Sei sulla pagina 1di 12

TRABAJO PRÁCTICO DE

SEMINARIO DE ÉTICA Y
FORMACIÓN PROFESIONAL
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA

CÁTEDRA: DR. HUGO GALDERISI

TURNO: NOCHE
FECHA DE ENTREGA: 17/10/2018

LIBRO “LA VIDA DE LAS ABEJAS” – MAURICE MAETERLINCK.


LIBRO “50 COSAS QUE HAY QUE SABER SOBRE ÉTICA” – BEN DUPRÉ:
25) TOLERANCIA;
40) COMER ANIMALES;
50) MEDIO AMBIENTE.

ALUMNO: MARIANO LUIS ALIANA CHIEFFO


D.N.I.: 36.686.727
TELÉFONO: 15-6006-5312
CORREO ELECTRÓNICO: MARIANOALIANA@GMAIL.COM
Este trabajo práctico se encuentra dividido en dos partes. En la primera de ellas
se va a analizar un libro de Maurice Maeterlinck, un belga ganador del Premio Nóbel que
escribió una obra a la que llamó “La Vida de las Abejas” hace más de un siglo y va
describiendo distintas actividades llevadas a lo largo de la vida de las abejas, además de citar
a otros autores e incorporar distintos experimentos llevados a cabo con abejas y la
observación de sus reacciones frente a distintas situaciones.

El atractivo del libro se encuentra —más allá de lo interesante que pueda


resultar para el lector aprender sobre abejas— en la comparación que hace entre los insectos
que le dan título a la obra y los seres humanos respecto de la vida en sociedad de cada uno de
ellos. Se plantea si la “sociedad” de un un —no tan— insignificante insecto se acerca más a la
perfección que aquella integrada por los hombres o de la resolución de conflictos sociales
teniendo en cuenta el bien común por sobre el individual, el manejo de los recursos dentro de
una colmena —asimilada a una ciudad o Estado— y el rol jerárquico dispuesto en la
estructura de ese panal —que tiene a la abeja reina en lo más alto y a los zánganos en lo más
bajo, quedando las obreras en el medio— entre otros temas.

En la segunda parte se procede al análisis de distintos artículos publicados en


el libro del historiador inglés Ben Dupré, que lleva como título “50 Cosas que hay que Saber
Sobre Ética”. Estos tocan temas de la vida cotidiana con los que todos debemos lidiar o
atravesar. Ellos son la tolerancia, el hecho de comer animales y por último lo que respecta a
nuestro medio ambiente.

Maurice Maeterlinck fue un autor belga, abogado y ganador del Premio Nobel
de Literatura en 1911. Este honor se debe en gran parte a su obra más popular y la que ocupa
la primera parte de este trabajo práctico, “La vida de las abejas”, publicada en 1900.

Este libro forma parte de una serie de obras que tratan sobre insectos, que
tratan sobre hormigas, termitas e inclusive dedicada un volumen a “La Inteligencia de las
Flores”. En el tomo dedicado a las abejas, el autor trata diversos tópicos que van desde la
organización y dedicación requerida para construir una colmena desde la nada misma hasta el
derrotero por el que debe transitar la reina para ser fecundada y poder dejar su descendencia.

No es un dato menor que el propio Maeterlinck haya sido un apicultor por más
de dos décadas, es evidente la pasión y el cariño con el que el creador de esta obra describe a
estas aladas criaturas, alejándose de la exposición científica y dejándose llevar por momentos

1
hasta dar la impresión de encontrarse completamente extasiado por la existencia de las abejas.
Sin embargo, son recurrentes las remisiones a estudios de otros apicultores, a veces necesarias
para explicar distintas situaciones, como si es posible que la reina elija el sexo de la abeja sin
que ni siquiera se haya depositado el huevo aún.

En algunas ocasiones, el autor realiza interesantes apreciaciones en las que


compara a las abejas con los seres humanos, preguntándose qué pensaría un ser si observara
desde lo alto a los seres humanos, yendo y viniendo a su lugar de trabajo, amontonándose en
torno a determinadas edificaciones o plazas para luego retornar al fondo de sus moradas, sin
poder observar un objetivo claro.

Además, hace comparaciones desde el punto de vista de la moral, de cómo el


propio ser humano es capaz de corromper un panal y volverlo pervertido, frente a la
perfección de una colmena intacta. A esa perfección, Maeterlinck la reconoce como “el
espíritu de la colmena” e intenta determinar si las abejas son realmente seres dotados de
inteligencia o se mueven por ese mero instinto provisto por la Naturaleza. Se plantea si ese
espíritu está en cada una de esas abejas o si deviene de la estructura social que se conforma
dentro y en torno a la colmena.

