Sei sulla pagina 1di 4

1.

5 SOCIALIZACIÓN Y APRENDIZAJE
Si la educación como fenómeno es algo que, por hallarse a la vista de cualquiera,
merece ser objeto de contemplación, tanto desde su mera diacronicidad
secuencial como desde el estudio de las implicaciones que ha tenido y seguirá
teniendo para el desarrollo del hombre a través de la Historia, considerarla como
proceso supone abandonar el talante contemplativo con que el observador se
sitúa ante la realidad observada —inmovilizándola, de algún modo, mentalmente a
fin de poderla abarcar en toda su complejidad panorámica—, para entregarse a
otra visión complementaria, ahora de naturaleza estrictamente analítica, es decir,
centrada en obtener una especie de radiografía interior que ponga al descubierto
su estructura entitativa y operativa. Nótese que «estructura» deriva de struere y,
por lo mismo, implica la idea de construcción, distribución, orden entre las partes;
sea para dar consistencia a un todo estático, sea para conferir sentido y eficacia a
las acciones sucesivas de un todo dinámico. De esta segunda índole es la
educación (literalmente, «acción de educar»). Y, como cualquier acción vinculada
a una estructura, por lo demás entre elementos de naturaleza racional, tendrá a la
fuerza un referente de partida y otro de llegada; contará con algún agente capaz
de estimular —y, entendido rectamente, conducir— el tránsito entre los términos a
quo y ad quem, sin perder nunca de vista el carácter instrumental o subsidiario de
su papel; soñará, en fin, con algún marco particularmente válido para el
desencadenamiento y seguimiento de la secuencia educativa que, bien orientada,
deberá prestar atención, en el momento más idóneo y utilizando estímulos
proporcionados, a cada una de las distintas facetas integrantes de la personalidad
educable. Habida cuenta, pues, de que proceso, estructura y acción representan
tres conceptos estrechamente relacionados pero distintos —donde estructura es el
conjunto estático de los elementos que intervienen, proceso es la suma dinámica
de las fases de intervención consideradas como un todo, y acción es cada uno de
los actos puntuales visto en su singularidad—, podemos afirmar que la estructura
sobre la cual se sustentan las acciones educativas integradas en la globalidad del
proceso educador, la componen: ante todo, el educando, que constituye el
corazón mismo del proceso y el destinatario de la acción; luego, el educador, cuya
conciencia de subsidiariedad, más que empequeñecer ennoblece su tarea; en
tercer lugar, el nexo profundo y permanente que entre ambos se teje bajo la forma
de relación educativa; y, finalmente, el marco institucional o ámbito privilegiado —
ni mucho menos excluyente— de la mutua retroalimentación. El estudio cuidadoso
de todos estos elementos resulta indispensable en una teoría de la educación que
pretenda ser integral. Por tanto, sólo circunstancias externas o coyunturales, como
las que ya hemos apuntado en la primera parte de esta obra, pueden explicar, sin
llegar a justificarla plenamente, la omisión del tratamiento de cualquiera de ellos.
Esperamos, de nuevo, poder subsanar en un futuro próximo esas —nunca mejor
dicho— verdaderas lagunas estructurales. En cualquier caso, el lector sabrá
comprender las serias razones que nos mueven a entresacar ahora, de esa
abultada panoplia temática, dos núcleos de reflexión tan decisivos para la
comprensión idónea del proceso educativo y para el buen hacer pedagógico,
como son la cuestión siempre abierta del descubrimiento del sujeto educable por
antonomasia, que es el niño, aspirante perpetuo a convertirse en protagonista real,
no sólo retórico, de su propia educación; y, en segundo lugar, el problema
correlativo y no menos apasionante de la definición funcional del educador, en
términos que implican, desde el perfil deseable de su personalidad, hasta la
plenitud asumida de los nuevos papeles que se le asignan —tan manidos y tan
escasamente reconocibles aún—, supuestas todas las exigencias que entraña su
estatuto profesional llevado, claro, a la coherencia optimizadora que cualquier
teoría postula, pero que tan largo se le fía en la práctica usual. (Ferrero, 1998)

