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Filosofía y ciencia
A lo largo de nuestra vida nos formulamos preguntas tales como: ¿Qué soy? ¿Qué es la
conciencia? ¿Puedo sobrevivir a la muerte temporal? ¿Por qué existe algo? ¿Cuál es la
diferencia entre pasado y presente?. A diferencia de preguntas tales como ¿cuándo sube la
marea?, las cuales pueden ser respondidas mediante la experiencia o el conocimiento
empírico, las preguntas anteriores requieren un mayor grado de reflexión o lo que se
denomina auto-reflexión o capacidad de reflexionar sobre sí mismos, sobre la posición
tomada, sobre la compresión de lo que decimos, preguntarnos si lo que decimos es
“objetivamente” cierto. De esta manera observamos el andamiaje de nuestro pensamiento,
hacemos ingeniería de conceptos.
La reflexión es importante porque forma un continuo con la práctica. Lo que pensamos sobre
las cosas que hacemos influye en nuestra manera de hacerlas. Puede influir en nuestras
investigaciones, en nuestras actitudes.
Así mismo, la reflexión puede ser vista como algo peligroso, ya que no hay forma de saber por
adelantado adónde nos puede llevar. Mucha gente se siente incómoda o se indigna ante
ciertas preguntas filosóficas. Algunos temen que sus ideas puedan salir peor paradas de lo que
desearían si se pusieran a pensar en ellas.
Filosofía y ética
A la hora de diferenciar la moral de la ética, hay que aclarar ciertos aspectos. Ética
etimológicamente proviene de “ethos” que inicialmente significaba “morada” y luego pasó a
ser “carácter o modo de ser”, al igual que moral, que inicialmente significada “costumbre” y
luego pasó a ser “carácter o modo de ser”.
La moral prescribe normas y leyes, a diferencia de la teoría que únicamente describe una
situación. Por ejemplo, “Juan asesinó a su tia”, es una acción que sin dudas está sujeta a algún
tipo de juicio moral, y nos despierta inmediatamente juicio valorativo. Para determinar si un
acto es moral o inmoral es necesario un código de referencia, mientras que lo moral-amoral
señala el alcance de la moralidad de la humanidad. Si una obra es amoral, está desprovista de
sentido moral.
Adela Cortina define la moral como aquellos principios, normas y valores que determinan si un
acto es bueno o malo. La ética por su parte, se encarga de reflexionar sobre los problemas
morales e intenta justificar códigos de la comunidad. Mientras la moral se pregunta qué
debemos hacer, la ética se cuestiona por qué lo debemos hacer.
ÉTICA —- MORAL —- ACCIONES
La ética cumple con tres funciones: define qué es la moral, principios, normas, fundamenta la
moral, y aplica a los diferentes ámbitos los resultados anteriores.
Paul Ricouer concibe la ética vinculada a la decisión de vivir juntos. Se trata de comprender
que con las decisiones tomadas respecto al bien y el mal, estamos decidiendo la comunidad
que formamos, cómo es nuestro vínculo con los otros y cómo nos cuidamos mutuamente.
De acuerdo a este filósofo, la concreción personal se logra llevada a cabo en amistad, en una
comunidad medida por instituciones.
Michael Foucault concibe la ética como el uso reflexivo de la libertad. “Uso” supone aquello
que se realiza se incorpora, se apropia tanto a nivel conceptual como de acción. De este modo,
se entiende que sea reflexivo desde el punto de vista gramatical. Finalmente, no hay ética sin
libertad.
Dilemas morales
Un dilema consiste en una situación problemática en la cual hay sólo dos instancias posibles,
pero ninguna de ellas es completamente viable o satisfactoria. Cuando el dilema es moral,
genera un conflicto de valores en donde cualquier decisión nos provocará “problemas de
conciencia”. Ej: un padre que le comunica al médico que no quiere donarle un riñón a su hija,
aquí el médico debe guiarse por la sinceridad o la pasión a la hora de comunicárselo a la niña.
En este caso, primero se debe pensar la situación, luego considerar normas o principios éticos,
luego tomar la decisión, luego llevar a cabo la acción y finalmente aceptar el retorno.
Las distintas culturas tienen códigos morales diferentes, por lo cual no hay una verdad objetiva
en moral. Sin embargo, hay un problema con esta argumentación. En primer lugar, las
creencias, cada cultura cree que la moral verdadera es la suya.
De todas maneras, puede presentarse el denominado “relativismo cultural”, y que lo correcto
e incorrecto no sea algo universal, sino que dependa de tradiciones heredadas. Dicho concepto
nos permite darnos cuenta que nuestras prácticas son sólo productos culturales, y que no
pueden ser juzgadas como buenas o malas desde la moral. Ej.: topless, así como también nos
permite mantenernos abiertos sobre ciertas costumbres.
En primer lugar se encuentran las éticas cognitivistas, aquellas que sostienen que la ética es
un área del conocimiento al igual que la ciencia. Por el contrario, las éticas no cognitivistas
sostienen que los juicios éticos no tienen nada que ver con el conocimiento, sino que son sólo
expresiones subjetivas de nuestras emociones (ej.: emotivismo).
Dentro de las cognitivistas se encuentran las teleológicas, cuyo origen proviene del griego
“telos” o finalidad. Definen las acciones morales buenas como aquellas que responden a un
fin. La otra rama son las deontológicas,(“deon” significa deber) impulsadas por Kant, y que
ponen el acento en que hay que hacer el bien sólo por cumplir con el deber.
Dentro de las teleológicas se encuentran las naturalistas y las intuicionalistas (Moore).
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Dentro de las naturalistas, las éticas de las virtudes y las consecuencialistas. El utilitarismo es
una teoría ética consecuencialista representada por Bentham-Stuart Mill y determina que los
fines pueden variar según las consecuencias, siendo bueno aquello justamente que tenga
óptimas consecuencias (“el fin justifica los medios”). Las éticas de las virtudes se dividen en
eudaimonismo, representada por Sócrates, Platón y Artistóteles, proveniente del griego
“eudaimon” o felicidad y justamente se basa en que hay que hacer lo mejor para lograr
felicidad. Por otro lado se encuentra el hedonismo, representada por Epicuro, proveniente del
griego “hedone” o placer, y se basa en que hay que hacer lo mejor para obtener placer.
El origen de la filosofía
Milesios e itálicos
El origen de la filosofía occidental se produjo primero entre los jonios, alrededor del año 600
a.C. Aristóteles la reconoció como el origen de toda filosofía: la maravilla, la curiosidad por la
naturaleza de las cosas. Los jonios se preguntaban ¿por qué las cosas son como son y
acontecen cómo acontecen? A su vez reflejaban una actitud de desapego y notable
indiferencia por la religión tradicional, impulsada por los poemas homéricos.
