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Centroamérica incluye a cinco países, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa

Rica, porque Panamá es más Colombia, y porque debido al efecto del Canal, con su base
militar norteamericana en el siglo XX, maduró distinto. Ni incluyo a Belice, que salió de
nuestro territorio, pero se pobló con otra configuración humana. Los cinco países
compartieron organización política y se independizaron de España simultáneamente,
hablamos un idioma común, pero que a medida que pasa el tiempo nos separamos más.

La literatura guatemalteca es introvertida, solemne y dada a lo trágico, donde los personajes


despiden resentimiento y los finales son tristes o resignados. Hasta las excepciones irónicas
de José Batres Montúfar o Tito Monterroso confirman la resignación nacional. Miguel Ángel
Asturias es nuestro mayor exponente, que inicia su novela El Señor Presidente con un
repiqueteo jubiloso de campanas y cierra con un llamado a duelo siniestro, en campanadas
nocturnas. La novela de Luis de Lión es sufrida, porque nuestra literatura tiende a seguir el
llamado de la tragedia.

En Nicaragua se luce la picaresca, y se desarrolla el positivismo alegre y combativo del débil


que triunfa sobre el poder, como en las historias de Tío Conejo y Tío Coyote.

La suya es una literatura festiva, modernista debido a Rubén y a las galas nacionales, porque
los ciudadanos se lucen y aprecian lo propio. Las novelas de Sergio Ramírez son más dadas
a evocar el triunfalismo de un pueblo revolucionario que no se deja.

El Salvador posee una literatura expresiva, donde la acción es la que manda y se evitan los
desperdicios descriptivos, será por eso que las obras de posguerra son tan emocionantes,
como las de Castellanos Moya o las de Huezo Mixco, o tienen su referente en las Memorias
de la rosa de Consuelo Suncín, un buen ejemplo del espíritu indomable y volcánico del
pequeño país que se expande por todo el planeta.

La literatura de Honduras es alegre, suelta, humorista, desde el origen de la obra de Antonio


de Paz y Salgado, porque hasta en medio de la guerra cuentan chistes y les encanta compartir,
son amenos, mientras que la de Costa Rica es más sentimental e interiorista, de individuos
que buscan en su sensibilidad. La poesía de Luis Chávez es una clara muestra, o las novelas
de Carlos Cortés.
La literatura centroamericana es diversa, y busca su aceptación en el resto del mundo, sin ser
adoptada regionalmente como propia.

La literatura centroamericana es ante todo una literatura marginal, que no se ha adaptado a


los cánones europeos, por lo que hace que no sea muy conocida en muchas partes del mundo,
especialmente en el viejo continente.

Sin embargo, desde siempre, la literatura centroamericana ha sabido ganarse espacios,


aunque pocos, dentro del mundo artí-stico.

A continuación se presenta a grandes rasgos lo que podrí-a considerarse la esencia de la


literatura centroamericana.

Centroamérica de ayer

Poco tiene Centroamérica que envidiar a otras regiones del mundo en cuestión de literatura.
El guatemalteco Miguel í•ngel Asturias ganó el Premio Nobel en esta área, incluso antes que
un mexicano; este premio no ha sido otorgado a un autor, por ejemplo, argentino, donde la
producción literaria conocida en todo el mundo es más abundante.

Pero no sólo ese hecho debe ser de destacar. Habrá que recordar que Centroamérica ha
aportado al mundo de los textos fundamentales de la literatura precolombina. El Pop Wu, el
Rabinal Achí- y el Gí¼egí¼ense o El macho ratón (originario de Nicaragua), son ejemplos
de la invención de las culturas prehispánicas.

En los tiempos de la Colonia, Bernal Dí-az del Castillo se atreví-a a contradecir a los cronistas
oficiales, y escribió La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, dejando un
testimonio un poco más fiel y con amenidad en la redacción.

Ya en la entrada del siglo XIX, cuando Centroamérica solí-a considerarse como una sola
unidad administrativa, los escritores salvadoreños y hondureños se confundí-an con los
guatemaltecos, sin que ahora se atreva a hacerse esa separación. Tal es el caso de José Cecilio
del Valle, Pedro Molina, Pepita Garcí-a Granados, José Antonio de Irisarri y José Batres
Montúfar, entre otros.
La novela moderna entró a la región por medio de José Milla, que aún sigue deleitando a
cientos de adolescentes en Centroamérica que leen sus libros en el sistema educativo. Sin
embargo, es con la revolución que representó la irrupción en las letras del nicaragí¼ense
Rubén Darío, la que representa el gran salto de la literatura centroamericana a Europa. Darío,
muchas veces rechazado en el viejo continente por su misma condición de centroamericano,
logró darle una renovación a las letras en castellano, ya que tanto en España como en
Sudamérica, los literatos se beneficiaron de la estética del nicaragí¼ense.