Aprendizaje:
Un Modelo de Aprendizaje Socializado.
Cultura:
“Se entiende por cultura a una malla de significados que dan sentido a los
fenómenos de la vida cotidiana, ampliando esta definición: se trata de que la
cultura es un proceso de significación comunicativa-objetiva y subjetiva, es
decir, de aspecto perceptibles o no perceptibles por los sentidos- que surge
de los procesos mentales donde se crean los significados y un medio
ambiente o contexto significativo (es decir donde hay fenómenos que
producen significados en la mente).
En este contexto los elementos claves o factores de la cultura son: medios
materiales, costumbres, normas, lenguaje verbal, sistema simbólico y valores.
Socialización:
Es el proceso social por el cual aprendemos a ser miembros de una comunidad
humana y a interiorizar los valores y roles de la sociedad en que hemos nacido y
habremos de vivir. Es decir, a través de la socialización aprendemos a vivir dentro
de un grupo, a ser miembros competentes de la sociedad en que hemos
nacido. Desde este punto de vista, la socialización es:
El proceso de integración de un individuo a una sociedad dada o a un grupo
particular a través de la interiorización de los modos de pensar, de actuar y
de interrelacionarse, dicho de otro modo, del aprendizaje de los modelos
culturales y de interrelación de la sociedad o del grupo.
Los Agentes de Socialización:
La socialización se realiza a través de ciertos entes de la sociedad que llamamos
“agentes” de la socialización porque permiten que ésta tenga lugar. Los agentes
de socialización por excelencia son:
La familia, como el primer medio que actúa como socializador, acompañando al
individuo por un largo período de su vida;
El “grupo de pares”, es decir, el grupo de amigos y de iguales con que un niño o
un joven comparten cotidianamente, el que no sólo le permite poner en práctica
los aprendido con los otros agentes socializadores sobre cómo mantenerse en
inter relación o intercomunicación con otros, sino que también le comunica
normas, valores y formas de actuar en el mundo.
La escuela (El sistema educacional formal), que se constituye en un
importantísimo formador/socializador, afectando también a todos los aspectos
susceptibles de ser socializados en un individuo (y que en el sistema educador
chileno puede durar 12 o más años de vida); Por “escuela” nos estamos refiriendo
a la Educación Formal, que es la que el Estado realiza por cuenta de toda la
sociedad nacional en un ambiente racionalmente controlado y evaluado para
asegurar su efectividad y eficiencia.
Los medios de comunicación (de masas, electrónicos e informáticos), los que
transmite conocimientos a la vez que son muy potentes en reforzar los valores y
normas de acción social aprendidos con los otros agentes socializadores.
El conjunto Deportes/Arte/Religión, los que pueden o no estar presentes, todos
o algunos de ellos en la socialización del niño y el joven.
El deporte socializa desarrollando la competitividad, espíritu de sacrificio, la
voluntad, habilidad para organizar y coordinar grupos humanos, además de
contribuir grandemente al desarrollo físico y psíquico del individuo.
El Arte socializa desarrollando la creatividad, la percepción y el conocimiento del
mundo interior y exterior del individuo, la expresividad ante los demás. Es un
profundo error de padres y profesores creer que el niño que aprende y practica
alguna disciplina artística seriamente le servirán sólo para convertirse en un
“artista”; en realidad ese niño está desarrollando su creatividad y demás
características sociales y de personalidad ya indicados, los que le servirán en
cualquier actividad que desempeñe en su vida, ya sea que se convierta en un
mecánico, carpintero, herrero, médico, arquitecto, ingeniero, etc., porque será un
individuo potencialmente más creativo, perceptivo y comunicativo que muchos
otros.
La religión (cuando no es sectaria, fundamentalista, aislacionista) desarrolla
valores ante la vida, usualmente legitimando la cultura y visón de mundo de la
sociedad; con sus actividades contribuye a desarrollar aptitudes de convivencia
con otros. (Navarro & Quiñiñir, Temuco Chile 2005).

Potrebbero piacerti anche