Maeterlinck comienza su obra con una advertencia en la cual señala que con
este libro no pretende escribir un tratado de apicultura o cría de abejas ni se trata de una
monografía científica u observaciones o estudios nuevos. Simplemente se trata de abejas y de
la vida misma. El autor va describiendo distintas situaciones en las que analiza aspectos
sociales que ocurren dentro de la colmena desde un punto de vista profundamente filosófico.

En uno de los pasajes más interesantes del primer capítulo compara las
actividades realizadas por las abejas y los humanos, valorando el poder de la observación al
decir que, si un habitante de otro planeta viera al hombre, lo vería ir y venir por las calles,
aglomerarse en torno a edificios o plazas, esperar no se sabe qué en el fondo de sus moradas,
pudiendo llegar a la conclusión de que son inertes y miserables. Hace mención a que la abeja
es un ser de multitud que no siempre vivió así, desde el trabajo en solitario hasta la
conformación de una verdadera república.

Más que interesante es la mención referida a la necesidad de las abejas de vivir


en multitud. Las describe como un ser social, al igual que el hombre, que no pueden vivir sino
en aglomeración y que al abandonar la colmena sale de su elemento propio. Si se encontrara

2
aislada y aun provista de víveres abundantes y en la temperatura más favorable, expiraría al
cabo de unos días. No lo haría de hambre, tampoco de frío. Moriría de soledad.

Conforme va avanzando el desarrollo de la obra, describe cierto accionar de las


abejas. Por un lado, un llamativo comportamiento que podría ser considerado un acto de
grandeza conmovedor que se da en torno al éxodo de las abejas de una colmena altamente
productiva, cuya realización tomó innumerables horas de trabajo perfectamente sincronizado
y sin descanso. Este éxodo se produce en miras de las generaciones futuras: las abejas no
abandonan su tan preciado reino, sino que forma parte del legado que le entregan a una
generación futura, mientras que ellas se lanzan a una vida incierta, un impulso casi demencial
teniendo en cuenta la sobriedad de estos insectos, siempre tan previsores. Este impulso
significa una nueva aventura, en la que las abejas deberán volver a fundar una colmena desde
cero.

Al hablar de estos actos de amor, debemos mencionar la devoción con la que


las abejas admiran a su soberana, la abeja reina. Es ella quien mantiene el espíritu de la
colmena, la que motiva el trabajo incesante de sus numerosas súbditas. Tal es el nivel de
admiración que, sin su presencia, desaparece el espíritu de la colmena y pareciera que todo
llega a su fin. La colmena está condenada a desaparecer.

Por otro lado, no todo en la vida de las abejas es amor y paz. Lo que se da
dentro de la colmena puede llegar a ser diametralmente diferente fuera de esta. Describe
Maeterlinck actitudes que interrumpen su admiración por estos insectos ante la indiferencia de
estos ante la muerte o desgracia de sus compañeras, lo que puede llegar a parecer una gran
contradicción. Dice que, dentro de la colmena, si una resulta herida, mil se sacrificarían para
vengar tal injuria, pero fuera de la misma es como si no se conocieran. Quizás a esto se refería
el autor cuando mencionaba el espíritu de la colmena, el cual residiría dentro de la misma y
no tendría los mismos efectos lejos de su zona de influencia.

Otro punto remarcable en la vida de las abejas es la construcción de su centro


de vida: la colmena. Se hace una descripción de la perfección de su geometría, de la precisión
necesaria para el máximo aprovechamiento de los espacios interiores y los materiales,
buscando que haya el mayor espacio utilizable mediando la menor cantidad de material
posible, sin comprometer la estructura del panal.

Respecto a la reina abeja, observa respecto a ella una multitud de

3
particularidades. Dentro de la colmena es un ser supremo absoluto, que representa el porvenir
de la raza, el futuro de la especie, a quien respetan al extremo de procurar no darle la espalda
jamás, arreglándoselas para mostrarle siempre los ojos y antenas. Además, la reina no se
alimenta a sí misma, sino que es alimentada como un niño por las mismas obreras. Ese
alimento guarda relación con la abundancia de las flores y la cosecha.

