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Voces: DEBER DE INFORMACION ~ DERECHOS DEL CONSUMIDOR ~ CONTRATO ~ DEFENSA DEL

CONSUMIDOR ~ CONSUMIDOR
Título: Deber de información precontractual y contractual. Deber de Consejo. La cuestión en los contratos
paritarios y de consumo
Autor: Stiglitz, Rubén S.
Publicado en: LA LEY 30/03/2009, 30/03/2009, 1 - LA LEY2009-B, 1085 - Obligaciones y Contratos
Doctrinas Esenciales Tomo IV, 01/01/2009, 543
Cita Online: AR/DOC/1259/2009
Sumario: SUMARIO: 1. El deber de informar. La asimetría informativa. - 2. El deber precontractual de
información. Razones. Importancia. Sujeto obligado. - 3. Naturaleza jurídica del deber de información.
Influencia de la moral sobre las reglas secundarias de conducta. - 4. Los caracteres de la información:
Veraz, detallada, eficaz y suficiente. - 5. Caracterización y propósito del deber de informar en etapa
precontractual. Fundamento. Puesta en guardia: Noción. - 6. La obligación de informarse para informar.
Presupuestos del deber de información. - 7. Contenido de la información. Importancia. Sujetos activos y
pasivos. - 8. La obligación de informar en período precontractual. Conocimiento de la influencia de la
información sobre el consentimiento de la contraparte. - 9. La obligación contractual de información en
etapa de ejecución. - 10. Límites subjetivos al deber de informarse. La confianza legítima del acreedor a
la información. - 11. El deber de consejo precontractual y contractual. - 12. El deber de consejo (cont.). -
13. El deber de consejo (Cont.). Aplicaciones prácticas. - 14. El deber de información y los derechos del
consumidor. Los intereses económicos de los consumidores: La previsión constitucional. Efectos de la
transgresión al deber de informar.
Abstract: La antigua concepción del equilibrio en la distribución de las cargas informativas hoy no resulta
compatible con la contratación predispuesta, caracterizada, entre otras circunstancias por: (a) la ausencia de
negociaciones individuales entre las partes (principio de unilateralidad), (b) por la imposibilidad de alterar el
contenido negocial (principio de rigidez) y (c) por una acumulación de conocimientos por parte del proveedor
que es quien concreta múltiples contratos del mismo tipo en oposición a un consumidor que, ocasionalmente,
formaliza alguno.De allí que pueda afirmarse que existe una auténtica asimetría informativa entre proveedores y
consumidores o usuarios generadora de injusticia contractual.
1. El deber de informar. La asimetría informativa
En la contratación tradicional, el deber de información que se atribuía a las partes —informar por una parte,
e informarse, por otra—, se hallaba constituido por una distribución equitativa de cargas informativas,
inicialmente precontractuales, que se hallaban conformes con los deberes de cooperación y lealtad debidos y
exigibles. Todo ello más allá de afirmarse que ninguna de las partes contratantes asumía apriorísticamente el rol
de "garante" del otro en el conocimiento del contenido contractual, por lo que cada una debía situar su deber de
información en relación con la diligencia exigible a la otra en el cabal conocimiento de la realidad.
Esta concepción del equilibrio en la distribución de las cargas informativas, no resulta compatible hoy con la
contratación predispuesta, caracterizada, entre otras circunstancias por (a) la ausencia de negociaciones
individuales entre las partes (principio de unilateralidad), (b) por la imposibilidad de alterar el contenido
negocial (principio de rigidez) y (c) por una acumulación de conocimientos por parte del proveedor que es quien
concreta múltiples contratos del mismo tipo en oposición a un consumidor que, ocasionalmente, formaliza
alguno.
De allí que pueda afirmarse que existe una genuina asimetría informativa entre proveedores y consumidores
o usuarios (1). Estos últimos necesitan información (la esencial), pues, en caso contrario, no se hallan
posibilitados para consentir libremente. Esto último les permitiría elegir entre las diferentes alternativas que
ofrece el mercado.
De lo hasta aquí expresado se deduce que el principio de buena fe opera como instrumento corrector de la
clásica distribución de las cargas informativas, para sustituir hoy lo que antiguamente se enunciaba como
"paridad de cargas", por una mayor cooperación y lealtad brindada a favor de quien se halla en una posición
desvalida en el contrato.
2. El deber precontractual de información. Razones. Importancia. Sujeto obligado
Informar es enterar, dar noticia de una cosa o de circunstancias, instruir, prevenir, etcétera.
Más propiamente, consiste en exponer una situación de hecho (hechos objetivos) que se agota con la
comunicación (2).
Informar se ha transformado en el tema maestre y dominante del período precontractual (3).
La relevancia de la información se pone en evidencia, con tan sólo considerar que una de las características
que definen y marcan a la sociedad de nuestro tiempo, producto del desarrollo científico y tecnológico, consiste
en la aparición de las especialidades más diversas. La información sobre cada una se ha hecho autónoma; se ha
desprendido del tronco común, y ha adquirido su propia identidad.

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Con relación al deber precontractual de información conceptualmente integra uno más amplio, el de
cooperación, aun cuando uno y otro sean derivados necesarios de la buena fe debida. Si bien la colaboración se
sitúa en todo el iter contractual, desde los tramos preliminares hasta el período de ejecución, la información
cobra especial relieve en las negociaciones previas a la conclusión del contrato.
