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La Restauración
del Sacerdocio
Nuestra Misión
Llamados a traer el poder sobrenatural de Dios a esta generación.

La Restauración del Sacerdocio


Guillermo Maldonado
Primera Edición: Junio 2018
ISBN: 978-1-59272-xxx-x
Todos los derechos están reservados por el
Ministerio Internacional El Rey Jesús / ERJ Publicaciones
Esta publicación no puede ser reproducida, alterada parcial o totalmente,
archivada en un sistema electrónico ni transmitida bajo ninguna forma
electrónica, mecánica, fotográfica, grabada o de alguna otra manera, sin el
permiso previo, por escrito del autor. Todos los textos bíblicos han sido tomados
de Reina-Valera (1960). Biblia Plenitud. Nashville, TN 37214: Editorial Caribe.

Director del Proyecto: Andrés Brizuela


Editores: Jose M Anhuaman - Gloria Zura
Traducción: Jessica L. Galarreta - Adriana Mangual
Diseño de Portada: Juan Salgado
Categoría: Crecimiento Espiritual
Ministerio Internacional El Rey Jesús
14100 SW 144 Ave. Miami, FL 33186
Tel: 305.382.3171 - Fax: 305.382.3178
Impreso en los Estados Unidos de América
Índice

Introducción

1 El Sacerdocio en Crisis

2 El Sacerdocio Levítico y de Melquisedec

3 Un Sacerdote del Nuevo Testamento

4 Responsabilidades del Sacerdote

5 Un Llamado a la Santidad

Para otros libros, manuales y prédicas del


Apóstol Guillermo Maldonado, haga clic aquí

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Introducción

Dios me ha dado el privilegio de escribir muchos libros, y cada


uno de ellos nace de mi íntima relación con Dios. Es en medio
de la oración que Su Espíritu me da revelación y discernimiento
de los tiempos que vivimos y de lo que Jesús espera de Su Iglesia.
Hace un tiempo, Él me mostró el dolor de Su corazón por el de-
terioro del sacerdocio en los hogares y en la iglesia. Me mostró
también las consecuencias de estar falto de un sacerdocio santo en
el mundo de hoy. El Señor me dijo, “¡El sacerdocio está dormido y
debe despertar!”

Una característica terrible de esta generación es que ha abando-


nado el sacerdocio, ha abdicado su autoridad y los estándares
de santidad y pureza los ha perdido por completo. Los hombres
crecen ignorando sus responsabilidades como sacerdotes. Las
mujeres han tenido que asumir cargas que resultan demasiado
pesadas para ellas; y eso las está desgastando, dando lugar a que el
enemigo gane terreno en los hogares y en la iglesia, produciendo
un impacto negativo en la sociedad.

El anhelo del corazón de Dios es que el sacerdocio, al igual que


la oración, sean restaurados a todo nivel, en preparación para la
segunda venida de Cristo. Esta generación de sacerdotes necesita
salir del letargo donde está sumida. Requiere permanecer velando

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Introducción

y orando para discernir los tiempos que vivimos y oír la voz de


Dios. Este real sacerdocio debe asumir su responsabilidad a todo
nivel, para convertirse en la voz profética de Dios, cumplir Su
voluntad en la tierra, restaurar los altares caídos, ministrar adora-
ción al único Dios verdadero, y ser luz en medio de las tinieblas.

Hoy, Dios está levantando un remanente de hijos e hijas que no


se han dejado contaminar por el sistema del mundo, que viven
en santidad, apartados y separados para Su uso exclusivo. Ese
remanente ha asumido responsabilidades sacerdotales y preparan
el camino para la segunda venida del Gran Rey, Jesucristo, el Hijo
de Dios.

Usted forma parte de ese remanente. ¡Despierte y tome su lugar!


Solo así la bendición de Dios vendrá sobre su casa, el crecimiento
llegará a su ministerio, y la gloria de Dios cubrirá toda la tierra.

