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Fragmento 1 (Pucciarelli):

(…) el filósofo quiere (…) aprehender la verdad (…) sea grata o penosa, le depare dolor o
placer. (…) Su saber aspira a superar el esto, el aquí y el ahora, a trascender los límites de la
experiencia, aunque sus primeros pasos se apoyen en el precario suelo [de la experiencia].
El filósofo quiere un saber de la totalidad (…), quiere que su saber tenga unidad (…), en una
palabra quiere un saber de los fundamentos (…). [Pero a la vez, ese saber] no es un bien
ajeno a la propia vida del filósofo ni se reduce a una posesión intelectual indiferente para el
que lo detenta. La comprensión de una verdad filosófica me transforma interiormente,
despierta en mí posibilidades de realización moral que antes permanecían ocultas e
inoperantes. Configura desde adentro mi propia personalidad y se traduce en mi
comportamiento exterior (…). La teoría termina por traducirse en práctica, (…) el saber en
camino de vida.

Fragmento 2 (Onfray):

Creo que todos nacemos filósofos y que sólo algunos siguen siéndolos. No tengo hijos (…)
pero observé que los chicos tienen preguntas eminentemente filosóficas y metafísicas que
hacen pensar en aquella de Heidegger: “¿Por qué el Ser y no más bien la nada?”. Son
capaces de preguntar cosas extravagantes a los padres, que no suelen tener la cultura ni el
reflejo de decir: “hay bibliotecas; allí está el saber que permitiría responder a tus
preguntas”. Y los chicos renuncian cuando crecen. El filósofo es el que no renuncia, el que
siempre se plantea preguntas, como cuando era chico y se preguntaba “¿Por qué llueve?
¿Por qué morimos? ¿Por qué las cosas son así y no de otro modo? ¿Cómo funciona esto?”.
Yo descubrí en mí esa naturaleza [y] el cuestionamiento filosófico fue una verdadera
revelación (…).

Fragmento 3 (Russel):

Desde el momento en que comenzamos a filosofar hallamos que aún los objetos más
ordinarios conducen a problemas a los cuales solo podemos dar respuestas muy
incompletas. La Filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera
respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían
nuestro pensamiento y nos libran de la tiranía de la costumbre. Así el disminuir nuestro
sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro
conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no
se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido
de la admiración presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.

Fragmento 4 (Korn):
La filosofía —así, en singular— no existe. Esta palabra no significa más que amor al saber.
Expresa una actitud, un anhelo, un estado de ánimo: el deseo de llevar nuestro
conocimiento hasta sus últimos límites. No es, pues, un saber concreto y transmisible sino
una actitud espiritual: en ocasiones ésta se puede sugerir y aun encaminar, cuando
preexiste una disposición espontánea. Se adquiere así el hábito de dar al pensamiento una
dirección determinada, a vincular el caso particular a conceptos generales, a ver en el
hecho más común un problema, a empeñar el esfuerzo de la mente en una contienda con
lo desconocido, a superar la limitación individual. […] Si se hace de la filosofía un cuerpo de
enseñanzas sistematizadas, se descubre un conjunto de teorías elaboradas al margen del
proceso histórico de la humanidad. […] Cada generación continúa la obra de sus
predecesores pero también la altera y la transmuta; conserva el viejo término tradicional
pero modifica su sentido y su concepto. […] Desde luego no existe la filosofía; existen
numerosas escuelas y posiciones filosóficas. Son productos del proceso histórico y
solamente en su proyección histórica se aplican y se coordinan.

Fragmento 5 (Jaspers):

El pensar filosófico tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a cabo cada
uno por sí mismo. Una maravillosa señal de que el hombre filosofa en cuanto tal
originalmente son las preguntas de los niños. No es nada raro oír de la boca infantil algo
que por su sentido penetra inmediatamente en las profundidades del filosofar. El filosofar
original se presenta en los enfermos mentales lo mismo que en los niños. […] Hay una
verdad profunda en la frase que afirma que los niños y los locos dicen la verdad. […] ¿Qué
es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo tan singulares formas? [La
filosofía] no tiene nada ni encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda
filosofía se define ella misma con su realización. […] La filosofía es aquella concentración
mediante la cual el hombre llega a ser él mismo, al hacerse partícipe de la realidad.”

Fragmento 6 (Darío Z):


(…) la filosofía no resuelve problemas, los crea. No formula preguntas para encontrar
sus respuestas, sino que parte de las respuestas instituidas para desmontarlas con su
batería de preguntas. En especial con su pregunta predilecta: ¿por qué? La pregunta
infantil, la pregunta sin sentido. La pregunta por el por qué del por qué del por qué, y así al
infinito para resquebrajar la idea de un orden de lo real, para resquebrajar. (…) Para la
filosofía nada es obvio. O al revés; entiende que donde más se presenta el sentido como
obvio, más necesario es el cuestionamiento. Hacer filosofía cuando todo se derrumba es
fácil. Lo difícil es hacer filosofía cuando todo funciona bien, ya que allí es donde se impone
el interés de algunos en nombre de lo normal, de la verdad, de lo sano, de lo productivo, de
lo rentable, de lo útil, de lo posible. (…) Nadie que haga filosofía va a llegar ningún lugar
seguro, por lo menos si se trata de lugares definitivos. Es que no se trata de llegar sino de
salir. Salir, para seguir saliendo…

Fragmento 6 (Darío Z):

(…) la filosofía no resuelve problemas, los crea. No formula preguntas para encontrar
sus respuestas, sino que parte de las respuestas instituidas para desmontarlas con su
batería de preguntas. En especial con su pregunta predilecta: ¿por qué? La pregunta
infantil, la pregunta sin sentido. La pregunta por el por qué del por qué del por qué, y así al
infinito para resquebrajar la idea de un orden de lo real, para resquebrajar. (…) Para la
filosofía nada es obvio. O al revés; entiende que donde más se presenta el sentido como
obvio, más necesario es el cuestionamiento. Hacer filosofía cuando todo se derrumba es
fácil. Lo difícil es hacer filosofía cuando todo funciona bien, ya que allí es donde se impone
el interés de algunos en nombre de lo normal, de la verdad, de lo sano, de lo productivo, de
lo rentable, de lo útil, de lo posible. (…) Nadie que haga filosofía va a llegar ningún lugar
seguro, por lo menos si se trata de lugares definitivos. Es que no se trata de llegar sino de
salir. Salir, para seguir saliendo…

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