Sei sulla pagina 1di 24

¡¡¡LAS VERDADES OFENDEN!!!

"A QUIEN GUSTE DE LEER AQUÍ TIENE UN BUEN ROSARIO DE INFORMACIÓN."


Lean por partes, no se aburran, e intenten sacar sus propias conclusiones.
(Si alguien quiere leerlo en la comodidad de su sofá, aconsejo imprimir)
La historia del ROBO de Pompeu Fabra. La lengua hoy llamada catalana. ¿Chiste o usurpacion,.?
Object 6
1
2
3
4
5

Se llama LEMOSINA
LENGUA CATALANA-LEMOSINA – La herencia de 500 años bajo soberania Franca
Breve resumen Histórico de la lengua:
Desde la caída del imperio romano, el latín se iba degenerando, transformándose en las lenguas
romances, con las diferentes peculiaridades de cada región.
En las tierras, del noreste de la península Ibérica, que a la caída del imperio romano, pasaron a
formar parte de la Septimania goda ( la antigua Narbonense romana), y después de la conquista a
los musulmanes por los reyes francos, volvió ha ser incorporada a la Marca Hispánica, como
Septimania Sur, que a partir de 1.496, se llamaron Cataluña, (fecha en la cual Fernando II de
Aragón creó el Gran y General Consell de Cataluña o Generalitat de Catalunya y dio vida a unas
Tierras que se llamaron Cataluña), también se formaron un número de variedades del romans, que
recibieron gran influencia germánica, al ser conquistadas por los godos, transformándose en una
nueva variedad de romans. Con la conquista musulmana del año 714 hasta 1.149, año de la total
reconquista de Lérida y Tarragona, total 435 años de dominio musulmán dicho romans que se
hablaba en dichas tierras, se volvió a enriquecer con la absorción de un gran número de palabra
árabes y magrebíes.
En los años 800, con el comienzo de la reconquista cristiana dirigida por los reyes francos, se fue
imponiendo la modalidad de la lengua lemosina, como lengua culta, sobre el romans vulgar muy
arabizado, que se hablaba en las tierras que en el año 1.496 sería Cataluña. Por dos causas: Primera,
el haber estado los habitantes de la región conquistada por los musulmanes en el año 714, viviendo
refugiados en la Septimania Norte entre 90 y 435 años, (tierra occitana de habla lemosina); segunda,
por los guerreros y nobles que conquistaron las tierras, de los condados de Barcelona, Ausona,
Besalú, Girona, Pallars Jusa y Subirá, Ampurias y Urgell, tierras totalmente repobladas con gente
occitana de habla d’oc, o lemosina (existen más de 150 cartas de repoblación, de las tierras que a
partir del año 1.496 fueron Cataluña, cartas otorgadas por los reyes francos y los de Aragón, las
ultimas cartas de repoblación están fechadas por Pedro IV de Aragón sobre los años 1.350).
Al frente de dichos condados los reyes francos colocaron a condes, todos ellos nobles occitanos de
lengua d´oc, o lemosina.
Los condes de Barcelona, eran occitanos de nacimiento o descendientes suyos desde su primer
conde Bera, hasta el ultimo Ramón Berenguer IV, eran de habla lemosina (en 1.162, el condado
pasó a los reyes de ARAGÓN con Alfonso II de Aragón, también de lenguas latina y lemosina).
Archivos corona Aragón, condado de Barcelona.
El conde de Barcelona Ramón Berenguer III, con motivo de su boda, con Dulce condesa de
Provenza, dejó escrito, que con dicha boda entraba la cultura en el condado, cultura de la que estaba
huérfana la gente de Barcelona, diciendo: que con Dulce entraba la lengua culta lemosina en el
condado de Barcelona, condado que al estar solo habitado por gente guerrera y ruda, sólo hablaban
un romans muy basto, e inculto.
El conde Ramón Berenguer III, al casarse con la condesa Dulce de Provenza, dejó escrito: que
siendo los condados de Barcelona y de Provenza unas tierras muy parecidas, tener una gente
parecida y con una lengua común, el LEMOSIN, bien podrían formar un reino. (Archivos condado
Barcelona, en Corona de Aragón).
Las grandes enciclopedias, Rialp, Espasa y otras, los libros de literatura referentes al origen de las
lenguas, valencia, catalana y balear, afirman hasta bien entrado el siglo XX, que los orígenes de las
lenguas valenciana, catalana y balear, son los mismos la lengua latina y la occitana, o lemosín.
A principios del siglo XVI, con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, el castellano fue
relegando al lemosín, como lengua de uso de la corona de Aragón, por lo que nació un interés entre
los intelectuales de dicha corona, creándose organismos para su conservación.
En el condado de Barcelona, se creó:
“LA ACADEMIA DELS DESCONFIATS” De 1.510 a 1.650, que se transformó en LA REAL
ACADEMIA DE LAS BONES LLETRES DE BARCELONA”, de 1650 a 1912. “Desde 1.913 en
adelante L´ÍNSTiTUT de ESTUDIS CATALANS.
¿Por qué no encontramos hasta 1.510 ninguna Academia de las letras, o de la lengua Catalana.
¿Será que dicha lengua no existía?.
GRAMATICAS Y DICCIONARIOS EN LENGUA CATALANA de 1.200 a 1.925.
Joseph Jeroni Besora, en 1.665, imprimió el Diccionario, ”DICCTIONARIUS THESAURES,
LATIN CATALÁN”, editado en latín, para celebrar el intento de coronar al rey Luís XIII de
Francia, Rey de Cataluña, o conde de Barcelona. Luís XIII, no aceptó el título de rey, diciendo que
los catalanes no le podían nombrar Rey, ni conde de Barcelona, porque como descendiente de los
reyes Francos, siempre había sido conde de Barcelona y de los demás condados de Septímania Sur,
Barcelona, Girona, Ausona, Besalú, Pallars, Ampurias y Urgell. Estos títulos siempre habían
pertenecido a los reyes Francos. El rey Luís XIII se olvidaba del Tratado de CORBEIL, firmado en
1.259 entre Jaime I de Aragón y Luís IX de Francia, en el cual el rey francés renunciaba a los
derechos que pudiera tener sobre dichos condados.
Antoni Elías i Rubert. En 1.817, como secretario de la “Academia de las Bones LLetres de
Barcelona”, pidió a todos los miembros componentes de dicha Academia, si le podían conseguir una
Gramática antigua de la lengua catalana. No pudiendo conseguir ninguna, encargó a Pere Pau Ballot
que redactara una gramática de la llengo Catalana.
¿Por qué será que todos los miembros y el secretario de La Academia de las Bonas Lletras de
Barcelona, no pudiera encontrar una sola gramática de la llengo catalana, en 1.817? ¿Será por que
no habían tenido ninguna gramática hasta esta fecha?.
En 1.830, la Diputación de Barcelona, consiguió del rey Fernando VII, que trasladara la
Universidad General Luliana, de Ciutat de Mallorca a Barcelona. ¿ No hubiera sido mucho más
honesto y honrado por parte de la Diputación de Barcelona, el pedir la creación de una nueva
universidad para Barcelona y Cataluña, que robar la Universidad de Mallorca?.
En 1.870, la Universidad de Barcelona, ya rectora de la cultura Balear, ordeno el traslado de la
Escuela de Maestros Nacionales, existente en Palma de Mallorca, a Barcelona, por carecer Cataluña
de escuela de maestros hasta el año 1.870. Con este segunda deshonradez y robo, los catalanistas
redondeaban sus jugadas, las de obligar a todos los estudiantes de Baleares, tuvieran que pasar por
las Arcas de Cataluña, y estudiar las grandes mentiras y falsedades históricas, impuestas por el Yugo
Imperialista Catalán. Con estas dos muy deshonradas acciones, el Catalanismo se asegura, la
“Catalanizacion” de las Baleares.
Es muy extraño que pretendan que el catalán sea la lengua madre del culto valenciano, ya que éste,
desde los años 1.300 a 1.600, sí contó con infinidad de gramáticas y diccionarios, con el siglo de
oro de las letras Valencianas, con grandes escritores Juanot Martorell, Ausias March, sus hermano y
su padre, Roig de Corella, san Vicente Ferrer, su hermano Bonifacio, Jordi de san Jordi, sor Isabel
de Villena, Bernardino Gómez de Miedes, Rafael Marti de Viciana, Luis Vives y otros muchos.
Tampoco que sea madre del culto mallorquín que, desde 1.296, contó con la primera universidad de
España y la segunda cátedra de medicina de Europa, con grandes escritores, como Ramón Llull
Heryl, Beatriz de Pinos, Ansel Turmeda y otros muchos. El culto mallorquín, desde 1.496, contó
con su primera gramática, la de Juan Dameto, y que, antes del año 1.890, ya contaba con más de 60
gramáticas y diccionarios.
Cómo pueden ser, las lenguas valenciana y mallorquina, hijas de una lengua, la catalana, que hasta
el año 1.827, no contó con ninguna gramática, ni diccionario, que no contó con ningún escritor
importante en lengua catalana, hasta estas fechas, que no tenía universidad, ni escuela de maestros,
y que no pudo tener el nombre de catalana hasta el año 1.496, fecha en la cual Fernando II de
Aragón creó el Gran y General Consell de Cataluña o Generalitat de Catalunya y dio vida a unas
Tierras que se llamaron Cataluña. ¿Cómo fue posible el gran milagro de que la llengo catalana,
lengua que no pudo recibir tal nombre hasta el año 1.496, ya en los siglos VIII al XV, fuera la
lengua madre del mallorquín, o balear, del valenciano y del Aragonés?. Como pudo ser que unas
tierras conquistadas por los francos y repobladas con gente de Occitania, de lengua d’oc, o lemosín
desde el año 800 hasta el 1.350, demostrado y confirmado por más de 130 cartas de repoblación de
las tierras que ha partir de 1.496, se llamaría Cataluña, su lengua no se llamara d´oc, o lemosín, que
se pudiera llamar catalana, si no existía un país llamado Cataluña, país que no existió hasta 1.496.
¿Misterios de la catalanidad?. ¿O inventos de los monosabios falsificadores de la verdadera historia
al servicio del caciquismo expansionista catalanista
Pere Juan Ballot i Torres. En 1.827, publicó su “Gramática de la llengo catalana”. PRIMERA
GRAMATICA de la llengo Catalana.
Ignaci Ferreres. En 1.840, publicó su “Vocabulari Castellà – Cátala – Llatí”, y la “Apología de la
llengo Catalana”.
Bonaventura Carles Aribau, presidente de la Academia de las Bonas Lletras de Barcelona, publica
en el diario de Barcelona, El Vapor, del día 24 de junio de 1.833, su muy famosa “Oda a La Patria”,
de la que dice la escribe en honor y memoria de su madre y de su llengo vernácula.
“ODA A LA PATRIA”
FORA DE CANTAR EN LLENGUA LLEMOSINA NO EN QUEDA MES PLAER. EN
LLEMOSINA EL MEU PRIMER VAGIT, CUANT DEL MUGRO MATERN LA DOLSSA LLET
BAVIA. EN LLEMOSI AL SENYOR PREGAVA CADA DIA, E CANTICS LLEMOSINS
SOMIAVA CADA NIT. SI CUANT METROBU SOL, PARL AMB MON ESPERIT, EN LLEMOSI
LI PAR, QUE ALTRA LLENGUA NO SENT, E MA BOCA LLAVORS NO SAP MENTIR, NI
MENT.
Obra escrita en recuerdo y exaltación de su lengua vernácula, por mucho que lo sientan señores
catalanistas, sólo nombra el lemosín, ¿ por qué será?.
Antoni de Bofarull y Mariano Flotats (catedráticos de la Universidad de Barcelona y archiveros de
la corona de Aragón) en 1.848, tradujeron al castellano y editaron “la Historia de la Vida del
Monarca don JAIME I de ARAGÓN, el Conquistador”. Como hacen constar partiendo de la escrita
por el mismo monarca en LEMOSIN.
En el prologo de dicha biografía traducción, de los catedráticos, Antonio de Bofarull y Mariano
Flotats por más de 20 veces repite las excelencia de la lengua lemosina, repitiendo que es la lengua
madre de la CATALANA. En 1.874 editó una gramática, la segunda de la llengo catalana, haciendo
constar en el prólogo: Que la llengo Catalana no venía de la Lemosina. ¿ Por qué será, ustedes han
visto alguna gramática que diga de que lengua no proviene?. ¿Cuando mintió Antonio de Bofarull,
en 1.848 o en 1.874?.
Sres. Sabios Vds. nunca han encontrado una sola gramática de cualquier lengua, en la que se haga
costar en primera página que no proviene de otra, o de otras lenguas. ¿Por qué el catedrático Sr.
Bofarull, lo hace costar explícitamente, no será para intentar apañar una gran mentira?.
Pompeu Fabra. En 1.913, editó el “Diccionari de la Llengo catalana”. (Diccionario que había
robado a mossen Antonio Mª Alcover y Sureda, representante de las diócesis de Baleares y al
representantes de las diócesis de Valencia padre jesuita Luis Fullana Mira). Diccionario, que tenía
que haber editado el propio Pompeu Fabra, como DICCIONARIO de las Lenguas, VALENCIANA-
CATALANA–BALEAR, que habían patrocinado las Diócesis de Valencia, Cataluña y Baleares.
¿Por qué lo tenían que denominar valenciano, catalán, balear, si todo era un mismo idioma, el
catalán?, no seria más cierto que hasta 1.913 se consideraban tres idiomas hermanos, procedentes
del latín y del lemosín, pero lenguas independientes entre si.
Tomas Forteza i Cortes. En 1.881 escribió una “Gramática de la lengua Mallorquina”, premio en los
Jocs Florals de Barcelona. Gramática que en 1.917, la Diputación de Baleares (ya renegada, a favor
del catalanismo) pagó para que la transformara, en gramática de la llengo Catalana.Gramática de la
que se sirvió Pompeu Fabra para redactar la suya de 1.918.
Pompeu Fabra, en 1.918, editó su gramática de la llengo catalana, basándose en la gramática de la
llengo mallorquina de 1.881 de Tomas Forteza y Cortes, transformada en 1.918 en gramática de la
llengo catalana.
En 1859 la Real Academia de Las Bonas Lletres de Barcelona presidida por Bonaventura Carles
Aribau y siendo su secretario Manuel Milá y Fontanals, resucitan en Barcelona los antiguos “Jocs
Florals”, que se celebran en el siglo XIV y XV en Tolosa de Languedoc, por orden de los reyes de
Aragón, principalmente por Juan I de Aragón. Jocs Florals que se convocaron en 1859, para todos
los escritores y poetas de llengo d´oc o Llemosína, o de sus hijas las Lenguas, Rosellonesa,
Valenciana, Catalana y Balear (las del sur Este de Francia continuaban llamándose de Oc. o
Lemosín).
En 1874 Los grandes caciques y capitalistas Barceloneses, defenestraron a los dirigentes de La Real
Academia de Las Bonas Lletres de Barcelona, Bonaventura Carles Aribau y Manuel Milá y
Fontanals, colocando al frente a sus fieles y bien pagados subordinados, dando paso al”
CATALANISMO “.
Los “Jocs Florals” pasaron a ser convocados, sólo para los escritores en lengua catalana, los
escritores y poetas de Llengo Valenciana, Balear o Lemosina, tuvieron que adaptase, presentando y
publicando sus obras, diciendo que lo hacían en “ Catalán“. De no adaptarse a tal falsa imposición,
no eran admitidas sus obras en los Jocs Florals de Barcelona, perdiéndose los Premios y el dinero
que ello comportaba y sobre todo la oportunidad de ver editadas sus obras en Barcelona, o por
editoriales Catalanas, casi el único mercado rentable existente en aquella época.
En 1880 Manuel Milá y Fontanals gran filólogo e historiador, antiguo secretario de la Academia de
Las Bonas Lletres de Barcelona, publica varios artículos y un libro sobre El “Cant de La Sibila”
afirmando que dicho canto desde la antigüedad, sólo se ha cantado en llengo Lemosina en todos los