Los principales representantes de la filosofía jónica eran Tales, Anaximandro y Anaxímenes,
todo de Mileto, la ciudad más rica y poderosa de Jonia. Fueron astrónomos, agrimensores y
geógrafos. Tales predijo eclipses, Anaximandro inventó el reloj de sol. Todos se sentían
atraídos por los meteoras, o fenómenos atmosféricos y por los movimientos de los cuerpos
celestes. Ellos consideraban que el origen de los cuerpos celestes estaba en los meteoras. Se
oponían totalmente a la manera de pensar de lo eterno, trascendente mundo de las estrellas
que se hizo dominante en la filosofía griega posterior.
Tales explicó la cosmología o el origen del universo a través de una materia primordial viviente
y única, indefinida en su extensión, llamada “humedad” (“hyron” en griego). Anaximandro la
llamó “indefinido-ilimitado” (“apeiron” en griego), concebido como una figura esférica.
Anaxímenes la llamó “aire” (“halito” en griego), asemejando la vida del universo a la del
hombre, cuyo principio es justamente el aire. Los tres autores coincidieron en llamar a dicha
materia “divina”, haciendo referencia a que era viviente y eterna. Concibieron el proceso de
origen del universo como una separación y nueva combinación de los opuestos (“caliente” y
“frío”, “húmedo” y “seco”). Estos opuestos son cosas “lo calor”, “lo húmedo”. Todo este
proceso se hallaba gobernado por una ley o ritmo de equilibrio llamada “justicia” o “dike” en
griego.
El método de los milesios no se apoyaba en una argumentación razonada, ya que tiene como
base unos pocos hechos observados de manera no sistemática. En realidad se aproxima más al
forjador de mitos que al auténtico hombre de ciencia. Apelaban a las técnicas sin mostrar una
verdadera inclinación científica.
El segundo origen se produjo entre los itálicos, que surgieron luego de la caída de Jonia en la
zona de Italia Meridional y Sicilia. Aquí llegó Pitágoras, emigrado de Samoa, y fundó la
confraternidad pitagórica o también llamada escuela itálica. Detrás de ella se encontraba el
movimiento religioso conocido como “orfismo”, basado en rituales de purificación y una
extensa literatura de Orfeo, adoptado como profeta. Su doctrina determinaba que el hombre
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es una mezcla divina y terrenal, y la purificación y liberación del elemento divino es el fin al
cual apuntan los órficos. El alma era un dios inmortal encarcelado en el cuerpo condenado.
En la escuela itálica la búsqueda de la verdad era diferente a los milesios. Adoptaron de los
órficos la doctrina que proclamaba que el alma era divina e inmortal, y estaba encarcelada en
el cuerpo y condenada a reencarnaciones hasta que se purifique y retorne al mundo divino.
Los itálicos se preguntaba ¿cómo puedo librar el cuerpo de esta muerte y volver a ser un Dios?
Según Pitágoras lo que hace que el alma sea divina es el intelecto, el poder de conocer la
verdad eterna. Esa verdad estaba expresada como un elemento de forma, límite y armonía y
por el orden de los cuerpos celestes. Este orden se vincula con la principal ideología de
Pitágoras, quien sostenía que la realidad de las cosas podía ser expresada en términos
numéricos. Esta fue la raíz que luego dio origen a la física y matemática. Según los pitagóricos
el orden, límite, contorno son todos elementos del bien, mientras que la oscuridad, el
desorden y el movimiento son todos elementos del mal.
ni completa separación ni fusión de elementos, pueden existir entes particulares tal como los
conocemos.
Anaxágoras explicaba la sensación afirmando que experimentamos calor, frío por la presencia
en nosotros de los correspondientes opuestos. Lo caliente en nosotros es enfriado, lo frío
calentado.
Empédocles, en cambio, sostenía que conocemos lo semejante por lo semejante. El fuego por
la presencia del fuego, el aire por el aire.
Esta discusión llevó luego a Aristóteles a desarrollar la doctrina de la percepción sensible.
Por último, dentro de los pluralistas se encontraban los atomistas, representados por Leucipo
de Mileto, quien superaba las dificultades de la teoría de Parménides simplemente
ignorándolas. Su postura era mucho más materialista y mecanicista que la de Empédocles y
Anaxágoras. Sus cuerpos elementales son los átomos, consideradas pequeñas masas de
materia primordial, imposibles de analizar en partes desde el punto de vista físico, pero sí
desde el punto de vista lógico. Las únicas realidad fundamentales eran los átomos y el vacío.
Las cosas que se encuentran en los mundos se forman gracias al encuentro casual de los
átomos en su infinito vacío.
Mito y logos
El “paso del mito al logos” es una expresión que hace referencia al origen de la filosofía como
superación de las formas míticas, religiosas y sagradas del pensamiento (jonios-itálicos) a un
pensamiento posterior filosófico-racional que incluye además de la filosofía a la ciencia
(presocráticos posteriores).
Los Sofistas
Los sofistas eran considerados profesores viajeros que buscaban obtener éxito en la vía
pública. Viajaban de ciudad en ciudad, impartiendo sus enseñanzas a los jóvenes de familias
ricas de la ciudad, a cambio de escasos honorarios. El tema principal de sus cursos era la
retórica, el arte de persuadir mediante elocuentes discursos. Buscaban que sus discípulos
tengan las herramientas para poder desde defender un litigio judicial hasta sostener
argumentos opuestos. También se enseñaba la gramática y el estudio del significado de las
palabras, así como artes elegantes.
Los sofistas no pretendían ser considerados filósofos ni nada similar. No valoraban a la filosofía
como se la reconocía en ese momento: una especulación naturalista y cosmológica. Su
principal preocupación radicaba en lograr una vida humana próspera y civilizada, sin existir
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normas referidas a la realidad inmutable, la religión y la moral a las que la mente humana
debiera conformarse. Para los sofistas la religión y la moral eran una cuestión de costumbres
creadas por el hombre. Su actitud frente a la vida era un agnosticismo humanista.
Sócrates
Sócrates surgió en medio de una Atenas devastada por la guerra, desplazada como primera
potencia mundial, golpeada por dos epidemias de peste pero fortalecida por una democracia
sólida, negocios que recuperan su ritmo.
En una esquina, rodeado por un grupo pequeño de jóvenes bien vestidos y de físicos cuidados,
se encontraba Sócrates, un individuo de baja estatura, nariz chata, ojos separados, túnica en
mal estado, descalzo. Nació en Atenas, hijo de Sofronisco, tallador de piedra y una partera
llamada Fenarete, ambos atenienses de pura cepa, lo cual les permitía portar con ciertos
derechos políticos: votar y ocupar cargos públicos (ocupó una magistratura durante un año).
Se lo podía encontrar en la calle, en el mercado, conversando con políticos. Su principal interés
no eran los paisajes, sino los hombres.
