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¿Qué es ser un "lingüista"?

Para llegar a ser un profesional en cualquier campo se debe cursar la formación


adecuada y luego pasar por un periodo de práctica. Un cirujano va a la facultad de medicina y
luego realiza operaciones rutinarias antes de pasar a realizar trabajo innovativo en, pongamos,
transplantes de corazón o cirugía plástica (o escribir un libro sobre los principios de la cirugía o
sobre las nuevas corrientes de la cirugía). Un lingüista debe aprender los principios de la Teoría
Lingüística Básica y también recibir formación sobre cómo describir lenguas (por medio de
cursos sobre Métodos de Campo). El programa ideal es realizar a continuación trabajo de campo
original sobre una lengua que antes no ha sido descrita (o sólo pobremente descrita) y escribir
una gramática comprehensiva de ella como tesis doctoral. Cada lengua supone algún tipo de
desafío teórico y resolverlo muy probablemente llevará a una retroalimentación de la teoría,
ayudando a ampliarla y afinarla.
En un estadio posterior un lingüista que tiene una base sólida en una familia lingüística
particular y/o en un área lingüística (con un buen conocimiento de una o, preferiblemente, más
de una, de sus lenguas) puede embarcarse en un estudio comparativo. Puede intentar reconstruir
una proto-lengua o estudiar la clasificación de esas lenguas o investigar las formas de difusión
(o una combinación de estas posibilidades).
Esto es lo que debería ser. Es lo que solía ser. Pero no es lo que pasa hoy en día en la
mayor parte del mundo. En los últimos cuarenta años aproximadamente la lingüística como
disciplina ha perdido su equilibrio. Intentaré explicar cómo ha sucedido esto.
El desarrollo más importante ha sido la creación de varios conjuntos de formalismos
que han sido denominados "teorías". Cada uno de ellos está basado en alguna parte de la Teoría
Lingüística Básica. Cada uno de ellos es útil para describir algunas clases de relación
lingüística, pero se presenta como si fuera una teoría del lenguaje total. La palabra "teoría" se
está usando así de una forma nueva.
Tales formalismos (teorías no básicas) vienen a durar sólo un poco tiempo; su media de
vida es de seis a diez años. Pero mientras un formalismo concreto está en boga (igual que una
tendencia en la moda) los que se adhieren a él proclaman que es el único modelo viable de cómo
trabaja la lengua. Se dice que no hay que mezclar teorías (igual que no hay que mezclar
religiones), pero de hecho cada uno de ellos está basado en una parte diferente de la Teoría
Básica y puede ser útil utilizar ideas de diferentes formalismos para describir partes diferentes
de una lengua. Sin duda algunas ideas excelentes han sido propuestas por personas que
trabajaban dentro de algunos formalismos y tales ideas alimentan la Teoría Básica.
Una minoría de lingüistas ha seguido trabajando como antes, escribiendo gramáticas de
las lenguas en términos de la Teoría Básica y, obviamente, ampliando y afinando la teoría. Sin
embargo, no tenían un nombre para la teoría que estaban utilizando; para ellos era simplemente
escribir gramáticas, como la gente ha hecho durante milenios. […]
De hecho, pocos formalistas intentan escribir gramáticas generales de las lenguas (lo
que no está mal, dado que ningún formalismo es totalmente adecuado para esa tarea). A veces
trabajan en un reducido ámbito de la lengua, lo que no es un intento sensato dado que cada parte
se relaciona con el todo y sólo se puede entender adecuadamente en el contexto del todo. Con
mucha frecuencia se limitan a trabajar sobre su propia lengua nativa. Pero algunos de ellos, de
vez en cuando, consultan las gramáticas descriptivas escritas por los linguistas de verdad (en
términos de Teoría Lingüística Básica) e intentan reformular partes de ellas en el marco de su
formalismo. […]
Argumentan que para entender el lenguaje no hace falta trabajar con lenguas. Viene a
ser como si un grupo de "cirujanos", de los cuales ninguno ha realizado nunca una operación,
impartiera cursos y conferencias sobre los principios de la cirugía.

R. M. W. Dixon, The Rise and Fall of Languages, Cambridge, 1997, pp. 130-135

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