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Orígenes
Los siglos XVII y XVIII fueron el periodo formativo de la música clásica y vieron nacer la
opera y el oratorio, la sonata, el concierto y la sinfonía. Los italianos fueron los primeros
en desarrollar estos géneros, pero les siguieron pronto los alemanes, austriacos e
ingleses. La música clásica surgió tomando elementos de otras tradiciones musicales
occidentales, tanto litúrgicas como seculares, por caso la música de la Antigua Grecia o
la Música de la Antigua Roma (sobre todo por sus contribuciones teóricas), o la música
de la Iglesia católica (principalmente el canto gregoriano).
Los hitos que definieron su rumbo, fue el descubrimiento y posterior desarrollo de
la polifónica, así como el posterior desarrollo de la armonía, la revolución musical
conocida como el Ars nova y la evolución de la notación musical, además del estudio de
la estética musical. Con la era de los descubrimientos que comenzó en el siglo;XV y
posterior colonialismo, la música clásica llegó a otros continentes y sufrió una síntesis
con las tradiciones musicales de los nuevos territorios. Encontramos expresiones de la
música clásica en Brasil (por ejemplo, Heitor Villa-Lobos), Estados Unidos (por
ejemplo, Charles Ives), Hispanoamericano (por ejemplo, Alberto Ginastera, José Ángel
Montero), Asia (por ejemplo, Takemitsu, Tan Dun), África y Oceanía, pero que están
conectadas a la música clásica de tradición europea.
Formalización y contenido
La música clásica está hecha exclusivamente para ser oída, a diferencia de otras músicas
adjuntas a otras formas de entretenimiento (la música de cine a veces se ejecuta
en salas de concierto). Los conciertos de música clásica suelen tener una atmósfera
solemne, se espera que el público esté en silencio para evitar distraer al músico y los
oyentes. Los intérpretes de ordinario visten de manera formal, una práctica vista como
un gesto de respeto para la música y el público; y tampoco interactúan directamente o
bromean con el público.
Como en las bellas artes, la música clásica aspira a comunicar una cualidad trascendental
de la emoción, que expresa algo universal acerca de la condición humana. Si bien la
expresión emocional no es una propiedad exclusiva de la música clásica, esta honda
exploración en la emoción permite que la mejor música clásica alcance lo que ha sido
denominado lo «sublime» en el arte. Muchos ejemplos pueden citarse para demostrar
esto. Por ejemplo, la musicalización del poema de Friedrich Schiller «Oda a la
Alegría» en la Novena sinfonía de Beethoven, que suele interpretarse en actos de
independencia nacional o de celebración, como aquella famosa ocasión en que la
dirigió Leonard Bernstein para celebrar la caída del Muro de Berlín, y la tradición
japonesa de tocarla para celebrar el Año Nuevo. Sin embargo, otros compositores,
como Iannis Xenakis, argumentan que el efecto emocional de la música en los oyentes
es arbitrario y que, por lo tanto, la complejidad objetiva o el contenido de información
de la pieza es lo supremo.
A lo largo de la historia, los padres se aseguraron de que sus hijos fuesen instruidos en
la música culta desde muy temprana edad. Una experiencia musical temprana daba las
bases para un estudio serio posterior. Para aquellos que deseaban ser ejecutantes,
cualquier instrumento es prácticamente imposible de aprender a nivel profesional si, o
al menos un instrumento similar, no eran aprendidos desde la infancia. Algunos padres
buscaban la enseñanza musical por razones sociales o en un esfuerzo por impartirles un
útil sentido de la autodisciplina; las lecciones parecen mostrar también un incremento
en el desempeño académico. Se considera además, que el conocimiento de las obras de
la música clásica es parte de una buena cultura general.
