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Peñailillo, D. (2011). Los bienes, la propiedad y otros derechos reales (Cuarta ed.). Santiago, Chile: Editorial
jurídica de Chile; p 42.-
propiedad son el resultado de una síntesis de diversos hechos históricos que no
es imposible aislar, por lo cual, no se puede evitar de manera absoluta establecer
vínculos entre algunas de estas nociones.
2
Aristóteles. (2010). Política (Segunda ed.). (P. de Azcarate, Trad.) Madrid, España: Mestas Ediciones.
base de esta definición es difícil encontrar los elementos existentes en las
definiciones más modernas, sin embargo, podemos darnos cuenta de que el
filósofo plantea que la propiedad es más bien una relación entre dos cosas
distintas, siendo un de estas el titular de la propiedad, la cual es independiente de
la cosa sobre la cual recae el dominio, esta definición nos indica, además, que la
pertenencia es absoluta, pero no en el sentido de que esta no pueda ser vulnerada
por actos administrativos o legislativos, sino que aquella cosa pertenece en su
totalidad al dueño. Otro argumento que permite entender que el derecho de
propiedad no goza de una protección absoluta, es la relación que plantea
Aristóteles entre el sujeto y el estado, en donde señala
-como se dijo anteriormente- que tanto el sujeto como la familia se encuentran en
un plano de inferioridad frente al estado, pero es necesario agregar, de que en
esta época el estado no se encontraba limitado de manera alguna, y esta
superioridad se explica porque el individuo no puede bastarse aislado del resto de
los demás, siendo de esta manera el estado un todo y los integrantes una parte
del todo.
En base a lo expuesto en esta concepción podemos señalar que el derecho de
propiedad que tenía el titular respecto de las cosas3, era similar a la soberanía, por
lo cual, no se considera al dominio como un derecho, sino más bien una función
derivada del poder domestico del padre de familia4.
Algo interesante que podemos encontrar en los escritos del estagirita es que
señala las facultades que concede el dominio, si bien no con la misma exactitud
que se indican en el derecho romano (uti, frui, habere o abuti y possidere)5, sin
embargo es posible reconocerlas claramente en la siguiente afirmación: “Toda
propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la
misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la
3
Debe considerarse de que los griegos, consideraban a los esclavos como cosas; de hecho Aristóteles incluso
los clasifica como “instrumentos animados”.
4
Situación muy similar a la ocurrida en los primeros tiempos del derecho romano.
5
Guzmán Brito, A. (2013). Derecho privado romano (Segunda ed., Vol. I). Santiago, Chile: Legal Publishing
Chile; p-490.-
vez servir de calzado o para verificar un cambio.”6 A lo que se refiere nuestro autor
con “usos” serían las facultades que otorga la propiedad, y del ejemplo que da,
podemos deducir que estas son el uso y la disposición.
En este sistema hay una división de la propiedad entre varios titulares: aquél de
origen que tiene el beneficio y el que la recibe en beneficio, obteniendo las
facultades de uso y goce. El vasallo obtiene facultades de disposición, que le
permite entregar a sus vasallos las tierras que ha recibido en feudo,
estableciéndose como señor. Al mismo tiempo, el vasallo tiene sobre las tierras
recibidas en feudo un poder o señorío que le permite disponer del mismo y poder
transformarse en señor de otros hombres libres.
6
Aristóteles. (2010). Política (Segunda ed.). (P. de Azcarate, Trad.) Madrid, España: Mestas Ediciones; p- 26.-
En otro sentido, esta desunión del dominio se desarrolla con el hecho de que al
vasallo, en sus territorios, se le reconocen facultades distintas de las
patrimoniales, y es un verdadero señorío. En el cual el titular de un dominio
territorial tiene facultades jurisdiccionales en sus dominios. Este poder local del
señor territorial genera una inmunidad incluso respecto de los agentes de su señor
feudal, que por regla general se ven privados de la facultad de ingresar al dominio
del vasallo, o ejercer atribuciones en su territorio, sin autorización.
La evolución del régimen feudal se inicia a partir de fines del siglo X y da inicio a
la patrimonialización del feudo.
Esta evolución coincidirá, con el problema de una propiedad dividida entre titulares
de distintas posiciones jurídicas. Por ejemplo, en el uso del término “dominio” que
hasta el día de hoy –y originado en el período feudal– se utiliza para referirse a
posesiones territoriales con un específico estatuto de sujeción política a la corona.
Sin embargo, lo formulan en el lenguaje de derecho romano, las escuelas de los
glosadores y postglosadores ante las distintas posiciones jurídicas. Además de la
existencia de una propiedad desdoblada en que el titular/señor no ejerce sobre la
tierra ninguna facultad ni tiene una facultad de nuda propiedad como derecho de
disposición, en la medida en que se ha consolidado la costumbre hereditaria y, en
algunos casos, incluso la facultad de disposición en manos de los vasallos; en que
el vasallo tiene una posición jurídica que lo acerca más a la idea de propietario, y
en que un tercer sujeto es titular de derecho que lo pone en contacto directo con la
cosa y le otorga el aprovechamiento económico, conservando el titular del dominio
directo solamente la facultad de cobrar el canon o percibir la renta, frecuentemente
bajo la forma de tributo.
