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LA DIMENSIÓN POLÍTICA E
INTERNACIONAL DEL CONFLICTO. LAS
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA CIVIL.
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA.
LA ESPAÑA NACIONAL.
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde
Portugal hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro. En un principio la
sublevación militar no contaba con un proyecto político claro que organizase el poder y
se constituyó una Junta de Defensa presidida por el general Cabanellas, aunque
pronto se dieron cuenta de la necesidad de unificar el mando de las tropas para
favorecer su coordinación. En septiembre de 1.936 los generales sublevados eligieron
entre ellos a Francisco Franco como Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos,
uniendo así en una sola persona el poder militar, político y civil.
En adelante, el Caudillo, como le empieza a denominar la maquinaria
propagandística del bando nacional, establece una dictadura personal basada en un
régimen militar. Una Junta Técnica del Estado, formada por militares, se conforma
como órgano consultivo del dictador.
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LA ESPAÑA REPUBLICANA.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear
una estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el
esfuerzo de guerra. La tarea era enormemente difícil. El poder estaba en manos de miles
de comités obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente
los anarquistas con socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos eran otro
factor de disgregación. No sin dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la
República y en octubre se aprobó el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió
en el primer lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se
impuso una mayor centralización en la dirección de la economía y se terminó de
construir el Ejército Popular, acabando con la indisciplina de las milicias.
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A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al
Mediterráneo y dividieron en dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas
enfrentadas. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el
PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la "resistencia a ultranza", algunos
dirigentes, anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar
ante la perspectiva de la segura derrota.
EL COMITÉ DE NO INTERVENCIÓN
Aunque era de esperar que las democracias europeas, y especialmente Francia, con
un gobierno de Frente Popular presidido por el socialista León Blum, colaboraran con el
gobierno legítimo de la República, la presión de la derecha francesa y de los
conservadores británicos le condujo a la adopción de una política de neutralidad. El
objetivo era alejar el peligro de la extensión del conflicto a Europa.
En agosto de 1.936 se creó en Londres el Comité de No Intervención, al que se
adhirieron 27 países que se comprometieron a no vender, ni permitir el paso de armas ni
suministros bélicos a España. Pero la realidad fue que Alemania, Italia y Portugal, a
pesar de su adhesión, continuaron ayudando a los rebeldes mientras que la República se
vio sometida al cierre de fronteras y al embargo de armas.
Estados Unidos, que no suscribió el pacto, aprobó una ley de embargo que impidió
la exportación de material bélico a la España republicana, pero permitió los suministros
de las empresas americanas a la España sublevada, como el petróleo que proporcionó la
Texaco Oil Company o los vehículos de Ford y General Motors. Tras la postura
norteamericana se encontraba el miedo a que durante el conflicto se extendiese por
Europa el comunismo.
Desde Los primeros días de la insurrección militar Hitler ordenó una ayuda
inmediata que fue constante a lo largo de la guerra. Además de la intervención de la
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flota germánica, que bloqueó los puertos republicanos, y el envío de numeroso material
militar (artillería, tanques, equipos de transmisión...), el grueso de la ayuda alemana
residió en la aviación.
En este sentido se creó la Legión Cóndor con voluntarios del ejército alemán,
pilotos, cazas, bombarderos y baterías antiaéreas. Esta intervención fue decisiva en las
ofensivas de los sublevados.
El coste de la ayuda alemana, cifrado en unos 400 millones de dólares, se reembolsó
en alimentos y materias primas hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La participación italiana fue más numerosa, pero de menor importancia técnica y
estratégica: Los efectivos humanos se agruparon en dl Corpo di Truppe Volontarie y
habría que añadir soporte aéreo naval y equipamiento bélico. La participación tuvo
desigual fortuna.
El régimen pro fascista portugués también prestó ayuda logística a los sublevados,
facilitándoles las comunicaciones por su territorio y el desembarco de suministros en
sus puertos, además de contribuir con unos 20.000 voluntarios.
Franco contó con ejército de África, formado por soldados mercenarios que
integraban la Legión y tropas regulares marroquíes bajo el mando de oficiales
sublevados.
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.
Demográficamente la Guerra Civil supuso un fuerte golpe para España, pues a los
muertos por causa directa de los enfrentamientos, que se calculan en cerca de 250.000,
debemos añadir las pérdidas por el descenso de la natalidad, los exiliados, los muertos
por enfermedades ligadas a la guerra etc. y llegaríamos a unas pérdidas que rondarían el
millón de personas. Esta cifra resulta significativa en un país donde antes de la guerra se
censaban algo más de 24 millones de españoles.
El exilio, que pudo alcanzar entre 300.000 y 450.000 españoles, tuvo, además del
componente demográfico por ser en su mayoría jóvenes, una gran importancia cultural y
económica, pues entre los que partieron hacia Francia, México y la URSS había un
elevado número de intelectuales y profesionales altamente cualificados (médicos,
profesores, abogados, ingenieros...). Aunque algunos fueron retornando durante la
dictadura, muchos no volvieron a España o esperaron a la muerte del dictador en 1975.
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Las pérdidas materiales son enormes, aunque difíciles de cuantificar. Se destruyeron
viviendas, doscientas localidades sufrieron la pérdida de más de la mitad de sus
edificios, se dañaron infraestructuras y comunicaciones, disminuye la producción
agrícola, ganadera e industrial... hasta la década de los 50 no se vuelve a recuperar el
nivel de producción nacional previo a la guerra. Exponente del deterioro económico es
la disminución de la renta de los españoles, el racionamiento de alimentos y el hambre
de la posguerra y el aumento de la población activa en el sector primario.
Mayor importancia aún tuvo el odio entre los dos bandos que, aunque nacido antes
de la guerra, ahora se agudiza y que se mantuvo durante décadas dividiendo la sociedad
española en dos bandos antagónicos. El régimen de Franco nunca buscó la
reconciliación de los españoles y siempre recordó y celebró su origen bélico . Durante
la contienda se ejecutó un gran número de personas en ambos bandos y después de
acabada la guerra se continuó una dura represión sobre los vencidos (unos 40.000
ejecutados).
Además de los que perdieron la vida, era importante el número de los condenados a
penas diversas, los topos (personas que permanecían escondidas), el llamado exilo
interior ( personas que eran rechazadas por haberse identificado con el bando perdedor),
los depurados y, finalmente, sobre todo hasta 1945, el maquis. Fueron entre 5.000 y
6.000 guerrilleros de los cuales la mitad murieron en el monte, otros se entregaron o
fueron capturados y fusilados y de hecho sólo hubo unos 500 supervivientes que
huyeron de España.
La guerra puso fin al florecimiento cultural del primer tercio del siglo XX que
conocemos como “Edad de Plata”, iniciándose un control de la vida cultural del país por
parte del poder político a través de una férrea censura y un sistema de enseñanza
doctrinal.