Esta abeja reina se diferencia de las comunes, vive cuatro o cinco años en vez
de seis o siete semanas, su abdomen es dos veces más largo, su color más dorado y claro,
además de su aguijón curvo. Sus ojos tienen menos facetas, cuenta con un cerebro más
estrecho, aunque está dotada de unos ovarios enormes y cuenta con un órgano especial, la
espermateca. No tiene bolsas para secretar cera, ni cepillos o cestas para la recolección de
polen, ni esas costumbres laborales de las abejas comunes. Pasa su vida en la oscuridad de la
colmena y morirá sin haber visitado una flor. La abeja reina no sale de la colmena, excepto
para realizar el vuelo en el que será fecundada.

El “vuelo nupcial” es aquel en el que la abeja reina se asegura que solo el más
apto la fecunde. Logra esto volando por primera vez fuera de la colmena y elevándose lo más
alto posible, mientras los pretendientes la persiguen. Quedan en el camino los débiles,
achacosos, viejos, raquíticos, mal alimentados de las colmenas inactivas o miserables, que
renuncian a la persecución y desaparecen en el vacío. El elegido le da alcance, la aprisiona, la
penetra y se arremolinan. El vientre del macho se entreabre, el órgano se desprende
arrancándole las entrañas, dando fin a su intervención por el bien común de la especie. A los
dos días, la reina comenzará a poner huevos hasta sus últimos días y no volverá a ver la luz
del día.

Maeterlinck contrapone esto último con la lucha por el poder continua y


constante del hombre, que busca el poder infinito.

La abeja reina no admite competencia: en el caso de que nazcan dos reinas,


estas lucharán a muerte y recién a partir del momento en el que solo quede viva una de ellas,
esta será aceptada por el pueblo, que realmente pasará a ocuparse de ella una vez realizado el
“vuelo nupcial”, pues una abeja infecunda no es tan trascendente.

Hace la diferenciación entre abejas obreras y los zánganos. Las primeras


producen alimento con su trabajo, pero el trabajo incesante de cinco o seis apenas alcanza
para alimentar a uno de esos parásitos, que lo único que tienen de infatigable son sus bocas y

4
ansias por alimentarse. Su único propósito es el de fecundar a la reina, objetivo que logrará
solo uno de ellos y morirá luego de darle cumplimiento.

Luego de producida la fecundación tras el “vuelo nupcial”, las obreras toleran


durante algún tiempo la presencia de los zánganos, que estorban la circulación, satisfechos y
panzudos, que duermen en el sector más tibio de la morada, se levantan para chupar la miel
más perfumada y llenan los panales que frecuentan con sus excrementos. Llega el momento
en que a las obreras se les acaba la paciencia y deciden poner fin a ese innecesario déficit,
impartiendo su propia idea de justicia. Avanzan en grupos hacia los zánganos y los destruyen
sin oposición ni atinar a defenderse utilizando sus aguijones. Los que quedan heridos se
refugian en un rincón, donde las obreras los mantienen hasta que mueren de hambre. Otros
logran salir del panal y huir, pero no tardan en regresar en búsqueda de abrigo y alimento, que
les es negado. Las obreras no tardarán en limpiar la colmena, sacando los cadáveres de la
misma.

Al menos eso es lo que ocurre en las colmenas mejor gobernadas. En las


menos prósperas y pobres, cuya madre es más vieja y casi estéril, mantienen a los zánganos
para mantener también la esperanza de ver fecundar a la reina virgen. Los mantienen la menos
hasta la llegada del invierno, ocasión en que los ejecutan, ya que el néctar comienza a
escasear.

En el capítulo que le da cierre a esta obra, Maeterlinck hace una referencia a


las leyes bajo las cuales se someten las abejas. Menciona que esas leyes son inmutables, que
tienen millares de años y son siempre las mismas. Hace millares de años que hacen panales a
los cuales nada se puede añadir ni quitar, y en los cuales se unen en igual perfección la ciencia
del químico a la del geómetra, del arquitecto y del ingeniero. Esos panales son exactamente
iguales a los que son encontrados en sarcófagos o se ven representados en piedras o papiros
egipcios.

Ya sobre el final de la obra, se hace mención a cómo los panales varían según
la región del planeta en que se encuentren. Los hay construidos en árboles huecos o en
cavidades de las rocas, además de la colmena que se suspende de una rama y tiene forma
alargada, sin más abrigo que los cuerpos mismos de las obreras. Este menor abrigo les
permite edificar cuatro, cinco y más panales. Por eso, las razas de abejas de las regiones frías
y templadas han abandonado casi completamente este método primitivo. La idea de renunciar

5
a la vasta luz natural y establecerse en oscuros huecos de un tronco o de una caverna fue al
principio una idea audaz y repleta de observaciones, experiencias y razonamientos, casi tan
importante como la invención del fuego lo fue para los del género humano.

