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Introducción:

El derecho de propiedad o de dominio, el cual tiene una amplia regulación en


nuestro sistema legislativo, encontrándose incluso protegido a nivel constitucional
(art. 19 n° 21 al 25°), es sin duda un amplio y controvertido tema no solo para el
mundo jurídico, sino también para el político, económico y filosófico.

Actualmente, en Chile, esta materia se encuentra regulada principalmente en el


título II, del libro segundo del Código Civil, definiéndolo en su artículo 582 como
“el derecho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella
arbitrariamente; no siendo contra la ley o contra derecho ajeno.” Esta definición es
consecuencia de una concepción analítica del dominio. “Se opone a ella la
concepción sintética, que lo concibe como un señorío monolítico o poder pleno
sobre el objeto de la propiedad, con prescindencia de facultades identificables que
puedan describirse separadamente y con autonomía”1. Ahora bien, la idea que se
tiene sobre la propiedad en el Código Civil, proviene de la del Código Civil Francés
de 1804, texto jurídico en el cual se plasmaron los ideales de la revolución
francesa, derivando así una propiedad fuertemente individualista y absoluta,
incluso frente a actos legislativos. Pero esta manera de concebir el dominio ha
evolucionado constantemente, llegando a configurar el régimen que hoy tenemos,
en donde se contempla la noción de “función social” de la propiedad. De estas
ideas hablaremos más adelante.

Dando a conocer brevemente la actual noción que se tiene sobre el derecho de


propiedad en Chile, pasaremos a analizar las distintas concepciones que han
existido en la cultura occidental, es de importancia mencionar que el presente
trabajo no busca ser una genealogía del dominio, sino más bien dar a conocer las
diversas visiones que han existido en distintas culturas y momentos históricos para
que el lector pueda formar su propia idea de las diferencias, similitudes e ideas
que han prevalecido. Sin embargo muchas de las concepciones acerca de la

1
Peñailillo, D. (2011). Los bienes, la propiedad y otros derechos reales (Cuarta ed.). Santiago, Chile: Editorial
jurídica de Chile; p 42.-
propiedad son el resultado de una síntesis de diversos hechos históricos que no
es imposible aislar, por lo cual, no se puede evitar de manera absoluta establecer
vínculos entre algunas de estas nociones.

Este trabajo, se centrara principalmente en las concepciones occidentales de la


propiedad, comenzando por las ideas Aristotélicas, después la medieval,
continuando con las ideas de la ilustración, agregando las críticas socialistas-
anarquistas del siglo XIX y XX, y finalizando con la idea de propiedad
contemporánea. Se excluirá de este trabajo la concepción romana de propiedad,
debido a la amplitud de este tema y la brevedad que requiere este ensayo, por lo
cual no sería posible tratarla con el detalle que merece.

1. La noción aristotélica de propiedad:

Si bien es difícil encontrar concepciones claras y completas de propiedad antes


del derecho romano, en este punto realizaremos un intento por dar a conocer las
ideas sobre el dominio que tenía el filósofo y científico griego.

Las ideas de Aristóteles (384-322 a.C.) sobre la propiedad se encuentran


principalmente en el libro primero de la “Política”. El estagirita expone en primer
lugar la relación entre la familia y el estado, indicando que este último está por
sobre el primero, nos expone, además, las distintas relaciones de autoridad que
posee el padre sobre la casa, la mujer, los hijos y el esclavo. Ahora bien, en base
a las ideas de Aristóteles el único que puede ser titular del dominio es el padre de
familia, tal como sucedía en los primeros tiempos del derecho romano.

“Propiedad-nos señala Aristóteles- es una palabra que es necesario entender


cómo se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo sino que
pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta de ella misma.”2 Sobre la