El deber de información encuentra su fundamento final en la necesidad de establecer o, en su caso,
reestablecer el equilibrio contractual desde el inicio mismo de las tratativas.
Lo expresado significa que el objeto contractual, la materia de que trata el contrato y las circunstancias
atinentes a ella deben ser conocidas por ambas partes en etapa de tratativas, para preservar la relación de
equivalencia al tiempo del perfeccionamiento del contrato. Lo que presupone que, de no ser así, si el que
dispone de la información la oculta o la suministra falsamente, el contrato se ha concluido en situación de
desigualdad, de tal relevancia, que vicia el consentimiento.
En suma, el fundamento del deber de informar halla su fuente en la desigualdad (asimetría) de los
conocimientos sobre circunstancias relevantes de la materia que será objeto del contrato.
La protección en favor del desinformado se sustenta en una suerte de "presunción de ignorancia legítima"(4),
que de ninguna manera importa un derecho ganado a la pasividad, pues la condición de desinformado no lo
legitima a sustraerse del deber de colaboración consigo mismo. Para ello deberá recabar información. Este deber
porta el límite de su comprensión en concreto, como sujeto desinformado y con relativas posibilidades para
comprender qué es lo que ignora y cuál es la información que precisa.
En efecto, el deber de informar —como máximo— se detiene y —como mínimo— debe armonizarse con el
deber de informarse, y ello según la aptitud o idoneidad y en el marco de las posibilidades de quien alega la
desinformación (5).
Por lo demás, si la relación está basada en la confianza, el deber de información se acentúa aun más.
De allí que la información deba ser confiable, ello entendido en el sentido de que quien la recibe espera de
quien la suministra que actúe de buena fe satisfaciendo así las legítimas expectativas del receptor. Este último
tiene la esperanza que la información que recibe será veraz.
Como se advierte, la veracidad de la información recibida por el destinatario de la misma genera confianza
en favor de la persona que la emite. De allí que las partes de la relación negocial esperan confiada y
recíprocamente de la otra, información verídica y sincera. Es lo que los anima a creer en el otro.
En cuanto a la importancia de la información, está dada por la circunstancia de tratarse de un instrumento
idóneo para que el destinatario de la misma elija (decida) libremente y con conocimiento sobre lo que está
haciendo, ya que aquélla le permite contrastar los productos o servicios iguales que se le ofrecen con otros
existentes en el mercado.
Los sujetos obligados en facilitar la información lo son el fabricante del producto, el vendedor o el prestador
del servicio (6).
El sujeto acreedor a la información es el consumidor o usuario.
3. Naturaleza jurídica del deber de información. Influencia de la moral sobre las reglas secundarias
de conducta
El deber de informar constituye una obligación legal derivada de los principios de buena fe y de
verosimilitud en torno a lo que las partes "entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión",
operativo en todo el íter contractual (artículo 1198, Código civil). De dichos principios deriva una regla
accesoria de conducta cuyo contenido consiste en cooperar, desde la etapa de las tratativas, con quien se halla
disminuido con relación a la persona que dispone de la información (7).
El obligado no garantiza el resultado de la eventual operación que pueda formalizarse, por lo que participa
de la naturaleza de una obligación de medios (8).
Acontece que cuando el contrato exhibe a dos partes en situación de equiparación formal como, por
ejemplo, un negocio celebrado entre profesionales conocedores de su ciencia, arte o técnica, cada uno aparece
como "guardián de sus propios intereses y debe en consecuencia informarse a sí mismo'' (9).
Pero el ejemplo precedente, en la actualidad sólo constituye una excepción. Por el contrario, la regla general
es la inversa y se halla constituida por la obligación del informante consistente en hablar y abstenerse de abusar
de la ignorancia de la contraparte evitando incurrir en reticencia, dolosa o culposa.
Del referido deber es titular pasivo quien conoce la información, a quien no se le oculta la importancia que a
la misma le asigna o le asignaría el interlocutor, por ejemplo, dada su incidencia en el consentimiento. En ese
caso, informar importa una prestación positiva (10).
Por lo demás, la obligación legal de información también consiste en abstenerse de afirmar absolutamente
nada sin estar seguro de lo que se informa a los fines de evitar inducir en error al cocontratante. El expresado,
constituye un clásico fundamental como regla moral: el de no mentir.

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Sucede que principios morales como la buena fe, la lealtad, la honestidad en el obrar, la cooperación, la
sinceridad, el auxilio y la protección al débil o al vulnerable son todas directivas que, con sustento ético (11),
aparecen recibidas por el Derecho como deberes positivos, accesorios a los efectos principales, por lo que
constituyen deberes jurídicos. Con el mismo criterio, los principios enumerados precedentemente operan como
fundamento de una obligación negativa que, genéricamente, podría enunciarse como la de no engañar o
abstenerse de comportamientos dañosos.
Como el contrato es un instrumento que exhibe inocultablemente la desigualdad formal que,
predominantemente, ostentan las partes, se hace preciso acudir a la regla moral y a los principios jurídicos
tradicionales o modernos, como ser el de la protección de la parte débil o vulnerable, para evitar que se
constituya en un instrumento de opresión en favor de quien concentra el poder de negociación.
4. Los caracteres de la información: Veraz, detallada, eficaz y suficiente
(a) La veracidad de la información está referida a la sinceridad con que debe ser emitida (transmitida). La
información no es veraz cuando su contenido es engañoso, particularmente cuando silencia datos esenciales o
suscita en el destinatario expectativas que no son factibles de ser satisfechas, cuando se induce a error por
omisión de circunstancias relativas a la empresa, producto o servicio anunciado (12).
