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EL RESURGIR DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA

EN LOS UMBRALES DEL SIGLO XXI

Ana María Castillo Clavero


UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

RESUMEN
Durante las décadas de los setenta y ochenta se produjo un amplio debate, tanto en el
mundo empresarial como en el académico, sobre la existencia de una responsabilidad de la
empresa ante la sociedad, así como sobre su eventual contenido. Posteriormente se ha ido
atenuando el interés por el tema, al menos en nuestro país, hasta el punto en que actualmente
es difícil encontrar referencias a esta cuestión. Sin embargo, en el contexto mundial la
responsabilidad social de la empresa ha ido ganando presencia y actualidad, como cuestión en
buena medida ligada a fenómenos como la globalización económica y sus consecuencias.
Tanto es así que la responsabilidad social ha transcendido el mero debate académico y
profesional para llegar al marco de las instituciones políticas internacionales, donde se han
producido importantísimas iniciativas, como el programa Global Compact de la ONU o la
publicación del Libro Verde de la Comisión Europea “Promoviendo un Marco Europeo para
la Responsabilidad Social Corporativa”, que pretende sentar las bases para el establecimiento
de unas directrices y una política común europea sobre esta cuestión. Precisamente, el
objetivo de este trabajo es analizar el citado Libro Verde, prestando especial atención a la
definición y acotación que realiza del concepto y contenido de la responsabilidad social y
contrastándolos con la visión que tradicionalmente ha venido estableciendo la literatura
empresarial sobre estos aspectos.

PALABRAS CLAVE

Debate, responsabilidad social dela empresa (RSE), globalización, Libro Verde Europeo de la RSE, concepto y
contenido de la RSE.

1. INTRODUCCIÓN
La RSE como movimiento y como teoría surge en nuestro país a mediados de los años
setenta1 y se desarrolla especialmente durante una década hasta alcanzar su culmen en la
primera mitad de los ochenta, años durante los cuales se consolida bajo una doble perspectiva:
por un lado, como la expresión de una necesidad sentida en el propio mundo empresarial para
establecer una justificación social de la institución, y en gran medida como defensa ante
posiciones políticas que parecían cuestionar la misma legitimidad de la empresa (Ortigueira,

1
No obstante, la preocupación por el estudio de este tema es muy anterior en otros países como EEUU, donde
las primeras conceptualizaciones de la responsabilidad social se remontan a los años 50. Vide: Bowen, H.R.
(1953): Social responsibilities of the businessman. Harper and Row, New York.
1978; Cuervo, 1983, passim); de otra parte, como objeto de investigación y análisis científico,
campo en el que se han producido notables contribuciones en cuanto a la definición del
concepto, delimitación de su contenido, justificación de su necesidad y elaboración de
instrumentos e indicadores para su medición.
Durante bastante tiempo –podríamos decir que hasta la eclosión del neoliberalismo de
los ochenta como doctrina económica predominante (Castillo Clavero, 1997: )– este interés
por el análisis de las repercusiones sociales de la actividad empresarial se ha mantenido en un
elevado nivel, produciéndose numerosas aportaciones al mismo en el mundo académico, al
tiempo que proliferaban, sobre todo en determinados sectores como el financiero, la
publicación de balances e informes sociales. No obstante, tras el despegue económico de
finales de los ochenta y la subsiguiente crisis de principios a mediados de los noventa, esta
cuestión prácticamente ha parecido perder todo interés, hasta el punto en que no es frecuente
encontrar referencias recientes acerca de la RSE ni como cuestión de actualidad mediática, ni
siquiera como objeto de estudio e interés académico.
Sin embargo, de forma paralela al olvido de la RSE, la preocupación y la conciencia
sociales han ido creciendo de forma palpable en todos los ámbitos, siendo buena prueba de
ello la existencia de movimientos de diversa índole para la defensa de innumerables causas de
contenido social. Los cambios recientes ocurridos en el mundo y la emergencia de fenómenos
como la globalización económica y sus efectos, el desarrollo de la sociedad de la información,
los crecientes procesos de concentración empresarial, la generalización de la conciencia
medioambiental, etc., están planteando un panorama diferente, en el que parece necesario
volver a discutir cuál es el papel de la empresa en el contexto social.
Entre las múltiples consecuencias que ha acarreado el fenómeno de la globalización,
se encuentra el hecho de que muchas actuaciones empresariales que antes quedaban reducidas
a ámbitos locales, son susceptibles de alcanzar ahora una dimensión mundial. Por ello, la
teoría sobre la responsabilidad social de la empresa cobra un nuevo impulso, ya que las
consecuencias del comportamiento empresarial en relación al medio social y natural se
acrecientan, pudiendo alcanzar niveles incalculables.
Numerosas instituciones internacionales han tomado conciencia de esta preocupación,
produciéndose importantes iniciativas en este sentido. Así, el programa Global Compact de
las Naciones Unidas, puesto en marcha en enero de 1999, está destinado a promover las
buenas prácticas de RSE en el mundo. En nuestro entorno más inmediato, la UE, se ha
producido recientemente un hecho de indudable importancia, como ha sido la publicación por
la Comisión Europea (2001) del Libro Verde Fomentar un marco europeo para la
responsabilidad social de las empresas, consecuencia del mandato realizado en el Consejo
Europeo de Lisboa celebrado en marzo de 2000.
Resulta, pues, de sumo interés analizar cuál es la propuesta de la UE sobre esta
importante cuestión, así como contrastar la visión que desde las instituciones comunitarias se
tiene del concepto de responsabilidad social y de su contenido para poder apreciar hasta qué
punto dicha visión se corresponde con las elaboraciones y conceptualizaciones teóricas
establecidas.

