador entre
Dios y los hombres debía nacer, según la carne, del linaje de Abrahán, el profeta
Isaías se preocupó por inculcarlo de manera tajante, cuando dijo en la persona
de Dios Padre: Tú, Israel, siervo mío; Jacob, mi elegido; estirpe de Abrahán, mi
amigo.
Tú, a quien cogí.
Aquel que, liberado de las tinieblas de la ignorancia e iluminado con la luz
de la fe, llamó, en el evangelio, Hijo de Dios al Hijo de David, mereció recibir no
sólo la luz del espíritu, sino también la corporal. Cristo, el Señor, quiere ser
llamado con este nombre, porque sabe que no se nos ha dado otro nombre que
pueda salvar al mundo. Por lo cual, amadísimos hermanos, para merecer ser
salvados por él que es el Salvador, digamos todos individualmente: ¡Señor, Hijo
de David, ten compasión de nosotros! Amén.
Responsorio Jr 23, 5. 6
R. Mirad que vienen días, dice el Señor, en que suscitaré a David un germen justo,
que reinará como rey prudente, y practicará el derecho y la justicia en la tierra; *
y éste es el nombre con que lo llamarán: Señor-nuestra-justicia.
V. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro.
R. Y éste es el nombre con que lo llamarán: Señor- nuestra-justicia.
22 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 43, 1-13
Liberación de Israel
Y ahora esto dice el Señor, que te creó, Jacob, que te ha formado, Israel:
41
«No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío.
Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando
pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará.
Porque yo, el Señor, soy tu Dios; el Santo de Israel es tu salvador. Entregué
Egipto como rescate, Etiopía y Saba a cambio de ti, porque eres precioso ante
mí, de gran precio, y yo te amo. Por eso entrego regiones a cambio de ti, pueblos
a cambio de tu vida.
No temas, porque yo estoy contigo. Desde Oriente traeré a tu estirpe, te
reuniré desde Occidente. Diré al Norte: devuélvelo, y al Sur: no lo retengas. Haz
venir a mis hijos desde lejos, y a mis hijas del extremo de la tierra, a todos los
que llevan mi nombre, a los que creé para mi gloria, a los que he hecho y he
formado.
Saca afuera a un pueblo que tiene ojos, pero está ciego, que tiene oídos,
pero está sordo. Que todas las naciones se congreguen y todos los pueblos se
reúnan. ¿Quién de entre ellos podría anunciar esto, o proclamar los hechos
antiguos? Que presenten sus testigos para justificarse, que los oigan y digan: es
verdad.
Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor —, y también mi siervo, al
que yo escogí, para que sepáis y creáis y comprendáis que yo soy Dios.
Antes de mí no había sido formado ningún dios, ni lo habrá después.
Yo, yo soy el Señor, fuera de mí no hay salvador. Yo lo anuncié y os salvé;
lo anuncié y no hubo entre vosotros dios extranjero. Vosotros sois mis testigos
—oráculo del Señor—: yo soy Dios. Lo soy desde siempre, y nadie se puede
liberar de mi mano. Lo que yo hago ¿quién podría deshacerlo?
SEGUNDA LECTURA
De unos sermones antiguos traducidos del griego al latín (Sermón 12: PLS 4, 770-771)
Nos fue enviado el Señor como redentor, vida y salvación
42
sacó de Babilonia.
Este nuestro morador descansa en nosotros, es glorificado en nosotros,
cuando los hombres vean nuestras buenas obras y den gloria a nuestro Padre que
está en el cielo. De este Padre somos hijos no a causa de nuestra obsequiosidad
o de nuestros méritos ni tampoco de nuestro buen comportamiento, sino que
por su misericordia hemos recibido la libertad y hemos sido escogidos para la
adopción de hijos.
Así pues, Dios es glorificado en nosotros de este modo: cuando
progresamos en sentimientos de caridad, hacemos lo que él mandó y nos
mantenemos firmes en lo que él ordenó. Entonces es Dios glorificado en
nosotros. Ahora sabemos que nos fue enviado el Señor como redentor, vida y
salvación, piedad y gracia gratuita. Y cuando vemos que de la arcilla del suelo él
nos eleva a los premios celestiales, alégrese y regocíjese el corazón de los
creyentes: busque nuestra alma al Señor, no como muerta sino como exuberante
de vida.
¿Cómo pagaremos al Señor por estos bienes?
Dobleguemos la cerviz, agachemos la cabeza y golpeémonos el pecho,
repitiendo lo que dijo el publicano: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Y
como en su piedad perfecciona lo imperfecto, prosigue diciendo: Se escribían
todas en tu libro. Alegraos por tantos beneficios, regocijaos de tantas bondades:
no os apropiéis lo que de él habéis recibido, no sea que perdáis lo que tenéis.
Debéis saber que nada poseéis que no hayáis recibido: Y, si lo habéis recibido, no
os gloriéis como si no lo hubierais recibido, para que lo que habéis recibido se
os mantenga y el bien de que carezcáis, se os dé en plenitud. Amén.
23 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 43, 18-28
Renovación de Israel
43
ofreciste tus ovejas en holocausto ni me honraste con tus sacrificios. Yo no te
agobié exigiéndote ofrendas ni te cansé pidiéndote incienso.
Pero tú no me compraste caña aromática, ni me has satisfecho con la grasa
de tus sacrificios. Al contrario, me has agobiado con tus pecados, me has
cansado con tus culpas.
Yo, soy yo quien por mi cuenta cancelo tus crímenes y olvido tus pecados.
Hazme recordar y discutiremos, cuenta tu versión para justificarte. Pecó tu
primer padre, tus jefes se rebelaron contra mí. Por eso traté como impíos a los
jerarcas del santuario, entregué a Jacob al exterminio y a Israel a los ultrajes».
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados sobre los Salmos de San Jerónimo, presbítero (Salmo 84: CCL 78, 107-108)
El que nació una vez de María, nace a diario en nosotros
44
de su pueblo. Mirad lo que dice: ¡Qué insondables sus decisiones y qué
irrastreables sus caminos! La verdad brota de la tierra, esto es, el Salvador. Y de
nuevo: Y la justicia mira desde el cielo. La justicia, esto es, el Salvador.
¿Cómo brotó de la tierra? ¿Cómo miró desde el cielo?
Brotó de la tierra, naciendo como hombre; miró desde el cielo, porque
Dios está siempre en los cielos. Esto es, brotó, es verdad, de la tierra, pero el que
nació de la tierra está siempre en el cielo. Esto es, apareció en la tierra sin
abandonar el cielo, pues está en todas partes. Miró, porque mientras pecábamos,
apartaba de nosotros su vista. Lo que dice es esto: Es justo que el alfarero tenga
compasión de la obra de sus manos, que el pastor se compadezca de su rebaño.
Nosotros somos su pueblo, somos sus criaturas. Para esto, pues, brotó de la
tierra y miró desde el cielo: para cumplir toda justicia y tener compasión de su
obra.
Finalmente, para que sepáis que la palabra «justicia» no connota crueldad,
sino misericordia, mirad lo que dice: El Señor nos dará la lluvia. Para esto miró
desde el cielo: para compadecerse de sus obras. Y nuestra tierra dará su fruto. La
fidelidad brotó de la tierra, así, en pretérito. Ahora se expresa en futuro: Y
nuestra tierra dará su fruto.
No debéis desesperar por haber nacido una sola vez de María: a diario nace
en nosotros. Y la, tierra dará su fruto: También nosotros, si queremos, podemos
engendrar a Cristo. Y la tierra dará su fruto: del que se confeccione el pan
celestial. De él dice: Yo soy el pan bajado del cielo.
Todo lo dicho se refiere a la misericordia de Dios, que vino precisamente
para salvar al género humano.
24 DE DICIEMBRE
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 44, 1-8. 21-23
Promesas del redentor de Israel
45
Esto dice el Señor, rey de Israel, su libertador, el Señor todopoderoso:
«Yo soy el primero y yo soy el último, fuera de mí no hay dios.
¿Quién es como yo? Que lo proclame, lo declare y lo demuestre. ¿Quién
anunció desde antiguo lo que acontecería? Que anuncien lo que aún debe venir.
No tembléis, no tengáis miedo. ¿No lo había anunciado yo? ¿No lo había
proclamado desde antiguo? Vosotros sois mis testigos: ¿Hay un dios fuera de
mí? ¡No hay otra Roca! No la conozco».
Acuérdate de todo esto, Jacob, porque tú eres mi siervo, Israel. Te he
formado como siervo mío; Israel, no me defraudes.
He disipado como una nube tus rebeliones, como niebla tus pecados.
Vuelve a mí, yo te he rescatado.
Exultad, cielos, porque el Señor ha actuado, aclamad, profundidades de la
tierra, romped en gritos de júbilo, montañas, el bosque con todos sus árboles,
porque el Señor ha rescatado a Jacob, ha manifestado su gloria en Israel.
Responsorio Is 40, 9
R. Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; * di a las ciudades de Judá: «Aquí
está vuestro Dios.»
V. Alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén.
R. Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.»
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario sobre el profeta Isaías de San Cirilo de Alejandría, obispo (Lib. 3,
t. 4: PG 70, 802-803)
Todos verán la salvación de Dios
46
ellos, ora te ponen al borde de precipicios, ora te hacen escalar altísimas
montañas. Pero si estos lugares señeros y abruptos se abajan y se rellenan las
cavidades profundas, entonces sí, entonces lo torcido se endereza totalmente,
los campos se allanan y los caminos, antes escarpados y tortuosos, se hacen
transitables. Esto es, pero a nivel espiritual, lo que hace el poder de nuestro
salvador. Más una vez que se hizo hombre y carne — como dice la Escritura—,
en la carne destruyó el pecado, y abatió a los soberanos, autoridades y poderes
que dominan este mundo. A nosotros nos igualó el camino, un camino aptísimo
para correr por las sendas de la piedad, un camino sin cuestas arriba ni bajadas,
sin baches ni altibajos, sino realmente liso y llano.