2
Aristóteles. (2010). Política (Segunda ed.). (P. de Azcarate, Trad.) Madrid, España: Mestas Ediciones.
base de esta definición es difícil encontrar los elementos existentes en las
definiciones más modernas, sin embargo, podemos darnos cuenta de que el
filósofo plantea que la propiedad es más bien una relación entre dos cosas
distintas, siendo un de estas el titular de la propiedad, la cual es independiente de
la cosa sobre la cual recae el dominio, esta definición nos indica, además, que la
pertenencia es absoluta, pero no en el sentido de que esta no pueda ser vulnerada
por actos administrativos o legislativos, sino que aquella cosa pertenece en su
totalidad al dueño. Otro argumento que permite entender que el derecho de
propiedad no goza de una protección absoluta, es la relación que plantea
Aristóteles entre el sujeto y el estado, en donde señala
-como se dijo anteriormente- que tanto el sujeto como la familia se encuentran en
un plano de inferioridad frente al estado, pero es necesario agregar, de que en
esta época el estado no se encontraba limitado de manera alguna, y esta
superioridad se explica porque el individuo no puede bastarse aislado del resto de
los demás, siendo de esta manera el estado un todo y los integrantes una parte
del todo.
En base a lo expuesto en esta concepción podemos señalar que el derecho de
propiedad que tenía el titular respecto de las cosas3, era similar a la soberanía, por
lo cual, no se considera al dominio como un derecho, sino más bien una función
derivada del poder domestico del padre de familia4.

Algo interesante que podemos encontrar en los escritos del estagirita es que
señala las facultades que concede el dominio, si bien no con la misma exactitud
que se indican en el derecho romano (uti, frui, habere o abuti y possidere)5, sin
embargo es posible reconocerlas claramente en la siguiente afirmación: “Toda
propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la
misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la

3
Debe considerarse de que los griegos, consideraban a los esclavos como cosas; de hecho Aristóteles incluso
los clasifica como “instrumentos animados”.
4
Situación muy similar a la ocurrida en los primeros tiempos del derecho romano.
5
Guzmán Brito, A. (2013). Derecho privado romano (Segunda ed., Vol. I). Santiago, Chile: Legal Publishing
Chile; p-490.-
vez servir de calzado o para verificar un cambio.”6 A lo que se refiere nuestro autor
con “usos” serían las facultades que otorga la propiedad, y del ejemplo que da,
podemos deducir que estas son el uso y la disposición.

2. Régimen de la propiedad en la época medieval

La forma más primitiva de inmunidad; el feudalismo.

Es generado de la síntesis del mundo romano y de los pueblos germánicos en el


marco de una sociedad agraria. Este se produce por el debilitamiento y
desaparición del poder central, tanto en lo judicial como administrativo. La
autoridad estaba constituida por el señor o propietario de la tierra, el poder político
estaba basado en lazos personales, y regía un sistema contractual de relaciones
políticas, militares y económicas.

El feudalismo trata de lo siguiente; El vasallo, como protector debe dar lealtad y


servicio a su señor a cambio de un beneficio (la tierra denominada feudo).El señor
también debe proteger a su vasallo, existiendo un deber de lealtad y asistencia
recíproca. El servicio que presta el vasallo consiste en el auxilio y consejo. El
auxilio es el servicio militar personal y el consejo es a través de la asistencia a los
concilia del señor, usualmente colaborando en su función como juez de otros
hombres libres.

En este sistema hay una división de la propiedad entre varios titulares: aquél de
origen que tiene el beneficio y el que la recibe en beneficio, obteniendo las
facultades de uso y goce. El vasallo obtiene facultades de disposición, que le
permite entregar a sus vasallos las tierras que ha recibido en feudo,
estableciéndose como señor. Al mismo tiempo, el vasallo tiene sobre las tierras
recibidas en feudo un poder o señorío que le permite disponer del mismo y poder
transformarse en señor de otros hombres libres.

6
Aristóteles. (2010). Política (Segunda ed.). (P. de Azcarate, Trad.) Madrid, España: Mestas Ediciones; p- 26.-
En otro sentido, esta desunión del dominio se desarrolla con el hecho de que al
vasallo, en sus territorios, se le reconocen facultades distintas de las
patrimoniales, y es un verdadero señorío. En el cual el titular de un dominio
territorial tiene facultades jurisdiccionales en sus dominios. Este poder local del
señor territorial genera una inmunidad incluso respecto de los agentes de su señor
feudal, que por regla general se ven privados de la facultad de ingresar al dominio
del vasallo, o ejercer atribuciones en su territorio, sin autorización.

Se podría producir una propietarización de las facultades del poder político. En


estas circunstancias, las decisiones sobre tenencia de la tierra se fundamentan del
conocimiento de las costumbres de la localidad, transmitidas oralmente. Es
necesario apreciar la realidad feudal como sucedió en su tiempo: tenencia de la
tierra regulado en base a carácter personal y la denominación que, respecto de la
tierra se encuentran los vasallos es de la tenencia, o posesión, en un sentido
mucho menos técnico que el contemporáneo.

