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INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................ 7
LA CONTABILIDAD INTELECTUAL
EN LA ERA DEL CONOCIMIENTO
INTRODUCCIÓN
Vivimos en un mundo pletórico de datos, frases e íconos. La percepción que
los seres humanos tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en vista de que
se ha modificado la apreciación que tenemos de nuestro entorno. Nuestra cir-
cunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la
del país en donde radicamos. Nuestros horizontes son, al menos en apariencia,
de carácter planetario.
Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo.
Lo que ocurre es que entre los numerosos mensajes que recibimos todos los
días, se encuentran muchos que provienen de latitudes tan diversas y tan leja-
nas que, a menudo, ni siquiera acertamos a identificar con claridad en dónde
se encuentran los sitios de donde provienen tales informaciones. Por ello, se
habla mucho de la Sociedad de la Información o de la Sociedad del Conoci-
miento. ¿Qué rasgos la definen la sociedad actual? ¿En qué aspectos resulta
novedosa? ¿En qué medida puede cambiar la vida de nuestros países, nuestras
organizaciones, de nosotros mismos, etc.? ¿Qué limitaciones tiene ese nuevo
contexto? Son preguntas urgentes que requieren respuestas ingeniosas para
proponer nuevas formas de actuar cotidiana y profesionalmente, de explicar
tecnológica y científicamente y de comprender racional e históricamente a la
sociedad contemporánea.
Pero, por ahora a este nuevo contexto socioeconómico lo definen característi-
cas como las siguientes: Exuberancia. Disponemos de una apabullante y diver-
sa cantidad de datos. Se trata de un volumen de información tan profuso que
es por sí mismo parte del escenario en donde nos desenvolvemos todos los
días. Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información, o al menos sus
contenidos, los encontramos por doquier, forman parte del escenario público
contemporáneo (son en buena medida dicho escenario) y también de nuestra
vida privada. Nuestros abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en
el que estemos ubicados) fueron contemporáneos del surgimiento de la radio,
se asombraron con las primeras transmisiones de acontecimientos internacio-
nales y tenían que esperar varios meses a que les llegara una carta del extran-
jero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un
buque en una travesía de varias semanas. La generación siguiente creció y
conformó su imaginario cultural al lado de la televisión, que durante sus pri-
meras décadas era sólo en blanco y negro, se enteró con pasmo y gusto de los
primeros viajes espaciales, conformó sus preferencias cinematográficas en la
asistencia a la sala de cine delante de una pantalla que reflejaba la proyección
de 35mm y ha transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y conven-
cional a la de carácter celular o móvil. Los jóvenes de hoy nacieron cuando la
difusión de señales televisivas por satélite ya era una realidad, saben que se
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puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto más
cine en televisión y en video que en las salas tradicionales y no se asombran
con la Internet porque han crecido junto a ella durante la última década: fre-
cuentan espacios de chat, emplean el correo electrónico y manejan programas
de navegación en la red de redes con una habilidad literalmente innata. Esa es
la Sociedad de la Información. Los medios de comunicación se han convertido
en el espacio de interacción social por excelencia, lo cual implica mayores fa-
cilidades para el intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una
riesgosa supeditación a los consorcios que tienen mayor influencia, particular-
mente en los medios de difusión abierta (o generalista, como les llaman en
algunos sitios). Irradiación. La sociedad contemporánea también se distingue
por la distancia hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de
mensajes. Las barreras geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuel-
ven relativas al menos en comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos
que esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de un país a otro.
Ni siquiera debemos padecer las interrupciones de la telefonía convencional.
Hoy en día basta con enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en
contacto con alguien a quien incluso posiblemente no conocemos y en un país
cuyas coordenadas tal vez tampoco identificamos del todo. Velocidad. La
comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso
aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de
un mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación
simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional. Mul-
tilateralidad / Centralidad. Las capacidades técnicas de la comunicación con-
temporánea permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo
más frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el
mundo surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de te-
levisión y radio y en muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin embar-
go el contenido de las series y los filmes más conocidos en todo el mundo
suele ser elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en
la Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense
y, todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados
Unidos. Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la comunicación con-
vencional (como la que ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos
instrumentos para propagar información permiten que sus usuarios sean no
sólo consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En la
Internet podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir
nosotros mismos a incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes.
Sin embargo esa capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran
mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya
existen en la Internet. Desigualdad. La Sociedad de la Información ofrece tal
abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la educación y el inter-
cambio entre la gente de todo el mundo, que casi siempre es vista como reme-
dio a las muchas carencias que padece la humanidad. Numerosos autores,
especialmente los más conocidos promotores de la Internet, suelen tener visio-
nes fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades igualitarias y li-
beradoras de la red de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y Negroponte,
1995). Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento para la
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compleja, aunque sin duda seguirá desarrollándose para quizá asumir nuevos
formatos en el mediano plazo, es la Internet.
Lo anterior hace posible entender a la globalización como una serie de procesos
multidireccionales y no simplemente como la internacionalización de culturas y
mensajes que solían estar apartados unos respecto de otros. Giddens recuerda
cómo "la globalización presiona no sólo hacia arriba, sino también hacia abajo,
creando nuevas presiones para la autonomía local". En Internet entre otras
formas de intercambio surgen nuevos modos de solidaridad, desde las cadenas
de mensajes hasta la coordinación de protestas o adhesiones respecto de las
más diversas causas. Y también aparecen nuevas formas de aislamiento, tanto
entre las personas como entre las naciones.
Por otro lado, especialmente vista desde la perspectiva económica, tenemos la
influencia del conocimiento en la sociedad contemporánea. La generación y
utilización eficaz del conocimiento constituye un factor de desarrollo económico
de importancia creciente. Sin embargo, la sola existencia del conocimiento no
garantiza el cambio y la innovación de las organizaciones y de nuestros paí-
ses. La capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología
como factores dinámicos para su progreso depende de condiciones políticas,
económicas y sociales que la ciencia misma no puede crear. La competitivi-
dad que se sustenta en la capacidad de generar y difundir el progreso técnico
-competitividad estructural- se caracteriza como un fenómeno cuya emergen-
cia depende sistemáticamente de fenómenos de menor nivel que se generan
como resultado del funcionamiento de los sistemas educativo, productivo, y de
ciencia y tecnología, de las interrelaciones entre ellos, y de su interacción con
el resto del sistema social. En este trabajo se profundiza en la caracterización
de las condiciones estructurales que deben darse para la emergencia de la
competitividad. Cuatro niveles de análisis de la estructura de la economía so-
cial -los niveles micro, meso, meta y macro- son considerados. La articulación
orgánica y de orden estructural que debe darse entre los sistemas productivo,
educativo, y de investigación y desarrollo se conceptualiza y “diseña” en el
nivel meso, y se operacionaliza en el nivel micro. Las acciones conjuntas en
los niveles meso y micro son posibles gracias a condiciones adecuadas en los
niveles macro y meta. Para cada uno de los niveles considerados se requieren
políticas y estrategias cuya operacionalización es necesaria para garantizar
las relaciones de orden estructural que deben darse al interior de cada nivel,
y entre niveles, en un esfuerzo por contribuir a la clarificación de la estructura
organizacional requerida para viabilizar la innovación tecnológica y el cambio
de nuestras organizaciones.
Las economías más avanzadas basan su barrera de competitividad cada vez
en mayor grado en la generación y utilización eficaz del conocimiento. La
investigación científica y tecnológica, en su calidad de actividad generadora
de conocimiento, es un componente esencial de la competitividad económica.
Sin embargo, la aplicación social de este conocimiento depende de diversos
aspectos y condiciones que ni la ciencia ni la tecnología por sí mismas pueden
crear.
La generación en un país de fuentes perdurables de ventaja comparativa en
relación con otros países debe sustentarse en una estrategia de desarrollo ba-
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1. Introducción.
Puede concebirse la filosofía en general como una actividad reflexiva de segun-
do nivel respecto de actividades reflexivas de primer nivel, es decir, de ciertos
modos conceptualmente articulados con que los seres humanos se enfrentan a
la realidad. La filosofía tiene entonces como objeto de estudio esas reflexiones
previas; trata de analizarlas, interpretarlas, fundamentarlas, criticarlas, e incluso
a veces mejorarlas. Así, el modo religioso de enfrentarse a la realidad da lugar
a la filosofía de la religión; el modo moral, a la filosofía de la moral (o ética); el
modo artístico, a la filosofía del arte (o estética), etc.
Uno de los modos más efectivos, sorprendentes y “revolucionarios” de enfren-
tarse a la realidad ha sido (al menos en los últimos cuatro siglos) el modo cien-
tífico. Por ello no es de extrañar que la filosofía de la ciencia (o epistemología)
ocupe un lugar preeminente en la filosofía actual. Dada la innegable influencia
que ejerce la ciencia en nuestra cultura, es difícil negar la perentoriedad de una
reflexión filosófica sobre ella. A tal reflexión la denominamos “filosofía de la
ciencia”.
Es conveniente en este punto hacer una aclaración terminológica, de trasfondo
metodológico. Entenderemos aquí por “ciencia” el conjunto de las disciplinas
teóricas conocidas usualmente como “ciencias empíricas o factuales”, es decir,
aquellas disciplinas que tienen por objeto hechos directa o indirectamente
contrastables por la experiencia sensorial humana. Este rótulo incluye en con-
secuencia tanto las llamadas “ciencias naturales”, las “ciencias sociales” como
las llamadas “ciencias socionaturales”. De hecho, el punto de vista metodológico
general desde el cual se ha configurado nuestra exposición es el de que no
existe un “abismo ontológico” infranqueable entre los objetos de estudio de
esos tres grupos de disciplinas ni entre la naturaleza de sus conceptos, teorías
y métodos respectivos. Por supuesto que pueden detectarse diferencias meto-
dológicas importantes entre la física y la economía, pongamos por caso; pero
es difícil argüir que ellas han de ser necesariamente más profundas o radicales
que las que se dan entre la física y la etología, por un lado, o la economía y la
teoría literaria, por otro. Es más, hoy día proliferan las áreas disciplinarias con
respecto a las cuales ni siquiera sus propios especialistas concuerdan en adju-
dicarlas al campo de las ciencias naturales o al de las sociales; la psicología, la
lingüística y la geografía (por mencionar sólo algunos ejemplos) se encuentran
claramente en esta situación. Así, pues, cuando hablamos aquí de filosofía de
la ciencia, nos referimos a la reflexión filosófica sobre las ciencias naturales,
sociales e “intermedias”.
