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La Florecita de Jesús
Una parábola de santa Teresita del Niño Jesús
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Winona, Minnesota
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“Me parece que si una florecita pudiera hablar,
diría simplemente lo que Dios ha hecho por ella,
sin tratar de ocultar los regalos que él le ha hecho.”
—Santa Teresita del Niño Jesús
Dedicado a nuestro cariñoso Padre Celestial, que nos cuida cada día.
—T.A.
Érase una vez una niña llamada Teresita Martín
que vivía en un pueblo llamado Lisieux en Francia.
El jardinero sonrió.
–Es cierto que todos notan las flores grandes. Por eso las planté,
para que su esplendor atrajera a la gente al jardín–.
Teresita Martín nació en Francia el 2 de enero de 1873. Era la última de nueve hijos,
cuatro de ellos murieron en su infancia. Después de perder a su madre por cáncer del
seno a los cuatro años, Teresita se volvió una niña muy sensible, lloraba por casi cual-
quier razón. Su sensibilidad la hizo sufrir mucho, pero bajo el liderazgo de su padre y
cuatro hermanas mayores, creció mucho en santidad y sabiduría para su corta edad.
Después de muchas objeciones de los oficiales de la iglesia por su corta edad, a los
quince años, Teresita logró entrar a la comunidad de las carmelitas en Lisieux en
donde viviría el resto de su vida, con tres de sus hermanas, que también formaban
parte de la comunidad como monjas (otra de sus
hermanas se hizo monja en la Orden de la Visitación).
Por los últimos nueve años de su vida, Teresita creció en
fortaleza y santidad. En 1895, le ordenaron escribir las
memorias de su niñez; estos escritos, junto con otros,
fueron publicados después de su muerte bajo el título,
Historia de un alma. Ella murió de tuberculosis en
1897 a la edad de 24 años.