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Invocación al Señor
Digno:
Que es merecedor de la cosa que se expresa.
Mortal:
Que ha de morir.
Soberbio:
Altivez y arrogancia del que por creerse superior desprecia y humilla a los demás:
A partir de la lectura podemos darnos una idea de la vida de este filósofo, de cómo fue
que se volvió creyente, cómo fortaleció sus creencias y cómo fue creando una propia
filosofía de vida. En el primer capítulo, encontramos a un ser como nosotros, corruptible
por los deseos y gozos mundanos, un hombre sumamente perdido en el comienzo,
colmado de inquietudes, de iniquidad e irracionalidad; viendo sus primeras vivencias
podemos encontrarnos con un personaje común a nuestras vidas, a nuestras
problemáticas y pasiones. San Agustín da pauta para poder reflexionar muy
detenidamente sobre nuestro caso propio, sobre nuestras condiciones como individuos,
cuyos pensamientos y actos a veces pueden repercutir y decaer, o incrementar y
fortalecer.
En el escrito, justifica a dios por medio de principios que se conocen, que son reales en
los seres humanos. Cómo se decidió lo que es agradable o no a dios, cómo pudo
aceptar San Agustín que: "(a Dios) lo que tú castigas es lo que los hombres cometen
contra sí, porque hasta cuando pecan contra ti obran impíamente contra sus almas y su
iniquidad se engaña a sí misma, ya corrompiendo y pervirtiendo su naturaleza".
“¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que,
revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los
soberbios?”
Bien pudiera entenderse la soberbia como la terquedad ante el defender lo indefendible, como la
incapacidad de reconocer los errores, bastante similar al orgullo. Agustín afirma que Dios resiste a los
soberbios, pero (como más adelante se verá) al partir de la creencia dogmática que Agustín tiene en su
Dios, los soberbios no sólo son los orgullosos, sino también todo aquellos que presenten argumentos en
contra de Dios, tengan o no tengan la razón.
Bastante común, aún en tiempos actuales, es la afirmación que reza “Los asuntos de fe no se rebaten
con asuntos de lógica” con fines de sostener una óptica teísta de la existencia. Sin embargo hago notar
que la estrategia que se esconde detrás de tal afirmación es el “ganar o ganar”, o lo que es su corolario:
“no puedes refutar mi fe porque no puedes comprobar que no es así”. Falacia lógica, para comenzar.
¿Quién me refuta la existencia de una cafetera que orbita al planeta Marte, lo suficientemente pequeña
para no ser vista?
Para continuar, la lógica, amigos míos, nace de axiomas, y los axiomas son realidades que se reconocen
evidentes. Ahora bien, ¿qué hace que una realidad se reconozca como evidente? Un consenso. Y un
consenso es un acto de fe común. La lógica es fe, y la más honesta.
Y para terminar, si los asuntos de fe no se rebaten con lógica, si “Dios resiste a los soberbios”, todo
dogma basado en fe debería prescindir de argumentar sus procederes con lógica. ¿Es esto lo que ocurre
en la praxis? No.
“Ciertamente, alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le buscan le hallan y los que le hallan
le alabarán.”
Existe un silogismo en esta frase; en realidad un dogma: no es posible buscar a Dios y no quedar
satisfecho. Si quedas insatisfecho, es que no le hallaste. Volvemos al “ganar o ganar”, lo cual no es una
búsqueda honesta de las verdades.