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1 El Sacerdocio
en Crisis

En el principio, Dios creó un reino de reyes y sacerdotes, y en el


huerto de Edén le dio a Adán –a quien había creado a Su imagen
y semejanza–, la responsabilidad de ser el sumo sacerdote y rey
de la creación (vea Génesis 1:26-28). De la misma forma, Dios
estableció que el hombre fuera la cabeza y autoridad máxima en
la familia (vea Efesios 5:22-24). Dios impartió la misma autoridad
a Su pueblo; por eso, la Escritura lo llama “linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” (1 Pedro
2:9); y esto lo ratifica el libro de Apocalipsis al afirmar que, Jesús
nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre (Vea, por ejemplo,
Apocalipsis 1:6; 5:10).

Sin embargo, antes de entrar a estudiar la crisis del sacerdocio,


que es el tema principal de este capítulo, conozcamos qué es el
sacerdocio desde el punto de vista bíblico.

¿Quién es un sacerdote?
La intención original de Dios siempre fue empoderar a Su pueblo
para que, por medio de la alabanza y la adoración, desarrolle una
relación íntima con Él; y ésa es la clave de la función sacerdotal.
“Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es cons-
tituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que

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El Sacerdocio en Crisis

presente ofrendas y sacrificios por los pecados” (Hebreos 5:1). Por


eso, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento la figura del
sacerdote aparece descrita como uno que ofrece sacrificios espiri-
tuales a Dios.

Ahora voy a comenzar a derribar algunos mitos, porque para ser


un sacerdote no se requiere usar una sotana, ni vivir encerrado en
un monasterio eludiendo el contacto con el mundo secular, como
la iglesia católica le hizo creer al mundo durante siglos. Jesús es el
modelo del sacerdote del Nuevo Testamento. Él vistió conforme a la
costumbre de Su época, caminó con la gente, vio sus necesidades,
compartió sus alegrías, lloró sus pérdidas, se gozó en sus fiestas,
oró e intercedió por ellos y se ofreció a Sí mismo en favor de ellos.
De esa manera se convirtió tanto en el sacerdote que ministraba el
sacrificio, como en el sacrificio mismo. Él es el Cordero sin mancha
que borra el pecado del mundo (vea, por ejemplo, Hebreos 9:14; 1
Pedro 1:19).

El sacerdocio entra en crisis


Ahora, volvamos a Edén, el lugar donde comienza la crisis del
sacerdocio. Si bien, Adán y Eva tenían autoridad dada por Dios
para gobernar sobre la creación, la primacía de la autoridad reca-
yó sobre el varón. Dios le dio a Adán un reino, incluso antes de
hacer pactos con él. No obstante, cuando el primer hombre aceptó
comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, automáti-
camente abdicó su autoridad, se sometió a los designios de Eva y
se rebeló contra Su creador. En ese mismo instante el sacerdocio
entró en crisis y las consecuencias de esa condenación continúan
arrastrándose hasta nuestros días.

Una de las secuelas directas de la crisis sacerdotal es el colapso y


la corrupción moral de la sociedad. Por esa razón, es común oír
a la gente decir, “Si los sacerdotes, pastores, maestros, profetas,
apóstoles, evangelistas y líderes cristianos pueden mentir, robar,

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La Restauración del Sacerdocio

adulterar, fornicar, divorciarse, juzgar, criticar y airarse; entonces


nosotros también podemos hacerlo”. La gente ve en la crisis del
sacerdocio una licencia para bajar sus propios estándares morales.
Cuando la iglesia debilita su posición o no es firme para actuar
ante la inmoralidad y la injusticia, deja de marcar la diferencia en
una sociedad que espera caminar bajo su liderazgo.

El sacerdocio es la brújula
moral de la sociedad, y lo único
que legitima a la iglesia.