La inducción a error porta consecuencias patrimoniales en tanto, potencialmente, afecta el comportamiento
económico del consumidor.
Pero también se proyecta a la esfera jurídica, pues la información positiva o negativamente engañosa puede
determinar el consentimiento contractual.
Su característica es la contradicción entre el contenido del mensaje y la verdad.
(b) Que la información sea detallada es cuestión que atiende a que el consumidor tenga la posibilidad de
informarse acerca de la pluralidad de características de los productos o servicios que le son ofrecidos, pues, en
el marco de los derechos fundamentales que le son reconocidos, el expuesto traduce una de sus mayores (y
mejores) expresiones: el derecho a elegir (13).
Y las características de los bienes o servicios, a su vez, están referidas a indicaciones visibles sobre las
especificaciones que corresponden a aquéllos. O, dicho con otras palabras, el detalle informativo sirve a los
fines que los consumidores dispongan de la mayor cantidad de datos relevantes relativos no sólo a las cosas y
servicios que les son ofrecidos sino, además, a la persona que los introduce al mercado (proveedor, artículo 4°,
ley 24.240, modificada por ley 26.361) (Adla, LIII-D, 4125; LXVIII-B, 1295), para poder así realizar una
elección racional entre productos, servicios y proveedores que compiten entre sí (14).
A esos fines, aparece como contenido de detalles esenciales o trascendentes, la identificación del prestador
del servicio (art. 21 inc. a); descripción y especificación del bien (art. 10, inc. a], ley 24.240, modificada por ley
26.361) o del servicio y de los trabajos a realizar y de los materiales a emplear (art. 21, incs. b] y c], ley 24.240,
modificada por ley 26.361), la mención de pesos, medidas, calidad, componentes, fecha de fabricación, período
y medios de conservación, modo de empleo, precauciones que deben adoptarse (art. 6°, ley 24.240, modificada
por ley 26.361), precio y condiciones de pago (art. 10 inc. f), costos adicionales, especificando precio final a
pagar por el adquirente (art. 10 inc. g), ley 24.240, modificado por ley 26.361).
c) La eficacia de la información está referida, como virtud, a su fuerza y poder persuasivo, en el marco del
principio de autenticidad o veracidad al que ya hemos hecho referencia.
d) La suficiencia alude a las características esenciales de los bienes o servicios ofrecidos (artículo 4°, ley
24.240, modificada por ley 26.361), y a la necesidad de que los detalles, descripciones y especificaciones sean
los indispensables (suficientes) para habilitar al consumidor a tomar una decisión reflexiva. Y la autosuficiencia
se halla referida a que la redacción no debe contener reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa
o simultáneamente, sino que debe autoabastecerse.
5. Caracterización y propósito del deber de informar en etapa precontractual. Fundamento. Puesta en
guardia: Noción
En una primera aproximación, puede caracterizarse a la información como un elemento de conocimiento
suministrado espontánea u obligatoriamente por una parte, la que se halla informada (deudor) a la otra que, por
desinformada, en principio se constituye en acreedora a (de) la información.
El propósito tenido en vista al consagrar a la información como deber derivado de la buena fe precontractual
(15) no es otro que el de lograr una adecuada formación del consentimiento.
Si bien median ciertas distinciones en punto al alcance o grado de exigencia de la obligación entendemos
que, en lo que atañe a la teoría general del contrato, interesa la obligación de información pura y simple o stricto
sensu, cuya finalidad consiste en que un contratante comunique a otro o lo auxilie en la comprensión en punto al
alcance, medida o entidad de las obligaciones que habrá de afrontar.
A su vez, la puesta en guardia (mise en garde) comporta una advertencia dirigida a la contraparte sobre los
riesgos materiales o jurídicos que habrán de derivar de la conclusión del contrato como, por ejemplo, en los

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contratos por adhesión a condiciones generales, el contenido de ciertas cláusulas predispuestas, especialmente
aquellas que constituyen la categoría de sorpresivas (16).
El tema relevante al que el Derecho Privado ha desviado la atención en el período precontractual, no es otro
que el de la obligación de informar (17).
El fundamento del enunciado deber, está dado por la desigualdad (asimetría) que presupone que una de las
partes se halle informada y la otra desinformada sobre un hecho que gravite o ejerza influencia sobre el
consentimiento de la última, de tal suerte que el contrato no hubiera llegado a perfeccionarse o lo habría sido en
condiciones más favorables (18). Por lo demás, la persona que por su profesión, notoriamente dispone de
información, no puede ignorar la importancia que ella tiene para su potencial cocontratante (19).
De donde la omisión en el cumplimiento de la obligación de informar, no es sancionada de forma autónoma
(con excepción de los contratos de consumo, como veremos infra), sino cuando entraña un vicio del
consentimiento (20).
Acontece que el informado se halla en situación de ventaja con relación al desinformado, circunstancia que
provoca una desnaturalización de la relación de equilibrio deseada (21).
6. La obligación de informarse para informar. Presupuestos del deber de información
Parece de una obviedad manifiesta, aunque insoslayable de ser afirmada, que quien entra en negociaciones
que podrían conducir a la celebración de un contrato está obligado a hallarse informado para poder informar
sobre las cualidades esenciales de lo que habrá de ser objeto (materia) del contrato y sus efectos obligacionales
(contenido prestacional). De tal suerte que parece justo concluir en que, si una parte conoce la trascendencia
sustancial que comporta su prestación en favor de la otra, es justo concluir que no podrá alegar legítimamente su
ignorancia, dado que quien se compromete debe hallarse habilitado para explicar el objeto de su promesa (22).