Sócrates sostenía que la tarea principal del hombre era cuidar su alma o pshyke, a fin de
mejorarla todo lo posible. Esta actuaba como personalidad intelectual y moral, como agente
responsable del buen y mal obrar. Era fundamental el cuidado de ella como objetivo
primordial en la vida. Consideraba que la salud y bondad del alma se lograba en el momento
que el alma conoce la virtud y obra bien. Toda maldad es involuntaria y se debe a la propia
ignorancia. Sócrates definía al conocimiento como una comprensión, visión e intuición plena,
un “ojo del alma”.
De aquí surge la ética intelectualista de Sócrates, donde se identifica al conocimiento como la
principal virtud del ser humano. De acuerdo a esta doctrina, las malas acciones son producto
del propio desconocimiento y no son voluntarias. La conducta moral sólo será posible si se
basa en el conocimiento del bien y la justicia.
Para otros filósofos como Heráclito, el alma era parte del fuego divino o Logos, mientras que
para los órficos-pitagóricos era un Dios aprisionado en el cuerpo.
Sócrates se caracterizaba por hablar si escribir una sola línea. Había hablado de todo, de la
verdad, de la ciencia, de la justicia, de la belleza. Y más que hablar, había preguntado. Quería
saber qué pensaban sus vecinos para ver qué argumentos podían sostenerse con firmeza y
cuáles debían descartarse. Aquí está una de las claves del problema: Sócrates se había
planteado demostrarle a los atenienses que sus opiniones y juicios estaban basados en la
costumbre y no en la razón, de modo que eran incapaces de defender lo que era bueno, justo
y verdadero. Más allá que enredaba a sus interlocutores con propias palabras y los alentaba a
reformular el concepto, sostenía con humildad una frase: “Sólo sé que no sé nada”.
Con el correr del tiempo, las ideas impuestas por los filósofos tales como Sócrates se habían
extendido y radicalizado. Atenas se había visto invadida y revolucionada por los sofistas
considerados nuevos maestros de la moral y de retórica. Las nuevas ideas atrajeron mucha
gente culta y en especial hijos de aristócratas. Estos empezaban a burlarse de las creencias
tradicionales compartidas y a despreciar a sus antecesores. Preferían utilizar el dinero de sus
padres para retribuir a un sofista en lugar de comprarse un caballo o un equipo de guerra.
Los nuevos intelectuales habían contaminado a los jóvenes con “ideas estrafalarias” y ahora
los jóvenes se lanzaban contra las instituciones políticas, la familia y la religión. No
consideraban locos a los sofistas sino a los que les pagaban, es decir, los jóvenes.
La derrota en la Guerra del Peloponeso fue otro factor que impulsó el descalabro de la
sociedad ateniense, sumado a dos epidemias de peste que cayeron sobre la cuidad matando a
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El primer cargo anunciado por Meleto contra Sócrates fue el delito de impiedad, al no creer en
los dioses que cree la cuidad e introducir divinidades nuevas. El segundo, el delito de
corromper a los jóvenes argumentando que estos eran apartados de la sabiduría convencional
y así se debilitaban los lazos con la ciudad, alejándolos de la moral transmitida de generación
en generación.. El castigo propuesto era la muerte.
Sócrates luego de aceptar la condena propuso una condena alternativa: que se le diera el
mismo trato que a los vencedores de los Juegos Olímpicos, alojándolo de por vida en un
edificio público y alimentándolo a costas del pueblo. Esto fue rechazado.
Sócrates tampoco aceptó la multa que ofrecieron pagar varios de sus discípulos hijos de
aristócratas.
Después de la condena estuvo encerrado un mes entero, ya que la ejecución no podía ser de
inmediato por cuestiones religiosas. Sus amigos le propusieron fugarse, pero él no aceptó.
Finalmente un día de primavera, envuelto en su túnica y luego de beber la cicuta, falleció.
Mayéutica
La mayéutica fue un método inductivo y dialéctico utilizado por Sócrates, donde mediante el
diálogo un maestro efectuaba a un individuo un conjunto de preguntas acerca de un
determinado tema, en forma correlativa y ordenada, con el único objetivo de guiarlo hacia una
respuesta, para que pudiera reflexionar con las propias ideas que yacían en su interior.
A través de esto, se lograba llegar a la esencia de las cosas, entendiendo “qué es lo que hace,
que una cosa sea lo que es, y no otra cosa diferente”.
El maestro actuaba como un intermediario entre el individuo y la verdad, buscaba que el
interlocutor mediante la deducción lógica pueda alcanzar el verdadero conocimiento que
hasta ese momento era desconocido.
Al igual que la doctrina socrática, Platón consideraba que el verdadero saber no se relaciona a
lo cambiante, sino a algo permanente, no a lo múltiple sino a lo uno.
Platón se comprometió a determinar la índole o el modo de ser de las cosas (“ideas”), e
investigar todo su dominio, no sólo los conceptos éticos, sino también matemáticos,
metafísicos, etc.
Considera el conocimiento sensible o que se alcanza por medio de los sentidos como una
opinión, vacilante y contradictoria. Determina que el verdadero conocimiento es riguroso,
permanente y constante “2+2=4”. Así como la ciencia se refiere a lo que realmente es, su
objeto no puede ser sensible, vacilante y cambiante. Platón busca lo inmutable y absoluto, el
conocimiento objetivo, basado en conceptos, definiciones.
El conocimiento a priori
El conocimiento a priori se refiere a una afirmación universal y necesaria, que vale para todos
los casos y que tiene que ser así. Podemos decir que dos más dos es cuatro, así como que dos
marcianos más dos marcianos son cuatro marcianos, más allá que no existan. Este
conocimiento no se refiere a hechos (de facto) sino que es un conocimiento de derecho (de
jure) o necesario.
Así como existen dos tipos de mundos: el sensible y el inteligible, también existen dos tipos de
conocimiento: la doxa u opinión y el episteme o el conocimiento científico.
Doxa Episteme
Saber superficial, parcial y limitado, Saber explicativo, metódico, sistemático y
vinculado a los sentidos. crítico.
Versa sobre las apariencias. Versa sobre las causas y fundamentos de
cosas, objetos y situaciones reales.
Saber sobre lo que otros dicen, y por eso Saber basado en pruebas y datos de la
es engañoso. realidad.
Conocido como “saber vulgar”. Conocido como “saber científico”.
Basado en parámetros ilógicos e Basado en parámetros lógicos y racionales.
irracionales.
La postura de Parménides era bastante más extrema que Platón, ya que separaba al mundo
sensible de un ente único, inmutable, inmóvil mediante la razón. Según él, el mundo sensible
equivalía a nada, y como tal no se podía extraer ningún tipo de conocimiento, sólo ignorancia.