El periodo Alto Medioevo se caracterizó por la gran civilización posesoria, basado


en la efectividad económica sobre el bien.

La evolución del régimen feudal se inicia a partir de fines del siglo X y da inicio a
la patrimonialización del feudo.

Bajo esta denominación se refiere a la separación, que se produce entre el vínculo


personal que une el señor feudal con su vasallo, y el beneficio o feudo. El
beneficio es absolutamente dependiente del nexo entre señor y vasallo, y por
esto, el vasallo no tiene derechos sobre el feudo sino aquellos de carácter
personal respecto de su propio señor, por el homenaje que le ha rendido y que les
imponen obligaciones recíprocas. Con el tiempo, se debilita la unión. El primero,
es la sustitución de los servicios personales exigidos al vasallo, por diferentes
prestaciones. El segundo, el homenaje múltiple por el cual una persona se
convertía en vasallo de diversos señores. El tercero, el carácter hereditario que
empieza a adquirir el feudo. De igual forma, esto último no se considera, porque
se hace referencia a una contraprestación de un vínculo personal.
La razón es que en un período de escasa población, si el señor no quería entregar
el feudo vacante a algún futuro vasallo, daba origen a un nuevo vínculo de
homenaje. Con el tiempo se considera costumbre, el reclamar para sí el feudo de
su padre. Y se entiende que con la recepción del Derecho romano es interpretado
en términos de herencia y de patrimonialidad de los bienes.

Esta evolución coincidirá, con el problema de una propiedad dividida entre titulares
de distintas posiciones jurídicas. Por ejemplo, en el uso del término “dominio” que
hasta el día de hoy –y originado en el período feudal– se utiliza para referirse a
posesiones territoriales con un específico estatuto de sujeción política a la corona.
Sin embargo, lo formulan en el lenguaje de derecho romano, las escuelas de los
glosadores y postglosadores ante las distintas posiciones jurídicas. Además de la
existencia de una propiedad desdoblada en que el titular/señor no ejerce sobre la
tierra ninguna facultad ni tiene una facultad de nuda propiedad como derecho de
disposición, en la medida en que se ha consolidado la costumbre hereditaria y, en
algunos casos, incluso la facultad de disposición en manos de los vasallos; en que
el vasallo tiene una posición jurídica que lo acerca más a la idea de propietario, y
en que un tercer sujeto es titular de derecho que lo pone en contacto directo con la
cosa y le otorga el aprovechamiento económico, conservando el titular del dominio
directo solamente la facultad de cobrar el canon o percibir la renta, frecuentemente
bajo la forma de tributo.

Al respecto, Santo Tomas de Aquino establece que Dios tiene el dominio de todas
cosas, en el cual, algunas de ellas están ordenadas para el sostenimiento
humano y por esto el hombre tiene el dominio natural de usar estas cosas. Aun
así, todas las cosas son comunes (catalogando el dominio en cuanto a su
naturaleza, pues bien, sólo Dios tiene tal dominio), y por esta concepción, se
opone a la propiedad de las posesiones y se constituye como ilícito al hombre
apropiarse de estas cosas.

Sin embargo, para una mejor gestión, administración y mantener la paz en la


sociedad es necesario que cada ser disponga de ciertos bienes.
Además expone que la comunidad de los bienes se refleja al razonamiento
humano y no al derecho natural, perteneciendo al derecho positivo y este no está
en contra del derecho natural.

3. La concepción liberal de la propiedad

La Concepción liberal de la propiedad se alza luego del triunfo de la Revolución


Francesa en 1789, significando un importantísimo cambio no solo en el entender
jurídico de esta institución, sino también en sus alcances políticos, sociales y
económicos. Esto no es sino el resultado una larga crisis en Europa a finales del
siglo XVII, donde se avecinaba la caída del Antiguo Régimen y el colapso del
sistema feudal de la propiedad.