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lógico, como Otto Neurath, sino que este mismo positivismo lógico era hasta
cierto punto en la Europa Central de entreguerras una corriente filosófica mar-
ginal, y otras corrientes más dominantes, como la fenomenología de Edmund
Husserl y Max Scheler, la sociología del conocimiento de Karl Mannheim y el
neokantismo de Ernst Cassirer, la teoría “psicoanalítica” de la ciencia de Gaston
Bachelard en Francia, o el pragmatismo de John Dewey en los Estados Unidos,
todas ellas habían asumido en mayor o menor medida la esencial relatividad
del conocimiento científico con respecto a las condiciones culturales, sociales
o económicas de cada época, si bien esta asunción se había llevado a cabo
más a partir de una posturas filosóficas determinadas que mediante un estudio
sistemático de la historia de la ciencia. Dentro de este contexto, el empirismo
lógico tuvo la suerte de ganar la adhesión de la mayor parte de los filósofos de
la ciencia de Estados Unidos inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial, pero ni mucho menos puede llegar a considerarse como una “ortodo-
xia” temporal en la historia de la Filosofía de la Ciencia. Así, una representación
gráfica medianamente realista de dicha historia en la segunda mitad del siglo
XX sería, por lo tanto, mucho más confusa que la que se muestra en la figura
1, pues contendría numerosos enfoques más o menos relacionados entre sí, y
tan mezclados en algunos puntos que sería difícil reconocerlos como escuelas
autónomas.
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del pasado han seguido uno de esos dos métodos, no acertarán a reconstruir
el proceso del desarrollo del conocimiento tal como realmente sucedió (por
ejemplo, tenderán a ignorar, por no ser capaces de percibir su importancia, las
continuas disputas metodológicas entre los científicos); por otra parte, al inten-
tar emplear esas mismas (y defectuosas) metodologías como historiadores, no
conseguirán elaborar teorías verdaderamente interesantes y exitosas sobre la
historia de la ciencia. Agassi, en cambio, intenta utilizar la hipótesis de que los
científicos han seguido más o menos la metodología falsacionista, en el sentido
de que sus experimentos y observaciones no fueron realizados como una mera
búsqueda de hechos, sino como contrastaciones de teorías, y afirma que, con
esta metodología, es posible porducir investigaciones historiográficas mucho
más relevantes. Un curioso paralelismo entre la obra de Agassi y la de Kuhn es
que, mientras esta última hizo que muchos filósofos de la ciencia considerasen
importante la Historia, la primera intentaba demostrar que los historiadores de
la ciencia debían emplear de un modo consciente los resultados de la Metodo-
logía.
La obra de Agassi fue duramente criticada en el libro del historiador Maurice
Finocchiaro, History of Science as Explanation (1973). Su argumento parte
de la distinción entre dos tipos de obras en Historia de la Ciencia, a saber,
las descriptivas y las explicativas. Las primeras se limitan a acumular hechos
relevantes, sin pretender ofrecer interpretaciones muy profundas de los mis-
mos, y su función principal es la de servir como fuente de referencias. Las
segundas, en cambio, intentan explicar por qué los científicos del pasado ac-
tuaron como lo hicieron. El primer tipo de obras no necesitaría estar basado
en ninguna concepción filosófica; las del segundo tipo, en cambio, habrán de
basarse principios a partir de los cuales generar las explicaciones. Finocciaro
argumenta que muchos de estos principios difícilmente se encontrarán en las
teorías metodológicas mencionadas por Agassi, todas las cuales se ocupan más
del “contexto de justificación” que del “contexto de descubrimiento”, que es el
que centra la antención del historiador. Por ejemplo, el esquema popperiano de
“conjeturas y refutaciones” no es tanto una estructura lógica en la mente de los
científicos reales de la historia, sino una estructura en la mente del filósofo, que
en ocasiones puede confundir más que iluminar los hechos históricos. Además,
incluso cuando ciertos principios de una metodología son útiles para explicar la
conducta y las creencias de un científico, eso no implica que los principios de
otra metodología rival no puedan ser igual de útiles en otros casos, con lo que
el historiador no debe elegir entre las diversas metodologías, sino que puede
y debe utilizarlas todas. Finocchiaro afirma incluso que el conocimiento de la
ciencia contemporánea, y no sólo el de la filosofía actual de la ciencia, puede
llegar a ser perjudicial para el historiador, pues este conocimiento (al estar por
lo general mucho mejor justificado que el de épocas anteriores) puede impe-
dirnos entender los verdaderos procesos de razonamiento de los científicos del
pasado.
En su contribución al simposio del que surgió el ya citado e influyente libro La
estructura de las teorías científicas, editado por Suppe, el conocido historiador
de la ciencia I. B. Cohen criticaba el uso que los filósofos suelen hacer de los
ejemplos históricos, en parte por extrapolar categorías científicas y metodo-
lógicas actuales al pensamiento de los científicos de otras épocas, y en parte
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Historia de la Ciencia, y ésta sirva, por tanto, como juez para decidir qué teoría
filosófica sobre la ciencia es la más apropiada. La archiconocida frase con la
que Lakatos comienza su artículo, parafraseando a Kant, resume lo esencial
de ambas tesis: “La Filosofía de la Ciencia sin la Historia de la Ciencia es vacía.
La Historia de la Ciencia sin la Filosofía de la Ciencia es ciega”.
La primera tesis condujo a Lakatos a efectuar una distinción entre “historia
interna” e “historia externa” diferente de la distinción habitual. Según el uso
más corriente de estas dos expresiones, la historia interna de una disciplina es
la historia de sus contenidos “puramente científicos” (la evolución de las teorías
e hipótesis, el desarrollo de las pruebas experimentales, etcétera), mientras que
la historia externa consistiría en la investigación de la influencia que sobre esa
disciplina hayan podido tener los diversos factores “extracientíficos” (hechos
económicos, creencias religiosas, ideologías, decisiones políticas, etcétera). En
cambio, Lakatos llama “historia interna” al conjunto de decisiones sobre la
aceptación y el rechazo de teorías que, de acuerdo con una doctrina metodo-
lógica en particular, se muestran como “racionales” o “justificables”, mientras
que la “historia externa” serían todas las demás decisiones que los científicos
reales tomaron. Esto quiere decir que el contenido de los conceptos de “historia
interna” y “externa” sería dependiente de cada metodología. Por su parte, el
criterio meta-metodológico defendido por Lakatos en la segunda tesis citada
es el de que es preferible aquella metodología que consiga incluir una parte
mayor de la historia real como “historia interna”, es decir, como decisiones o
juicios de valor racionales. Sobra decir que es su propia metodología la que,
según él, sale mejor parada de esta contrastación con la historia.
Las tesis de Lakatos recibieron numerosas críticas. Por ejemplo, Kuhn señaló que
si un filósofo defiende una cierta metodología de acuerdo con la cual una parte
de la historia de la ciencia es irracional, sólo usará la parte restante (su propia
visión de la “historia interna”) como fuente de datos relevantes para juzgar su
propia metodología; es decir, “el filósofo sólo aprenderá de la historia, por lo
que al método científico se refiere, lo que previamente haya introducido en ella”.
Richard Hall criticó la identificación lakatosiana entre, por un lado, el “código
de honestidad científico” realmente existente en una comunidad, o el propuesto
por una metodología, y, por otro lado, los criterios de racionalidad, ya que en
muchas ocasiones puede ser racional ser deshonesto; aunque pueda ser cierto
que muchas metodologías no establecen una clara distinción entre ambas cosas,
no ocurriría así con el inductivismo, al menos en las contribuciones de Carnap
y Hempel, afirma Hall, pues éstos distinguen claramente entre las estrategias
que puede utilizar un científico para aumentar el grado de confirmación de
una teoría (por ejemplo), maximizando una función de utilidad epistémica, y
las que puede seguir para alcanzar sus objetivos personales, maximizando su
función de utilidad individual. Cuando Lakatos utiliza el adjetivo “racional” se
está refiriendo, aparentemente, sólo al primero de estos sentidos. Además, se
entiendan en cualquiera de los dos sentidos, las recomendaciones de una me-
todología serán normalmente hipotéticas más que categóricas, es decir, tendrán
la forma “en tales circunstancias, será racional hacer tal cosa”, de modo que la
aplicación de estas normas a casos concretos de la historia de la ciencia será
sumamente difícil, porque el historiador y el filósofo actuales tendrán pocas
oportunidades de averiguar si en la situación en la que se encontraban los
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tracta les dicten cuáles son los problemas más interesantes que deben resolver,
ni cuáles son las líneas que deben seguir para solucionarlos.
Otro artículo muy conocido sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia
y la Filosofía de la Ciencia, y que defiende una postura muy diferente de la de
Lakatos y de la de sus críticos historiadores, es el que Ronald Giere publicó en
1973 con el curioso título de “Historia y Filosofía de la Ciencia: ¿relación íntima
o matrimonio de conveniencia?”. La tesis principal de Giere es que, aceptando
que la Filosofía de la Ciencia no puede desentenderse de la ciencia tal como
realmente se practica, ni de la forma y el contenido reales de las teorías cien-
tíficas, el estudio sistemático de la historia de la ciencia es bastante irrelevante
para resolver los problemas específicos de la Filosofía de la Ciencia. En especial,
estos problemas se refieren a la evaluación o validación de los conocimientos y
métodos científicos, y para ello es razonable utilizar como punto de referencia
las teorías más recientes, que son las que estarán mejor validadas. Extrapolando
la tesis de Giere a una o dos décadas después, cuando el tema del realismo
(más que el de la racionalidad) se convirtió en el centro de atención de una
gran parte de los filósofos de la ciencia, podríamos indicar, en la misma línea
que este autor, que para aclarar la cuestión de si debe aceptarse o no la exis-
tencia independiente de las entidades o estructuras postuladas por las teorías
científicas, lo más interesante con diferencia es preguntarnos si existen o no
los quarks, los agujeros negros o los genes, más que los epiciclos, el flogisto o
el éter, y por ello, estudiar la historia de aquellos episodios de la investigación
científica en los que se discutió la existencia de estas últimas entidades resul-
taría, cuando menos, filosóficamente poco atractivo. Así pues, el filósofo de la
ciencia está obligado a conocer de cerca la ciencia, pero no necesariamente
la historia de la ciencia. Una tesis similar defendía varios años después Daniel
Garber, indicando que la principal función de la metodología de la ciencia es
el de promover las mejores prácticas científicas posibles, aunque este autor
reconoce que la historia puede ofrecernos ejemplos de “buen pensamiento
científico” que podemos tener en cuenta al desarrollar las teorías metodológicas.