El presupuesto básico o esencial del deber de información precontractual se halla constituido por la
circunstancia de que una de las partes —consecuentemente el obligado a informar—, disponga de una
información que la otra parte carece, ya que la falta de información atenta contra la capacidad de hacer una
elección racional (23).
De ello se sigue que, en el marco de los vicios del consentimiento, la ignorancia recíproca no genera
obligación de informar (24).
7. Contenido de la información. Importancia. Sujetos activos y pasivos
El contenido del deber se limita a lo que sea relevante y suficiente en miras a la toma de una decisión.
Debe ser cierta, clara y detallada.
Dicho deber recae sobre los productores, importadores, distribuidores y comerciantes.
Los destinatarios de la información son los consumidores y usuarios.
El obligado a la información debe suministrarla objetivamente, pues toda consideración que se le añada y
que trasunte una opinión favorable o adversa en la toma de una decisión por el destinatario se transforma en
consejo y deja de ser una mera información (25). Por lo demás, sólo el anoticiamiento completo, conciso,
preciso, claro, pertinente y veraz constituye el contenido de la obligación al que aspira ver cumplido el acreedor
(expectativa legítima) y que debe ser proporcionado desde el período precontractual hasta la etapa de ejecución
contractual. Por lo demás, la información debe ser pertinente en el sentido que debe referirse a la materia del
contrato. Como se advierte, la eficacia de la información no se la mide por su volumen (26). Debe limitarse a lo
que objetivamente sabe o debería saber el informante obrando con diligencia y referirse a cuestiones
trascendentes, como ser, todas aquellas que incidan en el consentimiento como, por ejemplo, el objeto (la
materia sobre la que se contrata), la causa (los motivos determinantes o el propósito práctico) y los efectos (las
obligaciones que asumirán las partes) (27), y que sea útil al acreedor a los fines de una toma de decisión libre e
independiente. Lo expresado significa que el acreedor a la información no puede pretender que el obligado a
ella se sustituya en la toma de la decisión sobre la oportunidad y conveniencia en la celebración del contrato.
La relevancia del deber apunta a que la decisión tomada en los dominios del derecho de las obligaciones y
que puede llegar a traducirse en el consentimiento contractual, sea consecuencia de una información
suministrada previamente con claridad. El propósito consiste en que, a través de una información adecuada y
veraz, el contrato celebrado se corresponda con las expectativas legítimas y recíprocas que tenían las partes
antes de su perfeccionamiento.
De lo hasta aquí expresado podríamos afirmar que la importancia de informar es de tal entidad, que puede
llegar a incidir en la formación y perfeccionamiento de un contrato (28).
8. La obligación de informar en período precontractual. Conocimiento de la influencia de la
información sobre el consentimiento de la contraparte
La obligación de informar, en este caso, queda instalada en etapa de tratativas y tiene por objeto que el
informado transmita al eventual cocontratante lo que sabe y formule las aclaraciones que sean menester para

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evitar un consentimiento viciado. Tanto las informaciones como la respuesta a las aclaraciones que se requieran,
favorecen el conocimiento sobre si el contrato, de concluirse, se adaptaría a las necesidades expuestas por el
desinformado o habría de satisfacer sus expectativas de crédito.
Efecto esencial de lo expuesto precedentemente es el tema referido —ubicado en el ámbito de los vicios del
consentimiento y la consiguiente nulidad del acto— a si el deudor (de la información) conocía o debía conocer
la relevancia (esencial) que el acreedor atribuía a la información omitida. Lo expresado supone necesariamente
que el obligado conocía que su maniobra omisiva era apta para influir favorablemente en el acreedor para
obtener su consentimiento (29). Como se repara, el dolo o el error fundados en la inejecución de la obligación de
informar constituyen vicios del consentimiento.
9. La obligación contractual de información en etapa de ejecución
En etapa funcional el objetivo de la obligación de informar subsiste, aunque ahora el propósito se limite a
garantizar al acreedor una ejecución satisfactoria del contrato.
Superada provechosamente la etapa formativa sin vicisitudes que graviten sobre el consentimiento y aun
cuando la materia sobre la que se contrate satisfaga las legítimas expectativas de crédito de las partes, subsiste el
deber informativo sustentado en la cooperación debida en miras a una correcta ejecución.
Ejemplos de lo expuesto constituyen la obligación del mandatario de dar cuenta de sus operaciones (artículo
1909, Código civil), o la del locatario consistente en informar al locador su oposición a la realización de
innovaciones u obras que no sean reparaciones (art. 1524, Código civil); la del socio de informar a la sociedad
la suma que esta última debe reembolsarle y que hubiese adelantado con conocimiento de ella, por las
obligaciones que para los negocios sociales hubiese contraído (art. 1731, Código civil); la del administrador de
una sociedad comercial de informar al socio lo que éste requiera (art. 55, Ley de Sociedades Comerciales); la
obligación del Síndico de informar por escrito a la Asamblea Ordinaria sobre la situación económica y
financiera de la sociedad (art. 294 inc. 5), Ley de Sociedades Comerciales) (t.o. 1984) (Adla, XLIV-B, 1319) así
como la de informar a los accionistas que representen no menos del 2% del capital, a su requerimiento, sobre las
materias que son de su competencia; la carga de denuncia de la agravación del riesgo con que se halla gravado
el asegurado (art. 37, ley 17.418) (Adla, XXVII-B, 1677).
