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Los 4 Discursos. (Lacan ◊ : ?

Laclau, 3)
Introducción a estas tres entradas.
Muchas de las observaciones críticas que puedo estar haciendo sobre el
populismo como paradigma emancipatorio, sobre la figura del líder, o sobre la
diferencia que he utilizado entre entre populismo y mediaticismo (aquí o aquí,
por ejemplo) dependen de elaboraciones realizadas en un libro que publiqué
hace 11 años llamado Palao Errando, J. A. (2004). La profecía de la imagen-
mundo: para una genealogía del paradigma informativo. València :
IVAC. (LPI-M, a partir de ahora). Allí teoricé -si con mayor o menor acierto, no
me toca a mí decirlo- que la información es un saber sin sujeto, y postulé que el
matema del Discurso del Capitalista lacaniano era la matriz del Paradigma
Informativo y de la Cultura de Masas. Muchas de mis críticas al líder populista
provienen de esa posición del significante amo en el lugar de la verdad que es
propia de ese discurso, y a partir de ella de las dos figuras (lo dos engendros
imaginarios) clave de esa cultura: el amo mentiroso (precisamente, porque
detenta -maneja, oculta- la verdad) y la figura del profesional, que hoy -
entonces no lo hice así- llamaría postfordista.
Bien, dado que el libro no tuvo especial repercusión -Shaila García Catalán,
explica aquí, al menos, parte de las causas- me he decidido a colgar en esta
serie (Lacan ◊ : ? Laclau) algunos fragmentos del mismo, necesarios para
comprender mis razonamientos en ella. En todos los casos indicaré las páginas y
al final dejo algunos links donde se puede consultar el libro, para poder
contextualizar los fragmentos.
Vuelco desde mi antiguo manuscrito, así que espero acepten las disculpas por
los posibles errores. Las referencias bibliográficas están recogidas en libro, que
tiene además un índice onomástico.
Por lo tanto, lo que presentaré en esta entrada y las dos siguientes es una
lectura del matema del discurso en Lacan orientada a los Medios de
Comunicación de Masas y más concretarmente al Paradigma Informativo, que
está en la base de mi lectura de la relación entre el trabajo de Laclau y Lacan.
En esta primera entrada abordaré, pues, el matema del discurso y sus cuarto
versiones originales. En una segunda, recogeré las páginas de LPI-M en las que
se trata más específicamente el Discurso del Capitalista. Y en la tercera, vocaré
un análisis concreto de análisis aplicando los cinco matemas, recogido en otro
libro posterior.

Los discursos. (LPI-M, pp . 68-76) *


La estructura que hemos descrito en los párrafos
anteriores toma cuerpo en uno de los más rentables y
estrictamente simples hallazgos de Lacan: el matema
del discurso. En 1969, Lacan se ve obligado a tomar
posición (teórica) sobre los sucesos parisinos del año
anterior. Dicta entonces su Seminario, en su
decimoséptima edición, bajo el título de El reverso
del psicoanálisis[1], haciendo alusión al lo que va a
conceptualizar como el Discurso del Amo. Así, Lacan
encara varios retos para la constitución del
psicoanálisis como disciplina. Primero, conceptualizar
el Discurso del Analista como vínculo social
poniéndolo, audazmente, al nivel de los otros tres
discursos, cuyas estructuras enuncia: el de
la Histérica, el Universitario, y el ya citado del Amo.
Queda así definida la formulación más avanzada que
Lacan da de la estructuraantes de entrar de lleno, en
la década siguiente, en los dominios de
la Topología (cuyas formulaciones utilizaba desde
años atrás) y de la Teoría de los nudos.
Antes de pasar a su descripción, es importante
destacar dos aspectos de este montaje estructural que
convierten a estas sencillas fórmulas especialmente
valiosas. En primer lugar, hay que destacar en ellas
que son el máximo exponente de la semántica
polivalente de la que, a diferencia de la ciencia, hace
uso el psicoanálisis. Quiero decir que su uso, como el
de algunos otros matemas lacanianos, permite
múltiples lecturas[2] y aplicaciones, lo que nos
autoriza a interpretar, desde sus propuestas,
fenómenos que atañen a ámbitos como la Teoría de
los Medios de Comunicación de Masas. Ello no les
resta rigor, pues las lecturas que promueven no son
incompatibles, sino, al contrario, muestran
conexiones, a veces, nada explícitas entre diversos
sectores de la elaboración teórica.
En segundo lugar, y como probable efecto de lo
anterior, estos Discursos no están en relación de
enfrentamiento o superación. Es decir, no responden
a una dialéctica de origen ilustrado ni se insertan en
el metarrelato emancipatorio de la modernidad[3].
Con otras palabras, siendo hechos de estructura no
admiten su erradicación o "superación" ni suponen
una bondad mayor de unos sobre otros, sino que,
como vínculos sociales para el sujeto, se actualizan en
distintas posiciones, según la correlación entre sus
elementos. Un ejemplo: El Discurso del Amo no
está "superado" por el Discurso Analítico, que es su
reverso, todo lo más está desnaturalizado,
dialectizado, atemperado su efecto en el sujeto si el
segundo también se actualiza como vínculo social
pues no creo que sea necesario decir que no se puede
estar en él full time, so pena de parecer
auténticamente delirante. A veces, es muy
conveniente que la cosa marche, mientras a esta
marcha se le otorgue su estatuto de semblante, no un
carácter devastadoramente absoluto, totalitario. Ello
no implica que la dinámica de cada discurso no lleve
aparejada la tendencia a desalojar a los otros pero el
psicoanálisis postula como fin de la cura el paso de
laimpotencia a la imposibilidad.
La idea básica de los matemas de los cuatro
discursos es colocar los cuatro elementos que
conforman la estructura S1 (Significante
Amo), S2 (saber), $ (sujeto) y a (objeto) en cuatro
posiciones (el agente, el otro, la verdad y la
producción) que van rodando en el sentido de las
agujas del reloj[4]. El esquema básico de la estructura
discursiva es el siguiente:

Y se puede leer como: el agente se dirige al otro con


el fin de producir un resultado de su acción.
La verdad es el lugar que designa el paradero de
aquellos efectos no pretendidos, no programados u
ocultados por la acción discursiva. La relación entre
los elementos de la parte superior viene signada por
la impotencia, es decir, por la incapacidad de
producir un acto pleno. La relación entre los
elementos de la parte inferior es de imposibilidad. A
su vez, los distintos vectores indican las
determinaciones que cada lugar recibe. Obsérvese
que el único lugar no determinado es el de
la verdad. Lacan deja claro que el Discurso es sin
palabras, esto es, no es del orden de lo textual y
carece de un contenido, es pura estructura que
sostiene los vínculos sociales del sujeto. Exploremos
cada una de sus plasmaciones para derivar de ellas
las consecuencias correspondientes.
Discurso del Amo (DM)[5].

Basándose en la dialéctica del Amo y el esclavo


hegeliana, Lacan establece la fórmula de este primer
discurso. El Amo, representado por su Significante,
se dirige al saber (del esclavo, en consonancia con
el Menón platónico), para producir el objeto de
goce. La verdad oculta de ese Amo es que está
castrado, que es sujeto deseante y que su falta, su
división, no queda colmada por la producción del
esclavo; que él, también, se halla sometido a la ley
simbólica. De aquí, se deriva, como ya hemos oído
decir a Lacan, que el interés del amo es que todo
marche igual para todos. El amo no está en absoluto
interesado en el saber sino en que, por medio de él, la
cosa funcione[6]. El DM es, por tanto, discurso de
desconocimiento de ahí que pueda ser asimilado al
discurso del Inconsciente.
Múltiples son las consecuencias –lecturas– que se
pueden hacer de este matema. Para empezar, el resto
de inconsistencia que queda en el paso del Mito al
Logos como imposibilidad de traducción plenamente
satisfactoria en la apropiación del saber del esclavo
por el amo. Este resto sería, de hecho, una de las
definiciones del Inconsciente.
Nos interesa, además, reparar en una cuestión que
separa al psicoanálisis de todos los relatos de
emancipación posteriores a la Ilustración. Me refiero
a que el Amo lo que oculta no es un infame goce tras
sus privilegios, sino precisamente el hecho de su
falta. Las tendencias enmarcables en este Metarrelato
– del marxismo al anarquismo pasando por
Foucault– como tendencias Ilustradas empeñadas en
"convertir a los hombres en amos" estarían más
cercanas a la siguiente rotación en la estructura.
Discurso Histérico.