Entre algunas de las respuestas que recibió el polémico artículo de Giere,
destacaré las de Ernan McMullin y Richard Burian. Según el primero de estos
autores, la ciencia real no es sólo un instrumento que le sirve al metodólogo
o epistemólogo para resolver algunos de sus problemas filosóficos, sino que
también es el objeto del que se ocupa la Filosofía de la Ciencia. Cuando se con-
trastan históricamente las afirmaciones de los filósofos sobre la ciencia, muchas
de ellas resultan ser simple y llanamente falsas; con el fin de evitar estos errores,
sería necesario conocer con bastante detalle la Historia de la Ciencia. Además,
McMullin señalaba, desde algunos antes, que la historia de la ciencia es en cierto
sentido más relevante para el filósofo que la ciencia contemporánea porque la
primera proporciona casos de estudio completos en su dimensión temporal.
Burian, por su parte, en una vena mucho más kuhniana, afirma que las propias
teorías científicas son entidades históricas, en el sentido de que no pueden ser
consideradas como estructuras inmutables, sino que su propia identificación y
evaluación es un proceso que sucede a lo largo del tiempo, en el marco de un
contexto histórico determinado, en el que se dan muchos factores subyacentes
que simplemente desaparecen al “reconstruir racionalmente” las teorías. Así,
cuando un filósofo ofrece y discute alguna reconstrucción de una teoría del
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Ciencia, pues sólo ella nos puede decir qué fines han perseguido de hecho
los científicos y cuál ha sido el grado de eficacia de cada regla metodológica.
La importancia de la Historia de la Ciencia va todavía más allá, pues no sólo
sucede que los valores científicos justifiquen las normas metodológicas, sino
que las propias teorías científicas que han sido validadas con ayuda de aquellas
normas, al indicarnos cómo es el mundo, qué cosas son posibles y cuáles no,
etcétera, también tienen algo que decir acerca de qué fines son alcanzables,
qué valores son compatibles entre sí, y qué métodos son más dignos de con-
fianza. Las normas de la metodología sólo son justificables, pues, investigando
la historia de las teorías científicas que las fundamentan y que, a su vez, son
fundamentadas por ellas. Es innegable que todo esto implica un alto grado de
circularidad, pero la conclusión de Laudan es, precisamente, que por ser así la
relación entre valores científicos, principos metodológicos y teorías, no pode-
mos esperar que la Filosofía de la Ciencia se base en fundamentos con validez
absoluta, sino que sus conclusiones serán siempre tan provisionales como las
de la propia ciencia, y tendrán, como mucho, el grado de aceptabilidad que
tengan las teorías científicas.
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los ha escrito el propio filósofo “en sus ratos libres”. Y lo mismo cabe decir del
historiador.
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qué debería utilizar el historiador teorías normativas, que afirman lo que los
científicos deben hacer, en lugar de teorías positivas, que se limitan a exponer
cómo influyen unos factores sobre otros? Al fin y al cabo, si no pensamos en
la Historia de la Ciencia, sino en cualquier otra rama de la Historia, un relato
basado en concepciones previas acerca del bien y el mal tenderá a parecer “mera
ideología” (al menos para quienes no compartan esas preconcepciones); ¿por
qué habría de suceder de otra manera en el caso de la Historia de la Ciencia?
En este sentido, una historia de la Revolución Científica elaborada desde los
“presupuestos” del falsacionismo no creo que fuera a resultar menos subjetiva e
inaceptable que una historia de la Conquista de América basada en el supuesto
de una congénita superioridad moral e intelectual de los europeos sobre los
indígenas americanos. Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que entre
los historiadores de la ciencia hayan gozado de más predicamento algunas tesis
sociologistas (empezando por las de Kuhn) que las teorías metodológicas más
en boga entre los filósofos de la ciencia.
La raíz de este problema se encuentra, desde mi punto de vista, en una cierta
confusión acerca de la propia idea de una “metodología normativa”. Larry
Laudan y Ronald Giere han ayudado considerablemente a deshacer esta con-
fusión al mostrar que las normas metodológicas, usando los famosos términos
kantianos, tienen la estructura de los imperativos hipotéticos, más que la de los
categóricos. En tal sentido, dichas normas no le dicen al científico lo que debe
hacer sin más, sino lo que resulta racional hacer si pretende alcanzar ciertos
fines. Esto implica que aunque dos científicos tomen decisiones diferentes en
un contexto similar, tal cosa no debe llevarnos necesariamente a concluir que al
menos uno de ellos tomó una decisión irracional, pues es posible que el motivo
de la discrepancia haya que buscarlo en los diferentes objetivos que ambos
persiguiesen, o bien en el hecho de que cada científico poseyera información
diferente sobre la situación, o no dispusieran ambos de los mismos recursos.
Desde este punto de vista, podemos afirmar lo siguiente (en contra de la tesis
de Lakatos): la aplicación a la historia de las normas metodológicas, como
explicaciones de la conducta de los científicos, no tiene por qué llevarnos a la
conclusión de que algunas decisiones científicas han sido racionales (la “historia
interna” de la ciencia) y otras irracionales (la “historia externa”), sino que en
principio podemos suponer que todas las decisiones de los científicos han sido
“racionales”, en el sentido de haber sido, o haber pretendido ser, instrumen-
talmente eficaces para satisfacer sus aspiraciones, al menos desde la situación
en la que cada decisión fue tomada, y dada la información que cada científico
tenía en ese momento.
Esto no es más que una aplicación del principio de racionalidad a la Historia y
la Filosofía de la Ciencia, tal como ese principio se utiliza en algunas ciencias
sociales, en especial en la economía, y, para ser más precisos, en la teoría eco-
nómica neoclásica. Dicho principio afirma que todo el mundo hace siempre
lo que cree que es mejor para él, es decir, aquello que “maximiza su utilidad”,
dentro de sus posibilidades. Expresado de esta manera, se trata de un principio
totalmente vacío, pues, dada cualquier conducta, siempre podemos imaginar
una “función de utilidad” tal que esa conducta sea la que permite maximizarla.
Pero esto no hace que el principio sea inútil científicamente; el mismo problema
existe, por ejemplo, con la segunda ley de la mecánica: dado cualquier tipo
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Así, cuando nos preguntamos por las “normas adoptadas por los cientí-
ficos”, nuestra cuestión es triple. Por un lado, queremos saber si algunas
normas científicas tendrán necesariamente un carácter universal. Por otro
lado, nos preguntamos también qué fines pueden haber sido los que les
han llevado a unos científicos a aceptar exactamente las normas que han
aceptado (de las cuales podemos suponer que, en general, no serán uni-
versalmente aceptadas). Finalmente, podemos preguntarnos por qué en
ciertas ocasiones los sujetos deciden incumplir esas mismas normas. Con
respecto a la primera cuestión, sólo se me ocurre algo que toda persona
debería hacer si quiere ser racional, e independientemente de los fines
que se proponga conseguir, y es, simplemente, intentar averiguar, en la
medida de lo posible, qué consecuencias puede esperar de cada una de
las acciones que podría llevar a cabo. Esto podemos entenderlo como una
especie de compromiso mínimo de la racionalidad con la verdad. Se trata
un compromiso con la verdad porque, ceteris paribus, cualquier persona
que intente obtener los mejores resultados posibles con sus decisiones,
preferirá tener creencias verdaderas antes que creencias falsas. Pero es un
compromiso mínimo porque no implica necesariamente que el objetivo
del científico sea “descubrir (o publicar) la verdad”, sino que el requisito
considerado se refiere sólo a la conexión entre las decisiones del científico
y sus resultados; por ejemplo, al científico le interesa saber que, hacien-
do ciertos experimentos, aumentará la probabilidad de que sus trabajos
sean aceptados, pero no es necesario que el mismo investigador sostenga
una interpretación “realista” de los resultados de esos experimentos. En
cambio, la existencia de este compromiso mínimo sí que puede utilizarse
como un argumento (entre otros) contra las epistemologías o sociologías
del conocimiento radicalmente relativistas, pues, si los científicos son
capaces de descubrir ciertas verdades (las relacionadas con sus prácticas
sociales), y además están interesados en ello, no se entiende por qué otro
tipo de verdades estarían inevitablemente más allá de su alcance y de sus
intereses.
Con respecto a la segunda cuestión, que analizaré con más detalle en el
apartado siguiente, digamos ahora simplemente que mi estrategia será más
o menos abductiva: dadas las normas que, aparentemente, los científicos
han seguido en el curso de la historia y parecen seguir en la actualidad,
intentaré buscar algunos fines que cumplan las dos siguientes condiciones:
a) que parezcan simples y razonables, y
b) que resulte posible inferir que la obediencia de aquellas normas es
una estrategia racional para alcanzar precisamente dichos fines.
Por último, con respecto a la cuestión del incumplimiento de las normas,
la respuesta es sencillamente la misma que podemos dar a la pregunta
de por qué una persona puede aprobar el establecimiento de una ley
contra el robo, y, simultáneamente, decidir robar alguna cosa de vez en
cuando, siempre que el riesgo de ser descubierto sea muy bajo. Esta doble
decisión no es irracional, al menos en el sentido instrumental del término,
en la medida en que ambas cosas (la aprobación “pública” de la ley y su
incumplimiento “privado”) forman parte de una estrategia que maximiza la
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5.1. Metodología
Para analizar la norma metametodológica (NMF) y el criterio derivado (CEM),
es necesario, en primer lugar, indicar en qué sentido se entiende el término
‘metodología’. Por una metodología entenderemos un modelo de cambio y
desarrollo científicos propiamente dichos, como por ejemplo, según ciertas
metodologías, que los científicos deberían hacer generalizaciones inductivas
o, según otras, que los científicos deberían aceptar sólo aquellas proposiciones
que sean falsables empíricamente. Diferentes metodologías pueden proponer
normas distintas, lo cual puede conducir a rivalidades entre metodologías. Las
normas del tipo aludidos forman parte de los criterios de cientificidad y de los
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5.2. Racionalidad
Un término clave en la formulación de la NMF es el de ‘racionalidad’. Sin em-
bargo, existen muchos sentidos posibles de este término, lo cual da lugar a una
seria ambigüedad. En el caso de la ciencia del pasado, el término ‘racionalidad’
suele aplicarse a por lo menos dos tipos diferentes de cosas: por un lado a las
decisiones y actividades de los científicos, y por extensión a las creencias que
se generan y aceptan como resultados de tales decisiones y acciones; por otro
lado el término se aplica al proceso de desarrollo de la ciencia.