Una generación sin un sacerdocio íntegro vive en la anarquía. De


hecho, el mal y la corrupción solo serán erradicados de un hogar,
una ciudad, nación o iglesia que tenga un sacerdocio honesto,
que se pare firme, que presente sus cuerpos como sacrificio vivo,
que ofrezca alabanza y adoración, que haga el bien a los demás y
presente ofrendas a Dios. Cuando la decadencia moral alcanza al
sacerdocio, eso afecta todos los niveles de la sociedad. La iglesia
jamás será legitimada por su carisma, oratoria, educación, prédi-
cas o enseñanzas poderosas; pero sí lo será por la fidelidad de su
sacerdocio para oír lo que Dios está hablando para este tiempo, y
para actuar en consecuencia, con denuedo y moralidad.

En la actualidad, la mayoría de hombres no ejercen el sacerdocio


que Dios les asignó. La razón por la que ahora el ministerio de
intercesión está repleto de mujeres, es porque los hombres han
abandonado su función sacerdotal, y ahora esos ministerios son
calificados como femeninos. Lo cierto es que, ante la deserción
del hombre –es decir, desde que el hombre abdicó su autoridad en
Edén–, las mujeres han tenido que asumir funciones que no les
competen. Como resultado, vemos mujeres abrumadas, cansadas
y quemadas, porque están llevando cargas que no concuerdan con
el diseño de Dios para ellas.

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El Sacerdocio en Crisis

El problema en la sociedad moderna es que los hombres quieren


ser reyes sin ser sacerdotes; quieren gobernar, pero no servir; mu-
cho menos que les hablemos de buscar a Dios. Pero en el reino
de Dios las cosas no funcionan así. Es verdad que los hombres
hemos sido llamados a ser reyes y sacerdotes. Sin embargo, un rey
es quien marcha primero a la guerra, quien guía al ejército en las
batallas; y un sacerdote es quien presenta ofrendas y sacrificios a
Dios. En el sacerdocio de Melquisedec, en el de los hijos de Aarón,
y en el de los levitas, vemos un patrón: todos los que ejercían el
sacerdocio eran hombres; no mujeres. Y no me malentienda; una
mujer puede cumplir funciones sacerdotales, pero quien está lla-
mado a ser el sumo sacerdote en la casa es el hombre.

En la Biblia, el sacerdocio siempre


le ha correspondido al hombre.

Causas de la crisis del sacerdocio


Podemos identificar muchas causas; sin embargo, cuatro son las
principales razones por las que el sacerdocio está en crisis:

■■ La corrupción del carácter

A lo largo de la Escritura leemos que las reprensiones más


fuertes de Dios siempre fueron contra los falsos profetas y los
sacerdotes corruptos. “Porque los labios del sacerdote han de
guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque
mensajero es de Jehová de los ejércitos. Mas vosotros os habéis
apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley;
habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos”
(Malaquías 2:7-8).

En el tiempo de Malaquías el sacerdocio se había corrompido


de tal manera que, en lugar de mostrarle al pueblo el camino
del Señor, lo hacían tropezar. Y es que un sacerdocio corrupto

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La Restauración del Sacerdocio

corrompe una familia, una iglesia, una nación; el pueblo le pier-


de respeto y Dios dice: “Por tanto, yo también os he hecho viles y
bajos ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado
mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas” (Malaquías
2:9).

Un hombre que no ejerce el sacerdocio en su familia carece de


autoridad moral para guiar a sus hijos en los principios y valores
bíblicos. Una nación sin sacerdocio no puede vivir bajo estándares
de justicia y moralidad. Si el sacerdocio viola las leyes de la nación,
el país está en problemas y bajo maldición. “Y será el pueblo como
el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus
obras” (Oseas 4:9). Quiere decir que, cuando el sacerdocio cae, el
pueblo recibe el castigo de la corrupción, la iglesia pierde autori-
dad y deja de ser luz.

Ninguna sociedad se desmorona si antes


no se ha desmoronado su sacerdocio.