Aquí, el sujeto se dirige al Amo para demandarle


que produzca un saber sobre el goce – sobre el sexo,
sobre la femineidad[7], podríamos decir. Lo que
adviene para el sujeto al lugar de la verdad es la
irreductible particularidad del objeto, del plus de goce,
que causa su deseo. Las histéricas fueron,
indudablemente, el origen del psicoanálisis por su
desafío al saber de la medicina científica siempre
insuficiente, impotente, para resolver sus males, que
no podía explicar. La histérica es una mala esclava, en
ese sentido, pues se niega a que la cosa marche. El
síntoma histérico es el más claro índice del fracaso del
Logos para constituir como campo del saber un todo
coherente. El objeto alcanza así, en la estructura, ese
lugar de verdad última del deseo como una fisura,
como un impás en el intento apaciguador del saber.
Podríamos afirmar, por este camino, que la Razón
Moderna denuncia, en su génesis – que no es otra que
la demanda al Amo de un saber que le es imposible
producir, la legitimidad del poder–, su estructura
histérica:
"El iluminismo en el sentido más amplio de
pensamiento en continuo progreso, ha perseguido
siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres
y de convertirlos en amos. Pero la tierra enteramente
iluminada resplandece bajo el signo de una triunfal
desventura. El programa del iluminismo consistía en
liberar al mundo de la magia. Se proponía, mediante
la ciencia, disolver los mitos y confutar la
imaginación"[8]
Discurso del Analista.
Y, ante la demanda al amo la respuesta
del Discurso del Analista es constituir su reverso,
el discurso que invierte, respecto al de aquél, todas
sus posiciones. El objeto, la insuficiencia del saber, se
ofrece como causa al sujeto con el fin de producir los
Significantes–Amo que determinan su destino, para
otorgarles, así, su estatuto de semblantes, para
dialectizarlos, en definitiva De ahí, que se diga que el
.

analista se ofrece como semblante de objeto, como


desecho El precio es que el saber adviene al lugar de
.

la verdad. Lo cual implica, por una parte, que es un


saber que el sujeto no buscaba –lo que busca el
paciente en el psicoanálisis es, evidentemente,
evacuar el malestar que su síntoma le acarrea–, pero
también que es un saber que debe permanecer
incompleto: la verdad sólo puede decirse a medias.
Discurso Universitario.