2. LA TEORÍA SOBRE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA


Hacia finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, y como
consecuencia de la constatación de la creciente importancia de la empresa en el entorno
socioeconómico, toma cuerpo con fuerza la doctrina relativa a la existencia de una
responsabilidad social empresarial, que parte de la apreciación del trascendental papel que la
empresa desempeña en el contexto social y del considerable impacto de sus actuaciones:
desde la perspectiva de la sociedad, la empresa se ha convertido en un importante agente
social, cuyo rol es necesario redefinir en unos términos más acordes con el sentir general de la
sociedad. Este cambio de mentalidad y de expectativas genera presiones sobre la institución
empresarial que reclaman la consideración de las externalidades y costes sociales generados
por su actividad, ante la constatación de la insuficiencia del beneficio como único índice
expresivo de la eficiencia socioeconómica de la entidad.
De este nuevo enfoque nace la teoría sobre la existencia de una responsabilidad de la
empresa hacia el conjunto de la sociedad, responsabilidad social entendida como una
responsabilidad integral, esto es, económica y social, según la cual, la empresa, en el ejercicio
de su función, ha de tomar conciencia de los efectos reales y totales de sus acciones sobre el
entorno adoptando una actitud positiva hacia la consideración de los valores y expectativas
del mismo. Lo que en un primer momento pudo aparecer como un movimiento intelectual e
ideológico (Friedman, 1967:183; Schwartz, 1981:203; Cuervo, 1983: passim; Castillo
Clavero, 1990: passim), logra posteriormente alcanzar un alto grado de elaboración científica,
de modo que cristaliza en un cuerpo teórico suficientemente amplio y consolidado.
En el origen de la teoría sobre la responsabilidad social de la empresa se sitúa la
discusión sobre cuál es la función de la empresa en la sociedad y si dicha función es
meramente económica o tiene un alcance mayor. Tradicionalmente, se ha considerado que la
empresa como unidad de producción cumple la función económica de producción de bienes y
servicios para la satisfacción de las necesidades humanas. La consideración tradicional de esta
función entiende que la empresa, en el desarrollo de su actividad económico-productiva,
cumple implícitamente una función social centrada en su contribución a los objetivos
generales de la política económica, como metas expresivas del grado de bienestar económico
y social deseable por la comunidad (Díez de Castro, 1982:38-39).
Se trata del mismo planteamiento en que se basa el propio Estado, que utiliza a la
empresa como vehículo para intervenir en el medio social, a través de la política económica y
social. El intervencionismo del Estado en la economía puede ser entendido como una toma de
conciencia por parte del sistema político acerca de la dimensión social del hecho económico,
lo que por otra parte conlleva una fuerte carga política, pues la intervención del Estado se
orienta hacia la protección de unos intereses y valores abstractos ─justicia, salud, seguridad,
etc.─, (Bueno, Cruz y Durán, 1989:54-55), pero también muchas veces a la promoción de los
intereses partidistas del eventual gobierno.
La estrechez de este planteamiento se evidencia a través de diversas consideraciones
críticas a la visión tradicional de la función de la empresa (Castillo Clavero, 1990: passim),
que pueden sintetizarse en:
a) Su concepción restrictiva de la empresa, que no se corresponde con su naturaleza
real, ya que los efectos de la actividad empresarial trascienden lo meramente
económico (Sudreau, 1975:171);
b) Su atribución exclusiva de las funciones sociales al Estado, sin considerar que otros
agentes sociales puedan ser partícipes en la política social;
c) Su errónea visión de la evolución del medio hacia una creciente conciencia social
(Martín López, 1981:145), donde se considera que los problemas sociales son de
todos y todos deben participar en su resolución.
Las citadas consideraciones conducen hacia una nueva definición de las funciones de
la empresa en el marco socioeconómico. La empresa tiene capacidad para ser un motor de
cambio social, asumiendo un mayor protagonismo en la política social y una participación
efectiva en la resolución de los problemas comunes; pero para ello tiene que producirse
necesariamente una mayor y más estrecha colaboración entre las instituciones públicas y la
empresa en la resolución de muchos de los problemas de la sociedad.
La revisión de la función social de la empresa es el origen de la teoría sobre la
existencia de una responsabilidad de la empresa hacia la sociedad, que se basa asimismo en
la consideración de la empresa como sistema abierto. De ello se sigue la conveniencia para la
empresa de adaptar sus salidas, sus outputs genéricos, a las demandas, necesidades e intereses
que se manifiesten en su entorno socio-económico, por lo que la estrategia de la empresa y, en
consecuencia, sus objetivos, deben venir impulsados y adaptados a las necesidades del medio,
ya que de ello depende la supervivencia y la fortaleza de la posición de la empresa en un
entorno competitivo.
La conceptualización de la responsabilidad social de la empresa exige una matización