A su vez las decisiones de los científicos pueden referirse a:
a. Medios para obtener fines dados;
b. Valores y fines;
c. Aceptación o rechazo de concepciones del mundo (entramados concep-
tuales más comprensivos que las teorías);
d. Aceptación o rechazo de teorías;
e. Aceptación o rechazo de datos como evidencia pertinente;
f. Aceptación de reglas y normas;
g. Aceptación o rechazo de principios lógicos.
Cada uno de estos niveles da lugar a un concepto de racionalidad, y coinciden
en gran medida con los conceptos de racionalidad de Mario Bunge. Siguiendo
de manera aproximada sus ideas, cada uno de los anteriores niveles puede
verse como si diera lugar a los siguientes conceptos de racionalidad.
1. Racionalidad instrumental o de medios-fines: trata de la elección de los
medios más adecuados para la obtención de fines dados.
2. Racionalidad evaluativa: acerca de los fines que son realizables y que
merecen ser perseguidos porque les asignamos un valor.
3. Racionalidad ontológica: requiere la adopción de una visión del mundo
consistente, compatible con la ciencia y la tecnología disponibles.
4. Racionalidad epistemológica: requiere que las teorías que se acepten
tengan apoyo empírico y evita conjeturas que sean incompatibles con el
cuerpo de conocimiento científico y tecnológico aceptado por medio de
buenas razones.
5. Racionalidad metodológica: requiere que la aceptación de creencias se
haga después de una crítica cuidadosa y sólo cuando exista una adecua-
da justificación, es decir, pruebas o evidencia favorable y que no existan
razones suficientemente poderosas como ara abandonar la creencia en
cuestión: asimismo exige que la aceptación de creencias esté basada en
normas y reglas que tengan alguna garantía, aunque también ellas sean
revisables.
6. Racionalidad lógica: exige evitar las contradicciones.
Puede llamarse racionalidad completa al concepto que englobe todos estos
niveles. Cuando se ejemplifica uno de estos niveles, o una combinación de
algunos de ellos, podemos hablar de racionalidad parcial.
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(I) representa el caso de un éxito total de la teoría, es decir, todos los sistemas
que se han propuesto como aplicaciones intencionales resultan ser efectiva-
mente modelos actuales de la teoría, lo cual a su vez significa que todos ellos
satisfacen exactamente las leyes planteadas. Es muy probable que en la historia
real de las ciencias nunca se haya dado esta situación ideal, si prescindimos
de aproximaciones e idealizaciones. El caso (II) representa la situación de una
teoría que tiene un éxito parcial o, dicho de otro modo, que ha sido —refutada
parcialmente: algunos sistemas empíricos que nos interesan cumplen las leyes,
mientras que otros no. Cuanto mayor sea la intersección I M en relación con
la diferencia I oe M, tanto más exitosa será la teoría. El caso en que vale (III)
significa una —catástrofe total para la teoría: en efecto, se trataría en este caso
de una teoría que no es capaz de abarcar entre sus modelos actuales ni uno
solo de los sistemas a los que se pretendía aplicar; a una teoría así podemos
eliminarla sin más del escenario científico, pues carece por completo de valor,
al menos, desde un punto de vista empírico. Así pues, para una evaluación
metodológica adecuada de una teoría dada, lo más decisivo es la pregunta de
cuál de las tres alternativas indicadas es la real, o sea, que debemos preguntar-
nos por la relación existente entre I M e I oe M. El problema, sin embargo, es
que si nos limitamos a emplear los medios conceptuales hasta ahora reseñados
de nuestro concepto de teoría, no podemos dar una respuesta satisfactoria a
dicha pregunta. Desde un punto de vista puramente estático-semántico, lo
único que podemos constatar es que I es un subconjunto de Mp , pero no
podemos decir nada acerca de cuáles son los bordes exactos de I dentro de
Mp , cuáles son sus límites. Ello a su vez proviene del hecho, esencial para el
estructuralismo, de que el dominio I, por su constitución misma, es lo que se
puede llamar un —conjunto abierto“; esta denominación no del todo correcta
no pretende significar otra cosa sino el hecho de que la determinación exacta
de los bordes de I solo puede llevarse a cabo, por principio, si hacemos uso
de conceptos pragmáticodiacrónicos: I es una entidad con bordes imprecisos
y constantemente cambiantes. Aparte de la determinación modelo-teórica
relativamente débil según la cual —I Mp “, la identificación de I presupone
implícitamente una serie de parámetros sociohistóricos, que son irreducibles
a conceptos puramente semántico-sincrónicos. Dado que la identidad de la
teoría incluye el concepto de aplicación intencional, y éste a su vez, depende de
dichos parámetros, resulta en consecuencia que la determinación de la teoría
en su totalidad deberá tomar en cuenta dichos parámetros. Llegamos aquí a
un punto en que la concepción estructural muestra claramente la necesidad
de una cooperación interdisciplinaria entre lógicos, sociólogos e historiadores
para resolver el problema conceptual, metatéorico, de la identidad de las teorías
científicas, pues la elucidación de los parámetros pragmático-diacrónicos que
la constituyen deberá tomar en cuenta los resultados de esas disciplinas diver-
sas. Más que ningún otro enfoque de la actualidad, el estructuralismo pone de
relieve la necesidad del trabajo interdisciplinario en la metateoría de la ciencia.
7. Bibliografía
AGAZZI, Evandro [1967] La lógica simbólica, Barcelona, Edit. Herder.
ALCHOURRON, Carlos E. (edic.) [1995] Lógica, Madrid, Edit. Trotta S.A.
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Capítulo I: Introducción
La Contabilidad, en los últimos tiempos, se ha desarrollado de manera ver-
tiginosa. Especialmente porque su papel en el funcionamiento de las orga-
nizaciones se ha convertido en fundamental. Por eso, la discusión sobre su
naturaleza científica también es básica en la actualidad. Ahora sabemos que
el conocimiento científico no consiste en la mera acumulación de hechos o de
datos sobre el mundo, sino, especialmente, en la generación de modelos y teo-
rías. Una teoría es un sistema explicativo concreto y causal que incluye leyes,
interpreta la realidad y genera nuevas observaciones y experimentos. Es así,
que el progreso de la ciencia se caracteriza por el surgimiento, el desarrollo, la
corrección y la sustitución de dichos sistemas llamadas teorías científicas. De
esta caracterización no escapa la ciencia contable.
Una particular característica de la etapa actual del desarrollo de la ciencia con-
table, de sus cambios cuantitativos y cualitativos, es la acción simultánea de dos
tendencias: diferenciación e integración de las distintas esferas del conocimiento
científico contable.
Una de las manifestaciones más eficaces de la tendencia integradora en la
ciencia contable la constituyen las investigaciones desde perspectivas sistémi-
cas. La especificidad de estas investigaciones consiste en su orientación hacia
el estudio de los problemas complejos, integrales, de gran envergadura; como
las: socioeconómicas, político globales, ecológicos y teóricos (teorías y meta-
teorías); de los hechos o sistemas contables; en la orientación consecuente del
investigador no sólo hacía el conocimiento de la esencia de los problemas en
estudio y los correspondientes objetos, sino también hacía la creación de los
medios que permiten asegurar la dirección racional de estos objetos, contribuir
a la solución de los procesos planteados. Esta unidad de las funciones investi-
gadoras y transformadoras determina el carácter integral, interdisciplinario de
las investigaciones sistémicas.
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estudio de las regularidades del hecho contable, que es una forma específica de
los hechos económicos y éstas son de los hechos sociales. La ciencia contable
es el sistema explicativo, hipotético-deductivo y teórico de los hechos contables.
Los hechos contables están constituidos por los estados y acontecimientos
contables como los estados financieros.
Al desarrollarse, la contabilidad ha ido abarcando ámbitos que antes no se
consideraban propios de la contabilidad, como la ecología, los intangibles, y
ahora el capital intelectual, especialmente, el conocimiento y la información.
Estos nuevos ámbitos fueron contemplados en sucesivas conferencias Interame-
ricanas de Contabilidad, en las que se plantearon los siguientes temas implícitos
en la evaluación del modelo contable actual y la búsqueda de alternativas:
a. Tendencia al suministro de mayor cantidad y mejor calidad de información
b. Equilibrio entre información financiera y no financiera
c. Alcance de la información a contemplar por parte del modelo contable a
utilizar
d. La problemática relacionada con el “capital intelectual”
e. Riesgos de una divulgación excesiva
f. La incidencia de la “auditabilidad” de la información a brindar
g. Importancia de la objetividad de la información y de su comparabilidad
h. Posibilidades de acceso “igualitario” a la información por parte de distintos
usuarios
Reconociendo estos temas implícitos, se puso en cuestión el hecho de que la
contabilidad sólo suministre los tradicionales estados contables o, además de
aquello, los llamados informes de negocios (que si reflejen los nuevos ámbitos
señalados). Por un lado quienes a partir de una posición conservadora plantean
anexar como información complementaria a los estados contables información
sobre el capital intelectual o sobre el conocimiento, como puede verse en la
información complementaria denominada Capital Intelectual (sin señalar qué
unidad de medida se utilizó y cómo se podría mensurar dichas variables); y
por otro lado, quienes consideran que los estados contables serían sólo un
componente más de los llamados informes de negocios (que se caracterizan
por brindar información cualitativa y no financiera de los intangibles).
Detrás de estas últimas discusiones y planteamientos aún se ciernen sobre
la Contabilidad una serie de dificultades teóricas y prácticas. ¿Cuáles son las
principales variables generadoras de valor de una empresa en el presente?,
¿Pueden ser identificadas y medibles por la contabilidad tradicional?, ¿Cuál es
el concepto de capital intelectual que maneja el marco conceptual para Activos
Intangibles, NIC 38?. Debería existir un informe de capital intelectual o del cono-
cimiento? ¿ Suplementario o complementario a los estados financieros? ¿Cuáles
son las nuevas responsabilidades de la profesión? En términos de evaluación
epistemológica historicista, el paradigma de utilidad o de responsabilidad social
resultan entonados con la problemática contable actual?.¿Los estados finan-
cieros consideran la influencia de las actividades desarrolladas dentro de las
empresas como fuente generadora de valor? ¿Permiten los estados contables
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claro son los ordenadores. Hace apenas una década, los ordenadores eran unos
ingenios de considerable tamaño y escasa capacidad si los comparamos con los
actuales. Hoy es posible encontrar ordenadores portátiles con un peso ínfimo
y con las mismas prestaciones que un ordenador de sobremesa, en términos
de capacidad y velocidad. Finalmente, los alimentos también han cambiado
radicalmente.