Pero hay otra posibilidad estructural: ofrecer a la


histérica el reverso de su propio discurso invocando
un saber completo y potente[9], capaz de disolver
enigmas y de constituir al sujeto como producto de
ese saber. En el DU el saber se dirige al objeto, no
como causa del deseo, sino como origen de la
angustia, para producir a un sujeto capaz de sustentar
ese saber. El precio es ahora que el S1 va al lugar de la
verdad, que el Significante Amo marca la
imposibilidad de detenerse, de darse un límite.
Digámoslo sin más dilación: una de las hipótesis
básicas que guiaron nuestro en sus inicios[10] trabajo
es que los Media están sostenidos, al menos en su
vertiente in–formativa, por la estructura básica
del Discurso Universitario. Conjugar la angustia
con un saber que se confunde con su dimensión
escópica, para producir un sujeto (audiencia), índice
del éxito de la operación, con el precio de la
imposibilidad de detenerse, pues ese saber sólo puede
ocultar su impotencia con su proliferación, que
concuerda coherentemente con la exigencia de
publicidad –transparencia– que la modernidad exige
para todo saber.
Creo que nada puede ilustrar mejor esta cuestión
que la comparación de la moderna imagen
informativa con la teoría del trauma en Freud y en
sus discípulos directos, pues la idea de la
reductibilidad del trauma por la reproductibilidad de
la escena que lo produjo es un magnífico ejemplo de
funcionamiento del Discurso Universitario. A la
anamnesis, a la re–presentación ante la conciencia –
y ante su forma más genuina, mas patentizadora de
su carácter imaginario, la mirada –, la Modernidad le
otorga un carácter catártico. Es sabido que, en sus
primeros pasos hacia la constitución del
psicoanálisis, Freud, aún de la mano de Breuer,
instauró este método, cuyo núcleo terapéutico
consistía, esencialmente, en hacer advenir a la
memoria el contenido histórico y objetivable de una
escena traumática reprimida, origen de las actuales
manifestaciones patológicas de un paciente:
“La semejanza descubierta entre ambas dolencias
neuróticas nos induce a considerar también como
traumáticos los sucesos a los que nuestros enfermos
de neurosis espontánea parecen haber quedado
fijados. Obtenemos así una etiología
extraordinariamente sencilla para esta neurosis, pues
podremos asimilarla a una enfermedad traumática y
explicar su patogénesis por la incapacidad del
paciente para reaccionar normalmente a un suceso
psíquico de un carácter afectivo muy pronunciado.”[11]
Pero, en su genuina lucidez, Freud no tardó en
abandonar esta concepción en un trayecto que se
cifra en el paso de la escena traumática, efectiva y
datable, a una escena fantasmática, a un receptáculo
del goce perdido que el sujeto ha de construir en su
análisis, no rememorar como si siempre hubiese
estado allí, disponible para ser recuperada con la
oportuna asistencia médica. Su célebre confesión a
Wilhelm Fliess –"ya no creo en mis neuróticos"[12]–
da buena cuenta de ello. Así lo expresa Lacan:
"Reproducir es lo que se creía poder hacer en la
época de las grandes esperanzas de la catarsis.
Conseguían una reproducción de la escena primaria
como uno consigue ahora obras maestras de la
pintura por nueve francos cincuenta. Sólo que Freud
nos indica, cuando da los pasos siguientes, y no tarda
mucho en darlos, que nada puede ser captado,
destruido, quemado sino, como se dice, de manera
simbólica, in efiggie, in absentia"[13]
Porque, en Freud, hay dos concepciones opuestas
de la represión y de la angustia correspondientes a
dos momentos de su elaboración teórica. Su primera
versión será: angustia lo que se reprime. Versión
moderna e ilustrada: si se levanta la represión,
desaparecerá, sin dilación, la angustia, pues no hay
un mal intrínseco en el mundo y, por lo tanto, con el
grado de madurez adecuado, un sujeto puede hacerse
cargo de aquellas percepciones que, en su infancia,
rebasaron su capacidad de comprensión y, por ende,
de tolerancia. Dada la adecuada competencia
metalingüística, el sujeto podrá elaborar un juicio
adecuado donde antes no pudo. Aquí, por tanto, tiene
un sentido la imagen como un depósito perceptivo
que hay que hacer advenir a una conciencia –ahora,
sí – capaz de soportarla. Si el ojo estuvo y retuvo, el
lenguaje, la capacidad de juicio y comprensión, no
tiene más que someterse a un benigno compás de
espera para recuperar y asimilar esa escena que
otrora fue traumática.
Pero este divorcio entre la representación y los
afectos que se le adhieren tiene consecuencias mucho
más profundas de las que Freud le atribuyó en un
primer momento, pues testimonia, en última
instancia, de una sobredimensión del goce
irrecuperable para el lenguaje, de que –y son, ya,
palabras de Jacques Lacan– no hay metalenguaje,
el Otro no está completo. En lo que a esta
argumentación atañe, no hay una escena perfecta,
acabada, disponible y reproductible, cuya
rememoración evacúe los malestares del sujeto. Por
ello, Freud pasa a una segunda concepción según la
cual se reprime lo que angustia[14]. Es decir, hay un
déficit irreductible de simbolización, un imposible
para el sujeto. O, con otras palabras, y evocando
resonancias barthesianas, del ojo no se puede decir
que estuvo allí. Esta divergencia entre la percepción y
su incorporación a lo simbólico, su conversión en
saber, es lo que la reproductibilidad de la imagen
registrada trataría de soslayar. Y ¿qué hace falta para
que una imagen sea reproductible?: que pase, de la
dimensión de registro de un acto, al de registro de
una acción. A la fotografía, le falta el movimiento para
servehículo adecuado del saber. El movimiento suple
imaginariamente la carencia de saber que se
manifiesta en el registro icónico. Éste es origen
"ideológico" del cinematógrafo y por ello, pienso, el
enfoque adecuado para dar cuenta de la falta
como motor de la relación del sujeto con el mundo,
es, en el caso del dispositivo audiovisual, de tipo
genealógico.
¿Qué relación mantiene este discurso con el de la
ciencia? Es importante recalcar que para Lacan
el Discurso Universitario no es el discurso de la
ciencia -al que posteriormente califica de "cuasi–
histérico" (1991) por reconocer la constante
insuficiencia de su saber. Para lo que nos va atañer a
partir de ahora, que es el papel de la ciencia en la
génesis del Imaginario Moderno que culmina en
el Paradigma Informativo, baste recordar ahora una
idea clave en Lacan: que el discurso científico forcluye
al sujeto, que éste en cuanto deseante no halla en la
ciencia clave alguna de su particularidad. El terreno
está abonado para la constitución metonímica (pars
pro toto, sinécdoque) de una instancia Imaginaria en
forma de un Universo dócil a la mirada, de un
Mundo–Imagen, que supla el silencio de dios que la
ciencia implica desde sus orígenes cartesianos.

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