Es posible encontrar plasmada esta nueva visión de la propiedad


fundamentalmente en dos textos legales, a saber, la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789, y el Código Civil francés de 1804. Es aquí
donde se refleja el nuevo paradigma que circunscribe al derecho de dominio,
consagrándose como un derecho subjetivo, centrando su foco en el titular de este,
la persona o sujeto de derecho (el “propietario”) Esto no es más que un reflejo de
la ideología liberal que había impregnado al movimiento ilustrado del siglo XVIII y
su decisiva influencia en los sucesos revolucionarios que motivaron la caída de la
monarquía absoluta francesa y el establecimiento del Estado moderno. Responde
también, por supuesto, a las aspiraciones de la burguesía francesa, de creciente
poder económico y social, de poder despojarse de las trabas impuestas por el
sistema feudal y el Antiguo Régimen, sobre todo en los asuntos económicos. Así,
todo lo expuesto encuentra su causa en lo que se denomina la corriente del
“individualismo jurídico”, que deriva principalmente de tres movimientos
confluyentes: I) el iusnaturalismo racionalista de los siglos XVI y XVII; II) el
movimiento e influencia de la visión económica de los fisiócratas; y III) las
construcciones científicas realizadas por juristas franceses de los siglos XVII y
XVIII, especialmente Portalis, Pothier y Domat7.

La propiedad entonces, aparece entendida como un derecho subjetivo


fundamentado en la naturaleza de la persona, entendiendo esta como una
extensión de la personalidad y la realización de la libertad personal 8. Este sujeto,
titular del derecho de dominio, está visto como un “sujeto abstracto, formalmente
igual, siempre idéntico”9, quien tiene sobre una cosa un derecho absoluto, es
decir, un poder completo sobre el objeto sobre que recae este derecho. Esto tiene
un claro sentido político e ideológico, puesto que se establece con motivo de
despojar toda carga del sistema feudal, dando al sujeto un amplísimo espectro de
facultades para hacerlo independiente no solo del Estado, sino también respecto
de otros sujetos. Sumado a esto, se le confiere al derecho de propiedad las
características que comúnmente se le conocen, es decir, que es absoluto,
exclusivo y perpetuo, y enumerando asimismo las facultades que lo componen
(uso, goce y disposición). Entendido así entonces, la forma y característica que
adopta el derecho de propiedad es el resultado del establecimiento de un modelo
liberal-burgués, que necesitaba de una propiedad libre de cargas 10 (recordar el
sistema medieval feudal) en aras del nuevo desenvolvimiento económico, en el
incipiente modelo de producción capitalista.

Con la consagración de esta idea del dominio en las nuevas legislaciones civiles
de Europa a partir de la Codificación, sería durante casi la totalidad del siglo XIX y
principios del XX donde imperaría esta concepción de la propiedad. Sin embargo,
con el correr del tiempo fue posible advertir que la aplicación de estos principios,
en un contexto de cambio social a la entrada del siglo XX con lo que la
historiografía denomina la “cuestión social”, resultaba desviada de los propósitos y
valores que sustentaban su establecimiento. Debido a las grandes migraciones
7
Eduardo Cordera y Eduardo Aldunate. Evolución histórica del Concepto de Propiedad, en Revista de
Estudios Hitórico-Jurídicos, nº XXX. Valparaíso, 2008; pág. 35
8
Renato Cristi, El Pensamiento Político de Jaime Guzmán (LOM Ediciones, Santiago, 2011). Pág. 79
9
Eduardo Cordero y Eduardo Aldunate. Op. Cit., Pág. 36
10
Ibid.Pag. 38
rurales a los centros urbanos, el establecimiento de la industria o empresa como
principal motor de la economía en vez de la tierra, como tradicionalmente había
sido, el problema del hacinamiento y las relaciones de vecindad en las ciudades,
se producen serios problemas que generaron una enorme desigualdad entre los
sujetos11, además de un incremento en los conflictos jurídicos derivados de las
relaciones de vecindad e intercambio de bienes. Es en este contexto donde se
introduce la idea de la función social de la propiedad, que encuentra su
caracterización más básica en aquella máxima que reza “La propiedad obliga”.
Esto supone un cambio radical en la forma de entender el derecho de dominio en
clave liberal, como lo habíamos entendido hasta aquí.