Al respecto, Santo Tomas de Aquino establece que Dios tiene el dominio de todas
cosas, en el cual, algunas de ellas están ordenadas para el sostenimiento
humano y por esto el hombre tiene el dominio natural de usar estas cosas. Aun
así, todas las cosas son comunes (catalogando el dominio en cuanto a su
naturaleza, pues bien, sólo Dios tiene tal dominio), y por esta concepción, se
opone a la propiedad de las posesiones y se constituye como ilícito al hombre
apropiarse de estas cosas.
Con la consagración de esta idea del dominio en las nuevas legislaciones civiles
de Europa a partir de la Codificación, sería durante casi la totalidad del siglo XIX y
principios del XX donde imperaría esta concepción de la propiedad. Sin embargo,
con el correr del tiempo fue posible advertir que la aplicación de estos principios,
en un contexto de cambio social a la entrada del siglo XX con lo que la
historiografía denomina la “cuestión social”, resultaba desviada de los propósitos y
valores que sustentaban su establecimiento. Debido a las grandes migraciones
7
Eduardo Cordera y Eduardo Aldunate. Evolución histórica del Concepto de Propiedad, en Revista de
Estudios Hitórico-Jurídicos, nº XXX. Valparaíso, 2008; pág. 35
8
Renato Cristi, El Pensamiento Político de Jaime Guzmán (LOM Ediciones, Santiago, 2011). Pág. 79
9
Eduardo Cordero y Eduardo Aldunate. Op. Cit., Pág. 36
10
Ibid.Pag. 38
rurales a los centros urbanos, el establecimiento de la industria o empresa como
principal motor de la economía en vez de la tierra, como tradicionalmente había
sido, el problema del hacinamiento y las relaciones de vecindad en las ciudades,
se producen serios problemas que generaron una enorme desigualdad entre los
sujetos11, además de un incremento en los conflictos jurídicos derivados de las
relaciones de vecindad e intercambio de bienes. Es en este contexto donde se
introduce la idea de la función social de la propiedad, que encuentra su
caracterización más básica en aquella máxima que reza “La propiedad obliga”.
Esto supone un cambio radical en la forma de entender el derecho de dominio en
clave liberal, como lo habíamos entendido hasta aquí.
Sostiene esta nueva corriente, en una suerte de crítica al concepto liberal, que esa
concepción de la propiedad es “absolutamente lógico, aporético e irreal”12, en el
sentido de que la perspectiva del sujeto formalmente igual, libre y soberano no da
espacio sino a un derecho unitario e indivisible para ese mismo sujeto, por lo que
es “lógico”; luego, es aporético puesto que si consideramos al derecho como
unitario e indivisible, es racionalmente inviable sostener que este pueda dividirse
en facultades (uso, goce y disposición); y es por último irreal ya que no es posible
sostener que este derecho pueda conferir un poder tan pleno e ilimitado, siendo
que el contenido de la propiedad es infinitamente variable13. Critica también el
enfoque individualista y antropocéntrico que se tiene del derecho en cuestión,
puesto que, en clave liberal, la relación de hombre-cosa es vista exclusivamente
“desde arriba”, desde la perspectiva del sujeto y su poder o señorío sobre el objeto
del cual es propietario. Esto, en una aplicación al plano fáctico resulta peligroso,
puesto que omite el hecho que os distintos sujetos que pueden ser titulares de un
dominio no se encuentran siempre en una relación de igualdad entre ellos mismos
(posición social, situación económica, etc.), lo que inevitablemente genera
inequidad en el plano social. Como sostiene Eduardo Cordero, “ los códigos civiles
11
Esto aplicado sobre todo en la propiedad inmueble, la tierra, puesto que es esta propiedad la que era
fundamentalmente pieza clave en el sistema económico del s. XIX
12
Eduardo Cordero, De la Propiedad a Las Propiedades. La Evolución de la Concepción Liberal de la
Propiedad, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, nº XXXI, Valparaíso,
2008. Pág. 12
13
Ibid.
eran depositarios de una amplia idea de libertad como fundamento de la sociedad
occidental actual, sin la cual no podríamos vivir, pero al mismo tiempo eran fuente
generadora de desigualdades que no eran posibles de aceptar desde el plano
ético y moral”14.
14
Ibid. Pág. 15
15
Ibid. Pág. 20
16
Ibid.
poderes y derechos, sino que le conllevaran una serie de deberes y obligaciones
que emanarán de su propio dominio. En el campo jurídico positivo, encontramos la
consagración normativa de esta concepción en la Constitución de Weimar de
1919, modelo que sería replicado posteriormente en otros textos constitucionales
como el italiano de 1948 o la carta de Bonn de 1949, y que encontraría además
complemento legal ya no en los códigos civiles, sino en la dictación de leyes
especiales que vendrán a ampliar la regulación del ámbito social de la propiedad17,
las que ya no serán leyes “especiales” en el sentido de excepcionales, sino de
específicas. A esto, hay que sumarle el desarrollo doctrinal y la aplicación que la
jurisprudencia ha realizado de esta concepción contemporánea de la propiedad,
terminando por aceptarse a nivel universal. Asimismo, podemos mencionar un
ejemplo en el caso chileno, que en su texto constitucional consagra la función
social de la propiedad como una cláusula de limitación del derecho de dominio
(Art. 19 nº 24 inc. 2do).
17
Esto puede apreciarse, por ejemplo en el campo de la propiedad minera o del agua, que cuentan con
regulación propia (Códigos de Minería y De Aguas, en el caso chileno).