Platón tenía una visión más flexible, ya que consideraba que el mundo sensible actuaba como
un ser intermedio, imperfecto, una mezcla de ser y no-ser. Allí todo era imperfecto y estaba
sometido al devenir, y lo que tiene de ser lo tiene en la medida que copa o imita a las ideas.
Ideas: únicas, inmutables, idénticas, necesarias, independientes, perfectas.
Cosas sensibles: múltiples, mutables, temporales, contradictorias, dependientes,
imperfectas.
Por encima de E se encuentra lo que Platón llama la idea suprema, o la idea del bien. Por
debajo de A se encuentra el “no-ente”, que representa lo opuesto, es decir, el mal.
El segmento AC representa lo visible o lo opinable, el mundo de la opinión (doxa), mientras
que el segmento CE representa el mundo inteligible, la verdadera realidad, lo cual se conoce
mediante la episteme o el conocimiento científico.
En el segmento AB se encuentran los entes más débiles, como las sombras, imágenes
que se proyectan en espejos. En este caso el estado del espíritu es la eikasia o
imaginación. Ej: el cine nos provoca un estado de eikasia ya que se exhiben sombras
en la pantalla, que en la medida que la película nos interesa nos harán reír o llorar.
En el segmento BC se encuentran las cosas sensibles propiamente dichas: las casas, los
caballos, las montañas. Estas cosas puede ser captadas mediante la pistis o creencia.
Son imperfectas, inseguras, como toda cosa sensible.
En el segmento CD ya se ingresa al mundo inteligible. Dicho pasaje está explicado en
detalle en “La Alegoría de la Caverna”. Aquí se hace referencia a las ideas
matemáticas, y a todos los conceptos fundamentales de las ciencias. El modo típico de
captar estos entes se llama diánoia o entendimiento.
La diánoia se vale de diagramas o dibujos para explicar los entes a los cuales se refiere.
Esas ilustraciones permiten pasar de lo sensible a lo inteligible. Otra característica de la
diánoia es que consiste en un conocimiento científico que parte de una “hipótesis”. La
hipótesis se refiere a “supuestos” de los cuales parte este conocimiento, por ejemplo
la aritmética parte de un número, la geometría del espacio. Estos supuestos o puntos
de partida son indiscutibles, simplemente las ideas parten de ellos.
En el segmento DE se encuentran ya las ideas morales y metafísicas, captadas por la
noésis o inteligencia, un modo de conocimiento puramente intelectual, sin ningún
método sensible, imágenes o ejemplos, como es el caso de la diánoia. Es un
conocimiento absoluto, no-hipotético. El método de la noésis es la dialéctica, que
consiste en el arte de la conversación para dar razón de alguna idea. También
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La Justicia
Según Platón la Justicia es el mayor de todos los bienes o fines, siendo incluso deseado por
aquellos que se amparan en la injusticia.
El filósofo sostiene que existe un isomorfismo entre la polis y los individuos. Es decir, las
estructuras que se encuentren en la polis serán análogas a análogas a las que existan en el
hombre, y por lo tanto lo que sea justo en un lado también lo será en otro.
La polis ideal debe estar conformada por tres estamentos
Gobernantes: su función es gobernar, administrar y gestionar la polis a fin de que esta
alcance el bien propio. Virtud: prudencia o sabiduría para alcanzar el bien general.
Alma: racional o aquella que aporta conocimiento inteligente/racional para adquirir
conocimientos y tomar decisiones.
Guardianes: su función es defender la polis de amenazas externas. Virtud: valentía o
firmeza en la defensa de la polis y el cumplimiento de las órdenes. Alma: irascible o
aquella que se vincula a nuestra decisión y corazón para llevar a cabo las acciones.
Productores/campesinos: su función es desarrollar las actividades económicas. Virtud:
moderados o templados para someterse voluntariamente a la autoridad de los
gobernantes. Alma: concupiscible o aquella vinculada a los deseos e instintos.
La justicia actúa como una virtud no asociada a ninguno de los estamentos anteriores, sino que
lo hace como la perfecta armonía o coordinación con que cada estamento o parte del alma
cumple con la función que le corresponda según la virtud. Posibilita que tanto los estamentos
como las almas se subordinen a los gobernantes y al alma racional.
Platón propone que el Bien es una idea suprema y como tal es difícil de alcanzar. Por esto, no
se debe tratar al Bien en sí mismo, sino compararlo con el Sol. Para observar algo no basta con
el ojo sino que se precisa la luz que el Sol otorga.
No basta con el “ojo del alma” sino que se precisa el Bien para otorgarle inteligibilidad a las
ideas (gnoseológico). Además el Bien hace ser a las ideas, les da vida a las cosas (ontológico).
Por último, se dice que el bien es teleológico porque es el fin último hacia lo cual todo se
dirige, la meta suprema.
La Alegoría de la Caverna
Platón utilizó la Alegoría de la Caverna para dar forma plástica a las teorías esbozadas, así
como para expresar dramáticamente la condición y el destino del hombre.
A su espalda, subiendo la pendiente se encuentra una pared baja y detrás de ella hombres
portando cajas u objetos similares a sus hombros. Esto permite reflejar la luz por encima de
esos objetos y reproducir sombras al fondo de la caverna.
Aún más arriba de la pendiente, en la hoguera se termina por salir al mundo exterior donde
están los árboles, los animales, los cuerpos celestes, y en definitiva, el Sol.
La caverna representa nuestro mundo, el mundo sensible, mientras que el exterior representa
el mundo real o el mundo de las ideas, y cuya forma más alta es el Bien, simbolizado por el Sol.
El mundo sensible consiste en un mundo de sombras, apariencias, y los hombres que habitan
en la caverna son prisioneros de este mundo. Sólo el conocimiento propiamente dicho, basado
en la ciencia y en definitiva la filosofía nos podrá liberar.
La Alegoría narra el proceso de desanimalización del hombre, de realización o educación hasta
llegar a su realización completa o alcanzar el Bien.
Las categorías
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De acuerdo a Aristóteles, el término “ente” como la palabra “ser” tienen distintos significados.
No es lo mismo decir “esto es una silla” que “esta silla es blanca”.
Tales maneras se reducen a dos fundamentos: el modo de ser “en sí” “in se” (substancia) o el
modo de ser “en otro” “in alio” (accidente). El ser de esta mesa es “in se”, en sí por sí mismo,
es un ser independiente. Por otro lado, el color, la longitud de la mesa, son modos en cuanto
están presentes en otro ente. No existe un color por sí solo, sino cuando está presente en otra
cosa. Los accidentes son nueve: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición, posesión,
acción y pasión.