10. Límites subjetivos al deber de informarse. La confianza legítima del acreedor a la información
Existen supuestos particulares en que viene justificada la confianza del acreedor en la información
suministrada por el obligado a prestarla.
A esos fines habrá de estarse, por ejemplo, (a) a la naturaleza del contrato. Así la ejecución del mandato, por
esencia, requiere de la fidelidad del mandatario quien deberá abstenerse de la producción de actos (ocultos) que
impliquen la creación de un conflicto entre los intereses de su mandante y los suyos haciendo prevalecer estos
últimos (artículo 1908, Cód. Civ.).
En el contrato de seguro, para una correcta determinación del riesgo a cubrir y la prima a percibir, el
asegurador debe confiar en la información que le suministra el asegurando sobre circunstancias que influyan en
la apreciación de aquél (artículo 5°, L.S.). De allí que sea carácter inherente a la información, que sea confiable
por el destinatario.
En ocasiones, (b) la desigualdad manifiesta entre el profesional y el profano genera en el último (tal vez, por
necesidad) una confianza legítima, particularmente en contratos cuya materia y contenido pueden calificarse
como de tan intensa complejidad que colocan al acreedor de la información en una situación de excesiva
inferioridad (30).
Lo propio acontece (c) con los contratos formados por adhesión a condiciones generales, en cuyo caso el
predisponente en su condición de único creador del contenido negocial tiene la obligación de redactar claro. Por
ejemplo, en el contrato de seguros la fuente de esa obligación es legal (art. 11, L.S.). Y así como para evitar
incurrir en reticencia el asegurando debe describir (informar) todas las circunstancias conocidas o que debiera
conocer en consideración a una diligencia ordinaria, va de suyo que a los fines de interpretar cuándo se debe
tener por ejecutada la carga informativa es útil el cuestionario suministrado y predispuesto por el asegurador,
pues, en principio, su lectura habrá de orientar (informar) sobre cuáles son las circunstancias que juzga
suficientes en punto a la influencia sobre el riesgo.
La confianza legítima que supone la sinceridad de la información suministrada por el deudor dispensa al
acreedor del deber de informarse. El principio de cooperación y lealtad debidos en todo el iter contractual y en
la medida de la suficiencia o plenitud de la información recibida torna aplicable la presunción (relativa) de
buena fe en favor del obligado (31).
11. El deber de consejo precontractual y contractual
En ocasiones, la obligación de información, debe acompañarse con la obligación de consejo. Ello acaece
cuando no es suficiente informar al contratante: es necesario proponerle la solución que sirva mejor a sus
intereses.

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En el marco de un enunciado de las obligaciones atinentes en torno a un consentimiento esclarecido, nos
hallamos con la carga precontractual y contractual de mayor responsabilidad: la de consejo.
Sobre el particular, cabe examinar: (a) ¿Cuál es su contenido? (b) ¿Sobre quién recae (quién es su deudor)?
Y (c) ¿Cuál es su intensidad?
(a) Contenido
La carga precontractual de consejo o la obligación contractual de consejo impone al deudor, una carga de
mayor intensidad en punto a la responsabilidad civil que le impone. O dicho con otras palabras, más pesada que
la simple obligación de información (32).
Por cierto, obliga necesariamente que un contratante informe a su contraparte en el sentido ya visto
(información) pero, además, está compelido a las obligaciones siguientes: (a) sea de cumplir ciertas búsquedas,
exámenes de situación, estudios previos (especialmente para adaptar el material a las necesidades del cliente) o
gestiones; (b) sea aconsejar a su cliente en cuanto a la oportunidad misma de las decisiones a tomar, es decir,
indicarle la vía que le parezca mejor (por ejemplo formalizar o no el contrato, pues el deber de aconsejar
comprende también el de desaconsejar), impulsarlo a adoptarlo o sea, incitarlo así como ponerlo en guardia
contra los riesgos graves de tal o cual medida.
(b) El obligado a emitir un consejo
En el derecho contractual, normalmente tal obligación de consejo se halla expresamente prevista por las
partes, sea a título principal en un contrato donde su objeto (la materia de que trata) es la emisión de un consejo
como, por ejemplo, en la prestación de servicios profesionales, o ya sea a título accesorio de otro contrato. Un
ejemplo paradigmático lo constituye el contrato de seguro cuando media una prestación accesoria de un agente
institorio o de un "asesor productor" autorizado (art. 10, ap. 1 inc. h], ley 22.400) (Adla, XLI-A, 161). Por
nuestra parte, pensamos que la obligación de consejo está implícita en el vínculo precontractual y contractual
(art. 1198, Código civil).
Frente a la existencia de un vínculo por nacer o ya nacido a la vida jurídica entre un proveedor o empresario
y un profano, la obligación no puede pesar sino sobre el primero dado el carácter profesional que ostenta frente
a un débil jurídico (vulnerable) que ha depositado en ellos toda su confianza, en la competencia que se les
atribuye por el cocontratante y en el carácter habitual y no episódico de sus relaciones con terceros (33).
(c) Su intensidad
Podemos afirmar que se trata de una obligación de medios, pues el acierto del consejo escapa (es extraño) a
la prestación de quien lo suministra. Por lo demás, el acreedor al consejo, el contratante destinatario del mismo,
es libre de actuar según sus convicciones o necesidades y apartarse del consejo.