Se ha enderezado todo lo torcido. Y no sólo eso, sino que se revelará la
gloria del Señor, y todos verán la salvación de Dios. Ha hablado la boca del
Señor. Pues Cristo era y es el Verbo unigénito de Dios, en cuanto que existía
como Dios y nació de Dios Padre de modo misterioso, y en su divina majestad
está por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima
de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Él es el
Señor de la gloria y hemos contemplado su gloria que antes no conocíamos,
cuando hecho hombre como nosotros según el designio divino, se declaró igual
a Dios Padre en el poder, en el obrar y en la gloria: sostiene el universo con su
palabra poderosa, obra milagros con facilidad, impera a los elementos, resucita
muertos y realiza sin esfuerzo otras maravillas.
Así pues, se ha revelado la gloria del Señor y todos han contemplado la
salvación de Dios, a saber, del Padre, que nos envió desde el cielo al Hijo como
salvador.
47
CUARESMA
MIÉRCOLES DE CENIZA
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 58, 1-12
El ayuno agradable a Dios
48
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Clemente de Roma, papa, a los Corintios (Caps. 7, 4-8, 5-9. 1; 13, 1-
4; 19, 2: Funck 1, 71-73.77-78.87)
Convertíos
49
hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de paz que nos fue
anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador del
universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios
de su paz.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro del Deuteronomio 1, 1. 6-18
Últimas palabras de Moisés en Moab
Estas son las palabras que Moisés dijo a todo Israel, al otro lado del
Jordán, en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Farán y Tofel, Labán,
Jaserot y Dizahab:
«El Señor nuestro Dios nos dijo en el Horeb: ―Ya habéis pasado bastante
tiempo en esta montaña. Poneos en marcha y dirigíos a la montaña de los
amorreos y a todos los pueblos vecinos de la Arabá, a la montaña, a la Sefelá,
al Negueb y a la costa —el territorio cananeo— al Líbano y hasta el Río Grande,
el Éufrates. Mirad: yo os entrego esa tierra; id y tomad posesión de la tierra que
el Señor juró dar a vuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus
descendientes‖.
Entonces yo os dije: ―Yo solo no puedo cargar con vosotros. El Señor,
vuestro Dios, os ha multiplicado, y hoy sois tan numerosos como las estrellas
del cielo. Que el Señor, Dios de vuestros antepasados, os haga crecer mil veces
más y os bendiga, como os prometió. Pero ¿cómo voy a soportar yo solo
vuestras cargas, vuestros asuntos y vuestros pleitos? Elegid entre vuestras
tribus hombres sabios, prudentes y expertos, y yo los nombraré jefes
vuestros‖. Y me contestasteis: ―Está bien lo que nos propones‖.
Entonces tomé de los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y
expertos, y los constituí jefes vuestros: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de
diez, y oficiales para vuestras tribus. Y di esta orden a vuestros jueces:
―Escuchad a vuestros hermanos y juzgad con justicia las causas que surjan
entre vuestros hermanos o con emigrantes. No seáis parciales en la sentencia,
oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la
sentencia es de Dios. Si una causa os resulta demasiado difícil, pasádmela, y yo
la resolveré‖. En aquella circunstancia os mandé todo lo que teníais que
hacer.»
50
Responsorio
R. El Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses, Dios grande, fuerte y terrible, * él no
es parcial ni acepta soborno.
V. Oíd por igual al pequeño y al grande; no os dejéis amedrentar por nadie,
que la sentencia es de Dios.
R. Él no es parcial ni acepta soborno.
SEGUNDA LECTURA
De los discursos de san Juan Crisóstomo, obispo (Discurso 3, contra los judíos: PG 48,
867-868)
Ayunamos por nuestros pecados, pues vamos a acercarnos a los sagrados misterios
51
Hijo único para que lo crucificaran, para que no perezca ninguno de los que
creen en él, sino que tengan vida eterna. Luego si la cruz es motivo de amor y
de glorificación, no digamos que nos afligimos por ella. Nunca jamás lloremos
por la cruz, sino por nuestros pecados. Por eso ayunamos.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 4, 1-8. 32-40
¿Qué nación tiene un Dios tan cercano como el nuestro?
52
mostró su gran fuego, y de en medio del fuego oíste sus palabras. Porque amó a
tus padres y eligió a su descendencia después de ellos, él mismo te sacó de
Egipto con gran fuerza, para desposeer ante ti a naciones más grandes y
fuertes que tú, para traerte y darte sus tierras en heredad; como ocurre hoy. Así
pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá
arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los
mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus
hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te
da para siempre».
SEGUNDA LECTURA
San Juan Crisóstomo, Homilía sobre el diablo tentador (2, 6: PG 49, 263-264)
Cinco caminos de penitencia
LUNES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 7, 6-14; 8, 1-6
Israel, el pueblo elegido
En aquellos días, dijo Moisés al pueblo estas palabras: «Porque tú eres un
pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas,
entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros
más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que,
por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a
vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la
casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto.
Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que
mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos,
por mil generaciones. Pero castiga en su propia persona a quien lo odia,
acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia
persona. Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando
hoy que cumplas.
Si escucháis estos decretos, los observáis y los cumplís, el Señor, tu
Dios, te mantendrá la alianza y el favor que juró a tus padres. Y te amará, te
bendecirá y te multiplicará. Bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tus
54
tierras, tu trigo, tu mosto y tu aceite, las crías de tus reses y el parto de tus
ovejas, en la tierra que juró a tus padres darte. Serás bendito entre todos los
pueblos; no habrá estéril ni impotente entre los tuyos ni en tu ganado.
Observaréis cuidadosamente todos los preceptos que yo os mando hoy,
para que viváis, os multipliquéis y entréis a tomar posesión de la tierra que el
Señor prometió con juramento a vuestros padres.
Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer
estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo
que hay en tu corazón: si observas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote
pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni
conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el
hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios. Tus vestidos no
se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años.
Reconoce, pues, en tu corazón, que el Señor, tu Dios, te ha corregido, como un
padre corrige a su hijo, para que observes los preceptos del Señor, tu Dios,
sigas sus caminos y lo temas.»
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, del Concilio
Vaticano II (Núms. 2.16)
Yo salvaré a mi pueblo
55
amadísimo a causa de los padres: porque los dones y la vocación de Dios son
irrevocables.
Pero el designio de salvación abarca también a todos los que reconocen al
Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando
profesar la fe de Abrahán, adoran con nosotros a un solo Dios,
misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día.
Este mismo Dios tampoco está lejos de aquellos otros que, entre sombras
e imágenes, buscan al Dios desconocido, puesto que es el Señor quien da a
todos la vida, el aliento y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los
hombres se salven.
Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de
Cristo, pero buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan, bajo el influjo de la
gracia, en cumplir con sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de
la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. Y la divina Providencia no
niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su
parte, no han llegado todavía a un expreso conocimiento de Dios y se
esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.
La Iglesia considera que todo lo bueno y verdadero que se da entre
estos hombres es como una preparación al Evangelio y que es dado por aquel
que ilumina a todo hombre para que al fin tenga la vida.
MARTES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 9, 7-21. 25-29
Pecados del pueblo e intercesión de Moisés
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la carta a los Romanos
(Hom. 14, 8: PG 60, 534-535)
¿Qué es lo que Dios no ha hecho por nosotros?
¿Qué es, pues, lo que Dios no ha hecho por nosotros? Por nosotros hizo
tanto el mundo corruptible como el incorruptible; por nosotros permitió que
los profetas fueran mal acogidos; por nosotros los envió a la cautividad; por
nosotros permitió que fueran arrojados al horno y que soportaran males sin
cuento.
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Por nosotros suscitó a los profetas y también a los apóstoles; por nosotros
entregó al Unigénito; quiso sentarnos a su derecha; por nosotros padeció
oprobios, pues dice: Las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. Sin
embargo, después de tantas y tales deserciones, él no nos abandona, sino que
nos exhorta de nuevo y predispone a otros para que intercedan por nosotros,
para poder otorgarnos su gracia. Es el caso de Moisés. Le dice, en efecto:
Déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos, para inducirle a
interceder por ellos.
Y otro tanto en la actualidad, otorgándonos el don de la plegaria. Y
obraba así, no porque tenga necesidad de nuestras súplicas, sino para que
nosotros, creyéndonos a salvo, no nos hiciéramos peores. Por eso dice a
menudo a los israelitas que se reconcilia con ellos por amor a David o a
cualquier otro, reservándose de este modo una coartada para la
reconciliación. Si bien es verdad que quedaría mejor él, si dijera que deponía su
indignación espontáneamente y no porque otro se lo pedía. Pero no era esto
lo que Dios pretendía; lo que Dios quería era evitar que el trámite de
reconciliación no fuera para los que habían de salvarse motivo de
infravaloración. Por eso decía a Jeremías: No intercedas por este pueblo, que no
te escuchará. Y no es que quisiera que el profeta dejase de orar; lo que
quería era atemorizarlos. El profeta, que así lo comprendió, no cesó de suplicar.
Y así como a los ninivitas, al comunicarles la sentencia sin fijar límites de tiempo
ni insinuarles resquicio alguno de esperanza, les inspiró un profundo terror
induciéndolos a penitencia, lo mismo hace en este pasaje: mete la
preocupación en el ánimo de los israelitas, hace al profeta más venerable a sus
ojos, para ver si al menos así le escuchan. Luego, comoquiera que padecían un
mal sin remedio y no reaccionaban tampoco ante las amenazas de los
profetas que les enviaba, primero les intima que permanezcan allí; y al
mostrarse renuentes y planear la evasión a Egipto, Dios condesciende, no sin
rogarles que eviten caer en la impiedad de los egipcios. Como tampoco en esto
le hicieron caso, manda con ellos al profeta para que no se esquinasen
totalmente con él.