En la misma línea surge Enrique Gómez Carrillo, una figura tan cosmopolita, que hasta
Francia y Argentina reclamaron el derecho a enterrar sus restos en sus tierras, quedando, por
fin, en el primer país.

Gómez Carrillo prosiguió en la misma lí-nea estética del modernismo de Rubén Darí-o, y
continuó las tendencias literarias europeas, tan así­, que ha sido el primero de los “mitos
literarios” latinoamericanos en Parí­s, que luego continuaran otros, como Cardoza y Aragón
y Julio Cortázar.

Otro que se inicia con el modernismo es el guatemalteco Rafael Arévalo Martí-nez, pero que
llegó a ser reconocido por su aporte en la narrativa, con la introducción de personajes
humanos con psicologí-a animal, conocido como psicozoomorfismo.

Los guatemaltecos Miguel Ángel Asturias y Luis Cardoza y Aragón, fueron otros que
deslumbraron a Europa por hacer suyo el surrealismo, y darle tintes hispanoamericanos.

Por otro lado, en Nicaragua, José Coronel Urtrecho y Pablo Antonio Cuadra, iniciaron el
único movimiento de vanguardia organizada en Centroamérica.

Luego de que las vanguardias cayeran en desuso, fue otro nicaragí¼ense, Ernesto Cardenal,
quien lideró la bandera del pos-vanguardia, junto con poetas como el chileno Nicanor Parra.

Por último, en la retrospectiva, no debiera dejarse a un lado al guatemalteco Augusto


Monterroso, que es considerado como uno de los maestros mundiales de la narrativa breve,
poseyendo entre sus publicaciones al cuento más corto de la historia literaria
Centroamérica, hoy

A pesar de que se tiene un gran pasado, las actuales letras centroamericanas han tenido poca
proyección a nivel internacional.

Una de las razones que pudo haber influido en este aspecto, es el perí-odo de conflicto en el
istmo, determinado por las guerras internas en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, la
represión en Honduras y los conflictos en Panamá por el canal interoceánico.

En los últimos años, tras tener alrededor de diez años de relativa calma en la región, los
escritores centroamericanos vuelven a tener protagonismo en las editoriales europeas.

A pesar de que este espacio no permite una descripción más minuciosa de la actualidad de
las letras, se presenta, grosso modo, los principales autores y tendencias de la literatura
centroamericana en la actualidad.

Básicamente, esta visión podrí-a determinarse según la temática que siguen, la cual se divide
en: el tema de la mujer, el de la guerra y los procesos de paz, y la construcción del imaginario
centroamericano.

El eterno femenino

En 1973, de una manera sorprendente por la asimilación de las teorí-as feministas de forma
muy temprana, la guatemalteca Ana Marí-a Rodas publica Poemas de la izquierda erótica, en
donde la mujer deja de definirse únicamente por su relación con el hombre.

Una poesí-a sincera, como viéndose sin engaños frente a un espejo, Ana Marí-a Rodas se
define como mujer, lo cual resultó ser un recurso innovador, no sólo en Guatemala y en
Centroamérica, sino que en todo el mundo. Pronto, las poetas centroamericanas observaron
que en esa tendencia podí-an destacar. En 1992, la nicaragí¼ense Gioconda Belli publica El
Ojo de la Mujer, en donde también busca definirse como una mujer, con mirada de mujer.

He aquí que la fémina deja de tener una visión idealizada, machista o simplemente irreal, y
las poetas se encargan de darle, con un tono sumamente poético, el sentido de ser mujer.
La salvadoreña Claribel Alegría y en buena parte la costarricense Carmen Naranjo han
continuado con esta tendencia, pero con caracterí-sticas muy suyas, sin que ninguna de las
cuatro escritoras mencionadas pueden parecer copias una de la otra.

En general, existe una tendencia general dentro de la poesí-a actual de Centroamérica escrita
por mujeres, en donde continúan el camino iniciado por estas cuatro centroamericanas.