Los avances realizados en el ámbito científico, permiten la existencia de va-
riedades más resistentes, siendo incluso posible cultivar sin tierra. Es decir, ya
no es tan importante el recurso humano o el capital, sino el conocimiento. En
el ámbito de la empresa, todo este nuevo contexto se traduce en nuevos retos
para la contabilidad. En primer lugar, puesto que la gran mayoría de estos
nuevos activos que crean valor no están reflejados en los Estados financieros
y, en segundo lugar, puesto que como consecuencia de lo primero, los estados
financieros están perdiendo utilidad como reflejo del potencial de beneficios
futuros de la empresa.
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A. Etapa pre-paradigmática
Etapa en la cual coexisten diversas “escuelas” que compiten entre sí por el do-
minio en un cierto campo de investigación. Entre estas escuelas existe muy poco
(o ningún) acuerdo con respecto a la caracterización de los objetos de estudio,
los problemas que hay que resolver y su orden de importancia, los métodos
y procedimientos más adecuados, etc. Lo característico en esta etapa es que
la investigación que realizan los grupos en competencia no logra producir un
cuerpo acumulativo de resultados. Este período de las escuelas termina cuando
el campo de investigación se unifica bajo la dirección de un mismo conjunto de
supuestos básicos, que Kuhn llama “paradigma”. Los investigadores llegan a
estar de acuerdo en que uno de los enfoques competidores es tan prometedor
que abandonan los demás, y aceptan este enfoque como base de su propia in-
vestigación. Esta transición, que ocurre sólo una vez en cada disciplina científica
y es por tanto irreversible, crea el primer consenso alrededor de un paradigma,
y marca el paso hacia la ciencia madura.
La categoría epistemohistórica de paradigma tiene dos sentidos. El primer sen-
tido se refiere a las soluciones exitosas y sorprendentes de ciertos problemas, las
cuales son reconocidas por toda la comunidad pertinente. El segundo sentido
se refiere al conjunto de supuestos o compromisos básicos que comparte la
comunidad encargada de desarrollar una disciplina científica. Este conjunto
incluye compromisos con ciertos supuestos ontológicos: i) generalizaciones
simbólicas (leyes fundamentales), ii) modelos (procedimientos y técnicas de
investigación),y , iii) criterios de evaluación de las teorías.
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En esta misma línea están Fabio Besta, Ginno Zapa, como es natural con
algunas diferencias. De acuerdo con este paradigma las generalizaciones
simbólicas se basan en los conceptos de renta y valor para la medición del
patrimonio, la partida doble evolucionada a una dualidad de la empresa en
marcha se constituye en el patrón metodológico de medición, las técnicas y
procedimientos se seleccionan en función a su correlación y uniformidad con
los conceptos fundamentales, y el sistema contable refleja adecuadamente la
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En cierto momento y hasta finales del siglo todos los problemas que se venían
presentando en el campo de la contabilidad bajo la predominancia del llama-
do paradigma de utilidad, eran resueltos mediante la aplicación de la matriz
disciplinar de utilidad, en lo que Kuhn denomina un juego de rompecabezas
y que consiste en acomodar los problemas que se presentan en función a los
alcances del paradigma predominante.
Como sabemos esta etapa de ciencia normal, reclamada por Khun (como aquella
que toda comunidad científica debe procurar que se extienda el mayor tiempo
posible para así dotar de estabilidad a la ciencia) fue criticada por Popper por
considerar que con esto se aseguraba el conformismo intelectual en la ciencia.
Este fenómeno efectivamente ha venido ocurriendo dentro del paradigma de
utilidad, específicamente mediante la aplicación del llamado principio de mo-
neda común denominador y que busca obtener relevancia en la información
financiera al exigir que se contabilizen únicamente aquellos eventos contables
susceptibles de ser cuantificados en términos monetarios, con lo cual nuevos
eventos económicos y de indudable importancia en el resultado y situación
financiera de las empresas como los intangibles y la llamada gestión del cono-
cimiento (que son de orden cualitativo y difícil de expresar en términos mone-
tarios) fueron dejados de lado por la regulación contable (Nic 38 Intangibles).
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Otro problema que escapa de los alcances del paradigma de utilidad es la que
origina la llamada responsabilidad social de las empresas y por el cual la con-
tabilidad debería de informar a la sociedad la forma en que la empresa viene
administrando los recursos que detentan y realizar un balance social. Esta
problemática ha venido siendo atendida por la regulación contable de manera
meridiana por ejemplo con la Nic 41 Agricultura y la llamada contabilidad
ambiental. Sin embargo no podría precisar si efectivamente constituyese un
enigma no resuelto por el paradigma de utilidad.
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B. Metodología y lógica
El planteamiento del Modelo Intellectus se basa en una metodología simple
que, a través de un desarrollo arborescente, pretende aportar un marco en el
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C. Características
El nuevo modelo propuesto reúne cinco atributos fundamentales:
1. Alineamiento con la estrategia de la organización.
2. Flexibilidad para su adaptación a las necesidades de la organización.
3. Metodología clara, concisa y ordenada que permite su comprensión y
operatividad.
4. Medición adecuada y contrastable de los elementos y variables que se
consideren significativos.
5. Carácter analítico y dinámico que permita la gestión bajo el prisma de la
mejora continua.
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permitiéndonos realizar una cierta unidad del saber, no como una "reducción a
la identidad" sino como toma de conciencia de la complejidad de las realidades
que nos rodean, la cual requiere que el verdadero entender esta complejidad
consista en tomar en cuenta las diferencias y al mismo tiempo comprender las
razones y el sentido de su estar juntas y relacionadas. Aquí encontramos una
segunda motivación de la interdisciplinaridad y podemos ver que ella no se
confunde con la multidisciplinaridad y la transdisciplinaridad, que tienen su
validez y sus campos de aplicación, pero son cosas diferentes.
La especialización no es un mal necesario dependiente de los avances del
conocimiento (como si ella nos fuera impuesta por el hecho de que la enorme
cantidad de nociones que constituyen el patrimonio del saber no pueden "caber
dentro de una sola cabeza"). Esta razón "cuantitativa" es bastante superficial y no
puede ocultar el hecho mucho más profundo de que la especialización es una
condición necesaria para el constituirse del conocimiento científico entendido
en su sentido más amplio y moderno, es decir como conocimiento objetivo
y riguroso. En efecto cada disciplina científica (sea una ciencia natural o una
humana) se caracteriza por considerar el mundo de las "cosas" desde un único
punto de vista particular, concentrando su enfoque sobre unos pocos "atributos"
de las cosas y dejando fuera de su campo de investigación todos los demás
atributos (propiedades y relaciones) de cada cosa. Por consiguiente los conceptos
que expresan dichos atributos y los predicados que traducen estos conceptos
en el lenguaje son también especializados, así como los procedimientos ope-
rativos que permiten controlar directamente la validez de las proposiciones
de una determinada disciplina. Estos constituyen una parte muy importante
de la metodología de cada ciencia; la otra consiste en la determinación de los
procedimientos lógicos que se utilizan para organizar el conocimiento, para
establecer indirectamente la validez de proposiciones que no se pueden ave-
riguar directamente, para ofrecer explicaciones y construir teorías. En pocas
palabras, cada disciplina se caracteriza por una especificidad de conceptos,
lenguaje, métodos y lógicas. Si la interdisciplinaridad se presentara como una
propuesta de eliminar estas condiciones y, por ejemplo, de obligar a cada
disciplina a servirse únicamente de conceptos, métodos y tipos de argumentos
utilizados en el lenguaje común, ello nos obligaría a renunciar a los aportes
cognoscitivos de las diferentes ciencias y todo sería reducido a aquel discurso
vago, genérico y superficial del qué he hablado más arriba. El verdadero desafío
de un estudio interdisciplinar consiste, por un lado, en el tomar como punto
de partida las diferentes disciplinas, respetando su especificidad de conceptos,
métodos y lógicas y, por otro lado, trabajar para que todo ello no resulte una
"barrera" para la comunicación. Se puede ver entonces que la dificultad más
seria para el estudio interdisciplinar no consiste en el hecho de tener que "alber-
gar en una sola cabeza" muchos conocimientos diferentes, sino en el esfuerzo
de comprender el sentido especial de ciertos conceptos, de acostumbrarse a
ciertos tipos de "racionalidad" particulares. Se trata de una tarea difícil, pero
no imposible (se parece al esfuerzo de aprender un nuevo idioma) y que puede
aportar logros muy importantes. No sólo porque nos permite conocer más sino
también porque nos lleva a conocer mejor ya que, acerca de una cierta realidad,
nos volvemos capaces de captar más aspectos, de explorar en profundidad su
riqueza, de apreciar adecuadamente su complejidad.
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3.3.1 Datos
Un dato es un fragmento de conocimiento particular. Los datos son proposi-
ciones, no hechos. Los datos pueden ser más o menos verdaderos, son corre-
gibles, en tanto que los hechos pueden ser reales o imaginarios, placenteros o
dolorosos, etc. Pero no verdaderos ni falsos.
En las ciencias factuales todos los datos son empíricos. Estos pueden ser obje-
tivos y subjetivos. Los objetivos aportan información del mundo; los subjetivos
aportan información de sentimientos, percepciones, deseos, intenciones del
sujeto. También los datos empíricos son primarios o derivados, según su origen.
Finalmente, también debemos distinguir los datos de los elementos de prue-
ba. Un elemento de prueba es un dato adecuado para alguna proposición: el
elemento de prueba por sí mismo no existe. Más aún, los elementos de prueba
pueden ser débiles o fuertes. Así pues, mientras que los elementos de prueba
circunstanciales casi siempre son débiles, los elementos de prueba experimen-
tales pueden ser fuertes. Si son débiles, los elementos de prueba no serán con-
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3.3.2 La Información
La información es una entidad objetiva que es producida por diversas fuentes
y transportada por señales a través de diferentes canales. La electricidad, luz,
u otras entidades físicas son susceptibles de convertirse en señal y medio de
transmisión. La señal requiere a su vez la existencia de un agente que la recoja
y le dé sentido, que aprehenda su contenido. La señal es el aspecto material de
la información, mientras que el contenido es su aspecto semántico o cognitivo
y refiere directamente a un sujeto cognoscente.
De esta definición podemos extraer tres sentidos estrictos de la información, a
saber:
1. información como forma o estructura del mensaje: información sintáctica.
2. información como correlación con emisores o eventos: información se-
mántica.
3. información como capacidad de cambio de receptor: información prag-
mática. La información pragmática es de tres tipos: i. La información
descriptiva o teórica que se refiere al saber y que puede ser verdadera o
falsa. Esta información cambia las creencias del receptor, ii. La informa-
ción práctica se refiere al cómo hacer algo y puede ser eficaz o ineficaz.