¿Y qué es lo que los profetas no padecían por su causa? Aserrados,
exilados, ultrajados, lapidados, sufrieron una infinidad de otros graves
tormentos. Y no obstante todo esto, los israelitas acudían a ellos una y otra
vez. Samuel no cesó nunca de llorar a Saúl, a pesar de haber sufrido ultrajes y
tratos intolerables por su culpa: toda injuria estaba olvidada. Jeremías, por su
parte, compuso para el pueblo judío unas lamentaciones que puso por escrito; y
habiéndole concedido el jefe de la guardia persa facultad para vivir en seguridad
y libertad donde quisiese, prefirió a su casa el compartir la suerte de los
infelices de su pueblo y una mísera morada en tierra extranjera.
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MIÉRCOLES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 10, 12-11, 9. 26-28
Elegid al Señor como único Dios
59
Responsorio 1 Jn 4, 19; 5, 3; 2, 5
R. Amemos a Dios, porque él nos amó primero. En esto consiste el amor a
Dios: en que guardemos sus mandamientos; * y sus mandamientos no son
pesados.
V. Quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios.
R. Y sus mandamientos no son pesados.
SEGUNDA LECTURA
De los capítulos de Diadoco de Foticé, sobre la perfección espiritual (Caps. 12.13.14: PG
65, 1171- 1172)
Hay que amar solamente a Dios
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Responsorio Jn e, 16; 1Jn 4, 10
R. Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, * para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
V. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó.
R. Para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
JUEVES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 12, 1-14
La ley del único templo
En aquellos días, Moisés dijo al pueblo estas palabras: «Estos son los
mandatos y decretos que debéis observar y cumplir en la tierra que el Señor,
Dios de tus padres, va a darte en posesión, mientras dure vuestra vida sobre la
tierra.
Debéis destruir por completo todos los lugares donde las naciones que
vais a desposeer han dado culto a sus dioses: en lo alto de los montes, en las
colinas y bajo todo árbol frondoso. Demoleréis sus altares, destrozaréis sus
estelas, prenderéis fuego a sus postes, derribaréis las imágenes de sus dioses y
borraréis su nombre de aquel lugar.
No os comportaréis así con el Señor, vuestro Dios, sino que buscaréis el
lugar que el Señor vuestro Dios eligiere de entre todas vuestras tribus para
poner allí su nombre y morar en él, e iréis allí y allí llevaréis vuestros
holocaustos y vuestros sacrificios de comunión, vuestros diezmos y vuestras
contribuciones, vuestros votos y vuestras ofrendas voluntarias, y los
primogénitos de vuestro ganado mayor y menor. Allí comeréis, vosotros y
vuestras familias, en presencia del Señor, vuestro Dios, y os regocijaréis por
todas las empresas que el Señor, tu Dios, haya bendecido. No haréis cada uno
lo que le parece bien, como nosotros hacemos hoy aquí, porque todavía no
habéis entrado en el lugar de descanso, en la heredad que el Señor, tu Dios, te
da. Cuando paséis el Jordán y habitéis en la tierra que el Señor, vuestro Dios, os
dé en heredad y os conceda descanso de vuestros enemigos de alrededor y
viváis tranquilos, llevaréis todo lo que yo os mando al lugar que eligiere el
Señor, vuestro Dios, para que more allí su nombre: vuestros holocaustos y
vuestros sacrificios de comunión, vuestros diezmos y vuestras contribuciones, y
lo más selecto de los votos que hayáis hecho al Señor, y os regocijaréis en
presencia del Señor, vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos y vuestras hijas,
vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que vive en vuestras ciudades,
pues él no tiene porción ni heredad como vosotros.
Guárdate de ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas, sino
solo en el lugar que el Señor elija en una de tus tribus. Allí ofrecerás tus
holocaustos y allí harás todo lo que te mando.»
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ande errante, * a condición de que pongan por obra cuanto les mandé.
V. Nosotros somos templo del Dios vivo, como dijo Dios: «Habitaré en medio de
ellos y andaré entre ellos.»
R. A condición de que pongan por obra cuanto les mandé.
SEGUNDA LECTURA
De las cartas de San Fulgencio de Ruspe (Carta 14, 36-37: CCL 91, 429-431)
Cristo vive siempre para interceder en nuestro favor
62
el Apóstol: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para
representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios
por los pecados. Pero, al decir: «tu Hijo», añadimos: «que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo», para recordar, con esta adicción, la unidad de
naturaleza que tienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y significar, de
este modo, que el mismo Cristo, que por nosotros ha asumido el oficio de
sacerdote, es por naturaleza igual al Padre y al Espíritu Santo.
Responsorio Hb 4, 16. 15
R. Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, * a fin de obtener
misericordia y hallar gracia para una ayuda en el momento oportuno.
V. Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras
debilidades.
R. A fin de obtener misericordia y hallar gracia para una ayuda en el
momento oportuno.
VIERNES I
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 15, 1-18
Remisión de las deudas
63
vacías. Abastécele de bienes de tu rebaño, de tu era y tu lagar, le darás de
aquello con que te ha bendecido el Señor tu Dios. Recuerda que fuiste esclavo
en la tierra de Egipto y que el Señor, tu Dios, te rescató. Por eso yo te mando
hoy esto. Pero si él te dice: ―No quiero marcharme de tu lado‖ —porque te
ama a ti y a tu familia, pues le iba bien contigo—, tomarás un punzón,
agujerearás su oreja contra la puerta y será tu esclavo para siempre. Lo mismo
harás con tu esclava. No te parezca muy duro dejarlo libre, pues los seis años
que te ha servido corresponden al doble del servicio de un jornalero. Y el Señor,
tu Dios, te bendecirá en todo lo que hagas.»
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Asterio de Amasea (Hom. 13, PG 40, 355-358. 362)
Imitemos el estilo pastoral que empleó el mismo Señor
Responsorio Cf. Za 7, 9; Mt 6, 14
R. Practicad la justicia y la fidelidad. * Ejerced la piedad y la misericordia cada
uno con su hermano.
V. Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial
R. Ejerced la piedad y la misericordia cada uno con su hermano.
LUNES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 24, 1-25, 4
Preceptos referentes al prójimo
En aquellos días, dio Moisés al pueblo estas normas: «Si uno se casa con
una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, y le
escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa, y ella sale de la
casa, va y se casa con otro, y el segundo también la aborrece, le escribe el acta
de divorcio, se la entrega y la echa de casa, o bien muere el segundo marido, el
primer marido, que la despidió, no podrá casarse otra vez con ella, porque ha
quedado impura; sería una abominación ante el Señor; no eches un pecado
sobre la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en heredad.
Si uno es recién casado, no está obligado al servicio militar ni a otros
trabajos públicos; quedará libre en su casa durante un año, para disfrutar de la
mujer con quien se ha casado.
No tomarás en prenda las dos piedras de un molino, ni siquiera la
muela, porque sería tomar en prenda una vida.
Si descubren que uno ha secuestrado a un hermano suyo de los hijos de Israel,
para explotarlo o venderlo, el secuestrador morirá. Así extirparás el mal de en
medio de ti.
Tened cuidado con las afecciones de la piel, observando y cumpliendo
todo lo que os enseñen los sacerdotes levitas. Observad y cumplid lo que yo
les he mandado. Recuerda lo que hizo el Señor, tu Dios, a María cuando
salisteis de Egipto.
Si haces un préstamo cualquiera a tu hermano, no entres en su casa a
recobrar la prenda; espera afuera, y el prestatario saldrá a devolverte la prenda.
Y, si es pobre, no te acostarás sobre la prenda; se la devolverás a la caída del
sol y así él se acostará sobre su manto y te bendecirá, y tuyo será el mérito ante
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el Señor, tu Dios.
No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o
emigrante que vive en tu tierra, en tu ciudad; cada jornada le darás su jornal,
antes que el sol se ponga, porque pasa necesidad y está pendiente del salario.
Así no gritará contra ti al Señor y no incurrirás en pecado.
No serán ejecutados los padres por culpas de los hijos, ni los hijos por
culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado.
No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda
las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te
rescató el Señor, tu Dios; por eso yo te mando hoy cumplir esto.
Cuando siegues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no
vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así
bendecirá el Señor todas tus tareas. Cuando varees tu olivar, no repases las
ramas; déjaselas al emigrante, al huérfano y a la viuda. Cuando vendimies tu
viña, no rebusques los racimos; déjaselos al emigrante, al huérfano y a la
viuda.
Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto; por eso yo te mando hoy
cumplir esto.
Cuando dos hombres tengan un pleito, vayan a juicio y los juzguen,
absolviendo al inocente y condenando al culpable, si el culpable merece una
paliza, el juez lo hará tenderse en tierra, y en su presencia le darán los azotes
que merece su delito. Pero solo le podrán dar hasta cuarenta y no más, no sea
que, si se exceden en el número y la paliza resulte excesiva, tu hermano quede
infamado a tus ojos.
No le pondrás bozal al buey que trilla.»
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual,
del Concilio Vaticano II (Núm. 48)
Santidad del matrimonio y de la familia
Responsorio Ef 5, 32.25.33
R. Este misterio es grande: lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia. * Cristo
amó a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella.
V. Que cada uno ame a su mujer como a si mismo; y la mujer debe respetar a su
mari do.
R. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella.
MARTES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 26, 1-19
Profesión de fe de los hijos de Abraham
67
una cesta, irás al lugar que el Señor, tu Dios, haya elegido para morada de su
nombre, te presentarás al sacerdote que esté en funciones por aquellos días y le
dirás: ―Declaro hoy al Señor, mi Dios, que he entrado en la tierra que el Señor
juró a nuestros padres que nos daría‖.