Los estándares de moralidad han sido degradados por el sacer-


docio mismo, y para la sociedad de hoy eso no significa nada. El
sacerdocio es enteramente cuestionable; sus obras son tan corrup-
tas como las de cualquiera. No hay diferencia entre lo justo y lo
injusto, entre lo puro y lo impuro, entre lo bueno y lo malo. Los lla-
mados a ejercer el sacerdocio, mienten, se emborrachan y cometen
fraude, igual que los demás. Hay personas que, cuando nos hablan,
sabemos de antemano que no guardarán su palabra; no hay razón
para creerles, porque tiene la intención de no cumplir; hacen pro-
mesas que pronto olvidan; no honran su palabra ni siquiera en un
documento legal. Por eso, en la sociedad moderna, al igual que en
la iglesia de este tiempo, la gente dice una cosa y hace otra, si acaso
hace algo.

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El Sacerdocio en Crisis

Cuando la justicia y la rectitud faltan


en el sacerdocio, la integridad
pierde sentido en la sociedad.

Un claro ejemplo de corrupción sacerdotal son los hijos de Elí,


quienes “…eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Je-
hová... Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los
jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jeho-
vá… Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían
con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la
puerta del tabernáculo de reunión” (1 Samuel 2:12, 17, 22). Esos
sacerdotes pecaban y hacían pecar al pueblo.

Muchos de los sacerdotes de hoy no son muy diferentes. Predican


mensajes que justifican el estilo de vida licencioso de la gente, por-
que ellos mismos viven en impiedad y sin temor de Dios. Niegan
o distorsionan la verdad en nombre del mensaje de la súper gracia
–el cual ha hecho que la gente se amolde al pecado–, en lugar de
dejarse transformar por Dios hasta reflejar el carácter de Cristo.
Cuando alguien se siente cómodo con su pecado, no cambia. Asi-
mismo, un sacerdote no puede pedirle al pueblo que sea justo, si
su vida personal no es ejemplo de rectitud y buena moral.

Ningún sacerdote tiene autoridad moral


para reprender aquello que practica.

Si nos unimos a lo que no proviene de Dios, no podremos repren-


derlo. Jesús les dijo a los escribas: “¿Cómo puede Satanás echar
fuera a Satanás?” (Marcos 3:23). Tristemente, el sacerdocio se ha
apartado de la rectitud y la santidad de Dios; por eso no puede
denunciar el pecado, porque forma parte del mismo. De ahí que,
cada vez que la iglesia intenta levantar su voz en la sociedad, no
es oída ni respetada, porque la corrupción grita tan fuerte que no
deja oír lo que tiene que decir. Es verdad que todavía hay cosas con

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La Restauración del Sacerdocio

las que todos luchamos, porque seguimos creciendo en el Señor


y cometemos errores. No obstante, esto difiere de llevar abierta-
mente una vida de pecado e iniquidad.

La verdad y la justicia deben ser


nuestro estándar de vida.

¿Cómo le podemos decir a alguien que no mienta, que no cometa


injusticias o no robe, si quienes deben dar el ejemplo mienten, ro-
ban y son injustos? En ese momento se pierde la autoridad moral.
Cuando alguien dice una mentira, debe seguir mintiendo para
protegerse; pero la verdad sigue siendo una y no puede ser torci-
da. No existe tal cosa como una verdad a medias, o una segunda
versión de la verdad.

Dice la Biblia: “Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos;


porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir”
(Isaías 59:14). ¿La verdad tropezó en la plaza? ¿La equidad no pudo
venir? ¿Qué nos quiere decir el Señor? Aquí Dios nos enseña la
decadencia de la moralidad. El común de la gente dice que nada
está mal y que todo es válido, “mientras los haga felices”. ¡Eso es
comprometer la verdad para sentirse bien! Si lo permitimos, per-
deremos la autoridad dada por Dios. Si el sacerdote no es capaz de
marcar la diferencia en la sociedad donde vive, tampoco está apto
para representar al pueblo ante Dios, ni puede ir contra el enemi-
go para defender a su familia o para arrebatarle los territorios que
éste le ha robado. Por ejemplo, las finanzas, la vida de sus hijos, su
ministerio, etcétera.