países en donde se cantaba. En la actualidad (1.880) sólo se canta en la celebración de la misa del
Gallo en Noche Buena, en la ciudad de L´Alguer (Cerdeña) y en la isla de Mallorca.
En 1906 se crea por los miembros de la Liga Catalana, los inexistentes y muy falsos “Països
Catalans”.
Srs catalanistas, ¿podrían ustedes proporcionarnos algunos documentos, anteriores a 1.500, en
donde se demuestre la existencia de libros y documentos de la época, en donde se afirme estar
escritos en catalán? Así nosotros, pobres ignorantes e incultos defensores de lo verdaderamente
balear, podremos aprender “catalanismo”.
En Baleares bajo la dominación Musulmana del año 902 al 1.229, que duró 327 años, los antiguos
baleáricos, según el CATALANISMO perdieron el habla romans balear, ¿por qué los habitantes de
la Septimania sur (siglos más tarde Cataluña), que permanecieron conquistados por los musulmanes
del año 714 al 1.049, o sea 435 años no perdieron su romans vernáculo, que al llamarse el país
Septimania Sur dicha lengua debía de llamarse Septimania, NO CATALÁNA?.
Ustedes quieren que creamos, que en sólo tres meses que duró la conquista de Mallorca, unos pocos
soldados de Barcelona, (menos de un 2% de los conquistadores), enseñaron la no existente lengua
catalana, a los mas de 55.000 habitantes de Mallorca, formada por musulmanes, y por el 98%
restante de los conquistadores cristianos.
En el decreto de “NOVA PLANTA”, DE FELIPE V, dado para el principado de Cataluña, el16 de
enero de 1.716; no prohíbe el habla ni el escribir el catalán, solo suprime los fueros de la corona de
Aragón, únicos fueros que regían en el principado. Referente a lenguas, solo Ordena: que en todas
las dependencias del ministerio de justicia de los reinos de España, se redacten las actas en
castellano en vez del latín como se venia haciendo.
El reino de Mallorca, tiene su propio Decreto de Nova Planta, dado por Felipe V, el 16 de marzo de
1.716. Por lo que el decreto de Nova Planta para el principado de Cataluña, no afecta para nada al
reino de Mallorca, reino independiente dentro de la Corona de Aragón. Reino que nunca tuvo nada
que ver con Cataluña.
En 1.959, en el Boletín Oficial de la Real Academia de las Letras, tomo XXXIX, septiembre-
diciembre, se ordena que por presiones y motivos políticos, de las tres lenguas, Valenciano, Catalán
yBalear o Mallorquín, esta ultima pase ha ser dialecto de la catalana. En estos años gobernaba
España Francisco Franco. Franco, por motivos y presiones políticas, protegió al catalanismo y a la
lengua catalana, Invirtiendo la importancia y antigüedad de más de 1.500 años de la lengua balear,
rebajándolo de lengua con mucha más antigüedad, a la categoría de Dialecto del catalán, lengua con
menos de 460 años de antigüedad.
Carlos III de Borbón, por la pragmática de Aranjuez de 1.778, ordena: Que en todas las
universidades de los reinos de España, se pase ha impartir las clases en CASTELLANO.
María Cristina, reina regente, viuda de Fernando VII, en 1.838, ordena: Que en todas las escuelas de
los reinos de España, las clases se impartan en CASTELLANO.
Manuel Azaña, presidente de la republica española, el 21 de noviembre de 1.936, ordeno la creación
de la cátedra de la lengua Valenciana. ¿Porque no ordeno de la lengua catalana?
Srs. Monosabios, profesores de la U.I.B., de los institutos y maestros de Baleares
CATALANISTAS, traidores y renegados de todo cuanto represente la historia y cultura Balear, no
falseen más nuestra historia, no hagan más alarde de sus falsedades y mentiras y de su supina
Incultura: Ni Felipe V, ni Francisco Franco, como muy falsamente afirman ustedes en su incultura,
ni quitaron ni prohibieron el CATALAN. Solo Carlos III y María Cristina, con sus pragmáticas,
favorecieron al castellano frente a las demás lenguas habladas en España.
Algunas declaraciones de los padres del CATALANISMO:
El 31 de marzo de 1.892, en el periódico L´AVENC de Barcelona, el padre de lengua catalana
moderna, POMPEU FABRA, presidente del Institut de Estudis Catalans, Afirma: Que la misma
ortografía para el catalán, el valenciano y el balear, resulta IMPOSIBLE, por ser contra natura. En
el mismo dice: “nosotros los catalanes no desearíamos otra cosa, sino que valencianos y baleáricos,
emprendieran una fuerte depuración de nuestras respectivas lenguas y que nos aproximáramos a la
lengua catalana”.
A los valencianos les recomienda que depuren su Lengua valenciana de castellanismos,
devolviéndolo al antiguo esplendor de los grandes escritores en lengua valenciana, de los siglos
XIV, XV y XVI.
El catedrático de la universidad de Barcelona y Presidente Del Institut de Estudis Catalans, Antonio
Rubio y Lluch, en sus documentos para “La Historia de la Cultura Catalana Migeval” de 1.908,
afirma que Juanot Martorell, autor de “TIRAN LO BLANCH”, es uno de los más importantes
autores de la literatura en LENGUA VALENCIANA. ¿Por qué no dice de la lengua catalana?
El Sacerdote y Filólogo Mossen Antoni Mª Alcover, miembro del “Institut de Estudis Catalans”,
afirma en el prólogo de su “DICCIONARI, CATALA, VALENCIA, BALEAR” (¿por qué si sólo es
una sola lengua, no se le denominó diccionario de la llengo Catalana?): Que no se puede seriamente
afirmar que haya existido nunca la Unidad Lingüística entre estas tres Lenguas.
En sus declaraciones al diario de Palma de Mallorca, “La Vanguardia Balear” del día 18 de Enero
de 1.919, declara que se ARREPIENTE de su fanatismo catalanista y del olvido de su verdadera
lengua vernácula la MALLORQUINA. En el encabezamiento de dicho artículo Mossen Alcover
declara que “Tirant Lo Blanch”, fue escrita en lengua VALENCIANA, por Juanot Martorell en el
siglo XIV y NO en CATALÁN, como modernamente los catalanistas falsamente afirman.
El 31 de diciembre de 1.921, en el salón de actos del Ayuntamiento de Palma, se celebro un acto de
homenaje al obispo fallecido Pere Juan Campins y Barceló, por su gran defensa y amor de todo lo
mallorquín, especialmente por la creación de la cátedra en el seminario de la lengua y literatura de
la lengua Mallorquina en 1.898, como compensación del robo de la Universidad General Luliana,
llevada acabo en 1.830 por Fernando VII a petición de la diputación de Barcelona. Cátedra de
lengua Mallorquina, que ocupo Mossen Antonio Mª Alcover y Sureda.
El 21 de noviembre de 1.936, el gobierno de la segunda republica de España, crea por orden del
boletín oficial de la republica, la cátedra de la lengua y literatura Valenciana, firmo dicha orden el
presidente de la republica, el Socialista Manuel Azaña.
El catedrático de Filología de la lengua Valenciana, Manuel Sanchís Guarner, en 1.933, escribió: la
UNIDAD de las lenguas, catalana, valenciana y balear, más que un Punto de Partida son un Punto
de Llegada. También afirma en el mismo escrito: “La lengua de los valencianos es el valenciano,
somos valencianos y nuestra lengua es la valenciana, quien reniega (renuncia) a su lengua, reniega
de su Patria, quien reniega de su Patria es como quien Reniega de su madre”. En la década de 1.960,
el señor Sanchís Guarner fue comprado y halagado por L´Istitut d´Estudis Catalans, incorporándolo
como miembro a dicho Instituto, otorgándole un sin fin de premios y honores. Como es natural, a
partir de esta fecha se transformó en un furibundo defensor del CATALANISMO.
En 1.952 el Catedrático de Filología Catalana y después Rector de la Universidad de Barcelona, y
miembro del “Institut d´Estudis Catalans” Antonio Badia y Margarit, publicó un libro de L´Historia
de la Llengo Catalana, en la que dice: No es el catalán una lengua románica que siempre haya
estado entre las lenguas románicas, con personalidad propia, Todo lo contrario, era considerada
como una variante dialectal de la lengua Provenzal. Que solamente hace muy poco tiempo que ha
sido reconocida como lengua neolatina.
El Boletín de la Real Academia de la Lengua Española, con fechas de septiembre a diciembre de
1.959, publica la orden de cambio por presiones y motivos políticos, de que de las tres lenguas,
valenciana, catalana y balear, sólo quedaran dos, la valenciana y la catalana, pasando la balear, a ser
un dialecto de la catalana. Como podéis comprobar hasta este año de 1.959, la lengua Balear si era
considerada lengua por la Real Academia de la lengua. En 1.959, gobernaba España, Francisco
Franco,que no solo no prohibió la lengua catalana, sin que la favoreció.
El 7 de julio de 1.984, se publicó en el B.O.E, la Orden del Ministerio de Cultura, de 12 de junio del
mismo año, firmado por el presidente del Gobierno, el Socialista Felipe Gonzáles Marques creando
un premio galardón, a conceder a la mejor obra literaria escrita, en cualquiera de las lenguas
reconocidas u oficiales en el Estado Español, castellano, euskera, gallego, catalán, mallorquín ó
Balear, y valenciano. Con el Nombre de “Premio Nacional de las letras Española”.
Declaraciones del padre Jesuita, Miquel Batllori nacido en Barcelona en 1.909 y fallecido en el año
2.002. (El padre Batllori era catedrático de filología de la lengua catalana, Doctor Honoris Causa
por las11 universidades de Cataluña. Premio Príncipe de Asturias de las letras en 1.995. Académico
de las Reales Academias de las Letras y de La Historia). En una conferencia, celebrada en la cátedra
de la Universidad de Gerona y editada en el periódico “Las Provincias”, el Lunes 2 de Noviembre
de 1.992, dijo textualmente: “LO QUE ESTAN INTENTANDO IMPONER EN VALENCIA Y LAS
BALEARES, COMO LENGUA LITERARIA ES EL INFECTO É INFAME DIALECTO
BARCELONI, que nunca se ha hablado, en Valencia, ni en las Baleares. Este Infame dialecto es el
que nos han impuesto desde nuestro PARLAMENTO y GOBIERNO. Parlamento y gobierno
formado por mayoría absoluta de miembros del P.P., totalmente renegados de nuestra historia y
lengua vernácula, con el apoyo entusiasta de parte de la IGLESIA y por parte de una parte de los
profesores deshonesto, e Incultos Históricamente de la U.I.B.. ¿Que oscuros intereses se esconderán
detrás de estos tan indigno proceder.
Los siglos XIV, XV y XVI fueron el Siglo de Oro de la lengua valenciana, con: los Juanot
Martorell, Ausias March, su padre, y su hermano Pedro y Jaime March, Juan Roig de Corella,
Gaspar Roig de Corella, Gaspar Gerau de Montemayor, San Vicente Ferrer, su hermano Bonifacio,
Jaime Roig, Jordi de San Jordi, Sor Isabel de Villena, Bernardino Gómez de Miedes, Fray Antonio
Canals, Rafael Martí de Viciana, Luís Lamárca, y muchos otros.
En las Baleares, Mallorca, Menorca e Ibiza, al estar aisladas, se conservó mucho más pura la lengua
d´Oc, o Lemosín.
En los siglos XVI a principios del XIX, en Cataluña se había corrompido el lemosín o lengua d´Oc
y se hablaba una jerga denominada “PATOISIN “derivada del lemosín.
Lo que sí es muy cierto, es que el CATALAN proviene del lemosín, siendo su dialecto hasta bien
entrado el siglo XIX, fecha en la que, el catalán pasó a ser considerado una lengua.
En 1.935 Francisco de Borja Moll prologó la “Gramática de la llengo Mallorquina” de Antonio
Vives Ginart, haciendo grandes elogios a dicha lengua y recomendando a todos los mallorquines
que poseyeran un ejemplar de la misma, al tiempo que reconoce la existencia de varias gramáticas
de la lengua mallorquina de los siglos XVII, XVIII y XIX, muy anteriores a las catalanas.
En el año 1.983, en una reunión de la universidad balear, Francesc de Borja Moll y su hija Aína
(Padeciendo amnesia catalanista galopante), al serles preguntado la diferencia que había entre una
lengua y un dialecto, declararon que un requisito para ser una lengua era disponer de gramáticas y
diccionarios, como la lengua catalana; En cuanto al mallorquín, al no conocer ellos ninguna
gramática ni diccionario del Mallorquín, éste sólo podía ser un dialecto del Catalán. Tan falsos o
incultos eran Francesc y Aína, que no “sabían, o no se acordaban” que la lengua mallorquina y la
menorquina, desde 1.496 disponen de más de 80 gramáticas y diccionarios, y que la primera
gramática de la lengua mallorquina lleva 344 años de ventaja sobre la primera gramática de la
lengua catalana. Cuando un asistente al acto les recordó que existía la gramática de la lengua
mallorquina de Juan José Amengual, Ellos, farfullando como de costumbre cuando les conviene,
declararon que “la gramática mallorquina no era buena, por expresar y representar el habla viva del
pueblo”; Al preguntarles por qué sí era buena la catalana de Pompeu Fabra, dijo “porque representa
el habla viva de un pueblo”. Si alguien es capaz de ver la diferencia entre lo que dicen acerca de las
dos gramáticas, por favor que me lo explique.
El lemosín, o llengo d´Oc, es una lengua culta proveniente del bajo latín. Lengua culta que influyo
muy notablemente en los diferentes y poco cultos “romans” que se hablaban en las tierras de lo que
hoy es Cataluña, Valencia y Baleares, al ser conquistadas por los reyes Francos o de la corona de
Aragón, y repobladas con gentes de habla lemosina.
¿Es que todos los grandes escritores, gramáticos, e historiadores, valencianos y baleáricos, de los
siglos XIII hasta finales del XIX, no sabían qué lengua hablaban y escribían, o es que eran tontos y
no sabían cuál era su lengua vernácula?
¿Por qué será que tantos escritores en tantos escritos, gramáticas y diccionarios dicen y afirman ser
de las lenguas lemosina, Valenciana, Mallorquina, o Menorquina, y tan poquísimos lo dicen , o
afirman de la catalana?.
Ustedes piensen, comparen y reflexionen acerca de qué lenguas tienen más y mejor documentación
y más antigua.
En 1.830, la diputación de Barcelona, muy deshonestamente, consigue de Fernando VII, el traslado
de la Universidad General Luliana de Ciutat de Mallorca, a Barcelona, para que sea la universidad
de Cataluña. En 1.870, la universidad de Barcelona, de la cual dependían las islas Baleares, ordeno
el traslado de la Escuela de Maestros Nacionales, de Palma de Mallorca a Barcelona, convirtiéndose
en la escuela de maestros de Cataluña que carecía de ella. Doble magnifica jugada del catalanismo
para poder implantarse muy fácilmente y cómodamente en la cultura balear.¿No hubiera sido mucho
más honesto y honrado, el pedir su propia universidad y escuela de maestros, que el robar la
nuestra. Pequeña muestra de la falta de honestidad y deshonradez del catalanismo sin escrúpulos, el
que falsea, la historia y la cultura en provecho de sus bastardos intereses. Intereses que cuentan, con
el total apoyo y adoración de los muy renegados CATALANISTAS de Valencia y Baleares.
Mariano Bendito Saura