Prosigue el corriente trabajo práctico con el análisis de los artículos de Ben


Dupré mencionados en la introducción. El primero de los temas a tratar es “La Tolerancia”. El
autor inglés se realiza distintas preguntas: ¿es bueno permitir que otras personas hagan y
digan cosas con las que no está de acuerdo? ¿o cosas con las que uno se opone? ¿la tolerancia
es una virtud?
Antes de comenzar cualquier análisis se deben comprender los alcances del
término “tolerar”, por lo que, al hacer una veloz consulta en la página web oficial de la Real
Academia Española, esta arroja como resultado que al hablar de “tolerar” se hace referencia a
llevar con paciencia; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente;
resistir o soportar; respetar ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o
contrarias a las propias.
Por lo tanto, estamos hablando de que hay dos posiciones sobre un mismo
tema. Dupré menciona incluso a una “grieta” en la que de un lado se encuentra la tolerancia,
representada en su máxima expresión en aquella realizada por Voltaire: “no estoy de acuerdo
con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” y que es la base de las
sociedades multiculturales democráticas, que se caracterizan por tener ciudadanos autónomos
y de mente abierta que disfrutan de unos derechos que le garantizan el derecho de tener sus
propias opiniones y que le permite a los demás hacer lo mismo. Por el otro lado encontramos
a los críticos de este liberalismo, sobre todo respecto a ciertos puntos de vista contrarios a las
ideas occidentales, quienes consideran a la tolerancia como una simple complacencia
peligrosa y que la permisividad es un simple libertinaje. Estos críticos proclaman que el
respeto por otros valores morales no tardea en convertirse en un respeto por cualquier clase de
valores, algo así como un relativismo moral pervertido y sin rumbo claro.
El grado de tolerancia es directamente proporcional al grado de rechazo, por lo
que si consideráramos a la tolerancia como una virtud podríamos llegar a la conclusión de que
es bueno dejar que pasen cosas malas y cuanto peor sean, mejor es. A esto, Dupré lo llama “la
paradoja de la tolerancia”, ya que si uno pudiera impedir que suceda algo malo y lo deja
ocurrir por tener un alto grado de tolerancia, podría ser interpretado como una virtud —se
tiene mucha tolerancia, es algo bueno— pero se estaría permitiendo que se produzca un

6
resultado disvalioso, pudiendo evitarlo —desde este punto de vista sería algo negativo o
malo—.
De ahí en más, se dice nadie puede indicar qué deberíamos tolerar, hay cosas
que son universalmente reconocidas como intolerables, como el asesinato. Cada uno debería
tomar sus propias decisiones. Debe haber límites para la tolerancia, pero la gente debería
poder hacer y pensar lo que quiera, siempre que sus actos y creencias no perjudiquen a nadie.
El problema de la tolerancia se encuentra en que hay determinados temas que
están mal y bien en un sentido absoluto, como las religiones. Hay variedades de éstas y todas
proclaman ser la verdadera, cuando esto no puede ser cierto ya que muchas de ellas son
antagónicas.
En el segundo de los temas a analizar, Dupré analiza los pros y los contras del
consumo de productos derivados de animales. Cuestiona las condiciones de los animales de
granja y las condiciones en las que estos viven, los métodos intensivos de crianza y la
consiguiente corta, miserable y frustrante vida que llevan. Se pregunta si es justo que vacas,
pollos y cerdos —entre otros— tengan estas vidas para satisfacer la demanda mundial de
carne barata y productos lácteos.
Asimismo, plantea si esa demanda responde a una necesidad alimentaria o al
placer, si el objetivo de esos animales en el planeta es satisfacer estas necesidades humanas y
si existe alguna diferencia entre los animales humanos de los no humanos.
Los seres humanos no necesitamos de la carne para desarrollarnos y no solo
sería más ético tener una dieta vegetariana, sino que también sería más ecológico. Además,
mediante los métodos intensivos de crianza, la carne pierde en gran parte su valor energético.
El hecho de que el proceso de tener que transformar cosechas para alimentar
animales de granja en carne en vez de pasar por los canales alimentarios de éstos, tendríamos
más oportunidades de alimentar las cada vez más numerosas bocas humanas, lo que hace
difícil justificar el consumo de carne producida con los actuales métodos de crianza intensiva.
Evidentemente, el placer de comer carne resulta suficiente para justificar la
cantidad de sufrimiento causado a los verdaderos dueños de esa carne, los animales de la que
proviene. Esto se ve reflejado en distintos estudios, así como la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y Agricultura asegura que el hambre sigue siendo uno de los
desafíos mas grandes del desarrollo, mientras que el mundo produce alimentos más que
suficientes.
El último de los temas a tratar en este trabajo práctico es el del medio
ambiente. ¿Deberíamos salvarnos nosotros o nosotros deberíamos salvar al planeta? Nuestra