El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la pondrá ante el altar del
Señor, tu Dios. Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios: ―Mi
padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como
emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande,
fuerte y numeroso. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos
impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de
nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión,
nuestra angustia y nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano
fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios, y
nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por
eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has
dado‖. Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor,
tu Dios. Y te regocijarás con el levita y el emigrante que vivan en tu vecindad,
por todos los bienes que el Señor, tu Dios, te haya dado, a ti y a tu casa.
Cada tres años, el año del diezmo, cuando termines de separar el diezmo
de todas tus cosechas y se lo hayas dado al levita, al emigrante, al huérfano
y a la viuda, para que coman hasta saciarse en tus ciudades, dirás ante el
Señor, tu Dios: ―He apartado de mi casa lo consagrado; se lo he dado al levita,
al emigrante, al huérfano y a la viuda, conforme al precepto que me mandaste.
No he quebrantado ni olvidado ningún precepto. No he comido de ello estando
de luto, ni lo he apartado estando impuro, ni se lo he ofrecido a un muerto. He
escuchado la voz del Señor, mi Dios, he cumplido lo que me mandaste. Mira
desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo, Israel, y a esta
tierra que nos diste, como habías jurado a nuestros padres, una tierra que mana
leche y miel‖.
Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos.
Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma.
Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú vayas por sus
caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el
Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y
observes todos sus preceptos. Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por
encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor,
tu Dios, como prometió.»
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SEGUNDA LECTURA
San Cirilo de Alejandría, Sobre la adoración en espíritu y en verdad (Lib. 8: PG 68,
574- 575)
Después de Moisés y la ley, Cristo se ha hecho nuestro guía
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MIÉRCOLES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 29, 1-5. 9-29
Maldición sobre los transgresores de la Alianza
70
ellos al sacarlos de la tierra de Egipto y fueron a servir a otros dioses y se
postraron ante ellos —dioses que no conocían y que él no les había asignado
—; por eso la ira del Señor se encendió contra esta tierra, haciendo recaer
sobre ella todas las imprecaciones escritas en este libro; por eso, el Señor los
arrancó de su suelo con ira, furor y gran indignación, y los arrojó a otra tierra,
como sucede hoy‖. Lo oculto es del Señor, nuestro Dios; lo revelado es nuestro
y de nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras
de esta ley.»
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Bernardo de Claraval, sobre el Cantar de los cantares
(Sermón 61, 3-5: Opera omnia, edic. cisterciense, 2, 1958, 150-151)
Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia
71
alto. ¿Qué dificultad hay en admitir que tus llagas nos dejan ver tus entrañas? No
podría hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender que
tú, Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una
misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y
a la condenación.
Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en
méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del
Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque tengo
conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante fue
la gracia. Y, si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré
eternamente las misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia?
Señor, narraré tu justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues tú
has sido constituido mi justicia de parte de Dios.
Responsorio Rm 5, 10. 8
R. Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de
su Hijo, * mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados
por su vida.
V. Siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
R. Mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su
vida.
JUEVES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 30, 1-20
Promesa de perdón después del destierro
72
mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y si vuelves al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es
inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: ―¿Quién de nosotros subirá al
cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?‖. Ni está más
allá del mar, para poder decir: ―¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo
traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?‖. El mandamiento está muy
cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas.
Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo
te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus
preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te
bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla.
Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te
postras ante otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin
remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en
posesión una vez pasado el Jordán.
Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo
delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida,
para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su
voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró
dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.»
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Juan Mediocre de Nápoles (Sermón 7: PLS 4, 785-786)
Ama al Señor y sigue sus caminos
VIERNES II
PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 31, 1-15. 23
Últimas palabras de Moisés
74
lugar que él elija, se proclamará esta ley ante todo Israel, a sus oídos. Congrega
al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al emigrante que esté en tus ciudades,
para que escuchen y aprendan y teman al Señor, vuestro Dios, y observen
todas las palabras de esta ley para cumplirla. Y así sus hijos, que no la conocen,
la escucharán y aprenderán a temer al Señor, vuestro Dios, todos los días que
viváis en la tierra que vais a poseer después de pasar el Jordán».
El Señor dijo a Moisés: «Está cerca el día de tu muerte. Llama a Josué,
presentaos en la Tienda del Encuentro, y yo le daré mis órdenes».
Moisés y Josué fueron a presentarse a la Tienda del Encuentro. El
Señor se les apareció en la Tienda, en una columna de nubes, que fue a
colocarse a la entrada de la Tienda. El Señor ordenó a Josué, hijo de Nun:
«¡Sé fuerte y valiente, que tú has de introducir a los hijos de Israel en la tierra que
les prometí con juramento. Yo estaré contigo!».
SEGUNDA LECTURA
Del comentario de san Juan Fisher, sobre el salmo 101 (Opera omnia, edic. 1597, pp.
1588- 1589)
Las maravillas de Dios
75
ingratos, más aún, traspasando todos los límites de la ingratitud, no tenemos en
cuenta su amor ni reconocemos la magnitud de sus beneficios, sino que
menospreciamos y tenemos casi en nada al autor y dador de tan grandes bienes;
ni tan siquiera la extraordinaria misericordia de que usa continuamente con los
pecadores nos mueve a ordenar nuestra vida y conducta conforme a sus
mandamientos.
Ciertamente, es digno todo ello de que sea escrito para las generaciones
futuras, para memoria perpetua, a fin de que todos los que en el futuro han de
llamarse cristianos reconozcan la inmensa benignidad de Dios para con nosotros
y no dejen nunca de cantar sus alabanzas.
LUNES III
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 2, 5-18
Jesús, autor de la salvación, se ha hecho semejante a sus hermanos
76
todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo
que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho
de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son
tentados.
SEGUNDA LECTURA
Del comentario de san Juan Fisher, sobre el salmo 129 (Opera omnia, ed. 1579 p.
1610)
Si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre
77
escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que
aboga ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por
nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo
entero.
Responsorio Rm 5, 10. 8
R. Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de
su Hijo, * mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por
su vida.
V. Siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
R. Mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su
vida.
MARTES III
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 3, 1-19
Jesús, apóstol de nuestra fe
78
Responsorio Hb 3, 6; Ef 2, 21
R. Cristo es fiel en su calidad de Hijo al frente de su propia casa; * y su casa
somos nosotros.
V. Por Cristo todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta
formar un templo consagrado al Señor.
R. Y su casa somos nosotros.
SEGUNDA LECTURA
Del comentario de san Cirilo de Alejandría, sobre el evangelio de san Juan (Lib. 11,
cap. 8: PG 74, 506-507)
Cristo, pontífice y mediador
Responsorio Hb 4, 14.16; Rm 3, 25
R. Teniendo, pues, tal sumo sacerdote, Jesús, el Hijo de Dios, * acerquémonos
confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la
gracia de un auxilio en el momento oportuno.
V. Dios lo destinó a ser instrumento de propiciación por su propia sangre,
mediante la fe.
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R. Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener
misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio en el momento oportuno.
MIÉRCOLES III
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 4, 1-13
Apresurémonos a entrar en el descanso del Señor
SEGUNDA LECTURA
San Cirilo de Alejandría, Sobre la adoración en espíritu y en verdad (Lib. 3: PG 68,
290- 291)
Cristo se ofreció a sí mismo por nosotros y se sometió espontáneamente a la muerte
80
que van camino de la perfecta santidad alimentados por el pan vivo. También
aquel bendito de David se acuerda de esta tan augusta y admirable ciudad,
diciendo:
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Cristo, que es la vida y dador de vida, estableció su morada en nosotros:
por eso aleja de los consagrados al exterminador. Pues, una vez instituida
aquella sagrada mesa, veladamente significada por la hora de aquella cena, ya
no le está permitido vencer. Nos libertó Cristo, prefigurado en la persona de
David. Pues al ver que los habitantes del país eran presa de la muerte, se erigió
en abogado defensor de nuestra causa, se sometió espontáneamente a la
muerte y paró los pies al exterminador afirmando que la culpa era suya. Y no
porque él personalmente hubiera cometido pecado alguno, sino porque, como
dice la Escritura, fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de
muchos e intercedió por los pecadores –aunque personalmente no conoció el
pecado–, haciéndose por nosotros un maldito.
Además, Cristo afirma ser más equitativo que sea el pastor y no las
ovejas, quien expíe las penas: pues, como buen pastor, él dio la vida por las
ovejas. Después, por inspiración divina, el santo David erigió un altar en el
mismo sitio en que había visto detenerse el ángel exterminador, y ofreció
holocaustos y sacrificios de comunión. Por la era del jebuseo has de entender la
Iglesia: cuando Cristo llegó a ella y finalmente se detuvo, la muerte quedó
destruida, y el exterminador retiró aquella mano que antes todo lo arrasaba
con la violencia de su furor. La Iglesia es efectivamente la casa de aquella
vida, que es vida por su misma naturaleza, es decir, de Cristo.
Decimos que la era de Arauná es la Iglesia, basados en cierta similitud
figurativa. En ella, cual gavillas de trigo, se recogen aquellos que, en el campo de
las preocupaciones seculares, son segados por los santos segadores, es
decir por la predicación de los apóstoles y evangelistas, para ser almacenados
en la era celestial y depositados, como trigo ya limpio, en los graneros del
Señor, esto es, en aquella celestial Jerusalén; una vez depuestas las inútiles y
superfluas no sólo acciones, sino incluso sensaciones del alma, que puedan
ser parangonadas con la paja.
Cristo dijo efectivamente a los santos apóstoles: ¿No decís vosotros
que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo: Levantad los ojos y
contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está
recibiendo el salario y almacenando fruto para la vida eterna. Y de nuevo: La
mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies.
Pienso que apellidó mies espiritual a la muchedumbre de los que habían de
creer, y que llamó santos segadores a los que en la mente y en la boca tienen
aquella palabra viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta
el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos.