El amor

Este tema siempre ha sido uno de los principales dentro de la literatura universal. Sin
embargo, por alguna razón adquiere importancia en el istmo centroamericano, ya que las
relaciones amorosas suelen ser (no siempre) conflictivas.

Al parecer, las relaciones amorosas en Centroamérica son una extensión de la lucha social
que se vivió en la década de los 70 y 80; esto, claro está, es metafórico.

Tal como se puede escuchar en la música, desde los boleros y tangos de principios del siglo
XX, hasta las baladas románticas de los 80, y las últimas tendencias en toda Latinoamérica,
casi todas las canciones que refieren relaciones amorosas conflictivas. En las letras
centroamericanas esto parece tener una mayor proyección.

La costarricense Carmen Naranjo parece ser la abanderada en cuanto a las relaciones hombre
y mujer, cuyos cuentos empiezan siempre con una gran alegrí-a, que coincide con el
conocimiento de la pareja que luego se enamora, hasta la amargura de la separación.

La salvadoreña Jacinta Escudos es otra narradora que ha puesto particular empeño en los
conflictos amorosos, introduciendo los conflictos, además, familiares.

El guatemalteco Maurice Echeverrí-a es otro que ha tenido predilección por los temas
amorosos (aunque posee otros temas), introduciendo, incluso, personajes homosexuales,
dando variedad a sus tramas.
El hondureño Julio Escoto, aunque la mitad de su narrativa es social, la otra mitad se refiere
básicamente al proceso de cortejo de un hombre con una mujer. Por último, los panameños
Justo Arroyo y Enrique Jaramillo Levi, también dan preferencia a este tema.

La guerra y la paz

El largo perí-odo de conflicto en el que estuvo involucrada Centroamérica no parece haber


pasado en balde, ya que muchos escritores se refieren a este tema, o, al menos, tienen
reminiscencias en cuanto a esto.

El principal autor deberí-a ser el nicaragí¼ense Sergio Ramí-rez Mercado, quien llegó a ser
vicepresidente de su paí-s, y fue uno de los más importantes activistas de la revolución
sandinista.

Ramí-rez ha sabido introducir temas del pasado violento en Nicaragua, aunado con una
magní-fica redacción e invención de la ficción.

Otro nicaragí¼ense que ha insistido con este tema, es Lisandro Chávez Alfaro, cuyos
personajes están vinculados a los guerrilleros sandinistas o a los dictadores, mostrando una
sociedad frí-a y sedienta de sed.

En Guatemala, aunque no participó en la guerra, Rodrigo Rey Rosa se refiere a la violencia


generalizada de nuestra sociedad, hecho que vendrí-a como consecuencia de las huellas
profundas dejadas en las personas tras la guerra interna en nuestro paí-s.

Pero, si hay que mencionar una tendencia sobre el tema de la guerra y la paz, se debe enfatizar
que en El Salvador se encuentra el germen de esta literatura.

Roque Dalton, poeta y narrador, basó prácticamente toda su producción en el conflicto


armado interno del paí-s vecino. Roberto Armijo es otro narrador que ofrece su visión de San
Salvador envuelto en la guerra. Por su parte, el también salvadoreño Manlio Argueta recoge
las experiencias de la guerra, pero vistas a través de los damnificados, de las ví-ctimas, por
lo que sus novelas han tenido una gran difusión por el aspecto testimonial que adquieren.
La identidad centroamericana

Para otros autores, no es tan importante el contexto de la historia, si es de amor o de guerra;


lo importante serí-a, entonces, construir un modo de pensar a lo centroamericano, en donde
las costumbres, los lugares y la gente del istmo serí-a la prioridad.

El caso más resaltante es el del hondureño por nacimiento, salvadoreño por nacionalización,
guatemalteco por radicación y mexicano por ser su lugar de habitación actual, de Horacio
Castellanos Moya.

Su obra narrativa es básicamente una crí-tica a la sociedad centroamericana, la cual, desde


su visión, es subdesarrollada, no por la economí-a, sino por el modo de pensar.

A pesar de que su obra ha creado cierto rechazo en los cí-rculos hegemónicos de


Centroamérica, debido a la crí-tica, Castellanos Moya también ha sabido imprimir calidad
literaria a sus novelas, siendo uno de los autores que más proyección tiene.