Cambia las habilidades del receptor, iii. La información valorativa se
refiere al quehacer, es decir, a las preferencias, fines, valores, y actitudes
del receptor. Cambia sus preferencias.
3.3.3 El Saber
Saber es percatarse, darse cuenta, aprehender o haber aprehendido un objeto o
situación objetiva. Es por eso que saber es creer algo por razones objetivamente
suficientes. Pero teniendo cuidado en lo siguiente:
1. Una razón es objetivamente suficiente para creer si es suficiente (esto es,
concluyente, completa y coherente) con independencia del juicio de quien
la sustenta.
2. Esa característica podemos reconocerla si la razón es suficiente para
cualquier sujeto posible de la comunidad epistémico pertinente.
3. Las comunidades epistémicos están socialmente condicionadas; las inte-
gran sujetos históricos. Luego, la objetividad parece requerir el consenso
de todos los miembros de una comunidad existente. Estamos pues ante
la siguiente situación: la objetividad remite a la intersubjetividad y ésta al
consenso.
Para salir de la situación planteada analicemos los siguiente: S sabe que p si y
sólo si: 1] S cree que p y 2] S tiene razones objetivamente suficientes para creer
que p. La condición [1] la analizamos como: estado de disposición para actuar,
adquirido, determinado por el objeto o situación objetiva aprehendidos (p). La
condición [2] enuncia que las razones de S son suficientes, no sólo a juicio de S,
sino objetivamente, para establecer la verdad de “p”, luego, son garantía para S
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“Los hechos deben diferenciarse de las ideas que se utilizan para des-
cribirlos, sobre todo porque las ideas pueden ser falsas- es decir, pue-
den no corresponder a los hechos en cuestión. (Advertencia: cuando
no se las considera en sí mismas, las ideas son hechos, a saber, pro-
cesos cerebrales). Lamentablemente, algunas veces no es clara esta
distinción, cuando uno dice (sin pensar) que la proposición p es un
hecho, no una teoría, cuando que lo que se quiere decir es que p es
fiel al hecho”.
Por tanto, los hechos cognitivos pueden ser reales o imaginarios, placenteros o
dolorosos, etc., pero no verdaderos ni falsos. Los hechos cognitivos son aquellos
que ocurren realmente, como un sistema, dentro y durante el funcionamiento
del cerebro de una persona.
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Esta ecuación representa una familia de curvas cerradas sobre el plano F1-F2
alrededor del punto de equilibrio (crecimiento cognitivo cero). Muestra con cla-
ridad que el tamaño de cada competidor depende del tamaño del otro. Cerca
del punto de crecimiento cero, la curva se aproxima a la elipse, y las soluciones,
como funciones de tiempo, son curvas sinusoidales un cuarto de ciclo fuera de
fase.
En ausencia de competencia, esto es, para b1=b2=0, en cada agente cognitivo
crece exponencialmente su ventaja competitiva basada en conocimiento. En este
caso, el gráfico del "sistema" se convierte en una línea recta. Aunque el modelo
recién mencionado sólo es una tosca aproximación, tiene cierta capacidad
heurística. Sugiere que la interacción implica entrelazamiento y no-linealidad.
En otras palabras, la función del estado cognitivo de un sistema no es igual
a la suma ni siquiera al producto de las funciones del estado cognitivo de sus
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Por tanto tenemos una descripción cómo los conocimientos pueden satisfacer
las necesidades de las organizaciones, en caso contrario busca la generación de
conocimientos para la satisfacción requerida. Esto explica que los conocimientos
hacen funcionar adecuada y eficientemente a las organizaciones dependiendo
de los conocimientos de que disponen o generan. Ahora sí ya estamos en
condiciones de proyectar la estructuración de sus indicadores.
Si en el presente trabajo no diseñamos los indicadores es porque cualquier
relación entre un indicador y el correspondiente rasgo inobservable, variable,
no es ni una convención ni una regla, sino una hipótesis sustentado teórica-
mente. Como tal debe justificarse tanto analítica como empíricamente más
que adoptarse acríticamente cualquier propuesta convencional o arbitraria sin
sustento. El proceso de establecer una relación entre la variable o rasgo con
los indicadores se denominan operacionalización.
Así lo que suele llamarse operacionalización de un constructo consiste en re-
lacionarlo con los datos vía una o más indicadores hipotéticos. Una hipótesis
Conclusiones
1 La Contabilidad del Conocimiento es una necesidad epistemológica, me-
todológica, técnica y profesional del Contador en la época de la Sociedad
del Conocimiento.
2 La Sociedad del Conocimiento implica el predominio del complejo y
el proceso cognitivo, razón por la cual tiene importancia estratégica su
creación, desarrollo y distribución.
3 La gestión y la medición del conocimiento sólo es posible a través de la
construcción de la teoría correspondiente y debe estar en concordancia con
las exigencias que para tales procesos se requiere, es decir, la teoría deberá
estar fundamentada rigurosamente en forma de sistema explicativo. Sólo
así podrá sustentar adecuadamente la medición y gestión correspondientes.
4 Las propuestas del Proyecto Meritum y del Modelo Intellectus partieron de
las prácticas de medición y gestión que las empresas realizaban efectiva-
mente y esto es precisamente su limitación epistemológica y metodológica,
pues no se sustentan en teorizaciones rigurosas y/o científicas.
5 El Proyecto "Contabilidad Fundherentista del Conocimiento" busca ser
alternativa al empirismo que predomina en las distintas propuestas que
hasta ahora se van presentando a nivel internacional. Por eso asume ex-
plícitamente determinados axiomas para medir y cuantificar los procesos,
estados, acontecimientos y hechos cognitivos como constituyentes de la
estructura mental y los datos, la información y los saberes como constitu-
yentes de la estructura creencial.
6 El Pro-CFC considera que su objeto de estudio es el conocimiento en senti-
do amplio que tienen relación con el funcionamiento de las organizaciones
o empresas. Es contabilidad porque el conocimiento tiene implicancias
financieras para las empresas y tiene como objetivo medir y cuantificar
(contabilizar) el conocimiento y es fundherentista porque se basa en los
enfoques epistemológicos fundacionista (toda teoría tiene fundamentos)
y coherentista (toda teoría debe ser coherente lógicamente).
7 El conocimiento que permite el funcionamiento de las empresas tiene
naturaleza biplánica: estructura mental y estructura creencial.
8 El fundamento teórico de la Contabilidad Fundherentista del Conocimiento
son los logros científicos de las ciencias cognitivas y el fundamento meto-
dológico es el método sistémico.
9 Finalmente, el Pro-CFC pretende desarrollar la técnica contable que mida
el conocimiento que hace funcionar las empresas a partir de descripciones
y explicaciones formalizadas o semiformalizadas, para luego, diseñar ope-
racionalmente sus indicadores. Dichos indicadores son los constituyentes
estructurales de los instrumentos de medición del conocimiento.
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Bibliografía
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Staff revista Actualidad Empresarial
1. Introducción
La creación de valor en las empresas en la nueva economía Si aceptamos que el
objetivo de las empresas es la creación de valor para el accionista, deberíamos
evaluar a partir de dicha hipótesis la utilidad de la información financiera y no
financiera presentada por una organización a los usuarios de la misma.(1)
Las críticas que las distintas disciplinas de la administración han venido rea-
lizando a las prácticas contables desde hace varias décadas, por no cumplir a
cabalidad con el objetivo señalado, se han profundizado en el último lustro, a
partir de la aceptación que estamos viviendo una transición hacia una nueva
economía global basada en el conocimiento.
Los criterios para construir riqueza, parafraseando a Lester Thurow, están
cambiando. La gestión de los activos intangibles se ha convertido en la principal
fuente de competitividad de las empresas y de los países. La creación y desa-
rrollo de los activos intangibles (marcas, patentes, investigación y desarrollo,
carteras de clientes, conocimientos y su gestión en la empresa, procesos, etc.)
se ha convertido en la principal fuente creadora de valor para las compañías.
Capital Intelectual se le ha denominado a este proceso de crear y desarrollar
activos intangibles.
¿Cuál es el problema? Dice L.Thurow:(2)....El conocimiento es la nueva base de
la riqueza. Nunca lo había sido. En el pasado, cuando los capitalistas hablaban
de su riqueza se referían a las fábricas, a los equipamientos y a los recursos
naturales que poseían. En el futuro, cuando los capitalistas hablen de su riqueza
estarán refiriéndose al control que poseen sobre el conocimiento. Si se habla de
"poseer" capital, equipamientos o recursos naturales, el concepto de "posesión"
(tener un activo desde nuestra perspectiva contable) es claro.
En este marco, las asignaciones de recursos en la economía entre las distin-
tas empresas, regiones y países, empiezan a basarse en conceptos y criterios
que difieren del pasado. Difieren en contenido y en velocidad. Tenemos más
información disponible, pero menos tiempo para decidir. Los riesgos y las
oportunidades aumentan exponencialmente y viajan a la velocidad de la luz.
En este contexto, los informes financieros, siguen jugando un papel crucial en la
asignación de recursos en la economía. Su adaptación a las nuevas demandas y
su comprensión por todos los agentes intervinientes, adquiere una importancia
crucial.
¿Estamos los contadores preparados para responder a estos retos o tienen razón
los profesionales de otras disciplinas al decirnos que hemos perdido el tren de la
nueva economía? Frente a esta problemática estamos todos preocupados, pues
depende de nosotros salir a derrotar el problema con alternativas ingeniosas.
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Staff revista Actualidad Empresarial
relación con el efecto experiencia; aunque este efecto tiene como resultado
una reducción de costes, mientras que ahora las consecuencias son de mayor
alcance pudiendo incluso afectar la capacidad de la empresa para entrar en
nuevos mercados (Fernández, 1995: 14).
En este contexto algunos autores han empezado a clasificar bajo el nombre de
capital intelectual todos los recursos intangibles (Edvinsson y Malone, 1997;
Bontis, 1996; Roos et al., 1997), y a realizar el análisis de sus interconexiones.
Según esta corriente, el capital intelectual de una empresa estaría formado por
el conjunto de recursos intangibles. A continuación vamos a revisar el concepto
de recurso intangible para posteriormente conceptualizar de forma correcta el
capital intelectual.
Analicemos al capital intelectual. Para Brooking (1997), "con el término capital
intelectual se hace referencia a la combinación de activos inmateriales que
permiten funcionar a la empresa".