Si se habla de Sócrates, la substancia es el individuo llamado Sócrates, mientras que los
accidentes son: mide un metro sesenta (cantidad), es calvo (cualidad), marido de Jantipa
(relación), está en la plaza (lugar), esta mañana (tiempo), de pie (posición), calzado (posesión),
comiendo (acción) y siendo interrogado (pasión). A todas estas expresiones que indican las
formas fundamentales de ser, Aristóteles las denominó categorías.
La substancia es el ente individual y concreto, la cosa sensible, a diferencia de las ideas
platónicas, que eran abstractas, universales e inteligibles (no sensibles).
Estructura de la substancia. Forma/materia. Acto/potencia
La forma determina ¿qué es una cosa? Podría ser una mesa. No hace referencia a la forma de
una cosa, lo cual sería un accidente, sino a la “esencia” y corresponde a lo que Platón
considera “idea”. La materia responde a la pregunta ¿de qué es una cosa?, su material. En el
caso de una mesa, sería “madera”. Hace referencia a lo indeterminado, lo pasivo, el contenido
o material de algo. No tiene nada que ver con el material desde el punto de vista materialista,
sino más bien al contenido de una cosa.
Así como Platón colocaba las cosas en un mundo trascendente, para Aristóteles las formas son
inmanentes a las cosas sensibles. Materia y forma coexisten como dos elementos inseparables.
Todas las cosas sensibles devienen, cambian, se mueven, son dinámicas. Producto de esto es
necesario introducir dos nuevos conceptos. La potencia es la materia considerada
dinámicamente en sus posibilidades. Por ejemplo, el árbol es una mesa, en posibilidad, ya que
si es talado y manufacturado puede convertirse en una mesa. Se dice que el “árbol es mesa en
potencia”. Por otro lado se encuentra el acto, que es la forma dinámicamente consumada o
establecida, realizada. Por ejemplo, el árbol que observamos en la calle es un “árbol en acto”.
Acto se opone a potencia como realidad se opone a posibilidad.
El término movimiento tiene un sentido más amplio para Aristóteles que nuestro lenguaje, y
es sinónimo de cambio general. Así, el filósofo distingue cuatro tipos de cambio:
Cambio o movimiento substancial: aquí la substancia viene al ser, aparece, nace o se
destruye, corrompe o muere. Ej.: el nacimiento de un niño, la muerte de un anciano.
Cambios accidentales:
o Cambio cuantitativo: refleja aumento o disminución. Ej.: e
crecimiento de una planta.
o Cambio cualitativo: refleja una alteración. Ej.: el cambio de
color del cabello.
o Cambio local o de lugar: refleja lo que corrientemente
llamamos “movimiento”.
Todo cambio lleva consigo una causa, de otro modo sería ininteligible. Para Aristóteles, el
conocimiento inteligible es siempre conocimiento por las causas.
Así, distingue cuatro causas:
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Causa formal: constituye la forma específica o propia de la especie, del ente que se
trate, esté o no plenamente realizada. Ej.: se dice que el niño Fernández es un hombre,
y con esto no se quiere decir que sea hombre hecho y derecho, sino que pertenece a la
especie humana. Se lo determina en función de la forma que todavía no está
plenamente realizada, en función del adulto.
Causa final: la forma es considerada causa final, ya que constituye el “fin”, aquello
hacia lo cual el individuo se orienta. Consiste en la perfección a que la cosa tiende. Se
trata de una concepción teleológica de la realidad. En el ejemplo anterior, determina
el objetivo o ideal que el individuo trata de alcanzar.
Causa eficiente: consiste en el motor o estímulo que desencadena el proceso de
desarrollo. No se encuentra en el individuo en cuestión, sino en otro diferente: por
ejemplo en el caso del niño, la causa eficiente será el padre, en el caso de una mesa la
causa eficiente será el carpintero. Mientras que la causa final opera como meta, la
causa eficiente opera “desde atrás”, y es exterior a la cosa en desarrollo.
Causa material: es una condición pasiva, pero necesaria para el substrato que recibe la
forma y se mantiene a través del cambio. La materia permite que el mundo no sea un
mundo de puras formas, sino uno sensible y cambiante.
Siempre que toda substancia está constituida por materia, y materia signifique
potencia, y esto algo no realizado, imperfecto, resultará que todas las cosas del mundo
sean imperfectas, en mayor o menor medida, debido a que ninguna llega a adecuarse
a la forma consumada o acto.
En el fondo, las causas se reducen a dos: forma y materia. La materia como substrato
indeterminado, y la forma como principio de todas las determinaciones.
La escala de la naturaleza
Se ha visto que para Aristóteles, la realidad está constituida por las cosas individuales y
concretas, y que a su vez estas al momento predominante, lo que las hacer ser o les da
realidad es la forma, o el acto.
En el primer peldaño de la realidad, se encuentran los cuatro elementos sublunares: tierra,
agua, aire y fuego. Constituyen la materia existente más elemental posible, las cosas sensibles
más simples. A su vez cada uno está formado por materia (materia pura) así como forma
(característica propia de cada elemento, caliente y frío, seco y húmedo).
El segundo peldaño lo constituyen las substancias homeoméricas, es decir aquellas cuyas
partes son homogéneas, como los minerales o tejidos. Son divisibles, ya que si se corta un
pedazo de madera, obtenemos dos trozos de madera. Ej.: madera, mármol, hierro.
El tercer grado lo constituyen los cuerpos anoneoméricos, es decir, los órganos, como por
ejemplo el corazón. Son indivisibles, ya que si se corta un corazón en dos, no hay dos
corazones. Su materia la constituyen los tejidos y su forma la función que cumple cada órgano.
En cuarto lugar se encuentra el reino vegetal. La materia es los órganos, mientras que su
forma la constituye la vida vegetal o el alma vegetativa (función de nutrición, crecimiento y
reproducción).
En quinto lugar se encuentra el reino animal, cuya materia es la vida y la forma el alma o vida
sensitiva (tiene la función de percibir, sentir placer, dolor, deseo).
Por último, el sexto grado lo conforma el hombre, cuya materia próxima es la vida sensitiva, y
su forma el alma racional. Es considerado el ente más complejo y rico de la escala natural,
además contiene a todos los estratos anteriores.
Por encima del hombre se encuentra Dios, ente considerado puro acto, sin un gramo de
potencia. Es algo considerado plenamente, de manera perfecta. Aristóteles considera que es
necesaria la existencia de tal ente, para explicar el hecho del movimiento. Según el filósofo es
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un ente impersonal, no creador del mundo, sino indiferente respecto al curso de este,
tendiendo muy poco que ver con el Dios cristiano.
La filosofía antigua representada por Aristóteles, aún hoy persiste en nuestra época, en gran
parte textual gracias a la filosofía de Santo Tomás de Aquino.