(Castillo Clavero, 1986a, passim): hay que distinguir, de una parte, lo que es el concepto de
responsabilidad social de la empresa en sentido genérico o “absoluto” y de otra el contenido
de la misma que tiene un carácter contingente o relativo, dependiente del contexto.
El concepto de la responsabilidad social de la empresa ha sido poco y mal definido,
puesto que se ha hecho muchas veces de forma descriptiva, aludiendo al contenido y dando
lugar a definiciones que no poseen la suficiente generalidad, universalidad y permanencia.
Para tratar de definir la responsabilidad social de la empresa quizá la mejor aproximación sea
la semántica, y así puede decirse (Castillo Clavero, 1986b: 265) que es la obligación ética o
moral, voluntariamente aceptada por la empresa como institución hacia la sociedad en
conjunto, en reconocimiento y satisfacción de sus demandas o en reparación de los daños que
puedan haberle sido causados a ésta en sus personas o en su patrimonio común por la
actividad de la empresa.
Este concepto requiere también algunas matizaciones:
Σ En primer lugar, la responsabilidad social de la empresa no debe ser entendida como
una actividad marginal, adicional a la económica y más o menos oportunista y
esporádica, sino como una nueva actitud de la empresa hacia el entorno social, actitud
que debe impregnar toda la filosofía y la conducta empresarial.
Σ En segundo lugar, la responsabilidad social de la empresa requiere una capacidad para
establecer compromisos y rendir cuentas de los mismos, por lo que se requiere no sólo
asumir declarativamente la responsabilidad social sino también y sobre todo
gestionarla.
Σ En tercer lugar, la responsabilidad social es una obligación de la empresa hacia la
sociedad, que se articula como obligaciones concretas hacia los estamentos y grupos
que conforman la coalición empresarial y sus entornos específico y general.
Σ En cuarto término, la responsabilidad social de la empresa se orienta a promover un
mayor bienestar social y una mejor calidad de vida de la sociedad, es decir, aspectos
cualitativos y en gran medida intangibles, lo que dificulta su medición e
implementación prácticas.
Σ Finalmente, la responsabilidad social no remite a actuaciones individuales de los
miembros de la organización, sino que debe representar una actitud institucional, de la
entidad en su conjunto, donde los valores sociales deben estar impregnados en la
cultura, la filosofía, los objetivos, las estrategias y las políticas empresariales.
Por su parte, el contenido de la responsabilidad social de la empresa es
fundamentalmente cambiante (Murphy, 1978:19; Carroll, 1999: passim), ya que sus
formulaciones concretas responderán a las circunstancias condicionantes de cada empresa,
dando lugar a contenidos que serán contingentes, relativos y variables a tenor del tipo de
empresa de que se trate, de su dimensión, sector de actividad, influencia, contexto geográfico,
histórico, político y social (Aguirre, Castillo y Tous, 1999:58).
La determinación del contenido de la responsabilidad social, dado su carácter
contingente, debe pues apoyarse en una metodología que permita establecer una relación entre
las “salidas” de la empresa y las “entradas” o demandas de los interlocutores sociales, de
forma que no se alcanza a realizar una distinción entre responsabilidades económicas y
responsabilidades sociales, distinción bastante arbitraria y que casi siempre resulta artificial
porque en esencia son aspectos indisolublemente unidos: el verdadero contenido de la
responsabilidad social de la empresa está en la integración de las finalidades propias de la
empresa y las de la sociedad, en la consideración de los valores sociales y en su integración en
la actividad empresarial (Castillo Clavero, 1986a: passim).
De esta forma, al determinar las áreas de la responsabilidad social a través de las
demandas sociales, puede constatarse que los campos de interés de los distintos grupos
sociales hacia la empresa son tanto de naturaleza económica, como social (no económica). Por
eso entendemos la responsabilidad social como una responsabilidad integral, amplia e
inseparable de la propia responsabilidad económica.
El carácter dinámico de este contenido hace que evolucione en el tiempo unido a los
intereses que la sociedad considera dignos de defensa en cada momento, situando el interés en
puntos distintos. Sin embargo, en general puede afirmarse que con el devenir del tiempo la
responsabilidad social va progresivamente incorporando temas nuevos a su contenido,
redefiniendo sus prioridades, y tomando una preocupación creciente por problemas cada vez
más generales.
Así, en los años noventa la responsabilidad social se ha ido ligando a cuestiones como
la ética empresarial, la teoría de los grupos de interés, el comportamiento social de la empresa
y el concepto de “ciudadanía empresarial” (Carroll, 1999:292), que denotan una visión amplia
del problema. Más recientemente, temas como el comercio justo, la cooperación al desarrollo,
la lucha contra la exclusión social, la promoción del voluntariado, la conciliación de la vida
familiar y social, la protección de la infancia y juventud o la contribución a la sociedad del
conocimiento se van incorporando como cuestiones emergentes al contenido de la
responsabilidad social (BSR, 2001: web; Comisión Europea, 2001:4).

3. LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA DESDE LA


PERSPECTIVA DE LAS INSTITUCIONES EUROPEAS
Podemos considerar que la asunción por parte del Consejo Europeo del compromiso de
incorporar la responsabilidad social corporativa a la agenda política de la Unión constituye
una fase clave en un proceso de institucionalización de la RSE sin parangón.
La institucionalización de la RSE ha sido largamente demandada desde diversos
ámbitos, como el académico, desde hace mucho tiempo y en este sentido se han manifestado
innumerables autores como Ackerman (1975), Cuervo (1981, 1983), Chevalier (1977), Davis,
Frederick y Blomstron (1980), Dierkes (1976), Drucker (1978), Gallo (1980), García
Echevarría (1982), Marquès (1978), Ortigueira (1978), Parra Luna (1980, 1993), Rey (1978),
Valle (1980), etc. En el mismo sentido se han pronunciado también diversos organismos,
empresas e instituciones, que han elaborado balances e informes sociales de diverso tipo
─Commitee for Economic Development (1971), Exxon, Banco de Bilbao, Cajas de Ahorros,
Comité Sudreau, etc.─.
Podemos considerar que esta institucionalización presenta dos grandes expresiones:
Σ La asunción y gestión por parte de la empresa de su responsabilidad social,
mediante la formulación de unas estrategias y planes sociales y el establecimiento
de un sistema de gestión social;
Σ La promulgación de normas legales conducentes a asegurar ciertos mínimos sobre
determinados estándares sociales.
En esta última línea, pudiera entenderse que la obligatoriedad de la presentación de
balances sociales por parte de determinados países de la Unión Europea ─Francia y Portugal─
ha constituido un precedente de institucionalización por la RS, aunque de menor envergadura
e incluso de diferente naturaleza y ello por varias razones:
Σ En primer lugar, porque lo que las normas legales mencionadas entendían por
“balance social” distaba mucho de ser una expresión del grado de cumplimiento de
las responsabilidades sociales de la empresa, ya que se limitaba a un conjunto de
datos, indicadores y ratios exclusivamente laborales, lo que denotaba una visión
restrictiva del ámbito social antagónica a la moderna concepción de stakeholders
(grupos de interés) de la empresa.
Σ En segundo lugar, porque la obligatoriedad se limitaba a empresas de considerable
tamaño, que precisamente son las más conspicuas, obviando las PYME, donde es
más probable que se den situaciones de “irresponsabilidad social”.
Σ Finalmente, porque el planteamiento parecía apuntar más a un deseo de establecer
criterios homogéneos de elaboración y presentación de información laboral que de
corregir situaciones indeseables.
Sin embargo, la presentación del Libro Verde de la Comisión Europea representa un
valioso intento de incorporar a las empresas al ejercicio de la política social, haciéndolas
partícipes de los problemas colectivos. Pero también representa una vocación de ligar la
economía y la política social, ya que establece un marco integrador para el avance hacia un