Arte y Letras, Literatura

Las siete vidas de Vicente Blasco Ibáñez


Publicado por María Jesús Espinosa de los Monteros

Blasco Ibáñez. Imagen: Cordon.


Todos los hombres con talento tienen dos patrias: una, donde nacieron; la otra es Francia. (Vicente
Blasco Ibáñez)
La biblioteca de mi abuelo se quedó huérfana demasiado pronto. José García Roda —carpintero y
repartidor de periódicos, colchones y dónuts— tenía una librería ecléctica y poderosa. Allí
encontrabas novelitas wéstern de Marcial Lafuente Estefanía o Silver Kane, novelazas de José
María Gironella u obras maestras como Los episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. Era un
lector omnívoro y delicado. A Pepe le encantaba practicar un tipo de lectura sosegada y en
horizontal. Cuando yo tenía seis años, él se despertaba a las 4 de la madrugada para repartir
periódicos, colchones y dónuts. Algún fin de semana me quedaba a dormir en su casa de Gandía.
Cenaba pronto con mi abuela —un amor igual de terso que el que profesaba por los libros— y se
acostaba a las 21 h. A las 22 h ya debía estar durmiendo. Esa hora que transcurría entre el encame y
el sueño profundo la empleaba en la lectura. Yo me asomaba por la puerta y lo veía reclinado en su
cama, con las gafas en pendiente, a punto de precipitarse siempre; el gesto serio y concentrado. A
veces le adivinaba un pequeño brillo, una iluminación. Yo me preguntaba qué sucedía dentro de
aquellos objetos que amontonaba en la mesilla de noche para que mi abuelo sacrificara tantas horas
de sueño. Dice el dramaturgo francés Pascal Rambert que entramos en las personas a través de los
libros y que leemos con el pecho. Yo creo que ese señor tiene razón porque pasé mucho tiempo
observando cómo mi abuelo leía.
Su biblioteca se quedó yerma el 10 de enero de 1993. Falleció con solo cincuenta y siete años
cuando un cáncer feroz le devoró en pocos meses; yo apenas tenía once años. Tuvo que pasar
bastante tiempo para que aquella biblioteca volviera a tocarse. Cualquiera que haya leído y amado
con el pecho sabe lo difícil que es leer los libros de las personas muertas a las que tanto se ha
querido. Es como entrar en ellas de nuevo, reconocer su huella, su olor, sus apuntes, sus listas
improvisadas. Mi abuelo tenía letra de médico: angulosa, sofisticada. Yo intenté imitarla durante
mucho tiempo pero era irrepetible. Recuerdo la mano de mi abuelo escribiendo. Tenía un pequeño
bultito en el dedo corazón, provocado por algún leve accidente en su anterior trabajo de carpintero.
De pequeña imaginaba que la singularidad de su letra, su misticismo, radicaba en aquella
excrecencia rosácea que a mí me resultaba tan agradable.
Object 7

Hace unas semanas volví a visitar la biblioteca de mi abuelo. Ahora sus libros reposan en una
estantería nueva que yo misma me encargué —torpemente— de montar. En un momento dado, uno
de los anaqueles de la biblioteca se venció y tres libros cayeron en una caja. Me asomé. Allí habían
ido a parar, como tres tesoros en el fondo de un mar inhóspito, los tres volúmenes de la obra
completa de Vicente Blasco Ibáñez, uno de los autores más misteriosos y fascinantes de España,
cuya trayectoria vital —vertiginosa y sorprendente— ha pasado desapercibida para el gran público.

