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Un lector me pidió que explicara Apocalipsis 6:9-11.

Esta es la respuesta:

En Apocalipsis 6:9-11 dice lo siguiente: “Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las
almas de los que habían sido asesinados por causa de la palabra de Dios y por causa del
testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Soberano Señor, Santo
y Verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra? Y a cada uno le
fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que descansaran aún un poco de tiempo, hasta que se
completara el número de sus consiervos, el de sus hermanos que debían ser asesinados también
como ellos” (BTX).

Primeramente las almas no tienen cuerpos físicos y por lo tanto no necesitan vestiduras. Este
lenguaje es simbólico. Juan utilizó una figura del lenguaje llamada personificación que consiste
en atribuir cualidades humanas a un animal, objeto o cosa con el objetivo de hacerlo hablar,
actuar o comportarse como si fuese una persona. Las almas que menciona este pasaje
apocalíptico habían sido muertas a causa de su testimonio o proclamación. Por lo tanto, eran
almas muertas y no almas de muertos. Se les asegura que son salvos, pero tienen que seguir
descansando hasta que se complete el número de sus consiervos que han de ser muertos como
ellos. Estás almas estén descansando lo cual indica que están muertas. En la Biblia es común
comparar la muerte al descanso del sueño (Job 14:12; Jer. 51:57; Daniel 12:13; Juan 11:11;
1Cor. 15:51; 1 Tes. 4:13).

Hablando de los justos que murieron en la antigüedad en Hebreos 11:39 y 40 dice: “Y todos
éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron la promesa; habiendo
Dios provisto para nosotros alguna cosa mejor, para que ellos no fueran perfeccionados aparte
de nosotros” (BTX).” Según las palabras del apóstol los justos que murieron en la antigüedad
todavía no han recibido lo prometido, por lo tanto, no están en el paraíso. Al igual que los
héroes de fe de antaño que murieron, las almas de los asesinados por causa de la Palabra de
Dios tampoco han recibido lo prometido. El caso del profeta Daniel concuerda con este hecho.
Dios le dijo a Daniel: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad
al fin de los días” (Daniel 12:13 | BTX). Los justos no reciben su recompensa al morir.
Recibirán su recompensa al fin de los días cuando Cristo les llame en ocasión de la segunda
venida (Job 14:15; 1 Tes. 4:13-17).

En Génesis 4:10 se encuentra un caso similar al de Apocalipsis 6:9-11. Cuando Caín mató a
Abel Dios le dijo: “...¿Qué has hecho? ¡La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la
tierra!” (BTX). La sangre no habla. Aquí también se utiliza la figura del lenguaje llamada
personificación. Dios simplemente le indicó a Caín que el vil asesinato que él cometió exigía un
acto de justicia divina. En Apocalipsis 6:9-11 el vil asesinato de esas almas exige un acto de
justicia divina. El pasaje no afirma que el alma sobrevive la muerte, sino que el vil asesinato de
estas almas amerita la intervención divina.

Las Escrituras enseñan que el alma es mortal (Ezeq. 18:4; Sant. 5:20). El alma no va ni al
paraíso, ni al infierno a la hora de la muerte. Sólo el espíritu (aliento de vida) tanto de justos,
como injustos vuelve a Dios a la hora de la muerte (Ecl. 12:7). El espíritu no es el alma. El alma
es la persona (Hechos 2:41) o el ser (Gén. 2:7). Es la unión del polvo y el espíritu (Gén. 2:7) y
cuando estos dos elementos se separan a la hora de la muerte, el alma deja de ser. El alma
humana llegó a la existencia cuando Dios creó a Adán del polvo de la tierra y sopló en su nariz
aliento (espíritu) de vida. Cuando el hombre muere ocurre este proceso a la inversa. Así lo
ilustra Salomón en Eclesiastés 12:7 donde dice: “Eclesiastés 12:7 entonces volverá el polvo a la
tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio” (LBLA).

El mensaje de la Biblia es claro.

Rafael Montesinos

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