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Pena de muerte en Tomás de Aquino

Contextualización

Durante la edad media la religión heredada (cristianismo, catolicismo. Desde el Bajo Imperio
Romano-) era un ámbito fundamental en la sociedad, y esta tenía gran influencia política, por
lo tanto, era imperativo el poder de las cuestiones religiosas para la toma de decisiones, en
específico, la que nos ocupa en el presente trabajo, la pena de muerte, la cual estaremos
ampliando y delimitando en la opinión de Tomás de Aquino (1225- 1274).
En el periodo medieval (s.V d.C., Caída del Imperio Romano de Occidente - s. XV d.C.,
Caída del Imperio Bizantino), se produjeron muchos cambios en todos los ámbitos (ya que es
un periodo constituido por mil años), como por ejemplo: la sustitución de la esclavitud por un
modo de servidumbre feudal, además de la apertura de varias universidades en las cuales se
estudiaban las artes liberales compuestas por el trivium (gramática, lógica y retórica) y el
quadrivium (geometría, astronomía, aritmética y música) y también algunos estudios
especializados como el derecho, medicina, teología y filosofía.
La filosofía dominante era la de Aristóteles (384 a.C. - 322 a.C.), la cual, producto de
variaciones hermenéuticas y necesidades religiosas previas, como las obras de san Agustín
(354 d.C. - 430 d.C.), llega a producirse por medio de San Anselmo de Canterbury (1033-
1109), postulador del argumento ontológico, la escolástica, que, a grandes rasgos, pretende
una reinterpretación a propósito de los textos aristotélicos, mediante la impregnación de los
valores cristianos; de este modo, creando, una hermenéutica con carácter religioso, que aspira
a un carácter de logos, y la cual, posteriormente, sería celebrada y representada por la figura
de Tomás de Aquino.
Es imperativo señalar, que, en Occidente, el mensaje evangélico condiciona profundamente,
las creaciones no sólo artísticas (este fenómeno de arte religiosa lo vemos desde los griegos),
sino que también condiciona los intentos lógicos de explicaciones dadas a propósito no sólo
de la sociedad, sino del intelecto y diversos factores. El fenómeno Dios lo vemos impregnado
en las obras de grandes filósofos, desde intentos de una explicación pseudo-metafísica del
mundo como en Platón y el mundo de las ideas, hasta en célebres filósofos posteriores como
Descartes, Spinoza y el mismo Immanuel Kant.

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Tesis tomista

Para Tomás de Aquino el gobierno existe porque los hombres que viven juntos necesitan ser
gobernado por uno puesto que esto viene del derecho natural. Hay un derecho divino y un
derecho natural; el derecho divino se refiere a lo que viene de Dios para con los hombres,
como por ejemplo alcanzar una vida después de la muerte y a derecho natural se refiere a
cosas materiales, vivir en sociedad, el amor.
El hombre es un agente racional que tiene un fin, entonces su actuación para llegar a ese fin
va a estar marcada por la razón, el hombre tiene voluntad y deseo, pero la racionalidad es lo
que permite llegar al fin por las causas, los animales tienen intencionalidad, pero son deseos
rudimentarios (son naturales) por instinto.
El hombre es sociable, la sociedad no se da naturalmente sino por decisión del hombre, esto
es un posible génesis del contrato social en Hobbes, Hobbes dice que el hombre renuncia a
ser malo para unirse con otros hombres y vivir de acuerdo a leyes, esta sociedad va desde
necesidades básicas como supervivencia hasta necesidades más racionales como cultura.
Aquino destaca la necesidad de que haya alguien que rige la sociedad, no a la libre porque
cada uno buscara su propio bien común, al hombre le es natural la sociedad y a la sociedad le
es natural el gobierno y esto es necesario porque el gobierno es la exigencia de dirección
hacia un fin, este gobierno puede ser monárquico o no dependiendo de la necesidad del
pueblo.
Se busca como fin de una sociedad el bien común, el bien de la mayoría, la mejor forma de
gobierno es el dirigido por uno (rey). Descartes dice que es mejor que cualquier cosa lo haga
uno solo para que el fin no se distorsione y Aquino lo plantea en cuanto a la tiranía. Ese uno
es mejor que busque el honor y la gloria y no el placer y la riqueza, porque el honor tiene que
ser aprobado o dado por el pueblo, entonces el fin que debe buscar el gobernante debe ser una
vida virtuosa que sería la felicidad.
Tomás de Aquino se puede situar entre que el hombre se divide entre Hobbes/Rousseau
porque, como decía Hobbes decía que el hombre es naturalmente malo y la sociedad lo hace
bueno. Rousseau decía lo contrario, que el hombre más bien era bueno en su estado natural y
la sociedad lo corrompe.

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Tomás de Aquino está en el medio porque él no dice que la sociedad sea buena ni mala, sino
que es natural al hombre y que es necesaria para llegar a un fin y en cuanto al hombre Aquino
no dice que sea bueno ni malo, sino que está en medio.
La principal virtud que debe tener la sociedad es la justicia, para que esta justicia lleve a la
felicidad, el gobernante debe preocuparse por el bien común de todos entonces el perfil del
gobernante es que debe ser preferiblemente amado que temido porque los temidos no duran
mucho y al ser amado propone justicia.
Aquino plantea una analogía donde dice que el rey es al gobierno lo que el alma es al cuerpo
o lo que Dios es al mundo. El gobernante busca el orden a base de la razón porque sin razón
seríamos animales, entonces Aquino también da como consejo que la prudencia sea una
virtud del gobernante para no caer en la tiranía. Aquino a su vez plantea que es mejor tener
autonomía que depender del extranjero para evitar que influyan sobre los ciudadanos.