El pensamiento tomista fue siempre influyente, especialmente dentro de la Iglesia o en los
medios a ella vinculados. Luego de diferentes intervenciones papales recomendando estudiar
dicha filosofía, se convirtió en el pensamiento oficial de la Iglesia Católica. De acuerdo a
Aquino el interés filosófico es el “medio que permite elaborar y fundamentar el sistema
didáctico de la teología”.
La religión griega careció de todo texto sagrado (Biblia o Corán). Fueron sus artistas y poetas
los encargados de forjar las imágenes de lo divino, pero con la espontaneidad propia del
artista, sin que se convierta en dogma. Sus dioses no expresan nada trascendente, sino que
son vistos como “figuras” o “aspectos”.
El cristianismo, por el contrario, es una religión revelada. La Biblia no es para el creyente obra
humana, sino Palabra Divina, porque allí Dios habla y revela al hombre su existencia, sus
propósitos. Las sagradas escrituras de la Biblia no contienen otra cosa que la propia Verdad. En
este caso, Dios es trascendente respecto al mundo, está más allá de este, totalmente separado
de él, es quien ha creado todos los entes. De todas maneras, lo más característico del
cristianismo, es que instaura un momento de mediación, de puente, entre Dios y el hombre, a
través de Jesús, el hijo de Dios hecho hombre, encargado de redimir al hombre del pecado con
amor y misericordia.
La filosofía cristiana
El cristianismo es religión, no filosofía. Pero encierra una concepción del hombre, de su vida y
su destino, del mundo y la divinidad, que amerita integrar un sistema de pensamiento. Para
esto, tuvo que enfrentarse con los paganos, que criticaban al cristianismo por no someterse a
obligaciones rituales y militares del Estado romano y por no encerrarse en su propio círculo
(como los judíos), así como con los herejes, que representaban desviaciones ortodoxas dentro
de la doctrina cristiana.
La filosofía griega expresa un ideal “teorético”, donde la vida humana más perfecta y feliz se
dedica a la contemplación de la pura verdad y para la cual el mundo se ofrece como puro
espectáculo. El pensamiento griego expresa una metafísica de las cosas, impersonalista, en el
sentido que el hombre es una cosa entre las cosas. Por otro lado, la filosofía cristiana, en
cambio, es esencialmente “personalista”, porque en su doctrina el hombre asume una
18 Santiago Rosales
La razón y la fe
Santo Tomás de Aquino es quien representa la filosofía cristiana en su forma más perfecta. Se
lo ha llamado “El genio del orden”, ya que comienza por plantear el problema que le
preocupa, pone de relieve las dificultades, presenta las opiniones divergentes, y por último
formula su propia teoría.
Según su propia definición, Santo Tomás de Aquino era considerado a sí mismo como teólogo y
no filósofo. Debido a la semejanza de su teoría con los aspectos vertidos por Aristóteles, su
teoría era considerada un aristotelismo cristiano.
De todas maneras, la razón no puede alcanzar plenamente a Dios. Para la salvación son
precisas verdades que superan el poder de la razón, que sólo pueden conocerse mediante la
nivelación. Son misterios o verdades sobrenaturales: la encarnación, la resurrección. Estos no
son antirracionales, sino suprarracionales, ya que no son opuestos a la razón, sino que la
superan.
Para Santo Tomás de Aquino, Dios ocupa un lugar central, y no meramente periférico. En la
suma teológica: se estudia primero a Dios en sí mismo, luego como creador y gobernante de
todas las cosas, y finalmente se lo considera como fin supremo de todas las criaturas
racionales.
En lo que refiere a la existencia de Dios, Santo Tomás propone cinco vías o demostraciones:
1. “Movimiento”.
Todos tenemos experiencia del movimiento, es decir, del cambio. No de que
“todo cambie”, sino algunas cosas. Lo que se mueve, lo llamamos “móvil”. Ej.:
un vehículo se mueve por la calle, mis estados psíquicos no son los mismos de
ayer.
“Todo lo que se mueve es movido por otro”. El movimiento es el pasaje del
ser-en-potencia al ser-en-acto. Ej.: el agua cambia cuando se caliente.
Llamamos “motor”, a lo que mueve, lo que lleva a lo anterior a lograr el
pasaje de un estado a otro.
“Es preciso que el motor sea movido por otro, y este por otro”. Para no
desembocar en el infinito, es necesario que exista un primer motor inmóvil
que mueva al resto.
Un “primer motor que no sea movido por nada” es lo que todos entienden
por Dios, puesto que es “todo en acto y nada en potencia”.
2. “Causa eficiente”.
Las cosas sensibles están sujetas a una ordenación de las causas eficientes.
Por ejemplo, la calle está mojada por el efecto de la lluvia, que a su vez es el
desprendimiento del agua de las nubes. Hay una serie de efectos
subordinados a sus causas.
En caso que el efecto no dependa de la causa eficiente que lo produce, ese
hecho sería causa eficiente a sí mismo, lo cual es absurdo y equivaldría a decir
que algo “es” antes de “serlo”.
Siempre hay que admitir una causa eficiente primera, ya que si se procede al
infinito de las causas eficientes, no habría una causa eficiente primera, y así
no habría causas eficientes intermedias, lo cual también es considerado
absurdo.
Esa causa eficiente primera es lo que todos llaman Dios.
3. “Contingencia”.
Se conoce como contingente todo ente que es, pero podría no ser. Es decir,
todo ente que llega a ser (generación) y deja de ser (corrupción). De estos
entes se dice que son “contingentemente” o no necesarios.
Encontramos cosas contingentes. Por ejemplo, un árbol hubo un tiempo que
no fue, y luego sí fue generado, pero llegará un momento que dejará ser
serlo.
20 Santiago Rosales
La filosofía de la modernidad
Antes del Renacimiento, durante la Edad Media, el cosmos y la sociedad humana se
presentaban bajo la figura de un orden finito, donde cada cosa tenía su sitio determinado
según relaciones fijadas en referencia a un centro.
El mundo físico tiene un límite preciso, es como una caja, o como esas muñecas rusas donde
al abrir una, se encuentra otra exactamente igual, hasta llegar a una muy pequeña, que es el
centro o núcleo de toda la muñeca. Análogamente, el mundo está conformado por una última
esfera, donde no hay absolutamente nada y dentro de la cual se encuentran otras esferas
hasta llegar al núcleo de todo, la Tierra.
Dentro del mundo cada cosa tiene asignado un sitio, cada ente tiende a ocupar su lugar
natural. A diferencia del mundo celeste, donde en el cielo habitan cuerpos de inteligencia sutil,
en el mundo sublunar rige la generación y la corrupción, allí nada es eterno, todo dura un
lapso finito. La Tierra es vista como una superficie limitada, en cuyo centro existe un lugar
privilegiado (Ej.: Jerusalén, por ser donde el Dios hecho hombre redimió a la humanidad, Roma
por ser el centro de la cristiandad y el imperio). El hombre no puede asomarse fuera de ese
centro, porque caería al vació. Al igual que el espacio humano tiene un centro y una periferia
determinada, sucede lo mismo con la historia, que tiene un comienzo y tendrá un fin preciso.