***
La Casa-Museo Blasco Ibáñez está situada al final de la playa de la Malvarrosa. Es el mismo
enclave del chalet que en su día habitó el escritor. Ahora está rodeado de otras viviendas, pero
cuando Blasco Ibáñez lo compró, era prácticamente el único en la zona, con una extraordinaria vista
al mar. Hace veinte años esa casa fue inaugurada como museo. Muchos niños valencianos que
hemos disfrutado los veranos en esta playa de Valencia pasamos por delante de este edificio,
adornado con una imponente terraza en la que lucen unas hermosas cariátides que ejercen de
pilastras con un entablamento que descansa sobre sus cabezas. A Blasco le gustaba apoyarse en
ellas, en sus curvas delicadas. Puede verse al autor en algunas fotografías que se conservan en la
Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez, que trabaja incansablemente por velar por la
obra del valenciano y difundirla. En la primera planta del edificio se encuentra uno de los enseres
más entrañables del escritor: la silla desde la que contemplaba el mar. Aquel Mediterráneo fue la
inspiración de muchas de sus obras. Es hermoso imaginar a Vicente sentado en aquella silla con la
maciza mesa de mármol delante —en la que probablemente descansarían algunos libros, cuartillas a
medio escribir, licores y puros—, observando la inmensidad del mar y la particularidad de algunos
bañistas. En uno de sus paseos, tal y como explica en el prólogo de Flor de mayo, se encontró con
otro ilustre valenciano:
Muchas veces, al vagar por la playa preparando mentalmente mi novela, encontré a un pintor joven
—solo tenía cinco años más que yo— que laboraba a pleno sol, reproduciendo mágicamente sobre
sus lienzos el oro de la luz, el color invisible del aire, el azul palpitante del Mediterráneo, la
blancura transparente y sólida al mismo tiempo de las velas, la mole rubia y carnal de los grandes
bueyes cortando la ola majestuosamente al tirar las barcas.
Object 8

Este pintor y yo nos habíamos conocido de niños, perdiéndonos luego de vista. Venía de Italia y
acababa de obtener sus primeros triunfos.
Convertido al realismo en el arte y abominando de la pintura aprendida en las escuelas, tenía por
único maestro al mar valenciano, admirando fervorosamente su luminoso esplendor.
Trabajamos juntos, él en sus lienzos, yo en mi novela, teniendo enfrente el mismo modelo. Así se
reanudó nuestra amistad, y fuimos hermanos, hasta que hace poco nos separó la muerte.
Object 9

Era Joaquín Sorolla.


***
Vicente Blasco Ibáñez nació en la calle Jabonería Nueva (Valencia) el 29 de enero de 1867. Con
solo doce años empezó a escribir. A los catorce ya tenía su primera novela. Y a los quince se marchó
a Madrid escapando de su casa, con la clara intención de labrarse un porvenir. Pasó hambre y
miedo; conoció a un viejo novelista llamado Manuel Fernández González y le hizo de secretario
o, mejor dicho, de negro. Todo en la vida de Blasco fue rápido. Tanto como un relámpago. Seis
meses después de su llegada, un policía mandado por la familia lo retuvo y mandó de vuelta a
Valencia. Desde entonces creció en él un sentimiento republicano y anticlerical que le acompañaría
el resto de su vida. A Blasco le hubiera gustado entrar en la Marina de guerra, pero tuvo que
conformarse —como él mismo decía— con una «carrera más pacífica»: la de abogado. Se ausentó
de la universidad en numerosas jornadas para ejercer la vida de joven acomodado: deambuló por la
vega valenciana, se acostó a la sombra de viejas barcas mientras contemplaba el mar. En la
universidad escribió un soneto en el que difamaba a todos los reyes del mundo. Le sentaron en el
banquillo acusado de un delito de «lesa majestad». Al contar solo con dieciséis años decidieron
absolverle. Lo cierto es que en la vida de Blasco Ibáñez las cosas se sucedían a un ritmo
vertiginoso. El valenciano agotó en una sola existencia siete vidas poderosas y revolucionarias,
intensas e insólitas: político, duelista, masón, novelista, viajero, periodista y guionista de
Hollywood.
Blasco Ibáñez, el político
Meeting republicano en Madrid, 1905. Fotografía: José Demaría López / Nuevo Mundo (DP).
Utilizo el tomo I de las Obras completas de Vicente Blasco Ibáñez publicadas por la editorial
Aguilar en Madrid el año 1961. Son 1658 páginas de un papel tan fino como el de los cigarros que
el mismo Blasco solía fumar. Mi abuelo ha anotado un número cuyo significado no logro descifrar:
19.220. Al comienzo del libro hay una nota bibliográfica que recoge algunos fragmentos de la
autobiografía del propio Blasco. Después del episodio del soneto antimonárquico, Blasco se vio
inmerso en un agitado ambiente valenciano. Corría el año 1889 y en la ciudad había cargas de
caballería, heridos y muertos. Al marqués de Cerralbo, jefe del partido clerical, se le había ocurrido
izar una bandera inglesa en su casa. Así contaba Blasco su efervescencia política en aquella
Valencia vibrante:
Sentía con pasión desbordadora aquellas luchas por un ideal. Es que soy un agitador, un artista
enamorado de la acción, y aquellas conspiraciones novelescas me arrebatan el ánimo. Pero me fue
forzoso abandonar aquel peligroso campo de acción.
Blasco huyó a París en 1890 tras haber promovido una manifestación contra Cánovas del Castillo.
En el Barrio Latino se puso a leer con fruición a Zola y Balzac. Allí, influido por la tendencia del
folletín, comenzó a escribir obras por entregas. De ahí resultó Historia de la revolución española en
el siglo XIX y La araña negra, una novela «muy popular, por cierto que muy mala» —según el
propio Blasco—, inspirada en El judío errante de Eugène Sue. Es una de las novelas juveniles —la
escribió con veinticinco años— más conocidas del valenciano y tiene un ánimo claramente
antijesuita: «El mundo está en peligro: la libertad y el progreso serán palabras vanas que
representarán cosas inestables mientras siga en pie esa sombría institución». No fueron pocas las
críticas que recibió por esta novela anticlerical protagonizada por unos sacerdotes jesuitas que son
retratados como seres infames, perversos y ambiciosos.