7
supervivencia depende de que éste siga teniendo la capacidad de proporcionarnos alimentos y
otros recursos. Cada día exigimos más a la tierra y ponemos a prueba su capacidad para hacer
frente al impacto causado por la propia actividad humana.
Durante gran parte de la historia de la humanidad, las actitudes hacia animales,
plantas y el mundo natural en general tienden a comportarse como si el planeta fuera algo que
tiene que ser conquistado y domesticado. Esta afirmación fue respaldada por la Biblia y
corroborado por los antiguos griegos, ya que Aristóteles pensaba que los humanos se
encontraban al final de una “cadena de seres” y que los animales inferiores debían servir a los
superiores en jerarquía. Esto fue creciendo hasta llegar a los niveles actuales de consumo
adoptados por los países occidentales, cuyos estilos de vida son insostenibles.
El movimiento ecologista moderno nace en la década de 1960 y parte desde el
punto de vista de nuestras responsabilidades respecto de otros seres humanos y las futuras
generaciones y no tanto del peligro que representábamos con nuestro comportamiento abusivo
para con el planeta. Esto se ve reflejado en el Informe Brundtland de 1987, que define la
sostenibilidad como el “desarrollo que cubre las necesidades del presente sin poner en
peligro la capacidad de generaciones futuras de cubrir sus propias necesidades”. El mensaje
no consistió en tener que abandonar nuestras aspiraciones, sino que debemos ser más
inteligentes y comprensivos a la hora de realizarlas.
La Ecología Profunda es un punto de vista radical, que rechaza la imagen de
gestión comprensiva porque implica una relación explotadora y desigual entre los humanos y
la naturaleza. Indican que nuestras obligaciones morales van más allá de los demás seres
humanos, presentes o futuros: abarcan otras formas de vida y el propio planeta. No es
suficiente salvar la Tierra para salvarnos a nosotros mismos, necesitamos vivir en armonía con
la naturaleza porque no vivimos al margen, sino que somos parte integrante de ella.
Los seres humanos somos otra especie más, no somos dueños ni
administradores del planeta y es muy probable que la Tierra sobreviva, por muy mal que la
tratemos, pero su supervivencia no necesariamente nos incluye.
A lo largo del presente trabajo práctico se han analizado distintos puntos de
vista controversiales, ideas conceptuales e interrogantes que lejos están de tener una única
respuesta o de tener una que sea la “correcta”. Se ha hecho frente a distintos tópicos que nos
enfrentan a dilemas éticos y morales cuya interpretación llevan a que la idea de llegar a una
conclusión singular sea sencillamente imposible, ya que se ven involucrados distintos
derechos, garantías, valores, creencias y modos de vida que se ven contrapuestos y crean
conflictos.