La sociedad humana es una sociedad jerarquizada donde cada estamento ocupa su lugar.
Existe una relación clara entre los siervos y los señores, los señores y sus superiores feudales,
los superiores feudales con el rey, y el rey con el emperador. Cada uno deberá correctamente
su rol para ser premiado por Dios. Cada función social tiene sus propias virtudes, por lo cual
sería inadecuado que el labrado quisiera imitar las funciones del señor.
21 Santiago Rosales
El método que dominaba en la antigüedad era inútil, ineficaz e impedía cualquier progreso
científico.
Reconocía como verdadero el criterio de autoridad, se respetaba a rajatabla lo que
afirmaban la Biblia, la Iglesia, Aristóteles.
Era verbalista, se enredada en discusiones de palabras, cuando se podía resolver la
cuestión mediante la observación.
La filosofía de la desconfianza
La filosofía, a pesar de haber acudido a los más grandes espíritus de la humanidad, no había
conseguido solucionar ninguno de sus problemas.
Descartes no soportaba lo dudoso, lo verosímil. El conocimiento o ha de ser seguro o
abandonado. Es por esto, que su pensamiento puede caracterizarse como “filosofía de la
desconfianza”, comenzando desde cero, como si no hubieran antecedentes filosóficos.
Descartes era el primer hombre moderno, un hombre con nuevas ideas.
La duda metódica
El pasado deja una enseñanza: debemos cuidarnos de no caer en el error, ser críticos respecto
a nosotros mismos.
El radicalismo cartesiano se presenta como una preocupación para evitar el error. Lleva a la
construcción de la duda metódica, con el fin de convertir la duda en un método.
Descartes pretendía alcanzar un saber absolutamente cierto, cuya verdad sea tan firme que
esté por encima de cualquier duda. Busca un conocimiento absolutamente cierto.
Se debe dudar de todo, para ver si dudando de todo, y forzando la duda hasta sus últimos
límites, queda algo que se resista a ella, y sea absolutamente cierto.
Esta duda tiene diferentes características:
Metódica: se emplea como un instrumento.
Universal: se aplica sin excepción.
Hiperbólica: es llevada hasta el extremo.
Debemos dudar del saber sensible ya que no es seguro que los sentidos no nos engañen, y
como son dudosos, se deberá descartar dicho saber.
El cogito cartesiano
Cogito ergo sum (“Pienso, luego existo”) consiste en un planteamiento filosófico expuesto por
Descartes, convirtiéndose en un elemento esencial del racionalismo occidental.
Nos encontramos aquí frente a una verdad absoluta, absolutamente cierta, indubitable.
Constituye el principio de la filosofía desde el punto de vista gnoseológico/metodológico,
siendo el primer conocimiento seguro, fundamento de cualquier otra verdad, y punto de
partida para construir todo el edificio de la filosofía. También es la base desde el punto de vista
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ontológico, porque me pone en presencial del primer ente indudablemente existente (yo, en
tanto piense)
La idea de Dios debe ser producida por alguien, porque no sale de la nada. Esa causa no puedo
ser yo, porque soy imperfecto (dudo), y lo imperfecto nunca puede ser causa de lo perfecto. Es
preciso que esa idea me la haya inculcado alguien más perfecto que yo, a saber, Dios. Por lo
tanto, Dios existe.
Según el “argumento mitológico” al ente perfecto no le puede faltar nada, porque sino sería
imperfecto, por lo tanto tiene que existir, porque sino le faltaría la existencia, y eso sería una
imperfección.
Si Dios nos hizo con razón e ideas innatas, quiere decir que estas son instrumentos válidos para
el conocimiento. Si nos equivocamos, esto no viene de Dios, que nos hizo tan perfectos, sino
por nuestra propia culpa, porque nos apresuramos a juzgar antes de haber llegado al
conocimiento claro y distinto.
El Racionalismo
El empirismo se caracterizaba por ser la crítica y lucha del racionalismo. Su principal elemento
era la experiencia.
Según el racionalismo, el verdadero conocimiento es el necesario y universal, el que se logra
con la sola y exclusiva ayuda de la razón, sin acudir a los sentidos.
Aquello en lo que debe fijarse la atención no son las figuras ni las imágenes, sino los conceptos
(ideas innatas), tal como ocurre con las matemáticas, modelo ideal de todo conocimiento para
el racionalismo. Estas ideas son claras y distintas, y se las concibe en función de ellas mismas,
de su definición, de su esencia.
El racionalismo sostiene que, así como en las matemáticas, partiendo de puros conceptos se
llegan a conocimientos más complejos universales y necesarios, en la filosofía se podría
conocer toda la realidad, deduciéndola.
El empirismo y Hume
Así como el racionalismo afirmaba que la razón conoce sin ayuda de la experiencia, el
empirismo sostiene que todo conocimiento deriva en última instancia de la
experiencia sensible. Esta es la única fuente de conocimiento. El espíritu es
comparable a una hoja de papel, que sólo la experiencia va llenando.
El racionalismo afirmaba que para alcanzar el racionalismo el ideal del conocimiento se
hallaba en las matemáticas, constituidas por juicios universales y necesarios (a priori),
mientras que el empirismo lo encuentra en las ciencias naturales o tácticas,
constituidas por juicios particulares o contingentes (a posteriori).
Otra diferencia radica en que el racionalismo expresaba una tendencia filosófica
claramente metafísica, afirmando que el conocimiento de lo real trasciende los límites
de la experiencia, mientras que el empirismo negaba la metafísica sosteniendo que el
conocimiento de las cosas se logra mediante la sensibilidad, cumpliendo la razón la
función de ordenar los materiales que los sentidos ofrecen.
El empirismo y Hume
David Hume fue un filósofo considerado excelente escritor y ensayista. Se destacó por llevar al
empirismo a sus últimas consecuencias que una gran sutileza. Sus profundas críticas a los
conceptos de causalidad y substancia fueron el puntapié inicial a la filosofía kantiana.
Hume sostiene que todo conocimiento procede de la experiencia, sea experiencia externa
(proveniente de los sentidos, como la visa, el oído, etc.) o de la experiencia íntima, la
denominada autoexperiencia.
A su vez, Hume decide estudiar los hechos que conforman la propia experiencia, conocidos
como hechos psíquicos y percepciones del espíritu (percepción=estado de conciencia).