Otro crí-tico mordaz de la sociedad centroamericana, es el costarricense Fernando Contreras


Castro, que incluso se quita el estigma de que su paí­s es la “Suiza de Centroamérica”, y
plantea una visión de la sociedad tica, tal como es, con sus problemas sociales y su represión
muy parecida a la del resto del istmo.

Contreras Castro ha sabido aprovechar temas actuales, como el de la globalización y la


defensa del ambiente, para enmarcar sus obras.

Otros escritores con las mismas caracterí-sticas son el hondureño Marcos Carí-as, que
muestra en sus obras una visión de Tegucigalpa, y la panameña Gloria Guarda, que presenta
a la sociedad de su paí-s, previo al conflicto del traspaso del canal interoceánico.

Centroamérica en el futuro

Como se mencionó, Centroamérica tuvo una baja en su difusión por las editoriales del
mundo, principalmente debido a los conflictos de guerra internos de décadas anteriores. Sin
embargo, hoy dí-a el istmo parece que va en ruta de ofrecer un nuevo aire.
Esto debido al interés que recientemente hay por la literatura indí-gena, en especial la de
origen maya. En tal sentido, el libro testimonial Me llamo Rigoberta Menchú y así- me nació
la conciencia, abrió brecha. Del mismo modo, Humberto Ak’abal ha logrado trascender a
lectores de Europa.

Ví-ctor Montejo, Gaspar Pedro González, han logrado escribir las primeras novelas
consideradas netamente indí-genas en Guatemala, publicándolas primero en Estados Unidos,
y después en Guatemala. Aparte de estos pioneros, habrá otros que sigan en ese camino y
logren consolidar la literatura indí-gena en Centroamérica.

El teatro

Debido a los conflictos internos y los gobiernos represivos en Centroamérica, el teatro fue
una de las artes más afectadas, ya que por su carácter presencial, esta manifestación incide
directamente en el público, por lo que es el arte más sugestivo y revolucionario. En tal
sentido, el teatro de la segunda mitad del siglo XX en Centroamérica, estaba encaminado a
denunciar las injusticias, incluyendo técnicas del teatro épico, con contenido social, de
Bertold Brecht.

Sin embargo, por eso mismo, el teatro fue reprimido hasta casi desaparecer la producción
original, favoreciendo el aparecimiento de un teatro de salón, es decir, que busca entretener
al público, pero sin ningún tipo de compromiso.

Actualmente, muchas compañí-as teatrales en Centroamérica buscan reiniciar el camino


hacia un teatro con técnicas más contemporáneas, lo cual incluye actuaciones más realistas,
y el rompimiento del espacio escénico, sacando las obras hacia las calles de las ciudades. Se
han hecho experimentos, en donde las compañí-as teatrales han ido a zonas marginales, y
tratan de realizar una obra original, tomando en cuenta la problemática de los pobladores.

Este teatro comúnmente no se transcribe para su posterior lectura y representación, por lo


que lo hace un arte irrepetible, y que sólo puede quedar documentado a través de imágenes
fotográficas o de video.
De estos experimentos, el que más ha trascendido es el dirigido por el hondureño Rafael
Murillo Selva, que se acercó al poblado de Guadalupe, con predominio garí-funa, y, tras
conversar sobre la problemática de sus habitantes, crearon la obra de teatro conocida como
Louvabagu, que luego fue representada en los escenarios hondureños.

¿Y Belice?

A pesar de que tradicionalmente no se considera a Belice como parte de la cultura


centroamericana, debido a sus diferencias en sus tradiciones, no hay que olvidar que la nación
más joven del istmo también sufrió de eventos geopolí-ticos, que le daban inestabilidad a sus
habitantes, lo cual se reflejó en su literatura, lo cual la acerca a las letras centroamericanas.

En inglés o en español, los beliceños aún no definen el idioma de su literatura, la cual llega
a tener caracterí-sticas indí-genas, ya que los que más se acercan a escribir son q’eqchi’es y
garinagús.

Por mencionar a algunos autores, se encuentran Evan X Hyde, quien escribe en inglés con
cierto apego a la cultura estadounidense e inglesa.

Colville Young también escribe en inglés, aunque está más cercano a la cultura garí-funa.

Por último, David Nicolás Ruiz Puga es un ejemplo de literatura beliceña en español, aunque
también ha publicado en inglés.

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