12. El deber de consejo (cont.)
Se hace preciso reforzar el deber de información. A la información se le debe añadir el deber de aconsejar,
lo que presupone la insuficiencia del primero. Lo expresado se pone en evidencia, predominantemente, en
aquellos contratos cuyo objeto se identifica por la prestación de servicios.
En efecto, la obligación de informar y el deber de consejo nacen operando como un refuerzo del contenido
del contrato.
Teóricamente información y consejo portan distinta función. La información es dar datos o relatar hechos
llevados al conocimiento de una persona. El consejo parece más bien una asistencia (34).
La información debe entonces ser entendida en sentido amplio.
Así, el objeto de la información puede consistir en instruir al cocontratante de elementos que le permitan
actuar con conocimiento de causa.
Ella puede también adoptar la forma de una puesta en guardia o de una advertencia relativa a un riesgo
particular. Se tratará entonces, de una información orientada de manera negativa: "llamar la atención del
cocontratante sobre un aspecto negativo del contrato, o de la cosa objeto del contrato".
Pero ella puede también consistir en prodigar un consejo orientando de manera positiva la elección en el
sentido más conforme a los intereses del cocontratante, comportando, entonces, un juicio de valor. La distinción
sería, entonces, conceptual.
La finalidad del consejo y de la información está fundada en la desigualdad entre las partes, lo que hace
considerar que el consumidor que tiene competencia técnicas no tiene necesidad de ser aconsejado y asistido.
Para determinar si una persona es competente, hay que tener en cuenta las cualidades personales del mismo
y su capacidad de apreciar los términos del contrato.
El consejo no es forzoso cuando el conoce personalmente los riesgos y ha contratado con pleno
conocimiento de causa.
13. El deber de consejo (cont.). Aplicaciones prácticas

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En el contrato de prestación médica, los médicos deben informar y aconsejar a sus pacientes sobre los
riesgos inherentes a los tratamientos que ellos proponen. Lo propio acontece con las clínicas en torno a las
prestaciones que ellos están en condiciones de asegurar a sus pacientes. Los abogados deben informar y
aconsejar a sus clientes sobre las chances — favorables o desfavorables— existentes en los procesos que se les
ha encomendado (proseguir o concluirlos) (35).
En el contrato de locación de obra, la empresa constructora ha sido declarada responsable por
incumplimiento y condenada a la reparación de los daños con fundamento en la falta a su deber de consejo en
punto a los riesgos de incendio inherentes a los materiales utilizados (36).
En el contrato de seguro, el asegurado tiene derecho a un consejo del asegurador y de los intermediarios.
Este deber en cabeza de los últimos encuentra su fundamento tradicional en su calidad de profesional. Consiste
en informar al asegurado sobre la extensión de las garantías o sea, ponerlos en guardia en contra de las
insuficiencias y aconsejarles, de ser necesario, una contratación complementaria.
Se trata de "estar atento" para asistir al asegurado a todo lo largo del contrato. Esta misión de asistencia
tradicional encuentra particular aplicación cuando sobreviene el siniestro.
El intermediario debe igualmente aconsejar a sus clientes sobre contratar con la compañía de seguros que
sea susceptible de aportarle la mejor prestación. Se debe aconsejar la contratación de una garantía adaptada a las
necesidades del asegurado y que sea jurídicamente eficaz. La continuidad de la relación asegurativa, obliga a
una advertencia (consejo) al asegurado cuando la celebración de un nuevo contrato, conduce a una restricción de
la garantía incluida en el contrato precedente.
En efecto, cuando en la propuesta de renovación del contrato desaparece una cobertura existente en el
anterior, el agente institorio, el productor o el asesor debe llamar la atención del asegurado sobre esta reducción
de garantía en el nuevo contrato, incurriendo de lo contrario en falta a su deber de información y de consejo.
El intermediario debe llamar la atención de su cliente por medio de una información preferentemente escrita
para conservarla como prueba.
Por otra parte el intermediario no puede considerarse como que ha informado bien al asegurado, si no lo ha
hecho partícipe de todas las circunstancias que puedan tener influencia sobre el riesgo.
14. El deber de información y los derechos del consumidor. Los intereses económicos de los
consumidores: La previsión constitucional. Efectos de la transgresión al deber de informar
Encuadran dentro de los derechos sustanciales de los consumidores aquellos de contenido estrictamente
patrimonial.
El Preámbulo de la Constitución alude a ello: —afianzar la justicia y promover el bienestar general— y en el
texto se proclaman como derechos y garantías —entre otras—, la protección de los intereses económicos de los
consumidores, así como al trato digno y equitativo (art. 42) y, como atribución del Congreso, proveer lo
conducente al desarrollo humano y al progreso económico con justicia social (art. 75, inc. 19).
Son universalmente catalogados dentro de la fórmula de "promoción y protección de los intereses
económicos de los consumidores" (Directrices de las Naciones Unidas (art. 3°, inc. b]).
El derecho a la protección de los intereses económicos está estrechamente ligado a la pretensión de calidad
de los productos y servicios y, en lo que nos interesa, a la vigencia de una auténtica justicia contractual, así
como a un sistema de compensación efectiva en materia de reparación de daños.
Sobre la cuestión, añadiremos algunas consideraciones referidas específicamente al contrato de consumo.