Esta era espiritual, es decir, la Iglesia, Cristo la compró por medio kilo de
plata, lo cual supone un precio considerable; pues él mismo se dio por ella y en
ella erigió un altar. Y siendo al mismo tiempo sacerdote y víctima, se ofreció
a sí mismo, a semejanza y en figura de los bueyes de la trilla, convirtiéndose en
holocausto y sacrificio de comunión.
81
Responsorio Jn 10, 15.18; Jr 12,7
R. Yo doy mi vida por las ovejas. * Nadie me la quita, yo la doy
voluntariamente.
V. He abandonado mi casa, he rechazado mi heredad, he entregado lo que
más quería al poder de mis enemigos.
R. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
JUEVES III
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 4, 14-5, 10
Jesucristo, Sumo Sacerdote
SEGUNDA LECTURA
De las homilías pascuales de san Cirilo de Alejandría (Hom. pascual 26, 3: PG 77, 926)
Cristo se hizo pontífice misericordioso
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Cristo se hizo por nosotros pontífice misericordioso siguiendo poco
más o menos el siguiente proceso. La ley promulgada a los israelitas mediante
el ministerio de los ángeles, disponía que quienes hubieran incurrido en
alguna falta debían satisfacer la pena correspondiente y esto
inmediatamente. Lo atestigua el sapientísimo Pablo cuando escribe: Al que
viola la ley de Moisés lo ejecutan sin compasión, basándose en dos o tres
testigos. Por eso, los que según lo prescrito por la ley, ejercían el ministerio
sacerdotal, no ponían ningún interés ni se preocupaban de usar de misericordia
con los que habían delinquido por negligencia. En cambio, Cristo se hizo
pontífice misericordioso. Y no sólo no exigió de los hombres pena alguna en
reparación de los pecados, sino que los justificó a todos por la gracia y la
misericordia. Nos hizo además adoradores en espíritu y puso ante nuestros ojos
clara y abiertamente la verdad, es decir, aquel módulo de vida honesta, que
encontramos meridianamente explanado en el sublime mensaje evangélico.
Y no mostró la verdad condenando las prescripciones mosaicas y
subvirtiendo las antiguas tradiciones, sino más bien disipando las sombras de la
letra de la ley y conmutando el contenido de las figuras en una adoración y en
un culto en espíritu y en verdad. Por eso declaraba expresamente: No creáis
que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de
cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
Por tanto, quien da el paso de las figuras a la realidad, no anula las
figuras, sino que las perfecciona. Pasa como con los pintores, quienes al aplicar
la variada gama de colores al bosquejo inicial, no lo anulan, sino que lo hacen
resaltar con mayor nitidez: algo parecido hizo Cristo perfilando aquellas rudas
figuras hasta transmitirles la sutileza de la verdad. Pero Israel no comprendió
este misterio, a pesar de que la ley y los profetas lo habían preanunciado de
diversas maneras, y no obstante que las innumerables acciones de Cristo,
nuestro Salvador, les hubieran podido inducir a creer que, aunque
manifestándose como hombre según una singular decisión de la Providencia en
favor nuestro, él seguía siendo lo que siempre fue, es decir, Dios.
Por esta razón, realizó cosas que exceden las posibilidades humanas e
hizo milagros que sólo Dios puede hacer: resucitó de los sepulcros a muertos
que ya olían mal y que presentaban señales de descomposición, dio luz a los
ciegos, increpó con autoridad a los espíritus inmundos cual creador de todo;
con un simple gesto curó a los leprosos, realizando además, otras muchas
maravillas imposibles de enumerar y que superan nuestra capacidad admirativa.
Por eso decía: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las
hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras.
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R. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar
misericordia y obtener la gracia de un auxilio en el momento oportuno.
VIERNES III
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 5, 11-6, 8
Exhortación a aprender las enseñanzas de lo que es perfecto
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la segunda carta a los
Corintios (Hom. 2, 4-5: PG 61, 397- 399)
Eficacia de la oración
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todos los bienes; debemos aprender, además, a dar gracias con un más
intenso fervor.
Pues los que dan gracias a Dios por los favores que los otros reciben, lo
hacen con mayor interés cuando se trata de sí mismos. Es lo que hacía David,
cuando decía: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su
nombre; es lo que el Apóstol recomienda en diversas ocasiones; es lo que
nosotros hemos de hacer, proclamando a todos los beneficios de Dios, para
asociarlos a todos a nuestro cántico de alabanza.
Pues si cuando recibimos un favor de los hombres y lo celebramos,
disponemos su ánimo a ser más solícitos para merecer nuestro agradecimiento, con
mayor razón nos granjearemos una mayor benevolencia del Señor cada vez que
pregonamos sus beneficios. Y si, cuando hemos conseguido de los hombres algún
beneficio, invitamos también a otros a unirse a nuestra acción de gracias, hemos de
esforzarnos con mucho mayor ahínco por convocar a muchos que nos ayuden a dar
gracias a Dios. Y si esto hacía Pablo, tan digno de confianza, con más razón habremos
de hacerlo nosotros también.
Roguemos una y otra vez a personas santas que quieran unirse a nuestra
acción de gracias, y hagamos nosotros recíprocamente lo mismo. Esta es una de
las misiones típicas del sacerdote, por tratarse del más importante bien común.
Disponiéndonos para la oración, lo primero que hemos de hacer es dar gracias
por todo el mundo y por los bienes que todos hemos recibido. Pues si bien
los beneficios de Dios son comunes, sin embargo tú has conseguido la
salvación personal precisamente en comunidad. Por lo cual, debes por tu
salvación personal elevar una común acción de gracias, como es justo que por
la salvación comunitaria ofrezcas a Dios una alabanza personal. En efecto, el sol
no sale únicamente para ti, sino para todos en general; y sin embargo, en parte
lo tienes todo: pues un astro tan grande fue creado para común utilidad de
todos los mortales juntos. De lo cual se sigue, que debes dar a Dios tantas
acciones de gracias, como todos los demás juntos; y es judío que tú des gracias
tanto por los beneficios comunes, como por la virtud de los otros.
Muchas veces somos colmados de beneficios a causa de los otros. Pues si
se hubieran encontrado en Sodoma al menos diez justos, los sodomitas no
habrían incurrido en las calamidades que tuvieron que soportar. Por tanto, con
gran libertad y confianza, demos gracias a Dios en representación también de
los demás: se trata de una antigua costumbre, establecida en la Iglesia desde
sus orígenes. He aquí por qué Pablo da gracias por los romanos, por los corintios
y por toda la humanidad.
Responsorio Cf. Jl 2, 17
R. En el ayuno y en el llanto los sacerdotes oraban diciendo: * Perdona, Señor, a
tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio.
V. Entre el vestíbulo y el altar los sacerdotes lloren y digan:
R. Perdona, Señor, a tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio.
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LUNES IV
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 7, 11-28
El sacerdocio eterno de Cristo
Responsorio Hb 5, 5. 6; 7, 20. 21
R. Cristo no se dio a sí mismo la gloria del sumo sacerdocio, sino que la
recibió de aquel que le dijo: * «Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.»
V. Los sacerdotes de la antigua ley fueron constituidos sin juramento, pero
Jesús fue constituido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo:
R. «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
SEGUNDA LECTURA
Del tratado de san Fulgencio de Ruspe, sobre la verdadera fe a Pedro (Cap. 22, 62:
CCL 91A, 726.750-751)
Él mismo se ofreció por nosotros
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En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que es el
mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido que le fueran
ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el don gratísimo de aquel
sacrificio con el que el Hijo único de Dios, hecho hombre, había de inmolarse a
sí mismo misericordiosamente por nosotros.
Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a Dios como
oblación y víctima de suave olor. El, como Dios verdadero y verdadero sumo
sacerdote que era, penetró por nosotros una sola vez en el santuario, no con la
sangre de los becerros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era
precisamente lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba cada año con
la sangre en el santuario.
Él es quien, en sí mismo, poseía todo lo que era necesario para que se
efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el sacrificio, él
mismo fue Dios y templo: el sacerdote por cuyo medio nos reconciliamos, el
sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos reconciliamos, el Dios
con quien nos hemos reconciliado.
Como sacerdote, sacrificio y templo, actuó solo, porque aunque era
Dios quien realizaba estas cosas, no obstante las realizaba en su forma de
siervo; en cambio, en lo que realizó como Dios, en la forma de Dios, lo realizó
conjuntamente con el Padre y el Espíritu Santo.
Ten, pues, por absolutamente seguro, y no dudes en modo alguno, que el
mismo Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios
como oblación y víctima de suave olor, el mismo en cuyo honor, en unidad
con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían, en
tiempos del antiguo Testamento, sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea,
en el tiempo del Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo,
con quienes comparte la misma y única divinidad, la santa Iglesia católica
no deja nunca de ofrecer, por todo el universo de la tierra, el sacrificio del pan y
del vino, con fe y caridad.
Así, pues, en aquellas víctimas carnales se significaba la carne y la sangre de
Cristo; la carne que él mismo, sin pecado como se hallaba, había de ofrecer por
nuestros pecados, y la sangre que había de derramar en remisión también de
nuestros pecados; en cambio, en este sacrificio se trata de la acción de gracias y
del memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la sangre,
que, siendo como era Dios, derramó por nosotros. Sobre esto afirma el
bienaventurado Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros
y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la
Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.
Por tanto, aquellos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en
el futuro; en este sacrificio, en cambio, se nos muestra de modo evidente lo que
ya nos ha sido dado.
En aquellos sacrificios se anunciaba de antemano al Hijo de Dios, que había de
morir a manos de los impíos; en este sacrificio, en cambio, se le anuncia ya muerto
por ellos, como atestigua el Apóstol al decir: Cuando nosotros todavía estábamos sin
fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; y añade: Cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
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Responsorio Col 1, 21-22; Rm 3, 25
R. A vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos por vuestros
pensamientos y malas obras, Cristo os ha reconciliado ahora, por medio de la
muerte de su cuerpo de carne. * Para presentaros santos, inmaculados e
irreprensibles delante de él.