Edvinsson (1996) presenta el Concepto de Capital Intelectual mediante la
utilización de la siguiente metáfora: "Una corporación es como un árbol. Hay
una parte que es visible (las frutas) y una parte que está oculta (las raíces). Si
solamente te preocupas por las frutas, el árbol puede morir. Para que el árbol
crezca y continúe dando frutos, será necesario que las raíces estén sanas y nu-
tridas. Esto es válido para las empresas: si sólo nos concentramos en los frutos
(los resultados financieros) e ignoramos los valores escondidos, la compañía
no subsistirá en el largo plazo".
Steward (1997) define el Capital Intelectual como material intelectual, conoci-
miento, información, propiedad intelectual, experiencia, que puede utilizarse
para crear valor. Es fuerza cerebral colectiva. Es difícil de identificar y aún más
de distribuir eficazmente. Pero quien lo encuentra y lo explota, triunfa. El mismo
autor afirma que en la nueva era, la riqueza es producto del conocimiento. Éste
y la información se han convertido en las materias primas fundamentales de la
economía y sus productos más importantes.
El Capital Intelectual de una empresa está formado por los activos acumulados
en forma de conocimientos y habilidades de los miembros de la organización, y
por los activos en forma de propiedad intelectual (patentes, derechos de autor,
know-how, entre otros). El Capital Intelectual se incluye dentro del grupo de los
activos intangibles en una empresa, y como activo intangible, el Capital Inte-
lectual no es susceptible de ser vendido directamente ni convertido en dinero,
sino que ayuda a mejorar la productividad dentro de la organización.
El Capital Intelectual lo podemos definir como el conjunto de Activos Intangibles
de una organización que, pese a no estar reflejados en los estados contables
tradicionales, en la actualidad genera valor o tiene potencial de generarlo en
el futuro ( Euroforum, 1998 ).
Finalmente analicemos el capital conocimiento. El conocimiento es la captación
o aprehensión de las cosas como realmente son, la captación no cognoscitiva,
sino subjetiva es aquélla que nos presenta los objetos de manera diferente de
lo que realmente son. Una persona puede tener una visión subjetiva de alguna
cosa porque se le ha ocurrido que la cosa es como ella cree, sin darse el trabajo
de usar su razón para tratar de saber cómo es realmente. Lo grave es cuando
un gran conjunto de personas creen que una cosa es de una manera, pero es,
sin embargo, de otra. Es lo que sucede en el caso de la apariencia plana de la
Tierra. Se trata de una captación subjetiva pero generalizada y que, hagamos
lo que hagamos, se produce de todas maneras. Incluso después de saber que
la Tierra es redonda, la seguimos viendo plana. La capacidad que tenemos de
superar este subjetivismo colectivo y de llegar, aunque de manera aproximada,
al conocimiento verdadero, parece como un milagro. Lo extraordinario es que
nos damos cuenta de que nuestros sentidos nos engañan sin dejar de percibir
como estábamos percibiendo. Desde que nacemos estamos rodeados de apa-
riencias engañosas y es imposible cambiarlas como apariencias.
Lo que permite darnos cuenta de que nuestros sentidos nos engañan es, pre-
cisamente, nuestra razón. Nuestra razón funciona de cierta manera y es esta
manera de funcionar lo que nos permite descubrir la realidad y superar el
engaño de las apariencias. Las apariencias son contradictorias y nuestra razón
no acepta las contradicciones, porque las contradicciones no nos permiten
comprender y la razón nos exige comprender las cosas. Mientras su captación
produzca contradicciones no podemos comprenderlas. En el caso de la Tierra
es plana, pensemos, como no sabemos cual es su verdadera forma, hacemos
la hipótesis de que es redonda. Y al hacer esta hipótesis descubrimos que las
contradicciones desaparecen como por encanto. En consecuencia, todo queda
explicado. Comprendemos por qué lo primero que aparece en el horizonte
cuando se acerca un barco es el mástil, por qué cuando viajamos siempre
en la misma dirección terminamos por llegar al punto de partida, etc. Y esta
comprensión nos permite considerar que la hipótesis es verdadera, es decir que
tenemos conocimiento sobre ese algo.
Volviendo, pero si el conocimiento nos revela cómo es una cosa, debe pro-
porcionar la misma revelación a todo aquel que sea capaz de adquirirlo como
nosotros lo hemos adquirido. Ahora bien, adquirir un conocimiento significa ser
capaz de justificarlo o fundamentarlo racionalmente. En este caso no bastan ni
la autoridad ni el aprendizaje. Sino se tiene la capacidad de justificar un cono-
cimiento por medio de la razón no se le puede llamar, en la plena significación
de la palabra, conocimiento. Pero una justificación racional debe convencer
a todos. Si se tiene conocimiento sobre alguna cosa, este conocimiento tiene
que ser universalmente aceptable pues si es de cierta manera para uno y de
manera diferente para otro, entonces nadie puede saber cómo es realmente la
cosa conocida. Desde esta perspectiva el conocimiento como capital es entonces
la objetividad de nuestras representaciones sobre la realidad empresarial y sus
consecuentes tomas de decisiones sobre bases objetividas o fundamentadas. El
capital conocimiento no es distinto al capital intangible o al capital intelectual,
es por el contrario su forma precisa de presentación, es la manera objetiva de
ser de lo intangible o de lo intelectual.
Con esta panorámica empezamos a detallar los grandes proyectos en el análi-
sis de los intangibles, del capital intelectual o del capital conocimiento, que se
llevan a cabo en el ámbito internacional.
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El proceso de gestión y control puede ser tanto formal como informal. Debido
a esta dualidad, los intangibles tienen que ser reconocidos e identificados,
medidos, evaluados y difundidos de alguna forma.
Se espera que como resultado de esta actividad, se obtenga un modelo inter-
pretativo de cómo las empresas están gestionando sus intangibles, a través
de la comparación de diferentes empresas, categorías y países, siguiendo el
Método de Construcción de Teorías (Grounded Theory Method), desarrollado
por Glaser, B. Y Strauss, A. (1967). Tanto la descripción de las mejores prácticas
como el modelo proporcionarán la base para el borrador de Directrices para
la medición y difusión de las inversiones intangibles.
B. Aproximaciones metodológicas
Existen dos aproximaciones posibles al análisis de cómo las empresas miden
y gestionan sus intangibles. Es posible preguntar a las empresas sobre lo que
están haciendo o bien sobre lo que creen que podrían hacer. Indudablemente,
el tipo de aproximación escogida está relacionada con el grado de conocimiento
de las empresas sobre intangibles y su trayectoria de medición. Así, la primera
aproximación sería la más adecuada cuando las empresas están ya midien-
do sus actividades intangibles y utilizándolas para propósitos de gestión. La
segunda puede también ser utilizada para este primer grupo pero es la única
aproximación posible para las empresas que todavía no miden sus intangibles
o lo hacen marginalmente.
La situación entre los países involucrados en el proyecto varía significativamente.
En países como Suecia o Dinamarca, las empresas tienen una larga tradición
en la medición y gestión de sus intangibles, mientras que en otros países, como
España, el tema es más incipiente aunque se observa un interés creciente de
las empresas.
De acuerdo a esta situación, la primera aproximación es la que ha sido seguida
por el grupo de investigación sueco (Johanson, 1999 y Johanson et al. 1999a y
b) y por el danés, mientras que la segunda es la tomada por el grupo español
y el grupo francés. Respecto a la primera aproximación, el grupo sueco ha
seleccionado varias empresas conocidas por su "avance" y "experiencia" con
respecto a la medición de los intangibles y su utilización con fines de gestión.
Las preguntas a las que intentan dar respuesta son por ejemplo: ¿Cuáles son los
intangibles que las empresas identifican como claves para el cambio?; ¿Cuáles
son las características de esos intangibles?; ¿Cómo son definidos y clasificados
estos intangibles? (Johanson,1999;2) y también, ¿Cómo se utiliza el sistema de
medición en la gestión? (Johanson et.al. 1999a y b).
Por otro lado, tanto las empresas españolas como las francesas están empe-
zando a medir y gestionar sus intangibles. En este sentido la aproximación es
ligeramente diferente. La mayoría de las empresas actualmente se encuentran
en la fase de diseño y definición de su sistema de medición. De este modo,
se proporciona a las empresas diferentes alternativas para la medición de los
intangibles con el fin de discutir su validez, intentando obtener información del
por qué y cómo las empresas identifican, miden y gestionan sus competencias
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B. Datos
Un dato, o dado, es un fragmento de conocimiento particular. Los datos son
proposiciones, no hechos. Los datos pueden ser más o menos verdaderos, son
corregibles, en tanto que los hechos pueden ser reales o imaginarios, placenteros
o dolorosos, etc. Pero no verdaderos ni falsos.
C. La Información
La Información existe en la naturaleza y existe igualmente en la cultura humana
-especialmente a través del lenguaje y otros tipos de símbolos-. Sin embargo,
a nivel humano la Información sufre una transformación, que es preciso tener
en cuenta con el fin de evitar que se refleje en el estudio de la naturaleza de
una manera deformante.
Para el ser humano, la Información presenta dos aspectos que, en la realidad, son
inseparables. Uno de esos aspectos podríamos denominarlo "aspecto teórico",
y al otro, "aspecto práctico". Por ejemplo, el plano realizado por un arquitecto y
la construcción concreta de la casa, son el aspecto teórico y el aspecto práctico
de la Información, respectivamente.
D. El Conocimiento
El conocimiento es la captación o aprehensión de las cosas como realmente
son, la captación no cognoscitiva, sino subjetiva es aquélla que nos presenta los
objetos de manera diferente de lo que realmente son, pero si el conocimiento
nos revela cómo es una cosa, debe proporcionar la misma revelación a todo
aquel que sea capaz de adquirirlo como nosotros lo hemos adquirido. Ahora
bien, adquirir un conocimiento significa ser capaz de justificarlo o fundamentarlo
racionalmente. En este caso no bastan ni la autoridad ni el aprendizaje. Sino se
tiene la capacidad de justificar un conocimiento por medio de la razón no se le
puede llamar, en la plena significación de la palabra, conocimiento. Pero una
justificación racional debe convencer a todos. Si se tiene conocimiento sobre
alguna cosa, este conocimiento tiene que ser universalmente aceptable pues si
es de cierta manera para uno y de manera diferente para otro, entonces nadie
puede saber cómo es realmente la cosa conocida.
La razón tiene tres dimensiones: teórica, práctica y evaluativo. Cada una de
las dimensiones sustenta un tipo especial de conocimiento: el conocimiento
teórico, el conocimiento técnico y el conocimiento valorativo.