Análisis introspectivo

En la obra de Tomás de Aquino, se pueden encontrar claras contradicciones entre la muerte y


la pena capital, así como de la defensa de la vida por la naturaleza humana, como don de Dios
la cual se ve mancillada por la muerte.
Incluso resulta paradójico que un defensor eclesial de tal acto, exima de responsabilidad a la
Iglesia dando a entender que la Iglesia no puede mancharse con la sangre de los delincuentes,
porque de lo contrario sería ir contra la Tradición apostólica y la conducta de Cristo.
Una contradicción encontrada, al reconocer que con la nueva ley de Cristo no hay penas o
mutilación como así lo establece la ley del Talión, sin embargo de este razonamiento se
deduce que esta ley fue dada para los sacerdotes solamente, incluso reconoce que la muerte
de un hombre a manos de otro es siempre homicidio e implica una irregularidad, por
cualquiera que sea el motivo: El acto de homicidio, aunque sea sin culpa, entraña una
irregularidad; así en el caso del juez que condena a muerte a alguien en justicia; igualmente el
clérigo, si al defenderse mata a alguien, incurre en irregularidad, aunque no tuviera intención
de matarle, sino de defenderse a sí mismo. En cuanto al tema de dominio del hombre sobre la
naturaleza y los animales en la actualidad tiene restricciones y críticas, se usan expresiones
como: «los animales tienen derechos», se ha señalado a la religión judeo-cristiana de haber
ignorado la dignidad de estos y además de generar una actitud hostil frente a la naturaleza
haciéndole creer al hombre que es su dueño y puede hacer lo que quiera o necesite.

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La doctrina cristiana no desarrolla la solidaridad para con las criaturas irracionales que
culmine en su protección, sino lo contrario aprueba la caza.
Es más importante el bien común que el particular, de este modo si un individuo resulta ser
nocivo para la sociedad se le puede y debe matar, pero solamente por parte de la autoridad
pública, estos criminales lo merecen porque pierden su dignidad humana y se vuelven bestias,
esta categoría fue dada y analizada por parte de los Concilios y el Magisterio Eclesiástico
cuando confirmaban la licitud de la pena de muerte.
Basándose en la ideología de Tomás de Aquino se puede plantear una tesis diferente con sus
argumentos ya que el Estado actual cuenta con poder suficiente para mantener el bien común
sin necesidad de recurrir a la pena de muerte y por otro lado el hombre nunca pierde su
dignidad de humano por más actos delictivos que este cometa, ya que sus acciones no solo
pueden ser por voluntad, sino que pueden influir factores sociales, educativos, familiares,
económicos, psicológicos, entre otros.
Por otra parte, resulta contradictorio como Tomás de Aquino defiende la pena de muerte,
pero no entre individuos comunes, debe ser la Iglesia la que lleve a cabo esta práctica. Por lo
tanto, es correcto afirmar que quien pusiera en práctica la condena de muerte, no era una
persona como cualquier otra, tenía una superioridad moral o un permiso divino que no tenían
las demás personas de la sociedad.
Pese a que Tomás de Aquino conocía el dogma cristiano y esta es clara en sus mandamientos
que es prohibido matar. Claramente de Aquino realiza una diferencia entre los hombres
buenos y los malos, comparados con los animales, para estos últimos el mandamiento de no
matarás no aplica para ellos, pues han perdido la dignidad humana al convertirse en herejes,
cismáticos o criminales. Es decir, la persona condenada a muerte, pierde la esencia humana y
se convierte en una bestia, merecedora de la muerte.
También resulta irónico, como el catolicismo cuyos principios se basan en la vida de Jesús,
declaró santo a Tomás de Aquino, una persona que, en determinados casos, pensaba que era
preferible matar al prójimo que brindarle misericordia con el perdón u optar por correcciones
donde la fuerza no fuera necesaria. Pese a que en la actualidad la Iglesia Católica está
tratando de limpiar y cambiar un pasado manchado de sangre, es imposible no mencionar los
hechos que marcaron la Edad Media, donde una institución actuó de forma inquisidora contra
aquellas personas que renunciaban a la fe, donde incluso Tomás de Aquino defendía los actos
correctivos a estos individuos desertores de la fe.

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Bibliografía:

de Aquino, T. (2004). Tratado de la ley; Tratado de la justicia; Opúsculo sobre el gobierno


de los príncipes. México D.F.: EDITORIAL PORRÚA

Gardeil, H. D. (1973). Iniciación a la filosofía de Santo Tomás de Aquino. México D.F.:


Editorial Tradición

Beuchot, M. (2005). Santo Tomás de Aquino: del gobierno de los príncipes. Revista
Española de Filosofía Mediaval, 12, pp. 101-108.

Blázquez, N. (1983). La pena de muerte según Santo Tomás y el abolicionismo moderno.


Revista Chilena de Derecho, Vol.10, No. 2, pp. 277-316.

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