V. Dios lo destinó a ser instrumento de propiciación por su propia sangre,
mediante la fe.
R. Para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de él.
MARTES IV
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 8, 1-13
El sacerdocio de Cristo en la Nueva Alianza
Responsorio Hb 8, 1-2; 9, 24
R. Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la
Majestad en los cielos: él es ministro del santuario y de la verdadera Tienda de
Reunión, * para comparecer ahora ante la faz de Dios en favor nuestro.
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V. Pues no entró Cristo en un santuario levantado por mano de hombre,
figura del verdadero santuario, sino en el mismo cielo.
R. Para comparecer ahora ante la faz de Dios a favor nuestro.
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san León Magno, papa (Sermón 60, 1-2, sobre la Pasión del Señor:
CCL 138A, 363-365)
En la inmolación de Cristo está la verdadera Pascua y el único sacrificio
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MIÉRCOLES IV
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 9, 1-10
La antigua Alianza es insuficiente
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la segunda carta a los
Corintios (Hom. 11, 3-4: PG 61, 478-480)
Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados
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no tomó represalias, sino que además nos entregó a su Hijo para reconciliarnos
con él. Mas quienes lo recibieron, no sólo no se cuidaron de congraciarse con
él, sino que para colmo lo condenaron a muerte.
Nuevamente envió otros intercesores, y, enviados, es él mismo quien por
ellos ruega. ¿Qué es lo que ruega? Reconciliaos con Dios. No dijo: Recuperad
la gracia de Dios, pues no es él quien provoca la enemistad, sino vosotros;
Dios efectivamente no provoca la enemistad. Más aún: viene como enviado a
entender en la causa.
Al que no había pecado –dice–, Dios lo hizo expiar nuestros pecados.
Aun cuando Cristo no hubiera hecho absolutamente nada más que hacerse
hombre, piensa, por favor, lo agradecidos que debiéramos de estar a Dios por
haber entregado a su Hijo por la salvación de aquellos que le cubrieron de
injurias. Pero la verdad es que hizo mucho más, y por si fuera poco, permitió
que el ofendido fuera crucificado por los ofensores.
Dice: Al que no había pecado, sino que era la misma justicia, lo hizo
expiar nuestros pecados: esto es, toleró que fuera condenado como un
pecador y que muriese como un maldito: pues maldito todo el que cuelga de
un árbol. Era ciertamente más atroz morir de este modo, que morir
simplemente. Es lo que él mismo viene a sugerir en otro lugar: Se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. Considerad, pues, cuántos
beneficios habéis recibido de él.
En consecuencia, si amamos a Cristo como él se merece, nosotros mismos
nos impondremos el castigo por nuestros pecados. Y no porque sintamos un
auténtico horror por el infierno, sino más bien porque nos horroriza ofender a
Dios; pues esto es más atroz que aquello: que Dios, ofendido, aparte de
nosotros su rostro. Reflexionando sobre estos extremos, temamos ante todo el
pecado: pecado significa castigo, significa infierno, significa males incalculables.
Y no sólo lo temamos, sino huyamos de él y esforcémonos por agradar
constantemente a Dios: esto es reinar, esto es vivir, esto es poseer bienes
innumerables. De este modo entraremos ya desde ahora en posesión del reino
y de los bienes futuros, bienes que ojalá todos consigamos por la gracia y la
benignidad de nuestro Señor Jesucristo.
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JUEVES IV
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 9, 11-28
Cristo, Suma Sacerdote, entró de una vez para siempre en el santuario con su propia sangre
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VIERNES IV
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 10, 1-10
Vuestra santificación se opera por el sacrificio de Cristo
Hermanos: La ley, que presenta solo una sombra de los bienes futuros y
no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se
acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios.
Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto,
purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su
conciencia? Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año,
los pecados. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos
cabríos quite los pecados. Por eso, al entrar él en el mundo dice:
Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no
aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo —pues así está escrito en el
comienzo del libro acerca de mí— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad.
Primero dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni
víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley. Después añade: He aquí que
vengo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y
conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del
cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
SEGUNDA LECTURA
De las cartas de san Ambrosio de Milán, obispo (Carta 67, 47-50: PL 16,1253-1254)
Cristo no se arrogó el sacerdocio: lo aceptó
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Por eso se eligió a Aarón como sacerdote, para que en la elección
sacerdotal no prevaleciera la ambición humana, sino la gracia de Dios; no el
ofrecimiento espontáneo ni la propia usurpación, sino la vocación celestial, de
modo que ofrezca sacrificios por los pecados, el que pueda comprender a los
pecadores, por estar él mismo –dice–envuelto en debilidades. Nadie debe
arrogarse este honor; Dios es quien llama, como en el caso de Aarón; por eso
Cristo no se arrogó el sacerdocio: lo aceptó.
Finalmente, como la sucesión aaronítica efectuada de acuerdo con la
estirpe, tuviera más herederos de la sangre, que partícipes de la justicia, apareció
–según el tipo de aquel Melquisedec de que nos habla el antiguo
Testamento– el verdadero Melquisedec, el verdadero rey de la paz, el
verdadero rey de la justicia, pues esto es lo que significa el nombre: sin padre,
sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su
vida. Esto puede decirse igualmente del Hijo de Dios, que no conoció
madre en aquella divina generación, ni tuvo padre en el nacimiento de la
virgen María; nacido antes de los siglos únicamente de Padre, nacido de sola la
Virgen en este siglo, ni sus días pudieron tener comienzo, él que existía
desde el principio. Y ¿cómo podría tener fin la vida de quien es el autor de la
vida de todos? Él es el principio y el fin de todas las cosas. Pero es que,
además, esto lo aduce como ejemplo. Pues el sacerdote debe ser como quien
no tiene ni padre ni madre: en él no debe mirarse la nobleza de su cuna, sino la
honradez de sus costumbres y la prerrogativa de las virtudes.
Debe haber en él fe y madurez de costumbres: no lo uno sin lo otro, sino
que ambas cosas coincidan en la misma persona juntamente con las buenas
obras y acciones. Por eso el apóstol Pablo nos quiere imitadores de aquellos que,
por la fe y la paciencia, poseen en herencia las promesas hechas a Abrahán,
quien, por la paciencia, mereció recibir y poseer la gracia de bendición que se le
había prometido. El profeta David nos advierte que debemos ser imitadores del
santo Aarón, a quien para nuestra imitación, colocó entre los santos del Señor,
diciendo: Moisés y Aarón con sus sacerdotes, Samuel con los que invocan su
nombre.
Responsorio Hb 5, 4.6; Sir 45, 16
R. Nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. *
Del mismo modo Cristo no se arrogó la dignidad de sumo sacerdote, sino que
fue llamado por Dios a semejanza de Melquisedec.
V. El Señor le eligió entre todos los vivientes para presentarle la ofrenda.
R. Del mismo modo Cristo no se arrogó la dignidad de sumo sacerdote, sino que
fue llamado por Dios a semejanza de Melquisedec.
LUNES V
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 11, 1-19
La fe de los antiguos padres
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Por la fe sabemos que el universo fue configurado por la palabra de
Dios, de manera que lo visible procede de lo invisible.
Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que Caín; por ella, Dios
mismo, al recibir sus dones, lo acreditó como justo; por ella sigue hablando
después de muerto.
Por la fe fue arrebatado Henoc, sin pasar por la muerte; no lo encontraron,
porque Dios lo había arrebatado; en efecto, antes de ser arrebatado se le
acreditó que había complacido a Dios, y sin fe es imposible complacerlo, pues el
que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo
buscan.
Por la fe, advertido Noé de lo que aún no se veía, tomó precauciones y
construyó un arca para salvar a su familia; por ella condenó al mundo y
heredó la justicia que viene de la fe.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a
recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la
tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos
de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo
arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo vigor para concebir cuando ya
le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un
hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del
cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino
viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos
en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si
añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero
ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en
llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único,
el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu
descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de
entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
SEGUNDA LECTURA
De las homilías pascuales de san Cirilo de Alejandría, obispo (Hom. Pascual 5, 7: PG
77, 495-498)
Por nuestra salvación, Cristo se hizo obediente al Padre
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espléndida de la verdad a los acontecimientos que sucedieron en figura, y
explicar con mayor claridad y uno por uno todos los sucesos que hemos
propuesto. De esta forma, les resultará más fácil a los creyentes captar
claramente el abstruso y recóndito misterio del amor.
Tomó, pues, el bienaventurado Abrahán al muchacho y se fue de prisa al
lugar que Dios le había indicado. El muchacho era conducido al sacrificio por
su padre, como símbolo y confirmación de que no debe atribuirse al poder
humano o a la maldad de los enemigos el hecho de que Jesucristo, nuestro
Señor, fuera conducido a la cruz, sino a la voluntad del Padre, el cual permitió —
de acuerdo con una decisión previamente pactada— que él sufriese la muerte
en beneficio de todos. Es lo que en un momento dado el mismo Jesús dio a
entender a Pilato: No tendrías —dijo— ninguna autoridad sobre mí, si no te lo
hubieran dado de lo alto; y en otro momento, dirigiéndose a su Padre del cielo,
se expresó así: Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz; pero no se haga lo
que yo quiero, sino lo que tú quieres.
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, y se lo cargó a su hijo Isaac.
Igualmente los judíos, sin vencer ni coaccionar el poder de la naturaleza divina
que eventualmente les fuera contrario, sino permitiéndolo así el eterno Padre en
cumplimiento de un acuerdo anteriormente tomado y al que en cierto modo
ellos servían sin saberlo, cargaron la cruz sobre los hombros del Salvador.
Como testigo de ello —un testigo ajeno a cualquier sospecha de mentira—,
podemos aducir al profeta Isaías, que se expresa de este modo: Nuestro
castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos
como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él nuestra
iniquidad.