El derecho del consumidor a recibir una información adecuada, que le permita realizar elecciones libremente
fundadas, ha sido explícitamente consagrado a nivel universal, por las Directrices sobre Protección del
Consumidor aprobadas en 1985 por las Naciones Unidas (art. 3°, inc. c]).
La ley 24.240 y su modificatoria la ley 26.361, imponen a los proveedores el deber de suministrar a los
consumidores, en forma cierta, clara y detallada, información detallada sobre todo lo relacionado "con las
características esenciales de los bienes y servicios que provee y las condiciones de su comercialización" (art. 4,
ley 24.240, modificada por ley 26.361.
La ley exige asimismo informaciones especiales, entre otros aspectos, en torno, entre otras cuestiones, a:
— productos o servicios peligrosos para la salud o integridad del consumidor (art. 6°);
— productos deficientes, usados o reconstituidos (art. 9°);
— presupuestos para servicios de reparación, etcétera, de bienes (art. 21).
El sistema de protección jurídica del consumidor, en torno al deber de información del proveedor, se integra
con la disciplina que en materia de identificación de mercaderías y publicidad comercial, estatuyen la ley 22.802
de lealtad comercial (arts. 1°, 5°, 6°, 9°, 12, 14, 20 y conc.) y otras normas especiales.
Con relación al deber de información en la Ley de Defensa del Consumidor, afirmamos que el texto legal

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prevé deberes precontractuales de información necesarios a los fines de preservar, en unos casos, un adecuado
consentimiento sobre la materia (objeto) contractual (arts. 4°, 9°, 21 y 25, ley 24.240, modificada por ley
26.361).
La Ley de Defensa del Consumidor le asigna tal trascendencia al deber de información que, quien lo
transgreda, ve comprometido el contrato o una o más cláusulas por la posibilidad, consagrada legislativamente
(art. 37, último párr.), de que se decrete su nulidad: "En caso en que el oferente... transgreda el deber de
información... el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de una o más cláusulas...".
El expuesto es el efecto que sigue a la reticencia informativa.
15. Final
A modo de compacto, vale una síntesis final:
(a) El principio de buena fe opera como instrumento corrector de la clásica distribución de las cargas
informativas, para sustituir hoy lo que antiguamente se enunciaba como "paridad de cargas", por una mayor
cooperación y lealtad brindada en favor de quien se halla en una posición desvalida en el contrato.
(b) El objeto contractual, la materia de que trata el contrato y las circunstancias atinentes a ella deben ser
conocidas por ambas partes en etapa de tratativas, para preservar la relación de equivalencia al tiempo del
perfeccionamiento del contrato. Lo que presupone que, de no ser así, si el que dispone de la información la
oculta o la suministra falsamente, el contrato se ha concluido en situación de desigualdad, de tal relevancia, que
vicia el consentimiento.
(c) La información debe ser confiable, ello entendido en el sentido de que quien la recibe espera de quien la
suministra que actúe de buena fe satisfaciendo así sus legítimas expectativas.
(d) El deber de informar constituye una obligación legal derivada de los principios de buena fe y de
verosimilitud en torno a lo que las partes "entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión",
operativo en todo el íter contractual (artículo 1198, Código civil).
(e) El obligado no garantiza el resultado de la eventual operación que pueda formalizarse, por lo que
participa de la naturaleza de una obligación de medios.
(f) El propósito tenido en vista al consagrar a la información como deber derivado de la buena fe
precontractual no es otro que el de lograr una adecuada formación del consentimiento.
(g) La obligación contractual de información, en lugar de preexistir al contrato deriva de él. La obligación
contractual de información designa un deber accesorio o agregado a los principales.
(h) La carga precontractual de consejo o la obligación contractual de consejo impone al deudor una carga de
mayor intensidad en punto a la responsabilidad civil que le impone. Lo expresado se pone en evidencia,
predominantemente, en aquellos contratos cuyo objeto se halla constituido por la prestación de servicios.
(i) Aconsejar presupone sugerir lo relativo a la oportunidad misma de las decisiones a tomar, así como
indicar la vía que aparezca también apta para satisfacer las legítimas expectativas del contratante agobiado por
su ignorancia, así como cómo ponerlo en guardia contra graves riesgos factibles de ser removidos.

Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)


(1) GÓMEZ SEGADE, J. A., "Notas sobre el Derecho de la información al consumidor", Revista Jurídica
de Cataluña, 1980-III-, pág. 699 y ss.; PERTÍÑEZ VILCHES, F., "Las cláusulas abusivas por un defecto de
transparencia", Thomson-Aranzadi, Navarra, 2004, pág. 27 y ss.
(2) FERREIRA SINDE MONTEIRO, J., "Responsabilidade por Conselhos, Recomendações ou
Informações", Teses, Coimbra, 1989, págs. 14 y sigs.
(3) MESTRE, J., "Jurisprudence française en matière de droit civil", R.T.D.C., nro. 2, avril-juin, 1986, pág.
339.
(4) PICOD, Y., "L'obligation de coopération dans l'exécution du contrat", La Semaine Juridique, Paris,
1988, I, N° 22.
(5) PICOD, Y., "Le devoir de loyautè dans l'exécution du contrat", L.G.D.J., Paris, 1989, N° 106, pág. 125.
(6) RUIZ JIMÉNEZ, Juana, "La información de los consumidores en el ámbito comunitario", en
"Libro-Homenaje al Profesor Manuel Amorós Guardiola, Centro de Estudios, Madrid, 2006, pág. 658.