Vivió como un animal político toda su vida e hizo del republicanismo su gran bandera. Su
vehemencia política le hizo entrar en la cárcel más de treinta veces. Una de ellas fue en Sabadell, el
lugar al que Pi y Margall le había enviado como candidato a la Diputación. Mientras paseaba por
las calles de Barcelona, Blasco fue confundido con un anarquista francés por sus largos cabellos. En
aquel momento se vivía en Barcelona una cierta psicosis antianarquista. Apenas unos meses antes
un activista había lanzado una bomba en el teatro del Liceu. Se trataba de Santiago Salvador
Franch, un anarquista que había acudido el 7 de noviembre de 1893 a ver el Guillermo Tell de
Rossini. En la platea había algunas personalidades como Pío Baroja. Desde el quinto piso y
durante el segundo acto apareció por la barandilla y lanzó dos bombas. Veinte personas murieron en
aquel atentado.
La siguiente peripecia política de Blasco fue en el año 1895 cuando, con ocasión de la guerra de
Cuba, promovió en Valencia todo tipo de manifestaciones contra el Gobierno. La ciudad se declaró
en «estado de sitio» y Blasco volvió a huir. Antes de llegar a Roma —ciudad a la que escapó
disfrazado de marinero y donde escribió En el país del arte— se escondió en una tienda de vinos de
El Grao de Valencia donde vivía otro republicano con su madre. Allí, para matar el tiempo, escribió
durante cuatro días un relato corto llamado Venganza moruna y cuyo desarrollo posterior se
acabaría convirtiendo en La barraca, uno de los títulos más conocidos del autor que, sin embargo,
vendió más bien poco.
Tras su estancia italiana volvió a Valencia y se vio envuelto en una nueva reyerta. Unos tipos
republicanos se lanzaron a la huerta a robar algunos alimentos. La Guardia Civil los intentó detener
y comenzó un tiroteo. El fiscal del caso afirmó que «en Valencia no se movía ni una hoja sin que
Blasco Ibáñez lo mandase», así que por orden del general comandante del tercer Cuerpo de Ejército
le encarcelaron de nuevo. Así escribía Blasco aquella literaria escena:
Dicha escena tuvo una teatralidad que no olvidaré nunca. Después de un larguísimo debate, me fue
leída la sentencia, por la noche, en medio del patio, entre bayonetas y a la luz de un candil. Se había
rebajado la pena a cuatro años de presidio, de los que pasé catorce meses encerrado en uno de los
dos penales que tenía entonces Valencia, un convento viejo, situado en el centro de la ciudad y con
capacidad para trescientos penados, si bien estaban más de mil. (…) Todos me trataban con el
mayor respeto, y a uno sentenciado a muerte, le facilité la evasión.
Blasco-Danton, el masón
Cuando solo tenía veinte años, Blasco Ibáñez ingresó en un movimiento conocido como
«masonería» o «francmasonería», una institución que data de finales del siglo XVII y principios del
XVIII y cuyo objetivo no era otro que buscar la verdad de la existencia con un carácter fraternal e
iniciático en los que dominaban los significados filantrópicos, simbólicos, filosóficos, jerárquicos y
discretos —por no decir secretos—. Blasco adoptó el nombre de Danton, en homenaje al abogado y
político francés Georges-Jacques Danton, que jugó un papel decisivo en la Revolución francesa.
Entró en la Logia Acacia número 25 de Valencia. Allí ocupó el atril de orador, un cargo fundamental
que requería unas extraordinarias dotes oratorias y un conocimiento muy minucioso de las leyes
masónicas. Solo él podía, por ejemplo, suspender una reunión.
El profesor de la Universidad de Valencia, Luís M. Lázaro Lorente, escribió un artículo titulado
«Blasco Ibáñez: Masonería, librepensamiento, republicanismo y educación» en el que analiza el
origen de la masonería en Valencia, vinculada a un profundo anticlericalismo. Así recoge el Boletín
Oficial del Arzobispado de Valencia una carta pastoral dedicada a los maestros de instrucción
primaria de su diócesis en el año 1913:
La masonería es, pues, hijos amadísimos, el gran enemigo de la educación religiosa, y es difícil
tomarse idea completa de su influencia fuertísima y de su radio de acción en las cuestiones de
enseñanza.
Según el artículo de Lázaro, un ejemplo de la «imbricación entre republicanismo y masonería nos lo
ofrece el propio líder carismático local de esa tendencia política a través de un escrito poco
conocido, en el que de manera genérica aborda el problema de la educación, en un contexto de
crítica generalizada a la hegemonía social del clericalismo». Poco más de un mes después de
conseguir su licenciatura de Derecho y en mitad de una ceremonia de adopción masónica en
Valencia, el hermano Blasco-Danton pronuncia un discurso en el que pone el foco en la mujer y el
niño como dos ejes básicos sobre los que «se articula la defensa y la consolidación de una idea»:
Las ideas más trascendentales, las doctrinas que comúnmente conmueven más a la humanidad,
encuentran su más fiel propagandista en la mujer, y por esto mismo el obscurantismo procura
conquistarla para hacerla instrumento de sus planes.
Para Blasco-Danton el problema fundamental era que los elementos dinamizadores de un progreso
social se encontraban en manos del «bárbaro ultramontanismo», es decir, en manos de un
integrismo católico, según el cual, el orden eclesial, social e histórico debía estar sometido a la
autoridad del papa de Roma y articularse según una jerarquía de orden divino. Ante este hecho, el
catolicismo integral poseía dos medios privilegiados en los que ejercer su malvada influencia sobre
la mujer y el niño: el confesionario y el colegio, respectivamente. De este modo analiza Blasco-
Danton la relación de una Iglesia que hace apología de la tiranía y el obscurantismo, así como
condenan la libertad, la luz y la ciencia:
(…) Los hijos de la luz trabajamos completamente solos, y la mujer, ese ser cuyas cadenas hemos
roto y a la cual elevaremos a la categoría que le corresponde, nos maldice llena de horror, y el niño,
cuyo cerebro pretendemos envolver en los fulgores de la luminosa antorcha de la ciencia, nos
contempla lleno de miedo como si fuéramos seres malvados y sobrenaturales.
El propio Blasco tuvo cuatro hijos, fruto de su matrimonio con María Blasco del Cacho, a los que
puso nombres tan rotundos como el futuro que deseaba para ellos: Mario, Libertad, Julio César y
Sigfrido.
Blasco, el duelista
Blasco Ibáñez tuvo, al menos, un par de duelos fascinantes a lo largo de su vida. De los dos salió
indemne. Los duelos tenían unas reglas muy específicas: cada duelista podía elegir el tipo de armas
con el que retarse y a un testigo —llamado «padrino»— que debía asegurar la legalidad de los
contrincantes y el cumplimiento de las normas. Los duelos estaban propiciados por alguna rivalidad
grupal o, más habitualmente, por la mancha en el honor de alguien querido.
El primero de los duelos fue registrado por el diario Las Provincias en el año 1900 y se reflejaba
así:
Blasco Ibáñez se ha retado a duelo con Fernández Arias, director del diario La Correspondencia
Militar, por varios artículos muy ofensivos hacia Blasco. Se batieron en una quinta próxima a
Madrid. El encuentro fue a pistola, y quedó Blasco levemente herido en un muslo. Esto produjo
gran excitación entre sus parciales y un numeroso grupo acudió a la redacción del diario lanzando
gritos y pedradas. Fernández abandonó la dirección del periódico.

El segundo de los duelos fue todavía más espectacular. En el año 1904, Blasco era diputado y en
uno de sus incendiarios discursos parlamentarios arremetió contra las fuerzas del orden por haber
sido zarandeando en una manifestación, y llamó «teniencillo» a uno de los allí congregados. Le
retaron a duelo y solo le quedaron dos opciones si quería mantener su honor intacto: o bien
retractarse públicamente, o bien batirse en duelo. Eligió esta segunda opción y se enfrentó al
teniente Alestuei, un tirador certero. Se citaron en una finca con sus respectivos padrinos. Se
situaron en un lugar amplio y despejado; se dieron la espalda y tras dar veinticinco pasos que fueron
anunciando con solemne ritmo, se dispararon. En el primer tiro ambos fallaron. En el segundo, sin
embargo, Blasco cayó al suelo con violencia. No reaccionaba. Cuando los padrinos se acercaron
para certificar su muerte comprobaron no solo que estaba vivo, también que la bala había golpeado
en la hebilla del cinturón y se había quedado ligada al cuero. Es cierto que las reglas dejaban bien
claro que estaba prohibido llevar cinturón, pero como el padrino del teniente Alestuei no se percató,
no hubo nada que hacer. Blasco salió de allí vivo y con honor.
Blasco, el novelista
Vicente Blasco Ibáñez, 1919. Fotografía: Library of Congress.
Nunca Blasco Ibáñez ha sido considerado un gran escritor, un excelso literato. En el año 1998 se
celebró en Valencia el Congreso Internacional «Vicente Blasco Ibáñez 1898-1998: la vuelta al
mundo de un novelista». Allí, entre muchos invitados, se encontraban dos escritores esencialmente
realistas que reflexionaron a propósito de la obra literaria de Blasco. Eran Almudena Grandes y
Rafael Chirbes. La primera afirmó que Blasco Ibáñez siempre le había caído muy simpático y que,
en verdad, «la gran novela de Blasco fue su vida». La escritora comenzó a leer sus libros al mismo
tiempo que los de Pérez Galdós. La biblioteca de su abuelo —como la del mío— contenía hermosos
tesoros a los que ella tenía acceso durante la época estival. Contaba Grandes en aquella mesa
redonda que existían tres razones fundamentales por las que Blasco era un escritor olvidado. La
primera era extranarrativa: Blasco escribía a «golpe de agitación». Dicho de otro modo: Blasco era
un narrador poderoso pero algo descuidado. La segunda de las razones tenía que ver con esa
cualidad de escritor personaje que se debatía constantemente entre la pugna de vivir o la pulsión de
escribir. La tercera es que era un escritor «conflictivo e injustamente tratado por la opinión
pública»; Blasco vendía mucho y Valle-Inclán nada; Valle era el buen escritor, Blasco el malo.
Cuentan que Valle-Inclán, cuando supo la noticia de la muerte del escritor valenciano en el sur de
Francia, profirió: «Pura publicidad»
Rafael Chirbes, por su parte, afirmó que la primera vez que leyó a Blasco tenía nueve años. La
escena con la que se estrenó era una de Arroz y tartana, cuando se describe el mercado en vísperas
de la Navidad. Contaba Chirbes en aquella ocasión que lo que más le interesa de Blasco es cómo
reflejaba «un mundo popular que habla en valenciano y lo hace en castellano». Para el autor de
Crematorio, «el mejor Blasco era el que quería contar dos mundos entre los que se forma un puente
y él mismo se siente el puente». Había solo una cosa que a Chirbes le disgustaba de su obra o, mejor
dicho, que no le parecía moderna: la ausencia del yo, del punto de vista. Tal vez la influencia
notable de Balzac y su narrativa panorámica le restara algo de modernidad.
Tanto Chirbes como Grandes convenían que el mejor novelista era el de las novelas valencianas:
Arroz y tartana, La Barraca, Cañas y barro, Flor de mayo o Entre naranjos. Ahí desplegaba Blasco
toda su capacidad de observación, el gusto por el detalle y la aptitud para perfilar personajes y
atmósferas del comercio valenciano, de la huerta, de los pescadores. Era habitual que para
documentarse Blasco acudiera a la playa de la Malvarrosa, donde posteriormente coincidiría con
Sorolla. Fue, de hecho, en el estudio del pintor, en 1905, cuando conoció a Elena Ortúzar, Chita.
Ella llevaba un vestido blanco de noche y una capa roja. Esta chilena, esposa del agregado cultural
de la embajada, enamoró instantáneamente a Blasco, que seguía casado con María Blasco pero cuyo
distanciamiento propició este nuevo amor que nadie comprendía: una mujer ferviente católica,
adinerada y afecta a los lujos; un hombre ateo y anticlerical, republicano y cercano al pueblo.
Ambos vivieron esta relación mientras estaban casados y Blasco publicó un libro titulado La
voluntad de vivir, que narra el amor pasional de una bella sudamericana adúltera y caprichosa con
un sabio español que había sido diputado. La mujer aflige tanto al hombre que lo conduce hasta el
suicidio. Cuando Chita leyó el borrador de la novela suplicó al escritor que parara la edición un día
antes de su publicación; él, con sus habituales gestos excesivos, quemó la edición entera delante de
su casa familiar en la Malvarrosa, formando una enorme hoguera que simbolizaba la magnitud de su
amor. Afortunadamente, se salvaron algunos ejemplares y la pareja se reconcilió. Eso sí, hasta 1917,
año en el que Chita enviudó, Blasco no se separó totalmente de su mujer. Fue entonces cuando
ambos se fueron a vivir a su lujosa villa Fontana Rosa de Menton, en la Costa Azul francesa.