Cuando finalmente el patriarca llegó al sitio que le había dicho Dios, con
mucha destreza y arte construyó un altar; sin duda para darnos con esto a
entender, que la cruz impuesta a nuestro Salvador y que los hombres tenían
por un simple leño, a los ojos del Padre común de la humanidad era
considerada como un grandioso y excelso altar, erigido para la salvación del
mundo e impregnado del incienso de una víctima santa y purísima.
Por eso Cristo, mientras su cuerpo era flagelado y al mismo tiempo
escupido por los atrevidísimos judíos, decía, por el profeta Isaías, estas
palabras: Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba. Pues el Padre es un solo Dios, y Jesucristo, un solo Señor: ¡bendito él
por siempre! El cual, desdeñando la ignominia por nuestra salvación, y hecho
obediente al Padre, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, para que
habiendo el Salvador dado su vida por nosotros y en nuestro lugar, pudiera a su
vez resucitarnos de entre los muertos, vivificados por el Espíritu Santo;
situarnos en el domicilio celestial, abiertas de par en par las puertas del cielo y
colocar en la presencia del Padre y ante sus ojos, aquella naturaleza humana,
que desde tiempo inmemorial se le había sustraído huyendo de él por el
pecado.
Amados hermanos, que por estas egregias hazañas de nuestro Salvador,
prorrumpan las bocas de todos en alabanza, y que todas las lenguas se afanen
en componer cantos de alabanza en su honor, haciendo suyo aquel dulcísimo
cántico: Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas.
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Asciende una vez consumada la obra de la salvación humana. Y no sólo sube,
sino que: subiste a la cumbre llevando cautivos, te dieron tributo de hombres.
MARTES V
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 11, 20-31
La fe de los antiguos padres
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Agustín, obispo (Sermón 22, 1: Edit. Maurist. t. 5, 116-118)
Todo se escribió como ya ocurrido, pero preanunciando el futuro
Antes que naciera Abrahán existo yo. Él es efectivamente el Verbo de
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Dios, por cuyo medio se hicieron todas las cosas; pero, colmando de su Espíritu
a los profetas, predijo por su medio que había de venir en la carne. Ahora
bien, la pasión está estrechamente ligada a su encarnación, pues no habría
podido padecer lo que el evangelio nos refiere, sino en aquella carne mortal y
pasible que había asumido.
En el evangelio leemos que, cuando el Señor fue clavado en la cruz, los
soldados que le crucificaron se repartieron su ropa; y habiendo descubierto
que la túnica era sin costura, tejida toda de una pieza, no quisieron rasgarla,
sino que la echaron a suertes, para que aquel a quien le tocara la tuviera
entera. Esta túnica significaba la caridad, que no puede ser dividida.
Estos acontecimientos narrados en el evangelio, fueron muchos años
antes cantados en el salmo como ya sucedidos, mientras preanunciaban
acontecimientos futuros: Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis
huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi
túnica. Todo se escribió como ya ocurrido, mientras se anuncia de antemano el
suceso futuro. Y no sin motivo las cosas venideras se han escrito como ya
ocurridas.
Cuando se decía que la Iglesia de Cristo tenía que extenderse a todo el
mundo, pocos eran los que lo decían y muchos los que se reían. Ahora ya se
ha confirmado lo que mucho antes se había predicho: la Iglesia está esparcida
por todo el mundo. Hace más de mil años le había sido prometido a Abrahán:
Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Vino Cristo, de la
estirpe de Abrahán, y todas las naciones han sido ya bendecidas en Cristo. Se
predijeron persecuciones, y las persecuciones vinieron provocadas por los
reyes adoradores de ídolos. A causa de estos enemigos del nombre de Cristo,
la tierra pululó de mártires. De la semilla de esta sangre derramada ha
germinado la mies de la Iglesia. No en vano la Iglesia oró por sus enemigos:
muy a menudo han acabado aceptando la fe.
También se dijo que los mismos ídolos acabarían por ser abatidos en el
nombre de Cristo: esto lo encontramos también en las Escrituras. Hasta no
hace mucho, los cristianos leían esto, pero sin verlo; lo esperaban como algo
futuro y así se fueron de esta vida: no lo vieron, pero en la convicción de que
había de suceder, en esta creencia se fueron con el Señor; en nuestro tiempo
también esto nos es dado ver. Todo lo que anteriormente se predijo de la
Iglesia, vemos que se ha cumplido; ¿sólo queda por venir el día del juicio? Y
éste que todavía no es más que un anuncio, ¿no se va a cumplir? ¿Hasta tal
punto somos empedernidos y duros de corazón que, al leer las Escrituras y
comprobar que todo lo que se escribió, absolutamente todo, se ha cumplido a
la letra, y desesperamos del cumplimiento del resto?
¿Qué es lo que queda en comparación de lo que vemos ya cumplido?
Dios que nos ha mostrado tantas cosas, ¿va a defraudarnos en lo que aún
queda? Vendrá el juicio a dar la recompensa por los méritos: a los buenos
bienes, a los malos males. Seamos buenos, y esperemos seguros al juez.
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favor vuestro eran ministros de un mensaje que ahora os es anunciado.
V. ¡Muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo
vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron!
R. Les fue revelado que no en beneficio propio sino en favor vuestro eran
ministros de un mensaje que ahora os es anunciado.
MIÉRCOLES V
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 11, 32-40
El ejemplo de los santos del Antiguo Testamento
Responsorio Cf. Hb 11, 39; cf. 12, 1; cf. Sir 44, 7. 10. 11
R. Todos éstos recibieron la aprobación de Dios por el testimonio de su fe; en
consecuencia, teniendo en torno nuestro tan grande nube de testigos, *
corramos con constancia la carrera para nosotros preparada.
V. Todos éstos fueron la gloria de su tiempo; su esperanza no se acabó, sus
bienes perduran.
R. Corramos con constancia la carrera para nosotros preparada.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de san Basilio Magno, sobre el Espíritu Santo (Cap. 15, 35: PG 32 127-130)
Es una sola la muerte en favor del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos
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en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de
humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como dice Pablo, el
imitador de Cristo: Muriendo su misma muerte, para llegar un día a la
resurrección de entre los muertos.
Más, ¿de qué manera podremos reproducir en nosotros su muerte?
Sepultándonos con él por el bautismo. ¿En qué consiste este modo de
sepultura, y de qué nos sirve el imitarla? En primer lugar, es necesario cortar con
la vida anterior. Y esto nadie puede conseguirlo sin aquel nuevo nacimiento
de que nos habla el Señor, ya que la regeneración, como su mismo nombre
indica, es el comienzo de una vida nueva. Por esto, antes de comenzar esta vida
nueva, es necesario poner fin a la anterior. En esto sucede lo mismo que con los
que corren en el estadio: éstos, al llegar al fin de la primera parte de la carrera,
antes de girar en redondo, necesitan hacer una pequeña parada o pausa, para
reemprender luego el camino de vuelta; así también, en este cambio de vida,
era necesario interponer la muerte entre la primera vida y la posterior, muerte
que pone fin a los actos precedentes y da comienzo a los subsiguientes.
¿Cómo podremos, pues, imitar a Cristo en su descenso a la región de los
muertos? Imitando su sepultura mediante el bautismo. En efecto, los cuerpos de
los que son bautizados quedan, en cierto modo, sepultados bajo las aguas. Por
esto el bautismo significa, de un modo misterioso, el despojo de las obras de la
carne, según aquellas palabras del Apóstol: Fuisteis circuncidados con una
circuncisión no hecha por hombres, cuando os despojaron de los bajos
instintos de la carne, por la circuncisión de Cristo. Por el bautismo fuisteis
sepultados con él, ya que el bautismo en cierto modo purifica el alma de las
manchas ocasionadas en ella por el influjo de esta vida en carne mortal, según
está escrito: Lávame: quedaré más blanco que la nieve. Por esto reconocemos
un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte en favor del mundo y
una sola la resurrección de entre los muertos, y de ambas es figura el bautismo.
JUEVES V
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 12, 1-13
Con Cristo a la cabeza, corramos la carrera que se nos propone
101
que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el
ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el
pecado, y habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su
reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos
preferidos.
Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a
hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Si os eximen de la corrección, que
es patrimonio de todos, es que sois bastardos y no hijos. Ciertamente
tuvimos por educadores a nuestros padres carnales y los respetábamos; ¿con
cuánta más razón nos sujetaremos al Padre de nuestro espíritu, y así
viviremos? Porque aquellos nos educaban para breve tiempo, según sus luces;
Dios, en cambio, para nuestro bien, para que participemos de su santidad.
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero
luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por eso,
fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por
una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la carta a los Hebreos
(Hom. 28, 2: PG 63, 195)
Para aprender a correr rectamente, fijémonos en Cristo
102
hubiera padecido, ya que él no cometió pecado ni encontraron engaño en su
boca. Lo dice él mismo en los evangelios: Se acerca el Príncipe de este mundo;
no es que él tenga poder sobre mí. Le hubiera, pues, sido fácil, de haberlo
querido, evitar la cruz, pues como él mismo afirmó: Tengo poder para entregar
mi vida y tengo poder para recuperarla. Por tanto, si el que en modo alguno
merecía ser crucificado, por nosotros soportó la cruz, ¿cuánto más justo no
será que nosotros lo soportemos todo con ánimo varonil?
Renunciando —dice— al gozo inmediato, soportó la cruz despreciando la
ignominia. ¿Qué significa: despreciando la ignominia? Eligió —dice— una
muerte ignominiosa. Como no estaba sometido al pecado, la eligió,
enseñándonos a ser audaces frente a la muerte, despreciándola
olímpicamente.
Y escucha ahora cuál será el fin: Está sentado a la derecha del trono de
Dios. ¿Ves cuál es el premio de la competición? También san Pablo escribe
sobre el tema y dice:
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-
todo-nombre», de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble. Se
refiere a Cristo en su condición de hombre. Y aun cuando no se nos hubiera
prometido ningún premio por la competición, bastaría —y con creces— un
ejemplo tal para persuadirnos a soportar espontáneamente todos los
contratiempos; pero es que además se nos prometen premios, y no unos
premios cualquiera, sino magníficos e inefables premios.
