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LÓGICA

HU210 – Lectura 2

LÓPEZ-DÓRIGA, Enrique (1986). Metodología del pensamiento. Barcelona, Herder.


(Cap. VI, pp. 79-83)

2. Cualidades

Definir es necesario; pero para que la definición llene su cometido ha de poseer


ciertas cualidades que no solo aseguren su corrección, sino además su utilidad.
Dejemos este último aspecto para después de haber estudiado los diversos tipos de
definición y fijémonos ahora en las cinco cualidades que tradicionalmente se asignan a
toda buena definición; debe ser breve, clara, recíproca, no meramente negativa y debe
evitar el círculo vicioso.
La definición no es un tratado. Con ella no se pretende dar una clase sobre el objeto
por definir ni mostrar todos sus aspectos o propiedades. Su finalidad es más modesta:
aclarar, como dijimos antes, un término oscuro, o preparar al auditorio o al lector sobre el
asunto que se va a tratar, o finalmente recoger en forma compendiada el fruto de la
exposición o investigación. Por esto, al definir algo hay que recordar siempre que se trata
de una proposición. Alargar excesivamente la definición, aunque sea bajo pretexto de
mayor exactitud, suele ser detrimento de su utilidad. Y no pocas veces las definiciones
demasiado largas y detallistas encierran rasgos no esenciales, con lo cual si extensión
queda indebidamente acortada. Sirva de ejemplo esta definición de poder político, dada
por J. Locke:

El poder político es, a mi entender, el derecho de hacer leyes con penalidades de muerte, y
por consiguiente con todas las penalidades menores para la regulación y conservación de la
propiedad, y de emplear la fuerza de la comunidad en la ejecución de tales leyes, así como en la
defensa del patrimonio común contra el ataque exterior, y todo ello por el bien público8.

De acuerdo con esta definición, demasiado ambiciosa en su afán de precisión,


habría que negar la existencia de un poder político en aquellos Estados, cada vez más
numerosos, que han abolido la pena muerte. Y la finalidad del estado consistiría
únicamente en defender la propiedad, tanto privada como pública. Los restantes (y
principales) aspectos del bien común y de los derechos humanos no son competencia del
estado liberal propugnado por Locke.
Esta última consideración nos lleva de la mano a examinar otra cualidad necesaria
en toda buena definición: la reciprocidad. Definición y definido han de poseer la misma
extensión. En otras palabras, la definición debe abarcar todo y solo lo que pretende definir.
En realidad, al achacar a Locke que se deja fuera de la definición del poder político
aspectos que deberían estar incluidos en él, partimos del supuesto, obvio para nosotros, de
que un Estado no puede reducirse a ser un policía encargado de custodiar un bien privado
o público. En este sentido hemos señalado que su definición no abarca lo que debería
abarcar. Sin embargo, para Locke, uno de los iniciadores de la mentalidad liberal, nuestra
queja carecería de razón; más aún, nos echaría en cara el no mencionar (por lo menos
explícitamente) la defensa indiscriminada del derecho de propiedad, sin limitaciones ni