A las percepciones recibidas de modo directo, Hume las define “impresiones”, y las divide en
“impresiones de la sensación”, provenientes del oído, el tacto, la vista (referidas al mundo
exterior) e “impresiones de la reflexión”, provenientes de nuestro interior. A modo de
ejemplificación, la impresión de sensación podría ser un color, un sabor, una sensación,
mientras que una impresión de la reflexión podría ser el estado de ansiedad en que ahora me
encuentro.
El espíritu no tiene otra posibilidad más que mezclar, componer, dividir y unir los materiales
que suministran las impresiones. El espíritu se basa en las leyes de asociación de ideas:
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asociación por semejanza, asociación por contigüidad en el tiempo y espacio, y asociación por
causa y efecto.
Hume sostiene que todos los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones
internas y externas. Sólo la mezcla y composición de ellas pertenece al espíritu. Todas
nuestras ideas y percepciones débiles son copia de nuestras impresiones o percepciones más
vivaces.
La idea de causalidad tiene una enorme significación para Hume. Se trata de una noción que
se nos impone y empleamos constantemente. Ej.: al oir una voz, suponemos que esta proviene
de una persona. Ahí establecemos un enlace causal entre la voz (efecto) y la fuente productora
(causa).
Se trata de una idea compleja, compuesta por cuatro componentes:
Causa: encargada de iniciar el proceso.
Efecto: como término del proceso causal.
Relación temporal entre a) y b). Una sucesión, primero la causa, luego el efecto.
Para que pueda hablarse de relación causal, el primer hecho tiene que producir el
segundo.
sucesiones, que después del movimiento de la primera bola ocurra el segundo, pero
nada más.
De todas maneras, según Hume esta conexión no podría estar explicada por la razón o
el conocimiento “a priori”, ya que la razón se guía siempre por la contradicción, y no es
contradictorio que la segunda bola no se mueva.
En resumen, esa noción de conexión necesaria no la proporciona ni la razón ni la
impresión. No es más que el resultado del hábito, como algo constante, ej.: cada vez
que se acerca la mano al fuego, se siente calor. En términos filosóficos, la impresión
que proviene de la conexión es el sentimiento que el espíritu experimenta, del tránsito
usual de una ida a otra asociada con ella.
Immanuel Kant es considerado uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos. La
extraordinaria profundidad de sus ideas y el cambio que introdujo en el pensamiento filosófico
y humano en general fueron los puntos claves.
Se dice que Kant introduce una “revolución copernicana”, haciendo referencia a la hipótesis
de los cuerpos celestes de Copérnico opuesta a la que se aceptaba en su época, ya que enfocó
la cuestión del conocimiento a la inversa del realismo, la teoría dominante en ese momento.
Los juicios son afirmaciones o negaciones. Por ejemplo: “la mesa es negra”, “los polos iguales
no se atraen”. Son estructuras lógicas que pueden ser verdaderas o falsas. Por ejemplo, “azul”
no es ni verdadero ni falso. En cambio si se afirma algo de él, se dará verdad o falsedad.
Los juicios sintéticos son aquellos donde el predicado no está contenido en el sujeto. Por
ejemplo “la mesa está en el salón de la clase”. Al analizar el concepto de “mesa” jamás se va a
saber si está en el salón. El juicio “la mesa no está en el salón de la clase” no es contradictorio.
Para saber si es verdad lo afirmado, se necesita ver la mesa, recurrir a la experiencia.
Estos juicios son “a posteriori”, ya que dependen de la experiencia. Son contingentes y
particulares. Por ejemplo, la afirmación “todos los cisnes son negros”, es sintético, no
necesario ni universal, ya que puede contradecirse al descubrir un cisne blanco.
Los juicios sintéticos amplían nuestro conocimiento, porque dicen algo que antes, con el sólo
concepto del sujeto, desconocíamos.
Kant se propone demostrar que en todas las ciencias teóricas de la razón (matemáticas, física,
metafísica), hay juicios sintéticos a priori.
El primer ejemplo está tomado de la artimética. “7+5=12”. No hay duda que es un juicio a
priori, necesario y universal, como toda verdad matemática. Kant sostiene que no es analítico,
ya que la suma no contiene el resultado doce, sino que expone que a sietehay que sumarle
cinco. Resulta evidente que no se pueden llegar a saber cuál es el resultado por análisis, sino
mediante la síntesis, mediante una operación de agregación. Nunca se podrá encontrar el
resultado por el mero análisis de los componentes.
El segundo ejemplo se refiere a la geometría. “La línea recta es la más corta entre los puntos”.
Es un juicio a priori. Además es sintético, porque si fuera analítico, el concepto “ser la más
corta”, tendría que estar contenido en la “recta” o el sujeto. El concepto “línea recta” no
contiene nada relativo a la magnitud. Es sintético, porque el predicado se añade
sintéticamente al sujeto.
Esta búsqueda de los principios últimos para comprender toda la realidad es llamada por Kant,
la “búsqueda de lo incondicionado”.
A estos conceptos puros de la razón, se los llama “Ideas trascendentales”:
Mediante el alma, unificamos todos los fenómenos del psiquismo.
Mediante el mundo, unificamos todos los fenómenos de la experiencia, es decir todos
los fenómenos de la experiencia tienen lugar en el mundo.
Mediante la idea de Dios, unificados la totalidad de los fenómenos psíquicos y de
experiencia en una única causa de la que dependen y son explicados. Dios es la causa
última.
Las ideas transcendentales no nos ofrecen ningún conocimiento, pero si tienen un uso
regulativo. Señalan los límites que el conocimiento no puede traspasar e impulsan al ser
humano a seguir investigando para encontrar una mayor unificación y coherencia entre sus
conocimientos.
La ética kantiana es una teoría ética deontológica, cuya base sostiene que las normas morales
deben orientarse al el deber. Se diferencia de las éticas teleológicas, cuyo fin es orientarse
hacia una determinada finalidad o fin.
En lugar de centrarse en las consecuencias, las éticas de deberes se centran en el deber.
Consideran que hay principio y normas que deben respetarse. De ahí que se las conozca como
“éticas de principios”.
Kant consideraba que la felicidad no era siempre algo bueno porque muchas veces conducía a
la arrogancia y porque un espectador razonable e imparcial no sentirá nunca satisfacción al
contemplar otra persona que siempre goce de felicidad inmerecida, sin manifestar rasgos de
bondad.
Según Kant, lo único absolutamente bueno siempre es a buena voluntad. Y decir que una
persona actúa por buena voluntad equivale a decir que actúa por respeto al deber puro y no
sólo conforme a él. Se puede actuar conforme al deber, pero por motivos interesados
(inclinaciones, deseos).
Según Kant, la razón prescribe la ley según la cual viven los seres racionales: la ley moral. Dicha
ley moral se descompone en diferentes normas morales que constituyen nuestras obligaciones
y deberes. Para determinar si esas normas son compatibles con la ley moral, es necesario
comprobar su universalidad, es decir que todos la cumplan.