Por lo cual, cuando también nosotros hayamos padecido algo semejante,
pensemos en Cristo antes que en los apóstoles. ¿Y eso? Pues porque toda su
vida estuvo llena de ultrajes; oía continuamente hablar mal de él, hasta el punto
de llamársele loco, seductor, impostor. Y esto se lo echaban en cara, mientras él
les colmaba de beneficios, hacía milagros y les mostraba las obras de Dios.
Responsorio Rm 8, 15; Ga 4, 6
R. No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor. *
Recibisteis el espíritu de hijos adoptivos.
V. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo.
R. Recibisteis el espíritu de hijos adoptivos.
VIERNES V
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 12, 14-29
El acceso al monte del Dios vivo
103
lágrimas.
No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos
nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las
palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando, pues no
podían soportar lo que mandaba: Quien toque el monte, aunque sea un
animal, será apedreado. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó:
Estoy temblando de miedo. Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte
Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la
asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos;
a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la
nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla
mejor que la de Abel.
Cuidado con rechazar al que habla, pues si aquellos no escaparon por
haber rechazado al que transmitía los oráculos en la tierra, cuánto menos
nosotros, si nos apartamos del que habla desde el cielo. Su voz entonces hizo
temblar la tierra, pero ahora hace esta promesa: Una vez más haré temblar no
solo la tierra, sino también el cielo. Al decir «una vez más» indica la
desaparición de lo que tiembla, por ser creado, para que quede lo
inconmovible.
Por eso, nosotros, que recibimos un reino inconmovible, hemos de
mantener esta gracia; y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea
grato, con respeto y reverencia, porque nuestro Dios es fuego devorador.
SEGUNDA LECTURA
Del tratado de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan (Tratado 84, 1-2:
CCL 36, 536- 538)
La plenitud del amor
El Señor, hermanos muy amados, quiso dejar bien claro en qué consiste
aquella plenitud del amor con que debemos amarnos mutuamente, cuando
dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Consecuencia de ello es lo que nos dice el mismo evangelista Juan en su carta:
Cristo dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida
por los hermanos, amándonos mutuamente como él nos amó, que dio su vida
por nosotros.
Es la misma idea que encontramos en el libro de los Proverbios: Sentado
a la mesa de un señor, mira bien qué te ponen delante, y pon la mano en ello
pensando que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de
tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de
104
aquel que dio su vida por nosotros. Sentarse a ella significa acercarse a la
misma con humildad. Mirar bien lo que nos ponen delante equivale a tomar
conciencia de la grandeza de este don. Y poner la mano en ello, pensando que
luego tendremos que preparar algo semejante, significa lo que ya he dicho
antes: que así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos
dar la vida por los hermanos. Como dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por
nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Esto significa
preparar algo semejante. Esto es lo que hicieron los mártires, llevados por un
amor ardiente; si no queremos celebrar en vano su recuerdo, y si nos acercamos
a la mesa del Señor para participar del banquete en que ellos se saciaron, es
necesario que, tal como ellos hicieron, preparemos luego nosotros algo
semejante.
Por esto, al reunirnos junto a la mesa del Señor, no los recordamos del
mismo modo que a los demás que descansan en paz, para rogar por ellos, sino
más bien para que ellos rueguen por nosotros, a fin de que sigamos su ejemplo,
ya que ellos pusieron en práctica aquel amor del que dice el Señor que no hay
otro más grande. Ellos mostraron a sus hermanos la manera como hay que
preparar algo semejante a lo que también ellos habían tomado de la mesa del
Señor.
Lo que hemos dicho no hay que entenderlo como si nosotros
pudiéramos igualarnos al Señor, aun en el caso de que lleguemos por él hasta el
testimonio de nuestra sangre. El era libre para dar su vida y libre para
volverla a tomar, nosotros no vivimos todo el tiempo que queremos y
morimos aunque no queramos; él, en el momento de morir, mató en sí mismo a la
muerte, nosotros somos librados de la muerte por su muerte; su carne no
experimentó la corrupción, la nuestra ha de pasar por la corrupción, hasta
que al final de este mundo seamos revestidos por él de la incorruptibilidad; él no
necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin él nada podemos hacer; él, a
nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él, no
podemos tener vida.
Finalmente, aunque los hermanos mueran por sus hermanos, ningún
mártir derrama su sangre para el perdón de los pecados de sus hermanos,
como hizo él por nosotros, ya que en esto no nos dio un ejemplo que imitar,
sino un motivo para congratularnos. Los mártires, al derramar su sangre por sus
hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la mesa del Señor.
Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó y se entregó
por nosotros.
105
LUNES SANTO
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 52,13-53, 12
El Siervo del Señor, maltratado por nuestros pecados
106
La muerte de Cristo se ha convertido en espiga de trigo
Veamos qué es lo que el Salvador dice por boca del profeta: Yo, como
cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí
planeaban: «Metamos un leño en su pan, arranquémoslo de la tierra vital, que su
nombre no se pronuncie más». También Isaías dice que Cristo fue como
cordero llevado al matadero y que como oveja ante el esquilador, enmudecía y
no abría la boca. Si en este pasaje habla el profeta de Cristo, en aquel es el
mismo Cristo el que habla de sí: Yo —dice—, como cordero manso, llevado al
matadero, no sabía. No conocía el mal ni el bien, no conocía el pecado o la
injusticia; en una palabra: No conocía. Te ha dejado el encargo de que
investigues qué es lo que desconocía. Lee el Apóstol: Al que no conocía el
pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados.
Ellos tramaban contra mí, diciendo: Metamos un leño en su pan. El pan
de Jesús, del que nosotros nos alimentamos, es su palabra. Y como,
cuando enseñaba, algunos intentaron poner obstáculos a su enseñanza,
crucificándolo dijeron: Venid, metamos un leño en su pan. A la palabra y a la
enseñanza de Jesús le hicieron seguir la crucifixión del Maestro: éste es el
leño metido en su pan. Ellos, es verdad, dijeron insidiosamente: Venid,
metamos un leño en su pan, pero yo voy a decir algo realmente maravilloso: el
leño metido en su pan mejoró el pan.
Tenemos de ello un precedente en la ley de Moisés: lo mismo que el
leño metido en el agua amarga la volvió dulce, así el leño de la pasión de
Cristo, hizo más dulce su pan. En efecto, antes de meter el leño en su pan,
cuando era solamente pan y no leño, su voz no había resonado por toda la
tierra; en cambio, cuando recibió fortaleza del leño, el relato de su pasión se
conoció en todo el universo. El agua del antiguo Testamento se convirtió en
dulce al contacto con el leño, en virtud de la cruz que en él estaba prefigurada.
Arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más. Lo
mataron con la intención de erradicar totalmente su nombre. Pero Jesús sabe
por qué y cómo morir. Por eso dice: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo. Por tanto, la muerte de Jesucristo, cual espiga de trigo,
produjo siete veces y mucho más de lo que se había sembrado.
Pensemos por un momento en la eventualidad de que no hubiera sido
crucificado ni, después de la muerte, descendido a los infiernos: el grano de
trigo hubiera quedado solo y de él no habrían nacido otros. Presta mucha
atención a las palabras divinas, para ver qué es lo que quieren darnos a
entender: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. La
muerte de Jesús dio como fruto todos éstos. Por tanto, si la muerte ha
producido una cosecha tan abundante, ¿de qué abundancia no será portadora la
resurrección?
107
escuchado por su actitud reverente; por eso se convirtió en causa de salvación
para todos los que le obedecen.
MARTES SANTO
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro de las Lamentaciones 1, 1-12. 18-20
Desolación de Jerusalén
108
ancianos murieron en la ciudad, mientras buscaban alimento para recobrar las
fuerzas.
¡Contempla, Señor, mi angustia; me bullen las entrañas!; se me revuelve
dentro el corazón, porque he sido muy rebelde; fuera, la espada me deja sin
hijos; en casa, la muerte.
SEGUNDA LECTURA
Del tratado de san Hilario de Poitiers, sobre el salmo 131 (Trat. 6-7: CSEL 22, 666-667)
Cristo, que es la vida, quiso morir para hacernos digna morada de Dios
109
convertirnos en morada de Dios. El que es la vida, quiso no obstante morir y no
dudó en asumir —con inagotable fuerza de amor— la precaria habitación del
cuerpo para hacer suya, aun permaneciendo Dios, la condición de esclavo.
Se levantó, pues, del lecho de su eterna beatitud cuando —por
obedecer la voluntad del Padre- Dios— se hizo hombre; de poderoso, débil,
muerto. ¡El que da la vida, eterno juez de los tiempos, juzgado reo de cruz!
MIÉRCOLES SANTO
PRIMERA LECTURA
Del libro de las Lamentaciones 2, 1-10
La pena infligida por el Señor
110
Se han desplomado sus puertas, rompió y quebró sus cerrojos; su rey y sus
príncipes están entre los gentiles, no hay ley; tampoco sus profetas reciben
visiones del Señor.
Se sientan silenciosos en el suelo los ancianos de la hija de Sión; cubren
de polvo su cabeza y se ciñen con saco; humillan hasta el suelo su cabeza
las doncellas de Jerusalén.
SEGUNDA LECTURA
De los sermones del Beato Guerrico de Igny, en el domingo de Ramos (Sermón 2,1:
PL 185, 130-131)
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo
111
mano del enemigo, los que reunió de todos los países; que lo confiesen,
repito, con la voz y el espíritu de su Maestro; Dios me libre de gloriarme si no es
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Responsorio Flp 1, 21; Ga 6, 14
R. Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia; * ¡Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!
V. Por la cual el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el
mundo
R. ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!
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