Sostiene esta nueva corriente, en una suerte de crítica al concepto liberal, que esa
concepción de la propiedad es “absolutamente lógico, aporético e irreal”12, en el
sentido de que la perspectiva del sujeto formalmente igual, libre y soberano no da
espacio sino a un derecho unitario e indivisible para ese mismo sujeto, por lo que
es “lógico”; luego, es aporético puesto que si consideramos al derecho como
unitario e indivisible, es racionalmente inviable sostener que este pueda dividirse
en facultades (uso, goce y disposición); y es por último irreal ya que no es posible
sostener que este derecho pueda conferir un poder tan pleno e ilimitado, siendo
que el contenido de la propiedad es infinitamente variable13. Critica también el
enfoque individualista y antropocéntrico que se tiene del derecho en cuestión,
puesto que, en clave liberal, la relación de hombre-cosa es vista exclusivamente
“desde arriba”, desde la perspectiva del sujeto y su poder o señorío sobre el objeto
del cual es propietario. Esto, en una aplicación al plano fáctico resulta peligroso,
puesto que omite el hecho que os distintos sujetos que pueden ser titulares de un
dominio no se encuentran siempre en una relación de igualdad entre ellos mismos
(posición social, situación económica, etc.), lo que inevitablemente genera
inequidad en el plano social. Como sostiene Eduardo Cordero, “ los códigos civiles

11
Esto aplicado sobre todo en la propiedad inmueble, la tierra, puesto que es esta propiedad la que era
fundamentalmente pieza clave en el sistema económico del s. XIX
12
Eduardo Cordero, De la Propiedad a Las Propiedades. La Evolución de la Concepción Liberal de la
Propiedad, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, nº XXXI, Valparaíso,
2008. Pág. 12
13
Ibid.
eran depositarios de una amplia idea de libertad como fundamento de la sociedad
occidental actual, sin la cual no podríamos vivir, pero al mismo tiempo eran fuente
generadora de desigualdades que no eran posibles de aceptar desde el plano
ético y moral”14.

Comienza a entenderse entonces, que la propiedad no podía establecida


exclusivamente obedeciendo a un interés individual, sino que conllevaba también
un interés social o público. En este sentido, por ejemplo se enmarca la teoría del
abuso del derecho, dentro de la cual, juristas como León Duguit sostendría que “la
consecuencia más grave de esta construcción (la liberal) se manifiesta en el
derecho de propiedad, ya que su titular tiene no solo el derecho de usar, gozar y
disponer de la cosa, sino que también tiene el derecho de no usar, no gozar y no
disponer, es decir, de hacer un ejercicio antisocial o, por lo menos, asocial del
mismo”15. Será en este punto donde la idea de la función social de la propiedad
entraría a servir de herramienta para corregir los desvaríos causados por la visión
individualista de la propiedad. Serían varias las corrientes ideológicas que
sustentarían esta nueva idea, recibiendo influencias del socialismo,
socialcristianismo, socialdemocracia, sociologismo funcionalista y el pensamiento
corporativo.

A modo de resumen expositivo, podemos mencionar que la principal tarea que se


propuso la noción de función social de la propiedad, fue el legitimar el uso, goce y
disfrute de la cosa por su sentido de beneficio o utilidad social, produciendo el
fenómeno de la “socialización” de la propiedad, que va a implicar la existencia de
una pluralidad de propiedades, de acuerdo a las distintas funciones sociales que
puedan obtenerse de los bienes, rompiendo con el modelo civil codificado de la
propiedad16. De esta forma, el sujeto titular de la propiedad, no tendrá solo

14
Ibid. Pág. 15
15
Ibid. Pág. 20
16
Ibid.
poderes y derechos, sino que le conllevaran una serie de deberes y obligaciones
que emanarán de su propio dominio. En el campo jurídico positivo, encontramos la
consagración normativa de esta concepción en la Constitución de Weimar de
1919, modelo que sería replicado posteriormente en otros textos constitucionales
como el italiano de 1948 o la carta de Bonn de 1949, y que encontraría además
complemento legal ya no en los códigos civiles, sino en la dictación de leyes
especiales que vendrán a ampliar la regulación del ámbito social de la propiedad17,
las que ya no serán leyes “especiales” en el sentido de excepcionales, sino de
específicas. A esto, hay que sumarle el desarrollo doctrinal y la aplicación que la
jurisprudencia ha realizado de esta concepción contemporánea de la propiedad,
terminando por aceptarse a nivel universal. Asimismo, podemos mencionar un
ejemplo en el caso chileno, que en su texto constitucional consagra la función
social de la propiedad como una cláusula de limitación del derecho de dominio
(Art. 19 nº 24 inc. 2do).

17
Esto puede apreciarse, por ejemplo en el campo de la propiedad minera o del agua, que cuentan con
regulación propia (Códigos de Minería y De Aguas, en el caso chileno).

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