Cada vez que Israel fue a la guerra


sin la guía de su sacerdocio,
perdió las batallas.
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El Sacerdocio en Crisis

Nuestra generación está viendo el incremento de la inmoralidad


en los sacerdotes de la iglesia católica, lo cual se evidencia en el
abuso sexual de niños, violación de mujeres, relaciones homo-
sexuales o adúlteras, entre otras aún no admitidas. Claro que tam-
bién hay corrupción moral en la iglesia cristiana protestante. Por
ejemplo, escándalos de fraude, adulterio, divorcios, mal uso de los
diezmos y abuso de autoridad. Todo esto ha conducido a que la
sociedad margine a la iglesia; porque el sacerdocio ha encubierto
el pecado, en lugar de reconocerlo, arrepentirse y dejar que Dios
los transforme.

El sacerdocio se ha corrompido a tal nivel, que hay denomina-


ciones que ordenan hombres y mujeres homosexuales al minis-
terio, o casan parejas del mismo sexo, desoyendo el mandato de
Dios (vea, por ejemplo, Levítico 18:22). Incluso permiten subir a
los altares, líderes de alabanza abiertamente homosexuales; y no
tengo nada contra esas personas, porque entiendo que Dios ama al
pecador, pero aborrece el pecado. Por todas estas cosas, la iglesia
ha perdido autoridad para mostrarle a la sociedad cómo vivir una
vida recta. Antes, si un político lograba el respaldo de un pastor,
la gente entendía que ese hombre era justo y respetable; hoy, ya no
les importa escuchar la voz de la iglesia.

■■ El abandono del sacerdocio

La cultura occidental ha impuesto la idea de que los asuntos


espirituales o de Dios son “cosas de mujeres”. De ahí que, quien
ora en casa es la mujer; quien va a la iglesia y educa a los hijos
en el temor de Dios es la mujer; quien ayuna, ofrenda y ofrece
sacrificios al Señor es la mujer. Dios les entregó el sacerdocio a los
varones; pero, al igual que Adán, el hombre ha abandonado su
llamamiento santo. Por eso, las mujeres han tenido que asumir
responsabilidades sacerdotales en el hogar; una tarea para la cual
Dios no las comisionó.

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La Restauración del Sacerdocio

Además, los divorcios cada vez dejan más familias sin sacerdotes;
y los hombres que permanecen casados acostumbran trabajar
duro, todo el día, y llegar a casa solo a sentarse frente al televisor.
Consideran que su única obligación es ser proveedores; por eso
tienen un trabajo a tiempo completo y varios trabajos de tiempo
parcial, para cubrir las necesidades de la casa. A ellos, el diablo se
encarga de mantenerlos trabajando mucho y ganando poco, para
que la necesidad no les permita asumir su función sacerdotal.
Mientras tanto, la tarea de guiar a los hijos ha recaído en la mujer.
De ahí que los hijos únicamente tienen un referente femenino, y
solo reciben de papá, abandono, malos ejemplos y falta de amor.

■■ El matriarcado y el machismo

Cuando Dios tuvo que desalojar a Adán y Eva de Edén, a


causa de su pecado, les explicó las consecuencias que eso traería.
“A la mujer dijo: …y tu deseo será para tu marido, y él se enseño-
reará de ti” (Génesis 3:16). Por eso, desde siempre, el enemigo ha
atacado el sacerdocio del hombre con un espíritu de machismo,
pero también con un espíritu de matriarcado. El machismo es una
distorsión del sacerdocio, por el cual el hombre, en lugar de ejercer
autoridad a través del amor, servicio y ejemplo, subyuga y hiere a
toda su familia. Los hijos le temen, pero no lo respetan. La esposa
le obedece, pero es maltratada, como si fuera inferior a él.