El conocimiento es un complejo cognitivo porque sintetiza y permite el funcio-
namiento o interrelación de las creencias, los datos, la información.
La llamada gestión del conocimiento es manejar adecuadamente dicha inte-
rrelación y se realiza con la finalidad de producir y distribuir adecuadamente
en forma de información para el logro de los objetivos que pueda tener las
personas o las organizaciones.
Por otro lado, el conocimiento como cualquier fenómeno cultural tiene un tiempo
de vida y pasa por distintas etapas, sólo que el conocimiento no desaparece
sino se transforma en otro conocimiento mucho más preciso o riguroso. Esa
vida podemos esquematizar de la siguiente forma:
Perspectiva Financiera
El modelo contempla los indicadores financieros como el objetivo final; considera
que estos indicadores no deben ser sustituidos, sino complementados con otros
que reflejan la realidad empresarial. Ejemplo de indicadores: rentabilidad sobre
fondos propios, flujos de caja, análisis de rentabilidad de cliente y producto,
gestión de riesgo,...
Perspectiva de Cliente
El objetivo de este bloque es identificar los valores relacionados con los clien-
tes, que aumentan la capacidad competitiva de la empresa. Para ello, hay que
definir previamente los segmento de mercado objetivo y realizar un análisis del
valor y calidad de éstos. En este bloque los indicadores drivers son el conjunto
de valores del producto / servicio que se ofrece a los clientes (indicadores de
imagen y reputación de la empresa, de la calidad de la relación con el cliente)
de los atributos de los servicios / productos. Los indicadores output se refieren
a las consecuencias derivadas del grado de adecuación de la oferta a las expec-
tativas del cliente. Ejemplos: cuota de mercado, nivel de lealtad o satisfacción
de los clientes,...
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A. TIPOS DE AUDITORIA
Internacionalmente las auditorías se clasifican atendiendo a:
1. La afiliación del auditor: Estatal e Independiente o Privada
2. La relación del trabajo: Externas e Internas
3. El objeto que se revisa: Estatal general, Estatal fiscal e Independiente
4. Los objetivos fundamentales que se persiguen: Gestión, Financiera, Es-
pecial y Fiscal
El carácter interno de los Órganos de Auditoría de las empresas, hace que las
clasificaciones que más se utilicen sean las Internas, que constituyen el control
que se desarrolla como instrumento de la propia administración y consiste en
una valoración independiente de sus actividades: examen de los sistemas de
Control Interno, de las operaciones contables - financieras y aplicación de las
disposiciones administrativas y legales que corresponden, con la finalidad de
mejorar el control y grado de economía, eficiencia y eficacia en la utilización de
los recursos, prevenir el uso indebido de éstos y coadyuvar al fortalecimiento
de la disciplina en general.
Dentro de este plan, el auditor considerará los siguientes aspectos principales:
a) Definir la población o universo.
b) Elegir el método de muestreo.
c) Determinar los objetivos del muestreo.
d) Establecer los procedimientos de muestreo estadístico.
Estos autores agregan que el auditor debe evaluar qué constituye un error
importante en los Estados Financieros, a fin de tomar una determinación ade-
cuada sobre cualquier error descubierto durante la realización de la auditoría
y denominan "riesgo final" a la incertidumbre asociada con la realización de
una auditoría; así como que el objetivo del muestreo por parte del auditor es la
obtención de una muestra que represente exactamente la población, este es el
principal objetivo y se conoce como muestreo representativo. Otros objetivos
son el muestreo correctivo, el muestreo protector y el muestreo preventivo.
El objetivo del muestreo correctivo es maximizar el número de errores incluidos
en la muestra para estar en condiciones de encontrarlos y corregirlos; en tanto
el muestreo protector es diseñado para maximizar los pesos de valuación en
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6. CONCLUSIONES
I. Fruto del análisis de las distintas iniciativas de modelización menciona-
das en el desarrollo de nuestro estudio y de la experiencia de ICODE
proponemos una serie de consideraciones básicas en la implantación de
cualquier modelo de medición y gestión del Capital Intelectual o Capital
Conocimiento, a saber:
II. Es clave tomar como punto de partida la estrategia, con objeto de posibi-
litar el enlace y alineamiento del modelo y de la teoría fundamentadora
con aquélla.
III. Es oportuno considerar la adecuación de aspectos relevantes, como son
la estructura y cultura en la organización, con el fin de valorar la capaci-
dad de la organización de "asimilar" las implicaciones que el desarrollo e
implantación de una iniciativa de Capital Intelectual conllevan.
IV. Es conveniente abordar la implantación del modelo de una manera gra-
dual, y en la medida de lo posible, a partir de los procesos de negocio,
de los correspondientes procesos de conocimiento y de los sistemas de
información existentes en la organización.
V. Es relevante el establecimiento de prioridades y ponderaciones sobre los
elementos, variables e indicadores del modelo; considerando la relación
coste-beneficio de su incorporación.
VI. Frente a la consideración de un modelo universal de aplicación generali-
zada, existen marcos de referencia que cada organización ha de adaptar
tanto organizativa como sectorialmente.
VII. Parece recomendable la elaboración de un informe de Capital Intelectual
donde se recoge información sobre este recurso estratégico para la em-
presa, contribuyendo de este modo a ofrecer una visión complementaria
a la presentada por los tradicionales estados contables.
VIII. Dentro de una filosofía de mejora continua, la medición es sólo una parte
del proceso puesto que la gestión aparece asimismo como factor funda-
mental. En este sentido, es de interés que un informe de Capital Intelectual
recoja no sólo el Capital Intelectual (perspectiva estática) sino también la
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B. Información
La información es el significado que una persona asigna a un dato, lo que
implica que el dato se transforma en información cuando es evaluado por un
individuo concreto, que en un momento dado, trabaja sobre un problema para
alcanzar un objetivo específico. La información, entonces, se genera a partir
de un conjunto de datos seleccionados para reducir la dosis de ignorancia o el
grado de incertidumbre de quien debe adoptar una decisión.
Por lo tanto, nada es intrínsecamente información; una misma representación
simbólica puede tener el valor de dato para una persona y para otra puede ser
información. O para una misma persona, lo que es dato en un momento puede
ser información en otra circunstancia o frente a otro problema.
Entonces, un dato al que se le atribuye relevancia, propósito y significación se
transforma en información. Ejemplo "el edificio es moderno", "la maquinaria
es altamente productiva", etc.
C. Conocimiento
Llamamos conocimiento a todo lo que llegamos a crear y valorar a partir de la
información significativa, mediante el agregado de experiencia, comunicación e
inferencia. El conocimiento es más amplio, profundo y rico que la información,
pues se trata de una mezcla de experiencia organizada, valores, información
contextual e introspección, que provee un marco de referencia para evaluar e
incorporar nuevas experiencias e informaciones.
En las organizaciones, el conocimiento suele estar "embutido" en documentos,
bases de datos, rutinas organizativas, procesos, prácticas y normas.
Así como la información se deriva del dato, el conocimiento surge a partir de la
información. Para que ambos procesos se concreten se necesita la intervención
humana, que en el caso del conocimiento se aplican las denominadas cuatro
C:
C comparación,
C consecuencia (implicancias),
C conexión (relación) y
C conversación (qué piensan otros).
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D. Capital Intelectual
De acuerdo a L. Edvinsson y M. Malone: El capital intelectual es la posesión de
conocimientos, experiencia aplicada, tecnología organizacional, relaciones con
clientes y destrezas profesionales que dan a la empresa una ventaja competitiva
en el mercado. Está formado por el capital humano, el capital estructural y el
capital cliente. Se puede decir que el conocimiento aplicado a una organización
es el capital intelectual.
El capital humano son las combinaciones de conocimientos, habilidades, in-
ventiva y capacidad de los empleados individuales de la empresa para llevar
a cabo la tarea que tienen entre manos. La empresa no puede ser propietaria
del capital humano.
El capital estructural corresponde a los equipos, programas, bases de datos,
eficiencia de la estructura organizacional, patentes, marcas de fábrica y todo
lo que forma parte de la capacidad organizacional. Este capital es propiedad
de la empresa y por lo tanto es plausible de ser negociado.
El capital clientela (el autor lo clasifica dentro del capital estructural, pero en
varios de sus artículos, acepta que se puede clasificar en forma independien-
te), corresponde a las relaciones desarrolladas con los clientes claves y con el
mercado (también podría aceptarse las relaciones con los proveedores). En
particular, los autores resaltan:
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A. Paradigmas en contabilidad
La historia del pensamiento contable permite advertir cambios profundos de
paradigmas en su evolución, entre los que podemos señalar:
- El paradigma del Registro (inicio con Pacioli)
- El paradigma del beneficio económico (Balance Económico)
- El Paradigma de Utilidad (información útil para las decisiones).
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valor percibido por los clientes es distinto para cada Contador. Evidentemente
cada grupo de clientes posee distintas expectativas y exigencias respecto de lo
que el Contador está en obligación o aún en condiciones de entregar.
Unidad de Negocios Clientes
Profesional o laboral Empresa
Empleador
Compañeros de trabajo
Subordinados
Proveedores y clientes, internos
o externos
Social Amigos
Círculos de incumbencia:
Clubes sociales
Deportes
Culto, religión
Vecindario
Participación política
Responsabilidades sociales
Contactos frecuentes, médico,
abogado, etc.
Contactos casuales, taxista
Familiar Cónyuge Hijos
Familiar Nietos Padres
Hermanos Parientes
Personal Uno mismo
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Conclusiones
1. En la economía del conocimiento ha variado el factor de generación de la
riqueza, siendo en este caso sin ninguna duda los intangibles.
2. La economía del conocimiento genera dramáticos cambios en las empresas
siendo el más importante, la gestión del conocimiento, que implica el proceso
de conversión de: datos - información - conocimiento - capital intelectual
3. La gestión del conocimiento en la empresa implica su medición, tarea que debe
ser abordada por el contador público como parte de su nuevo rol compatible
con la sociedad del conocimiento.
4. No sólo el modelo actual debe ser reemplazado sino también su marco concep-
tual o teórico (paradigma de utilidad), lo que a su vez permitirá una actuación
del profesional contable activa en la generación del capital intelectual de sus
clientes.
5. A su vez esto implica una gestión del conocimiento individual del contador
público y que forma parte del capital intelectual de su cliente, lo cual deberá
ser medido, para esto resulta adecuado el BSC (Balanced Scorecard)
Bibliografía
Alejandro Quiroga, Alejandro Falco- Tesis "El Balanced Scorecard aplicado al
Individuo"- Universidad del Cema - Maestría en Dirección de Empresas.
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