triple objetivo (the 'triple bottom line' concept): el crecimiento económico, la cohesión social
y la protección medioambiental (Scheftlein, 2001: web).

4. CONCLUSIONES
COMENTARIOS AL LIBRO VERDE “FOMENTAR UN MARCO EUROPEO PARA
LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LAS EMPRESAS”

Cuestiones planteadas:

El papel de la UE: En mi opinión debe tender a la institucionalización de la RSC en las


empresas, mediante la elaboración de un marco legislativo común consensuado con los
principales agentes sociales para la promoción de la responsabilidad social. Dicho
marco debería contemplar cuestiones como las siguientes:

• Creación de órganos ejecutivos en las empresas encargados de promover y la


RSC en las áreas de negocio (diseño, producción, financiación,
comercialización, etc.).
• Promoción de la participación social de los trabajadores, consumidores,
organizaciones sociales, ecologistas, etc., en la gestión de la RSC en el seno de
las empresas.
• Obligación de publicar información sobre la gestión socialmente responsable
llevada a cabo por las empresas de tamaño grande o de ámbito internacional.
• Establecimiento de unas directrices homogéneas para la publicación de
información social, preferentemente a través de sistemas de indicadores sociales
basados en objetivos.
• Elaboración de Planes Directores bianuales sobre las prácticas socialmente
responsables a promover prioritariamente en la UE, en las que las empresas
puedan basar su estrategia de RSC y fijar objetivos sobre los que efectuar
mediciones de desempeño.

Un segundo aspecto en el que la UE puede incidir es el de la formación,


particularmente en el ámbito universitario, mediante la recomendación a los
Ministerios de los países miembros para que promuevan la incorporación de la
formación en materia de Responsabilidad y Gestión Social en el currículum formativo
de titulaciones claves, como las licenciaturas en Dirección y Administración de
Empresas, Marketing, Economía, Sociología, Ciencias del Trabajo, Relaciones
Laborales, Psicología Social, Ciencias Políticas, Derecho, etc. La formación de futuros
directivos y profesionales del mundo de la empresa en los valores de la ética
empresarial y responsabilidad social es fundamental para su futuro comportamiento
como directivos y la etapa de su formación es el momento idóneo para inculcar estos
valores y principios en las personas que están llamadas a adquirir responsabilidades en
el mundo profesional y de la empresa.
En este sentido, en la Universidad de Málaga hemos venido trabajando en esta área
desde hace más de doce años y en nuestros programas de Economía de la Empresa,
Administración y Dirección de Empresas hemos incorporado lecciones teóricas y casos
prácticos sobre responsabilidad social de la empresa. Asimismo, hemos impartido
programas de Doctorado en Dirección Estratégica donde se han dictado cursos de Ética
y Responsabilidad Social Empresarial en los bienios 92-93 y 93-94. Estos contenidos
también se han incorporado en el Máster en Dirección y Gestión de Recursos Humanos
que se imparte desde 1997 en la Universidad de Málaga.