Hasta allí fue a visitarle al final de sus días el escritor catalán Josep Pla y le dedicó uno de sus
míticos Homenots:
Era un hombre absolutamente rodeado de gloria, no de una gloria académica, sino popular, dilatada.
Era rico, ruidoso, importante, y su nombre volaba de un continente a otro. Un hombre fabuloso,
desorbitado.
Arturo Barea, por su parte, le dedicó unas hermosas palabras en su obra más conocida, La forja de
un rebelde:
Hay un escritor valenciano, que se llama Blasco Ibáñez, que ha hecho todos estos libros. Un día dijo
que en España no se leía porque la gente no tenía bastante dinero para comprar libros. Entonces
dijo: yo voy a dar a leer a los españoles, y en la calle de Mesonero Romanos puso una tienda y
empezó a hacer libros. Pero no los libros de él, sino los libros mejores que se encuentran en el
mundo. Y todos valen, nuevos, treinta y cinco céntimos. La gente los compra a millares, y cuando
los ha leído los vende a los puestos de libros viejos y allí los compramos los chicos y los pobres. Así
yo he leído a Dickens y a Tolstói, a Dostoievski, a Dumas, a Victor Hugo, a muchos otros.
Pero no todos aceptaron su desmedida personalidad. En uno de los artículos que Andrés Trapiello
dedicó a la generación del 98 en el periódico La Vanguardia se afirmaba que «se le consideró
burdo, demagogo, y les molestó su personalidad sanguínea». Pero ¿cómo iban a perdonar a un
colega que había vendido dos millones de ejemplares con una única novela?
Si hay que elegir un perfil de Blasco Ibáñez certero y jocoso es el que escribió su paisano Manuel
Vicent en su libro Los últimos mohicanos bajo el título «El exceso como unidad de medida»:
Llevaba el cuello de la camisa vuelto por fuera a lo Byron, pero, lejos de la cojera romántica y el
elegante diseño óseo del poeta inglés, el nuestro era un escritor despechugado en todos los sentidos,
apaisado y sensual, que se movió siempre entre la convulsión de la política, la torrentera del
periodismo de combate, el éxito literario a granel y los placeres del moro valenciano en chaqueta de
pijama coronado por el cuerno de la abundancia.
Blasco y el periodismo
Blasco entendió siempre el periodismo como una herramienta para impactar en la política. El
periodismo le llevaría además a la literatura por la vía más directa: la pasión por contar historias. El
periodismo que practicó Blasco fue enormemente reivindicativo, sin embargo, estaba muy alejado
de los actuales cánones de pluralidad e independencia. Su proyecto periodístico sería hoy tildado de
populista y de enardecer a las masas.
Con solo veintitrés años funda, junto a Miquel Senent y Remigio Herrero, el semanario La
Bandera Federal, un periódico de ideología republicana y federal. Allí empezaría a combatir a la
Iglesia y la opulencia que la caracterizaba ya en 1892, cuando entra un nuevo arzobispo en la
ciudad. El 12 de noviembre de 1894 fundaría El Pueblo, el periódico que le daría mayor relevancia,
una suerte de relámpago que empezaba a iluminar un panorama, hasta entonces, dominado por un
periodismo clásico y rancio. En él invirtió toda la herencia que recibió de sus padres Gaspar y
Ramona, propietarios de una tienda de ultramarinos y comestibles que levantaron con la misma
humildad con la que lo hicieron los zapateros, tenderos y drogueros con los que compartían calle.
Con El Pueblo, Blasco competiría con los grandes diarios valencianos —El Mercantil Valenciano y
Las Provincias— y se ocuparía de que la mejor prosa estuviera al servicio de los ideales políticos
que defendía, es decir, para propagar su republicanismo y para criticar algunas decisiones políticas.
Buena prueba de ello es la campaña que realizó en el levantamiento de Cuba con un artículo
titulado «¡O van todos, ricos y pobres, o nadie!» el 11 de octubre de 1895:
Terrible es para España la guerra que sostiene en Cuba; sacrificios sobrehumanos y torrentes de
sangre nos cuesta el mantener la bandera nacional en aquella isla; verdadera Barataria, a la que han
ido a enriquecerse todos los Sanchos más o menos maliciosos de la restauración; pero tras tantas
desdichas, también se ocultan magníficos negocios, y cabe decir imitando al latino:
¿A quién aprovecha la guerra de Cuba?
Aprovecha a los bolsistas sin conciencia, que, partidarios fanáticos de la baja, esperan con ansiedad
un cataclismo nacional y hacen votos para que nuestros soldados perezcan en espantosa derrota y
sean macheteados a miles para poder ellos pescar millones en el pánico que tales hecatombes
producen en la Bolsa.
Estas piezas provocaron motines en la calle y su posterior ingreso en prisión durante un año. Pero
todavía más: hubo una época en la que los periodistas se enfrentaban a brazo partido por realizar su
oficio del modo que mejor supieron. Blasco fue víctima de un atentado perpetrado por los
sorianistas y de un disparo en la pierna que efectuó un redactor del diario de la competencia en
aquel duelo legendario. En una ocasión el escritor afirmó con sorna: «Los artículos de mi periódico
me hicieron ir a la cárcel más de treinta veces. Un correligionario me había construido una cama de
campaña en la que dormía allí. En la cárcel había una celda que consideraban, y consideraba yo,
como la prolongación de mi casa». El Pueblo cerró en 1904. Blasco se cansó del periodismo, se
desilusionó del oficio por un tiempo y vendió la cabecera a su amigo, el también periodista Félix
Azzati.
El periodismo volvió a su vida con gran potencia en 1914, cuando se marchó a París después de una
aventura colonizadora en Argentina. Aquel verano de 1914 le pilla en París y aprovecha la
oportunidad para convertirse en corresponsal de guerra. Empieza a escribir artículos que tenían un
componente social y político pero también antropológico o historicista. Apenas dotaba al relato de
épica, solo le interesaba subrayar el dolor y la destrucción.
Nunca se han visto chocar y morir tantos hombres juntos en un terreno de operaciones tan vasto. La
mitad aproximadamente del género humano está en guerra en estos momentos directa o
indirectamente. De los 1700 millones de seres que constituyen la población del globo, 854 millones
(entre metrópolis y colonias) se odian y gastan su dinero para exterminarse. ¿Cuándo se conoció
esto en la historia?
Estas crónicas quedarían compiladas en los nueve tomos que componen la Crónica de la Guerra
Europea de 1914, un libro que analiza minuciosamente el conflicto atendiendo al contexto en el que
se inscribía y a los agentes que lo protagonizaron. Tan populares se hicieron que el presidente de la
República francesa, Raymond Poincaré, le pidió que escribiera una novela basada en esas crónicas
bélicas para levantar el ánimo de las tropas del frente aliado. Así surgió Los cuatro jinetes del
Apocalipsis, su obra magna. Blasco siguió en su faceta de cronista internacional y llegó a escribir
sobre la Revolución mexicana de Zapata en The New York Times. Allí llegó a comparar a los
Estados Unidos «con un hombre que pasa por una tienda y solo se fija en el escaparate». Los
americanos, por cierto, le adoraban.

Blasco: guionista de Hollywood


Blasco Ibáñez se inventó los best sellers y Hollywood catapultó la fama del valenciano. Llegó a
vender más de dos millones de ejemplares del libro Los cuatro jinetes del apocalipsis (1916). En
1921, solo la Biblia le superaba en ventas. En 1924, la revista neoyorquina International Book
Review ofreció el resultado de una votación que realizó entre sus lectores donde preguntaba cuáles
eran los diez escritores más célebres del siglo XX. Blasco Ibáñez ocupó la segunda posición a solo
noventa votos de H. G. Wells. Durante nueve meses protagonizó un tour literario por todo Estados
Unidos. Impartió conferencias en universidades, teatros, iglesias, cines, logias masónicas… Empezó
a colaborar en decenas de periódicos y la Universidad George Washington le nombró doctor
honoris causa con más de seis mil personas entre el público que quisieron presenciar el acto. Se
hizo inmensamente rico. Y todo estuvo provocado por una serie de libros que escribió de forma
compulsiva, casi gimnástica.
Cinco fueron las adaptaciones fílmicas que le hicieron un icono mundial. La primera de ellas, Los
cuatro jinetes del apocalipsis, fue llevada al cine en 1921 por Rex Ingram y estuvo protagonizada
por Rodolfo Valentino, la gran estrella del cine mudo. La película recreaba lo sucedido un par de
años antes en la Primera Guerra Mundial cuando dos familias, pertenecientes a los dos bandos del
conflicto —la Triple Entente y las Potencias Centrales— se enfrentaron. La película rescata, quizás
con más fortuna que la novela, esa sensualidad vital que desplegaba Blasco en su literatura. En
1962, el film sería adaptado nuevamente por Vincent Minnelli, con Glenn Ford de protagonista y
cambiando el escenario al de la Segunda Guerra Mundial.
En 1922 llegó Sangre y arena, dirigida por Fred Niblo y, nuevamente, protagonizada por Rodolfo
Valentino, que encarnaba a un torero casado con un mujer pero enamorado de otra (Lila Lee y Nita
Naldi eran las coprotagonistas). La película mostraba todos los tópicos españoles que existían en
torno a esta saga taurina: la plaza, las peinetas, el mantón de Manila, las llamas, el toro, la
mantilla…
En 1926 llegó The Torrent, la adaptación de Monta Bell de Entre naranjos, una de sus novelas
valencianas. Fue la película en la que debutó Greta Garbo en el mundo del cine. Ella interpretaba a
Leonora, una campesina que se enamoraba del hijo del terrateniente. Tras ser despedida, se marcha
a París y allí acaba siendo una diva de la ópera. Ese mismo año, de nuevo Rex Ingram adaptó Mare
Nostrum, una novela que Blasco Ibáñez inició con una de las sentencias más enigmáticas de su
obra: «Sus primeros amores fueron con una emperatriz. Él tenía diez años y la emperatriz
seiscientos». Esta película estaba protagonizada por Antonio Moreno, galán de la época muda. En
el año 1948 se adaptó de nuevo; fue dirigida por Rafael Gil y protagonizada por María Félix,
Fernando Rey y Guillermo Marín. Esta obra de Blasco constituye su particular homenaje al mar
Mediterráneo, uno de sus escenarios predilectos. Mare Nostrum tiene al capitán Ulises Ferragut
como protagonista, un marino valenciano que se hace inmensamente rico y se enamora de una
emperatriz griega.
En el año 1941 Sangre y arena fue adaptada de nuevo por Rouben Mamoulian con Tyrone Power,
Rita Hayworth y Linda Darnell como trío de protagonistas. Este film, que para Blasco era «la
epopeya de los humildes», acabó de apuntalar su éxito, convirtiéndolo en un hombre absolutamente
rico. En algunas de sus cartas, Blasco Ibáñez hablaba del cine como un «negocio seguro», que
«tiene la ventaja de ser muy rápido y al contado». Había otra virtud que el cine proporcionaba a
Blasco y que, de algún modo, incidía en su egotismo. En una carta que envió a Martínez de la Riva
escribió: «Puede uno, gracias al Cinematógrafo, ser aplaudido en la misma noche en todas las
regiones del globo… esto es tentador y conseguirlo representaría la conquista más enorme y
victoriosa que puede coronar una existencia».
Blasco, el viajero

Vincente Blasco Ibáñez en Villa Fontana Rossa, 1925. Fotografía: Cordon.


Como buen cosmopolita, Blasco conservó siempre una gran vocación viajera. Su afán de ver mundo
es consustancial a su capacidad para devorar libros de viajes, épicos y románticos. De esa pulsión
por contar historias nacerá un tipo de escritura prolija e incandescente. Blasco viajó mucho a lo
largo de su vida, pero se pueden acotar en tres los periodos más viajeros de su existencia.
El primero de ellos ya lo hemos citado al comienzo: en 1895, con solo veintiocho años, el escritor
huyó de Valencia por motivos políticos y se marchó a Roma, donde escribiría En el país del arte. La
mirada propia y el carácter divulgativo de algunas de sus entradas mientras paseaba por Génova,
Milán, Turín, Pisa, Vaticano, Nápoles, Pompeya, Asís, Florencia o Venecia anticipaban ya una
poética muy propia del viaje.
El segundo de esos periodos viajeros comenzó en 1901 cuando le invitaron a Buenos Aires a
impartir unas conferencias. En aquella época, los escritores llenaban teatros para ser escuchados. En
el muelle de la ciudad argentina le recibieron miles de personas que le acompañaron hasta la plaza
de Mayo donde estaba ubicado su hotel: un Ritz, naturalmente. Se pasó nueve meses dando
conferencias por Argentina, Paraguay y Chile. Nueve años después volvió a Argentina y allí decidió
fundar dos colonias. Contrató a arroceros de Sueca, a huertanos y agricultores y los llevó a la recién
fundada colonia Cervantes, muy cercana al río Negro. Quiso abrir acequias de riegos y fabricar
barracas. El plan no salió muy bien, ya que el clima de la Patagonia marcaba dieciocho grados bajo
cero en su invierno más crudo. Por si fuera poco, en el otro extremo del país, casi en la frontera con
Paraguay, fundó otra nueva colonia llamada Nueva Valencia. ¿La razón? Él mismo la ofrecía: «El
ensueño de hacerme millonario, la perspectiva de mandar en un ejército de trabajadores, de crear
lugares habitables en el desierto…». La ignorancia y un cierto delirio de grandeza le jugaron malas
pasadas. En 1914 y tras casi cinco años de aventura colonizadora, el cansancio de los trabajadores,
la presión de los bancos y la evidente lógica derrumbaron el sueño de Blasco. Tras cinco años sin
escribir una sola línea, se marchó de Argentina llamando «imbéciles» a sus ciudadanos.