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obligaciones sociales. No fue, pues, casualidad el que fuera Inglaterra donde la revolución
industrial tuvo una absoluta carencia de sensibilidad social y humana.
Deslindando así el terreno entre lo que, según la ideología propia de cada uno, es
una real o aparente falta de reciprocidad, podemos ahora ocuparnos de la reciprocidad de
las definiciones en sentido estricto,
La definición, como es hemos visto, es en el fondo la aclaración de un concepto. En
consecuencia el concepto y su definición deben poseer la misma comprensión y por ende
también la misma extensión. No puede esta extenderse a menos ni a más objetos que
aquel. De acuerdo con esto podemos decir que son definiciones correctas desde el punto
de vista de la reciprocidad tocón (parte del tronco de un árbol que queda unida a la raíz
cuando lo cortan por el pie), estribor (costado derecho del navío, mirando de popa a proa),
puma (mamífero carnicero de América, parecido al tigre, pero de pelo suave y leonado).
Depende en cambio del contexto la reciprocidad de definiciones tales como automóvil
(vehículo con motor propio y cuatro ruedas, que no circula por rieles) o doctor (persona
que ha recibido el más alto grado académico que confiere la universidad), porque el
primero a veces se contrapone expresamente a vehículos de carga (camiones). Y doctor es
tratamiento usual frente a cualquier médico, haya o no haya conseguido el doctorado en
medicina9.
La lista de definiciones que cumplen dudosamente con la condición de la
reciprocidad puede alargarse fácilmente10. Pero más importancia tiene el caer en cuenta
de la dudosa corrección de aquellas definiciones, que aparentemente no son recíprocas y
que en el fondo están condicionadas por una ideología subyacente. En algunos casos se
trata de un verdadero contrabando intelectual, en otras son mera expresión del
pensamiento, del que las profiere, pensamiento que no es necesariamente compartido por
todos sus oyentes o lectores, y mucho menos por todos los hombres.
Unos ejemplos servirán para aclarar esto último. Ninguna persona razonable se
opondrá a una reforma agraria que tenga por objeto suprimir los latifundios si, de acuerdo
con Martín Alonso11 y con Julio Cáceres12, por latifundio entendemos una “finca rústica de
gran extensión y de un solo dueño, insuficientemente cultivada”. La dificultad, sin
embargo, surgirá cuando al aplicar la ley que ordena expropiar los latifundios se tome esta
palabra en el sentido que le da la Real Academia Española: “Finca rústica de gran
estensión”13, sin precisar ni la naturaleza del propietario (una o varias personas o una
empresa agrícola) ni el aprovechamiento del terreno (inculto o insuficientemente
cultivado o, por el contrario, cultivado con las más modernas técnicas agrícolas, que le
hacen rendir cosechas opimas). La tiranía de la palabra “latifundio”, odiosa para la
generalidad de las personas, ha hecho fracasar no pocos esfuerzos loables de reforma
agraria al englobar indiscriminadamente en la expropiación fincas improductivas por falta
de cultivo (que repartidas entre los campesinos mejorarían su rendimiento) con fincas
altamente tecnificadas, cuyo rendimiento tenía necesariamente que descender al faltar la
técnica y el capital imprescindibles para su aprovechamiento integral.
Como cuarta cualidad de una buena definición suele mencionarse el que no sea
meramente negativa. Con la definición pretendemos decir lo que algo es (casa, rosa,
número, prudencia…). Una definición meramente negativa puede ser útil en el comienzo
de una explicación como delimitación del campo, pero nunca nos dirá lo que el objeto es.
Recordamos la categoría kantiana de limitación, propia de los juicios infinitos (todo S es
no P).

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Aunque no es tan frecuente incurrir en este defecto como en los anteriores, sin
embargo, no faltan casos de seudodefiniciones negativas. En el Perú de la década de los
setenta el régimen del general Velasco (1968-1973) se autodefinía como ni capitalista ni
comunista. Tampoco sería correcto ni útil definir las plantas como seres no sensitivos.
Existen algunas excepciones, tal vez más aparentes que reales. Las privaciones
solemos definirlas en forma negativa. Así llamamos ciego a quien no puede ver. Pero la
corrección de esta definición no proviene solo de esas palabras, sino, además, de los
presupuestos implícitos.
Como última cualidad de una buena definición está el que no constituya un círculo
vicioso, esto es, que la definición no incluya el término que se quiere definir. Así es
incorrecto definir el oro como metal áureo, la física como la ciencia que estudia los
fenómenos físicos, la virtud como la disposición del alma para las acciones virtuosas.
En los diccionarios se comete el círculo vicioso cuando dos palabras se definen
mutuamente la una por la otra; mampostería es la obra hecha con mampuestos, y
mampuesto es el material empleado en mampostería.

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8. Locke, J. Ensayo sobre el gobierno civil, Cap1; E.A. Burtt, The English Philosophers from Bacon to
Mill, p.404.
9. En esta misma línea y como caso extremo cabe mencionsr ls definición de las palabras equívocas,
ya que por responder estas a conceptos totalmente diversos solo el contexto puede indicarnos cuál es su
verdadera comprensión en cada caso: Sol, estrella central de nuestro sistema planetario, o unidad monetaria
del Perú, o quinta nota de la escala musical.
10. Véase la definición de “estrella” que trae Martín Alonso en su Diccionario del español moderno,
Aguilar, Madrid 5 1975: “Cuerpos que brillan en la bóveda celeste, a excepción del Sol y la Luna.” ¿No es una
estrella el Sol? ¿Son estrellas los planetas?
11. Diccionario del español moderno, Aguilar, Madrid 5 1975.
12. Diccionario ideológico de la lengua española, G. Gili, Barcelona 2 1963.
13. Diccionario de la lengua española, Madrid 1984.

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