Como contrincante del machismo, se levanta el espíritu matriar-


cal. Debido a que el hombre abdicó su autoridad en Edén, la mujer
ha tomado el lugar que le correspondía al hombre como autoridad
espiritual y cabeza de familia. Sin embargo, es importante recal-
car que, aunque todos somos sacerdotes, no todos somos cabeza
sacerdotal. Si bien todos tenemos autoridad espiritual, no todos
tenemos la misma autoridad; y aunque los ministerios no son da-
dos conforme a género, al hombre le ha sido asignado el ejercicio
del sacerdocio en la familia.

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El Sacerdocio en Crisis

■■ La ignorancia

Como consecuencia de los puntos anteriores vemos que hay


una generación que no sabe qué es el sacerdocio. Nunca vieron
esa figura en el hogar ni en sus iglesias. La ignorancia es un arma
que el enemigo usa para alejar a la gente de la verdad. Hoy, el sa-
cerdocio es un tema que ha quedado en el abandono; no se enseña
en seminarios, institutos bíblicos ni discipulados. Por lo mismo,
aunque el hombre quiere asumir su rol sacerdotal, no sabe cómo
hacerlo, y sufre las consecuencias de desobedecer a Dios, “…aun
sin hacerlo a sabiendas…” (Levítico 5:17).

Dos clases de ignorancia

Hay dos tipos de ignorancia en el ser humano: La ignorancia


involuntaria y la ignorancia voluntaria.

●● La ignorancia involuntaria

Nadie elige este tipo de ignorancia, sino que infaliblemente


viene como consecuencia de no haber sido expuestos a la verdad.
Hoy, la sociedad se preocupa más porque los niños se preparen
para competir en el mercado laboral, que por enseñarles principios
morales y educarlos para ejercer el sacerdocio establecido por Dios.
La mayoría de iglesias no enseñan a los cristianos sus deberes sa-
cerdotales, ni los instruyen para ser buenos hijos, esposos y padres.
Sin embargo, Dios está levantando una nueva generación, y está
restaurando a los hombres a sus funciones sacerdotales, tanto en la
familia, como en la iglesia y el gobierno.

La Biblia nos muestra la historia del rey Josías, quien a los ocho
años comenzó a reinar sobre Judá, y una de sus más grandes obras
fue restaurar el sacerdocio de Israel. Las reformas que emprendió
durante su reinado aparecen en el segundo libro de Crónicas. Su
predecesor, el rey Amón, padre de Josías, había corrompido al

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La Restauración del Sacerdocio

pueblo levantando altares en honor a dioses paganos, pero cuan-


do Josías subió al trono, comenzó a eliminar todos esos altares,
destruyó las estatuas y sacó a los sacerdotes falsos del templo, a fin
de restituir el verdadero sacerdocio de Jehová.

¿Qué produjo este cambio tan radical? Mientras reconstruía el


templo, el rey encontró el libro de la ley, de cuya existencia no
tenía conocimiento, y comenzó a leerlo. Entonces, Dios le trajo
convicción de pecado, y Josías fue rápido para arrepentirse. Acto
seguido, el rey mandó que todo el pueblo obedeciera la ley del
Señor. “Y subió el rey a la casa de Jehová, y con él todos los varones
de Judá, y los moradores de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y
todo el pueblo, desde el mayor hasta el más pequeño; y leyó a oídos
de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado
en la casa de Jehová. Y estando el rey en pie en su sitio, hizo delan-
te de Jehová pacto de caminar en pos de Jehová y de guardar sus
mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su corazón
y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto que
estaban escritas en aquel libro” (2 Crónicas 34:30-31).

Hoy, el Señor está levantando una generación de líderes jóvenes,


con temor de Dios y revelación de sus funciones y autoridad
sacerdotales. Son líderes que aman y cuidan a sus esposas, que
crían a sus hijos en obediencia al Padre y son de influencia en la
sociedad. Esos Josías modernos acatan el llamado, viven en san-
tidad y levantan la bandera de la justicia en la tierra, para liderar
al remanente que verá la segunda venida de nuestro gran sumo
sacerdote, Jesucristo.