El tercer y último periodo coincidió con la parte final de su vida. Se trata, sin duda, de su viaje más
fascinante: la vuelta al mundo que quedó registrada en los tres volúmenes que componen La vuelta
al mundo de un novelista, una obra que se publicó en 1924. En los seis meses que estuvo a bordo
del buque Franconia visitó Estados Unidos, Cuba, Panamá, Hawái, Japón, Corea, Manchuria,
China, Macao, Hong Kong, Filipinas, Java, Singapur, Birmania, Calcuta, India, Ceilán, Sudán,
Nubia y Egipto. Este crucero nada podía envidiar a los actuales: tenía piscina, los mejores
restaurantes, habitaciones lujosas y hasta una pista de squash.
En esa vuelta al mundo que disfrutó con Chita, Blasco fijaba su mirada —corrosiva y mordaz— en
dos asuntos a los que recurría con cierta frecuencia: la gastronomía y las mujeres. Aquí dos
ejemplos:
En Hawái la mujer se ha considerado siempre superior al hombre, tal vez porque, en los pasados
tiempos de comunismo amoroso y voluptuosidad libre, se vio muy solicitada y pudo escoger y
mandar.
Por amor a lo pintoresco y lo exótico, no diré la mentira enorme de que me parece agradable la
cocina japonesa. Además, a los pocos segundos de estar sentado en el suelo, con las piernas
cruzadas, empiezo a sentir los dolores de un lento y creciente suplicio. Colocan delante de cada uno
de nosotros una mesita que es, en realidad, un pequeño banco y apenas si levanta dos palmos del
suelo.
A su vuelta se quedó en su villa de Fontana Rosa en la Costa Azul, delante del mar Mediterráneo
que tanto amaba. Allí se dedicó a escribir, a cultivar su jardín, a disfrutar de su riqueza. También a
esperar la muerte, que llegó la madrugada del 28 al 29 de enero de 1928, apenas unas horas antes de
cumplir sesenta y un años. Una neumonía agravó su estado de salud y murió en una habitación de
su villa, rodeado por su mujer —Elena Ortúzar—, sus hijos —Sigfrido y Mario—, su amigo y
director de la editorial Prometeo —Fernando Llorca— y su fiel secretario.
Todavía realizaría Blasco un último viaje. Esta vez ya sin vida. El que le llevó de Menton a Valencia
en 1933 cuando, proclamada la Segunda República Española, sus restos regresaron en el buque de
la Armada española, el acorazado Jaime I. Así lo dejó escrito el propio Blasco: «Quiero descansar
en el más modesto cementerio valenciano, junto al mare nostrum, que llenó de ideal mi espíritu;
quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia, que es el amor de todos mis amores».
En el puerto de Valencia fue recibido por trescientas mil personas, entre ellas, el presidente de la
República, Niceto Alcalá-Zamora; el del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux y el de la
Generalitat catalana, Francesc Macià. El artista valenciano Mariano Benlliure le diseñó un
hermoso sarcófago. Todo cambió en 1936 con el estallido de la Guerra Civil. Los restos de Blasco
fueron trasladados a un nicho provisional en el cementerio municipal de Valencia por miedo a que
el cuerpo fuera profanado. Ahí sigue todavía hoy, en el nicho 93 de la sección 3.ª del cementerio
civil de Valencia, protegido por una lápida gris oscuro en la que solo sobresale su nombre con letras
blancas. Un lugar ciertamente anodino para la magnanimidad de su vida.
***
He tenido la fortuna de leer a Vicente Blasco Ibáñez gracias al legado secreto de mi abuelo. Conocí
durante poco tiempo a José García Roda, pero estoy unida a él a través de los libros que hemos ido
compartiendo durante algunos años. Todos encierran historias que van más allá de lo que cuentan.
Esta de Blasco Ibáñez es solo una de ellas.
Es curioso el modo en el que la literatura nos elige. Pepe lleva más de veinte años muerto y sigue
siendo el tipo que mejores libros me recomienda.
Antes de devolver los libros a su lugar, le muestro a mi abuela ese número enigmático —19.220—
que Pepe escribió en la primera página del tomo I de las Obras completas de Blasco. Ella se pone
las gafas, se queda pensando y dice: «Ah, sí, eran las pesetas que nos quedaban en el banco cuando
los compró. Ni siquiera en nuestros peores momentos económicos dejó de comprar libros».
1901: Blasco Ibáñez.
Carmen Yebenes Benitez·Lunes, 16 de octubre de 2017
CONTINUACION DE “REBECA”: https://www.facebook.com/notes/carmen-yebenes-
benitez/rebeca/10155986790299252/
“1901: Blasco Ibáñez” por Carmen Nikol.
Mi viaje a la Valencia de finales del año 1900 tenía un motivo principal: conocer a Blasco Ibáñez, al
cual admiraba desde temprana edad y había conocido ya de niña de la mano de mi padre. Vicente
Blasco Ibáñez era republicano, como toda mi familia (yo incluida); era cineasta, escritor y
periodista. Un político de fuertes creencias y acciones incesantes. Es decir: lo tenía todo para mí. Y,
además, un plus: era valenciano y amaba su patria.
Cuando llegué al sótano de la Catedral de la capital (el lugar que solía utilizar para “aterrizar” de mi
transviaje, pues solamente bajaba el arzobispo -Sebastián, otro transtiempo y tío de mi abuelo, un
religioso que, como tal, realmente detestaba a Blasco Ibáñez y que no debía saber que mi razón era
visitarle)... yo ya estaba preparada para encontrar al personaje que tanto había luchado, publicado y
sufrido por su causa; el fundador del periódico diario “El Pueblo”.
Sabía que congeniaríamos si conseguía hacerme con él (y no iba a ser difícil por la asiduidad de sus
reuniones en el Casino Central, en el consistorio o en la Casa dels Bous -la del barrio del Cabañal).
Montesinos Checa, el alcalde, no comulgaba con el blasquismo pero también me podría facilitar
algún tipo de acceso a él. Y, si no, me esperaría a mayo de 1901 y a su entrada en las cortes. Pero,
en todo caso, sabía que pronto se iba a llevar a cabo una representación wagneriana y él era un
forofo de las obras de Wagner (casi le gustaban más que su propia escritura). Por lo que, de algún
modo, coincidiría con él.
Finalmente, lo conseguí del modo más inesperado: fue gracias a su mujer y fue en su propia casa de
la Malvarrosa (una mansión, diría -llena de elementos neoclásicos, victorianos y con toques de
decoración valencianos y españoles- que me llenaba de alegría y me agasajaba con cariño infantil
cada vez que la visitaba -sus hijos eran una delicia conmigo). Una tarde más, decidí pasear por allí
para conseguir llegar a María. Sí, fue algo muy buscado pero no fue un error. Todo lo contrario
porque María necesitaba una mujer como yo para poder hablar, con tranquilidad, de sus inquietudes
(que no eran pocas).
María Blasco fue su primera mujer y la madre de sus hijos (eso sí: según contaron posteriormente,
la que no fue su gran amor -aunque leyendo su relación epistolar bien pudiera querer decir lo
contrario). Era una mujer que, a mi parecer, gozaba de un total afecto y complicidad por parte de su
erudito y polémico marido. Sin embargo, sufría de sus largas ausencias, bien por trabajo o por exilio
(o bien por sus entradas en prisión, también).
Cuando comencé a frecuentar la compañía de María, estaba pletórica: Blasco andaba, en esos días,
siempre jugando por su jardín y con sus hijos -a ratos, durante las tardes- o relajado regando las
plantas. Había decidido pasar el 28 de enero (su cumpleaños) celebrándolo en familia. Y pasó
bastantes más días en casa: reuniéndose con personajes políticamente allegados y analizando
situaciones y fórmulas de exposición bastante más extremas. Quiso rebajar el precio de su diario,
para ser más populista aún, y estuvo analizando con sus asesores cómo hacerlo.
A María le bastaba con verle un rato mientras escribía o con saber que tenían una reunión con los
colegas del partido: le bastaba para sentirse feliz. Pero, sobre todo se sentía feliz porque lo tenía en
casa en una época en que comenzaba a rumorearse sobre los escarceos de su marido. O, al menos,
cuando ella empezaba a enterarse.
En una ocasión, me invitó a una reunión a la que asistirían Sorolla y Mariano Benlliure (estuvimos
viendo unos bailes regionales -como unas jotas- en un ambiente aparentemente muy frugal y
distendido). ¿Quién pudiera haberme dicho que me encontraría allí, en esa ocasión tan lejana del
mundo intelectual y tan festiva, escuchando criterios artísticos y políticos tan contundentes? Entre
risas y voces jocosas, aprendí mucho de su sistema de comunicación propagandístico. Me resultó la
clave para poder sopesar lo que necesitaría posteriormente para entrar a trabajar con él.
María, la gran María, era muy amable conmigo: siempre favorecía ocasiones en las que pudiese
promocionarme como periodista y charlar con todo aquel que pudiese ayudarme a comprender
mejor el entorno de su marido.
Era una mujer de origen noble de la ciudad de Castellón (como solía decir ella misma “de Castellón
de toda la vida”) y, por alguna razón, de mí no temía nada. Siempre prefería que Vicente hablase
conmigo a que lo hiciese con las demás. Nunca me vio una amenaza y es que… es que no lo era. Lo
mío era pura admiración y ansias de aprendizaje (uno de mis mejores artículos, publicado en el
futuro, fue basado en la política republicana de Blasco Ibáñez). La elegancia de María, y su estilo
comedido, pasaron a un segundo plano cuando me quiso recordar que debía visitar la mercería de
José Abad: con alegría, y cierto tono picarón, me recomendó una visita para conocerle. A ella le
parecía mi tipo y decía que no era normal que no vistiese con sus corsés. Fue gracias a ella, si lo
pienso, que me enamoré de mi marido de por aquellos entonces (pero... ¡si hace nada!).
Blasco Ibáñez tuvo una genial idea a mediados de 1901. Para mí, la mejor que pudo tener: me
ofreció un puesto de trabajo en su periódico, en “El Pueblo”. Yo tenía cierto miedo por mi pariente,
el arzobispo, porque si se llegaba a enterar no tendría manera de regresar a mi vida habitual (la
verdadera, la del 2017, la de hoy). Bueno, sí podría, pero no desde el mejor lugar, donde nadie
-seguro- se enteraría (o eso creía yo, antes de llegar la inauguración del nuevo museo). Y bien…
entregada a su programa, comencé a trabajar allí.
Fui una de las pocas mujeres periodistas que trabajó bajo sus indicaciones. Y, a pesar de todo, no fui
excepcional: cobraba mucho menos que los hombres del diario, haciendo el mismo trabajo que
ellos. Pero, sin duda, yo resultaba más conveniente para poder tratar el tema del sufragio femenino,
el divorcio, etc.: temas que, por entonces, eran una inquietud incómoda para las mujeres y que
Blasco sí quería tratar en su diario, a pesar de ser masón y considerado, por muchos, un machista
acérrimo, un cacique y un déspota (fama que recogía en muchas de sus intervenciones públicas, en
las que no temía insultar o ejercer influencias que llegaban a ser muy comprometidas socialmente).
Aunque El Pueblo era el diario menos leído (frente a Las Provincias o El Mercantil Valenciano),
convirtió a Valencia en la capital de la tendencia republicana. Era el que más accedía a los cafés
bajo un formato de panfleto, se podría considerar. Así que, que mi firma apareciese en él, me
garantizaba una plaza de lujo allá por donde pudiese utilizar su influencia. Y siempre que pude la
usé: utilicé esa baza. Eso sí: con discreción porque, de un modo u otro, era conocido por ser una
diario radical y esto no era lo mejor que podía ir pregonando por doquier (tan solo en algunos cafés
de la ciudad podía decir y pregonar lo que sabía que me iba a ayudar para conseguir más contactos
y desarrollar noticias excelentes). Vicente estaba encantado con mi trabajo y yo no podía más que
trabajar todo el tiempo del que podía disponer.
José no estaba muy contento con eso. Era suficientemente laxo conmigo y gentil con mis
necesidades periodísticas: entendía que trabajar para Blasco, el magnífico escritor que él había leído
mucho y admirado más, era una gran oportunidad. Pero no dejaba de ser un hombre de principios
del siglo XX y él ganaba mucho dinero con su mercería. Antes de que yo pudiese comenzar a
trabajar, salíamos con María a pasear (y con el propio Blasco también, en alguna ocasión -a pesar de
sus reticencias con la burguesía a la que José pertenecía, pues Vicente tenía una relación compleja
con los burgueses). José era muy paciente y se sentía orgulloso de mí, en aquellos días. Estaba
conforme con mi forma de participar dentro de aquel ambiente porque, en realidad, disponía de casi
todo mi tiempo y se lo dedicaba a él: a la tienda, a su cuidado y a disfrutar del tiempo libre en
común. Nuestra mejor época fue aquélla en la que yo no trabajaba. Sí, ésa es la verdad. Él era
dadivoso y ¡le gustaba salir más que comer! Si hago una lista de los regalos que me hizo (la que está
en mi diario), no la acabo. Y no la acabaré jamás. Ya no (no puedo creérmelo aún…).
Me regaló un cuadro de Cecilio Plá y Gallardo, mi más admirado pintor; un perfume de Myrurgia
que nadie en mi generación comprende que lo tenga tan nuevo y tan perfumoso aún -solo Ruth-.
También unos maravillosos guantes de “El Águila” (donde él compraba sus trajes prêt-à-porter
porque le sentaban bien -sin más- y así no necesitaba pagar a un sastre). Me compraba toda la
prensa diaria (para que no tuviese que moverme para analizarla). Me llevaba a disfrutar del teatro
(al Principal, a ver zarzuelas principalmente), a conocer los premios que el ayuntamiento comenzó a
brindarle a los artistas falleros (los primeros que impulsaron desde el ayuntamiento); me llevó a la
feria de julio y a conocer las obras de la nueva Calle de la Reina. Me llevaba cada día a comer
fresas con nata (lo que más se estilaba por las tardes. Una vez, a escondidas casi, me llevó a conocer
y tomar un té con Manuel Polo y Peyrolón.
Por otra parte, teníamos en casa, casi siempre, Champagne de Miró y Tarragó, el depilatorio de
Carlos López Moreno (lo que usaba yo para depilarme muy cómodamente), los mejores zapatos (los
de Gordillo); jerez, coñac y oporto de González-Byass. Y fotos. Muchas fotos de nosotros por toda
la casa: era amigo de Francisco, el del estudio de Sanchís (el de la Calle Serranos) y nos utilizaba
para colgarnos en su escaparate a cambio de darnos alguna copia. José era un hombre maravilloso,
sensual, considerado, masculino y generoso: amigo de sus amigos, flexible con sus enemigos,
amante de la carnes de las mujeres y mi mejor compañero hasta la fecha (mi fecha vital). Dudo que
jamás vuelva a tener otro.
¿Pero, cómo puedo hablar así ya?
En septiembre de 1901, cuando ya iba terminándose mi periodo de vacaciones (en el 2017 -el que
me concedió Concha), ocurrió algo inesperado: José tuvo un accidente de tráfico con su recién
estrenado vehículo (que le habían traído de Guipúzcoa y con el que conducía como un loco -era lo
único que me daba una imagen de él que no me encajaba). Al cabo de cinco horribles días de
sufrimiento, murió dejándome viuda y con una pena que me machacó hasta lo más profundo de mis
células, obligándome a pasar, de nuevo (como con mis padres) por una situación de terror y
desesperación.
Me he refugiado en Ruth, nuevamente. Y ya hablo en pretérito perfecto de José y de mi etapa en
Valencia -cuando fue hace nada-. Pero es que no puedo hablar en presente ni puedo entregarme a las
desgracias que me ocurren cuando viajo en el tiempo. Debo permanecer consciente, aprendiendo la
lección de mis funciones, de mis deberes para con la comunicación y recordando que vivo como
una transtiempo: y eso es mi mayor satisfacción y mi mayor responsabilidad. Mi memoria, mis
letras y mis vivencias se deben a la oportunidad que la vida me ha dado para ofrecer todo lo que una
viajera del tiempo puede ofrecer. José merecía lo mejor de mí: y lo tuvo. Y yo de él. Y lo tuve y lo
tendré para siempre.
Concha me envía a Barcelona a conocer, de primera mano, qué ocurre con Puigdemont. Mañana
debe responder al requerimiento de Rajoy. No me interesa en absoluto, pero se lo prometí y voy a
hacerlo bien. Pensaré, como cada día, en José. Y recordaré a Blasco Ibáñez: él odiaba lo que
llamaba la “lepra catalana”. Si tuviese que escribir esta noticia para El Pueblo (a pesar de la
tendencia republicana de ambos -Blasco y Puigdemont), tengo claro que no sería como la que he de
escribir bajo la línea editorial de Concha. Quizá escriba dos versiones (al menos en mi diario).
— Necesito un sueño reparador. Buenas noches, Ruth.
— Buenas noches, Rebeca. Descansa, querida.