Empresas y responsabilidad social: La razón fundamental para que las empresas


asuman la RSC estriba en su dependencia respecto al entorno social. Como sistema
abierto, la empresa necesita asegurarse unas relaciones favorables y de integración con
su medio social, como garantía de colocación de sus outputs y del aprovisionamiento de
los inputs necesarios para su actividad. Si la actividad de la empresa genera unos
outputs indeseables o negativos para el medio, a la larga la empresa verá reducida su
competitividad, ante la imposibilidad de colocar su producto, puesto que el propio
medio social planteará unas exigencias que la empresa se verá obligada a cumplir.
En nuestra tesis doctoral, al tratar el proceso de asunción de la RSC, se analizaban las
distintas alternativas de las empresas y las etapas que comporta dicho proceso, desde el
análisis de la situación para elaborar un diagnóstico social, la determinación de
estrategias, políticas y objetivos sociales, la implementación y el control, así como la
necesidad de articular el sistema de gestión social y de información social.

Agentes e interlocutores principales: Nuestro planteamiento de la RSC como


respuesta de la empresa al medio social nos permite establecer tres tipos de
interlocutores sociales cuyos objetivos en relación a la empresa son los siguientes:

GRUPOS SOCIALES OBJETIVOS

- Propietarios y accionistas: objetivos de rentabilidad, continuidad, valor de la


empresa.
Grupos integrantes de
la empresa - Administradores y directivos: objetivos de rentabilidad, crecimiento, poder,
prestigio, remuneración.
- Trabajadores y empleados: objetivos de remuneración, estabilidad, formación,
promoción, participación, etc.

- Proveedores: objetivos de incremento actividad, vinculación, seguridad, seriedad


comercial.
Grupos del entorno
inmediato o específico - Acreedores: objetivos de continuidad, rentabilidad, transparencia, solvencia, etc.
- Clientes y consumidores: objetivos de calidad y fiabilidad de los productos, precios
adecuados, garantías, publicidad veraz, mejoras en calidad, etc.
- Competidores: objetivos de competencia leal, cumplimiento de directrices
patronales, posibilidades de actuaciones conjuntas, etc.
- Comunidad local: objetivos de eficiencia económica y social, consideración de los
efectos de la actividad sobre la comunidad, empleo, generación de rentas, conservación
del patrimonio natural, etc.

- Estado: rentabilidad, impuestos, contribución a los objetivos macroeconómicos,


Innovación, investigación y desarrollo tecnológico.
Grupos del entorno
- Comunidad nacional: protección y defensa de valores sociales, contribución al
social o general bienestar social, innovación, utilidad social del producto, etc.
- Naturaleza: objetivos de protección y defensa del entorno natural, fuentes
GRUPOS SOCIALES OBJETIVOS
energéticas, materias primas no renovables, reciclaje de residuos, reducción de
contaminación, etc.

Cada uno de estos grupos representa un nivel de compromiso diferente, ya que el primer
grupo comporta responsabilidades sociales primarias, el segundo responsabilidades
externas inmediatas y el tercero responsabilidades sociales generales. En el proceso de
asunción de la RSC, las empresas debería atender en orden progresivo estos tres niveles.

Evaluación y eficacia: La mejor forma de elaborar, evaluar y garantizar la


implementación de la RSC es, como se dijo en el punto uno, estableciendo un marco
legislativo común para la práctica de la RSC, que permita marcar las directrices
generales y evaluar mediante herramientas homogéneas.
En este sentido, la promoción de un sistema de normas tipo ISO, como las de
calidad, las de prevención de riesgos o las de gestión medioambiental (series 9000,
14000) mediante las cuales las empresas pudieran implantar sistemas de gestión de RSC
y conseguir una acreditación internacional reconocida sería un medio adecuado.

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