●● La ignorancia voluntaria

Existe otro tipo de ignorancia que es peor que la anterior, y


se escoge voluntariamente. Dice la Escritura que “aquel siervo
que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin

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El Sacerdocio en Crisis

conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco…” (Lu-


cas 12:47-48).

Aquí, Dios claramente nos advierte que la ignorancia no es excusa


ni nos exime de pecado. Cuando Él demanda que el hombre ejerza
el sacerdocio, es porque lo considera un asunto serio. Por eso, el
Señor dijo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.
Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio;
y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de
tus hijos” (Oseas 4:6). Dios quería que Israel fuera una nación de
sacerdotes, pero ellos eligieron ignorar al Señor. Lo mismo ocurre
en nuestro tiempo y las consecuencias de antes son iguales a las
de hoy: la gente pierde sus matrimonios, el pueblo es derrotado,
sus casas son asoladas y sus hijos caen atrapados en vicios, de-
lincuencia y depresión. Todo, porque sus padres no supieron ser
sacerdotes en su casa y prefirieron ignorar la voz de Dios.

La fortaleza más grande que el enemigo


ha levantado en la mente del
hombre es la ignorancia.

Hoy en día no hay excusas para la ignorancia. Los recursos están


disponibles y el Espíritu Santo está dispuesto a asistirnos y guiar-
nos a toda verdad.

Activación
Amado lector, el desafío está de su lado. Hoy lo reto a que se ponga
de pie y enfrente la realidad de su sacerdocio. Si reconoce que no
ha sido el sacerdote que su familia necesita; si ha abdicado como
sacerdote y entregado las riendas de su casa a su esposa; si el es-
píritu de machismo o de matriarcado le impiden ser un sacerdote
conforme al diseño de Dios; si está corrompido por el pecado y la
inmoralidad, o simplemente ignora qué es ser un sacerdote, cuáles

17
La Restauración del Sacerdocio

son sus funciones y cómo ejercer el sacerdocio; entonces, no se


detenga y siga leyendo. ¡Dios le está llamando ahora!

Acompáñeme a hacer la siguiente oración:

“Amado Padre celestial, vengo delante de Tu presencia porque


siento que he sido confrontado. Ahora entiendo que no soy el
sacerdote que Tú quieres que sea. He corrompido mi sacerdo-
cio y no tengo el respeto de mi familia. Me he dejado dominar
por el machismo y el matriarcado; no sé cómo ser ese sacer-
dote que les da dirección a sus hijos, que hace que su esposa
se sienta amada, segura y respete a su esposo. Antes no sabía
lo que es un sacerdote ni conocía sus funciones reales. Hoy te
pido perdón de todo corazón. Me arrepiento sinceramente y
renuncio a todo lo que me ha impedido ejercer el sacerdocio.
Me comprometo a salir de la ignorancia, a sacar la corrupción
de mi vida y convertirme en un sacerdote a través del cual el
sacerdocio de Cristo pueda fluir sobre mi esposa, mis hijos,
mi casa y toda esfera de mi vida. Te doy gracias Señor, ¡en el
nombre de Jesús! ¡Amén!”

Testimonios
Joshua creció sin padre y sin Dios, en un hogar donde el sacerdo-
cio estuvo totalmente ausente. Éste es su testimonio:

“Sé que muchos jóvenes se pueden identificar con mi historia


porque ocurre a menudo. Yo crecí sin padre. Siempre me faltó
su ejemplo; alguien a quién seguir o a quién parecerme. Mi vida
era un caos y estaba fundada en la rebeldía; no tenía identidad ni
conocía el amor de Dios. No respetaba reglas; le faltaba el respeto
a mi madre, a mi padrastro, y a quien fuera. Era tanta mi rebeldía
que mis padres estaban a punto de echarme de la casa, creyendo
que nunca iba a cambiar. Vivía deprimido, hundido en las drogas;
pasaba horas bebiendo alcohol, solo, en mi habitación. Me sentía