Interpretación
Los compositores clásicos aspiran imbuir a su música de una relación muy profunda
entre su contenido afectivo (emocional), y los medios con los que lo logra. Muchas de
las obras clásicas más elogiadas hacen uso del desarrollo musical, el proceso por el que
un germen, idea o motivo musical es repetido en distintos contextos, o alterados de tal
manera que la mente del oyente, conscientemente o no, compara las diferentes
versiones. Los géneros clásicos de la forma sonata y la fuga emplean rigurosamente
formas de desarrollo musical. Generalmente, las obras de música clásica muestran una
gran complejidad musical gracias al uso que hace el compositor
del desarrollo, modulación (cambios de tonalidad), variación antes que la
exacta repetición, frases musicales que no siempre tienen la misma
longitud, contrapunto, polifonía y una armonía sofisticada. Además, muchas obras
clásicas bastante largas (de 30 minutos a 3 horas) son construidas a partir de jerarquías
de unidades más pequeñas: las frases, los períodos, las secciones y los movimientos.
El análisis schenkeriano es una rama de la música que intenta distinguir estos niveles
estructurales.
Su transmisión escrita, junto con la veneración dada a ciertas obras clásicas, ha llevado
a la expectativa de que el ejecutante tocará la obra de tal modo que realizará en detalle
las intenciones originales del compositor. Por lo tanto, las desviaciones de las
instrucciones del compositor a veces son condenadas como fallas completas éticas.
Durante el siglo XIX, los detalles que los compositores colocaban en sus partituras
fueron incrementándose. Así vemos un opuesto rechazo-admiración por los ejecutantes
que ofrecen nuevas «interpretaciones» de la obra de un compositor, y no es
desconocido que un compositor le pida al intérprete una mejor realización de sus
intenciones originales que la que él mismo pudo lograr. De este modo, los ejecutantes
de música clásica alcanzan a menudo reputaciones muy altas por su musicalidad,
aunque ellos mismos no compongan. Otra consecuencia de la primacía de la partitura
escrita del compositor es que la improvisación juega una menor presencia, en marcado
contraste con otras tradiciones como el jazz, en donde la improvisación es básica. La
improvisación en la música clásica era mucho más frecuente en el Barroco que en el
siglo XIX y siglo XX, y recientemente la interpretación de aquella música por músicos
clásicos modernos ha sido enriquecida por el resurgimiento de antiguas prácticas
improvisatorias. Durante el periodo clásico, Mozart y Beethoven improvisaban a veces
las cadencias de sus conciertos para piano (y animaban a otros a hacer lo mismo), pero
también tendían a dar cadencias escritas para que otros solistas pudiesen usarlas.
Instrumentación
La música clásica y la música popular también se distinguen por los instrumentos que
utilizan. Los instrumentos usados en la práctica común de la música clásica fueron
inventados antes de la mitad del siglo XIX (la mayoría mucho antes), y codificados en los
siglos XVIII y XIX. Consisten en los instrumentos que encontramos en la orquesta
sinfónica, junto a otros pocos instrumentos solistas (como el piano, el clavicémbalo y
el órgano). Los instrumentos electrónicos, como la guitarra eléctrica y el violín eléctrico,
juegan un papel predominante en la música popular, pero de hecho no tienen ninguno
en la música clásica antes del siglo XX, y sólo aparecen ocasionalmente en la música
clásica del siglo XX y siglo XXI. Tanto los músicos populares como los clásicos han
experimentado en las últimas décadas con instrumentos eléctricos, como
el sintetizador, con técnicas electrónicas y digitales, como el uso de
sonidos sampleados o generados por computador, y el sonido de instrumentos otras
culturas, como el gamelan. Es importante notar que todos los instrumentos bajos no
existían antes del Renacimiento. En la música medieval, los instrumentos estaban
divididos en dos categorías: instrumentos fuertes para usar en exteriores o en la Iglesia,
y instrumentos más suaves para uso en interiores. Muchos de los instrumentos que son
asociados hoy con la música popular tuvieron un papel importante en la música clásica
antigua, tales como la gaita, la vihuela, la zanfona y otros instrumentos de viento. Por
otro lado, la guitarra acústica, asociada a la música popular, ha empezado a ganar
preponderancia en la música clásica a lo largo de los siglos XIX y XX. La voz humana es
también un instrumento musical privilegiado de la música clásica, aunque también es
usado en la música popular. Diversos géneros utilizan las voces, solas o bien con
acompañamiento instrumental: la ópera, la música coral y el lied.