(7) DOMONT-NAERT, F., "Les relations entre professionnels et consommateurs en droit belge", en "La
protection de la partie faible dans les rapports contractuels", L.G.D.J., París, 1996, n° 9, pág. 224. Sobre la
cuestión se tiene decidido que el deber de información veraz deviene esencial a los fines del logro de la
cooperación de las partes, dirigida a obtener una precisión, lo más real posible, sobre el objeto del futuro

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contrato, e inseparable del mismo, aparece un complemento ineludible: la carga de "hablar claro" para evitar
que la contraparte entienda mal la declaración (CN Civ sala B, 24/11/1986, "Kônigsberg A. c. Almagro
Construcciones", JA: 1987-IV-401).
(8) MESTRE, J., "Obligations en general", R.T.D.C., n° 2, avril-juin, París 1986, pág. 342.
(9) RIPERT, G., "La régle morale dans les obligations civiles", L.G.D.J., París, 1949, n° 48, pág. 89.
(10) CALAIS-AULOY, J., "L´influence du droit de la consommation sur le Droit Civil des Contrats",
R.T.D.C., avril-juin, París, 1994, pág. 242.
(11) FABRE-MAGNAN, M., "De l´obligation d´information dans les contrats, L.G.D.J., París, 1992, n° 51,
págs. 42 y ss
(12) FERNÁNDEZ - NOVOA RODRÍGUEZ, C., "Jornadas sobre la Reforma de la Legislación Mercantil",
Civitas, Madrid, 1979, pág. 154.
(13) SANTAELLA LÓPEZ, M., "Los derechos de información...", cit., rev. Documentación Jurídica, nro.
18, abril-junio, 1978, Madrid, pág. 63.
(14) CEMBRANOS DÍAZ, F., "Consumo, publicidad y defensas", Estudios sobre Consumo, nro. 5,
setiembre de 1985, págs. 97 y sigs.
(15) Perfeccionado el contrato, el deber de información subsiste en etapa funcional.
(16) LLOBET AGUADO, J., "El Deber de Información en la Formación de los Contratos", Marcial Pons,
Madrid, 1996, págs. 33 y sigs.
(17) MESTRE, J., op. cit., págs. 339 y sigs., quien señala que desde una perspectiva preventiva se atribuye
a quien sabe la obligación de informar al ignorante.
(18) GHESTIN, J., op. cit., nro. 487, pág. 536.
(19) PHILIPE, D., "La bonne foi", Rapport belge, en Travaux de l'Association Henri Capitant, t. XLIII,
Litec, Paris, 1992, pág. 64.
(20) FABRE-MAGNAN, M., op. cit., nro. 401, pág. 322.
(21) JOURDAIN, P., "Le devoir de `se' renseigner ("Contribution a l'étude de l'obligation de
renseignement)", Recueil Dalloz Sirey-Chronique XXV, Paris, 1983, pág. 139, para quien la fuente de la
obligación de información se halla constituida por el desequilibrio de los conocimientos entre los contratantes,
generalmente presumido a partir de una desigualdad de competencia que se encuentra típicamente en las
relaciones entre profesionales y consumidores, agravadas por las complejidades técnicas crecientes de productos
y servicios. Cfr., LÓPEZ CABANA, R. M., "La información en los contratos de consumo", en Derechos del
Consumidor, Juris, Rosario, 1996, nro. 7, pág. 47.
(22) FABRE-MAGNAN, M., op. cit., nro. 352, pág. 283.
(23) PICOD, Y., "L'obligation de coopération dans l'exécution du contrat", La Semaine Juridique, nro.
3318, doctrine (1988), nro. 16; SANTAELLA LÓPEZ, M., "Los derechos de información y expresión de
consumidores y usuarios", Documentación Jurídica, abril-junio, 1978, Madrid, pág. 63; GHESTIN, J., op. cit.,
nro. 487, pág. 536.
(24) GHESTIN, J., op. cit., nro. 489, pág. 538.
(25) BIANCA, M., op. cit., nro. 78, pág. 166.
(26) BIGOT, J., "L´ambiguîté des mots", en RGDA, 2007-2-518.
(27) FABRE-MAGNAN, M., op. cit., nro. 401, pág. 322.
(28) FABRE-MAGNAN, M., op. cit., nro. 286, pág. 228.
(29) GHESTIN, J., op. cit., nro. 493, pág. 542; FABRE-MAGNAN, M., op. cit., nro. 346, pág. 278.
(30) En el caso, la interpretación habrá de favorecer la posición contractual del profano en razón de que la
calidad técnica del profesional con quien contrata es lo que le inspira confianza y legitima (excusa) su
ignorancia. (Cfr., JOURDAIN, P., op. cit., pág. 142; GHESTIN, J., op. cit., nro. 504, pág. 555).

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(31) GHESTIN, J., op. cit., nro. 506, pág. 563.
(32) LE TOURNEAU Ph., "La responsabilité des vendeurs et fabricants", Dalloz, Paris, 1999, pág. 19.
(33) LE TOURNEAU Ph., "Responsabilité civile professionelle", Dalloz, Paris, 2005, pág. 92.
(34) ASTEGIANO-LA RIZZA, A., "Le contenu de l`information del assuré", en RGAT, 2007-2-464.
(35) CALAIS AULOY, Jean, "Droit de la consommation", Dallos, París, 2006, n° 53, pág. 57.
(36) Cour Cass. Francia, Civil, Ch. III, 04/07/2007, 06-14761, Dalloz, 06/09/2007, pág. 2103.

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