8
Las abejas solucionan su déficit alimentario aniquilando a los zánganos
sobrantes, matándolos cuando éstos no tienen utilidad en la colmena. Llevando esa situación a
nuestra sociedad, no podemos admitir desde el punto de vista del derecho y, sin ir tan lejos,
desde el punto de vista humano y del sentido común, que el Estado tome una solución similar
respecto de los integrantes menos valiosos de nuestra sociedad (sean improductivos por sus
actitudes o por su avanzada edad) en un supuesto en el que los balances son negativos y
ruinosos para las cuentas. Ello porque vivimos amparados bajo la tutela de distintas garantías
constitucionales, entre ellas las que protegen nuestro derecho a la vida, a la libertad o a la
dignidad, ya que somos libres de hacer lo que no esté prohibido por la ley, siempre y cuando
esto no cause un perjuicio a los demás, como ordena la Declaración de Derechos del Hombre
de 1979 y lo refuta nuestra Carta Magna en el fundamental artículo 19.
En cuanto a la tolerancia, debemos preguntarnos hasta qué punto es correcto
soportar una situación. Claro está que el mínimo imperforable de tolerancia está plasmado en
la ley, mientras que el máximo de tolerancia lo encontramos en lo que cada uno de nosotros
sea capaz de soportar: no se puede tolerar que alguien mate a otra persona (se estaría
traspasando el mínimo establecido por la ley: se debe respetar la vida humana ajena) pero de
allí en adelante, los niveles de tolerancia no tienen un máximo fijado y este dependerá de las
condiciones personales de cada uno, como lo pueden ser su educación, su aprendizaje, su
nivel de instrucción, sus experiencias, entre otros factores.
Si hablamos de comer animales, es curioso pensar en base a qué elegimos que
animal consumir y cual no. En nuestro país es común comer carne de vaca, cerdo, pollo y
pescado principalmente, pero nos repugnaría el solo hecho de pensar en comer un animal
doméstico, como lo puede ser un perro o un gato. Por otro lado, en países asiáticos como en
China, es común que se de esta práctica. Ejemplo de ello lo encontramos en el Festival de
Yulín, en el cual se consume carne canina. Por lo tanto, no consumimos la carne de un
determinado animal solo en base a su sabor, la facilidad en su ingesta o su valor calórico, sino
que la elegimos también dependiendo del grado de afinidad que mantengamos con
determinada especie y lo que esta represente para nosotros. Una de las comidas más
representativas del país es el asado, en el que se consume principalmente carne vacuna,
mientras que en la India la vaca es un animal por el que no solo guardan un mero grado de
simpatía como lo podemos hacer nosotros con un perro o un gato, sino que es un animal
sagrado, que se encuentra protegido no solo por lo que indica la moral, la religión y la
costumbre de cada hindú, sino que está protegida por leyes.
Por último, respecto del medio ambiente, es interesante encontrar opiniones de

9
distintos líderes del pasado o del presente, argentinos o extranjeros, que realizaron precisas
apreciaciones sobre este tema. En palabras del ex presidente de los Estados Unidos de
América John F. Kennedy, mencionó en el Discurso de Graduación en American University
que entre todos debemos “ayudar a que el mundo sea seguro para la diversidad. Porque, a fin
de cuentas, el vínculo más básico que tenemos en común es que todos vivimos en este
pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire, todos valoramos el futuro de nuestros hijos
y todos somos mortales.”
En el mismo sentido se pronunciaba el tres veces presidente de la República
Argentina Juan Domingo Perón en su Mensaje a los Pueblos del Mundo, redactado desde el
exilio en el año 1972, en ocasión de la Primera Reunión del Ambiente Humano. Se trata del
primer texto sobre política ambiental firmado por un político argentino y allí Perón critica los
modelos de consumo y despilfarro de las sociedades altamente desarrolladas, con frases como
"Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren
conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la
contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el
crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y de la necesidad
de revertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada
internacional”. “La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que
no llega a adaptarse a las nuevas condiciones”. “El ser humano, cegado por el espejismo de
la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras
llega a la Luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la
electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el
agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la temperatura permanente del medio
ambiente sin medir sus consecuencias biológicas”.
Por último, el actual Papa Jorge Bergoglio, en la encíclica Laudato del 24 de
mayo del 2015 hace claras referencias a la problemática ambiental que atravesamos, con
memorables frases como “la degradación ambiental y la degradación humana y ética están
íntimamente unidas”, o “la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en
el ambiente y en la calidad de vida humana: Cualquier menoscabo de la solidaridad y del
civismo produce daños ambientales”.

10
Bibliografía:

 Libro “La Vida de las Abejas” – Maurice Maeterlinck. Editorial Ariel.


 Libro “50 Cosas que hay que Saber Sobre Ética” – Ben Dupré. Editorial Ariel.
 http://www.fao.org/food-loss-and-food-waste/es/
 https://www.jfklibrary.org/JFK/Historic-Speeches/Multilingual-American-University-
Commencement-Address/Multilingual-American-University-Commencement-
Address-in--Spanish-Latin-American.aspx
 Perón, Juan Domingo, Mensaje ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo,
Buenos Aires, Partido Justicialista, 1973.
 Carta Encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco sobre el Cuidado de la Casa
Común.

«La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza en


lo que no sabemos, que es todo.»
Maurice Maeterlinck.

11

Potrebbero piacerti anche