18
El Sacerdocio en Crisis

vacío y perdido. Hacía lo que fuera para calmar el dolor en mi


corazón. Las drogas me ayudaban por un rato, pero poco después
volvía a sentir ese enorme vacío. ¡No veía salida a mi situación!
Sin embargo, hoy puedo decir que la única respuesta es Jesús.
Pero no fue fácil; Él tuvo que perseguirme. Gracias a Él, ahora,
soy una prueba viviente de lo que puede hacer Su amor. Después
de tantas noches de vacío y soledad, ahora me siento una persona
nueva. Dios restauró la relación con mi padrastro, mi madre y mi
hermano menor. Siempre había anhelado que mi mamá me dijera
‘te amo’, pero como nuestra relación estaba rota, ella nunca había
podido hacerlo, hasta ahora. Llevaba cinco años sin hablar con mi
padrastro, pero ahora tenemos una buena relación. Dios incluso
restauró la relación con mi padre biológico, quien me encontró
a través de Facebook. Hoy, mi hermano menor me ve como un
ejemplo, y ha decidido dar su vida a Cristo; quiere seguir la visión
de nuestra iglesia porque ve los frutos en mi vida y en mis relacio-
nes. Dios me trajo a casa y me ha permitido traer conmigo a mi
familia, para que juntos le sirvamos a Él”.

¡Es impactante cómo Dios puede cambiar una vida con solo tener
un encuentro con Su amor de Padre, el cual se refleja en hombres
que saben ejercer su sacerdocio!

“Mi nombre es Kelly. Antes de llegar a Dios, todo era diferen-


te; vivíamos una vida desordenada y con muchas carencias. Gran
parte de mi infancia la viví en medio del caos. Recuerdo lo que
sentía en esos días en que no teníamos un hogar ni estabilidad,
porque siempre nos desalojaban de donde vivíamos, ¡una y otra
vez! Incluso, un par de meses llegamos a vivir, mi familia y yo
(ocho personas), en un cuarto de hotel. La relación de mis padres
era tan mala que llegó al borde del divorcio. Mi padre, que ya se
había ido de la casa, un día se reunió con mi madre en un restau-
rante, con los papeles de divorcio en la mano. En el restaurante se
encontraron con un conocido de ellos, que había pasado una gran

19
La Restauración del Sacerdocio

crisis financiera. Incluso, ellos lo habían visto ir al trabajo en bi-


cicleta. Sin embargo, ahora tenía su auto y se veía muy cambiado.
Mis padres le preguntaron qué había hecho, y él les dijo que Dios
lo había transformado y ahora tenía una vida nueva y bendecida
en Cristo. Ese día sus vidas cambiaron por completo. Mis padres
decidieron hacer lo mismo y fueron con él a la iglesia. En un solo
servicio, Dios transformó sus vidas para siempre. Ese mismo
día, el apóstol Maldonado les dio una palabra profética para su
matrimonio y ¡todo cambió! La impartición fue tan radical que
hoy, ellos son un ejemplo para mí y mis hermanos, porque son
verdaderos sacerdotes del reino de Dios. Ahora, caminamos bajo
cielos abiertos; el negocio de mi padre ha sido bendecido, nuestras
finanzas fueron restauradas, y hasta tenemos una casa propia en
una excelente zona de la ciudad. Podemos viajar y acompañar a
nuestro apóstol en sus viajes misioneros. Todos servimos a Dios
en áreas diferentes. Siempre le damos la gloria a Él por lo que hizo
en nuestra familia. El manto del sacerdocio que está sobre la iglesia
hizo la diferencia en nuestro hogar. Mis padres y su compromiso
con Dios me han formado, y cambiaron mi manera de acercarme
a Él. Jesús restauró el sacerdocio en nuestro hogar, y yo le estaré
por siempre agradecida. Ahora, en mi casa se siente Su presencia
y eso no tiene precio. ¡Gracias Abba!”

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Si este libro es de bendición para usted, su familia
o su ministerio, le agradecemos que nos envíe sus
comentarios. Si tiene un testimonio del poder de
Dios llámenos al 305-382-3171 o escríbanos a:

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