Transcrit de la conferència pronunciada per Vidal Valle Ortí en les II


Jornades Culturals de l’any 2001, organisades per la Confraria de Sant
Vicent Màrtir.

En el año 572 muere Liuva I y le sucede a título de Rey y como soberano en el reino godo de
España Leovigildo. Por aquel entonces ya había muerto Teodosia y Leovigildo contrajo nuevo
matrimonio con Gosuinda que era viuda desde hacía muchos años del también rey godo Atanagildo.
Gosuinda que era una arriana furibunda, intervino decisivamente en que el hijo de su marido
Leovigildo, es decir, Hermenegildo, se casase con una nieta suya que se llamaba Ingunda, que era
princesa real porque era hija de los reyes godos de Austrasia (sur de Francia) Sigiberto y
Brunichilda, si bien estos eran fervorosos católicos. La boda se celebró allá por el 578, cuando
Hermenegildo tenía poco más de 14 años. Hermenegildo, que como hemos dicho era hijo de
Teodosia y, por tanto, hijo de una reina católica que le había preparado y hablado del catolicismo en
su religión primera, a pesar de que era arriano como su padre, pero edificado con el ejemplo de su
joven esposa y rematado con las enseñanzas de su tío Leandro, Obispo católico de Sevilla y de sus
otros dos tíos Fulgencio e Isidoro y de su tía Florentina, se convirtió a la fe católica y recibió por
segunda vez el bautismo.
Leovigildo consiguió que el reino godo de España tuviera una de las etapas de mayor esplendor y
fue el primer rey de España que usó manto real, cetro y corona y recibía a sus súbditos sentados en
el trono.
La conversión al catolicismo de Hermenegildo, irritó al rey Leovigildo y a Gosuinda, así como
produjo una gran alegría a los católicos españoles, hasta el punto que prendió a su hijo y a todos los
que acompañaban al joven príncipe en la defensa del catolicismo.
Hermenegildo fue hecho prisionero y encarcelado en una prisión de Sevilla, donde trató el rey de
que renunciara a su fe católica, primero con halagos y promesas y luego con dureza, privaciones y
violencia, y desde allí -tal vez pasando primero por otra prisión en Córdoba- fue desterrado y
conducido preso a Valencia, ciudad en la que existía una muy nutrida comunidad católica nacida en
tiempos de Daciano, merced a la importantísima semilla del ya santo Vicente Mártir, que fue
cruelmente martirizado en el siglo IV, y que murió en olor de Santidad el año 303, siendo su cuerpo
primero abandonado a las fieras a las afueras de la ciudad, donde milagrosamente fue custodiado y
protegido por cuervos y ante lo insólito del suceso, echado en alta mar atado a una rueda de molino,
desde donde también milagrosamente regresó a la playa, llegando incluso antes que la barca que lo
había lanzado y siendo recogido por la viuda Jónica y custodiado por esa comunidad cristiana que
lo conservó y la cual creció de forma inusitada.
Los cristianos valencianos, cuanta Alonso Morgado en el capítulo noveno del libro cuarto de la
Historia de Sevilla y así lo refiere Diago en el Libro V de los Anales de Valencia, que eran, además
de católicos, enemigos de la fe arriana, liberaron al príncipe Hermenegildo y lo proclamaron y
coronaron Rey de Valencia.
Esto sucedía hacia el año quinientos ochenta y tres después de Cristo.
Hermenegildo, fue por obra y gracia de la formidable comunidad cristiana de Valencia, el primer
Rey cristiano de Valencia, aunque su reino abarcase tan solo a la ciudad de Valencia y algunos
pueblos y territorios limítrofes.
Al tener conocimiento Leovigildo de que su hijo había sido proclamado y coronado Rey de
Valencia organizó un poderoso ejército para venir contra Valencia y recuperar la Corona Real de la
que había sido privado, antes de que el levantamiento iniciado creciese, se extendiese y se hiciera
incontrolable.
Para que los súbditos valencianos no sufriera el daño y las iras de su padre, Hermenegildo, al tener
el conocimiento de la inmediata llegada del ejército arriano, salió a las puertas de Valencia y se
entregó en el camino de Sagunto.
Leovigildo, para evitar que los valencianos se sublevaran y otra vez liberasen a Hermenegildo,
mandó que fuera conducido a una estrecha y horrible prisión en Tarragona.
Y en la Pascua, el día de Resurrección, ante su negativa a recibir la comunión según el rito arriano y
de las manos sacrílegas de un obispo arriano, su padre arrebatado de ira, dio la orden a sus ministros
para que le quitaran la vida.

Potrebbero piacerti anche